Zahora 57

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Número 57

ALBACETE: TIERRA DE VENTAS • TRASHUMANCIA Y ARQUITECTURA DE PIEDRA EN SECO EN ALBACETE • ARQUITECTURA TRADICIONAL DE LOS PARQUES EÓLICOS “CAPIRUZA I Y II” (ALBACETE) •

Servicio de Educación, Cultura, Juventud y Deportes

Zahora 57

EL SANTO CRISTO DEL SAHÚCO • DE LA RONDA AL CASAMIENTO



Zahora nº 57

albacete: tierra de ventas • trashumancia y

arquitectura de piedra en seco en albacete • arquitectura tradicional de los parques eólicos

“capiruza i y ii” (albacete) • el santo cristo del sahúco • de la ronda al casamiento



albacete: tierra de ventas • trashumancia y

arquitectura de piedra en seco en albacete • arquitectura tradicional de los parques eólicos

“capiruza i y ii” (albacete) • el santo cristo del sahúco • de la ronda al casamiento


Zahora. Revista de Tradiciones Populares, nº 57

Coordinación Universidades Populares y Cultura Popular Servicio de Educación, Cultura, Juventud y Deportes Dibujo de portada Joaquín Francisco García Sáez

Edita Servicio de Educación, Cultura, Juventud y Deportes Diseño y maquetación Servicio de Publicaciones Diputación Provincial de Albacete DL AB 78 - 1993 Nueva Época ISSN: 1132-7030

Producción e impresión Servicio de Publicaciones. Diputación Provincial de Albacete Edición digital http://issuu.com/revistazahora

La revista Zahora ha sido editada para ser distribuida. La intención de los editores, es que sea utilizada lo más ampliamente posible y que de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.


“Si usted me pregunta si creo en el espíritu de las cosas usadas, le diré que sí. Ahí están todas esas cosas que sirvieron algún día para algo. Nunca podremos utilizarlas sin sentirnos incómodos. Y esas montañas por ejemplo, tienen nombres… Nunca nos serán familiares; las bautizaremos de nuevo, pero sus verdaderos nombres son los antiguos”. Ray Bradbury. “Crónicas marcianas”


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Índice Albacete: Tierra de ventas...................................................................................................... 11 Trashumancia y arquitectura de piedra en seco en Albacete. ............................................... 67 Patrimonio Histórico y energías renovables. Arquitectura tradicional de los parques eólicos “Capiruza I y II (Albacete)................................................................. 90 El Santo Cristo del Sahúco................................................................................................... 118 El Cristo del Sahúco. Mejor colección sobre artes

y tradiciones populares del certamen de fotografía

“Albacete Siempre” 2012........................................................................................................ 138 De la ronda al casamiento. prenoviazgo, noviazgo y boda en la provincia de Albacete........................................................................ 143

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Albacete tierra de ventas

Joaquín Francisco García Sáez

L

as ventas eran unos edificios que formaban parte de la vida cotidiana de la sociedad española hasta no hace muchos años. Probablemente, los que tenemos cierta edad, o conocemos El Quijote, hemos oído hablar de las ventas, pero las nuevas generaciones no saben lo que eran, y mucho menos que formas tenían y por qué eran así. Hablo en pasado porque, aunque alguna venta queda, al día de la fecha no se utiliza como tal, puesto que la función que les dio razón de ser ha desaparecido, así que las que todavía permanecen en pie han sido fuerte-

mente transformadas, adaptándolas a otras nuevas necesidades de forma tal que, a veces, lo único que nos queda para poder identificarlas, es su topónimo, recuerdo de un pasado aun no muy lejano, puesto que las ventas se han venido utilizando como tales hasta mediados de siglo XX. En la provincia de Albacete se constataron la existencia de al menos 52 edificios rurales con el topónimo de venta en 1990. Al día de la fecha, más de veinte años después algunos ya han desaparecido:

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Fig. 1. Plano de localización de los edificios con topónimo de venta en la provincia de Albacete en 1990 con las vías a las que sirven. Fuente: autor

1. Venta vieja de D. Diego Ciller 2. Venta de los Acacios 3. Venta de las Madres 4. Ventorrillo (Montalvos) 5. Venta de la Paloma (Villarrobledo) 6. Casa de las venticas 7. Venta de Santa Elena 8. Venta de Lozano 9. Venta de la Paloma (Albacete) 10. Venta la Petronila o la Gorrinera 11. Venta la Juliana o Ventorro de la Vereda 12. La Venta 13. Venta de Peñacarcel 14. Ventalhama 15. Venta de los Dolores 16. Ventorro de Marín

17. Venta de Tiriez 18. Venta de Alarcón 19. Venta del Lobo 20. Venta la Vega 21. Ventica 22. Venta del cojo 23. Venta de Segovia 24. Ventorrillo (Almansa) 25. Venta del Palomar 26. Venta del Puerto 27. Venta de Molina 28. Venta la Encina 29. Casa del Ventorrillo 30. Venta del Gitano (Corral Rubio) 31. Venta de Pepes 32. Venta de Santa Isabel 33. Venta del Vecino 34. Venta Nueva (Albacete)

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35. Venta del Gitano (Caudete) 36. Venta de Fernandillo 37. Venta de Patagorda 38. Ventorrillo (Caudete) 39. Venta de Carlota 40. Ventorrillo de la Balsa de Valera 41. Venta Quemada 42. Venta Villegas 43. Venta Polope 44. Venta de Dimas 45. Venta del Vidrio 46. Venta de Rodrigo 47. Venta Nueva(sierra) 48. Venta del Peralejo 49. Venta de Andrés Quilez 50. Venta de Minateda 51. Venta Velasco 52. Venta vieja de Tazona


Por su función, las ventas son edificios hosteleros tradicionales de carácter popular, vinculados al sistema de comunicaciones del momento, pero no son los únicos. Se suele plantear que tres son los tipos de edificios que se vienen considerando como hosteleros tradicionales: ventas, paradores y posadas. Los tres tipos desarrollan la misma función: la hostelera. Su emplazamiento en relación con una población es lo que los diferencia, y a la vez condiciona el modo en cómo se desarrolla esta función. La posada sería un establecimiento hostelero tradicional situado en el interior de una población, por norma general en la plaza principal o cercana a ella. El parador se situará en las afueras de las poblaciones, pero cercano a ellas, de manera que, en muchas ocasiones, y en sucesivos crecimientos de la población, han sido absorbidos por esta, pasando a ser conocidos, a partir de entonces, como posadas. Por último la venta se emplazará siempre en descampado, pero alejada de los núcleos de población y vinculada a un camino. Será, como se ha comentado, un elemento fundamental en el sistema tradicional de comunicaciones. Un sistema de comunicaciones se compone principalmente de unas vías de comunicación, de los vehículos que por ellas circulan y por supuesto de los usuarios que las utilizan. También forman parte de este sistema, unos servicios anexos ubicados junto a esas vías que se materializan en forma de construcciones, relacionadas bien con el mantenimiento de los caminos (casas de peones camineros, almacenes de sal, etc.), bien con la función hostelera para descanso de los viajeros que por ellas discurran (ventas o moteles), bien con la

necesidad de repostaje de los vehículos (aljibes o gasolineras), o bien que satisfagan varios de estos servicios a la vez (áreas de servicio). Se podría considerar a las ventas como las “áreas de servicio” del sistema tradicional de comunicaciones, ya que en ellas “repostaban los vehículos”, comían y descansaban los usuarios, y en ocasiones se comportaban como unos “centros comerciales” del momento.

¿Cuándo existieron?

El sistema de comunicaciones es una necesidad de la sociedad, y por lo tanto creado por el hombre. No existe desde el principio de los tiempos, sino que se crea en un determinado momento y varía y se modifica, según la demanda que, de ellos, la sociedad exija, según los medios materiales de los que disponga, esa sociedad en el momento, para la ejecución de las vías y, según los medios de transporte existentes. El origen de las ventas, hay que buscarlo en la necesidad de satisfacer unas funciones demandadas por los viajeros, para lo cual hace falta que exista una necesidad de usarlos con relativa frecuencia (comercio, migraciones, etc.), de forma tal, que se haga imprescindible la creación de un sistema de comunicaciones, por lo que su origen habrá que buscarlo en el origen del sistema. El primer gran camino del que se tiene constancia en la península Ibérica, es la Vía Heraclea, de época cartaginesa y utilizada por los íberos, pero el primer sistema de comunicaciones, del que se tiene noticia, es el de época romana, en el que la Vía Heraclea se incluye, pasándose a denominar Vía Augusta.

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Fig. 2. Mapa de la Península Ibérica con los caminos romanos. Fuente: José I. Uriol Salcedo

Se aprecia que por la provincia de Albacete pasaba la vía que unía Cástulo con Sagunto y Tarragona, o lo que es lo mismo el valle del Guadalquivir con la costa mediterránea. El sistema de comunicaciones romano, ya estaba compuesto por los caminos y por una serie de construcciones vinculadas a ellos. Con carácter funcional cabe nombrar la mutatio, la mansio y la statio. La “mutatio es un albergue destinado al cambio de carruaje situado cada 5-12 MP, la mansio es un asentamiento permanente. Un día de viaje (6 a 8 mutationes) separa dos mansiones.

Por último, la statio es una residencia, un albergue”.1 En España, se puede considerar que son las mansio las antecesoras de las ventas puesto que son las que tenían una función similar a la que siglos después va a ser desarrollada por las ventas: “equivalente de nuestras «gasolineras», indispensables para los hombres y los animales, en materias primas para el funcionamiento de los talleres (madera, piedra, mineral, arcilla).2 La localización de las mansiones, como se verá, va a ser similar a la de las ventas, y dado

1 Chevalier, Raymond. Les Voies Romaines. Ed. Picard. París 1997. Pags. 281-282. 2 Chevalier, Raymond. Les Opus cit Pag. 284.

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que las funciones desarrolladas son similares también poseerán importantes elementos en común: el patio grande, amplia entrada para los vehículos, abrevadero en el interior de dicho patio, cuadras y establo, habitaciones para los viajeros, depósitos, etc.

Gracias a la investigación arqueológica se han recuperado planos de planta de distintas mansiones, donde, se puede apreciar cómo coinciden con los planos de planta de las ventas en la existencia de un gran patio rodeado de construcciones.

Fig. 3. Planta de la mansio de Alba (Suiza). Fuente: Raymond Chevalier

Fig. 4. Planta de la venta del Lobo 1990. Fuente: Autor

Se han aventurado imágenes de soluciones volumétricas de restitución en las que se aprecia cierta analogía formal entre éstas y las ventas, fundamentalmente con las que se construyen a partir del siglo XVIII debido al

orden, a la composición clásica, a la utilización de la cubierta inclinada con cumbrera centrada y a la imagen de edificio cerrado y acabado que presentan.

Fig. 5. Restitución volumétrica de la masio de Grand Saint-Bernard. Fuente: Raymond Chevalier

Fig. 6. Hipótesis de restitución volumétrica de la venta del Lobo. Fuente: Autor

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Pero también tendrán elementos funcionales que las diferenciarán de las ventas como tabernas, termas con un buen sistema hidráulico, servicios de reparaciones, talleres, tiendas, residencia de médico, necrópolis, etc. lo que nos puede indicar la diferencia existente entre los usuarios o quizás la cantidad y “calidad” de los usuarios de las mansiones y los usuarios de las ventas. Este programa de las mansiones romanas, más completo, lo podemos encontrar en los “caravasar” de la Ruta de la Seda de Turquía: edificios auxiliares del sistema tradicional de comunicaciones de Turquía que también tendrán su origen en el sistema de comunicaciones romano, pero que evolucionará en

función de las necesidades que le exijan las sociedades que las utilizan, y del entorno en el que se ubican, por lo que, aunque la función sea similar la imagen de los edificios puede ser radicalmente distinta. En ellos encontramos, además de estancias para el refugio de personas y animales, de las ventas, termas, y espacios dedicados al culto (mizet), para conseguir al final de la jornada, un descanso total, tanto físico como espiritual, y al día siguiente poder seguir la marcha. Evidentemente la imagen de una venta se asemeja más a la de las mansiones romanas que a las de los caravasares aunque el uso sea similar.

Fig. 7. Caravasar del Sultanhani. Fuente: Autor

Con las invasiones bárbaras, el sistema de comunicaciones romano desaparece, quedando únicamente un conjunto de caminos o rutas, que servirían fundamentalmente para qué las sucesivas invasiones de la península Ibérica,

que se sucedieron los siglos siguientes, se propagaran rápidamente por ellas. Después de la Pax Romana, hasta el siglo XV, en España, no va a existir una etapa lo suficientemente estable y prospera, que –16–


garantice la viabilidad de un sistema de comunicaciones. Esta estabilidad hará posible que exista cierto comercio que demande un sistema de comunicaciones, puesto que con los medios de transporte existentes en la época no basta con que existan caminos, sino que son necesarios, para su correcto funcionamiento, una serie de infraestructuras viarias anexas como serán las ventas. Así pues, es en este siglo cuando aparecen las primeras referencias a las ventas en los relatos de viajeros de la época como el alemán Jerónimo Münzer que se refiere a ellas de la siguiente manera: “El camino de Vélez Málaga a Málaga es sumamente peligroso, por los frecuentes desembarcos de piratas berberiscos a la captura de personas y al saqueo de bienes; en el camino de Málaga a Osuna hay muchas ventas”.3 Dice: “hay muchas ventas”, lo que implica que hay un sistema de comunicaciones de cierta envergadura, ya que sin la existencia de éste, los establecimientos hosteleros como las ventas no tendrían razón de ser. “Las formas de viajar son las mismas que en la Edad Media: a caballo la clase alta, sus mujeres en palafrenes o en mulos o mulas, que también utilizan los clérigos con órdenes mayores, y el pueblo llano andando, los más, y, los menos, en las ancas de un burro”4. Esto, en principio, nos viene a decir que los caminos existentes hasta la fecha son perfectamente válidos, ya que no se les demanda otras prestaciones distintas a las que hasta el momento se les pedían. Únicamente existe un aumento de los viajes, sobre todo de transportistas, que hace posible el surgimiento y mantenimiento de las ventas. Pero a finales del

siglo XV es cuando empiezan a introducirse los vehículos para circular por los caminos aunque no de manera muy habitual: “Si bien los coches no prosperan y hay que esperar unos años para verlos circular por ciudades y caminos, el vehículo que pronto alcanzó gran difusión fue la litera”.5 El aumento de la circulación que se produce en este siglo lleva a una actuación administrativa y fiscal por parte de los Reyes Católicos en la regulación de los establecimientos vinculados a los caminos: posadas y ventas, puesto que todavía no habían nacido los paradores, además de poner de manifiesto otros problemas de los caminos como el de la seguridad en los mismos a los que se plantea su resolución. “Un problema relacionado con los viajes y los transportes y que los Reyes Católicos resolvieron tajantemente fue el de la seguridad en los caminos. En las ciudades castellanas habían existido milicias populares, llamadas hermandades, encargadas del mantenimiento del orden público, y financiadas por los propios ciudadanos. En las cortes de Madrigal, de 1476, estas hermandades fueron reorganizadas y colocadas bajo un mando único, la junta de la hermandad, bajo el poder directo de la corona. Así nació la Santa Hermandad. Esta tenía funciones de policía y judiciales. Como policía, su misión era acabar con el bandolerismo y vigilar los caminos y el campo; cada ciudad o pueblo debía aportar, a su costa, un hombre a caballo por cada cien vecinos. Los delitos de robo, asesinato, incendio, rapiña, allanamiento de morada y rebelión eran juzgados y castigados por la propia Hermandad, que tenía sus tribunales, de forma severa e inmediata; en pocos años, el orden fue restaurado y se limpió el campo de bandidos”.6

3 Uriol Salcedo, José I. Opus cit. Pag. 86. 4 Uriol Salcedo, José I. Opus cit. Pag. 92. 5 Uriol Salcedo, José I. Opus cit. Pag. 93. 6 Uriol Salcedo, José I. Opus cit. Pag. 93-94.

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Todo esto nos muestra la existencia de la toma de conciencia de la necesidad de que exista un sistema de comunicaciones en condiciones para el desarrollo y bien estar de la sociedad del momento por parte de la clase dirigente. El sistema de comunicaciones con sus vías, edificios auxiliares y cuerpo que garantice su seguridad, es una fuente de ingresos de manera indirecta, ya que hace posible el comercio entre las distintas ciudades del país, pero también lo es de forma directa puesto que en ventas y posadas se movía una importante cantidad de dinero por la prestación de servicios. Así pues el tráfico y el comercio interior como fuente de riqueza es impulsado por el poder. “Las medidas impulsoras del tráfico y del comercio interior no quedaron reducidas a las de mejoras de caminos, construcción y reparación de puentes y al restablecimiento de la paz en los caminos con la Santa Hermandad. Se extendieron también a evitar los abusos en las exacciones de pontazgos y de peajes, a favorecer la construcción de ventas en los despoblados y a regular su explotación, así como la de los mesones, y a facilitar el acarreo mediante la legislación protectora de la real cabaña de carretería”.7

En definitiva, en el siglo XV, ya se puede hablar de sistema de comunicaciones en España, y no de simples caminos. Sistema de comunicaciones adaptado a los medios de transporte del momento y a la orografía existente, pues apenas hay capacidad para su modificación. El uso de este sistema de comunicaciones demanda la necesidad de conocerlo para su mejor aprovechamiento así: “En el siglo XVI se publican los primeros Repertorios de Caminos, o guías para el viajero, que muestran por donde se ha de ir de un lugar a otro, mencionando los pueblos y las ventas del camino, así como las distancias parciales entre cada uno de los lugares consecutivos y las distancias totales de principio a fin del itinerario. (...). (...). La aparición de estos últimos (los repertorios de caminos del siglo XVI) pone de manifiesto la intensificación de los viajes y su generalización, con la consiguiente demanda de este tipo de publicaciones. El primer Repertorio es de 1546; se publica en Medina del Campo, por el impresor Pedro de Castro, y es un libro «hasta agora nunca visto» en España; se titula Repertorio de todos los caminos en el qual allarán cualquier viaje que quieran andar muy provechoso para todos los caminantes. Compuesto por Pero Juan de Villuga, valenciano”.8

Fig. 8. Itinerarios Villuga 1546 referidos a la zona de estudio. Fuente: Archivo Real Academia de la Historia

7 Uriol Salcedo, José I. Opus cit. Pag. 95. 8 Uriol Salcedo, José I. Opus cit. Pag. 110.

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O lo que es lo mismo, ya en el siglo XVI, se ha tomado conciencia de la gran importancia que tiene un verdadero sistema de comunicaciones y de la necesidad de su conocimiento por la mayor masa de población posible. Estamos, posiblemente, ante la primera “guía de carreteras” de España, y como tal se describen en ella todos los aspectos que puedan interesar a cualquier usuario de esta “guía”, para cualquier viajero, que generalmente serán los transportistas profesionales, pues todavía no se tiene conciencia de la posibilidad del viaje por placer. Las ventas funcionarán como edificios hospederos hasta la primera mitad del siglo XX, mientras todavía se utilizaran vehículos de motor de sangre, en cantidad suficiente para hacerlas necesarias y rentables. Con la introducción del los vehículos de motor de explosión y las sucesivas mejoras en las vías de comunicación, dejaron de ser necesarios los

servicios que prestaban las ventas, por lo que el aspecto hostelero del negocio desaparece de estos edificios, quedando únicamente el topónimo con el que aun las conocemos, aunque sean únicamente complejos agropecuarios que nada tienen que ver con la función hostelera.

¿Quién las utiliza?

Para saber donde se sitúan las ventas, como funcionan y por qué son así y no de otra manera, es imprescindible conocer quien eran sus usuarios. Los usuarios del sistema tradicional de comunicaciones y clientes habituales de las ventas, son los carreteros, los arrieros y sus animales: mulos, machos, jacas, burros y perros, ya que hasta esa época prácticamente eran los únicos usuarios de los caminos con cierta continuidad, puesto que era su forma de ganarse la vida.

Fig. 9. Carreteros. Fuente: Archivo Eduardo Sánchez Ibáñez

Fig. 10. Arriero. Fuente: Juan Piqueras Haba y Carmen Sanchis Deusa

Por este motivo las ventas están organizadas para responder funcionalmente a las necesidades de los arrieros, de los carreteros

y de sus animales, puesto que, dentro de la irregularidad que supone su paso por estos edificios eran los que los usaban más a menudo:9

9 Madrazo, Santos. Opus cit. Pag. 464.

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Por esta razón funcional la chimenea es normalmente de unas dimensiones muy grandes y se sitúa separada del muro testero, para que bajo ella se pueda cerrar un gran círculo alrededor del fuego donde cupiera un gran número de carreteros. Llegada la hora, los carreteros se iban a “dormir” a las cuadras, y no a las habitaciones o dormitorios, como con nuestra mentalidad actual pudiéramos pensar. Esto lo hacían así por dos razones: la primera razón era para que no les quitaran el pienso de sus mulas y la otra era porque había que dar de comer a las bestias dosificadamente durante toda la noche. Les daban la comida en intervalos de hora en hora aproximadamente para que no se “empancinaran”. Esta comida consistía en paja y grano, por norma general avena. En las primeras dosis había mucha más paja que avena porque es cuando más hambriento está el animal y en las siguientes entregas se va aumentando la cantidad de avena y disminuyendo la de paja, con lo que se produce un sustancioso ahorro puesto que “cuando el animal llega a lo caro, la avena, ya está hinchado”. Así pues, los carreteros no dormían por la noche en las habitaciones o dormitorios de la venta. En realidad no dormían, pasaban la noche en la cuadra. Con todo, para descansar en la cuadra, estos señores utilizaban las “sacas”, que no son más que sacos de arpillera o lona que se disponían de la forma que a continuación se pasa a describir: en primer lugar se hace un montón con la basura de la cuadra, encima de la cual se pone la saca con paja en su in-

“(...), el tráfico más frecuente es el arrieril, el aseo, trato y provisiones de las posadas estará de acuerdo con dicho tráfico y, en consecuencia, habrá más cuadras, cocinas y zaguanes que cocheras, comedores y habitaciones con camas”.10 Los carreteros solían reunirse en grupos para la marcha a los que se denominaban brigadas de carros. Estas brigadas no estaban constituidas por un número fijo de carros ni constante, sino que se formaban sobre la marcha y “según las amistades”, tal y como nos informa D. José Perales Dauder.11 Cuando estos grupos se acercaban a la venta, en la que iban a hacer noche, se adelantaba un carretero desenganchando un burro del carro y encargaba la cena al mesonero y si éste no estaba a la mesonera “que siempre estaba”, ya que era la encargada de la comida. Los carreteros podían elegir lo que querían de cenar siempre que hubiera de ello en la venta: “conejos y pollos siempre había y con estos ingredientes se podían hacer unos buenos gazpachos o lo que ellos quisieran”. Eso sí, siempre que en la venta hicieran comidas, porque había ventas en las que no hacían, incluso ni vendían para hacer de comer, ya que en determinados periodos de tiempo estaba prohibido por ley que en las ventas se vendiera nada, por lo que la comida la tenía que llevar el propio viajero. Lo que sí ponía el ventero a disposición del cliente, y por eso cobraba, es el fuego para que se pudiera hacer la cena. Después de la cena, alrededor del fuego y bajo una gigantesca chimenea, era donde se realizaban los tratos de mulas, cambios, ventas y juergas, con apuestas jugando al tiro del gato, canciones, chascarrillos, etc.

Las posadas del país -y había algún millar- eran malas, con la excepción de unas pocas situadas en alguna ciudad o en una ruta importante. Estos establecimientos, típicamente arrieriles, contaban sólo con cocina, cuadras y zaguán y se revelaban incómodas, sin cocheras, camas ni útiles, para otro tipo de viajeros más exigentes. (...). 10 Madrazo, Santos. Opus cit. Pag. 466. 11 D. José Perales Dauder es antiguo carretero que habitualmente realizaba el trayecto desde Játiva a Alpera y viceversa.

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terior, “no con mucha para que se aplane”. Sobre ésta se coloca una manta, y ya está preparado el lecho sobre el que se tumba el carretero que por encima se echará las mantas que necesite. En las cuadras, que solían ser espacios o naves de dos crujías o cuerpos separadas por un pórtico, bien con arcos, bien con vigas, los pesebres estaban situados en las paredes de cerramiento; las bestias se colocaban, como es natural, con la cabeza en el pesebre y los cuartos traseros hacia el centro de la nave. Es aquí donde los arrieros y/o carreteros colocaban

sus sacas para dormir, en la parte central de la cuadra, por lo que debían tener cuidado con los animales para que no les cocearan o chafaran, para lo cual debían poner la almohada, que en ocasiones era el saco de avena, con objeto de protegerse la cabeza, como “mecanismo de seguridad” para amortiguar el golpe, que no para evitarlo. En este aspecto de la seguridad para el carretero, se podía considerar al perro, que muchos carreteros llevaban en el carro, ya que éste mordía las patas de las mulas cuando se iban a echar, evitando así la coz o el aplastamiento de su dueño.

Fig. 11. Detalle de cuadras en planta baja y pajar en planta primera. La paja se pasaba a la cuadra a través de la “pajera” y de esta se distribuía a los pesebres. Fuente: Autor

Así se entiende que los carreteros durmieran durante el día sobre los mismos carros. Los mulos “enfilaban” el camino y al llegar a algún cruce paraban. Los perros al cruzarse con otros carreteros o ver acercarse a alguien ladraban y los despertaban, con lo cual los carreteros estaban casi seguros de que iban a llegar a su destino y que no se les iba a sorprender, aunque como reconoce mi

informador, D. José Perales, alguna vez él se equivocó de camino. Las misiones de los perros son, además de compañía, las arriba descritas, como se ve, principalmente de vigilancia. Por lo que no se requerían grandes perros de defensa. Era habitual que los perros que acompañaban a los carros fueran pequeños, “a los cuales no había que darles mucho de comer”, ahora

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eso sí: muy ladradores. Por eso era frecuente que fueran “perros rateros”. También era común que fueran galgos, los cuales tenían, además, la misión de procurar algún conejo o alguna liebre a su dueño que utilizarían para comer o cenar. El mesonero tenía la obligación de llamar a los arrieros y/o carreteros a la hora que le pidieran “que para eso le pagaban” y poder empezar su marcha, les hacía la cuenta y se iba a su trabajo del campo, puesto que la venta, como edificio rural que era, además de la función hostelera desarrollaba una función agropecuaria con respecto a las tierras que la rodeaban. La hora de partida no era fija, dependía de lo lejos que se quisiera llegar ese día, para lo cual se programaban con antelación las jornadas, de una venta determinada a otra, pero por lo general nunca se salía después de las seis de la mañana, hora solar. En las ventas siempre había pilones con agua para darles de beber a las caballerías. El agua se pagaba. A todos estos usuarios habituales de las ventas cabría añadir de forma ocasional los desplazamientos de gentes de la alta sociedad y/o extranjeros, que serían los únicos que utilizarían las dependencias de las ventas de modo similar a como hoy en día se utilizan los hoteles, o lo que es lo mismo, utilizando las habitaciones de la venta para pernoctar. Pero estos clientes eran muy escasos, por lo que no influyen en el uso habitual de la venta. Así pues en las ventas acaban desapareciendo las habitaciones para los huéspedes siendo sustituidas por almacenes o pajares. Cuando era requerida alguna habitación por “alguien importante”, el ventero le dejaría la suya, y si no, a dormir en la cuadra con los demás. Del uso descrito que los clientes habituales hacían de las ventas, se deduce que su uso era fundamentalmente nocturno, ya que durante

el día solo estaba la ventera, y que hay tres elementos funcionales fundamentales e imprescindibles en una venta: el pozo o aljibe, las cuadras y la gran chimenea. Elementos que van a ser los que nos singularicen a las ventas respecto a cualquier otro edificio rural aislado que podamos encontrar.

¿Dónde se sitúan?

Las vías del sistema de comunicaciones al que sirven las ventas y las hizo necesarias nos va a determinar su emplazamiento, por lo que habrá que conocerlas. El primer condicionamiento de los caminos es el geográfico, el físico, derivado de la propia naturaleza del terreno donde se ubica. El aspecto físico del territorio, condiciona el trazado de los caminos: su orografía (más o menos abrupta), la naturaleza del terreno (más o menos firme: roca o arcilla), la distancia entre núcleos habitados, etc. y por lo tanto también condicionará la necesidad de los distintos elementos auxiliares, y como tales, de las ventas, que en terrenos escarpados serán más frecuentes que en el llano, puesto que a una misma jornada, el camino desarrollado será menor, al igual que en los territorios donde estén muy cerca los distintos núcleos de población las harán innecesarias. Así pues siguiendo los condicionantes geográficos físicos exclusivamente, para establecer una comunicación entre dos puntos a través de un camino se buscará el itinerario más corto y asequible con los medios existentes en la época. Esto quiere decir que el camino más corto puede que no sea una línea recta, pues pueden existir dificultades u obstáculos insalvables, en el momento de la materialización del camino, que exijan dar ciertos rodeos separándonos de esa teórica línea recta que unen los dos puntos a enlazar. Todo esto nos da una pista sobre los puntos donde se podría emplazar una venta. En

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principio, serían todos aquellos puntos de paso obligado para asegurarse una clientela como cruces de caminos, puentes que crucen grandes ríos, a la subida o bajada de los puertos de montaña, donde su función era de vital importancia, para dar descanso a los animales o para alquilar mulas de refuerzo, etc. Pero la cuestión física únicamente, no explica al cien por cien el trazado de los caminos, existen otros factores que dependen de la sociedad de cada momento. El aspecto social también es importantísimo, como, por ejemplo, se constata en el hecho de que en la segunda mitad del siglo XVIII se decida que la primera comunicación por camino carreteril, posteriormente llamado carretera, entre Madrid y Valencia, se realice por Almansa en lugar de por el puerto de las Cabrillas de Cuenca, itinerario por el cual, a igualdad de camino y de vehículos, se ganaría una jornada en llegar de Madrid a Valencia. Pero, por el contrario, la alternativa mejorando y manteniendo en buen estado del camino que pasa por Almansa permite, “recuperar” esa jornada para llegar a Valencia, y a la vez consigue una mejora con la comunicación para Alicante y Murcia, cuyos recorridos naturales más

directos (como ocurre con el de Valencia) serían también otros.12 (Ver figura 12 en página siguiente)

Se trataría de realizar con la mayor economía posible la máxima red de carreteras garantizando su mantenimiento sin un coste demasiado elevado. Así pues se potencian itinerarios que son más largos frente a otros más cortos, pero como el camino más largo es de mayor calidad, junto con los avances que se producirán en los medios de locomoción, a pesar de haber una mayor distancia, se conseguirá una mayor economía en el comercio y en el transporte. Probablemente ésto implique un aumento del tránsito por este camino, lo que se traduce en un aumento de los servicios auxiliares a las vías de comunicación, es decir: un aumento de ventas, puesto que las ventas no dejan de ser un negocio, y si aumenta el tráfico, también lo harán los posibles clientes. Es por ello por lo que se ha constatado la superabundancia de ventas en determinados tramos de caminos totalmente llanos, sin ninguna dificultad orográfica que las justifique, donde en espacio de muy pocos kilómetros hay hasta tres o cuatro ventas.

Fig. 13. Localización de tres ventas en poco más de una legua sin accidente orográfico que las justifique: Venta (del Pinar), Venta del Roncero y Venta Nueva, en las cercanías de Minaya. Fuente: Instituto Geográfico Nacional

12 Madrazo, Santos. Opus cit. Pag. 309. (...), pero los imperativos financieros obligarían a concentrar los esfuerzos en una sóla construcción. Tras sopesar argumentos, desechar presiones particulares y oir a los pueblos de tránsito, se optó por el itinerario de Almansa. Una vez resuelto el problema financiero, administrativo y de dirección técnica, se iniciaron en 1765, las obras de una carretera que tendría 11,7 metros de ancha en su travesía por los 100 kilómetros de la provincia de Valencia, dejando para un segundo momento otros dos enlaces hacia Alicante y hacia Murcia-Cartagena.

