Revista Universidad Sociedad No. 1

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recursos naturales, ambiente y desarrollo

ejemplificar con los conflictos entre facciones abrahámicas de hoy y de ayer: cristianos cruzados contra musulmanes para recuperar el sagrado sepulcro, Estado Islámico contra occidentales (infieles cristianos), etc. Con esa premisa del Dr. Wilson de la importancia de la ciencia y la religión, como las fuerzas más importantes con las que cuenta la humanidad, es como se concibe una segunda parte de la “Utopía Necesaria” pero esta vez, no sólo tratando los aspectos de nuestra descarriada relación humano-ecológica superando nuestra “animalidad intrínseca”, que tratáramos en nuestro primer libro Utopía Necesaria: Aspectos Éticos de la Relación HumanoEcológica (ARMSA, 2000), animalidad no siempre aprehendida y aceptada con todas sus implicaciones y que tanto afecta nuestras actitudes y valores, muchos de ellos nefastos a estas alturas del proceso civilizatorio, sino, encontrando y señalando el porqué de ese comportamiento, en qué radica y cómo superar el tema del libro en edición Utopía Necesaria II: Ciencia, Religión y Medio Ambiente ¿Cómo conciliarlos? “Utópico pero necesario” como lo es, no sólo habrá que revertir nuestros actos cuasi suicidas por el “ecocidio” (suicidio a través del abatimiento de recursos naturales, la destrucción de ecosistemas sustentadores de la vida, de la contaminación desmedida, el cambio climático antrópico y más), sino, cesar las guerras fratricidas peligrosamente llevadas a extremos (con el uso de armas modernas de letalidad extrema y hasta insospechada en sus consecuencias). Valga retrotraer una vez más el tema tratado en mi primer libro denominado la Utopía Necesaria: Aspectos Éticos de la Relación Humano-Ecológica. En este se remarcaba el carácter primitivo del ser humano actual (aún recolector-cazador o bosquimano) al mediar solo 300 generaciones (de 20 años cada una) desde que se asentaron las primeras civilizaciones en Mesopotamia, China y otros lugares (en Mesoamérica hace solo 3-4 mil años o sea unas 150-200 generaciones). Períodos de tiempo y/o número de generaciones que no permiten desarrollar cambios genéticos apreciables por lo que no seríamos sino “salvajes civilizados” peligrosamente manejando una serie de gadgets o artilugios tecnológicos

Ecocidio en río La Pasión, Izabal, Guatemala.

derivados de nuestra condición de Homo Faber (hombre hacedor) como especie tecnológica que somos, pero que no son sino cambios aloplásticos (fuera de nosotros) sobre el entorno y no endoplásticos (dentro de nosotros mismos). El caso es que el conocimiento científico ni bueno ni malo en sí, muchas veces detenido en su proceso de desarrollo por el oscurantismo y el celo religioso, se usa de manera irracional por el influjo de enseñanzas retrógradas que exacerban esa “animalidad intrínseca” sobreponiéndose a nuestra capacidad de “amar” para ser justos y “razonar” para ser objetivos y éticos, además de inteligentes (según Erich Fromm). De esta cuenta, para orientar el empleo adecuado de los insumos que da la ciencia, debe detenerse el aprendizaje remachado desde la niñez en no pocas culturas que enfatiza el conocimiento irracional, mediando una adecuación y actualización de mitos a la luz del conocimiento que ahora tenemos del macro y microcosmos, al tiempo que se dé un cambio de paradigmas (según el padre jesuita Ignacio Núñez de Castro), pasando del antropocentrismo al ecocentrismo agregando que “….a una revisión consecuente de lo político y lo económico se debe sumar la de la teología, siendo que el cristianismo no puede renunciar a su cuota de responsabilidad en este asunto”. Aunque falta mucho para lograr esas adecuaciones éticas y de comportamiento en la sociedad humana, con relación a su divorcio de la naturaleza, que le es indisolublemente propia al ser humano, se vislumbra una “luz al final

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