San Teófimo | No. 154

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ÍNDICE 2 3 4 10 12 14 16

Desde Rectoría Me sedujiste Señor, y me dejé seducir Signos del amor Respuesta y entrega Ser profetas en tiempo de pandemia Renovando el llamado ¡Sígueme!

Consejo Editorial

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Rector/ Pbro. Dr. Carlos Alberto Santos García Coordinador Dept. Comunicación/ Pbro. Darío Fco. Torres Rodríguez Director Editorial/Pbro. Darío Fco. Torres Rodrígue z Consejo Editorial/Lic. Adriana Martínez del Río/ Pedro Feliciano Ramírez Carrizales/ Mario Alberto de Luna Guevara Equipo de Redacción/Miguel Ángel Álvarez Padilla/Mauro Villegas Barboza/Erick Alfonso Rivera Ortiz/Jesús Emmanuel Garza Torres/ Pbro. José Francisco Gallardo Viera/Oscar Valdez Huerta Diseño/ Lic. David Almaguer Hernández Fotografía/ Juan José Barbosa Reyna13,000 ejemplares Impreso: Enfoque Gráfico


REC TO RÍA

Dios Proveerá

"Dios le dijo: “Abraham, Abraham”. El respondió: “Aquí estoy”. Después añadió: “toma a tu Hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país de Moria y ofrécelo ahí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga. Abraham se levantó de madrugada, aparejó su asno y tomo consigo a dos mozos, y a su hijo Isaac…" (Gn 12,1).

Respuesta y entrega… se me propone compartir sobre estos dos términos, evidentemente relacionados con una vocación, con la dinámica de un llamado-diálogo, que es su fundamento. Y lo que viene a mi mente es este pasaje de la escritura que presenta la respuesta y la entrega, de una manera única, como terrible. Única, porque en un solo movimiento vemos la respuesta de Abrahan a un llamado que le pide «entregar». No hay preguntas, no hay oposición, ni resistencia, Abraham responde actuando ante lo que Dios le pide. Pero es terrible, porque lo que ha de entregar, es al «hijo», al «único», al «amado». Creo que no se podría encontrar una descripción más profunda y completa de lo que significaba Isaac para Abraham. Y es a él, a quien Dios le pide que le entregue. ¿Responder es entregar? No necesariamente, hay quien responde para evadir una llamada, hay quien responde para justificarse de un compromiso, hay quien responde para manifestar su desacuerdo. En cambio, entregar implica una dinámica distinta, por principio de cuenta entregar implica desprendimiento, entregar – y más aún entregarse – implica una salida de nosotros mismos, en una palabra, implica una renuncia. Queda entonces claro que no toda respuesta conduce a una renuncia. Por esto la respuesta de Abraham a la "petición de Dios" es inquietante, porque precisamente implica la aceptación de entregar lo más valioso para él. Y que además, Dios se lo ha pedido sin ninguna explicación y justificación, podríamos decir que hasta arbitraria y disruptivamente lo ha llamado para arrebatarle a su hijo. ¿Y qué hace Abraham?, ¿cómo responde a una llamada que implica una entrega tan dolorosa? Diremos que Abraham responde no sólo acogiendo aquella palabra misteriosa y poniéndose en camino; también Abraham responde con su «silencio», y esto es algo en lo que debemos detenernos. Porque podríamos pensar que el silencio no es una respuesta. El silencio es también la respuesta humana ante lo incomprensible, ante lo que nos sobrepasa. Pensemos en las ocasiones que no tenemos palabras para algunas situaciones, y en silencio abrazamos a un ser querido, o le estrechamos la mano haciéndole sentir nuestro amor y nuestro aprecio. Estos son justamente los dos elementos de la respuesta de Abraham ante la entrega del hijo: se pone en camino y guarda silencio. Que no es conformismo sino meditación, reflexión e interiorización. Esto se refleja claramente en la respuesta que le da al hijo que nota una ausencia: «Padre, ¿dónde está el cordero para el holocausto?; dijo Abraham: “Dios proveerá hijo mío”» (22,7-8). ¿Qué ha pensado Abraham durante el camino hacia Moria?, ¿habrá sentido las ganas de huir y rescatar al hijo del sacrificio? Seguramente habrá pasado por su mente muchas cosas, entre las cuales debió estar el temor a «entregar», a desprenderse del «único amado». Sin embargo, las palabras que dice a Isaac nos muestra que en el silencio de su respuesta se ha ido formando una convicción: «Dios proveerá». Cuando pensamos en la vocación, en la dinámica: llamado-respuesta-entrega, podemos caer en el error de pensar que todo se trata de entrega-renuncia-desprendimiento, que todo es dolor y privación. Nada más equivocado. Ciertamente toda respuesta implica una apertura al diálogo, y por lo tanto un desprendimiento, entregar algo de nosotros mismos a nuestro interlocutor, a Dios. Pero al mismo tiempo, abre la puerta de la Providencia, al Don. Dios nunca nos dejará con las manos vacías (cf. Mc 10,28-31).