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Fig. 12. Itinerarios Madrid-Valencia principios del S XVIII. Siendo uno más largo que el otro se tardaba lo mismo en llegar: 8 jornadas. Fuente: Juan Piqueras Haba y Carmen Sanchis Deusa

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Desde el punto de vista estricto de la geografía física este fenómeno no es explicable: sólo es explicable desde los aspectos sociales de la geografía: políticamente se decide potenciar un camino respecto a otro. En definitiva, “si el relieve y los hechos físicos orientan la estructura de la red viaria, los factores históricos son los que determinan la distribución de los trazados, (...)”13 Las ventas existen en Cantabria, en la Comunidad Valenciana, en Castilla o en La Mancha, en toda España, pero de lo que no cabe duda es que unas regiones serán más propicias a su establecimiento que otras, fundamentándose en dos parámetros principalmente: la distancia entre sus núcleos habitados y el volumen de comercio existente en la región. Condiciones que se dan en nuestra región y también en la provincia de Albacete: por aquí discurre un gran volumen de tráfico existente entre Madrid, capital de la Corte situada en el centro de la península Ibérica, y la periferia con sus puertos; y la gran distancia existente entre los núcleos de población de la región, acentuado a partir de finales del siglo XVIII cuando se realizan los primeros caminos carreteriles (que más tarde evolucionarán a las carreteras) cuya principal característica, según algunos autores, era la obsesión de hacer caminos con

trazados de grandes líneas rectas,14 aunque para ello haya que dejar de lado a muchas poblaciones cercanas que antes eran unidas por los antiguos caminos. La distancia a la que se sitúan unas ventas de otras o respecto a las poblaciones, vendrá determinada por la jornada. Es decir: se sale al amanecer, o antes, y se entra al anochecer, o después, que, con los medios de transporte de la época, venían a suponer ocho leguas (alrededor de cuarenta kilómetros). Se situarán a distancias iguales en tiempo (isocronía de las etapas), lo que implicará que en regiones accidentadas se emplazarán mucho más cerca unas de otras que en regiones de orografía plana. La separación entre dos ciudades no se medía en unidades de longitud, sino de tiempo: en jornadas. Jornadas que se podían materializar en los caminos con la construcción de una venta puesto, que como se ha visto al hablar del uso que los transeúntes hacían de ellas, eran los puntos de inicio y final de la jornada. Así, por esta razón, además de en los puntos estratégicos anteriormente nombrados, cuando las poblaciones de un itinerario estaban separadas más de esta distancia se hacía necesaria la construcción de una venta para el correcto funcionamiento del sistema de comunicaciones.

Fig. 14. Mapa de España con líneas isócronas de viajes en 1775. Fuente: Santos Madrazo

13 Madrazo, Santos. Opus cit. Pag. 24. 14 URIOL SALCEDO, José I. Historia de los caminos de España. Vol. I Hasta el siglo XIX. Colección de Ciencias, Humanidades e Ingeniería N°33. Ed. Colegio de Ingenieros de Caminos Canales y Puertos. Madrid. 1990. Pag.246.

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A nivel general de un itinerario global se puede concluir que los lugares donde se emplazaban las ventas eran los de paso obligado y los que coincidían con el principio y/o final de la jornada en función de los medios de transporte del momento, que eran los que aseguraban la clientela, pero a nivel particular de cada término municipal, se observa que se sitúan junto a los caminos principales que por él discurren, en los puntos más alejados entre ellas y del núcleo de población, normalmente, junto al límite de término municipal. Por esto, por el mismo criterio aplicado al término municipal de la población vecina, ocurrirá que, en ocasiones, se situarán dos ventas muy cercanas con el fin de hacerse la competencia. Esto es posible porque a principios del siglo XIX es cuando las ventas alcanzan su máximo auge como edificios necesarios para el buen funcionamiento del sistema de comunicaciones, y hay “negocio para todos”, son fuentes importantes de ingresos municipales vía impuestos, por lo que serían edificios económicamente estratégicos, y si repercute en una población, no lo hace en la vecina. Por eso se constata que las ventas que se disponen a lo largo del camino carreteril construído a partir de la segunda mitad del siglo XVIII (posteriormente carretera nacional), sobre todo las que no se sitúan junto a accidentes orográficos, lo hacen junto a los límites de los términos municipales de las

poblaciones y las que están muy juntas (en ocasiones a menos de una legua), cada una está en un término municipal distinto, por lo que no es de extrañar que, al igual que los pozos y aljibes en la Edad Media, fueran elementos de referencia para delimitar las divisiones de los términos municipales que a partir del siglo XIX surgieran.

¿Cómo funcionan?

Las ventas son un tipo de edificios de la arquitectura popular caracterizados fuertemente por la función hostelera que desempeñan en la sociedad de su tiempo. Es esta función la que va a determinar el programa de estos edificios y por tanto, en base a éste, se generarán los espacios, construidos o no, sus relaciones, las necesidades constructivas, su construcción y por último su morfología, consiguiendo una imagen característica que las puede hacer diferente de cualquier otro edificio de la arquitectura popular, no sólo en cuanto imagen visual, sino también como imagen conceptual. Existen edificios donde todo esto se manifiesta al exterior, es decir cierto edificio “se nota” que es una venta. Sin embargo existen otros en los que no se muestra la apariencia de venta, aunque lo sea. Con apariencia exterior de venta o no, ambos pueden desarrollar la misma función, únicamente han de encontrarse en éstos todos los elementos característicos de

“En los capítulos XVII y XVIII (del Tratado legal y político de caminos públicos y posadas de Tomás M. Fernández Mesa) se plantea, con gran lujo de argumentos, el tema más polémico pero sin duda, uno de los que mereció más asentimiento de nuestros tatarabuelos: la conveniencia, necesidad casi, de que los caminos fuesen rectos, esto es según la línea recta, que en el plano, une al origen y al destino del camino. Ya que al iniciar el primero de estos capítulos dice: «En ninguna parte hay más necesidad de hacer caminos rectos, que en España; porque en ninguna son más pesados y molestos por los importantes rodeos. Es cosa que desconsuela imponderablemente el ver, que dirigiéndonos a una población, que está pongo por caso hacia levante y que la llegamos tal vez a descubrir de muy lejos, para ir a ella nos vemos obligados a caminar hacia poniente hacia mediodía y norte, no sólo perdiendo de vista el lugar de descanso, sino apartándonos y huyendo de él; y en fin con estas vueltas y revueltas doblamos el camino por lo común.» Según su opinión, a todas luces exagerada, podrían disminuirse en casi una mitad las distancias desde Madrid a las principales ciudades trazando caminos rectos”.

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las ventas, necesarios para su funcionamiento como establecimiento hostelero. Esto quiere decir que existen unos elementos funcionales característicos y/o específicos, propios de estos edificios de la arquitectura popular que son las ventas. Elementos que son los que van a permitir diferenciarlos respecto al resto de las edificaciones. Estos elementos funcionales se pueden encontrar también en otras construcciones populares, pero lo que los hace singulares en las ventas es su número, su tamaño o su relación con los demás elementos entre sí. Todo ello constituirá una tipología funcional específica perfectamente definida, que puede identificarse con unas formas características o no. Muchas construcciones rurales que responden al topónimo de venta, son simples casas de labranza, generalmente de grandes dimensiones, que se construyeron junto a los caminos más transitados y que por su privilegiada situación respecto a éstos se fueron habilitando como edificios con carácter hospedero para,

además de atender las labores agropecuarias de la finca, dar un servicio a los transeúntes que pasaban por el camino. Por lo tanto en primer lugar habrá que definir los elementos funcionales que aparecen en las ventas para a través de ellos conocer su organización y funcionamiento. Por elemento funcional se define a cualquier construcción, parte de ésta o espacio, cubierto o no, en el cual se realiza una determinada función y es ésta la que lo caracteriza e identifica respecto a los otros elementos funcionales de la casa. Las ventas podían contar con los siguientes elementos funcionales, que a continuación se pasan a describir, para su correcto y total funcionamiento. Casi todos estos elementos son comunes a los de otras construcciones rurales de la provincia, la diferencia con ellas, en caso de existir, estribará en la forma de relación entre ellos, en el tamaño y/o en el número de alguno de estos elementos. Los elementos funcionales más importantes que aparecen en las ventas son:

Fig. 15. Plano de una venta. Fuente: Autor 1.- Cuadras 2.- Hogar 3.- Patio 4.- Cobertizos 5.- Zaguán 6.- Horno 7.- Cocina 8.- Habitaciones 9.- La casa 10.- Aljibes 11.- Jaraiz 12.- Bodega-Almacenes

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1.- Cuadras con suficiente cantidad de pesebres y espacio para albergar en ellas a burros, mulas, muleros, arrieros y carreteros, como se ha visto que tenía que ser. Las cuadras existen en toda construcción rural popular de carácter agropecuario de la zona, puesto que animales de tiro eran necesarios para desarrollar cualquier trabajo de fuerza de una explotación de este tipo o para el transporte, y los animales de tiro en el ámbito de estudio son generalmente las mulas, burros o caballos, así pues existen estas dependencias, que son donde se recogen a estos animales, prácticamente en cualquier edificación rural. La diferencia entre las cuadras de las ventas y las de un edificio dedicado a la explotación sólo agraria será el tamaño. En una venta el

tamaño de estas dependencias suele ser bastante mayor que en el resto de los edificios. En ocasiones, más del cincuenta por ciento de la edificación en planta está dedicada a esta función. Dentro de las cuadras hay que destacar dos elementos funcionales importantísimos para el correcto funcionamiento de éstas y por lo tanto de la venta en general, especialmente el primero: los pesebres y las dependencias de los muleros o camastros de obra. Las cuadras se distinguen de cualquier otra estancia por la presencia en ellas de los pesebres, a diferencia de las dependencias de los muleros, que unas veces aparecen y otras no, y por tanto no son esenciales para la definición de las cuadras.

Fig. 16. Pesebres en la Venta de Minateda. Fuente: Autor

Los pesebres, de forma general, son una especie de cajón o artesa donde comen los animales.

Como los pesebres sirven para que puedan comer los animales anteriormente nombrados, para su comodidad, el fondo de este –28–


cajón se situará elevado un metro del suelo aproximadamente. Es decir se les pone a una altura tal que no tengan que bajar excesivamente la cabeza para que los animales pudieran comer con el mínimo esfuerzo y espacio. Esto no era sólo para facilitar la comida de los animales, sino por necesidad de tenerlos más sujetos y ocupar menos espacio: encima

de cada pesebre, en la pared, se encontraba una anilla para sujetar al animal con sus correas o cinchas, cuanto más lejos estuviera la comida de esta anilla, más cantidad de correa sería necesaria para que el animal pudiera acceder a ella, y por lo tanto estaría más suelto, incluso con libertad para acceder a otros pesebres, lo que sería fuente de conflictos entre los distintos animales.

Fig. 17. Anilla para sujetar correas de mulas. Parador de Ontur. Fuente: Autor

Como se puede apreciar es una cuestión de lógica. Con las correas más cortas los pesebres pueden estar más juntos, y por tanto el aprovechamiento del espacio es mucho mayor. Hay que tener en cuenta que la importancia de una venta se medía según la cantidad de pesebres que tuviera. Para calificar a una venta como importante, popularmente se utilizaba la expresión “tiene tantos pesebres como días tiene el año”: 365 pesebres, que llena la venta, significaba, a 4 animales por carro como mucho, aproximadamente 90 carros con sus correspondientes carreteros, haciendo noche en la venta. Esto supone una concentración de personas, vehícu-

los y animales importante, que se traduce en un complicado tráfico al amanecer y al anochecer. Los pesebres son construcciones adosadas a las paredes de la cuadra formando cajones. Cada uno de ellos constituye un pesebre. Se suelen construir de mampostería, de forma similar a los muros. En las ventas más ricas el fondo del pesebre era de ladrillo, aunque lo normal era que fuera de argamasa (mortero de arena y cal) y las separaciones entre pesebres se remataban con un mamperlán de madera, o al menos con los cantos redondeados para evitar posibles erosiones al animal mientras come. El otro elemento que nos podemos encontrar en las cuadras, aunque, como ya se ha –29–


dicho, no siempre, son unos camastros de obra, a los que denomino “dependencias de mulero”

puesto que ese elemento, dentro de la venta era lo único que le era propio.

Fig. 18. Camastro de mulero en Ventalhama Fuente: Autor

Fig. 19. Dependencias de mulero. Fuente: Autor

Las “dependencias” de los muleros son únicamente unos camastros hechos de obra y con tejas a modo de cabecera que aparecen en las mismas cuadras o, raras veces, en una habitación contigua a éstas, generalmente sin ventilar. Es característico que junto al resalto que hace las veces de cabecera aparezca un hueco destinado a guardar el cepillo que se utilizaba para cepillar a los mulos. 2.- Hogar con chimenea de gran campana donde se cocina y se puedan calentar los huéspedes que se encuentren en la venta, puedan comer y sirva como punto de reunión y relación entre ellos. Es el elemento principal en las ventas, el núcleo y la fuente de vida. Como ocurre con las cuadras, el hogar

con chimenea de campana existe en cualquier construcción popular de la zona, sea rural o no. El hogar con chimenea es un elemento fundamental en cualquier vivienda pues es aquí donde se hace la comida y, sobre todo en invierno, donde se hace vida. La diferencia entre el de las ventas y el de las demás es su gran tamaño, su posición respecto a las paredes y su situación respecto al edificio: “(...). Esta cocina se compone de un gran hogar abierto, por lo general en el suelo, donde se colocan en círculo alrededor del fuego las ollas, pucheros y demás vasijas necesarias, (...). Como la proximidad del hogar es el sitio más caliente y el más cercano a la olla, suele –30–


Es como el hogar de cualquier casa popular pero con unas dimensiones mucho mayores, adaptado para el mayor número de usuarios que la van a utilizar. Hay que tener en cuenta que esas 90 personas a las que hacíamos referencia tenían que usar el fuego para hacer la cena y calentarse aproximadamente a la misma hora, de ahí la necesidad de sus grandes dimensiones. Por esto no es de extrañar que la posibilidad que determinadas ventas tuvieran dos chimeneas en lugar de una, ya que se trataba de un servicio que se daba al cliente.

ser la querencia, el refugio favorito de los arrieros y buhoneros”.15 Respecto a su tamaño hay que decir que son las más grandes que aparecen en la arquitectura popular en cuanto a su campana se refiere. Suelen situarse exentas de la pared, es decir se puede cerrar un círculo de personas alrededor del fuego, puesto que éste se sitúa en el centro de una estancia. Además esta estancia suele situarse en el centro del edificio, o al menos de su parte principal, lo que sugiere una componente simbólica de gran importancia que más adelante se analizará.

Fig. 20. Sección long del cuerpo ppal de hipótesis original de la Venta Nueva de los Ciller con dos hogares. Fuente: Autor

Fig. 21. Hipótesis de la planta baja de la Venta Nueva de los Ciller con dos hogares. Fuente: Autor

15 Ford, Richard. Las cosas de España. Traducción de Enrique de Mesa. Ed. Ediciones Turner. Madrid. 1988. Pag. 194.

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Así pues en las ventas la chimenea se suele situar en un gran espacio con una fuerte componente longitudinal al que se conoce con el nombre de “la casa”. Se coloca como elemento terminal, calificando a este gran espacio como el espacio interior en el cual se desarrollaban las actividades de relación más importantes. Es frecuente, como se describirá, que en las ventas exista un bloque principal construido en tres crujías. En estos casos, “la casa” se sitúa en la crujía central, lo que le da un fuerte carácter simbólico ya que como se ha dicho, es aquí donde se sitúa el fuego del hogar, en la chimenea. Se sitúa en el centro, lo que funcionalmente permite una mejor relación con el resto de la edificación, y a la vez constituye el alma del edificio, que situada físicamente en el centro del mismo refuerza su carácter simbólico. Las chimeneas que aunque ocupan el volumen de distintas plantas, no constituyen unos

Fig. 22. Ocupacion de la chimenea en las tres plantas. Sección de la chimenea de la Venta del Puerto, Fuente: Autor

elementos funcionales de conexión, sino más bien al contrario. La conexión que realizan las chimeneas en cualquier edificio popular, y en particular en las ventas, no es interna del edificio, ni siquiera física o material. Es una conexión de tipo simbólico entre lo tangible, que es la tierra, el suelo que se pisa, y lo espiritual, que es el cielo. La chimenea es el tránsito entre la tierra y el cielo. Es el cauce por donde discurre el humo, que tradicionalmente ha sido considerado el vehículo para acceder a los dioses o con el más allá. Esto se acentúa en las ventas por la forma en que tienen las campanas, centradas en el techo de la estancia y ocupando todo el ámbito del hogar. En las ventas, las chimeneas no son unos simples orificios en la cubierta realizados para que salga el humo. En estos edificios, el techo situado por encima del hogar “desaparece”.

Fig. 23. Vista de “la casa” y frente de la chimenea ocupando toda la anchura del espacio den la Venta del Puerto. Fuente: Autor

La campana de la chimenea, en su parte inferior es tan grande que tiene las dimensiones de toda la estancia, por lo que el espacio fluye,

como el humo de forma ascendente hacia la boca de salida de la misma. Esta forma, tan singular por sus dimen-

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siones, caracteriza determina y cualifica este espacio respecto a cualquier otro de la venta, puesto que debido a ella el espacio adquiere una dimensión principalmente vertical frente a la componente horizontal que suele predominar en el resto del edificio.

altura que el resto de los volúmenes construídos, ya que tiene dos o tres crujías en planta, y dos alturas más la cubierta, con otros dos de menor altura, pues solo tienen una o dos crujías y una sola altura, ubicados en los extremos de este bloque y dispuestos perpendiculares a él, donde se sitúan las cuadras. Por último, cerrando el patio, puede aparecer bien una tapia o bien otro cuerpo con una o dos crujías, y de una o dos alturas, pero siempre menos alto que el primer bloque. Se dispone paralelo a este primer bloque y por tanto perpendicular a las cuadras. Este último bloque, con mucha frecuencia, es habilitado en su planta baja como cobertizo de carros o como más cuadras. Todo ésto da una organización volumétrica característica de las ventas donde existe una gran masa edificada en la parte anterior del edificio que va descendiendo hacia la parte posterior del mismo.

3.- Patio. Espacio descubierto rodeado total o parcialmente por la edificación que además de ser el núcleo de relación de gran parte de los elementos funcionales de la venta, al igual que en toda vivienda rural de cierta importancia de la zona, era donde se entraban los carros para protegerlos de los posibles ladrones o de las alimañas que por la zona merodeasen. A él se abren todas las dependencias de la venta. El patio se conforma gracias a que, generalmente, se articula un bloque de construcción paralelo al camino, por lo general de mayor

Fig. 24. Venta del Lobo. Fachada lateral. Mayor volumen edificado junto al camino. Menor en la parte posterior. Fuente: Autor

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El patio se inserta en la edificación de las ventas de la misma manera que lo hace en las construcciones rurales de la zona tal y como el profesor Miguel del Rey Aynat refleja en sus trabajos de investigación sobre la casa rural valenciana que es similar a la zona de ámbito del presente trabajo: “(...). El patio en este caso es utilizado no como elemento arquitectónico que participe en la articulación de los volúmenes, sino como espacio de pausa entre dos cuerpos.”15 “(...), el patio no se distingue como elemento arquitectónico por su interés en la tradición rural valenciana. El vacío, la articulación entre los distintos cuerpos, los espacios abiertos en torno a los cuales se dan una serie de volúmenes construidos, completando el resto del perímetro con una tapia son mucho más habituales. La trilogía básica del mundo rural, el esquema casa-patio-pajar está perfectamente representado en nuestra casa campesina, pero su valor de uso es superior al arquitectónico. (...).”17 Respecto a las demás construcciones populares, que también suelen tener patio,

su principal diferencia es su dimensión: son mucho más grandes que los de cualquier otra construcción popular. El motivo es puramente físico ya que al generar un gran volumen de construcción para las cuadras se genera a la vez un gran patio dando la posibilidad de albergar cuantos más carros fueran posibles en su interior, haciendo posibles todas sus maniobras cómodamente. 4.- Cobertizos. Como su nombre indica son espacios cubiertos, pero abiertos al exterior al menos por uno de sus lados, destinados a guarecer de las inclemencias meteorológicas a los carros cuyos propietarios utilizaban los servicios de las ventas. No todas las ventas los poseen, sólo las más importantes. Es un servicio más a prestar por parte de estas hosterías que constituyen las ventas. Se sitúan abiertos al patio alineados uno junto a otro, constituyendo cuerpos edificatorios plenamente diferenciados y con entidad propia respecto al resto de la edificación.

Fig. 25. Restitución volumétrica de la Venta del Puerto. Cuerpo de cobertizos paralelo al camino Fuente: Autor 16 Del Rey Aynat, Miguel, “Arquitectura Rural Valenciana. Tipos de casas y análisis de su arquitectura. Ed. Generalitat Valenciana. Conselleria de Cultura, Educació i Ciencia. Direcció General de Patrimoni Artístic. Valencia. 1998. Pag. 20. 17 Del Rey Aynat, Miguel, Opus cit. Pag. 77.

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Al igual que los otros elementos anteriormente descritos, los cobertizos no son exclusivos de las ventas, también existen en otro tipo de construcciones. La diferencia vuelve a ser el número. En las ventas se encuentran

gran cantidad de cobertizos, tantos que en ocasiones adquieren un protagonismo tal que condicionan las relaciones entre los distintos elementos de la venta. 5.- Zaguán, también llamado “el paso”.

Fig. 26. Zaguán del Parador de Minaya. Fuente: Autor

El zaguán es un paso cubierto al interior de la venta: pone en contacto el espacio exterior con el espacio abierto interior del patio, que suele ser, en muchas ocasiones el único acceso a la venta. En la provincia, es denominado “el paso”. No siempre aparece en una venta. El acceso al patio desde el exterior se puede hacer

atravesando una simple tapia a través de un portón, como en cualquier casa de labor de la zona, para llegar al corral. En las ventas más importantes se accederá al patio atravesando un bloque edificatorio de una, dos, y hasta tres crujías que suele estar situado en el bloque principal de la construcción. –35–


El zaguán tampoco es exclusivo de las ventas, pero en estas puede llegar a tener un marcado carácter representativo. De hecho en algunas ventas, a pesar de poder acceder a

su patio a través de un portón una tapia, esta entrada se enmarca en un pequeño cobertizo a modo de zaguán.

Fig. 27. Zaguán de la Venta de los Pinos. Zaguán en la tapia del patio. Fuente: Autor

La mayoría de las ventas tienen un único acceso situado aproximadamente en el centro de la fachada principal recayente al camino, tal y como muestra el ejemplo de venta tipo (Fig. 14), lo que implicaba que todo (carros, mulas y personas) entraba y salía por ese único acceso, lo que genera maniobras en el interior del patio para volverlo a sacar. Es por eso que, en algunas ventas, que se supone más evolucionadas, trataran de mejorar su funcionamiento con dos accesos, normalmente situados en los cuerpos laterales y enfrentados entre sí con el fin de que uno fuera el de entrada y el otro el de salida, de manera que al entrar el carro a la venta, simplemente desenganchando las mulas, ya quede dispuesto para la salida del día siguiente sin necesidad de realizar ninguna maniobra interior en la venta

Fig. 28. Esquema de accesos en la Venta de Peñacárcel Fuente: Autor

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Fig. 29. Restitución volumétrica de la Venta de Peñacárcel Fuente: Autor

Fig. 30. Esquema de accesos en la Venta de los Pinos Fuente: Autor

Fig. 31. Restitución volumétrica de la Venta de los Pinos Fuente: Autor

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Estos elementos funcionales descritos, que son comunes en las ventas, junto con otros característicos de cualquier construcción popular de la zona, que paso a enumerar, se organizan y relacionan dando origen a la venta como un complejo edificatorio de carácter agropecuario además de hostelero. Así pues en una venta el horno (6), la cocina, ya en épocas recientes cuando la venta no funcionaba como tal (7), dormitorios (8) y almacenes en plantas superiores, la “casa” (9) o lugar de reunión donde se comía y se realizaban otras actividades de relación social, aljibes (10) o pozos, gorrineras, espacio en el patio para corral de gallinas (aunque éstas solían estar sueltas durante el día, palomares, el lagar o jaraiz (11) y la bodega (12) para almacenar el mosto.

nes donde se apoyan las vigas, que siempre son de madera de grandes escuadrías, y en ocasiones arcos, que suelen ser de directriz rebajada. Muros y machones se construyen con los materiales del entorno, si abunda la piedra con mampostería, si escasea, se realizarán con la técnica del tapial utilizando la tierra de los alrededores, ya que para esta técnica constructiva no es necesario un tipo árido especial. 2.- En horizontal, aunque en ocasiones se utilizan bóvedas de crucería, lo habitual es que se empleen los forjados, que son de viguetas de madera que, en forma de rollizos, se empotran en los muros o se apoyan en las vigas. Estos rollizos son los nervios resistentes del forjado. El entrevigado por su parte inferior o intradós tiene una forma que viene dada por un encofrado de madera de forma abovedada que se puede emplear varias veces, o lo que es lo mismo un encofrado abovedado recuperable. Las pequeñas bóvedas formadas arrancan en los rollizos, por lo que éstos, por la parte inferior del forjado permanecerán vistos. De la misma manera, las cubiertas de labores y ventas también son similares: se componen de una parte estructural y otra de revestimiento. Son siempre inclinadas. La parte estructural se realizada de forma habitual con elementos de madera, ya sea como rollizos apoyados en muros como las viguetas anteriormente descritas, ya sea en elementos estructurales más complejos, realizados con estos rollizos, como pueden ser los cuchillos o cerchas.

¿Cómo se construyen?

Como edificios tradicionales de carácter popular, la construcción en las ventas es lo que más dotará a estos edificios de ese carácter, puesto que se construyen con los mismos materiales y con las mismas técnicas constructivas que el resto de las construcciones de carácter agropecuario aisladas tradicionales populares, que nos podamos encontrar en el campo. En principio, para que un edificio desempeñe una función hospedera no tiene que tener una forma determinada, solo necesita dar los servicios que le eran demandados por los usuarios que se han visto, por lo que cualquier construcción de carácter agropecuario, que los tenga (y normalmente los tenían todas), situada junto a un camino, puede actuar como venta. O lo que es lo mismo, morfológicamente no tiene por qué haber diferencia entre una labor, solo de uso agropecuario, y una venta. Tanto en las labores como en las ventas el sistema estructural es el mismo: 1.- En vertical, muros portantes, sustituidos, cuando se hace necesario, por grandes macho-

(Ver figura 32 en página siguiente)

El revestimiento será siempre de teja curva apoyada en tortas de barro que a su vez apoyan en el cañizo, retama o tablas a los que sujeta la parte estructural de la cubierta. De todo esto se deduce que desde el exterior, y por sus características constructivas, una labor como las conocemos en la comarca de Almansa, o una aldea como se conocen en

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Fig. 32. Cercha de la Venta del Puerto. Fuente: Autor

Fig. 33. Esquema constructivo de cubierta con una cercha Fuente: Autor 1.- Cercha o cuchillo 2.- Viguetas de madera (rollizos) 3.- Vigas de madera (rollos) 4.- Machones de mampostería 5.- Relleno de mampostería

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el interior de la provincia, se puede confundir perfectamente con una venta, sobre todo si el antiguo camino al que estaba vinculado ha sido abandonado. Para que un edificio desempeñe una función hospedera, en principio, no existe una regla fija o modelo a seguir para su construcción. Así pues, las ventas bien son construcciones en origen únicamente agropecuarias, que situadas junto a un camino con importante tránsito de viajeros añaden la función hospedera, con sus respectivos elementos funcionales, a su

programa, o bien aunque concebidas desde su origen para desarrollar la función hospedera, no cuentan con un proyecto previo que las organice, ni formal ni funcionalmente, manifestándose en ellas la componente anárquica característica de la arquitectura popular, consecuencia de su ley fundamental: la teoría empírica por excelencia que es la de la PRUEBA-ERROR ya que se irían construyendo dependencias según se fuera demandando su necesidad y articulándose sobre la marcha, fruto de la improvisación.

Fig. 34. Venta de la Paloma. 1986. No se precia ningún orden. Fuente: Autor

Fig. 35. Labor. Casa de la Gija (Almansa). No se aprecia ningún orden. Fuente: Autor

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este sentido no se introduce en el estudio, aunque en ocasiones hagamos referencia a ella, la modelística que produce la Academia de Bellas Artes de San Carlos; Institución de fuerte incidencia en la arquitectura de la época y que mantiene una presencia directa, no sólo por la arquitectura que producen los Maestros de Obra que de ella salen, sino también por la influencia de los patrones que genera y que calan fuertemente en la sociedad hasta ser identificadas por el pueblo con la idea de casa.”18 Esto que el profesor Miguel del Rey afirma respecto a la vivienda rural valenciana, es perfectamente extrapolable a las ventas en este periodo de tiempo. De ahí la importancia de la Academia en estas arquitecturas. Análogamente podemos decir que los patrones de ventas que genera la Academia, calan fuertemente en la sociedad hasta ser identificadas por el pueblo con la idea de venta. Por esto la principal característica que diferencia a algunas de las ventas contruídas a partir de estas fechas, de las construídas anteriormente, y por supuesto de casi cualquier otro edificio rural de carácter agropecuario, es la idea compositiva que se manifiesta en su alzado, en su volumetría, que se aprecian inmediatamente, en su planta y en su sección. A partir de este momento se pueden distinguir desde la existencia o no de la idea compositiva en su morfología, dos grupos de ventas: por un lado aquellas que se denominan así, pero que no se reconoce en ellas ninguna idea previa ni regla formal que haya condicionado su aspecto, y por otro lado, están aquellas ventas que sí que responden a una idea compositiva preconcebida, que son las que más interesan desde el punto de vista

¿Por qué son diferentes algunas ventas?

De lo hasta ahora comentado, se deduce que, las ventas, no tienen por qué tener una forma diferente de otros edificios con otro uso, pero de lo analizado al estudiar las ventas de Albacete y de otros territorios más o menos lejanos como las provincias de Valencia, Cuenca, Segovia y Almería, se observa que ciertas ventas, que a su vez tienen rasgos comunes entre sí, sí que se diferencian de forma notable de otras edificaciones rurales populares con otro uso. Aunque se ha constatado la existencia de ventas desde, al menos, el siglo XV, es a finales del XVIII y principios de XIX cuando se produce, una gran proliferación de este tipo de edificios, debido al impulso que da la puesta en marcha de los sucesivos planes de Caminos Carreteriles (Posteriormente carreteras) de carácter estatal, y es en este periodo de tiempo cuando se ponen en práctica las ideas ilustradas en todos los aspectos de la sociedad del momento y por tanto también en la arquitectura como un aspecto más de la misma: “Nuestro interés se centra en un tiempo y en una arquitectura determinada. Un tiempo en el cual a la arquitectura se le incorporan las ideas ilustradas, que proponen una secularización de la cultura e introducen la conceptualización de los principios compositivos y de la racionalidad constructiva, provocando una estabilización de las formas dentro de la tradición constructiva, (...). La incorporación de las ideas ilustradas se entiende como la influencia que sus conceptos ejercen sobre la arquitectura tradicional, sobre aquella que produce el pueblo (...). En

18 Del Rey Aynat, Miguel, “Arquitectura Rural Valenciana. Tipos de casas y análisis de su arquitectura. Ed. Generalitat Valenciana. Conselleria de Cultura, Educació i Ciencia. Direcció General de Patrimoni Artístic. Valencia. 1998. Pags. 19-20.

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arquitectónico. Éstas responderían a un proyecto previamente realizado, o por lo menos, si no existe este proyecto como tal, siguen a una idea formal preconcebida, para un edificio que va a realizar una función hospedera, previa a su construcción, aunque sea por imitación de un modelo. Por ésto, la morfología de estas ventas está diferenciada, principalmente desde el aspecto de la composición del resto de las construcciones rurales y populares de su entorno. Frente a éstas, se podría afirmar que son de origen culto, y no fruto de las necesidades y de la improvisación como ocurre con otras construcciones. Aunque su carácter anónimo, el tipo de construcción, y ciertos aspectos de transgresión de la norma sitúan de lleno a estos edificios dentro de la arquitectura popular.

Las ventas, al igual que la gran mayoría de los edificios de la arquitectura popular de grandes dimensiones, no constituyen un volumen único, sino que suelen ser edificios con varios volúmenes adosados y/o relacionados entre sí. Las ventas que surgen a partir del siglo XVIII, se organizan en base a unas normas determinadas, más o menos estrictas. Normas funcionales ya descritas en puntos anteriores, al igual que en el resto de edificios ruralespopulares de la zona, pero también normas de carácter compositivo y/o de imagen, que son las que las singularizan. Gracias a estas normas se puede afirmar que existe una imagen reconocible, “típica”, de edificio que se corresponde con el uso de venta, aunque no todas la poseerán.

Fig. 36. Fachada al camino de la Venta del Puerto. Imagen típica de venta. Fuente: Autor

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Estas normas compositivas, como se ha comentado, se manifiestan en cuatro aspectos: en las fachadas, en su volumetría, en la sección y en la planta, donde la composición, o más concretamente, como se ha comentado, la idea compositiva, juega un papel fundamental. 1.- Fachadas. La imagen de una venta es su fachada, además su fachada principal, la recayente al camino, que si por algo se caracteriza es por la abundancia de huecos y el orden con que se disponen tanto en vertical como en horizontal.

