Vida en evolucion pdf

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12.6. Giganotosaurus carolinii es probablemente el terópodo más grande conocido. Fue encontrado en El Chocón (Neuquén, Argentina). Por la estructura de la mandíbula de los terópodos se sabe que podían expandirla hacia los costados para tragar las presas. Cuando se estudió el cráneo del Giganotosaurus mediante tomografía computada, se encontró que el cerebro era de un volumen cercano a un litro y que tenía peor visión pero mejor olfato que Tyrannosaurus rex, lo cual indica que tendría hábitos de caza mas crepusculares que diurnos.

El ser humano tiene 206 huesos. Casi todos los tetrápodos tienen una cantidad igual. Los saurópodos tenían muchos más huesos como producto de una multi­ plicación de la cantidad de vértebras. Sin embargo, el problema al que nosotros nos enfrentamos (no ellos, ya que evidentemente lo resolvie­ ron) es la altura que debe alcanzar la sangre para llegar al cerebro, el volumen de aire contenido en el largo pes­ cuezo y sus consecuencias en la respiración. Los restos fósiles no aportan gran información, por ello recurrimos nuevamente a la biología de los animales vivientes. Un animal que podemos tomar como ejemplo es la jirafa. En estos mamíferos, la postura y el largo pes­ cuezo hacen que la jirafa tenga una presión sanguínea en la cabeza de 200-300 mm de mercurio, contra sólo 80-120 mm en el ser humano. Esta presión es posible gracias a que las paredes de las arterias son más grue­ sas en relación a otros animales. Además, la presión del fluido corporal externo a las arterias es también mayor,

gracias a que la piel es gruesa y está muy ajustada, como un traje antigravedad. La frecuencia cardiaca normalmente disminuye con el tamaño del animal. Sin embargo, en la jirafa es elevada (similar al ser humano), seguramente como característica acorde a la alta presión. Cuando la jirafa bebe agua separa las patas, de forma que reduce la diferencia de presión entre el cerebro y el corazón. Si ahora tratamos de entender a los grandes saurópodos, podemos imaginar que estas y otras adaptaciones debieron pre-existir para que existieran animales con un pescuezo muy extenso. Por otro lado, si observamos la evidencia que nos dan los dinosaurios vivientes, vemos que en un pavo, la presión sanguínea es de 400 mm de mercurio, mucho más alta que la de una jirafa, lo que es lógico ya que la presión arterial en aves es un 50% más alta que en mamíferos. Considerando la distancia del corazón a la cabeza y 275


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