Pbro. Dr. Carlos Alberto Santos García Rector

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VocacionES

Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir Como lo ha dicho el profeta: “la vocación no la constituye mi respuesta sino el toque de Dios, su llamada "Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir" (Jr 20, 7). Con estas palabras del profeta Jeremías, quiero compartirles los aspectos más sobresalientes al recibir de parte de Dios, la invitación a la vida presbiteral que, sin duda alguna han sido comprendidas dentro del Seminario. Mi infancia estuvo siempre envuelta por mi familia católica practicante. Ellos me enseñaron mis primeros pasos en la fe, tanto así que, de niño, la figura sacerdotal sentía que era una opción de vida. Pero con el tiempo, mis propósitos iban cambiando; quería estudiar Educación y después Medicina, y al recibir el llamado de parte de Dios a los 15 años, no vacilé en decir SÍ, aún ante la confusión o el miedo.

Al realizar parte del proceso vocacional, no fue tiempo suficiente para poder discernir bien la llamada de Dios a la vida presbiteral. Recuerdo que le dije a mi padre, - si me gusta, me quedo, si no, me salgo-. Fue dentro del Seminario donde me enamoré de la figura sacerdotal, y, hasta ahora, no he dejado de enamorarme más y más de esta vocación que, no sólo vale la pena, sino la vida entera.

Miguel Ángel Álvarez Padilla Segundo de Filosofía

Tel. 8111-58-2838 centrovocacional.org arquidiócesis de monterrey

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Llamados para servir

Signos del amor Vivir sin compartir es como vivir sin vivir, porque cuando algo realmente bueno se encuentra, se comparte. No se necesitan formulas muy elaboradas para dar lo que se recibe; lo valioso, brilla sin necesidad de adornos, pues el que ama quiere el bien de los demás. El cristiano que tiene a Dios por amigo siente en su corazón la necesidad de llevar esa dicha a los que se encuentra por el camino, tal como los discípulos cuando salieron de dos en dos y proclamaron la alegría de ser llamados, compartieron ese querer estar con el Maestro. De igual manera, en el tiempo actual se manifiestan esos signos del amor que fluye hacia cada comunidad o parroquia en donde se celebra la fe. Porque Dios escucha la voz de su pueblo y atiende a sus oraciones, Él envía a sus colaboradores para que compartan la vida, la fe y la esperanza de una vida plena a través del amor hacia el prójimo. El apóstol, aquel que es enviado a proclamar el Evangelio, se vuelve mensajero de todos los tiempos y no por ello cambia el mensaje. Aunque sea diferente el pensamiento de los hombres a través de las épocas, sólo se modifica la forma en que se presenta, los medios que se usan son diversos, pero el contenido permanece: ¡Cristo murió y resucitó para dar vida verdadera a todos los hombres! ¡Él vino para que el mundo tenga vida en abundancia! Cuando Jesús anduvo caminando por Galilea y Jerusalén la gente se reunía en las sinagogas, las plazas o en el campo para escuchar la enseñanza de Cristo. En los tiempos actuales (siglo XXI), es diferente la forma en la que se distribuye el mismo mensaje de amor, más aún cuando la comunicación ordinaria se limita y las personas se ven en la necesidad de utilizar medios tales como: televisión, internet (video llamadas, transmisiones en vivo, etc.). Una envoltura diferente, un contenido permanente.

