"El coro de medianoche" de Gene Kerrigan

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dublín De camino al domicilio de los Hapgood, la detective Rose Cheney señaló la casa que se había vendido por ocho millones de euros. —En esta zona, las casas rayan, sí, rayan el millón. Y te estoy hablando de las del montón. Si tienen vistas al mar, suben a un millón setecientos cincuenta; y si tienen salida a la playa, calcula tres millones. Añádeles unos cuantos metros cuadrados y te plantas en cuatro o cinco. El inspector Harry Synnott le habría dicho de buena gana que los precios del mercado inmobiliario de Dublín no le interesaban demasiado, pero aquella era la segunda vez que trabajaba con la agente Cheney y ya sabía que era un poco cotorra. Si no estuviese hablando de los precios de las casas, estaría haciéndolo de otra cosa. Cheney tomó una curva suave y redujo la velocidad del coche. —Es esa de la izquierda, la tercera empezando por el final. Se trataba de una casa alta, espléndida, que se podía vislumbrar a través de una cortina de árboles. ¿De estilo victoriano? Tal vez georgiano. Harry Synnott era incapaz de diferenciarlos. En su opinión, cualquier cosa antigua que pareciese fruto de la reflexión era seguramente de estilo victoriano, o georgiano, a no ser que fuese eduardiano.

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