SANDRICUENTOS 2014

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Microtextos 2014


SANDRA BURMEISTER, bloguera chilena. Su afición por escribir microtextos surgió en el año 2011, algo que impulsó la creación de este blog para público juvenil y adulto.

SANDRICUENTOS Todos los derechos reservados, prohibida su reproducción y venta. Registro de textos en la Propiedad Intelectual N°: 241698 Ilustraciones por BURGAR (Burmeister, S.)Todos los derechos reservados, prohibida su

Los microtextos están ordenados con números de identificación. Bajo licencia Creative/Commons http://sandri-cuentos.blogspot.com/ Sandricuentos@gmail.com ~1~


Desde el carillón del tabernáculo se inclina. No aporta aromas, sólo sonidos. El cuerpo contorneado baila al son de la llave de Sol. Es el arca de la alianza. ¡Baila, baila, baila!_le dice. Guardiana de sangre real. Intocable. Incandescente. Sólo ella conoce la gran Revelación (Sandricuentos 335).

DICIEMBRE 2014

Cada estrella, una lámpara. Cada lámpara un presagio. Viste al campo de luces para despedir al cielo. La escalera alcanza para todo. Puede subirla. No es ni alta, ni larga. Tiene la medida justa para cada paso. Mientras tanto, la inocencia nocturna camina descalza. El "click" de la noche está por llegar (Sandricuentos 336).

Sacude sus alas para el nuevo sol. Llega el verano. La fragata de las flores se prepara y detiene el polen en la punta del pie. Es novata. No sabe ~2~


de guerras ni de estaciones. Es muy nueva. Canta, rima, recita y vuela, pero su rojo púrpura debe sellar el carmesí. Se llama Caléndula y nació en primavera (Sandricuentos 334).

se replica en toda (Sandricuentos 333).

la

ciudad

La caída de la espada-caballa y del caballo-espadachín es inminente. Atónita, suspira. El gato la condujo con su ronquido. Quería jugar al príncipe, pero resultó ser la reina. Le falta poco para tocar el cielo. El reino del conocimiento la espera (Sandricuentos 332).

Rosa, rojo, magenta ¡Qué lo sienta! Verde, amarillo, celeste ¡Qué le cueste! Lila, naranja, violeta ¡Pandereta! El árbol libro, libro casa, libro plaza_ Van y vienen los gestos y letras. El sueño del ratón en el techo

El silencio nocturno procura dejar en su voz el eco estelar. Su hermano ~3~


mayor le habla de la creación. Sin miedo y sin risas, ambos se acompañan. Si fuera de día sería lo mismo. Siempre hay Luz. Seguridad. La hermandad es para siempre (Sandricuentos 331).

lectura en el infinito es mínima. Un relámpago azul y basta para una sonrisa (Sandricuentos 330). Su descendencia llegó durante la aurora boreal. La virgen de las virtudes ha optado por el color terracota. Jamás duda. Jamás llora. Tiene manos lánguidas, marianas y fuertes. Es la favorita del cielo (Sandricuentos 329).

Los cuatro fantásticos provienen de todo el mundo. Con su presencia crean astros. El cielo los reconoce como sus hijos. Comprenden del universo mejor que los adultos. No tienen prejuicios. No todavía. La

Huele a carmesí piloso, mientras desata luces violetas. La virgen del ~4~


tiempo, templada y plateada, renace entre libélulas y mariposas. Ni extinta, ni leyenda, solamente viene y va (Sandricuentos 328).

navegantes se unen. Son pareja, y vuelan al son del canto de las sirenas. Sus narices puntiagudas huelen traumas infantiles. Los limpian, los elevan, hasta dejarlos salir. Risas y manos levitan en profunda reminiscencia. ¡Libertad, libertad, libertad! (Sandricuentos 326).

El mejor cuadro de su vida. No lo pintó. Surge del destino. Es café y no azul. Tampoco es negro ni estrellado. Le gusta. Sólo falta un poco de tinta dorada ¿La era dorada? No. El fulgor del barniz (Sandricuentos 327). Emergen las olas de súbita sinergia. Los costados alados, de colas ~5~


Si el cien pies saltara, otro cuento se escribiría. Se agazapa como las margaritas. Su inteligencia es tan brava y fuerte como su tamaño. Es pequeña. Qué importa. Es astuta; no como la serpiente, sino como la mariposa. Es primavera y el sol la alienta a jugar. _ ¡Salta!_ dice la niña en quien vuelve a pensar (Sandricuentos 324).

NOVIEMBRE 2014

Cuello de luna, cintura de astro. Un beso oculto tremola asteroides. Ambos se cuelgan. La gravedad es tenue como el soplido del no viento en el espacio. Se urge, le teme y lo besa. Se aman. Son parte del cielo infinito. Jamás hubo tanta luz y oscuridad al mismo tiempo. La luna observa y la tierra canta (Sandricuentos 325).

