R 77 Mayo 2015 "Carreteras"

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Historia de la Ingeniería Civil

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Los tambos o mesones “En los edificios de Tambo u otros que tenían ese nombre como en cierta parte del Palacio Real o del Templo del Sol se halló oro derretido en lugar de mezcla, con que, junto con el betún que los indios ponían, quedaban las piedras asentadas unas con otras.” Cronica de Cieza Deleon sobre los tambos o tambus Los españoles hicieron famosos sus relatos sobre los tambos, que eran depósitos o mesones situados cada cierto trecho a lo largo de las rutas. De estos sitios de descanso que eran grandes edificios, con habitaciones adecuadas y corrales para las llamas, llegaron a contar más de mil. Los había de diversas categorías y dimensiones según su importancia y es posible que existieran ya desde tiempos anteriores en las rutas que conducían a los lugares de peregrinación para albergar a los romeros. Los tambos eran albergues y también funcionaban como centros de acopio de alimentos, lana, leña u otros materiales básicos para la supervivencia. De este modo, en épocas de penurias climáticas o desastres naturales, los tambos alimentaban y proveían de algunos materiales para la supervivencia a las aldeas más cercanas a la redonda. Era una especie de seguro catastrófico que la administración inca había creado para su gente. Los tambos más sencillos se repartían en los caminos cada 20 o 30 kilómetros, que era una jornada de un día de viaje a pié; había otros que podían servir para albergar a los mensajeros o emisarios – chasquis-, a los gobernadores o incluso al Inca, cuando éste recorría su territorio de punta a punta. En las ciudades, sobre el camino, se encontraban los Tambos Reales, que eran grandes, elegantes y dotados de lujoso mobiliario en previsión de las posibles visitas del emperador. Cada tambo estaba provisto permanentemente con un almacén con alimentos y equipo necesario, el cual y era administrado por funcionarios de la localidad. Las comunidades indígenas se encargaban de su mantenimiento y los viajeros estaban obligados a traer productos agrícolas de la región de donde provenían, con esto se pagaba el alojamiento y se mantenían las despensas con una buena provisión de alimentos.

Los chasquis o mensajeros Las comunicaciones entre un extremo del imperio y otro, estaban a cargo de mensajeros llamados “chasquis”. Por un sistema de postas, se transmitian los encargos de uno a otro relevo con suma velocidad; y una noticia originada a 2000 kilómetros de distancia podía llegar a Cuzco en menos de 10 días. Quienes operaban este sistema especial de correos humanos, eran preparados desde muy pequeños para esta dura labor con poca comida y sólo bebían líquido una vez al día; por lo regular los mensajes los transmitían mediante arreglos de nudos en cuerdas o en forma oral y estaban en la obligación de guardar el secreto; algunas veces los comisionaban para llevar mercancías, metales preciosos o pescado. Los chasquis debían transportar, en menos de 24 horas, el pescado fresco destinado al consumo de los jefes Incas desde la costa del océano Pacífico hasta el Cuzco o hasta Machu Picchu. Cada correo recorría una distancia aproximada de tres kilómetros debidamente delimitada, a gran velocidad, lo que permitía sumar al final del día, casi 200 kilómetros. Los indios pescaban de madrugada en diversas bahías y gracias a los caminos empedrados y a los veloces relevos humanos, llevaban el pescado fresco a los poblados de la sierra ese mismo día. Los mensajeros incas eran jóvenes corredores de entre 18 y 20 años que iban de “tambo” en “tambo”. De ellos dependía a veces que se suspendiera una acción militar a tiempo o llegaran refuerzos en una batalla y era la manera como el Inca se mantenía informado de todo lo que ocurría en su imperio.


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