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QUE ES LA FIEBRE AMARILLA CUAL ES LA SINTOMATOLOGÍA?

vacunación o desconocido y en su mayoría fallecidos.

Situaci N Epidemiol Gica En Colombia

En Colombia, los últimos casos urbanos de fiebre amarilla se presentaron en Socorro (Santander) en 1942, con 150 personas afectadas. Durante el periodo de 2000 a 2015, los departamentos con más casos fueron Norte de Santander, Magdalena, Meta, Caquetá, Guaviare, Putumayo, Vichada, Casanare y Santander.

Entre 2021 y 2023 se confirmaron dos casos por transmisión selvática de procedencia Leticia-Amazonas y 88 casos probables fueron investigados. En 2023 se confirmaron dos (2) casos de fiebre amarilla, jóvenes sin antecedente vacunal o desconocido y con desplazamientos a zonas boscosas de riesgo (14). A marzo del 2024, se confirmaron cuarto (4) casos masculinos de fiebre amarilla, condición final muerto, procedentes de zonas rurales dispersas, sin antecedente vacunal para fiebre amarilla, del Valle de Guamuez, Villagarzón y Orito. Posteriormente, fue reportado un caso procedente del municipio de San Miguel.

DEFINICION :

La fiebre amarilla es una enfermedad viral, infecciosa y de inicio súbito, su gravedad varia de una infección subclínica o de sintomatología leve, detectable únicamente con pruebas de laboratorio por la inespecificidad de los síntomas, hasta una enfermedad grave ictérico-hemorrágica, que compromete diferentes órganos y lleva a la muerte en periodos cortos.

Es un desafío para su manejo, por el comportamiento clínico del virus, pues no todos los pacientes que se infectan desarrollan síntomas graves a ser identificados por los médicos. El periodo de incubación oscila entre tres y seis días, pero hay evidencia de un máximo de 15 días. La enfermedad presenta tres fases clínicas, que algunas veces son indiferenciadas, lo que hace que los brotes progresen y no se den las medidas oportunas y suficientes en salud pública.

1. La fase inicial es la infección, con duración promedio de tres días, con síntomas inespecíficos como fiebre alta, escalofríos, vómito, cefalea, inapetencia y malestar general; luego de dos a tres días inicia la fase de remisión, con una duración de 12 a 24 horas y el paciente refiere mejoría transitoria, lo que confunde a los médicos, quienes pierden el interés por su diagnóstico.

2. La fase de intoxicación es la final, en el 15 % de los infectados, los síntomas son específicos y graves, con recrudescencia de la fiebre, aumento de la cefalea y la mialgia, aparece un signo típico de la enfermedad que es la ictericia, puede haber sangrado, disfunción renal con oliguria, frecuentemente se observa signo de Faget, que es una disociación entre el pulso y la temperatura. Las complicaciones como disfunción cardiovascular y deterioro neurológico con convulsiones pueden desencadenar una falla multiorgánica que causa de muerte.

La vacuna contra la fiebre amarilla se incluyó en el Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) en 1998 para los niños mayores de 1 año residentes en zonas de riesgo. En 2003 se determinó que debía ser obligatoria para los menores en zonas urbanas. En zonas endémicas se debe aplicar la vacuna a todas las personas entre 1 y 59 años. Desde el 2017, el esquema de vacunación cambió a una dosis a los 18 meses de edad.

Signos Y Sintomas

Una vez contraído, el virus de la fiebre amarilla incuba en el cuerpo durante 3 a 6 días. Muchas personas no experimentan síntomas, pero cuando estos ocurren, los más comunes son fiebre, dolor muscular con prominente dolor de espalda, dolor de cabeza, pérdida de apetito y náuseas o vómitos. En la mayoría de los casos, los síntomas desaparecen después de 3 a 4 días. Sin embargo, un pequeño porcentaje de pacientes entra en una segunda fase más tóxica dentro de las 24 horas posteriores a la recuperación de los síntomas iniciales La fiebre alta regresa y varios sistemas del cuerpo se ven afectados, generalmente el hígado y los riñones.

En esta fase, es probable que las personas desarrollen ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos, de ahí el nombre “fiebre amarilla”), orina oscura y dolor abdominal con vómitos. Puede ocurrir sangrado de la boca, nariz, ojos o estómago. La mitad de los pacientes que entran en la fase tóxica mueren dentro de 7 a 10 días.

Diagnostico

La confirmación de la fiebre amarilla requiere pruebas de laboratorio y es difícil de diagnosticar (especialmente en las primeras etapas) porque sus síntomas pueden confundirse con otras enfermedades comunes como malaria, dengue, leptospirosis y el virus del Zika, así como con envenenamiento. Las pruebas moleculares (RTPCR) realizadas en muestras de sangre pueden confirmar o descartar un diagnóstico sospechoso de fiebre amarilla en los primeros 10 días de la enfermedad. Otras pruebas de sangre (serología) pueden detectar anticuerpos producidos en respuesta a la fiebre amarilla, lo que sugiere que la persona ha sido infectada o vacunada recientemente. En casos fatales, el virus también puede detectarse en el hígado y otros tejidos.

Transmision

El virus de la fiebre amarilla se transmite por mosquitos infectados. Las diferentes especies de mosquitos viven en diferentes hábitats. Algunos se reproducen alrededor de las casas (domésticos), otros en la selva (silvestres) y algunos en ambos hábitats (semi-domésticos).