Ángeles del olvido, han llegado hasta ella. Sus alas son pistas de cielo, entre ~6~


nubes añejas de miel. No sabe volar, todavía, pero espera su turno entre rosas. Su aroma la eleva. Pies cálidos de astronauta. Camina entre espinas, pero no llora (Sandricuentos 323).

Este era el salto cuántico de la aurora elegante (Sandricuentos 322). OCTUBRE 2014

Un intrépido salto y ya. Le sigue, le canta, le huele, le teje. ¡Vuela algodón, queso de cabra, lana de oveja! Es ella, la pastora floral. La tarde está cálida, justo para una ensalada de yuyos. Y se ríe a carcajadas (Sandricuentos 321).

Fue la suprema presencia, que entró en el nuevo paradigma. Su silueta azulada, emergió entre mundos. De flor en pájaro, recordó sus manos. De cuarzo en diamante, toleró su ausencia. _Clemencia_dijo para sí.

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No es precisamente, un correo estelar. Son las tejas de las casas de la nueva República, que se distinguen de los ranchos con techos de paja. Las observa. Una gata, caliente, que maúlla sobre el tejado. El niño enamorado y lunático por amor. Ella conoce lo siniestro de las 'tejas verdes', de las que ni San Antonio podrá expiar sus deudas. Ella lo sabe. La selenita; la luna (Sandricuentos 320).

Cabeza de 'sopaipa' imaginativa. ¿Qué trucos hay entre botones? Te corto, te coso, te alargo, te sesgo. Eres infinita entre tus neuronas. Sí. La imaginación te atrapa. Cachetes creativos hormonales. Eterna e indomable adolescencia (Sandricuentos 319). Voladoras sombras elíseas, simulando mosquitos lectores. Eso decía el libro. Cada palabra es un torbellino de viento sobre su cabeza. ~8~


No puede aparentar su enamoramiento paradisíaco. Lo quiere para ella, solamente (Sandricuentos 318).

¡Sapatuk, Sapatok! Luminaria incandescente descendiendo en la montaña. Matriz del desierto en sublime reflexión. Destierro irreal entre arenas del Norte. Soplido de hielo en la frente. La inmigración es inminente (Sandricuentos 316).

¡Chita la payasá el barril con patas! ¡Qué ser insensato!_ exclamó la campesina al descubrir que el balde escondía un secreto bien baila'o. Nadie supo de los escondrijos del narigón. Esa tarde se sembró el cuento de los contadores encantados (Sandricuentos 317).

SEPTIEMBRE 2014

Entre pecas, pecosas, de la noche, nocturna. Súbita y taciturna, se impone en su afán. Le vuelan los

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pelos agitados de moribunda. Está más viva que nunca. Chascona irremediable. ¡Sí! El hada de las camelias; intrigante melancolía. _ ¿Sabes quién te espera?_ preguntó la mariposa (Sandricuentos 315). Besa la aurora, besa la lluvia. Cuenta diamantes, cuenta fortuna. Eres de plata, eres de fuego. ¡Dímelo luego!_una y otra vez, cantaba sobre sus semillas solares. Por la tarde brotaron once flores de un sólo

latido. Su cabeza, alada, la llevó de flor en flor (Sandricuentos 314). Le dijo: _Mándame lluvia. Suma colores. Quita las penas y el mal de amores_ Le respondió: _Prefiero el calor, sudando en mi frente. No soy impaciente, te quiero a mi lado y bien caliente. No pienses mal, me refiero al sol_ Le dice: _Qué lástima. Si el frío te congela los huesos, pues el mío que es un de esos, se deshace entre los azulejos_ Le comenta: Ven sin

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quejarte, que los hedores los limpia la lluvia (Sandricuentos 313). Jamás hubo un momento tan virtual y tan bigotudo como este. Su nariz, agitada, pica a caballo, al igual que el pañal ocupado. Con pipí o sin pipí, nadie se queja ante semejante reconocimiento. Aquel pequeño animal confía plenamente en esta virtuosa. En la foresta, la infancia es su aliada (Sandricuentos 312).

No es un cuadro de calzón, no; es el marco de la muralla que se desbanda durante la noche y salta con el cordel. No sabe tejer. Sólo sale a comer. El bigote del pequeño Dalí es incapaz de detenerla. Qué más da. No compiten por belleza, ni por pintura, ni por pincel. Truco o travesura le dice él. Ninguna de las dos, le dice ella. ¡Es la miel, es la miel! (Sandricuentos 311).