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El alma tendrá siempre hambre y sed de Aquél que le creó, los problemas o la enfermedad que se lleguen a presentar al cristiano no podrán detener su necesidad de Dios. El hombre necesita del agua viva que es Cristo, la vida de fe no se detiene, sólo encuentra otros caminos, se abre paso entre las vicisitudes y, como un riachuelo, crea nuevos caminos para empapar la tierra y hacerla florecer. He visto dentro del apostolado presencial y ahora virtual, la misma sed de Dios, ese anhelo de vivir de verdad, de ser pleno y avanzar en santidad. Lo iniciado por nuestro creador es verdadero y perfecto; pues, quién hay que le diga a Dios: “tu pensamiento no es correcto” (cfr. Ez 18, 25), mejor como San Martín Caballero dice: “Señor, si aún soy necesario a tu pueblo, no rehuyo el trabajo, hágase tu voluntad”.

Al principio de este camino “virtual” experimenté –como algunos— una resistencia interna a los medios de transmisión masiva, resultado de mi desconocimiento. Pero ahora, me son de buena ayuda para estos tiempos excepcionales. Porque, de cualquier manera se ha de manifestar el amor verdadero que fluye por doquier, que los obstáculos son sólo escalones para ir hacia la única meta por la cual el cristiano lleno de fe quiere gastar la vida, con Jesucristo, el verdadero Dios por quien se vive.

Mauro Villegas Barboza Tercero de Filosofía

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ACTIVIDADES MARZO - ABRIL


Vida e Historia

Respuesta y entrega Después de casi 11 años en el Seminario, lo sé, es mucho tiempo; puedo dar testimonio del proceso que la iglesia lleva con los que están por terminar su formación como alumnos en el Seminario de Monterrey. Es un proceso interesante y lleno de emoción, en mi caso resuena el sueño y anhelo que tenía cuando ingresé a esta institución. En aquél tiempo solo me tocaba conocer a los futuros ordenados por la publicación que se hacía de ellos en los anuarios o en los murales de corcho en los salones y en cada casa. No los conocía personalmente, a algunos solo de vista. Conforme fue pasando el tiempo y yo avanzaba en este camino, las caras de quienes solicitaban ser admitidos al orden sagrado eran más conocidas, coincidía con ellos en misiones, visitas a colegios, colectas en parroquias incluso en apostolados. Aprendía de ellos y llegábamos a ser amigos. La alegría que sentía iba creciendo cuánto más los conocía, aquél con quien me sentaba en el descanso de la escuela, los que se sentaban conmigo en el comedor, con quienes compartía una taza de café en la tarde estaban llegando a ese tiempo tan especial y que cada vez comprendía mejor. Y, ¿cómo es este proceso tan especial? El alumno del Seminario de Monterrey, una vez ingresado al instituto de Teología, se prepara para estos momentos. El primer paso es cuando cursamos el segundo año de Teología, se abre un tiempo para que le joven haga su solicitud para ser aceptado como candidato a las órdenes sagradas y a la administración de los ministerios laicales: lector y acólito. Termina este año escolar e inicia el siguiente. A mitad del próximo año (tercero de Teología) se abre el tiempo de solicitud de órdenes sagradas (diaconado y presbiterado), así los que están en tercero y cuarto pueden hacer la solicitud del orden correspondiente. Ojo. No siempre es así. Es decir, no todos hacen la solicitud a su debido tiempo y no la hacen por algún motivo personal, por alguna decisión del equipo formador al mandarlos a algún servicio en especial, o simple-

