4 seminario de temas sel de hist del la pedago y la educ

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Colecci6n TESIS YPRAXIS Aguado Díaz, Antonio León (1995), "Antigüedad Clásica", en Historia de las deficiencias, Juan José Utrilla (trad.) Madrid, Escuela Libre Editorial, (Tesis y Praxis) pp. 45-53.

ANTONIO LEON AGUADO DIAZ

Catedrático de E.U. de Psicobiopatología

de las deficiencias

Universidad de OVIEDO

mSTORIA

DE LAS

DEFICIENCIAS

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ESCUELA LIBRE EDITORIAL

Madrid, 1995

Digitalizado por: I.S.C. Hèctor Alberto Turrubiartes Cerino hturrubiartes@beceneslp.edu.mx


2.

HISTORIA DE LAS DElFICIENCIAS

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ENFOQUE/ACTlTUDPASrvA

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ANTIGÜEDAD CLASICA Los Imlomos mentales y la defidencia Infanticidio. malos tratos, 1'r1!ll! de niños menta! son COllSÍderados ftnó!Utnas lIJ1Juralu como esclavos, 1/!uti1Juim! para mtitdi9ar lisalso imerls hacía út discapacidad fisiCII

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ENFOQUPJACI1T1JO ACI1VA]

GRECIA Primaáa del tnfOqUE naturalisla lnfi11ltíailio no sólo de deformes, sino de neonatos con apariencia inusual; de la elÚennedad memal Ilipócrates: ambuye en[eemedad y bien viSIO por Platón y Aristóteles Esparta, eugenesia e infanticidio: exposición defidenOa mentales á ('¡¡usas naturales: ya se habla de mfermedad del redén naddo ante consejo que si aprecia tara lo despeña por el monte Taigeto Fracturo y articuJadones: banco dt wensión Atenas, inlanticidio de débiles y para tracciones veneb¡ales deformes: se les deja a la puerla de - Templos de Esrulaplo, C4l4l ¡Ji salud, con tia templo por si aIguien los adopt.1 baños, paseos, procesiones

ROMA _ Ley de Rómulo: abandono de bijo Í!lválilkl si Cireron. responsabilidad de! enfermo mental dnco vecinos lo aprueban; incurnplímiento, - Yma filantrópica de golx:mantes: Augusto, Vespasiano, Trajano confiscación de la mitad de los bienes - Asdepíades de Prusa: tratamiento - Repúblia.: inffllllÍcidio de deformes hl1llllino a enleemos y deficientes - Imperio: infanticidio y mulí14ciDna de niños y jóvenes para mmdisar - Celso, De medicina: imh«ilIis: astenia general _ s.n d.C.: compra de discapacitados IaImnun, banOl lit txle/M hipocrático par.1 dívmión - Galeno: rastreo vías nerviosas y lesiones cereb.; . - Roca Tarpeia y columna Ladaria Eje,rcict05 con la pelotita, /lltm/Wlaapúl - SOlano de Eleso: hospital de enltrmos - Séneca, IIvmíln natural hacia los delióenles CIaudio, ridiculizado por SIl aparienda mentales y probablemente retrasados

lIslca y dificultades de babia Cebo: dell.ende hipó/ais dtl miedo: asligo con privadón de alimentos, cadenas, grilletes

- lllD.uendas de! cristianismD primitiWl - Concilios: hospedajes y QSiIlls - San Basilio, dudad·hospilal de Ces.hu

Cuadro 3.-Síntesis del enfrentamiento tmtt la dtfidenda en la antigüedad clásica.

¡jeas fre.cuentes; finalmente. en la antigüedad clásica queda patente un eS­ caso interls hacia la discapacidad flsica. La Greda d4sica, que ha dejado infhiendas en prácticamente todos los campos (16), marca el inicio de la medicina técnica en la que

la idea de physis o naturaleza es principio clave, fundamento y punto de partida, y, como derivación de tal principio y principal aporta­ ción a nuestro tema, presenta la novedad de considerar los trastor­ nos mentales, incluida la deficiencia mental, como fenómenos'natu­ rales. Esta, consideración naturalista es enmarcada por Roccatagliata (1986) dentro de las corrientes biológica y' clznica de la psiquiatrfa antigua en contraposición con la corriente psicodinámica. Tal tradición naturalista cuenta con Hipócrates como ,la figura más destacada, influyente e innovadora de la época clásica griega (siglo V a.C. ­ siglo II d.c.). En todo caso, en este enfrentamiento entre distintas corrientes de la medicina y de la psiquiatría griegas, trqdición naturalista versus psicodínámica, emerge un principio innovador, el abordaje de la enfermedad mental desde una consideración naturalista. En este con· texto de erurentarnlento, Ullman y Krasner (1975) consideran que esta innovación es debida, no ~ una concepción generalizada, sino a un grupo de unos cuantos autores, notables pero con escasa in­ fluencia en la sociedad. Sea como fuere, lo cierto es que hay varias tendendas que tienen repercusiones a lo largo de la hisioria, que los griegos poseen la primaáa en el abordaje de la eruennedad mental desde una consideración naturalista y que en la Greda clá­ sica están ya presentes las figuras p~icopatológicas vigentes en la actualidad. Dentro de la medicina griega, suelen citarse los templos de culto al dios de la curación, Esculapio, como el de Epidauro, del siglo V a.C., como auténticas casas de salud anexas a un templo, con baños. pa­ seos, procesiones, etc. (17). En cuanto a los personajes, como ya hemos avanzado, la figura pionera corresponde a Hipócrates (460-377 a.C.), padre de la medici­ na, integrante ya de la medicirul técnica, de espaldas a la magia y en favor de la técnica, padre de la psiquiatría cllnica (18), autor que describe prácticamente todos los cuadros clínicos relevantes hoy, que propone una etiologfa biolóSica con sus tratamientos correspon­ dientes y que quita el carácter sagrado de la epilepsia al incluirla en Sil tcor[a d. l;;s humores y Ielacionarla con la flema y recalcar su origen (17)

(16) La ocasión parece opOItuna para titar los ensayos sobreli~ralura y ceguera de Pa­ jón Mecloy (1992a, b), centradosen Tireslas. eldego adivino. yen la doble aguer" de Edipo.

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HASTA LA PRIMBRA REVOLUCION EN SALUD MENTAL

No obstante, para Hemández Conesa (1979) estos centros no son' más que

casas de peregrinos, pues la institución hospitalaria fue creada por el cristianismo. '(18)

Roccatagllata (1986).

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HISTORIA DE LAS DEFICIENCIAS

produce una gran cantidad de cambios y contrastes que han de repercutir en el tratamiento que los discapa<;itados re<;iben. Así. pronto se abandona el cumplimiento de una vieja ley, atribuida a Rómulo, por la que se establece que los padres pueden abandonar a un hijo inválido o monstruoso siempre que lo mues~ren a dnco vednos que lo aprueban; el incumplimiento de esta nOnna está sandonado con la confiscación de la mitad de los bienes. Sin em­ bargo, en la república, se continúan las traniciones briegas del infan­ ticidio de niños deformes, aunque sólo durante los ocho primeros días de vida. La roca Tarpeia, según escribe Tito Lívio, cumple fun­ dones similares a las del monte Taigeto. Posteriormente, a partir del siglo 1 d.C., el infanticidio es una práctica completamente generali­ z.ada, e, incluso, se descubre por primera vez la práctica de mutilar niños y jóvenes para mendigar, crueldad que se infringe tanto a niños no deseados como a nacidos con malfonnaciones o bajo un mal augurio. Sobre el particular, Nuffield(24) afirma que dos niños no deseados eran situados en la base de la columna Lactaria, donde muchos eran mutilados para incrementar su valor como mendigos». En suma, pues, la roca Tarpeia, en unos casos, y la columna Lac­ taria, en otros, están asociadas a prácticas de extrema brutalidad, brutalidad que «siguió vigente durante siglosll (25). Pero, la crueldad también tiene otras manifestaciones. Así, en la época de la degeneración, a partir del siglo n, es frecuente la compra de "hombres cojos, mancos, con tres ojos, gigantes, enanos o her­ mafroditas» para diversión (26). Finalmente, a partir del siglo IV empieza a hacerse sensible la influencia del cristianismo y se llega a prohibir tanto el infanticidio como la venta de niños como escla­ vos. Esta situación tan variada, nos puede llevar a hablar de variacio­ nes dependientes de factores culturales, linaje, clase social. Es decir, en general. a los recién nacidos con deformidades les cabe o la muerte, o el abandono o trabajos como bufones, esclavos o mendi­ gos; es probable que muchos casos leves de familias pobres deben pasar inadvertidos bajo trabajos manuales y miseria y que los casos leves de familias ricas deben recibir algún tipo de cuidado médico y ser considerados parte de la familia. O lo que es lo mismo, la (24) (25) (26)

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Nuffield (1988, Schccrenberger Scheerenberger

2.

mayoría debe ser sometida a prácticas crueles, pero es probable que algunos casos encuentren algún papel social que cumplir (27). Estos contrastes son también visibles en las aportaciones de al­ gunos intelectuales, como Cicerón y Séneca, y en la obra de algunos gobernantes. Marco Tullo Cicerón (106-43 a.c.) puede ser incluido en las voces de la moderación, por cuanto es de los pocos, quizás uno de los primeros, que se preocupa de la responsabilidad del enfermo mental (28). Sin embargo. Lucio Anneo Séneca (4 a.C. - 65 d.C.). el filósofo español estoico. muestra aversión natural hacia los de­ ficientes, como queda patente en su Carta a Lucillo: .Sabrás que Herpaste. la idiota propiedad de mi mujer, me fue cedida corno carga hereditaria. puesto que tengo una aversión natural frente a esos monstruos ... Esta idiota perdió bruscamente la vista. La historia que te r.elato es asombrosa pero cierta. No tiene condenda de estar ciega. por lo que constantemente Insta a su custodio a que la saque. alegando que mi casa está a oscuras> (29). En cuanto a los goberU'antes, Scheerenberger habla de la vena filantrópica de algunos de ellos. Augusto (63 a.C. - 14 d.C.) fomenta la ayuda estatal a los necesitados; en un determinado momento de su reinado, el 50% de la pobladón recibe alguna ayuda, alimenticia en general. Vespasiano (9-79 d.C.) es un caso aislado en la Roma imperial. dado que establece lo que probablemente sea el primer sistema de educación estatal en la antigüedad clásica; también abre escuelas de medicina y fomenta el desarrollo de los hospitales. Nerva (30-98 d.C.) intenta eliminar los malos tratos y el infantiddio me­ diante la fundación de colonias para pobres y ayudas para padres indigentes. Durante el gobierno de Trajano (53-117 d.C.), en el año 100 d.C., el estado mantiene cerca de 5.000 niños. Por último, Adriano (76-138 d.C.) destierra a un padre que ha matado a su rujo. Finalmente, hay que hacer alusión del emperador Claudio (10 a.e. ­ 54 d.C.), sobre quien escribe la prestigiosa Enciclopedia Britá­ nica: -De mala salud. apariencia poco atractiva. torpeza de modales y tosquedad de gusto ... !a familia imperial parece haberle consi­ (27)

p.40). (1984. p.26). (1984, p.30).

HASTA LA PRIMERA REVOLUCION EN SALUD MENTAL

Seguimos la ya menáOllada

t~sis

de Scheerenberger (1984) de la IIWT'Úllidad

infantil de los casos graves y la 'integración de los leves. (28) (29)

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Ullman Séneca.

y !Crasner (1975). Carta a Lucllio. átado

por Scheerenberger

(1984. p.26)

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I

La Antigüedad*'

(F ragmento)

Egle Becchí ~

En Atenas, del siglo VI al siglo IV a. C.,la condición del niño parece ser diferente. 1 Nues­ tras conocimientos no van más allá de los niños de estratos superiores de la sociedad ateniense, en los cuales existen la plenitud de los derechos cívicos y los medios para ase­

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la mortalidad infantil;3 donde se cuenta con esclavos que se ocupan de los pequeños, y con los medios para pagar al maestro de escuela y para fomentar en las jóvenes con­

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ciencias una vida de responsabilidades políticas y al mismo tiempo de ocio, conforme a

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los ideales de esos siglos de oro de la civilización ateniense. En lo referente a los niños

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de las clases inferiores, de quienes cabe pensar que pronto los ponlan a trabajar,4 podemos reconstruir algunas partes de su vida cotidiana basándonos en algunas obras literarias como Los caballeros, de Aristófanes, en la que uno de los personajes, el Carni­ cero, evoca las rapiñas de su infancia (ca. 417-420), vivida siempre en las plazas y merca­ • En Historia de la infancia en Occidente (" L'Antiquité", en Histoire de J'enfance en Occident), t. 1, París. Scuíl, 1998. pp. 44-51. [Traducción realizada con fines didácticos, no dcIucro, para los alumnos de las Escuelas Normales.] 1M. L. Deissmann-Merten, "Zur Sozialgcschichte des Kindes in antiken Criechenland". en j. Martín y A. NHschke (comp.), Zur Sozialgeschichre der Kindheit. Friburgo-Munich, Karl Alb~r, 1986, pp. 267-316. trata el tema de la condición infantil en Atenas (sobre todo ei-dos siglos v y IV). Véase también M. Colden, Childhood in CJassícaJ Arhens. 2 En cuanto al abandono de los niños en Atenas del siglo VI al IV. las opiniones no con­ cuerdan y hoy en día, a diferencia de lo que se hacía en el pasado. la tendencia es leer testimonios existentes. sobre todo literarios. a la luz de los cuales se había podido soste­ ner que el abandono de los recién nacidos contrahechos (> ilegítimos (sin esperanza de salvarse) era una práctica muy común en Atenas: hoy se considera más bien que la prác­ tica no era tan común como se creía y que todo se hacía como en las demás ciudades griegas. Véase M. L. Deissmann-Merten, "Zur S07ialgeschichte ... art, eH., en especial., 1 pp. 275 Y ss: L. R. F. Cermain "L'exposHion des enfants nouveau-nés dans la Crece 1 ancienne. Aspects sociologíques", en Recueils de la Sociéré lean Bodín pour J'histoire compararive des insrirutions, vol. xxxv, L'Enfant. Premiere partie: Antiquiré-Afrique-Asie, Bru­ selas. Éd. de la Ubrairie Encyclopédique. 1975. pp. 211-215, Y M. Colden. op. cit., pp. 87· y ss. Con frecuencia los niños abandonados eran recogidos para ser posteriormente vendidos como esclavos.

3 Sobre la escasa tasa de nacimientos y la fuerte mortalidad infantil en Atenas, véase M.

Colden. "Did the Andent Care When Their Children Die?", en Greece and Rome, vol.

XXXV. núm. 2. octubre de 1988. en especial la p. 154. 4 M. Colden. Chíldhood in Class1cal Arhens, pp. 34 y ss. M

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que pueden ser pequeños animales, 15 pequeños objetos, reproducciones en miniatura de los que

u~an

los adultos y que reciben como regalo en determinadas fiestas, tales

como la carreta que Strepísades ofrece al pequeño Fidípido en Las nubes: "Recuerdo que hace añ'os, cuando tú tenías seis y que todavía no hablabas bien, te compré una pequeña carreta con mis primeras ganancias como juez", Esos juguetes servlan para enseñar a los niños cuáles eran sus respectivos papeles, de acuerdo con su sexo; si bien todos jugaban a la pelota o al trompo, las muñecas y los instrumentos de cocina estaban reseryados a las niñas, 16 y las carretas y los aros a los niños, distinción que confirmaba y acentuaba la diferenciación de los sexos que los médicos y los filósofos empezaban a feorizar, y la sociedad consideraba fundamental. 17 A los siete años, pasan del hogar a la escuela. En Atenas, la escuela ya existla desde el siglo V, financiada por las familias y, por tanto, sólo era accesible a los niños de las clases acomodadas; se practicaba la gimnasia bajo la dirección del "pedotribio", se apren­ día a tocar un instrumento (bajo la dirección de un citarista), a cantar y a bailar, se daban nociones de gramática, lectura y despuéS de escritura con el didaskalos. 18 En Atenas, la asistencia a la escuela no representa ese cambio abrupto que marca en lacedemonia la entrada al "rebaño", que es una ruptura con la pequeña infancia y con la familia; sin embargo, en los siglos V Y IV implica una determinada experiencia de separación: aun cuando, a diferencia deljoven espartano, el niño no abandona totalmente la casa duran­ te varios días, puesto que retorna a ella despuéS de las horas de clase, el hogar es un sitio del ,que se separa, y el "pedagogo", el esclavo encargado de acompañarlo, de pro­ tegerlo contra los peligros de la calle, de hacerle repetir sus lecciones, de vigilar sus buenos modales en público,19 ayuda al niño en la transición, al igual que sus pequeños camaradas del barrio con los que va a la escuela y con los que regresa, bastante ligero de ropa, incluso cuando nieva, como nos lo cuenta Aristófanes cuando nQ~ l1al?~a de la antigua educación ateniense (Las nubes, 964-965). A pesar de todo, a direrencia de Esparta, y si damos fe de lo que dice Platón en Las leyes (793e- 794b) cuando habla de los grupos

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niños que juegan en los patios de los templos, vigilados por las nodrizas

y más tarde en la escuela,2o en Atenas no existia, al parecer, una sociedad infantíl orga­

Véase lo que escribe A. Durand en Jouer dans l'Antiquité, pp. 64 Y ss.

M. Manson. "Le droit dejouer... ". art. cit., pp. 133-138.

11 Véase S. Campese, P. Manuli y G. Sissa. Madre Materia. Sociología e biología della donna

greca, Turín. Boringhieri. 1983; y G. $issa, ·Philosophie du genre. Platon. Aristote et la

différence des sexes". en G. Duby y M. Perrot (comps.), HístoÍre des femmes en OCcident, t.

I (bajo la dirección de P. Schmüt-Pantel). L'Antiquíté. París. Plon, 1990, pp. 65-99.

18 Véase H.-I. Marrou, Histoíre de J'éducation dans I'Anciquité, pp. 74-86.

19, Esas buenas maneras (modestia. respeto a Jos adultos. guardar silencio. no aparecer en

las plazas. rúblicas ni en los baños) fueron la gloria de la antigua educación ateniense.

véase Aristófanes. Nuées (Las nubes). pp. 961-1088.

20 M. P. Nilsson, en Die Hellenístische Schule. Munich. Beck, 1955. p. 2. señala escuelas

elementales en las colonias jonias en el siglo v. que tenían entre 60 y 120 alumnos.

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realizan cada cuatro años), se suceden competencias deportivas, sacrificios, esp~ctáCU­ los (incluso el teatro de marionetas dedicado específicamente a los niños)25 con miras a despertar la atención y promover la participación. En los ritos y en las competencias deportivas, los paidos suelen desempeñar algún papel, ya sea solos o en grupo: en los ritos, como auxiliares,2s yen las competencias deportivas, para demostrar la excelencia de su formación gimnástica. Existen también otras épocas del año en las que el niño sale de su marginalización: el día en que, disfrazado de animal, va de puerta en puerta cantando canciones y solicitando p~queños regalos,21 o también en fiestas menores, no exclusivamente domésticas, en las que el niño goza de un lugar de honor, como durante las Antesterias ("fiesta de las flores"), fiesta dionisiaca anual (que se celebra a fines de febrero) en la que los niños reciben pequeñas vasijas fabricadas especialmente para ellos y decoradas con escenas de juegos y otros temas propios de la vida infantil.2a Únicamente en la celebración de esos ritos y durante dichas fiestas, la figura de la niña,que suele ser rara y sin relieve, aparece con alguna nitidez. Una vez másAristófanes (Liststrata, 636-647) nos evoca el itinerario de algunas niñas de buena familia en la Atenas del siglo V, es decir, de aquellas que tenlan alguna función que desempeñar en determi­ nados rituales. la Asamblea elegía, entre las familias de noble cuna, a cl,Jatro nirias de siete a 11 años para ponerlas al servicio de Atenea: dos de ellas participaban en la confección del péplos que se le ofrecerla a la diosa durante las'Panateneas y las otras dos residían cerca del templo de Atenea Poliade hasta la fecha de las Arréforas,cuando se colocaban cerca del santuario de Afrodita para distribuir objetos desconocidos pero que probablemente tenlan un significado sexual y simbolizaban el inicio de la mujer a su periodo de fecundidad. Otras niñas de 10 años, las a/étrides, estaban encargadas de moler el grano para Atenea. Otras másjóvenes, en mayor número, se reunlan cerca del templo de Artemisa, en Brauron, a unos 30 kilómetros de Atenas: vestidas con una estola amarilla, que abandonarlan más tarde, 'Jugueteaban" durante un tiempo, después del cual participaban en ritos en honor a esta diosa que también era la protectora de los niños. 29 eran pequeñas sirvientes de la divinidad, todas ellas orgullosas de celebrar, a partir de los siete años, en nombre de todas sus compañeras, el paso de la infancia a la pubertad.

Childhood in CJass1caJ Athens. p. 44.

26 Véase H. Rühfel, KinderJeben 1m kIassischen Athen. pp. 82 Y ss.

27 Ibid.. p. 79.

28 ¡bid., p. 125.

29 A. BreJich. Paídes e Parthenoi. op. cit.. pp. 355 Y ss. Fuera de A tenas. en algunas ciudades

menos importantes como Corinto y Siciona. los paidos desempeñaban un papel impor­

as Véase M. Golden.

tante en el rito.

Sobre el lugar que ocupaban las niñas en algunos rituales. véase L. Bruit Zaidman. "Les

mIes de Pandore. Femmes ct rituels dans les cités", en Hisroire des femmes. 1. l. pp. 363­ 403. Sobre las pequeñas "osas". véase también P. Vidal-Naquet. "Les jeunes. Le cru. I'enfant grec et le cuit". en J. Le Goff y P. Nora (comps.). Faire de J'histoire. t. 1lI. París. Gallimard. 1974.

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funciones sexuales, las buenas maneras y las funciones de la vida adulta' a través de la espontaneidad deljuego. Tal como lo hizo Platón a finales de la época clásica (Las leyes, 793e-794a y 798c), Aristóteles, a principios de la era helenlstica, subraya la importancia del juego en la primera infancia 35 (Política, , 336a, 25-29) y le da un sentido positivo al término paidia, que significa juego y risa, actividad sin duda poco seria, pero experiencia fundamental de los primeros años de la vida. Sin embargo, lo que caracteriza la vida del niño de la época posclásica (con sus marcadas diferencias según !os contextos en el vasto mundo helenizado que se organiza después de Alejandro) es la preocupación. pública y privada, de su educación. A partir de los siete años, la escuela se convierte en el lugar por excelencia de la edad preadulta, es donde se afirma la importancia de una vasta gama de edades (de los siete a los

20 años) en la cual los poderes públicos

(monarcas o autoridades municipales) ponen todas sus esperanzas y a la que, según el precepto.le Aristóteles, tomarla en cuenta es un deber clvico (1337 a. 33). Contamos con diversos testimonios helenísticos.36 de una escolaridad elemental más difundida, tanto para las niñas como para los nil'los.37 No siempre se trata de escuelas públicas en el sentido moderno del término: aun cuando la reglamentación de la enseñanza prima­ ria dependa de la autoridad municipal, y que las ciudades dispongan, cada vez más, de un magistrado ad hoc (paidonomos),38 la escuela no está a cargo del poder público. Además' . de los generosos bienhechores que financian, por medio de donaciones,39 escuelas simi­ lares a nuestros establecimientos primarios, es la familia, y por tanto la familia de situa­ ción holgada, la que paga a los maestros -pedotribio, maestro de citara (encargado también de ensayar los coros de niños de ambos sexos que cantaban en las fiestas pÚblicas),40 didaskalos (profesor de lectura, de escritura y de aritmética), asistido

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veces

por un hypodidaskalo~l (principio de la división en distintas "clases" de alumnos, cuyo número desconocemos 4Zy cuyas edades no eran homogéneas).43 Los profesores nunca eran muy reconocidos socialmente, pero cada vez eran más profesionales, recurrían a métodos pedagógicos complejos y, a nuestro entender, obsoleto~ (aprender a leer lIe-

Véase M. Manson. "Le droit de jouer..... , art. cit.. pp. 120 Y ss.

H.-l. Marrou. op. cit., pp. 211-222.

J7 Véase M. P. Nilsson, op. cit., p. 49.

38 [bid., pp. 57-59.

39 H.-I Marrou, op. cit., pp. 175-177.

40 Véase M. P. Nilsson, op. cit., pp. 70-71.

41 H.-I. Marrou, op. cie., p. 228.

42 Véase M. P. Nilsson. op. cit., p. 12.

43 Ibid.. pp. 9-13: y H.-I. Marrou, op. cit.. p. 222.

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JAMES BOWEN

Bowen, James (1976), "Atenas: el siglo V", "La vida pública y la formación del ciudadano", "El concepto de educación: «p::.lideia»", en Historia de la educación occidental. T. 1. El mundo antiguo. Oriente próximo y mediterráneo. 2000 a.C.-1054 d.C., Juan Estruch (trad.), 2° ed., Barcelona,

Herder, pp. 109-112,122-131 Y 131-138.

HISTORIA DE LA EDUCACIÓN OCCIDENTAL TOMO PRIMERO

EL MUNDO ANTIGUO ORIENTE PRÓXIMO Y MEDITERRÁNEO 2000 a.C. - IOH d.C.

Herder

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IV.

Atenas

las deudas que afectaban a los bienes raíces. Simultáneamente y ésta fue su segunda gran reforma - instituyó un tribunal popula¡: (heliaea) que, en su calidad de tribunal de apelaciones, limitó eficazmente la autoridad de la aristocracia. Y en tercer lugar, Solón decidió que los miembros del consejo de los Cua trociemos - el comité ejecutivo de la asamblea - fuetan nombrados directamente por la gran asamblea popular compuesta por todos los ciudadanos salvo los de la clase infe­ rior. No obstante, Solón no consiguió restablecer la paz: el conilicto entre la aristocracia y el pueblo no amainó. En el transcurso de estas luchas surgió la figura del caudillo popular PisÍstraco (561) quien, tras haberse visto obligado por dos veces consecutivas a refugiarse en el exilio, consiguió imponerse como tirano en 545 (del griego tyrannis, poder absoluto, soberanía). Pese al freno que esta tiranía supuso para la evolución de la democracia, Pisístrato sentó la base económica de la futura grandeza de Arenas. Del monocultivo de los cereales se a una agricultura basada asimismo en la vid y en el olivo, con lo que se incrementó la productividad y el volumen de las exportaciones ate­ nienses superó al de las importaciones. Pisístrato fomentó al mismo tiempo la industria de las vasijas, productora de las f..unosas cerámicas atenienses; reguló su valor en el mercado, basándose en las monedas de plata de Egina, llamadas «tortugas de mar. (la primera verdadera acuñación de moneda griega) 1, fomentando con ello el comercio; y estimuló la inmigración de artesanos extranjeros, base de un nuevo desarrollo económico. En 527 Pisístra to cedió la tiranía a su Hipias, que prosiguió la misma politica hasta su caída, en 510, corno consecuencia de la oposición coordinada de un grupo de demócratas entre los que figuraba Clistenes, elegido arconte en 508, año en que quedaron definitivamente implantadas en Atenas la constitución de­ mocrática y la supremacía de la ekklesia y de la boute. Entretanto, los persas habían invadido el Asia Menor en su movi­ miento de expansión hacía el oeste, y, junto con los medos (que les precedieron) se habían adueñado de buena parte de los territorios asi­ rios. El poder asirio, en franca decadencia, quedó reducido al sur, mientras medos y persas ocupaban el norte. En 612 Nínive cayó en 1. La isla dt Ep:ina, '¡(llad« en el goHo Sarónko. en la:;. proximidacks de Atenas, se con~ vjnió (d principal Ct~ntr·o de H<;uñ.dón de moneda de la región; las m<,medl\$ se tlJIroab.1n <JtOrtugaliD por el dibujo de la gran tortuga marina (lOe ¡imboljz.aba al dios loca!! Posidón. Las tortugas dejAron de acuñusc en 456 a.C" y en daño 404, al lctmpre-ndcr Eginl la 4iK"ñ.dón de monedll, se c:.unbió el dibujo pool C"l de una tortuga de tierra (l. u,tudo gUtcfJ). Ptro 1Ji nueva moneda jamás alcanzÓ gran púpularidad.

La democrada manos de los medos; a su vez éstos fueron rebasados a partir del año 552 por el creciente poderío de los persas, que en 538 y al mando de Ciro Locupaban Babilonia. En la década siguiente e! Asia Menor incluidas las ciudades pasaba a formar parte del imperio provocó una reduc­ persa. La presión persa sobre las ciudades ción del influjo griego sobre el Egeo, mientras Atenas, gracias a su estratégica posición, se convertía rápidamente en el nuevo centro del poder joruo. El estadista ateniense Temístocles se dio cuenta de! peli­ gro que sobre ellos se cernía, y emprendió la construcción de una poténte armada gracias a las riquezas de las recién descubiertas minas de plata de Laurion. Atenas se convirtió así en una potencia naval. Cuando los persas invadieron el· continente griego fueron derrotados en Maratón en 490, y de nuevo en la batalla naval de Salamina diez años más tarde; un año después, en 479, recibían en Platea el golpe de gracia definitivo a manos del contingente espartano. En efecto, mu­ chas de las ciudades griegas se habían unido bajo la dirección esparta· na para hacer frente a la amenaza común; pero después de Platea ·105 espartanos se retiraron de la alianza (478) a raíz de una serie de fric­ ciones con Atenas. Fue, pues, esta última la que prosiguió y concluyó el conflicto con los persas (batalla de Micale), a la par que adquiría la hegemonía sobre muchas de las poleis griegas. La expansión cívica y las instituciones democráticas de Atenas ejer­ cieron su atracción sobre estudiosos e intelectuales. Anaxágoras, por ejemplo, se trasladó a Atenas invitado por el gran jefe popular ateniense, Pericles (ca. 495-429 a.C,) - cuando la ciudad de Clazo­ mene cayó en manos de los persas. La nueva estructura socio-política de carácter democrático, así como la pujante economía marítimo-co­ merdal, hicieron posible un aumento del tiempo libre de los dudada­ nos. Ello provocó a su vez la aparición de nuevos estudiosos, y el des­ arrollo de nuevos tipos de saber: yesos nuevos tipos de saber engen­ draton inevitablemente nuevos tipos de enseñall2a. Por otra p~rte, el aumento de riquezas corrió parejas con un crecimiento de la pobla­ ción. En el siglo v Atenas creció rápidamente: en tiempos de Salón (un siglo atrás) la población total no pasaba probablemenre de los veinticinco mil habitantes; en la época de Perícles, en cambio, la población total era de unos ciento cuarenta y cuatro mil babitantes, de los que veintiún mí! aproximadamente eran ciudadanos varones~. 2.

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Atb,.i4. D'"'0""'1 (1957, p. 76,.)

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IV. Atenas

La vida pública y la f011l1ación del ciudadano

Los atenienses heredaron, claro está, las tradiciones míticas de sus antepasados, y las propusieron generalmente como justificación sub­ yacente a su modo de enfOCllr la problemática de la educación de los jóvenes. Platón no es el único que insiste en la creencia tradicional que hacía de Homero el gran maestro de los griegos 2.; en muchos de sus contemporáneos del siglo IV hallamos el mismo tipo de co­ mentarios. Sin embargo, no cabe duda de que ya en el siglo vesta perspectiva de tradicional respeto y reverencia era considerada in­ adecuada por muchos, y era objeto de muchas críticas. Al examinar 24. PLATÓN, Rtpúbtic6, 606E¡

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La vida pública y la formación del ciudadano

la cuesuon más detenidamente nos damos cuenta de la complejidad del proceso de educación del niño. La preocupación por la educación se cifraba únicamente en los niños de sexo masculinO'. Como en otras ciudades griegas la criatura - ya fuera niño o niña - era detenidamente examinada al nacer; la ausencia de defectos o malformaciones congénitas era determinante para decretar su supervivencia. Pero a diferencia de Esparta, la de­ cisión correspondía en Atenas al padre, y no al Estado. El niño varón quedaba entonces en casa, al cuidado de su madre y de los esclavos de la familia, si los había, durante los primeros seis años de su vida. Una vez cumplidos los seis años comenzaba la tarea de formarle como futuro ciudadano: no está claro, sin embargo, si ello era legalmente obligatorio o si obedecía sólo a la presión de las costumbres socia­ les. Dos textos de Platón parecen sugerir que la educación de los atenienses libres era obligatoria, pero resulta sumamente curioso que no haya prácticamente ningún otro testimonio en el mismo sentido. En una ocasión Platón escribe: «¿Acaso no eran justas las leyes (nomoí) educativas que obligaban (parangellontes) a tu padre a edu­ carte física y musicalmente? lO> 25 La dificultad de interpretar este texto en el sentido de la obligatoriedad se debe al hecho de que nomos puede significar Costumbre a la vez que ley, mientras que parange­ llontes puede asimismo tener un significado menos fuerte, en el sen­ tido de recomendación 26. El supuesto mandamiento implícito en la afirmación de Platón queda, en efecto, suavizado por una segunda afirmación hecha en otro contexto: «esto (a saber, el hecho de dis­ poner que a los hijos se les enseñe a leer y escribir, junto con la música y la educaci6n física) lo hacen sobre todo quienes disponen de mayores medios, y los que disponen de mayores ·medios son los más ricos» rI. Por otra parte, ¿a qué leyes - o a qué costumbres­ está refiriéndose Platón? La interpretación más frecuente suele atrio buir la promulgación de semejantes leyes a Dracón o a Solón, ba­ sándose en el discurso de Esquines Contra Timarco, del año 345 a.e. «Recordaréis», escribe, conciudadanos, que Dracón y Solón "dict¡;­ 25. Lot. dQ$ textos de Platón $On erilólt, 4& )' 5Od~ el segundo de: (:110$ c:s d que aquí s.e cha. En d mÍlmo fet'ltido ptl't'Ct abundar. EsQutNf.5, Co,,¡ra Tim~rco. 7·12. 26. La cuesti6n ha ,ido susdttlda y comenud, por HARVEY. O.C., p. m, n. Q 1(), Ot:m dos paujes dd Criló1I ptrecen .punt.r, en cambio, I la yolunuriedjd: .Esrís desamparando" tuS hiios, cuando pudrlas estar educándol(s~, ~5d; y .dí Que: dc.s~$ vivir V:¡¡r¡ tuS hijos, p.a~ edu­ csrles_, 54a.

27~ PLATÓÑ,

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ProfJ!Ot4S,

~26s,

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IV.

Atenas

atestiguarlo, y también por cuanto parece ser que los chiquillos no siempre empleaban las tablillas de cera, sino que a menudo se recu· rría igualmente a las superficies duras de los pedazos de vasijas de harro (ostraka) y las pizarras. Cabe también, por supuesto, otra ex­ plicación perfectamente razonable: a saber, que se empleaban ambos métodos, el de las acanaladuras para los principiantes y el de las lineas para la etapa siguiente del aprendizaje. Una vez aprendidas las letras del alfabeto, debían comenzar a combinarse en: e sí, for­ mando primero sílabas de dos letras (consonante y vocal) para pasar luego a las sílabas de tres letras y a las palabras monosilábicas. Pare­ ce ser que posteriormente los chicos habían de aprender a reconocer, a escribir y a pronunciar palabras de dos, tres y cuatro sílabas. En el siglo 1 a.e. encontrarnos de hecho una confirmación de esta secuencia en el siguiente texto de Dionisia de Halicarnaso: Al aprender a leer, aprendemos en primer lugar los nombres de las letras, luego sus formas y valores, para seguir con !.as sílabas y sus propiedades, y con las palabras y sus inflexiones (sus formas más largas y más breves, y sus declina. ciones) ... Entonces podemos empezar a leer y escribir, muy lentamente al prin. pio, sílaba por sllaba. Cuando, con el tícmpo, nuestra memoria llega a retener las formas de las palabras, podemos ya leer con soltura y enfrentarnos con cualquier libro que nos tiendan sin tropiews, con una facilidad y una rapidez incrc:lbles JI.

Por lo que sabemos, el aprendizaje de los números se regía por un sistema semejante. Antes del siglo III a.C. los números se expre­ saban gráficamente con los llamados numerales áticos, los cuales - ex­ cepto el uno que era simplemente un palo vertical (corno la ;otl1)­ correspondían a las iniciales rr, ó., H, X, y M de las palabras griegas cinco, diez, cien, mil y diez mil. Los números intermedios se escribían a base de combinaciones de estos signos fundamentales 32. Eri el siglo v se introdujo en Jonia otro sistema de numeración escrita· que recurría a las veinticuatro letras del alfabeto más otras tres formas arcaicas, con lo cual se obtenían tres series de nueve cifras que permi. seguid... &niunin Jowett y AIíred CroÍlet QPtltl en ¡us traducciones por dta última inter­ pretaci6n. En el f!lismo pírra.(o del Profágoras, la frase 1'0'\, ¡,t1;ttt..> .3flVO', y~~.., "\6)V ~I\olV (_pan aquellos niños que todavía 00 Nlx:n escribir bien.. ) parece c.xctuir • los muy principÍ&Jlta. JI. Citado por G.M.H. GltJllE. Gruk "'• • Ro",•• C,iticI (1965). p. m, • psnir tk L. R.DEJt......CH... y H. uW<!~. Vio.,.sli H.Ucarn'JSi opusc,,/a (19(81. vol. n, 193. 4. 32. Se trlll-l de: un sistema rel.ti....mente próximo al empleado par 10$ romanos, que aiSle IOOavía hoy. Las letras- grieg4$. utifj¡.adas eran l.u ,igLlJentes: Ir inicial de la 1014, para el núme­ ro 1: n. de p,.t<. 5: A. tk ..... lO: H, d. lOO, X. de khilioi. 1000; M, tk "':I"ioi, 10 000.

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La formación del caráCtCI

lÍan escribir las unidades, las decenas y las centenas. Un breve trazo Ínferior precediendo cada uno de estos signos indicaba su multiplica­ ción por mil. Este sistema alfabético, en el que alpha correspondía al uno, beta al dos, gamma al tres, etc., no tuvO aceptación oficial y, por consiguiente, parece que no pudo introducirse en las escuelas antes del siglo In a.e.

La formación del carácter: la múrica y la educación física La mUSlca y la educación física constltUlan las bases en las que descansaba buena parte de la vida c..-ultural ateniense. En cuanto el niño ha aprendido las letras. dice Platón. ... y comienza a entender lo que está escrito ... le ponen en las manos las obras de los grandes poetas, que lee sentado en un banco de la escuela; en estos IX» mas se contienen muchas exhortaclon<:$, y muchas historias, y alabanzas, yen· comios de las figuras célebres de la antigiiedad, que el niño ha de aprender de memoria con el 6n de que susciten en él el deseo de imitarlos o emularlos y de llegar a ser como ellos. Asimismo, los ma~tros de la lira se ocupan tllJtlbién de que su joven discípulo sea templado y no cometa desaguisados; y una vez que le han enseñado a manejar la lira, lo introducen en la poesía de los otros grandes poetas, los poetas líricos; y estos poemas los ponen en música, y hacen que el e.splritu del niño se familiarice con sus armonttas y sus ritmos, a 6n de que aprenda asl a ser más comedido, y armonioso, y rítmico, y se prepare asl para la palabra y para la acci6n: porque la vida del hombre está constantemente necesi. tada de armonía y de ritmo 11.

A partir de sus sencillos comienzos la muslca (mousike), en su sentido lato de arte de las musas, se convirtió en un arte sumamente elaborado y dotado de profunda significación intelectual. Los pita­ góricos habían hecho de ella, durante e! siglo VI, uno de sus grandes centros de interés, y de sus investigaciones surgió el estudio de la armonía. Si se consideraba que e! análisis matemático de! sonido mu­ sical nos daba la clave de la estructura del univers~; lógicamente el estudio de tales matemáticas había de ser concebido como un medio de alcanzar una comprensión profunda, e incluso de llegar al conoci­ miento último. A lo largo del siglo v la música comenzó a vincularse, aunque de forma rudimentaria, ,,1 desarrollo y formación de! carác­ ter, en un razonamiento muchas veces implícito pero no por ello menos JJ. Pu.TÓN, ProtJ,.rdJ, 32:l.<·326b.

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IV.

Alcnas La perspectiva socrática

o tekhne, se proponía proporcionar a.la instrucción retórica una serie de bases teóricas. Hasta nosotros han llegado dos de estos manuales, correspondientes al siglo IV, pero nos consta que previamente se habían escrito ya otros La existencia de numerosas tekhnPÍ da fe de la creen cia de los sofistas según la cual la retórica es un arte, y un arte que podía aprenderse por medio del estudio. Esta cuestión iba a ser ob­ jeto de grandes disputas a partir de finales del siglo v y a lo largo de todo el sÍldo IV.

La introducción de la retórica: Gorgias y Protágoras Durante el siglo v fueron sobre todo dos los pensadores que se vieron implicados en las controversias que estaban surgiendo en torno a la enseñanza de la retórica: Gorgias y Protágoras. Ninguno de los dos era ciudadano de Atenas; Gorgias (ca. 48)·)75 a.c.) procedía de Leontinos, en SiciUa, y Protágoras ((485411 a.C.) de Abdera, en la costa tracia. Probablemente fue Gorgias quien introdujo en Atenas la retórica, cuyos orígenes sicilianos suelen atribuirse a dos maestros, Tisías y Córax 39, que se propusieron enseñar a defenderse ante los tribunales a quienes lo necesitaran y careciesen de fonnación previa. No se ha conservado gran cosa de las enseñanzas de Gorgias. Sa­ bemos, de todos modos, que fue un representante de la nueva retó­ rica de las «verosimilitudes» desarrollada por Tisias y 0.Srax, que él embelleCÍa con el recurso a la metáfora, a la dicción poética y a los adornos estilísticos. Parece ser que Gorgias optó por este enfoque por cuanto los confHctos entre las distintas doctrinas filosóficas pare­ elan apuntar a la imposibilidad de un conocimiento universalmente válido; s610 cabía basarse en la opinión, la cual es a su vez suscep. tibIe de ser controlada mediante la persuasión. Según Aristóteles, Gorgias obligaba a sus discípulos a aprenderse de memoria discursos retóricos, así como baterías de preguntas y respuestas desde los dos puntos de vista contrapuestos ante una argumentación determinada 40. Protágoras es más conocido y más importante aún, pese a qUI! tamb:én se ha perdido la mayor parte de sus escritos. Sus doctrinas )9. Para Cónx, eL Al.lSTón:1.ES. Rl'IÓ'-iu, 11, 24. 11 (1402a. 18), y CIceRóN, B'lIfUl, 4{), Para ri$'¡.~. d. O:xy,bynchuf Pap;~T¡j Uf, Doc. ~lO, p, 26,.,2; es un trataóo (en di~lecto dórit.'O} soorc una serie ck sencillOi y prácticos conceptos de relórlc.a, destinados a la consecución dt 1.

magnificencia " utyV(l1'tpt1'tC~, 40, A;(tISTÓTELE.S, Rf'!UI4CiDlfrt lolfsaC4J, 18Jb. 36

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fueron en Atenas objeto de interminables debates. Su pensamiento era relativista, y del escaso y fragmentario material conservado puede deducirse lo esencial de su postura: El hombre es la medida de todas las cosas; de las que son en cuanto son, y de las que no son en cuanto que no son 41.

Protágoras era, por otra parte, un agnóstico. En otro contexto, declara: En cuanto a los dioses, no puedo saber ni si existen ni si no existen. Muchos sao, en efecto, los obstáculos que se oponen a este conocimiento, desde l. oscu· ridad de la cuesti6n hasta la brevedad de la vida bumana 42.

La perspectiva socrática Pese a la fama alcanzada por Gorgias y Protágoras, la gran figura indiscutible de la sofística de finales del siglo v es S6crates, que ejerció sobre la evolución de la educación en Atenas un influjo muy notorio. Sócrates (469·399 a.c.) nació en una familia humilde: su padre era escultor, y su madre comadrona. Lo poco que sabemos de su vida lo debemos a las narraciones de dos de sus discípulos, Jeno. fonte y Platón, la versión del segundo de los cuales es la que se ha hecho popular y famosa. En sus diálogos Apología, Crit6n, Eutifr6n y Fedón, escritos muy probablemente en el transcurso de la década que siguió a la muerte de Sócrates, traza Platón un retrato del gran pensador y de su obra. Algunos sofistas gozaban de bastante mala fama ante la opllllOn pública, por cuanto muchas veces se limitaban simplemente a hacer negocio con la educación. Sócrates se cuidó bien de d~lidarizarse con ellos y, en contra de la costumbre de la inmensa mayoría, se negó a percibir emolumentos. Vivía .con gran frugalidad, gracias al parecer a una renta personal y a donativos de sus estudiantes. A lo largo de toda su vida fue un hombre valeroso, tanto física como mo­ realmente; en repetidas ocasiones sirvió en el ejército. En sus años de madurez, y junto con un círculo de amigos, Sócrates elaboró el estilo 41. E. ZaL", Ú"lIin" 01 lb. Hirlory DI G".k PbílOlophy (Londres 1886l, ¡ocluido en T.V. S"'ffi (díc.l. PhiloIOpó<rl Sp'4k lar Tb",,,et.<t; Fro", .Tha/., Jo PI4tO (l9"'l, p. 60.

42 Le.c.

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IV.

Atenas

que todos los padres trataban de dar esta formación a sus hijos por todos los medios a su alcance. Los ejercicios podían ser de grupo, aunque lo más frecuente es que fueran individuales. Los entrenadores iban de un lado para otro, enseñando las distintas clases de llaves y de golpes en la lucha, o la forma de efectuar los saltos de longitud y el lanzamiento de la jabalina y del disco; posiblemente la natación era otra de las actividades incluidas en e! programa. Dada la impor­ tancia que se concedía a la salud,' se fomentaban las actitudes de mo­ deración en el comer y en el beber; la doctrina de la moderación en todas las cosas se aplicaba a la vidá física tanto como a la social y política. A finales de! siglo v y comienzos del IV, e! gymnasiol1 se había convertido en una institución griega de primera magnitud. Tres de ellos destacaban particularmente en Atenas: la academia, el liceo y el kynosarges. Los ancianos se congregaban en ellos para observar los ejercicios de los muchachos - y para aplaudir a sus favoritos - . y llegaron a construirse tribunas especiales para que pudieran acomo­ darse 36. Esta costumbre de los ancianos de reunirse en los gymnasia data ciertamente ya de finales de! siglo v;'si bien no parece probable que en esta época se modificara ya la arquitectura con este propósito. Pero. en e! siglo IV algunos maestros abrieron escuelas adyacentes a los distintos gymnasia, y dos de ellos adoptaron incluso sus nombres: :platón en la Academia y Aristóteles en el Liceo.

El servicio militar Parece ser que los ejercIcIos físicos del gymnasion no estaban

originalmente relacionados con el servido militar; pero lo cierto es

que en el trans<:urso de! siglo v los gymnasil1 se convirtieron en el

lugar más adecuado para realizar los ejercicios de adiestramiento mio'

litar. Atenas no podía permitirse la imprudencia de desatender sus

defensas, ni había renunciado por 0Ira parte al ideal homérico; de suerte que, al igual que los demás estados, exigió de sus ciudadanos un servicio militar, que en el caso de Atenas' se limitaba a un período de dos años. A los dieciocho años el joven recibía el status legal de 36_ VltRuvm. D(' Qr(hlt~ClLl.'tJ, v. e KI, 1: V. e x. 2, .. ConUitu'01ur IllUcm in tribus porti­ (ibus txhedne spatlosac=, habe"mes sedes. in qvibus philosophi. rnefores rdiquique. Q'lJi .!itudiil

tll:lt(lantuf¡ ~rleot~s displ!tare pos:o<im .•

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El concepto de educación

ephebos, término en el fondo fisiológico para designar a un muchacho en la culminación de su adolescencia. A esta edad comenzaban los jó­ venés su entrenamiento en serio en el gymnasion, a la par que inicia­ ban los trámites para acceder a la plen~ ciudadanía. Ante todo ten(an que inscribirse en los registros de su demos (municipio o cantón), y luego, en una ceremonia especial que se celebraba todos los años, llamada dokimasia, los jóvenes de dieciocho años habían de probar ante una comisión especial del consejo la legitimidad de' su ¡úbreso. Entonces se les cortaba el pelo en un rito especial, y hadan un jura­ mento militar, prometiendo obediencia a la autoridad establecida, fidelidad a la religión de sus padses, y lealtad a sus camaradas en el campo de batalla n. Tras esta ceremonia iniciaban un año de forma­ ción militar durante el cual se les adiestraba probablemente en los . ejercicios propiamente militares, por contraposición a los ejercicios meramente preparatorios del gymnasion; y el segundo año lo pasaban sirviendo en la frontera. Durante todo este pedodo los ephebi eran fácilmente reconocibles par su uniforme, la capa corta y rectangular o khlamys y e! ancho gorro o petasos. La institución de la ephebeia no existió más que en Atenas, y sus orígenes nos son desconocidos; por primera vez se oye hablar de ella en el siglo IV·. No cabe duda de que sus actividades fueron ipicialmente de tipo estrictamente mi­ litar, si bien con el tiempo fue transformándose progresivamente en instituci6n cultural, ética y educativa, y perdió buena parte de su carácter castrense. Durante los dos años de servicio militar los jóvenes estaban e::entos de contribuciones y nb pad[an ser perseguidos' judi­ cialmente; al licenciarse asunHan los plenos derechos dvicos, así como las responsabilidades a ellos inherentes.

El concepto de educación: «paideia,.

Durante siglos y siglos se había preocupado el hombre de la for­ mación e instrucci6n de' sus hijos, de la extensión cultural, y de la elaboraci6n de teorías explicativas de los grandes procesos cósmicos. Pero la civílizad6n ateniense del siglo IV fue la primera que unió 37. O. O.W. RElNl>rtmi. Tb, G.."I, 01 ,"" AI"".i,. Ep"""¡', .Trans. Ind Proc. Am<tican Philologícll A.."dation. ¡nxn¡ (1952), p. }4.j(). O. p. 4Os.

.:ss, Ibid., p. 41. Re\Mlutb ,dQce cit:nu Pf'U('MJ. en <1 ~nddo de que los orr~ de la tpbt~ill K ~nt.n hana el slslo v a.C .

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IV,

Atenas

garquía había procedido en A tenas a una quema pública de las obr3.'i del sofista agnóstico Protágoras. Pero los auténticos motivos de la acusación son difíciles de aeterminar. Muy probablemente se COD­ fiaba en obtener con ello el exilio voluntario de Sócrates. que con­ taba ya setenta años, En cualquier caso Sócrates fue declarado cul­ pable, y durante el proceso exasperó de tal modo a los jueces que éstos votaron la pena de muerte, cuando un castigo muy inferior hu­ biese sido más normal; los mismos jueces r~azaron asimismo su oferta - hecha a instancias de sus amigos - de pagar una multa a cambio. Sócrates fue ejecutado, y su herencia intelectual se pro­ "longó durante el siglo IV en el pensamiento de Platón, el más im­ portante de sus disdpulos.

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T'iI

ColecCión TESIS YPRAXIS Aguado Díaz, Antonio León (1995), "El XVII Y el XVIII, el gran encierro", en Historia de.las deficiencias, Juan José Utrilla (trad.) Madrid, Escuela Libre Editorial, (Tesis y Praxis) pp. 107-116.

ANTONIO LEON AGUADO DIAZ

Catedrático de E.U. de Psicobiopatología

de las deficiencias

Universidad de OVIEDO

HISTORIA

DE LAS

DEFICIENCIAS

I~

ESCUELA UBRE EDITORIAL

MadrId, 1995

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_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _mSTORIA DE LAS DEl'lClBNCIAS

Siguiendo al mismo Scheerenberger (1984), el XVIII es protago­ nista de una serie de avances en medicina qlle revierten positivamente en la deficiencia menta\, como la circulación de la sangre, la vacuna contra la viruela, los avances en el estudio del sistema nervioso y la . expansión del conocimiento del cerebro, de la epilepsia y de la hidro­ cefalitl. En cuanto a los protagonistas de estos progresos, Francis Glísson (1597-1677), profesor inglés de anatomía y estudioso del raquitismo, identifica el origen de la hidrocefalia. Roben Pemell (7­ 1653) publica un extenso texto sobre enfennedades de la cabeza, ín­ cluyendo la epilepsia, para la que propone cuarenta y cinco trala­ mientos posibles. Franáscus Sylvius, Silvio, (1614-1672), brillante anatomista cerebral, describe la epilepsia y atribuye la deficiencia men tal a ella asodada a las convulsiones repetitivas (73). Volviendo a los protagonistas de los avances del XVlII, Walter Harris (1647-1732) es uno de los primeros que llama la atención sobre la herencia y también sobre los riesgos del 'consumo de bebidas alcoh6licas por los niños, que puede debilitar su inteligencia. Wolfgang Hoe fer (1614-1681), médico vienés, proporciona la primera descrip­ ciónextensa del crecinismo, que atribuye a la alimentación y a la educación. Phillippus Jacobus Duttel publica en 1702 la primera monografía científica sobre defectos collsénitos. Robert Whytt (1714­ 1766)'propone en 1768 la descripción más elaborada de la hl/roce­ (73) Curiosa rustoria la de la tpilepsia, Conoada desde la antigüedad y conside­ rada la mfmmdad sagrada, Hlpól-rates la quila tal carácter sagrado al incluirla en su Icor(a genera! de los humores y reladonarla con la !lema y, por lanto. recalcar su orlgn! b¡oflsico. El cristianismo la juzga resultado de una posesión diabólica. Durante la edad media y el renadmiemo, tales creencias conviven con concepciones más ma­ terialistas, como Paulus Bagellardus, que la atribuye a una obstrucción d( li1S vmtriculos aubrales. No obstanle, Mellinger la considera resultado de la conducta inmoral dt la madre, sospechas sobre la vida de la progenitora que también se aplican frecuente­ mente en casos de defidencia mental. L6pez Piñero (1969, p.74) recoge un fragmento de San Isidoro de Sevilla (570­ 636) sobre la epilepsia que reprodudmos literalmente por su interés: • La epilepsIa. llamada así porque aprehende al cuerpo al mismo tiempo que a la mente. Los griegos designan con la palabra ilpil(psían a la acóón de coger. Se forma siempre que existe una abundancia de humor melancólico contrario en el cerebro. Esta enfermedad se denomina también caduca porque el atacado por ella se cae al sufrir el espasmo. BI vulgo llama a estos enfermos Il/n4ticns, porque en ellos ve la acción de los demonios por medio del curso de . la luna, Se denomina también enfermedad rnmidal, la mayor y la que dura más tiempo. Su virulencia es tan grande que un hombre fuerte cae a! suelo eman­ do las babas. Se dice comidal porque los gentiles abandonan los comicios cuando alguien era atacado por ella •.

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LA PRIMERA REVOLUCION EN SALUD MENTAL

falía. Finalmente, Philíppe Pinel (1745-1826), fundador de la psi­ quiatría en Francia, quien en 1801 publica su famoso Traité medl­ co-philosophique sur j'aliénation mentaJe, texto sobre clasifíca­ ción de las enfermedades mentales, basada más sobre los órganos lesionados que sobre los síntomas, obra en la que habla de demencia y de idiocia, que considera bastante afines, aunque sí distingue cla­ ramente entre formas congénitas y adquiridas e identifica diversos niveles de funcionamiento intelectuaL Estos protagonistas, en cr :1­ secuencia, hacen avanzar el estado de los conocimientos de la de­ ficiencia mental a lo largo del período que nos ocupa, por lo que se puede hablar de cierto reconocimiellto de la deficiencia mental como entidad que goza ya de una comprensión más perspicaz aunque todavía limitada, como afirma Sdleerenberger (1984, p_57), quien ademéÍs escríbe: "Se había expandido el conocimiento humano del cerebro, la epilepsia y la hidrocefalia. Con todo, la etiología y la patología de las dos últimas seguían siendo un misterio, Se había llamado la atencióp de la clase médica sobre la herencia y se había identifi­ cado otra forma clínica de deficiencia mental, el cretinismo. Acaso el mejor compendio de los conocimientos acumulados a finales del siglo xvm en el campo de la deficiencia mental esté consti­ tuido por la obra de Pinel Traité medico-philosophlque sur l'aliénation mental e, publicada en 1801».

*

*

En cuanto a las discapacidades físicas, el renacimiento, como ya se ha dícho, supone un gran avance para la cirugía en general y para la ortopédica en particular, especialidad que experimenta considera­ bles progresos, por lo que puede hablarse de inicio de la fase moderna de la cirugía ortopédica (74). Varios son los protagonistas de estos avances en el tratamiento de las discapacidades físicas. El ya men­ cionado Ambroise Paré (1510-1590), cuya figura llena el siglo XVI, padre de la cirugía moderna (75), gran impulsor de la cirugía ortopédica y creador de varios artificios protésicos, muchos de ellos ingeniosos y originaIísimos, como un brazo artificial móvil y la primera mano (74) Parreño (1978), . (75) LÓpez Piñero (1969, ps.115-118) reproduce un fragmento del Opus para­ mirum (1530131) en el que Paré desClibe su aprendlzaje del arte d( la cirugfa, apren­ dizaje que tiene Jugar acompañando a lo's ejércitos de Francisco 1. Es decir, los progresos de la drugía están ligados a La medidna militar, a los mutilados e inválidos d( gl/erra, idea sobre la que volveremos.

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IIISTORIA DI! LAS Dl:1¡'1CIEHCIAS

3.

hijo deficiente a la ira de Dios o a la acción de Satán: entre los acusados en el proceso de Salem, verano de 1692, está comprobado que deficientes mentales

Ya que hablamos de las colonias inglesas de Norteamérica, siga­ moscon algunos datos más. Durante la primera mitad del XVUl, como consccuencía del fuerte crecimiento de la inmigración, mu­ chos deficientes mentales son vendidos como esclavos. También exis­ te el emplazamiento externo, consistente en indemnización a quien tomara a su cargo un deficiente. Por otra parte, se aplican las leyes isabelinas de pobres que establecen la responsabilidad local para con los necesitados y también deficientes mentales. En aplicación de tal legislactón. en 1662 se construye el primer hospicio norteamericano en Boston; en 1771. el primer orfanato y el primer asilo de caridad, en 1773, ambos en Filadelfia; en 1727, el primer correccional en Conné­ tlea. Benjamín Franklin, en 1751, impulsa la creación del primer hospital quc dispone de secciones separadas para deficientes y enfe~­ mosmenlales. Finalmente, en 1773 se crea en Virginia el primer hospital o institución exclusivamente dedicado a deficientes mentales. Como anécdota, en esta época se populariza como referente para los deficientes mentales el término dunce, obstinado, torpe e incapaz de instruirse, acuñado por los protestantes en referencta al teólogo escolástico Duns Escoto (1265-1308) por su torpe defensa del Papado (79).

......

A socaire del producto más representativo de la primera revolu­ ció¡t en salud mental, las instituciones manicomiales, se va a producir el ¡ntem~miento masificado, e/sran encierro (BO). Es de destacar que estas instituciones son destinadas tanto para trastornados como para defi­ cientes mentales (81): ..Ya fuesen mentalmente trastornados o UC1l"I"lH'-->, consideraba víctimas de deficiencias íntelectuales o de jui dos tipos de afecciones siguieron confundiéndose en la mente del vulgo durante muchos <tilos •.

Scheerenberger

(1984). Kanner (1964); Scheerenb.. rger (1984).

la m¡;¡rginación de la irracionalidad, como

(81)

.;:;;

Scheerenberger (1984. p.50).

preCiere

En línea con la historiografía crítilAl de la psiquiatría (82), que ya vimos en su momento, García GarCÍa (1988a, ps,62-63) escribe: "Los Siglos XVII y XVIII, período de la Razón de la Luces, son también de violencia y sombras ... Se produce la indiscriminada segregación e imernarruento de todos aquellos que no siguen a la Razón imperante. Quien mostraba ausencia de razón en cualquie­ ra de sus formas, razón lógica, política, moral, pragmática, era encerrado., Por su parte, Scheerenbergcr (1984, p,48) describe el variado tipo de instituciones que sirven a estos menesteres:' «Monasterios, hospitales, centros de beneficencia, cárceles. asilos, relugios de apestados, correccionales, almacenes y otros edilicios que, casi siempre, habían perdido su utilidad originaria ... muchos. si no todos, eran menos que aceptables». Nuestro autor considera que en este tipo de instituciones. hos­ picios, orfanatos. prisiones, manicomios, se proporciona a los inter­ nos peor vida que anteriormente. Como confinnación, menciona algu­ nos datos escalofriantes: de los 2.000 niños trasládados en 1670 al Hospital para Niños Expósitos de París, el 75% muere en los tres meses siguientes; de los 10.272 lactantes internados en el Hospital para Expósitos de Dublín, de 1775 a 1796, es decir. en 21 años, tan sólo sobreviven 45.' Reclusión, hacinamiento, celdas oscuras, hambre, faha de asistenda, crueldad de trato, etc., sin olvidar cadenas, gri­ lletes, celdas de castigo y otros aparatos espec~ales, como el baúl enrejado para pactentes violentos, la IAlma de AubaneJ, etc., etc., en suma, todo tipo de violencias que aparecen por doquier. en especial en relatos sobre el Bethlem Royal Hospital de Londres o el Hófel Dieu de París, los dos más famosos de la época, y que quisiéramos eludir para no dar la Impresión de cargar las timas. Pinel y Tuke son referenctas sobradas. Scheerenberger menciona dos excepciones a este trato tan inhumano: el Hospital Mansur de El Cairo y el résimen familiar implantado por la ciudad belga de Gheel. Sin embargo, este régimen de asistencia farnillar es ampliamente criticado, como por Esquirol, quien observa cadenas y argollas, o por otros que lo acu­ san por su incapacidad para impedir «la comunicación entre los sexos". Finalmente, Kanner (1964) y Scheereoberger (1984) descartan por

D6rner (1974). (82)

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LA PRIMERA RIlVOLUCION EN SALUD MENTAL

Susz (1975); Poucaull (1979).