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AGOSTO 2014

¿Me dices que me calle? Está bien y lo hago. Azul sobre polen gigante. El susurro rosa que invita a ser hermosa. Ni tregua, ni diamante, tan sólo un instante, y te quedas. Te digo que sí. Que vuelo en celeste, aunque me cueste. Quiero tus zapatos para andar, pero con cascabel incluido. Y expreso tu nombre al viento florido. Te llamas Esperanza (Sandricuentos 310).

La lumbrera de la vida tiene insólitos caminos. Así piensa la mujer patchwork que de Patch Adams, nada, pero sí de estaciones del año. Cuenta colores de brisa mojada, en tránsito de luna nueva, bajo su espalda. Nada de cabeza entre flores de durazno y dice: sígueme (Sandricuentos 309). Respondió rápido. El fuego del cielo se hizo estrella. No sólo fue el gato negro el buen sino, sino el propio

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destino, el que se hizo cargo. Así se inició este cuento de la montaña. La respuesta fue fugaz pero asertiva (Sandricuentos 308). Dice: _diecisiete viajes con luz_ Sus deseos flotan con velas de agua. ¡Barquitos con puerto! ¡Mantente papel! Cada destino; una emoción. El mar une las fronteras más lejanas. Une personas. Une corazones. Ella lo sabe, porque le habla al agua (Sandricuentos 307).

JULIO 2014

Cada noche fue el testigo de los besos y abrazos. Los gemidos de la luna, lo sonrojaron. Prefirió cerrar sus ojos. Sus verdes hojas, ahora rojas, de vergüenza, crecían con cada aliento de vida. Dormía durante el día y se desvelaba por las noches. Fue así, durante, todo el verano(Sandricuentos 306).

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La metáfora surge del techo y aniquila toda redención de la imaginación premeditada. La mira y no la toma. Se acerca y lo huele. Huele a menta. Huele mal. Huele a miedo. El nicho existente crece. Sus huesitos se achican. Los ojos se alargan como elásticos. El chicle está atorado en su garganta, y su otro yo lo trata de ayudar (Sandricuentos 305).

recorren la piel que la inspira. Camina, sin arrastrar los pies. La elevan mariposas en su vientre. Es la energía de la vida que excita un nuevo amanecer. Aunque todo ha cambiado, simula ser mejor. Siente, sueña y anhela. Huele a mirra, incienso y almizcle. Dicen que se puede alcanzar, y se llama Gloria (Sandricuentos 304).

Cuentan que se viste de seda para cantarle al gorrión. Sus manos

Deja su barquito del punto y coma, atrás, para animarse. Abre el libro

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¿Será un mar de palabras? Es posible que me ahogue, piensa. Son las primeras olas, que lo detienen. Son los pensamientos ajenos que lo paralizan. Este no es un desierto de ideas, y sin embargo, debe saltar el océano (Sandricuentos 303). No sólo el arpa fue su consejera, también, lo fue la gaviota. Dos, tres, cuatro...cinco gaviotas. Quiso ser sirena y mojó al bombero. Quiso cantar, y ahogó al marinero. Quiso

tocar el cielo y sacó plumas de ángel. Solamente, le falta una cosa: sonreír al pintor que llora en su rostro (Sandricuentos 302). Camina con destellos de luz, en cada paso, almidonado de nada. ¡Gracias! De nada. No. Nada porque es agua. Nada y camina en su gozo, partido en hojuelas que saben a escamas. Todos lo siguen. Su vista es digna de rey. Levanta la frente entre gigantes del mar (Sandricuentos 301).

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La piedra plantó manzanas y esta crece de raíz. Cada brote, un nuevo ángulo. Pocas hojas. Puré de manzanas, té de manzanas y strudel para el desayuno. Una rama más y deja de llamarse Eva (Sandricuentos 300). La voladera se presentó en la tarde. No hubo zorzal ni chincol que aguantara. La levantadora se hizo prófuga con ella. Cuatro hojas al viento, y las mechas, suspendidas,

fueron tenazas. Algo logró. No mucho, más bien poco. Traga arena. Traga rallas de lana. Cerró los ojos y esperó la calma (Sandricuentos 299). Cuentan que canta y suspira. _ ¡Pinta líneas, pinta colores, pinta aves en los albores!_ El rollo de hilo suelta historias de agua. La toma la corriente, que no es eléctrica, sino de pez. El moño es real, de pavo silvestre. Las plumas de rueca nacen y mueren. Es así. La hilandera narra