En las otras fachadas restantes normalmente tres) no se suele abrir ningún hueco. A pesar de ser edificios exentos, las ventas se comportarían como edificios entre medianeras, puesto que solo abren huecos al camino, que equivaldría a la calle. Los cuerpos laterales y el del fondo solo abrirían huecos al patio. De ahí la gran similitud entre paradores, posadas y ventas puesto que cuidan la fachada principal, la de la calle o la del camino respectivamente, quedando el resto tratadas como simples medianeras, lo fueran o no.

Fig. 37. Esquema del alzado al camino de la Venta de Peñacarcel. Fuente: Autor

En fachada el intento de composición es evidente, y se podría decir que necesario, ya que se trata de causar buena impresión al posible cliente que por su puerta pasara. Así pues la composición en la fachada principal en las ventas va a ser la señal identificativa más importante que va a caracterizar al edificio como una venta. Se asociará la imagen de fachada con ventanas ordenadas en vertical y en horizontal a partir de un eje central, con la imagen tradicional de una venta. La simetría es el tema compositivo principal. Este eje central implica número impar de huecos o vanos y estará enfatizado por algo diferente en el vano central, que solía ser la

única puerta de acceso, o cualquier elemento singular, como un balcón en el hueco central de la planta de piso, y/o una ventana más grande, o elementos de tipo simbólico-religioso de una imagen en azulejos de alguna Virgen o Santo, supuestos protectores de la venta en cuestión. (Ver figura 38 en página siguiente)

En la fachada recayente al patio, por norma general, este orden suele desaparecer, porque no es necesario para llamar la atención de ningún cliente. De ahí que se le considere la importancia del aspecto exterior como escaparate para atraer a la posible clientela. (Ver figura 39 en página siguiente)

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Fig. 38. Enfatización de eje de fachada principal de la Venta del Puerto Fuente: Autor

Fig. 39. Fachada interior del cuerpo principal de la Venta del Puerto. Fuente: Autor

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2.- Volumetría. Volumétricamente estos edificios serán producto de la adición de varios volúmenes claramente diferenciados, cada uno con su uso dentro de la venta. Y es en la forma de adicionarse estos volúmenes o cuerpos edificatorios, con su uso y función específica cada uno, alrededor de un gran patio, donde se manifiestan las normas o reglas que harán posible las hipótesis de reconstrucción de este tipo de ventas. El aspecto volumétrico es el aspecto más intuitivo, para el que no hace falta ninguna noción de tipo arquitectónico para su interpretación. Simplemente hay que fijarse que la ordenación de los volúmenes existentes tiene un esquema repetitivo en gran parte de los edificios de este tipo analizados. En este aspecto, los mecanismos compositivos se manifiestan en la jerarquía con que los distintos volúmenes de los que consta el edificio se disponen, dando mayor volumen a los

elementos que se sitúan paralelos a la dirección del camino, que suelen ser el bloque principal, de hasta tres plantas, y el de las cocheras, de una o dos plantas, que suele estar dispuesto en medio o al final del patio. Como se aprecia, de esta descripción se desprende que también en los volúmenes paralelos a la dirección del camino existe una jerarquía entre ellos, siendo siempre de mayor volumen el que está más cercano al camino, el que se dedicaría al acondicionamiento de los pasajeros o huéspedes, el de más carácter representativo, de ahí que se le denomine como principal. Frente a éstos se disponen perpendicularmente las cuadras, que son de una sola planta, y por tanto de menos impacto volumétrico, dando la apariencia de ser elementos compositivos de transición, encargados de unir los otros bloques compositivos más potentes, cerrando la composición y dejando en el interior de todos estos volúmenes el patio.

Fig. 40. Hipótesis I de restitución volumétrica de Ventalhama Fuente: Autor

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Se organizan los distintos cuerpos constructivos de forma tal que, por norma general, no existen testeros laterales a la espera de adosárseles algún volumen como sí ocurre en las viviendas rurales de la zona,19 son edificios con cuatro fachadas y por tanto terminados, de distinta importancia cada una, pero fachadas terminadas, donde cualquier adición posterior destaca como un elemento extraño. También contribuye a dar la imagen de edificio completo y terminado, la utilización de cubiertas a cuatro aguas proponiendo así una valoración de sus fachadas laterales que

suelen ser de menor altura que la frontal paralela al camino. 3.- Sección. La sección es junto con la planta una de las herramientas gráficas que nos permite desentrañar los distintos mecanismos y soluciones compositivas utilizadas en las ventas. Nos explica la jerarquización volumétrica descrita en el apartado anterior. Aquí se ve claramente la importancia de los bloques paralelos a la dirección del camino, destacando siempre el más cercano a éste.

Fig. 41. Sección transversal de Ventalhama. Fuente: Autor

Fig. 42. Sección transversal de la Venta del Lobo. Fuente: Autor

19 Del Rey Aynat, Miguel, Opus cit. Pag. 178. Refiriéndose a las arquitecturas de dos crujías: (...) los laterales se consideran habitualmente como testeros, como a la espera de adosarle algún volumen.

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En la sección también se observan soluciones compositivas que producirán ciertas “complicaciones constructivas” que se producen al utilizar de forma generalizada la cubierta simétrica a dos aguas, en todos sus bloques constructivos, sean de una, de dos o de tres crujías, lo que produce una gran complejidad

estructural en los cuerpos de números impares de crujías (1 ó 3). Las cubiertas a dos aguas simétricas de construcciones de dos crujías no son complicadas de ejecutar, puesto que la cumbrera coincide con el pórtico o muro central donde apoya.

Fig. 43. Esquema de sección de cubierta de dos crujías Fuente: Autor

Las complicaciones estructurales surgen en las construcciones de número impar de crujías a la hora de querer mantener la cubierta simétrica a dos aguas, ya que en este tipo de construcciones no se dispone de un elemento

portante central que sea capaz de soportar la cumbrera de la construcción, lo que motivará la necesidad de utilizar unos elementos estructurales adicionales como las cerchas u otros sistemas espaciales más complejos.20

Fig. 44. Esquema de sección de cubierta de tres crujías. Fuente: Autor

Fig. 45. Esquema de sección de cubierta de una crujía Fuente: Autor

20 García Sáez, Joaquín Fco., “Las ventas: Una arquitectura rural singularizada por su función. Las ventas en la provincia de Albacete”. Ed. Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla-La Mancha. Toledo 2008. Pags. 106-110.

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Existen unas formas más fáciles de resolver la cubierta de las construcciones de una y tres crujías: a un agua las de una crujía, o a dos aguas partidas y asimétricas, o simplemente asimétricas las de tres. Son partidas aquellas cuyos faldones de cubierta no se encuentran en una línea o cumbrera, tal y como se manifiesta en un plano, extraído del archivo de la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, de la sección de la Casa Posada de la Villa de Almenara, de José Serra y Simó, donde se solucionan las cubiertas de manera sencilla sin necesidad de recurrir a otros elementos estructurales más complejos, como de hecho

en las construcciones analizadas se realizan, o con faldones asimétricos las que se encuentran en una cumbrera al modo tradicional: “(...). La habitual solución de levantar la cumbrera en el muro inmediato a la fachada se mantiene y ello afecta sobremanera a la arquitectura de estas casas de tres crujías. El plano posterior de la cubierta tiene un gran recorrido y hace que las alturas de la tercera de las crujías no puedan ser iguales a las dos primeras; ello condiciona la forma y el que este último módulo de construcción tenga una configuración algo inestable en planta alta, (...).”.21

Fig. 46. Detalle de sección de cubierta partida y asimétrica de tres crujías en proyecto de Casa Posada de la Villa de Almenara de José Serra y Simó Fuente: Archivo de la Real Academia de San Carlos de Valencia

Es decir: José Serra Simó, que realiza un proyecto de un edificio de función hostelera para la Academia de B.B.A.A. de San Carlos, propone una solución compositiva en sección que lleva aparejada una solución constructiva más sencilla que las soluciones constructivas de cubierta que se encuentran en las ventas estudiadas, a las que en principio estamos considerando como populares. Aquí se manifiesta la importancia que tiene la composición formal en estos edificios que estamos estudiando, de forma que cuidando su imagen se complican estructuralmente, y por

tanto encarecerán su construcción, con el único fin de dar una imagen determinada, puesto que no existe un mayor aprovechamiento funcional de una forma constructiva (con cubiertas partidas o asimétricas) respecto de la otra (con cubiertas simétricas). (Ver figura 47 en página siguiente)

Esto, aparentemente, nos aparta de la teórica estricta racionalidad de la arquitectura popular, donde nada sobra, nada es superfluo; parece que se está haciendo un gasto innecesario.

21 Del Rey Aynat, Miguel, Opus cit. Pag. 239.

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Fig. 47. Aprovechamiento de volumen comprendido entre una cubierta simétrica y otra asimétrica Fuente: Autor

Aquí es donde la función específica desarrollada por estos edificios de carácter hostelero nos puede dar la justificación de estas formas constructivas, en teoría sin fundamento. Es decir: estos edificios al tener un carácter funcional de prestación de determinados servicios al público han de dar una buena imagen para atraer a los posibles clientes. Con esta imagen de regularidad, de edificio bien acabado, que proporciona la cubierta a dos aguas simétrica se puede realzar la calidad del edificio exteriormente, incitando al posible cliente a utilizar sus servicios debido a su buena apariencia. Junto a esto cabe pensar que, sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del XIX, con un papel fundamental reservado a la Academia, se cree una imagen característica de edificio dedicado a la actividad hostelera, en el que entre una de sus características fundamentales, además de otras que se irán describiendo, sea la utilización de los mecanismos compositivos anteriormente descritos del cuerpo principal de

tres crujías y la cubierta simétrica a dos aguas independientemente del número de crujías que tenga el edificio que cubra. En definitiva, la forma final del edificio de las ventas está condicionada por la función, como cualquier edificio de la arquitectura popular, y a la vez es susceptible de una cierta normalización o reglamentación en su composición que se puede plasmar en una tipología plenamente diferenciada de cualquier otro edificio perteneciente a la arquitectura popular. Se manifiesta la presencia de la idea compositiva en este tipo de edificios, junto con la función como generadora de los mismos. 4.- Planta Las crujías son las que nos van a definir la composición en planta con el predominio absoluto de su disposición paralela a las fachadas del edificio encerrando un patio interior. Esta disposición de crujías paralelas a las fachadas es un hecho que también ayuda a

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datar las fechas de estas construcciones a partir del siglo XVIII.22

Fig. 48. Hipótesis de la planta de la Venta de Peñacárcel. Fuente: Autor

En la planta, la idea compositiva se manifiesta a dos niveles: por un lado a un nivel global consistente en la imagen de regularidad y de mecanismo completo, acabado, frente a cualquier otro edificio rural de la zona que

carece de esta imagen. Por otro lado la idea compositiva también se manifiesta en sus partes. La intención compositiva, sobre todo, se manifiesta en el bloque principal por ser de tres

22 Del Rey Aynat, Miguel, Opus cit. Pag. 78. (...). Desde finales del siglo XVI, pero sobre todo durante el s. XVII, empezamos a tener arquitecturas construidas con líneas de carga paralelas a fachada. (...). Las casas con esquemas paralelos a fachada presentan una tradición constructiva desde la cual se desarrollan los esquemas clasicistas que propone la Ilustración y con ello se estabiliza el tipo arquitectónico dominante de la casa rural (...).

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crujías, a las que normalmente se les denomina cuerpos, que como se ha visto puede llegar a

ser una complicación desde el punto de vista estructural y constructivo.

Fig. 49. Idea compositiva. Cuerpo principal de la Venta del Puerto. Fuente: Autor

Esta disposición consigue un cuerpo central en donde se coloca normalmente la gran chimenea, el hogar, el fuego, dotando a este espacio un gran contenido simbólico. Es el espacio central, frente a la dualidad y a la falta de carácter que supondría la agregación en dos crujías. Este espacio comprendido en el cuerpo central tiene más componentes simbólicos que funcionales. Estos aspectos simbólicos se acentúan con la ubicación del hogar en la planta baja de este cuerpo central, por lo que es allí donde se desarrolla la vida en el interior del edificio. Es el alma de la venta. La organización material del espacio en la venta, se podría decir que reproduce la concepción del cosmos, y en ambos terrenos, la venta y el cosmos, el fuego ocupa un lugar de privilegio, es el centro de todo, alrededor del cual se genera la vida, y en el caso de la venta el bloque principal del edificio. La chimenea ocupa el lugar de privilegio en planta en el bloque principal de la venta, en el centro de la misma, en el cuerpo cen-

tral, sin una justificación clara, ya que por la función que se desarrolla, igualmente podría estar situada en una crujía lateral, por lo que cabe pensar que los mecanismos simbólicos, unidos a los compositivos, son los generadores de estas formas construidas. Por norma general, cuando la entrada a la venta se encuentra en el bloque principal, se realizaba por el centro del mismo, haciendo necesario el zaguán. Esta entrada comunicaba directamente el exterior con el patio a través del zaguán que, cruzando perpendicularmente los tres cuerpos del bloque principal, genera en esta planta dos alas simétricas a ambos lados de éste. La simetría tiene un papel fundamental en el grafismo de la planta, pero esta simetría gráfica, como se ha descrito, es una asimetría funcional, con un peso mucho mayor en la zona que se ubique la chimenea, siempre que exista una única chimenea como suele ser lo normal, aunque pudieran darse sus excepciones. En otras ventas como Venta la Vega, según mi informador al respecto D. Antonio Megías,23 tratan de compensar el “peso” de

23 Antiguo usuario de Venta la Vega como agricultor de las tierras que la circundan.

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la chimenea hacia un lado con la escalera de subida a las plantas superiores, es decir: se utiliza un mecanismo compositivo por el cual los dos elementos de comunicación vertical, la escalera (funcional) y la chimenea, (simbólico y volumétrico) se sitúan en el cuerpo principal acentuando su importancia, uno en

cada extremo para equilibrar compositivamente los extremos del edificio separados por el zaguán. Se trata de un mecanismo compositivo-funcional muy habitual, como ya se ha comentado, en la arquitectura rural de la zona de Albacete, pero también en Valencia.

Fig. 50. Idea compositiva. Planta del cuerpo principal de Venta la Vega. Fuente: Autor

La situación de estos elementos en el cuerpo central permite la colocación de habitaciones ventiladas en las crujías exteriores dejando la central a modo de corredor-distribuidor, el cual se conecta en vertical por la escalera. Como se puede apreciar, la simetría es el mecanismo compositivo en planta al que más frecuentemente se recurre en estos edificios, simetría siempre enfatizada por elementos funcionales de gran importancia como el zaguán o el cuerpo central del bloque principal. El porqué surge en estos momentos la necesidad de crear unos edificios con una imagen determinada, se debe a que en el siglo XVIII, la arquitectura, con el resto de las artes y como todas las manifestaciones científicas y culturales, es objeto de la racionalización y sistematización propia de la época: la Ilustración, fruto de la cual surgen las Academias de las distintas disciplinas científicas y/o culturales.

Estas Academias velarán por el buen hacer en sus respectivos campos, para lo cual emitirán una serie de reglas, escritas o no, que marcarán lo que es correcto y lo que no. Así pues las Academias serán un foro disciplinar promovido por el poder establecido donde, en teoría, las personas más entendidas en una determinada materia marcan lo que se debe o no hacer. Lo transmiten y velan por su correcta aplicación. La arquitectura, junto con las demás artes, quedará dentro de las distintas Academias de Bellas Artes que surgen en el territorio nacional, como la de San Fernando de Madrid o la de San Carlos de Valencia. En los archivos de estas Academias se encuentra abundante documentación sobre los edificios realizados desde finales del siglo XVIII y de los cuales se ha realizado proyecto previo, o documentos gráficos sobre teoriza–52–


ciones de edificios que nunca se construyeron, pero que sirvieron de base para evaluar las capacidades de los distintos aspirantes a ejercer la profesión controlada por esta Academias, es decir la de arquitectos y los Maestros de Obras, en una primera fase, puesto que desde 1.768 a 1.846 entre las facultades de la Academia de San Carlos, está la de expedir títulos de ambas disciplinas e impartir la enseñanza de las mismas, y a partir de esas fechas siguió siendo responsable de los Maestros de Obras de los que seguía encargada de su formación, aunque no ya de los arquitectos directamente. Es decir: los Maestros de Obras recibían una formación académica para poder ejercer la profesión. Así pues, consultado el Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia aparecen numerosos proyectos de lo que llaman paradores en despoblado o ventas, paradores y posadas, que en muchos aspectos se identifican con las ventas que en la provincia de Albacete todavía existen y que principalmente se están situadas ligadas funcionalmente al Camino Real Madrid-Valencia, que cruza la provincia de Oeste a Este; sin embargo ninguno de los proyectos encontrados se corresponde con las ventas objeto de estudio. En la Academia, la realización de estos proyectos, como ya se ha comentado, tanto de ventas como de molinos, entre otros tipos de edificios, servían como propuestas de examen para acceder al título de arquitecto o de maestro de obras, de ahí su gran proliferación en los archivos. Esto implica, seguramente desde finales del siglo XVIII, la existencia de un conocimiento por parte de los agentes implicados en la construcción de que están circulando unas imágenes de edificios y/o formas construidas que se identificaban inmediatamente con edificios dedicados a la actividad hostelera, y que se entendía que eran las correctas a la hora de construir estos tipos de edificios. De ahí que

estas ventas tengan unas imágenes características, incluso repetitivas, que distinguen al edificio como un edificio dedicado a la función hostelera. Es decir: la Academia hace las veces de agente propagador de unos determinados modelos que son los que acaban imponiéndose como característicos de las ventas que han llegado hasta nuestros días. Esto implica la presencia de agentes especializados en estos tipos de edificios que se han definido como populares, cosa que, a pesar de su anonimato, no es del todo descabellada, porque como ya se ha comentado, estos edificios, actualmente en ruinas, han sido una fuente importante de riqueza, y en determinados momentos y ubicaciones, ha habido fuerte competencia entre distintos edificios dedicados a la función hostelera cercanos entre sí, por lo que en estos casos se podría haber contratado a alguno de estos agentes, arquitecto o maestro de obras, para realizar alguno de estos edificios “correctamente” y resaltarlo de los del entorno con la intención de captar más clientela, con lo que este gasto “extra” no sería del todo un gasto inútil, sino una inversión. Así pues, en la Academia, se generan modelos teóricos para este tipo de edificios. Un ejemplo es el proyecto de Casa de Posada de Manuel Fornés y Gurrea de 1798 donde como se puede apreciar, por si mismos o con ayuda de la leyenda que acompaña a todos estos proyectos, en los planos de planta y sección queda descrito el funcionamiento de lo que aquí se llama Casa de posadas, y que corresponde con lo explicado, en el capítulo dedicado a la función, referido a las ventas. (Ver figura 51 en página siguiente)

Aquí aparecen todos y cada uno de los elementos funcionales característicos de los que consta una posada o una venta: Puerta de la posada, que será la única de la edificación que comunica el interior del edificio con el –53–


Fig. 51. Planta baja de la Casa de Posada de Manuel Fornés y Gurrea. Fuente: Archivo de la Academia de San Carlos de Valencia

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exterior, el zaguán de entrada que aquí lo llama vestíbulo, dependencias del “fondero”, habitaciones para huéspedes de distintas categorías, cocina con chimenea central y banco corrido a todo el perímetro de la estancia donde se ubica, corredores, patios, pilones “con sus fuentes” para abrevar o “limpiar los carruages en dhos. ultimos patios”, cobertizos para “carruages de toda especie”, dependencias de muleros, pajares y almacenes de avena y hasta tres tipo de cuadras, uno para caballerías mayores, otro para caballerías menores, y otro para lo que llama “caballos de regalo”, donde aparecen, a diferencia de las anteriores, los pesebres separados, uno para cada animal, por lo que se intuye que en esta cuadra se guardarán los mejores animales. Se aprecia una parte más “noble” situada en la parte delantera de la edificación, más representativa, y la parte de servicio que se sitúa en la parte posterior, a su vez, la planta baja se dedicará fundamentalmente al servicio, la primera o principal al alojamiento. Es de destacar que todo el edificio está conectado horizontalmente por recorridos cubiertos con espacios construidos dedicados a tal fin: no se accede de una estancia a otra sino que cada estancia tiene su acceso independiente desde una zona que se podría denominar de uso común. Estos recorridos, mientras que en la zona delantera están vinculados a un gran patio a modo de claustro, en la zona de servicio discurren por la crujía central sirviendo a ambos lados. Así pues en cuanto a las plantas, se observan estrictas disposiciones compositivas. Se trata de un rectángulo resultado de la adición de otros dos colocados uno delante y otro detrás, siendo más grande el primero, situado junto a la fachada principal, lo que refuerza el carácter representativo de la parte delantera. Las esquinas del edificio está resaltadas, las posteriores son articulaciones de recorridos,

mientras que las delanteras son ocupadas por estancias representativas desde el punto de vista funcional del uso de la posada. La simetría tiene un papel predominante, produce una fuerte jerarquización de los cuerpos centrales, donde se sitúan los espacios singulares, tanto funcionales como arquitectónicos, respecto de los cuerpos laterales. El número tres es el que domina en todos los aspectos, tanto general como parcial: tres bloques constructivos, tanto paralelos a la fachada principal como a las laterales, y cada uno de ellos con tres crujías cada uno, y por supuesto tres plantas en casi todo el edificio. Tanto en estos proyectos como en las ventas analizadas, como se podrá apreciar, se manifiestan las características y mecanismos compositivos, que se han descrito en los puntos anteriores, siempre teniendo en cuenta que, en los proyectos, estos rasgos están acentuados por su componente académica, mientras que en las ventas estudiadas, están disminuidos por su componente de arquitectura popular. Las características y mecanismos compositivos observados se pueden resumir principalmente en orden y simetría, junto con la repetición de un esquema volumétrico que se intuye en todas ellas. El orden, tanto en los proyectos como en los levantamientos de las ventas realizados, se aprecia fundamentalmente en la planta y en el alzado. Como se puede apreciar en los dibujos de la Academia el orden, la simetría y la regularidad es total, aunque haya que situar huecos falsos, mientras que en el ejemplo construido el orden es relativo: se intuye, parece, pero no es real, se producen ciertas “perturbaciones en la norma” que pueden ser producto de intervenciones posteriores y/o fruto de que la dirección de esa obra no se ha sido llevada a cabo por una persona lo suficientemente experta para la realización de ese trabajo, es decir: podríamos estar ante una “copia defectuosa”. –55–


Fig. 52. Gráfico que muestra la rigidez en el orden de los huecos de la fachada de una planta de un proyecto de la Academia donde aparecen falsos huecos. Fuente: Archivo de la Academia de San Carlos de Valencia

Fig. 53. Gráfico que muestra la transgresión de la norma en los huecos de la fachada en planta, de una venta construída: plano de planta de la Venta del Lobo real y como debería haberse construído aplicando la rigidez del orden de los huecos en fachada. Fuente: Autor.

La transmisión de los modelos para conseguir una imagen de un edificio dedicado al uso de venta funciona, aunque las reglas no se aplican estrictamente; existen pequeñas variaciones que no afectan a la imagen global

del edificio; el edificio se “nota” que es una venta, pero que denotan ciertas imperfecciones en la aplicación del orden académico estricto. En alzado ocurre otro tanto de lo mismo:

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Fig. 54. Gráfico que muestra la rigidez en el orden de los huecos de la fachada en el alzado de un proyecto de la Academia donde aparecen falsos huecos. Fuente: Archivo de la Academia de San Carlos de Valencia

Fig. 55. Gráfico que muestra la transgresión de la norma en los huecos de la fachada en alzado, de una venta construída: esquema de alzado de la Venta del Lobo real (trazo continuo) y como debería haberse construído (Trazo discontinuo) aplicando la rigidez del orden de los huecos en fachada. Fuente: Autor.

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Fig. 56. “Desorden ordenado” de la fachada de la Venta del Lobo. Fuente: Autor.

Como se puede apreciar a la fachada de la Venta del Lobo le falta algo para que esté completa en relación con el alzado de la Academia, aunque el acceso jerarquiza la composición de la fachada, en realidad es asimétrica. Llama la atención el hecho de la ausencia total de ventanas en los edificios construidos, excepto en la fachada principal donde siempre se disponen más o menos ordenadamente. Evidentemente ésto es una traducción a la realidad de los proyectos académicos que no dejan de tener algo de idealismo. Traducción a la realidad o adaptación al medio y a la función como ya se ha descrito anteriormente: no se ponen más ventanas de las estrictamente necesarias para abaratar costes de construcción y para protegerse del medio

o de los posibles asaltadores, ya que el uso de las ventas es fundamentalmente nocturno, por lo que no se necesita la luz natural entrante por las ventanas para su uso. Respecto a la volumetría se sigue el esquema académico resaltando los elementos constructivos que se disponen paralelos a la vía de acceso frente a los perpendiculares a ésta. Pero lo que acentúa la diferencia entre los proyectos de los edificios que se encuentran en los archivos de la Academia y los edificios construidos, es la imagen de estos últimos. Sus acabados son descuidados, se realizan con materiales pobres, populares, los del terreno, los mismos que los utilizados para construir las viviendas rurales del entorno, junto con la imagen actual, también común a ambos, de –58–


abandono, lo que da una imagen de pobreza que parece imposible que estos edificios puedan proceder o pertenezcan a un tipo de arquitectura culta. Todo esto frente a las imágenes de los alzados contemplados en los proyectos de la academia que cuidan hasta el último detalle y dan una imagen de riqueza y de opulencia. Así pues pueden existir edificios de ventas pertenecientes a la arquitectura que se podría denominar como culta, de hecho, en origen, en su concepción y teóricamente, lo es, pero su traducción a la práctica es enteramente popular, marcada por la imagen de orden y la regularidad que las caracteriza, pero popular. Popular por la apariencia que le proporcionan sus acabados con materiales humildes y populares, por lo anónimo de su construcción, pero sobre todo por el uso: un uso cotidiano. A modo de conclusión algunas de las ventas que se construyen a partir del siglo XVIII, sí que son construidas con la idea previa de desarrollar su función como edificios de uso hospedero, para lo cual se identifica la imagen

del edificio a partir de ciertas reglas referidas tanto a la fachada principal como a la planta o la sección. Es decir el uso hospedero se liga formalmente con la composición en cuanto esta supone una especie de escaparate al posible usuario, ya que, a través de la imagen exterior, se le invita a utilizar sus servicios dando una apariencia de buen edificio, de factura noble y de calidad. Pero es en realidad, la IDEA COMPOSITIVA, más que la composición estricta, el parámetro que caracteriza formalmente a estas ventas respecto a las otras y, por supuesto, respecto a cualquier construcción rural de carácter agropecuario de la zona. Es por esto que estas ventas se emplazan en los caminos que se fomentaron a partir del siglo XVIII, que a su paso por Albacete, no es otro que el camino carreteril que unía la corte situada en Madrid con Valencia, la actual carretera nacional 430, que une Badajoz y Valencia. Estas ventas son: 1.- Venta de Peñacarcel.

Fig. 57. Venta de Peñacarcel. Fuente: Autor.

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2.- Ventalhama

Fig. 58. Ventalhama. Fuente: Autor.

Un detalle que confirma el carácter hostelero de este edificio es la leyenda que aparece encima de los huecos de la parte central de la

fachada, que uniéndola se puede leer: “SE ADMITE-EN ESTA-VANTALHAMA-A TODO-TRANSEUNTE”

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3.- Parador del Villar de Chinchilla

Fig. 64. Parador del Villar de Chinchilla. Fuente: Autor.

En una publicación titulada “España sello a sello”, aparece una imagen de un carruaje y

al fondo un parador o venta, que bien pudiera tratarse del Parador del Villar de Chinchilla.

Fig. 65. Copia de grabado. Fuente: España sello a sello.

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4.- Venta del Lobo

Fig. 66. Venta del Lobo. Fuente: Autor.

5.- Venta la Vega. Esta venta en la actualidad no existe, pero se hicieron algunas fotografías antes de su demolición, y gracias a estas fotografías, co-

mentarios de antiguos moradores plasmados en dibujos y a lo que se ha aprendido del resto de estas ventas que sí que siguen ciertas reglas, se pueden aventurar hipótesis de restitución.

Fig. 67. Fachada Venta la Vega. Fuente: Rafael Piqueras García.

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Fig. 68. Restos de Venta la Vega. 1986. Fuente: Autor.

Fig. 70. Restitución volumétrica de Venta la Vega. Hipótesis I siglos XIX y XX Fuente: Autor. Fig. 69. Esquema de Venta la Vega. Fuente: Antonio Megías.

Fig. 71. Restitución volumétrica de Venta la Vega. Hipótesis II siglos XVIII y XIX Fuente: Autor.

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6.- Venta del Puerto

Fig. 72. Venta del Puerto. Fuente: Autor.

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Trashumancia y arquitectura de piedra en seco en albacete

José Luís Simón García, Universidad de Alicante Emiliano Hernández Carrión, Museo Municipal “Jerónimo Molina” de Jumilla

Pastor junto a chozo en los montes de Toledo. Hacia 1920

de pequeñas comunidades agricultores y ganaderos hayan sido objeto de catalogación e inventario. Sin embargo, la falta de estudios, de documentación, de restos materiales o la pérdida de la información oral, impiden por el momento abordar más allá de las suposiciones aspectos claves para su compresión cultural. Es habitual, y en ocasiones arriesgado, establecer

I.- Introducción

La catalogación de bienes culturales durante la primera década del siglo XXI en la provincia de Albacete,1 con unos criterios muy amplios, que abarcan la arquitectura, la arqueología, la etnografía y la paleontología, ha posibilitado que construcciones relacionadas con las actividades cotidianas y de producción

1 La elaboración de las Cartas Arqueológicas por la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha y los Grupos de Acción Local, mediante amplios equipos multidisciplinares, ha permitido tener un primer inventario y en ocasiones un catálogo de la gran mayoría de bienes culturales de los términos municipales, en este caso de la provincia de Albacete. Muchos de los datos que figuran en el presente trabajo fueron recopilados y elaborados por el equipo formando por Francisco Tordera Guarinos, Fernando E. Tendero Fernández, Jesús Flor Francés y Francisco Aguado Vicedo, con la dirección de José Luís Simón García y Gabriel Segura Herrero.

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una cronología o una evolución de muchos de estos bienes, pero creemos llegado el momento de realizar una primera aproximación a su catalogación y estudio, no solo por una cierta envergadura o monumentalidad de las construcciones, que llegan a configurarse como señas de identidad del paisaje del cual forman parte, sino porque estamos convencidos de que su perdida supondría un daño irreparable para el patrimonio albaceteño y para la historia que durante siglos marco el devenir de las poblaciones que las crearon y utilizaron, en un proceso similar al que se produce con los grupos huma nos de la prehistoria o la antigüedad. Los estudios sobre la arquitectura en seco tienen un cierto desarrollo a partir de los últimos años de la década de los años noventa del siglo pasado, con desigual intensidad y continuidad según las regiones peninsulares, centrándose primero en los elementos arquitectónicos más notables, como los cucos, bombos o chozos,2 para posteriormente extenderse, especialmente en algunas regiones como Cataluña, a otros elementos del paisaje

realizados con similares técnicas, como muros y márgenes de bancales, pozos de nieve, palomares, entradas de bodegas subterráneas, etc. En este sentido destacamos el hito que supuso la celebración en Albacete, en mayo de 2001, del I Congreso Nacional de Arquitectura Rural en Piedra Seca. Sin embargo, llama la atención que la casi totalidad de los trabajos referidos a la piedra seca se centran en construcciones relacionadas con la agricultura y muy pocas, por no decir casi ninguna, sobre las construcciones relacionadas con la ganadería, quizás porque estas últimas se limitan a los corrales, de formas y tipologías muy simples y con una reducida variación en comparación a los refugios y construcciones agrícolas. Pero en las tierras eminentemente ganaderas, como Albacete, y en especial su zona serrana, donde la variedad de los tipos de ganado, sus necesidades y el tipo de explotación esencialmente extensiva, hacen necesario unas construcciones algo más complejas o especificas para determinadas actividades, esta simplicidad queda superada por las soluciones adoptadas a lo largo de los siglos por las comunidades que hicieron de la ganadería su forma de vida.