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':,,:)rr~Q ::'l~iffia manifest¿d~L .le ir",teré: de e~~:~'H _.-~s :..!giú".- !,~; que' mencionar la educaciórz especial. De siempre la ecL:cacór, es exc[ysiva para Jos hijos de acomodados. En el J...rvm, la educa­ ción impartida a escolares, normales y defícientes, cambia como consecuencia de los progresos en la educación de sordos y ciegos y de las aportaciones de cienos reformadores pedagógicos. Entre estos reformadores, hay que destacar a Rousseau (1712-1778), Johann Pestalozzi (1746-1827) Y Friedich Frobel (1782·1852), cuyos prin­ cipios, de forma más directa los de estos dos últimos, orientan a los pioneros de la educación de los defidentes mentales (88).

* • * Precisamente este incipiente germen de la educación especial junto con el tratamiento moral y la terapia ocupacional y sin olvidar los progresos en el conocimiento médico, constituyen los principales avan­ ces de los siglos XVIi y XVIII que se desarrollan más ampliamente en el siguiente, el XIX, que abordamos de inmediara, De'momento. recalcar que eSlOS avances, graduales y lentos, surgen en un contexto con el que chocan frontalmente y en el que no siempre se mantienen, recuérdense al respecto los avalares de la sordomudística o el destino de las inicialmente prome­ tedoras instituciones manicomiales; Es decir, a pesar de tales logros, la vida de los deficientes no es mejor que la de épocas pasadas.

Scheerenberger (1984, p.140), (88) Pestalozzi, innovador pedagógico. defiende principios como el desarrollo armónico y al unísono de los tres aspectos de la conducta, ImekctuaL éllco y práctico o constructivo. PrÓbel. eventual colaborador de Pestalozzi, se imeresa por la educa­ cIón preescolar y propone la edu~adón global. el desarrollo en etapas; finalmente propugna la edllcadón acompañan/e, • (87)

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11. EL GRAN ENCIERRO CompeJle intrare.

LA LOCURA, cuya voz el Renacimiento ha liberado, y cuya violencia domina, va a ser reducida al silencio por la época clásica, mediante un extraño golpe de fuerza. En el camino de la duda, Descartes encuentra la locura aliado del suef'\o y de todas las formas de error. Esta posibilidad de estar loco, ¿no amenaza con desposeerlo de su propio cuerpo, como el mundo exterior puede ocultarse en el error o la conciencia dormirse en el sueño? "¿Cómo podría yo negar que estas manos y este cuerpo son míos, si no, acaso, comparándome a ciertos insensatos cuyo cerebro está de tal modo perturbado y ofuscado por los vapores negros de la bilis que constantemente aseguran ser reyes cuando son muy pobres, estar vestidos de oro y púrpura cuando están desnudos, o cuando imaginan ser cántaros o tener un cuerpo de vidrio?" Pero Descartes no evita el peligro de la locura como evade la eventualidad del sueño o del error [ ...] No es la permanencia de una verdad la que asegura al pensamiento contra la locura, como le permitiría librarse de un error o salir de un sueño: es una imposibilidad de estar loco, esencial no al objeto del pensamiento, sino al sujeto pensante. Puede suponerse que se está soñando, e identificarse con el sujeto soñante para encontrar "alguna razón de dudar": la verdad aparece aún, como condición de posibilidad del sueño. En cambio, no se puede suponer, ni aun con el pensamiento, que se está loco, pues la locura justamente es condición de imposibilidad del pensamiento: "Yo no sería menos extravagante" l ...] En la economía de la duda, hay un desequilibrio fundamental entre locura, por una parte, sueño y error, por la otra. Su situación es distinta en relación con la verdad y con quien la busca; sueños o ilusiones son superados en la estructura misma de la verdad; pero la locura queda excluida por el sujeto que duda. Como pronto quedará excluido que é no piensa y que no existe. Cierta decisión se ha tomado desde los Ensayos { ..] Entre todas las otras formas de la ilusión, 'Ia locura sigue uno de los caminos de la duda más frecuentados aún en el siglo XVI. [...] El encaminallliento de la duda cartesiana parece testimoniar que en el siglo XVII el peligro se halla conjurado y que ra locura está fuera del dominio de pertenencia en que el sujeto conserva sus derechos a la verdad: ese dominio que, para el pensamiento clásico, es la razón misma. En adelante, la locura está exiliada. Si el hombre puede siempre estar loco, el pensamiento, como ejercicio de la soberanía de un sujeto que se considera con el deber de percibir lo cierto, no puede ser insensato [...] Se sabe bien que en el siglo XVII se han creado grandes internados; en cambio, no es tan sabido que más de uno de cada cien habitantes de París ha estado encerrado allí, así fuera por unos meses [...]

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· En s,u !uncionami~nto, o ~n su objeto, el Hópital Général'no tiene relación con ninguna Idea medica. Es una Instancia del orden, del orden monárquico y burgués que se organiza en Francia en.esta misma época [... ] Por toda Frdncia se abren hospitales generales: en la víspera de la Revolución, existen en 32 ciudades provincianas [... J La iglesia, sin embargo, no es ajena a este movimiento. Reforma sus instituciones hospitalarias y redistribuye los bienes de sus fundaciones; incluso crea congregaciones que se proponen fines análogos a los del Hópital Général. Vicente de Paúl reorganiza Saint-Lazare, el más importante de los antiguos leprosarios de París; [... ] "Se reza en común, mañana y tarde, en los dormitorios; y a distintas horas de la jornada se hacen ejercicios de piedad, plegarias y lecturas espirituales: Más aún: desempeñando un papel a la vez de ayuda y de represión, esos hospicios están destinados a socorrer a los pobres, pero casi todos contienen celdas de detención y alas donde se encierra a los pensionados cuya pensión pagan al rey o la familia: "No se recibirá a cualquiera y bajo cualquier pretexto en las prisiones de los relig.iosos de la Caridad; sólo a quienes serán conducidos allí por orden del rey o de la justicia. "Muy a menudo esas nuevas casas de internamiento se establecen dentro de los muros mismos de los antiguos !;prosarios; [... ] El clasicismo ha inventado el internamiento casi como la Edad Media ha inventado la segregación de los leprosos; el lugar que éstos dejaron vacío ha sido ocupado por nuevos personajes en el mundo europeo: los "internados". El leprosario sólo tenía un sentido médico; habían intervenido otras funciones en ese gesto de expulsión que abría unos espacios malditos. El gesto que encierra no es más sencillo: también él tiene significados políticos, sociales, religiosos, económicos, morales. Y que probablemente conciernen a estructuras esenciales al mundo clásico en conjunto. El fenómeno tiene dimensiones europeas [...] Los grandes hospicios, las casas de internación, las obras de religión y de orden público, de socorro y de castigo, de caridad y de previsión gubernamental, son un hecho de la edad clásica: tan universales como aquel fenómeno y casi contemporáneos en s.u origen [...] En algunos años, una red cubre Europa. Howard, a fines del siglo XVIII, intentará recorrerla; a través de Inglaterra, Holanda, Alemania, Francia, Italia y España, hará su peregrinación visitando todos los lugares importantes de confinamiento -"hospitales, prisiones, casas de fuerza"- y su filantropía se indignará ante el hecho de que se hayan podido relegar entre los mismos muros a condenados de derecho común a muchachos jóvenes que turbaban la tranquilidad de su familia dilapidando los bienes, a vagabundos y a insensatos [... ] Es necesariQ recordar que, pocos años después de su fundación, solamente en el Hópital Générai de París estaban encerradas 6 mil personas, o sea aproximadamente 1% de la población [... ]

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"Enemigos del buen orden, haraganes, mentirosos, borrachos, impúdicos, sin otro idioma que el de su padre el demonio, echan mil maldiciones a los institutores y a los directores de esa Oficina". Es esta la razón misma por la que deben ser privados de esta libertad, que sólo aprovechan para gloria de Satanás. El internamiento queda así doblemente justificado en un equivoco indisoluble, a título de beneficio y a título de castigo. Es al mismo tiempo recompensa y castigo, según el valor moral de aquellos a quienes se impone [...] Los pobres buenos hacen de él un gesto de asistencia y una obra de reconfortamiento: los malos -por el solo hecho de serlo- lo transforman en una empresa de represión. La oposición de pobres buenos y malos es esencial para la estructura y la significación del internamiento. El hospital general los designa como tales, y la locura misma se reparte según esta dieptomia, pudiendo entrar así, según la actitud moral que parezca manifestar, tanto en las categorías de la beneficencia como en las de la represión. Todo internado queda en el campo de esta valoración ética; mucho antes de ser objeto de conocimiento o de piedad, es tratado como sujeto moral. la miseria ha perdido su sentido místico (...] Si la locura, en el siglo XVII, es como desacralizada, ello ocurre, en primer lugar, porque la miseria ha sufrido esta especie de decadencia que le hace aparecer ahora en el único horizonte de la moral. la locura ya no hallará hospitalidad sino entre las paredes del hospital, al lado de todos los pobres. Es allí donde la encontraremos aún a fines del siglo XVIII. Para con ella ha nacido una sensibilidad nueva: ya no religiosa, sino social [...] Antes se le recibía porque venía de otra parte; ahora se le va a excluir porque viene de aqui mismo y ocupa un lugar entre los pobres, los míseros, los vagabundos. la hospitalidad que lo acoge va a convertirse -nuevo equívoco- en la medida de saneamiento que lo pone fuera de circulación [... J Antes de tener el sentido medicinal que le atribuimos, o que al menos queremos concederle, el confinamiento ha sido una exigencia de algo muy distinto de la preocupación de la curación. lo que lo ha hecho necesario, ha sido un imperativo de trabajo. Donde nuestra filantropía quisiera reconocer señales de benevolencia hacía la enfermedad, sólo encontramos la condenación de la ociosidad. Volvamos a los primeros momentos det "encierro", al edicto real de abril 27 de 1656, que hacía nacer el Hópital Général. Desde el principio, la institución se proponía tratar de impedir "la mendicidad y la ociosidad, como fuentes de todos los desórdenes" [ ... ] En 1532, el Parlamento de París decidió el arresto de los mendigos para obligarlos a trabajar en las alcantarillas de la ciudad, encadenados por parejas [... ] En el momento en que Enrique IV pone sitio a París, la ciudad tiene alrededor de 100 mil habitantes, de los cuales más de 30 mil son mendigos [...] un decreto del Parlamento, en 1606, ordena que los mendigos sean azotados en la plaza pública, marcados en el hombro, rapados, y finalmente expulsados de la ciudad; [...]

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Cada casa de internos en Alemania tiene su especialidad: se hila principalmente en Bremen, en Brunswick, en Munich, en Breslau, en Berlín; se tiñe en Hannover. Los hombres muelen la madera en Bremen y en Hamburgo. En Nuremberg se pulen vidrios ópticos; en Maguncia, el trabajo principal consiste en moler trigo [... ] En Inglaterra, se buscan aprovechar en la mejor forma, es decir, lo más barato posible, toda la mano de obra disponible [...] se crean pobres en una región bajo el pretexto de suprimirlos en otra; "es darle a uno lo que se le quita a otro, poner un vagabundo en el lugar de un hombre honrado, y obligar a éste a encontrar un trabajo para hacer vivir a su familia". Delante del peligro de la competencia, las autoridades permiten que el trabajo desaparezca paulatinamente [...] Cuando se crea el Hópital Général de Paris, se pretende ante todo suprimir la mendicidad, no darles ocupación a los internos. Parece, sin embargo, que Colbert, como sus contemporáneos ingleses, vio en el trabajo de las casas de asistencia, a la vez, un remedio para el desempleo y un. estimulo para el desarrollo de las manufacturas [...] Todo el beneficio se reparte entre el hospital y el empresario. Hasta en París se intenta varias veces transformar en fábricas los edificios del Hópital General. [... ] La época clásica utiliza el confinamiento de una manera equivoca,' para hacerle desempeñar un papel doble: reabsorber el desempleo, o por lo menos borrar sus efectos sociales más visibles, y controlar las tarifas cuando existe el riesgo de que se eleven demasiado. Actuar alternativamente sobre el mercado de mano de obra y los precios y los precios de la producción. En realidad, no parece que las casas de confinamiento hayan podido realizar eficazmente la obra que de ellas se esperaba. Si absorbían a los desocupados, era sobre todo para disimular la miseria, y evitar los inconvenientes políticos o sociales de una posible agitación; pero en el mismo momento en que se les colocaba en talleres obligatorios, se aumentaba el desempleo en las regiones vecinas y en los sectores similares. Medida por su solo valor funcional, la creación de 1as casas de internamiento puede pasar por un fiasco. Su desaparición, en casi toda Europa, a principios del siglo XIX, como centros de recepción de los indigentes y prisiones de la miseria, sancionará su fracaso final: remedio transitorio é ineficaz, precaución social bastante mal formulada por la industrializaciór:l naciente. Y sin embargo, en este fracaso mismo, la época clásica hacía una experiencij, irreductible [...] El orgullo fue el pecado del hombre antes de la caída: pero el pecado de ociosidad es el supremo orgullo del hombre una vez caído, el irrisorio orgullo de la miseria [ ... ] Todos los textos del siglo XVII anuncian, por el contrario, el triunfo infernal de la Pereza: es ella, ahora, la que dirige la ronda de los vicios y los arrastra. No olvidemos que según el edicto de creación, el Hospital general debe impedir "la mendicidad y la ociosidad como fuentes de todos los desórdenes" [...]

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actitud del corazón. El prisionero que puede y que quiere. trabajar será liberado; no tanto

porque sea de nuevo útil a la sociedad, sino porque se ha suscrito nuevamente al gran

pacto ético de la existencia humana. [...]

"Se les hará trabajar en las labores· más rudas, según lo permitan sus fuerzan y los lugares donde se encuentren." Solamente cuando hayan realizado ese trabajo -sólo entonces- se~es podrá enseñar un oficio "conveniente a su sexo e inclinación" , en la medida en que su celo en los primeros ejercicios haya permitido "juzgar que desean corregirse". Finalmente, toda falta "será castigada con la disminución del potaje, el aumento del trabajo, la prisión, y otras penas habituales en los dichos hospitales, según los directores lo estimen razonable" [...]

.

Es un fenómeno importante la invención de un lugar de constreñimiento forzoso, donde la moral puede castigar cruelmente, merced a una atribución administrativa. Por primera vez, se instauran establecimientos de moralidad, donde se logra una asombrosa síntesis de obligación moral y ley civil. r... J La moral es administrada como el comercio o la economía. [...] ¿No es acaso este el sueño que parece haber hechizado a los fundadores de la casa de confinamiento de Hamburgo? Uno de los directores debe vigilar para que "todos aquellos que estén en la casa cumplan con sus deberes religiosos y en ellos sean instruidos..." el maestro de escuela debe instruir a los niños en la religión, y exhortarlos y animarlos a leer, en sus momentos de descanso, diversas partes de la Sagrada Escritura. Debe enseñarles a leer, a escribir, a contar, a ser honrados y decentes con quienes visiten la casa. Debe preocuparse de que asistan al servicio divino, y de que allí se comporten con modestia" [...] Así, para la casa de Plymouth, se ha previsto el nombramiento de un schoolmaster., que debe reunir la triple condición de ser "piadoso. so~rio y discreto" [... ] En tierras católicas se persigue el mismo fin, pero su carácter religioso es aún más marcado [ ...] En las casas de la Charité. se vigila con sumo cuidado la ordenación de las vidas y de' las conciencias, lo cal conforme avanza el siglo XVIII aparece más claramente como la razón de ser de la internación[...] Todas estas prisiones del orden moral hubieran pOdido tener por emblema, aquel que Howard pudo leer aún en la casa de Maguncia: "Si se ha podido someter al yugo a los animales feroces, no debemos desesperar de corregir al hombre que se ha extraviado" Para la Iglesia católica, como para los países protestantes, el confinamiento representa. bajo la forma de un modelo autoritario, el mito de una felicidad social: una policía cuyo orden sería por completo transparente a los principios de la religión, y una religión cuyas exigencias estarían satisfechas, sin restricción, en las reglas de la policía y en los medios de constreñimiento que pueda ésta poseer. Hay en estas instituciones como una tentativa de demostrar que el orden puede adecuarse a la virtud. En este sentido, el "encierro" esconde, a la vez, una metafísica de la ciudad y una política de la religión. [...]

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posesión de 51 nllSlDa. en que 110 puede ellCOllU'ar otras tran:']. pas que el error, Otros riesgos que la ilusión. L:¡J. duda de Descartes libera los!lentidos de encant,amientos, atraviesa los paisajes del sueño, guiada sieOlpre por, la luz de las cosas ciertas; pero él destierra la locura en nombre del qucthida. y que ya nO puede desvariar. como no puede dejar de pensar Y dejar de ser. .. Por ello mismo se modifica la problemática de ia locura, la de Montaiglle. De manera casi im­ perceptible. sin duda. pero decisiva. Allí la tene· mos. colocada en una comarca de exclusión de donde no serú liberada más que parcialmente en la Fenom.~Tlología del Espíritu. La No-Razón del siglo XVI formaba una especie de peligTo abierto, cuyas amellazas podían siempre, al menos en dere­ cho. compl'ometer las relaciones de la subjetividad v de la verdad. El encaminamiento de la duda car­ tesiana pal'eee testimoniar que en el siglo xvu el peligro se halla conjurado y que la locura está fuera del dominio de pertenencia en que el sujeto conserva sus derechos a la verdad: ese dominio que. para el pensamiento clásico, es la razón misma. En adelante, la locura está exiliada. Si el hombre pue­ de siempre estar loco, el pensa.miento, como ejerci· cio de la soberanía de un sujeto que se considera con el ·deber de percibir 10 cierto. no puede ser insensato. Se ha trazado una línea divisoria, que pronto hará imposible la experiencia. tan familiar ~n el Renacimiento. de una Razón irrazonable, de ulla razollable Sinrazón. Entre l\Jolltaigne y Des­ cartes ha ocurrido un acontecimiento: algo que concie!'l1e ;:11 :Juvellimiento de ulla mtio. Pero la historia de ulIa ,·atío como la del mundo occinen·

EL

GRA~

E~CIERRO

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-está

'-"tal -iejos"de<haberse agotado ~!!..JcI ,progreso de' un "racionalismo"; está hecha, en parte igual­ mente grande aunque más secreta, por ese movi­ miento por el cual la sinrazón se ha internado en nuestro suelo. para allí desaparecer. sin duda, pero también para enraizarse. y es este otro aspecto del acontecimiento clásico el que ahora habrá que manifestar.

80

PRIMER.\ PAR"lE

••

muros de lo~ internados es donde Pillel y ];t ¡Jji quiatl"Í¡¡ del siglo XIX volver:ín <l encontrar a Jo locos; es allí -no lo olvidemos- donde los dejar;m no sin gloriarse de< haherlos liberado. Desde 1< mítad<del siglo XVIl, la locura ha estado Jigada " la tierra de los internados, y al ademán que indi cabague era aquél su sitio natural. Tomemos los hechos en su formulación más sen< cilla, ya que el internamiento de los aliellado~ C~ la estructura más visible en la experiencia c1ásicJ de la locura, )1 ya que será la piedra de escándalo . cuando esta experiencia llegue a desaparecer en la cultura europea. "Yo los he visto desnudos. cubiel­ tos de harapos. no teniendo más que paja para librarse de la fría humedad del empedrado en que están tendidos. Los he visto mal alimentados. pri­ vados de aire que respirar, de agua para calmar su sed v de las cosas más necesarias de la vida. Los he \:isto entregados a auténticos carceleros. aban­ donados a su brutal vigilancia. Los he visto en recintos estrechos. sucios, infectos. siu aire, sin luz, , encerr;¡dos en antros donde no se encerraría a los ! animales feroces que el lujo de los gobiernos mallo ! tiene con grandes gastos en las capitales<" () Una fecha puede servir de guía: 1656, decreto ele fundación, en París, dd Hopitctl General. A primera vista, se u-ata solamente de una reforma, o apenas ele UIla reorganización administrativll.

¡ Diversos e~tableci1l1ientos y:1 existentes ~011 agrup:,·

dos bajo Ulla administración \tuic:!: eutre ellos, la

Salpétriere. recollstrni(l:! en el reinado autcrior par:1

lIs:¡.-I;¡ como anenal; ~ nic¿'rre, quC' Vli~ X!!! h:dJi;1

querído Ulorg::u- a la cOIll¡¡ndallÓa de San Lui"

para hacer allí Ulla casa de retiro destinada a los

Más de un signo lo delata. y no todos se derivan ele una experiencia filosófica ni de los desarro­ llos del saber. Aquel del que deseamos hablar pero tenece a una superficie cultural bastante extensa. Una serie de datos lo señala con loda precisión y, con ellos, todo un conjunto de insÚtuciones. . Se sabe bien que en el siglo XVll se han creado . grandes internados; en cambio, no es tan sabido que más de uno de cada cien habitantes de París. ha estado encerraelo allí. así fuera por unos meses. ....--.: Se sabe bien que el poder absoluto ha hecho uso de lclt1'(:s de cachet )' de medidas arbitrarias de detención; se conoce menos cuál era la conciencia jurídica que podía alentar semejantes prácticas. Desde Pine!, Tuke y 'Vagniu, se sabe que los locos, durante un siglo y medio, han sufrido el régimen / de estos internados, hasta el día en que se les des· cubrió en las salas del Hospital General, o en los calabozos de las casas de fuerza; se hallará que---" estaban mezclados con la población de las Work. }¡OIlSCS o Zuclltltüusern. Pero casi nunca se preósó claramente cuál era Sil estatuto, ni qué sentido te­ nia esta vecindad, que parecía asignar una misma patria a los pobres. a .los desocupados. a los mo­ zos de correccional y a los insensatos. Entre los -----­

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inválidos del ejército,S "La Casa y el H¿:;~pitaJ, tall­ de la grande y pequeña Piedild como de) Re[u· ,gio, en el barrio de Saint-Victor; la casa y el hospital ,de Escipión. la casa de la Jabonería, con . todos los ;Jugares, plazas, jardines, casas y construcciones que de ella deJX!ndan," 9 Todos son afectados ahora al servicio <le los pobres de París "de todos los 'sexos, lugares Y edades, de cualquier calidad y nacimiento. Y en cualquier estado en <!ue se en­ 'cuentren, válidos o inv;\lidos, enfermos o convale· cientes, curables o ,incnrahles".H' Se 'trata de :acoger, hospedar Y alimentar a atluellos <¡lIe se pre· senten por sí mismos, o aquellos (Ille sean enviados allí por la autoridad real o judicial; cs preciso tamhién vigilar la suhsistencia, el cnidado, el orden !!,'eneral de aquellos que no hall po(]j(lo encontrar lugar, aunCJue podrían o merecerían estar. Estos cuidado!; se confían a directores nombr;.dos de por \'ida, que ejercen sus poderes no solamente en las construcóoJlCS del hospital, sino en toda la ciudad eJe Paris, sa Íl1-C agudlos iueJivieJuos que caeH su jurisdicóón. "Tienen lodo poder de de dirección, de adninistraciólI, de comercio, de policía de jl1ristiicción, tIc corrección \' de sanci{)ll ;obre ;odos los pobres tIc París, tanto 'dentro COIll~ fuera del }-Iópital Géncral." 11 Los dircctorcs nom· hran adell1á'i1l1l méeJi¡;o cuyos honorario~ son de mi! libra~ ;JIlUales; reside en la Piedad, pero elche visitar cada una de las casa~ del hosúital tlo~ \'t:ce~; por seman a , Desde lllf';.,rn. un hl'r1m ('''I:j claro: (:) n,')Jlit;,l Gén¿,r;d nO es I1n ('!>IaIJIr-tÍllIi.'nln lIu·,dicn. Fs m:í, biel! ulla cqnH:llIra sclllijuddic-:l. una ('''l>c('i:~ ,k entidaD. admilli5trati\'a, que .tI lado d~ los poderes 'to

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PRIl\IERA \,ARTE

de antemano constituidos y fuera eJe los tribuna­ les, decide, juzga y ejecuta. "Para ese efecto los directores tendrán estacas y argollas de suplicio, prisiones y mazmorras, en el dicho hospital y lu­ gares que de él dependan. como ellos lo juzguen ~onveniente. sin que se puedan apelar bs orde­ namas que serán redactadas por los dircctores para el interior del dicho hospital; en cuanto a aquellas que dicten para el exterior, serán ejecutadas según su forma y tenor, no obstante que existan cuales­ quiera oposiciones o apelaciones hechas o por ha­ cer, y sin perjuicio de ellas, y no obstante todas las defensas y parcialidades, las órdenes no serán dife· ridas." 1!l Soberanía casi absoluta, jurisdicción sin apelación, derecho de ejecución contra el cual nada puede hacerse valer; el H6pital Gélléral es un ex· traño poder que el rey establece entre la policía y la justicia, en los limites de la ley: es el tercer orden de la represión. Los alienados gue Pillel encontrará en Bicétre y en la Salp¿:tricre, pertene­ cen a este mundo, En su funcionamiento. o en su objeto, el H6pital GénéraJ no tiene relación COIl ninguna idea'" mé· dica_ Es una instancia del orden, del orden monár· quico y burgués que se organiza en Francia en esta misma época. E~t;i directamente entroncado con el poder real. que lo ha colocado bajo la sola aUlO­ ridad del gobierno civil; la Gran Limosncría del Reino, que era antiguamente, en la política de asi5tencia. la mediacic'm edcsi;'lstic:¡ y espiritnal, se encuentra hrusC'uncnLe fuera ele la org:lIliz::It'jt'I\l, "Entemliéndose gue somos comen'adores y pro­ tectores del dicho Hopital Général, por ser de nucstra fundación real; sin C111 bargo, no depende

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EL GRA.;" L""CIERRO

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,de manera alguna de la Gran Lim osnerí a, ni de ninguno de nuestros grandes oficiales, pues desca­ mas que esté totalmente exento de la superioridad, 'visita y jurisdicción de 105 oficiales de la Reform~.. -,_ ción general y de lo!!'. de la Gran ümosnerfa, 'Y de todos 105 otros, a los cuales prohibimos todo cono­ cimiento y jurisdicción de cualquier modo y ma­ llera que ésta pudiera ejercerse.".:l3 El origen -del proyecto había estado en el Parlamento,H y los dos primel'Os jefes de dirección que habían sido de:. signados fueron el primer presidente del ParIa­ mento y el procurador general. Pero rá pidamente son sustituidos por el arzobispo de París, el pre. sidente del Tribunal de Hacienda. el presidente del Tribunal. de Cuentas, el teniente de policía y el Preboste de los mercaderes;' Desde entonces, la "Gran Asamblea" no tiene mils que un papel deli­ herativo. La administraci6n real y las verdader<ls respomabiiidades son confiadas a gerentes que se reclutan por cooptación. Son éstos los verdadero> gobernadores, los delegados del poder real y de la fortuna burguesa frente al mundo de la miseria. La Revolución ha podido dar de ellos este testi­ monio: "Escogidos entre lo mejor de la burgue· sía .. _ sirvieron en la administración desinteresada­ mente y con intenciones puras," u Esta estructura. propia del orden monárquico y burgués. comemporáneá del absolutismo, extiende pronto su red sobre toda Francia. Un edicto del rey, del 16 de junio de 1676, preso'i1le el estable. cimiento <le "un HiJpüal Général en cada 1111:'1 de las ciudades de su reino", Re.mlu'¡ que la medid:1 había sido prevista por la~ autoridades locales_ La burguesía de Lyon había organi7.ado ya, en ](,12,

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PRIMERA l'","RTE

un establecir:niento de caridad que funcionaba dc una manera análoga.u El arzobispo de Tours se siente orgulloSO de poder declarar el 10 de julio de 1676 que sU "ciudad metropolitana ha felizmen­ te previsto las piadosas intenciones del Rey, al eri­ gir este Hópit::al Général •. llamado de la Caridad. aun antes que el de París, con un orden que ha ·servido de ·IXlodelo a todos aquellos que se. han establecido después, dentro y fuera del Reino",li La Caridad de Tours, en efecto, había sido fun­ d;;da t:ll 1656 .~' el rey le había donado 4 mil libra~ de n·nt::, Por toda Francia se abren hospitales ge­ nerde,,; en la víspera oe ia Revolución, cxisten en :;2 ciudades provincianas. 1B Aunque ha sido deiiberadamente mantenida aparte de ]a organi:¡;ación de los hospitales gene, rales -por coxuplicidad indudablc del poder real )' de la burglleSla-.1P la Iglesia. sin embargo, no es ajena a este nlovimiento. Reforma sus institu­ cione~ hospitalarias Y redistribuye los bienes de sus fundaciones; ínclnso crea eOllgTegaciones que se proponen fines análogos a los del Hópital Général. Vicente de Paúl reorganiza Saint-Lazare, el más importante de los antiguos leprosarios. de París; el 7 de enero de 1632. celebra en nombre de los Con­ gregacionistas de la Misión un COllU'ato con el "priorato" de Saint-Lazare; se deben recibir :.J1¡¡ ahora "las personas detenidas por orden de Su Ma­ jestad", La orden de los Buenos Hijos abre hospi, tales de este género en el norte de Francia. LO$ Hermanos ele San Juan lle Dios. U;¡m;Hlm a FI'an­ cia en lGO~. fundan primero b Carid:l(l de P:¡rís en el barrio de S:¡int-(;crl11ain, y despué~ Charell­ tOll, donde se instalan ellO de mayo de lG45.~o

EL GRAN ENCIERRO

·No~lcj()!C{lc-París; sOlrellosmislllosJo~ que dirigen la Caritbd tle

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:abierta el '27 dc octubre de Hi70.:!! Algullos :Jj¡osal1te~. l;¡ duquesa de Bouilloll les halda donado las cOllStruccíones y .bencficios del leprosario fundado en el siglJ'~ ;lV por Thibaut de Champ:lgne en Chateau-Thierry.~ Administran tambitn 1:IS Caridades deSaint-Yon, de Pontorson, de CadilIac, de Romans_= En 1699, los lazaristas fundan en Marsella ·el establecimiento que se iba a convertir en ei Hospital de Saint-Pierre. Despues, en el siglo XVlll, se inauguran los hospitales de /nmentieres (1712), Marévillc (1714), el Bon Sauyeur de Caen (1735); Saint-Meim de Relln~s se abre poco tiempo ames de la Revolución (1780). Singulares instituciones, cuyo sentido J estatuto ;¡ menudo son difíciles de definir. Ha podido verse que muchas aún son mantenidas por úrdenes reli­ giosas; sin embargo, a veces encontramos especies de asociaciones laicas que imitan la vida y la ves, timenta de las congregaciones, pero sin. fonnar par­ te de elIas. 24 En las provincias, el obispo es miem­ 1)¡-0 de derecho de la Oficina general; pero el clero est:í lejos de constituir la. mayoría; la gestión es. sobre todo. burguesa.!!;; Y sin embargo, en cada una de esas casas se lleva una vida casi conven­ tual, llena de lecturas, oficios, plegarias, medita­ ciones; "Se reza en común, mmana y tarde, en los dormitorios; y a distintas .boras de la jornada se hacen ejercicios de piedad, plegarias y lecturas es­ pirituales.":!G [vLás aún: de~mpeiiando un papel a la vez de ayuda y de represión, esos hospicios están destinados a socorrer a los pobres,. pe!'O casi todos contienen celdas de detención y alas donde se encielTa a los pensionados cuya pensión pagan

PRnlERA P'::T[

el rey o la familia: "No se· recibirá a. cualquiera y bajocualquicr. prete.,to en las prisiones de los religiosos de la Caridad; sólo a quienes serán COIl' ducidos alli por orden del rey o de la .iuslicia," Muy a menudo esas nuevas osas de internamiento se establecen dentro de los muros mismos de los :muguos leprosarios; heredan sus bienes, sea por decisiones eclesiásticas,!:7 sea como consecuencia de decretos reales dados a fines del siglo.:!s Pero tam­ hién son mantenidas por las fue,¡-¡:as públicas: 00­ n;¡óón del rey, y cuota LOmada de 12.s mu] tas que recibe el Tcsoro,:!9 En· esas instituciones vienen a mezclarsc así. a menudo no sin conflictos, los anti­ f guos privilegios de la Iglesia en la asistencia a los pobres)' cn los ritos de la hospitalidad, y el af:ín burgués de poner orden: en el mundo de la mise­ ria: el deseo de ayudar y la necesidad de repri­ .1 mir; el deber de caridad y el deseo de castigar: toda una práctiCl. equÍvoca cuyo sentido habrá que precisar, simbolizado sin duda por esos leprosarios, vacíos desde el Renacimiento, pero lluevamente atestados en el sigloxvrr ya los que se han devuel­ to poderes oscuros. El. clasicismo ha inventado el internamiento casi como la Ed...d Media ha inven­ tado la se);l"cgadónd.e los leprosos; el lugar que éstos dejaron vacío ha sido ocupado por nuevos personajes en el mundo europeo: los "imerriados". El 1eprosario sólo tenía un sentido médico; ha. bían imcrvenido otras tunciones en ese gesto de expulsión que abrfaunos espacios malditos. El ges­ to que encierra 110 es m:is sencillo: también él tic.ne significados políticos, sociales, religiosos. ecvnómi­ cos, morales. Y que probablemente conciernen a cstructur;¡s esenciales al mundo d;ísieó en conjunto.

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de la monarquía absolut:f y-cl-aítil1lTt~-· Tcullcimic llto catúlico en tiempo de la Contrarre­ .,,{tinlla le hao u:ldo en Francia un carácter bastante ~l1CCu1iar, a la vez de rumpetcl1cia y complicidad .entre el po(.ler y la Iglesia.30 En otras partes tiene fórmas mu'\' diferentes; .pen: su localización en el ,.tiempo es iambién precisa. 1..05 grandes. hospicios, e 1~~~s,d~'i;'!lterJl6l.ci,(¡ll,Jas,obras de religi6n y de o~:p4bliCO';. de socorro y de castigo. de c:u:idad y.dIHX.~pn. gubernamental, son un hecho de la edaddási~universales como, aquel fenómen9-­ y,-casi•.con.telDpor.ineos en su origen4n los paises . cJ.e.;len~"alcmana; se •.crean, correccionales._ Zuchl­ 'lÍiiwern; la' pninera es anterior a las casas' france~ ¡as de. internaci6n (con excepción de la Caridad de Lyon). se abrió en Hamburgo hacia 1620.;11 . Las otras fueron crearlas en la segunda mitad del siglo; Basilea (1667), Breslau (1668), Francfort· (1684), SpalJdau (1684), Konigsberg (1691). Se multiplican en el siglo XVlll; Leipzig primero, en 1701, después Halle y Cassel en 1717 y 1720; más tarde l3rieg Y Osn:¡.brück (l íi:í6) Y finalmcnte, en 17í 1, Torga u .:::! 1

1

En JnglaEcrr;:t les orig~n~s de l?~ in[(2rn~!C~Ü!1 ~on nós lejanos. Un an?: de: 15::: (lE; L;::ij~: 1, e,;), que se: n:icri¡" :! ;:¡ vez, ";.d' castigo (;;: ¡o~ bundos ;¡ al alivio üt los pobre,", m'escribe constrllc¿ión de JWltSCS oj correclion,' a l-azún Uf:

por. lo menos una por condado, Su sostenimiento debe :lsegurarse con un impues~o, pero se anima al público a hacer donaciones voluntarias,3:1 En realidad, parece que bajo este sistema la medida c;¡si no fue aplicada, puesto que, alguuos ~ilOS más

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l'RD!F.RA I'AITE

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tarde, se :decide autorizar .a la 'jniciati ....L »ri\';ld:l: uu es y:1 Ilccc.'i:lrio uhlcllcr pcnuiMJoficial par¡¡ ;!ln'h' un II()~pil;Jl tI UII¡l l:ulTeCCiollal: ('u;dq uiera puc.:de hact'r1o a Stl gUSlO.:H A principioli ddsi­ glo XVIl, rcorg-.U1Uací(·1Il general;· multa ue 5 libras a lo<Ío juel. de paz que no hayamstallldo una de esta!'; e.asas eu 1m límites de sn jurisdicciún: oh);­ gaóbn de il1~t:lJ;¡r teJares,. talleres, cen tros de ma­ IIUf:JcLu¡'a (molino, hiiado, teilido) que ayuden a mantenerlas y. les aseguren u'abajo a los pensio­ narios; el· juez debe decidir quién merece ser cn­ viado alIí.:::; El desan'ollo de estos l1,'idwells no fue muy considerable: a menudo fueron asimilados a lit.~ pri,~iOlle.:¡· contiguas;:¡c no llegaron a extenderse h:l~t:¡ Escocia.!17 En cambio, las .·worl:/WlIscs ;¡Ic:m­ Z'U·OI1 un éxito, m:ís gr:mde.J)at:m de la segunda lIlit;¡d del si:.;-Io XVII.;;:; Un acta de 1670 (22-2:1 Car­ los n, ClIp. XVHI) define destatuto de las 'ilIorl:, JWll.~,-:S, enCo1rga a Jos oficiales de justicia la verjfi­ c::te:iún del cobro de los impuestos y la gestión de las sumas que permitan el funcionamiento, y con­ fía al juez de paz el control supremo dc la adm!, nistraciún. En lt'i0i, \':tri;¡;: parroquias de Briswl ~e tillen p:u';( formar la primera 7I'm'idlOlI.¡r: de i~

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qu~ en

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vayan a convertirse en hospitales, se recomienda a

EL GRAN .ENCIERRO

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'~oc1ós'eXaml'rigul'osarnente·-·a:los. enfeqnos con­ .{<.:J • • __ __ _

-e tagIOSOS.

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',>IEn alguoos.aúus, Un:l1'Cl1 cuhre EUl'Opa•. .How~lI·d,

¡t"filles del 5iglo 'XVllt. iUlclllaroi l'ccOl'l'el'la; a U',¡- \ vés de Inglaterra, Holanda, Alemania, Francia, lulia, y España, har:i. su peregrinación visitando todos los lugares importantes de cOllfinamiclUO -"hospitales.- pt'is.ioncs,. caslJ.!' de Cueloza,:'- y !iuri­ Iantropía se indignará ante el hecho de que se·, hayan podido relegar entre los mismos .muros a· condenados de derecllOcomún, a muchacbos jÓ:. venesque turbaban la tranquilidad de su familia dilapidando los· bienes, a vag-.lbundos y a insellsa­ tos. Esto prueba que ya en aquella ¿poca cierta ,­ evidencia se había perdido: la que con tanta prisa y. espontaneidad había hecho surgir en toda EUl'(r pa esta categoría del orden clásico que es lainter­ nación. En ciento cincuenta años, se ha. convertido en . amalgama abusiva de elementos heterogéneos. Ahora bien, en su origen debió poseer una unidad que justificara su urgencia; entre las fonl1as diver­ sas y la época clásica que las suscitú, debe habe: un princi?io de coherencia. que no bas~:! esqlll";E la ~en5'Jlhi1idacl pr~ri-evoiuci'~F. lz.: r-::::did:id (~Ut: se ~n !.(I':~:: ·::5;.:: 0-:: ,,2 5.()CieGdd q~L::J C2_~¡ O~ un aia par2 otro, es recluic:2. y ~xcluida" con nrayor se\'eridad que los miwlOs le:prosoQ Es necesario. entre e1 es·::ánd:d0 !l~ri::l.

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recordar que, pocos mios después de su ÍUlldaciún, \¡ solamente en el Hupital Général de París estaban encerradas 6 mil personas,.: o sea aproximadamente 1% de la. poblaci6n.4J.Es preciso aceptar que c1ehiú­ formarliC silenciosamente, en el. transcurso de lar­ gos atIOS, una sensibilidad social, común a la cul­

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liclle de C'-1:1 Pobreza sOf'orrid:t. LI! d LllUTO, sobre lodo en el ll11111do de

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vollln¡ad::s p;;nicl1l;ues de:

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cart! 1111('''- lln diella (¡ ;, la desdicl;;¡, a b nqll(:1<' () a ;,( )'(J')! :':Z;l.

;:¡ la gloria o a l:t mi,:;;i;¡. el t1';,j):!Jo de il:llllal

por sí misllI:ls, L;I l1li~e¡¡;¡ !lO es 1;1 Dama hUlll¡­

Ibcl;¡ q!l~: d E~po<;o ";1 a busca;' ;tI l.an(!(\ llara de·

',arb; 'lié'ne tn' el mundo un It:~rar

(;"C 1)(' l~stilllOlll;¡ de Dios ni lit;'!, 111 :1);::no; qw

el Jugar dc,tíllac!o a la rJ(lll('~;J. ]lio" C;lÚ ¡~Ilal.

mellte prese11te en la ¡¡Lnmdallcia \< en ld misel'j;¡,

según k pl::tzca "nutrir :1 un niíl(l en la abund:lIlóa

o lll,'¡S pObrCll1ellle ....¡~ La ,0iUlltdd ~íngular de Dios, cuando se dirige al pobre, no le ha l.Jb de l::t g·lori;¡ plolll~lida, sillo de la pn:desl inación, Dios HO ex,!lla ai pobre en un3 especie dé: ];¡ iIlncl'S;I, lo humilla volullt"ri:lIl1cntc en su dJlera, en su odio, aquel mismo o(lio que semí;¡ cOllLra Esaú allle, ele que {;SlC itllhic.,ó: ,iquiera nacido. y por el nlal lo despojó ele Jos r~'¡J;¡:'lm qUé: pOi pritilt.lg~n¡il"¡¡-,t. 1.. ;1. Pobrc;':l l!1I castigo: "Por Sil 1lI;¡¡l·!:IHI. ci rielo óó" endurece, ]\".;;; frul05 son cl~>\-(ir:,c1or: ,. con~uruldo~ ¡'om\;td

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campos y prados s()n h;¡tidos por graniza. das y Icm ¡.Jt'st'l(lcs. ello c~ testimonio de alg¡'!ll cas­ especial que Él ejerce:"/:l El! el IIllllldo. JJII. hn:1.a ~' riqlleLa calltan la llli''''';' Oll1Uipolcllcia de Dios; pero el pobre 5(',10 puede invocar el descoll. lcnto del Seiíor, ptlC~ S11 existencia 11e\':! el signo de Sil maldición; así, hay que exhortar a "los po. bre, a la paciencia p;u-a qlle quienes no se Contell­ ten con Sll estado tratcn, h:1sta donde puedan, de soponar el yugo que les ha impuesto Dios",H En cnanto a la obra de caridad, ¿por qué tiene yalor? No por la pobreza quc SOCOlTe, ni por el que la realiza, puesto que, a través de Sil gesto, es nuco \'amente una volunt;:¡d singubr de Dios la que se manifiesta. No es la obra la que justifica, sino la fe la que la enraiz;1 en Dios, "Los hombres no pucden justificarse ante Dios por sus esfuerzos, sus méritos sus obr;¡~, sino gratuüamente, a causa de Cl'Ísto }' por la fe," 45 Es conocido el gran r('­ chazo de las obras por Lutero, cuya proclamación l¡ahí;¡ de resonar tan iejos en el pensamiento pro. tcstante: "No, las obras no son necesarias; no, no sirven en nada para la santidad." Pero ese rechazo 5610 concierne a las obras por relación a Dios y ;¡ la sah'ación; como todo acto humano, llc"an los signos de la finitud y los estigmas de. la caída; en eso, "no son más qlle pecados y mancillas".~¡; Pcro al nivel humano tienen un sentido; ~i eSl,in provistas de eficacia para la sah'ación, tienen un "alor de indicación y de testimonio para la fe; "La fe no súlo no llOS hace lleg¡igentc~ en obr;¡s bue­ n:1S, sino qlle es];¡ raíz en fjue est;¡s se producen."~7 1Ie allí parte esta tendencí;¡. común a todos los mo­ vimientos de la Reforma, ;¡ transf"I'm;n' Jos bienes \'lltaS,

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hilidad a la miseria: va a nacer tina experiencia L!(' la Iglesi:t en obras profan;!s, Fn 1525, Miguel de lo político que no ]lablariÍ ya ele una glorifi, Gcismayer ex.ige la trallsfonnaciún de LOdos los cación del dolor, ni de una salvación común a la llIonasterios en hospitales; .~~ D.jeta de Espira reci­ Pobreza T a la Caridad, que no hablará al hombre be ¡.;' aÍlo siguiente un cuaderno de quejas qm: más que de sus deberes para con la sociedad y pide la supresión de los com'e!lto~ y la confisca­ que ll1ostntr;í en el miserahle a la vez un efecto ción de sus bienes, que deber.in servir para aliviar del desorden y un ohst;íclllo al onl~n. Así pues, ];1 miseria. 46 En efecto, la mayor parte de las veces ya no puede tratarse de exaltar la miseria en el es en antiguos conventos donde se van a establecer gesto que la alivia sino, sencillamente, de supri­ los grandes asilos· de Alemania y de Inglaterra: mirla, Agregada a la Pobreza como taL la Caridad uno de los primeros hospitales que un país pro· t:lmbién es desorden. Pero si la iniciatiy;¡ priyada. testante haya destinado a los locos (fll'/nc H'olmsÍ:'l' romo lo exige en Inglaterra el acta ª"e 1575,61 1li¡;e und Pressltafle) fue establecido por el !aml­ ¡¡yuda al Estado a reprimir la miseria. entonces se grave Felipe de Hainau en 1533, en un antiguo inscribirá en el orden, y la obra tendrá un sentido. !:onvento de cistercienses que había sido sectliari­ Poco tiempo antes del acta de lG6~,~:! sir J\fatthe'l" zado un decenio ante;,49 Las ciudades y los E,­ lados smtituyen él la Iglesia en las labores de asi,­ /Hale había escrito un Discours Touching P,'ovision tencía, Se instaunm impuestos, se h<tcell colectas, V..'· fOl' the P001-,'" que define bastante bien esta ma­ nera l1ue':a de percibir el significado de la miseria: Ln'orecen donativos, se suscitan legados testan!!.:I'· taríos. Ell Liiueck, (;1\ lGOl, ~e deci(k que todu contribuir a hacerla desaparecer es "una tarea t(:,l;I111Cllto de ciena importancia deber;i COlltcllcr sumamente necesaria para nosotros los ingleses. y Ulla chí usuta en fayor tic las pcrsOl1a~ a q uicw:, es nuestro primer deber como cri5tianos"; este de­ ber debe confiarse a los fUllcionarios de la justi­ ;¡ymla la cilldad/;o En Inglaterra. el uso de la cia; éstos deber<Ín di vid ir los cond,¡dos, agrupar las pOOl' ra/c se hace general en el siglo :xv¡; en cllanto ;, Ja~ ciudades, que han organizado casas concr­ parroquias, establecer casas de trabajo forzoso. Entollces, nadie debcrá mendigar: "y nadie será cionales o de tra b<tjo. hall recibidc' el derecho ti::: t:1n vano ni querrá ser tan pernicioso al público un illlpuesto especial, y el juez de paz de­ a los admilli,tradorcs -glwldinns of Puor­ f)lIe dé ;llgo a tales mendigos 'i que los alientc". que ;\(!milli~tI-¡IlÚl1 Cq~ finauza, y di~lribtlir;i\l SlIS En adelante, la miseria ya 110 e;;tá enredada cn

tilla dialéctica de la humillación v oe la "laria,

bt'nefícios. Es un lug-ar común ck:cir que l;t Rdorma !la sino en cierta rclacic'm del de~ord~n y el ~nlen, londucitlo en los p:lísr<;, prolC',t:mlrs :1 IIna l;tici7:¡­ (lile la ('wit'rr;! en su !'ulp:¡hilidad. La miseria lJue.

\'a desde Llltero y C:lI\'ino. ll~'\'ah;¡ la marca CiÚll tic las 01>1':1'>, PelO :11 Inm::n a Sil r.:tr,~O (m l :\ (';;[;1 p;.hl:lci,'m de pobres y de incap;¡cc~. c.:I ES':lt!O de un castigo illtep,' 'oral, en el llwmlo de la

o la ciudad preparan ulla forma l1ucI'a lle stn~i- rielad e<;tati7.ada ya a convertirse en compl

EL GRA:'\ E:--:CIERRO

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de sí mismo y en falta conu-a la- -hllena maú:ha del Estado. De una experien,:,i-,l religiosa que· ia santifica. pasa a una concepción moral que la con­ dena. Las grandes casas de internamiento se en­ cuentran al término de esta evolución: laicización de la caridad, sin el licia: pero, oscura.mente. tan!­ bien Glstigo moral de la llliseria. Por caminos distimos -y no sin muchas diEi­ cultades-, el catolicismo llegará, poco despues dc los tiempos de Matthew Hale, es decir en la época del "Gran Encierro". a resultados completamente análogos. La com'ersiún de los bienes eclesiástico~ en obras hospitalarias, que la Reforma había lo­ grado por medio de la laicización, desde el Con­ cilio de Tremo la Iglesia desea obtenerla eSpOl!­ t:íneamente de los obispos. En el decreto de reforma. se les recomienda "bOllOnt11l oml1ium ovc­ nWI eXr!1n plo Im.lcere, paUI)Cnlm olil1rumqllr! 111 ¡. scmbilium !>erJOllanwl cnram patcrnam gcrcrc",~¡ La· Iglesia no abandona nada de la importancia que la doctrina tradicionalmente había atribuido a las obras, pero intenta a la "ez darles una im­ portancia general y medirlas por su utilícl;¡d al orden de los Estados. Poco antes del .concilio, Juan Luis Vives -sin dlld;! uno de los primeros entre Jos católícos- había formulado una concepción d~ la caridad casi ell ter:mH:n te profana: ¡¡~ cri­ tica de las formas pri\"ada~ ele ayuda a los misc­ r;!ble~; pciig¡-os dé una C:ll idad que mantiene al : parente,co demasiado f"N-lIente (le la pobreza d \·icÍo. COlTe~poJ1(¡c, al1!e~ bicH, a 1m m:tg-islr:¡, tomar el rroblem:1 en SllS m:l1lO<;: ":\ ... ¡ C0ll10 de famili:l en su con­ ']\le' :dg-lli?n tenga la dc~-

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EL GRAN ENCIERRO

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J'RDIERA 1',\~Tf

b'Tacia de estar desl1uuo o vc,tido de jirones, ;", tampoco cüll':icllc <¡tiC los magistratlos de, una du­ dad toleren una couuición en que los ciudaualtOS surran tle hamure y miscria".;¡r. Vives recomienda el! u"la, ciudau los magistr:ldos que tl<:­ ben recorrer la;, calles y los uar:dos pobres, llevar un registro d:: los miserables, informarse de m "ida, de, su moral. meter en las casas ,de illLerna­ miento a los más oustinauos, crear casas de tra­ bajo para lOdos_ Vives piensa que, solicitada ade­ cU:ldamente, la caridad de los particulares puede bastar para esta obra; 5i no, habrá que imponerla a los más ricos. Estas ideas encontraron eco sufi­ ciente en el mundo c¡¡túlico para' que la obra de Vives fuesc retomada e imitada, en primer lu­ gar por Medilla, en la época misma del Concilio de Trento.:'; y ;tl final mismo de' siglo XVI I'0r Criw'J1)al pert/. de Herrera,::'~ En ¡(JO¡, aparece en Francia un texto, a la "ez liuelo y manifiesto: La q(lilllrm o el funtasma de /a mendici<lad; en él 5C pide Jil creación tl-: un l>ospicio en que los Jl1i~era­ bies puedan ellcontrar "la vida, la ralJ<!, un oficio y el castigo"; el liutOr preve un impuesto que se ar¡-ancar;l a los ciudadallos m;ís riCOS; quiell~s lo niegllcn tendrán que pag;"r un;¡ multa (¡Ut~ tlupli­ cará su monLO, jU l'ero el pellSümiclllo católico resÍ;te, )' COII d las trauiciolles de la Iglesia. Re¡lll;;nall e>a~ tontlit5 c.olect!'.'as d'2 ~!S!stcHci~!, que p::r~ccr! q~!il:--t.r al g~sto y a J;¡ l11isel-ia su individual su merito cmillente. :;\(} ~c 11-:111\[,"1111:1 a b clrit1;¡¡l cn dcller de [>Iado ,:lllci(¡!l:Ido por 1:1' ie~T" \' a CIl f¡¡lta UJIltr:1 el ordell público: E,;" \;1Il a ccder, poco" poco: se: ;¡p~;a al

de las facultades. La tle París aprueba -las de orgallilari"JIl pública de 1,\ asistencia que ~Oll sOluelitl;¡, a su arbitr;¡je; de.sde luego, es Ulla cm;! "ardua pero úlil, piadosa y saludable, que no Ya ni contra las letras eV;!llgélicas o apostóli­ cas ni contra el ejemplo de nuestros amepasaum"Yu Pronto, el mundu católico va ¡¡ adoptar UH modo de p::rcel'ción de 1;1 miseria que se había desalTo­ liado sobre todo en el mundo protestante. Viceme de Paúl aprueba calurosamente en 1657 el pro­ yecto de "reunir a todos los pobres en lugares apropiados para mantenerlos, instruirlos y ocupar­ los. Es un hr¡-;m proyecto", e1l el que vacila, ~in emuargo. a comprometer 5U orden "porque 110 sabemos aún si Dios lo quiere".Gl Alg'UllOS aiíos después, toda la Iglesia aprueba el I,,"Tan Ellcie!TO prescri la por Luis XIV. Por el hecho mismo, los 1Iliserauic, HO son ya l'econociuo~ COlllO el pI·cteXlO cnviado por Dios para despenar la caritbd dd Q'isLÍano y darle oc¡¡sión de ganarse la sah'acíón; tOUO católíco. como el arzouispo <le Tours, empieza a ver en dios "la hCl de la República, no tanto por ~m miseriils lOrporaks. que ueben inspirar compa­ sil>l1, sillo por las espirituales, que cama n horror".G" La 19lt'la ha lOllIado panido; y al hacerlo, ha sep;lI-;¡(lO al mundo cristiauo t1<: la miseria, qlle la 1:dau ,\lcdia había salllifit:auo <.:11 su LO tal ÚlalL¡¡:; 11;11;1[(, tIe un lauo, la n:gión lid bien, la de la slllllisa ,y conforme COIl el ord{~!! <lile se le propone; del OliO, la rC!i'iúll dcl mal, (1 'C7\ la dc la I'"bn;p 110 sOlllcti<l;¡. que Íntellt¡¡ e.'.c:Il'~r de estc onl::!\. La prilller;¡ acepta el inten¡amielllo yen· Cllt'lll LI ell ,:¡ su repo,o; la SC).:,lIl1d;l lo ree ha/,;" Cll (Olhecu(:lllía Jo lIIen.:ce.

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¡'R1MLl,,\ P.\lFE

/.,,1:sta diak'níc;¡ esl:Í ingenuamente exprcs;;da en UII tcxto iuspírado por la corte de Roma, en 1GY:;, que al térmillo del ~iglo fue t[':¡(lucido al fran­ cés, con el título de La mendicidad abolida_a. El autor dí~tingue los pobres buenos de los malos, Jos de Jesucristo y los del demonio. Unos)' Otros tesLÍmollian de la utilidad de las casas de interna­ miento, los p¡'imel'Os porque aceplan agr:.decidos LOdo 10 <J uc puede darles gr¡ltui lamelltC la auLO­ ridad; "pacientes, humiltles, 1lI0desLOs, contemos de su condición y de Jos socorros que la Oficina les ofrece, dan por ello gracias a Dios"; en cuanto a los pobres dd demonio, lo cierto es que se <Juejan del hospital general}' de la coacción que los en­ cierra alli: "Euemigos del buen orden, haragancs, mel1lÍl'0¡,os, borrachos, impúdicos, sin otrO idiolll;¡ que el de su padre el demollio, echan mil maltli­ ciolles a los inslitutores y a los direcLOlt:s dc esa Oficina". Es esta la razón misma por la que dcuen ser privados de esta libertad, que sólo aprovechan pat-a glol'Ía de Satanás. El illternalllienlo 'Jueda ¡¡sí dobleluelllc justiGcado en un equi\-oco indisolu­ ble, ;\ timlo de bendicio y ,\ tilUlo tic casligo. E~ al mismo Liempo recompt:nsa y c¡¡~tibro, segúll el ,-valor mOl-al de aquello> a quielles se impon\:. Ha,­ la el fiú de la época cl:t~i(a, la práctica del inter­ namiento ser;i víctillla de eslC cquí\'oco; telldr;i esa extralÍa rcversiuilidad (llIe le hace cambiar de sell­ ,titlo según ios lId'l'ilO' de ;I<¡uello\ a qlliCllf:S se ! aplíl¡ue. Los pobres lHll'!l\" llacc'u de d UII gc·'lO de JsistCllcia y un;) obra de rc(·onful'tamielllo: 1(1.1 malos -pür el \010 hecho de scr!o-· lo u'alhft1rm;tIl en Ulla elll prc,;, (le I'l'¡>roi{¡n. La opo,ici()jl lié: pc)· bre;; \'JlI<.:1I0, \ malos e, c,e¡¡('ial 1'al a Lt estI'IlUIlI';¡

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EL GRAl': E;';CIERRO

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y la sigllificación del internamiento. El hospil.al genel'al los designa como tales, y la locu;'a lllislll;¡ se repane según esta dicoLOmí;¡, pudiendo emrar así, según la actitud moral que parezca mallifest:tr, tanto en las categorías de la beneficencia como en las de la n:presión. c:; Todo internado queda en el campo de esta \'aloración élic;:.; mucho antes de ser oLjeto de conocimiento o de piedad, es tratado como 5uJClo 7I1ol"al. Pero el llIiser'able sólo puede ser sujclo llIor;¡1 en la medida en gue ha dejado de ser sobre J;¡ tierra el representante in\'isible de Dios. Hasta el fin del siglo X\'lI, será aún la objeción mayor para las conciencias católicas. ¿No dice la Escritura "Lo que haces al m;Ís pequeiío entre mis herm,,· nos, , ."? Y los Padres de la Iglesia, ¿no hall co· mentado sielllpre ese texto diciendo que no debe negarse la limosna a un pobre por lemor ue recha, zar al mislllo Crislo? El padre G uevara no ignora esas objeciones. Pero d;¡ -y, a tra\'t:s de él, la 19lt· sia de la época cIásica- una respue!>ta llluy clara: de~de la creación del hospital general y de bs Oficinas de Caridad, ya llO se oculta Dios lJ;¡jo los harapos del pobre. El temor de lIe¡;ar Ull ped;¡zo de pZtIl a .Jesús murielldo de hambre, e'é lelllOr que ]¡;¡bía animado toda la lllitología Cl"islÍalla d:.: la caridad, )' dado su semi do absoluto al gran ritú l1\edie\'al de la hospitalidad, ese temor será "in· fund;¡do; cuando se establece el! b ciudad una o[i(iJl~1 de c:irid:ld, ]t"suC! jqu

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La locllra va 110 hallar;í ho,pitalid;¡c! sino elllrc 1" p;rrl'd"s del IIospilal, al lacio de todm los po¡'r~c L, ;d I í dOllde J;¡ e11lOIII raITIIIO' a Úll a 1i lIe, tic si;.;-10 X\'III. Para COIl ella ha Ilaciclo 1I1la ".:Il,iiJiiI(LII nue\'a: ya no religiosa, sino social. Si el loco ap~ rece ordinari;¡mente en el paisaje humano dé L F(bd Media, es romo lI"g-"do de otro l1lundo. Ail(. ra, \'a a destacarse sobre el fondo de IIn proiJlclll. ue "policía", concerniente al muen de los ind,\·: duos en la ciudad. Antes se le recibía porque vcni. de otra parte; altora se le va a excluir porqu( viene de aquí mislllO y ocupa un lugar entre jo pohres, los míseros, 1m, vagabundos. La hospitali dad qUé lo acoge V;I a convenirse -nuevo eq1l; voco- en la medida de saneamien to que lo pone fuel'a de circulación. En efecto, él \'aga; pero ya n( por el camino de una ext:-aiía l>creh'Tinaci(Jn; p2r tlIrha el orden del espacio social. Despojada ele lo derechos dc la miseria y robada de su gloria, L locura, con la pobl'eza y la holg;ll:anería, aparee en adelanle, sccamente, en la dialéctica inm;lllcIll' de los Estados. El internamiento. ese hecho masivo cuyos signú se encuentran pOI' toda la Ellropa del siglo XVII es cosa de "policía". De policía en el sentido 1Il1l' preciso que se le atriLlIye en la época cl;isica. e decir, el conjulllo de las medid;" que hacen el tr;, bajo a la vcz posible y necesario para todos aquc Jlos que no podrían \'i\'ir sin él; la pregunta qur ~'a a fonnular Voltaire en breve, ya se la había! hecho los contemporáneo'i de Colbert: "¿Cómo ¿Desde la época en que os constituisteis. hasta hoy no habt:is podido encontrar el secreto p;ll'a ohli;sa; a todos los ricos a hacer u'ahajar a todos lo, 1'''

_ 1!;J j>Cldido !>u st:lltido lllÍStit:o, ~"da, t:n su dolor, remile ;¡ la lllilagrosa y fugiti\'a presencia de un dios. Est;; despoj;Jda de su poder de lll;JnifLstaciún. y si ;Jún es ocasión de caridad para el cI'iHiano, ya no puc¡J~ dirigil'se :t ella !>ino 'según el orden y la previ!>iúlI de los E!>tados. Por sí mimla, ya sólo !>abe lllo!>trar !>l!S propias bltas y, !>i a parece, es en el círculo de b cltlp"bilid;td. Reducirla scr;Í, ini· cialmente, hacnle cntr;lr CH el orden de la pelli, tencia. He aguí el IJI"imero de los grandes círculos ,en que la t:poca ci;Í!>ic;J \'a a cncerrar ¡¡ la locura. Es COSlUI1l brt: decir q ut: el loco de la Edad Media era considerado un pcr!>onaje s;¡grado, puesto que po· seído. 0: aela puede s~r faho.'" Era ~agrado, so· brt: todo porq ne para la carid;Jd medie\,;¡1 parti. ei paba de los poderes oscuros de la miseria. J,caso l11;i5 que nadie, la exaltalM. ¿1\:0 se le hacía lIevitr, tonsur;¡c!o en el pelo, t:1 ~ig-110 de la cruz? Bajo ese signo st jHeselltó pOI ¡'dtillla \'eL Tristan en Cornualles, s~bedor de (Iue tendría así deredlo a la misma hospitalidad que todos los l1li!>el'ables; y, con ];¡ ly~lerill" del inscns:tLo, con el bastóll al cue· 110, con J;¡ l1larC;1 del cruzado ell el cr;Íneo, estaua !>eg-uro de cntrar en el cL!>tillo del re)' Marco:>: "Nadie o,() ll'~garle L, ellll'"da, y t:1 atra\'e,ó el patio, inlil~ndo a 1111 idiola, LOlI gl';111 regocijo de los ~ir\'iel1les, U ~ig-IIi¡'¡ add;uHe sin illlllutarse y llegó h;¡!>t;l la !>;da ell que !>e haJlaiJall el rey, la ITi· 'na y LOdos los cab:!1leros. J\[ar(os sonrit'I ... " IlS Si la 10CULt. en el siglo XVII, ('s como d('.mrmllzllilll, ello DCt~n'C. ~~:I pl·in~cr ]ug-;Il-. pGrquc 1:; rlliscria }¡:¡ sufrido e'la c>l'ecic de (kcadclH ia que k hace "l'"rcn:r ;dlOra Cll el ¡'¡"ieo IlOriLollle dc la lllOr;'¡.

