El jardinero nocturno

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31 T. C. Cook estaba en su oficina con varios expedientes abiertos ante él. Cada víctima de los Asesinatos Palíndromos tenía su propio archivo. Había compilado una biografía bastante completa de sus vidas, con fotos tanto familiares como individuales y del colegio. Sabía que algunos habían llegado a pensar, sobre todo durante sus últimos meses en la policía, que había atravesado la línea entre la diligencia y la obsesión. Pero alguien tenía que encargarse de aquello. Había seguido en contacto con el caso durante un par de años. Para cuando se cometió el tercer asesinato, la rabia en la comunidad de Southeast se había centrado en la policía, a la que se acusaba de no dar prioridad al caso porque las víctimas eran negras. Cook logró ganarse al final la confianza de los vecinos. Les sugirió crear un grupo de vigilancia en el barrio y les dio varios consejos para proteger a los niños. Al cabo de un tiempo varias muertes relacionadas con las drogas comenzaron a desbancar a los asesinatos de niños, que parecían haber cesado, y en las reuniones se hablaba más de bandas, traficantes, cocaína y crack. Las familias de las víctimas formaron un grupo llamado Padres Palíndromos y se reunían dos veces por semana, más por terapia que por otra cosa. Cook también asistía a estas reuniones. Pero al cabo de un año más o menos perdió contacto con ellos. Un matrimonio se separó desde el principio, los padres de Ava Simmons. Otro se divorció poco después del asesinato de su hijo, Otto Williams. El padre de Eve Drake se suicidó en el segundo aniversario de la muerte de su hija. La madre estaba casi catatónica, y el siguiente invierno acabó confinada en un hospital psiquiátrico. Cook miró las fotografías. Otto Williams, un chico inteligente al que le encantaba construir cosas. Llevaba gafas y a pesar de su aspecto de empollón era popular entre sus compañeros. Ava Simmons, de trece años, con cuerpo de niña, graciosa, llena de desparpajo. No se le daban muy bien los estudios, pero era más que espabilada. Adoraba a su abuela, que vivía con su familia. Y Eve Drake, la chica que saltaba a la comba. Participaba en torneos y ganó premios que exhibía con orgullo en su inmaculada habitación. Cook sentía la presencia de todos en la estancia. Cuando sonó el timbre Cook se levantó a abrir a Holiday, que venía con su uniforme de trabajo. — ¿Por qué no me ha llamado?


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