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mente por esperar algún tiempo más. Y esto no tiene nada de malo, los jóvenes nos hacemos muchas preguntas ante la gran responsabilidad y compromiso del sacerdocio de Cristo. Luego de la solicitud viene un «tiempo de discernimiento», los formadores investigan y evalúan al alumno, sin embargo, esto no lo hacen solos, lo hacen con la comunidad. A algunos compañeros de quien solicitó se le dan unas evaluaciones para que las llene a la luz de la verdad con lo que sabe y conoce de quien solicitó; asimismo, se mandan estas evaluaciones al apostolado donde sirve el seminarista para que algunas personas que lo conozcan hagan también su evaluación, de igual manera se envían éstas a la comunidad parroquial de la que el joven seminarista pertenece. Una vez reunida toda esta información los padres del Seminario se reúnen a realizar los «escrutinios» para determinar si el joven que solicitó algún ministerio es idóneo o no para recibirlo. Posteriormente le corresponde al Arzobispo dar a los jóvenes la respuesta de las evaluaciones y admitir a los jóvenes al orden sagrado.

Ahora me toca estar de ese lado, y vaya que se siente muy distinto, aunque ya haya sido admitido como candidato a las órdenes y ya haya pasado por una etapa de escrutinios, esto es distinto, ya que uno se encuentra de cara a unos ministerios que dan una gracia que desborda la misma naturaleza humana y que conllevan una gran responsabilidad y compromiso. Sin embargo por otro lado se siente la emoción de decir “por fin, estoy llegando”. Entre todas las emociones que pueda sentir en estos momentos de una cosa estoy completamente seguro: Jesús, una vez que nos ha llamado nos invita a seguir caminando con él y nos pone a la Iglesia misma como receptora y al mismo tie–mpo intercesora para ser en un futuro los ministros que ella misma necesita y merece.

Erick Alfonso Rivera Ortíz Tercero de Filosofía

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Entérate

Ser profetas en tiempo de pandemia Los profetas, a semejanza de los líderes que buscan un bien común, son los hombres de la Palabra, aquellos que escuchan con atención el mensaje del Señor y lo transmiten con claridad; están seguros de lo que comunican, pues lo recibe de inspiración de Dios y busca el bien del pueblo, y no los intereses propios. Vemos la misma acción de parte de Dios, que impulsa en la realidad actual a su pueblo. Durante este tiempo, hemos podido ver a tantos hermanos nuestros, científicos, políticos, o líderes económicos que han buscado soluciones a la situación de contingencia que actualmente vivimos y ya todos conocemos. Han sacrificado tiempo, esfuerzo, trabajo, salud e inclusive lo más sagrado y preciado, la propia familia, para atender a millones de enfermos, algunos desde casa, otros en los hospitales y centros de asistencia social, etc. También se ha trabajado en conjunto

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para buscar una cura o tratamiento contra este virus que amenaza la salud y el bienestar del ser humano. Por otra parte, hemos podido darnos cuenta de la creatividad de muchas personas, algunas muy optimistas con la capacidad de alentar y animar a la ciudadanía en los momentos difíciles, de crisis, soledad; podemos decir que se ha despertado el espíritu de solidaridad, esperanza y corresponsabilidad. Hemos sentido la sabiduría del Espíritu Santo, que ha conducido a muchos líderes en busca del bien común. Es una pena que también durante este tiempo hemos descubierto, cómo las fuerzas del mal actúan en personas abusivas, en líderes que no toman conciencia y se aprovechan de la situación actual para manipular, para obtener logros personales y dañar a los más necesitados. Ante esto, es importante que tengamos los ojos bien abiertos y orar, para que el Señor suscite la


