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Michoacán de los Guindos F oto grafí as R O BE RTO A S C H IE R I





Michoacán de los Guindos Fotografías ROBERTO ASCHIERI


Roberto Aschieri desea agradecer especialmente a: Pablo Orellana Galleguillos, Presidente de la Fundación Delia del Carril. Valentina Paz Alarcón Rendich y por su guía y apoyo permanente a: Juana Crouchet G., Cristián Ureta.


Esta casa está llena del recuerdo de Delia. Allí vivió hasta su muerte. Los otros domicilios Isla Negra, la Chascona, la Sebastiana los puede reclamar Pablo y pueden convertirse en museos. Pero “Michoacán” fue un reino de Delia. Lola Falcón

¡Cómo recuerdo la casa de los Guindos, con aquel hermoso jardín, por las tardes, esas tardes chilenas, que parece que no acaban nunca, con el aire tan fino y transparente! Nicolás Guillén





FOTOGRAFIAR LA AUSENCIA

“El patrimonio es una necesidad y es un discurso, es darle un orden a la memoria, es un acto de sentido”, propone José Bengoa y sobre esta idea, creo que la fotografía nos ha permitido acceder a ese lado intangible de la cultura, la memoria y la identidad. ¿Cómo fotografiar la ausencia? Siempre es un desafío. Es luchar con el tiempo por el dominio de la luz y la sombra donde se cruzan las ideas de Memoria y Patrimonio. Cuando descubrí la casa Michoacán de los Guindos, en mayo de 2016, fue en el contexto del llamado Día del Patrimonio en Chile, cuando por solo algunas horas esta casa se habría al público y decidí conocerla. Al poco tiempo de reconocer el lugar, el impulso por registrar la experiencia fue muy fuerte. Llevé mi cámara como la llevo siempre, como quien lleva su teléfono móvil, o sus lentes para leer. Mi primera fotografía fue del anfiteatro al fondo de la casa y momentos después me encontraba solo y en silencio caminando entre silenciosas habitaciones que respiraban el aire de libros ubicados en amplios estantes y maderas que levemente crujían al caminar y el cráneo de un caballo sobre la cubierta de un piano de cola. Luces y sombras que dibujaban historias. Me sentí protegido, en paz y esas emociones, fueron impulsando cada fotografía, sin atreverme a tocar o mover ningún objeto. Simplemente, me dediqué a observar desde el lente, dialogar con el espacio mientras el exterior amenazaba a lluvia. Nunca olvidaré esas impresiones al moverme por este lugar de gran significación histórica y centro del que surgen muchos antecedentes y a su vez, donde confluyeron otros eventos relevantes para la cultura local. Todos esos pequeños detalles y referencias tienen un único denominador común: la figura de la grabadora y pintora Delia del Carril, “la Hormiga” como fue bautizada por la energía que desplegaba. Nacida en argentina en 1884, se convirtió en la segunda esposa del poeta Pablo Neruda.



A comienzos de 1940, Delia y Pablo desean regresar a Chile después del enorme esfuerzo que había significado la operación Winnipeg. En 1941 compran la casa ubicada en una quinta de más de 4000 metros cuadrados, terreno perteneciente al fundo ‘Los Guindos’ ubicada en la calle Lynch Norte 164 y que habitarán recién en 1943, año en que ambos se casan en México (Sáez, 2004). Completados los arreglos en la casa, de regreso a Chile la llamaron Michoacán de los Guindos (en alusión también a la provincia mejicana donde vivieron) y muy pronto se convertirá en lugar de reunión de grandes intelectuales, artistas y literatos de aquel entonces. Su interés por la construcción definió en gran medida el diseño y distribución que Neruda estableció para la casa, encargada inicialmente al arquitecto catalán Germán Rodríguez Arias, uno de los pasajeros del Winnipeg. En un ensayo sobre ‘la naturaleza en la arquitectura doméstica de Pablo Neruda’ escrito por Curro González de Canales, señala que a la vez que Rodríguez Arias estaba acabando la construcción, Neruda, viviendo ya en la casa, comienza su modificación.