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)¡res? \'o,otr05. puc». no 1enéis ni los ,ullPcimicnlos de policía," m' Antes de leller t:I sentido medicina! quc le allj, Imimos, o 'lile al menos 'llleremos concederle, el (onfir'''l/IicIlIO ha sidn una cxip-encia de algo muy di,tímo de la preocupación de la curación. Lo qlle lo ha hccÍlo nec:es;lrio, ha ~itlo Illl imperativo de trabajo, Donde IllH,:stril fibn tropía quisiera reCOI!(, u:r scüilles de benevolencia hacia la enfermedad. ,(¡lo cncontramos la condenación de la ociosidad. Volvamos ;¡ los primeros momentos del "encie· rro", al edicto real de abril :2, de 1656, que hacía nacer el Húpital Génera!. De,de d princi pío. b instílllción se proponía tratar de impedír "la meno dicidad y la ociosidad, como fuentes de todos los desórdenes", En realidad, era .1:. última de la" gTandes medidas tOllladas. desde el RenacimicnLO Fal':! tenninar con el desempleo, o por lo menos con la I11Clldicidad 70 En 1;¡¿\2. el P;!rlalllelllo de París decidió el arresto de los mendigos (lbl i· ,1 trabaiar en las alrantal'illas de ci uelad, encadcnados por parejas, La cri,ís se agra\'a c!amentc, pnesto que el 2:1 de lllarzo de lS!H se orden a los "escolares pob¡'es e indigentes" de salír de la ciuelad, prohibién(lose al mismo t¡n', de aquí en adelante, saludos a las . que se encuentran en jas cillles".'l Las t,"l!erras de religión aumentan esta multitud conrusa, donde se mezclan campesinos expulsados ele su tierra, solda· dos licenciados o desertol'es, esmdial1les pobres, / enfermos. En el momento en que Emique 1\' pone sitio a París, la ciudad tiene alrededor de 100 J1\il babit:!IllCs, de los cuales m;ís de mil ~on ntCI!­ -digos. 7 " Una n~cuper;tción económica se inicia a

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sc decide rc;,JJ,orber 1'0; fue!'/¡; a lo, (1t:\orujlaclo<, que no han enconlrado lugaí ell 1, ~ocicdad; un dccn:to del Parlamento, en ] <i(Hí. onll.:lla <¡ue los IlH;lldígos 'e'lIl ¡l/,olado, eH 1" ,,!:tIa pública, Iflare "dos en el ¡'oll!i¡rO, )' finalmellte expulsado, de J¡¡ dudad; para ti,rles rq,'H::.;,r, llf1a (JlCltn,tllZa de ](i07 establece en J;¡s ¡'llenaS de I,! ciudad cOIl'paiíi;¡s de arqut­ ros <¡ue dcben plohilJír ];1 entrada a todo, los illdi. gcnte,,~:¡ En cuanto desaparecen, con la Guerra de Treinta Aflos, los efectos del I'cnacimíento ew· númico, lo, prolJlcm;rs dc la mendicidad y de la ociosidad :;t pbnteall de nuevo; h'ISta lIIediados del siglo, el ;¡lImelliO regular de los impuestos pero judica a los I'roduClos manufacturado,>, )' así au­ menta el uesem pleo. Acontecen entonces los nj(;· lines de París (lfí2l), de Lyol1 (](i52), de Rlt,ín (IG39). Al mismo tiempo el mundo obrcro se des· org:llIiza con la aparición de nucya, estructurl/3 ecollúlllicas; a medida que se dcsanolian las gran­ de:, empresas manufactureras, los grcmios pierdé!1 sus poder~s )' derechos, ya que los "Reglamentos gcnerale,," prohiben cualquier asamblea de obre­ ros, toda liga o asocíaciún. En muchas profesiones, :-.in emhargo, los gremios se rccomtilllyen. 7 < Se le, per,ig-uc; pero los parlamentos, ..ti parecer, mue,· tran cierta tihie7,a; cl Parlamcnlo de Korlllandía se declara incompetente para juzgar ;, los "molin:,· dos de Ru¡in. Por eso, sin duda, il1lenicnc la Iglesi:l. y ¡¡:,imila los grupos secretos de obreros a los que practican la hrujeria. Un decretO dc la So:· ¡'olla, de JIi,,5, proclamaha que todos aquellos que ,e aSOClar:tll con los malo, ,omp¡¡ftc:ros er:lI1 "S;l' UnC(r(J:; \' üe:

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En este sordo conniCIO el1 H'lidlld ",~ la ):.;I('~ia y b indulgcmi:t dt, lo;, 1',1 brn<:ntos. la crc:wi"'1l del !-l(lpí!:tI cs, sin duda. 1'( lo mellO' :11 principio, lI11a \'Í¡:lori" En lodo C;I<,0. es una soluciún nllcva: por primer vez se S":ilituve!, bs nledí,J;¡s de e:;clusji1TI. Imr; lllC'nte l1(:g;1I i,,:I'>. por un;! medida de enuerro; , de'>oclIpado 110 ,~er;i ya expulsado ni sostenido con dinero (le ];¡ n:lciún, a co<;!" (le la M pérdida de SIl liLenad indívidllal. Entre el (lbl ciedad se estahlece un sistema implícito gaciones: tiene el derecho a ser ;¡limentarlo, debe aceptar el conslreiíim iento físico y la internación, A tod;¡ e,w muchedumbre, I1n poco imlístint~, se refiere el edicto de 1656: pobJaciún sin reClll SOS, sin lazos sociale~. que se encolltl'aba abando nada. o que se ha vuelto m,·l\·il dur;¡nte cierl( tiempo, debido al lluevo desarrollo económico, ¡-..:, han transcurrido quince dias de que el edicto fw sometido al rey para sel' firmado, cllando se le pro clama y lee por las calles. Parágrafo 9: "Hacemo muy expresas inhibiciones y prohibiciones a toda las personas, de tocio sexo, lugar y edad, de cual quier calidad y nacimiento, en cualquier cstad, en que puedan enconlrarse, ,·¡tlidos n\'.\1 i<lo, enfermos o convalecientes, curables o incurable, de mendigar en la ciudad y baníos de Paris, ni el las ig-Iesias, ni en las puertas eJe el!as, ni en 1:, pllel'tas de ];IS casas, ni en las calles, ni en otr, lado públicamente, ni en secreto, de dia o de no che ... so pena de !:it!go La priri1cr:l vez.; y l~ se gUllda, ir¡in ¡J galeras los que sean hombres ( mllchachos, y lllujeres y ll111chachas sedll l\csterr;¡

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lbs." El domingo :;i~tliente -13 ele mayo ele .jo",..:='" folleto, Grcvi01/s g-ml!n Ior lhe ·Poor, que se a tri­ buye a Dekker. en el cual se sciiala el peli¡;ro y se ,e clIlta el! la igl csia de .<;;;¡illl-Louí~ de: b Pilié. Hila denuncia l;¡ incuria general. "Aunque el númer.o lllÍ;¡;l ~olcmlH': del E"',pifilll S;\lllu; y el ltllles 1 J por de pohres n.o ("{'<;;¡ de crecer cotidiallamente. t,,(!;¡s b IlJaI-I:11la, la III i licia, que ih.l ;¡ lUll\'ITlil·\c. par:l la ];1, C.oS:I> "an de lllal cn peor en lo referellte a ali­ medrosa mitología popular, en "los arqueros del yiar su miseria .. _; muchas parroquias lanzan a H 0". pi tal" , comienza a cazar mendigos y ;:. enviar­ mendigar, est;Jfar o rohar para vivir, a los poures 1m a las diferentes con'>trucciones del Húpítal; y a l.os obreros y;ílic!os que no quieren tr;Jbajar, y cuatro ailos l1l;'¡S t;¡rde, est;'1!1 recluidos en l:1 Sal­ ide esta ma.nera, el país est¡t infestado miserable­ pétriere 1 1fiO muje¡-es Y niñ.os de tierna eelad; en mente." 77 Se teme que asfixien a la nación; y en l<l Pitié, hay 98 muchachos. 897 muchachas entre vista de que n.o hay, como en el continente, la po­ ,iete y diecisiete añ.os y 95 mujeres; en Bid:tre. sibilidad de pasar de un país a otro, se pr.opone 1 615 h.ombres adultos; en la Sav.onnerie, 305 mu­ gue "se les destien-e y traslade a las tierras recien­ chach.os entre ocho y trece años; en Scipí.on, filial­ temente descubiertas en las Indias orientales y oc­ mente, están las mujeres encintas, las que aún ,cidentales ... ·$ En 16:-10, el rey establece una comi­ dan el pechD y los peguelÍos s.on 530 persDnas. sión que debe vigilar el cumplimiento rigurDso de En un princi pio, a los casados, aunque estén nece­ las leyes sobre los p.obrcs. En el mism.o aüo, ésta sitados, no se les acepta; I;¡ administración se en­ publica una serie de "órdenes y de instrucciones", carga de ;Jlimen tarIos a domicili .o ; pero pr.onLO, en donde se recomienda perseguir a los mendigos grácias a una donación de J\h.zarin.o, se les puede y vagabund.os, así como "a todos aquell.os que vi­ alojar en la Sal pétriere. En total, est;Í n internadas yen en la ociosidad y gue no desean trabajar a 5 milo 6 mil personas. cambi.o de salarios razonables, o los que gastan en En toda Europa la internación tiene el mismo las tabernl!$ tocIo lo que lienen". Es preciso casti­ sentid.o , por ID menDS al principiD. Es una de l;!, conforme a las leyes y Ile\'arlos a las c.onec­ garlos respuestas dadas por el siglo XVI! ;J una crisis eco­ ci.onales; en cuanto a aquellos gue tienen mujeres nómica que afecta al mund.o .occidemal en con­ y niü.os, es necesario yerificar si se han casado, si jun to: descenso de salarios. desem pico, escasez de sus hijos han sid.o hautiz;Jd.os, "pues estn gente "ive la moneda; este c.onjunto de hechos se debe prDha­ como salvajes, sin ser casilclos, ni sepul t;Jdos, ni blemente a una o-isis de la eC.onDmía espaiíoJa.':< h;l1uil.ado.C¡; y es por esta Ji benad licenciosa por lo La misn1;J InRI;Jterra, que es el país de tanlos disfrutan ,ienelo ....agabundos".·9 A pesar occidental menos dependiente del sislf:ma. debe re­ la recuper;Jción que comienza en lnglaterr;J a solver los mismos problemas. A pes;Jr úe toJas la, mediados de siglo, el problema no está ;:¡ún remel­ medidas que se han tomad.o p;Jra evitar el ele,­ lO en la época de Cromwell, puesto. o1'ilc el L.ord empleo y el descenso de salari.os,'G la pobreza no Alcalde ele Londres se (1I1ciac"de cesa de aumenta¡- en el país. En lG2:!. aparece un ~ l \ l'

TEl. r.R:\N E:"CíLRR0

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se junta en la calle, lmil;i el orden público, asalta los cochc~, y siempre pide :t h'-rancles gritos limo:,­ na ante las puertas de las iglesias y de las casas panicuJares".80 Durante mucho tiempo, la correccional o los lo-­ cales del Hópital Général, servirán para guardar a los desocupados y a l.os vagabundos. Cada vez fIue se produce una crisis y que el número de po­ bres aumenta ni pidamente, las casas de c.onfina­ miento recuper;¡n, por lo men.os un tiempo, su primera significación econ<'lmica. A mediad.os del siglo XVllI. otra "ez en plena crisis, hay 12 mil obreros que mendigan en Ruán y otros tantos en Tours; e11 Lvon cierran las f:íbricas_ El concle de Argemon. "q'llC est;'l encarg-adD de] departamento de París }' de la guardia pública" da orden de "arrestar a tod.os l.os mendigos del rein.o; los guar­ dias se encarg-an de esta obra en el campo. mien­ tras (Itle en París se hace lo mismo, por ID que l!;JY seguridad de que no escapar;'m. cncontrándose per­ seguidos en todas panes". ~l Pero fuera de 1:1.$ ¿pOC;¡, de crisis, el confina­ miento adquiere otro sentido. A su función de re­ presión se agrega una llueva utilid;Jd, Ahora ya n.o se trata de encerrar a l.os sin trabajo, sino de dar trabajo a quienes $e ha encerrado y hacerlos así útiles para la prosperidad general.· La ~he!-!!aci{Jll es clara: malla de obra b;Jrata, cuando hay trauajo y salarios altos; y. en pe¡ i.odo de desempleD. reab­ sorción de l.os ocios.os y protección social contra la agit;Jción y los motines. No olvidemos que las pri­ meras casas de internación aparecen en Inglaterra en los pUnt.os más inclmtriaJÍl:I(los del país: "\Vor­ cester, l\onrich, Bristol; que el primer Húpital

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(;<")1(:]";11 $C inau¡:iun', en Lyon clIarenta aiím ante', (1 \1(' ':Ll Parí';"" (pie la primer;! entre toÜ;¡~ \;" e i nd;¡dcs ;.I<·m;III;¡' que ticlIe su ZllI"lulul/ls es ¡bllll'

hurgo, de"de 1Ii20, Sil n:g'lall\cnto, puhlicado cn 1 (i~2, es muy preciso, Todos los internos deben t l-ahajar, Se calcula exactamente el valor 'de sus tra­ 'y se les da la CU:l1"la parte, f'lles el u'ahajo no es sobmente una ocup:¡ciún; dehe ser productivo, Los ocho directores de la casa estahlccen un plan <.. enera!. El Tl'crhmcistcl' da a cada uno de los in· e t erllo, un trabajo personal, \' a [in de semana ya :1 verificar que la tarea ha sido cumplída, Las no;'­ nl:lS de trabajo serán apliGldas hast<l finales del X\'III. puesto gue Howard advierte <lún que ,tllí "se hila, se hacen medias, sc tcjen la lana, la, ('crdas, el lino, y se n11lele la ma(lera tintórea y el cuerno del ciervo, La cantidad scüalada al homhre que muele la matler;¡ es 45 libras por día, Algllno~ hombres y caballos están ocupados en un hat;'m, 00 herrero trabaja allí sin cesar",!I:! Cada casa de j 11 ternos en Alemania tiene su especialidad: se hila principalmente en lkemen, en Brunswick, en j\lll­ nich, en Bresl:Il1, en Berlín; se tille en Hannover. Los hombres muelen la madera en Bremen y en Jl:llnhurgo, En Nurember¡:; se pulen vidrios ¡'¡Pli. cos; en Maguncia, el trabajo principal consiste el! moler trigo,~l Cuando se abren las primeras correccionales en lllglaterra, se está en plena regresi()il cconúmira, El acta de HilO recomienda solamente (lue a las (,olTeccionales se agreguen molinos, telares '1 ta­ lleres de carda para ocupar a los pensionarios. Pero la exigencia moral se convierte en una t,'lctica eco­ númica mando, después de lfi51, con el <lCla de

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Na"cgación v el descenso de la tasa de desCllelllo riales para trabajal'; pierden allí el tiempo en la

la buena si;l!aci~)n econólllica se restablece y s~ holganza y en el libeninaje",8S

uesarrollan el comercio )' ia industria, Se busca aprovechar en la mejor farola, cs decÍ!', lo más ba­ Cuando se crea el Hópital Gén¿ral de París, se

pretende allte todo suprimir la mendicidad, 110

rato posible. toda la mano de obra disponible, darles ocupación a los internos. Parece, sin em­

Cuando John Carey redacla su proyecto de worh. h:u'go, que Colbert, como sus contemporáneos in­

¡'OltSC para Br"ro!~ serial;¡ CIl primer lugar la gleses, vio en el trabajo de las casas de asistencia, a

ul'gencia del trabajó: "Los pobres ue UllO y de otro sexo y de todas las eelades pueuen ,el' la vez, Ull remedio para el desempleo y un estímu,

lo para el desarrollo de las manufacturas,8" En las

en b::.tir el cáñamo, en aprestar e hilar el lino, en provincias los intendentes deben procurar que

cardar e bilar lo. lana," ~:, En '\Vorceslcr se fabric<lll ve;,tidos \" tel;:;: se establece UIl taller pal'a los ni. l;lS casas de caridad posean Ulla ciena significa,

ción económica, "Todos los pobres capaces de tra,

ños, Todo CSIO no plledc hacel'se sin diíicultadcs, Las lt'OrUIOIUcs ljuieren ser apro\'ech<lcl:ts po\" b~ l;ajar deben hacerlo en los días laborables, lamo

par¡l e\'itar la ociosidad, que es la madre de IOdo,

indusu'ias y mcrcados locales; se piensa, q lIió, q lit' los males, como p:II'a acostmnbrane al tI'abajo, y

la fabdcación barata tendrá un dt::cto reguladol' w, bl'e el precio de VCllta, pero Jos fabricantes plOte,,­ también para ganar parte de su alimento," 1'0 En

tall,~" Daniel Dcfoe llama la atención soure el ocasiones, inclusive, hay arreglos que permiten a

ell¡ presarios pri,';¡dos utilizar en Su provecho la

hecho de <¡ue, por el efecto de esta competcllci;" muy cómoda pal'a las 1/J01'hhollSCS, se crean pobrcs mano de obra de los asilados. Se sabe, por ejem­

en una región bajo el pretexto de slIprimirlos en plo, que por un ¡¡cuerdo ue 1708 un empresario

otra; "es darle a uno lo que se le ljuita a otro, pl'Oporciona a la Charit¿ de Tule l;lna, jabón, caro

poner un vag:lbundo en el lugar de un hombre bón, y que ella le enu'eg-a en cambio lana cardada

hOllrado, y obligar ;¡ éste a encontrar \lll na bajo e hilada. Todo el beneficio se reparte entre el hos­ para hacer "ivir a su falllilia".87 Delante del pe­ pital y el empresal'ÍO,U1 Hasta en París se intenta ligro de la competcllcia, las autoridades perlllitcII \'aria~ veces transformar en f;ibricas los ediGcios que el trabajo desaparezca palllalinamcllle, Lo:. del H (¡pi tal Géll!:ral. Si creemos lo (1 \le dice el pel1siollarios ya no ¡JUeuell sitllliera g:mar para ~II autor de una memoria anónima aparecida en 17!lO, propio lIlal1lenimiento; a \'eces las aULOI'idaJ~~ se se cnsayaron en la Pitíé "todos los tipos de manu-' \'en obligadas a metel'los en b GÍrcel p:II'a <¡Ile ten, facturas fJue puede ofrecel' la capital"; finalmente, gan pUl' Jo menos p:!11 gr:lluilO, En cU:lIlto :, 1", "~e lJeg(J, c¡-¡si a la Jesrspcl'ada, ;¡ 1;1 labl'i,aóúl1 Bridwdls, hay 1lIl1\ ))('CO~ "donde se re:tlicc algún de cordones, por ser la menos dispendiosa",'" En lrahajo, C inchlsi\'c dOtld<: pllc'tla hacenc, Los 'lile: otras p:Irtes bs tent;Ui\':I' no fueron más frllcrllo, cst;in alli encerrad05 \lO licnen l1i útiles ni male, S:I", En Bi, ,'In; ,se hi{ i<:rol1 1I11lllero>os ensa\os:/a, bricacitll1 dc hilo y de cuerda, pulimento de esp'"

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EL GRAN ENCIERRO

l'Rlr..!ERA IpRTE

jos y,.sobre ,todo, el :.é~ebre gmn, P?-ZO,D3 Se tuvo gatorios, se aumentaba el de~en:pJeo .~1I ,las regio­ m:s vecinas y en los sectores SIl1\t1ares.·IJ En cuanto inclusIve la Idea, en 1,gI, de sustitUir los caballos, que subían el agua, por equipos de pnsloneros. a la acción sobre los precios, no podía ser ~íllO que se turnaban entre las. 5 de la mañ,ana y las artificial, ya que el precio de mercado ue ~~s pro­ S de la noche. "¿Qué mOLIvo ha detennmado tan ducto. así fabricarles no guardaha proporclOn con extraña ocupació~1) ¿Es un motivo econón:i~o, o so: ,el precio real de costo. si se tomaban en cuenta lamente la ne.cesldad de ocupar a lo~ pns:oncro~: . los gastos del cO!lfinaT!1¡~llto. .. Si es la necesld;¡d de ocuparlos, l~ubICl:a ~I~O mas ?,Iedida por su solo '\'alor funciona!, la o-eaClO1I oportuno encomendarles un trabajo mas ulIl para de las casas de internamiento puede pasal' por UlI ellos y para la casa. Si el 11l0ti\'0 es la economía, fiasco. Su desaparición, en casi toda Europa, a s-.::ría preciso que la el1::omr;'tramos en a~gún principios del siglo XIX, como centros d~ re~epción lado." Jll A lo largo del slg'lo XVIII 110 cesal';! de de los indigemes y pri~iones oe la 11l1Sena, san. borrarse la significación económica que Colberr donará su fraca!>o final: remedio tramitorío e iu. quiso darle al Hópital Général; e~tc ce~l~ro de. ~raeficaz, prec;¡ución social hastante mal formulada bajo obligatorio se convertirá en el SlllO pnv¡}e­ por la illdusu'ializacióll naciente. Y ~íll cmbargo, giaclo de la odosidad. "¿Cuál es la fuente de los en este fl'acaw mismo. la ¿poca clásica hacia una desórdenes en Bicetre?", se preguntar;'¡n '105 hom­ (,;~periencia irrcductible. Lo que hoy nos parece bl'es de la Revolución, y darán la misma respllcsta tlna dia¡(~ctica inh:íbil de la producción y de lo, que dio el siglo XVII: "Es la ociosidad. ¿Cómo se precios tenia entonces SIL significación real de cier­ puede remediar? Con el trabajo." la collciencia c.:tica del trabajo en que )¡lS difi· La época clásica utiliza el confinamiento de un;¡ cultades de los mecanismos econóllIicos perdían ~u manera equivoca, para h;¡cerle dcsempeñar un pa· urgencia cn favor de una afirmación dc valor. pel doble: reabsorber el deselllpleo. o por lo mCllos En ese primer auge del mundo industrial. el borrar sus efectos sociales mús "isibles, y controlar trabajo no p:1rcce ligado a los problemas q uc él las tarifas cuando existe el riesgo de que se ele'llclI mislllo susót;¡ba; por el contrario, se le percibe COIIIO soluciún general, panacea infalible, remedio dcmasimlo. Actuar alternativamente sobre el mer­ cado de malla de obra y los pn:cios de la prouuc. de lUdas las formas de la lIIiseria. Trabajo )' po. lneza se ~ilúan ell uua !>encilla oposiciúlI; su C.\' ción. En realidad, no parecc que las casas de con­ finamiento h;¡yan podido realizar eficazmente la lensión respectiva irá en proporcion inversa la ulla obra <llH': (k ellas se t:spcl':lbJ. Si :tbsorhían a lus de la otra. En cuanto al podL'r, (PIC le pertellcC<.: dc,ocup~do), era sobre todo para di~ill1ul:tr l.::l mi­ ('(mw cm:! propia. de haccr de~apJreccr la miseria. seri"a. y E'\itar los iucol1venielllf's polÍlicos o soci:-t­ el tl':th:ljo. para el pcm:HllicllIO dá~i(Q, no lo dc· lcs de un:, posible ag'¡taciún; pero el! ci 1II1,mo lellla Jlor ~II potel1tí:¡ ~JmdIlCli\';1 ~iIlO, m;'¡~ ;¡¡'¡n, momento en (!ue se les colocaba en talleres obli-_ por (iell.1 J IICI'/:L dc enGllltallliellLO moral. La

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eficacia del trabajo es reconocida porque se· la , ha fundado sobre su trascendencia ética. Desde la caí· da, el trabajo·castigo ha recibido un valor de peni­ tencia y poJer de redención. 1\0 es una ley de la naturaleza la que obJig-a al hombre a. trabajar, sino el efecto de una maldición. La tierra es inocenr(' de esta esterilidad en glle quedada adormeciua si el hombre permaneciera ocioso: "La tierra no ha­ bía peuldo, 'y si está maldita es a causa del trabajo del hombre maldito que la culti ....a; no se le arran­ ca ningún fruto, y, sobre todo, el fruto más neceo sario, sino por la fuerza y entre trabajos con ti­ IIUOS." ~G

La obligación del trabajo no est¡t "inculada a Ilinguna confiallza en la naturaleza; )' la tierra no debe recompensar el trabajo del hombre ni si<¡uie­ ra con una oscura fidelidad. Es constante, entre los católicos, como entre los reformados, el tcma de que: el trabajo no He\':! sus propios fWlOS. Co­ secha y riq uez;¡ lIO se: enCllelllran al térmi no de una dialéctica del trabajo y dc la naturaleza. Ésta es la advertencia de Cal vino: "Ahora bien, no nos cuidemos de que 1m hombn:s sean vigilantes y h;j· biles, de que hayan cumplido bien con su deber, que puedan hacer fértil su tierra: es la bendición de Dios la t(ue lo gobiernil todo," ~i Y ese peligro tle uu trabajo que segui ría ~ielldo infet:undo si Dio~ lIO interviniera en Sll benevolencia, lo reco­ noce. a su vez, Bossllct: "A c;¡da momento, la espe­ r¡¡nza de };¡ mies. \' el frllto único tle lodos lIlleSlrO~ trabajos p\lede esc:Jp:ir"'llos: ('staIIlÚ~ ;1 1;1 l!l('ITcd del (idú ill(OIl~talll(:' <JlIt· h:Jce Jlovel' sobre I:t t iér­ na e'pire;:!." ,,, r:~c trabajo precario :tI que la n:tlu· raleza JlO c'it:i oblig;;¡ü;1 a rc'>ponder -,al\-o \"Olllllt;.,!

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EL GR¡\",D"CJERRO

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particular de Dios- es sin embargo obligatorio. en lodo rigor: no al nivel de I::Js síntesis naturales, sino ;:1.1 nivel de las síntesis morales. El pobre que, sin consentir en "atormentar" la tierra. espera que r)ios venga en su ayuda. pues ha prometido aE­ rnentar :l Ia~ aves del ciclo. ese de,obedecerú la nT;U( ley de la Escl'itur;l: "No tentar;'ts al Eterno, r tU Seiíor." No querf".I trabajar, ¿no es "tentar desIT1edid¡¡mente el poder de Dios"? 119 Es tratar de obligar al milagro,lOO siendo así qu(;: el milagro es acordado cotidianamente al hombre como re­ compensa gratuita de su trabajo. Si bien es cierto el ue el trabaj o no está inscri to entre las leyes de la 11aturaleza, sí está envuelto en el orden del mundo caído. l'ar ello, el ocio es revuelta. la peor de to­ das. en un sentido, pues espera que la naturaleza sea generosa como en IR inocencia de los comiell­ zos, y quiere obl igar a una Bondad a la que el hombre no puede aspirar desde Ad;in. El orgullo fue el pecado del hombre antes de la caída: pero el peca.do de ociosidad es el supremo orgu .10 del llOmbre una vez caído, el irrisorio orgulJc. de la. miseria. En nuestro mundo, donde la tie ra sólo es fértil en abrojos y malas yerbas, tal es la falta por excelencia. En la Edad Media, el gran pcc.<Ido, ,-adix mlllorllln omnium, Íue la soberbia. Si hemos de creer a Huizinga, hubo un tiempo, en los albo­ res del Renacimiento, en que el pecado supremo tom(í el aspecto de la Avaricia. la rieea clIPicligia ele Dante. 10! Todos los textos del siglo XVII :mull­ cían, por el contrario, el triunfo infern:t1 de la Pereza: es ella, ahora, la que dirige la ronda de los vicios )' los arrastra. ~o oh'idemos que scg-ún el edicto de creadóu, el Hospital gencl'al debe il1l pc­

dir "I:J. IlIClIdicidad y la ociosidad como fuellte$ de todos los de~brdenes". Bourdaloue repite esas con ­ denaciones de la pereza, orgullo misera hle del hombre caído: "¿Qué es, pues, nuevamente. el clC5' orden de una vida ociosa? Es, responde San Am­ brosio, hien cOllsiderado, \lila seguuda revllelta (he la O"iatura cOl1tra Dios." 1(l~ El trahajo en las casao de internamiento toma así su significado ético: puesto qlle la pereza se ha convenido en forll1~~ absoluta de la revuelta, se obligará a los ocioso, a trabajar, en el ocio indefillido de Ull trabajo "in utilidad ni pro\·echo. Es el! cierta experiencia d~ tipo laboral donde se ha formulado la exigencia -tanto moral como económica, iudisolublementc­ de la reclusión. El trabajo y la ociosidad han tra­ zado ulla HIlea divisoria, en el mundo clásico, que ha su:,lituido a la gTaI1 exclusión de la lepra. El asilo ha tomado e::.:;¡ctamente el lugar del lepro~a· rio en la geogra[í¡¡ de los sitios poblados por fan, tasmas, como en los paisajes del univcrso moral. En el mundo de la producción y del comercio se han renovado los viejo~ ritos de excomunión, En esto).,... sitios de la ociosidad maldita)' condenada. en estc espacio inventado por una sociedad que descubría en la ley del trabajo una trascendencia ética. es donde ya a aparecer la locura, y a crecer pronto. hasta el extremo de ¡¡nexúrselos. Vendrá el día etl que pourá recoger estos lugares esté¡-iles dc la ocio· sidad, Jlor una esperie de muy ;mtiguo y oscuw derecho hp.rt'dit:ll·io. F.I siglo XIX aceptará. e in­ cluso exigirá, que se transfieran exclusivamente a los loco<; estas tierras, donde ciento cincuenta ¡¡jl05 alltes se qlliso reunir a los mi~er;Jbles, a los !llen­ tlig'-'", a 10<; de~ocupatlos. --"!!: I i 1)

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l'JUJ\.lERA l'ARTE

No es indifcrellte el hecho de que los locos hayan

quedado comprendidos en la gran ]>ro~cripciól1 de

la ociosidad. Desde el principio, tendrán su IUg"J.r

al lado de los pobres, buellos o malvados, y de los

ocioso:;, voluntarios o no. Como sus compaJíeros,

los locos estar';'n sometidos a las regla~ del trabajo

obligatorio; y ha sucedido en más de una ocasión

que hayan adquirido exactamente su fisOIlOIll;a

pecl1li:u' bajo esta oblig'acióll uniforme. En los ta·

lIeres donde los locos est~lbal1 confundidos C011 Jos

otros confinados, los primeros se distinguen por .su

incapacidad para el u'abajo y para seg-uír Jo, rit­

IllOS de la vida colectiy;¡, La necesidatl, descubier­

ta el! el sig-Io XVJ(f, de dar a los alienados un regi­

llIell especial, )' la gT~lil crisis de !;l internación que

precede poco liempo a la Revolución, se ligan a

];1 experiencia <¡lIe se ha aUl¡uirido con la obliga­

cjl'm gClleral de u'ahajar. 103 No ftle preciso llegar

al siglo XVI! para "ellcerrar" a los locos. pero sí es

en esta época cuando se les comienza a "internar",

llIczcJ;ínuolos con una población con la cual se les ,reconoce cierta afinidad. H;.¡sta el Renacilllielllo, la sensibilidad ante la locura estaba ligada a la pre­ sencia de trascendencias imaginarias. En la edad cbsic:!, por "ez primera. la locar'l es percibida a tr;¡n:s de tilia cOllllcllaciúll ética tle la ocio:;ídau v d::l1tro de tilla illllJallcncia sodal garantizada ).lO;. la cOlllunidad del traJ..¡;¡,jo, Esta COJ1lulli(bd adquie­ re un poder ~lj¡-O de reparto que le permite rec}¡¡t­ za¡'. COl1lO a un 1l11111do distinto, LO(b~ I;¡~ formas de illtlfilidad socia!' Es el! este o/ ro 1II1111f/O. cer­ c:ldo por las potencias s:l~rad;¡s del trabajo, donde la 1(l,'lIra \'a :¡ aduuirí;' el c,;talWo (lUC le cOl1oce­ Jl10~. Si existe en la locura ci;¡sic¡ ;Iigo que habJc

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El.'GRAN E;-,:r:lERRO

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El. eRA;\, ENCIERRO

Tendr:i no solamente el aspeclo de Ull taller de trabajo forzado, sino también el de una instituciún moral cllc;¡rgada de Glstig;u',de corregir una óC'r­ l>ip~;nos celestes; ('~ porque ha lranqucado las [ron­ la "ausellcia" moral que 110 amerit;l el trihllnal de teCas del orúen burgués, para cnajcn:mic m<Ís all;í los hOlllures, pero que nu potlrí;l ser reformada de los 1í~!!!~S sagrados de la ética aceptada. sino por la sola severidad de la penitencia_ El HóEn efecto, la relación entre la práctica de la in· Cénéral tiene un estatuto ético. Sus direc­

tC'J.'I1<lción Y las cxigenc-ias úel tralmjo no está defi· tores están revestidos de este cargo 11Iora], y se Jc~

ní da, ni mucho menos, por las e~dgenc:ias de la ha confiado todo el aparato jurídico y m;:¡terial de

economía. Una :visión moral la sostiene y la ani· la represión: "Tienen todo el poder de

ro 3.. Cuando el Board o[ Trnrlc puhlicó un informe administración, policía, jurisdicción. so bre los pobres, en el cual se proponían medios rrección y castigo," l)ara cumplir esta tarea, se han

p::lTa "volverlos útiles al público", se precisó que puesto a su disposición postes y argollas de .tor,

el origen de la pobreza no estaba ni en lo exiguo mento, prisiones y mazmorras. H ':;

üe los ingresos ni en el desempleo, sino en "el ~e· bilitamiento de la disciplina y el relajamiento.t:.,. En el fondo, es en este contexto donde la

de las costllmbrcs".l(J~ También el edicto de lGl5 r.ión del trabajo adquiere sentido: es a la vez ejer.

i ocluía entre las denuncias morales, amen;¡zas ex­ cicio ético y garantía moral. Valdrá como ascesis,

tr afias. "El libertinaje de los mendigos ha llegado castigo, COlllO signo de cierta actitud del COraZIH1.

a 1 exceso por la forma como son tolerados todos El prisionero que puede y que quiere trabajar ser;i

loS tipos de crímenes, lo cual atrae la maldici¡"m , liberado; no tanto porque sea de nuevo útil a la de Dios :;obre Jos Estados, que no los castigan." sociedad, sino porque se ha suscrito nuevamente Este "libertinaje" no es el que se puede definir ....4d gran pacto ético de la existencia humana, En abril de 161:)4. una ordenanza crea en el intericr en relación con la gran ley del trahaj o, sino cier­ del hospital una sección para los muchachos y mu­ t.;Lmentc un libertinaje moraL "La experiencia ha hecho conocer a las personas que se han ocupado chachas de menos de 25 afias; en ella se precisa en trahajos caritativos, que muchos de ellos. de que el trabajo debe ocupar la mayor parte del día. deLe ir aCOl11 paiíado de "la lectura de algunos uno y de otro sexo, viven juntos sin haherse casado, que muchos de sus niños están sin bautizar, y que piadosos". Pero el reglamento define el c;'· viven casi todos en la ignorancia de la religión, ~cter puramente represivo de este trabajo, ajeno el desprecio de los sacramentos y el h¡íbito comi­ por completo a cualqtúer interés de producción: ll UO de toda clase de vicios." De este modo, pues, "Se les har:i trabajar en las laborés m;Ís rudas, se· el Hópit;J! no tiene d aire de ser un simple refu, lo permitan sus fuerzas y los 111Q'ares donde

se ellcuenu'en," Sola.mente cuando

gio para aquellos :1 quienes la vejez. la invalidez ese trabajo -sólo entonces- se les podrú enserIar

o la en[ennedacl Ics impiden trahajar.

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ntr() lugnr \. (le otm rmn, no, es ,porque ·el loco de otro ciclo -el del imcnsato- y IUZC;1 los

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un oficio "convenieÍltc a. su sexo e .inclinación", en la medida en q uc su celo en Jos primeros ejerci­ cios haya permitido "juzgar que desean corregir. se". Finall1lente, toda falta "será castigada COIl la dismillución 1.'. el potaje, el aumen to del trabajo, la prisión, y otras penas habituales en los dichos hospitales, según los directores lo estimen razona· hle"'.W\i Es suficiente leer "el regl:unento generar de Jo que dehe hacerse catla día en la Maison de Saínt-Louis de la SaJpétrihe" 107 para comprender la exigencia del trahajo estaba ordenada en de un ejercicio de Teforma y de conten· ClOn moral, que nos da, si no el sentido más impor­ tante, sí la j ustiíicación esencial del confinamiento. Es un fenómeno importante la invención de un lugar de constreñimiento forzoso, donde la moral puede castigar cruelmente, merced a una atribu­ ción administrativa. Por primera vez, se instauran establecimientos de moralidad, donde se logra una asombrosa síntesis de obligación moral y ley civil:.­ El orden de los Estados no tolera -ya el desorden de los corazones. Es preciso aclarar que no es la primera vez q ne, en la cul rura europea, l a falta moral, inclusive en su forma m;ís privada, toma el sentido de un atentado en contra de las leyes escri, tas o no escritas de la ciudad. Pero en el 6'1"an con­ finamiento de la época cl;isica, lo esencial, el lluevo acontecimiento, es que se encierra en las ciudades ele la moralidad pura, donde la ley que debiera reinar en los corazones es aplicada sin remisión ni dulcificación bajo las formas m:tS rigurosas del COllstl-eiíimiento íísico. La morai es allrninistrada l como el comercio o la economía. Vemos así aparecer entre las instituciones de la

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blc p;:¡ra adorar así a la divil~a Í)rm'idencia .. ; La ~v -a-nilnarlos ;¡ leer. en su' momenlos de descanso, monarquía ahsohata -en las que tanto liempo pero experiencia nos com'ence demasiado, desgTaci;:¡da­ 'ili\'t'rsas p;¡rtes de la S;¡~rád" Escriull'a. Debe ('l1S('­ 111 a Ileóeron como sÍlnbolo de su arhitrarierlad- la mente, de que la fuente principal de los trastornos 'jiíarlcs a leer a (·scrihir. a {'Ollt;!\'. :t ser hOllr:tdos h'1-a n idea hm~llcsa, y en bre\'e rcptll,lir,lIla. de q lIe \'elllO~ reinar hoy en día cntre 1a j llvenmd e~ :1-' decentes COIl (Iuielles visiten la casa. Debe prc­ que la virtud eS también un "SlIlltO de Estado, el la falta de instrucción y de docilidad en las cosas 'ocuparse de que asistan al servicio divino, y de cual puede impo ner decretos para hacerla reinar espirituales, ya que prefieren seguir sus maJvadas ;q~~_ allí se comporten con modestia," 10ft En ln-' v establecer tilla ~utoridad para tener la sep;midacl inclinaciones, antes que las santas inspiraciones de gbterra. el reglamento de las 7¡1(lrh/¡o1Jsrs concede de que será respetada. Los :,[lIr05 del confinamien­ Dios y los caritativos avisos de sus padres." Se lra· gran imponanci;¡ a la "í¡:?;ilancia de las C05tl!mhITS to encierran en cierto sentido la negati\'a de e~t;¡ t:l, pues, de librar a los pensionistas de un mundo ' Y a la educación religiosa. Así, para la casa de ci tldad moral. con la cual principia a soiíar la con­ que es para su debilidad una invitación al pecado. Plymouth. se ha previsto el nombramiento ele Ull ciencia burguesa en el siglo XVllI: ciudad moral y de llamarlos a una soledad donde no tendrán schoolmaslcl-, que debe reunir la triple concliciúll clestinada a aquellos que quisieran. por principio por com pañeros sino '-.., sus "ángeles guardianes", de ser "piadoso, sobrio y discreto"; todas las ma-­ de cuentas, sustraerse de ella, ciudad donde el de· encarnados en sus vigílantes, presentes todos los <ñanas y todas las noches, se encargad a hora rec ho reina solamente en virtud de una fuerza in­ días: éstos, en efecto, "les dan los mismos buenos de presidir las plegarias; cada s;ibado POI- la tarde apelable -una especie (le soberanía del hien, donde servicios que les proporcionan. en forma invisible. y carla día de fiesta, debed dirigirse a los ínter­ tri unfa t'lnicamen te la amenaza y donde la virtud sus ángeles guardianes: instruirlos, consolarlos y nos y exhonarlos e instruirlos en los "elementos (t.v nto vale en sí misma) no tiene m¡Ís recompensa procurarles la salvación".l11 En las casas de la fundamentales de la religión protestante. conforme q uC el escape al castigo. A la sombra de la ciudad a la doctrina de la Iglesia ;mglicana".110 En Ham­

Charité, se vigila con sumo cuidado la ordenación hu r g ues:1, nace esta extrema república del bien que :burgo o en Pl)'mouth, Zuchtbiíuscrll y w()1'hhouscs: de las vidas y de las conciencias, lo cual, conforme se impone por la fuerza a todos aquellos de 'en toda la Europa protestante se edifican e!;tas 'I\'anza el siglo XVIII aparece más claramente como ne s se sospecha q'lle pertenecen al mal. Es el rever­ fortalezas del orden moral, donde se enseiia la parte la razón de ser de la internación. En 1765 se esta­ so del gran sueño y de la gran preocupación de la de la :religión que es necesaria al reposo de las blece un nuevo reglamento para la Charité de burguesía de la é poca clásica: l as leyes del Estado Chfueau-Thierry. En él está bien seiialado que "el ciudades.

y las del corazón se han identificado por fin. "Que Prior visitará cuando menos una vez por semana r:-En tielTas católicas se persigue el mismo

nuestros políticos se dignen suspender sus dlcnpero su car<Ícter religioso es aún m;is marcado. De_ a todos los prisioneros, uno tras otro y separada­ 10S- •. y que apl-endan de una ve?, q\le se tiene leIlo es testimonio la obra ue San Vicente de Paú)' mente; para consolarlos, llamarlos a una conducta todo con el dinero, excepto buenas costtllnhres y fin principal por el cual se ha permitido que mejor. y asegurarse por sí mismo que son tratados ciudadanos." 108 se hayan retir:lclo aquí unas personas. y se las haya como debe ser; el subprior lo hará todos los ¿No es acaso este el sueño que parece haber he­ días".l1~ l)uesto fuera del desorden del gran mundo. para chizado a los fundadores de la casa de confin;¡' Todas estas prisiones del orden moral hubieran hacerlas entrar en calidad de pensiollarios. fue el miento de Hamb1Jrgo? Uno de los directores debe podido tener por emblema, aquel que Howard impedir que quedaran retenidos por la escl:lvitud "jgilar para que "todos aquellos que estén en la pudo leer aún en la casa de Maguncia: "Si se 1m (¡el pecado y de que fueran eternamente conue­ casa cumplan COl'l sus deberes religiosos y en ello, podido wmeter <tI a los animales feroces, n~ nadas, y darles el medio de gozar de un contento sean instruidos ... " El maestro de escuela debe debemos desespcr;:¡r corregir al hombre que .perfecto en ésta)' en la otra, harán tocIo lo in;truir ,1 los niiios en ia religión, y exhortarl(lS

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w: FI. CIL\0: EKCIERRO

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'se h;,:extraviádó:" U1 Para la Iglesia católica, como­ -'para 1os pa~ses protestantes, el cOllfinamicn~o ~e­ 'prese nta, baJo la forma de un modelo autontano, el In i to de una fel icidad social: uua policía cUyQ_ ordeJ 1 sería por completo transparente a los prin­ ci pio s de ]a religió n, y una religión cuyas exigen­ Cias estarían satisfechas, sin restricción, en las ,regla s de la policía y en los meclios de con,~tre­ íiim j elllO <¡tiC pueda ésta poseer. Hay en estas ins­ tituciones como una tentativa de demostrar que ,'el orden puede adecuarse a la virtud. E.n este seú: :tido. el "encierro" esconde, a la vez, una metafísica .de 1... 1 ciudad y una política de la religión~ Reside: ,com o un esfuerzo de síntesis tiránica, a medio cam í nO entre el jardín de Dios de las ciudades .que los hombres, expulsados del Paraíso, han le­ val!! :,rJo COIl sus m;:¡nos. La casa de confinamiento en 1;J poca clúsica es el símbolo más denso de esta ~~poljc:l" que se concibe.a sí misma como equi\'a­ Jente civil de la religión, para edificar una ciudad perfecta. Todos los temas morales del internamien­ 'o lO , ¿ no estún presentes en ese texto del Tratado .de policía en que Delamare ve en la religión "la .prime¡-a Y la principar' de las materias de que se ¡OCU pa la policía? "Hasta se podría aÍladir la única .si fuésemos lo bastante sabios para CUlll plir per­ fect<lmente con todos los deberes que ella nos pres­ ',cribe. Entonces, sin otros cuidados, no habría "ya :corrllpción en las costumbres; la templanza aleja­ --ría las enfermedades; la asiduidad al u-abajo, 1:1 lrug<lIídad Y una .sabia previsió~l procurarían todas Uas cosas llecesanas para la vlda; al expulsar la _~ridad a los vicios. se aseguraría la tranquilidad ¡pública; la humildad y la sencillez suprimirían lo

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' EL GRAN ENCIERRO

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<]ue hay de '-ano y de peligrow en las ciencias hu­ m;.¡nas; la buena fr: reinaría ron Ja~ ciellcias y en las arte:;.. ; lo, Jlohr{'~. en fin. ~erjal1 ~ocorridcJ', volulltariamente, y la llIclJ(litidad s~ríi\ de~terrad;:: verdad es que, siendo bien ohservada la reli­ crión se realizarían todas las demás partes de b 'roli~ía ... · f\sí, COIl mucha sahiduría, todos lo, legisladores han est;¡hlecido la die!', as) como b duración de los Estados sobre la Religión"_114 E.I confinamiento es una creación institucional propia del siglo XVII. Ha tomado desde un prin­ cipio tal amplitud, que no posee ninguna dimen­ sión en común con el encarcelamiento tal )' como podía praClicarse en la Edad l\Iedia. Como medida económica y precaución social, es un invento. Pero en la historia de la sinrau'm, seiíala un aconteci· miento decisi,'o: el momento en que la locura e;; percibida en el horizonte social de la pobreza. de la incapacidad de trauajar, de la imposibilidad de integrarse al grupo; el momento en que co· mienza a a~imilarse a los problemas de la ciudad. La~ nuevas significaciones que se atribuyen a ];¡ pohreza, la importancia dada a la obligación de trabajar y todos los valores éticos que le son agrc· gados, determinan la exp~riencia que se tiene de la locura, y la forma como se ha modificado su ami· ,....g1JO significado. Ha nacido una sensibilidad, que ha trazado una línea, que ha marcado un umbral. que escoge, para desterrar_ El espacio concreto de la sociedad c!;Íi\i· ca reserva una región neutraL una página en ulan­ ca donde la vida real de la ciudad se suspende: el orden no afronta ya el desorden. y la razón no in­ tenta abrirse C:llllino por sí 50b. entre todo a<¡ueiio

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,gue"puede esquivarla, o que inteiHa negarla. R<:in:t ·.,en estado puro, gracias a un u-junfo, que se le ha :preparado oe antemano. soure una si Ilrazón des­ :encadenada. La locura pierde así aquella libertau ~ imaginaria que la hacía desarrollarse todavía en los cielos del P enaamiento. Ko hacia aún mucho . tiempo, se deuatía en pleno día: era el Re)' Lem', era Don Quijote. J>ero en menos de medio siglo. se encontró recluida, y ya denu'o de la {onalez;¡ del confinamiento, ligada ¡l la Razón, a la, re­ gIas de la moral y a sus 1I0ches monólonas.

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tigo. LO!l TIriOS qnisieruu ~luitul'· le to¡)os los peqlleúos goces que IHwdcu t~Ildulzar su llIi¡;,~riU, nI paso que Jos otros clUUHlJJ con­ tra la jnhumnlli<lnu d(~ todos lOR puntos de esta ~eip}irlílltt 1) i tlUlc.lal.

BY JEREMY BENTHAM,

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fin, IO;!l'ar todo ¡:>lto pOte HIP­ dit);'l pcouúrnÍ(:os, por una admi­ llisfl'adon í u t!~ 1'1~s~l,(la (~tl el buen éesiIo, y pOI' rf'.glal'l de suh­ ol'di!lllÓOn iutel'Íol' i]lle pongan á tocios 108 empleados hajo In Mrula del bujo la. esttl!'l 8011 que "e ddlell bl\.4¡:ar en (d ¡:sra·

b leeim ien t<) df! lIlHl dÍl'eeL 'fodoi'l 108 pl:l.l1C~ q ne fié han IH'olHH'sto ha"t;¡ :dlOra SOIl de· fectuoso", (1 pOi' 11 U <~3Ct.~S<) de (¡ por 11U eSCeSo de induljencia, ú por HIla ec:<ajern­ don en los ga:ltOl'l, que ha hecho que todo se m;tlogrfl. Las tres reglas siguíentcíl serV"Íl'iíll mu­ eho p111'U é\'Ítar 1~!:Itos ü¡fer~mh~s eno I.'e:->, Regla de dulzlLru,

La. f!oudieioll OtiliIHLl'Í:l 11(' 1111 preilO eondena,lo á uu forzado !ll)t' Jar:;!J tiempo no de· be ,!>,tar :.lcoUlp:ulada .k malos tratamiento" e(lrp()rah~:.¡, ¡;ÍOKOi) ó para :,ll Ka­ lud () pam :411 yírla. IfG 8('1'C ri dad.

!l:iH:O, 11 n prl!:Jo q \le :-ilJfre e:'lte jénpro (le [wna por delitos que Gusi siempre se co­ meten por Íudividu,2:'l de la cia­ se mtU; l,!0hre, uo debe gozar de u na eoudícion -mejor que la de los índividWJs de la müulla da­ ~,n r¡ne viven en I!stado de ~­ ¡:;-;üCla"j- de lihertad~ - - ­

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R"1f{t de er'onomin.

Fnl'.¡'a ¡le lo que Sp debe á la l'ida, ú la salud, al lJiellest.ar fi­ SleO, ú In iustruccion necl~sarirl

y Ú 108 l'ecul':-;os futuros de los presos, la economía debe Sel' una eonsidel'ucion de primer úrdell 'm tndo 10 que f!Qncierne :í la administrnciOIl, No debe adrui tlrse gasto :1.1guuQ públieo r1i ddH~ rr~dlaZal'Se ganuncia al. guna J PO!' motivos de severidad Ú de il1du Ijcneia, La regla de dulzura ~:stá fun­ dada en razones de la fuerza mayor. Los rigorc8 que afcdun la \'irla ," la salud de los preso!" I:ll(:el'radn.'l

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el secreto ,Iu nna

l'áreeL ;~n 11 :t!¡soh¡ tamcllte pero r1idm: panl ,-1 olrjdo pl'inci de la", p';n:n: lf'gnh;s, que 1::-; ,)] l.' 1) t·

Jí'w,r;J. ¡jp JI):; Illil';.lIII¡"lIlw" d,~· bidu~'; ;'i la \'¡d:l, ;i la :-~:d!ld. y :J 1

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síon se condel'te en una pena mas ri¡;1.ll'mm que otras penas r¡ue en la illtcndon de la ley deban ser lTnl.S sevm'as. Así por un trastorno de la justicia, unos hombres menos eulpados que Otr()8 Re hallan condel.;, t10;¡ ú. un easügo mayor: y '~!l fin, <:01110 esto:'! rigores al)l'¡~viau la :'!Otl equivalentes á una pena eapital; aUlHIlH1 11Q se les dé ~ste uombl'e, Si el pod\w eje­ í:ntivo esporre pue!:l la vidn de los preso;¡ con severidades 'lue el lejislador 110 autol'Íza, corne­ te un verdadero homiddio; pe· ro si el poder lejisllltivo autori­ za e8t.'l.S severidades, el resul· tado es que no <!ondcnu á un hombre á muerte, y que sin ern· lmrgo ~e hace morir, no por un suplido de un instante, sino por un suplicio lento y horrible dura tí veces mti'Chos años, D~re;uihl además que es­ tos presos no .<JOll castigados t'ebthamente con prOp()rciOll á In enQl'mÍl1ad de sus faltas) sino l'¡llatlvumente á su mayor 6 I1H3!lOl' fllen:a, y á :~1I::'l fueuJ ta· des t.lP I'~:~;istir Ula:; () Inf~ni.):i á In" rigr'res del hato que ;-le }CS dil, L:l 1'I'!.!1!l dI' !.:,.pcdrla,l no ":'3 lllf~n(!8 ¡~;;í'lH:ja t; POl',!l.!" U na

q lW í.dl'eein!:le Ú los de­ Ti licuen tes nnll "i tU3.Ci<Hl mejor que Sil condicion ordinaria eu el estado de inocencia, seria 1lOa ten tnc10n pa.ra. los hombres débiles y desgraciados, ú :í lo menos no tendria el earú.eü~r de la pena que ¡Jehe intimidar al '1118 se "iente tentado á eolt1e·

un delito. La regla d(~ c(:fJnomia, siem­ pre importante en si mil'lmu, 10 es mudlO mas en un silltmna en que se ha querido l'enO~'nr la. principal objecion que se 1m puesto siempre contra la refor· ma de las prisiones, á snb~r: el esc¡~sivo gasto; y cOlwenin ha· eet' Ver '1 11e I~l sistema pr¡>pues· tú reunía todas las otl'al'l ycnta­ jas ú In de nua economía supe­ tet'

dOl',

Pero ¿ cómo podrá lograrse la econolIúa? Por los mismos me­ dios quo la hacen reinar en U11 (1lmuior () en uua fábdca, Lot1 e"tabledmh~uto5 públko~ e!"lt:iu Ilspuestos tí de;,;cuidos {) robo:l; pero lQS e:'ltablecimientos partí­

i.íñe

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i:ularetl pl'ospcrau ¡mjo la ('U.H­ L,)ilia T (v~ 1 1n tf!l':~;';:

:lI~r:-:f)l1al: !Twgo :-le debe i;oDfiar

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pl)(~d(' dí~ ;¡ ti

mil! Isu':u'ioll: ;1dlllílli:·-d¡';\('¡"1l 1'01' t~U1\IJ';llu, .j adlllil¡j,..,i¡,¡¡cíOll de eOllfiam:a, JAI. atllllílli.~.Íl'a­

por con tlvtl1 e¡.; la dI.' 1111 11owb!'!'. qní~ trala con el golde¡'­

d\lJl

Ú StI ¡mella (~on­

tludn, ..) d.· :lIJl1I'.J 111l"1I1os

i':H:íll

'~llym; f'lIlo11l·

¡'¡¡';.P!I'OS

y

stíll

!-;if:1Upl'l' los Jij isu 10":" qne admi­ nJ¡;;n'!· ldE'JI ,', rJlW administre

lHal :'

tiempo y $U indllfltl'ln ~n 1)1'0\,1" cho suyo personul¡ como ha,:e

Lu 1'("1110111ía tiene dos gl'llll­ <leí-< ('.11('\11 ¡gil": el p¡y'ulatlo y la J/f!giijcn ('jI'!: y 11na udmiuistra­ don dl~ confjanza. est(l Qspueflta al 1mo y nI otro; pero una ¡Hl· mil1istl'acion por con o'a ta hace

un maestro eOIl RUS a pl'enlHeel'l,

la U!~glíjeneja improbable, y 1'1

LIl uuministl'nciOll <le ¡¡a es Ju de 1111 !'lolo intlividuo, ó de un junta t)\ll' hace lo:,; gn.¡:;tol-l del establecillliellw Ú costa uel público, y dan nI erurio 10:'\ PI'I')' duetos del trabajo de 108 l1l'e,

)'l<'éulado imposible, No se dice que UUQS I\ihnillis­ tl'a!lol'es oesintel'e8udos dejnsen de desempeñur lo!; d(~bt'l'ei\ de flllS empleoR: el alllor nI pOl.h'1', IÍ ln novedad y lila l'\~pu[¡),cion ; el cspil'itn púbUro y In llene\'()­ ¡enciu 80n motívo:i que Plleden 1~{llHlf'!lnU' :m celo e inspil'u1'les Yijihmcia. l'el'o el elllI)I'eslll'i o pOI' con trll fa ¡. no pnede tom­ bien esülI' anil\llluo pOI' (!¡;¡to~ div(!l'sOS Jlriudpios '; ¿ Del'itnli· ria el peso de un nuf.!Yo moth'o la infl11eneill de los otros? El

IiO~

quc SI'. t'l1curga de gUIll'dlll' "j' lllíllltenel' ;i 108 pl't$08 Ú tUll' to pOI' c~lbez:l) J' que tl}llir.~n S11

ROA.

Para detel'minal'l3t! en la elt'é' don de esios rloR medios, hui'i'

tuda al pUl'eCel' propone.r In" c" e $ ti () n e s signientes: ¿ DI"

quién SfI deh(~ e¡,¡per~lr Uln~ t~t:'lo y vijilnudn nI f¡·tm t" dt' un es, tablecimiento (le NlW ntltlll'l.ll~, Zo.\) i. Del l)ne tiene llllH.'.ho illl.e­

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!mIH~a

¡.;eJ'Ún 1'1l1pnh1efl de peculado ni (J(, neglijem:ill notable, ¿Podrán d('V:11' jamás lo:,; l'eSO¡'ÜlS (1ü la eeunomfll y el trabajo al mismo

punto 'lIle un hombre inter!'!­ !'ludo p(~rs(ln!llmente en el buen <ÍCl'ito de sus eUl dados? Bueno .v malo son términos de compa­

J·¡¡elon. Mus por floreciente y ¡lI'odnctiva que pUI'eZCl1 la pr(l· n.dministra.cion no puede sin em,bargo saberse qué epíteto merece, basta que se haya visto en manos illteresadns. Este es su verdadero m'Herio, Puede quj~ús ser buena en compara· don de 10 que ha !!ido) y mala en compllracion de lo que po·

dría aer. Hay aun mas; los admin.is· de¡¡inteT'(>I'lIlQOS, M rle­ que no tienen como el ero­ presnrio 101' provechos de la c.aStl~ gozo.u sin embargo de un salario, cumplan 6 110 con su

i:l'lldOl'eS

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cíOl\.

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fUl\('iOlJ(~S, y al con t.ral'io debilit.a la llnion t]lW dpbe ee­ Bi¡.;lÍl' elliTe el ínt(~l'l~~ y "lD. ohli,

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gadoll, CUUl.! te, maR eomd dt'J'a­ hle es l~flJe salario, tnn10 mnl'l pone Ú nn hlllUhl'e éll una e¡.;1'e­ 1':1, á su pal'nc('l', Bllpe,¡'jol' iÍ. su empleo, tanto nUl!'! le lanza el!­ medio del nnmdo y de los pla· eel'CS, tanto mas le disgusta de una llteIldon que le pttrece ser· vil y minuciosa; Y si el sulario !~S bo.stuDte considerable, el funcionario público buscn al instante un oflcinl 6 un dipu­ ta.do que hace todo el trabajo; de Xllanera que no ea lo que se dA al jefe, sino lo que el jefe dá á !\IU subdelegado, 10 que influye $obre el progreso del trabajo. El salario mismo, en proporcion de 10 grande que es, tiene una tendencia funesta á. no dar opcion :'i los empleos mas que á lo~s hombres lDas in­ capaces, Laa' pInzas bien dota· aas siempre son para intrigan. tes acreditados, hijos mimados de la fortuna, que son no los cortesanoR, sino loa criados de los mini..,tros en jenerlll, y de

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tos. Nr, hallal'ún sin duda :.tlgullOs ndl1linisll'adorl's que (llll~l'r{¡n ser",] l' ,'ijn inlf.'l'Ú,¡ por (~l honor

y t'¡ bien Cjue tuvíe~eIl S11i!ldo, nunca tr<1. hajariau'Ulll bieu como llll em. presario, Amar el ]Joder y 1n uutoridad de un empleo, no es siempre amar la fatiga y las ineomodidacles que trae anejas; y aun Ull1H1' las fune.ion(~s mien­ tras tieD(m el barniz de la no­ vedad, 110 dá seguridad de que se amarán cuando la novedad haya pllsado, Por otra parte 1 donde no se halla el celo del interés, puede. siempre falt<J.,r mucho ft la. acti\'jdlld de la jn. dustria, Pe¡'o In grande objecioll con, tra 108 Administradores gratui­ tos, es que CllaIl to mns seguro está un hombre de obtener la confianza pública, tanto menos esfuCI'ZOS hace pura merecerla. La envidia es el almu. del go.

Y

Ja adlJ¡¡llj~·dl"l(:joll, c:í pn(,¡)., dec.íJ'. se es la única ~;(~l-!:lll'j<1a(l du­ ,'ab1<,: pe]'!) la ü'au:;parellda lJi('I'!JU.

rohilJla

!lO

j;¡ 11':1l1:-'I':n'('!wia ;]"

bnfitn, ,,1 no Jwy oh­

selTndol'('fl eUJ'ioBOS (lIH~ Jo ee.

samÍlJt'll tü<1o COl! a t(meioH, \'(~ase al empresario por COIl­ u'ata; todo I·l IllUll(10 k eHJlia con df'scouflam:a; todo el mun. do le lJliJ'u 1:01110 uu nj(~I1k sos­ pechoso que es Dleu\"stcr no per­ der de vist:t para que 110 tira­

nice y oprima :i Jos presos. To­ das sus falt'1s se ponderarían, y /Se publicarian todas sus ín. ju,sticias; pero el administra­ dor gratuito, encantado de su pJ'opin jenel'osjdau eSpt!ra de todo el munuo tIna estimadon casi ciega, una deferencia casi ilimitada, y parece que desde la altura de sus virtudes dice al público tfque un hombre como :t>él, que sirve sin interés y des­ »precin el dinero, tiene derecho :¡,á, la confianza y al respeto; j

:l>que las sospechas le ofende­ :torílln, y que si se digna dt'll' :.euentlls, esta es una obra de »superrogacion tí. que nada le »obliga mas que su honor.:!> Ei públlco piensa del mismo mo­ do; y si alguno se atreve ú no­ tar los abuso,,;, los descuMo8 y

:¡ll!l

las

i'~:t:l ;¡ IJ

v.'j;i!'iOlll':'

l!Iin¡~Í.l'aejoll jt'IW1'/I:;a, :.;e ]1''';\11­

t:1 (:olltTa {:l un

id jl'!1P1'al di'

j udigu;.t<~j Ol!.

