Revista Epílogo

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Feedback Proceso de digestión. por Rubén Ramírez O.

Al despertar llega el impacto cromático de la habitación con temperatura matinal. Rápidamente me alisto para emprender el viaje, conecto la cafetera que no tarda en impregnar la casa con esa cálida fragancia. Con los ojos cerrados uno se vuelve parte del vapor en la bañera. Unos segundos después de abrir la puerta de calle y el universo abre sus magnitudes a este minúsculo transeúnte. Aves, coches, voces y toda la fauna acústica acompañan la dimensión. El transporte público, ese gran enlatado humano ahumado en perfumes y otros olores, sin mencionar el espectáculo de disfraces que dan lógica a la sociedad y al oficio. Una armonía funcional simulando una gran máquina. Al emerger nuevamente a la superficie los ojos recienten el calor y el humo proveniente de los mercaderes que cocinan todo tipo de aperitivos urbanos; tacos, tortas, tlacoyos, tamales, etc. llega el inevitable salivado ante tanto estímulo de ensueño. Se sacrifican 10 minutos para saciar la necesidad, dejando escurrir el ácido limón y la ardiente salsa en la carne frita y empacarse de una vez en varias tortillas una ración suficiente para el aguante de varias horas. Sigo mis pasos con el estómago lleno y con el picor todavía en los labios y la lengua recordando las últimas pizcas de sabor, que más tarde se

recurrirá a ellas para satisfacer el recuerdo. Las calles del centro bullentes de miradas, estornudos, gritos y expresiones que comunican tanto sin palabra alguna. Por fin a la entrada de un imponente edificio que habla del funcionalismo de la Bauhaus; la recepción y la obligatoria conducta amable del acto de compra y venta de boletos. Ya adentrado en la sala con sus paredes de piedra gris y fresca, el piso de madera que rechina sutil en los tímpanos, el espíritu comienza a olvidar la ciudad. Este nuevo mundo reconfigura el pensamiento en una óptica distinta.

Ante la mirada se halla un primer lienzo encuadrado en madera fina ornamentada al estilo barroco, inmediatamente un nuevo apetito invade el ser, es hambre más sublime estimulada por las virtudes estéticas que dieron cuerpo al espíritu del artista. La danza armónica de formas, texturas y colores contenidos en el concepto que da sentido a la manifestación. Parecería en primera instancia que el falso espejo de René Magritte excede las posibilidades miméticas que relacionan al espectador con su mundo, no obstante la traducción de un código cuyo origen es la profundidad del sueño, invitan a nuestra mirada a abandonar la razón y cautivarse por el reflejo de aquello que es difícil nombrar. Sumido en el trance de aquel arte el pensamiento comienza a retroalimentar los estímulos visuales, nos invaden recuerdos, sensaciones, preguntas, respuestas. Parecen haber surgido cambios que aún no comprendo o que aún no tienen forma alfabética. Regreso a casa ya con la noche encima. Se hace un resumen de 15 horas que caben en cinco minutos hasta desbocar en el inconsciente sueño. Al otro día, ya con el sol de este lado del planeta nuevamente, descubro que la sensación de ayer ha revelado su mensaje: el verdadero lenguaje y la verdadera realidad están censurados y relegados por la censura racionalista de occidente.

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