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Construcción de paz: Algunas lecciones Angelika Rettberg. Directora Posgrados, Departamento de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales y Directora Programa de Investigación sobre Conflicto Armado y Construcción de Paz (ConPaz), Universidad de los Andes. n rettberg@uniandes.edu.co

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Las negociaciones de paz en La Habana no deben verse como un proceso estrictamente coyuntural, ni mediático. Un posible acuerdo entre las partes debe llevarnos a pensar que la construcción de paz implica el involucramiento de diversos actores y de pensar que los costos no solo son materiales, sino también simbólicos.

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no de los activos que tiene Colombia de cara al proceso actual entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) es la amplia experiencia que ha acumulado en temas de construcción de paz. En el país se ha desarrollado un conocimiento que nos informa, más allá de las pretensiones de gobiernos individuales, acerca de las posibilidades y retos de la realización de tareas afines a la eventual superación del conflicto armado interno: desde las negociaciones de paz de los años ochenta, pasando por los procesos de desmovilización que conformaron la Asamblea Nacional Constituyente y la promulgación

Cooperación Internacional y posconflicto en Colombia: más allá de los recursos económicos Juana García. Profesora asociada, Facultad de Administración y profesora adjunta al Centro de Estudios Internacionales (CEI), Universidad de los Andes. n juanagarcia@uniandes.edu.co

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La posibilidad de una firma de un acuerdo para la finalización del conflicto armado con las FARC, ha despertado gran interés en la comunidad internacional. Pero, ¿cuál puede ser su rol en la etapa del posconflicto? En este artículo la autora se concentra en la cooperación que podría ofrecer la comunidad internacional para la implementación del esperado acuerdo, más allá de los recursos económicos.

de una nueva Constitución en 1991; desde la crisis humanitaria y el escalamiento de la guerra en los años noventa, pasando por el fallido proceso de paz del Caguán y la apuesta a la seguridad democrática, hasta el proceso actual. De esta vasta experiencia se pueden extraer algunas lecciones, que aplican tanto para el caso colombiano como para el de otros países. En los siguientes párrafos discuto algunas de ellas. La construcción de paz es un proceso político. La pregunta por el poder está presente en todas partes. Así, en temas obvios como la definición de las condiciones para la participación política de organizaciones armadas desmovilizadas y en la manera en la que se define el alcance de la justicia transicional para las Fuerzas Armadas hay una discusión de cómo se reparten, promueven, sosegan o desactivan los poderes de los grupos involucrados. Pero temas menos debatidos también son políticos. Las verdades que han ido aflorando en torno a la participación de distintos sectores de la vida nacional en la reproducción de la violencia serán integradas en la reconfiguración de la enseñanza de la historia nacional en nuestros colegios o la definición de los alcances presupuestales para la reparación de las víctimas. Esto riñe con expectativas de que una normatividad internacional, basada en principios supremos, pueda aplicarse en forma neutra y desarticulada en constelaciones políticas nacionales, y resuelva el debate acerca de la capacidad de agencia de las instituciones y los actores locales en los países transicionales. Esta lección también sugiere que la construcción de paz puede resultar costosa, política y económicamente, para distintos actores. Por consiguiente, defensores de la construcción de paz y académicos por igual harían bien en elaborar un balance juicioso de los ganadores y perdedores de cada política, para derivar de ahí tanto las posibles fuentes de apoyo como de oposición en el corto y mediano plazo. La construcción de paz es un proceso con altibajos, dinámico, sin secuencias claras, pero con inercia. Como bien lo atestigua la experiencia nacional, el proceso de construcción de paz de las tres décadas pasadas ha atravesado por diferentes momentos y ha sido liderado por una gran diversidad de actores domésticos (locales, regionales y nacionales) e internacionales.

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n Colombia, a finales de los años noventa, en medio de los diálogos fallidos del presidente Andrés Pastrana, el gobierno inició la Diplomacia por la Paz para conseguir el apoyo de la comunidad internacional. Fruto de esta, y luego de realizar tres mesas de donantes entre el 2000 y 2001 en Madrid, Bogotá y Bruselas, el país logró incrementar los recursos de cooperación de 100 millones de dólares anuales a 500 millones en promedio hasta la fecha, a través de la figura de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). A pesar de la ruptura de los diálogos en febrero del 2002, los principales donantes continuaron destinando recursos a Colombia, convirtiéndose en estos últimos años en el principal receptor de recursos de cooperación internacional en la región. Durante este tiempo, los principales donantes asignaron recursos al país a través de programas que en la mayoría de los casos se concentraban en contribuir a eliminar las causas –la propiedad de la tierra, la participación política, el narcotráfico entro otros– y a asumir las consecuencias del conflicto colombiano, en áreas como la atención a las víctimas o la reintegración. Estados Unidos a través del Plan Colombia, y la Unión Europea a través de los Laboratorios de Paz, con recursos propios y sumando a los demás países europeos, se convirtieron en los principales donantes. Si bien se incrementaron los recursos de los cooperantes, tanto el Plan Colombia como los Laboratorios de Paz, evidenciaban una visión y posición distinta frente a la solución del conflicto. Esto marcó la forma cómo fueron elaborados y ejecutados los programas entre los principales cooperantes, diferenciándose en su forma de actuar. Adicionalmente la situación de la cooperación internacional de hace catorce años era también caracterizada por el compromiso de la mayoría de los países donantes de incrementar su AOD con el fin de aproximarse al cumplimiento del 0,7% del PIB. Para ello desarrollaron nuevas estrategias, buscando focalizar su actuación en menos países y lograr una mejor eficacia de la ayuda. La mayoría de los donantes también mantuvieron e incrementaron los recursos en Colombia por el conflicto. La situación actual, por el contrario, es distinta para las partes: Colombia con un crecimiento sostenido, entre los más altos de la región, entró en el 2010 a ser parte de los CIVETS, uno de los acrónimos de los nuevos países emergentes. Durante los últimos diez años, los niveles de exportación y de inversión extranjera crecieron año tras año y el país, desde el 2010, hace gestiones para ingresar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)-, popularmente considerado el club de los países ricos. Al mismo tiempo, mientras el panorama para los países emergentes y para los países latinoamericanos ha sido positivo, los países tradicionalmente donantes se han visto afectados por la crisis financiera del 2008 y por duras políticas de austeridad, llevándoles a reducir considerablemente los recursos de ayuda externa y concentrándose en los países más necesitados y con desempeños económicos más modestos que el colombiano.

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