}Jor lo <pw ült'a 11 lo;; iueollv(" de Ulla :Hllldni};u'<1i:ioll

eonfiada Ú ruuchai¡

JI(~r;;;()!líls,

alguna (~:-> JlerÍl~ncia lo~. ('(j!lO',:f'Il. 1,a mulo liplkidnd d(~ los adminiHü':lí]O res deS1.TuJ'e la uuidad del

plan:

'TIW 1i('!H~1l

CUllB<l

1'1"1',':/ft;

"Id ¡'l' l:í!} (~S lHl

11 11

11l;1I1O, 1111:1 1I:-'1l1';)

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:,;e (':"¡H)]W (¡ l~SÜ"i jllfp]ie('t) Ú to­

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,

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lIU:t

f1nctuneiOll

pl'rpét.uu en 1l1s 1,!'(¡Yideneías, J' aeal'r'('!l la d iscon)jll ; :y despueB de uuo. lucha lm'ga y lJli!losa en­

tJ'e los asociados, el lUas fuerte ó el mas pOI'fiado queda duefio

de] campo de bütalla, SI el po­ der es /Susceptible de partic:.ioll, los adminisll'adoI'es se compo­ nen en tx'e sí para ller cada uno absoluto en su rumo i y como la nu turnleza l'epar:l los errores de uu médico, un ('ouo.·uto táci­ to cOl'rije así el vicio de la ley en una. junta de administra· cion. A mas de todo esto, el I)úbli, ca, que enamorado siempre de la virtud y de la j"lJel'of':idnd t'l1 teoria, querría Dlas peruer cin­ cuent:l mil lihl'll¡'¡ por lleglijen­ que ver que un hombre ga­ ne mil por pecu.1ado, no de gritar que el plan de poner ú

dClS

los

llIulo;.; tl'atalllü'lltfls q1li'

¡Hwdl'U l't';..;¡¡lIal' de l:t eodid;J

dl' Sil :1 11IO, ílln'l'e~;ad(J 1~1l d:lI'k,' un ¡nal alillH'lIj(i, y en sujl:l:il'­ los ;1 llll lJ'abajo .~~:('esjvo, 11Wl eOlJlji:1!':u:ion que :se J)J'(~Si'lllÁl }l01' sí wisma eOll la es('bvíÜH] de los n(~~l'OS, i:ouduil'á el eU;¡'

dro, y lanzará í'] mal'; desfav(¡· I'llbk :ll1atemll contra este pro­ yeeto. y :'i peSiIl' de este hermoso lEmgmtje de humanidad, los pre­ sos han sido basta. ahora 108 nws desgraciadofi de todos los seres: esto cOIUJ.iólte en que todo se reduce tí hacer l'eglumentos~ y los reglamentos serún siem­ pre V!lllQS hasta que se haya hallado el medio de identificar el interés dt~ los presos y el de su dil'ectOl'¡ lo que DO pu<:!de lo­ grarse sino por la. ndministra­ cion por empresa. Están tan 1i~ll(]OS en este e~­ tnb1ecimiento Jos deberes del 8mpresal'io purll con los indivi· duos conJiadüs á su cuidado) con su interés propio, que se \'erá precisado á hücer por su

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PANÓPTICO ¡>ANÓPT1CO

32

propia utilidad lo que no que· rrin hacer por la. de ellos. El p!'in cipio jeneral ¡,:O¡ el mi:'!­ lJIO rHlI'3. a:-;e~lll'ar ll)!'; t1ebpre~ de la hu manidad y 10;1 (le la Beunomia. Se le d elle a~i~:!JHlr un l)\)oefi· do que ereZGa 1m pl'opnl'Bion del hien que l!1iga, y :Jlljetarle :i 11na pérdida proporcionada al mal que resulte de la umision de Sl1S deberes. Los seguros '1oln'e la vida de 108 hornl)res son l111a hertnO:-:ía illveueion que puede aplicarse á muchísimos m,o:,;, l)!>;l'O ;lohre todo en el ('~'lSO en qtle se trata de ligur el· in terl'!'! de un hom· bre á la conservacion de mu­ chos. Supongamos tl'eseientM pre­ sos, y que por un e:Ucu\o medio de las cdalleli. :: haden do en­ trar en él la'! dreunstancias p:1l'tic111ar~s de \0:-5 habitantes de una pri~ion, .;;e (:omputá por que (~:lda allO morirá

uno .le vpin te:

¡Jt~m;e

al

!'tnpl'l~'

Hario diez 1ihrm; p~terlillUs p()r

~llmple 1~l)n

por cada. individuo que haya perdido. sea por 11l uel'te (1 sen por fuga. Se podrá si se quiere doblar '!:clta duma para aumen· tal' la. lnf1uenda de su intflr~s, y :-:i se hana mas rico á fin de ~i lmee en derto modo una p,eonnmía de la vida hmnun:t, ¡. qué dinero debe seu tirse me· no~ qlHl el que se lUlya emplea­ do eu comprar la conser,-acion y .~l bienestar de muchos hom· bres? Pero no hay que fiarse en

este Holo medio) (~tutlqnjera que sea su enerjht real, fundada en un itlter~s fúeil dt~ calcular. Lo. ptl.l¡licidu(L eS In primera de las fianzas: ella lo perfecciona to­ do, y es el mejor medio de po­ ner en HécÍon todos los motivos mOl'ale1'l y todos los recursos in­ teleetuales. Pu/!S ahora bien: una dlt'ef~l, edifkll,da con arre· glo al pdneipio pun6p tieo, es (~omo tt':tspar(mte l y llena el de· SHO de aquel vil'tllOSo romano, vivir prt lo

q1le hllbh~l'a

intel'iol' de :m lUUliiía ú la vi:,¡la

e1~1l!l taün htHnhre que debe

es dpcir, im l:t :,upt),:icioll que

mnndo. y hasta ':1} /·j¡·d:o 1110\10 hi;!JI0S h",'.110, '·¡'·ltI.O y t:iw:w'n­

lUla llJ ¡rada pll ra rl~riq todo 1~1l' La li1ll'a.'i ';:4t,:di¡¡a:.;, í)l~l'n ':O!1 la

('o!l<lici()[J de ,pI!: :11 fin ,jl:l :liío d lt'Z 1í !il':V~ (l~~Lf~l'! ¡ fUJ~

11'1'0,

j~\I;II'illi;'I':t

pllf;d ..

IlIi,,11ilt .;i pI

jm::;:li' o

las eourliciones de empleo, y él no tiene que esperar favor, porque el púb lí­ co, mas propenso n. la compa­ Hion que al rigor, siempre (!ree· ~'á que las quejas de los presos merecen mejor ser escuchadas fIne las razones del empresario. Parn aumentar la fuerza de ,~ . , ta SIlUelOll se le obligará. á pu­ blicar todas sus cuentas, todo 10 que ha hecho l todos los por· menores de su gobIerno, en una plllabra, toda la historia de su prision: y esta Cuen tu sal'á ju­ rada, y se someterá. {¡, un cesó.­ IDen contradictorio. Pero para. 111ejar todo in terés pecuniario que pudiera moverle á. disimular, es menester que su empleo le esté asegurado por toda su vida, bujo las reservas ordinarias de buena condncta; porque no seria ni prudente ni justo obligarle ú. publicar todos sus medios de ganar, y sacar partido de esto cootru él, ya sea para aumentar el precio Ile su eontrato, ya seu pura llmnur ~n

otJ·os (·OlH'l1T'renteF;.

l'ero hit~ll se vé que aunque 1:13 c()I1dkiofH:S de pstos eoutl'U­ P(lI~O

;,;I;~

vlm­

barún :'t lJwd ida f.¡ 1112

33

~l

interés particular haya pero feccionado estas empresas, Un homhre industrioso hará una ganancia lejitiml1, t,al yez consi­ derable; pero el gobierno se (l­ provechará de esto en los tra­ tos s\lbsi~l'Uientes. Lo repito otra Ye;~, porque conviene insistir cuando se. ata­ can preocupaciones públicas, y sohre todo preocupaciones re}!­ pet..'l.bles: todo sistema de a(lmi­ nistl'acion, fundado en el desin­ terés real ó presumible, es rui­ noso en sus bases, y aunque pueda tener en el principio nn buen é<'_"'lito momentáneo, uo se· rá durable. El motivo sobre el que se debe contar mas, es aquel cuya. influencia es mas poderosa, mas con tínua, mas uniforme y mas jeneral; y este motivo es el interés personal, eorrejido por la mayor publici­ dad. Despnes de haber rl emo!'; tra· do cuúnta mas vijilancia y (''eO­ 11001ia promete 'una administra­ don pOI.' contrata !]ue cualquie­ ra otr~l especie de admini!'ltra­ don, ,'oy tí nlltrar en Bl ee..'lá. mon de lo."! (1ifel'fmtl~~ ,)hjeto8 del gobierno intedor ,le '~)'jtos ;Jsílu:'l dfl

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fundirlo!'), ponieutlo ú i;('

prl'.'wnül para ('J(~dllaJ' l':c:la ¡,;(>. p:lraeion, ('S teller dos panópfj· etlS; pel'n la l'HZOll (Ji' economía ;,,: OpOlJ(~ Ú eme, t:w1.o mas euan· to en el número toi:¡ ¡ r]e ]0:-; prNw" 1lO hahrá un ü'JTio de ul1lj(~l'e¡:;; y hneieudo dos e;;;tn· (¡lechnleutos para los ¡Jo!'; í't:C' sos, se tenurá compara.tivamen­ te pocos individuos para eJ uno y demasiados para el otro, sin que se pueda acomodar el so­ brante de mod.o que se establez· ca el nivel entre los dos, En la obra inglesa se esplica largamente el modo de salvar esta dificultnd en el panóptico, poniendo en un lado las celdas de los hombres, y en el otro las de las mujeres; y como con pre­ cauciones de estructura, de ins­ pecelon, y de disciplina; puede prevenirse todo lo que pudiera ofender á. la decencia,

Separecion en cZases 11 ,'compa­ ñías. La mayor dificultadhn. con· sistido hasta ahora en repartir los presos en 10 interior de las cárceles. El olOdo mas comuD, y sin embargo el mas defectuo-

~¡>",~'j I

'¡

hil\:J (ti!" t'.llí,·rn "ld.l'í: :1" y i'llll'l':!:\ri\l~; :\ ):1 ¡'l" ,pl"Jlos -:011 iJllí")í(':C; ::t' vi, flJl';~:I- I iki'c;ioll y ;IJ 1) : d" rt ,'j\'il' ':' L1 ()pillion iJ1lf' !lO,; IWI'ií d jl1ieio:.;o.Y 11111')) Dow,,)',!. f:il'l'l> ¡JI" 1'.';.:1:; y di' JJ!'iw'í)lin, b; q1li~ ]¡;l !li'cllo 1.;¡IlI:l.1> nh~t;r, n, la (1" 1:1 .i('lí]('~ qll!' llO~ l'flde:lu. ¡:iOlws ;HY~l'(':t d( ~ lo¡; pl'e"\J~:, v j I¡ 111:1;'

('(lJi'

lo~¡

nes COll ](11; Vlf'jos, Ú Jo:--· J;¡(¡¡,u· l1l:'3 cnn los a.sesinoH, ú 1m"

dores con los corno PI) lJllH cloaca, en la ella J lo qlJe n {¡ está. mas q llo- III t:' dio cOI'rompido 110 1:1rda ell sel' UL'lC!l do

de una CO¡'I'llJ¡(:ioll tn, tal, 3' ell que la fetidez dd aire es menos daños:\. {I la salud, 'lUí! lo que In iniecc:ion moral es 110' civa al corazon. Desde luego se conoce que el ruido, la ajitaciou, el tumulto, y todas las escenas que conti­ nuamente ofrece el interior de

uno. cárcel en. que estún bucina­ dos los presos, no deja.u inter· valo alguno en que pueda tr~1· bajar la reflecsiou, y en que el arrepentimiento pueda brotar y fructificar. Otro efecto, no menos palpa­ ble de uno. asocincion semejan­ te, es endurecer á. los bombl'eil y hacerlos insensibles ú la ver­ güenza. La vergüenza es el te· mor de la censura ce aquello:; con quienes yivimos; ¿y puede el delito ser censurado por de· Hueuen tes? ¿ cuál de ellos se condenurtí. a si mismo~' ¿ cuÁl 110 procururá adquirir ami gos

];IlOS h(IjIl)',]'P~; .':i',orH·"il',¡¡]ns ¡]l' ¡ji odo JI ;¡!'I,n

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una i'loeiedatl l'Icl1lejunte 10::1 mas

depravudo:> s.m 101'\ lilas auda· ces, y los mas mah'lHJos se ha·

cen teme!' y respeta¡' de los otros. Este público cOrJIlmesto de este tllouO, apela de III con· denilcion del públleo estel'ior, y revoca sus sen tencias i y cuanto mas )lUmel'OSO es este puelllo encerl'udo en este recinto, cuan· to mas barahundo. armaD sus c.lulllores, tunto mnfl fácil es ahogar en el tumulto la débil voz de la c.oncienciu, el re·cner· do aquella opinioll pública que ya. no se oye, y el des(~o de recobrar la es ti 1ll11eiOll de los

ue

JlI('/He

iJlli'

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qm' un def'l.o salud;!· hk. jliel'(lt' pl'outllUll'llle i::U etí y L,H:t' e:H'!' :í. 1111 in ff'li:'. (~:Jutivo en la ¡lesi ;::1peJ'aciolJ, (>11 la I()Clll'll., (; en la j¡lf;etl~¡bíli. dad, Bn üff:eto, ,; qué otrC! te, 5:11 Jtad O puede eSl'C'rUI'¡,¡e é.UlllH] ¡) Be deja Ú una alma YUela ator­ mentarse á sí mbmm meses 3' afios enteros? Esta es pues Ullll, penitencia que lJUtlde ser útil por a 19l1no:'! dias para doma!' UD espíritu rebelde y eontunln:~, pe1"o que no se debe prolonga.l'. La (]uinu y el antimouio DO de· ben emplearse como alimeni.os ol'oinurios. La soledad absoluta, tan eOD. traria á la justicin y á. la 1m­ mnnjdnd cuando se ha!!e de ella

un estado permanente, 136 balla tambien por fortunn combatida por las razones más fuertes de economía, porque ecsije un gn~· to enorme en edificios: dobla los gastos para o.lumbrnr, con· servar la limpieza, y renovur el aire i limita la elnedon de los

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truye la :H~rjrid:líl y l¡l (~11l1¡Ja­ don (1\](' H(' estic'llde1J en un 1ra­ baju lH.'cho fOil rompafiia. El ten:(~l' sjst¡~ma consiste en agrandar las celdas y darlas bRstUllte Cfil)aeidad para recio bir :i dos, tres ó cuatro presos y ,11m mas, urreglá.ndnlos, como muy pronto diré, del modo mas conveniente pOI' clll'nctfl'es y pOl' edades. La cODstruccion mismo. d(~l punóptico d:i tantas segurida­ des con tra las sublevaciones y las conspiracioues eutre los presos. que no dehe temtrse su reunÍon en pequeñas compa· ñias, porque nada hay que pue­ da favorecel' su evasiou~ y hay muchos medios combiuados pa­ l'U haccl'la imposible. Se dirá tal vez que esta so­ ciedad no serú mus que una es· cuela de delitos en qUe los me· nos perversos lit' perfeccionarán

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hüm poeo :II¡lieado Ki en ]loeo ncwJ10 no COllo!:e el carácter ¡le sus I)J'e­ sos, 10 hll;.¡tan te :í lo nll:'mos pa· ra comhinarlos de nmuel':l <¡He de su usoc:iacioll l'e~ultt: un fríe'· DO nat.m'ul, y UD mOlivo de su· bordinacioll y de indu~tl'ja. :No debemos dejurlloR euga­ fiur por las pala bl'us; H)doR lo;:;

que estún presos son culpados. ]lerO DO todos est:íll pervel'ti. dús, El libertinaje por ejemplo nQ es la misma cosa que la vio­ lencia; y aquellos cuyas consistell en actos de UIla ;ni· quidad dOlida, como los rute· ros y los 11ldrones mafítlsos, I>OD mas de teme]' en culidud de co· rruptores y maestros d~~ mulo da.d que en ctllidad de hombres peligrosos) pura la seguridad de la prlsion~ y por la fl1ldácin de sus empresas, Los que por la

d"blltmi

t'llS\'ii ar,'"(' ell

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presos,

de esta. preOCUp¡1c10U fllllc1:ullentul ¿ qué hay que te­ lllt'r? ¿ El libertinaje? El prin­

cipio de la jnspeccion le bace imposihle. ¿ Los url'ebatos y las riíins? Los ojos que lo ven todo, descubren los primeros DlOVi­ mientos, y f!ep:ll'au nI punto á los ca.ractéres irreconciliables, ¿ Dirú el corruptor que no huy en el deHto? La prueba de lo contrario egtá en su mis­ ma situucion. ¿Hará una pintu­ ra Jlftlo.güefia ue los pI a eel'efl \' Este placer fié es1illguíó, y el C.01l10

salido de

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pUl'\'I~niJ·. /,

llir¡í. q1li.' ]JO .'J (klitü:' ]:]1"0: ('o:1:Í11 ¡CUlll('J'jidol' (ell }:¡ Immil1;i­ y e:u];¡ UfiO di' ,~jJo:, HU til" VIl

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E>senclalcs. llíen se l'f."COl10Cel':l Ú lOS qne tlellel1 una di¡;;posícioTJ Dlas vi­ :;ible á reforwarse, y eontrlU!l' lluevos IHilJitos: y todas esta ¡.; observaciones sepviJ'áu para

JII'('~"'II i.t' ;,

"n íll1:ljilJ:li:ion }101' 1:1 1'CC\lI'l'¡}" ,¡" lu 1H11;ado, pOI' i'; pa¡]{'('íwlt,¡:­

UWl m:ll(~l'j;l

d(· <,oll\'e1';;¡ncí"n

m:H: natural y IDas COllRolndor'll Si'

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que es In y futuro, ¿ Cómo í:)(~ go· hernarán para sacar mas par­ tido de su trahajo? ¿ En e1lJplear::ín lo que ganan, en aquel!:1. OCUSiOIl que no pllNleu ue trabllj ar, y que (~S Íln­ posihle toda <lis) pn eión? ¿

uso harán de su libertad cunn. do se lmyo acabado el tél'mÜlo de su prisioll¡ y á qué podrán aplicar su industria? Los que h tl Y a n acumulado ganancias inspir:ll'án e ID u 1 tl C ion á JOR otros; como.el interés del mo· mento fué el que 108 bizo caer en el delit0 1 e1jntel'és, del mo­ mento los restituye á. una. 1mi.?·

na conduct'l" y así uuare/arma mótll11 es á lo menos tan pI'oba· ble como llna COI'l'upciou J))'o­ gresiva.

Digitalizado por: I.S.C. Hèctor Alberto Turrubiartes Cerino hturrubiartes@beceneslp.edu.mx


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que Jluede dar la sücÍedud: alivio Ilee(~~"lrio, sin i~] clwl f¡lJ eondieion, que llO el'; IlHlS cIue triste, se lutria hor¡-jble. Si hay eutl·(~ {~l1os algunos hmnllf(~s 'dolentos y coléricos, se les reduce :i In soledad llbso· luta hasta t]ue se amallsan; y se les pl'lva dI' la socled:,l.d pUl'a en, 8eñarles :'í. conOCér el Yfilor de

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ella. Este es un fondo de amista­ des que Se les preparo. para el tiempo en que VUelvan :.ti mun· do. Así s(! Ill'evieue uno de los

ro a yo r e s inconvenientes que acompañull ó. las prisiones en las casaR de penitencia, porq\lC lu dCl,¡grnCÍa de }JO tener ya amigos en el estado de libertad, los vuelve casi siempre á los es­ cesos de S11 primel'tl vjd:1.; pero

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Del h'almjo.

Pasemos á lu. ocupac.ion del tiempo, objeto de una impor­ tancia infinita, ya por rnZOllC:'! de economiu 1 ya por ]ll'lIlclpio de justicia y de humanidlld, pa­ ra suavizar la suerte actual de los infelices, y píil~a pl'epurnr]cf; los medios de vivir honl'adl~-

i"'j-

útile;:.;, su;;; to!> son sllr¡(:rfhJOs; -y por otra los trabajos útiles en pste afio acas.o no lo serán en el afio sjgujellt(~, y nada es lUas absurdo que el goberllar con le­ yes la induRtria y el interés, q,¡e eSplll esencialmente )¡tS Tle· lDar;

cel'idudes. Una faUll, que debe decirse porque es eoroun, es iroajinar que se debe c.ondenl1.r ti. los pre­ so:;; á ciertos trabajos l'udos y penosos, frecuentemc.nte inúti­ les, solo por fatigarles. HOWlll'd 11abla de un carcelero que 111l.bill hecllo un montNl de piedras en un estremo del patio de la c9.r­ ? mandaba ú los presoR IIp· varJas al otro estl'emo: de~pues necesitaban "i'olverl:l.8 á su pri­ mer lugar, y así continuo.ban todo el dia. Cuando se le pro­

l'ab:;l!' a

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ludu;· ;ltj)J('jl<,;-,

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oenl':l1" :.t :~nH 1,l'i.:O'W' , J",ripw ;.lU inli;l'i's 1\' ikl;l:lll,ril'(¡ hil'll ,'n(!· ]¡oh ~oTl Jo,'; ¡n;,~ hE']';] /Í\'().':. Si el

;--:'Oll

plan poru h:wer pa.:"eu1' Ú 10;; presos sin rOlllpe]' las dh'lsiones por cOlllpaiiíus; pero elit(; no es mas que un aecesario dé] proyecto, pues que no seriu ne­ cesario sÍllfl en el caso en que no hicieseu bU8tu.llte ,~jerr.ido en su trabajo,

;; ;¡" i' '] (ti lJd 11.':11'Í:¡, dí_jI) 'P 1('

P;ll':1

:d ul'del! ti

que podria destruiJo t'n 11n mil menlo toelo el bien que;3(; hul.• j,·­ l':l bedlO, La ohra ingk'l:l (:01J\' prellde largos detalles solJ1'(' un

~._' I t l! q

,l.; , J'

;¡J "lllpl'\'~·;:ll'j .. la e:­

~:Uk ,:~'tudju;;,

,l!: lus P!'(~~'_~' 011 1~(í!j¡ frl1'l!l:Jdm; "(:~llIi l:t~, "'¡I!

1111Ü ul otJ'() de líH]m; l(JS

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El l¡(I]T('!" <1('. una. Jiri~;iolt llO d(, lw rc:eller so])rl' 1;1 jde~~ ¡](·1 Ü'H' sino ;)o]¡¡'(' la .-;evey,j¡j;¡d (Úo la. difl(:iJllill:l. s()lJ1'(:~ 1m vestido h1l1rlÍlhlutp, ,011J'(: un alimento

,grosero, sobre In privacion dí:: In. liltertad. La o(~upnelon, eH vez de ser un cUlStigo para el IJl'eso, dehe concedél'se}{' como un consuelQ y un placer, y con efecto es dulce f'11 S1 mi::;¡ln:¡ (;(JlUparllda C(IU la oóosiaad fOl'zada, y su producto le dará un doble aliciente. El trabajo, padre de las riquezas; el traLa· el mayor de Jos bienes ... ¿ por qué pintarle como una maldición?

El trabajo forzado no es he­ cho para las cárceles; si hay necesidad de producir grandes esfuerzos, esto se, logrará con recompensa y !lO con p(~nas. La nolencia y la eScillyitud no avanzarán tanto en la carrera, como la ellluludon y la. liber­

Digitalizado por: I.S.C. Hèctor Alberto Turrubiartes Cerino hturrubiartes@beceneslp.edu.mx


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resorte. El trabajo deh(, dlll'ru' todo el dia ni d(~ un mes, ¡:¡ino du IlJU dia, escepto el illtt'l'YUJo de lag ChOfl nilos. Si ]a lwmbl'e de ur cOlllidas; pero 8;:1':'1 convenIellte dcs¡"rracilt¡]o no queda SH tisf(~ que se sllc!~dan trnlmjos d3fe­ clJa, luego qUé ha eowido, cíel' rentes, y que lo~~ haya sedenta· tuwente UQ se dismiuuirú en e: rios y labcJ1·i.osus, {¡ que se apli· , h1tervalo, y usí espel'imel1tal": Ulla incomodidad pm'pt~tnu, ) que ú los homln'eR llJtel'Uati.a­ mente, porque unu ncupadoIl una languidez que po(:o :l ¡¡oel; constantemente sedentaria ó arruinará sus fuel'zu:'<, Este constantemente laboriosa, pro­ un tormlmto verdadero.. eou Jn duciria una melanc.olia som­ diferencia de que eu este case sohre todo en un estado el tormento se aplk,u al inte' de cautividad, ó arruinaria ln 1')01' del estómago, en vez df: salud j pero la alternativa del aplic!lrlo á Jos brazos y fl. ]3.~ uno al otro lIeull el dulc,e objeto pieruus. del desc.unso y del ejercicio, La. ¿Por qué aun DO se hu dicho llH".zcla pues d€'. las ocupaciones con pureza que se debju alimen· es una idea feliz para la econo­ tal' á un pl'e"o segun la medida mía de las eo.sas de penitencia. de "\1 apetito? ¿ no es esta la idea mus sencilla, y lo primero Del alimento. que ecsije In justicia? El segundo error en que' !le: Se deuen cvitllr dos erroreíl prlndpllles sobr(~ el aJimentú de ha incurrido .pOI' una bondad

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rÍ\. realizarse para los que llOJ' sus delitoR han pe.)·(Udo In liher· rod, el deseo de Enrique IV, que no efi todilvia mas que UDn espel'anza remota para tllll tos lllbrlluOI'es virtuosos? Este er:ror se manifiesta en Inglu terra por uua graduacioll curiosa en el alimento de los in­ di.iduos, comparado con la ca· lidad de estos, Los pobres muoS honrados, aquellos que viven de su trabajo, apenas comen un poco de carne los domingos: ]0$ pobres que se mantienen á cos­ ta del público ]a tienen, segun un cálculo medio, c.uatl'o VeC€::1 por sernilnu: y los malhecllOres preso!'! por los delitos mas odio· sos la tienen todos .los días: ¿qu~ puede peuflurse de esta di­ ferencia?

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de :tnJ'l'i',:aciou, y la rierr:l nm da aUlJ1t.:111os :¡hunuanCí¡.;:imos y mu;)' !lilllOS que no lH'cc:-livlll 1't'l' manufl1cbJJ'adüs, ,', E" débil Y

dejenm'ada la raza de Jos irlnn­ desés que no comen míl:> ql1e pa· tata!'>? ¿ El tllontafiés c]{! Esco, que nf) se alimen ta sillo

dl~

bnr'iua de avena, es tímido en la guerra? Pero se uebe dejar á eüdu preso la libertad de comprar lllimen tos mas vn.riados y Dlas suculeutoa con el producto de su trnbnjoJ porque 10. mejor e~, peculnCÍon, aun para la eCOllO­ mío., es escitar la. industrio. con una recompensa, y dar ti cada uno oe eilos cierta porcion di! }o que ganau; pero para que In recompensa tenga toda su ene;'· jiu, debe ofrecerse bajo la for­ ma de una gratificacion actuaL J nada Tlln1-l inocente }lllede

Digitalizado por: I.S.C. Hèctor Alberto Turrubiartes Cerino hturrubiartes@beceneslp.edu.mx


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son :nohlt's ;"11 si miSlJIOf'! se ellnohl,~een JI/l!' el to tí 'llW se dll'ijell_ La :uhnision de Ull Pl'PSO ~n 8U celda deLe ¡;ter preceL1ida <.le Ulla ablucion complt!ta, J seria conveniente que' se aeompaiíase Tl(,

))/'1"0

admision con nJI,':1Jl1u cere­ monia solemne, como nl:mn re· zo, una músÍC:l g'l':1ve. llD apara­

esta

to eapaz de hac':.r jmpresion en

El vestido, En este punto debe consul­ tarse la economía en todo lo que no sea contra1'lo á la salud ó á In decencia. Plll'n que el ves­ tido pueda contribuir al ejem­ plo, debe presentar alguna se­ ñal de bumillacion. La mas sen­ cilla y la mas útil seria hacer las m~lIlgua del \'estido y de la e a m i s a de una lQnjitud des­ jg'lal para los dos brazos. Esto seria una gnl'antía contra la eV~lsjon, y un medio de conocer IÍ 1111 prel'lO que se hubiere esca­ pado; porque aun despues de

almas lp'oseras, ¡ Cuán débiles son los diRcurso8 en compara· don de 10 que hiere á la ima­ jinadon por los sentidos 1 El preso debe tener un vesti· do grosero, pero blanco y sin te, ñir, para que no pileda contraer suciedad alguna que no se ad­ vierta al momento, y debe te­ ner afeitada la cabe~a ó corta­ do el pelo muy corto. El uso de los baños debe ser regular: no se tolerará esp~cie alguna al' tabaco, ni costumbre contraria á la práctica de las casas mas limpias, y se sefiala:rán los dias en que se debe mudar ropa.

'roda

(~;-,ta

d(~li(-:ld"z:t

llO

(](!)'ez;ll' 1111 are.o, die!.' el PI'O\-,./,· hiCl, es pl'('ei~() ll)l'eel'1p \'n S('1I' tído CCtniríll'io. l'\~jimr'n

tiene

nnemás 1111 ohjeto supel'joJ': S(' ha observado '1uC' cntre la deli­ cudezn fiRJen y moral huy UllU conecsioll que es obra de la imlljiuadon~

lJO

".:l

para b ~¡lllJtl: ]I('j'o como lllH\ c'u't:elll!l ~id(j ,:lJ ('a~i todal' ]l:ll'I!'" 1lUll ll1:m"iOIl di> lJJas va le lomar Jl1','(:a U· dülW:" eSil';lO]'dinarias qlW (¡lIli· ti!' alguna illtel't·sante. 1';l1':1 (:Jl'

Esta parte del

:

,~ ~

(' lr"~'J ,

pet'o que no por

esto e:o¡ menos cierta: Howard y

otros lo han notaoo. El cuidado del aseo es UD estimulante con­ tra la pereza, acostumbra iÍ la circunspeccioll, y enseña á res­ petar la decencia. aun en las eosas mas pequeíias. La pureza ]llOra} y física tiene 1111 lenguaje comllD, y no se puede alabar una de estas virtudes sin que una parte de la alabanza resal· te sobre la otrll. De aquí han venido aqu~lloR sistf'mas de pu­

rificaciones y de abluciones, f¡ que han dado unu importancia tan minuciosa los fundadores de las relijiones del oriente; y aun los que no crean en la efi­ cacia esplI'itual de estos ritos

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El I"jí~rde¡o al a .iJ'i~ 1ibl'e e~; l'rei'crvativo par:!. In );:111111, }Ji']'\) este cjel'eido deh(~, corno t(>(lo ]0 demlÍs, estar sujeto ú la regla inviolahle de la inspec­ cion: debe ItO ser jncomplltiLle cou el grado de sepamclon Ó de fOl'mac:ion en pequeñlls socieda­ des, que se hay~t tenido por con­ veniente y favorable tí la aCODO­ mia~ esto es, productivo sí es posIble, y aplicado iÍ. un trabajo útil. La obra inglesa compren­ de muchos pormenores, de que llll

t'esultn que el autor df¡ la pre­ ferencia nI uso de las grandes ruedas que se ponen en movi~ mieuto por el peso de uno ó de muchos hombres, y dan una fuerza que puede emplearse se­ gun se quiera en mil objetos mecánicos. Este ejercicio des· empp.ña todas las condiciones que pueden desearse, y se pue· den proporcional' 6. la fuerza de cada individuo. Un preso pere­ zoso no puede engnñar al ins­ pector; y un inspector no pue­

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Ro1!;dad nl..c;olu tao Se em­ pIcar en (~] ti 11lS nmjeres, y un· da i;" Ill:l!; fácil que urregl:ll' lol'l turnos de Jos JlI'cso¡,;, de modo que Re leR dé dos y€ces al día 1JU

de la el~ollofll:ia, pal'a no COIHh na l' á todos estoR infelíees

ejer(!Íc·jQ

no sel'n. menos

:' de oscl1ridnd, Nad:l e;,¡ t'll

buello para la salud 110l'que ten­ ga odemú¡;; un objeto cMu.5mjco y útil. J;::¡.;tar; pr('()(~l1pacjonl~s son J])as bien id(!<ls susceptibles de perfeecionul'se) que regla~ J)el·entorius. TUIllpOCO se quiel'c fija!' la distribucion del tiempo qU(~ puedC:! variar segun di verstt 8 cit'C1Jl1stnllcius; llera en un réji. meu que tieue por ohjeto la l'E" forma de llls costumbres, debe tenerse por principio evitar toda ociosidad, y serin uua grau falta el dar á los presos lUas de siete Ú oe]lO boras para dormir. La costumhre poltrona de per­ manecer en la cuma estando

fácil eonlO Coloc:lr ]ll¡; luces fUE

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de tl'istez:

J'Ü dp ]uf> celda:; de modo <]11' ¡:;e evite iodo peligro dé de~tui lJO ó de malidll; y aun par:

mantener durante la noche Ir principal fuc!·zn. del principie de ]11 inspeeeioll. De la i-nstnwc'ion y de la OCl1 pacían del domin!J0'

Toda casa de pelliteneía dehe ser una eflcuela. Esto es necesa· rio para los jóvenes encerrado" en ella, pues que esta edad tier· na no está esenta de los delitos que se castigan con este jénero de pena; pe¡'o ¿por,quége nega· rla el bellefido de la iustrnc­

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,';ll' (lt! '::·1 un pa¡,tido n·ntajoso. í"ll l¡'m" Ú (;'.Jpiar ti dihll,i:ll'; y ti(!:l

!'lH!(]"n

(,1 eúlcuio mi~;lJ1o Jmede da!' 1llW doble lltsu'IH:.eion, pl'eSell túll(íu­ les ii resolver' cuestiones (jllt' ehas artes, }' la música podia

tenel' una utilidad especial lla­

desenvuelvllll los producto~ del mando lllayor concurrencia á comercio, dé la 11gl'Ícllltul'H, de la capilla. Si el jefe de una casa la industria y del trabajo, semejante juutuha á una idea Remito 6. la obra inglesa so­ eSUCUl de su interés cierta me­ hre el modo de colocar {t los dida de ardor y de intelijencí:1, presos en nn nnfiteatro descu­ bien pronto hallaría su ganan· hierto mientras duraD estos e· ela en de¡.¡envol\'cr las difereu­ jercicios, sin abandonar el prin­ tes cnpacidades de sus presoí:l, y f:ipio de la inspeccion y de lo. no podría bacer su bien parti­ separacion, y sin comprometer cular sin hacer igualmente el la seguridad de los maestros, de aquellos. N o hay maestro que tenga UD interés tan gran­ De los castigos, de como el empresario en los En la pl'ision misma se pue­ progresos de sus discipulos, den CODleter culpas, y por con­ pues estos son sus aprendices y siguiente es necesario que huya sus oficiales. El domingo nos ofrece nno. en ella castigos. Se puede an­ especie de yuefo que llenar. La menÍUl' el número de estos siu aumentar su severidad, y se suspensiou de Jos trabajos me­ pueden diversificar útnment.e cánicos nos con~uce natural­ seguu la unturalez¡1. del delito. mente á la ensenltl\:z:a moral y El dilmjo

(~8

un ramo JlH:J'ativo

de inaustl'ia que sirve pm'u 11m­

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eOll la mordaz:l : Jos vio!eneia con d Ye:'itido (';;;n')" ellú (11)(; I'e pone {¡ lo;; ]oem¡; y ln l'csi/;:teucía al trabnjo COll lu privnc.ioll del alimento hastu

que se haya acabado la turca. Aquí se vé la utilidad de no condenar habitualmente tí lOR presos á. una soledad absoluta; porque la frecuencia haria per­ der su eficacia á. este jnstru­ mento útil de disciplina, que es un medio de obligar t\1.nto roas precioso cuanto no se puede abusar de él, y no es contrario á. la salud~ como los castigos corporales; peTo no se debe dar al director mas poder que el de condenar á. los presos á. la sale· dad, y los otros castigos sola­ mente podrán imponerse en presenda y bajo la autoridad de algunos nlajistrados. Así eíl como la ley de la TeR· ponsabilidad se muestra en to­ da su vent.'ljll. Encerrado den,

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1a \'ÍJ'1} 1mH:Ja al tar;íetilr Uf: di lato/', nn ll:¡]]al'in uquí ba;;e ~

que

d(~ :-;11

hw:n:l

tiene del'edlO )Kll' quejarse de 10 que ou'o hace p"

su propia cOlls(!rvneicou. l'ú m echa,<: en ca-m mi malici.a-.• re:

pondcl'ill el acusadúr_,¡w1'r.l ¿g'" debo yo p(~n,'1l1r di? la, tuya ('lun do sabes que 8(l1'Ó cflsti.p(tdo pe lo qu.e ha [Jas, y q·¡dcI'cS ha.ce

t.u.

{Justo f A:

en este plan hay tautos inspe' tores cuantos son los cn.wllr: das, y las personas mismas qt deben ser glll'1.l'dndas se gua dnn mútuamente, y couu'ib: yen tí. la seguridad je.nern puede t!lDl bien 0118e1'\'.o.l': otra ventaja de las divishm l por pequeñas compafiio.s, pü que en todas las cárceles la l': ciedad de lOfl presos es ur fuente continua de faltas; pe: en las <!eldas de los

dplI¡:ia d IlIm:a!'lo,,¡

<:IJlldlli'ta.

CllJ¡il'l'ül (],.I ]¡r'J'l'lIHlhl'<' ¡'¡¡> ]a

:1l1ii:;ü('da¡l. la ky dI' la J'(~~'V\ln­

s;¡hilíd:\o lllÍltna 11ft (':lntil'liil'l siglos !la;;\, ti los i!J~¡"s(·.';, ],:1"'; fmJli1ias ",.nnl,:lIl ,]jvi\lillas }I<)l' dUI·.ell:tS, y ;,1:11:\ 1 (~c; ,,,in ('.m lJ al" go ,'1 1'\,:"\1]1":1 ¡JI) iJ.. ('sl.a h'y (:é­ 11'\;1'\''/ Nn'!\'I' pOl'

~!'l'i:: 1111:1 ~q'~\lJdi' imp¡'

'·~.!I]¡a fi;iW\:! JIl:\

inll¡:('llle;;;

tada

J1II1'\!l1

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me padece?' 1J()'r

la s¡wi¡·\];¡d

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df!lillCUPllÜ~,

que la ea rae· tel'ÍZU en el

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seria necesario? Dar truspa­ y ú los rencla á hlH 6. toda una bosques, y reduci.r de dos ciudad en UD toesas. Provisioll pam los presos q·ue salgan á· l.ibertad.

Se puede creer con roucho motivo que despues del trans­ curso de algunos afios, y aun acaso solamente de algunos me­ ses, de una educacion tan r:igu· rosa, los presos acostumbrados nI trabajo, instruidos en la roO­ rni y en la relijion, y habiendo Pérdido sus .!Jíibitos viciosos por la imposibilidad de entregarse á ellos, se hnbl'á.n hecho unos hombres nuevos; pero sin cm­

)<till t:USl.odia, y

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No ;:;{~ d(~bt'. 1'0 11m' ;Í un JlI'PRO en lihel'tad siJlo cuando lYlW {]c' cmnp1ir una dl' ('stas condki(¡· neR: desde 1uego si lns preOel]' pacione~

no se oponen á esto, entrar en el sérvicio del ejército ó de la Dlluina, J est:l fA la obedien­ que sin mucho trabnjo se baria de (>1 un uuen soldado. Si se teme que s(~mejam:es recllltas han de ser Ull oprobio 0.1 SérV]­ es porque no se fijn la o.ten­ don en la especie de hombres de (lue los enganchadores llenan los ejércitos. En el caso de que una nadaD forme colonias, loa presos esta· rían preparo.dos por la clase de su educ:l.cioll á ser súbditos mas útiles en estas nuevas socieda­ des, que los malhechores que SE: enyiUll á ella!;; pero no se forz:J' fill al Ilfeso, que l.l1lbiese cum­ plido su tiempo de pl'ision, ú espatriarsc¡ y solamente se le

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P.iNÓl'TICO

".18

dudan la elecctou y 11)8 metIlos de hacerlo. Otro me.dio para ellos de vol· ver ú la libl:'rtad. sP'I'ia hallar un 110mbre respommble que quisie­ !"le I!om.:tituirse su fiadol' por 11 na deeta sunUL renonlu(lo es­ ta r:::l1ldOll todofl los auns, y si no la renovaba, la misma persona. Los presos que tuvieran pa­

rientes y amigos, y 108 que hu­

bieran adquirido reputucion de

juicio, de industria y de honra·

dez en los auos de prueba, no

tendrían dificultad en hanar

fiador; porque :lunque no se to­

man personas de un (~ur:íctel'

para el servicio do­

otros mil trabajos

los cuales no se tiene el mismo escrúpulo! y además se podrían proffiO\'er las fianzas de tullehos modos. El mas sencillo de todos Heria dar al que saliese fiador el po­ der de hacer con el preso pues­ to en libertad un contrato por largo tiempo, ::lp.mejallte al üe un l11ue:,¡tro eon su 11" Ulallí~l'a que tuvie;.;e d p<)< d¡;!- de

n)¡~obrado

:ü ):le {~"wapa·

1m. y <Ir; nhi.{;IW¡' alt::"l1naH indí'lll'

m,e:\.'l.

i:nntra

!t.1;';

qll'~

!lrtIJÍi:·

i

servicio. Esta condicion~ que á ra dsta parece dura para f:'.l pl'eHO que 1m recobrado ::;u liber­ es en'renlic1.d un bien pUl'a porque le asegura la e1ec· don entre un número mayor de competidores que bUllcarán d pdvilej io de tener trabajadot'cs de que puedan estar segul't)s. So se entra en el ecsámen de I'!U

la.5 precauciones necesarias pa­ ra asegurarse de la suficiencia. de las fianzas. La mejor seda hacer responsable al alcaide de la cá.rcel de la mitad de la fianza, en el caso en que esta fullase: porque en tonccs ten­ dria un intel'és en conocer bien á las personas con quienes cele· brase estas transacciones j Ildi­ cinles. Pero ecaumillcmOB fll caso, que debe :·mr fl'ecneute, en que un preso no tuviese ni amigos ni parÍlm tes, que no hallai"e ria­ !lor, y que 110 fuese admitido ii ,,'~ntar pInza ni para pasar ;i una ,:olonia. ;. Se le deber:l. ah:tn­ !.lona t' (t la aY<!IÜU1'U y volv',rle así (l la Hociedad '! Hin du,ht qne 110, [H)I'e¡ Ij(~ '!Nl'O 'lpría :1. la nli:",rja r, al ,ü~lit(). ;, ~n jr j¡~i,'~r('l L¡'Ut·.{' :".fljl.¡ í) f:O;JUJ- ;~~U\'::

49

PANÓPTICO

8en 'luerido seducirle y tomarle

á una disciplina severa? Tam­ poco, porque esto seria prolon­ gar su castigo faera del térmi­ no seualado por la ley. Lo que debe hacerse es tener Hn estab lecimien to subsidiario, fundado sobre el mismo princi­ pio: un panóptico en el cual reinara mas libertad, donde ya no h ubicrll señal humillante, donde podri\.n celebrarse matri­ monios, donde los habitantes ajustarán su trabajo sobre el mismo pie poco mas 6 menos que los oficiales en una palabra, se puede dar tanta (~omodidad y tanta cuanta. pueda ser com­ patible con los principios de la seguridad, de la. decencia. y de la sobriedad. Este esmbled­ Iuiento será un com'ento con re· glas fijas, ¡Í escepcion de que en él no habrá votos, y de que. la:; per:-1011US reclusas podr{¡ll dejarle luego Illle hal1~n fiador, (¡

de!'lempeila:'ll'n las

<l."

la so1turn. C\mn'a ¡'sto ¡'al

»estos receptáCUlOS son una. sen­ »tina de vicios, Las únicas ma· )nufacturas que no ulTuinan »las costumbres, son aquellas »en que los trabajadores están Z'cHparcülos~ aquel1:l~ que, eomo ;¡.lu ngrkulturn. f!ubren toda la »supedicie de uu puís, ó aque­ ~,llas que 1m eneierran en 10 in­ :!1terior de lns familias, en que »cada hombre puede trabajar »enmedío de los suyos en el »scno de la inocencia y del l'll­ »til'O.;I>

Estn obser''lacion es fundada, pero nó es contraria á. nuestro

plan, porque hay una. gran di­ ferencia entre una fábrica ordi­ nariu, y la que se estableceria en un pán(¡ptico: ¿ en qué casa pública o particular se puede hallnr' una seguridad igual para la castidad elel celihnto, para la fidelidad del IDa tl'imonio, y pa­ ra la supresion de la embria· ~uez, CIlUSll de tanta miseria y de tantos

E'iÍ'.ai'5 Vi~Z Sj~

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pro· pan·

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¡)el)!~n ser, para qui­ la ten tadon y 1:1 íaeiJi· d:ul ¡le reea,!r en d delito. S-e ha :Ulltlí¡';¡do Jl\lwh" la i¡hl '¡I~

las que

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para ('i¡'rto nú· <k n!)eel'll;i IllJ(! 1J';¡;'ajan ,,!>;\jo 11 n ¡{ldIO ".lIm UIJ ; y la ".'1

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50

PANÓPTICO

p.ó.Nór"I'ICO

en libertad, para que una. nece­ sidad inmediata no los lance en la desesperacion; pero este re­ curso es momentá.neo. Puede basta llegar Ú Ilervir de lazo pu­ ra unos hOlllbrc~ '1ue tienen mn pocn mesura y prevision; y des· pues de un goee pasajero, tanto mal:! irresistible enanto mas lar­ gus han sido las privaciones, el dinero es perdido, la pobreza les queda, y las seducciones los rodean. Esta esposicion que no com­ prende mus que lus principales ideas del autor, basta sin em­ burgo pura upl'eciar 10 que !le anuncia en el principio rie esta memoria. Por medio de ¡Jos principios, lu -¡nsp6cdon cent1'aZ y la. admi­ nistracion por contmtll, se lo­ gra por resul tildo una forma verdaderamente es~ncial en lai'! prisiones: se adqtliel'e la seguri. dad de la buena conducta ac­ tuul y de la enmienda futura d~ lo,'! pl'e~os: se aumenta l:l Re­ p(¡blka haciendo Itllll. p(~()llnl11ía para el estado; y H(~ ere;!. l1U IlllíWO ínstrnnmnto de

el bien, y nl110 para hac.er el mal. El principío panóptico puede adaptar~,H~ Con feliz ét~si to á to­ dos los es "abledmlentos en que se deban reunir lu inspeeciou, y hL economía; no (~stá. necesaria mente ligado á. ideas de rigor: punden suprimirse las rejas de hierro: l:!e puede permitir comu· nicacion, y :le puede hneer Có' moda y nada. molesta ln. ins­ peccion, Dun. casa de industria, una fábrica edificada baJo este plan, dá. á un hombre solo la facili­ da.d de dirijir los trabajos de un grnn número; y pudiendo estar los cuartos abiertos ó eerl'ados, permiten diferentes a.plicacio­ neS del principio. En un hospi­ tal panóptico no podría ha.ber abuso ulguno de neglijenciu, ni en la. limpieza, ni en la renova­ cíon del aire, ui _lO la adminis. trlldon de lo~ rem(~r1i()s: una division mas grande de cuartos ;;I!rviria p:U':l 8epanu' lUr~jor las rmí<!rmedadns. I.oH tubOB de 1JO'

pupa id (',nal nlt horn­

FrIa v¡d¡'it'Y'a por d(~nt.l'n mi v'':!. di: r" rl!:j:u-ia Ú cm r.;!i··:"inll "í

bre-H)l,)

~.¡,~

Italia l'(·,v('."tido de

mIl)'

para

llU

ha<:!~r

ja <li~ la la prop'H'ciolJllJ'ian á los i!nfet'[llI>S n na e o m 1111 i e a e j f) l! !:onHll.lla

,~on

SIlS

cortina !>odl'ia flUcubrit'los .ó. la vista de. todos. En fin, este prin­ cipio puede apliCUl'fle con facili­ dad y utilidad tí. las escuelas, i los cuarteles, y ú. todos los esta­ blecimientos en que un hombre solo esttl. encllI'gado tiel cuida· do de mncllOs. Por medio de un panóptieo 1 lu pl'lldeneia intere­ satla de uu 8010 indÍ\'hluo es una gaI'tlutla mejor del acierto, que 10 que lo seria en cnalqnie­ ra otro sistema de probidad de muchos.

df~

)t'

nna

4." Padlidad que se di 0,1 lejislador, á la nacinl1 en jene­ 1':11, y á cada individuo en par­ ticular, para asegurarse, siem­ pre que se quiera, de la perfec. don del plan, y de su ejecucion, CUHtod'ia Ó

8cg-u-ra.

Edificio circular 6 poli.

~ono.

Pri1tcipio-~

ccwactoddico8 del Pa.nóIJtico,

1." Presencia universal y constan te del director del esta· blecimlen to, :!." Efedo inrnedia to de este principiQ Hobl'C todos los miem­ bros del establedrnlen to: eon­ '-kcioll dj~ que viven :r ol)l~an in· '~e~al1tem(mte bajo la iU::lpeeelon pO'I'feda de un hornbre, intl:~re­ !';:ldo '~Il toda ;.<11 eundneta.

ú:'¡:.;reltl'~s,

tj~llip1.\J·atnI'a~

constitudon misma, del estable­ cimiento, 10 Imts que es )1osible, en la salud, en la industria, en In buena eondnct<i.. y en la re­ eorma de las personas ~ujetas oí fl.

1.

RESUMEN.

('Jo

;,~r:ldn

51

¡J

Dir¡:i'i¡!I' ren,,,tído

2."

Celdas en la circunferen.

cia para los presos, 3.9 Habitacion del inspector en el centro donde cada visita. dor puede ser recibido sin des­ órd(m alguno. -í." Galerías inmediatas en derredor de la habitucion del inspeetor para los suhínHpecto. res :r los criados, :í." Separa~ iones de las ct~ld:l.8 formada::'! VO)' la del(!¡] indo.

lln

intprion's j")I'nt:tdas por lIna rr;­

d":,;:'HIi/,'id<l !w;¡Ia ahora por ,,1 I'~ff¡{:rí' di' p:-He Ornl(',1

ja, de Ir ¡":TO pal'a ¡Plt' nada ,,'~

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1'1'0 á la entrada del cumltw, por

alto por una "jdl'ier»! y hondo medio de la.s cuales ~e puede ha· por bajo, de modo que se impi. I ce!' fuego con trll agresores WIlI da toda COlUullicaciou. in tenciOluldo¡;:, 9.° Pasos y escnlerna en po· 17, Enfren te de esta puerta, eo IlÚmel'O, estrechas y guarne­ y en la direecioll del camillO d¡Jafl de rejas de hierro P111':1 real, una pared bastante lurga evitar las x'eunÍones y no perjn· pura pl'ot(~.ler :i los pasajeros cUCar ú la inspecciono pllcificas en un lUQmento de tu­ multo. lO, Ningun nceeso para con laR presos, (',amo no seU por In Sanidad 11 Umpieza. hllbjtacion del inspect{lr. L° M(~dioR de yentilndón 11. FOBO circular en lo este· pél'feedonndos: 1,4 por el espa­ río1' del edificio para hacer aun cio circular interior que se alJI'e mus impracticable hl fuga. por llrrilll1.: 2." por la estructu­ 12. ERpacio vado al otro la· ra de las celdas COIl ventanal> do del fOflo para diveri!os 'usos, luida afnera, y uua reja de

¡1í'HiT": ::," 1"'1' 1:1

¡,,,lufa,: l':ll':I i~l iu\kI'lI": 1'''II~;,¡í­ iui.l:\!' (1,· ll!()(lo '1\1('. J'i'!\\ll ,'('!I ('úl1tíllll:lUH'lt1i' t:! :til'f'" a¡Jilé: (, II ,", t'> do;, CI,U!:t;.;,

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intersticios que pueda11 OC111t<11' vel'sns funciones de dormitorio mnte¡'ias pútrhlas é inmun­ {¡ de reiedorio~ (le obrador, Y ocusionaJrnente de ca.lahozo, de dicias.

~i.o Cuarto separado en dou· enfermería, de capilla y de di· visiones para separal' los do~ de se reconoce ú. todos los pre­ secsos; es tab 1eCÍm len tos necc;;;3.· sos antes de su reeepeíon,

O." ,A,ltel'nntiva d'C trabajos ríos para llegar ú. poner un

scdentllrios Y activml, e::!tos al buen ól'den en clllllquieru. edi­

ficio djstinto del panóptico.

o.Jre libre.

!.'!,Q Las medidas neceSt'l.rias

7. Q Licore:; fCl'lm~ntndos ab·

hasta ahora ün las príslones de

solutamente prohibido¡;; prolli.

p:u'edes gruesas Y otros gastos

hído tnmbien e.l tal)ltco de ioda

de hiel'l'o,'se hacen inútiles por

especie.

la imposibilidad de inten 1;..'11'

8.0 El p(110 cortado muy

abrir mm b¡'eclw SiD ser visto,

eorto; hailos frecuentes Y ves· 3. Admini¡ürnción delega· tidos de color, y lavados é. me­ dtl al director con UllU. pequeü:'l.

nudo. SUIllil para la manntellcion de C1lda Tll'eRO, supuesto que 1'\1 Q

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PANÓPTICO

~." IiJHtablecLuüentoH á los que en eOllHecuencÍa de lo di· cho puede aplicar}le. l.o-Casas de seguridad.

lo concerniente al modo de evi, tar y e:1~ tigal' los delitos: in1· ta\nt pura completar su obra que se oCUpitrit de lo respectívo ~.o-PrisioIH~S. al a.rreglo de los lugares que :l.Q-CllS::J.S de eorreeCÍoll. i sit'vell, en In, muyol' parte de los ...l:. ~-Casas !le tra ba ; '), . ensos, para castigar (, lUf; de­ 3.('-U ospitaLes. li llICuen tes, Su previlior talento n.o-~-rallufnctura:o;. no podia eehur en olvido la. 7."-Eseuelas. sue¡'te de estos infelices, fine ;3. 0 La ventuja de que un UlUL vez constituidos bajo el po· hombre solo bnste para estos del' de la ley, pierden la odio­ ::;idad con que se les mirura, así m~tnblecímientos de cualquier como se mira sin peligro una uHlgnitud. que -,scall. l.wma. descargnda porque no puede ofender. y no PQcHa esperarse menos de su filanb:opla y humanidad) porque verdltderumentc ofrece COllENT.ARIO un espectáculo desconsolador y A LA :\rr;~IOnIA ANT1~aIOR. t'epugnl1nte el contemplttl' la lluel'te que agmLrdll ti 8erca ¡;c­ .'lpuntes .sobre la, aplicadon dd mejantes á nosotros, que hun pandptioo á E.~paña., e8tr(wta· ten ido la de~gl'acill de eStru· dos de una obra inédita 80bn~ (11 víal'se de In senda del hOl101' si.8tetrHJ, penitcníJiado y Iu virtud, euundo setW ::;nrni· Habiendo ti'll tado yo. TIent· tlm; en ('1 hetli(¡udo seno de e~na hum en los libros anteriores ,le drf~ele:-; infectRs, de ':80S iUIIlQ· (1)

Esta obra que hace tiempo t!'n­

go escrltn, :11 bIen s'! hallll sin cO!TeJ\r ni '>rd'JnlU'. :le tlt.uht "B7JJtutlitJ,'t .'f,')l;re .~¡·1tmTla ¡"",¡Cene'a";". y 171')«(0 ,i!!

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--- Tema 111. El método de'la educación fisiológica. Los orígenes de la pedagogía científica. Innatismo versus sensualismo en la educación. Jean Marc Gaspard.ltard (1774-1838) y Onésime.Edouard Seguín (1812-1880)

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Jean Itard"

Memoria sobre los primeros progresos de Victor del Aveyron El hombre es arrojado sobre la tierra sin fuerzas ffslcas y-sin Ideas Innatas. incapacitado parA obedecer por sr solo a las leyes constitucionales de su estructura orgánica que lo ubican en el primer puesto en el sIstema de los seres; por lo tanto. sólo en el seno de 1a sociedad puede encontrar el nivel emInente que le ha sido asignado en la naturaleza. Sin la civilización sería uno de los animales más débiles y menos Inteligentes: sin duda. esta verdad ha sido repetida a menudo pero aún no ha sido demostrada rigurosamente ... Tanto los filósofos qu~ la formularon por primera vez, como los que la sostuvieron y dIfundieron. exhibieron como prue­ ba el estado físico y moral de algunas poblaciones errantes a las que consIderaron no civilizadas por cuanto no lo eran en el sentido en que lo somos nosotros; en ellas fueron a buscar los ral'¡gos de', hombre -en su puro estado natural. Sin embargo, dfgase lo que se dIga, no es realmente alJ[ donde debe buscarse y estudiarse al hombre en su estado natural. . En la horda más salvaje o en la nación europea más cfvillzada. el hombre sólo es aquello que se lo hace ser. El hombre, necesariamente Instruido por sus semejantes, ha contrardo hábitos y necesidades: sus Ideas no le per­ tenecen; goza de la prerrogativa más bella de su especie: la capacidad de desarrollar su Intelecto mediante la fuerza de la imitación y la Influencia de la sociedad. Por lo tanto, es necesario buscar en otra parte el tipo de hombre real-· mente salvaje, aquel que no debe nada a sus semejantes. Se hac·e preciso deducirlo a partir de las historias particu­ lares de ese pequeño número de Indivldyos que, en el trans­

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• Jean Itard nació en 1774 en un departamento de la raglón de los Alpes franceses. Realizó estudios de medicina con larrey y. desde 1796. trabajÓ en uno de los grandes hospitales. de Parls. desarrollando una extensa práctrca médica y qUirúrgica. A partir de 1800. cuando conoció al célebre Slcard, comem:ó a trabaJar en fa reeducación da sordomudos. luego. durante casi die.;: años. Itard se dedicó casi exclusivamente 8 las experiencles con el nll\o salval8 del Aveyron, cuyo registro figura en las dos Memorias Qua redactó resumiendo sus progresos y los métodos empleados. Más tarde se consagró casi por completo al estudio de las enfermedades del ardo y su curación. Sobre ellas publicó en 1821 su obra; Tratado de 188 enfermedades del oMo y de 18 8udlcl6n; en 1831. apareció su Memoria sobre el mutismo c8usado por la lesl6n de les fun­ ciones Ints/8clUales. Mueré, célebre y admirado, en 1838.

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árbol para escapar de su persecucIón. Lo condujeron a una aldea de las· cercanías y lo confiaron al cuIdado de una viuda; sIn embargo, logró huir al cabo de una semana y se refugió en las montañas., por donde vagó durante los fríos más rIgurosos· del Invierno revestido más que cubierto por una camisa andrajosa, retirándose durante la noche a luga­ res solitarios y aproximándose de día a las aldeas. Llevó s( una vIda vagabunda hasta el dla en q!Je entró, por su espontánea voluntad, a una casa habItada en el cantón de Saint-Sernin. Allí fue recogido. Vigilado y cuidado durante . dos o tres días. Luego se lo trasladó pi hospital de Saínt­ Affrlque. situado en Rodez, donde fue custodiado algunos meses. Durante su estadía en estos diversos lugares se lo vio siempre con la misma ferocidad. impaciente y en con­ tinuo movimiento. buscando constantemente alguna manera .de escapar; de este modo, ofreció material para las obser­ vaciones . más Interesantes, r·ecogldas por testimonios dig­ nos de fe que no dejaré de mencionar en los parágrafos de este ensayo, de donde podrán surgir con una mejor luz 4. Un ministro, protector de la cl·encia, pensó que la ciencia del hombre moral podrfa alumbrar sobre este acontecimien­ to. Se dieron órdenes para que el muchacho fuera. llevado a Pads. AIIf arribó hacia fines del ano 8, conducido por un Viejo pobre y respetable quien, obligado a separarse de él tiempo después prometió buscarlo y servirle de padre si I a sociedad lo abandonaba. En. Parls, las esperanzas más brillantes y menos· fundadas hablan precedido la llegada del "salvaje del Aveyron" 5. Muchos curiosos yá sabor·saban el, placer de contemplar su e.stupor ante todas las cosas bellas ds la capital:. Por ot'ra parte, muchas personas aunque respetables por su ilustra­ ción creyeron que la educación de este Individuo seda cues­ tión de algunos meses y que pronto se lo escuchada brin­ dar las más Interesantes Informaciones con respecto a su vida anterIor; olvidaban que nuestros órganos son tanto me­ nos flexibles y que la Imitación es tanto más difícil cuan­ do el hombre está más aleJadq de la sociedad y de la época 4 SI con la expresión de "Sahíale" se ha denominado heste hayal hombre poco civilizado, se convendrá en que el hombre Qua no está civi­ lizado en absoluto merece con mayor razón esta denomlnanlón. Conser­ varé pues, pare éste. al nombre con el que slampre lo he designado hasta Que pueda explicar 1:1" motIvos qua me ImpUlsaron a darle ótro. 5 Todo lo Que acabo de daclr y lo que diré luego sobra la historia da este muchacho antes de su estadla en Parh está testimoniado por 108 Informes oficiales de los ciudadanos Gulreud y Constant de Salot-Esteve, comlsllrios de gobierno. el primero en el cantón de Salnt-Afrlque y el aegundo an a' da Salnt-Sernln y por fas observaciones del ciudadano Bonnaterre. profesor de historia natural en la Escuela Central del departa­ mento de Avayroll. consignadas de manera detallada en 8U Notlce hlsto­ rlque aur le SauvaaB de l'Aveyron. Parl... BríO 8.

