Mitos y leyendas: reflejo de la visión del mundo de los pueblos prehispánicos La relación de los primeros habitantes con la naturaleza ¿Has pasado alguna vez la noche mirando las estrellas? Si es así, habrás pensado en lo extenso que debe ser nuestro estado más allá de tu localidad. Pues bien, fíjate que lo mismo le ocurría a las tribus que habitaron Mesoamérica (y luego a los españoles que vinieron a lo que hoy es Coahuila), no sabían cómo eran Aridoamérica y quienes la habitaban, a los que llamaron “chichimecas”, que significaba gente infrahumana y socialmente atrasada. Los españoles se expresaban así de ellos: “Seres que de alguna manera pueden ser tenidos por monstruos de la naturaleza, pues en sus costumbres son tan diferentes de hombres, cuanto su ingenio es semejante al de los brutos”. Sin embargo, estaban en un error, ya que los chichimecas, como les llamaban, vivían de acuerdo con los ciclos naturales, es decir, en armonía con lo que les brindaba la naturaleza. ¿Qué quiere decir esto? Que los cazadores recolectores eran permanentes peregrinos. Sus travesías eran marcadas por las estaciones del año. Viajaban en un circuito marcado por la disponibilidad de alimentos; ya sabemos que cuando la comida escaseaba buscaban siempre sitios con agua para pasar el invierno y el inicio de la primavera. Al iniciar la floración y el nacimiento de frutos de las plantas que consumían, comenzaban su camino. Las plantas eran la mayor parte de su alimentación aunque estos grupos nómadas cazaban todo el tiempo.
Los cazadores recolectores peregrinaban en busca de agua.
Aquí aprenderás a reconocer la visión sobre la naturaleza y la sociedad de los pueblos prehispánicos de la entidad.
Mitos y leyendas Mitos chichimecas El jesuita Juan Agustín Espinoza refiere que los indios de la Laguna creían en el demonio y todos afirmaban haberlo visto en forma de “un negro terrible, espantoso, echando sangre por la boca y oídos y fuego por los ojos que los tiene atemorizados y les manda el peyote y que maten a sus hijos”. Otros historiadores registran que en esa comarca los habitantes tenían reverencia a las cabezas de ciervo; les ofrecían ciertas ceremonias para alcanzar la salud en sus enfermedades. Los sábados en la noche salían a hacer mitote o bailes. En estos bailes usaban sacar la cabeza de un venado, que con gran reverencia guardaban en sus casas, en memoria de sus parientes ya muertos, que en sus días habían dado muerte a aquellos venados. A cierto tiempo, los viejos que en el baile presidían echaban al fuego unos pedacitos de los cuernos o huesos de aquellas cabezas, convenciendo a los demás que la mayor llama que se levantara del mayor resplandor que se veía en el fuego al tiempo que aquellos pedacitos se quemaban, era el ánima del difunto que venía a su llamado a darles la virtud, costumbre que ellos tuvieron en matar venados. Usaban en esos bailes dar a los hijos polvo de los cuernos de los venados para que se les comunicara la virtud, fuerza y ligereza de los venados para que ni por pies se les vayan ni se dejen rendir por falta de fuerza. Guardan las cabezas de venados que cazaron sus padres o parientes difuntos, hasta que les hacen al cabo de un año, en esta forma: salen todos al anochecer de la casa del difunto con canto triste y lloroso y tras ellos, una vieja con la cabeza del principal venado en sus manos hasta ponerla en una hoguera y, hecha cenizas, queda sepultada la memoria del difunto.
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