conversión de estos hermanos y el mundo cambie de dirección. Es importante que de este tiempo de pandemia obtengamos una enseñanza desde una mirada de fe y escuchemos la voz de Dios que nos habla e invita a contemplar a Jesús como el profeta que sana, salva y todo lo hace bien. Recordemos que Jesús, nuestro gran Maestro se acerca al enfermo, y sin miedo le restituye a la sociedad, le devuelve la dignidad perdida y le pide que construya un mundo mejor. El papa Francisco nos ha recalcado que ya nos acostumbramos a vivir en una sociedad enferma y es tiempo de construir una realidad más limpia, no tan contaminada, es tiempo de contagiar el amor. Ojalá que este tiempo en el que seguimos en casa y estamos retomando poco a poco nuestra vida ordinaria nos ayude a volvernos más humanos. Dejemos de pensar en nosotros mismos y comencemos a colaborar unos con otros en los diferentes ambientes, para lograr un cambio positivo en nuestra sociedad. Pidámosle al Señor que, por intercesión de la Santísima Virgen María, Reina de los Profetas, aquella que sigue ejerciendo esa misión para con los hijos que le fueron confiados al pie de la Cruz, podamos crear un mundo mejor y más humano.

Jesús Emmanuel Garza Torres Segundo de Filosofía

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Conoce

Renovando el llamado Llegó a donde estaba el hombre herido y, al verlo, se conmovió profundamente Lc 10, 33 ¿Puedes imaginar un modo mejor de ser cristiano? Afortunadamente entorno a nosotros hay algunos que sí, son esos hombres y mujeres que están transformando las cosas alrededor, aquellos que mantienen la llama de la esperanza en los corazones. Si quieres descubrirlos no los encontraras “dándose la gran vida” sino dando su vida grandemente al servicio de los demás, ¿por qué lo hacen? Ellos experimentan la tranquilidad de ser poseedores de una alegría que no se acaba, pues su fuente es el inagotable amor de Dios y su panorama el horizonte fascinante del Evangelio. Al leer estas líneas, te invito a que recuerdes los relatos que te han contado sobre el día de tu bautismo, las fotos en donde apareces tú junto con familiares, padrinos y amigos, date cuenta que tu vida ha sido tocada por Dios, que Él ha pronunciado tu nombre, te ha hecho su hijo o hija muy amada, ha salido a tu encuentro. Y no hace falta que pienses ni en el bien que has hecho, ni en el mal cometido, basta que te abras a la presencia de Dios que lo abarca todo y percibas como hay una luz interior que resplandece en ti cuando reconoces su presencia. Responder a Dios en la vida es una gracia maravillosa, pues nos permite ser salvados, esto es importante, ya que solo por medio de la amistad con el Señor, como lo dice el Papa Francisco: “somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad; llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero” (Evangelii Gaudium, 8). Aceptar la llamada de Cristo es emprender un camino hacia una humanidad plena, pues el ser humano solo con la gracia es que puede realizar actos de amor extraordinarios, al igual que transformar las obras sencillas en portentosas. No podemos ser ingenuos en pensar que delante de este proyecto de Dios para nosotros no habrá obstáculos. Todos los relatos iniciales de los cuatro Evangelios nos narran, de un modo u otro, como la presencia de Cristo en este mundo es incomoda tanto para personajes poderosos como Herodes, que le persiguieron sin importar sacrificar vidas inocentes, como para la gente común que no le brinda alojo donde nacer “Vino a su propia casa, y los suyos no lo recibieron” (Jn, 11). Sin duda, todos ellos instigados en lo más profundo por el Enemigo, pues sabe que el Señor, así como sus discípulos, harán que los demonios se sujeten en su nombre y a él lo verán caer del cielo como un rayo (Cfr. Lc 10, 8).