La formación, trazado y consolidación de las vías pecuarias que conocemos en la actualidad, se inicia en el Neolítico, más concretamente en el Neolítico Antiguo, aprovechando las rutas migratorias de los animales salvajes

II.- Nomadismo y trashumancia

Existe en la actualidad una discusión entre la comunidad científica del mundo de la Arqueología, sobre si existió una sociedad dual o no, es decir, si una vez consolidada la sedentarización de la sociedad Neolítica, una parte importante de la población mundial decidió seguir con el nomadismo, en esta ocasión, no tras las manadas de animales salvajes, sino con sus rebaños de animales ya domesticados. Y que lejos de ser causa o motivo de enfren-

2 Las denominaciones de los distintos elementos de piedra en seco cambian en función de la comarca o región, el idioma o su funcionalidad, por lo que no consideramos necesario extendernos sobre la cuestión del vocabulario y la toponimia.

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tamiento entre estos dos tipos de sociedades, eran complementarias. Las visitas temporales de los ganaderos nómadas a las comunidades sedentarias, suponía, amén del abonado de las tierras de cultivo que se encontraban en barbecho, una buena ocasión para el intercambio de personas, productos y conocimientos. De haberse dado esa dualidad del modus vivendi de las sociedades prehistóricas, el hecho nos lleva a una conclusión, en la que, curiosamente, todos los investigadores están de acuerdo, y es en que la formación, trazado y consolidación de las vías pecuarias que conocemos en la actualidad, se inicia en el Neolítico, más concretamente en el Neolítico Antiguo, aprovechando las rutas migratorias de los animales salvajes, convertidas ahora en rutas trashumantes. Con el movimiento de los ganados domesticados se forman diversos tipos de movimientos ganaderos: Trasterminantes, Trashumantes y Merchaniegos (ganados que se desplazan con destino a ferias y mercados de otras comarcas) más, evidentemente, los ganados Estantes y/o Travesíos, que no se movían de su territorio, pero que tenían una movilidad entre, digámoslo así para entendernos, términos municipales.

M. Ruiz-Gálvez (1998) a través de sus investigaciones defiende que las rutas ganaderas cuyo trazado va de este a oeste, son más antiguas que las que recorren la Península de norte a sur, éstas incluso han dado origen a caminos de gran importancia y trascendencia histórica, como la Ruta de la Seda. Pero aquellas, lejos de haberse perdido, se han transformado en la tupida red de cordeles que unen, transversalmente, todas las veredas y cañadas, así como los accesos desde estas vías a abrevaderos y manantiales. Cordeles a los que en los estudios sobre las vías pecuarias se presta un escaso interés. El cambio del predominio de las rutas norte-sur, sobre las este-oeste, se produce según la citada autora durante la Edad del Bronce, consolidándose la red viaria pecuaria que ha llegado a nuestros días. Fenómeno que se produce a la vez en toda la cuenca mediterránea. No sólo se consolidan estos caminos ganaderos, sino también la terminología, así, el término nómada, viene del griego “nomós” que significa pasto, pastar, y más concretamente, el nómada es que reparte los pastos, el que distribuye las zonas en la que pasta cada rebaño. También nos ha llegado toda la simbología de las culturas ganaderas. Entre ellas la de Dios, que es representado en forma el cordero; El sacerdote cristiano es el pastor de su rebaño de creyentes, tal y como se llama al rey Agamenón, el líder de los griegos en la Guerra de Troya, en la Ilíada, al que se apostilla como, “Pastor de Hombres”; El símbolo por antonomasia del poder es un bastón, báculo, vara, clava, caduceo, etc., que no son otra Rebaño de ovejas manchegas en los pastos de Villarrobledo –69–


cosa que la asociación del cayado del pastor al poder. Todo esto también se forma y consolida durante la edad del Bronce Pleno.

actividad más rentable era, sin lugar a dudas la ganadería extensiva. En la mitad septentrional de la provincia se producen las circunstancias señaladas, mientras que en la zona meridional, con una orografía serrana muy acentuada, de III.- La ganadería trashumante profundos valles y alineaciones montañosas, en Albacete la ganadería ha sido casi la única explotación, junto con la forestal, con un cierto volumen La ganadería extensiva ha sido el recurso económico y social, que ha sido complemenprimordial de la mayor parte de las tierras de tada con la explotación silvícola y el cultivo Albacete, en unos casos por la pobreza de los para autoconsumo de las vegas de los fondos suelos, en otros por la falta de mano de obra de valle. y en la mayoría de los casos por la concentraA todo ello habría que sumar el hecho de ción de la propiedad de la tierra. Todas estas tratarse de una tierra de tránsito, vía de paso circunstancias tienen una explicación histórica, entre el Levante mediterráneo y el interior de en la que no nos vamos a detener por apartarse la Meseta, camino entre el Sistema Ibérico de del tema central del artículo. Como decimos, Teruel y Cuenca y los macizos prebéticos de la estas circunstancias son consecuencia de las Alta Andalucía, circunstancia con la que está políticas medievales llevadas a cabo en la relacionada la arquitectura de piedra en seco de forma de reconquistar y repoblar estas tierras, la ganadería en la actual provincia de Albacete. y la ubicación de las fronteras entre los disLos movimientos ganaderos de trashumantintos reinos peninsulares, dado que el ganado cia de larga distancia han discurrido habituales más fácil de proteger que los cultivos, y mente de Norte a Sur, desde Cuenca, Teruel y los posteriores repartimientos de tierras, que Soria hacia Jaén y Córdoba, o hacia el Sureste provocaron una escasa aportación de gentes, a en dirección al Campo de Cartagena, lo que se unas grandes extensiones de tierras, donde la denomina como trashumancia vertical. Se trata de grandes rebaños de ganado, normalmente ovejas de raza Merina y Aragonesa, que se establecen durante el invierno en las tierras meridionales de Sierra Morena y el Sureste. Estos ganados se desplazaban a partir de noviembre y diciembre para efectuar la invernada, recorriendo distancias superiores a los 600 km, y realizando la agostada a partir de mayo, donde se efecRedil de ganado junto a Toledo. Hacia 1920 –70–


túa la esquilada. Las tierras de Albacete eran cruzadas por estos ganados principalmente empleando las Cañadas y Veredas reales denominadas de Los Serranos, que contaba con varios ramales casi en paralelo, empleados indistintamente según las posibilidades y aprovechamientos de los rastrojos y pastos ocasionales– Otros caminos trashumantes

la ganadería y/o la trashumancia, como son los corales, apriscos y rediles, denominados “Descansaderos” y construidos a distancias regulares, generalmente a un día de camino con el ganado, es decir, entre 25 km y 30 km. Construcciones a piedra seca que tienen una importancia vital, habida cuenta que además de tener el ganado recogido y no en majada,

Corral de Peñarrubia (Masegoso)

son la Vereda de La Mancha, que discurre de Oeste a Este y la Vereda de Andalucía a Murcia, que permite evitar el tránsito por el corazón de la Sierra del Segura. Además de estos caminos principales es habitual el uso de un buen número de cordeles, caminos ganaderos de menor anchura que unían diferentes tramos de las cañadas o tierras alejadas de las principales rutas. Estas rutas estaban jalonadas de una serie de infraestructuras, a las que se ha prestado poca o nula atención en los estudios sobre

se salvaguardaba de posibles extravíos y de los ataques de alimañas, lobos y zorros. Otro tipo de construcciones que encontramos, son los “Contaderos”, hechos también con la técnica de la piedra en seco, se localizan en aquellos lugares en los que la orografía del terreno obliga a salvar con cierta dificultad, como es el paso de un río, en el caso concreto de Albacete el Júcar y tras su paso se hace imprescindible contar las pérdidas. Estos contaderos, también se localizan en aquellos lugares, donde había que pagar un canon por –71–


el pasto o por el simple hecho de pernoctar. Otro elemento importante es la construcción o acondicionamiento de los “Abrevaderos”, tan fundamentales para la supervivencia de ambos, pastores y ganados, donde en ocasiones, el simple enlosado del entorno del manantial o fuente era suficiente. Los ganados cuyo origen estaba en las tierras albaceteñas y más concretamente en la Sierra de Alcaraz y Segura, y en su entorno inmediato, efectuaban una trashumancia horizontal o trasterminancia dirigida hacia las comarcas meridionales de Ciudad Real o las tierras bajas de Jaén, aprovechando la proximidad de zonas complementarias como eran los pastos de altura de las Sierras de Alcaraz, Segura y Cazorla, con los llanos jienenses, cordobeses y ciudarrealeños. Esta trashumancia era más habitual entre los rebaños de ovejas y cabras que entre la vacada, mayoritariamente de bravo, habitualmente en menor número y acomodada mucho mejor a los latifundios de la sierra (Rubio de Lucas, J.L.; Muñoz Municio, M.C.; San José Gómez, S. y Albert Gamboa, M.J., 1993). Los ganados de la Sierra de Alcaraz efectuaban la trashumancia o invernada en los términos de Villamanrique, Puebla del Príncipe y Montiel, en Ciudad Real, y en menor media se desplazaban a Yeste, en Albacete, o hacia la Sierra Morena Oriental, dentro de la provincia de Jaén. La ganadería estante o de travesío, compuesta por un número reducido de ganado y minifundista, poseía unos desplazamientos muy cortos, regresando diariamente a los

corrales o rediles próximos a la residencia de los pastores, o a lo sumo efectuaban desplazamientos comarcales aprovechando las veredas, los barbechos o el pasto junto a los caminos. Finalmente los ganados merchaniegos, que acudían a ferias y mercados, siendo el más importante, por tradición y volumen de participantes, el de Albacete capital, que a partir del siglo XVIII adquirió un gran prestigio e importancia en todo el Levante español. Los ganados trashumantes se componen mayoritariamente de ovejas, generalmente merinas, churras, manchegas, assaf y alcarreñas, con un nulo o bajo número de cabras, compuestos por un volumen de cabezas que oscila entre las 60 y 2.000 cabezas. Los ganados de trasterminancia de la Sierra de Alcazar, se ha compuesto, hasta hace unos años, generalmente de rebaños de entre 100 y 500 cabezas, mayoritariamente de oveja segureña, con un índice muy bajo de otras razas, como la montesina, merina, manchega y churra. Si el rebaño es mixto las cabras no superan el 4 o el 6%, y generalmente son de raza serrana negra, la blanca celtibérica y la blanca andaluza, mientras que cuando aparece el ganado vacuno lo hace con las razas berrendo en negro y en colorado, siendo muy pocas las pajunas. El papel de las cabras es esencialmente de autoconsumo para carne y leche, o de apoyo a la cría de corderos cuando las ovejas tienen partos dobles, enferman o mueren. Son muy escasos los ganados trashumantes de caprino, por su carácter “destructor” de vegetales leñosos, por lo que no suelen ser bien aceptadas en los arrendamientos de pastos invernales (Rubio de Lucas, J.L.; Muñoz Municio, M.C.; San José Gómez, S. y Albert Gamboa, M.J., 1993). Estos rebaños de la Sierra de Alcaraz suelen realizar una trasterminancia en busca de alimento con distancias de entre los 150 y 400 km, en varias jornadas, varia en función de las condiciones climáticas de la invernada o la estiada, por lo que suelen requerir de apriscos,

Estos rebaños suelen requerir de apriscos, tinadas, corrales o rediles para pasar la noche

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Corral de Ituero (Masegoso)

tinadas, corrales o rediles para pasar la noche, facilitando la tarea a los escasos pastores y evitando perdidas por extravío o el ataque de perros cimarrones, los cuales han remplazado a las extintas manadas de lobos ibéricos, como ya hemos apuntado ut supra. Una vez llagados al destino se emplean estas tinadas, corrales, apriscos o rediles para efectuar el “Redileo”, especialmente en los meses de abril a junio, con el fin de abonar el terreno, mejorando de este modo los pastos. El pastizal de la Sierra de Alcaraz, especialmente el del Calar del Mudo, es apreciado por los pastores por su abundancia, especialmente si las nevadas son tardías, pudiendo ser aprovechado hasta los meses de noviembre y diciembre. En las tierras bajas de la sierra la agostada de los ganados se complementa con la rastrojera de los cultivos cerealistas, especialmente entre julio y septiembre, volviendo a las zonas altas de la sierra antes de partir a los cuarteles de la invernada.

Los rebaños generalmente tienen dos parideras al año, la mayoría entre febrero y marzo, o “tardía”, y de forma más escasa la “temprana”, entre septiembre y octubre, haciendo necesario la existencia de parideras en las zonas de pastos. El esquileo se realiza habitualmente en los agostaderos, a partir de San Juan, evitando de este modo las bruscas variaciones que se pueden dar en las partes altas de las sierras hasta bien entrado el verano y que pudieran perjudicar la salud de algunos ejemplares.

IV.- La arquitectura ganadera de piedra en seco

El desarrollo de la arquitectura en piedra en seco en la provincia de Albacete es muy desigual y está relacionado con factores muy diferentes. Por un lado estarían los condicionantes geológicos, característicos de los mu–73–


Mapa de la ubicación de la áreas de corrales estudiados. Ituero, Peñarrubia y Masegoso

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nicipios donde existe una escasa o nula capa cuaternaria y el afloramiento del sustrato calizo está muy presente, circunstancia que obligó a retirar y acumular la costra calcárea con el fin de obtener espacios, más o menos libres de piedras, donde poder cultivar, tanto herbáceas de secano, como cultivos que se adaptan bien a este tipo de suelos, como el viñedo, el olivo o el almendro. Este exceso de piedra fue aprovechado para la construcción de refugios de los trabajadores del campo, conocidos como cucos, bombos, chozos, casetas, guardaviñas o barracas, acompañadas por muros de delimitación y aterrazamiento. Destacan los numerosos conjuntos de cucos de los términos de Hoya Gonzalo, Munera o Villarrobledo, o de comarcas como La Manchuela, algo más dispersos. Otro factor sería el cultural o la tradición, constatada en municipios donde se da un aprovechamiento de la piedra de forma similar a la señalada en los municipios y comarcas citadas anteriormente, Se trata de zonas donde existe un porcentaje de piedra mucho menor, por lo que no puede atribuirse la proliferación de estas construcciones al condicionante geológico. Relacionado indirectamente con el factor cultural podríamos incluir factores históricos relacionados con la propiedad de la tierra, en donde los grandes latifundios y el tipo de explotación desarrollado, han impedido las construcciones de refugios temporales, centrando toda la actividad en cortijos y aldeas donde se agrupaba a las familias que trabajaban los campos y prados colindantes. Finalmente nos encontraríamos con el factor funcional, relacionado con unas actividades agrícolas o ganaderas que requerían la construcción de una serie de infraestructuras para tareas concretas, ya fuesen de uso anual o estacional. En este caso la relación entre afloramientos rocosos y construcciones no es lineal, es decir, que no existen con mayor profusión allí donde abunda la piedra, sino que va en función de las actividades que las hacen

necesarias, especialmente en determinados momentos y épocas del ciclo agropecuario. El empleo de la piedra era mucho más factible y ventajoso que el uso de otros materiales, como la madera, más costosa, de mayor atención a su mantenimiento y de menor duración. Los corrales y tinadas, tanto las construidas como las que aprovechan un abrigo o ceja rocosa para efectuar un redil o aprisco, se extienden por todo el territorio albaceteño, normalmente vinculados a los ganados estantes de las poblaciones y aldeas próximas, y sus tipos varían en función del mayor o menor peso de la ganadería de cada zona, y a su vez relacionada con las posibilidades agropecuarias de su entorno. Junto a las veredas y cañadas que cruzan las tierras de Albacete nos encontramos con construcciones en piedra seca relacionadas con los movimientos anuales de los ganados de otras provincias colindantes o trashumantes, como el Contadero de Los Serranos, en la intersección de los términos de Hoya Gonzalo con Higueruela, donde se procedía al recuento de los efectivos de los rebaños tras el paso del río Júcar, o el Descansadero de La Vereda Real de Andalucía en Bonete, en el fondo de una vaguada y donde se conservan numerosos corrales de piedra en seco con pequeños cucos o refugios de pastores, en su camino hacia el Levante y con anterioridad a afrontar el Puerto de Almansa o el camino hacia el Campo de Cartagena. IV.1.- La arquitectura de piedra en seco de Masegoso El término municipal de Masegoso se extiende por la vertiente septentrional de la Sierra de Alcaraz, estribación norteña de la Sierra de Segura. Se trata de una zona de transición entre los llanos albaceteños y las cumbres de la sierra, por lo que tradicionalmente ha poseído una cubierta vegetal donde destacan las manchas de monte bajo, chaparral y encinar, entre los que se abren paso en los fondos de –75–


valles y barrancos los campos de cultivo, alimentados en muchas ocasiones por cursos de agua constantes o intermitentes, alimentados por surgencias o fuentes que aprovechan el ciclo pluvio-nival de la zona, característico de los ríos Mundo y Segura. Masegoso fue una aldea del alfoz de Alcaraz hasta la mitad del siglo XIX, y agrupa a otras próximas y aún menores agrupaciones de casas como las de Ituero, Cilleruelo y Peñarrubia, en una configuración similar al de otras antiguas aldeas de Alcaraz, como Peñascosa, Robledo, El Ballestero, Vianos, etc. Se trata de una zona donde han predominado los latifundios que han centrado la explotación de la zona en la ganadería extensiva, fomentando una baja densidad humana y unas condiciones muy precarias de sus trabajadores. Pese a que estas condiciones son muy generalizas en las tierras albaceteñas, en algunas de ellas se dan unos peculiares procesos de ocupación y explotación de los recursos naturales que por el momento no parece muy claro cuales son sus orígenes y motivaciones. Así pese al similar paisaje, tipo y densidad de habitantes y actividades económicas, en algunas de estas localidades se constatan actividades agrarias singulares que ya han merecido la atención de investigadores (Ramón Burillo, R. y Ramírez Piqueras, J. 2005). En el término de Masegoso, y junto a la estrecha vega del Río Masegoso, afluente del Río Jardín, se desarrollo un intenso y en ocasiones espectacular acondicionamiento del terreno mediante la construcción de muros en piedra seca, que alcanzan en muchos casos una considerable altura y anchura, lo que posibilita la explotación agrícola de las laderas de la vega, generalmente de la margen derecha orientada al Oeste. Estos conjuntos de construcciones se emplazaron en las tierras de “propios”, hoy en día tierras municipales, tanto para cultivos de secano, con predominio de cereales y leguminosas, arbolado, olivo y

almendro, y especialmente huertas que aprovechaban reducidos afloramientos hídricos, como las Parás de Ramón Ceja (Ramón Burillo y Rámirez Piqueras, 2005). El estudio de esta propiedad y el sistema de explotación se centro en un caso muy concreto, centrando el análisis de la explotación en la construcción de infraestructuras en piedra en seco y más concretamente en los refugios levantados junto a los bancales, sumándose otros “cucos” de las proximidades o de la aldea de Peñarrubia. El citado trabajo no amplía el radio de acción del estudio, ni repara en el hecho de que este tipo de construcciones se den con mayor profusión en Masegoso y sus aldeas, frente a los pueblos de alrededor de similar origen, constitución y economía, lo cual lo constituyen en un hecho de cierta singularidad. Pero está característica no se encuentra aislada, sino que al parecer procede, o al menos es equiparable, a la construcción de corrales de ganado en piedra seca, relacionados tanto con la ganadería estante como con la trasterminancia de los ganados de la Sierra de Alcaraz y la trahumancia por al zona de los ganados por la Cañada Real de Andalucía a Valencia y la Veredas y Cordeles que en su entorno van extendiendo en el territorio. IV.1.1.- Los corrales de Masegoso Junto a la Vereda Real de Andalucía a Valencia, en el vado del Río Masegoso, se emplaza la pequeña población que le da nombre y cuyo significado procede de la palabra masiega, hierba que abunda en un determinado lugar, apareciendo dicho término en textos fechados en el siglo XIV. El topónimo lo encontramos en el municipio de Pozalmuro, provincia de Soria, en las tierras meridionales de Teruel, donde se encuentra el término de Toril y Masegoso, y en Guadalajara, donde está la población de Masegoso de Tajuña. Se trata de una palabra empleada con cierta frecuencia en Castilla, Aragón y en Murcia, –76–


Plano de los corrales de los Toriles (Masegoso)

en esta última aparece como manisega y en la zona valenciana como mansega, para referirse a cierta vegetación de juncos. Los expertos no se ponen de acuerdo sobre su relación con la palabra árabe al-masäd, al encontrar dificultades fonéticas y semánticas. En las afueras del pueblo, a unos 500 m hacia el este, transita la Vereda de Andalucía hacia Levante, que rodea por su vertiente meridional un cerro redondeado de cierta amplitud y altura, hoy reforestado con pinar, conocido como el Cerro de Vaquerizas, en alusión a los corrales, y seguramente al tipo de ganado mas usual en ellos estabulado. Los corrales se emplazan entre la parte baja de la ladera y el ramblizo de Matahermosa, que discurre a sus pies. Se trata de una zona al resguardo de los vientos predominantes del Noroeste, a 1.100 m de altitud, donde prolifera el bosque de encina y coscoja, alternando con amplias manchas de sabinar

Los corrales se sitúan a ambos lados de la vereda, que actúa a modo de eje central. Actualmente se constatan en una extensión de unas 4’5 Ha, y en el que se aprecian dos grandes conjunto o corrales, el más occidental de uno 8.720 m2, al cual se van adosando una serie de corrales menores, y otro al final de 5.100 m2, que articula cuatro grandes corralizas unidas entre sí por pasos estrechos y fáciles de cerrar, de 835 m2, 850 m2, 2.200 m2 y 1.150 m2. Entre ambos se constata al menos cuatro corrales más, que configuran una zona de paso entre ellos, a modo de calzada de servicio (Plano 1). La rambla posee una serie de muros trasversales a su cauce que permiten que se creen navas o charcones de agua, que a su vez se favorece la retención de limos y de humedad, lo que facilita el crecimiento de hierba para el pasto. En la vertiente oriental de las laderas de la rambla se aprecian acumulaciones de piedra –77–


que posiblemente tuvieran como objeto la construcción de nuevos corrales, circunstancia que por motivos desconocidos no se llevaron a término. Los corrales no poseen una planta o forma determinada, se trata de espacios irregulares, con tendencia generalmente ovalada, realizados en una zona llana o con ligera inclinación, a los cuales se les adosan otros de menor tamaño, sin que parezca que tengan una planificación concreta, salvo la de separar el ganado por cuestiones de gestión de los mismos, como las parideras, el esquileo, los mansos, etc. Los muros se realizan mediante el acopio de piedras del terreno, bloques de caliza irregular de muy diversa forma y tamaño, sin que se aprecien tareas de cantería, tan solo la acumulación de las piedras de la capa superficial o a lo sumo desplazamientos de bloques o placas de costra calcárea.

Los muros se levantan siguiendo casi siempre las mismas premisas, las piedras de mayor tamaño en la base, junto a otras de menor porte, dos caras más dispuestas más o menos a plomo y un relleno interior de piedras de menor tamaño o ripio. Los muros discurren de forma sinuosa, realizando curvas o tramos más o menos rectos sin mayor orden o planificación. Las puertas se delimitan mediante unas jambas realizadas con piedras de mayor tamaño y se orientan indistintamente. En el caso de los corrales de la Vaqueriza de Masegoso generalmente se abren a la vereda. El alzado es variable, al igual que la conservación de los muros, desarrollándose desde el 1’20 m a algo más de 2 m de altura. En el primer caso suponemos que el muro se remataría con un cordón de espino, para evitar la fuga del ganado o la entrada de alimañas o lobos. En el segundo caso la altura del muro

Corrales de los Toriles (Masegoso)

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obliga a un ancho que puede superar los 2 m, en concreto los muros exteriores son 2 m aproximadamente, mientras que los interiores tienen una anchura media de 0’90 m, por lo que suele tener una cierta sección ataludada, si bien con muy poca inclinación (Plano 2). El sobrante de piedras se apila junto a los muros, ampliando su grosor o construyendo muros macizados en el centro de los corrales o, lo más común, majanos de planta ovalada o circular distribuidos de forma aleatoria dentro de los corrales. Su concentración facilita que el suelo se vea despejado de la capa de piedras, lo que permite el crecimiento del pasto. No se constata la existencia de refugios para los pastores, solo en el corral más occidental, parece ser que se habilitó un pequeño espacio de refugio aprovechando la acumulación de piedras (vs. el plano 2). En este mismo corral, a ambas caras de un muro que pretende intentar separar el corral principal, se realizaron dos alacenas de forma triangular, quizás en lo que pudo ser la zona de acomodo de los pastores con sus pertenencias. Dada la proximidad del caserío de Masegoso es muy posible que la mayoría de los pastores hicieran noche en alguna casa de la aldea, quedando sólo el personal imprescindible de vigilancia en los corrales o que simplemente al usar los corrales como refugio de paso se acomodaran dentro de ellos, lo que justificaría la construcción de las alacenas. La actual división catastral respeta el parcelario de los corrales, lo cual puede indicar que se trataba de instalaciones realizadas por pastores de diferentes ganados y propietarios, que a lo largo del tiempo han mantenido su propiedad o deslinde. Muy cerca de ellos se constatan las ruinas de tinadas de ganado de características muy diferentes a las descritas. Son de planta cuadrangular, con subdivisiones que generalmente establecen una estancia para el pastor, un pequeño corral para las parideras y otro de

mayores dimensiones en la parte central. Por sus tamaños y similitudes se trata de corrales para ganados estantes de ovejas y cabras, casi con toda seguridad, con una movilidad muy próxima a la tinada. Las más próximas serían el Corral de la Cingla, a unos 750 m al Sur y el Corral de los Conejos a unos 400 m, en dirección sureste, lo que apunta a la perduración de los usos de la zona hasta hace unas pocas décadas. Ambos corrales hoy en día se encuentran en desuso y en un rápido proceso de derrumbe. IV.1.2.- Los corrales de Ituero A unos cuatro kilómetros aguas abajo del Río Masegoso, y a un 1’7 kilómetros al Oeste de la Vereda, se encuentra la aldea de Ituero, emplazada en la pronunciada margen izquierda del río y en donde hasta hace unos años brotaban una serie de manantiales que permitían aumentar su caudal, permitiendo la construcción de una balsa de riego y varios abrevaderos para los rebaños. El topónimo Ituero según algunos autores (Llamazares Sanjuán, A. 1996 y María Mujika, L. 1992) es un hidrónimo de origen indoeuropeo, que al parecer procede del euskera “iturri”, que significa “fuente”. En los dialectos de Castilla y León aparece la forma de Itero del latín, fictoriu, del cual deriva el topónimo mayor Ituero. Aparece en Berdejo (Zaragoza), en Villar de Saiz (Teruel), Ituero de Azaba (Salamanca), Ituero y Azaba (Segovia), Ituero de Huebra (Salamanca) Ituero (Soria y La Rioja) y como Montes Itueros en el término de Mingorria (Avila), todos ellos junto a cauces fluviales. En la margen derecha del río los corrales se extienden en varias agrupaciones, de forma asilada los de mayor tamaño o de forma agrupada los de menor superficie, pero en todos los casos entre la aldea de Ituero y la Vereda Real de Andalucía a Valencia. El principal conjunto se emplaza en la unión del Río Masegoso con –79–


Plano de los corrales de Ituero (Masegoso)

la Rambla de la Cañada de los Pastores, configurando un triangulo de terreno elevados, en torno a los 1.000 m de altitud frente al caserío de Ituero. Se trata de un espacio relativamente llano, con un ligero buzamiento hacia el río, donde se conserva, al estar en uso hasta hace muy poco, un importante conjunto de corrales realizados en piedra seca (Plano 3). Al paraje se le denomina El Hitar, un topónimo que nuevamente aparece relacionado con tierras de Aragón, y en concreto con el valle del Jiloca. De forma esporádica y un tanto aislada

encontramos algunos corrales en la margen izquierda, al Sur de la población, de similares características al resto, algunos de los cuales han sido labrados en su interior, plantados de arbolado o empleados de cerca de construcciones recientes edificadas en el centro del mismo. Al parecer algunos de ellos se utilizaron para el cultivo del azafrán, aprovechado los nutrientes aportados por el ganado al suelo. Los corrales se dispersan mayoritariamente por una extensión aproximada de 15 Ha, sobre un terreno en el que aflora el sustrato de la roca –80–


Corrales de Ituero (Masegoso)

caliza, el cual ha sido erosionado, esencialmente por la lluvia y la nieve, dejando un terreno rocoso e irregular, donde es difícil el tránsito tanto para animales como para personas, donde la vegetación apenas puede desarrollarse y es casi imposible efectuar tareas agrícolas. Solo el empleo en los últimos años de maquinaría agrícola de gran potencia ha despejado algunos campos que apenas dan cosechas de cereales y cuyo objetivo en muchos años es el alimento de la caza menor. Para el aprovechamiento del terreno se extrajo y acumuló la capa superficial de piedra, amontonándola en majanos de diferente forma, tanto circular como alargada, dentro y fuera de los corrales, lo que permite el paso y el crecimiento de pasto o herbáceas silvestres. Con semejante acumulación de piedras se efectuaron una serie de corrales que se articulan a ambos lados de una vía de paso.

Los corrales poseen una planta irregular, con tendencia ovalada o circular, adosados los unos a los otros, dejando una calle de tránsito por el centro de la concentración de mayor densidad, que discurre paralelo al cauce de río. Los ángulos son mayoritariamente curvos y los muros serpentean o poseen tramos alineados sin mayor justificación. Las puertas se emplazan y orientan de forma indistinta, unas al corredor central y otras hacia el exterior o para comunicar entre sí varios corrales. Sus superficies son muy variables, los hay de 580 m2, 1.800 m2, 155 m2 o 5.500 m2 y uno que llega hasta 1’96 Ha (Plano 3). Los muros presentan generalmente dos caras, en los de menor anchura y tamaño ambas caras se traban entre si, debiendo contar con una sobreelevación de vegetación de espino para impedir la salida del ganado. En los de mayor altura la base se amplía hasta alcanzar

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Plano de los corrales de Peñarrubia (Masegoso)

3’10 m, formando dos caras externas y un relleno interior de piedras de menor tamaño o ripio, que en algún caso no llega a alcanzar los laterales, dejando el centro del muro más bajo. Las alturas de las paredes que se conservan intactas, oscilan entre 1’10 m y 2’10 m. En el interior de los corrales el exceso de piedra se acumula en montones irregulares, muros longitudinales u ovalados, en refuerzos de los muros o simplemente en los ángulos de la confluencia de varios corrales (Plano 4). No existen chozos o refugios de pastores, bien por el uso de refugio y tránsito de los ganados o por la proximidad del caserío de Ituero. Tan solo uno de los corrales presenta un chozo o cuco de reducidas dimensiones para el pastor o zagal de vigilancia durante la noche.

Finalmente al Sureste del conjunto de corrales encontramos una zona de acumulaciones de piedras, alineaciones de muros y un cuco, con una extensión de 22 Ha, cuyo fin parece que estuvo en favorecer el crecimiento de pastos, sin que posteriormente se emplease al piedra para la construcción de corrales. La actual división catastral corresponde con algunos de los corrales, mientras que otros se encuentran adscritos a parcelas más amplias, lo cual podría significar una diferente cronología, siendo los segundos más modernos que los primeros, circunstancia que estaría por confirmar. IV.1.3.- Los corrales de Peñarrubia La aldea de Peñarrubia se emplaza al igual que la de Ituero a unos 4’5 km de Masegoso,

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en el sector nororiental del término. La Cañada Real discurre a unos 2’5 km al Oeste, a medio camino de Ituero, y junto a la Rambla del Cuerno, que cambia de nombre por el de la aldea al pasar por ella. El conjunto de corrales se emplaza a ambos lados de la Rambla de la Cañada del Toril, localizada a un kilómetro de la Cañada Real. Dicha Cañada posee una pequeña barranquera que divide en dos el Molar de la Sabinica, junto a la cual se encuentra otro conjunto de corrales y el abrigo del que toma nombre la aldea y que ha sido utilizado como corral y aprisco hasta hace unas pocas décadas, de forma similar al empleado en Ituero. El característico color rojizo de la roca debido a la oxidación de la caliza, ha sido denominado tradicionalmente en un buen número de lugares de la provincia como “rubio”, apareciendo a partir del siglo XIV en la documentación de la época.

