VOZ, Christina Dalcher

Page 28

6

P

atrick se siente juguetón esta noche, aunque yo no. O bien busca alivio al estrés de otro día más y otra semana más en el trabajo, poniendo gasolina en el coche y pagando las facturas de dentista de los niños. Ni siquiera un empleo de alto nivel en el gobierno parece bastar, ahora que yo ya no trabajo. Las luces del porche están apagadas, los chicos han caído rendidos en sus camas, y Patrick ha caído en la nuestra. —Te quiero, cariño —dice. Sus manos vagabundas me di­ 32 cen que no está dispuesto a dormir ahora mismo. Y ha pasado ya un cierto tiempo. Unos cuantos meses, me parece. Quizá más. Así que nos ponemos a hacerlo. Yo no hablaba nunca demasiado, cuando hacíamos el amor. Las palabras me parecían siempre torpes, interrupciones del ritmo natural, del acoplamiento básico. Y desde luego no me gustaban nada las estúpidas y repetitivas frases del porno: «Métemela toda. Ya voy. Más fuerte. Oh, dale, dale, dale…». Tienen su papel en el flirteo casero o en las bromas picantes con las amigas, pero en la cama, no. Con Patrick, no. Pero sí que hablábamos. Antes y después. Y durante. Un «te quiero», con sus tres sílabas que contienen una oclusiva sorda linguo-dental y otra linguo-velar, un diptongo creciente y una «r» vibrante linguo-alveolar, una consonante tan suave y tan apropiada para la ocasión. Nuestros nombres susurrados, Patrick, Jean. Esta noche, con los niños en la cama y Patrick en mi inte­ rior, su respiración regular muy cerca y muy fuerte en mi oído, con los ojos cerrados al resplandor de la luna reflejada en


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.