Por que le pasan cosas malas a la gente buena

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fatales. El hombre, agachado, con las manos en la cabeza, decepcionado de sí mismo, triste y humillado escuchó que el agente le dijo: –De todas maneras, usted es muy afortunado porque alguien lo quiere ver. Siga, señora. En eso aparece la esposa. Él de nuevo agacha la cabeza con la mirada perdida en el piso, sin ser capaz de enfrentar su rostro. Pasados unos segundos, pese a las lágrimas que bañaban su cara, se llenó de valor, se puso de pie y suavemente dijo a su esposa: –Mi amor, perdóname, perdóname, por favor. Te juro que yo no sabía nada, yo no sabía que esto estaba pasando. Superando la vergüenza, se le acercó a su esposa y la abrazó, diciéndole: –Lo único que te pido es que me ayudes a sanar esta enfermedad que yo no sabía que a ambos nos estaba matando. El alcoholismo es un problema que va más allá del simple hecho de embriagarse o ponerse agresivo: es una adicción que sirve de puerta de entrada a otros vicios. Las toxinas que produce intensifican en nosotros la ansiedad que tratamos de calmar mediante el consumo excesivo de cigarrillo y de droga, los juegos de azar o la promiscuidad; en fin, todo aquello que contribuye al desorden y la descomposición del ser humano, como si un minuto de pasión fuera suficiente para contrarrestar un resto de vida de lamentación. Mejor dicho, uno después de prendido, borracho o enlagunado, como cabra sin collar, por donde se asoma se tira. El trago desinhibe a quien lo consume, desenmascara nuestra verdadera personalidad, nos enfrenta con situaciones y sorpresas que no somos capaces ni de imaginar en sano juicio. Dice la canción: “Cuando Luchito toma trago, ¡ojo!, porque se le moja la canoa”. He conocido casos de personas que son muy correctas cuando están en sano juicio pero a quienes, cuando están prendiditas y en casa ajena, les da por echarse las cosas al bolsillo, meterse a los cuartos buscando tocar a las mujeres de la casa, cometer imprudencias, ser groseros y agresivos o que, en el peor de los casos, han llegado hasta matar. De acuerdo con el contenido del profundo y misterioso libro Los protocolos de los sabios de Sión, el alcoholismo y el consumismo que vienen invadiendo al mundo en estas últimas décadas son las dos armas que el demonio más utiliza para poder entrar en la familia, dividirla y destruirla. En el libro también aparece explicado cómo el objetivo primordial del demonio es buscar destruir a la Iglesia católica, para lo cual empieza por ocupar en exceso a papá y mamá, que son los pilares de la familia o pequeña Iglesia doméstica, para que no les dediquen tiempo a los hijos y menos a Dios, con el fin de destruir la unidad y la armonía familiar y, con ellas, deteriorar la vida de la Iglesia. La primera Misa donde se parte el pan es celebrada en la mesa de nuestras casas; de la mesa a la Misa, tal como lo realizó Jesús con sus Apóstoles. La primera Misa que se hizo en la historia de la humanidad, la última cena, la ofició el mismo Jesús, no en un templo sino en una casa, alrededor de la mesa con sus doce Apóstoles. En cambio, hoy en día, en la mayoría de los hogares de Colombia y del mundo, no se destina tiempo para comer ni dialogar y, ni siquiera, para orar en familia; tan sólo existe disposición para trabajar y trabajar, y ocuparnos excesivamente en entretenciones con todo tipo de aparatos y modas. Recordemos que en la Biblia no dice trabajar, trabajar y trabajar sino que nos enseña a sacar un tiempo para todo, para trabajar, orar y descansar. Al buscar y buscar a Dios con el firme interés de sanar y reconstruir mi vida,


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