A diferencia de los dos grupos anteriores, aquí los corrales están muy próximos los unos a los otros, pero no llegan a formar agrupaciones, tan solo en algún caso las construcciones para llevar al ganado hacia el corral llegan a unirse con otros recintos, formando una pequeña agrupación. Se extienden mayoritariamente entre la margen derecha de la Cañada del Toril y la izquierda de la Rambla del Molar de la Sabinica, constatándose corrales algo más distantes y aislados en la margen derecha de la rambla hasta la aldea de Peñarrubia y la rambla del mismo nombre. Se emplazan tanto en el la parte llana de la meseta resultante como en sus laderas, con plantas irregulares, con cierta tendencia ovalada o circular, por lo que sus ángulos suelen ser redondeados. Su tamaño oscila entre los 300 m2, 1.500 m2 y los 2.000 m2, lo que nuestra que son más pequeños de media que los anteriores

Abrigo - Corral de Peñarrubia (Masegoso)

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dos tinadas, una aprovechando el abrigo de la Peñarrubia, junto a la población y otra en el margen izquierdo de la Cañada del Toril, de planta rectangular, con un gran corral, de 277 m2 y dos estancias rectangulares adosadas, de 40 m2 cada una. A unos 100 m de esta tinada y aprovechando un escalón rocoso se encuentra una estancia con un horno de pan.

conjuntos, posiblemente en relación al tipo de ganado, mayoritariamente ovejas y cabras, y el número de cabezas (Plano 5). Los muros son de mampostería de piedra caliza del terreno, quedando los bloques de mayor tamaño en la parte baja y reduciendo su diámetro conforme se llega a las hiladas superiores. Los muros oscilan entre los 0’70 m y 1’20 m de anchura, con alzados que van de los 0’60 m a los 2 m de alto, por lo que muchos dispondrían de una coronación de espino para evitar la salida y entrada de los animales, tanto propios como extraños, especialmente alimañas y lobos. La puerta de los corrales se orienta de forma indiferente, con anchos varados pero claramente relacionados con el ganado lanar. Algunos corrales disponen de dos muros que partiendo de la puerta se abren en forma de embudo para facilitar la recogida del ganado, y posteriormente efectuar tareas como el esquileo. Tanto el interior como el terreno circundante a los corrales se encuentra despejado de la capa de piedra caliza, mediante su amontonamientos o acumulaciones longitudinales o circulares, con zonas de paso, permitiendo el crecimiento de herbáceas y pasto en su entorno. El fondo de las ramblas posee una serie de muros transversales para remansar y acumular el agua a modo de navas y favorecer posteriormente el crecimiento de pasto. Esta circunstancia debió ser frecuente en amplias temporadas estacionales, pues se construye un paso elevado que comunica las dos márgenes de las Rambla del Molar de la Sabinica. Algunos corrales siguen en uso en la actualidad, mientras que otros se encuentran abandonos o han sido objeto de plantaciones de arbolado. Se constatan dos refugios, a modo de chozos o cucos, construidos junto a los corrales, uno aprovechando un escalón rocoso junto a la rambla y otro junto a un corral hoy labrado mediante medios mecánicos. En las proximidades del conjunto encontramos

IV.2- Otros conjuntos de corrales de piedra en seco. Si bien los corrales del término de Masegoso han sido el principal objeto de atención del presente trabajo, tanto por su concentración como características, en sus inmediaciones existen otros que de forma asilada siguen las mismas pautas que las descritas con anterioridad. Cabe destacar el conjunto de corrales de la aldea del Berro, del término de Casas de Lázaro, cuyo topónimo procede de una serie de plantas que se prodigan junto a los manantiales y fuentes. Se trata de una agrupación de unos quince o dieciséis corrales de planta ovalada, de diferente tamaño, que ocupan 1’9 Ha y un tamaño medio de 900 m2, realizados sus muros de piedra en seco. Parece que se trata de corrales para ganados estantes y se encuentran en un estado de abandono que se remontan a varias décadas. Otros conjunto relacionados con la trashumancia y la trasterminancia, y las tareas relacionadas con ellas, como al estabulación o el esquileo, las encontramos junto a la Vereda de Peñascosa, en su unión con la Cañada Real de Andalucía, en la cumbre del Cerro de Santa Bárbara y El Cucharro en Alcaraz, donde se aprecian grandes corrales o algún refugio de pastores. En el mismo término, en El Santo se constatan corrales circulares con grandes muros en abanico para recoger el ganado tanto en su extremo septentrional como en la zona meridional. Algo similar encontramos en la cumbre del Cerro Vico de Bienservida, en el sector oriental del término de Vianos, –84–


Calle entre corrales de Ituero (Masegoso)

especialmente en la Cabeza de la Fuente de la Cañada y en la Cabeza de los Santos, todos ellos realizados siguiendo las mismas técnicas constructivas y los mismos modelos de corrales de planta ovalada, unidos entre sí y con funciones en ocasiones específicas. Todos ellos deberían contar con un estudio pormenorizado, que esperemos que en los próximos años podamos abordar.

mantes a denominar de igual forma, aquellos lugares que son similares, al menos para el uso y las necesidades del oficio de pastor. Resulta llamativa la distribución de los topónimos de la zona de estudio con el resto peninsular, dándose una concentración en un territorio que se extiende desde Zaragoza a Salamanca, en una franja de terreno relativamente estrecha y caracterizada por una explotación del medio muy similar, y en ocasiones idéntica a las tierras de Masegoso. Esta relación pudiera remontarse a la repoblación de la zona a partir del siglo XIII y XIV, el tránsito de ganados desde el Norte en busca de los pastos meridionales o en migraciones de población vinculadas a una nobleza e hidalguía cuyos orígenes se emplazaban en el páramo castellano. Creemos que existe una íntima relación entre el trazado de la Vereda Real de Andalucía a Valencia y Alicante, en el tramo que une

V.- Conclusiones

La similitud de topónimos con zonas de origen de trashumancia, Ituero, Masegoso, Abejuela, etc. y todos ellos relacionados o próximos a importantes vías pecuarias, nos lleva a una obviedad que se ha repetido en infinidad de ocasiones, y es que por estos caminos, no solamente transitaban gentes y ganados, sino que también circulaban ideas, técnicas, creencias y una jerga que lleva a los trashu-

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las tierras serranas jienenses con los llanos manchegos albaceteños y los conjuntos de corrales realizados en piedra seca de Masegoso, lo cuales creemos que deben ponerse en relación con una ganadería de trashumancia y trasterminancia, de ganados vacunos, ovinos y caprinos, en composición y número variable, ya que por sí sola la ganadería estante no requiere de unas infraestructuras de corrales de tan amplia superficie, que por un lado exceden su número habitual, su recorrido habitual es de corto alcance y por otro no atienden a sus necesidades básicas, como la separación del ganado de las parideras, el refugio invernal o la conservación de forraje.

colindantes, sino a las necesidades surgidas con motivo del transito de los ganados y el objetivo de efectuar los recorridos con el menor número de bajas posibles, facilitando las tareas de custodia y protección, al tiempo que facilitar el crecimiento de pasto eliminando la corteza caliza de la superficie, dejando al descubierto una escasa pero suficiente capa edáfica donde arraigar las matas silvestres. La falta de planificación y organización inicial queda plasmada en la planta de los corrales, con formas irregulares, mayoritariamente de tendencia circular, ovalada, trapezoidal y en muy pocos casos de tendencia cuadrangular. Los ángulos suelen ser redondeados, la puerta sin una orientación concreta y con un tamaño muy variable, al igual que el alzado de los muros, hechos con un aparejo simple, sin mortero ni cimentación, con un uso del tamaño de las piedras indiscriminado, donde solo en contadas ocasiones las de mayor tamaño se emplazan en la base. Los paños son simples conformando las dos caras con el exterior de dos hiladas de piedras, apenas trabadas o por el contrario dos paños exteriores rellenos de ripio en los muros de mayor grosor y altura, cuya inestabilidad tiene que verse reforzada con contrafuertes de similares características. La coronación de los muros es simple, donde no se aprecian las técnicas de otros territorios, como coronarlos con una hilada de piedras en vertical para aumentar su inestabilidad y que los animales, especialmente las cabras, trepen por ellos. Apenas poseen infraestructuras de refugio para los pastores, mostrando quizás su uso puntual y temporal en el transito del recorrido. Respecto a la diacronía de los distintos conjuntos de estructuras que acabamos de describir, y sin poder aportar una base empírica que corrobore su evolución temporal, ni documentación histórica que lo confirme, pero basándonos en las observaciones sobre el terreno, la experiencia de trabajos y estu-

Calle entre corrales de Ituero (Masegoso)

Por otra parte la construcción de estos conjuntos de corrales no es debida a la gran cantidad de piedra caliza del terreno, cuya formación geológica es similar a de territorios –86–


dios realizados por uno de nosotros en otras construcciones de similares características (Hernández Carrión, E. en prensa) y la lógica percepción de las formas y modelos constructivos, nos permiten proponer una evolución gradual de los conjuntos. El conjunto más antiguo consideramos que es el sector localizado al sureste de la pedanía de Ituero, donde los muros son largas alineaciones de piedras de longitudes superiores a los 250 m, llegando hasta los 400 m, de escasa altura, a lo sumo tres hiladas de piedras, sin una colocación ordenada, que denota una provisionalidad a la hora de su construcción, y/o premura por terminar los recintos. Las acumulaciones de piedras en el interior de estos corrales o apriscos, aunque es común en todos los conjuntos, están hechos de forma aleatoria, y también son de baja altura, pero en el momento que se pretende hacer alguna especie de refugio, éste se limita a un arco de

piedra, con una altura que oscila entre el 1 m y el 1’80 m, que protegen del viento pero no de la intemperie. Cronológicamente seguirían los conjuntos de Masegoso e Ituero, ambos de similares características, las construcciones están asociadas y distribuidas en torno a una calle o paso central (en el caso de Masegoso, vinculadas directamente a la Cañada Real) la hechura de los muros responde a un mismo patrón y esquema constructivo, de doble cara a base de gruesas piedras y relleno de guijarros en el centro, casi con toda seguridad, con tirantes interiores que unen las dos caras y que le dan una fuerte consistencia al muro, lo que denota la presencia de una mano directora y de unas pautas constructivas que, junto a los ganados, recorren las vías pecuarias. Este momento bien podría coincidir con los siglos de mayor poder de la Mesta. La ausencia de refugios está justificada por la proximidad de los caseríos

Amontonamiento de piedras para que crezca el pasto en Ituero (Masegoso)

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cercanos. Hemos de hacer aquí la salvedad, que el cuco o chozo que hay en el interior de uno de los corrales de Ituero, se aprecia claramente que es una construcción posterior. Otro paso en el tiempo sería el conjunto de Peñarrubia, donde los corrales se encuentran dispersos por una gran superficie, o como mucho asociados dos o tres. Levantados aplicando las mimas técnicas constructivas que los anteriores, se aprecia una menor preocupación por la factura, con muros de menores dimensiones y alturas, aquí sí hay compartimentaciones para parideras, esquileo o pernocta de los pastores, la mejor prueba de su “modernidad”, es

el hecho evidente e incuestionable que su uso ha llegado hasta nuestros días, pues en algunos de ellos, todavía hay restos de las puertas, comederos y enseres para ganado y su interior no ha proliferado la vegetación como en los anteriores. Insistimos, en que esta evolución diacrónica, la planteamos como hipótesis de futuros trabajos. Sobre todo que el estudio de construcciones similares existentes en otras comarcas, (de la existencia de algunos de ellos ya tenemos noticias) nos ayuden, primero a conocer mejor este tipo de construcciones, y segundo a poder trazar una cronología de fases y modelos constructivos.

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V.- Bibliografía

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Patrimonio histórico y energías renovables. Arquitectura tradicional de los parques eólicos “Capiruza I y II” (Albacete) Consuelo Vara Izquierdo José Martínez Peñarroya CASTRVM patrimonio histórico S.L.

Capiruza I. Entrada al abrigo adaptado como corral

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Resumen: Con motivo de la construcción de los parques eólicos Capiruza I y II, en la provincia de Albacete, se lleva a cabo un control arqueológico de los movimientos de tierra. En este proyecto no se documenta registro arqueológico, pero si etnográfico en las áreas adyacentes al trazado de ambos parques. En las líneas siguientes describimos los restos de edificaciones - cueva – aprisco, parideras, casetas de labor y hornos de cal, que tuvimos ocasión de conocer en la mencionada intervención Palabras clave: Etnografía, arquitectura tradicional, intervenciones arqueológicas, parques eólicos. Abstract: On the occasion of the construction of the wind farms Capiruza I and II, in the province of Albacete (Spain), an aqueological land survey for the removal of soil. In this project there was no archaeological data recorded, however there was some ethnographic data recorded in the adjacent areas to the tracing of both parks. In the following sentences we describe the remains of constructions - cave - sheepfold, agriculturalist sheds and lime ovens, that we had occasion to find in the mentioned land survey. Key Words: Ethnography, traditional architecture, archaeological land surveys, wind farms Madrid, abril 2012 excavación arqueológica y estudio posterior si aquella no fuera posible. No obstante tras esta fase previa de localización y valoración de yacimientos arqueológicos, suele realizarse –siempre determinada por la administración competente en materia de patrimonio histórico – una fase de control arqueológico en ejecución de obra, tendente a la localización de los yacimientos o posibles restos de estructuras arquitectónicas o materiales que no hubieran sido localizadas en la primera fase y que esta vez se hallan directamente afectadas por la implantación de las nuevas infraestructuras. El procedimiento usual para la localización de yacimientos arqueológicos que se utiliza en la primera fase es la consulta, por parte de los arqueólogos directores del proyecto y previa concesión del correspondiente permiso de intervención, de los antecedentes sobre el poblamiento específico del área de trabajo que obren en la administración patrimonial – gene-

Introducción. Arqueología e impacto ambiental

A causa de la promulgación y desarrollo de la legislación sobre impacto ambiental en España, se inicia una nueva área de interés para la arqueología denominada “urbana” (Rodríguez Temiño, 2004), cual es la intervención en los estudios sectoriales imprescindibles para la aprobación de los correspondientes estudios de impacto en las obras públicas y de implantación de infraestructuras. De este modo ya se ha generado una literatura propia sobre este tipo de intervenciones arqueológicas, bien como capítulos de obras más amplias o ciertamente como trabajos específicos. Este tipo de intervenciones arqueológicas parten de la premisa de la localización de los posibles yacimientos arqueológicos existentes en el área de trabajo, para su salvaguarda – en la media de lo posible en el futuro proyecto de obra – o su definición, –91–


ralmente autonómica - correspondiente. Estos antecedentes suelen expresarse en forma de las denominadas “cartas arqueológicas” que recogen la información sobre yacimientos identificados mediante la literatura científica correspondiente o bien por la realización de trabajos de campo anteriores. Tras esta primera toma de contacto suele realizarse un proyecto de prospección arqueológica específico sobre el trazado de la nueva infraestructura, variando el territorio a prospectar según la naturaleza de aquella, lineal de diversa anchura en proyectos de gasificación y transporte de energía, así como de infraestructuras viarias y/o ferroviarias o bien en extensión, caso de los proyectos de urbanización, industriales y aeroportuarios. En el caso que nos ocupa –los parques eólicos– el trazado es mixto, ya que a la base de la prospección lineal sobre el via-

rio del parque y las líneas de evacuación de energía, hemos de añadir las superficies de las plataformas y cimentación de cada uno de los aerogeneradores, así como las subestaciones energéticas. La literatura específica sobre prospección arqueológica es ciertamente ya extensa, aunque su origen no se remonta a más de una treintena de años. Simplemente citaremos algunos de los ejemplos más significativos, cual es una de las propuestas que estriba en la valoración de los posibles yacimientos arqueológicos de un determinado lugar (Sánchez y Galán, 2001) mientras que la más reciente aplica un novedoso método para la localización y evaluación de esos mismos asentamientos (Chapa et alii, 2003). Contamos con algunos precedentes sobre proyectos similares (Aznar et alii, 2003) en parques eólicos y líneas eléctricas.

Situación de los parques eólicos Capiruza I y II

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Al pie de la torre se encuentra una arqueta de salida y entrada de cables y una plataforma para permitir la correcta ubicación de las grúas que deben elevar los diferentes elementos del aerogenerador. Para el anclaje de las torres al terreno, se crea una zapata de base cuadrada y de 12 x 12 m., con una profundidad aproximada de dos metros. En el fondo se sitúa un lecho de hormigón y la estructura metálica de la cimentación, compuesta por una pieza troncocónica de acero denominada “virola” y un emparrillado de acero corrugado. En la zapata y hasta el nivel del suelo se rellena de materiales extraídos a lo largo de todo el proceso de movimiento de tierras, en especial de la modificación de rasantes de las pistas de acceso. Cada aerogenerador consta de tres palas montadas sobre un rotor que se aloja en un dispositivo denominado “nacela” y que se sitúa en el extremo superior de una torre metálica de setenta metros de altura. En este caso se ha adoptado estas dimensiones de las torres según las características geológicas y estratigráficas del emplazamiento. La geología fundamental de la región corresponde al Jurásico, y dentro de este al Malp, que aparece en la mayor parte de las lomas y cerros en que se ubican los aerogeneradores. La litología que aparece en estas zonas es poco variada, dominando las calizas, calizas margosas, caliza magnesiana y dolomías. También, al este de las lomas en que se localizan los aerogeneradores aparecen terrenos del Cuaternario, que ocupan una parte importante de la región y que en su mayoría se trata de formaciones de ladera y endorréicas cuyos materiales presentan un claro poligenismo dependiente de las cuencas erosivas de donde proceden los sedimentos. Igualmente, aparece también una pequeña franja perteneciente al Triásico que discurre de este a oeste, al sur del emplazamiento del parque eólico, caracterizada por su pequeña extensión y aislamiento. En esta zona las litologías características son las arcillas, margas

Antecedentes. Intervención arqueológica en los parques eólicos de Capiruza I y II

Los parques eólicos de Capiruza I y II se han instalado en un área de elevaciones moderadas situada en el centro de la provincia de Albacete, términos municipales de Peñas de San Pedro y de la propia capital. La altitud media de Capiruza I sobre el nivel del mar es de 800-900 m., mientras que Capiruza II se encuentra a una altitud media sobre el nivel del mar de 900-1.000 m., definiéndose su situación geográfica en las hojas 1:50.000 del IGN nº 790 y 816. Se hallan emplazados pues en un área de transición, con una altura media de 700 a 900 m., entre la llanura de Albacete, al norte, y la Sierra de Alcaraz. Al sudoeste aparecen elevaciones orográficas de mayor entidad (Alcaraz – Segura), cuyas estructuras se relacionan con las sierras Béticas. Como elementos del paisaje humano destacamos la presencia de una cañada y de un cordel en el emplazamiento seleccionado para el parque eólico de Capiruza I. La denominada “Cañada Real de La Mancha”, discurre de noroeste a sudeste al norte del emplazamiento, atravesando las lomas en que se ubican los aerogeneradores entre El Cerro del Pino y el Cerro Capiruza. Por su parte el “Cordel de Ganados” atraviesa los cerros en que se localiza el emplazamiento y lo hace de este a oeste por el Cerro de los Corderos y discurre entre los parajes de Haza de los Boltos y La Carrasquilla. Ambos parques se hallan contiguos, se emplazan sobre varias líneas de cumbres y los aerogeneradores se hallan enlazados por una única pista y por una zanja de evacuación de energía que se adosa a aquella. Cada uno de estos aerogeneradores del parque eólico se ha montado sobre una torre troncocónica de acero, la cual se ancla al terreno por medio de una zapata cuadrada de hormigón armado.

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Parque eólico Capiruza I. Situación de estructuras

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Parque eólico Capiruza II. Situación de estructuras

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Planta de casetas de labor

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Planta del recinto nº 1

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y areniscas. La topografía se corresponde con un relieve medio con valles planos, rampas suaves de unión entre el valle y la zona montañosa, constituida en general por relieves de entidad al oeste del emplazamiento, que en la zona donde se han instalado los parques eólicos se convierten en pequeñas elevaciones de menor entidad. La región presenta por tanto un relieve variado que va desde grandes llanuras a zonas montañosas con importancia variable. El tipo de suelo varía localmente en función de la pendiente y la litología. En las zonas con topografía más accidentada y con mayores pendientes, abundan los entisoles, pobres en materia orgánica y en nitrógeno. En la zona de estudio, así como en un ámbito más amplio, no existen cursos hidrográficos de gran entidad, caracterizándose los únicos existentes por su estacionalidad e irregularidad, ya que son intermitentes que aparecen solo en épocas de lluvia. En la actualidad, las manchas más importantes de vegetación en la zona corresponden a formaciones de pastizal/ matorral existentes en las cimas de las sierras de pequeña entidad en que se sitúan los parques eólicos, y que se ven sustituidas por labor intensiva, extensiva, olivar, vid y almendros, a medida que se desciende en altitud y se alcanzan zonas de planicie. En algunas zonas - al norte del parque - la unidad pastizal/matorral viene asociada a encinas de porte no arbóreo, apareciendo ejemplares dispersos de porte arbóreo en el llamado Cerro Rodenas. Los asentamientos humanos son poco numerosos y de escasa entidad en los alrededores de ambos parques, y su integración en el entorno es muy aceptable, debido a su carácter rural y su tipología constructiva. Los viales de comunicación entre estos núcleos son la carretera comarcal que une Peñas de San Pedro con El Salobral, y que discurre de suroeste a noreste y al este del emplazamiento del proyecto, y la comarcal que une La Solana con Pozuelo. En el estudio de impacto ambiental se constató la presencia

de tres especies de rapaces (ratonero, cernícalo vulgar y águila real), además de perdices y de otras aves de pequeño tamaño, principalmente de las familias de Paridae y Turbidae, así como de algunas aves nocturnas, cual es el autillo. Con anterioridad al presente proyecto se realizaron dos prospecciones arqueológicas intensivas sobre el lugar de emplazamiento de ambos parques. Únicamente se documentaron restos arqueológicos en el tercer tramo de prospección del parque Capiruza II (desde el Cerro Rodenas hasta el Castillico). El trabajo de campo consistió en una prospección superficial intensiva del área de ubicación de los aerogeneradores, diseñada como una unidad de muestreo sistemático intensivo en transects. En este caso se prospectó una banda de 100 m., 50 m. a cada lado, tomando como referencia el punto central del lugar donde serían situados los futuros aerogeneradores. Las ventajas de una prospección de este tipo responden al reconocimiento de un medio natural concreto y a pautas previas de estudio para posteriores investigaciones. En la plataforma superior del cerro denominado Castillico, en la cota de los 945 m, se documentaron vestigios de cultura material pertenecientes a un asentamiento prehistórico indeterminado, en forma de fragmentos de cerámica a mano, de cocción reductora y desgrasantes micáceos, aunque su tipología no permitieron adscribir el yacimiento a un periodo crono-cultural concreto. Así mismo, se encontraron algunos fragmentos de industria lítica (lascas de cuarcita y sílex, además de restos de una lámina de sílex). El área de ocupación del yacimiento del Castillico es de 800 m2 aproximadamente, incluyéndose parte de las laderas del cerro. En el resto del trazado no se encontraron en superficie restos de cultura material ni de estructuras visibles que pudieran indicar la existencia de otros yacimientos arqueológicos. Por ello y como se preveía la instalación de un aerogenerador en dicho lugar, se estableció un perímetro de –98–


protección arqueológica de 20 m al límite del yacimiento y se prescribió el control arqueológico del proceso de construcción de los parques.

de trabajo de campo, en este caso seguimiento arqueológico durante el movimiento de tierras, que nos permite un nivel de conocimiento adecuado de los elementos ciertos que conforman el registro. Tras esta fase se realiza una evaluación del impacto, mediante la realización de una matriz al caso, de la que puedan deducirse los efectos de la intervención sobre el patrimonio histórico y arqueológico, así como la generación de medidas correctoras adecuadas, que deben atender principalmente al análisis diferencial del valor de cada uno de los elementos afectados, así como a la generación de propuestas de tratamiento concretas, sin olvidar la disponibilidad de recursos económicos y técnicos para tratamiento de los diferentes elementos afectados. En especial, hemos de derivar del plan de medidas correctoras un

Método y desarrollo de la intervención

En estos proyectos de implantación de infraestructuras, las intervenciones arqueológicas son uno de los estudios sectoriales que forman parte de los informes de Impacto Ambiental. Por ello su estructura es similar a otros de estos trabajos y constan esencialmente de un primer acercamiento a los antecedentes de investigación que nos sirve para evaluar la cantidad y calidad del registro histórico y/o arqueológico. Posteriormente se realiza la fase

Pista de unión entre aerogeneradores

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Excavación de la zapata de un aerogenerador

análisis selectivo de las zonas que vayan a recibir tratamiento, en tanto que no todos los elementos que componen el registro potencial son susceptibles de intervención, existiendo profundas diferencias en lo referente a la forma de actuar sobre cada uno de ellos. Sólo aquellos elementos con valor arqueológico o histórico en los que se aprecie la existencia de posibilidades de proporcionar adecuados niveles de materiales o de información científica, habrán de ser objeto de actuación. Es preferible concentrar los esfuerzos y los recursos sobre áreas de alto interés patrimonial que dispersar aquellos en pequeñas zonas que en poco o nada habrán de ayudar al conocimiento y cuidado de nuestro Patrimonio Histórico. En este caso solamente se han aplicado medidas correctoras, durante el desarrollo de la intervención, en una de las estructuras arquitectónicas, en concreto una cerca situada en Capiruza II y que mencionaremos más adelante. Los proyectos de infraestructura energética como el que nos ocupa, requieren, con anterioridad a la implantación de los aerogeneradores, la construcción de viales para acceder a cada uno de ellos, así como plataformas de maniobras para la instalación de estos dispositivos de generación de energía, que suelen medir 30 x 40 m. Los viales que se abren, algunos

sobre caminos anteriores, son rectificados en las pendientes, mediante la excavación en trinchera. Posteriormente se riegan para evitar el polvo en suspensión, se les rellena con zahorra y se compacta, para facilitar la circulación y el acceso de la maquinaria y piezas necesarias para la elevación de los aerogeneradores. Estos viales tienen una anchura de 6 / 7 m., que unidos a la zanja de evacuación de energía que suele estar aneja, alcanza una anchura de 11 m. Las dimensiones usuales de esta zanja de evacuación es de 0,6 m. de anchura x 1,20 m. de profundidad, y se abre entre cada una de las plataformas para evacuar la energía generada a la subestación transformadora. En este caso también se abrió una zanja de evacuación desde la mencionada subestación hasta el cruce de la carretera, en las inmediaciones de Peñas de San Pedro, con kilómetro y medio aproximado de tendido subterráneo. Esta zanja tenía por objeto unir los dos parques con una línea de tensión. Por último citaremos que se realiza la cubrición de las zanjas, así como de las zapatas de cimentación de cada una de las torres. En primer lugar se realizó, mediante visitas periódicas, el seguimiento del parque eólico de Capiruza I y con posterioridad se acometió el trabajo en Capiruza II, que tuvo no más dificultades, pero si se intensificó el control

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debido a la existencia de algunos elementos de arquitectura tradicional, objeto de estas líneas, así como la existencia del yacimiento arqueológico de la Edad del Bronce denominado “El Castillico”. Hemos de reseñar que la construcción de pistas y plataformas son las dos labores que generaban una mayor superficie de tierra movida, y por ello hicimos especial incidencia en estas fases del trabajo. Las zapatas también se inspeccionaron en todos los momentos de su excavación, perforación inicial, extracción de piedra y limpieza y perfilado final, aunque dado lo exiguo del horizonte de suelo susceptible de alojar restos arqueológicos, el riesgo de afección era menor que en las anteriores labores descritas. Las estructuras arquitectónicas de carácter etnográfico anejas al trazado se han documentado mediante planimetría, fotografía y descripción de las mismas, en el caso de las “casetas de labor”. De los otros ejemplos de arquitectura tradicional, la cueva reutilizada como aprisco y los hornos de cal, no se realizaron planimetrías, primero por hallarse más alejados del trazado de la intervención y no estar directamente asociados a la misma y por considerar que debían ser objeto de un proyecto de investigación específico que valore y documente cada una de estas estructuras y el conjunto de las mismas en la etnografía castellano manchega.

Resultado de la intervención. Patrimonio etnográfico

En el control arqueológico realizado sobre el conjunto de los dos parques eólicos no se documentó la presencia de materiales y/o estructuras arqueológicas. Únicamente destacamos la existencia del mencionado yacimiento de “El Castillico”, una instalación de la Edad del Bronce y que se halla entre Capiruza I y II, ya en terrenos del segundo parque. Presenta una vertiente acantilada, hacia el este, con una

amplia visibilidad, solo superada en la zona por la segunda línea de aerogeneradores de Capiruza II. No obstante el registro arqueológico superficial es inexistente, al no apreciarse ni cerámicas ni otros restos arqueológicos en la cima e inmediaciones del mismo, por lo que puede ser que hallan sido retirados en prospecciones anteriores. Este establecimiento podría ser un puesto avanzado de otros asentamientos más importantes que se conocen en el término de Peñas de San Pedro, como la peña donde se asienta el castillo, que presenta materiales de esta época, así como los denominados El Sabuco, Atalaya del Sabuco, Roble y El Royo. Citamos que como zona más estratégica e inmediata por el oeste al Castillico, se halla el cerro cartografiado como Ródenas, en la citada segunda línea de Capiruza II. Si embargo esta zona, como el resto de los dos parques eólicos, no deparó hallazgo alguno. No obstante en patrimonio etnográfico el resultado si ha sido más relevante, no siendo usual esta inversión de términos, pues el patrimonio arqueológico subyacente e inédito suele ser siempre en este tipo de intervenciones el más definido y por tanto el más conocido. No es este caso, pues en Capiruza el registro etnográfico, aunque fue escasamente afectado por el desarrollo de la obra, si presenta unas características que lo hacen digno de mención. Varias y de distintos tipos son las estructuras arquitectónicas de carácter tradicional que se hallan en las inmediaciones del trazado de los viales de los parques eólicos, aunque solo una de ellas fue alterada en parte para la instalación de uno de los aerogeneradores, tras su correspondiente documentación planimétrica y fotográfica, así como su descripción e interpretación de las mismas y mediante autorización expresa de la Delegación de Cultura de Albacete. En principio la identificación de algunas estructuras no fue sencilla, pues su estado de conservación no era el mejor. Estaban rea-

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lizadas en mampostería de piedra caliza, de planta circular, sin cubierta y con una abertura en uno de sus laterales. El inusual grosor de sus muros, así como aparecer excavado su interior y la presencia de paramentos interiores ciertamente cuidados, algunos con acabados de revoco, nos hizo pensar en edificaciones de tipo agropecuario o industrial. En un principio pensamos en lugares destinados a la conservación de agua en estado sólido, los denominados “pozos de la nieve” (Cruz y Segura, 1996) tan difundidos por las áreas serranas del levante peninsular, pero tras la consulta de paralelos etnográficos nos inclinamos por atribuirles una función relacionada con la combustión, y dado el entorno geológico del lugar, para el aprovechamiento de la cal, extraída de la piedra caliza circundante. En esencia hemos documentado dos hornos en Capiruza I y uno en Capiruza II. Otra de las estructuras que reseñamos es el abrigo rocoso situado bajo el aerogenerador nº 12 de Capiruza I. Nos sorprendió en un principio, por no aparecer mencionado en el informe de la prospección arqueológica, si bien es algo difícil de localizar, por hallarse en la ladera, bajo la plataforma del propio aerogenerador, aunque si se distingue parte de su acceso desde la cima. El abrigo rocoso, de unos 250 m2 de superficie, se halla cercano a la cima de uno de los cerros. Su puerta se abre al sur y se pueden apreciar restos de actividad kárstica en las paredes y techos del abrigo. El suelo aparece cubierto de sedimentos arenosos y restos de desperdicios contemporáneos, así como las paredes aparecen completamente cubiertas por los residuos dejados por las combustiones realizadas en el interior. En el abrigo se construye un aprisco, con un área de vivienda y una rampa para facilitar el ingreso del ganado. El área destinada a vivienda se compone de una habitación situada a la entrada del abrigo, con un espacio para dormir hecho de obra, así como una pileta para líquidos y

una chimenea, sobre la que aparece grabada en el yeso la fecha de 1924. Todo se realiza en mampostería de piedra caliza en nódulos bastante regulares y de mediano tamaño (10 - 15 cm. en su lado mayor). La rampa interior para el ingreso del ganado se halla realizada mediante una gruesa pared de mampostería, con la misma técnica que algunos de los bancales vistos en las inmediaciones de este lugar. En el segundo parque eólico, Capiruza II y donde se sitúa la zapata del aerogenerador nº 17, en la zona denominada “Loma del Estanque”, nos encontramos con una estructura de piedra de unos 20 m. de longitud. Constituyen los restos de un corral antiguo, que según informaciones orales fue construido hace medio siglo y que tuvo función de redil para ganado ovino y posteriormente para perdiguero. Parte del mismo quedó afectado por la plataforma del aerogenerador mencionado y ante la protección que gozan todos estos elementos en Castilla - La Mancha, procedimos a levantar su planimetría, registrar sus coordenadas y documentar su estructura. Tras estas labores se emitió el correspondiente informe que fue remitido a la Delegación provincial de Cultura en Albacete. Esta estructura, que hemos denominado como “Recinto nº 1”, está realizada en mampostería con restos de dos estancias de planta oval adosadas a la misma, así como posibles restos de otra y dos bancales también recubiertos de sendas paredes de la misma fábrica. Este recinto nº 1, bastante deteriorado, estaba constituido por un ámbito doble, uno de planta de tendencia cuadrada y otro rectangular. Ambos se hallan adosados, uno al norte y otro al sur, con un muro común y también los dos se hallan abiertos al este, donde se hallan cerrados por dos bancales de mampostería. En cada uno de estos ámbitos aparece una caseta de planta circular, una de ellas sin puerta aparente y otra con puerta al sureste y adosada a los muros principales. En el ámbito norte existía una plataforma de

