Antonio Machado en Castilla y Leon

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así: «nadie es más que nadie». Cuando recuerdo las tierras de Soria, olvido algunas veces a Numancia, pesadilla de Roma, y a Mio Cid Campeador que las cruzó en su destierro, y al glorioso juglar de la sublime gesta, que bien pudo nacer en ellas; pero nunca olvido al viejo pastor de cuyos labios oí ese magnífico proverbio donde, a mi juicio, se condensa todo el alma de Castilla, su gran orgullo y su gran humildad, su experiencia de siglos y el sentido imperial de su pobreza; esa magnífica frase que yo me complazco en traducir así: por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el valor de ser hombre. Soria es una escuela admirable de humanismo, de democracia y de dignidad. En este hermoso texto, Soria se sublima en el alma de Machado convertida en memoria. Si Soria ha llegado a tanto en el alma del poeta es por irradiación directa de un profundo e inolvidable amor: el de Leonor. Y al mismo tiempo, la parte final supone una de sus más limpias reflexiones humanísticas, al comentar el aforismo que escuchó de los labios de un sencillo pastor soriano.

Otras consideraciones Cuenta Gervasio Manrique de Lara que Antonio Machado era colaborador del diario La Nación de Buenos Aires, lo cual en aquella época resultaba una bicoca, porque pagaba a sus colaboradores espléndidamente. A cualquier escritor le apetecía esta breva. Pero como los artículos para La Nación tenían que ser largos y nutridos de saber popular, «Machado se cansó de su pertenencia y optó por hacer un magnífico regalo a su íntimo amigo José María Palacio, cediéndole su corresponsalía en La Nación, con lo cual prestigió a este periodista soriano a la altura de los más distinguidos intelectuales madrileños».40 De lo hasta aquí relatado se desprende igualmente que una serie de personajes del entorno soriano (el propio José María Palacio, pero sobre todo Manuel Hilario Ayuso, Benito Artigas Arpón y José Tudela), directamente relacionados con Machado, tienen una marcada vinculación con la prensa local de la época. Sin embargo, no cabe ubicarlos entonces del mismo modo en que hoy entendemos al profesional estricto, de plantilla; sino como a unos hombres activos y de influencia política en el conjunto de la sociedad, que colaboraban, igual que Machado, como única forma de poder asomarse a la opinión pública, planteando una manera distinta de entender la vida, frente a la ideología dominante en la época.

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