“Cambiaba los criterios impuestos por el arquitecto añadiendo estancias, cambiando el uso de otras, cargando los espacios de significación a través de los objetos que en ellos ubicaba, e incluso moldeando su interior a través de estos mismos objetos. Empezó a existir una relación inversa que se p u e d e describir con la siguiente ecuación: cuanto más lejos está el arquitecto, mayores son los cambos que realiza el poeta.”

Para Neruda existía una relación entre la arquitectura y la poesía, para él, “en el hacer poesía y en el hacer las casas hay siempre algo que está naciendo, creciendo y construir, implica también una sensualidad de la madera, de los barnices, de los colores, de los objetos que se reconocen y se distribuyen en un propósito de arquitectura”. Neruda se valió de los cuerpos de los poetas andaluces, de las manos artistas de vallecanos, de los ojos de los muralistas mejicanos, para construir su idea vital de arquitectura.



El volumen exterior se conserva hasta hoy, a la vez que se adecuaron sus espacios interiores y se abrieron grandes ventanales hacia al jardín donde se ubicaba el pequeño teatro bautizado como ‘la casa del bosque’ y luego ‘Federico García Lorca’, donde Violeta Parra, vendrá regularmente a ensayar y reunirse con el poeta Enrique Lihn (Vidal, 2006). Neruda instalará una chimenea en cada habitación, llenará la casa de botellas, máscaras, libros y caracolas y disfrutaba el terreno junto a sus dos perros ‘Kutaka’ y ‘Calbuco’ y donde escribirá algunas de sus Odas Elementales y el Canto General que Delia del Carril leía, comentaba y corregía. Perseguido por el gobierno de Gabriel González Videla, Neruda deja Chile en 1949 y regresará recién en 1952. Michoacán será el lugar de recepción a Oscar Niemayer; Cándido Portinari; Vinicius de Moraes y Jorge Amado. Allí también, se alojaron Paul Valéry, Miguel Ángel Asturias, María Teresa León, Rafael Alberti, Diego de Rivera, Diego Muñoz e Inés Valenzuela. Las visitas del poeta cubano Nicolás Guillén eran las más celebradas. En 1952, Delia y Pablo sufren un accidente de automóvil en las cercanías de la casa, el sufrió heridas en el brazo y Delia permaneció dos días internada en la Asistencia Pública de Ñuñoa, mientras Matilde Urrutia, amante de Neruda, se instaló en la casa de Lynch para cuidarlo hasta el regreso de Delia. En 1954, Neruda celebrará en esta casa sus cincuenta años junto a amigos como el Doctor Salvador Allende; el Rector de la Universidad de Chile, don Juan Gómez Millas; el poeta Mario Ferrero; la pintora Mireya de la Fuente o Jorge Sanhueza, secretario y bibliotecario de Neruda. Los fines de semana Pablo y Delia almorzaban regularmente junto a la abogada Aída Figueroa y su marido Sergio Insunza, acompañados por Ángel Cruchaga, Juvencio Ovalle, Tomás Lago y su mujer, Delia Solimano. Para entonces, la relación con Delia se había deteriorado, aún así Neruda vivirá en esta casa hasta 1955 cuando se separan definitivamente.



