Miedo. Trump en la Casa Blanca. Bob Woodward

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—¿Para preparar el debate? —preguntó Bannon—. ¿Tú, Christie y Rudy? —Es la segunda vez. —¿De verdad se está preparando para los debates? —preguntó Bannon, gratamente sorprendido. —No. Él viene y juega al golf y nosotros hablamos de la campaña y cosas así. Pero estamos intentando que vaya cogiendo el hábito. El jefe de campaña, Paul Manafort, entró. Bannon, que solía definirse como «un populista que echa fuego», estaba indignado. Manafort iba disfrazado como si acabara de bajar de un yate, con pañuelo y todo. ¡En vivo y en directo desde Southampton! Trump llegó y se sentó. Había un montón de perritos calientes y hamburguesas. «Este es el menú favorito de los niños de once años», pensó Bannon mientras Trump engullía dos perritos calientes. Trump empezó a hablar del artículo del New York Times sobre el fracaso para controlar su lengua y le preguntó a Manafort cómo podía haber salido un artículo así. Era una de las paradojas de Trump: atacaba a los medios de comunicación con saña, sobre todo al New York Times, pero, a pesar de toda la palabrería, consideraba que el New York Times era el periódico de referencia y creía en gran medida lo que publicaba. —Paul, ¿soy un bebé? —le preguntó Trump a Manafort—. ¿Es eso lo que estás diciendo, que soy un bebé? No sirves para la televisión. No tienes energía. No representas la campaña. Te lo estoy diciendo con buenas palabras. No vas a volver a salir por la tele. —Donald… —intentó responder Manafort. Bannon se imaginó que esa manera tan familiar de dirigirse a él, por el nombre de pila, como si fueran colegas, no le gustaba nada a Trump. —Señor Trump, hay una cosa que debemos tener en cuenta —dijo Bannon—. La historia viene de muchas fuentes anónimas y no sabemos su veracidad.

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