Exorcistica

Page 149

Era lo típico que había leído cuando todavía estaba en la universidad: gritos, aversión a lo sagrado, reacción automática de dolor en cuanto se colocaba sobre su cuerpo una cruz o se le rociaba con agua bendita. En esos momentos, estaba muy lejos de saber hasta qué punto este caso me iba a acompañar en los nueve años siguientes. Aquel primer caso supuso para mí una fuente de aprendizaje: experimentaba, comprobaba una y otra vez las distintas reacciones al agua bendita, a la unción con el santo crisma, a la colocación de una cruz sobre su cuerpo, a la señal de la cruz realizada sobre distintas partes de su cuerpo (cabeza, espalda, manos), qué le producía más tormento, qué oraciones provocaban una mayor reacción, etc, etc. Un largo etcétera conseguido a través de horas de todo tipo de tentativas y ensayos. Todo ello sin perder la atmósfera de oración, pero sin por ello desistir a seguir conociendo más aquel fenómeno. Al final, en esencia, aquello era un despliegue de gritos y de movimientos violentos. Sin embargo, tras varias sesiones, era evidente que el caso no avanzaba. No acababa de apreciar que el espíritu que tenía dentro se debilitase. Pronto observé que esta mujer no me hacía caso en lo referente a orar cada día. Desde el principio le había explicado la importancia de que ella comenzara a llevar una vida espiritual más intensa. Pero por más que le decía que debía rezar cada día, ella no hacía nada. Para acabar de enredar más las cosas, me percaté de que se estaba aficionando cada vez más a mí. Rezar no lo hacía, pero llamarme por teléfono para charlar se había convertido en una de sus aficiones. Además se mostraba sospechosamente agradable y risueña cuando se entrevistaba conmigo. Se lo dije claramente, tan pronto como me apercibí de ello. Su reacción fue de indignación y, además, me dejó bien claro que pensaba seguir llamándome

siempre que lo desease, cosa que hizo. Detuve las sesiones en tanto en cuanto no comenzara a obedecer. Pero ella no se sometió a ninguna de mis indicaciones, y las sesiones de oración nunca se reanudaron a partir de la tercera. Desafortunadamente, desde entonces, tuve que acostumbrarme a recibir cada día llamadas suyas, mensajes de teléfono y a sufrir un acoso tal que tuve que negarme a confesarle o a simplemente hablar con ella. Gracias a Dios, no sentía ninguna atracción por ella, ni la más mínima. Esta falta de atracción fue algo muy positivo, pues su insistencia se prolongó durante nueve años. En un momento dado, me vi obligado a ponerle ante el juzgado una denuncia por acoso. Sólo para comprobar lo mal que funciona la Justicia y decidir no volver a embarcarme en un juicio nunca más, pasara lo que pasara. Esta persona, por los mensajes de texto y de voz en mi contestador, me consta que lleva una vida bastante desequilibrada, luchando contra la tristeza, realizando pequeños trabajos ocasionales. Cinco años de persistencia en su obsesión por mí. Le pido al Señor que le ayude, aunque me quedo con la tranquilidad de conciencia de que mientras yo la atendí, ella no me obedeció en nada. No se puede ayudar a una persona si no está dispuesta a esforzarse un poco.

Caso 9 Se trataba el supuesto poseso de un chico de poco más de treinta años, el cual me contó su historia. Me dijo que había participado en una sesión de espiritismo hacía unos años y que, desde entonces, por las noches gritaba y aullaba dormido, poniendo posturas de animales, gruñendo y asustando a su mujer y a sus hijos. Me dispuse a orar por él para discernir si tenía algo o no. Nada más ponerle la mano sobre la cabeza y cerrar los ojos para 149


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.