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De esto modo podemos palpar lo crucial del compromiso que tenemos como cristianos y la relevancia de la obra evangelizadora; nuestra misión no es el anuncio de palabras dulces o ideas bellas, sino la participación en un proyecto de instauración del Reino de Dios en cada una de las personas, es una lucha contra el poder de las tinieblas que si bien ya vencido por Cristo, continúa astutamente arremetiendo contra nosotros. Las problemáticas de salud, económicas, sociales, ecológicas y espirituales en las que nos encontramos, son una oportunidad para despertar del sueño, de una vida que se nos ha vendido como dedicada al propio contento, entendiendo este como el pasarlo bien o disfrutar del momento. Este tiempo es momento para hombres y mujeres valientes que, con la cruz de Cristo en cuello, apuesten por una vida significativa y virtuosa, esa que por el bien de sus hermanos es capaz de sacrificar lo propio y darse a sí mismo por una causa más alta, la causa del Reino. Es tiempo de cristianos: laicos, religiosos y sacerdotes, que con responsabilidad y prudencia reformen y no simplemente destruyan o exploten las estructuras que dan identidad y cohesión a las diversas instituciones y la sociedad. Es ocasión de reva-

lorar y defender las raíces que han forjado nuestro semblante como creyentes y como nación, de hacer memoria histórica, de recuperar el concepto de verdad, de cuidar los pequeños, de favorecer un dialogo cara a cara entre amigos y contrarios, del cultivo de la sabiduría, de rescatar el sentido del bello, de lo sublime, es tiempo de orar y de hacer realidad todo esto amando como el Señor nos ha amado. Al final, el cristiano en lo cotidiano esta llamado a ser como el buen samaritano, que después de hacer el bien “se fue sin esperar reconocimientos ni gratitudes. La entrega al servicio era la gran satisfacción frente a su Dios y a su vida, y por eso, un deber. Todos tenemos responsabilidad sobre el herido que es el pueblo mismo y todos los pueblos de la tierra. Cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada anciano, con esa actitud solidaria y atenta, la actitud de proximidad del buen samaritano”( Fratelli Tutti, 70). Todos tenemos un momento en que la puerta a esa vida radical se nos abre y depende de nosotros entrar, todos recibimos esa invitación, pero no siempre se tiene la valentía. Pero la puerta sigue ahí, esperando y la voz de Dios firmemente llamando, ¿y si te atreves a entrar?

Pbro. José Francisco Gallardo Viera

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Escucha

¡Sígueme! El cristiano llena a Dios de preguntas y busca muchas respuestas; por su parte, Dios llena al cristiano de invitaciones y solo espera una respuesta: Sí. Recuerdo que en el Episodio 4 de la Temporada 1 de la serie “The Chosen” hay una escena que representa el llamado que Jesús le hace a Pedro cuando afrontaba una dificultad para pescar. Pedro, después de darse cuenta que los rumores eran ciertos acerca de Jesús, y ver que realmente Él es el Mesías, cae de rodillas a sus pies y le pide que se aleje porque es un pecador, se presenta como tal; le dice: no sabes quién soy y las cosas que he hecho. Pide perdón por su falta de fe y le pregunta: ¿Qué quieres de mí? Lo que quieras, lo que me pidas, lo haré. Pedro anteriormente había pedido tanto de Dios, se había decepcionado y desconfiado de Él, le exigía tantas cosas; pero Jesús, sin juzgarlo por todo aquello que Pedro dice, únicamente le hace una invitación (una petición): «sígueme». Pedro dice: Lo haré (No pone ningún “pero”).

Esa sencillez de Jesús es tanta que rompe nuestros esquemas, nuestras dudas, nuestros planes tan elaborados y meticulosos, nuestras expectativas, nuestros anhelos, nuestro estilo de vida; Una invitación tan simple y tan llena de sorpresas, emprender un camino con Él, atreverse a vivir una nueva vida. Así es como cada día al despertar nos invita a levantarnos y nos vuelve a decir: ¡sígueme! Y las respuestas solo pueden ser: sí o no. Es el llamado de alguien por quien generaciones esperaban, por quien oraban y pedían que llegara a salvarlos, que generaciones han proclamada, que generaciones se han atrevido a seguir, por quien muchos han cuestionado, por quien muchos esperamos. ¿Mañana, al despertar, y al siguiente día, y al siguiente… cuál será tu respuesta a la única petición (tan llena de sentido) que Jesús te hace? Sígueme: Sí/No.

Oscar Valdez Huerta Segundo de Filosofía

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