Revista Un Caño - Número 46 - Abril 2012

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staff SEGUNDA ÉPOCA (AÑO 5) NÚMERO 46

Breves gestos para no perder las esperanzas No es para medallas ni para hacer discursos. En una sociedad acostumbrada al fútbol del exitismo, los grandes millones, los pases para salvarse, las frases tontas y tanto cretino suelto en la TV, la decisión de David Trezeguet para regresar desde su historia de títulos y fama a una Primera B Nacional colmada de incertidumbres merece un párrafo y la mitad del otro. Al final de cuentas, Trezeguet habrá realizado cosas buenas y malas en su vida y en su carrera, pero verlo admitir que estaba nervioso por cómo rendiría en un partido completo, verlo esmerarse en cada partido, en cada pelota, en cada minuto para jugar, es cosa de gente buena. Buena como las acciones solidarias, justas e ignoradas de la defensora adjunta de la Ciudad (Graciela Muñiz), o de la diputada Delia Bisutti. Ambas tratando de frenar las desafortunadas escenas de una carrera de autos macrista en las calles de la Capital. Ambas siempre pensando utopías para la memoria con los deportistas víctimas del terrorismo de Estado. Buena como la paciencia en acción del periodista italiano Valerio Piccione, que en marzo pasado se trajo treinta amigos de Italia para formar parte de la maratón en homenaje al atleta maratonista Miguel Sánchez, secuestrado por la dictadura cívicomilitar el 8 de enero de 1978 cuando regresaba de correr la maratón de San Silvestre, Brasil. A esa brasa que encendió Trezeguet con su gesto y con sus palabras, a la otra de las mujeres que militan y trabajan, y a la otra de los italianos, las acompañamos con el deseo bíblico: creced y multiplicaos. Pablo Llonto

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ILUSTRACIÓN DE TAPA Sebastián Domenech

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El irlandés Robbie Keane debió ser operado de una lesión en la rodilla producida cuando se agachó para levantar el control remoto del piso.

El bar de la mezcla loca

En la esquina de Guardia Vieja y Billinghurst galantea uno de los bares más poblados de recuerdos, anécdotas e identidad porteña. Con verdadera historia deportiva, El Banderín presenta una gran colección de camisetas y banderines de fútbol, y hasta un raro objeto confeccionado por las manos de un grupo hinchas privados de su libertad. Por MARCELO GONZÁLEZ Foto JUANA MAURI

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ijo alguien alguna vez: “si usted pasa por este bar, no necesita ir a la cancha”. En la zona porteña del Abasto, El Banderín sigue fiel a su propio ritmo. Más de ochenta años de historia y siempre en la misma esquina, la de Guardia Vieja y Billinghurst, calles que aún dejan ver el adoquinado porteño. Cientos de banderines miran desde las paredes como las mesas se transforman en imaginarias tribunas donde los taxistas y tantos otros se juntan a discutir el fútbol nuestro de cada día. Pero hay uno que se lleva todos los elogios: proviene de un homenaje para el Gordo Aníbal Troilo, y hoy es un regalo para quien se acerque a El Banderín a observar una auténtica pieza de museo. La historia dice que, en 1936, los presos de la cárcel de Villa Devoto recortaron de una edición de El Gráfico el equipo de River. Bordaron las camisetas del recorte con hilo de seda, forraron el dorso de las figuras con papel metálico de atado de cigarrillos, confeccionaron un cuadro y se lo regalaron a Aníbal Troilo, quien por aquel entonces visitaba seguido a los presos para acompañarlos con su música. Mario Riesco, el propietario del bar, nos cuenta: “yo iba a la cancha de River con el ahijado de Troilo, y él me lo dio para colgarlo acá”. Y así fue que ese cuadro encontró su lugar en una pared del bar, convertido ya en patrimonio del barrio del Abasto. Allí aparecen, entre otros, Bossio, Rongo, el gran Bernabé Ferreyra, Cuello, Santamaría, Malazzo, Minella, Wergifker, Cesarini, Peucelle y dos pibes que prometían: Moreno y Pedernera. Un día, pasados los años, Adolfo Pedernera entró al bar a tomar un café y, sin siquiera imaginarlo, se encontró con esa autentica joya histórica. Lo demás es mirar el bar de los Riesco: “mi papá, Justo