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desde su nacimiento y muere tejiendo palabras en el silencio (Sandricuentos 298). JUNIO 2014 Poco a poco se materializa mi visión. Me gustan los elefantes. La unión es victoriosa, porque estoy en su memoria. Mueve la trompa y la cola animosamente. Quien canta al cielo se reúne en la tierra y quien cuenta en

la tierra venera al cielo. Eso dicen mis sueños (Sandricuentos 297). La encierra en el frasco. Se taima _¡Hola!_ dice el pasto. Nada, dice él. Horas, días, meses y pierde la tradición y las costumbres. Consciente y ausente. Nunca fue antisocial. Nunca, miente porque, siendo de madera no le crece la nariz. Incapaz de matar una perdiz, se calla. Su creador, que no es Dios ni tampoco

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Yepeto, lo abandona. ¿Por qué? (Sandricuentos 296). Le dijo: _No te preocupes. Cada cierto tiempo lo arranco todo. Otras veces doy suaves caricias. Tibias, heladas y pegajosas. Hoy le toca al paraguas, que con la enagua nada, el hada, sobre el agua. _Pero, no soy hada_ le respondió. Entonces, le dijo:_Ni tú eres hada, ni yo soy viento, pero busco el momento, para hacerte volar. Un día estás aquí y el otro,

allá_ Cerró sus ojos. Respiró y continuó. Esa tarde se entrecruzaron dos destinos (Sandricuentos 295). Agarra patita, ni pluma, ni pico. _Tengo sueño_ dijo. Medita la nieve en un soplo de pie. No, en una pata. Emplumado canta callado. De noche y de día, el pescuezo produce un rezo. La nieve le produce alegría. Siempre sabe cuándo termina el invierno. No es golondrina, ni picaflor. Su conocimiento es una gran flor.

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Quedan algunos meses de frío, y ama la cordillera. Se alimenta de hielo, mientras sueña con roedores; se contiene y adelgaza la grasa (Sandricuentos 294). Cuchichean, comentan, hablan, murmuran y susurran. Las vocecitas la quieren despertar. El ronquido las mueve de un lugar a otro. Se inquietan. Pero, no es el ronquido, sino el silbido del viento marino, que escurre las intenciones grupales.

Suben, bajan, saltan, juegan y se mezclan. Tratan de obtener la bola de cristal. Lo intentan, pero no pueden, porque la mujer ostra está a punto de despertar, y con ella el mundo, oceánico, entero (Sandricuentos 293). Los poemas crecen en colores. Se hacen paso entre el follaje. Nada mejor que un descanso liliputiense. No es el conejo de la suerte, es el conejo de Pascua. Pero, es que no hay

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pascua, ni pascuero. Esto es mejor. Levanta su brazo para sacar esperanza. Toma la orquídea, el hibisco arisco, y un poco de pasas. Se impregna de besos y risas. Dice la brisa y el niño canta. Una chinita, sin Peter Pan, espía la hoja del tulipán (Sandricuentos 292). ¡Buen salpicón, de cartón, cartulina!¡Son las cinco! Camina el Inglés. Empaquetado afirma su sombrilla. Dos pasos más y se dormirá

para siempre. Melisa se llama el té (Sandricuentos 291). Gata, gatuna, la poca fortuna. Eso cree y lanza el juguete. La ventana la mira abstraía y entumida. El plan se echó a perder, al momento de llover. La ciudad huele a rosa, como el vestido huele a paseo. El olor a niñez deja a la infancia, al momento de caer la flor (Sandricuentos 290).

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MAYO 2014

Consagrada la mira, Atalanta. Avanza con garra; cazadora. Las ruedas del carro no la pisan. Gruñe de gracias y de rebeldía a Cibeles. Heroína de la naturaleza, de los leones y de las abejas. El mal de amores, la toma presa. No de Zeus, sino de Hipómenes. La sigue a cada momento. Le ronronea. Mujer guerrera, y leona embravecida,

enamorada es (Sandricuentos 289).

vencida

Toma el tesoro entre sus manos y se lo entrega. Aprecia su vida, como el oro aprecia a la naturaleza. La sonrisa lo eleva en altura y lo enaltece en sabiduría. Jamás ha sido tan feliz como ahora. Se nace verde, y se muere maduro. Eso dice el duende (Sandricuentos 288).

Lee y se eleva en el escaño. Piensa en Sinforosa. La que vuela de flor en flor.

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¡Es extravangante! ¡Ella, no él! Él es así; estrafalario y peripatético. ¡Tilín, tilín, tilón! Perdió el tren en la estación. Le robó el alma en la lectura. Se acabó el cuento y esta cuestión (Sandricuentos 287). Peca, pequeña, salta. Mariposea la pecosa. Pecas de caléndula y abutilón en rosas. ¡Linda Sinforosa! Amable, condescendiente, suave, cordial y sagaz. Eso significa su nombre, pero

ella es mucho más (Sandricuentos 286). Susurra entre los árboles y la levanta, la sube, la alza...¡El vestido se va a romper! No. Jamás se rompe, porque es de marfil. Entonces, le pesa. Tampoco. Es liviano como de pichón. De todas las aves, sacó la más cálida de la maleta. Todo está revuelto para poder volar. En realidad, esta novia sueña que es paloma, pero de solterapaz (Sandricuentos 285).

