Por que le pasan cosas malas a la gente buena

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ellos y que, de igual manera, me hayan podido afectar a mí (miedos, secuelas de intento de aborto, por algún accidente, desprecios, o contaminaciones por prácticas de ocultismo o adivinación, entre otros.) Finalmente, mamita María, sana y purifica el momento de mi nacimiento. Amén6. Como bien lo hemos ido conociendo por el relato de esta experiencia de vida que Dios me ha regalado, para comenzar a sentir este amor y esta paz de Él en nuestros corazones es primordial realizar una muy buena Confesión de vida, un arrepentimiento por medio de un Sacerdote. Luego, debemos aprovechar todo acto que hagamos en nombre de Dios, ya sea cuando recibamos algún Sacramento, la práctica de los Mandamientos, la asistencia a la Misa, una visita al Santísimo, una oración, una obra de caridad, un ayuno o cualquier otro sacrificio, para ofrecerlo por la necesidad de sanarnos o liberarnos que tenemos. Así es que cuando uno ora no lo hace tan solo por costumbre, por orar, por cumplir, o como tantos opinamos en algún momento de nuestra vida, por fanatismo, mojigatería o por lamer ladrillos. ¡No! Se ora, entre muchísimas otras intenciones, para restaurar todos los daños producto de las equivocaciones del pasado y el presente, además de reparar por todos los pecados. Volviendo al tema sobre el Espíritu Santo, debemos entender que es un ser personal con un obrar y un carácter propios que nos permite dirigirnos a las otras dos personas de la Santísima Trinidad, Dios Padre y Dios Hijo, con confianza y seguridad plenas de que nos estamos dirigiendo a un Dios que nos escucha y nos habla. El Espíritu Santo es en definitiva el que convierte nuestra oración, muchas veces mecánica, fría, tradicional, en un verdadero diálogo con un Dios cercano, con quien tenemos el encuentro vivo entre Papá e hijo, entre dos amigos de verdad. Otra ayuda eficacísima en nuestro proceso de sanación tiene que ver con recurrir a laicos comprometidos con la oración de intercesión, para que intercedan por nosotros con oración de liberación, tal como lo autoriza la Congregación para la Doctrina de la Fe. De igual manera, varios textos bíblicos nos hablan de la importancia y eficacia de orar unos por otros: “Oren los unos por los otros, para ser curados. La oración perseverante del justo es poderosa. Elías era un hombre como nosotros y, sin embargo, cuando oró con insistencia para que no lloviera, no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Después volvió a orar; entonces el cielo dio la lluvia, y la tierra produjo frutos”. (St 5, 16 18); “Porque sé que esto servirá para mi salvación, gracias a las oraciones de ustedes y a la ayuda que me da el Espíritu de Jesucristo” (Flp 1,19). Sólo podremos ayudarnos mutuamente si conocemos nuestras cargas. Dios Padre permite que en nuestra vida eclesial y comunitaria se vayan rotando las responsabilidades y las pruebas; un día nos toca ser los débiles que necesitan ayuda, y otro día nos sentimos con fortaleza suficiente para ayudar a los hermanos que se han debilitado. Como dijera San Pablo: “Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo”. Por todo lo anterior, debemos aprovechar la ayuda de sacerdotes y laicos que obedezcan la sana doctrina de nuestra Iglesia católica para que oren por nosotros, especialmente mediante el ministerio de la imposición de las manos, como lo manda Jesús a todos los creyentes: “Estos son los signos que acompañarán a los que crean en mi Buena Nueva: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien” (Mc 16, 17) También como lo recomienda San Pablo: “Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la


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