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Riesco, tenía un almacén con su hermano justo enfrente a la casa de Carlos Gardel. En el ‘26 se separó de mi tío y se vino para acá. Dicen, incluso, que Gardel vino a visitarlo unas cuantas veces”, nos cuenta Mario. Y asegura que “me hubiese gustado que mi viejo, que murió a los 91 años, y mi hermano, que falleció a los 60, pudiesen estar acá para ver hasta dónde llegó mi sueño de pibe, cuando lo más importante para mí era coleccionar banderines”. Cualquiera que se siente a tomar un café podrá estar un rato largo identificando equipos, fotos, banderines y camisetas, cada cual con su historia. Si hasta parece cuento que esa camiseta argentina con el siete sea la del Cani, la misma que, hoy hecha cuadro, vibró en el pecho del Pájaro cuando le pegó al grito al Diego antes de convertirle el gol a Nigeria en el Mundial ‘94. O la camiseta con una banda roja que usó Daniel Passarella el día que Juan Bava le anuló el que hubiera sido su gol 100. El mismo Passarella que un día, producción televisiva mediante, llegó de sorpresa al bar para tomar el Cinzano que don Mario tenía guardado, hacía años, por si llegaba esa ocasión. Y así como aparecen esos pedazos de historia engalanando las paredes de un edificio centenario, una gata, ajena a todo, parece identificar algunos duendes: Luis Ángel Firpo, Pascualito Perez, Eduardo Falú, el Gordo García Blanco, Pichuco o el mismísimo Tato Bores con su Good Show grabado entre sus mesas. Si se le ocurre darse una vuelta, ya es un clásico, usted buscará el banderín del color de sus desvelos. Si no está, cosa difícil, se encargará seguramente de hacérselo llegar a Mario, como para que complete su preciado álbum. Y si presta atención, encontrará detrás del mostrador un cartel que dice “Para recordar: no envejecer al pedo”.



En 1904, el club Belgrano le marcó un gol a Southampton, de gira por Argentina. Los jugadores locales se fueron a festejar el tanto a un bar.

Pienso, luego pego

¿Quién dijo que ya está todo inventado? Alguien ha patentado una nueva actividad: piñas y trebejos. El ajedrez-boxeo, o chess-boxing, se practica más que nada en Europa. Ideal para el nuevo slogan: mente sana en cuerpo destrozado. Por JOSÉ SUPERA

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a cosa empezó así: un presentador de smoking y pelo largo subido en el centro de un ring. La luz cayéndole con dureza, rodeándolo en el medio de la penumbra. Es él y el cuadrilátero, y después la nada. “Señoras y señores, la hora cero ha llegado”, dice hablándole al público. Su discurso parece contenido, como si de un momento a otro fuera a explotar. El tono de su voz va en aumento. Es como si de alguna forma el tipo se estuviera transformando en algo, como si de a poco sacara a la bestia que hay adentro de él. Primero presentador serio y medido, un Dr. Jekyll, y ahora un loco de atar, un Mr. Hyde que grita, que se agacha, que se retuerce de los gritos que pega para presentarlos a ellos, que ya llegan, que aparecen. Y hay aplausos, gritos y vasos de cerveza que vuelan. Por un lado, tenemos a Luis The Lawyer. Por otro a Iepe The Joker. Este último entra con dos raperos que, cantando, le van allanando el camino hacia el ring. Todo es gritos y locura y delirio, hasta que suena el gong y todo se vuelve claro, calmo, apacible. Arriba del ring los contendientes disputan, sobre el tablero, la primera partida de ajedrez, o de ajedrez-boxeo, porque después se van a ir a los ganchos, sacando lo peor de sí, pero después van a volver al tablero, a usar la estrategia mental, la tranquilidad; y después otra vez a los ganchos, cambiando bestias por hombres pensantes, y hombres pensantes por bestias. Así durante once rounds-partidas. Es una fría noche de 2003 en Amsterdan. Gana Iepe Rubingh con un jaque mate. Y gana, nada más y nada menos, que el primer campeonato de chess-boxing organizado por la WCBO (World Chess Boxing Organization). El concepto de chess-boxing fue creado y llevado a la práctica por el mismo Iepe Rubingh en la primavera del 2003. ¿Pero en qué consiste exactamente esto de librar batalla dentro de un tablero de ajedrez y después cagarse a golpes para volver otra vez al tablero y así durante once asaltos? Cada combate consta de once rounds alternos. Seis de aje-