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El agua es su aliada. Los botecitos de historias la conducen hasta el otro lado del continente. Flores, topacios y campanas la esperan. El tronco esmeralda avanza entre palancas al viento. La lleva sin remar. Flota y siente. Cada emoción es un empujón. Con esto saca el trigo de la paja. Paja en el agua, trigo que flota. Dichosa avanza. Es la elegida y el océano lo sabe (Sandricuentos 284).

(283 es “Olor a libro” en Revista Terminal) Sombra saca luz del libro. Qué te quedas sombra en mi espalda. Gira la mano, sonríe y hay un espejo._ ¡Soy yo!_ dice. Nariz de bolita roja sincera. Las palabras le devoran la mirada. Zapatotes de gigante en pies pequeños, patas de elefante con sonajeros. Lisonjero, halagador y zalamero. Quien no lee, se pierde el mundo entero (Sandricuentos 282).

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Camina en la edad en que todo problema se agranda. Lanza su último deseo, pero la piedra es intrépida y lo hace a su antojo. _¡Piedra fugaz!_ le grita. El cielo se contiene y la playa se hace espejo con seis caminos nuevos de treinta aristas. Se anima, se incomoda y camina, pero no entiende. Su vida queda marcada. La ilusión óptica es real. Treinta años más y volverá al mismo lugar, dando las gracias al cielo (Sandricuentos 281).

La cuadratura del espacio lo deja amilanado. Las miles de luces le revuelven sus tripas. No quiere llegar a la cima, pero tampoco desea volver al gentío. Cada día sobra gente _eso cree él, eso creo yo_ La música lo distrae un poco, hasta que la señal se acaba. Entonces, silba. Se entume, se tensa y se relaja. El acertijo del tiempo lo tiene estático. Pronto amanecerá. Tendrá que decidir, tarareando, cualquier cosa (Sandricuentos 280).

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La niña libélula, vuela sutil, sobre los agarra sueños. No tiene miedo. Arranca de los pellizcos. Sabe que si flota delgada, jamás caeré en gordura. Salva abejas y salva mariposas que la ayudan a ser liviana. El vuelo se poliniza en blanco y negro, pero al fin, y al cabo es polen de vida. Y la vida la espera, la eleva y la canta. La niña libélula viaja durante su vigilia, sin ser atrapada (Sandricuentos 279).

ABRIL DE 2014

Esta noche el aire es suave. Llama a los logaritmos del espacio, como si fueran súper héroes. Él quiere ser uno de ellos. El problema es el calor del verano; lo sofoca. Ni siquiera el oso perezoso es capaz de aguantar y cae sentado. Para este súper héroe, el cielo es tan pequeño que cabe por su ventana. Eso le gusta a sus ojos dormidos. El sonambulismo podría

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ser peligroso amenos que cierre su ventana (Sandricuentos 278). Un día, una tarde, una noche, un frasco. Polvo de talco. No; de estrellas. Meto la mano. Toco y siento. Es suave y viscoso. Impregno mi vida con sueños de ámbar y de luciérnagas. Las conozco porque las tuve entre mis manos. Las sentí, las acaricié y me regalaron la noche. Un momento, un segundo, un instante. Una sola época del año y en sólo una

semana, bajo ciertos árboles, ellas danzan a los hombres y mujeres (Sandricuentos 277). Le ha tomado poco tiempo asimilarlo, porque se sienta, se acomoda, sonríe y espera. Ha sido expulsado por la falta de corazón. Rey sin cabeza y sin latido para sentir, no sirve para servir _eso dice la reina_ que se le desbocó el caballo y se llevó las cartas, con pensamientos chuecos en el sombrero. Rey sin reino, y rey sin

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reina, deja de ser rey. Y es que, sobre la mesa puso a la reina de espadas. Perdió su pinta y confundió los naipes (Sandricuentos 276). Sopla y resopla desde el fondo marino. La mira, respira y luego suspira. Navega lentamente sobre el reflejo nocturno de plata. Si la soledad se llamara océano, entonces las estrellas serían la voz de Dios sobre las olas luminosas y ondeantes. No está sola y ella lo sabe. Decide

quedarse en la seguridad de la costa. Un suspiro más y cerrará sus ojos (Sandricuentos 275). Está en el país equivocado. Presume tal equivocación. Le falta la respiración. Se da cuenta del error. Taquicardia al azar. Nace con visión, pero no puede avanzar. El país del frasco, al revés, lo tiene encapsulado. Inspira y expira; empañando el vidrio. Gotea, pero no llueve. Frasco derecho y/o sin tapa, sería, mejor _eso cree_

