También, a veces, y no estaba tan mal, comían aves silvestres, como patos, palomas, chichicuilotas o codornices. De cuando en cuando se alimentaban con carne de gallina y tenía que tomar leche de cabra o de burra. Eso sí, muy alejadamente disfrutaba la carne de res. Barbacoa y carnitas nunca se conseguían, así que se acostumbró a una alimentación nutritiva y sin grasas. Como había frecuentes balaceras, todos los de su jacal tenían que salir corriendo rumbo al monte y andar de allá para acá saltando. ¡Qué sudores! Tanta sed les daba que la laguna era poca para consumir agua. ¡Qué frescura! ¡Qué gimnasio ni qué gimnasio! Eso si era ejercitarse. De ahí que durante su juventud obtuvo un cuerpo hercúleo y macizo que sorprendía a muchos. Así ha vivido durante cien años con gran salud. En todo ha sido moderado, menos en su descendencia; pues somos rete hartos.
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