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de su Infancia. Pero. ¿qué fue lo quesa vio, en lugar da todo aquello? Un muchacho de uné! irritante suciedad. pro­ penso a movlmíentos espasmódiCOS' y a menudo convulsos qu.a se bamboleaba como álgunos animales en el serrallo, que mordra y arañaba a los que le servían; Indiferente a todo e Incapaz· de prestar atención a nada. Se comprende con facilidad que un ser de este tipo sólo podra despertar Una curiosidad momentánea. La gente acudió en tropel, lo miró sin observarlo, lo juzgó sin conocerlo y no se habló más de él . En medio de esta lndifer·encla general, los directivos del Instituto Nacional de Sordomudos y su célebre director no olvidaron que la sociedad. que había atraldo a su seno a ese joven Infeliz, habla contra!do con él obligaciones indispen­ sables que ahora debía afrontar. Como compartían las es­ peranzas que yo depositaba en una terapia médica. decidie­ ron que el muchacho fuera confiado a mis· cuidados. Pero antes de explicar los detalles y los resultados de e.sta Ini­ ciativa es preciso exponer nuestro punto de partida: debe­ mos recordar y describir la situación Inicial de nuestro sal­ vaje para poder apreciar mejor nuestro punto de llegada, de modo que podamos oponer el pasado al presente para de­ terminar qué debemos esperar del futuro. Por lo. tanto, me veo obligado a volver sobre hechos ya conocidos, pero los expondré de manera breve; para que no se sospeche que yo los he exagerado con el fin de que se destaquen mejor los que quiero oponerles, .me permitirá referir aquí, de ma­ nera analítica, la descripción que realizó un médico célebre -tanto por su espfritu observador como por sus profundos conocimientos con respecto a las enfermedades del lnte­ lecto--, en una sociedad clentrflca, en una sesión en la que tuve el honor de ser admItido. .

Al proceder, en primer lugar, a la descripción da 4-Qs fun.c:lones sensoriales del joven salvaje, el ciudadano l?inE11 nos lo describe con sus sentidos reducidos a tal estado de inercia que el Infeliz resultaba, bajo este aspecto, muy in_o feriar a cualquiera de nuestros animales domésticos: sus ojos privados de fiÍ'eza, sin expresión, vagaban de un objeto al otro sin detenerse jamás en ninguno; estaban tan poco Instruidos y ejercitados por el tacto que no podran distinguir un objeto en relieve de uno pintado; su oído era insensible a los ruidos más intensos asr como a la música más es­ tridente; el órgano de la voz estaba reducido a un estado de completa mudez, incapaz de emitir otra cosa que un sonido gutural y uniforme; su olfato estaba tan poco adies­ trado que acogfa con la mIsma indiferencia el olor de los

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l:l <lecuarse a nuestro ritmo calmo y medido de caminar y por la continua tendencia a trotar o galopar. Presenta tam­ b ién una oustlnada costumbre de husmear todo lo que se· le presenta. hasta los objetos qua consIderamos Inodoros; su masticación también es sorprendente, realizada sólo por la precipitada acdón de los Incisivos que. por su analogra con la de alguno!; roedores, indica que, como estos animales, nuestro salvaje vlvra comiendo habitualmente productos ve­ getales, Y digo habitualmente porque el siguiente episodio pBl"eCe demostrarnos que, en ciertas ocasiones, debió haber comido algunos pequeños animales muertos. Cierta vez en que se le presentó un canario muerto, lo despojó, en un Instante. de sus plumas grandes y pequeñas, lo abrió con las uñas, lo olió y luego lo engulló. También por la naturaleza y por el número de cicatrices qlJe le cubren el cuerpo se pueden Inferir otros Indicios de una vida completamente aislada, precaria y vagabunda. Sin mencionar la qUEI tiene en la parte' anterior del cuello y de la que me ocuparé más adelante porque deriva de otra causa y merece una atención especial, pueden contarse cuatro en su rostro, seis, a lo largo de su brazo Izquierdo, tres a cierta distancia del hombro derecho, cuatro alrededor del públs. una' en la nalga IzqUierda, tres sobre una pierna y dos sobre la otra: esto hace un total de veintitrés cicatrices. algunas de las cuales p~recen pertenecer, a m'ordeduras de animales,· mientras que la~l demás son lastimaduras y cortes más o menos extensos, más o menos profundos. Constituyen un testimonio múltiple e Irrefutable del largo y completo aban­ dono de este Infeliz. SI se las considera desde un punto de vista más general y filosófico. atestiguan sobre la debi­ lidad y la Insuficiencia del hombre abandonado a sus propios medios pero también. a favor de los recursos de la naturale'za que, de acuerdo a ·Ieyes aparentemente contradictorias, tra­ baJa para reparar y conservar lo que ella misma tiende a deteriorar y destruir de manera sorda. ' SI a· todos estos datos, extrafdos de 'la observación di­ recta, le agregamos aquellos no menos auténticos referidos por los habitantes de los campos cercanos al bosque donde se encontró a este muchacho, se sabrá que en los primeros dfas que siguieron a su ingreso en la sociedad no se alimen­ taba más que de bellotas, de papas y de castañas crudas y no emltfa ninguna especie de sonido; que, a pesar de una atenta vigilancia 'logró huir varias veces; que demostró una enorme repugnancia a dormir en un lecho. etc. Pero. sobre todo, se sabrá que más de cinco años antes se lo habra visto huir completamente desnudo, de la persecuslón de los

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hombres 6. Todo esto nos hace pensar que desde aquella primera aparición, él ya estaba habituado a ese tipo de vida; este hábito sólo podía ser el resultado de por lo menos dos años de estadra en lugares deshabitados. De modo que este muchacho ha pasado en una soledad absoluta aproximada­ mente siete de Jos doce años que podía tener cuando se lo capturó en los bosques de la Caune. También es probable y casi seguro que haya sido abandonado a la edad de cuatro o cinco años y, que si por aquel entonces poseía algunas Ideas y algunas palabras gracia:'.) ti algún comienzo de edu­ cación, estas se borrarlan de su memoria después de su aislamiento. He aquí lo que yo considero la causa de su estado actual. Ahora se podrá comprender por qué yo expreso un pronós­ tico favorable con respecto al éxito de mis curaciones. En ef·ecto, si se tenIa en cuenta el escaso tiempo que vivió entre los hombres,' el "salvaJe del Aveyron" ya no pareda un adolescente enfermo de Imbecilidad, sino un niño de. diez o doce meses y un niño que tenra hábitos antisociales, una obstinada distracción, órganos poco flexibles y una sensibilidad accldefJtalmente adormecida. Desde esta pers­ pectiva, su situación se convertía en un caso exclusivamente médico. cuya terapia pertenecra a la medicina moral, ,8 ese árte sublime creado en Inglatsrra por Willis y por Crlchton y recientemente difundido .en Francia por Jos éxitos y los escritos del profesor Plne!. GuIado por el espíritu de su doctrina más que por sus preceptos, que no podían adap­ tarse a este casp imprevisto reduje la terapia moral o la edu­ cación del "salvaJe del Aveyron" a cinco objetivos princl­ palas: 1) Vincularlo a la vida social, haciéndosela más dulce que lo que habra conocido y sobre todo. más similar a la vida que había abandonado. 2) Despertar la sensibilidad nerviosa mediante los esti­ mulantes más enérgicos y provocar de vez an cuando los afectos más vivaces del esprrltu. ; 3) Ampliar su campo de ideas suscitándole nuevas nece­ sidades y multiplicando sus relaciones con los seres que lo rodeaban. 4) inducirlo al uso de la palabra determInando el ejerci­ cio de la Imitación a través de la Imperiosa ley de la necesidad., 6 Carta del ciudadano N ... , publicada en $1 Journa/ des Débats. 5 plu­ vioso, año 8.

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tinuo bambolem-se de su cuerpo disminuían. se aplacaban poco a poco. para dojar lugar a una. posición más tranquila; y como, de manera Insensible, su rostro Insignificante o contrafdo por las muecas asumla un aspecto muy pronun­ ciado de tristeza o un aire de melancólica Imaginación. a medida que sus ojos se detenían a mirar la superficie del agua, dentro de la cual tiraba, de vez en cuando, pedacltos de hojas secas. Cuando, durante la noche, con un' bello claro de luna, los rayos lunares penetraban en su habitación. raras veces dejaba de despertarse y de colocarse junto a la ventana. AlU permanecia, de acuerdo' a lo que referla su goberr....tnta. durante una parte de la noche. inmóvil, de pie. con el Cuello tieso, los ojos fijos hacia los campos ilumina­ dos por la luna. inmerso en una especie de éxtasis contem­ plativo; su silencio e Inmovilidad sólo se interrumpían por una Inspiración profunda y separada por largas pausas, acom­ pañada, casi siempre, de un débil sonido de lamentclón. Hubiera sido Inúm e 'inhumano' contrariar estas últimas coso t\Jmbres y tenia la Intención de asociarlas a su nueva existencia, para hacérsela más agradable. SIn embargo, no se podra actuar de la misma manera con las que ten!an la desventaja de estimular continuamente su estómago y sus músculos, dejando inactivas, la sensibilidad de los nervios y las facultades del cerebro. Por lo tanto deb! esforzarme por espaciar sus correrlas y por. que 'sus comidas fueran menos copiosas y menos frecuentes, su permanencia en el lecho menos extensa y sus jornadas más provechosas para su InstruccIón,

11 Segundo objetivo: Despertar la senSibilidad nerviosa mediante los estimulantes más enérgicos y provocar, de vez en cuando, los afectos más vivaces del espíritu. Algunos flslólogós modernos han formulado la hipótesis de que la sensIbilidad es directamente proporcional al grado de civilización. No creó que pueda ofrecerse una prueba más clara que la de la escasa sensibilidad de los órganos sensoriales del "salvaje del Aveyron". Nos podremos con­ vencer observando la descripción que ya he proporcionado, GUyos datos fueron tomados de la fuente menos sospechosa.

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Agregaré aquf con respecto al mismo tema. algunas de mis observaciones más significativas. Muchas veces en el transcurso del InvIerno, al atravesar el jardfn del Instituto de sordomudos, pude observar al mu­ chacho agacharse, medio desnudo, sobre la tierra húmeda y permanecer as!, expuesto durant-e horas a un viento frío y lluvioso. los órganos de la pIel y del tacto no s610 demos­ traban insensibilidad al frío sino también al calor; le sucedía diariamente, cuando estaba cerca del fuego y los carbones ard¡ent~ó saltaban hacia afuera. temarios con los dedos y volver a meterlos sin demasiada prisa sobre los tizones ar­ dientes. Más de una vez se lo sorprendió en la cocina mientras tomaba de la' misma manera las papas que se esta­ ban cociendo en el agua hirviendo; y puedo asegurar que en aquel ti"empo ten!a una epidermis fina y velluda 7. A menudo hasta he llegado a llenarle de tabaco la cavi­ dad exterior de la nariz sin provocarle ningún estornudo. Esto presupone que no existía entre el órgano del olfato, que era sumamente fino, y los de la respiración y de la vista, nInguno de aquellos lazos de simpatía que forman parte de la sensibilidad de nuestros sentidos y que en estos casos hubieran determinado el estornudo y la secreción de lágrimas. Estas últimas estaban aún menos relacionadas con sentimientos tristes: a pesar de las Innumerables contrarie­ dades, a pesar del péSimo tratamiento al que lo sometió en los primeros meses el nuevo género de vida. nunca lovf derramar l{¡g(lmas. . El ofdo era el sentido~ue .. parecra más Insensible. SIn embargó, SlJ sab!1:f que el ruido de una nuez o de algún objeto c;;)mestlble de su gusto. lo hacía volverse siempre. Esta observación es verdadera y sin embargo, el mismo órgano del oído se mostraba insensible a los ruidos más fuertes y a las explosiones de las' armas de fuego. Un dfa disparé junto a él dos tiros de pistola. El prImero pare­ ció conmoverlo un poco, el segundo ni siqul·era le hizo volver la cabeza. Asr, con excepción de algunos casos como éste, donde el defecto de atención por parte del ánimo podre. reflejar luia falta de s,enslbilidad del órgano. se constataba. sIn embargo. que' esta propiedad nerviosa' era singularmente débil en .Ia mayor parte de los sentidos. En consecuencia, tenfa el proyecto de desarrollarla de todas las maneras y con todos los medios posibles y de preparar 7 Un observador que lo vio en Salnt·Sernln dice que le presentaron una cantidad de papas. El se alegr6 mucho al verlas y las tomó y les tlr6 el fuego. Las retiró un Instante después y fas comIó todavía hIrvientes.

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agua hacían llegar poco a alegria, hasta el alcance de más o menos las cosas que de alegda a e:lte hijo de la

poco, en medio de grItos de sus manos: estas, eran, poco se necesitaban para embriagar naturaleza.

Estos fueron, entre muchos otros, los estimulantes ffsl­ cos y morales con los que traté de desarrollar la sensibi­ lidad de sus órganos. Luego de tres meses, obtuve una e?<citación general de todas las fuerzas sensitivas. Entonces, el tacto se mostró s-ensible a la Impresión de los cuerpos calientes o frros, liso'.> a rugosos, muelles o resistentes., En aquel tiempo yo utilizaba pantalones db terciopelo sobre los cuales se complacía en deslizar la mano. Con est-e órgano explorador se aseguraba siempre el grado de coc­ ción de sus papas: las retiraba con una cuchara y luego les colocaba encima los dedos ,varias veces: de acuerdo a la blandura o dureza que le presentaran decidía comerlas o volverlas a colocar en el agua hirviendo. Cuando se le daba una vela para encender con papel no siempre esperaba que el fuego hubiese prendido la mecha para arrojar con rapidez el papel, cuya llama todavía estaba lejos de sus dedos. SI Se lo Invitaba a arrojar o a levantar un cuerpo, ya fuera liviano o pesado a v.eces lo dejaba de golpe, en el mismo lugar, se miraba las puntas de los dedos que, no estaban, con seguridad, ni quemadas ni heladas y metra con delicadeza la mano en la apertura del chaleco. También el sentido del n1fAto sacó provecho de este cambio. La mfnima IrrItación le provocaba un estornudo y comprendf que estornudar era algo nuevo para él, a Juzgar por el miedo que le produjo la primera vez que sucedió. El miedo fue tan grande que InmedIatamente después, debió tirarse sobre la cama. El refinamiento del sentido del gusto fue todavfa más notable. Los alimentos con los cuales se nutría poco después de su llegada a París tenían un gusto terriblemente desagradable. Los llevaba de un lado para el otro y los embadurnaba con las manos suelas. Pero ya en la época a que me refiero sucedía a menudo que rechazaba IrrItado todo el contenido de un plato cuando habfa caído en él alguna sustancia extraña; y cuando termi­ naba de romper las nueces con los pies, las limpiaba con todo el cuidado que puede sugerir un meticuloso sentido de la limpieza. Finalmente las enfermedades, también ellas, testimonios Irrecusables y desagradables de la sensibilidad predominante en el hombre civilizado, vinieron a golpear el desarrollo de este principio de vida. En los primeros dfas de prImavera, nuestro Joven salvaje tuvo un violento res­

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frlado y algunas semanas después, dos afecciones catarrales casi consecutivas. Sin embargo, estos resultados no se hicieron extensivos a todos los órganos. El de la vista y -el del ardo no parti­ ciparon en este desarrollo; sin duda porque estos ,dos sen­ tidos, mucho menos simples que los' otros, necesitaban una educación particular y más prolongada, como veremos en­ seguida. El mejoramiento simultáneo de los tres sentidos luego de la acción de los estimulantes sobre la piel, mien­ tras que los dos últimos permanecían estacionarios, es algo digno de ser sometido a la atención de los fisiólogos. Pa­ recería probar y la cosa parece, por otra parte, bastante verosfmil, que los sentidos del tacto, del olfato y del gusto sólo son una modificación del órgano de la piel; mientras que los del oído y de la vista, menos externos, revestidos por un aparato ffsico que se encuentra entre los más compli­ cados, están sujetos a otras reglas de perfecciona-miento y deben constituir, de cualquIer manera, una clase diferenciada.

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Tercer objetivo: Ampliar su campo de ideas, suscitándole nuevas necesidades y multiplicando_ sus relaciones con los seres que lo -rodeaban. Se debe, sobre todo, a los innumerables obstáculos que he encontrado en el desarrollo de est·e tercer objetivo, el hecho de que los progresos de este muchacho hacia la civi­ lizacIón asf como mis éxitos para lograr el desarrollo de su Inteligencia, hayan sido tan lentos y dlffclles. Le he pre­ sentado, sucesivamente,Juegos ele todo tIpo; más de una vez, durante horas enteras, me esforcé por hacerle conocer su uso. Pero obs-ervé con disgusto que, lejos de despertar su atencIón, estos diversos objetos termInaban por provo­ carle tal Impaciencia que llegaba al extremo de esconderlos o destruIrlos cuando se le presentaba la ocasión. Por eJem­ plo, de3pués de haber mantenido escondidos durante largo tiempo den.tro de una sillita agujereada unos bolos con los que le habíamos provocado numerosos fastidios, un día en que se encontraba solo en su habitación, tomó la decisión de arrojarlos a la chimenea, ante la cual lo encontramos mientras se calentaba con el más vivo placer ante la llama provocada por ese Juego. Sin embargo, algunas veces logré InteresarIo con algunos

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necesrdades. cuya insatisfacción, cuando Intercalaba entre las salidas un intervalo un poco más largo. lo ponía triste, inquieto y caprichoso. Y el placer era aún mayor cuando los paseos se realizaban por el campo. lo llevé. no hace mucho tiempo, al valle de Montmorency, a la casa de campo del ciudadano lachabeausslere. Fue un espectáculo de lo más singular y. me atreverfa a decir, de lo más conmovedor, observar la alegría que se pintaba en su rostro al contem­ plar las colinas y los bosques de este alegre valle. Parecía (~uj;l las ventanillas del coche no resultaban espacIos sufi­ cientes para la avidez de sus miradas. Se movía de un lado al otro y evldonciaba una gran inquietud cuando los caballos andaban más lentamente o se detenían. Pasamos dos días en esta casa de campo y fue tal la Influencia de los agentes externos representados por los bosques y las colinas, de los que no podla apartar la vista, que parecía más salvaje e Impaciente que nunca: en medio de los asiduos cuidados y de las gentilezas más primorosas sólo parecía ocupado por el deseo de huir. Com­ pletamente dominado por esta Id~,a que absorbfa todas las facultades de su espíritu y hasta' el mismo sentimiento de sus necesidades.' ap'enas encontraba tiempo para comer. se levantaba de la mesa a cada Instante y corrfa a la puerta para escapar al jardín. si ésta se encontraba abierta; o bien, en .caso contrario, para por lo menos contemplar, a través de los cristales, todos aquellos objetos hacia los cuales lo Impulsaban dEl manera irresistible sus hábitos todavía re-­ clentes y quizás también. el rec'uerdo de una vida Indepen­ diente, feli" y malograda. Por eso, tomé la decisión de no volver a someterlo a pruebas semejantes. Pero para no separarlo totalmente de sus gustos campestres seguí lleván­ dolo de paseo a un Jardín de, la vecindad, cuya configuración estrecha y regular no tiene nada en común con los paisajes que conforman una naturaleza agreste y que ligan de ma­ ·nera tan podemsa al hombre salvaje con los lugares de su Infancia. AsC, la señora Guérin lo llevaba algunas veces a Luxemburgo, y casi todos los días al jardCn del Obser­ vatorio; allf In cortesía del ciudadano Lemer! lo ha acostum­ brado a concurrir todos los días fl beber una taza de leche ~ [a hora de la merienda. Gracias a estas nuevas costumbres. a algunas diversio­ nes da su elección y al buen trato de que gozaba en su nueva existencia. terminó por tornarle gusto. De aquf nació el afecto muy vivo que demuestra por su gobernanta y que testimonia cada vez de manera más evidente. Siempre se separa de ell.a con dolor y la reencuentra con alegrfa. Cierta

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vez que habra huido parla calle, vertió numerosas lágri­ mas cuando la volvió a ver. Todavía algunas horas después, su respiración era dificultosa. entrecortada, y su pulso latía como si tuviera fiebre. La señora Guérln le dirigió algunos reproches y él (os comprendió tan bien que se echó a' llorar nuevamente. la amistad que sentfa por mf era mucho más débil y así debfa ser. los cuidados que la señora Guérin tiene con él son de tal tipo que pueden ser apre­ ciados en forma Inmediata y los que yo demuestro no ti'anen para él ninguna utilidad sensible. Hasta'-'ta( punto esta dife­ rencia obedece a esas causas que, por ejemplo, me recibe bien. a ciertas horas que nunca utilicé para su Instrucción. Si, por ejemplo, alguna vez voy a verlo al anochecer. cuando se acaba de acostar. su primer impulso consiste en sen­ tarse para que lo abrace, después me atrae hacia él tomán­ dome del brazo y me hace senlar en su cama. General­ mente entonces me' toma la mano. la pone sobre sus ojos, sobre la frente, sobre los occipitales 'y la mantiene en esas zonas durante un rato. Otras veces se levanta riendo estrepitosamente y se me pone delante para acariciarme las rodillas a su modo, un modo que consiste en palparlas, masaJearlas con fuerza en todos los sentidos y durante va­ rios minutos y después, en algunos casos. en colocar sobre ellas sus labios dos o tres veces. A pesar de lo que pueda opinarse, confesaré que me presto sin dificultades a todas estas niñerfas., Quizás se me comprenda si se pIensa en la enorme Influencia qu·e tiene en el -espirltu de un nIño e~e afecto Inagotable, esas peque­ ñeces diligentes que (a naturaleza ha colocado en el corazón de una madre y que hacen surgIr la's primeras sonrisas y hacen brotar las, primeras alegrías de la vida.

IV

Cuarto objetiVO: Inducirlo al uso de fa palabra. determinando el ejercicio de fa imitación a través de fa imperiosa ley de fa necesidad. Si sólo hubiera querido exponer los resultados positivos de mis hubiera suprimido en este trabajo, esta parte referente al Cuarto objetivo: los medios que instru­ menté para llevarlo a la práctica y el escaso éxito obtenido. Pero mI objetivo no Consiste tanto en narrar la hlstorta de mis Intentos sino la de los primeros progreso.s morales del

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emiton continuamente durante sus juegos. También parecfa reconocer el lugar de donde provenía el sonido: si estaba bajando la escalera cuando lo escuchaba. volvIa para arriba o descendía más aprisa según que el grito proviniese de lo bajo o de lo alto. A comienzos del nevoso·, pude observar algo muy Intere­ sante. Un día estaba en la cocina ocupado en cocinar las papas. Dos personas se pusieron a discutir en voz alta de­ trás suyo, sin que él pareciera prestarles la míl'1!ma aten­ ción. luego llegó una tercera que, al intervenir en la discu­ sión,' comenzaba todas sus respuestas con estas palabras: .. iOhl El asunto es diferente". Me di· cuenta de que cada vez que esta persona pronunciaba su exclamáción favorita: ",Ohl", el "salvaje del Aveyron" volvfa con fuerza la ca­ beza. La misma noche. a la hora en que debía acostarse. hice algunos experimentos con este grito y obtuve resul­ tados similares. Luego pasé revista a todos los otros tonos simples, conocidos como vocales. sin obtener ningún resul­ tado. Esta preferencia por la O me llevó a elegir para el mu­ chacho un nombre que terminara en esta vocal. MI elección recayó en Vlctor. Este nombre es el que ahora tiene y cuan­ do se lo pronuncia en voz alta casi siempre se vuelve o Se acerca. Y quizás por la misma razón, comprendió luego el sIgnificado de la negación no, que utllízo a menudo para hacerlo corregir sus errores cuando se equivoca en sus pequeños ejercic¡os~ A medida que el órgano auditIvo progresaba en forma IElnta pero evidente, la voz permanecía muda y se negaba a expresar sonidos articulados que el ardo parecía .perciblr; sin -embargo, en su conformación externa, los órganos YO­ cales no presentaban rastros de Imperfección y no había motivos para sospechar que existieran en su estructura In­ terna. Es cierto que en la parte superior y anterior del _cuello se vera una cicatriz bastante extendida que podrfa suscitar algunas dudas con respecto a la integridad de los órganos que estaban debajo. Pero el aspecto de la cicatriz nos ¡nducra a pensar' lo contrario. En efecto. a la primera Impresión, la herida parecra haber sido producida por un Instrumento cortante; pero al observar su conformación U­ neal pensamos que la herida debió haber sido epidérmica y que tuvo que haber cIcatrizado casI de Inmediato, con el prImer medicamento rudimentario. Puede presumlrse que una mano, más propensa -que capaz de un crimen, Intentó quitarle la vida a este niño y que, dejado por muerto en .. Cuarto mes del calendario republicano francés.

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108 bosques, su herida fue rápidamente curada con el único auxilio do la naturaleza. lo que no hubiera sucedido en forma tan positiva si las partes musculares y cartilaginosas del órgano de la voz hubIeran sido destrozadas.

Estas conslderáclones me llevaron a pensar lo siguiente: una vez que el ofdo comenzó a percibir algunos sonidos. la voz no podía repetirlos no por alguna lesión organlca sino por el estado desfavorahle de las circunstancias. la falta total de ejercIcios hace que nuestros órganos se vuel­ van inadaptados a sus funciones; y si aquello'> órganos que ya han sido utilizados sufren tan Intensamente el resultado dEl esta Inacción, ¿qué sucederá con los que crecen y se desarrollan sin que ningún agente Intente ponerlos en mo­ vimiento? Se necesitan por lo menos dieciocho meses de cuidadosa educación- para que un niño comience a balbucear algunas palabras. Por lo tanto, no puede esperarse que un rudo habitante de los bosques, que se encuentra d·entro de la sociedad sólo desde hace catorce o quince meses. de los cuales cinco o seis transcurrieron entre sordomudos, sea ya, capaz de hablar. Esto no sólo es imposible sino que para llegar a esta etapa tan Importante de su educación se necesitará mucho más tiempo y muchos mayores esfuerzos que los que necesitará el menos precoz de los niños. El niño no sabe nada. pero posee. en grado muy elevado. la capacidad de aprender todo: una tendencia innata a la Imita­ ción; una sensibilidad y flexibilidad enorme de todos sus órganos; una continua movilidad de la lengua; una consis­ tencia casi gelatinosa de la laringe. En una palabra, todo se Sl!ma para producir en él ese gorgao que es una suerte de aprendizaje Involuntario de la voz, favorecido también por la tos, el estornudo, los grItos. característicos de esta edad. También recUle ayuda del llanto al' qua debe conside­ rarse no sólo como el comienzo de una viva excItabilidad sino taml:?ién como un fuerte esHmulo que se aplica sin pausa y en los momentos más oportunos, al desarrollo si­ multáneo de los órganos de la respiración, de la Voz y de la palabra. SI se me conceden estas ventajas, yo respon­ derá de los resultados. SI se reconoce junto conmigo que no se debe ya esperarlos en el curso de la adolescencia del joven Victor, también deberán reconocerse los fecundos recursos de la naturaleza que sabe crearse nuevos medios de educación cuando causas accidentales la privan de aque­ llos que habra preparado al comienzo. He aquf al menos, algunos hechos que llevan a tener esperanzas. He dicho en el enunciado de este cuarto proyecto que me proponla Inducir al joven salvaje al Uso de la palabra:

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La ültíma conquista del órgano de la voz es algo más im­ portante: está representada por dos sIlabas, que valen como tres por la manera en que pronuncia la última Se trata de la exclamación ¡Oh Oíeu! que aprendiera de la señora Gué­ rln y que. deja escapar a menudo en los momentos de gran alegría. La pronuncia suprimiendo la u de O/eu e insiste en la I como si fuese doble, de manera que se lo escucha gri­ tar con claridad ¡Oh Di/e! ¡Oh Oiie! La o que se encuentra en esta combinación de sonidos no era nueva para él, ya que hacfa algún tiempo había J:Jgrado que la pronunciara. Este es el punto al que llegamos en lo que se refiere: al órgano de la voz. Todas las vocales. con excepción de la u, forman pa,·te del pequeño número de sonidos que sabe articular, adelTlás de las tres consonantes. /, d y,l liquida. Indudablemente estos progresos son bastar¡.te modestos si los comparamos con los que ~xig¡ría un desarrollo completo de la voz humana; pero. al menos, me parecen suficientes para garantizar la posibilidad de este desarrollo, Ya me he referido a las causas que harán que este desarrollo sea largo y difícil, Pero existe también otra que tendrá una incidencia similar y que no debo pasar por alto, Se trata de la facilidad que posee nuestro salvaje para expresar el mo­ desto número de sus necesidades con otros medios 11. Cada una de sus necesidades se pone de manifiesto mediante los signos más expresivos que poseen. como los nuestros, su graduación y su sinonimia. Por ejemplo. cuando llega la hora del paseo, se aproxima vllrlas veces a la ventana y a la puerta de su habitación. Si en ese momento advierte que su gobernanta no está lista, le pone delante todos los obje­ tos necesarios para su toilette y, en su impaciencia, llega hasta el punto de ayudarla a vestirse. Después desciende por delante y abre él mismo la puerta. Una vez que 'llega al ObservatorIo su primer objetivo consiste en pedir la, le-­ che y lo hace portando una escudilla de madera que nunca olvIda colocarse en el bolsillo cuando sale y que utilizó por primera vez una mañana que habra roto en la misma ca~" y con el mismo uso. una taza de porcelana. En el Observatorio y para que los placeres del domin!lC't sean más completos alguien, desde hace alqún tiempo, tlenl' la bondad de" llevarlo a pasear .en un carrito. Desde ese dítl. apenas sIente ganas de' hacerlo, si nadie' está presente parA' satisfacerlo. entra a la casa, toma a algUien por el brazo, tl También en este punto importante. mis observaciones confirman la opinión de Condillac quien, hablando del'orlgen del lenguaje de los sen· tldos dIe", "El lenguaje de acción, entonces tao natural, constitula Un aran obstáculo a superar; Se pon I s abs"donarlo pOr otro cuyas ventajas no se adIvinaban. y cuyas dificultades eran evidentes",

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lo lleva al jardín y le coloca en las manos las barras de la carretilla sobre la ellal se sienta de ¡nme'dlato. SI nos ne­ gamos a esta primera invitación, se levanta. vuelve a las barras de la carretilla la mueve hacia atrás y hacia adelante durante un rato y luego se vuelve a sentar en ella, Sin duda Imagina que si sus deseos no han sido satisfechos es porque no los ha expresado con la suficiente claridad. ¿Tiene deseos de comer? Su de-seo se hace todav(a más vIsible, El mismo lleva los cubiertos a la mesa y le entrega a [a señora Guérin los platos que debe llevar a la cocina para colocar los alimentos. Si debe comer conmigo en la c¡~Jdad. todas sus exigencias se dirigen hacia la persona que hace los honores de la mesa; y siempre se dirige a ella para ser servido. Si le parece que no es comprendido, coloca su plato junte a la comida deseada que luego se pone a devorar con la mirada. Si esto no produce ningún efecto, tona un tenedor y da dos G tres golpf;s en el bor,de del plato: Si todavla seguimos sin entender, entonces. deja de lado todas las formas, hunde una cuchara '0 también las ms­ no~ en [a fuente y en un abrir y ¿errar de ojos llena su escudilla. También es sumamente expresivo en su ma·' ne, a de testimoniar los afectos y sobr:e todo, la impaciencIa del aburrimiento. Muchos curiosos conocen muy bien de qu ~ l1lomera, cansado de la extensión de sus visitas, les pmsenl'a a cada uno, con más franqueza que gentileza. su ba 'Stón, sus guantes y sus sombreros: luego los empuja dul­ Cemente hacia la puerta que después cierra cqn ímpetu una vez que hán salido 12, Para completar la historia de este lenguaje .pantomímico agregar' que \lictor lo comprende con la misma faci!idad: la' señora Guérin. para mandarlo a buscar agua sólo debe mostrarle el jarro y volcarlo para hacerle ver que está vacío. Un procedimiento análogo rne basta para pedirle que me sirva de beber cuando comernos juntos, etc. Pero lo mas sorprendente en la manera en que reacciona a estos medios de comunicación es el hecho de que no necesrta ninguna lección preliminar ni nlngt'ín acuerdo recíproco para comprenderlos. Me conv¿n<.:Í do esto un día, después de una experiencia realmente decIsiva. Efegf, entre muchos, d~bemos

1Z Debe advertirse que este lenllUjilJe de acción ell totalmente natural y que desde los prímeros dras de su ingreso en la sociedad lo utlll2:sba de la manera más elocuente. El ciudadano Constaot Salot·Esteva, Que lo vio al comieozo de esta época Interesante, diCe: "cuando tenía sed, miraba " IzquIerda y derecha. Al divisar un Jarro puso mI mano en la suya. me condulo hacia él y la golpeó con la mano Izquierda para pedirme de beber. Se le tn'ío vino que rechazó. expresando ImpaciencIa por &1 retraso Que demostraba en darle aglJa",

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zar tu,> primeros procedimientos que se utilizaban en aquella célebra escunla y dibuié en un pizarrón negro la figura llneal oe algunos objetos cuya forma podía representar me­ jor coro un simple dibujo corno una llave. las tijeras y un martille. Varias veces, en los momentos en Que me pareela ser obsoervado, coloqué alguno de estos objetos sobre su respectllfo dibujo y cuando me paréció que le había hecho comprender las relaciones entre el objeto y el dibujo, I,e pedí que' me tos alcanzara. Indicando con el dedo el dibujo del objeto que pedia, No logré nada, lo intenté numerosas veces pero siempre con poco éxito: o bien se negaba con obstinación a traerme alguno de los tres objetos que le pedía o bien los reunía con los otros dos y me los traía juntos. Me convencí de que esto derivaba de un cálculo debido a la pereza que lo inducía a no realizar de manera analftica lo que podía realizar de una sola vez de manera más simple. Entonces n;currí a un sistema que lo obligó a subdividir su . atención entre cada uno de los objetos. Desde hacía muchos meses había observado QU~ tenia una Inclinación muy marcada por el orden: al punto que a veces se levan­ taba de la cama para volver a colocar en su lugar algún mueble o algún utensilio que se encontraba fuera de lugar. Esta tendencia se evidenciaba todavía más con respecto a los objetos colgados de la pared: cada uno tenía un clavo o un gancho propio y cuando se realizaba aigún desplaza­ miento entre estos objetos no se tranquilizaba hasta que .no se había vuelto a colocar todo en orden. Por lo tanto, se trataba de disponer en el mismo orden los objetos sobre los Que quería ejercitar su atención. Colgué por medio de un clavo cada uno de estos objetos de su respectiva repre­ sentaCión y los dejé allí durante algún tiempo. Cuando des­ pués los descolgué y se los di a Victor, él los volvió a colocar nuevamente en su orden justo. Reinicié numerosas veces la operación y siempre obtuve los mismos resultados. Sin embargo estaba lejos de atribuir esto a su dlscerni­ míento; esta clasificación bien podía ser un simple acto de memoria. Para asegurarme, cambié la posición re'spec­ Uva de los dibujos y entonce vi que volvl~ a colocar los objetos en el mismo orden anterior sin prestar ninguna atención a la modificación Introducida. En realidad era sumamente fácil enseñarle la nueva cla­ sificación Que se hada necesaria por el cambio: lo difícil era que lo pudiera razonar. Lo único Que se ponía en mo. vimlento era la memoria para disponer cada cosa en su lugar. 'Entonces intenté neutralizar de ~Igún modo,.la ayuda

que ésta significaba. lo hice fatigándola sin concederle ningún reposo mediante el aumento de la cantidad de dibu­ jos y la frecuencia de sus inversiones. En este punto. la memoria se convirtió en una guía insuficiente para la siste­ matización metódica de esos. múltiples objetos; entonces, el espíritu debió recurrir a la comparación entre el dibujo y la cosa. iQué progreso se había produCido! Ya no tuve dudas cuando observé cómo el joven Víctor paseaba su mirada, sucesivamente, por cada uno de los objetos: después. elegía L:I~Ü' y luego buscaba la figura a la que quería referirlo; y luego obtuve también una prueba material mediante la in­ versión de las figuras que fue seguida, por parte suya. por la metódica inversión de los objetos. Este resultado me inspiró muchas esperanzas, Pensé que ya no tenía ninguna dificultad que vencer cual1do, de pronto, una difícil de superar, que me bloqueó en forma inexorable y que me obligó a renunciar a mi método. Es sabido que en la instrucción del sordomudo se uti liza a menudo otro procedimiento más difícil después de haber completado este procedimiento comparativo. pesp,ués Que el alumno ha perCibido, a través de sucesivas comparaciones, la relación de la cosa con su dibuJo' se colocan alrededor del dibujo todas las letras que conforman la palabra que designa al objeto representado por la figura. Una vez realizado' esto. se suprime la figura y se dejan solamente los signos alfa­ béticos. En este segundo procedimiento el sordom!Jdo sólo ve un cambio de dibUjo. que para él, continúa sienao el sig­ no del objeto. Con Victor no succedió lo mism.o: a pesar de la repetición frecuente y a pesar de la exposición pro­ longada del objeto sobre la palabra' nunca pudo coordinarlas. Advertfrápidamente esta dificultad y también comprendí con facilidad porqué se trataba de una dificultad insupera­ ble. ,Existe una distancia inmensa desde la figura de un objeto hasta su representación alfabética y esta distancia es tanto mayor para el alumno por cuanto se le presenta desde las primeras etapas de la instrucción. Si los sordo­ mudos pudieron superarla es porque 'se encuentran entre 16s niños más atentos y observadores. En efecto, acostum­ brados desde la más tierna infancia a escuchar y a hablar con los ojos. están entrenados para valorar todos los aspec­ tos de los objetos visibles. Por lo tanto era necesario buscar un método más ligado a, las faroftades todavía adormecidas de nuestro salvaje. Era necesario encontrar un método en el cual cada dificultad superada lo elevase al nivel de ladiffcultad que debía vencer. Con esta idea tracé mi nuevo plan. No me detendré

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terror? No me detuve a busc<lrla: me bastaba conocer el €tecto para utilizarlo para mis fines. La ocasIón se pre­ sentó enseguida, durante uno de los más· violentos accesos de rabia que cref oportuno provocar con la reinlclaclón:--de nuestros eJercicios. Captando entonces el moml:)nto en que las funciones sensoriales no estaban,'todavfa suspendidas, abrl con violencia· la ventana de la habitación que estaba situada en al cuarto pIso y daba perpendicularmente sobre grandes bloques de piedra. Me acerquE) a él con el aIre de estar terriblemente enojado. lo aferré con tuerI.".de las caderas y los expuse fuera de la ventana con lá cabeza dirlgioa hacia el fondo de ese precipicio. lo metr adentro algunos segundos después, pálido. baña­ do en sudor frío, con los ojos un poco lacrimosos, agitado todavía por un I/gero estremecimIento que yo consideré como una consecuencia del miedo. En este momento lo conduje hacia las tablas_ le hice recog~r todos los cartones y le exigí que fueran colocados nuevamente en su lugar. Realizó todo esto de manera muy lenta y no demasiado bien pero sin ninguna Impaciencia. Después se tiró sobre la cama donde lloró abundantemente. En r-ealidad era la pri­ mera vez. por lo que me concernía, que derramaba lágri­ mas. El episodio al que me he referido. en el que lloraba por el dolor de abandonar a su gobernanta o pOr el placer de reencontrarla, es posterior a éste. Lo hice preceder a este tJltimo porquetni narración no segura tanto un orden cronológico sino una exposición metódica de los hechos. Este· método extraño logró un éxito que 51 no fue com­ pleto almenas fue suficiente. Aunque, nunca pudo sobre­ ponerse totalmente a su disgusto ante el trabajo, al menos éste dismlnuyómuchó y nunca volvió a tener efectos si­ milares a los ya referidos. Sin embargo. cuando se daba el caso ce que lo agotébamos demasiado y cuando lo obli­ gábamos a trabajar el'! las horas destinadas a los paseos O las comidas se conformaba con expresar aburrImiento e impaciencia y nos hacfa sentir un murmullo de lamentación que casi siempre terminaba con un llanto. Este cambio favorable nos permitió retomar de manera sistemática el desarrollo de nuestros ejercicIos los cuales, por otra parte, fueron sometidos a modIficacIones que tendían a ffJar mejor Su capacidad de Juicio. Las figuras de la tebla que, como ya \te dicho eran superficies planas que repre~entaban figuras geométricas. fueron sustituidas por dibujos lineales de estas mismas superficIes. Me conformé con IndIcar los colores mediante pec¡ueA.os trozos de forma Irregular· y totalmente diferente a la de los cartones coloreados. Puedo afirmar que

estas nuevas dificultades s610 representaron un Juego para -el muchacho; este r·esultado era suficiente para el objetivo propuesto cuando adopté este sIstema de comparaciones. Ahora habia llegado el momento de sU!itltulr este sIste­ ma - por otro más instructivo que presentaría c1!flclf!t~-ldes que hubieran sido Insuperables sin la ayuda de los medios utilizados con éxito para superar las primeras dificultades. Hice dibujar en grandes caracteres, sobre trozos de cí31rt6n de dos pulgadas, las 24 letras del alfabeto. Luego hice ta­ llar en una tabla de un pie y medio cuadrado. un número Idéntico de casilleros en las cuales Inserté las piezas de cartón. sin pegarlas, de modo que se pudieron cflmbiol' libremente de lugar. Finalmente hice fabrl¡:ar veinticuatro caracteres de metal de las mismas dimensiones. Estos ú!ti­ mas deberían ser comparados por el alumno con l"ls letras Impresas y clasificados en sus casilleros correspondientes. El primer intento con este método lo realizó, en mi ausen­ cia. la señora Guérin. Me sorprendí muchísimo Gtlando, ¡:¡ mi regreso, me informó que Víctor distlnguro todos los carac· teres y los clasificaba correctamente. Inmediatamente volví a realizar la prueba y no se verlflcó el más mínimo error. El éxito tan' rápido me llenaba de entusiasmo pel'O estaba lejos ,de poder explicármelo. Sólo empecé a comprenderlo algunos dfas después. al observar cómo realizaba el alum­ no la clasificación. Para ha'cérsela más fácil había elef~ldo él mismo un pequeño sistema que lo liberaba de lltilizer la memorla, la comparación y el discernimiento en el curso de este- trabajo. Apenas sa le ponía la tabla entre las ma­ nos, no esperaba que las letras metálicas fuaran sacaclas de sus casilleros: las tomaba y las disponía en su mano, manteniendo el orden de BU clasificación. POI' lo tanto; des­ pués' de haber vaciado completamente la tabla, le última letra del alfabeto venia a resultar la primera de la pila. de manera que con ella in:claba y la última de la pila termi­ naba en la operación Inversa, comenzando por el fin de la tabla y procediendo siempre de derecha a izquIerda. Esto no es todo: este procedImiento podía ser perfeccio­ nado por Victor ya que bastante a menudo la pila se· cafa y los caracter·es se esparcían por el suelo y entonces debía embrollarse para ordenarlos mediante' el esfuerzo de la atencIón. Los veIntIcuatro caracteres se dlsponlan en cuatro filas, de seis casilleros cada una: por lo tanto resul· taba más simple tomar una fila por vez y ordenarlas do la misma manera y quitar las letras de la segunda fila sólo cundo las de la primera hubieran sido ubh;adas nuevamente en su lugar. No sé si realizaba el razonamiento que yo

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1) El hombre, en el puro "estado de naturaleza" es In­ ferior a un gran número de animales 15. Se trata, en efecto. de un estado de nulidad y de barbarIe que alguno, sin fundamento, ha querido presentar baJo los colores más se­ ductores; un estado en el que el. Individuo, privado de las facultades caracterrstlcas de su especIe, desarrolla en forma miserable, sin Inteligencia y sin afectos, una vida preciarla y reducida a las funciones animales; 2) Esta superiorIdad moral que se afirma es natural al hombre, es el resultado de la cIvilización. Que lo eleva por encima de los otros anImales m6uiante un estímulo grande y poderoso. Este estimulo es la sensibilidad propia de su especie: de esta propiedad esencial derivan las facultades Imitativas y esa continua tendencia que lo Impulsa a buscar nuevas sensacIones en nuevas necesidades. 3J Esta fuerza imItativa destInada a la educación de sus órganos y sobre todo al aprendizaje de la palabra. más enér­ gica y más activa en los primeros años de vIda. se debilita rápidamente con el desarrollo de la edad; con el aislamiento y con todas las causas que tl'enden a embotar la sensibi­ lidad nerviosa. Esto da como resultado que la articulación de sonidos que es, sin duda, el resultado más Imprevisible y más útil de todas las consecuencias de la Imitación, debe encontmr Innumerables obstáculos en una edad que ya ha dejado atrás la infancia. 4) Ya sea en el salvaje má's aislado o en el ciudada­ no que ha alcanzado el más alto nivel de civilización exis­ te una relación constante entre sus Ideas y sus necesida­ des; la multiplicidad siempre crecient.e de estas últimas

pre Juzgamos en base a nuestra condición". Para formular un JuIcio ca' rrecto en nuestro caso es necesario además no dar por estudiado al laven c:!espués de un solo exemen sino observerlo y analizarlo rapetldas veces. en todos los momentos del dla. en cada uno de sus placeres, mlen· tras ·reallza sus pequeños ejercicios. etc.: todas estas condiciones son Indlspensablee. Y ..un asl. ellas no basterh>n siquiera para establecer una comparación exacta entre el presente y el pesado. sI no se hs vis· to con los propios ojos el "salvaJe de Aveyron" en los primeros mases de su estadla en Parls. Loa que no lo obser-varon en esl' época y lo ven solamente shora. verlan en él solamente a On muchecho "C8111 normal". que no habla. No podrlan apreciar en el plano moral la distancia QUS separa a aste IndIviduo "casi norma'" del "salvaJe del Aveyron" cuando recién habra Ingresado en Is sociedad: dIstancia aparentemente mlnlma y en realidad Inmensa cuando se la profundlzá y se la. calcula a travás de la serie· de nuevos razonamientos e Ideas adquiridas 8 trsvés de los cuales debió pasar para llegar a estos últImos resultados. 15 No me caben dudes de que sI se aislasen desde le prImera edad e dos niños, uno macho' y otro hembra y que sI se hicIese lo mismo con dos cuadrúpedos elegidos en la especie menos Inteligente. eatos últimos se mostrarran muy superiores a los primeros an la búsqueda de los medios pare satisfacer aua necesidades y en vigilar por su conservacIón asl como le de sus pequeños.

entre los pueblos civilizados debe considerarse como un medio sumamente eficaz para desarrollar el espíritu huma­ no. Por lo tanto se puede establecer: como proposición general que todas las causas accIdentales ambientales o polItlcas que tienden a aumentar o a dlsmtnulr el número de nuestras necealdades contribuyen necesal'lamente a ex­ tender o a restringir el campo de nuestros conocimientos y el qampo de la ciencia. de las artes y de la Industria social. 5) En el estado actual da nuesff'05 - cónocimlentos fisio­ lógicos. el camino de la enseñanza puede y debe. ser gUiado por' las luces de la medicina moderna que es. de todas las ciencias naturales, la que puede cooperar de manera más eficaz al perfeccIonamiento de la especie humana. valoran­ do las anomalfas orgánIcas e intelectuales de cada Indivldao y'dl¡)termlnando de esa manera lo que la educación debe hacer .por él y también lo que la sOciedad" pueda esperar de él. .

Hay todavra algunas consideraciones no menos Importan­ tes que me proponra vincular a estos primeros datos. Pero el desarrollo que estas hubieran requerido sobrepasan los Ifmites y' el plan de este opúsculo, Por otra parte me he dado cuenta de que, comparando mis observaciones con la doctrina de alguno de nuestros metaffslcos, me encontrabfl en desacuerdo con ellos en algunos puntos importantes, Por lo tanto, debo esperar el momento en el que haya I-eunido hechos muy numerosos y por eso mismo más decisivos. Un motivo similar me impide, al hablar de los desarrollos del Joven Vlctor, aludir al despertar de su pubertad que se ha rnánlfestado desde hace unos dras de una manera casI ex~ plosiva y cuyos prImeros fenómenos arrojan dudas sobre los or(genes de ciertos afectos del corazón que nosotros consideramos como muy "naturales". También en este caso considet'é necesario no apresurarme a Juzgar o a concluir, convencido de que debo dejar madurar el tiempo y confir­ mar a través de posteriores afirmaciones, todas las consi­ deraciones tendientes a destruIr los prejuicios quizás respe­ tables, asr como las ilusiones más dulces y consoladoras de la vIda sociaL . [TraduccIón de Cristina Iglesia.)

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menos no ha impedido que se eleven otros durables, donde brilla la originalidad humana,

mientras que la educación pública, a medida que extiende sus enseñanzas, siega sin

piedad todo lo que restaba de individualidad, de personalidad en el genio de nuestra

nación 1• Buscad los héroes de vuestros triunfos universitarios; se esconden, y hacen bien; mirad de dónde viene ese talento que brilla por su espíritu, una inteligencia despojada de prejuicios, pensando por sí misma; este hombre se ha formado solo y solo marcha: es Carrel, Chateubriand, Béranger, Buchez, Lamennais, Pñierre Leroux; es todo el que no ha chupado de esa mamella de la promiscuidad intelectual, la leche banal que absorbe la memoria. De que la educación se haga mal, ¿puede seguirse que sea mejor pasarse sin ella? No, sin duda, pero debemos estimularnos a asentarla sobre otras bases, si no se quiere ver al espíritu humano descender desde las alturas del pensamiento libre a la repetición de los monótonos Credos. Y cuando pido que la educación abarque al hombre entero, facultades, funciones y aptitudes comprendidas, en lugar de desarrollar la memoria sola, en detrimento de la otras facultades y de todas las aptitudes físicas y fisiológicas del individuo, no me creo exigente, porque sólo deseo que se aporte a la educación de la juventud francesa el mismo cuidado que se pone ya en Inglaterra y en Normandía en la cría de las razas bovina, caballar, etc... Si se hablase a un ganadero de alimentar todos su caballos del mismo modo, y de comenzar su educación por enseñarles a volver a la derecha y a la izquierda, antes de haberles alimentado y hecho de marchar, paseas, montar, correr, según su constitución y el género de trabajo a que les destina, se le haría reír; y, sin embargo, nosotros estamos aún en este punto de incuria y de incapacidad, cuando se trata de educar a los hombres de mañana. Feliz quien sepa proponer los verdaderos prin ,.¡pio sobre los cuales debe reposar la educación de las razas futuras. Rousseau ha hecho un bello libro, tratando sólo de la educación de un individuo; quien trate de la educación de las masas hará uno mejor, que será una obra maestra, si es escrito, como El Emilio, y basado en los verdaderos principios de la fisiología y de la psicología. Mi propósito es más modesto, sin duda; pero aunque no me ocupé más que de los pobres niños idiotas, me avergonzaría de tqmar como base de mi enseñanza los artificios mnemotécnicos, con ayuda de los cuales se emprende la educación ordinaria. Mientras que todas las ciencias están en progreso, si no bajo la relación sintética, por lo menos en el camino del análisis, de la observación y de los descubrimientos; mientras que la antropología se ha enriquecido con hechos numerosos y con atrevidas hipótesis, ¿no es extraño que la educación, aquella sobre todo que tiene la pretensión de llevar la luz a los espíritus menos permeables al pensamiento, no tenga nada que tomar de los descubrimientos y de las doctrinas más recientes de los antropólogos?

1 En los dos primeros capítulos (1851), cuando Seguín habla de "nuestra nación", se trata de Francia. En las aIras partes de la obra (tomadas de Informes y Memorias, 1880), la misma expresión se aplica a los Estados Unidos. (Véase la Biografía.)

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Una vez elegidos el terreno y las armas con ventaja, es necesario oque marche

derecho a su fin con una obstinación que pueda romper esa especie de encantamiento en

que parece envolverse el idiota: atacando sucesivamente, o todos a la vez, las diversas

formas de vitalidad, debe arrancarlas a su torpeza, inmovilizarlas, hacerles obedec~r,

domarlas, poseerlas como suyas propias; la victoria se consigue a este precio.

*' * *

La educación debe abrazar: 1.°, la actividad; 2.°, la inteligencia; 3.°, la voluntad, que corresponden a los tres aspectos del sér humano, el sentimiento, el espíritu, la moralidad. La actividad es el sentimiento traducido en acto; la inteligencia es la función del espíritu; la: voluntad es la espontaneidad moralizada. Colocadas en este orden, estas tres funciones, la actividad, la inteligencia y la voluntad, están en un orden inverso al de su importancia en el destino humano; pero ellas se encuentran también en el orden en que debe tomarlas la educación para desarrollarlas; en otros términos, la educación de la actividad debe preceder a la de la inteligencia y la educación de la inteligencia debe preceder a la de la voluntad: porque el hombre siente antes de saber y sabe mucho tiempo antes de tener conciencia de la moralidad de sus actos y de su ideas. Esta fórmula resulta de la antropología, a la vez más antigua y más avanzada. Abarcar al individuo o al pueblo bajo todos sus aspectos, al hombre en estado sano en todos sus formas de vitalidad, al idiota en las últimas trincheras de ,su insensibilidad, de su inteligencia, de su inmoralidad. Es demostrada por los estudiosos más concienzudos, y concluyentes que se han hecho en estos últimos tiempos, como también está escrita desde la primera página del primer libro, del libro por excelencia; el hombres está representado en ella como una finita de la Divinidad, la trinidad humana como figurada bajo el tipo infinito de la eterna Trinidad; en ella, los minerales tienen la substancia sin forma estacionada, las plantas tienen la forma sin el movimiento propio, los animales tienen la inteligencia al servicio de los apetitos, el hombre tiene el sentido moral, la voluntad libre sobre la inteligencia y la actividad. Lo que la revelación nos había enseñado dogmáticamente sobre este punto, como sobre todos los grandes hechos geológicos, la Ciencia lo demuestra hoy; así, el conocimiento de nuestra naturaleza casi cesa ya de pertenecer al orden misterioso del dogma para entrar en la categoría de los hechos lógicos: el hombre es una trinidad viva que se siente una y trina en todas su:; manifestaciones vitales; siente, comprende, quiere en todos los instantes pe su sér; y es para comunicarle la mayor suma de sensibilidad, de inteligencia, de moralidad, para lo ' que deben ser puestos en juego todos los recursos de la pedagogía. Ya sé que hay una gran distancia entre esa fórmula y el principio docente que impera en nuestras escuelas primaria superiores, centrales; pero esta fórmula de enseñanza que propongo reúne en su favor la autoridad de la tradición y la demostración de la experiencia; es, en fin, la única 'aplicable a los idiotas, Así, pues, la educación de la actividad en sus formas principales nos ocupará primero. A la actividad se unen una porCión de funciones, ya generales, ya especiales, sea relativas a los hábitos individuales, sea relativas a la sociedad, que piden ser enseñadas o

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modifica incesantemente por-la absorción de las excreciones bajo todas sus formas, el espíritu es más positivamente, más individualmente que la materia. Lo que pomposamente se llaman ideas sensibles, son implemente nociones. - Esta distinci0n establecida entre las nociones y las ideas no se asemeja en nada al análisis (que me gúardo muy bien de emprender) de las facultades intelectuales propiamente dichas. Pero si es bueno que evitemos estos análisis que nada práctico enseñan; si las abstracciones que se llaman atención, comparación, juicio, etc., no pueden ser objeto de una educación distinta, sin confusión no son operaciones las que realizan estas facultades reunidas o separadas. Estas operaciones no tienen nada de positivo: sus resultantes son las nociones y las ideas. Me propongo decir las diferencias que las distinguen, de las cuales preciosas ens9.ñanzas para la práctica.

he obtenido

Primero, los sentidos son agentes inmediatos de las nociones, la inteligencia es el agente inmediato de las ideas. Pero la diferencia capital entre' una noción y un idea, es que la primera aprecia las propiedades físicas de las cosas, y la segunda sus relaciones, que una precia la identidad de los cuerpos y la otra su correlación real y posible. Así, el niño, puesto en presencia de un objeto desconocido, adquiere por los sentidos, las nociones de la figura, orden de colocación, dimensión, sonoridad, olor o sabor, del objeto, pero no adquiere de él la idea, sino por el conocimiento de las relaciones posibles o existentes de este objeto con los fenómenos que le son o que se le presentan correlativos. Por ejemplo, un niño adquirirá muy bien la noción de una llave, es decir, distinguirá este objeto de todos los demás, tales como mesa, martillo, etc., pero no tendrá la idea de una llave con la cerradura: la ideas es, aquí como en todas partes (en el orden concreto, bien entendido) , la resultante del contacto de las dos nociones, llave y cerradura; su relación, su razón de ser, su destino. Por lanodón distinguirá el niño la llave entre muchas otras, y todas las llaves entre objetos diferentes; por la idea sabrá servirse de ella y también desde que tenga. la voluntad de hacerlo. De donde se sigue que no sólo las nociones y las ideas son resultados muy distintos de operaciones intelectuales, sino que la enseñanza de las nociones debe preceder a la de las ideas. Resulta otras segunda diferencia, y es que la noción es una operación pasiva o de percepción, y la ideas una operación activa o de deducción. Una tercer diferencia es que la noción tiene por base de operaciones los sentidos, mientras que la idea procede del razonamiento. Por último, una cuarta diferencia es que se puede, hasta cierto punto, casi siempre constreñir los sentidos a percibir una noción, porque los sentidos son susceptibles de dirección material, mientras que no se podría constreñir el razonamiento a funcionar; por consecuencia, los nociones se imponen, pero no las ideas.

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JEAN~MARC GASPARD ITARD

• El texto original fue publicado en París, por la Imprimcrie Goujrm, en lSOI; esta traducción fue realizada sobre la citada edición por SU5allil Mcrani.

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Arrojado sobre este globo sin fuerzas físicas y sin ideas innatas,! incapaz de obedecer por sí mismo a las leyes constitucionales de su organización, que lo destinan al primer rango del sistema de los seres, el hombre sólo puede encontrar en el $(>!10 de la so­ ciedad el lugar eminente que le fue señalado en 1él. naturaleza, 1 Han! recha¡,a de plano, aquí y en lo que sigue, la lroría dd i!\lll\tísmo de Deseartcs, que dominab;;. en la psicología y filosofía de su épo::a, y :,egún la clIa! el hombre ¡Josec ¡d'"as innatas nacidas con el espíritu mismo () <::on el sujeto pcns''1nte, como son las ideas de cosa, de pensamiento, de verch.d, de circulo, dc' peso, de Dio!;, La demostración del erigen em¡Jírico de esos conceptos en él "illO corrCSi>ondc eH nueslros días a JIcnri V/alluiI. Les orighes de ta. pULSee C/1,~¡: I'enfunt, Paris. 19-\5 y aJean Píag,>t, Les meca­ nismos lJcccpntiues. Pari". 19';1. (A.L.M,)

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y sería, sin la civilización, uno de los mits débiles y de los me­

nos inteligentes de los animales: verdad, sin duda, muy macha­

cada, pero que todavía no ha sido rigurosamen te demostrada ...