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Un poco, más, de aire, y revienta. La liberación de los cristales depende de él (Sandricuentos 274). Se entume durante la mañana. Es tibia, pero, a la vez, fría. No le teme al viento, sino más bien, al agua, que, temerariamente, busca. Se sienta y ella arde. Abre la ventana, y el fuego se arremolina en la madera. La pasión corre en el surco de la vida. Está expectante al paisaje. Es posible que el río se la lleve. Desde luego ella

fluirá con el agua, pero convertida en vapor (Sandricuentos 273). Cuentan que al niño, José Manuel, le cortaron el hilo para que no derribara aviones. Quedó estampado en el muro, mirando, el cielo, mientras su volantín se unía al edificio. Le prohibieron su juego, el de soñar que volaba alto (Sandricuentos 272).

La celebración es una vez al año. Para ellos es en cada mañana. Cada noche.

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Cada atardecer. Cada Amanecer. En cada Equinoccio y en cada Solsticio. No saben de calendarios, ni tampoco de relojes. Sus, grandes, orejas besan. Sus, delicadas, manos cosechan. En segundos, el aliento de vida se estremece en la Tierra. (Sandricuentos 271). Trémulo y en silencio la desafía. Sabe que sus patas son más rápidas al momento de correr. El canasto pesa y su aroma atenta y tienta las fosas

nasales. Abstención total; se mentaliza. Sabe que es el primero; no el huevo, ni la gallina, tampoco _Se te va a derretir el cacao_le dice ella _Ya lo veremos, le contesta él_Yo soy quien los pone_ le dice ella_Y yo quien los reparte_ le dice él _Mejor no te cuento, el cuento, de cómo te quedaron las orejas largas_ le dice ella. ¿Dónde encuentro ese cuento?_le pregunta _Es una leyenda Zapoteca_ le contesta. Dio un salto y se fue (Sandricuentos 271).

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Entre globos, esferas, mandalas y orbs, sabe su condición altruista. Altruista con ella misma. Con la vida. Con su respiración. La mariposa aterriza, pero sin tocarla. El árbol construye imágenes, pero en la mente de ella. Entonces, abre las manos _ella, no el árbol_ y cuando abandona la razón ¡Zas! Su corazón, enarbolado, gira sin parar (Sandricuentos 270).

Sentado frente al mar, contó a los nueve magníficos. Estaba cansado. No le importaba caminar más. Sus pezuñas eran enormes callos. Respiró desvanecido. La caminata que duró días y leguas, se manifestaba en un fin limitado y sin sentido. Lo peor de todo, es que tenía que regresar. Solitario en el vacío cotidiano, esperó por una señal (Sandricuentos 269). (Extracto de la Sirena Dama, 268)

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Lo huele, lo busca, lo siente y merodea. Se esconde detrás de su cabellera y casi perdiendo el equilibrio se afloja hacia adelante. Necesita llegar al final. El farolito, por poco, quema el espacio vacío, de los suspiros de niña, que no alcanza. Podría aletear toda la noche, detrás de ella, y no se daría cuenta. Estira su brazo un poco más y el porrazo es inminente (Sandricuentos 267).

Intenta leer mariposas. En cada paso lo sube y lo baja. El ángel sopla pensamientos. Lo escucha, pero no lo ve. Cree que lo escucha. Cree, y como cree, entonces, sí, lo ve. El jardín se llena de rocío y él avanza. El ave del hibisco se conecta con el ave del paraíso, es decir, con el serafín. Tienen el mismo aroma. Huelen a metáfora. La niña del sueño lo espera. En realidad, él la busca a ella. Todo se mueve sinuosamente y casi invisible. La trompa de la flor es

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la culpable. Por cierto, una culpa sin pecado...así lo cuenta el pasajero (Sandricuentos 266). Cierra los ojos, se cubre y se abriga. Escucha el tic tac del tiempo, pero no le hace caso. El cielo se viste de sábana, mientras duerme. El colgante planetario, de niño, flota sobre su cabeza. No lo despierta. No le interesa despertar. El calor lo atrapa, así como atrapa a muchos. Así es. La

mañana del invierno suele ser eterna (Sandricuentos 265). ¿Quieres ser mi mamá?, le preguntó, estirando sus bracitos. La luna quedó atónita y le respondió: _soy la mamá de las estrellas y no las puedo abandonar. La niña le dijo: _pero…mi mamá se fue al cielo y cuida a las estrellas. Esa noche, sin saber qué hacer, la luna lloró (Sandricuentos 264).