La separación constituyó un golpe dramático para Delia, viajará a París pero al cabo de un año decidió que su mundo afectivo estaba en Chile, y regresó a la casa Michoacán en 1956. El desmantelamiento producto de la separación provocó que algunos objetos o colecciones particulares se movieran mientras otros se conservan en el lugar hasta hoy, como el piano, los muebles de madera de olivo, la mesa construida por Aguadé y Tarragó (ambos españoles que también vinieron en el Winnipeg), o la urna con la colección de mariposas azules. En la habitación de Delia y Pablo, se conserva también la foto mural regalada por el fotógrafo Antonio Quintana. Delia del Carril no dejó de recibir visitas y alojar amigos. En 1959 acoge a Celia de la Serna, madre del Che Guevara. Ese año se inscribió en el llamado ‘Taller 99’, que dirigía Nemesio Antúnez, donde continuó desarrollando y perfeccionando su técnica junto a su asistente Ida González, Roser Bru, Joan Morrisson o Eduardo Vilches. Su pasión fue dibujar enormes caballos, que le recordaban su feliz infancia, obras que viajaron por numerosas exposiciones individuales, tanto en Chile como en otros países, participando en decenas de exposiciones colectivas. Delia, la «flor de único tallo indoblegable», como la llamó Rafael Alberti, falleció en esta misma casa el 26 de julio de 1989, a los 104 años de edad y sus cenizas aún se conservan en su dormitorio, que también le servía como taller. En 1997 el pintor José Balmes junto a otras figuras de la cultura nacional, emprendieron el rescate de Michoacán de los Guindos. “Delia constituye una mujer emblemática, estuvo tan vinculada a la vida cultural, al mundo de su época (…) Michoacán es un hito que no se puede perder”, señaló en una entrevista (Ortiz de Rozas, 2016). Estas fotografías de Michoacán de los Guindos están dedicadas a la actual Fundación Delia del Carril y surgieron de aquel solitario y silencioso recorrido por habitaciones que aún son parte de la historia cultural y social del país, que como el viento, cruza estos espacios donde aún crujen en sus maderas y permanece en el frío de sus piedras incrustadas en el suelo y las paredes.



Muchos nombres y detalles son difíciles de resumir en esta introducción por lo que recomiendo el valioso trabajo biográfico desarrollado por autores como Aída Figueroa, Fernando Sáez o Virgina Vidal. Para esta edición, incluí “El olor del regreso”, texto escrito por Neruda en el que describe la casa en 1952 y cuyo manuscrito se conserva en el Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile. Como las imágenes que se conservan del período de esplendor de Michoacán de los Guindos son en Blanco y Negro, me propuse mantener ese carácter y así poder entregar un punto de vista atemporal a los espacios y objetos que aún se conservan. Espero que estas imágenes ayuden a contribuir a detener el tiempo sobre ellos y fortalecer los cimientos de su memoria, en el arte, la nobleza, el dolor y la ausencia.

ROBERTO ASCHIERI Octubre de 2016.

Bibliografía: Sáez, F. (2004). La Hormiga. 1ra. ed. Santiago de Chile: Catalonia, pp.140, 141. Vidal, V. (2006). Hormiga pinta caballos. 1ra. ed. Santiago de Chile: RIL Editores, p.77. Ortiz de Rozas, M. (2016). La Hormiga, puertas abiertas. [online] Emol.com. Disponible en: http://www.emol.com/especiales/neruda/19990227.htm [Accedido el 23 Nov. 2016].



En Villa Michoacán, la pareja trashumante, pero también gregaria fundó la inseparable tertulia, territorio de libertad para el diálogo, donde era posible expresar los diversos puntos de vista en torno a los sucesos de interés político, cultural y social, ojalá sin tontera grave. Allí se cultivaba la amistad sin suspicacias, practicando la comunicación sin pedantería y la discusión con tolerancia. Delia del Carril era la gentil anfitriona. De muy antiguo origen, dicen que proviene de tertium, es decir, de tercero, congrega a tertulianos que puede terciar o intervenir confrontando ideas, discrepando, sin eludir la polémica ni el debate, pero respetenado y ejerciendo las normas de tolerancia y urbanidad. Chile tuvo dos muy famosas; la de doña Paula Verdugo, madre de los Carrera, durane la Colonia, y la de don Luis Arrieta, en Peñalolén, en los tiempos de Balmaceda. Por su parte, Delia del Carril provenía de una familia donde la tertulia literaria era rito sagrado y la de su madre reunió a lo más granado de la intelectualidad de su tiempo. Neruda también venía de un mundo donde la tertulia solía convocar a los escritores y artistas, ya fuera en los cafés, en los bares, en las mismas casas. Como Villa Michoacán no hubo en el siglo XX otra mansión chilena que hubiera albergado juntos a tan ilustres personajes de la cultura universal. VIRGINIA VIDAL Citado en HORMIGA PINTA CABALLOS Delia del Carril y su mundo (1885-1989)



