Divergente veronica roth

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porque Edward es el único que puede vencerlo. Christina peleará contra Al, lo que significa que Al perderá rápidamente, como ha estado haciendo toda la semana. —No seas muy dura conmigo, ¿eh? —le pide Al a Christina. —No prometo nada —contesta ella. La primera pareja (Will y My ra) se coloca frente a frente en la arena. Se pasan un segundo arrastrando los pies a uno y otro lado, lanzando un puñetazo al aire y respondiendo con una patada fallida. Al otro lado de la sala, Cuatro se apoy a en la pared y bosteza. Me quedo mirando la pizarra e intento predecir el resultado de todos los combates. No tardo mucho. Después me muerdo las uñas y pienso en Molly. Christina perdió contra ella, lo que quiere decir que es buena; pega con fuerza, aunque no mueve los pies. Si no consigue darme, no me hará daño. Como cabía esperar, la siguiente pelea, entre Christina y Al, es rápida e indolora. Al cae después de unos cuantos golpes duros a la cara y no se levanta, lo que hace que Eric sacuda la cabeza. Edward y Peter tardan más. A pesar de ser los dos mejores luchadores, la disparidad entre ellos resulta evidente. Edward le da un puñetazo en la mandíbula a Peter, y y o recuerdo lo que Will había dicho de él: que lleva practicando desde los diez años. Es obvio. Es más veloz que Peter, incluso. Cuando se terminan las tres peleas, y o y a me he comido las uñas hasta las raíces y tengo hambre. Salgo a la arena sin mirar a nada ni a nadie que no sea el centro de la sala. He perdido parte de mi rabia, aunque no me cuesta recuperarla. Solo tengo que volver a pensar en el frío que hacía y en lo fuerte que se reía ella: « Miradla, es una niña pequeña» . Tengo a Molly delante. —¿Lo que te vi en el cachete izquierdo era una marca de nacimiento? —me pregunta, sonriendo—. Dios, qué pálida estás, estirada. Ella se moverá primero, siempre lo hace. Molly se lanza a por mí y pone todas sus fuerzas en un puñetazo. Cuando se mueve, me agacho y le doy en el estómago, justo encima del ombligo. Antes de que pueda ponerme las manos encima, salgo y levanto las manos, lista para su siguiente intento. Ya no sonríe. Corre hacia mí como si pensara derribarme, y y o me aparto corriendo. Oigo la voz de Cuatro en mi cabeza, diciéndome que el arma más poderosa de la que dispongo es el codo. Solo tengo que encontrar la forma de usarlo. Bloqueo su siguiente puñetazo con el antebrazo. El golpe pica, aunque apenas lo noto. Aprieta los dientes y suelta un gruñido de frustración, más animal que humano. Prueba a darme una torpe patada en el costado, pero la evito y, mientras está desequilibrada, me lanzo adelante y le doy con el codo en la cara.


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