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MARZO DE 2014

Pan, galletas y chocolate caliente. Tres gatitos en el convento. Mata ratones y mejora el aliento. Mano de monja en la cocina saca las pulgas en una tina. Las ratas merodean en la alacena _se ríen de agosto_ con luna llena (Sandricuentos 263). Todo aseguraba una bella festividad. El pierrot parlante, nariz de zanahoria, conduce a los pulgarcitos

hasta la ciudad. Este no entiende de industria cultural y menos, los demás. El día mundial del teatro se celebra en la calle, pues las salas son costosas y no ayudan a crear. Planteo, nudo y desenlace, son los ingredientes de un día muy fugaz." (Sandricuentos 262) El señor Patamala metió las patas sacando la rama. La araña culta, como ella sola, le advirtió sobre el agujero _ ¡Ponga el paraguas! ¡Ponga el

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paraguas! El señor Patamala era nieto de Pandora (Sandricuentos 261).

para recuperar su (Sandricuentos 259).

Impávidos y sin máscaras, unieron sus dedos. El 'show' sobre el escenario había terminado. Se bebieron el vino y el final de un ciclo. (Sandricuentos 260).

Dos días de cólera, uno de alegría y otro de incertidumbre. El verano terminó, y su vida recién comenzaba (Sandricuentos 258).

La revolución, ilustrada, del cuento, lo dejó taciturno. Cuatro imágenes al hilo y su corazón latieron fuertes. El cubo y el oso, fueron los aperitivos

infancia

¡Hasta las acelgas escucharon! Algunos atentos y otros distraídos. El grupo resonó como antena parabólica. Ni juglares, ni artistas. Ni payasos, ni arlequines. Volitiva en expresión, hiperbolizando el

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momento, hizo de sus manos y boca, una sola palabra (Sandricuentos 257). Nueve años y nueve estrellas. _ ¿Quién se la juega por ella?_ se preguntó al dar saltos en su honor. Era un poco mayor. En puntas de pie, podría besarla; eso pensó. Estrella era su nombre y estaba en último grado (Sandricuentos 256).

Cada medianoche solía empinarse, para escuchar el susurro del cielo.

Una mano, una estrella; menos una. Tomó el ciclo lunar, sin darse cuenta. Así llegó la mañana siguiente; de niña a mujer (Sandricuentos 255). Cuatro peldaños por cinco saltos: veinte estrellas. Una de ellas, la más grande. Libro tres y terno verde. Estaba en el cielo; así lo soñaba. Un submundo dentro del mundo. Cada día, cada noche lo volvía hacer. Él; el bibliotecario (Sandricuentos 254).

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Fue la telescópica melancolía, la culpable de su cercanía. Un ojo nublado y el otro tapado. La canina vista alcanzó su objetivo y sin orinar el pasto. Ni sol, ni estrella, era ella: la luna (Sandricuentos 253). Nadie sabía, qué motivaba al niño a recoger monedas extranjeras. Un día llegó un monje Lama atraído por la corriente espiritual de la Cordillera de los Andes y puso atención en el pequeño. Lo siguió entre las faldas de

los cerros y de pronto, el monje sorprendido, descubrió que el niño hacía mandalas con monedas de muchos países. _ ¿Por qué lo haces?_ le preguntó el monje. _Para proteger al mundo_ le respondió el niño. _ ¿Con monedas?_ le preguntó el monje. _ Sí_ dijo el niño, agregando: _Si medito, haciendo, círculos con monedas, la riqueza será igualada, para todas las personas, en el planeta (Sandricuentos 253).

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El narrador se balanceaba. Los ojos prendidos de curiosidad, en cada palabra, se abrían más y más. Hipnosis, sin sueño. Así comenzó el otoño...tibio, acogedor y vestido de cuento (Sandricuentos 252). FEBRERO DE 2014 Debía ganarle a las memorias de una pulga. Ni hablar de la araña culta, de música, en libreros. Era más impertinente que el zancudo en

biblioteca. La más letrada de todas, devoraba frases enteras; con la sonrisa, de lisa-mona (Sandricuentos 251). Entre ángeles y ninfas, salió de la concha para ser feliz. Regalón y remolón no se podía de guatón. Tanta piel y tanta grasa envolvían mucha amenaza. ¡Gato lindo, gato ronrón! ¿Quién te quiere sino yo? (Sandricuentos 250).

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¿Supo la paciencia sapiencial sobre escritos y relojes? No. Atada se entumió de pies a muñecas. Confundida entre sus brazos, contuvo la respiración. El sillón del maestro la obligó a estudiar (Sandricuentos 249).

¡Ojos de botella por tal descubrimiento! Casi máscara, casi libro. Lo que vio, no lo leyó. Verde fue el moho de su respiración. El secreto quedaría entre líneas (Sandricuentos 247).