Aquí llegaron españoles expulsados por el vendaval revolucionario, judíos abrumados por el campo de concentración, almas ahuecadas por el dolor con acentos de extraña sonoridad, apóstoles, combatientes, luchadores políticos, víctimas y soñadores. Hubo algunos matones de barrio metidos en pelea grande que invadieron por oportunismo esta casa; pero eso es nube que no hace tempestad. Los mejores espíritus, las más vivas almas, las conciencias torturadas de inquietud, las más urgidas de esperanza, le prestaron su consagración... Y no se diga que la atmósfera que se ha vivido en esta casa fue foránea ni de inspiración extranjera. Lo extranjero fue el dolor, fue la necesidad, fue la angustiosa tragedia de los visitantes; la hospitalidad fue total e integralmente chilena. RICARDO BOIZARD “Michoacán: La Casa de Neruda” Patios Interiores. Ed. Nascimento. Santiago, 1948



EL OLOR DEL REGRESO

Mi casa es profunda y ramosa. Tiene rincones en los que, después de tanta ausencia, me gusta perderme y saborear el regreso. En el jardín han crecido matorrales misteriosos y fragancias que yo desconocía. El álamo que planté en el fondo y que era esbelto y casi invisible es ahora adulto. Su corteza tiene arrugas de sabiduría que suben al cielo y se expresan en un temblor continuo de hojas nuevas en la altura. Los castaños han sido los últimos en reconocerme. Cuando llegué, se mostraron impenetrables y hostiles con sus enramadas desnudas y secas, altos y ciegos, mientras alrededor de sus troncos germinaba la penetrante primavera de Chile. Cada día fui a visitarlos, pues comprendía que necesitaban mi homenaje, y en el frío de la mañana me quedé inmóvil bajo las ramas sin hojas hasta que un día, un tímido brote verde, muy lejos en lo alto, salió a mirarme y luego vinieron otros. Así se transmitió mi aparición a las desconfiadas hojas escondidas del castaño mayor que ahora me saludan con orgullo pero ya acostumbradas a mi retorno. En los árboles los pájaros renuevan los trinos antiguos, como si nada hubiera pasado bajo las hojas. La biblioteca me reserva un olor profundo de invierno y postrimerías. Es entre todas las cosas la que más se impregnó de ausencia. Este aroma de libros encerrados tiene algo mortal que se va derecho a las narices y a los vericuetos del alma porque es un olor a olvido, a recuerdo enterrado.


Junto a la vieja ventana, frente al cielo andino blanco y azul, por detrás de mí siento el aroma de la primavera que lucha con los libros. Éstos no quieren desprenderse del largo abandono, exhalan aún rachas de olvido. La primavera entra en las habitaciones con vestido nuevo y olor a madreselva. Los libros se han dispersado locamente en mi ausencia. No es que falten sino que han cambiado de sitio. Junto a un tomo del austero Bacon, vieja edición del siglo XVII, encuentro La Capitana de Yucatán, de Salgari, y no se han llevado mal, a pesar de todo. En cambio, un Byron suelto, al levantarlo, deja caer su tapa como un ala oscura de albatros. Vuelvo a coser con trabajo lomo y tapa, no sin antes recibir en los ojos una bocanada de frío romanticismo. Los caracoles son los más silenciosos habitantes de mi casa. Todos los años del océano pasaron antes y endurecieron su silencio. Ahora, estos años le han agregado tiempo y polvo. Sin embargo, sus fríos destellos de madreperla, sus concéntricas elipses góticas o sus valvas abiertas, me recuerdan costas y sucesos lejanos. Esta inestimable lanza de luz sonrosada es la Rostellaria, que el malacólogo de Cuba, mago de profundidad, Carlos de la Torre, me otorgó una vez, como una condecoración submarina. Aquí está, un poco más descolorida y empolvada, la “oliva” negra de los mares de California y, de la misma procedencia, la ostra de espinas rojas y la de perlas negras. Allí casi naufragamos en aquel mar de tantos tesoros. Hay nuevos habitantes, libros y cosas que salen de cajones largo tiempo cerrados. Éstos de pino vienen de Francia. Sus tablas tienen olor al Mediodía, y, al levantarlos, crujen y cantan, mostrando un interior de luz dorada, desde donde salen las tapas rojas de Victor Hugo. Los miserables, en su antigua edición, llegan a poblar con múltiples y desgarradoras existencias los muros de mi casa. Pero de este largo cajón parecido a un ataúd sale un dulce rostro de mujer, altos senos de madera que cortaron el viento, unas manos impregnadas de música y salmuera. Es una figura de mujer, un mascarón de proa.