Hay 3 tipos de ciclos de transmisión:

FIEBRE AMARILLA SELVÁTICA (O DE LA SELVA): En las selvas tropicales, los monos, que son el principal reservorio del virus de la fiebre amarilla, son picados por mosquitos silvestres de las especies Haemagogus y Sabethes, que transmiten el virus a otros monos. Ocasionalmente, los humanos que trabajan o viajan en el bosque son picados por mosquitos infectados y desarrollan fiebre amarilla. La transmisión de monos a humanos a través del mismo tipo de mosquitos también puede ocurrir en áreas periurbanas. En los últimos años, este ha sido el principal modo de transmisión en las Américas.

FIEBRE AMARILLA INTERMEDIA: En este tipo de transmisión, los mosquitos semidomésticos (aquellos que se reproducen tanto en la naturaleza como alrededor de las casas) infectan tanto a monos como a personas. El aumento del contacto entre personas y mosquitos infectados lleva a una mayor transmisión y muchas aldeas separadas en un área pueden desarrollar brotes al mismo tiempo. Este es el tipo de brote más común en África y no se ha descrito en las Américas.

FIEBRE AMARILLA URBANA: Las grandes epidemias ocurren cuando personas infectadas introducen el virus en áreas densamente pobladas con alta densidad de mosquitos Aedes aegypti y donde la mayoría de las personas tienen poca o ninguna inmunidad, debido a la falta de vacunación o exposición previa a la fiebre amarilla. En estas condiciones, los mosquitos infectados transmiten el virus de persona a persona. No se han reportado brotes recientes de fiebre amarilla urbana en las Américas.

Tratamiento

Un buen tratamiento de apoyo temprano en hospitales mejora las tasas de supervivencia. Actualmente no existe un medicamento antiviral específico para la fiebre amarilla, pero la atención específica para tratar la deshidratación, la insuficiencia hepática y renal, y la fiebre mejora los resultados. Las infecciones bacterianas asociadas pueden tratarse con antibióticos.

En 1903, una joven fue llevada por su madre a una consulta médica en París. No podía caminar bien, su- fría temblores y lloraba sin razón aparente. El diagnóstico fue claro: “histeria femenina”. El tratamiento, reposo, silencio y baños fríos. Nadie le preguntó cómo se sentía, qué había vivido o si dormía por las noches. Su cuerpo hablaba, pero nadie escuchaba.

Más de un siglo después, miles de personas —en su mayoría mujeres— siguen acudiendo a consultas médicas con dolores difusos, ansiedad, insomnio, cansancio crónico y una sensación de vacío inexplicable. En muchos casos, los análisis salen “perfectos”. Pero ellas no se sienten bien. Hoy, ese cuadro se llama estrés crónico, somatización o burnout.

Una historia que se repite con otros nombres

Durante siglos, la medicina ha intentado darle nombre a lo que no comprende. En el siglo XIX, el término “histeria” fue usado para etiquetar a mujeres con síntomas físicos sin causa orgánica aparente. Se les consideraba inestables, emotivas, incluso peligrosas para sí mismas. En realidad, muchas de esas mujeres vivían bajo opresión social, represión emocional y abuso psicológico o físico.

El cuerpo hacía lo que podía: gritaba. A su modo.

El cuerpo moderno también grita

Hoy vivimos en un mundo acelerado, híperconectado y saturado de exigencias. Traba-

Una mirada histórica y social a cómo las emociones silenciadas enferman el cuerpo jamos sin descanso, nos sobrecargamos emocionalmente y relegamos el cuidado personal al último lugar de la lista. La diferencia con el pasado es que ahora los síntomas tienen otro nombre: burnout, fatiga por compasión, síndrome post-pandemia, neuroinflamación por estrés crónico.

Un estudio reciente de la OMS advierte que la salud mental será la principal causa de discapacidad en el mundo en la próxima década. Y no hablamos solo de diagnósticos psiquiátricos: hablamos de gastritis sin causa, de piel que reacciona sin razón, de dolores menstruales extremos, de corazones acelerados y nudos en la garganta sin causa médica detectable.

Urge volver a escuchar el cuerpo (y la historia)

La medicina avanza, pero aún falta integrar la escucha emocional en la atención primaria. La salud no es solo ausencia de enfermedad, es presencia de equilibrio, de descanso, de voz. Muchas personas no necesitan más exámenes, sino que alguien les pregunte: ¿Qué estás sintiendo?, ¿qué estás cargando sola desde hace tanto?

El cuerpo lo sabe. El cuerpo lo dice.

Recomendaciones para sanar desde la escucha

Reconoce tu ritmo vital. No todo puede ir al mismo tiempo que el mundo.

Habla. Escribe. Expresa. El cuerpo grita lo que la voz calla.

Duerme. Respira. Camina. Lo básico es lo que más restaura.

Pide ayuda. Nadie sana solo.

Recuerda: lo que se somatiza no es ficción, es sabiduría biológica.

En conclusión

Hoy, cuando vemos cifras alarmantes de ansiedad, depresión y burnout, no podemos seguir ignorando lo que el cuerpo viene diciendo desde hace siglos: las emociones necesitan lugar en la consulta médica, en el trabajo, en la casa, en uno mismo.

Porque si no hablamos, el cuerpo lo hará.

Y no siempre de forma amable.

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