LA MAGIA DE NAVIDAD (cuento)

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En el cielo ya se podía apreciar aquel manto oscuro que suelen llamar noche, y en ella un hermoso agujero en donde se podía observar la radiante luz del astro sol… hermoso cielo bañado en escarcha dorada. Era una noche de aquellas en donde la soledad era dejada en algún rincón del corazón, para dar pase al gozo y a la dicha… era la víspera de navidad. Sentado en la banqueta, frente a aquel hermoso árbol colocado en la plaza que se encuentra en el centro de la ciudad, ahí postrado se encontraba él, con la mirada perdida en el suelo, los ojos llorosos, sus labios secos y con la tristeza embargando su corazón y su alma. Pues la navidad pasada perdió a su amada, en aquel incidente que prometió olvidar pero que aun no logra, sentía que su felicidad se esfumaba, conforme pasaba el tiempo. Pasaban las horas y él seguía sentado en aquel frío lugar, sin detener la mirada al vacio suelo. De repente… alza la mira con sus ojos llorosos, echa un vistazo a su alrededor y observa a muchas personas transitar, varios caminan acompañados, algunos solos, unos con calma, otros con prisa, pero siempre hacía un punto fijo. Pero nadie, absolutamente nadie se detenía para fijarse en aquel hombre, que en medio de su desdicha solo podía estar sentado en la banqueta frente a aquel árbol repleto de luces y adornos multicolores. Para muchos era una navidad perfecta, sin embargo aquel hombre ante la ignorancia de los demás cada vez se sentía más solo… En su silencio profundo, el reloj marcaba las nueve de la noche, faltaba poco para que sea la navidad, pero aquel hombre seguía sentado en aquella fría banqueta. Sentía un nudo en el corazón que poco a poco ahorcaba su alma, la luz se opacaba ante ojos llorosos…


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Disculpe señor, pero que hace en noche tan bella sentado en la esta banqueta tan fría, y ante este hermoso árbol.

Pero… aquella voz serena, por algún motivo tranquilizó su alma, por un instante no sintió esa ignorancia con la que todos lo solían tratar, sentía que podía ser escuchado por aquella mujer que muy cortésmente se acercó a él, la voz era tan familiar. Abrió los ojos suavemente, y lentamente levantaba la cabeza, aun así no podía sonreír y por ese breve instante sentía la curiosidad de saber quién era esa persona, quién le había hablado, puede que se haya equivocado o se haya imaginado, sentía curiosidad por ver el rostro de aquella dama, pero su dolor interno no permitía que alzara la mirada. -

Disculpe señor, pero que hace en noche tan bella sentado en tan fría banqueta – volvió a repetir aquella dama con la misma suave voz de ternura.

Sus ojos seguían fijos, con la mirada en el suelo, no podía hablar, quería estar en silencio y seguir oyendo la voz de aquella mujer que muy tiernamente le hablaba, se dio cuenta que era realidad, que era él a quien hablaba, pero no sabía que contestar, prefería estar en silencio… -

Es tan triste ver a alguien con tal tristeza en noche tan bella, su soledad es tan contagiante que me hace sentir muy sola en esta vida. Me siento como la luna que nos ilumina, tan radiante, tan bella, tan dulce, tan grande, pero a su vez tan única, no hay dos lunas, no hay algo que se asemeje a ella, pero aun así brilla en plena oscuridad. Entonces prefiero ser como una estrella hermosa, radiante, dulce, y pequeña desde esta distancia, pensar de que si a veces me encuentro sola en el cielo, sé que hay más iguales que yo, no me sentiré sola y brillare con mi luz, la distancia es corta porque desde aquí sentado me podrás observar y sabrás que te puedo acompañar al igual que a la hermosa luna, porque el hecho de ser diferentes no dice que no pueda acompañarla en una noche.


Aquel hombre se puso a pensar en aquellas palabras, ser como una estrella pudiendo ser como una luna, aquellas palabras le eran tan familiares, que lo hacía volver por el tiempo. -

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Me siento solo, triste y cansado de la vida, no tengo a nadie, pues la navidad pasada mi esposa falleció, luego de pasar juntos con nuestra pequeña niña, fue tan triste su partida, nos abandonó a los dos, se fue para no volver y quiero llorar cada vez que la recuerdo, pero las lágrimas ya no brotan como antes, mis ojos se van secando poco a poco - replicó aquel hombre dejando rodar unas pequeñas lágrimas por sus mejillas, pero siempre con la mirada perdida en el suelo. No estás solo, la soledad no se hizo para el hombre. Piensa que tu esposa donde quiera que se encuentre aún te acompaña, piensa que es como una hermosa estrella que nunca deja de brillar y en tu lado te acompaña como hasta ahora lo viene haciendo.

Palabras tan conocidas para aquel hombre, se sentía tan a gusto de poder hablar y saber que podrá ser escuchado y no ignorado, deseaba que el tiempo no pasara para seguir eternamente en esos instantes de calma que desde hace mucho tiempo no solía encontrar, pero aun así no alzaba su mirada. -

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A veces el dolor es tan grande, que no puedo contenerlo y quiero llorar solo. Observo a los demás y todos caminan hacia un punto fijo, yo no sé a dónde voy, ni con quien iré a parar, me siento solo en estos días en que todos están acompañado y yo no sé qué hacer cuando siento que toda mi vida se cae a pedazos. Aun tienes algo por que vivir – dijo aquella mujer tocándole el hombro.

