El ocaso de la familia Portela (muestra)

Page 9

pegaba con familiaridad por las arrugas de su cuerpo, salió del agujero a buscar el magnolio para plantarlo. Su aspecto era tan sano como siempre. Mercedes miró fijamente el arbolito y descubrió el engaño. Entonces dio media vuelta y se metió dentro de casa, quizás algo decepcionada. Esa misma noche la abuela Mercedes rezó a Jesusito, que era niño como ella, y le preguntó por qué habría mentido su padre. Y no obtuvo respuesta alguna. Desde ese momento la abuela empezó a descuidar sus rezos. Y el árbol de esta historia, que en mi infancia era casi centenario, se había convertido con el tiempo en el cuartel general de una manada de gatos vagabundos, que trepaban por sus ramas sombrías en busca de gorriones alelados en las horas del mediodía, al calor del sol. Y en la parte trasera del jardín, que daba justo a la calle de Marqués de Valadares, las ramas se asomaban sobre la pared de piedra, adornando con sus magnolias luminosas el corazón negro de la ciudad. Con el fallecimiento repentino del abuelo Elías, muerto al parecer a los cincuenta años de una infección sanguínea, se había marchado también de esta casa la prosperidad. Tan sólo restaban algunos tristes desechos del pasado esplendor, y entre ellos precisamente estaba el magnífico comedor, un poco deslucido. En esta estancia, la madera de castaño había sido finamente trabajada con los motivos vegetales e incluso leoninos en las molduras de los muebles, típicos entonces de las casas adineradas. Y también en el comedor, un gran espejo veneciano, con su marco recubierto de pan de oro, presidía con sus soñadores centelleos dorados las reuniones familiares. Como primogénito, y único varón entre los hermanos Portela, la Santísima Trinidad encabezaba siempre 13


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.