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planta circular, que quizás fuera base para una instalación de tipo vegetal. Otro tipo de estructuras arquitectónicas documentadas son dos del tipo de las llamadas “casa mediterránea”. En concreto son que se sitúan en Capiruza II y las hemos denominado según aparecen en la cartografía consultada – “Corral de Oliver” y “Loma de la Paridera”. La primera de ellas tiene dos patios separados por una crujía transversal al otro tramo de edificio que se desarrolla en sentido aproximado nortesur. Este cuerpo principal se halla dividido en tres estancias. La situada al sur constituye una vivienda con restos de una chimenea, la situada a continuación tienen aspecto de haber sido un establo para caballerías, mientras que la situada más al norte y que se abre al segundo patio debió de ser un corral para el ganado ovino. Este edificio transversal está adaptado para el embarque del ganado ovino en camiones. El patio que se abre a los pies del área de vivienda tiene una entrada al sur, y el otro recinto abierto del corral tiene una pequeña entrada al oeste, justo al lado de la mencionada crujía transversal. Del otro edificio citado, la paridera, apenas si quedan algunas paredes en el pie, realizadas a base de tapial, sobre zócalo de mampostería caliza. Se aprecia las trazas de su planta cuadrangular y la posible existencia anterior de áreas cubiertas. El tercer tipo de las estructuras documentadas es el que se denomina genéricamente “chozos”. En Castilla - La Mancha, la cubierta de los denominados “chozos” suele ser de piedra (Feduchi, 1984), aunque en otras ocasiones se hallan cubiertos por materias vegetales, como en otras áreas de nuestra península, sobre todo en la meseta norte (Martínez Peñarroya, 1992). Los mejor conservados quizás son el nº 1 situado en el parque de Capiruza I y el nº 4, en Capiruza II, aunque podemos observar disimilitudes en sus fábricas. Así los dos citados quizás por su planta cuadrangular son más modernos que los otros y de ahí su

mejor conservación, e incluso presentan una mampostería más cuidada. El resto, sobre todo los números 1, 2 y 3 de Capiruza II, situados muy cercanos, tienen planta oval o circular y se apoyan sobre un pequeño bancal, que bien hace de paraviento, o sólo regulariza la superficie alomada, para poder establecer la estructura. En líneas generales se encuentran en muy mal estado de conservación, no así los bancales, que son apreciables sobre todo en el fondo del valle que se establece entre las líneas segunda y tercera de Capiruza II. La descripción básica de estas casetas es la siguiente. La nº 1 es una estructura muy simple de planta cuadrada con las esquinas redondeadas y puerta situada en el centro del paramento orientado al sur. La nº 2 tiene planta cuadrada en su lado suroeste y redondeado en la opuesta, lugar en el que se apoya sobre una plataforma construida por un grueso muro de más de un metro de anchura y casi diez de longitud, a modo de un rotundo mampuesto. La puerta se abre también orientada al sureste. Igual que la anterior es la nº 3, aunque con la plataforma más corta y con planta redondeada, y la entrada también orientada al sureste. La nº 4 es del mismo esquema de las anteriores, con la puerta orientada al este sobre una gruesa plataforma que se alza también a modo de paraviento. Su planta es cuadrada con las esquinas redondeadas. Las numeradas como 5 y 6 son dos estructuras muy similares, muy semejantes a la nº 1, con las puertas abiertas al este y de planta cuadrada. En cuanto a las dimensiones, las casetas nº 2 y 3 son más grandes, mientras que las nº 1, 4, 5 y 6 tienen apenas algo más de dos metros de lado interior. Algunas presentan reparaciones, como la nº 6 en el paramento cercano a la puerta y las casetas 1 y 2 son de fábrica de mampostería muy irregulares, compuesta de bloques de mediano tamaño, aunque las nº 3 y 4 se realizan con mampuestos de mayor tamaño. No obstante la caseta nº 5 es la mejor conservada, conservando incluso parte

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de la viguería de la cubierta, con mampostería algo más regular y esquinas ciertamente bien escuadradas. Hemos mencionado anteriormente que uno de los elementos más significativos de esta zona son las caleras. La cal constituye un material básico en la construcción de edificios y como tal queda expresado en algunos textos de referencia como es el de Ignacio Gárate (1994). Tradicionalmente su obtención se realizaba a partir de la combustión de piedras calizas en hornos situados junto a las propias canteras. El tipo de estos hornos solía ser muy similar, principalmente en el cuadrante sudeste de la península Ibérica, lugar en el que hemos encontrado algunas referencias, como en las provincias de Toledo (Moraleda y Rojas, 1985), Ciudad Real (Jerez García, 2004), Almería (Gil Albarracín, 1992) o Málaga (García Serrano, 1974). El proceso de elaboración de la cal era relativamente sencillo: “Se calcinaba con temperaturas superiores a los 900º C junto a las canteras, al aire libre, en toscos hornos o vasos excavados en las laderas, con leña o ramas, repitiéndose dicha cocción cuando hubiera leña en las inmediaciones; a veces se usaba carbonilla o escoria del tren” (Gil Albarracín, 1992:64). No obstante el texto que nos sintetiza estas labores es el de Jerez García (2004), con ejemplos de este tipo que existían en la zona de La Salina, Los Ojos y otros lugares en el curso del Guadiana. La estructura del horno tenía dos partes principales, que eran la caldera, lugar donde se realizaba la combustión en la parte inferior y la cámara de cocción, en la parte superior, donde se colocaban las piedras en forma de aproximación de hiladas. Se menciona que la cámara de combustión tenía una boca de alimentación, de planta cuadrada y un banco corrido, para apoyar las piedras objeto de la combustión. Quizás el estudio más completo, por realizarse sobre varios de estos hornos

es el ya citado de Moraleda y Rojas (1985, 315-316), que nos define los elementos constitutivos del horno y presentando ejemplos en Calera y Chozas, Consuegra, Montesclaros, Navahermosa, Orgaz, Pepino y Puente del Arzobispo. De la misma forma sabemos que hay o hubo hornos de cal en Yunclillos, Puebla de Montalbán, Yeles, etcétera, aunque hemos realizado varios trabajos de campo en algunas de esas localidades y no henos visto ninguna de estas estructuras. Según estos autores el tipo de los hornos de Capiruza son del denominado “A”, presente en los municipios de Consuegra, Montesclaros, Navahermosa y Orgaz, en forma de pozo. Además otros autores señalan la presencia de tres hornos con cubierta de cúpula en Mazarambroz (Feduchi, 1984) e incluso en Halconera, población cercana a la pacense Zafra, aunque bastante distintos a los que nos ocupan (Amaya, 2004). En los tres hornos de nuestro estudio podemos describir que el nº 3 está más deteriorado y es menor, mientras que los otros dos, situados a relativa poca distancia parecen construidos por la misma mano. Como conclusión de este apartado podemos apuntar que el tipo de estructuras de habitación esporádica documentado en Capiruza no se corresponde con los denominados “chozos” o “bombos”, en otros lugares manchegos –estructuras de falsa cúpula–, sino con las llamadas “casetas de viña”, de planta recta o curva y seguramente de cubierta plana compuesta de materiales vegetales, que se conserva parcialmente en una de ellas. Otro tipo son los hornos de cal, mientras que un tercero serían las “tinadas” o parideras para la salvaguarda del ganado ovicaprino. Tres son pues los tipos básicos de edificaciones de carácter tradicional que hallamos en el entorno de los parques eólicos de Capiruza, además de la “cueva-aprisco” que hemos descrito.

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Paralelos peninsulares a las construcciones identificadas en los parques eólicos

La Arquitectura es la respuesta humana a las necesidades de protección frente al medio ambiente. Se pueden complicar las estructuras hasta el infinito, pero siempre queda patente la necesidad de cobijo, de “alojamiento”, como se ha definido en términos arquitectónicos (Oliver, 1978). Así han sido muy variadas las soluciones de cada sociedad en la construcción de estas estructuras, permanentes o no, que sirvieran como refugio, además de configurar un espacio simbólico, uniéndose muy estrechamente a los conceptos de propiedad y familia. Este universo construido se remonta a la utilización por el hombre de las materias primas de cada territorio ocupado (preferimos emplear el término aquí de paisaje) para realizar su casa. Desde el uso de las cuevas paleolíticas, que ya recogen el mundo simbólico del habitante, aunque no sean construcciones estrictas, a las primeras casas propiamente dichas, datadas con seguridad en el Paleolítico Superior. Con posterioridad, las soluciones se complican. La aparición de los espacios comunales edificados, con funcionalidades específicas y diferenciadas de las propias de hábitat, el urbanismo y la dedicación de espacios a la producción económica marcan quizás los inicios del variadísimo conjunto de construcciones que reconocemos hoy en día. En otros lugares, hemos discernido sobre arquitectura popular y tradicional. Adoptamos este último término por alejarnos del popular, no siempre bien utilizado y por englobar en tradicional toda aquella arquitectura anterior a las tipologías y sobre todo los materiales universalizados a partir de inicios del siglo XX (Martínez Peñarroya, 1993; 1995). No obstante, el recorrido de este tema del hábitat es bastante más profundo y al respecto citamos los estudios de pioneros

como Daryll Forde (1966) –estudio original publicado a finales del primer tercio del siglo XX– o Joseph Rykwert (1999), cuya primera edición española data de 1974. En la plenitud del desarrollo actual se han diferenciado dos grandes familias arquitectónicas: La Arquitectura que busca, mediante el diseño y el estudio de la forma, la perduración, renovación o creación de modelos constructivos de variadas funciones y con la práctica totalidad de los materiales disponibles, por decirlo de alguna manera la Arquitectura Oficial y la Arquitectura Tradicional, la hoy denominada por algunos “arquitectura sin arquitectos”, donde se repiten modelos surgidos en unos ecosistemas concretos, y por tanto con unos materiales determinados. Modelos adaptados a funciones y que conocen a través del tiempo una evolución la mayoría de las veces lenta, pero que responden a unas necesidades específicas. Centrándonos en la segunda, es evidente su gran extensión, sobre todo en el mundo rural, donde se han mantenido las formas, asistiéndose hoy al debate de si la inclusión de nuevos materiales en las construcciones pueden seguir denominándose tradicionales. No obstante existen decenas de miles de casas, corrales, molinos, hornos etc... en los que priman función, formas y materiales, frente a otros elementos, como ocurre en los productos de la “Arquitectura Oficial”. De la Arquitectura Tradicional vamos a destacar hoy un sector de sus realizaciones, cuales son las denominadas “construcciones auxiliares”, adaptadas a las economías agropecuarias y que se diseminan por prácticamente toda la geografía peninsular. Sus variados materiales, que responden a los existentes en cada medio geográfico, tienen dos orígenes principales: los orgánicos o procedentes de materias vegetales, troncos leñosos, retamas, fibras vegetales para la cubierta y los procedentes de materias inorgánicas ya en forma aglomerada o nuclear, en sus variados gnesis, granitos, esquistos,

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cuarcitas, calizas, areniscas o en forma disgregada, gravas, arena, arcillas, limos… Este tipo de edificaciones de carácter tradicional tiene escasos paralelos publicados, aunque ya se halla presente en las síntesis clásicas sobre arquitectura tradicional. Al respecto, podemos citar los trabajos de García Mercadal (1930; 1984) o de Carlos Flores (1973, 1979) y los imprescindibles volúmenes de Luís Feduchi (1974, 1975, 1979, 1984; Feduchi et alii, 1978). Sin embargo solamente en trabajos específicos aparecen definiciones de estructuras de carácter agropecuario o de habitación rural de carácter básico o secundario respecto a otras de mayor entidad e incluso se apunta la posibilidad del origen de construcciones levantinas tan características como las barracas a partir de chozos de materias vegetales (L’ Escrivá, 1978). Se hallan estudiados con más amplitud los extremeños (Hasler, 1966, Guadalajara, 1984, Hoyos, 1985, Martín Galindo, 1995; Galindo y Muñoz, 2004), aunque existen en otros lugares como Castilla –León (Sánchez del Barrio, 1995; Carricajo, 1995, Díaz de la Torre, 2001), e incluso en la provincia de Madrid (Navajas, 1983), por ser una solución sencilla y económica en el hábitat ocasional. En otros lugares este tipo de construcciones ni siquiera se mencionan por su inexistencia, como es en las comarcas de los altiplanos granadinos (Sorroche, 2004) donde se hallan presentes acequias, balsas y aljibes, molinos y cortijos, almazaras, eras y palomares como arquitectura de la producción. No obstante citamos como singular el estudio antropológico de Elodia Hernández León, (1998), que constituye un modelo para este tipo de arquitectura diseminada en las sierras andaluzas. Un aspecto que no hemos tratado aquí en profundidad, en la creencia que excede esta tribuna, son los antecedentes prehistóricos de estas expresiones arquitectónicas de plantas circulares y fábricas de mampostería. Desde los antecedentes palafíticos peninsulares (Frankowski, 1918) y sus

consecuentes fosilizados (Gómez Tabanera, 1986a, 1986b) construidos en materias vegetales, a algunos ejemplos de casas redondas (Giese, 1951; García y Bellido, 1987) y las arquitecturas pre y protohistóricas (FernándezPosse y Sánchez-Palencia, 1992; Romero Carnicero, 1992). En la Meseta norte aparecen estructuras similares, como los denominados casetos. “Son construcciones que aparecen en los campos y sirven para guardar aperos y herramientas de trabajo. Por lo general son construcciones pequeñas hechas con los mismos materiales que las casas y no presentan ninguna división interna. Algunas veces junto al caseto se encuentran los pozos, solos o con la noria, estando en ocasiones cubiertos como otro caseto más, con lo que cuando la cubierta es abovedada, resulta muy plástica la unión de las dos construcciones” (Ponga y Rodríguez, 2000:145 y ss.). Se citan con mayor profusión en las comarcas centrales, cual es Tierra de Campos. En la provincia de Ávila, se mencionan como construcciones auxiliares las tinadas, también denominados “chozos pastoriles” (Navarro Barba, 2004). Siguiendo en la Meseta norte se describen las Casetas de Era, que son llamados chozos en ocasiones y suelen ser de planta rectangular, aunque algunas tienen planta redonda. Se asocian, como su nombre indica, a las eras, señalándose alguna muy interesante de Tierra de Campos, realizadas en adobe y con cúpula, con muchas combinaciones de material, planta y cubierta (Carricajo, 1995). Otras construcciones son las llamadas “guardaviñas”, utilizadas, como indica su nombre, para la vigilancia de este tipo de cultivo y realizadas en tierra o piedra con cubiertas de madera, barro o falsa cúpula. Por último se identifican los “chozos de pastor”, de planta circular, cubierta de cúpula o techumbre vegetal, e incluso planta en espiral, algunos con aprisco. En la región extremeña aparecen bastantes ejemplos de las estructuras que nos

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ocupan. Así se mencionan las denominadas “bujardas” –que a diferencia de los chozos vegetales– son construcciones de mampostería, generalmente de planta redonda y con distintos tipos de cubierta, que se extiende por el entorno de Valverde de Burguillos, en Badajoz. El uso era agropecuario, como otras construcciones del mismo tipo, básicamente mampostería en seco con cubierta de falsa cúpula, de baja altura dedicada a la cría de ganado de cerda, que se denominaban “zahúrdas” (Delgado, 2004). Esta edilicia era distinta de los chozos de pastores, generalmente construidos a base de entramados vegetales, según Díaz Aguilar (2004), no obstante podían diferenciarse según el tipo de cubierta, que aunque todos de planta circular, aquellas podían variar entre las vegetales a las de ladrillo, teja y doble vertiente (Blanca, 2004), presentes sobre todo en el término de Fuente del Maestre perteneciente a la comarca de Zafra. En Andalucía se diferencian meridianamente las chozas de los chozos, estos últimos construidos en materias vegetales y relacionados con la ganadería, que incluso a veces eran trasladados a pulso por varias personas y eran siempre de base circular, al igual que la planta de las chozas, aunque con paramentos de piedra y cubierta vegetal. Se cita que este tipo de chozas aparecían por toda la sierra, algunas incluso con cubiertas circulares de tejas, como un ejemplo existente en Alanís de la Sierra o con bóvedas realizadas por aproximación de hiladas en las denominadas “torrucas” de Constantina. Otro tipo son las “bujardas” de Encinasola (Hernández León, 1998). Estas torrucas y buhardas “Son pequeñas construcciones de piedra seca, de planta circular y cubierta de falsa cúpula, conocidas como torrucas en Guadalcanal (…) Sirvieron fundamentalmente como refugios ocasionales de pastores o trabajadores agrícolas, y rara vez,

aumentando sus dimensiones como vivienda permanente o estacional.” (Agudo Torrico, 2004:547). La expansión de este tipo de edificaciones se ceñía a las comarcas serranas de Almería, Jaén y Huelva. Pero no sólo en la literatura generada dentro de nuestras fronteras podemos acercarnos a este tipo de construcciones, sino que contamos con algunos ejemplos en tierras cercanas. Recientemente hemos tenido ocasión de conocer el libro de Georges Buisan (2006) sobre la arquitectura tradicional de la vertiente norte de la cordillera pirenaica. Muchas de las estructuras que describe son cabañas realizadas a piedra seca, de tamaño reducido y planta rectangular, ciertamente similares a las de nuestro estudio. También se describen otras estructuras como un pozo de la nieve, bastante simple (Buisan 2006:158). Sin duda la obra clásica para el occidente peninsular, Portugal, es la de Veiga et alii (1988), cuya primera edición data de 1969. En esta síntesis se recogen multitud de tipos de casetas bastante similares a las de este estudio. Estas parten de las más simples, denominadas abrigos, situadas ya debajo de una roca o simplemente como las más elementales casetas, generalmente de planta cuadrada y escaso tamaño, otras un poco mayores llamadas “malhao”, algunas de planta curva. Se citan explícitamente “hornos” y se diferencian los chozos realizados en materias vegetales y también entre fijos y móviles, y al parecer propios de las economías pastoriles. Por último, el tema de la vivienda popular campesina asoma en la segunda edición de un clásico de la arquitectura norteafricana (Sierra, 1996), cuya primera edición data de 1960. En este libro se nos presenta un chozo de materia vegetal que denomina “nuala” y otro de planta rectangular que denomina “kabusa”, también de la misma materia.

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Arquitectura tradicional de la meseta sur. “Casetas y caleras” en Capiruza I y II

Los denominados “chozos” en algunas zonas y “bombos” en otras (aunque sensu strictu no son idénticas construcciones) reúnen unas condiciones de habitabilidad escasas y fueron usados como refugio temporal de pastores y labradores y a veces como vivienda permanente. En otras ocasiones. forman parte de una finca de labor y eran utilizados por los trabajadores de la misma. Suele ser característica la planta circular, aunque los hay tendentes a la planta cuadrada, e incluso adosados, así como estar construidos en piedra. Son casas redondas de unos cuatro metros de diámetro y aproximadamente dos metros de altura, construidos con los materiales de cada zona, unidos con cal o barro y arena. Es frecuente el techo de falsa cúpula con un orificio en el centro, que en caso de lluvia se cierra con una placa de piedra, recubierta con barro para impermeabilizarla. En otros casos. la cubierta puede ser también de rollizos de madera y paja de cereales o ramajes. No tenemos apenas constancia de la mención de los antecedentes de la arquitectura tradicional de la meseta sur (Maldonado, 1982), aunque en capítulos de alguna reciente monografía se mencionan los posibles precedentes de estas arquitecturas (Jerez, 2004). No por escasas estas menciones son menos valiosas, ya que se esbozan los momentos históricos que quizás asientan algunos materiales y tipologías. Edades del Bronce y del Hierro (mediados del II y I milenio a.C. respectivamente) así como durante el poblamiento de hispanorromanos e hispanomusulmanes serán básicamente las etapas que aportan soluciones edilicias que cristalizarán posteriormente, ya en plena Edad Moderna (s. XVI y XVII). No nos corresponde aquí exponer estos antecedentes, aunque no descartamos alguna futura entrega específica sobre estos temas.

Centrados en las tierras de la meseta sur, hemos de citar a Jose Luís García Grinda (2004; 2005) que menciona como elementos de arquitectura complementaria los chozos de pastor como apoyo de la actividad ganadera, edificados en mampostería con planta circular y cubierta cónica “más o menos deformada”, con aprisco para el ganado. En la Alcarria, su masiva presencia caracteriza el territorio. Con anterioridad existían menciones a estructuras parecidas y así en un estudio realizado hace un cuarto de siglo (Chausa, 1981) se describen varios ejemplos de carácter agropecuario, y similares a las que nos ocupan. Se define las cabañas como pequeños habitáculos de escasas dimensiones y en las que el ocupante permanece en posición sedente. Dichas cabañas se dividen según su cubierta en planas o cupuliformes y algunas presentan las esquinas redondeadas, como una existente en el término de Tendilla y que solamente tenía unas dimensiones de 1,60 x 1,75 m., frente a otras de 2,10 x 2,30 m. Estos refugios se edifican para dar cobijo al agricultor frente a las inclemencias del tiempo, con una anchura de muros entre 0,40 y 0,65 m. Otros ejemplos tienen la planta circular, con 2,15 m. de diámetro, realizadas en piedra caliza de pequeño tamaño, unidas por yeso y con una altura de 3 m., además de restos de un arco de medio punto sobre la entrada. Son menos frecuentes las casetas con tejado a dos aguas, sustentado mediante armazón de madera y cubierto de teja árabe, de interior bastante exiguo (1,80 x 2 m.) y muros de 0,70 m. de anchura. Otra variedad la constituye las cabañas que llama con “jambas” formadas por grandes piedras y dintel, una de ellas con el interior socavado en tierra. En las eras de pan trillar se hacían refugios por aproximación de hiladas y en otra línea se mencionan los corrales, edificaciones descubiertas para el refugio del ganado ovicaprino, construidos con piedras en seco y a veces con dos habitáculos para pastores. En la provincia

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de Guadalajara también se describen corrales y tinadas (Castellote y Alba, 2001:167-168) en la denominada arquitectura Negra, aunque de menores dimensiones que las que nos ocupan en este estudio. De igual forma en la meseta sur, aunque provincia de Madrid, hemos descrito en otro lugar edificaciones para la guarda de los ganados (Gutiérrez y Martínez, 1992). Para concluir con las casetas de Capiruza hemos de identificarlas con construcciones asociadas a las actividades pastoriles – en especial el recinto 1, del modelo de casetas con aprisco y planta redonda. Las que presentan planta cuadrada se asocian posiblemente a las tierras de labor, aunque no existan eras o no se conserven (el terreno es muy propicio para ello) y algunas quizás sean casetas de viña, como la nº 5. Sin embargo en el entorno de ambos parques eólicos persisten otro tipo de construcciones, cuales son las casetas de pozo, asociadas a viviendas aisladas, e incluso un chozo muy bien conservado, de planta redonda y cubierta de falsa cúpula. Como ya hemos indicado anteriormente lo fragmentario de las edificaciones nos impide conocer las cubiertas originales, por lo que no podemos encuadrarlas en las construcciones tradicionales de la provincia de Albacete que han sido descritas recientemente (VV.AA., s.a.; Ramón y Ramírez, 2001), así como las caleras (Ñacle, s.a.) y las técnicas del tapial (Castillo, s.a) presente en las construcciones agropecuarias citadas. Por último, y referente al hábitat en cueva, se halla ampliamente representado en el sector de la península ocupado por las rocas sedimentarias. Abordada desde premisas generales (Loubes, 1985) solo citaremos algunos antecedentes de las cuevas habitadas de la provincia de Madrid (Sandoval y Bartolomé, 1991) y Toledo (Flores y Bravo, 1984) y una cueva reutilizada como aprisco, aunque al parecer fortificada en tiempos hispanomusulmanes de la provincia de Guadalajara (Valiente y García, 1983). Evidentemente no agotamos la nómina

de la arquitectura sustractiva y esperamos ampliar su análisis en próximas entregas.

Conclusiones

Dos son las actividades agropecuarias que tuvieron lugar en el entorno de los parques eólicos de Capiruza I y II, a tenor de las estructuras arquitectónicas identificadas. Tanto la cueva del Cerro de las Caras, el denominado “recinto 1”, el “Corral de Oliver” y la “Loma de la Paridera” denotan una intensa actividad ganadera como lugares de encierro de ovicápridos. No obstante estas actividades están extinguidas actualmente y excepto el Corral de Oliver, el resto se halla en muy mal estado de conservación. Las que hemos llamado “casetas” están vinculadas a actividades agrícolas y podrían ser lo que en la Meseta Norte se identifican como casetas de era, es decir, relacionadas con el cultivo de cereales, aunque aquí no se hallen presentes los lugares para la separación del grano de la paja. También se encuentran muy deterioradas y solamente una de ellas podría haber sido abandonada recientemente. No obstante las actividades agrícolas siguen produciéndose en el entorno, aunque al parecer el territorio que nos ocupa se ha dedicado a coto de caza menor, por lo que las casetas ya no tendrían objeto. De igual forma pudimos identificar algunos bancales de contención de tierras para facilitar la plantación, en especial de árboles frutales, aunque aquellos quedaban fueran de nuestro ámbito de actuación. El tercer tipo de estructuras arquitectónicas tradicionales presentes en los parques eólicos de capiruza I y II son los hornos para la transformación de productos relacionados con la cal, a partir de la piedra del entorno. Estas estructuras no son frecuentes y denotan un cierto grado de especialización artesano - industrial, aunque en la actualidad se hallan abandonadas. Los hornos, de considerable tamaño, suponen un

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esfuerzo de un grupo humano, tanto en excavar la cámara de combustión, como revestirla de piedra y acondicionar parte del entorno para la explotación de la piedra calcárea omnipresente en los paisajes de estas estribaciones de la Sierra de Alcaraz. En consecuencia, dos son las conclusiones principales del presente trabajo. Por una parte la preservación del patrimonio arqueológico y etnográfico existente en los parques eólicos

de Capiruza I y II, a pesar de las variaciones en los proyectos de obra y que fueron tenidas en cuenta durante los trabajos de campo. Por otra hemos de considerar la constatación de la ausencia de materiales arqueológicos en las áreas de implantación de las infraestructuras de ambos parques. Intervenciones como la presente son ejemplo de actuaciones encaminadas a preservar, valorar y difundir nuestro rico legado histórico.

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Capiruza I. Horno de cal nº 1

Capiruza I. Horno de cal nº 2

Capiruza II. Horno de cal nº 1

Capiruza II. Tinado nº 1 “Loma de la Paridera”

Capiruza II. Tinado nº 2 “Corral de Oliver”

Capiruza II. Recinto nº 1

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Caseta nº 1

Caseta nº 2

Caseta nº 3

Caseta nº 4

Caseta nº 5

Caseta nº 6

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El Santo Cristo del Sahúco José Sánchez Ferrer

E

n 1989 Cultural Albacete dio a conocer mi primer estudio sobre el Cristo del Sahúco1 y en 1991 el Instituto de Estudios Albacetenses editó mi libro2 y el video que realicé con Santiago Vico3 sobre el mismo. Desde entonces poco he añadido a lo que entonces dije; una parte de las nuevas aportaciones constituyen el contenido de un pequeño artículo hecho en 19974 y la otra está incluida en un libro impreso en 20065. La petición por parte de Zahora de que escribiese un artículo para esta revista, con el fin de contextualizar la serie de fotos del Cristo del Sahúco -ganadora del primer premio del concurso fotográfico “Albacete, siempre”-, me permite publicar una breve síntesis actualizada del tema. Al trabajo le he incorporado planimetría inédita, la del proyecto de restauración de su iglesia que han elaborado los arquitectos J. Sempere Doncel y A. García Gómez. El municipio de Peñas de San Pedro se encuentra situado hacia el centro de la provincia de Albacete, en la zona de transición de dos áreas geográficas distintas, la

Sierra de Alcaraz, en las estribaciones de las Béticas, y la llanura de la Mancha de Montearagón, en el borde meridional de la Meseta castellana. Durante la Edad Moderna y hasta la creación de 1a actual provincia, en 1833, este concejo, una vez segregado del alfoz de Alcaraz en 1537, tuvo una superficie mucho mayor de la que hoy posee. Además del actual término comprendía, más o menos, los que hoy tienen Alcadozo, Pozohondo, el Pozuelo y San Pedro; unos 625 kilómetros cuadrados. Abarcaba, pues, buena parte de la Sierra del Sahúco y una porción amplia de la llanura sobre la que se alza la gran mesa rocosa que ha sido siempre el distintivo característico e inconfundible de la población que se extiende a sus pies. Después del fraccionamiento de su territorio, tras la creación de la provincia, aún conservó un grupo de aldeas entre las que destaca de un modo singular la del Sahúco, a unos 13 kilómetros por carretera, antes próspera y bien poblada y hoy sólo habitada por unas pocas familias.

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Esta pequeña población alberga el santuario dedicado a la imagen del Crucificado más popular de la provincia y el que da origen a una de las manifestaciones socio-religiosas más originales de Albacete. La aldea se encuentra situada a 1.182 metros de altura sobre el nivel del mar y en el centro de una herradura formada por un conjunto de lomas y cerros que le confieren

cierto carácter hierofánico. Su nombre debió recibirlo por estar situada junto a una fuente a cuyo alrededor crecían muchos saúcos. Seguramente se le empezaría a llamar Sambuco, tomado del nombre latino del arbusto, después Sabuco, como se le denomina en todos los documentos consultados, y, finalmente, Sahúco, el nombre actual. A la entrada del caserío se alza el Santuario del Santo Cristo del Sahúco.

Santuario del Santo Cristo del Sahúco; al fondo el antiguo hospicio, desde hace años muy reformado

La fecha y el motivo originario de la devoción son desconocidos, pero su expansión hay que ponerla en relación con el culto a la Santa Cruz del Castillo en Peñas de San Pedro. La devoción a la Cruz del Castillo es muy anterior a la del Cristo del Sahúco; no obstante, se pueden observar ciertos elementos que pueden indicar que la primera fue un precedente de la segunda y de que ésta fue progresivamente sustituyendo a la anterior. Las noticias más antiguas que tengo sobre el Cristo y su ermita son de los primeros años

del último cuarto del siglo XVII, conociéndose otros documentos que ponen de manifiesto que a lo largo de dicho periodo se puso interés en mejorar este templo y en aumentar la devoción. Es decir, que cuando la devoción a este Crucificado está iniciándose, la Cruz del Castillo ya la está recibiendo desde hace más de siglo y medio y a su mediación se le han atribuido ya casi todos los prodigios y registrado, prácticamente, la totalidad de los milagros que componen el libro de sus milagros que se conserva en el Archivo Parroquial de las Peñas.

