El jardinero nocturno

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— En primer lugar debería decirle una cosa, que no me retiré de la policía. — Ya me imagino. Eres demasiado joven. — Dimití. Los de Asuntos Internos me estaban investigando por unas declaraciones falsas, y me largué. — O sea, que estabas libre de pecado. — No. Pero era un buen policía. Me encantaría averiguar algo sobre el caso de Asa Johnson y metérselo por el culo a la policía. — La pasión es buena. — Pues la tengo. — A ver tu identificación. Holiday le enseñó el carnet de conducir. Cook se acercó a un contestador que tenía en la mesa, apretó el botón «Memo» y grabó un mensaje. — Aquí T. C. Cook. Salgo con un tal Daniel Holiday, ex agente de la policía, a echar un vistazo a la residencia de Reginald Wilson. — Cook apretó el botón de «Stop» —. Tardaría una eternidad en escribirlo, y a veces no puedo leer mi propia letra. Sólo quería dejar constancia de mi paradero, nada más. Cook sacó de un cajón una micrograbadora y se la tendió a Holiday. Extrajo del mismo cajón una 38 Special dentro de su funda, y se la enganchó al cinturón. — Tengo licencia, no te preocupes. — Yo no he dicho nada. También tengo una pistola en el coche. Y yo sí que no tengo licencia. Pero prefiero llevar la pistola y que me detengan por ello, que no llevarla y que me haga falta. — Es un hábito muy difícil de romper, cuando has ido armado tanto tiempo. — ¿Adónde vamos? — Tiene algo que ver con el alfiler verde del mapa. De camino a la puerta, Cook cogió un desvaído Stetson marrón con una banda color chocolate que sujetaba una pluma multicolor. — Conduce tú, Dan. — Llámeme Doc.


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