MINUÉ PARA GUITARRA. Vitomil Zupan

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Por la carretera, vestido con unos pantalones cortos, se acercaba un enérgico alemán con el pelo gris, acompañado de su mujer. Supuse que había sido oficial. Tenía una cicatriz importante en el muslo derecho y su cabello ralo cubría otra cicatriz en la cabeza. Todavía no sabía que su nombre era Joseph Bitter. Caminaba y yo me puse a caminar tras él como si fuéramos juntos. Kilómetros y kilómetros de bañistas en la arena de las playas, donde se hace difícil poner una mano en el suelo sin tocar la piel de una persona. Hice de manera que Joseph Bitter y yo nos conociéramos en la hacienda donde «actuaban los mejores caballos andaluces y los mejores jinetes». Cuando se puso el sol tras la montaña empezó la función de los sementales andaluces. Joseph Bitter llevaba unos pantalones largos de lino y su mujer, un vestido verde turquesa. Lo había visto en la entrada, donde ofrecían hamburguesas con unas rebanadas de pan en una cesta a los visitantes. Un poco más adelante había barbacoas donde podíamos asar longanizas. Y en la barra daban de beber. Mientras esperaba la actuación de los mejores sementales andaluces me apoyé en un muro de cemento cerca de Joseph y empecé a hablar con él en un alemán bastante fluido. Cosas sin ninguna importancia. Sobre la industria turística española. Sobre los precios, que aún eran bajos. Sobre el tiempo. Se trataba de un hombre serio. La mujer no entraba mucho en la conversación y la mayoría de las veces se mostraba de acuerdo con su marido. Después del espectáculo fuimos a una carpa y cenamos sentados en una de las mesas largas. Premio para los comensales más ruidosos. ¿Pollo con ensalada? ¿Lomo de cerdo? 45

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