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H. P. BLAVATSKY

Doctrina Secreta Tomo V

vivo”; mientras en otro pasaje observa cautelosamente que estas cosas sólo son para los “sabios” y no es “lícito” hablar de ellas102.

Podemos exponer aquí algunos de los motivos de este sigilo: La ley fundamental y clave maestra de la teurgia práctica, en sus principales aplicaciones al detenido estudio de los misterios cósmicos, sidéreos, físicos y espirituales, fue y es todavía lo que los neoplatónicos griegos llamaron “Teofanía”. En su significado más general es la “comunicación entre los Dioses (o Dios), y aquellos iniciados espiritualmente capaces de semejante interloquio”. Pero esotéricamente significa mucho más, pues no es tan sólo la presencia de un Dios, sino la actual, aunque temporánea, encarnación, la aleación, por decirlo así, del Ser supremo, de la Deidad personal, con el hombre, su representante o agente en la tierra. Por ley general, el Dios Supremo, la Superalma (Âtma–Buddhi) del ser humano, tan sólo cobija al individuo durante la vida mortal, con objeto de darle revelaciones y enseñanzas, siendo lo que los católicos llaman “ángel de la guarda” que “a nuestro lado nos vigila”; pero en el caso del misterio teofánico, esta Superalma encarna plenamente en el teurgo para realizar alguna revelación. Cuando la encarnación es temporánea, dura muy poco tan sublime estado, que se llama “éxtasis” definido por Plotino como “la liberación de la mente de su conciencia finita, para identificarse con lo Infinito”. El alma humana, brote y emanación de su Dios, realiza en tal estado la unión del “Padre y el Hijo” y la “divina fuente fluye como un torrente por su humano cauce”103. Sin embargo, en casos excepcionales, el misterio es completo; el Verbo se hace realmente carne y el individuo llega a ser divino en toda la acepción de la palabra, puesto que su Dios personal toma vitalicio tabernáculo en su cuerpo, el “templo de Dios”, como San Pablo dijo. Por Dios personal del hombre se entiende aquí no sólo su séptimo principio, que, per se, y en esencia, es meramente un rayo del infinito océano de Luz. Âtma y Buddhi (los dos Principios más elevados) no son una dualidad, pues Âtma emana indivisiblemente del Absoluto. El Dios personal no es la mónada, sino el prototipo, que por necesidad de término más apropiado llamamos el Kâranâtma manifestado 104 (Alma Causal), uno 102

II, 317–318. H. P. B. alteró en sus citas algunas palabras del texto original de Isis sin Velo y así las copiamos, tal como ella las alteró. 103 Proclo dice que en su mística vida experimentó seis veces este sublime éxtasis; Porfirio asegura que Apolonio de Tyana quedó así unido cuatro veces a su Deidad; pero esto nos parece erróneo, ya que Apolonio fue un nirmânakâya (encarnación divina y no avatâra). El mismo Porfirio cuenta haber tenido sólo un éxtasis a los sesenta años. La Teofanía (o aparición real de Dios al hombre), la Teopatía (o asimilación de la naturaleza divina) y la Teopneustia (o facultad de oír las enseñanzas orales de Dios), no han sido nunca comprendidas rectamente. 104 Kârana Sharira es el cuerpo “causal” denominado algunas veces el “Dios personal”. Y así es en cierto sentido.

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