Los filósofos, que fueron los primeros en emitirla, los que des­

pués la sostuvieron y la propagaron, dieron por prueba el es­

tado físico y moral 2 de algunos pueblos errantes, que conside­

raron incivilizados porque no lo eran a nuestra manera, y en

los cuales fueron a recoger los rasgos del hombre e-n estado puro

de naturaleza. N", dígase lo que se diga, no es precisamente allá

donde se debe buscarlo y estudiarlo. En la horda salvaje más errabunda, como en la nación de Europa más civilizada, el hom· bre es únicamente aquello que de él se hizo; necesariamente educado por sus semejantes, de ellos adquirió los hábitos y las necesidades; sus ideas no le pertenecen; goza de la más hermosa prerrogativa de su especie, la susceptibilidad de desarrollar su entendimiento por medio de la fuerza de la imitación y la in­ fluencia de la sociedad. Por consiguiente, se debería buscar en otra parte al tipo de hombre verdaderamente salvaje, el que nada debe a sus seme­ jantes, y deducirlo de los relatos particulares sobre el pequeño núme~o de individuos que, en el curso del siglo XVII, fueron en­ contrados, con diferentes intervalos, viviendo aislados en los bosques dccde habían sido abandonados desde la más tierna edad. 3 Pero fue tal en esos tiempos pasados la marcha defectuosa del estudio de la ciencia entregada a la manía de las explicaciones, a la incertidumbre de las hipótesis, y al trabajo exclusivo de gabir.~te, que la observación no contaba para nada, yesos hechos preciosos se perdieron para la historia natural del hombre. Todo ]0 que dejaron los autores contemporáneos se reduce a unos deta­ lI~s insignificantes, cuyo resultado más sorprendente y más ge­ neral es que esos individuos no fueron susceptibles de ningún perfeccionamiento notable; sin duda, porque se quería aplicar a su educación, y sin considerar la diferencia de sus orígenes, el sistema ordinario de la enseñanza sociaJ.t Si esta aplicación tuvo • Cada vez que Itaró emplea la expreslOn mOTal, lo hace de acuerdo can el uso de la época y refiriéndose al conjunto de la vida psíquica. A:;i debe eutenderse aqui y en lo sucesivo. (A.L.M) • Linneo hace llegar su número hasta diez y los representa como constí­ tuyendo una variedad de la espede humana. que denomina Homo fe ros (Hombre salvaje). En esta tlOta. ltanl .~e refiere a la decimotercera edición de! "SlIster.ul na!urae", LcipZl!l. George Immanuel Hecr. 1788, Tomo I, pág. 21, pues en La primera edición de su obra, Stoc·kholm. Laurentii Sa!vii, 1758, Tomo l. pág. 20. LinTleo solamente cita sí~te ejemplos. Véase, el "repertorio de los casos más importantes" (A.L.M.; , Etienne Bonnot de Condill;¡c, Essai WT ¡"origine des connaissances hurr,aillcs, Ir p;:¡rtc, Sección cl:arh, C;:¡pítu!o {[o p:,g'; ~02-205. cita al "segundo Digitalizado por: I.S.C. Hèctor Alberto Turrubiartes Cerino hturrubiartes@beceneslp.edu.mx


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un éxito completo en la niña salvaje encontrada en Francia ha· cia comienzos del siglo pasado, es que, por haber vívido en f'!1 bosque con una compañera, debía a esta simple asociación un determinado desarrollo de sus facultades intelectuales, una verda­ dera educación, tal como admite Condillac 5 cuando supone que dos niños abandonados en una soledad profunda, y en los cuales la sola influencia de su cohabitación debía dar mucho a la memo­ ria, a su imaginación, y hacerlos crear inclusive un pequeño nú­ mero de signos: 6 suposición ingeniosa, que justifica plenamen':e la historia de esta niña, en la cual la memoria se encontraba des­ arrollada hasta el punto de ofrecerle algunas circunstancias de <¡u estadía en el b!)sque, y con muchos detallas, sobre todo refe­ rente a la muerte violenta de su compañera. 7 Desprovistos de estas ventajas, los otros niños encontrados en estado de aislamiento individual sólo trajeron a la sociedad fa­ cultades profundamente embotadas, contra las que debieron fra­ casar, en la suposición de que fueran intentados y dirigidos hacia su educación, todos los esfuerzos reunidos de una metafísica ape­ nas naciente, todavía entrabada por el prejuicio de las ideas in­ natas, y de una medicina, cuyos puntos de vista, necesariamente limitados por una doctrina completamente mecánica, no podígn elevarse a las consideraciones filosóficas de las enfermedades del entendimiento. Iluminadas por el resplandor del análisis, y pres­ tándose mutuo apoyo, esas dos cienciRs se han despojado en nuestros días de sus viejos errores, y realízado progresos inmen­ sos. De este modo cabe esperar que si alguna vez se presentara

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niño-oso de Lituania", encontrado en lfl94 , al que se calculó una edad aproxi­ mada de diez años, y del cual fue el primero en dar una comunicación de cierto relieve. (A.L.M'> , Ibídem. • Otto Jespersen, Die Sprache, ihre Natt!re, Entwicklung und Entstehung, Heidelberg. 1825, cita Y analiza el caso de los "gemelos daneses", dos niños que crecieron encerradcs y juntos en un cuarto de una granja. sin contactos humanos continuados, y que llegaron a crear una jerga con sonidos propios y particulares, y por medio de la cual sumariamente se entendían. De este ejemplo no se puede excluir un primer aprendizaje de la lengua materna, olvidada después, y los contados, aunqu~ breves. con quien le!: proveía ali­ mentos. (A.L.M.> 7 Compañera a la que desgraciadamente había matado de un fuerte golpe en la cabeza, un día que hallaron un rosario, cuya posesión exclusiva se disputaron (Racínc, Poéme c{e le. Religion. [Aquí, evidentemente, Itard no cita de prírr.era mano. pues la Religion no contiene esta referencia. que está en la Epitrc !l, que es otra obra distinta dd mismo autor.J (A.L.M.> Este relato, aunque sea lino de los más circunstanciados, está, sin em. bargo, tan mal hecho. que si se le quita primero 10 que tiene de insignifi­ cante y después 10 quc tiene de increíble, sólo ofrece un pequciio número dp particularidad!'s dignas de ser destacadas, y de las cuales 1:1 más notable cs b facultad que poseía aqu':!lIa joven salvaje de recordar su estado pasado. Digitalizado por: I.S.C. Hèctor Alberto Turrubiartes Cerino hturrubiartes@beceneslp.edu.mx


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PREFACIO

un individuo semejante a !us de quienes acabamos de hablar, des­ plegarán p(~ra su desarrollo físico y moral todos los recursos de sus conocimientos actuales; o que, por lo menos, si esta aplicación se volviera imposible o infructuosa, se encontraría en este siglo de 1<1 observación alguien que, recogiendo con cuidado la histo­ ria. de un ser tan sorprendente, determinara lo que es, y dedu­ jera de lo que le falta, la suma hasta hoy no calculada de los co­ nocimientos y de las ideas que el hom.Ore debe a su educación. ¿Me atreveré a pretender que me propuse esas dos grandes empresas? Y que no se me pregunte Sl alcancé mi finalidad. Sería una cuestión muy prematura a la que únicamente podría res­ ponder en nna época todavía lejana. No obstante, la hubiera espe­ rado en silencio, sin querer ocupar al público con mis trabajos, si:lo hubiese sido para mí tanto una necesidad como una obli· gación, probar, con mis primeros éxitos, que el niño con el cual los obtuve no es, como por lo g('neral se creyó, un imbécil deses­ perado, sino un ser interesante, que merece, bajo todos los aspec­ tos, la atención dc los observadores, y los cuidados particulares que le ofrece una administración esclarecida y filantrópica.

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Los progresos de un joven salvaje Un mno de once o doce años, que se había entrevisto algu­ nos años antes en los bosques de la Caume,l completamente des­ nudo, buscando bellotas y raíces de las que se alimentaba, fue en los mismos lugares, y hacia el final del año VII,2 encontrado por tres cazadores que lo atraparon en el momento cuando tre­ paba a un árbol para sustraerse de sus persecuciones. Llevado a una aldehuela de las cercanías, y confiado al cuidado de una viu­ t Comuna del Sur de Francia, a orillas del río Aude, en .::1 Departamento del rrJsmo nombre, cuya <:apilal cs Carcassonne. (A.L.M.) • El año VII dt'l calendario republicano abarca desde septiembre de 1798 hasta agosto de 1799; e~to cs, fue capturado en ¡"TtLctidor, o sea, agosto dé 1799. (A.L.MJ

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na, se e::;capó al cabo de una semana y se refugió en las montañas, donde erró durante los frios más rigurosos del invierno, reves­ tido más bien que cubierto por una camisa en jirones, retirándose por la noche a lugares solitarios, aproximándose, de día, a las aldeas cercanas, llevando así una vida errabunda, hasta que un día entró, por su propia voluntad, en una casa habitada del can­ tón de Saint-Servin. Fue recapturado, vigilado y atendido durante dos o tres días; de allí se le transfirió al hospicio de Saint-Affrique, después a Roclez, donde fue mantenido varios meses. Durante sus estadías en esos diversos lugares, se le vio siempre igualmente feroz, im­ paciente y movedizo, buscando continuamente escapar, y brin­ dando material para las más interesantes observaciones, recogidas por testigos dignos de fe, y que no olvidaré de citar en los artícu­ los de este ensayo allí donde mejor quepa destacarlas. 3 Un minis­ tro, protector de las ciencias,4 creyó que la del' hombre moral podría obtene;:- algunas luces de este acontecimiento, y fueron dadas órdenes para que aquel niño fuese llevado a París, donde llegó al final del año VIII,5 bajo la guardia de un pobre y respe­ table anciano que, obligado a dejarlo poco después, prometió vol­ ver a Luscarlo y a servirle de padre, si alguna vez la sociedad lo abandonaba. Las esperanzas más brillantes y menos razonadas se habían adelantado en París, al Salvaje del Aveyron. G Mucho~ curiosos se alegraban de antemano imaginando cuál sería su sorpresa al ver todas las cosas bellas de la capital. Por otra parte, muchas perso­ • Si por la expreslOn salvaje se ha entendido hasta ahora al hombre poco civilizado, debemos convenir que, qUien no lo es, de ninguna manera merece con verdadero rigor esta denominación. Le conservaré, pues, el nombre por el cual siempre se le designó. hasta que dé cuenta de los motivos" que me determinaron a darle otro. • Conde de Champagny. duque de Cadore (1756-1834). (A.L.MJ • Esto es, haci:ot agosto de 1800. (A.L.MJ • Lo que acabo de decir diré a continuación. sobre la historia de este niño antes de su en París, se encuentra garantizado por las relaciones oficiales de los ciudadanos Guiraud y Constant de Saint­ Estcve, comisarios del gobierno. el primero en el Cantón de Saint-Affrique. el segundo en el de Saint-Servin. por las observaciones del ciudadano BO!1naterre, prof~or de Historia en la Escuela Central del Depar­ tamento de l'Aveyron, consignadas muy en detalle en su Notice historique sur le sauvage de !'Aveyron, París, año VIII U800!. El nombre completo del autOr !I el título íntegro dc la obra. son: PieTrc-Joseph BonnetCrre, "Notice historique sur le sauvape de l'Aveyr01t ct sur QuelQues autres índividus Qu'on ti trouvés dans les juréts d dijjerentell é!loques". Paris, Vve. Panckoucke. año VIII (1800). Bonneterre conocía a. Linn¡>o (loc. dt) lJ a l)On Schre/;er (Jonan" Christian Daniel van Schreber, "Die Sangthicre in Abbi!dungen nach der Natur mit Beschretbungen", ErlllllgeTI •. Wolfgang Walthcr, 177,'i), quc a los casos citados por Linneo (loc_ cit.) agrcga otros dos. (AL.,lI,.f)

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LOS PROGRf.SOS DE UN JOVI':N SALVA.JE

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nas, recomendables por lo demás según sus luces, olvidando que nuestros órganos son proporcionalmente menos flexibles y la imitación proporcionalmente más difícil, cuanto más alejado está el hombre de la sociedad y de la época d~ su primera edad, cre­ yeron que la educación de ese individuo sólo sería cuestión de algunos meses, y que pronto se le escucharía referir sobrE' su vida pasada los detalles más picantes. En lugar de todo esto, ¿qué vieron?: un niño de una suciedad asqueante, afectado por movi­ mientos espasmódicos y a menudo convulsivos, que se balanceaba sin descanso como algunos animales del zoológico, mordía y ara­ ñaba a los que lo servían; en fin, indiferente a todo y no prestando atención a nadie. Se concibe fácilmente que un ser de esta naturaleza sólo de­ bió provocar una curiosidad momentánea. Se acudió en multi­ tud, se le vio sin observarlo, se le juzgó sin conocerlo, y no se habló más del asunto. En medio de esta indiferencia general, los administradores de la Institución Nacional de los Sordomudos, y su célebre director1 no olvidaron que la sociedad, al traer a su seno a este joven desafortunado, había contraído con él obliga­ ciones indispensables, que le correspondía cumplir. Al compartir entonces las esperanzas que yo asentaba en un tratamiento mé­ dico, decidieron que el niño fuera confiado a mis cuidados. Pero antes de presentar los detalles y los resultados de esta medida, es necesario exponer el punto de donde partimos, recor­ dar y describir aquella primera época, para apreciar mejor hasta dónde hemos llegado, y oponiendo de esto modo el pasado con el presente, determinar lo que debe esperarse del porvenir. Obliga­ do, pues, a volver sobre hechos conocidos, los expondré rápida­ mente, y para que no se me convierta en sospechoso de haberlos exagerado con la finalidad de destacar los que les voy a oponer, me permitiré referir de manera muy analítica la descripción que de él hizo a una sociedad científica, y en una sesión don9,e tuve el honor de ser admitido, un médico tan ventajosamente cono­ cido por su genio de observador como por sus profundos co­ nocimientos en ¡as enfermedades de 10 inteledual. Procediendo primero por la exposición de las funcioneS sen­ soriales del joven salvaje, el ciudadano Pinel R no::; presenta sus seatidos reducidos a tal estado de inercia, que ese infortunado

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1 Se refiere al abate Sicard 07::4-1822), célebre educador de sordomudos, sucesor del célebre abate de )'Epée :1712-1789), fundador de la Institución de los Sordomudos, a los que enseñó a hacerse comprender por signos con­ vencionales. (A.L.M.) • Philipp" Pincl (1745-1;);'1)). uno dI:. los primeros que reformó la asis­ tencia psiqui('tr;ca en el mundo, y célebre nosógrafo de las enfermedades m('ntalcs. (t\.LM.l

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LOS PHOCHESUS ¡Ji.: UN JOVEN SALVAJE

se encontraba. bajo este aspecto, en estado muy inferior al de algunos de nuestros animales domésticos; sus ojos sin fijeza, sin expresión, erraban vagamente de un objeto a otro sin detenerse nunca en ninguno, tan poco instruidos por otra parte, y tan poco ejercitados por el tacto, que no distinguían un objeto en relieve de un cuerpo dibujado; el órgano del oído insensible a los ruidos más fuertes como a la música más conmovedora; el de la V'1Z reducido a un estado completo de mudez y dejando solamente escapar un sonido gutural y uniforme; el olfatr. tan poco culti­ vado, que recibía con la misma indiferencia el aroma de los per­ fumes y la exhalación fétida de los desechos que llenaban su cama; por último el órgano del tacto restringido a las funciones mecánicas de la aprehensión de los cuerpos. Al pasar de inme­ diato al estado de las funciones intelectuales de este niño, el autor del informe nos lo presenta incapaz de atención, salvo para los objetos de sus necesidades, y, en consecuencia, de todas las ope­ raciones del espíritu que entraña esa primera, desprovisto de memoria, de juicio, de aptitud para la imitación, y de tal manera hmitado en las ideas relativas inclusive a sus necesidades, que todavía no había llegado a abrir una puerta ni a subirse sobre una silla para alcanzar los alimentos que se ponían fuera del alcance de sus manos; finalmente, desprovisto de cualquier me­ dio de comunicación, no concediendo intención ni expresión a los gestos y movimientos de su cuerpo, pasando con rapidez y sin ningún motivo presumible de una tristeza apática a los aecesos de risa más inmoderados; insensible a cualquier especie de afectos morales; su discernimiento sólo era un cálculo de glotonería; su placer, una sensación agradable de los órganos del gusto; su inteligencia, la susceptibilidad de producir algunas ideas incoherentes, relativas a sus necesidades; su existencia completa, en una palabra, una vida puramente animal. Al relatar después varias historias, recogidas en la Bicétre9 , de niños irremediablemente ata:::ados de idiotez, 10 el ciudadano Pinel estableció entre el estado de esos desgraciados y el que presentaba cI niño que nos ocupa, las comparaciones más rigu­ rosas, que daban necesariamente por resultado una identidad completa y perfecta entre esos jóvenes idiotas y el Salvaje del Aveyron. Esta identidad llevaba necesariamente a concluir que,

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• Hospicio para ancianos y alienados, famoso en la historia de 1:1 p<ii­ quiatría. que está en el barrio del mismo nombre de la Municipalidad de Gcntilly <S('ine). Francia. 10 ltard emplea este término. técnico en su época y ahora del lenguaje familiar. para referirse a [o ql:e clínicamente hoy se denomina idiocia. (¡\.Lr-t

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alcanzado por una enfermedad hasta ahora considerada incu­ rable, no era susceptible de ninguna especie de sociabilidad y de instrucción. Tal fue la conclusión que obtuvo el ciudadano Pinel, y que, sin embargo, acompañó de esa duda filosófica que aparece en todos sus escritos, y que pone en sus presagios aquel que sabe apreciar la ciencia del prognóstico y sólo -.¡e en el mismo un cálculo más o menos incierto de probabilidades y de conjeturas. l l En nada compartí esta opinión dec;favorable, y a pesar de la verdad del cuadro y a pesar de la justedad de las compara­ ciones, me atreví a concebir algunas esperanzas. Las as~nté en la doble consideración de la causa y de la curabilidad de esa idiotez aparente. Por lo demás, no puedo continuar sin insistir un momento sobre dos consideraciones. Se refieren al momento presente, y se asientan sobre una serie de he-t:hos que debo narrar, y en los cuales más de una vez me veré forzado a mez­ clar mis propias reflexiones. Si se me diera a resolver este problema de metafísica: de­ terminar cuál sería el grado de inteligencia y Úl naturaleza de las ideas de un adolescente que, privado desde su infancia de cual­ quier educación, hubiera vivido completamente separado de los individuos de su especie, me equivocaría groseramente, o la solución del problema se reduciría a solamente otorgar a ese individuo una inteligencia relativa al pequeño número de sus necesidades y despojada, por abstracción, de todas las ideas sim­ ples y complejas que recibimos por la educación, y que se com­ binan en nuestro espíritu de tantas maneras, por el único medio del conocimiento de los signos. J !! ¡Y bien!, el cuadro moral de este adolescente sería el correspondiente al Salvaje del Aveyron y la solución del problema daría la medida y la causa del estado intelectual de éste. Pero para admitir todavía con mayor razón la existencia de esta causa, se requiere probar que actúa después ele cantidad de años, y responder a la objeción que se podría hacer, y que por lo demás se nos hizo, que el pr<..~tendido salvaje sólo era un " Cabe recordar que para Pinel. como para todos los grandes médicos de la época. la nosografía. esto es. la clasificación metódica de las enfer­ medades, fue un evangelio. lo que les permitía, <."Stablecido el cuadro ana­ lítico de la si~uación real y actual del paciente, aplicar la "duda metódica" cartesiana y aceptar ca:nbios ulteriores, esto es, no establecer nunca una prognosis definitiva. sino pr0bable. (A.L.M,) n Con más de 120 años de anticipación, Itard reconoce lo que ahora denominamos "illteligencia sen!:omotriz", y destaca la importancia del signo y del significado, tan brillantemente estudi:Jda por Hcnri Wallon (De ¡'aete á la pensée. París, {<'¡ammarion, 1942>. (A,L,MJ Digitalizado por: I.S.C. Hèctor Alberto Turrubiartes Cerino hturrubiartes@beceneslp.edu.mx


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pubre imbécil, que los padres, h;ntos de él, habían abandonado hacia poco en los lindes de algún bosque. Los que se entregaron 2. esta suposición no habían observado al niño apenas llegado a París. Hubieran visto qU0. todos sus hábitos llevaban la huella de una vida errante y solitaria; aversión insuperable por la so­ ciedad y por sus costumbres, nuestras ropas, nuestros muebles, la estadía en nuestros departamentos, la preparación de nuestras comidas; indiferencia profunda por los objetos de nuestros pla­ ceres y de nuestras necesidades facUcias; gusto apasionado por !a libertad de los campos todavía tan viva en su estado actual, a pesar de sus nuevas necesidades y de sus afecciones nacien­ tes, que rlurante una breve estadía que hizo en Montmorency, se hubiera infaiiblemente evadido a la floresta sin las precau­ ciones más severas, y que dos veces se escapó de la casa de los sordomudos, a pesar de la vigilancia de su gobernanta; locomo­ ción extraordinaria, pesada de verdad, desde que lleva calzado, pero siempre notable por la dificulta'! para acompasarse con nuestro andar sosegado y mesurado, y por la tendencia conti­ nua a retomar el trote o el galope; hábito porfiado de husmear todo lo que se le presenta, incluso los cuerpos que consideramos inodoros; masticación no menos sorprendente todavía, única­ mente ejecutada por ia acción precipitada de los dientes incisi­ vos, indicando bien claramente, por su analogía con la de algu­ nos roedores que a semejanza de esos animales nuestro salvaje vivía por lo común de productos vegetales: digo por lo común, porque parecía, según el rasgo siguiente, que en ciertas circuns­ tancias hubiera convertido en su prC'sa algunos animalitos pri­ vados de vida. Se le presentó un canario muerto, y en un san­ tiamén el pájaro fue despojado de sus plumas grandes y pe­ oueñas, abierto con la uña. husmeado y rechazado. • 'Otros índices de vida enteramente aislada, precaria y vaga­ bunda, se deducen de la naturaleza y del número de cicatrices de que está cubierto el cuerpo de este niño. Sin hablar de la que se ve por delante del cuello y de la que haré mención más adelante, como perteneciente a otra causa, y mereciendo aten­ ción particular, se cuent<1n cuatro sobre el rostro, seis a lo lar­ go det brazo izquierdo, tres a cierta distancia del hombre dere­ cho, cuatro en la circunferencia del pubis, una sobre la nalga izquierda, tres en una y dos en In otr~; lo cual suma veintitrés cicatrices de las que algunas parecen pertenecer a mordeduras de animales y las otras a desgarramientos y a deso­ lladuras más o menos grandes, más l' menos profundas; testi­ monios numerosos ~ imborrables del large. ;.' total abandono de

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este desgraciado, y que, consideradas desde un punto de vista mús general y más fi!osóficl), testimonian tanto contra la debili­ dad y la insuficiencia del hombre entregado a sus propios me· díos, como en favor de los recursos de la naturaleza que, según : : leyes en apariencia contradictorias, trabaja abiertamente para reparar y conservar lo que sordamente tiende a deteriorar y a dcstruír.1.1 Cuando se unen a estos hechos deducidos de la observación, los no menos auténticos qne han atestiguado los habitantes de ~ 1 - los campos vecinos del bosque donde este niño fue encontrado, se sabe que, en los primeros días que siguieron a su entrada en la sociedad, sólo se nutría de bellotas, de patatas y de castañas crudas, que no producía ninguna especie de sonido; que a pe­ sar de la vigilancia más activa, varias veces logró escapar; que manifestaba gran repugnancia por acostarse en una cama, etc. Se sabe, sobre todo, que fue visto más de cinco años antes com­ pletamen te desnudo y huyendo de la proximidad de los horo­ bres,11 lo cual supone que ya estaba, fuera de su primera apa­ rición, habituado a ese género de vida; hábito que no podía ser el resultado de dos años o menos de estadía en lugares deshabi­ tados. De esta manera, este niño p<l.Só en solitud absoluta más o menos siete años sobre doce, que representan la edad que podía tener cuando fue apresado en el bosque de la Caume. Es, pues, probable y casi probado que fue abandonado a la edad de cuatro o cinco años, y que si, en esa época, poseía ya algunas ideas, algún principio de educación, todo se habría borrado de su memoria a consecuencia de su ai3lamiento. He aquí cuál me pareció ser la causa de su estado actual. Se comprende por qué auguré favorablemente por el éxito de mis cuidados. En efecto, en el poco tiempo de trato que ha te­ nido con 103 hombres, el Salvaje del Aveyron era mucho menos un adolescente imbécil que un niño de diez o dQce méses, y un niño que tuviese contra él esos hábitos antisociales, un do abstinado, órganos poco flexibles, y una sensibilidad acciden­ talmente embot"da. Desde este último punto d~ vista, su situación se crmverti" en un caso puramente médico, y Cl:j'D tratamiento

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pertenecía a la medicina moral,¡;; a ese arte sublime creado en Inglaterra por los Willis y ¡os Crichton, y esparcido hace poco en Ft'ancia por los éxitos y ¡vs escritos del profesor Pine!. Guiados por el espíritu de su doctrina, aunque menos por sus preceptos, que no podían adaptarse a este caso imprevisto, rf'duje a cinco proposiciones principales el tratamiento moral o la educación del Salvaje del .4.ve!¡ron. Primera prOpOSlc:lÓn: Atraerlo a la vida social, haciéndosela más suav,~ que la por él llevada hasta entonces, y sobre todo más aná­ loga. con la vida que acababa de dejar. Segunda proposición: Despertar la sensibilidad neTvio.'w con los estimulantes más enérgicos y a veces por medio de las afeccio­ nes vivas del alma. Tercera proposición: ExtcndeT la esfera de sus ideas creándole necesidades nuevas, y multiplicando seu; relaciones con los seres que lo rodean. Cu<>rta proposición: Llevarlo al empleo de la palao7a, determi­ nando el ejercicio de la imitación por la ley imperiosa de la ne­ cesidad. Quinta proposición: Ejercitar, durante algún tiempo, sobre los objetos de sus necesidades físicas, las más simples operaciones del espíritu, determinando de inmed.iato le aplicación sobre ob· jetos de instrucción .

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PRIMERA PROPOSICION ATRAERLO A LA VIDA SOCIAL, HACIENDOSELA MAS

SUAVE QUE LA POR EL LLEVADA HASTA ENTONCES, Y

SOBRE TODO MAS ANALOGA CON LA VIDA QUE ACABA

DE DEJAR.

Un cambio brusco en su manera de vivir, las frecuentes im­ portunidades de los curiosos, algunos malos tratamientos, efec­ tos inevitables de su cohabitación con los niños de su edad, pa­ recían haber extinguido cualquier esperanza de civilización. Su actitud pclulante había degenerado insensiblemente en una apa­

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tia sorda que había producido hábitos ;:Jún más so1ítarios_ De este modo, con excepción de los momentos en q'1C' e: hambre lo arrastraba a la cocina, se le encontraba siempre acurrucado en uno de los rincones del jardín, o escondido cn el segundo piso detrás de algunos r<,stos de a!bañileria. En este d~plorablc ~5tado lo vieron algunos curíos(,s de París, que, después rJp un eXél­ men de algunos minutos, lo juzgaron digno de ser enviado al manicomiC'; como si la sociech.ld tl1'.'ü!ra el derecho de arranca¡­ a un niño de una vidaiibre e inocente, para enviarlo a morir de tedio en un hospicio. par!l hacerle expiar alli la de;;gracia de ha­ ber defraurlado la curiosidad pública. Yo creí que existía una solución más simple y, sobre todo, más tumana; ('fa emplear para con él buenos tratos y mucha condescendencia para sus gustos e inclinaciones. La señora Guérin. a quien la Adminis­ tración conJió el cuidado especial de aquel niño, se prestó y se presta todavía a esta tarea penos:! con toda la púciencia de una madre y la inteligencia de una im¡tituiriz esclarecida. Er. lugar de contrariar sus hábitClS, ha sabido, de alguna manera, avenirse con ellas y llenar así el objeto de esta primera inicia­ ción. Pcr poco que se quiera juzgar de la vida pasada de estE: niño por sus disposiciones actuales, se veía evidentemente que a ejemplo de algunos salvÓljes de los países tórridos,! éste co­ nocía sólo estas cuatro cosas: donnir, comer, no hacer nada y corretear por los campos. Se requerí::.>, pues, hacerlo feliz a su manera, acostándolo a la caída del sol, dándole con abundancia alimentos de su gusto, respetando su indolencia y acompañán­ dolo en sus paseos o, más bien, en sus carreras al aire libre, y esto cualquiera fuese el tiempo que hiciese. Estas excursiones campestres parecían ser más agradables para él cuando se pro­ ducía en la atmósfera un cambio brusco y violento: tan cierto es, que en cualquier condición que sea el hombre está ávido de sensaciones nuevas. Así, por ejemplo, cuando se obs¿,rvaba esto y estaba en el interior de su cuarto,se le veía balancearse con una monotonía fatigante, dirigir constantemente sus ojos a la ventana, y pasear la mirada tristtmcnte en el vacío del aire exterior. Si entonces un viento borrnscoso comenzaba a soplar, si el sol escondido detrás de las nubes aparecía de pronto ilu­ minando más vivamente la atmósfera, estallaba en ruidosos accesos de risa. con una alegría casi eonVl<lsiva durante la cual

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1 A pesar de las ,.dveMencias de no prejuzg'!f súhre los "salvajes", que hiciera p.n el Prcfecio, Itara cede aquí a la fun~e a~cptada leyenda de entonces de b. "vida p:,ractis;aca" tic los d<! los trópicos.

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todas sus inflexiones, dirigidas de atrás hacia adelante, seme­ jaban más a una € s pecie de impulso que hubiera querido tomar para franquear la ventana y precipitarse en el jardín. Algunas veces, en lugar de estos movimientos alegres, era una especie ue rabi::l frenética la que se presentaba; se retorcía los brazos, metía los puí'los cerrados sobre los ojos, hacía rCf.;¡ünar los dien­ tes y se convertía en peligroso para los que estaban cerca de él. Una mañana en que caía nieve en abundancia y él todavía estaba acostado, lanzó un grito de alegría al despertar, dejó la cama, corrió a la ventana, después a la puerta, va y viene con impaciencia de un:! a la otra, se cscapa a medio vestir, y llega al jardín. Allá, haciendo ('stallar su alegría con los gritos más penetrantes, corre, se revuelca e!1 la nieve y la agarra por pu­ 110S, comiéndola con increíble avidez. Pero no era siempre de manera tan viva y ruidosa como se manifestaban sus sensaciones, a la vista de esos grandes efectos de la naturaleza. Se debe destacar que en determinados erlsos parecían revestir la expresión calma del pesar y de la me­ lancolía: conjetura muy arriesgada, y muy opuesta, sin duda, a las opiniones de los metafísicos, pero que se puede defender cuando se observa con cuidado y en algunas circunstancias a este desafortunado joven. De este modo, cuando el rigor del tiempo corría a todos del jardín, era el momento que elegía para bajar allí. Lo recorría varias veces y terminaba por sentarse en el borde del estanque. A menudo me detuve, durante horas enteras, y con un pla­ cer indecible, para examinarlo en esta situación; para ver cómo los movimientos espasmódicos y el balanceo continuo de su cuer­ po disminuían, se calmaban por grados, para dar lugar a una actitud mAs tranquila, y cómo insensiblemente su figura insigni­ ficante o g:-sticuladora adquiría un carácter bien pronunciado de tristeza o de ensueño melancólko, en la medida que sus ojos se clavab:u fijamente en la superficie del agua, y que él arro­ jaba sobre ella de tanto en tanto algunos trozos de hojas secas. Cuando, por la no<:he y por obm de un buen clero de luna, los rayos de ese astro penetraban en su cuarto, raramente dejaba de despertar y de ubicarse delante de la ventana. Se quedaba según el informe de su gobernanta, durante partf: de ia noche, de pie, inmóvi!, el cuello extendido, los ojos c!avadm: en los campos iluminados por la luna, y entregado él un:! especie de éxtasis conti:mpiat.ivo, cuyo silencio e inmovi1:!ídad sólo eran por una in:>piraeión muy profunda, que se repetía iút("rv;,lus y que c2si siempre :::e aco:-r,pañaba de un

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sonido b;:eve y quejumbroso. Hubiera sido tan inútil como in­ humano querer contrariar estos últimos hábitos, y estuvo en mis miras asociarlos con una nueva existencia, para hacerla más agradable. No era, sin embargo, lo mismo para los que tenían la desventaja de ejercitar continuamente su estómago y sus músculos, y dejar por ello sin acción la sensibilidad de los ner­ vios'~ y las facultades del cerebro. De esta manera debía dedi­ carme, y 10 logré finalmente y por grados, a que sus carreras fuesen más raras, sus comidas menos copiosas y menos frecuen­ tes, su estadía en el lecho menos larga y sus días más aprove­ chables para su instrucción.

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, En la época de Itard. antes de que comenzaran los grandes estudios sobre las funciones cerebrales, a fines del siglo, después de los descubri* mientos fundamentales de Camillo Golgl 0843-1926) y de Wilhem His (l831-1904). se aceptaba que les nervios constituian elementos con sensibili· dad propia. (A.LMJ

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Algunos fisiólogos modernos han sospechado que la sensibi· lidad e:;tá en razón directa con la civilización. N" creo que se pueda brindar una prueba más concluyente que aquella de la poca sensibilidad de los órganos sensoriales en el Salvaje del Aveyrón. 1 Es posible convencerse de esto volviendo sobre la 1 Aqu[. de acuerdo CQIl la psicofisiología de los sentidos de la época, Itard confunde sensibilidad sensorial con acuidad sen~oria!, la primera natural,

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descripción que ya hice, y para la cual he tomado los hechos de la fuente menos sospechosa. Agregaré, aquí, con relación al mis­

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mo tema, algunas de mis observaciones más notables. Varias veces, en el curso del invierno, lo vi, al atravesar e} jart!ín de los sordomudos, acurrucado y medio desnudo sobre un sucIo húmedo, y quedar así expuesto, durante horas enteras, a un viento fresco y lluvioso. No es solamente por el frío, sino también por un calor vivo, los órganos de la piel y del tacto no testimonian ninguna sensibilidad; ocurría a diario, y cuando es­ taba cerca del fuego, que carbones ,ardientes rodaran fuera del hogar de la chimenea, y que los cogiera con los dedos y los vol­ viera a .colocar, sin demasiada precipitación, sobre los tizones ardientes. Más de una vez se le sorprendió en la cocina, levan­ tando de la misma manera patatas que se cocían en agua hir­ viente; y puedo asegurar que en esa época tenía una epidermis fina y delicada.:! Llegué a menudo a llenarle de taba~o 3 las cavidades exte­ riores de la nariz sin provocar estornudo. Esto supone que no existía entre el órgano y el olfato, muy ejercitado por lo de­ más, y aquellos de la respiración y de la vista, ninguna de esas relaciones simpáticas 4 que son parte constituyente de la sen­ sibilidad de nuestros sentidos, y que en este caso hubieran de­ terminado el estornudo o la secreción de lágrimas. Este último efecto estaba todavía menos subordinado a las afecciones tristes del alma, y a pesar de las con trariedades sin número, a pesar de los maJos tratos a 105 que había estado expuesto, en los prime­ ros meses de su nuevo género de vida, nunca se le sorprendió derramando lágrimas. El oído era de todes los sentidos el que parecía más insensible. Sin embargo, se observó que el ruido de una nuez o de cualquier otro cuerpo comestible de su agrado no dejaba nunca de hacerle volver la cabeza. Esta observación es una de las más seguras y, sin embargo, ese mismo órgano se la segunda adquirida. Fue necesaria la doctrina 1e la "energ(a específica de los sentidos", de Müller <18Ql-185B" dada a conocer ell 1626, y que se enuncia así: "La misma causi'l pr'lV0<:a Cil cualquier s<:ntldo la sensaci6n que a éste corresponde, y causas div'~rsas. que actúan sobre el mismo sen­ tido, provocan la misma sensación" (Johannes Miiilcr, Zur vergleichenden PhllsiolcGÜJ. des GcsichtsinMS, 1326). para que se comprendiera esta dife­ rencia. (AL.MJ , Le presenté, dice un observador que lo "ie en SaL."l.t-Servm, una gran calltid<.d de patatas; S0 ale¡,rró i'll verlas, las tomó ;::on sus manos y la.~ arrcjó al fuego. Las retiró al rato y las comié) q:Jemantes. • Se refi~re al tabaco rapé. el de polvo, más grueso y más oscuro que el común. y elaborado con hOja cortada pac'J tiempo después de madurar. (A.LM.)

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mostraba insensib 1e a los ruidos más fuertes y a las ,¡donacio­ nes de las armas de fuego. Un día hice cerca de él do::; disparos de pistola; el primero pareció conmoverle un poco; el :;eeundo, apenas le hizo volvC'T la cabeza. si hacemos abstracción de algunos cases com:l éste, en que el defecto de atendón por parte del alma podía si,:mlar una falta de setlsibil!d3.d en el 6rgano, encontran~os que ('"ta pro­ piedúJ. ner'lLlsa era singularmente débil en l:t mayorí él de íos sentido~;. En consecuencia, entraba en mi pian des{.ryollarla por todos lo~, medios posibles, y preparar su espíritu pa:'a la aten­ cii.n disponiendo a los sentidos para recibir las i:npresiones más vivas. De \<)¿ diversos medios que puse en acción, m pareciO que eí dect0 del calor correspor:.día mejor a esta indicación. Es cosa admitida por Jos fisiólogos:; y por los pohticos G que los ha­ bi tanLes del Mediodía sólo deben a ía acción del calor sobre la piel su sensibilidad exquisita,7 tan superior a la de los hombres del Norte. Utilicé este estímulo de todas las maneráS posibles. No era sufjciente que estuviese vestido, acostado y alojado bien cal­ deadamente; le hice d.::lr todos los días, con temperatura muy elevada, un baño de dos o tres horas, durante el cual :'><-; le admi· nistrab", con la misma agua duchas frecuentes se,bre la cabeza. No observé que el calor y la frecuencia de los bailas estuviesen seguidos del efecto debilitante que se les atribuye. Yo hubiera deseado que esto ocurrÍl:·ra, persuadido de que en semejantes casos la pérdida de las fuerzas musculares se produce en beneficio de la sensibilidad nerviosa. Si bien este efecto subsiguiente no acaeció, el primero no burló a mi espera. Al cabo de algún tiem¡)o, nuestro joven salvaje se mostraba sensible a la acción del frí;¡.:O se servía de la mUllO para recúno­ cer la temperatura del baño, y rehusaba tomarlo cl.J.a;¡do no es­ taba tibio. La misma causa le hizo apreciar pron~o 12 utilidad de ,. Lacose. ldée de l'homrr.e. ph¡¡sique et 1/".()ra!. Laroche,' Analyse ¿es ~y,theml! lIE'TvelLJ:. Fouquet, artíc",io: Sensibilit<!, de la Ency­ dopédie paT ')TdT€ alphabétique. • M'J:,tcsqui,·u, Esprit de~ Lois, libro XIV. Político. <!n la ,:poca. tenía ap<lTtc de la acepción actual, la de sociólogo, palabTa QU.e fll~ creada a fincs d~ ..¡¡}ID, despu.és que Comtc acuñó el térmiT¡O socicbgirt. (AJ •.M.)

fonctio71s du

En nucstr<l époi.:<:! se cstablcdó quP. los órganos receptOrt.:s, como sis­ temo!' ~,,;cif.<lbles, corresponden a las exigencias de la sensad¿.:;, pero que nuestras rebelones cnn el f!1u:1do exterIor se reali7.an por m",dio ce un pro('('$O más complejo, la percepción depende, ap"rte del esUrnulo sClIs0ria:, que es su núdeo central, factores personales, cOlls:ituidos por tenrkndos y motivos (]:,lf~ ,on apr~lldidos en medida diversa influidos I'M el aprendizaje. <A.L.!VU , l'::! la ¿pclea Se' consideraba qu'; la percepción dé: 1::.s t"mpcrabras l~S :"tbsnluta; t:t con:epto ~ctual (~e que c:; relativa suri~e a ffi\:di'ldos del

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SEGUNDA l'IlOPOSICION

los vestidos, que hasta entonces soportaba con mucha impacien­ cia. Una vez conocida esta utilidad, no fue necesario forzarlo para que se vistiera solo. Al cabo de algunos días se consiguió esto, dejándolo cada mañana expuesto al frío, junto a sus ropas, hasta que él mismo supo utilizarlas. Un expediente parecido bastó para darle al mismo tiempo hábitos de limpieza; esto llegó hasta tal punto, que la certeza de pasar la noche en una cama fría y húmeda lo acostumbró a levantarse para satisfacer sus necesidades. Hice acompañar la administración de los baños con fricciones secas a lb largo de la espina vertebral e incluso cosquilleos en la región lumbar. Este último medio no era de los menos excitar. tes; me vi obligado a proscribirlo cuando sus efectos no se limitaron ya a producir movimientos de alegría, sino que parecieron entonces extenderse a los órganos de la generación, y amenazar con una dirección equivocada los pri­ meros movimientos de una pubertad demasiado precoz. A estos estimulantes diversos debí agregar, todavía, los no menos excitantes de las afecciones del alma. Aquellas de que era susceptible en la época se reducían a dos: la alegría y la có­ lera. Yo solamente provocaba a ésta de tiempo en tiempo, para que el acceso fuera más violento y siempre con una apariencia bien evidente de justicia. Entonces, algunas veces noté que en el esfuerzo del arrebato su inteligencia parecía adquirir una especie de extensión que le ofrecía, para sacarlo del asunto, algún expediente ingenioso. Una vez que queríamos hacerle to­ mar un baño que sólo estaba mediocremente tibio, y que nues­ tras instancias reiteradas habbn despertado violentamente su cólera, viendo que su gobernanta estaba poco c~:mvencida por las frecuentes pruebas que él mismo hacía de la frescura del agu~ con la punta de los dedos, se volvió a ella con vivacidad, y asiéndola de la mano se la sumergió en la bañera. Narraré todavía un ra5go más de esta naturaleza. Un día en que estaba en mi gabinete, sentado en una otomana, me senté a su lado, y coloqué entre ambos una botella de Leyden ligera­ mente cargada. Una pequeña descarga que recibiera la víspera, le había hecho conocer su efecto. Al observar la inquietud que le provocaba la proximidad de ese instrumento, creí que le> iba a alejar tomándolo por el gancho. Pero adoptó un partido más sabio: fue a poner sus manos en la abertura de su chaleco, y retroceder algunas pulgadas, de manera que su muslo no tocara el revestimiento exterior de la botella. Me acerqué de nuevo y la volví a colocar entre nosotros. Otro movimiento de su parte; otra disposición de la mía. Este pequeño manejo continuó hasta

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que, arrinconado en la extremidad de la otomana, encontrándo­ se limitado por la parte de atrás con la pared, delante por una mesa, y de mi lado por la fastidiosa máquina, sólo le fue posible ejecutar un movimiento. Fue entonces cuando eligiendo el momento en que yo adelantaba mi brazo para atraer el suyo, me bajó con toda destreza la mano sobre el gancho de la bote­ lla. Yo recibí la descarga. Pero si, a veces, a pesar del vivo interés que me inspiraba aquel joven huérfano, me proponía excitar su cólera, no dejaba pasar ninguna ocasión para procurarle alegría, y por cierto que para lograrlo no era necesario recurrir a ningún rr.cdio difícil ni costoso. Un rayo de sol, recibido con un espejo, reflejado en su cuarto y paseado por el cielo raso; un vaso de agua que se haCÍa verter gota a gota y desde cierta altura sobre el extremo de sus dedos, mientras estaba en el baño; también un poco de leche contenida en una escudilla de madera que se colocaba en la extremidad de su bañera, y que las oscilaciones del agua hacían derivar poco a poco en medio de gritos de alegría, hasta el alcance de sus manos: he aquí más o menos todo lo que se requería para recrear y alegrar a menudo hasta el delirio a este hijo de la naturaleza. Tales fueron, entre cantidad de otros, les estímulos tanto físicos como morales, con los que procuré desarrollar la sensi­ bilidad de sus órganos. Obtuve, después de tres meses, una exci­ tación general de todas las fuerzas sensitivas. Ahora el tacto se muestra sensible a la impresión de los cuerpos calientes o de los cuerpos fríos, lisos o rugosos, blandos o duros. Yo llevaba, en ese tiempo, un pantalón de terciopelo, sobre el cual parecía sentir placer de pasar la mano. Era con este órgano explorador con el que casi siempre se aseguraba del grado de cochura de sus papas cuando, al retirarlas de la olla con una cuchara, les aplicaba los dedos varias veces, y se deddía, según el estado de blandura o de resistencia que presentaban, a comerlas o a volve'r1as a arro­ jar en el agua hirviente. Cuando se le daba una antorcha para encender cúl1 un papel, no esperaba siempre que el fuego hu­ biese pasado a la mecha, para arrójar con precipíta.::ió:l ei papel cuya llama estaba todavía muy alejada de los dedos. Si se le impulsaba a empujar o a llevar un cuerpo, fuese poco resistente o pesado, ocurría a veces que lo dejaba de pronto para observar el extremo de sus dedos, que por cierto no estaban aplastados ni lastimados, y poner inmediatamente la mano en la abertura de su chaleco. El olfato también había ganado con este cambio. La menor Írritadón de este órgano ;e provocaba un estornudo,

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I'ROPOSICION

y juzgué por el miedo que manifestó b primera vez que eso ocurrió, que para él era una cosa nueva. En seguida debió arro­ jarse sobre su cama.ll El refinamiento del sentido del gusto era todavía más seña­ bdo. Los alimentos con que aquel niÍlo se nutría poco antes de su llegada a París, eran horriblemente desagradables. Los arras­ traba por todos los rÍncones y los amasaba con las manos Henos de basuras. Pero en la época en que hablo, le acaeció a menudo rechazar .:on mal humor todo el contenido de su plato, cada vez que en éste caía una sustancia extraña, y cuando cascaba nueces con los pies, las limpiaba con todos los detalles de un aseo absoluto. Por ultimo, las enfermedades mismas, testimonio irrecusa­ ble y molesto de la sensibilidad predominante del hombre civi­ lizado, vinieron a atestiguar en este caso el desarrollo de ese principio de vida. En los primeros días de la primavera, nuestro joven salvaje tuvo una violenta coriza y, algunas semanas des­ pués, dos afecciones catarrales casi consecutivas. Sin embargo, estos resultados no se extendieron a todos los órganos. Los de la vista y del oído no participaron; sin duda por­ que esos dos sentidos, mucho menos simpies que los otros, re­ querían una educación particular y más larga, como se verá en lo que sigue. El mejoramiento simuHáneo de los tres sentidos, en razón de estimulantes aplicados sobre la piel, en tanto que los dos últimos quedaron estacionados, es un hecho precioso, digno de ser presentado a la atención de los fisiólogos. Parecería probar, lo que es bastante verosímil, que el sentido del tacto, del oliato Y. del gusto sólo son una modificación del órgano de la piel; mientras que los del oído y de la vista, menos exteriores, reves­ tidos de un aparato físico de los más compiícados, se encuen­ tran sometidos a oi;ras reglas de perfeccionamiento y, de alguna manera, constituyen una clase separada. lQ

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• La educación de la mano en primer término, y de los sentidos en general, es vista. analizada y utilizada por Itard por primera vez en la historia de la pedagogia. Este capítulo es un v(:nhdero ejemplo de 1:\ pri­ mera aplicación de lo que hoy se llama métodos intuitivos; esto es, basados so!..!re la observación de las cosas y part:eilúo (!e un enfoque "sensori­ asociacionista": iilstruir al niño a partir de percepciones; esto es, el punto de arranque de la aplicación de los procedimicnt(lS activos en pedagogla, que al nivel preescolar- y al comienzo d,~ la escolaridad elemental, ¡;egún el ejemplo de Itard, aplicó Frobel en 1840, en su Kindergarten de Blan­ kenburg, el primero creado en el mundo. y que llevaron a sus últimas consecuencia:; Montessori, Audemars y Lafendd, y Décroly. (A.L.MJ lO Esta concepción sobre el origen epidérmko de los sentidos pudo ser sostenida hasta HI1l7-1Uil8. cuando Chabry y H'~\lX fundaron la embrio­ lo~¡a experimental. (A.L.M.I

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TERCERA PROPOSICION EXTENDER LA ESFERA DE SUS IDEAS CREANDOLE NECESIDADES NUEVAS, Y MULTIPLICANDO SUS RELACIONES CON LOS SERES QUE LO RODEAN.

Si los progresos de este niño hacia la civilización, si mis éxito~ por los de::;arroUos de su inteligencia han sido hasta ahora tan lentos y tan difíciles, debo atribuirlo, sobre tod(), a los obstácu­ los innumerables que encontré para cumplir con esta tercera proposición. Le presenté en exceso juguetes de todas clases; más de una vez, durante horas enteras, me esforcé por hacerle 109 Digitalizado por: I.S.C. Hèctor Alberto Turrubiartes Cerino hturrubiartes@beceneslp.edu.mx


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.<OPOSICION

('onocer SU USO, Y he Visto, con dolor, que lejos de cautivar su atención, esos diversos objetos terminaban siempre por causar­ le tal impaciencia, que llegó a esconderlos, o a destruirlos, cuan· do la ocasión se le presentaba. Así, después de haber encerrado por mucho tiempo en un sillico un juego de bolos, con el que lo :tabíamos inl;?m tunado, tomó; un día que estaba solo en su cuarto, el partido de quemarlos en la chimenea, delante de la cual se le encontró calentándose con gozo frente a las llamas de ese fuego de alegría. No (}bstante, algunas veces logré atraerlo a diversiones que tenían ~ re:acié-ü con las necesidades digestivas. Esta es una, por ejemplo, que le procuré a menudo después del almuerzo, cuando lo Ilcval:Ja a comer a la ciudad: disponía delante suyo, sin ningún orden simétrico y en posición invertida, varios pequeños cubi­ letes de plata, bajo uno de los cuales colocaba una castaña. Se­ guro de ha'ber atraído su atención, los levantaba uno después del otro, salvo al que cubría la castaña. Después de haberle de­ mostrado de esta manera que no contenían nada, y de haberlos vuelto a colocar en el mismo orden, lo invitaba por señas a que buscara. El primer cubilete sobre el que caía su investigación era precisamente aquel debajo del cual yo había escondido la pequeña recompensa debida a su atención. Hasta ese momento, solamente ~e trataba de un esfuerzo débil de la memoria. Pero, insensiblemente, convertí el juego en algo más complicado. De este modo, después de haber escondido con el mismo procedi­ miento otra castaña, cambiaba el orden de todos los cubiletes, de manera lenta, para que, en esta inversión general, le fuese difícil tener señalado con los ojos y con la atención, al que cubría el precioso depósito. Hacía todavía más, ponía algo encima de dos o tres de esos cubiletes y su atención, aunque repartida entre esos tres objetos, no los dejaba de seguir en sus cambios respectivos dirigiendo a e\los sus primeras búsquedas. Esto no es todo, puesto que no era la única finalidad que me proponía. Este juicio era a lo sumo un cálculo de glotonería. Para convertir su atención de alguna manera en menos animal, suprimí en la dive;:sión todo lo que tenía relación con sus l!ustos y solamente coloqué debajO de los cubiletes objetos no com'?stibles. El re­ sultado fue más o menos igualmente satisfactorio, y este ejer­ cicio únicamente se presentaba ahora como un simple juego de cubiletes con la sola ventaja de provocar la atención, el juicio y la fijeza eh sus miradas. Con excepción de esta clase de diversiones que, como la anterior, se unían a sus necesidades, no fue posible inspirarle

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TEnCERA PROI'OSICION

gusto por las propias de su edad. Estoy casi seguro de que, si hubiera podido, hubiese obtenido grandes éxitos; y ésta es una idea para cuya comprensión debe recordarse la influencia po­ derosa que tienen sobre los primeros desarrollos del pensamien­ to los juegos de la infancia, así como las pequcúas voluptuosi· dades del órgano del gusto. 1 También hice todo para despertar estas últimas disposicio· nes por medio de las golosinas más deseadas por los niños, y de las que esperaba servirme como nuevos medios de recompensa, de castigo, de aliento .y de instrucción. Pero la adversión que manifestaba por todas las sustancias azucaradas y nuestras co· midas más delicadas, fue insuperable. Entonces creí que debía intentar el uso de comidas picantes, como adecuadas para exci­ tar un sentido necesariamente embotado por alimentos groseros. Nada logré; le presentaba, en vano, en los momentos cuando es­ taba dominado por él hambre o por la sed, licores fuertes y ali­ mentos picantes. Desesperando pur fin de poder inspirarle nuevos gustos, hice valer el pequeño número de aquellos para los que estaba in-::linado, acompañándolos de todas las circunstancias accesorias que podían aumentar el placer que encontraba en­ tregándose a ellos. Con esta intención lo llevé a menudo conmigo a comer en la ciudad. Esos días hacía poner en la mesa la colec­ ción completa de sus comidas favoritas. La primera vez que se enfrentó con semejante festín tuvo transportes de alegría que casi llegaron al frenesÍ. Sin duda, pensaba que comería mejor de lo que estaba aC::lstumbrado; tanto es así que se llevó, por la noche, un plato de lentejas que robó en la cocina. Me felicité de esta primera salida. Acababa de procurarle un placer; sólo había qUf' repetirlo varias veces para crearle una necesidad, y es lo que hice. Todavía hice más, tuve el cuidado de hacer pre­ ceder esas salidas con algunos preparativos que él pudo notar: era entrar en su cuarto hacia las cuatro, mi sombrero encasque­ tado, su camisa limpia doblada en la mano. Bien pronto estas disposiciones se convirtieron para él en señal de partida. Apenas yo aparecía, era comprendido; se vestía de prisa, y me seguía con grandes testim<?nios de alegria. No doy este hecho como prueba de una inteligenc;a superior, y no habrá nadie que no 1 ltard preanuncia aqul. con más de un siglo de anticipación, la se­ gunda finalidad del famosísimo "Centre d'Education fonctionnelle", fun­ dado en 1913 por las !'cñoritas Audemars y LafondeL ccn la colaboración de Edouard Claparede y Pierre Bovet. como anexo al "Institut des Sciences de l'Ed"lcation" de Ginebra, y má!l conocido como "Casa de los niños": "Favorecerlos fa los niños] poniendo a su disposición tnateriales y material adecuado: ju<!gos de experien<'Íus, de investigaciones. de dcscl:brimientos: iuego~ de aptitud motriz y manuaL" (AL.M.>

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o!}Jctc qw:' el perro más. Lv;núll hace lo mismo. Pero admi­ tiendo est::. ieualdad n.oral, se ('stá obligado a reconocer un gran ,;ambío; y aquello:; que> vieron ai Sr¡lvaje dd Ib)(?yron cuando su :¡';eada a París, saben qU0 era muy inferior, en relación con el di:;ccrnimie¡;~(), :1 m¡'t~ intcli(tC!l:P d" !1uestru:~ anim:J.lcs dllmés· líeo,.; Cuando ]D Ilev,~ c<,n;nigo, 1;\C era impo:;ible conducirlo por las ,"'aites, Hubiera v:nidn que marchar al trote con él, o em· ple:1r las violencia:; mús faligan tes para que se acompasara ('rV1 mi paso. Por lo tantü, estábamos obligados a salir solamellte en coche. Este fue otro placer nuevo que unió c:ida vez más a sus frecuentes salidas. En P')CO tiempo, e30S dlas no fueron sola­ LlcnLl~ días de fiesta (" los que se enttegaba con la más viva ale­ gría, fueron verdaderas necesidades, cuya prlvación, cuando se intercalaba entre ellas un intervalo un poco más largo, lo volvía triste, inquiet0 y caprichoso. Su placer aumentabv. cuando esas salidas eran por la cam­ paña. Lo llevé no hace mucho, en ei valle dQ Montmorency, a la casa de campo del ciudadano Lachabcaussiere. Fue un espectácu. lo de lo más curioso, y rr..! atrevería a decir de los más conmo­ vedores, ver la alegría que se reflejaba en sus ojos, a la vista de los ribazos y de los bosqu'!S de ese riente v::.lIc: parecía que las ventanas de las pOl tezue\~s del coche no bastaban para la avidez de sus miradas. Se inclinaba tanto hacia una como hacia la otra, y manifestaba la Más viva inquietud cuando los cabanos amen­ guaban el paso o se detenían. 1?a~:ó dos días en esta casa de campo; tal fue sobre él la influencia de los agentes exteriores de aquellos bosques, de aquellas coiirlas, con los cuales no podía saciarse con la vista, que pareció más impa~iente y salvaje que nunca y qL!e, en medio de las atenciones má,;; asiduas y de los cuidados más solícitos, sólo p~recía oCUíJado por e! deseo de huir. Cautivado por comple:n IJor es~a idea dominante, que absorbía todas las facultades de su espíritu y el sentimiento mismo de sus nec':!sidades, encontraba apenas tiempo para comer, y le· vantándos<i! de la mesa a cada minuto, corría a la ventana, para e':adir~e al parque, si ~'staba abierta; o, cn el ·:aso contrario, para contem;:¡lar, por lo me[~o:: a tra':6s de los vidrios. trJd')s aquellos übj~:tos hacia los étwh.:s le; arrastraban irresistib:Cmcr..te hábitos todnTÍa recientes, y tal vez incluso el recuerdo de una vida in­ dependiente, feliz y <-,rlorada. Por esto tomé lo resolución de no someterlo más a semt,jail tps prueba:;. Per() l':na no arrancarlü completé'.mente de sus gustos campestres, 5r~ {:ontinuó llevándolo a p<lsear en algunos j:trdim's dé' la vecindad :::,y;¡S disposiciones ;n:'

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cslrc:chns y [egulares no tenían nada de común con C~;(}:; gran­ des de que se compone una naturaleza , y que unen tan fuertemente al hombre salvaje con Id'; Jugare:: de su infancia, De .:!ste modo, la señora Guérin lo l!c:vclba a \'eces al parque del Lt,xemhurgo, y casi diariamente Jardín clt;! Ubser­ vatorio, donde las bondades del ciudadano Lt"~~erí. lo 1u.'¡ituarm todos los días a ir a beber leche, En medio d" ~.?stos IlW:V·JS hf.bi­ tos, de algunas recreaciones de su elección y de touus los bue­ nos tratamientos con que al fin se le ha rodeado, terrninú por to­ marle gusto a su nueva existencia. De esto ha nacido ese ~¡pego bastante vivo que tomó por su gobernanta, y que a vecl';:, 10 tes­ tirnonia de la manera más conmovedora, Nunca se se¡,ara de ella sin pena, ni la reencuentra sin prueb2.s de contentCl. Una vez, que se le había escapado en las calles, d·:'Tr;mló, al voh'"r!a a ver, una gran abundancia de lágTin:<is, horas despllé<:. tenía todavía la respiración entrecortJ.da y [~; .t)dlso en una especie de estado febril. Habiéndole 1:echo la Sell(,ra l;uérin algunos: cproches, intelpretaba tan bien el t~\no. qó.l0 :;e puso él llorar. La amistad que siente por mí es nóu,:ho más ·~ébíl. y esto debe sel:" así. Los cuidados de la señor;;; Güéri¡~ :,on todos de naturaleza tal que pueden ser <:tpreciados 0n e! rnom-=nto, y los qu.e yo ie brindo no representan para é: nínglln;;., utilidad sensible, Esta diferencia se debe tanto a la causa que indico, que tengo mis horas para ser bien recibido: aqud!as que nunca em­ pleo para su· instruciÓn. Si voy a su cuarto, por ejemplo, a la caída de la noche, cuando acaba de aeostarse, su prim~r intento e::; de incorporarse para que lo bese, despué,; ;:1.traerme :.acia él asiéndome del brazo y obligándome a sentarr:''¡(: en su ';'l::1a, Por lo entonces me toma de la mano, :a "¡¡e"va ;;ob:e sus ojos, sobre su frente, ::lobre el ,'\ccipucio, y me 12. y':t!.ene ~or: !il sl~ya :lpllc:lda bastante tiempo sobre esas partes, Gtras vece:> se le­ va:ltu riendo a carcajadas, y se coloca frente él fr~ntc conmigo para acariciarme las !'odiHas a su manera, e"to es, pa-lpándome­ las, masaj0ándolas fu:!rtemente en todos !c,s sentidos y du­ rante var~os minutos, y después en algunas caSG$ aplicar sus !::lbios do~ o tres veces. Se dirá le:. que se ql)¡,~:·::t. P("l1 "f)Li'ieso que me presto sin l'ctincendas a todas estas . 'red ~l'Z sea ent~l"dldo, si se recuerda 12 inf:u2;¡cia qUt' ti2ncn sobre e! espíritu de! niño esa::l comp:acencws iLlgcHabii2s, esas nader¡¡,;-i :)ficiusas. que la naturaleza ha ptlesi.CJ en ci C0raZÓ:l ~ie unCl madr¿:, (¡ue hacen eclosionar las primer;;:; sonrí:;:¡::;. y llaC(~r h,<,: príme r 2.s alegrías de la vida,

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DE LA NECESIDAD.

Si hubiera querido solamente ofrecer resultad03 felices, habría suprimido de esta obra esta cuarta proposición, los medios que puse en acción para llenar su fin y el poco éxito que obtuve. Pero nu finalidad no es relatar la historia de mis cuidados, sino la de los primeros desarrollos morales del Salvaje del Aveyron, y nada debo omitir dp. 10 que con ello tenga la menor relación. 115 Digitalizado por: I.S.C. Hèctor Alberto Turrubiartes Cerino hturrubiartes@beceneslp.edu.mx


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CC.-\flT:'I. PHOPOSICION

Estaré obligado u presentar aqul algunas ideas teóricas, y espero que se me las perdonará en vista de la Jtención que he teni¿o de apoyarlas solamente sobre ¡lcchos, y reconociendo la nece­ sidad en que me encontraba de responder a estas eternas obje­ ciones: ¿El salv,¡jc Iwhla? Sí no es sordo, ¿por qué no habla? Se concibe hcíímeutc que en medio de los bosques y de la sociedad de cuaiquier ser pensante, el sentido del oído de nuestro salvaje no recibía otras impresiones que las producidafi sobre él por un pequeño número de ruidos, y en particular los que se relacionaban con sus necesidades físicas. Allá, este órga­ no no era el que aprecia los sonidos, su articulación y sus com­ binaciones: sólo era un simple medía de conservación individual, que advertía de la aproximación de un animal peligroso, o de la caída de algún fruto silvestre. Estas fueron, sin duda, las funcio­ nes a las que respondía el oído, si se juzga por la piel, o la nuli­ dad. de acción que tenían sobre ese órgano, hace un año, todos los sonidús y los ruidos que no interesaban a las necesidades dei individuo, y por la sensibilidad exquisita que ese sentido testi­ liloniaba, por lo contrario, para los que con eUa tenían alguna relación. Cuando se mondaba, sin saberlo él y lo más suavemente posible, una castaña, una nuez; cuando se tocaba solamente la Have de la puerta que lo mantenía cautivo, nunca dejaba de volv~rse bruscamente y de acudir al lugar de donde partía ti ruido. Si el órgano del oído no testimoniaba la misma suscepti­ bilidad para les sonidos de la voz, para los disparos incluso de armas de fuego, es que necesariamente era poco sensible y poco atento a cualquier otra impresión que no fuesen aquellas de las que tenía un hábito largo y exclusivo. 1 Se concibe, pues, porque

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1 Observaré, para dar mayor fuerza a este aserto, que en la medida en que el hombre se aleja de su infancia, ('1 ejercicio de sus sentidos se v~elve gradualmente menos universal. En la primera edad de su vida, quiere ve. todo, tocar todo, lleva a la boca todos los cuerpos que se le present:m; el menor ruido lo hace sobresaltar; sus sentidos se detienen sobre todos bs objetos, incluso sobre aquellos que no tienen ninguna relación ctlnocida con sus necesidades, A medida Que se aleja de esta época, que es de alguna manera la del aprendizaje de los sentidos, los objetos solamente le ::traen en la medir;;:. en que :¡<:! :,clacionan con sus apetitos, con sus hábitos o con sus inclinaciones. Entonces hasta ocurre a menudü que úni'~;·.mente uno o dos ~cntidos Sé'a 105 que revelan su atenciórr. Será un fnúsicu cte~ta('ado que, atente· a lorio lo q\le escucha. es indiferente a tod(\ lo qul:' ve. Será, si se qui"re, un mineralogista y un botánico exclusívo~ que, en un campo fértil en objetos de sus investiga­ ciones, sólo ven el primero minerales. y d segundo vegetales. Será un matemático sin oíd'), que dirá al salir de la representación de una pieza de Racine: ¿qué prueba esto? De este modo, si dewe los primeros tiem­ ¡JOS de la infancia, b G.tiOudón sólo se centra naturalmente sobre los Objetos que tienen rdacioues conocidas " :Jrescntidas con nuestros gustos. se concibe por qut m~est('o joven saivaji:, <.,qicndo únicamente un pe'1ueüo

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el oído, muy apto para percibir algunos ruidos, aun los mús lige­ ros, debe serlo muy poco para apreciar la artículacíón de los sonidos. Por otra parte, no basta par a hablar la percepción del sonido de la voz; se requiere todavía apreciar 1:1 drtlcLllación d(' ese sonido; dos operaciones bien distintas y que exigen, por parte del órgano, condiciones diferentes. Para la prirnera, basta un cierto graJo de sensibilidad del nervio acústico; para la segunda, se requiere una modificación especial de esa misma sensibilidad. Se puede, pues, con oídos bien organizado:,: y bien vivientes, no a:::ir la articulación de las palabras. Se encuentran entre los cretinos muchos mudos que no son sordos. Hay entre los alumnos del ciudadano Sicard dos o tres niños que oyen per­ fectamente el sonido de un reloj, un aplauso, los tonos más ba­ jos de la flauta y del violón, y que, sin embargo, nunca pudieron imitar la pronuncIación de una palabra, aunque fuese articulada muy alta y muy lentamente. De esta manera se podría decir que la palabra es una especie de música, a la cual algunos oídos, aunqlle bien constituidos, pueden ser insensibles.:! ¿Será lo mismo para el niño de que nos ocupamos? No lo pienso, aunque mis esperanzas reposan sobre un pequeño nú­ mero de hechos; es verdad que mis tentativas al respecto no han sido más numerosas, y que embarazado largo tiempo por el partido que debía tomar, me atuve al papel de observador. Esto es lo que noté. En los cuatro o cinco prinleros meses de su esta­ día en París, él Salvaje del Aveyron no se mostró sensible a los diferentes ruidos que tenían con él las relaciones que indiqué.

