"Nuestro Hogar"

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na, que me parecieron vestidos de brillantes claridades. La festividad excedía a todo lo que yo pudiese soñar en belleza y deslumbramiento. Instrumentos musicales de sublime poder vibratorio arrullaban con sus melodías el perfumado ambiente. A las diez horas llegó el Gobernador acompañado por los doce Ministros de Regeneración. Nunca olvidaré la figura noble e imponente de aquel anciano de cabellos de nieve, que parecía estampar en la fisonomía, al mismo tiempo, la sabiduría del longevo y la energía del joven; la ternura del santo y la serenidad del administrador consciente y justo. Alto, delgado, vistiendo una túnica muy blanca, ojos penetrantes y maravillosamente lúcidos, se apoyaba en un bordón, aunque caminaba con aplomo juvenil. Satisfaciendo mi curiosidad Salustio me informó: –El Gobernador, siempre estimó las actitudes patriarcales, considerando que se debe administrar con amor paterno. Al sentarse en la tribuna suprema, se elevaron las voces infantiles seguidas de arpas acariciadoras, entonando el himno: “Para ti Señor, nuestras vidas”. El viejecito enérgico y amoroso, paseó la mirada por la compacta asamblea formada por millares de asistentes. Enseguida abrió un libro luminoso que el compañero me informó era el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Lo hojeó con atención y después leyó con voz pausada: –Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad, que no os asustéis, porque es menester que todo eso acontezca, mas aún no será el fin. Palabras del Maestro en Mateo, capítulo 24, versículo 6. Con voz considerablemente aumentada por las vibraciones Nuestro Hogar

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