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Artículo del mes: Aprender a fracasar Promoción de la lectura: 9 Consejos para leer

Aprender a fracasar

Texto tomado del libro: Mirar de nuevo. Enfoques y estrategias para afrontar conflictos. Pág.150. Autor: Demián Bucay. Editorial: Océano de México.

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Algunos años atrás vi una publicidad de una conocida marca de indumentaria deportiva que he recordado desde entonces. En ella se ve a Michael Jordan caminando con lentitud por un corredor apenas iluminado. Viste de traje, usa lentes oscuros y se le nota abatido. Mientras avanza, se escucha su voz que pau- sadamente dice: “He fallado más de nueve mil tiros a la canastilla en mi carrera, he perdido más de trescientos partidos, en veintiséis ocasiones me confiaron el tiro que definiría el partido y fallé… He fallado una, y otra, y otra vez en mi vida. Y por eso… es que triunfo”. Allí estaba un hombre a quien se podría considerar el arquetipo del éxito en su actividad, sin duda uno de los deportistas más admirados por toda una generación; y la cantidad de ocasiones en la que había fallado ¡era abrumadora! Todas y cada una de esas veces tuvo que haber pasado por la experiencia de la frustración, todas y cada una de esas veces las cosas no habían salido como él lo hubiera deseado. Pero aún más importante, al final del spot se decía: “por ello, triunfo”. No era “a pesar de” haber fallado tantas veces que él triunfaba, sino justamente “por eso”. Eran esas experiencias (no las otras, más alegres) las que lo habían convertido en lo que era.

Fallar, ser rechazados, errar, fracasar, son los distintos nombres que le ponemos a la experiencia de que las cosas no hayan resultado como habíamos pensado o deseado. Y pasar por esas experiencias es inevitable. Solo un necio puede creer que siempre conseguirá lo que persigue, que siempre acertará, que podrá vivir sin tener que sufrir alguna frustración. Pero aun si pudiésemos evitar el fracaso… ¿Sería deseable? Sostengo que no. Creo que si queremos triunfar (en el sentido de alcanzar aquello que deseamos), tendremos que pasar muchas veces por el fracaso, no solo porque no podremos evitarlo, sino porque esos errores, esas frustraciones nos permiten aprender lo que necesitamos para movernos hacia lo que anhelamos.

Para decirlo con una frase que nos es familiar: Para aprender a caminar hay que tolerar algunos tropiezos. La única manera de evitar el riesgo de caerse es… seguir gateando. Si deseas expandir las fronteras de tu vida, tendrás que correr el riesgo de ponerte de pie, intentarlo y saber que tarde o temprano te darás algún golpe.

Lo mismo puede aplicarse a todos nuestros progresos: La única forma de no cometer errores es no decidir; el único modo de no fallar es no intentar nada nuevo, pero el precio que debo pagar será el empobrecimiento de mi mundo, la disminución de mis posibilidades. El crecimiento se nutre de los intentos y de las fallas.

La vergüenza es un sentimiento que está íntimamente ligado al fracaso, pues desde pequeños descubrimos que, cuando co- metemos un error, rara vez somos elogiados por el intento, sino que en general nos sancionan por el resultado. Terminamos así creyendo que deberíamos hacer “las cosas bien” desde la primera vez, y, al errar, nos sentimos inadecuados o débiles. Tanto el miedo al castigo como el recuerdo de la vergüenza pueden llevarnos de manera enfermiza a evitar toda posibilidad de fallar y, por ende, a la indecisión y a la inacción. Complicándolo todo, la vergüenza puede impedirnos reconocer ante nosotros mismos o ante otros el error cometido y, en una previsible secuencia, negar un fracaso nos negará también las posibilidades de aprender de él. Estas preguntas son ineludibles si queremos transformar las experiencias de frustración en cre- cimiento. Muchas veces caemos en la simpleza de creer que basta con repetirnos “la próxima vez lo haré bien” para que los resultados sean los que esperamos. Aprender de los fracasos es un proceso activo. Debemos dedicar tiempo y trabajo para comprender qué sucedió y diseñar luego una nueva manera de actuar. Una aclaración: No siempre lo que aprendamos de un fracaso será útil para “volver a intentarlo”; en ocasiones, el aprendizaje se aplica a un campo totalmente distinto.

En este proceso de aprendizaje hay algunas actitudes que pueden entorpecer nuestro avance y ante las que debemos estar atentos. Son respuestas defensivas, que, si bien nos escudan del miedo y de la vergüenza, evitan que nos responsabilicemos de lo sucedido; por eso es importante reconocerlas y concientizarlas. Se podrían englobar en cinco actitudes: La negación, el encubrimiento, el echar culpas, la furia y el desinterés.

Negar el fracaso es la reacción más extrema. Consiste en convencerse a uno mismo de que no hubo tal descalabro.

Si en lugar de ocultarme el fracaso a mí mismo se lo ocultara a los demás, caería en la mentira o el encubrimiento; movido por la vergüenza.

Cuando el fracaso es evidente, solemos usar otra estrategia: Culpar a otro para no reconocer la propia falla. Señalar a los demás, acertada o equivocadamente, es un camino cerrado.

Si logramos admitir nuestro fracaso, tendremos que cuidarnos de dos reacciones opuestas: enojarnos con nosotros mismos o tomárnoslo demasiado a la ligera. Si logro evitar estas trampas, habré conseguido la no tan sencilla tarea de asumir la responsabilidad de mi fracaso. Esto implica que yo soy quien debe responder por la parte que me toca, y, en consecuencia, soy yo también quien está a cargo de crear nuevas respuestas para próximas situaciones. Entonces tendré que dedicar tiempo y esfuerzo a entender lo que ocurrió.

A veces obtener más información resulta doloroso o al menos incómodo, pues podemos descubrir “verdades” desagradables; pero justamente son estas las que nos permitirán analizar en qué áreas de nuestra conducta tenemos que hacer ajustes.

“Si hoy volviera a encontrarme en aquella cir- cunstancia, ¿Qué haría en forma distinta para ser coherente con mi nueva manera de entenderla? A diferencia de la pregunta “¿Qué hice mal?”, la cual mira hacia el pasado y solo lleva a regañarme por el error, este cuestionamiento mira hacia el futuro y puede ayudarme a crecer. El verdadero aprendizaje no está en el intento de cambiar un resultado, sino que es el fruto del crecimiento derivado del análisis de las propias acciones y sus consecuencias.

Libros que apoyan el tema:

Título:

Sofía, la vaca que amaba la música

Autor e ilustrador:

Geoffroy de Pennart Serie: Pasos de luna

Título:

Malina pies fríos

Autor:

David Fernández

Ilustradora:

Alicia Borges

Editorial:

Pastel de Luna

Título:

Así es la vida

Autora:

Ana Luisa Ramírez

Ilustradora:

Carmen Ramírez

Editorial:

Diálogo