En el transcurso de Frimario,3 pareció escuchar la voz humana,

y cuando en el corredor que lleva a su cuarto, dos personas con­

versaban en voz alta, ocurría que se acercaba a la puerta para

asegurarse de que estaba bien cer::ada, y para ajustar una por­ númerr, de necesidades, solamente üebía ejercitar sus sentidos sobre un p8quciío número de objetos. He aquí, si no me equivoco. I? causa de esta desatención absoluta que sorprendía a todos desde SI.: llegada a P:lrís, y que ahora desaparecii> casi -::ompletamente, porque se le ha hecho sentir la unión que tieTlcn con él todos los objetos nuevos que 10 rodean. En esta nora, H!!Td ~sbCJza el concento dI! "Umwelt", esto CS, medio umbiente específico de ta e,~pecie o det individuo, que en nuestros días deoía ser enoin('iado, prccisadu y estudiado cn todos sus alcances 1!0T Jakr¡b von Uexkiill, "Ideas para una concepción bio[ógi.=a del mundo", l';spasa-Catpe, Madrid. 1922. (A.L.M.> • Este problema sólo sería comprendido en nuestros días ;!raci"s a los estudies de lingüística y de pSicología del lenguaje. que pus¡('ro<l de r~1il2ve la importancia de la relación entre lenguaje y ~o:;texto. V¿;ase, al Tati;¡L<: S!arn:\-Cazacu. Lengullje y contex!u, Grijalbe. Barcelona. ~ -; ¡·r~:,:;, rrU's dpl calendario repubHt:an(\ o sea. novielnbrc dr.::l grego­ rí:tn·J. l.:\.L.r\.'r.}

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tezuela interior, con el cuidado de poner el dedo sobre la cerra­ dura para asegurar mejor el cierre. Un tiempo después noté que distinguía la voz de los sordomudos, o más bien, ese grito gutu­ ral que se les escapa continuamente en sus juegos. Incluso pare­ cía reconocer el lugar de donde partía el sonido. Así, si estaba en la escalera, nunca dejaba de subir o de descender más rá­ pidamente, según que el grito partiera de lo alto o de lo bajo. Hice, al (;('mienzo de Nivoso,4 una observación más interesante: un día que se' encontraba en la cocina ocupado en..cocinar pa­ tatas, dos personas disputaban vivamente detrcts suyo, sin que pareciera prestarles la menor atención. Llegó una tercera, que mezclándose en la discusión, comenzaba todas sus réplicas con estas palabra¡::: ¡Oh!, esto es diferente. Observé que todas las veces que esa persona dejaba escapar su exclamación favo­ rita: ¡Oh!, el Salvaje de Aveyron volvía rápidamente la cabeza. Por la noche, a la hora en que se acostaba, hice algunas expe­ riencias sobre esta entonación, y obtuve más o menos los mis­ mos resultados. Pasé revista a las demás entonaciones simples, conocidas con el nombre de vocales, y sin ningún éxito. Esta preferencia por la o me llevó a darle un nombre que terminara por esta vocaL Elegí el de Víctor. 5 Este nombre le ha quedado, y cuando se pronuncia en alta voz, raramente deja de volver la cabeza o de acudir. Tal vez también, por la misma razón, después comprendió el significado de la negación no, de la que me sirvo para hacerle conocer sus errores cuando se equivoca en sus pequeños ejer­ cicios. G En medio de estos desarrollos lentos, pero sensibles, del ór­ gano del oído, la voz quedaba siempre muda, y rehusaba repro­ ducir los sonidos articulados que el oído parecía apreciar; no obst.ante, los órganos vocales no presentaban en su conforma­ ción externa ninguna traza de imperfección, y nada dejaba sos­ pechar que la hubiese en su organización interna. Es verdad que .se veía en la porción anterior y superior del cuello una cicatriz bastante extensa, que podía arrojar algunas dudas sobre la in­ tegridad de las partes subyacentes, si no t::-anqüi:izara el aspecto

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• Cuarto mes del calendario republicano, o sea, diciembre del grego­ riano. (A.L.M.) • Debe tenerse presente que en francés la consonante final de las pala­ bras no se pronuncia, y que el sonido que se emite corresponde al de la vocal que la antecede y que se acentúa. De este modo, Víctor en francés suena, aproximaiamente, víctÓ. (A.L.M.) • Itard no podía comprender la relación entre lenguaje y contexto (vid. nol;.c, 2, de este capítulo), y de 3quí su interpretación simplemente fonética de la comprensión del adverbio de negación no. (A.L.lVU

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de la cicatriz. Representa en verdad una herida causada por un instrumento cortante; pero dada su apa,icncia lineal, hace creer que sólo fue de los tegumentos, y que curó de una vez 0, ('nmo se dice, por primera indicación. Es de presumir que una mano, más dispuesta que entrenada para el crimen, hubiera querido atentar contra la vida de este niño, y que dejado por muerto en el bosque, hubiera debido a los solos recursos de la naturaleza la pronta curación de su herida; lo que no se hubiese realizado tan felizmente si las partes mU3culosas y cartilaginosas del órgano de la vo?: hubiesen sido cortadas. Estas consideraciones me lle­ varon a pensar, cuancio el oído comenzó a percibir algunos soni­ dos, que si la voz no los repetía, no se debía a<,u&,r a una lesión orgánica, sino al disfavor de las circunstancia~. El defecto total de ejercicio convierte a nuestros órganos en incapaces de sus funciones, y si éstos ya hechos a su uso son tan poderosamente afectados por esa inanición, ¿qué será de los que crecen y se desarrollan sin que ningún agente tienda a po­ nerlos en ju~go? Se requiere por "lo menos dieciocho meses de educación cuidada para que un niño comience a pronunciar algu­ nas palabras, ¡y se pretendería que un rudo habitante de los bosques, que solamente está en la sociedad desde hace catorce o quince meses, de los cuales ha pasado cinco o seis entre sordo­

mudos, estuviera ya en estado de hablar! No sólo que esto no

podría ser, sin" que se requeriría, para llegar a este punto im­

portante de su educ<lción, mucho más tiempo, mucho más es­

fuerzo que los requeridos por el más precoz de los niños. Este

no sabe nada, pero posee en grado eminente la susceptibildad para captar tod0: inclinación innata por la imitación; flexibili­ dad y sensibilidad excesiva de todos los órganos; movilidad per­ petua de la lengua; consü,tencia casi gelatinosa (sú» de la larin­ ge: todo, en una palabra, todo concurre a producir en é! ese gorjeo continuo. aprendizaje involuntario de la voz que favore­ cen todavía la tos, el estornudo, las voces de esa edad, e incluso los llantos, los llantos que no solamente se deben considerar como Índices de una viva excitabilidad, sino también como un móvil poderoso, aplicado sin descans/) y en los mementos mús oportu­ nos, a les desarrollos simultáneos de los órganos de la respiración, de la voz y de la palabra. Que se me acuerden estas grandes ventajas, y respondo de su resultado. Que se reconozca conmigo que en la adolescencia del j0ven Vídor no se debe contar con esos recursns, y sólo con los fecundos de la Naturaleza, que sabe CrE~é:r nuevüs medios d~ educación cuando :::ausas accidentales vienen a privarla de los que primitivamente lwhían dispuesto_

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CUAIlTA PHt)!'OSICION

Pero he ~qui algunos hechos que pued¡!n hacerlo esperar. Dije en el enunciado de esta cuarta pro!x:sición, que me pro­ ponía lIevulo al ,150 de la palabra. dctermiiwnJo el ejercicio de la irnÍ(.t1ción por lu 'ey imperiosa d.e la nece:;ídad. Convenddo, en ('[ecto, por las consIderaciones emitidas en estos dos {¡Jtimos pa­ rágrafos, y por otra no menos concluyente qU'2 expo:1dr(; pronto, que solamenté se requería esperar un trabajo tardío por parte d~ ¡a laringe, yo debía actuar de m'1I1era de activarlo p'Jr el cebo de los objetos necesarios a sus necesidad(·s. Tenía razón para creer que la vocal OJ L -,bien.do sido la prim~ra comprendida, se­ ría la priínera pronunciada, y encontré muy bien para mi plan que esta 5irnple pronunciación fuera, por lo menos en cuanto ai sonido, el signo de una de ¡as nec:esídadcs más comunes de este nííb. Sin embargo, no pude sacar ningún partido de esta coincidencia favorabie. En vano, en los momentos cuando su gcd era ardiente, ~'o mantenía delante i'uyo un vaso lleno de agua, gritando frecuentemeute ea'u, eall,' 7 al dar el vaso a una persolla que pronunciaba la misma palabra a su lado, y recla­ mándolo yo mismo por ese medio, e: desgraciado se atormenta­ ba en todos los sentidos, agitab2. sus brazos en torno del vaso de manera casi convulsiva, producía tina especie de silbido y no articulaba ningún sonido. Hubiera sido inhumano insistir más., Cambié de sujdo, sin cambiar por ello de método. Fue la palabra lait a sobre la que se centraron mis tentativas. Al cuarto día de este segundo ensayo, tuve éxito en la medida de mis deseos, y escuché a Víctor pronunciar distintamente, aun­ que de manera un poco ruda en verdad, la p::tlabra lait, que re­ petía casi inmediatamente. Fue la primera \'ez que salió de su boca un ~onido articu:ado, y no pude dejar de escucharlo con la más viva satisfacción. Sin embal"go, tuve una reflexión que di.3minuyó en mucho, a mis ojos, la ventaja de este primer ¿:'xito. Fue en el momento cuando, desesperando de lograrlo, acababa de verter la leche en la taza que me presentaba, que la palabra lait se le escapó con g-randes demostraciones de placer; y sólo después que la hube ver­ tido de nuevo a manera de (ecompensa, li.: pronunció por segunda vez. Se ve porque <:ste modo de resultado estaba lejos de corres­ ponder a mi:; illtertciones; la palabra pronunci'v:1a, en lugar de ser el signo de la necesidad, sólo había sido en relación con el tiempo en que fue articulada, una vana exclamación de alegría. Si esta palabra hubiese salido de su bO(:,i anTe:,; de la concesión 1

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Agua. en fruncés, y cuy~ prt;:l\.;J ,ci~c:i(¡n ~,,'.) :-:il!~;}i~nll!ntc o. (A~L.MJ Lc(:hc~ en lrant'C;3, y que s.. ' !}ronuncí::... ~:iL.i;k· ;;.'..~t:tt! le. L\.L.M.)

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de la cosa deseada, la experiencia hubiEr::1 esl ado cop·nacla por el ('xito; el verdadero uso de la palabra lwbiera .;¡do asido por Víctor; un punto de conexión se hubierél pst<Jhle(:ldo '.~ntre él y yo, y los progresos más rápidos hubieraní!¡lÍdp d·' es!,f' pri­ mer éxito. En lugar de todo esto, solamente ,3c;:,bah~1 ..;" obtrmer una expresión, insignificante para él e inútil p:!r:J 11·" .)~ !"lS. del placer que sentía. En rigor era, en verdad, W: sígr1(J el sigpo de la posesión de la cosa. Pero ello. lQ repito. no establecía ningnna relación entre nosotros; pronto ..leb!a ser dc:;cuidarto, por lo mismo que era inútil para las nec2si(1:!clés del individuo y est3ba sometido a una cantidad de anomalíi1s, com" el senti­ miento efímero y variable del que se había com'C'rtido '~n índice. Los resultados subsiguientes de esta falsa dircc·,::Íón ft¡nron tales que los temÍ. Ocurría a menudo que durante el goce el€' h cosa ia palabra lait se dejara escuchar. A veces 18. pronunciab8 ant'·". y otras poco después, pero siempre sin intención. N,; e'ne",le> mayor importancia a la repetición espontánea que h~cía. y que hace todavía, en el curso de la noche cuando se despierta. De~~pllés de {'stc primer resultado, renuncié por completo al método con el cu:o¡llD había obtenido; a la espera del momento en que me fuera permitido sustituirlo por otro que creía más eficaz, abandoné el órgano de la voz a la influencia de la imitación que, aunque dé­ bil, no estaba, sin embargo, extinguida, si está permitido juzgar por algunos pequeños y espontáneos progresos ulteriores. La palabra lait fue para Víctor la raíz de otros dos monosí­ labos, la y 1;., a los cuales, por cierto, concede todavía menos sen­ tido. Desde hace poco ha modificado el último agregándoie una segunda l, y pronunciando ambos como el gli tI de la lengua ita­ liana_ Frecuentemente se le escucha repetir lli, ni, con una in­ flexión de voz que no está exenta de dulzura, Es sorprer.dente que la I mojada,lO que es para los niños una de las silabas más difíciles de pronunciar, sea una de las primeras que Il<lya actieu­ lado. No me encuentro lejos de creer que en este penoso trabajo de la lengua hay una especie de intención en favor del nombre 11 nifia de 'Jnc'~ a doce años que viene a pasar in:; dop.ül1­ gos con la seña::,&. Guérin, su madre. Es c!el-to que ese día las exdamacir.nes lli, lli se vuelven más frecuente;;, e incluso. se~ún relata su gobernanta, se escuchan durante la r:oche, 2n les ::no.. mentos en que hay razón para e'eer q~e duerme • El gli it;,liano Se pronuncia como !ti en cspaiiol, pero v(~g¡,ndo la p,.¡nta di" 1;; k>lgua en la parte <Interior del pabdar. (A.L.M.l En rr;l!!' :·s. h 1 m:ll!Íl1(; !'c pronur.ci;¡ como la I( (''1 ra:<tc;l;ll'O. (A,~ .. M') ,i !lita, .... fl'dllC('S, y qHe' ~-:e pronuncia aproximnda!1!:_'::tc !J1tH. C\ L,~{S,)

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,. ¡Oh Dios!, y que en francés se pronuncia <lproximadamente O Dieu!, siendo la eu de pronunciaci¿'n nasal. (A.L.M.) " En fraIH'l's, la 11 Llene un sonido intermedio entre la u y la i caste­ llanas. Puede obteller!ie sí pronunciamos nuestra u y luego, sin cambiar la posición de los labios, 1. (A.L.MJ 1\ Mis obsen'aciones también confirman sobre este punto importante la opinión de Condillac. que dice, hablando del origen del lenguaje de los sentidos: "El lenguaje de acción, entonces tan natural lpara c:l hombre pi"i­ mítivol, era un gran obstáculo a superar; i.p:.>día "b,tndonarlo por otro del que no se preveían !as ventajas, y cuya dificultad $'-' dejaba sentir?" Este párrafo se cncup.ntra en Etienn" Bonnot de CondüZac. "essai SUT Z'oTígine des eonnaissancey Im'l'J!-:lin<!s", 1746, (A.L,l'vU

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No se pued(' determinar con justedad la causa y el valor de este último hecho. Se debe esperar que la pubertad más avanzada nos brinde, para clasificarlo y para dar cuenta del mismo, mayor número de observaciones. L:l última adquisición del órgano de la voz es un poco más considerable, y está compuesta por dos sílabas que bien valen por tres según la manera como pronun­ cia la última. Es la exclamación ¡Oh Dieu! 12 que ha tomado de la señora Guérin, y que frecuentemente deja e::::::apar en medio de sus grandes alegrías. La pronuncia suprimiendo la u de Dieu, y re­ calcando la i como si fuese doble, de manera que se le escucha exclamar distintamente: ¡Oh Diie! ¡Oh Diie! La o que se en­ cuentra en esta última combinación de sonido, no era nueva para él, yo había logrado algún tiempo antes hacérsela pronunciar. Esto es, en cuanto al órgano de la voz, el punto a que hemos llegado. Se ve que todas las vocales, con excepción de la u,13 entran ya en el pequeño número de sonidos que articula, y que se encuentran las tres consonantes l, d Y l mojada. Sin duda, estos progresos son muy pobres si se los compara con los que exige el desarrollo completo de la voz humana, pero me han parecido suficientes para garantizar la posibilidad de ese des­ arrollo. Ya antes he detallado las causas que necesariamente de­ ben hacerlo mBs largo y difícil. Hay, sin embargo, una que a ello contribuye n:ucho y que no debo pasar en silencio. Es la facilidad con que nuestro joven salvaje expresa de otra manera que con la palabra el pequeño número de sus necesidades. 14 Cada una de sus voluntades se manifiesta por los signos más expresi­ vos, que tienen de alguna manera, como los nuestros, sus grada­ dones y su sinonimia. Cuando llega la hora del paseo, se presenta continuadamente delante de la ventana y delante de la puerta de su cuarto. Si entonces se da cuenta de que su gobernanta no está todavía preparada, dispone delante de ':'!lla todos los objetos necesarios para su compostura, y en su impaciencia incluso llega hasta ayudarla a vestirse. Cümplido esto, desciende primero y

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tira él mismo del cordón de la puerta. Llegados al Ol):oervato­ do, su primer cuidado es solicitar leche, lo que haee presentando una escudilla de madera, que nunca olvida, al salir, de poner en su bolsillo, y dl~ la cual se proveyó por primera vez ::tl día sí­ guiente en que rompió, en la misma casa y para el mismo uso, una taza de porcelana. Una vez allí, para hacer más completos los placeres de sus paseos, se tiene desde hace tiempo la bondad de acarrearlo en una carretilla. Desde entonces, cuando lo desea y si nadie se p!'esenta para satisfacerlo, entra a la casa, toma a alguien por el brazo, lo arrastra al jardín, y le pone entre las manos las varas de la carretilla, en la que se ubica de inmediato; si hay resisten­ cia a esta primera invitación, deja el asiento, retorna a las varas de la carretilla, la hace dar algunas vueltas, y va de inmediato a sentarse de nuevo en ella, imaginando sin duda que si sus deseos no han sido satisfechos, no es por falta de haberlos ex­ presado c1aramen~e. Si se trata de comer, sus intenciones son todavía menos du­ dosas. El mismo pone el cubierto y presenta a la señora Guérin los platos que ella debe bajar a la cocina para allí tomar sus ali­ mentos. Si come conmigo en la ciudad, todos sus pedidos se di­ rigen a la persona que hace los honores de la mesa; es siempre a eUa a !a que se presenta para ser servido. Si se simub no com­ prenderlo, coloca su plato junto a las comidas, que devora con los 'Jjos. Si esto no produce efecto, coge un tenedor y con el mi"­ mo golpea dos o tres veces el borde del plato. ¿Se le ignora aún? Entonces no guarda compostura: hunde una cuchara, o inclusive su mano en la fuente, y en un abrir y cerrar de ojos la vacía completamente en su plato. De ninguna manera es menos ex­ presivo en el modo de testimoniar los afectos de su alma, y sobre todo la impaciencia del aburrimiento. Cantidad de curiosos saben cómo, con más franqueza natural que cortesía, los despide cuan­ do, fatigado por la duración de sus visitas, presenta a cada uno de ellos, y sin equivocación, su bastón, sus guantes y su sombre­ ro, y los empuja suavemente hacia la puerta, que cierra impe­ tuosamente detrás de ellosY¡ " Es digno dI' destacar que cste lenguaje de acción es completamente natural y que, desde los primeros días de su ingreso a la sociedad, lo emplea de la manera más expresiva. "Cuando tiene sed, dice el ciudadano Constant Sto Esteve, que lo vio en los cc'mienzos de esa époea interesante, dirige sus mirad:ts a la derecha y a la izquierda; habiendo descubierto un cán­ taro, puso mi mano en la suya y me llevó hac:a el cántaro, que golpeó con la mano derecha para pedirme de beber. Se le proporcionó vino, que des­ deñó testimoniando Íl-ctpaciencia por el rel,¡rdo en que se illcurr;a para darle agua" Esta cita se encuentra i'n Con,tant de Saint-Estéve. "Rapport sur

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cu ARTA

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,-ROPOSICION

htf<l complelar la hisloria de este lenguaje de pantomimas, es necesario decir qUE' Víctor lo compr(!nde con la misma facili­ dad con que lo hablé!. 1\ la $f'{lonl (;uérin le b<lsta, p,1:-a enviarlo a buscar agua, lIH1sf';.trlr> el cánlaro y hacerle ver q\¡i' ,.::;lJ. vacío, dando al vaso una [psí,jón invertida. Uf:' pro(;r:dcr an¿')(¡¡:!o ba:stó p.::.ra obligarle: a servirme de beber cu,llldo cornemo,; juntos, etc. Pero lo que hay de más sor­ prendente en la manera con que se presta a estos medios' de romunicación, es que no necesi ta de r :nguna iección prelimi­ :1ar, ni de ninguna convención recíproc:\ para hacerse entender. De el!o me convencí un día por ml'dio de un3 experiencia de las m6s conc!uyent<:s, Entre una cantidad de objetos, elegí uno para cl cual, me había asegurado antes, no existía entre él y su gobemanta ningún signo indicador. Tal era, por ejemplo, el peine qU(~ se empleaba para él, y que quise h::¡eenne traer. Hubiera estado bien equivocado si alborc¡¡md0 los c2bcllos y presentando asi mi cabeza en desor­ den no hubiera sido comprendido. Pero, en efecto, lo fui, y ¡;ronto tuve en las manos lo que solici~aba. Muchas personas sólo ven en estos procederes la manera de actuar de un animal; para mí, lo confieso, creo y reconozco con toda su simplicidad el len­ guaje de acción, ese lenguaje primitivo de la especie humana, originalmente empleado en la infancia de las primeras socie­ dades, ante« que el trabajo de varios siglos hubiese coordinado el sistema de la palabra y brindado al hombre civilizado un fe­ cundo y sublime medío de perfeccionamiento. que hace eclosio­ nar su pensamiento inclusive en su cuna, y del que se sirve toda la vida sin apreciar lo que es para él, y lo que sería sin él si se encontrara accidentalmente privado del mismo, como en el caso que nos OCUp;:,H; Sin duda, vendrá el día en que las necesida­

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(23 de mc,zo de 1800;, _ Loc. cit. CA,L_M)

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lO Contra los nrinc:pÍfls mecanicisias, de "con',·"ndón" o de "contrato", como el pf(:~oni<:ado por ],üusscau, y que l':'t:rl011~illab;:¡n en su ~poca por influjo ce los "E:!dcloI,<:distas", ltard cncur~nt:ra ql'C un ~f'r que no reconoce !as cos;:¡s ("5 'ln :,-:!r ~ln ;dr.~'~. y qltc es en el lp:1;::;~jc d0ndé se encucnt!'an 10$ ide::ls. Si:"l e(nl"\éH·f{~·'. cae en el error de ~;('eptur con la época nI ulen.. fuaje de act.:iún", 1~1 r;lrm~('a. (~'omo antcCt;CCtHt: din'cto y necesario del "t<:nguaje habladc" CCITH) sup'::rvívencía en fl;;S(Jtros d(~ un medio de los t¡e~pos "bá~b,m)s" y prueba de animalidad (IriC(ir,atia. Hoy sabernos que la mímica es, como ei lCIH;uaje hablado. un instrumento natural de ex­ presión c~ly(1 rlo:nin;o ,1"",rrol1ilIl10S a fondo. V,'ase ¡.J respecto, Charles HIondel, !~1tr')dHdion a 1.'1 psychologie coHectivf!, Paris, 1935; Tatiana Slama­ Cazacu. L~7¡gll(lj'! 11 contexto, Grijalbo, Barceinna, 1970; Tatiana Slama-Caza­ ru. CO~"llnicaTca in TJT()Cestd mandí, DUCUI'l';;ti, l\J6fJ; José Manuel Briceño Guerrero, QTi!lcn del lengueje, Monte Avila, Caracas, 1971. (A.L.M')

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des multiplicadas harán sentir al ~oven Víctor la rW{~(,:;ldad de emplear nuevos signos. El empleo dC"fectuoso qlle ha hn.:ho de sus primeros sonidos podrá, sin duda, retardar esta ('T,,:.:a, pero no impedirla. Tal vez sea, ni más menos, lo qw: O~ll1Tt' con el niño, que primero balbucea la palabra papá, sin 'ullrh a nin­ guna idea, la dice en todos los lugares y en cual(;;;icr ocasión, dándola primero a todos tos hombres qu<; ve. y 1lelO só!o después de una cantidad de razonamientos e incluso eL- abstrac­ ciones a lograr una única y justa aplicación.

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Considerado en su más tierna infancia y bajo la r~lación de su entendimiento, el hombre no parece elevarse todavía por en­ cima de otros animales. Todas sus facultades intelectuales están rigurosamente r:ircunscriptas al círculo estrecho de sus necesida­ des físicas. Para ellas únicamente se ejercen las funcIOnes de su

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espíritu. Sf~ r"quiPL' entonces que la i'c!ucación se la:, y las apliqu(: a su i¡'struccíón, o sea a un nuevo orden de cosas 'lue no !.i('!le Iling'll1a relación con sus primeras necesidades. l De esta Cuyen todos sus cor.ocirrüentos, todos lus pro­ gr"~::;(js dI' :;ll ,~.:!,¡ri~·(, Y ¡a:: concepciones dd genio mós suhlime. Cualquier;; q'H' :~'.':\ f:l grarl'l de probabilidad de esta idea. sola­ mente la J'I'prudll::c() aquí .::ümo punto de partida de la marcha que S0guí para cumplir con esta última proposición_ No entran:' en ~'I detalle de los medios ntilizados para lar las facultades inteléctuales del Salvaje del Aveyron sobre los objetos de sus apetitos. Estos medios no eran otra cosa que obstáculo~ siempre crecientes, siempre nuevos, puestos entre él y sus necesidades, y que no podía superar sin ejercitar continua­ mente su .'1tenclón, su memoria, su juicio y todas las facultades de sus sentídos.~ De este modo se desarrollarían todas las facul­ tades q:1e debían servir para su instrucción, y solamente se re­ quería encontrar los medios más fáciles para hacerlas valer. 1

Itard ddine como "educación" lo que hoy definimos como "aprendí.

7.aje", y cuya e!lundación con términos modernos, pero concorde con el espíritu de la interpretación de Itard. I'S "Ji! adquisición de hábitos (prin. cipalmente en el dominio motor y tendiendo entonces a la creación de automatismos~, y Id aliquisiciull de conocimientos" (H",né Lafont, Vocabu.­

Zaire de Psychopci:dag·.){lk et Psychiatrie de ¡'en/ant, París, ·1963. Para pre­ cisar el empico de los términos de educación. instrucción, aprendizaje. ;,ulomatismos. habiloso véase Alberto L. Mer2.ni, Diccionario de los tér­ mino.'; técnicos (~e In psicología, Grijalb r Barcelona, 1972. (A.L.M.J • No es inútíl destacar que no encc.tré ningutla dificultad para cum­ pUl' este primer fin. Todas las veces que se trataba de sus necesidades, su "tendón, su memoria y su inteligencia parecían elevarse por encima de ellas mismas; es una observación que se pudo hacer en todos los :icmpos y que, si se la hubiese profundizado seriamente, hubiera llevadú a prever un porvenir feliz. No temo decir que consideré como gran prueba de inteligencia que aprendiera f. cabo de seis semanas de estadía en la sacie­ d q 1, a preparar sus alimentos con todos los t:!uid¡;,dos y los detalles que nos ha trasmitido el cÍ\J.dad.w0 Bonnatcrre (loe. cit.) "Su ocupación du­ ran!e su estadía en Rodez. diCe este naturalista. consistía en desvaina:­ judias, y se t~ntreg¡:,ba a esta tarea con el grado de discernimiento del que S<!ría susceptible el bombre más ejercitado. Como sabía por expel'icnc;¡¡ que es:>s kgli~,;;:':s e~laba!l destinadas a su subsbtencia, tan pronto como se le traía un at:1do ·-le jUdías deseradas iba a buscar una marmita y {~S­ tablccia la e;,:('~a r!': ;a opr:~:lción en medio cid dcpartamento. AHí. dis­ tribuía los t;'!.:1~{';,ialn.:; de l~l lnanera más córr.. cda posible. El pete e!·a co­ ]ocacn ?: !;) d~r¡:':!4" 'i !as j:_t~!ias a la izql!ic:rd~; 'abría sucesivamcntf! la.") vainas. !.H1<:l dCS~)l./-:-; r~r-: :a otra; f:Otl lJna a1!i1ichHi de dedos ir.imít,ble; ponía en t:1 pote 1')5 gran(~s ouenos y recha7aLa 105 ljlle estaban brotados o man­ chados; si por ca~,!,\!idad algún grane se le es:apaba. 10 seguía con la vistil. le atrapaba )' lG :J'~:: ia eun los otros. En la ::lcdida en qUé ';aciaba las vaína~, las <lf';hba a ,el: ~,,-d<) con simetría, y Gland" su tr:l.bajo estaba COIl­ ciuido. recogía d ;)cti~ ·.".~l·tí", en éJ agua y lo il(;vaha cerca del fuego, qU1.' mantenía viv;:'! ~on LIs \'<l!n'Is qUé' h'l!Jía apilact0 sepa,:idamente. Si el fuego e!'taba ,!xiir.g1.l i j:¡. !0maba ¡a ¡HJa. que pO 'lía entn, h¡; manos de su "i¡:i­ lante, :13('i~:'1; 11 1'· ";'~(I;-!i Of.! irl0

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TodavÍ3 debía contar poco con los recursos del sentido del oído, y bajo este aspecto el Salvaje del Aveyron sólo era un sordomu­ do. Esla consideración me llevó a intentar el método del ciuda­ dano Sicard. 3 Comencé, pues, por los primeros procederes usa­ dos en esta célebre escuela, y dibujé sobre una plancha negra la figura lineal de algunos objetos que un simple dibujo podía re­ presentar mejor la forma; tales como una llave, tijeras y un martillo. Apliqué diversas veces y en los momentos en que era observado, cada uno de esos objetos sobre la figura respectiva, J cuando por esto estuve seguro de haberle hecho sentir las relaciones, quise hacérmelo:'> traer sucesivamente señalando con el dedo la figura del que pedía. No logré nada, y aunque insistí muchas veces siempre tuve el mismo resultado: o se negaba con testarudez a traer lo que le indicaba de las tres cosas, o bien me traía con ella las otras dos, y me las presentaba todas a la vez. Me persuadí dI:"' que esto respondía a un cálculo de pereza, que no le permitía realizar en detalle lo que encontraba más sim­ ple de ejecutar de una sola vez. Me procuré entonces un medio que lo obligó a detallar su atención sobre cada uno de esos objetQs. Había observado, desde hacía algunos meses, que sen­ tía un gusto muy pronunciado por el orden: llegaba a tal punto, que a veces se levantaba de su cama para colocar en su lugar acostumbrado algún mueble o un utensilio cualquiera que se en­ contraba accidentalmente fuera de lugar. Este gusto lo llevaba todavía más lejos para las cosas suspendidas de la pared: cada una tenía un clavo y su gancho particular; y cuando se había hecho alguna transposición entre aqueilos objetos, no permane­ cía tranquilo hasta que él mismo hacía retornar el orden. No había, pues, más que someter a los mismos arregtos las cosas so­ bre las cuales se quería ejercitar su atención} Suspendí, por me­ dio de un clavo, cada uno de los objetos debajo de su diseño y los dejé allí algún tiempo. Cuando después los saqué y se los dí a Víctor, fueron de inmediato ubicados en su orden conveniente. Lo repetí muchas veces y siempre con los mismos resultados. Yo estaba lejos d::! atribuir esto a su discerlÚmiento, y esta cIa­

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• Abate Roque Amb::osio Sicard (1742-1822), pedagogo francés, fun­ dador de un establecimiento para sorG.omudos t'n Burdeos, y Que sucedió al abate de l'Epée en la dirección del que éste fundara en París e hiciera célebre. Sicard fue con su procedill1iento el que echó las bases de! hoy llamado método audiovisual. y el primero en aplicarlo ea la instrucción de los sordomudos. (AJ ,.Mol . • De manera intuitiva, ltard aplica. en el método activo del que es imciador. la noción del modo incividualizado, que crearan el; nuestros dias Washburn (método de Win;1ctka) y Doltrens (método de enseñanza individualizada). Para mayores detalles sobre estos mé~odos, \'éase R. Lottrens, L'cnseignemení individuaLisé. Del2!ch<\ux, Geneve, 1953. \A.L.lVU·

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sificación solamente podía ser un acto de memoria. Para ase­ gurarme, cambié la posición respectiva de los dibujos, y vi entonces, sin ninguna consideración para esta transposición, se­ guir para la dispos.ición de los objetos el mismo orden de antes. En verdad, nada era tan fácil como hacerle aprender la nueva clasificación requerida por ese nuevo cambio; pero nada más difícil que hacerle razonar. Sólo su memoria se aplicaba en cada ordenamiento. Entonces me ocupé de neutralizar de alguna ma­ nera las ayudas que de ella obtenía. Lo hice fatigándolo sin descanso con el aumento del número de dibujos y con la fre­ cuencia de sus inversiones. Entonces esa memoria se convirtió en guía insuficiente para el arreglo metódico de aauellos nume­ rO!;los cuerpos; entonces el espíritu debió recurrir a la compa­ ración del dibujo con la cosa. Qué paso más difícil acababa de franquear. No dudé cuando vi a nuestro joven Víctor fijar sus miradas, y sucesivamente, sobre cada uno de los objetos, elegir uno, y buscar de inmediato la figura con la cual deseaba relacio­ narlo, y tuve de inmediato la prueba material por la experien­ cia de la inversión de las figuras, que fue seguida, de su parte, por la inversión metódica de los objetos. Este resultado me inspiró las más brillantes esperanzas; creía no encontrar más dificultades que vencer, cuando se presentó una de ias más insuperables, que me detuvo obstinadamente y me obligó a renunciar a mi método. Se sabe que en la instruc­ ción del sordomudo, se hace por 10 común suceder a este primer proceder comparativo con un segundo mucho más difícil. Des· pués de haber hecho sentir, con comparaciones repetidas, la relación de la cosa con su dibujo, se coloca alrededor de éste todas las letras que forman la palabra del objeto representado por la figura. Después, se borra ésta y sólo quedan los signos alfa,béticos. El sordomudo s0'lamente ve, con este segundo pro­ ceder, un cambio de dibujo, que para él continúa siendo el signo del objeto. No fue lo mismo para Víctor que, a pesar de la expo­ sición prolongada de la cosa debajo de Su palabra, nunca pudo reconocerla. No me costó mucho darme cuenta de esta dificultad y me fue fácil comprender por qué era insuperable. D<! la figura de un objeto a su representación alfabética, la distancia es in­ mensa y tanto mayor para el alumno si se presenta en los pri­ meros pasos de la instrucción. Si los sordomudos no se detie­ nen allí es porque son, de todos los niños, los más atentos y los más observadores. Acostumbrados desde su más tierna infancia a percibir y a halJlar por los ojos, están, más que nadie, ejerci­ tados en apreciar todas las reladones de los objetos visibles.

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s~ requería, pues, buscar un método más análogo con las facultades todavía embotelladas de nuestro salvaje, un método en el cual cada dificultad vencida' lo elevara al nivel de la difi­ cultad a vencer. Con este espíritu me tracé un nuevo plan. No lile detendré a analizarlo; se podrá juzgar por la ejecución. Pegué sobre una plancha de dos pies cuadrados tres trozos de papel, de forma bien distinta y de color bien contrastante. Uno era un plano circular y rojo, otro triangular y azul, el tercero de figura cuadrada y de color negro. Tres trozos de car­ tón, de iguales colores y figuras fueron, por medio de un agujero con el que estaban perforados en el centro, y de clavos dispues­ tos al efecto sobre la plancha, fueron, dije, aplicados y dejados durante algunos días sobre sus modelos respectivos. Habiéndo­ los después quitados y presentados a Víctor, fueron puestos de nuevo en su lugar sin dificultad. Me aseguré. invirtiendo el cua­ dro y cambiando con ello el orden de las figuras. que esos pri­ meros resultados no eran rutinarios, sino debidos a la compara­ ción. Al cabo de algunos días, sustituí con otro cuadro al pri­ mero; el alumno tenía, para orientarse, el doble Índice de las formas y de los colores; en el segundo sólo había una guía, la comparación de las formas. Casi al mismo tiempo le presenté un tercero, en el que todas las figuras eran iguales, y siempre los mismos resultados, pues no cuento para nada algunas faltas de atención. La facílidad con que se ejecutaban esas pequeñas comparaciones me llevó a presentarle otras. Hice agregados y modificaciones a los dos últimos cuadros. Agregué a éste figu­ ras con otras formas mucho menos distintas, y a aquél colores, nuevos colores que solamente se diferenciaban por matices. Hapor ejemplo, en el primero, un paralelogramo un poco alar­ gado junto a un cuadrado, y en el segundo una muestra azul celeste junto a un azul grisáceo. Aquí se presentaron algunos errores y algunas incertidumbres, pero que desaparecieron al cabo de algunos días de ejercicio. Estos resultados me impelieron a realizar nuevos cambios, siempre más difíciles. Cada día agregaba, recortaba, modificaba y provr:caba nuevas comparaciones y nuevos juicios. A la larga, la rnuitiplicidad y las complicaciones de esos pequeños ejercicios terminaron por fa~igar su atención y su docilidad. Entonces reaparecieron, con toda su intensidad, esos movimientos de im­ paciencia y de furor que estallaban tan violentarr,ente en los cuando, sobre todo, se encon­ comienzos rie su estadía en traba encerrado en su cuarto. Me pareció que era el momento en que no se debía apaciguar esos mov¡mi?n tos por conde:scen­

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dencia, sir.o vencerlos con energíA. Creí, pues, que era mi deber insistir. De este modo, cuando disgustado por un trabajo cuya fina­ lidad no concebía, y del que era bien natural que se cansara, llegaba a coger los trozos de cartón para arrojarlos al suelo con desprecio y se marchaba a la cama enfurecido, dejaba ;Jasar uno o dos minutos, y volvía a la carga con la mayor sangre fría posible; le hacía reunir todos sus cartones, desperdigados en el cuarto y no le daba un respiro hasta que eran colocados con \/2­ nientemente. Mi obstinación sólo tuvo éxito algunos días, y fue, al final, vencida por ese carácter independiente. Sus movimientos de có­ lera se hicieron más frecuentes, más \'iolentos, y simularon ac­ cesos de rabia semejantes a los que ya antes hablé, pero con la diferencia sorprendente de que los efectos estaban menos diri· gidos a las personas que a las cosas. Quedaba dominado entonces por un espíritu destructor, mordía sus ropas, las mantas de su cama, la repisa de la chimenea, dispersando en su cuarto los mo­ rmos, las cenins y los tizones inflamados, y terminando por caer en convulsiones que tenían de común con lás de la epilepsia una suspensión completa de las funciones sensoriales.:> Me vi forzado a ceder cuando las cosas llegaron a este punto excesivo, y, sin embargo, mi condescendencia no hizo más que aumentar el mal; los accesos se volvieron más frecuentes y susceptibles de renovarse a la menor contrariedad, a menudo sin causa de· terminante. Mi perplejidad fue extrema. Veía el momento en que todos mis cuidados sólo habían logrado hacer de aquel pobre niño un desgraciado epiléptico. Unos accesos más, y la fuerza del hábito establecería \lna enfermedad de las más horrorosas y de las men'cs curables. 6 Se requería, pues, poner remedio y lo más pronto posible, y no con medicamentos, tan a menudo infruc­ • Sin sospecharlo. Itard provocaba en Víc~()r una n'~urosis experimenta!, como la ob~{'rvada pOI' l'ávlov ell ~us pern'_i cualldo la diferen.::iación de los estímulos que condicionaban al reflejo era casi Imposibie por su simi­ litud, y <:uya explicación, dada por el mismo Pávlov, está en la base de la comprensión neurobiológica del fenómeno neurótico_ Véase al respecto, Alberto L. Merani, Presencia de lván P. Páv!ov, Universidad de los Andes, Mérida. 1963. (A.L.M.) • Según el concepto de la época, la epiJe¡>sia caía en el cuadro de las "enfe=edades de la voluntad", que aba!"caba tarntJién la histeria. las neu­ rosis y las psíc:J'iis, y que se atribuían fundamentalmente a la sugestión. De aquí el kmor de ltard de provocarla con sus pf'Jcederes, ignorando, como sabemos hoy. que se trata de paroxismos neuropsiquicQs, repetidos, producidos por un'l d"st':lrga neu"unal anormal. eX"'l'S! va. en el int;:ríor del sistema nervioso central, :;í;t;Ún Pcnfield :1 .;;.:;p/,rs. C\. L.l\L)

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tuosos, no con la dulzura, de la que no había nada más que esperar, sino con un proceder perturbador semejante al que había empleado Boerhaave en el hospital de Harlem. 1 Me per­ suadí por completo de que si el primer medio que ita a emplear no respondía, el mal no haría más que exasperarse, y que cual­ quier otro tratamien~o de la misma naturaleza se convertiría en inútil. Con esta firme convicción, elegí aquel que creí sería más horroroso para un ser que no conocía todavía, en su nueva existencia, ninguna especie de peligro. Un tiempo antes, la señora Guérin, estando con él en el Observatorio, lo había llevado sobre una plataforma que está, como se sabe, muy elevada. Apenas estuvo a cierta distancia del parapeto, cuando presa de terror y de un temblor generalizado, se volvió hacia su gobem~nta, el rostro cubierto de sudor, y la llevó por el brazo hacia la puerta, y solamente encontró un poco de calma cuando estuvo al pie de la escalera. ¿ Cuál podía ser la causa de tal terror? Es lo que no busqué; me bastaba con conocer el efecto para aplicarlo a mis designios. La ocasión se presentó pronto, con un acceso de los más violentos, que había creído un deber provocar reiniciando nuestros ejercicios. Apro­ vechando el momento en que las funciones de los sentidos no estaban todavía suspendidas, abrí con violencia la ventana de su cuarto, situada en el cuarto piso y que da perpendicularmente sobre un duro pavimento de piedra; me le aproximé, con todas las apariencias del furor, y asiéndolo fuertemente por la cintura, lo asomé por la ventana, la cabeza directamente dirigida al fon­ do de aquel precipicio. Lo retiré unos segundos después, pálido, cubierto por un sudor frío, los ojos un poco lagrimeantes, y agitado todavía por algunos ligeros estremecimientos que creí pertenecían a los efectos del miedo. Lo llevé frente a sus table­ ;:-os. Le hice reunir todos los cartones, y le exigí que todos fue­ sen ubicados. Todo esto fue realizado, en verdad, muy lenta­ mente, y más mal que bien; pero por lo menos sin irripaciencia. En seguida se arrojó sobre su cama, donde lloró abundante­ mente. Era la primera vez, que ~yo supiera por lo menos, que de­ rramaba lágrima.<;. La circunstancia de la que he dado cuenta, y en la cual la pena de haber extraviado a su gobernanta o el

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, Herman Boerhapve 0668-1738), que fue profesor en Leyd"n. y autor de las InstUutiones in tLSum. annuac excrcitllttonis (708), en las que pre­ conizó las llamadas "curas de cepugnancia" para los trastornos mentales y nerviosos, una de las t:uales c!"a la "precipitación", que consistía en hacer caer al paciente de improviso, a menudo mediante un truco, en a~ua fria.

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placer de reencontrarla 10 hicieron llorar, es posterior a ésta; si la hice preceder en mi relato, es que, en mi plan, he seguido menos el orden del tiempo que la exposición metódica de los hechos. Este extraño medio estuvo seguido de un éxito que, si no fue completo, resultó suficiente. Si bien su disgusto por el tra· bajo no quedó superado por completo, por lo menos de efectos bastante, sin que nunca estuviese en el futuro semejémtes a los que acabamos de relatar. Unicamente en las ocasiones en que se le fatigaba demasia­ do, al igual que cuando se le obligaba a trnbajar en las horas dedicadas a sus salidas o a sus comidas, se contentaba con tes­ impaciencia, y exhalaba un murmullo que comúnmente terminaba con lágrimas. Este cambio favorable nos permitió retomar con exactiud el curso de nuestns ejercicios, que sometí a nuevas modifica­ ciones adecuadas para fijar todavía más su juicio. Sustituí las figuras pegadas sobre los tableros, y que eran, como dije, pla­ no~ enteros que representaban figuras geométricas, con dibujos lineales de esos mismos planos. También me contenté con indi­ car los colores por medio de pequeñas muestra:> de forma irre­ gular, y de ninguna manera análogas con los cartones coloreados. Puedo decir que estas nuevas dificultades sólo fueron un juego para el niño; resultado que bastaba para la finalidad que me había propuesto al adoptar ese sistema de comparaciones gro· seras. Ahora habb llegado el momento de reemplazarlo por otro mucho más instructivo, y que hubiera presentado dificultades insuperables, si de antemano no hubiesen sido allanadas por el éxito de los medios que acabamos de emplear para superar las primeras. • Hice imp::imir con caracteres gruesos, sobre trozos de caro tón de dos pulgadas, las veinticuatro letras del alfabeto. Hice en una plancha de un pie y medio cuadrados, un número de casillas, en las que hice encastrar los trozos de cartón. sin pegarlos, para que se les pudiese cambiar de ubicación según se quisiera. Se consuuyó Ut metal, y con las mismas dimensio­ nes, un númeF:) igual de caracteres. Estos estaban destinados a ser c0mparados, por el alumno, con las !e·tras impresas, y c!a­ sificndos en sus casillas correspondientes. El primer ensayo de este método fue realizado, en mi ausencia, por la señora Guérin; quedé muy sorprendido de saber por ella, a mi regreso, que Víctor distinguía todos los caracteres y los clasificaba convenien­ temente. La prueba fue repetida d(~ inmediato y sin

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falta. ~\1aravil¡ado por un éxito tan rápido, no podía explicarme la causa; solamente unos días después comprendí la manera como m:.estro alumno procedía para hacer esta clasificación. Para que le fuera más fácil, se había creado un pequeño ex­ pediente, en este trabajo, de memoria, de comparación y de juicio. Desd(! qa¿ se le ponía el tablero entre las manos, no es­ peraba que se quitaran de sus casillas las letras metálicas; las retiraba y apilaba sobre su mano, siguiendo el orden de su cla­ sificación; de ('sta maner:::, la última letra del alfabeto resultaba, después de quitarlas todas del tablero, la primera de la pila, y era por ésta por la que comenzaba, trabajando en el tablero desde el final y procediendo siempre de derecha a izquierda. Es­ to no es todo: el proceder era susceptible, para éi, de perfeccio­ namiento; puesto que bastante a menudo la pila se derrumbaba, los caracteres se desparramaban; entonces se requ(>ría arreglar todo, y poner orden por el solo esfu('rzo de la atención. Las vein­ ticuatro letras se encontraban dispuestas sobre cuatro filas, de seis cada una; era, pues, más simple solamente levantarlas por filas y reemplazarlas así, de manera de pasar al inventario de la segunda fila solamente cuando la primera estuviese establecida. Ignoro si hacía el razonamiento que le concedo; por lo me­ nos es seguro que en la práctica procedía como dije. Esto era una verdadera rutina, pero una rutina de su invención y que honraba tanto a su inteligencia como una clasificación metó­ dica lo haría pronto con su discernimiento. No fue difícil ponerlo sobre este camino, dándole los caracteres en desorden todas las veces que se le presentaba el tablero. Finalmente, a pesar de las frecuentes inversiones que yo sometía a los caracteres im. presos cambiándolos (le casillas; a pesar de algunas disposiciones insidiosas dadas a es,::.. caracteres, como colocar la G junto a la e, la E junto a la F, etc., su discernimiento resultaba imper­ turbable. Ejercitándolo sobre todos estos caracteres" ya había t.enido por finalidad preparar a Víctor para que los empleara, est0 es, para la expresión de sus necesidades que no puede manifestar por la palabra. Lejos de creer Que va ~stllviese tan cerca de esa gran época de su educación,' fu~ un espíritu de curiC'sidad, antes que la esperanza. del éxito, lo que sugirió la experiencia que a continuación detallo: Una mañana que esperaba COIl impaciencia la I~he con q-..le se désayunaba, tomé de su tablero y dispu.se sobre una plan­ cha que habíc-. preparado de prepósito, estas cuatro letras: L A r T. La señorB Gu6:-in, :1 la que había prevenido, se acercó, observó los caract,'rf$ y me dio de inmediato una laza colmada

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de leche, ele la que simulé disponer únicamente para mí. Un momento después me acerqué a Víctor, le entregué las cuatro letr(L<; que acababa de levantar de la plancha, y se la indiqué con una mano, mientras que con la otra le pre~entaba el vaso colmado de leche. Las letras fueron inmediatamente ubicadas, pero con un orden completamente invertido, de manera que dieron TIA L en lugar de L A 1 T. Indiqué entonces las co~ rrecciones a realizar, señalando con el dedo las letras que de­ bía transponer y el lugar que debía dar a cada una: cuando estos cambios reprodujeron el signo de la cosa, no lo hiCée espe­ rar más. Se creerá difícilmente que cinco o seis pruebas semejantes hayan bastado, no digo para hacerle ordenar metódicamente las cuatro letras de la palabra lait, sino también, diré, para darle idea de la relación que hay entre la palabra y la cosa. Es lo menos que !'.e está, con razón, autorizado a sospechar según lo que ocurrió ocho días después de esta primera experiencia. Cuando e:;taba listo por la tarde para ir al Observatorio, se pro­ veyó, por sí mismo, de las cuatro letras en cuestión; las guardó en su bolsillo, y apenas llegado a la casa del ciudadano Lemeri donde, como dije antes, va iodos los días a beber leche, ordenó esos caracteres sobre una mesa, formando la palabra lnit.

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Conclusión Tenía la intención de recapitular aquí todos los. hechos dise­ minados en esta obra; pero he pensado que la fuerza que pe­ drían adquirir por su reunión nunca podría equivaler a la tiel último resultado. Lo consigno, por así decirlo desnudo y des­ pojado de cualqUl'Of clase de reflexiones, para que SI! pueda se­ ñalar d~ la manera más sorprendente la época a que hemos llegado, y convertirse en garantía de lo que debemos alcanzar. En la espera, siempre se puede concluir de la mayoría de mis observaciones, sobre todo de las detalléldas en las dos últimas propos:ciones, que el niño, conocido con el nombre de Salvaje del Aveyron, está dotado del libre ejercicio de todos sus ser,ti­ 137

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_ONCLUSION

dos; que da pruef¡a'i continuas de atención, de reminisc~ncia, de m2moria; que puede comparar, discernir y juzgar; aplicar, en resumidas cuenta:;. todas las facultades de su entendimiento a objetos relativos a su instrucción. Se notará como punto esencial, que esos cambios felices sobrevinieron en el corto espacio de nueve meses, en un sujeto al que se creía incapaz de atención, y se concluirá que su educación es posible, porque está inclu­ sive garantizada por estos primeros éxitos, con independencia de los que necesariamente se deben esperar del tiempo que, con su marcha invariable, parece dar a la infancia, en fuerza y en desarrollos, todo io que quita al hombre en la declinación de la vida. l ¡Y, sin embargo, qué consecuencias mayores, relativas a la historia filosófica y natural del hombre, fluyen ya de esta pri. mera serie de obscrvacioD0s! Que se las reúna; que se las cla­ sifique con método; que se las reduzca a su justo valor, y en ellas se er.contrará la prueba material de las más imp'ortantes verdades, de esas verdades de las que Locke 2 y CondHlac 3 lle­ garon a descubrir gracia:: a la fuerza de su genio y a la profun­ didad de sus meditaciones. Me ha parecido que por lo menos se podría deducir: 1) Que el hombre es inferior a gran número de animales

...

, Corresponde a los observadores esclarecidos del pOrvenir asegurarse por si mismos de la verdad de estos resultados. Solamente ellos podrán juzgar del valor de los hechos, aportando a su examen un espíritu justiciero y versado en la ciencia del entendimiento. La apreciación del estado moral de nuestro salvaje es más difícil de lo que se piensa. La experiencia diaria y todas las ideas preconcebidas están allí para extraviar al juicio. Si el hábito que poseemos, dice Condillac refiriéndose a un caso bastante aná­ logo, de ayudarnos con signos, nos permitira destacar todo lo que les de­ bemos, no tendríamos má,~ que ponernos en lugar de ese joven para com­ prender cuán pocos cunocimientus podría adquirir; pero juzgamos siempre según nt..estra ~-ituaci¿n.· Se requiere, pues, juzgar sanamente en esta cir­ cunstancia, no tener al niño por visto después de U!l solo examen. sino observarlo y es~udiarlo en todos los momentos del día, en cada uno de sus pequeños ejercicios. etc ...; toda,; estas condiciones son de rigor. No bastan incluso si, para estableccr un;¡ comparación exacta entre el presente y el pasado, no se ha visto con los propios ojos al Salvaje del Aveyron en los primeros meses de su estadia en París. Los que no pudieron obser­ varlo en esa é¡;oca y lo vieran actualmente, sólo encontrarían en él un niño casi comú.n, que no habla; moralmente, no podrían apreciar la di s­ tal"lcia que separa a e~te sujeto casi común del Salvaje del Aveyron poco hace entrado en sociedad; distancia en aparier.cia bien leve, pero verda­ deramente inmensa. cuando se profundiza, y se calcula por medio de qué serie de razonamientos nuevos y al' ideas adquirida~. debió alcanzar estos últlrros resultad0s. • John Lor-k-e, Essall conccrning htLman Undcrstanding, 1960. (A.L.l\U I EW~ll!le Bonnot de CondiLlllc, loc, dt. (A.L,M,). •

Et~¡ln:te

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en (:1 puro estado de naturc.leza;i estado de nulióad y de bar­ barie, que sin fundamento:> se ha revestido con los colores más seductores; estado en el cual el individuo, privildo de las facul­ tades características de su especie, arrastra miserablemente, sin inteligencia, co:no sin afecciones, una vida prcc:Hia y reducida a las solas funciones de la animalidad. 2) Que esta superioridad moral, que se dice es natural del hombre, sólo es el resultado de la civilización qu<~ lo eleva por encima de los demás animales con un gran y poderoso móvil. Este móvil es la sensibilidad predominante de su especie; pro­ piedad esencial de donde se siguen las facultades imitativas y esa tendencia continua que le obliga a bust;ar en las nuevas necesidades nuevas sensaciones. G 3) Que esta fuerza imitativa destinada a la eaucación de sus órganos, y sobre lodo al aprendizaje de la palabra, muy enér­ gica y muy activa en los primeros años de vida, se debilita rápidamente por el progreso de la edad, el aisl:uniento y todas las causas que tienden a embolar la sensibildad nerviosa; de donde resulta que la articulación de los sonidos, que es sin duda de todos los efectos de la imitación el resultado más inconceci­ ble y el más útil, debe encontrar innumerables obstáculos en una edad que no es aquella de la primera infa;1'2ia. 4) Que existe en el salvaje más aislado, corno e;1 el ciuda­ dano elevado al más alto grado de la civilización, una r~lación constante entre sus ideas y sus necesidades; que la multiplicidad siempre creciente de esto en los pueblos cultivados, debe ser considerada corno un medio de desarrollo del espíritu humano: de manera que se puede establecer, como proposición general, que todas las causas accidentales, locales o polítícas, que tien­ den a aumentar o a disminuir el número de nuestras necesida­ des, contribuyen necesariamente a extender o a recortar l::t es­ fera de nuestros conocimientos y el domino de la ciencia, de las bellas artes y de la industria social. , No dudo dc (¡ue si aisla, desde la primera edad, dos niños uno macho. el otro hembra, y se hace lo mismo con dos cuadrúpedcs elegidos de la especie menos íntdi¡:enf.e, estos últimos se mostrarán l1':n)' superiores a los primeros en 10:: medios de proveer a sus necc,:;idade,;, y de vigilar tantl) por su propia conservación, cumo por 13 de sus I'C(j1.1CI103. En 1.(1 cx­ pC'ri~";~(:ia de los (!Spo:;(}S !{cllog. {jlLe criarun a su hijo í'lutu C(;;!. id~ c(!cl",rrn de chimpancé. la superioridad del animaL, sobre todo debida a su creci­ miento más rápido. quedo de manifiesto hasta el m01/H:lIto e1~ que el niño comi."nzó a desarrollar la inl.eHgenMa reflexiva 11 adqliirió el Lenguaje. Desde er.ton.ces. les progr<!sos del niñ(J continuaron y rlÍpidamente supeTó al an.imal. que permaneció estanct¡do. Véase Kello;(, Le sinoe e! 1"~l1fant, París, 1936. (A.L.MJ • Véase Alberto L. 1:\1.eranl. Irltraducción G. la p:;icolu(lia infantil, Gri­ jaIba, Ban:o:-lonn, 1%5. (A.L.M.)

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5) (.111e en <:1 esL1do actual di' m:,o',1 ros conocimientos fisio­

lógicos, la marcha de la enseíl<1nza pur:de y debe aclararse con

las luces de la medicina moderna, que de todas las ciencias na­

turales es la que puede cooperar con müyor poder al perfec­ cionamiento en b. especie humana, apreciando las anomalías orr,ánicas e intelectuales de cada individuo, y determinando en consecuencia aquello que la educación debe hacer por él, aquello que la sociedad puede esperar. ü Todavía hay algunas consideracÍJnes que no son menos importantes y que me proponía asociar con estos primeros da­ tos; pero el desarrollo que exigirían superaría los límites y es­ tructura de este opúsculo. Por lo demús, me di cuenta, compa­ rando mis observaciones con la doctrina de algunos de nuestros metafísicos, que me encontraba, sobre algunos puntos interesan­ tes, en desacuerdo con ellos, Debo esperar, en consecuencia, hechos más numerosos, y por lo mismo más concluyentes. Un motivo más o menos aná­ logo no me permitió, al hablar de todos los desarrollos del joven Víctor, insistir sobre la época de su puhertad, que se ha pro­ nunciado desde hace algunas décadas [sic] de manera casi ex­ plosiva arrojando muchas dudas sobre el origen de ciertos afec­ tos del corazón, qu~ consideramos como muy naturales. Lo mis­ mo en esto, he decidido no apresurarme para juzgar y concluir, persuadido de que no Sé puede dejar mucho madurar por el tiempo, y confirmar por medio de observaciones ulteriores, to­ das las consideraciones que tienden a destruir prejuicios, tal vez no respetables, y las más dulces como las más consoladoras ilu­ siones de la vida social.

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• Consideraciones similarcs son las que en nu<:~tros días guiaron a NiCQla Pende para elaborar su medicina C01!stit"r-i01!r¡ ¡ ortogcnética. (A.L.M).

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LOS NUEVOS DESARROLLOS DE VICTOR DEL A VEYRON

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POR JEAN-MARC GASPAilD ITARD

-="'" • Este Informe, redactado en 1806, fue publicado en Parí!', por la Im­ primerie Impériale, en 1807. La traducción ha sido realizada sobre esta edición por Sus:ma Mer-ani.

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Prefacio A su Excelencia el Ministro del Interior. Monseñor: l

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Hablaros del Salvaje del Aveyron es repetir un nombre que ahora no inspira ninguna clase de interés; es recordar a un ser olvidado por aquellos que solamente lo vieron, y desdeñado por los que creyeron juzgarlo. Yo, que me he entregado hasta el pre­ sente a observarlo y a prodigarle mis cuidados, con completa indiferencia por el olvido de los unos y el desdén de los otros; apuntalado por cinco años de observaciones diarias, daré a Vues­ , .Y.onseigneuT, titulo de honor que en Francia se daba a los príncipes, a los obispos, a los ministros, a las personas de una dignidad eminente.