La bautizo “María Celeste” porque trae el misterio de una embarcación perdida. Yo encontré su belleza radiante en un “bric à brac” de París, sepultada bajo la ferretería en desuso, desfigurada por el abandono, escondida bajo los sepulcrales andrajos del arrabal. Ahora, colocada en la altura navega otra vez viva y fresca. Se llenarán cada mañana sus mejillas de un misterioso rocío o lágrimas marinas. Las rosas florecen precipitadamente. Yo antes fui enemigo de la rosa, de sus interminables adherencias literarias, de su orgullo. Pero viéndolas surgir, resistiendo al invierno sin vestidos ni sombreros, cuando asomaron sus pechos nevados o sus fuegos solferinos entre los troncos duros y espinosos, me he llenado poco a poco de enternecimiento, de admiración por su salud de caballos, por la desafiante ola secreta de perfume y luz que extraen implacablemente de la tierra negra, en la hora debida, como milagros del deber, como ejercicios exactos de amor a la intemperie. Y ahora, las rosas se levantan en todos los rincones con seriedad conmovedora que correspondo, alejadas, ellas y yo, de la pompa y de la frivolidad, cada uno trabajando en su personal relámpago. Pero de todas las capas del aire llega un suave y tembloroso vaivén, una palpitación de flor que entra en el corazón. Son nombres y primaveras idas, y manos que apenas se tocaron y altaneros ojos de piedra amarilla y trenzas perdidas en el tiempo: la juventud que golpea con sus recuerdos y su más arrobador aroma. Es el perfume de las madreselvas, son los primeros besos de la primavera. PABLO NERUDA Los Guindos, 22 de Octubre de 1952














































































































ROBERTO ASCHIERI, nace en Argentina, donde cursa estudios de Cinematografía en la Escuela de Arte de la ciudad de Avellaneda entre 1980 y hasta 1983. Se desempeña en la Industria Cinematográfica Argentina como asistente de dirección en producciones de largometraje entre 1981 hasta 1987 y como Director y Productor, realizó más de 50 Video Clips para el sello EMI Argentina entre 1984 y hasta 1992, año en que continuará su trabajo como realizador en Chile, donde reside actualmente. Creador, Productor y Conductor del programa para Televisión ESCUCHANDO EL CINE, que debutó en el Canal 13C con dos temporadas emitidas entre 2007 y 2008 y en 2012, una nueva temporada se presentó en CNN-Chile. Desde el año 2001 es Creador, Productor y Conductor del programa FUNCIÓN PRIVADA en Radio Beethoven (96.5) hasta la actualidad, dedicado a difundir el arte y oficio de la música escrita para el cine, el teatro, la televisión y los video juegos. Productor del premiado largometraje documental LEONTINA (2012) y director de la saga documental INVUNCHES (2013). Hasta la fecha, ha publicado más de 10 Fotolibros digitales con sus trabajos dedicados a diversos temas sociales, donde predomina su enfoque documental hacia las transformaciones urbanas y el rescate de la belleza por sobre la destrucción o el abandono.




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