Su forma de actuar era tan familiar, sus manos eran tan conocidas, era como retroceder en el tiempo. -

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Si no está ella no me queda mucho porque vivir, yo daba el todo ella y ella daba el todo por mí, extraño su presencia ya nada tiene sentido, aun no me resigno a haberla perdido, es tan cruel pensar en eso, ya ha pasado un año y no dejo de pensar en eso, aun sigue vigente en mi vida. Aun tienes algo porque vivir.


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No lo tengo. – replicó con voz exaltada. Alguna vez dentro de tu dolor te pusiste a pensar en nuestra hija y en lo mucho que ella sufre con mi ausencia y al verte así.

Aquellas palabras lo dejaron mudo, ya no sentía curiosidad por levantar la mirada y conocer el rostro de la persona que hablaba, sentía la necesidad de hacerlo, porque de responderle así una mujer, es difícil de pensar en eso. Así que lentamente levantaba la mirada, empezó desde los pies hacia la cabeza, suavemente recorría su mirada por el cuerpo de aquella mujer, para su sorpresa todo le resultaba familiar… Pero cuando vio su rostro, no tuvo palabras ni aliento, la mujer que le hablaba tenía el rostro de su esposa, eran tan idénticas, la impresión no lo dejaba hablar, pero aun en su silencio entendió el por qué de su voz familiar, de sus palabras familiares, de sus manos conocidas, era alguna mujer o quizá su conciencia con el rostro de su difunta esposa, pero al parecer era su misma esposa quien le hablaba… -

Alguna vez pensaste en nuestra hija y en lo mucho que ha llorado contigo, no quise marcharme, yo no escogí morir. Pero no trates así a nuestra hija, no dejes que el dolor rellene tu corazón – replicaba mientras aquel hombre se quedaba mudo, mirándola fijamente. - Corre y abrázala a ella, dale un fuerte abrazo y un beso a mi niña, dile que la quiero mucho al igual que tú, y a pesar de la distancia no la olvido ni la olvidaré.

Sus miradas se entrelazaron, era ella su esposa quien le hablaba, será real o será un sueño, sea como sea aquel hombre pasaba los instantes más bellos de su vida al poder hablar con su esposa, aunque sea por unos instantes… - Mi hija, ella es todo lo que me queda, desde la mañana que salí no la he vuelto a ver, la quiero tanto y yo tan cruel con ella, que he hecho con ella, tan solo tiene siete años y la trato como si no existiera… - No eres tú el culpable, es la pena quien te tiene así. Dile también que seré como una estrella al igual que ella, que aunque no me vea estaré ahí para hacerle compañía y brillar juntas en el firmamento, dile que la amo más de lo que se imagina… - dijo aquella mujer con una tierna mirada.


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Yo le diré, le mencionaré cada unas de tus palabras, le diré que la amas y que siempre estarás a su lado… Te amo por ser así, porque a pesar de la distancia aún me haces revivir de mis penas… Te amo al igual que a mi hija. Yo también lo hago y lo seguiré haciendo…

Una vez dicho eso, la mujer se paró le dio un beso en la frente a aquel hombre que era su esposo y le dijo en el oído un “te amo”, alzo la mirada y empezó a caminar entre la multitud, y entre ellas se desvaneció… Aquel hombre no pudo decir nada más, y vio como desaparecía entre tanta gente, alzó la mirada, se paró y observó la radiante estrella que en la punta del árbol estaba colocada, sus ojos se iluminaron y corrió hacia su casa sin parar. Habrá sido un sueño, una ilusión o quizá real, pero sea lo que sea le hizo entender que aun tenía a su hija y que por ella no debía dejarse vencer. Una vez en su casa abrió la puerta y vio a su hija sola sentada en el sillón de la sala, pues la persona que lo cuidaba tuvo que retirarse temprano por los preparativos de navidad. El señor sonrió mirando a su hija, camino suavemente hacia ella, la abrazo y le dio un beso en la frente. -

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Hija te amo mucho, más que a mi vida. – Dijo el padre con una alegría inmensa. Yo también te quiero mucho papito – respondió sonriente aquella niña. Tenemos que alistarnos, aun falta poco para navidad y debemos pasarla juntos. Si papá como digas, uhmmm ¿papá existe la magia en navidad? preguntó con una cierta inquietud. La navidad es un día llena de magia, Jesús está a punto de nacer como cada año y supongo que Él quiere lo mejor para nosotros, y desde el cielo hace milagros o como tú lo dices; hace magia para que todos sean felices en una fecha tan especial… ¿por qué lo preguntas? Ayer en la noche tuve un sueño extraño, vi a alguien que me pareció reconocer, era una señora muy bella y me dijo que haría magia contigo, porque no quería que yo te vea triste, y hoy te veo llegar y me preguntaba si en verdad existía la magia.


El señor se puso a reflexionar sobre el asunto, podría ser acaso que aquella mujer con quien soñó su hija haya sido su madre, la misma que le hizo despertar de su sueño de tristeza a él… -

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Entonces, la magia en navidad si existe. Esa misma persona que apareció en tu sueño me dijo que serías como una estrella, que siempre estarías brillando en el cielo y que nunca estarías sola, porque la tienes a ella y me tienes a mí para cuidarte, y siempre lo haremos. Yo también los quiero mucho, aunque no estoy segura de quien sea ella, igual la quiero por decir eso, además también dijo que tenías un mensaje muy importante que darme. Esa persona que hoy me permitió estar a tu lado y que siempre está pendiente de ti; así como prometo estarlo yo, ella es tu madre quien falleció la navidad pasada y dijo que por sobre todas las cosas, te amaría una eternidad…

Quispe Canahuire Ricardo IEPV 5143 Perú


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