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he visto y lo que hice; ex pondré el ('stado actu;.¡\ de este joven, los caminos largos y difícíl,!s por los que fue conducido, y los obs­ hiculos que franqueó, cor::o los que n') pudo superar. Si todos estos detalles, Monseñor, (1;; parecen poco dignos de vuestra aten­ ción, y muy por encima de la idea fa\'orable que habéis conce­ bido, Vuestra Excelencia querrá tener a bien, para mi excusa, de quedar íntimamente persuadido que, sin la orden formal que de ella recibí, me hubiera encerrado en un profundo silen­ cia, y condenade> a un eterno olvido los trabajos cuyos resultados ofrecen mucho menos la historia de los progresos del alumno que de los fracasos del Instituto. Pero juzgándome yo mismo con imparcialidad, creo, no obstante, que haciendo abstracción del fin a que tendía, en la tarea que voluntariamente me impuse, y considerando esta empresa desde un punto de vista más ge­ neral, no dejaréis de ver sin satisfacción, Monseñor, en las diversas experiencias que intenté, en las numerosas observa­ ciones que recogí, una colección de hechos adecuados para acla­ rar la historia dp. la filosofía médica, el estudio del hombre in­ civilizade y la dirección de algunas educaciones particulares. Para apreciar el estado actual del joven Salvaje del Aveyron, será necesario recordar su estado pasado. Este joven, para ser juzgado sanamente, sólo puede ser comparado consigo mismo. Comparado con un adolescente de la misma edad, no es más que un ser desgraciado, desecho de la naturaleza, como lo fue de la sociedad. Pero si nos centramos en los dos términos de comparación que ofrecen el estado pasado y el estado pre­ sente del joven Víctor, sorprende el espacio inmenso que los se­ para y se puede plantear si Víctor no difiere más del Salvaje del Aveyron, que lIegau a París, que de otros individuos de su edaci y de su especie. No os presenta:;:-é, Monseñor, el cuadro odioso de este hOl11­ bre-animal, tal como era al salir de sus bosques. En un opúscul0 2 que hice imprimir hace algunos años, y del que tengo el honor de ofreceros un ejemplar, he retratado a este ser extraordina­ rio, según los rasgos mismos que tomé> de un informe realizado por un médico célebre ante una sociedad científIt:a. Aquí recor­ daré únicamente que la comisión de la que ese médico fue el informador, después de un largo examen y de numerosas ten­ tativas, no logró que este niño fijara por un momento la aten­ ción, y procuró en vano desentrañar, de sus acciones y deter­ • De la ecucacíé¡¡ de un hombre 3alvaje o de los primeras progresos físicos 11 mora!es de! jov(;.n salvaje del Aveyron. (A.L.1U

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minaciones, algún :-leto de inteligencia, o algún testimonio de sensibilidad. Extraflo a esa operación reflexiva que es la primera fuente de nuestras ideas, no prestaba atención a ningún objeto, puesto que no habí::t objeto que provocara en sus sentidos una impresión duradera. Sus ojos veían, pero no miraban; sus oídos no escuchaban, aunque oían, y el órgano del tacto, restringido a la prehensión mecánica de los cuerpos, nunca habia sido em­ pleado para comprobar sus formas y existencia. Tal era, en re­ sumen, el es~ado de las facultades físicas y morales de este niño, que se encontraba ubicado no sólo en el último nivel de su especie, sino también en el último escalón de los animales, y del que se pued~ decir de alguna manera que solamente difería de una plant.a en que tenía la facultad de moverse y de gritar. Entre esta cxistenci2. menos que animal y el estado actual del joven Víctor, existe una diferencia prodigiosa, y que parecería mucho más neta si, suprimiendo cualquier intermediario, me dedicara a aproximar vivamente los dos términos de la compa­ ración. Pero persuadido de que no se trata de hacer contrastar ese cuadro, sino de ofrecerlo fiel y completo, pondré todo cui­ dado para exponer sucintamente los cambios sucedidos en el estado del joven salvaje, y para que sea más ordenada e inte­ resante la enumeración de los hechos, los informaré en tres se­ ries distintas, relativas al triple desarrollo de las funciones de los sentidos, de las funciones intelectual('s y de las fLcultades.. afectivas.8

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• Desde 1801, fE'cha en que Itard public6 "De la educación de un hom­ bre salvaje", hasta la lecha de (."Ste "Informe", ocurrieron grandes cambios politicos y sociales en Francia. Napoleón Bonaparte so::! hahía coronado em­ perador; con los nuevo.'! fastos desapareci6 el espfritu de la "Gran Revolu­ ción", y la scr.cill!!z republicana. la esperanza del ternario "sagrado" de "Libertad. Igualdad y Fraternidad", que se concretaba en la vida diaria coa ,~l tratamiento de "ciudadano", quedaron sepultadas po,' la rigidez míliu-.r del nuevo orcc:1. y por la solemnidad del orgullo imperial. Este "Jnfonne", comparado con "De la Educación de un hombre salvaje", es un ejemplo il rcc'Jsable. Las cOllsecu€.n<;Ías del XVIII Erumario, el derro­ camiento del Directorio por NapolC!ón que regresa de Egipto, habían se­ pultado las aspiraciones republicanas oc que estaba henchida la primera obra de Itard. Ahora el espíritu que reinaba era el del liberalismo, y ya se hacía sen~ír con fuerza el irr'lcionalismo del Romanticismo teóricc. No obstante, Itard se revela apegado a los ideales de la "Raz:ón", (AL.M.)

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L Se debe a Jos trabajos de Locke 1 y de Condillac,2 el que podamos apreciar la influencia poderosa que tiene sobre la for­ mación y el desarrollo de nuestras ideas, la accion aislada y si­ multánea de nuestros sentidos. El abuso que se ha hecho de este descubrimiento no destruye la verdad ni las aplicaciones prác­ ticas que se puedan hacer de un sist:"ma de educación médica. Ha sído de acuerdo con estos principios que, cuando hube cum·· 1 I

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IJESAHROLLO OE LAS l<'liNC!o"lEó

plido los (Junlus de visla principales que pruncl'o llle propusiera, y que expuse en mi !1rimera obra, centré todos mis cuidados para ejercitar y desarrollar separadamente los órganos de los sentidos del joven Víctor. n. Como de todos nuestros sentidos el oído es el que con­ curre con mayor particularidad al desarrollo de nuestras facul­ tades intelectuales, puse en acción lodos los recursos imaginables para sacar de su largo embotamiento los oídos de nuestro sal­ vaje. Me persuadí que para educar a ese sentido se requería de alguna manera aislarlo, y que teniendo a mi disposición, en todo el sistema de su organización, sólo una dosis módica de sensibilid;;¡d, debía concentrarla sobre el sentido que deseaba poner en acción, paralizando artificialmente el de la vista por el cual se dispensa la mayor parte de esa sensibilidad. En con­ secuencia, cubrí con una venda espesa los ojos de Víctor, e hice resonar en sus orejas los sonidos más fuertes y mál' discordantes. Mi propósito no era únicamente hacérselos oír, sino también hacérselos escuchar. Con la finalidad de obtener este resul­ tado, cada vez que había producido un sonido, ponía a Víctor a reproducir uno parecido, haciendo resonar el mismo cuerpo sonoro, y golpeando sobre otro desde el momento en que su oído le advertía que acababa de cambiar de instrumentu. Mis primeros ensayos tuvieron por finalidad hacerle distinguir el sonido de una campana y de un tambor, y de la mi:-:ma manera corno un año antes había llevado a Víctor de la grosera co,npa­ ración de dos trozos de cartón, diversamente coloreados y de distinta figura, a la distinción de las letras y de las palabras tenía el derecho de creer que el oído, la misma progre­ sión de atención que el sentido de la vista, acabaría pronto por distinguir los sonidos más análogos y los tonos más dife:"'':!ntes del órgano vocal, o la palabra. Me dediqué, en consecuencia, a convertir progresivamente los sonidos en menos dispares, más complicados y más cercanos. Pronto no me contenté con exigir que distinguiera el sonido de un tambor y el de una campana, sino también la diferencia de sonido q.ue produce el choque del palillo, golpeando sobre el parche o sobre el aro, o sobre el cuerpo del tambor, sobre el timbre de un tJémlulo, o sobre una pala muy sonora. III. Después adapté este método comparativo a la percep­ ción de los sonidos de un instrumento de viento, que más aná­ logos a los de la voz, forman el último grado de la escala, por medio de lo cual esperaba llevar a mi alumno a la audición de las diferentes entonaciones de la El éxito respondió a

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mi espera, y cuando comencé a martíllar el oído de nuestro salvaje con el sonido de mi voz, encontré el oído sensible a las entonaciones más débiles. IV. En estas {¡ltimas experiencias no exigí, como en las precedentes, que el alumno repitiera los sonidos que percibía. Este doble trabajo, al repartir la atención, hubiera estado fuera del plan que me proponía, o sea realizar por separado la edu­ cación de cada uno de los órganos. Me concreté, pues, a exigir la simple percepción de los sonidos. Para estar seguro de este r-c.::.ultado, coloqué a mi alumno frente a frente conmigo, los ojos vendados, los puños cerrado::;, y le hice extender un dedo todas las veces que yo producía un sonido. Este medio de cvmproba­ dón fue rápidamente comprendido: apenas el sonido alcanzaba su oído, el dedo era levantado con una especie de impetuosidad,

y a menudo también con demostraciones de alegría, que no per­

mitían dudar del gusto que el alumno sentía con esas singulares

lecciones. En efecto, sea porque encontraba un verdadero placer

en escuchar el sonido de la voz humana, o sea que finalmente

había superado el aburrimiento de estar priv~do de la luz du­

rante horas enteras, más de una vez lo vi, en el inte:rvalo de

esa especie de ejercicios, venir a mi encuentro, con la venda

en la mano, suplicándome que se la aplicara sobre ¡os ojos, y pa­

talear de contento cuando sentía que mis manos se la anudaban

fuertemente detrás de la cabeza. Solamente fue en estas últimas

experiencias cómo se manifestaron esos testimonios de con­

tento. Me felicité de antemano, y en lugar de reprimirlos, in­

clusive los excité, sin pensar que preparaba un obstáculo que bien pronto interrumpiría las series de estas experiencias útiles y anularía los resultados tan penosamente obtenidos. V. Después de haberme asegurado bien, por el modo de experiencia que acabo de indicar, de que todos los sonidos de la voz, cualquiera que fuese su grado de intensidad, eran per­ cibidos por Víctor, me dediqué a hacérselos comparar. No se

trataba, en este caso, de enumerar simplemente los sonidos de

la voz, sino de asir las diferencias, y de apreciar todas esas mo­

dificaciones y variedades de tonos de que se compone la música

de la palabra. Entre este trabajo y el precedente, hay una dis­ tancia prodigiosa para un ser cuyo desarrollo se efectuaba con esfuerzos graduados, y que únicamente marchaba hacia la civi­

lización porque se le conducía por un camino insensible. Al abor­

dar la dificultad que aquí se presentaba, me armé más que

nur.ca de paciencia y de dulzura, animado, por lo demás, con la esperanza de que una vez franqueado ese obstáculo, todo es­

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taría realizado para el sentido del oído. Cornf:nzamos con la comparacIón de las vocales, y también hicimos empicar la mano rara asegurarnos del resultado de nuestras experiencias. Cada uno de los cinco dedos fue designado para ser el signo de una de las cinco vocales y para comprobar una percepción distinta. De esta manera, el pulgar representaba la A, y debía levantarse a la pronunciación de esa vocal; el índice era el signo de la E; el dedo medio, el de la I, y así sucesivamente. VI. No fue sin esfuerzo, y después de mucho tiempo, que logré darle vida distinta a las vocales. La primera que distin­ guió netamente fue la 0, después la A. Las otras tres ofrecie­ ron mayores düicultades, y durante cierto tiempo fueron con­ fundidas entr~ ellas; por fin, mediante el oído, comenzó a pero cibirlas distintamente, y fue entonces cuando reaparecieron, con toda su vivacidad, esas demostraciones de alegría de que ya hablara, y que momentáneamente habían interrumpido nuestras nuevas experiencias. Pero como éstas exigían de parte del alum· no una atención mucho más sostenida, comparaciones delicadas, juicios repetidos, ocurrió que esos accesos de alegria, que hasta entonces solamente habían animado las lecciones, comenzaran finalmente por trastornarlas. En esos momentos todos los soni­ dos eran confundidos, y los dedos elevados indistintamente, a menudo todos a la vez, con una impetuosidad desordenada y estallidos de risas verdaderamente impacientes. Para reprimir esta alegría inoportuna, procuré hacer retornar al empleo d, la vista a mi demasiado alegre alumno, y de proseguir, de este modo, nuestras experiencias, intimándolo con un aspecto severo e inclusive un poco amenazante. Desde entonces, nada de ale­ gría, pero al mismo tiempo distracciones continuas del sentido dt!l oído, en razón de la ocupación que brindaban a la vista los objetos que lo rodeaban. El menor cambio en la disposición de los muebles o en sus ropas, el más ligero movimiento de las per­ sonas que estaban a su alrededor, un cambio un poco brusco 'de la luz solar, todo atraía sus miradas, todo era, para él, motivo de un desplazamiento. Volví a colocar la venda ~obre sus ojos' y los estallidos de risa recomenzaron. Entonces procuré intimidarlo con mis ma­ neras, puesto que no podía contenerlo con mis miradas. Me almé con uno de los palillos del tambor que empleaba para nuestras experiencias, y le di golpecitos en los dedos cuando se equivo­ caba. Tomó esta corrección por una broma y su alegría fue todavía más ruidosa. Creí un deber, para desengañarlo, con­ vertir la corrección en algo más sensible. Fui comprer:dido, y

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LOS SENTIDOS

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con m-:zc1a de dolor y de placer vi en la fi'ionomía ensombrecida del joven en qué medida el sentimiento de la in­ juria era má~ fuerte que el dolor del golpe. Lágrimas corrieron por debajo dl~ la venda; me apresur:! a quitársela; pero fuese sorpresa o miedo, fuese preocupación profunda de los sentidos interiores, una vez desembarazado de esa venda, continuó con los ojos cerrados. No pt;.edo explicar la expresión dolorosa que daban a su fisonomía sus dos párpados cerrados, y de los cuales cada tanto escapaba una lágrima. ¡Oh! ¡Cómo en ese momento. al igual qu_ en ',nuchas otros, listo para renunciar a la tarea que me había impuesto, y considerando perdido el tiempo que le dedicaba, lam('nté haber conocido a aquel niño, y condenado la estéril e inhumana curiosidad de los hombres que, los pri­ meros, lo arrancaron de una vida inocente y feliz! VII. Esta escena puso fin a la ruidosa alegría de mi alum­ no. Pero no i.uve la ocasión de felicitarme por este éxito, y salvé ese inconveniente para caer en otro. Un sentimiento de temor ocupó el lugar de, aquella alegría loca, y nuestras ejerci­ taciones resultaron todavía más perturbadas. Cuando yo emi­ tía un sonido, debía esperar más de un cuarto de hora la señal convenida, e inclusive si era realizada bien, lo era con lentitud, con una incertidumbre tal que si, por azar, yo producía el menor ruido, o hacía el más ligero movimiento, Víctor asustado cerra­ ba súbit..tmente el dedo, por miedo de ser castigado, y levantaba otro con la misma lentitud y circunspección. No desesperé y me consolé considerando que el tiempo, mucha dulzura y maneras animadora podrían disi.par aqU!~lJa fastidiosa y excesiva timidez. Lo esperé en van\) y todo fue inútil. De este modo se desvanecíe­ ron las más brilla'ltes esperanzas fundadas, con alguna razón tal vez, sobre una cadena ininterrumpida de experiencias tan útiles como interesantes. Varias veces desde ese tiempo y en épocas muy alejadas, intenté las mismas pruebas, y me vi for­ zado a renunciar de nuevo, detenido por el mismo obstáculo. VIII. Sin embargo, esta serie de experiencias realizadas sobre el sentido del oído no fueron completamente iitútiles, Víc­ tor les dp.be el poder escuchar distintamente alf!Unas palabras de una sílaba y de distinguir, sobre todo, con mücha precisión, Entre diferentes entonaciones del lenguaje, las que son expresión de r~prochc. rtc cólera, de tristez¡¡, de desprecio, de amistad; inclusiv'~ cuando estos diversos movimientos del alma no están acompañados por ningún juego de la fisonomía, ni por esas pantomimas .naturales que constiuyen el carácter exterior. IX. Afligido más bien que descorazonado por el poco éxito obtenido sabr'.~ el sentido de! oído, me decidí a dar todos mis

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cuidaQos al de la vista. Mis primeros trabajos ya lo habían me­ jorado mucho, y de ese modo habían contribuido a darle fijeza y atención, de manera que en la época de mi primer informe? mi alumno ya alcanzaba a distinguir letras de metal y a colo­ carlas en orden adeeuauo para formar algunas palabras. De aquí a la percepción distinta de los signos escritos y al meca­ nismo de su escritura, estaba todavía muy lejos; pero felizmen­ te todas esas dificultades pasaron al mismo plano, de manera que fueron fácilmente superadas. Al cabo de algunos meses, mi alumno sabía leer y escribir pasablemente una serie de palabras, de las que varias diferían bastante poco entre ellas para ser distinguidas por un oído atento. Pero esta lectura era todavía intuitiva; Víctor leía las palabras sin pronunciarlas, sin conocer el significado. Por poca atención que se preste a este modo de leetura, el único que fue practicable con un ser de esta natura­ leza, no se dejará de preguntarme cómo estaba yo seguro que palabras no pronunciadas, y a las que no concedía ningún sen­ tido, eran leídas bastante distintamente como para no ser con­ fundidas entre ellas. Nada más simple que el proceder que empleé para tener la certidumbre. Todas las palabras sometidas a lec­ tura estaban igualmente escritas sobre dos pizarras; yo tomaba una y hacía sosttner la otra a Víctor; después, recorriendo su­ cesivamente con el extremo de un dedo todas las palabras con­ tenidas en la pizarra que sostenía en mis manos, exigía que me mostrara en la otra pizarra el doble de cada palabra que yo seña­ laba. Tenía la precaución de seguir un orden diferente en el ordenamiento de esas palabras, de manera que el lugar que una ocupaba en una pizarra, no daba ningún indicio del que su se­ mejante tenía en la otra. De allí la necesidad de estudiar de al· guna manera la fisonomía particular de todos los signos para reconocerlos de primera vista. X. Cuando el alumno, engañado por la apariencia de una palabra, la señalaba en lugar de otra, le r..acía rectificar su error, .sin indicársela, solamente llevándolo a deietrearla. Deletrear era para nosotros comparar intuitivamente. y una después de otra, todas las letras que entraban en la composición de las dos pala­ bras. Este examen verdaderamente anaiítico se hacía de mane­ ra muy rápida; yo tocaba con el extr~mo de un puntero la pri­ mera letra de la otra palabra; hacíamos lo mismo con la segunda, y así continuábamos hasta que Víctor, que buscaba siempre en­ contrar en su palabra las letras que le señalaba en la mía, lle­ gaba a descubrir la que comenzaba a estableeer la diferencia entre las dos palabras. • De !7. educadón de un hombre sa!vú.je. (A.L.M.)

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XI. Pronto no fue necesario recurrir a un examen tan de­ tallado para hacerle rectificar sus errores. Me bastaba entonces con hacer fijar un instante sus ojos sobre la palabra que toma­ ba por la otra, para que notara la diferencia, y puedo decir que el error era reparado casi inmediatamente que se lo indicaba. De esta manera fue ejercitado y perfeccionado ese sentido im­ portante, cuya insignificante movilidad había llevado al fra­ caso las primeras tentativas que se hicieron para fijar las mira­ das, e hicieron nacer las. primeras sospechas de idiotismo. 4 XII. Habiendo terminado así la educación del sentido de ia vista, me ocupé del tacto. Aunque estoy lejos de compartir la opinión de Buffon 5 y de CondilIac 6 sobre el papel importante que conceden a ese sentido, no consideré como perdidos los cuidados que podía consagrar al tacto, ni sin interé:> las observaciones que podía ofrecernos el desarrollo de ese sentido. Se ha visto, en mi primera memoria. que este órgano, primitivamente dedi­ cado a la prehensión mecánica de los cuerpos, había recibido gracias al efecto poderoso de los baños calientes la capacidad de retomar algun;:ls de sus facultades, entre otras las de percibir el frío y el calor, lo áspero y lo suave de los cuerpos. Pero si se presta atención a la naturaleza de estas dos especies de sensa­ ciones se verá que son comunes a 1a piel que recubre todas nuestras partes. El órgano del tacto, que solamente había reci­ bido su parte de la s~nsibilidad que yo había despertado en todo el sistema cut:íneo, sólo percibía hasta entor.ces como una por­ ción de ese sistema, puesto que de él no difería por ninguna función que le fuera particular. XIII. Mis primeras experiencias confirm~lron la exactitud de esta afirmación. Puse en el fondo de un vaso opaco, cuya embocaaura apenas permitía la entrada eh un brazo, castañas cocidas todavía calientes, y castañas aproximadmente del mismo tamaño, pero crudas y frías. Una de las manos de mi alumno estaba en el vaso, y la otra fuera, abierta sobre sus rodillas. Puse sobre ésta una castaña caliente, y pedí a Víctor que retirara otra del fondo del vaso, y procedió correctamente. Le presenté una fría; la que retiró del vaso también lo estaba, Repetí varias veces esta experiencia, y siempre con el mismo éxito. No ocu­ rrió lo mismo cuando en lugar de hacer comparar al alumno la temperatura de los cuerpos qUlse, por el mismo medio de ex­ • Véase, en De la educación de un hombre salvaje, el informe de PineL (A.L.M.)

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Georgc Louis l.h:lerc. Cornte de Buffon, Histoire des animatLX, 24 volúmeneS, 174!J-!7!\3. (A.L.M)

,. Etienne Bonnot ele CQndillac, loco cit. ("I..L.M.L

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Floración, ha::::t'rle juzgar su configuraciór' Alll corncnzab:.ln 1::1s funcion('s exc!usivas del tacto, y ese sentido era todavía nuevo. Puse en el vaso castaúas y bellotas, y cuando se presentaba uno u otro de esos frutos a Víctor, quise exigirle que sacara una semejan:c del fondo del vaso, pero retiraba una bellota por una castaña, o una castaña por una bellota. Se requería, pues, po­ ner ese sentido, como a los otros, en el ejercicio de sus funciones, y para ello proceder con él en el mismo orden. Para esto, lo ejercité en la comparación de cuerpos muy dispares, no sola· mente por su forma, sino también por su volumen, como un guijarro y una castaña, una moneda y una llave. No fue sin esfuerzos como logré hacerle distinguir esos objetos por el tacto. En €'l momento en que dejó de confundirlos los reemplacé por otros menos distintos, como una manzana, una nuez y pequeños guijarros. Sometí de inmediato a este examen manual las cas­ tañas y las bellotas, y la comparación resultó un juego para el alumno. Llegué al punto de hacerle distinguir, de la misma ma­ nera, las letras en metal, las más análogas por la forma, como la B, y la R, la 1 y la J, la e y la G.7 XIV. Esta especie de ejercitación de la que no esperaba, como dije, mucho éxito, contribuyó en grande para aumentar la susceptibilidad de atención de nuestro aInmno; en lo que sigue he tenido la ocasión de ver su débil inteligencia enfrentarse con dificultades mucho más embarazosas, y nunca lo vi adquirir un aire tan serio, calmado y meditabundo, que se expandía por to­ dos los rasgos de su fh:onomía, como cuando se trataba de de­ cidir sobre la diferencia de formas de los cuerpos sometidos al examen de! tacto. XV. Quedaba, pues, por ocuparme del sentido del gusto y del olfato. Este último era de una finura que lo ponía por en­ cima de cualquier perfeccionamiento. Se sabe que mucho des­ pués de su entrada en la sociedad, este joven salvaje conser­ vaba todavía el hábito de oler todo lo que se le presentaba, inclusive los cuerpos que consideramos inodoros. 8 Durante los paseos por la c;lmpaña que a menudo hacia con él, en los pri­ meros meses de su estadía en París, lo he visto varias veces detenerse, volverse en ocasiones, para recoger guijarros, trozos • Con estQs breves parágrafos dedicados a la educación del tacto, Itard desarrolla toda la práctica de la educación d¿ la mano, que está en la base de lli. enseñanza preescolar en nuestros sistemas pedagógicos. y que en teoría ya 'iestacara en De la educación 'ie un )wmuTe salvaje. Se com­ prende lo justo de 1<: admiración que por !'u intuición y trabaja en este sentido expresaran Maria Montessori y QlIidio Décroly, los grandes pro­ pugnadore:; de la educación sensoriaL (A.L.MJ • Véase De la educación de un hombTc s'llvaj". (A.L.MJ

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secos de madera, que arrojaba únicamenle después de haberlos llevado a la nariz. y a menudo con el testimonio de una muy grande satisfacción. Una larde que se había perdido en la calle de Enfer, y que sólo fue encontrado por su goLernanta a la caída de la noche, únicamente después de haberle olido las ma­ nos y los brazos por dos o tres veces sucesivas se decidió a se­ guirla y dejó tra:;lucir la alegría que sentia por haberla encon­ trado. La civilización nada podía agregar a la delicadeza del olfa­ to. Mucho más unido, por otra parte, con el ejercicio de las funciones digestivas que con el desarrollo de las facult~::l.t!s in­ telectuales; por esta razón, se encontraba fuera de mi plan de instrucción. Parece que, unido en general a los mismos usos el sentido del gusto, como el del olfato, debería ser igualmente extraño a mi finalidad. No lo pensé así, pues consideré al sen­ tido del gusi.o como más allá de las funciones muy limitadas que le son asignadas por la naturaleza, bajo la relación de los goces tan variados como numerosos de los cuales la civilización lo ha convertido en su órgano, por lo que me pareció ventajoso desarrollarlo, o, más bien, pervertirlo.9 Creo inútil enumerar todos los expedientes a los que recurrí para alcanzar esta fina­

lidad, y por medio de los cuales llegué, en poco tiempo, a des­

pertar el gusto Ge nuestro salvaje por una cantidad de comidas

que hasta entonces había desdeñado constantemente. Sin em­

bargo, en medio de las nuevas adquisiciones de este sentido, Víctor no testimonió ninguna clase de esas preferencias ávidas que constiuyen la glotonería. Bien distinto de esos hombres a los que se ha denominado salvajes, y que en un semigrado de civilización presentan todos los vicios de las grandes sociedades, sin ofrecer sus ventajas, Víctor, habituándose a las nuevas co­ midas, quedó indiferente a la bebida de licores fuertes, y esta indiferencia se transformó en adversión a com:~..:uencia de una confusión cuyo efecto y las circunstancias tal vez merecen ser !·elatados. Víctor cenaba conmigo en la ciudad. Al final de la comida, tomó espontáneamente una garrafa que contenía un licor de los más fuertes, pero que, sin color ni olor, semejaba perfectamente al agua. Nuestro salvaje la tomó por su cuenta y se sirvió medio vaso que, impulsado sin duda por la sed, bebió de un trago la mitad, antes que el ardor producido en el estó­ mago por ese líquido le advirtiera de la equivocación. Pero, re­ • En L, ~poca predominaba, con respecto a las funciones y atributos

sentid" d,-! gU$to, la teoría h,!donista del famoso gostrónomo Bdllat­

;';;¡vadn (1755-1826), ;tutor de una J>hysiologic du. gúv.t, que parte del afo­

rismo "El univer~o no es nada fin la vida, y todo 10 que vive se nutre". (A.L.M.) rjel

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chazando de g\)lpe al vaso y al licor, se levantó furioso, dio un salto desde su puesto ha:>ta la puerta del cuarto, y se puso a lan­ zar alaridos, y a correr por los corredores y la escalera de la casa, volviendo sin cesar sobre sus pasos, para ,'ecomenzar el mismo circuito, semejante a un animal profundamente herido, que bu~ca en l;¡ rapidez de su carrera no, como dicen los poe­ tas, huir de la saeta que lo desgarra, sino distraer con grandes movimientos ün dolor para cuya mitigación no puede acudir, como el hombre, a una mano benéfica. XVI. Pero a peSd! de su adversión por [os licores, Víctor ha tomado cierto gusto por el vino, sin que, no obstante, [a privación del mismo lo moleste vivamente cuando no se le da. Inclusive creo que ha conservado por el agua una preferencia señalada. La manera como bebe parece indicar que en ella en­ cuentra un placer de los más vivos, pero que sin duda responde a otra causa que a [os goces del órgano del gusto. Casi siempre al finéll de su comida, inclusive cuando no siente sed, se le ve con el aire de un catador que se apresta a llenar su vaso con un licor exquisito, verter en el suyo agua pura, beberla por sorbos y gustarla gota a gota, Pero lo que agrega más interés a esta escena es el lugar donde ocurre. Es cerca de la ventana, de pie, con los ojos vueltos hacia la campaña, donde se coloca nuestro bebedor, como si en ese momento de delectación ese niño de la natllrale/a buscara reunir los dos únicos bienes que han sobrevivido a la pérdida de su libertad, la bebida de agua límpida y la vista del sol y del campo. XVII. De este modo se realizó el perfeccionamiento de los sentidos. Todos, con excepción del oído, saliendo de su largo hábito, se abrieron a nuevas percepcion€'s, y llevaron al alma del jo..ven salvaje una cantidad de ideas hasta entonces descono­ cidas. Pero estas ideas solamente dejaron en su cerebro una huella fugitiva; para fijarlas, se requería grabar más sus signos respectivos o,para decirlo mejor, el valor de esos signos,H' Víctor ya los conocía, porque yo había hecho marchar a la par la percepción de los objetos y de sus cualidades sensibles con la lectura de las palabras que los representaban, sin procurar, sin embargo, det~rminar el sentido. Víctor, instruido a distinguir por el tacto un cuerpo redondo de uno aplastado; por los oJos, ,. It<lrd hace suya la idea de Tomás de Aquino de que el alma. al na­ cimient.) es tabula TU,';a in qua nihil est sCTipium (tablilla en blanco en la que nada está escrito>. que adquiere conocimientos mediante la expeden­ cia, que k viene únicamente á través de los sentidos, porque nihil est in intellectu, nisi T,TÍus fuer.t in sensu (nada hay en el intelecto que primero no haya pasado P'lf los sentidos), y que posteriormente fuera retomada por L,d(c (loe dt), (A,LM.l

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el papel roje uel blanco; por el gusto, l..n licor ácido de un licor dulce, había aprendido al mismo tiempo a distinguir los nom­ bres que expresaban esas diferentes percepciones, pero sin co­ nocer el valor representativo de esos signos. Por no ser este cono­ cimiento del dominio de los sentidos externos, se requerí" recu­ rrir a las facultades del espíritu, y pedirles cuenta, si puedo expresarme así, de las ideas que le habían brindado esos signos. Esto es lo que se convirtió en objetivo de una nueva rama de experiencias que constituyen la materia que sigueY

11 Al principio ortodoxo del sensualismo. llar( agrega la corrección de Leibn¡z, ipsc inte1!ecto (salvo el intck-cto) y de3taca, adelantándose a la época, la importancia del l'igno, del significan le Y del ~ignificado. Vt'ase con respecto a ,\,;los, Alberto L. Merani y Susana Merani, La génesis c(!l pensa­ miento. Gríí~'J)(), l\Tt:xico. 1971. (A.L.MJ

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XVIII. Aunque presentados separados, los hechos que com­ ponen la serie que acabamos de recorrer, se unen,; por muchas relaciones, con los que serán materia de ésta. Pues tal es, Monse­ ñor, la conexión íntima que une al hombre físico con ei hom­ bre intelectual que, aunque sus dominios parezcan y sean en efe<!to muy distintos, todo se confunde en los límites donde se tocan esos dos órdenes df: funciones. Su desarrollo es ::;imultá­ neo, y su influencia r~cíproca. De este modo, mientras dediqué mis esfuerzos a ejercitar los sentidos de nuestro salvaje, el e5pí­

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rHu tomaba su parte de los cuidados exclusivamente dados a la educación de esos órganos, y seguía el mismo orden de des­ arrollo. Se concibe, en ('fecto, que instruyendo los sentidos a per­ cibir y a distinguir nuevos objetos, [orcé la atención a dete­ nerse en los mismos, el juicio a compa:arlos, y la memoria a retenerlos. De esta manera, nada era indiferente en estos ejer­ cicios; todo iba al espíritu; todo ponía en juego las facultades de la inteligencia y las preparaba para la gran obra de la COmu­ nkación de las idcas, Ya antes me había asegurado de que era posible, obteniendo del alumno que designara al objeto de sus deseos por medio de letras ordenadas de mar!era de dar la pala­ bra de la cosa. He dado cuenta en mi opúsculo sobre este niño,l de este primer paso dado en el cOlloC;lmiento de los signos escri­ tos, y no he temido señalar como una época importante de su educación, como el éxito más agradable y más brillante que jamás se haya obtenido con un ser caído, como éste, en el último grado del embrutecimiento. Pero observaciones subsiguientes, al aclararme la naturaleza de este resultado, vinieron pronto a debilitar las esperanzas que había concebido. Observé que Víc­ tor, en lugar de reproducir algunas palabras con las que lo ha­ bía familiarizado para solicitar los objetos que denominaban y manifestar el d.eseo o la necesidad que sentía, sólo recurría a ellas en determinados momentos, y siempre a la vista del objeto deseado. Así, por ejemplo, por vivo que fuera su gusto por la leche, solam~nte en el momento en que tenía por costumbre beberla, y en el instante mismo cuando Id veía, que la palabra de ese alimento preferido era emitida, o más bien formada se­ gún la manera conveniente. Para aclarar la sospecha que me inspiraba esta especie de reserva, ensayé retardar la hora de :m comida y "'ue en vano que esperara del alumno la manifes· tación escrita de sus deseos, aunqJ.e fuesen muy urgentes. Sólc cuando la taza apareció, la palabra leche fue formada. Recurn a otra prueba: en medio de su comida, y sin dar a este proceder ninguna apariencia de castigo, levanté la taza que contenía 1" leche y la encerré en un armario. Si la palabra leche hubien sido para Víctor el signo distintivo de la cosa y de la expresiór del deseo que por ella sentía, no cabe duda que después de est, privación súbita, continuando el deseo haciéndose sentir, la pa labra leche hubiese sido de inmediato reproducida. No lo fue y de eilc concluí que la formación de ese signo, en lugar de se! para el a;umnc la expresión de sus deseos, únicamente era um especie de e,iercicio preliminar, con el que hacía preceder ma 1

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(]ulJlaimcntc la satisfacción de sus apetitos, Se requería, pues, volver sobre nuestros pasos y lrabajar sobre nuevos caminos. Me resigné a ello con coraje, convencido de que si no había sido comprendido por mi alumno, la falta era más bien mía que de él. Al reflexionar, en efecto, sobre las causas que podían dar' lugar a esta acepción defectuosa de los signos escritos, reconocí no haber aportado, en estos rrimeros ejemplos de la enunda­ ció)! de las ideas, la extrema simplicidad que había puesto en (>! comienzo de mis otros medios de instrucción, y que había asegurado su éxito. De esta manera, aunque la palabr¿l leche solamente sea para nosotros un sibilo simple, podía ser para Víctor la expresión confusa de ese líquido alimenticio, del vaso que lo contenía y del deseo de que era objeto. XIX. Otros varios signos con los cuales lo había familia­ rizado presentaban, en cuanto a su aplicación, el mismo defecto de precisión. Un vicio todavía más notable presentaba nuestro proceder de enunciación. Se hacía, como dije, disponiendo sobre una Misma línea y en un orden conveniente, letras metálicas, de manera de dar el nombre de cada objeto. Pero la relación que existía entre la cosa y la palabra no era bastante inmediata como para ser completamente asida por el alumno. Se requería, para hacer desaparecer esta dificultad, establecer entre cada ob· jeto y su signo una unión más directa y una especie de identi­ dad que las fijara simultáneamente en la memoria; se requería todavía que los primeros objetos admitidos en este nuevo mé· todo de enunciación fuesen reducidos a su mayor simplicidad, de manera que sus signos no pudiesen prevalecer, de ninguna manera, sobre sus accesorios. En razón de este plan, dispuse, sobre los estantes de una biblioteca, varios objetos simples, como una pluma, una llave, un cuchillo, una caja, etc., colocados di­ rectamente sobre un papel en el que estaba trazado su nombre. Estos nombres no eran nuevos para el alumno; los conocía y había aprendido a distinguirlos según las modalidades de lectura que señaló antes. XX. Se trataba, pues, de familiarizar sus ojos con la opo­ sición de cada uno de esos nombres debajo del objeto que re· presentaba. Esta disposición fue asida pronto; tuve la prueba cuando despla¿tindo esos objetos, y rp.emplazando primero los marbetes en otro orden, vi al alunmo poner cuidadosamente cada ,. Haca emplea la expresión scnBoThm. con el sentido de sensorlum f) se" de pensamiento, que le diera Al=eón de Crotona (520 a.c.I, al d,sh~1{uido del sensorium (:orrwne o sensibilidad. Hoy se entiende p0" ,;C?¡;,".I"um o -"'nsori,, al cerebro considerado como centro en el que

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cosa sob~e :,u nOllll,re. Diversifiqué las prueb;¡,;, y esta diversi­ dad me permitió ha~er varias observacIones relativas al grado de impresión qw' causdn. sobre el scn;orium" de nuestro sal­ vaje, la imagen ele esos signos escritos. De este modo, cuando dejaba todos esos cbjelos en uno de los rinC(llleS del cuarto y trasladaba todos los marbetes a otro, yo quería, mostrándolos sucesivamente a Víctor, arrastrarlo a buscar cada objeto del que le mostraba el nombre escrito, era necesario para que me pudiera trae[ la COS'1 que no perdiera de vista, ni por un ins­ tante, los caracteres que servían para designarla. Si se alejaba lo suficiente para no poder leer la etiqueta; después de ha­ bérsela mostrado bien, la cubría con mi mano, tan pronto como la imagen de la palabra escapaba al alumno, éste adquiría un aire de inquietud y de ansiedad, y asía al azar el primer objeto que caía bajo su mano. XXL El resultado de esta experiencia era poco alentador y, en efecto, :ne hubiera descorazonado por completo si no me hubiese percatado, repitiéndola frecuentemente, que la duracíón de la impresión se volvía insensiblemente mucho menos corta en el cerebro de mi alumno. Pronto le bastó con una ojeada sobre la palabra que yo señalaba para ir, sin prisa y sin titubeos, a buscar el objeto pt:dido. Al cabo de algún tiEmpo pude hacer la experiencia en grande, enviándolo de mi departamento a su cuarto, para buscar allí un objeto cualquiera del que le mas· traba el nombre. La duración de la percepción resultó primero mucho más corta que la duración del trayecto; pero Víctor, con un acto de inteligencia muy digno de ser señalado, buscó y en­ contró en la agilidad de sus piernas un medio seguro para con­ vertir la duración de la Impresión en más larga que aquella de la carrera. Desde el momento en que haHa leído bien, partía como una flecha, y lo vcía retornar de inmediato con el objeto pedido en la mawl. Sin embargo, más de una vez el recuerdo de la palabra se le escapaba en el camino; lo escuchaba enton­ ces detenerse en su carrera y retomar el carnina de mi depar­ tamento al que regresaba con un aire tímido y confuso. Algu­ nas veces le bastaba mirar una colección completa de nombres, para reconocer y retener al que se ie había escapado; otras veces, la imagen del nombre se había borrado de tal manera de su memoria, que requería que se lo mostrase de nuevo: lo que me solicitaba tornándome de la memo y haciendo pasear mi dedo índice por tocia esa serie de nombres hasta que señalara al que había olvidado. XXII. Este cjercício fue seguido de otro que, ofreciendo

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más trabajo a la memoria. contribuyó poderosamente a desarro~ liarla, Hasta cntO!1ces me había limitado a solicitar un objeto por vez; pedí primero dos, después tres, y luego. de inmediato, cuatro, señalando un número igual de signos al alumno que . sintiendo la dificul tad de retenerlos todos, los recorría con una atención á'Tida, hasta que )'0 los sustraía de hecho a sus ojos, Desde ese momento, nada de espera ni de incertidumbre; to~ maba a toda prisa el camino de su cuarto, de donde traía los objetos pedidos. Llegado a mi departamento, su primer cuidado, antes de dármelos, era pasear con vivacidad sus ojos por la lis­ ta, confrontarla con lo,> objetos de que era portador, y que me entregaba después de haberse asegurado, con esta prueba, de que no había omisión ni equivocación. Esta última experiencia dio, primero, resultados muy variables, pero al final las dificul­ tades que presentaba fueron superadas a su turno, El alumno, entonces, seguro de su memoria, desdeñaba la ventaja que le daba la agilidad de sus piernas, se entregaba tranquilamente a ese ejercicio, se detenía a menudo en el corredor, ponía la ca­ beza en la ventana que está en uno de los extremos, saludaba, con algunos gritos agudos, el espectáculo de la campiña que se despliega por ese lado en una magnífica lontananza, retomaba el camino de su cuarto, y allí hacía su pequeño cargamento, renovaba su homenaje a las bellezas siempre sentidas de la na­ turaleza, y volvía hacia mí bien seguro de la exactitud de su mensaje. XXIII. Fue de este modo como, restablecida en toda la latitud de sus funciones, la memoria llegó a retener los signos del pensamiento, mientras que, por otro lado, la inteligencia asía todo su valor. Tal es por lo menos la conclusión que creo un deber sacar de los hechos precedentes, cuando vi a Víctor servirse a cada inst""nte, tanto en nuestros ejercicios como es­ pontáneamente, de las diversas palabras cuyo sentiqo le había enseñado, pedirme los diversos objetos de que eran la repre­ sentación, mostrarme o darme la cosa cuando le hacía leer el nombre, indicarme la paltibra cuando le presentab:l la cosa. ¿ Quién podría creer- que esta doble prueba no bastaba para asegurarme de que, finalmente, había llegado al punto por el cual me había dsio obligado a volver sobre mis pasos y dar una vuelta tan grande? Lo que ocurrió en esta época me hizo creer, por un momento, que me encontraba de ello más alejado que nunca. XXIV. Un día en que había llevado a Víc:or conmigo, y que le enviaba, COTTl(~ de costumbre, a buscar en Sll cuarto va­

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dos objetos que le sei'íalaba sobre un caLllogo, me las para cerrar mi puerta con doble vuelta del ce!"rojo, y para re­ tirar la llave de la cerradura, sin que él lo notara, Hecho P:,tu, regresé a mi gabinete, donde él estaba, y desplegando su caL'do­ go le pedí algunos de los objetos cuyos nombres se encontraban inscritos allí, con el cuidado de que semejantes objetos estuvip­ sen en mi departamento. Partió de inmediato; pero habiendo encontrado la puerta cerrada, y buscando en vano la llave por todas partes, ~e me acercó, tomó mi mano y me condujo hasta la puerta de entrada, como para hacerme ver que no la podía abrir. Fingí estar sorprendido, buscar la llave por todas partes, y hasta preocuparme por abrir la puerta a la fuerza. Por último, renunciando a estas tentativas inútiles, llevé de nuevo a Víctor a mi gabinete, y mostrándole otra vez las mismas p::1­ labras lo invité, por signos, a mirar si en torno suyo no había objetos parecidos. Las palabras señaladas eran bastón, fucHe, cepillo, vaso, cuchillo. Todos estos objetos se encontraban ubi­ cados aisladamente en mi gabinete, pero de manera que no fueran fácilmente encontrados. Víctor los vio y no tocó ninguno. No tuve mejor éxito haciéndolos reconocer reunidos en una mesa, y fue inutil que se los pidiera uno después del otro, mos· trándole sucesivamente los nombres. Seguí otro camino: con unas tijeras recorté los nombres de los objetos que, convertidos así en simples marbetes, fueron puestos en las manos le V íc­ tor, y conduciéndolo de este modo en los primeros pasos de este proceder, lo llevé a poner sobre cada cosa el nombre que servía para designarla. Esto fue en vano, y tuve el inexpresable desagrado de ver a mi alumno desconocer todos esos objetos, o más bien las relaciones que los unían con sus signos y, con un .aire estupefacto que no se puede describir, pasear sus mira­ das indiferenes sobre todos esos caracteres, convertidos pa¡'a él en ininteligibles. Me sentí desfalecer de impaciencia y de descorazonamiento. Fui a sentarme a la extremidad del cuarto, y me pus~ a con­ siderar con amargura a aquel ser desgraciado, que las singula­ ridades de su situación reducirían a la triste alternativa de ser relegado, como un verdadero idiota, en alguno de nuestros hos­ picios, o de adquirir, con esfuerzos inauditos, un poco de ins­ trucción todavía inútil para su bienestar. "Do.!sgraciado, le dije corno si pudiera entenderme, y con verdadera opresión del cora­ zón, dado que mis esperanzas están perdidas y tus esfuerzos son infructuosos, retoma, con el camino de tus bosques, el gusto de la vida primitiva; o si tus nuevos deseos ~e pOi1cn en la depen-

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dencia de la sociedad, expía la desgracia de serie inútil, y ve a morir en la Bicetre de miseria y de aburrimiento." Sí hubiese reconocido menos el alcance de la inteligencia de mi alumno, hubiera podido cree:: que no había sido completamente compren­ dido; pero apenas había acabado esas palabras cuando vi cómo esa comprensión llegó con sus lamentos más vi vos, su pecho respirando con ruido, cerrándosele los ojos, y con un arroyo de lágrimas que escapaba a través de sus párpados cerrados. XXV. A menudo había notado que emociones semejantes, cuando llegaban hasta las lágrimas, creaban una especie de cri­ sis saludable, que desarrollaba súbitamente la inteligencia y la volvía más apta para superar, inmediatamente después, la difi­ cultad que parecía insuperable unos minutos antes. También había observado que si en medio de lo más fuerte de la emo­ ción abandonaba de improviso el tono de reproche para susti­

tuirlo con maneras acariciadoras y con algunas palabras de amis­

tad y de aliento, obtenía entonces un aumento de la emoción,

que doblaba el efecto que esperaba. La ocasión era favorable y

no dudé en aprovecharla. Me acerqué a Víctor, hice escuchar

palabras afectuosas que pronunciaba con términos apropiados

para que pudiera asir el sentido, y que acompañé con testimo­

nios de amistad más inteligibles todavía. Sus lágrimas redobla­

ron, acompañadas de suspiros y de sollozos; en tanto redoblando

mis caricias, llevé la emoción a su mayor grado e hice, si puedo expresarme así, temblar hasta la última fibra del hombre moral. Cuando toda esta excitación estuvo completamente calmada, vol­ ví a colocar los mismos objetos delante de los ojos de Víctor, y lo invité a que me los señalara uno tras otro, en la medida que le mostraba sucesivamente los nombres. Comencé por pe­ dirle el libro: lo observó primero bastante tiempo, hizo un mo­ vimiento para llevar a él la mano, y trató de sorprender en mis ojos algún signo de aprobación o de desaprobación. que despe­ jara su incertidumbre. Me mantuve en :mis trece y mi fisonúmía fue muda. Reducido, pues, a su propio juicio, concluyó que aquel no era el objeto solicitado, y sus ojos buscaron por todos los' rincones del cuarto, deteniéndose únicamente sobre los libros que estaban diseminados en la mesa y sobre la chimenea. Esta especie de revista fue para mí un rayo de luz. Abrí de inmediato un armario que estaba lleno de libr6s, y saqué una docena, entre los cuales tuve el cuidado de hacer entrar uno que era exactamente igual al que Víctor había dejado en su cuarto; verlo, cogerlo bruscamente y presentármelo con aire radiante, fue para Víctor cuestión de un instante.

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XXVI. Suspendí aquí la prueba; el resultado bastaba para darme de nuevo las esperanzas que con demasiada ligereza abandonara, y para aclararme sobre la naturaleza de las difi­ cv1tades que hacía surgir esta experiencia. Era evidente que mi aJumno, lejos de haber concebido una ídea falsa del valor de los signos, solamente hacía una aplicación demasiado riguro­ sa. Había tomado mis lecciones al pie de la letra, y por el hecho de que me hubiera limitado a dar la nomenclatura de objetos contf'nidos en su cuarto, se había persuadido que esos objetos eran los únicos a los cuales se arlicaba. De esta manera, cual· quier libro que no fuese aquel que estaba en su cuarto no era un libro para Víctor, y para que se decidiese a darle el mismo nombre, se n~qucría que una semejanza perfecta estableciera entre uno y otro una identidad visible. Bien diferente, en la apli­ cación de la:, palal>r<ls, de los niños que, comenzando a hablar, dan a los nombres individuales el valor de nombre genéricos con el sentido restringido de nombres individuales. ¿De rlónde podía provenir esta extraña diferencia? Se debe, si no me equivoco, a una gran sagacidad de observación visual, resultado necesa­ rio de la educación particular dada al sentido de la vista. Yo había ejercitado este órgano de tal suerte a asir, con compara­ ciones analíticas, las cualidades aparentes de los cuerpos y sus diferencias de dimensión, de color, de conformación, que entre dos cuerpos idénticos se encontraban siempre, para ojos de ese modo ejercitados, algunos puntos de desemejanza que hacían creer en una diferencia esencial. Determinado así el origen del error, resultaba fácil remediarlo; se trataba de establecer la identidad de los objetos, demostrando al alumno la identidad de sus usos o de sus propiedades; había que hacerle ver que esas cualidades comunes dan el mismo nomb:.-e a cosas en aparien­ cia diferentes; en una palabra, se trataba de enseñarle a con­ siderar los objetos según sus puntos de contacto y no por la relación de su diferencia. XXVII. Este nuevo estudio fue una especie de introduc­ ción al arte de las comparaciones. Al prindpio, el alumno se entregó ;::.\ mismo con ta.., poca reserva, que comenzó a equivo­ carse de nuevo, uniendo la misma idea, y dando el mismo nom­ bre a objetos que entre ellos sólo ten-Ían como relación la ana­ logía de sus formas o de sus usos. Fue así como bajo el nombre de libro designaba indistinbmente a una resma de papel, un cuaderno, un periódico, un registro, un folleto; cualquier trozo de madera largo y estrecho fue llamado bastón, mientras que daba el nombre de cepillo a la escoba y d(~ escoba al cepillo, y

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pronto, si no hubiera suprimido ese abuso las e', cadones, hubiera visto a Víctor limitarse al empleo de un peque­

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110 número de signos, que hubiera aplicado, sin distinción, a una cantidatl de objetos completamente diferentes, y que únicamente tienen de común entre ellos algunas de las cualidades o propie­ dades generales de los cuerpos. XXVIII. En medio de estas equivocaciones, o más bien de estas oscilaciones de una inteligencia que tiende sin cesar al reposo, y que continuamente muda por medios artificiales, creí ver desarrollarse una de esas facultades características del hom­ bre, y del hombre pensante, la facultad de inventar. Al conside­ rar las cosas desde el punto de vista de su analogía o de sus cualidades comunes, Víctor concluía qae, si había entre diversos objetos semejanzas de forma, debía haber, en algunas circuns­ tancias, identidad de usos y de funciones. Sin duda, la conse­ cuencia era un poco arriesgada; pero daba lugar a juicios que, incluso cuando eran evidentemente defectuosos, se convertían para él en otros tantos medios de instrucción. Recuerdo que un día, en que le pedí por escrito un cuchillo, se contentó, des­ pués de buscar por algún tiempo, con presentarme una navaja que fue a buscar en un cuarto vecino. Fingí acomodarme a ello; ::\' cuando su lección hubo terminado, le di a gustal, como de ordinario, pan, y le exigí que 10 cortara en lugar de despe­ dazarlo con los dedo!'; según su costumbre. Para ello le tendí la na\'aja que me había traído bajo el nombre de cuchillo. Se mostró consecuente y quiso hacer el mismo uso, pero la poca fijeza de la hoja se lo jmpidió. No creí la lección completa; tome la navaja y la hice servir, en presencia de Víctor, para su ver­ dadero uso. Desde entonces, ese instrumento ya no era y no­ debía ser ante sus ojos un cuchillo. No tardé en comprobarlo. Tomé su cuaderno, le mostré la palabra cuchillo, y el alumno­ me enseñó de inmediato el que empuñaba, y que le había dado­ cuando no pudQ utilizar la navaja. Para que el resultado fuera completo, me faltaba hacer la contraprueba; se requería qu~. poniendo el cuaderno en manos del alumno, y tocando por mi parte la navaja, Víctor no me señalara ninguna ,palabra, dado que todavía igno:raba la de ese instrumento: esto fue lo que ocurrió. XXIX. Otras veces los reemplazos que hacía suponían com­ paraciones mucho más singulares. Recuerdo que comiendo un día en la ciudad y queriendo recibir una cucharada de lentejas que se le presentó en el momento cuando la mesa no est~ba puesta, se procuró un platu ce sobre la chimenea, e improvisó

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un 'cubierto con un pequeño dibujo bajo vidrio, de forma circu­ lar, rodeado por un marco cuyo borde desnudo y saliente podía asemejarlo a una cuchara. XXX. Pero muy a menudo aquellos expedientes eran más felices, mejor encontrados, y merecían con mayor razón el nomo bre de invención. No temo dar este nombre a la manera corno un día se proveyó de un portalápiz. Una sola vez, en mi gabi­ nete, yo le había hecho usar ese instrumento para sujetar un tro­ cito de tiza que no podía sostener con los dedos. Pocos días des­ pués, se presentó la misma dificultad; pero Vktor estaba en su cuarte. y no tenía al alcance de la mano portaláp-iz para sostener la tiza. Dejo al hombre más industrioso o más inventivo de decir, o mejor dicho, de hacer lo que hizo para procurarse uno. Tomó un utensilio de asar, empleado en las buenas cocinas, super­ fluo en las manos de un pobre salvaje, y que, por esta razón, es­ taba olvidado y enmohecido en el fondo de un pequeño armario: una aguja de mechar, en suma. Este fue el instrumento que tornó para reemplazar al que le faltaba y que supo, con una segunda inspiración de imaginación verdaderamente creadora, convertir en un verdadero portalápiz, reemplazando los pasadores por al· gunas vueltás de hilo. Perdonad, Monseñor, la importancia que concedo el este hecho. Se requiere haber vívido todas las angus­ tias de una instrucción tan penosa; se requiere haber seguido y dirigido este hombre-planta en sus laboriosos desarrollos, des­ de el primer acto de la atención hasta esta primera chispa de la imaginación, para hacerse una idea de la alegría que sentí, y per­ donadme ahora que repita con una especie de ostentación un hecho tan simple y tan ordinario. Lo que todavía agregaré a la importancia de este resultado, considerado corno prueba de lo mejor actual, y como garantía de un mejoramiento futuro, es qU& en lugar de presentarse con un aislamiento que hubiera po­ dido hacerlo ver como accidental, se agrupaba con cantidád de otros, menos sorprendentes sin duda, pero que, acaecidos en la misma época y emanados evidentemente de la misma fuente, se ofrecían a los ojos de un observador atento corno resultados diversos de un impulso general. En efecto, es digno de destacar que, desde aquel me'mento, desaparecieron espoatáneamente can­ tidad de hábitos rutinarios que el ahlmno había adquirido en su manera de vacar las pequeñar ocupaciones que le eran prescri­ tas. Absteniéndose de hacer analogías forzadas y de sacar con­ secuencias al!'!jadas, se puede, por lo menos, pienso, sospechar que la nueva manera de encarar las cosas, haciendo nacer la idea de realizar nuc\'as aplicacíones, debió necesariamente for­

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zar al alun~no a salir del ür:iformc c:c C30S h;Íbi~os de al­ guna manera automúticos. XXXI. Convencido de que había establecido completamen­ te en el espíritu de Víctor la relación de lo:; objetos con sus sig­ nos, sólo me quedaba aumentar sucesivamente su número. Si se ha comprendido bien el proceder con que llegué a establecer el valor de los primeros signos, se habrá previsto que solamente podía aplicarse a los objeto circunscriptos y de poco volumen, y que no se podía rotular de la misma manera una cama, un cuarto, un árbol, una persona, así como las partes constituyentes e inseparables de un todo. No encontré ninguna dificultad en hacer comprender el sentido de esas nuevas palabras, aunque no pude unirlas visiblemente con los objetos que representaban como en las experiencias precedentes. Me bastó, para ser com­ prendido, indicar con el dedo la palabra nueva, y mostrar con la otra mano e! objeto al que la pala'bra se refería. Tuve un poco de resistencia en hacerle comprender la nomenclatura de las partes que enfran en la composición de un todo. De esta manera, las palabras dedos, manos, antebrazo, no pudieron durante largo tiempo ofrecer al alumno ningún signo distintivo. Esta confusión en la atribución de los signos se d~hía, evidentemente, a que el alumno todavía no había comprendido que las partes de un cuerpo, consideradas separadamente, formaban a su vez objetos distintos, que tenían su norr.bre particular. Para darle la idea, tomé un libro erJ.cuadernado, le arranqué las tapas y varias hojas. A medida que daba a Víctor cada una de esas partes por sepa­ rado, escribía el nombre sobre el pizarrón; despuf.s, retomando de sus manos esos diversos restos, hacía que a su vez señalara sus nombres. Cuando estuvieron bien f'Tabados en su memoria, coloqué en su lugar las pélrtes separadas, y al pedirle los nombres, me las designó como antes; después, sin presentarle ninguna en particular y mostrándole el libro en su totalidad, le .pedí el nom­ bre: me señaló con el dedo la palabra libro. XXXII. No se requería más para familiarizarlo con la no­ menclatura de los &versos cuerpos compuestos,'y para que, en las demostraciones que le hacía, no conÍundiera los nombres pro~ píos de cada una de las partes con el nombre general del objeto, tenía el cuidado, al mostrarle las primeras, de tocar cada una de inmediato y me contentaba, para la aplicación del nomhre general, con indicar la cosa vagamente y sin tocarla. XXXIII. De esta demostración pasé a la de las cualida­ des de los cuerpos. Entré "lquí en el campo de las abstracciones, y penetré en el mismo con miedo de no poder entrar o de verme

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inmediatamente detenido por dificultades insuperables. No se presentó ninguna, y mi p::imera demostración fue captada de una vez, aunque se refería a una de las cualidades más abs­ tractas de los cuerpos, aquella de la extensión. Tomé dos libros encuadernados igual, pero de formato diferente: uno era un in-18, el otro un in-8. Toqué el primero. Víctor abrió su cua­ dérno y señaló con el dedo la palabra libro. Toqué el segundo, el alum.1o indicó de nuevo la misma palabra. Lo repetí varias ve­ ces y siempre con el mismo resultado. Tomé de inmediato el li­ bro más pequeí10 y, entregándoselo a Víctor, hice que extendiera su mano abierta sobre la tapa; ésta quedaba casi completamente cubierta. Lo llevé a realizar lo mismo con el volumen in-8; su mano cubría apenas la mitad. Para que no pudiera equivocarse sobre mi intención, le mostré la parte que quedaba descubierta y lo llevé a extender los dedos sobre ese lugar: lo que no pudo hacer sin descubrir una porción igual de la que antes recubría. Después de esta experiencia, que demostraba a mi alumno de manera tan palpable la diferencia de extensión de esos dos objetos, le pregunté de nuevo el nombre. Víctor dudó; sentía que el mismo nombre no podía aplicarse indistintamente a dos cosas que acababa de encontrar tan desiguales. Esto era lo que yo esperaba. Escribí entonces sobre dos papeles la palabra libro, y deposité uno sobre cada libro. Escribí después sobre una ter­ cera la palabra grande y la palabra pequeño sobre una cuarta; las coloqué junto a las primeras, una sobre el volumen in-8 y la otra sobre el volumen in-18. Después de haber hecho notar esta disposición a Víctor, retomé los marbetes, los mezclé por algún tiempo y se los di de inmediato para que los ubicara, lo que hizo convenientemente. XXXIV. ¿Había sido comprendido? ¿El sentido respectivo de las palabras grande y pequeño había sido asido? Para tener ]a certeza y la prueba completa, he aqui cómo procedí. Hice traer dos clavos de longitud desigual; se los hice comparar más o me­ nos de la misma manera que los libros. Después, habiendo escrito sobre dos papeles la palabra clavo, se los presenté, sin agregar los dc,s adjetivos grande y pequeño, esperando que, si mi lección precedente había sido bien aprendida, aplicaría a los davo!.i los mismos de grandor relativo que le había servido para es­ tablecer la diferencia de dimensión de los dos libros. Eso fue lo que hi7:o, con una prontitud que convirtió a la prueba en más concluyente todavía. Tal fue el proceder por medio del cual le dí la idea de las cualidades de extensión. Lo empleé con el mis­ mo éxito para convertir en inteligibles los que represen­

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tan a las otras r;uaiid3dc;, sensibles de los cuerpos, c()'no las de color, peso, resistencia, etcétera. XXXV. Después de la explicación del adjetivo, vino la del verbo. Para hacerla comprender del alumno, sólo tuve que some­ ter un objeto del que conocía el nombre a diversas acciones que yo designaba, a medida que las ejecutaba, con el infinitivo del verbo que expresa esa acción. Tomé una llave, por ejemplo; es­ cribí el nombre sobre un pizarrón; después, tocándola, arroján­ dola, recogiéndola, llevándola a los labios, colocándola en su lugar, etc., escribí, al mismo tiempo que ejecutaba cada una de esas acciones, sobre una columna junto a la palabra llave, los verbos tocar, arrojar, recoger, besar, colocar, etc. Substituí de inmediato la palabra llave por el nombre de otro objeto que sometí a las mismas funciones, mientras le señalaba con el dedo los verbos ya escritos. Ocurrió a menudo que al reemplazar de este modo y al azar un objeto por otro para expresar el régimen de los mismos verbos, había entre ellos y la naturaleza del objeto tal incompatibilidad que la acción pedida se convertía en ridícula o en imposible. La perplejidad que demostraba entonces el alum­ no se convertía casi siempre tanto en ventaja como en mi pro­ pia satisfacción, y nos brindaba a él la ocasión de ejercer su discernimieno y a mí la de recoger nuevas pruebas de su inte­ ligencia. Un día, por ejemplo, qUé en razón del cambio sucesivo del :-égimen de los verbos se enfrentó con extrañas asociaciones de palabras, d~sgaTTar piedra, cortar taza, comer e~;;oba, salió pronto de la duda cambiando las dos acciones indicadas por los dos primeros verbos, con otras dos menos incompatibles con la naturaleza de su régimen. En consecuencia, tomó un martillo para romper la piedra, y dejó caer la tna para quebrarla. Lle­ gado al tercer verbo, y no pudiendo encontrar reemplazante buscó uno para el régimen, tomó un trozo de pan y se lo comió. XXXVI. Reducidos a arrastrarnos penosamente y por cir­ cuitos infinitos en el estudio de estas dificultades gramaticales, hicimos marchar de frente, como medio de instrucción auxiliar y de diversión indispensable, el ejercicio de la escritura. El co­ mienzo de este trabajo me ofreció dificultades sin número qu~, por lo demás, esperaba. La escritura es un ejercicio de imita­ ción, y la imitación estaba por nacer en nuestro salvaje. Así, cuando le di por primera vez un trozo de tiza, que dispuse convenientemente en sus dedos, no pude obtener ninguna línea, ningún rasgo que supusiera en el alumno la intención de imi­ tar lo que rpe veía hacer. Se requería aquí retroceder todavía, y procurar sacar de su inercia las facultades imitaIttes sO!lletién­

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