Cada mañana ambos agradecían su mutua existencia. Cada mañana era un compartido alivio. Cada mañana era un nuevo respiro. El oxígeno, la vida y el respeto los unía (Sandricuentos 248).

¡A su salud con naranjas! Ni tres sorbos, ni tres risas. El hermano de las trillizas, un puñete y una paliza. Otras historias se tejieron; perro al viento con paleta, niño llorando sin castillo,

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corre bikini por un portillo. Fin de las vacaciones (Sandricuentos 246).

efímero, por si alguien las ha visto nadar (Sandricuentos 244).

Quedaban pocos minutos para subir a escena; mejor dicho, para bajar a escena. Nunca hubo instrumentos más sutiles y más sonoros que estos. El silencio se hizo fiesta y la orquesta llegó al pueblo (Sandricuentos 245).

Faltaron manos para atrapar el panorama. El cáspico sonido de las gaviotas sobre el brillo de las olas, hizo su piel más lozana. Una señal y el velero llegaría (Sandricuentos 243).

Más juguetonas que las olas, hicieron del mar su hogar. ¡Cangrejo, estrella y caracola! ¿Cómo han podido, si quiera, sospechar? Su instinto es

Se sumaron paisajes lejanos... Ni cerca, ni lejos. Ruta de montículos en movimiento. Sube, baja, sube, baja. Dolor de espalda, con baño de luna. Sin miedo, las patas llevan el

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amanecer. África fue su origen (Sandricuentos 242). Descansó en su último suspiro y avanzó con él. El soplo de la nube los condujo por el nuevo sendero. Moviendo su cola, y entusiasmado, se propuso encontrar a su amo. Fue fácil, el otoño era la señal (Sandricuentos 241). Su olor lo domesticó. El perfume, equino, se llamó libertad. La ternura se hizo crines. La lealtad pudo

galopar. Relincharon en dos patas y la tierra se estremeció (Sandricuentos 240). ENERO DE 2014 Todo comenzó cuando se detuvo el tren. La plaza sin risas se secó. Perdió el niño y ganó el celular. Perdió la niña y ganó el control remoto. Perdió el picnic y ganó la bandeja individual. Perdió el respeto, y ganó el alcohol. Perdió la certeza, y ganó la

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inseguridad. _ ¿Dónde están todos?_ se preguntó el galán (Sandricuentos 239). El olor de arena, mojada, se impregnó en su nariz. Extenuado por el cansancio, se dejó llevar por la marea. Sin reparos, cerró sus ojos; mientras el vaivén, de las olas, lo balanceaba. Fin del viaje (Sandricuentos 238).

Se sentó a esperar. Pronto la luna sería como su globo de árbol. _Quiero

frutas de plata_ se dijo. El ronroneo lo arrulló, en franjas negras y blancas. La flor lunar se erguía con el zumbido. Aún, faltaban quince días (Sandricuentos 237). Se vio caminando en aguas profundas. ¡Pájaro, pez!¡Pez, cántaro! ¡Pantalón con aletas! Pese a lo complejo de la situación, su caminar se hizo liviano. Una vez más, salió a flote (Sandricuentos 236).

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Para quitar la sed de amor, bebió tanta agua como pudo. El grifo le indicó el lugar. Refrescó su memoria. El retorno a su hogar estaba cerca (Sandricuentos 235). Entre burbujas abandonaron las costas del Este. El sonar arrasaba con los mamíferos. Ella abrazó, fuerte, a su descendencia. Azules y acuáticos. Sí. Humanos marinos (Sandricuentos 234).

La escalera era diminuta y el salto, grande. Fue la mano que lo elevó entre mariposas en flor. Nada pudo más que la voluntad. El camino estaba escrito, sólo faltaba completarlo (Sandricuentos 233). Fue la misma contracción de las Pléyades una espiral del nacimiento. No sólo Pachamama y Gaia se unieron para tal evento. Fue el universo entero el que cambió. Sólo faltaba

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una cosa; el toroide (Sandricuentos 232).

humano

Sucedió durante el alba. _ ¡Ajo, lavanda y crisantemo!_ gritaba la tierra. Pronto daría sus primeros pasos. Abonado sólo con salitre, el niño poroto crecía (Sandricuentos 231).

se vestía con (Sandricuentos 230).

Estrella."

Entonces, el canelo le dijo a la menta: _ ¿Has visto cómo mueve la pollera? Ambos en silencio la observaron. La cadencia se confundía con el viento. Hibisco era su nombre y olía a primavera (Sandricuentos 229).

El éxtasis estelar la invadió esa noche. Soltó al espacio todos los males, entre ellos, supersticiones, prejuicios, dependencias y ataduras. La montaña ~ 43 ~


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