Al país de las montañas azules de blavatsky

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CAPÍTULO I

H

ace exactamente sesenta y cuatro años, sea hacia fines del año de 1818, en el mes de septiembre, se realizó un descubrimiento, muy fortuitamente, Y de naturaleza por completo extraordinaria, cerca de la costa de Malabar y sólo a 350 millas de la ardiente tierra de Dravid llamada Madras. Este descubrimiento pareció a tal punto extraño, hasta increíble a todo el mundo, que nadie al comienzo creyó en él. Rumores confusos, enteramente fantásticos, relatos semejantes a leyendas cundieron en seguida entre el pueblo, luego más alto… Pero cuando se infiltraron en los diarios locales y se convirtieron en realidad oficial, la fiebre de la espera llegó a ser en todos un verdadero delirio. En el cerebro de los anglo–madrasianos, de lentos movimientos y casi atrofiados por la pereza a causa de la canícula, tuvo lugar una perturbación molecular, para usar la expresión de célebres fisiólogos. Con exclusión de los mudiliares linfáticos que reúnen en ellos los temperamentos de la rana y la salamandra, todo se conmovió, se agitó y empezó a disparatar ruidosamente respecto de un maravilloso edén primaveral descubierto en el interior de las “Montañas Azules”4, aparentemente por dos hábiles cazadores. De acuerdo con lo que decían éstos, era el paraíso terrenal: embalsamados céfiros y frescor durante todo el año; comarca sobreelevada por encima de las eternas brumas del Kuimbatur5, del que caen imponentes cascadas, donde la eterna primavera europea dura de enero a diciembre. Las rosas silvestres, que se levantan del suelo casi dos metros, y los heliotropos florecen allá, lirios del tamaño de un ánfora6 embalsaman la atmósfera; búfalos antediluvianos, juzgando por su talla, pasean libremente, y moran en la comarca los brobdingnags y los liliputienses de Gulliver. Cada valle, cada 4

El Nilguiri está compuesto de dos palabras sánscritas: Nilam, “azul” y Guiri, “montañas” o “colinas”. Esas montañas son llamadas así a causa de la resplandeciente luz bajo la cual aparecen a los habitantes de los valles de Maisur y de Malabar. 5 Según se supone, esa bruma se debe a los fuertes calores y a las exhalaciones de los pantanos; se forma entre 3.000 y 4.000 pies por encima del nivel del mar y se extiende a lo largo de toda la serranía de los montes Kuimbatur. Esa bruma es siempre de un color azul resplandeciente. En tiempo de monzón, se transforma en nubes que llevan agua. 6 Ésta es la descripción, no exagerada, de la flora más maravillosa, que quizás exista en el mundo. Matorrales de rosas de todos los colores trepan por las casas y cubren el tejado; los heliotropos alcanzan alturas de veinte pies. Pero las más bellas flores son las azucenas blancas cuyo perfume arrebata el corazón. Del tamaño de un ánfora, crecen en las grietas de las rocas desnudas en matas aisladas, de un alto de un metro y medio a dos metros, producen al mismo tiempo unas doce flores. Estas azucenas no se encuentran en las cimas cuya altura es inferior a 7.000 pies; sólo se las halla subiendo más alto. Y cuanto más alto se sube, más magníficas son; en el pico de Toddovet (próximo a los 9.000 pies), florecen diez meses en el año. 6


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