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La devoción a la Cruz del Castillo comienza su declive final unos años después de que fray Joseph Miguel Uclaus escriba el Epítome Historial de la SS. Cruz, que se venera en su ermita del Castillo de la villa de las Peñas, Obispado de Cartagena y, precisamente, por entonces, 1768, es cuando el santuario del Sahúco empieza a ser administrado por el clero de las Peñas, momento desde el que la expansión de la devoción –que se había iniciado con la gestión franciscana (1753-1767)– comienza a progresar rápidamente, alcanzando su máximo esplendor entre 1787 y 1810. En 1754, la cofradía de la Santa Cruz aún es pujante, aunque ya igualada por la del Cristo del Sahúco; sin embargo, hacia 1789 ya está en vías de desaparición y en 1815 se hacen las últimas anotaciones de su libro. Esta cronología pone perfectamente de manifiesto el gradual descenso y auge, respectivamente, de ambas devociones; probablemente, incluso, el veloz incremento de la del Cristo acarrease una mayor velocidad de descenso de la devoción a la Cruz. Hay un personaje que jugó un papel fundamental en esta transición, el presbítero Matías de Rueda. Este hombre fue consiliario de la cofradía de la Santa Cruz y depositario del santuario del Cristo del Sahúco al mismo tiempo y durante varios años, participando de forma decisiva en el despegue y ascensión del mismo y convirtiéndose, seguramente, en el gestor más importante de su expansión. Fue, por tanto, un miembro activo que vivió el desmorone de una devoción y que dedicó su esfuerzo a la construcción de la otra, constituyéndose en un elemento de relación y referencia de ambas. Hay otra cuestión que permite relacionar más ambas devociones. Poco después de su construcción, la Cruz del Castillo fue colocada en el interior de una caja protectora y ornamental -una cruz hueca- donde se exponía a la devoción de los fieles y se trasladaba en las procesiones; esa primera caja, de madera,

fue reemplazada luego por otra de plata para proporcionarle mayor esplendor, belleza y riqueza. No he hallado la conexión documental, pero creo que cuando hacia mediados del siglo XIX se comienza a transportar al Cristo del Sahúco dentro de una caja con forma de cruz en sus desplazamientos santuario-parroquia, y viceversa, está actuando como precedente y modelo la forma de hacerlo con la Cruz del Castillo, que, aunque ya sin ermita, todos conocían aún por estar expuesta en la iglesia parroquial. No me es posible, al menos por ahora, determinar las causas históricas concretas que produjeron esta situación; no he encontrado alusiones documentales expresas de ello. No obstante, como en otras ocasiones, intentaré una interpretación. En el discurrir de la devoción a la Cruz del Castillo en las Peñas se sucedieron radicales altibajos, lo que hace pensar, entre otras cosas, que la devoción no arraigó profundamente en la población y que la popularidad de ésta ascendía solamente cuando sucesos extraordinarios acontecían a la población y determinados intereses de los grupos dominantes así lo veían conveniente, pero pronto se pasaba a la tibieza, cuando no al olvido; la bajada de la población desde el castillo al llano fue desposeyéndola paulatinamente de la inmediatez en la vida cotidiana de las gentes y cuando surgió y se desarrolló otra devoción -paradójicamente, también alejada, ya que el Sahúco dista unos 13 kilómetros de la villa- que caló en la población, expandiéndose, además, por un amplio radio de acción comarcal, la sustituyó; le arrebató el patronazgo y fue relegándola al olvido. Quizás las razones relacionadas con la jerarquización de los objetos y personas sacras puedan añadir más argumentos para la explicación del cambio de patronazgo y del descenso de intensidad de la devoción a la cruz. Las cruces son símbolos centrales del cristianismo pero en la religiosidad popular sólo

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son referencias a la crucifixión de Cristo; son objetos y acaban convirtiéndose en signos que únicamente pueden humanizarse cuando están representados sobre ellas los crucificados porque en sus figuras pueden verse representados los fieles de una manera intuitiva y espontánea y no en la deductiva, mental y un tanto abstracta de las cruces. Lo que sugiere la imagen de un hombre sufriente, sangrante y muerto el pueblo lo entiende y lo relaciona de manera automática con sus propias penalidades y padecimientos; el dios, el omnipotente se acerca a los devotos al presentarse como hombre doliente, con cabellera, vestiduras, adornos, etc., y la conexión emotiva se establece inmediatamente, más o menos intensamente, según la expresión y la iconografía de la figura que se contempla y venera; y esto parece una inclinación tan fuerte que los habitantes de las Peñas labraron un Cristo en la cara anterior de la caja de madera que se hizo en el siglo XVI para guardar la cruz de olivo denominada Santa Cruz del Castillo, como se describe en un documento de 1608. Parece factible, pues, que una pequeña y tosca cruz fuese relegada por otra mucho más grande con un Cristo clavado sobre ella y que la devoción a la primera fuera diluyéndose paulatinamente hasta desaparecer. No obstante, algo más sucedió para llegar a este resultado, de forma subliminal si se quiere; la Virgen del Socorro y la Cruz del Castillo habían sido los signos sagrados más significativos de la población durante su permanencia en el roquedo; fueron los símbolos religiosos que estuvieron presentes en los avatares importantes de aquella etapa histórica. La devoción hacia ellos fue desvaneciéndose conforme se fue produciendo el largo y complejo descenso al llano y la gente fue abandonando el lugar donde se habían generado las creencias. La Virgen del Socorro y la Cruz del Castillo eran los emblemas de la vida de arriba y su representatividad se fue disolviendo al tiempo que la vida se trasladó abajo. La imagen de esa Virgen

se quedó en lo alto, solitaria, abandonada en lo que quedaba de su casi desmontada iglesia, siendo sustituida por la Virgen de la Esperanza, la titular de la nueva parroquial, la construida abajo. La Cruz, como los aljibes, los ruinosos muros de las construcciones y las ya casi inútiles murallas del primitivo emplazamiento, había cumplido su función histórica, su razón de ser y ya no era el signo sagrado de los que vivían a los pies de la meseta rocosa. Quizás pueda decirse que la Cruz fue el estandarte de la vida en el Castillo y que la imagen del Cristo del Sahúco es el símbolo de la vida de las Peñas de después.

Santo Cristo del Sahúco. Detalle.

La imagen del Santo Cristo del Sahúco, objeto de varios siglos de veneración por parte de un gran número de fieles, es la de Cristo Crucificado. Es una tosca talla en madera, de tamaño sensiblemente inferior al natural, que fue ligeramente refinada en la restauración que se le hizo hace más de veinticinco años. Por su iconografía se le podría considerar de finales del siglo XVI o principios del XVII. La imagen está vestida con “sudario” y cinturón y cubre su cabeza cabellera larga de

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pelo natural. Este atuendo debe proceder desde antiguo ya que conozco una noticia documental del “sudario” de 1764 y otra de la cabellera de 1774. También antiguos son los actuales complementos -en bronce- de la aureola de rayos, la placa del INRI y los remates terminales de la cruz; todos se incorporaron en 1779, pero no puedo precisar si fueron los primeros. Hay dos relatos sobre el origen de la imagen. Uno, que se ha olvidado completamente, cuenta que fue tallada por un desconocido extranjero que llegó a la aldea y se encerró en una casa durante unos días; cuando se fue, el Cristo fue encontrado en ella. El otro relato ha llegado a nuestro tiempo, pero ambiguo y demasiado escueto; simplemente la aparición de Cristo Crucificado sobre uno de los saúcos, de un grupo que había junto a una fuente, a unos segadores (la mayoría de las versiones indican que eran de las Peñas). A pesar de su laconismo, aparecen los elementos fundamentales de una estrecha relación entre lo sobrenatural y la naturaleza. La leyenda de origen dice que tras la aparición se construyó una ermita en dicho lugar a la que empezaron a acudir los aldeanos del entorno próximo, convirtiéndose en centro de un culto muy local. Desde estos inicios trasmitidos por tradición hasta las primeras noticias documentales, en 1677, hay un período largo de tiempo del que no se sabe nada. Tampoco tenían noticias de esa época a finales del siglo XVIII, ya que en un informe del Administrador de Caudales del Santuario, Matías de Rueda, se refiere al mismo como desconocido, indicando solamente que la ermita estaba al cuidado de ermitaños, primero, y de curas particulares, después. Por el fragmento de un Libro de Certificaciones de Milagros se sabe que a mediados de la decimoctava centuria se le atribuían ya al Cristo numerosas curaciones y que acudían al santuario gentes de un área de considerable extensión. Los Libros de Misas y de Limosnas

del Sahúco permiten conocer que a finales de la mencionada centuria acudían a la Fiesta del Cristo –desde las primeras noticias documentales el 27 y 28 de agosto– una gran cantidad de fieles; algunos, pocos, desde lejanos lugares de la península. Las procedencias de los demás cartografían una gran superficie que ocupaba la casi totalidad de la actual provincia de Albacete –con la excepción de la zona más oriental, quizá influenciada por devociones valencianas–, amplias áreas limítrofes de las actuales provincias de Cuenca y Ciudad Real y pequeños enclaves, también contiguos, de la de Jaén. Más esporádicamente venían devotos que vivían en localidades próximas de Valencia, Alicante y Murcia, siendo relativamente numerosos los de la capital del Segura. Esta afluencia de gente debió comenzar hacia 1751, fecha en la que, con casi toda seguridad, los franciscanos se hicieron cargo del santuario. Su actuación, probablemente, activó y potenció la devoción al Cristo del Sahúco, lo que no sería nada más que una consecuencia de la exaltación de la figura de Cristo Crucificado a la que tantos esfuerzos dedicó la orden de San Francisco desde el siglo XVI, convirtiéndose estos frailes en los principales promotores de su devoción en todo el ámbito católico. En las Peñas, esta implantación encontraba terreno abonado por la devoción al Lignum Crucis que en ella existía posiblemente desde principios del XVI. En 1767 los franciscanos tuvieron que marcharse del Sahúco y el santuario pasó a ser administrado por el clero de Peñas de San Pedro el que de la mano de Antonio y Matias de Rueda, especialmente del segundo, lo llevó a su punto álgido a principios del siglo XIX. Los elementos que constituían el santuario en su época esplendorosa se podrían dividir en: a).- De carácter sagrado. Estaban formados por la Iglesia y la balsa donde llega el agua del manantial sobre el que está edificada la nave del templo y que era

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considerada como un elemento básico en las curaciones milagrosas. b).- De servicio para lo sagrado. Era el convento o casa donde se albergaban los sacerdotes y sirvientes que atendían el santuario. c).- De carácter económico. Lo formaban las tierras, casas y construcciones ganaderas y agrícolas propiedad de la ermita. Constituían una riqueza cuyas rentas se aplicaban a las necesidades del culto y del personal adscrito al santuario. d).- De carácter medicinal. Era una especie de hospedería o balneario denominado Fuente del Buitre, a unos tres kilómetros del santuario, y del que no he encontrado connotaciones milagrosas, aunque sí noticias de curaciones en función de las propiedades de las aguas. Sin embargo, Sánchez Maurandi, en un artículo sobre el santuario del Sahúco publicado en 1960, indica que en un análisis al que se les sometió en 1936 no se descubrieron propiedades terapéuticas. A lo largo de los siglos XIX y XX esta configuración fue desapareciendo y hoy de todo ello sólo queda la iglesia y el convento, convertido por la Iglesia Católica en colonia veraniega y lugar de reuniones y retiro. El estudio de la documentación que conozco me sugiere dividir la historia del santuario en varias etapas: • Etapa de formación y consolidación. Cronológicamente va desde el origen hasta 1751. Como indiqué, es una época apenas conocida, ya que hasta 1677 no se conoce el primer testimonio documental. El mismo consiste en un mandato del Visitador del Obispado de Cartagena, don Domingo Ximénez, ordenando la regulación, no sé si la primera, de las limosnas ofrecidas al Cristo. De diez años después hay otro escrito que pone de manifiesto la escasez que aún representaban los ingresos de la ermita

y el interés de mejorarla que existía. Y otro sin fecha, de finales del siglo XVII, por el que se organizaba el culto ordinario de la ermita. • Etapa de administración franciscana. Abarcaría desde 1751, año en el que los franciscanos de la Custodia de San Pascual Bailón debieron hacerse cargo del hospicio y ermita, hasta 1767 en que, en diciembre, tuvieron que marcharse. He encontrado referencias documentales de este período en el Archivo del Convento de Santa Ana en Jumilla. En él se conservan los diferentes Libros de la Historia de la Santa Custodia de San Pasqual del Reyno de Murcia y en el primero de ellos se pueden rastrear algunos datos, pocos, sobre el asentamiento franciscano en el santuario. En 1747 recibió un Diffinitorio de la Custodia cartas de la villa y clero de Peñas de San Pedro pidiendo a los franciscanos “tomar fundacion en el Santísimo Cristo del Sahuco, imagen de mucha devozíon, que esta en un desierto del termino de dicha Villa” y solicitar las precisas licencias para que esto fuera posible. La propuesta fue del agrado de los dirigentes de la Custodia pero tuvo la oposición, que según el documento se podría vencer fácilmente, de los conventos de Observantes de Hellín y Tobarra. Probablemente, éstos argumentaran que aunque el Santuario distaba más de lo establecido, no era conveniente fundar la nueva casa porque serían demasiadas comunidades franciscanas viviendo de una zona que, por ser de pobre economía, no permitía (hay que recordar que eran mendicantes) el mantenimiento de gran número de frailes. En 1750 ó 1751, la fecha es dudosa, el visitador don Pascual Ortiz conoció la muerte del obispo en Murcia, estando en el convento de Jorquera. Pensó que ésta era buena ocasión para alcanzar del Gobernador del Obispado, don Andrés de Libera, la necesaria licencia para la fundación del Sahúco. Tras diversas gestiones, y después de ser remitida a Murcia

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la justificación de la necesidad que había del Hospicio, recabada en las Peñas por don Juan de Rueda, presbítero y síndico del convento de Nuestra Señora de los Llanos, el Gobernador otorgó la licencia con la obligación de que fueran seis religiosos los que cuidaran el culto de la imagen. Conozco dos testimonios documentales más anteriores a 1767. Son sendas visitas del Custodio al Hospicio efectuadas en 1754 y 1764. De la primera no se detalla nada en el Libro. Por las anotaciones de la segunda se puede saber saber que el visitador quedó satisfecho del trabajo que estaban realizando los religiosos y de los progresos que veía entre “las gentes y aldeas comarcanas”, y que los frailes lamentaban no tener Santísimo ni posibilidades de conseguirlo, lo que puede interpretarse como confirmación de que esta fundación no tenía categoría de convento. Por una orden de 1767 emitida por la Chanchillería de Granada (quizá intentando restringir la enorme expansión de las órdenes religiosas), los frailes que residieran en conventos constituidos sin licencia real debían abandonarlos y regresar a los que con este requisito estuviesen fundados. El Hospicio del Sahuco debió ser de los primeros y los franciscanos tuvieron que dejarlo. No he encontrado más noticias de este periodo, pero, sin duda, fue el que inició el desarrollo y ascenso del Santuario. • Etapa de la administración del clero de las Peñas de San Pedro. Para su mejor estudio y comprensión la fraccionaré en fases: a).- Fase de ascenso. Cronológicamente la sitúo entre 1768 y 1786. La devoción se expandió sobremanera, la afluencia de devotos se hizo masiva y empezó una acumulación de riqueza en base a la progresiva diferencia entre ingresos y gastos ordinarios.

b).- Fase de esplendor. Se extendería entre 1787 y 1815, aproximadamente. Desde los primeros años de este período ya se encuentran plenamente constituidas las bases que harían posible una saneada economía del santuario y la realización de buena parte de los proyectos concebidos. Estas bases las considero divididas fundamentalmente en las siguientes: - Las limosnas gratuitas –que no conllevaban la contrapartida de servicios religiosos– que daban los devotos: Pueden diferenciarse las ofrecidas en metálico y en especie: • En metálico. Procedían de las limosnas: * Ofrecidas en el santuario los días 27 y 28 de agosto (formaban el grueso del total). * Ofrecidas en el santuario el resto del año. * Ofrecidas en la Parroquia de las Peñas. * Recogidas en las procesiones. * Depositadas anónimamente en el platillo del camarín del Cristo. * Recogidas por el limosnero que recorría las tierras del entorno con una reproducción en miniatura del Cristo del Sahúco. • En especie. Estaban formadas fundamentalmente por productos ordinarios de la economía de las gentes y las partidas más importantes eran las de trigo, cebada, cera y azafrán. Los fieles las llevaban al santuario o a la parroquia de las Peñas o eran recogidas por el limosnero que las transportaba en las caballerías propiedad del convento. - La venta de diversos productos: - Los procedentes de las propias posesiones. Fundamentalmente eran los productos agrícolas y ganaderos que no se utilizaban en el consumo propio. Se pueden incluir aquí el valor de los arrendamientos de casas y tierras que se tenían establecidos. - Las mortajas y hábitos.

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- Las estampas y medallas del Cristo. - El sobrante de las limosnas mínimas estipuladas de las misas ofrecidas por los devotos al Cristo. Por acuerdo y sin renunciar a sus derechos de poder quedárselas en su totalidad, los sacerdotes las donaban para el culto del Cristo. La renta, pues, de los ya considerables terrenos que se habían ido recibiendo y comprando y el auge de las limosnas gratuitas y de misas, hicieron que se entrara en la época más brillante de la historia del santuario. Se amplía el convento, tanto en habitabilidad como en anejos productivos, y se construyen la conexión de la ermita con el convento -a través de la sacristía nueva- y el Camarín. Después, y estrenando el siglo XIX, se levantó la primera fase de la iglesia pensada para sustituir al pequeño templo primitivo. Esta floreciente situación repercutía en el numeroso clero de las Peñas y le proporcionaba una acomodada posición económica al oficiar las numerosísimas misas que los fieles ofrecían y cobrar un estipendio por cada una de ellas. c).- Fase de recesión y estancamiento. La sitúo entre 1816 y 1900 (año convenido). Varios hechos incidieron en el cambio de situación del santuario. Por una parte, la terminación de la primera fase de la construcción de la iglesia había endeudado al Santuario y el clero de las Peñas decidió vender bastantes propiedades para poder pagar. Por otra, fundamental, los pilares económicos básicos se resquebrajaron: * El de la rentabilidad de las tierras, que se resintió con la venta de una buena parte de ellas. * El de las limosnas gratuitas –el más cuantioso– comenzó a descender a partir de 1817 y bajó vertiginosamente desde 1825, reduciéndose en extensión el ámbito de influencia. * El sobrante de misas, también bajó porque se encargaban muchas menos y llegó a

desaparecer porque los sacerdotes se negaron a seguir deduciéndolo debido a las necesidades que según ellos tenían por la penuria de los tiempos. A partir de 1836, el Santuario recibió el golpe definitivo que consolidaría la contracción: la desamortización. Todas las tierras no vendidas anteriormente, las de mejor calidad, fueron expropiadas y vendidas, dejando el culto sólo a expensas de las limosnas gratuitas que, como indiqué, habían descendido enormemente. Si a todo ello se unen las consecuencias de la Guerra de la Independencia y la expansión de la ideología ilustrada y liberal, contraria a las manifestaciones religiosas populares, se obtendrán las causas fundamentales de la crisis del santuario del Sahúco que no volvería a alcanzar ya nunca el brillo anterior. Testigo mudo actual de todo ello es el exterior del templo, que pone claramente de manifiesto con su quebrado perfil arquitectónico la no conclusión del proyecto. Sin duda, una nueva cabecera, que incorporaría el Camarín, estaría diseñada (no se conoce el proyecto) para reemplazar el actual presbiterio, probablemente la ermita primitiva. • Etapa del siglo XX. Creo que, en general, la situación final anterior es la que seguiría a lo largo del pasado siglo. El santuario, en un período anterior a la Guerra Civil de 1936-39, cuya cronología desconozco, se convirtió en parroquia a la que pertenecieron las aldeas cercanas; tras la contienda bélica pasó de nuevo a la administración del párroco de las Peñas, como sigue en la actualidad. Las gentes de Peñas y de la zona de irradiación, aunque más reducida, siguieron fieles a su Cristo, mantuvieron su fe (incluso frente a las reticencias de la Iglesia oficial anteriores al Vaticano II) y continuaron acudiendo en masa a su fiesta y no sólo es así en la actualidad, sino que se observa un progresivo aumento de la afluencia favorecido por las nuevas directrices

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que desde la conclusión del citado concilio ha adoptado la Iglesia Católica con respecto a la religiosidad popular y por la mejora en los medios de desplazamiento. La iglesia no se ha concluido y solamente se han realizado obras de mantenimiento. En los años sesenta se restauró el convento convirtiéndolo en colonia y en los últimos años del siglo pasado el interior eclesial ha recibido varias obras de embellecimiento como enlucidos, pintura y embaldosado que conservan con un aspecto digno la que en esencia es la misma obra de hace ciento cincuenta años. Tras la mínima construcción, quizás simplemente un humilladero, que albergó a la imagen en el comienzo de su devoción se construyó con gran lentitud, entre 1676 y 1693, y gracias a la entusiasta gestión de un ermitaño que se había contratado para ello, el hermano Salvador de Reina, la que se puede considerar la primera ermita y cuyo emplazamiento creo que se corresponde con los del presbiterio y sacristía vieja actuales. Posteriormente se edificaron el camarín y la sacristía nueva, luego el cuerpo de la nave con la fachada de los pies y las torres y, finalmente, el atrio. El santuario quedó formado por la sucesión, siguiendo un eje axial de penetración, del atrio, nave, presbiterio y camarín, ocupando las sacristías -una propiamente dicha, la otra relicario, y ambas corredores de acceso al camarín- posiciones laterales a las dos últimas piezas. Cuando en 1768, tras las fases anteriores, el clero de Peñas se hizo cargo de la administración del santuario debió concebirse el proyecto de construir un nuevo templo que sustituyese a la pequeña ermita. Seguramente se pensó en la demolición de la obra hasta entonces existente -incluso puede que no sea ajeno a ello el que el interior del camarín se construyese todo de madera y, por tanto, que fuera desmontable-, pero el proyecto no se podía ejecutar de una vez porque, aunque eran abundantes, las limosnas

Planta de la iglesia del Santo Cristo del Sahúco. 1: presbiterio (seguramente la ermita primitiva); 2: sacristía vieja; 3: camarín; 4: sacristía nueva; 5: nave. (Sempere Doncel, J. y García Gómez, A.).

no permitían emprenderlo totalmente; ello obligaría a plantear prioridades. El clero debió acordar la construcción del camarín en primer lugar con el fin de proporcionar a la imagen un escenario más rico y suntuoso que el del sencillo retablo en el que estaba colocada. Esta provisionalidad explicaría el exterior arquitectónicamente más humilde de todos los camarines provinciales

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–lo que contrasta fuertemente con el interior, que muestra a uno de los de mayor riqueza ornamental–, modestia con la que ha llegado a nuestros días, ya que el proyecto quedó inconcluso y solamente se edificó el cuerpo de la nave. Por ello, al exterior, la fábrica presenta dos cuerpos extraordinariamente diferenciados; uno, neoclásico -formado por la nave, portada y torres–, levantado con buenos materiales y un aparejo de sillares,

mampostería y ladrillos; el otro, mucho más bajo, formado por una estructura simple con tejado a dos aguas, de aspecto rústico y mal acabado, que alberga el presbiterio, el camarín y las sacristías. Por tanto, su imagen es la de un edificio sin unidad, sin elementos de conexión armónica entre sus dos partes, de tal manera que el visitante pude creer que la totalidad del templo es el primer cuerpo.

Iglesia del Santo Cristo del Sahúco. Fachada meridional

Iglesia del Santo Cristo del Sahúco. Conexión nave/presbiterio

La nave tiene diecinueve metros de longitud y siete de anchura, nueve teniendo en cuenta la profundidad de los altares laterales. Está cubierta con bóveda de cañón, a unos doce metros del suelo, con arcos fajones cajeados y lunetos, en los que abren seis ventanas semicirculares y dos cuadradas, al exterior capialzadas, que proporcionan bastante luz al interior. La bóveda está contrarrestada por gruesos muros y contrafuertes que no se aprecian al exterior por haberse realizado el cerramiento por su línea externa.

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Iglesia del Santo Cristo del Sahúco. Arriba: sección longitudinal; abajo: planta. (Sempere Doncel, J. y García Gómez, A.)

El espacio interno entre ellos se cerró con anchos arcos de medio punto, o estrechas bóvedas de medio cañón, y se aprovechó para instalar altares laterales. La estancia se halla compuesta de cuatro tramos limitados por pilastras cajeadas con basa y capitel de inspiración clásica, con ábaco de ovas y pequeñas volutas, cóncavo al exterior y saliente en los extremos con respecto al

arquitrabe; éste está formado por platabandas y pronunciada cornisa que corre sobre los capiteles a lo largo de todo el muro y que actúa de destacado cuerpo intermedio entre pilastras y fajones y entre cuerpo bajo y cuerpo de luces. En el primer tramo, contando desde la puerta principal, se levanta un coro a casi seis metros de altura del suelo. El segundo y cuarto tramos tienen una capilla-altar lateral

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Iglesia del Santo Cristo del Sahúco. Interior desde la puerta de entrada

en cada lado y el tercero una capilla-altar en el lado derecho y en el opuesto la puerta lateral del templo. Para acceder al presbiterio hay que subir cinco gradas; esto y el gran desarrollo del paño que se levanta sobre el arco toral dan idea de la considerable diferencia de altura que hay entre los dos cuerpos arquitectónicos de la iglesia. A las torres se penetra por pequeñas puertas que se abren por su cara oriental al muro que cierra los pies de la iglesia. La torre septentrional tiene habilitado el abovedado recinto del primer cuerpo para baptisterio y no se comunica con el resto de la torre. En la meridional está ubicada la escalera que conduce al coro y al resto de su desarrollo; para alcanzar el cuerpo de campanas hay que cruzar el coro y acceder a la puerta de la escalera que al mismo conduce y que se halla practicada en la torre al norte. Entre ambas torres se levantó una sencilla portada. No se sabe con seguridad la fecha de comienzo de este cuerpo de la iglesia. Debió sustituir a una nave anterior de cuya amplitud no tengo referencias, pero de la que hay que

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pensar que sería pequeña. Conozco una serie de noticias que documentan algunas características de esta construcción que, probablemente, fue obra de los franciscanos para ampliar o transformar la inicial ermita. Es probable que hacia mediados de 1792 ya se hubiese derribado la vieja nave y se estuviese construyendo la nueva porque entre el 17 de marzo de dicho año y el 25 de agosto de 1793 se hicieron obras en el santuario por valor

Iglesia del Santo Cristo del Sahúco. Secciones transversales. (Sempere Doncel, J. y García Gómez, A.)


Iglesia del Santo Cristo del Sahúco. Fachada principal

de 49.063 reales y 11 maravedíes. La documentación no indica en qué consistían, pero esta alta cantidad de dinero sólo pudo ser absorbida por el convento o por la iglesia, o por ambos edificios, ya que el camarín hacía años que se había pagado. Teniendo en cuenta que el clero de las Peñas no tenía ninguna comunidad numerosa viviendo en el convento, es lógico pensar que el dinero se invirtiese en la cimentación y en la construcción de las partes bajas de la nave. La obra fue realizándose de forma discontinua porque tengo testimonios documentales que informan sobre frecuentes interrupciones. Los de 1800 y 1801 fueron años de gran actividad constructiva y la obra debió avanzar extraordinariamente; en el libro de cuentas se anotaba una data de 83.889 reales y 13 maravedíes por los gastos efectuados en la obra de la iglesia desde el 17 de marzo de 1800 hasta el 28 de noviembre de 1801, con un periodo de trabajo de sesenta y ocho semanas.

No he encontrado noticias sobre el tracista, pero por diferentes razones creo que fue Lorenzo Alonso Franco. a).- La obra del santuario posee las mismas características que muestran los brazos del crucero que dicho maestro hizo en la iglesia parroquial de las Peñas: el mismo sistema de proporciones y de huecos, similares pilastras, idénticos capiteles y parecidos vanos ovalados; elementos todos que aparecen en otras construcciones suyas ejecutadas en la provincia. Además, en la nave del santuario del Sahúco se abrieron cuatro vanos semicirculares que son semejantes a los que este maestro diseñó para otras iglesias, como, por ejemplo, las parroquiales de Santiago, en Jumilla (Murcia), San Bartolomé, en el Pozuelo, San Bernabé, en Pétrola, San Dionisio, en Fuenteálamo, Santa Quiteria, en Higueruela, y San Andrés, en Carcelén. b).- La estancia del arquitecto en Peñas dirigiendo la construcción de los brazos del crucero de su parroquial coincide con los años finales del siglo XVIII, que es la época en la que se documenta el comienzo de la nave del Sahúco. c).- Está constatado documentalmente que el clero de Peñas, que regentaba ambas obras, la parroquial y la de la ermita, empleaba los mismos artistas y materiales en ellas. Por tanto, estilística, cronología y criterio de los gestores permiten atribuir a Lorenzo Alonso el proyecto de la edificación de la que se está tratando. Lo que se hizo en el Sahúco está en la línea neoclásica de este autor y sigue un modelo muchas veces repetido por él, basado en la recreación un tanto fría del clasicismo, en la austeridad decorativa interior y exterior y en la diafanidad espacial. No conozco más testimonios documentales sobre la obra de la nave hasta 1810; ese año se pagaron 49.383 reales, 6 maravedíes y 2 cuartos de otro. Probablemente, tras este pago se produjo una nueva suspensión del trabajo hasta

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finales de 1813. En 1816 debió prácticamente acabarse la nave, con la excepción de pequeños detalles y del acabado decorativo final. Hacia 1861 se construyeron los dos sencillos retablos neoclásicos de los altares laterales y en 1879 se colocó -seguramente procedente de otro sitio- el rococó de la Virgen de los Dolores. Finalmente, en 1887, la información sobre “Cien reales pagados à un maestro de obras traido de Monovar para hacer el presupuesto y plano de la obra de la iglesia” pone de manifiesto que se mantenía el deseo de concluir el templo; anhelo que se estrelló contra el signo de los tiempos y ya no fue posible conseguir. Hoy, la silueta del santuario es el elocuente exponente de ello. El bello camarín tiene planta ochavada con un radio de algo menos de cuatro metros y medio. El octógono no es regular porque se alternan lados mayores y menores. Está

totalmente construido de madera, pintada, estucada y dorada. Las ocho caras tienen tapadas sus aristas por pilastras cajeadas de quebrada sección que cabalgan sobre plintos, también cajeados. Los frentes de las pilastras, enmarcadas en blanco, están decorados con rocallas, tarjas y guirnaldas doradas sobre fondo jaspeado en verde; sobre ellas corre un doble entablamento quebrado, complejamente articulado y con rica decoración. La bóveda es también octogonal, apuntada y de casquetes; los nervios, que prolongan las pilastras, se unen en una clave circular; son dorados, perfilados en blanco y con decoración de medias bolas doradas sobre jaspeado verde. Los cuatro casquetes que se corresponden con los lados mayores del octógono están decorados con afiligranadas y complejas rocallas, los otros cuatro tienen ornamentación de rocallas doradas de diferente tamaño y espejos.

Iglesia del Santo Cristo del Sahúco. Camarín

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En las dos caras laterales perpendiculares al eje longitudinal de la iglesia están practicados, respectivamente, el transparente y el vano que lo hace posible. La primera cara está abierta por un amplio ventanal arqueado que comunica con el presbiterio y a cuyo través se visualiza la imagen que está colocada sobre un altar interior. El tercio externo del vano es de medio punto y jambas paralelas; el resto está abocinado y capialzado y las jambas son, por ello, oblicuas. La profusa decoración, en consonancia con todo lo demás, está constituida por rocallas enlazadas que encierran una serie de elementos alusivos a la Pasión que, en unión a otros situados en varios paramentos, forman un sencillo programa iconográfico. En las dos caras paralelas al eje longitudinal de la iglesia se obraron sendas puertas que realizó el carpintero Bartolomé Guerrero en 1779, y su ornamentación tiene gran semejanza con las puertas de los canceles de la iglesia de Peñas. La que se abre al sur

comunica camarín y vieja sacristía, la que lo hace al norte es la otra entrada al camarín y a ella se llega a través de la sacristía nueva. Son puertas perfectamente armonizadas con el resto del conjunto y magníficamente rematadas por una gran rocalla con un anagrama en su interior (el de María en una y el de Cristo en la otra), florones y un frontón triangular con adornos rocallescos cubierto por corona real. Por último, las cuatro caras restantes del camarín son idénticas y están formadas cada una por un zócalo, de la misma altura que el plinto de las pilastras, y un panel; en cada una de ellas aparecen superpuestos dos espejos enmarcados por rocallas de abigarrada talla, el inferior es de mayor tamaño y porta incorporado en su parte inferior un candelabro de dos velas cuyas luces, al igual que las de la lámpara que cuelga de la clave, debían reflejarse en todos los espejos, completando así la parafernalia propia del barroco y de su vestidura rococó.

