Toulouse Lautrec

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Introducción

l don de observación de Toulouse-Lautrec superaba la reproducción naturalista en este sentido temporal que salvaba la discrepancia entre lo fáctico y lo alegórico y que es el único que estaba en condiciones de concebir los auténticos cuadros de historia de una época. Puesto que la inteligencia plástica necesitaba un motivo exterior para la creación, Lautrec se ve obligado a ponerse en un contacto vital directo con su ambiente y a trabajar en concordancia directa con él. Paris, la metrópoli en la que entonces tenían su origen los movimientos estilísticos de toda Europa, ofrece las condiciones necesarias en el ritual de una industria del placer recientemente descubierta, cuyas formas cúlticas y sus desarrollos ceremoniales se condensan en Lautrec, para formar el ritmo excesivo de la vida. El fin de siglo, marcado por signos de decadencia materialista, estaba lleno de anacronismos y Lautrec, que despreciaba tanto a los parvenus que había legado el Segundo Imperio como al burgués que siguiendo su modelo toma la figura del decadente, de la mundianalidad no comprometida del flaneur y el dandy, enfrenta su frágil existencia a la convención hasta el punto en el que ésta ya no está dispuesta a considerar socialmente aceptables las tensiones polarizadas a partir de las cuales él genera su fuerza tan artística. Él mismo es la primera víctima de su burla.


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