4391204 tahuantinsuyo el mundo de los incas

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La conquista y la temprana colonizaci n (siglo XVI) Los historiadores han juzgado de muy diversas formas la intervención política de Toledo, pudiendo hacerse una distinción entre los que siguen la corriente indigenista o la hispanista. Para unos, este sujeto representa el “gran tirano” del mundo aborigen, al haber ordenado sin ningún miramiento la ejecución del inca de Vilcabamba, impuesto el oprobioso régimen de la mita, desarraigado los tributarios de sus pueblos ancestrales y dictado otras medidas violentas (Luis E. Valcárcel). Según la concepción intelectual de otros, el mismo personaje representa el “supremo organizador” del virreinato, pues desarrolló una eficiente labor ordenancista, aplacó los brotes subversivos, encauzó la vida económica y social peruana (Roberto Levillier). Ambas ópticas son parcialmente certeras en su examen del problema, pero lo que no debe perderse de vista es que la administración toledana siguió fielmente las indicaciones emitidas en Madrid, que apuntaban a implantar un firme dominio del Estado castellano sobre las pretensiones de los grupos de poder coloniales, y en esto resultó sumamente exitosa la tarea del caballero de Alcántara.

VIII EL VIRREINATO A FINES DE LA CENTURIA

Los dos últimos decenios de la centuria quinientista forman el período de consolidación de la obra administrativa desarrollada por Toledo. En mayo de 1580 se nombró como responsable del gobierno perulero a don Martín Enríquez, hijo de los marqueses de Alcañices, que siendo virrey de la Nueva España había dirigido con acierto el plan reformista estatuido en la Junta Magna; fue el segundo gobernante mexicano que vino a continuar su carrera política a orillas del Rímac, y esta usanza fue repetida luego muchas veces hasta devenir en hábito, pues se consideraba que el complicado manejo de los negocios del virreinato meridional requería de una persona con buena experiencia en el ámbito indiano. En las cartas escritas por Enríquez tras su llegada a Lima, puede descubrirse alguna traza de enfado o envidia por el sello demasiado

personalista que su antecesor había impreso a la responsabilidad gubernativa. Una de las primeras medidas que acordó don Martín, contradiciendo el parecer de Toledo, fue la reapertura del colegio de la Compañía. Junto con esto, permitió a los jesuitas instituir el colegio de San Martín, creado con el objeto de albergar a muchachos pobres originarios de diversas provincias del virreinato que llegaban a la capital para estudiar en la universidad, y a la larga resultó este plantel un excelente semillero de hombres ilustres. De otro lado, la instalación de dicho vicesoberano coincidió con la llegada del segundo arzobispo de Lima, Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, leonés graduado de jurista en Salamanca, que entró a su sede en mayo de 1582. Poco después empezó a organizar el III Concilio de esta arquidiócesis –que tanto renombre 379

INCANATO Y CONQUISTA

lo Gironda, quien rompió el sosiego de varias ciudades andinas y evadió más de una vez las prisiones que se le impusieron. Las disputas al interior de la hueste colonizadora de Santa Cruz de la Sierra fueron aplacadas, según orden de Toledo, con el estrangulamiento del caudillo Diego de Mendoza. Y también menudearon las pendencias en provincias selváticas subordinadas a la jurisdicción de Quito. Achacoso, enfermo de gota y débil del hígado, don Francisco pasó el último lustro de su acción gubernativa en la Ciudad de los Reyes. Todavía halló fuerzas para liquidar las insolencias de los oidores y enviar desterrado a uno de ellos, el licenciado Monzón, pero luego se dedicó a solicitar a la metrópoli su relevación del puesto, pues tenía el propósito de vivir su ancianidad en Castilla. Sus pedidos recibieron finalmente aceptación, de manera que el famoso gobernante se hizo a la vela en mayo de 1581 para retornar a su patria, quedando como sucesor el virrey don Martín Enríquez. Escasas semanas después de volver a pisar suelo español, murió en la villa de Escalona, cuando contaba unos 65 años de edad.


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