De arte y locura. La Boca de Quinquela.

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LA FIESTA DE LA TRANSFORMACION

La fogata de San Juan Festividad europea antiquísima que los inmigrantes trajeron consigo y siguieron celebrando, la fogata de San Juan del 24 de junio se encendía todos los años sobre Pedro de Mendoza y se replicaba en otras cuadras del barrio. En torno a las llamas se reunían los vecinos, jóvenes, viejos, mujeres y niños. Dice Quinquela que esta fogata era también metafórica; sucedía “para la transformación de la sociedad a partir de la luz y el calor del conocimiento”. El festejo se centra en el fuego como elemento purificador, por eso las inmensas fogatas, las velas que llevan quienes asisten y los deseos que, anotados en un papelito, son arrojados a las llamas para que se cumplan a lo largo del año. La fiesta se multiplicaba en numerosas esquinas boquenses. Cada vecino, cada muchacha, cada niño acudía con un trocito de

madera, de papel, rama, o lo que fuera para alimentar la hoguera durante toda noche. Algo traído de la propia casa y que garantizara su purificación hasta la próxima noche de San Juan. La tradición mandaba cocinar papas y batatas en el fuego y saltar, lo que, según se decía, aseguraba la buena suerte. Las señoras por su parte, subrepticiamente, quemaban papelitos con los nombre de los temidos jetatores, así conjuraban a aquellos que podrían traer mala suerte al barrio. Además, como comenta un vecino en Caras y Caretas: “Los que se llamaban Juan ligaban de lo lindo porque era obligación de todos hacerles un regalito”.

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