En tus Manos - Nichi Hodgson

Page 114

Sebastian tenía que estar de vuelta para el gran baile fetichista de esta primavera, ya sabes. Pero ahora vete tú a saber. Seguro que están planeando seducir a las hijas y atarlas bien atadas. Sapphire hizo un mohín de asco. —¿Hemos terminado ya con los machos dominadores? ¿Por favor? Una tarde lluviosa de mediados de febrero, uno de esos atardeceres en los que tienes la sensación de que la primavera ha decidido irse a pasar un año sabático al Caribe y no volver más, llegué a la oficina y me encontré a Sapphire de un humor realmente espantoso. El negocio había empezado a repuntar, pero eso significaba que nuestro cliente retrasado de las seis se iba a solapar con el de las siete y media. Sapphire tenía unos espasmos dolorosos y repetitivos en las manos, un STC producido en un principio por estar demasiado tiempo escribiendo en el teclado para contestar las docenas de correos de esclavos que recibía cada día. Y se lo exacerbaba aún más todo aquel castigo corporal que tenía que proporcionar, porque, aparte de trabajar conmigo, Sapphire recibía también otros tantos clientes ella sola. La cantidad de dinero que ganaba resultaba obscena, pero yo empezaba a preocuparme de que tanto trabajo de dominación le pasara una factura excesiva a su salud. Y no era como si tuviera un departamento de Recursos Humanos que la controlara. Por lo menos el de las seis, cuando llegó, sirvió para relajarla. Jack era un fornido comerciante canadiense con cuerpo de paracaidista y cara de crío, bronceado y con hoyuelos. También era un fetichista de los pies impenitente. Nos pagaba para pasarse la hora entera observando, acariciando y masajeándonos los pies. Hasta le enseñamos a hacernos la pedicura. Al principio le temblaban demasiado las manos para hacer un buen trabajo, estaba demasiado entregado y completamente absorto en el privilegio que le concedíamos. Pero con la práctica mejoró, sobre todo porque se dio cuenta de que, si no lo hacía, caería sobre él la furia de nuestra ira. Su adoración era tan intensa y tan pura que era casi imposible no sentir auténtico cariño por él. Yo me aseguré de que Sapphire fuera la primera en recibir el masaje. Pasamos luego a una segunda habitación que utilizábamos de dormitorio, incluida una cama doble de hierro forjado con cuatro columnas. Sapphire se tumbó encima, todavía rígida. Cuando llegó Jack, lo hizo con la cabeza gacha como deferencia, para pedir disculpa. —Ama, lo siento, siento muchísimo llegar tarde —se pasó la mano por el pelo y se ajustó la corbata. Era evidente que también había tenido un día terrible en su oficina—. Le he traído un regalo para pedir perdón. —Era un frasco de perfume Coco de Meer, que a Sapphire le encantaba. ¿Sabría que estaba a punto de terminársele el frasco que estaba usando? —Sí, lo comenté de pasada la última vez, ¿no es cierto? Y se acordó como el


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.