11. Gramsci Antonio - Introducción a la Filosofía de la Praxis - LitArt

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porque ha sido creado por Dios, es hijo de Dios y, por consiguiente, hermano de los demás hombres, y que se puede concebir así él mismo reflejándose en Dios, "autoconciencia" de la humanidad; pero, al mismo tiempo, afirma que todo esto no pertenece a este mundo sino a otro (utópico). Así fermentan las ideas de igualdad, de fraternidad, de libertad entre los hombres, entre aquellos estratos humanos que no se ven ni iguales, ni hermanos de los demás hombres ni libres frente a ellos. Por esto en todos los movimientos sociales de las multitudes, de un modo u otro, bajo formas e ideologías determinadas, se han planteado estas reivindicaciones. En este punto se inserta un elemento propuesto por Ilich en el programa de abril de 1917: en el párrafo dedicado a la escuela unitaria y concretamente en la nota explicativa de este párrafo (véase la edición de Ginebra de 1918) se recuerda que el químico y pedagogo Lavoisier, guillotinado bajo el Terror, había sostenido precisamente el concepto de la escuela unitaria en relación con los sentimientos populares de la época, que veían en el movimiento democrático de 1789 una realidad en desarrollo y no sólo una ideología instrumento de gobierno, sacando de aquélla consecuencias igualitarias concretas.38 En Lavoisier era un elemento utópico (elemento que aparece en todas las corrientes culturales que presuponen la unicidad de la «naturaleza» del hombre), pero para Ilich tenía un significado demostrativo-teórico de un principio político. Si la filosofía de la praxis afirma teóricamente que toda «verdad» considerada eterna y absoluta ha tenido orígenes prácticos y ha representado un valor «provisional» (historicidad de toda concepción del mundo y de la vida), es muy dificil hacer comprender «prácticamente» que esta interpretación también es válida para la misma filosofía de la praxis sin hacer vacilar el convencimiento necesario para la acción. Es ésta, por otro lado, una dificultad que se presenta en toda filosofía historicista y de ella abusan los polemistas baratos (especialmente los católicos) para contraponer en el mismo individuo el «científico» al «demagogo», el filósofo al hombre de acción, etc., y para deducir que el historicismo lleva necesariamente al escepticismo moral y a la depravación. De esta dificultad nacen muchos «dramas" de conciencia en los hombres ordinarios y actitudes «olímpicas», a la Wolfgang Goethe, en los grandes. Por esto la proposición sobre el paso del reino de la necesidad al de la libertad debe analizarse y elaborarse con mucha finura y delicadeza. Por esto también la filosofía de la praxis tiende a convertirse en una ideología en sentido peyorativo, es decir, en un sistema dogmático de verdades absolutas y eternas; especialmente cuando, como en el Ensayo popular, se confunde con el materialismo vulgar, con la metafísica de la «materia", que no puede dejar de ser eterna y absoluta. Debe decirse también que el paso de la necesidad a la libertad ocurre en la sociedad de los hombres, no en la naturaleza (aunque podrá tener consecuencias sobre la intuición de la naturaleza, sobre las opiniones científicas, etc.). Se puede afirmar, pues, que todo el sistema de la filosofía de la praxis puede llegar a ser caduco en un mundo unificado y, a la vez, muchas concepciones idealistas, o por lo menos algunos aspectos de éstas, que son utópicas en el reino de la necesidad, pueden llegar a ser «verdad después de la transición, etc. No se puede hablar de «espíritu" cuando la sociedad está dividida en grupos sin llegar necesariamente a la conclusión de que se trata de espíritu de cuerpo (lo cual se reconoce implícitamente cuando -como hace Gentile en el volumen sobre el Antonio Gramsci Introducción a la filosofía de la praxis

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