Cuentos de hadas españoles
Anónimo
- Llévame contigo, pastor, que tengo de prestarte buenos servicios. El pastor metió la hormiga en el zurrón, y en esto se acerca un escarabajo que le dice: - Pastor, llévame en el zurrón. - No quiero, porque vas a estropearme una tortilla que llevo para la merienda. - Llévame, hombre, que tengo de prestarte buenos servicios. El pastor metió el escarabajo en el zurrón, y en esto se acerca un ratón que le dice: - Pastor, llévame en el zurrón. - No quiero que estropees, la tortilla que llevo para la merienda. - No te la estropearé, que anoche llovió y tengo el hocico limpio. Llévame contigo, que tengo de prestarte buenos servicios. El pastor lo metió en el zurrón. Emprendieron todos la marcha montados en las ruedas de molino y sin darse cuenta llegaron a palacio. Alojáronse todos en un mesón que había frente al palacio, donde el pastor dejó a Hércules, a Bala-Certera, a OídosFinos y a Veloz-como-el-Rayo, para ir a ver a la princesa. Cuando le enseñaron el pandero, dijo: - Esto es de piel de cabrito y madera de cornicabra. - Te has equivocado - dijo el rey. - Tienes tres días para pensarlo. Si no lo aciertas, morirás. El pastor, desconsolado, volvió al mesón, y Oídos-Finos, el que oía crecer la hierba, le preguntó la causa de su tristeza. Contóle el pastor lo ocurrido y OídosFinos dijo: - No te aflijas. Averiguaré lo que te interesa saber y te lo diré. Al día siguiente, se marchó al jardín donde paseaba la princesa con su doncella. Pego el oído al suelo y oyó, decir a la doncella: - ¿No es lástima ver cómo matan a vuestros pretendientes, Alteza? - Sí, desde luego; pero estarán muriendo hasta que alguno acierte que el pandero está hecho de piel de piojo y madera de hinojo. - No lo acertará nadie. Oídos-Finos no esperó más; volvió corriendo al mesón. - Ya sé de qué es la piel del pandero - dijo a sus compañeros. - De piel de piojo y madera de hinojo. Acabo de oírselo a la doncella de la princesa. Lleno de alegría, el pastor se dirigió a palacio y pidió ver al rey. El monarca le dijo: - ¿No sabes que el que no acierta la segunda vez de qué es la piel del pandero, tiene pena de la vida? - Sí que lo sé, Majestad. Venga el pandero. El pastor cogió el pandero, lo miró un momento y dijo: - La piel de este pandero es de un animal que se mata así. Y al decir esto, apretó una contra otra las uñas de sus pulgares. El rey miró para su hija. Y ésta preguntó al pastor: - ¿De qué es la piel? Dilo pronto.
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