Iglesia del Santo Cristo del Sahúco. Pavimento del camarín

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Los primeros testimonios documentales sobre su construcción son de 1769 y hay otros que indican que diez años después estaba prácticamente terminado, pero lo más probable es que se terminase en 1785; esta bella pieza tiene traza del murciano Gregorio Sánchez, talla y ensamblaje del valenciano Ignacio Castell y dorado del conquense Juan Manuel Melero. En el conjunto de acciones cultuales en torno al Cristo del Sahúco hay una que aglutina corporativamente a los devotos y que es la que le confiere la personalidad que individualiza, distingue e impregna la religiosidad popular de las Peñas de San Pedro y su entorno. Es la “traída” y la “llevada” del “Santo”. Todos los años, en la tarde del lunes de Pentecostés (y hay indicios que pueden fundamentar la consideración de que se hacía así desde, al menos, mediados del siglo XVIII), por tanto en fecha variable, se efectúa la “traída” del Cristo desde el Sahúco a las Peñas. La imagen es despedida en procesión por otra de la Virgen, por los habitantes del Sahúco y por otros fieles que para ello han acudido, en la Cruz Chica. Personajes divinos y humanos se encuentran aunados con la misma finalidad. Tras el’ “abrazo” es introducida con solemnidad, con mimo, con lágrimas en algunos rostros y voz quebrada en las gargantas, en la caja o urna de madera en forma de cruz en la que va a ser llevada. Todos quieren tomar parte en la operación, tocarla por última vez. El trayecto, algo más de trece kilómetros, se cubre corriendo y el transporte de la caja se hace a hombros de los corredores. Para ello se han preparado los mozos y las mozas. Hoy su atuendo consiste en pantalones, camisa y deportivos blancos frente al de los pulgueros, camisetas de felpa y alpargatas de esparto de ayer. Se han ajustado estrechamente las fajas y se han ceñido los pañuelos de colores a la frente para empapar el abundante sudor que producirá el esfuerzo y se han colocado ramitas de alhábega o romero en la cabeza, reminiscencias de

El Cristo es introducido en la caja para ser llevado a las Peñas

épocas en las que se utilizaban como hierbas aromáticas quizá con más sentido simbólico que práctico. Los prolegómenos están acabando. El santero (que en las Peñas tiene una función muy particular y no relacionada con la común de vigilancia y cuidado de la ermita), pieza esencial de la carrera y de quien depende en gran manera la coordinación y buena ejecución de la misma, ha numerado las parejas -que para esto son de cuatro personas- para ir llamándolas por orden en los relevos, las “uncías”. Los gritos se elevan, los vivas se suceden, la despedida llega a su cenit. La primera pareja levanta al Cristo. Entre gritos de ánimo, el rito central de la fiesta comienza. Es primavera. Los campos verdes. La imagen del Cristo, a hombros de los corredores. La marcha es rápida y acompasada. El firme

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es bueno y recuerda sólo por su proximidad, la rambla y el camino por los que antiguamente discurría la carrera. Las fuerzas intactas, los relevos perfectos y bien sincronizados. El camino discurre entre suaves lomas, árboles y campos. El silencio sólo se rompe por el roce del calzado sobre el asfalto, por los gritos de aliento a los andarines, por las voces del santero en los relevos, por los vítores al Cristo y por las palmas que los mismos participantes dan, de vez en cuando, para marcar el ritmo de la andadura. A lo largo del recorrido se producen tres descansos: el Pardalejo, la Casa de la Rambla y el Puente. Las gentes de los caseríos y aldeas cercanas se congregan ansiosas en cada uno de esos sitios para ver la imagen y besarla. En la parada, los andarines descansan y beben agua. Algunos tienen que pinchar las ampollas que se les han hecho en los pies.

A buen ritmo, acumulando cansancio (los kilómetros y los 110 kilos de carga van haciendo mella), intensificando su apoyo mutuo, la blanca serpiente avanza. El pueblo está cerca, las parejas sacan fuerzas de flaqueza y pugnan por coger el último relevo y tener el honor de entrar la imagen en las Peñas ante la multitud congregada que espera en la Cruz del Santo. Su llegada se recibe con aplausos y vítores al Hijo y a la Madre que, en imagen con la advocación de la Dolorosa, también le aguarda. Es, quizá, el momento más emocionante de la multitud. Los fieles están enardecidos, inquietos, radiantes, festivos. De allí, en procesión, a la Iglesia, donde permanecerá, como protección de los campos durante meses decisivos en la economía agraria de la villa, hasta el amanecer del 28 de agosto, día de su fiesta y fecha tradicional, creo que desde los primeros tiempos.

El lunes de Pentecostés el Cristo es llevado a las Peñas. Procesión desde la Cruz del Santo a la parroquial de Nuestra Señora de la Esperanza.

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Ese día, con las primeras luces, la imagen es sacada del templo. Caras tristes, lágrimas y votos en las personas maduras y ancianas y vivas en casi todas. El proceso, ahora es la “llevada”, se repite ante una muchedumbre mucho mayor que en la “traída”. Es su feria, la del Santo Cristo del Sahúco, la del pueblo, la de todos sus fieles, la que culmina la recolección. El “cajón” cabalga sobre los hombros de un mayor número de parejas, la serpiente blanca ha crecido. Nuevamente se corre, ahora hacia la ermita y esta vez a través de campos segados; la cosecha ya está segura en los graneros. Una inmensa muchedumbre venida de media provincia le aguarda en la Cruz Chica (se calcula entre veinticinco y treinta mil personas); muchas han llegado andando, un par de centenares pasaron la noche allí, en los dormitorios de la colonia, el antiguo hospicio. Tras la ceremonia religiosa y la postrer procesión, el Cristo queda en el santuario. La última mirada, el rezo final, el beso de despedida, la promesa cumplida.

El 28 de agosto el Cristo es devuelto a su santuario

Afuera, el gentío disfruta del día de Feria. Almuerzan las viandas que se han traído preparadas o que se compran en los puestos que los feriantes han montado en torno a la ermita. Junto a los tenderetes de velas, exvotos y recuerdos de la imagen, los de juguetes,

turrones y bebidas. Lo sagrado y lo profano una vez más reunidos, aunque este último aspecto muy reducido ya desde hace varios decenios y poco recuerda a los bailes, juegos y fuegos artificiales que aún antes de 1936 se mantenían. Al atardecer todos han desaparecido y la calma y el silencio se extienden ahora sobre el santuario. El rito del pueblo se ha cumplido nuevamente y su acontecer ha entrado en el recuerdo y el comentario de los lugareños. A los pocos días empieza la cuenta atrás para que el ‘Santo’ vuelva una vez más a las Peñas. La interpretación de este rito es difícil. Las versiones que cuentan el origen de la costumbre son, fundamentalmente, tres, una minoritaria y dos muy extendidas. Las dos últimas están basadas en el rapto, o intento de hacerlo, de la imagen por una comunidad vecina a la del Sahúco, en un caso por la de Peñas y en el otro por la del Pozuelo. Ambas aparecen como las más enraizadas en el pueblo y se cuentan con diversas variantes. En ellas se encuentran los elementos que completan a los ya mencionados de la aparición y que en su conjunto responden plenamente a las características comunes y arquetípicas de este tipo de tradiciones religiosas: relación de la aparición divina con la naturaleza (campo, vegetación y agua), rivalidad entre poblaciones vecinas, rapto de la imagen por una de ellas y finalidad utilitaria que es la que, generalmente, las origina. También las dos versiones narran que el suceso ocurrió durante la noche y así justifican que los que acudieron a recuperar la imagen fueran en calzoncillos y camisa, tal como se encontraban al ser despertados por el aviso de lo que ocurría. Precisamente, la conmemoración de este suceso es la que motiva el rito que he descrito antes. Está comprobado que, frecuentemente, el hecho religioso en el que dos comunidades se enfrentan por una imagen, o una quiere

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arrebatársela a la otra, está encubriendo de diversas maneras un enfrentamiento político, una disputa de términos, pastos, agua, la posesión de un territorio de “gracia”, etc. Ahora bien, ni las Peñas“ ni el Pozuelo tienen estudios históricos específicos que permitan conocer pormenores al respecto, ni la documentación que he manejado menciona algo referente a ello y, por tanto, no se puede llegar al fondo de la cuestión. La interpretación del rapto por parte de las Peñas parece más verosímil que la otra. Las referencias documentales sobre el traslado de la imagen a las Peñas arrancan de 1768, pero hay atisbos razonables para considerar que las romerías se celebraban desde bastante antes. Esto creo que es fruto y evidencia del dominio político que el concejo tenía sobre su aldea del Sahúco y no sólo porque mantenía en su iglesia parroquial la imagen del Cristo durante casi cuatro meses, sino porque el traslado se realizaba a finales de la primavera, es decir, cuando empezaba la época más seca del año, como rogativa permanente para que las lluvias fueran abundantes y oportunas -elemento decisivo para la economía agraria de la villa- e hicieran posible una buena cosecha. La devolución se realizaba a finales de agosto, cuando la recolección había concluido; por tanto, se mantenía en las Peñas el tiempo en el que se consideraba más importante la protección divina y esto la tradición lo presenta como producto del pacto que las comunidades del Sahúco y las Peñas hicieron con motivo de la disputa de la imagen. Tácitamente, la villa reconocía a la aldea como propietaria del Cristo y allí se celebraba la fiesta pero, prácticamente, se dejaba en las Peñas los meses más decisivos en el contexto económico. El intento de rapto protagonizado por el Pozuelo tiene aún más dificultades de interpretación. Una variante de la versión cuenta que lo intentaron para que les protegiese de una epidemia y otra que porque consideraban

que les pertenecía. Según unos, los del Sahúco, para proteger la imagen, la llevaron corriendo a Peñas. Según otros, los de Peñas, al enterarse de las intenciones de los del Pozuelo se levantaron y fueron corriendo al Sahúco a por la imagen y se la llevaron. Con respecto a la primera variante parece lógico pensar que a lo largo de los siglos XVII, XVIII y XIX la zona padeciese pestes y epidemias y que, por tanto, existieran situaciones objetivas para fundamentar el intento de rapto. Solamente tengo documentadas dos sobre el cólera en el siglo XIX, en 1834 y en 1885, que impidieron la celebración de la Feria porque el Cristo permaneció en las Peñas hasta que se extinguieron. Concretamente, sobre la segunda conozco varias referencias documentales. Una de ellas, de un Libro de Cuentas del Sahúco, dice textualmente: “El dia once de octubre en que fue trasladada la Sagrada Imagen del Santísimo Cristo á su santuario, por no haber lo podido verificar en la época ordinaria, á causa de la epidemia colérica que invadio a casi todos los pueblos de España, y de la que, este pueblo y aldea del Sauco, se vieron libres, como siempre, de semejante calamidad por la misericordia del Santísimo Cristo”. No obstante, no he encontrado ninguna alusión a la cuestión del Pozuelo. En relación con la segunda variante sólo puedo apuntar algunos hechos, igualmente ambiguos y poco convincentes. Hasta 1835 el Pozuelo fue una aldea de Peñas y hasta esa fecha no tengo dato alguno que pueda justificar la disputa. En el citado año, y tras la reciente creación de la provincia de Albacete, el Pozuelo alcanzó el villazgo y con él el término propio. Por su dependencia política es difícil pensar en la puesta en marcha del proyecto de rapto con anterioridad a estas fechas aunque, por supuesto, pudo ocurrir. Lo que la documentación pone al descubierto es que tras su emancipación tuvo enfrentamientos sobre el término con su antiguo concejo y es

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posible que por la proximidad del Sahúco a los límites actuales, éste fuera uno de los territorios en litigio, ya que además de santuario era una zona con agua y con una apetecible dehesa. Los ancianos de las Peñas cuentan que poco después de la Guerra de 1936, los del Pozuelo, encabezados por su cura, intentaron recuperar la imagen que consideraban que les pertenecía y que hubo alborotos e intervención de la Guardia Civil porque, según dicen, el Sahúco dependía jurídicamente de las Peñas, pero eclesiásticamente del Pozuelo y que, por ello, les correspondía a ellos tener la imagen. Desde entonces no recuerdan más altercados y yo no he conseguido encontrar referencias documentales sobre este asunto. Evidentemente, suponiéndoles base histórica soporte de la tradición, todos estos hechos mencionados son muy modernos en comparación con los documentados sobre las Peñas y sobre la época que la tradición oral sitúa los acontecimientos. Incluso da pie a pensar en otra interpretación, digamos ecléptica o de imbricación de ambas versiones, consistente en considerar que la imagen desde antiguo se

trasladaba del Sahúco a las Peñas, y viceversa, en romería y que se siguió haciendo después del rapto, parece que fallido, propiciado por el Pozuelo, pero entonces corriendo y en calzoncillos. Ahora bien, no hay pruebas documentales y si se procede sin rigor se podría caer en un posibilismo desmedido, más ligado a la imaginación que al razonamiento. Es ardua empresa la correcta interpretación de las manifestaciones de la religiosidad popular y más teniendo en cuenta la demostrada atemporalidad que casi siempre tienen. Una vez más habrá que esperar a que la aparición de nuevos datos haga posible descubrir el hecho, o hechos, histórico verdadero que más o menos claramente siempre encubre lo legendario. Hoy por hoy se muestran muchas más sólidas las bases de la primera versión, a 1a que parece que avala también la realidad misma del rito. Lo que aparece incuestionable es que a esta centenaria tradición siguen fieles millares de personas, que continúan acercándose y rogando al “Santo” llenos de fe, buscando consuelo, protección y ayuda celestial para sus males en la tierra.

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El Cristo del Sahúco

Mejor colección sobre artes y tradiciones populares del Certamen de Fotografía “Albacete Siempre” 2012. Xavier Ferrer Chust

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n la aldea de El Sahúco está el Santuario del Cristo Crucificado, donde existe tradición de trasladar al Cristo desde la aldea a la villa en el lunes de Pascua y la vuelta a la aldea el 28 de agosto (la llevada). El traslado de la imagen se realiza a hombros de los jóvenes que van corriendo los 13 kilómetros ataviados con pantalón y camisa blanca, faja roja a la cintura y pañuelo en la cabeza. Desde el siglo XVII existen noticias documentales de esta romería que se celebra dos veces al año, en el que un centenar de jóvenes, los denominados andarines, toman parte en una de las últimas carreras sagradas que quedan en el mundo. Durante una hora y media, los participantes van portando por turnos la imagen del Cristo, metida dentro de un arcón de madera en forma de cruz, con un peso de 150 kilos. Cuando llegan exhaustos los andarines entre el delirio popular, la imagen es sacada de la urna, subida sobre sus andas y llevada en procesión hasta la Parroquia de Ntra. Señora de la Esperanza. DATOS TÉCNICOS Año 1993 Cámara Contax RTSIJI Negativo TMAX 400 Procesado digital Papel Ilford Galerie Smothpearl Tintas K3 larga duración

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De la ronda al casamiento

Prenoviazgo, Noviazgo y Boda en la Provincia de Albacete Seminario de Etnología y Folklore de la Universidad Popular de Albacete Un pajarico volando, se metió en un casamiento; ¡qué contenta está la novia, con el pajarico dentro!

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ste estudio tiene por objeto dar a conocer las costumbres, ritos y tradiciones de principios del siglo XX en torno al prenoviazgo, noviez y boda en la provincia de Albacete. El trabajo lo llevaron a cabo José María Simarro Pardo, María Dolores Simarro Pardo, Concha Jiménez López, Eulalia Quintanilla Quintanilla y Antonio José González López, participantes del Seminario de Etnología y Folklore de la Universidad Popular de Albacete entre los años 1986 y 1987. Estuvo dirigido y coordinado por María Rosa Candel Tárraga. Se realizaron encuestas y entrevistas directas en los siguientes pueblos, todos ellos de la provincia de Albacete: El Ballestero, Valdeganga, Casa Ibáñez, Villarrobledo, Jorquera, Vianos, Bogarra, El Salobre, Pétrola, Ossa de Montiel, Nava de Abajo (Pozohondo) así como en Albacete capital.

Fotógrafo: desconocido Tamaño original: 9cm x 4cm Procedencia: Hellín (Albacete) Comentario: Daniel Jiménez Felipe Consolación González Fernández (1912) Ella: 23 años, él: 25 años Fotografía cedida por Rita Moya Jiménez

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Fotógrafo: Franco Sánchez Tamaño original: 11,5cm x 17,5cm Procedencia: Cerrolobo (Albacete) Nota: “La Pilarica”. Fotografía artística de Franco Sánchez. Reproducciones y ampliaciones. Valdepeñas (Ciudad Real). Comentario: Germán Flores – Sacerdote- Candelaria y Emilia Flores Años 20 Fotografía cedida por Francisco Tébar Ruiz

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I.- Prenoviazgo Si mis ojos te dicen lo que te quiero ellos se han atrevido, yo no me atrevo. ¡Ay amor mío! Quiera Dios que me vea correspondido. En esta fase, las pretendidas adoptaban un papel pasivo, la moza no podía tomar la iniciativa. Él comenzaba la ronda, cortejaba a la muchacha con el fin de entablar relaciones. Ella se limitaba a sonreír o a cruzar miradas, en todo caso; o incluso reaccionaba de forma hostil, a veces fingiendo, ante las insinuaciones. Para ella era muy importante mostrarse inaccesible, con el fin de que el mozo pensara que no era mujer “fácil” y de esta manera acrecentar el interés. Si quería conquistarla tenía que emplearse a fondo. [1] En Albacete se paseaba por El Val General, cada sexo por una acera de la calle. Algunos deseando que la calle terminara para, al dar la vuelta, poder saludar a la moza elegida; algunas mirando de reojo al muchacho que les gustaba cuando se cruzaban con él. Esta fase era más o menos larga, dependiendo del arrojo del chico para acercarse ella. “Pa torear y pa casarse, hay que arrimarse” [2] Los piropos, frases dirigidas a alabar a las mozas, eran corrientes en aquella época: “Tienes una cara que parece una manzanita sanjuanera” “¡Fea! Un guapo me desea y un tonto como tú, no me torea”.

[3] En El Ballestero era la “Mandaera”, -una especie de Celestina o alcahueta pagada por el novio- quien concertaba las citas. [4] En Bogarra, el mozo cortaba una porra (trozo de madera) en el monte y al atardecer la dejaba en la puerta de la casa de su pretendida diciendo: “Porra en casa, ¿casa o no casa?” Si ella lo aceptaba, recogía la porra y la pasaba dentro de la casa; si no, a la mañana siguiente era él quien retiraba la porra. [5] En Pétrola, el muchacho tiraba una panocha (mazorca de maíz) en la entrada de la casa de la moza y decía: “¿zuro dentro o zuro fuera?” En este pueblo se decía, que el mozo quería “cavarle las habas” a la moza, cuando la pretendía. Estas dos maneras de cortejar, la de Pétrola y Bogarra, tienen que ver con la fecundidad, ostentación de la virilidad representada en símbolos, que adoptan la forma fálica. [6] En Valdeganga, solo las mujeres de buena posición podían ser rondadas en la ventana, las mozas de clase media y baja, una vez que habían acabado las tareas de la casa, se arreglaban e iban a por agua a la fuente. El trayecto era aprovechado por los mozos para la ronda, se iniciaba el galanteo y ellos las acompañaban desde la fuente hasta la puerta de la casa; si al llegar la moza regaba la puerta, era que aceptaba ser rondada, ya que de esta forma tenía una excusa para volver a por más agua.

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Quítate de la ventana, no me seas ventanera, que de las que hay en ventana, de ciento sale una buena.


[7] Los trabajos agrícolas ofrecían posibilidades de encuentro entre ambos sexos: siega, vendimia, recogida y monda de la rosa del azafrán, el maíz…eran ocasiones de intercambios más abiertos y descarados, potenciados por los mayores que se divertían a su costa, contando chistes, adivinanzas, cuentos…utilizando en todos ellos un lenguaje picante. [8] En Vianos, el “efarfolle” -acto de deshojar las panochas de maíz, quitar la farfolla (según el Diccionario de la RAE desperfollar)- era ocasión para pellizcar a la moza que fuera de su gusto, si el muchacho encontraba un grano rojo; si encontraba uno negro podía besarla. Existía por tanto, una relación entre el color de los granos y las manifestaciones afectivas, estableciéndose un juego que amenizaba las tareas recolectoras, que casi siempre terminaban con un baile.

excelencia, era aprovechada por las muchachas para adivinar el nombre del que iba a ser su marido. Las mozas de Nava de Abajo (Pozohondo) arrojaban siete granicos de trigo en la puerta de la casa, a la mañana siguiente salían a barrerlos y el nombre del primer hombre que las saludara, sería el mismo que el de su futuro marido. También colocaban debajo de la almohada un haba con siete “granicos” con el fin de soñar con el que sería su novio. Otra costumbre era que las mozas se colocaban desnudas delante de un espejo, iluminadas tan sólo por la luz de una vela; si se reflejaban en él vestidas de novia es que se casarían y si veían un ataúd es que morirían antes de casarse. En muchos pueblos, en esta noche, los mozos recorrían el pueblo escribiendo coplas y rimas en las fachadas de sus pretendidas: Te voy escribiendo a oscuras, yo no sé cómo saldrá; para decirte ¡Te quiero! no hace falta claridad.

[9] Las fiestas patronales, cruces de mayo, bodas y jiras -excursiones con merienda en el campo- representaban otra forma de acercamiento ya que, generalmente, solían acabar con baile y serenata. Con esa mata de pelo, con esa mata que lleva la labraora; presume como ninguna y a todo el mundo enamora. (Del mayo de Albacete) [10] La noche de San Juan, noche mágica por

Eché a rodar un limón, en tu puerta se paró; hasta los limones saben, que nos queremos tú y yo. Desde que te vi, morena, estoy perdiendo las carnes; porque tienes unos ojos como la Virgen del Carmen. A las más ariscas les ponían huesos de animales muertos, pero si la moza tenía novio, él mismo vigilaba durante la noche para que no se los colgaran.

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Fotógrafo: Fotógrafo de la Feria. Donate Tamaño original: 9cm x 7cm María Ruiz Flores, sus amigos y sus pretendientes en la Feria de Albacete. Años 48. Fotografía cedida por Francisco Tébar Ruiz

II.-Noviazgo ¿Para qué quiere el pastor novia bonita; si de día no la ve y de noche se la quitan? La fase del noviazgo era el período más o menos largo, en el que iban preparando la boda. La duración de este periodo dependía de la situación económica, social y familiar, pero también de otras cuestiones, como de

que el novio hubiera terminado la mili, ya que hasta que el novio no estaba licenciado, no se casaban. [1] El novio pedía “paso” o pedía la “entrada” a los padres de la novia y, de esta manera, podía permanecer en la casa; aunque siempre acompañados por algún familiar de la novia. Esta persona ejercía labores de vigilancia para evitar que el novio se “sobrepasase”. En los distintos lugares se llamaba a esta persona: “cesto” o “carabina”.

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[2] Durante el noviazgo, la moza evitaba pasar por delante de la casa del novio.

Tanto que sabes coser, tanto que sabes bordarr, y me has hecho unos calzones con la bragueta pa atrás. Con la bragueta pa atrás, con la bragueta al revés; tanto que sabes bordar, tanto que sabes coser.

[3] Las manifestaciones afectivas eran mal vistas por la sociedad. La virginidad era lo más valorado de las mujeres, había que conservarla hasta el matrimonio y la mujer debía luchar contra los ímpetus amorosos de su novio y contra su propio deseo. De todas maneras sabían burlar la vigilancia con mucho ingenio, para poder permitirse algún desliz.

Llevas tu “ropica” al río todos los días a lavar; ¿eres muy puerca o muy limpia? eso me da que pensar. [5] En esta fase tan cercana a la boda, la mujer preparaba el ajuar que llevaba confeccionando durante mucho tiempo, desde que era prácticamente una niña. El ajuar dependía de la situación económica de la familia, pero no importaba hacer sacrificios para que la novia llevase sábanas, enaguas, camisas, chambras, tendios (telas de lana para cubrir los tableros del pan). etc.… El novio generalmente llevaba de ajuar: camisas, calzones, pelliza, capote…

¿Te acuerdas cuando me dabas caramelos con los labios y yo como era celoso, me los comía sin reparos? Por un besito ni dos, echa penitencia el cura: pero pasando de dos, la penitencia es segura. Por un besito ni dos, ni tres, ni cuatro, ni ciento, las damas no pierden nada y el galán se va contento. (Valdeganga) Esta última copla más atrevida da a entender que solo los hombres disfrutaban con las manifestaciones amorosas. No hubiera sido decente que la mujer lo expresase. [4] La novia estaba preparada para el matrimonio, si era hacendosa y limpia. Eran las tareas que después tendría que desarrollar durante toda su vida. Además del trabajo en el campo, debía saber preparar alimentos: hacer conservas, arreglar olivas, hacer pan… labores como bordar, coser, arreglar la casa… y aun así…

[6] Al hombre se le pedía que fuera trabajador y no tuviera vicios, pero si los tenía, la novia debía soportarlos con resignación. Romper relaciones podía ser peor, porque la novia quedaba marcada para siempre, con la duda de que la hubieran “estrenado”. Y pocos hombres se atrevían, a mantener relaciones con una mujer, que había tenido un novio antes que él. [7] Si había oposición por parte de los padres de la novia, la encerraban y le pegaban, el novio tenía la opción de llevar a la moza a una casa de confianza durante tres meses, pagando los mantenimientos. Transcurrido este tiempo se casaban o se juntaban.

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[8] Si el novio era forastero, debía pagar a los mozos del lugar “la patente” o “piso”, como compensación por haberse llevado una moza del lugar. Si no la pagaba podía ser arrojado al río o al pilón del agua…De aquí se desprende el sesgo machista ya que consideraban las mozas casaderas como pertenecientes a los mozos del lugar, pero esto no es equiparable con las mozas, es decir, esta costumbre no se producía con las novias.

[13] En Vianos cuando se publicaban desde el coro, las amigas de la novia decían: “Vamos a ponerle una telaraña a la novia”. Simbólicamente la estaban curando por haberla publicado desde el coro. -Las telarañas se han utilizado tradicionalmente para curar heridas-.

[9] La fase del noviazgo se cerraba con “la pedimenta”. El novio y los padres de éste iban a la casa de la novia, para pedir la mano y fijar todo lo relacionado con la boda: fecha, padrinos, dote…

[15] Los novios y los familiares no escuchaban las amonestaciones porque podía traer mala suerte.

[10] En Valdeganga “la pedimenta” se realizaba, el día de la primera amonestación -la iglesia católica publicaba que querían contraer matrimonio, por si alguien conocía algún impedimento-En esta fiesta las familias se intercambiaban regalos y a la novia le echaban monedas en el halda. A esta noche se le llamaba “de los acabos”. [11] En Villarrobledo se le llamaba a esta fiesta la “de los otorgos”. Generalmente consistía en intercambio de regalos: una camisa para el novio y el vestido para la novia. [12] Las amonestaciones eran tres y se decían en tres días de precepto consecutivos. Las decía el cura, si los novios eran de clase social más elevada o el sacristán desde el coro, si los novios eran de clase más baja.

[14] En algunos lugares la novia no salía de su casa durante las amonestaciones.

[16] En El Salobre, la participación de la gente durante las amonestaciones consistía en contestar al sacerdote: “No sabemos”, cuando preguntaba si conocían algún impedimento para que la boda no se pudiese celebrar. [17] La Hijuela era el escrito, donde se reflejaban los bienes, que los padres otorgaban a sus hijos en el momento de casarse. Entre los bienes, había muebles, aperos de labranza, etc. En nuestra provincia, los novios aportaban la alcoba y las novias lo referente a la cocina y la ropa de casa. [18] La edad propicia de las mujeres para casarse era entre los 16 y 20 años. A partir de esta edad, a la mujer se le pasaba el arroz. “Tiene ya veinte años y mire usted…” [19] Las fechas elegidas para la boda estaban relacionadas con la finalización de las tareas agrícolas, después de la vendimia, la siega o la recogida de los productos del campo.

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Fotógrafo: José Cano Guardia (Bienservida) Tamaño original: 14,5cm x 18cm Procedencia: Bienservida (Albacete) Nota manuscrita: “A nuestros queridos hermanos Eduardo y Vicenta en prueba de nuestro cariño”. Comentario: Pedro Flores Villaverde e Isabel Navarro Pajares. 9 de mayo de 1920 Fotografía cedida por Pedro Flores Flores

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[4] Antes de salir de la casa, los padres echaban la bendición a sus hijos y los orientaban sobre el matrimonio. En El Ballestero era “la mandaera” la encargada de hacerlo.

III.-Boda A ver si te casas prima, que nos des un buen día; y a ver si de tu boda, sale la mía. [1] En El Ballestero, la ceremonia de la boda comenzaba el día de antes, cuando la familia del novio iba a la casa de la novia, a recordarle la celebración del día siguiente. El día de la boda, los familiares del novio recogían a los invitados. Esto era preceptivo, ya que, si no iban a por una persona, ésta no asistía a la ceremonia. Antes de salir hacia la iglesia, había una invitación. Luego, el novio se dirigía con sus invitados a la casa de la novia y posteriormente, toda la comitiva se dirigía a la iglesia. [2] En Valdeganga, antes de la ceremonia, el novio con sus invitados recogía a la novia en su casa y desde allí se dirigían a la iglesia de este modo: la novia iba delante con toda su familia y acompañantes y el novio detrás con los suyos. Al salir de la iglesia era justamente al contrario. Cuando dos se están queriendo, la mujer es la que manda; y en saliendo de la iglesia, los papeles se le cambian. (Fandango manchego) [3] En Vianos, el novio, padrino e invitados iban a recoger a la novia y se dirigían a la iglesia de esta forma: primero la novia y el padrino, después el novio y la madrina y detrás los invitados.

[5] Con respecto al color del traje de la novia, durante mucho tiempo se alternó el color blanco con el negro. En una misma familia unas hijas se casaron con traje blanco y otras con negro, aunque nunca hemos encontrado la explicación en los largos lutos que llevaban las mujeres. [6] En general, el traje que usaba tanto el novio como la novia era negro. El vestido de la novia consistía en: traje negro, mantilla y peineta. [7] En Valdeganga, la novia no llevaba ningún adorno, pero en muchos pueblos lucía flores de azahar como símbolo de castidad. [8] Era un orgullo para la novia llevar el ramo ya que mostraba que su virginidad estaba intacta, y eso era muy importante de cara a la galería. Sin embargo esto no era importante en los hombres: “el que la ha corrido de joven, no la corre de viejo”, se decía. Pero nunca al contrario porque, incluso, cuando una mujer había tenido novio y había roto la relación era muy difícil para ésta volver a tener pareja, se sospechaba que no sería “virgen” y ya carecía de interés para los hombres. [9] En Vianos, cuando llegaban a la iglesia se hacía un corro grande presidido por los novios, entonces el cura preguntaba a los asistentes, si había algún impedimento para que se pudieran casar, generalmente, contestarían: no sabemos.

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Después se iban al altar donde se celebraba la misa y se realizaban las velaciones, que consistía en cubrir con un manto la cabeza de la novia y los hombros del novio. Excepto en Cuaresma que no se los velaba, en todos los pueblos se mantenía este rito. Cuando se casaban en este tiempo se decía que estaban a medio casar y tenían que volver a velarse. En El Ballestero se les echaba el yugo, que era un manto estrecho. [10] Las arras eran de plata y quien no las tenía las pedía prestadas. El monago era el encargado de llevarlas. [11] Una vez casados se celebraba una fiesta que duraba un día. Por supuesto no había fiesta sin comida y la primera consistía en chocolate con magdalenas, soletillas, bizcochos, churros… Después la comida de mediodía podía ser cordero, conejo, gallina, sopa de boda… Y por la noche solían hacer guisado de carne, arroz con pollo…. Todas las comidas se acompañaban con vino de la tierra, cuerva zurracapote…Terminaba la noche con baile. Se danzaban seguidillas, manchegas, malagueñas, mazurcas, polcas, pasodobles…Aquí las novias más pudientes se habían quitado el traje de boda para ponerse el de tornaboda. [12] En Vianos los novios más privilegiados celebraban una fiesta que duraba varios días, el último hacían una comida que era un batiburrillo, se llamaba así y era las carnes menos apreciadas de los animales que se habían comido el o los días anteriores.

[13] En muchos pueblos la novia no podía hacer su cama en la noche de bodas, ya que consideraban que traería mala suerte. La preparaba la madrina o las amigas. [14] En Villarrobledo la madrina desnudaba a la novia y una vez metida en la cama se iba. En Vianos los padrinos acompañaban a los novios a su casa. En El Ballestero las mujeres mayores y la mandaera iban con los novios a su casa, les dejaban comida y al día siguiente iban a revisar las sábanas, para comprobar qué había pasado durante la noche. [15] Era corriente que al hacerles la cama se les gastara alguna broma: en Valdeganga se les ponía campanillas y por la noche iban a escucharlas. [16] Si uno de los contrayentes era viudo o viuda se les daba la cencerrá y se pregonaba la boda por las esquinas. Algunas cencerrás fueron muy sonadas, por enfrentamientos entre vecinos, teniendo que intervenir la guardia civil. -¿Quién se casa? -¡Federico! -¿Con quién? -¡Con la Joaquina! -¿Y qué le va a regalar? -¡Una espuerta de habichuelas colorás! -¿Pa qué? -¡Pa que siga la cencerrá! [17] No era corriente hacer viaje de novios. Los primeros días después de la boda, solían ir a comer a casa de algún familiar.

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Se terminó de imprimir en agosto de 2013

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Número 57

ALBACETE: TIERRA DE VENTAS • TRASHUMANCIA Y ARQUITECTURA DE PIEDRA EN SECO EN ALBACETE • ARQUITECTURA TRADICIONAL DE LOS PARQUES EÓLICOS “CAPIRUZA I Y II” (ALBACETE) •

Servicio de Educación, Cultura, Juventud y Deportes

Zahora 57

EL SANTO CRISTO DEL SAHÚCO • DE LA RONDA AL CASAMIENTO


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