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drez que duran cuatro minutos cada uno, y cinco de boxeo de tres minutos. El ajedrez se juega con auriculares y música para evitar que borrachos y brillantes espectadores soplen las jugadas a realizar. En Estados Unidos y Finlandia, el boxeo debe jugarse con cascos para reducir los daños cerebrales. En Europa -Londres y Alemania-, donde más éxito tiene, se juega sin casco. Los combates terminan si: 1.- Hay jaque mate 2.- A uno de los contendientes se la acaba el tiempo en el tablero. 3.- Hay K.O. El secreto está en saber controlar las transiciones ring-tablero: O sea, si se regresa al rincón demolido por los golpes y uno busca revancha ahí mismo, lo más probable es que lo sigan cagando a palos también en el tablero. Hay que mantener la cabeza lo más fría posible. Controlar la bestia, de eso se trata. Como lo sugiere el psicólogo Andrea Krushevsky en una interesante tesis publicada por la prestigiosa revista Scientific American. Ahí, desde lo científico, desde lo cerebral, se plantea que el ajedrez y el boxeo activan partes muy distintas del cerebro. Por un lado, en el boxeo se producen grandes descargas de adrenalina; y por el otro, se utiliza la capacidad cognitiva. Para redondear –por si la parte de la bestia interior que tenemos no entiende–, esta actividad sería muy beneficiosa para contrarrestar conductas agresivas en las que se pierde fácilmente el control. Y para ir cerrando, qué mejor que consultar al argentino multicampeón de ajedrez, Rubén Felgaer: “muchas veces, en el ajedrez competitivo hay una buena carga de agresividad contenida que nunca se llega a expresar físicamente. Y viendo que el boxeo es el otro extremo, siempre es interesante ver qué sucede fusionando ambos. Aunque, la verdad, no me gustaría mucho practicarlo”.



En 2000, un futbolista iraní fue suspendido “de por vida” por una corte de ese país tras bajarse los pantalones al festejar su gol.

El golfista que quiere ser Di María

En la vida de Sergio García, el español mejor ubicado en el ranking en el circuito mundial de golf, no sólo hay putts y birdies. También hay desbordes y gambetas. Hace siete años que es presidente del equipo del pueblo donde nació y, en cada descanso del Tour, se suma al plantel para despuntar el vicio como puntero en el club de sus amores. Por MARIANO MANCUSO

“Hola, soy Sergio García, jugador profesional de golf, y les quiero presentar a mi equipo de fútbol”, dice el mejor golfista español del momento a las cámaras de Canal +. El top 20 del ranking mundial está vestido como futbolista con una brillosa camiseta roja, fabricada por la marca de las tres tiras, y se prepara para jugar con el Club de Fútbol Borriol, el conjunto valenciano de su ciudad natal, del que además es presidente. Hace unas semanas, tras terminar quinto en el Abierto de Doha, García se reincorporó al equipo y se estrenó como goleador. Al final del primer tiempo, anotó el cuarto tanto de su equipo, que ahora milita en el grupo VI de la Tercera División, la cuarta categoría del fútbol español, en la goleada 6-0 ante Juventud Barrio del Cristo. García compró al equipo a mediados de 2005, junto a un grupo de familiares y amigos. Se presentó con el alcalde la ciudad, Adelino Santamaría, y dijo que lo hacía porque “era una manera de pagarle a la comunidad de Borriol todo el cariño que siempre me han demostrado”, y también para que la gente del pueblo pudiera “disfrutar de buen fútbol”. Bajo la nueva administración, el club fundado en 1952 ha ganado mucho prestigio. “Hemos subido de categorías tres vez en siete años, está muy bien”, se felicita su presidente, capitán y extremo derecho. “He jugado fútbol toda mi vida, pero nunca en equipos”, confiesa García. “No tengo el pulmón de un jugador de fútbol, pero creo que tengo una buena pierna izquierda. Me gustaría compararme con Di María, pero obviamente no tengo la velocidad o el desborde que puede tener él”, se define. Debutó en su equipo en septiembre de 2010, en la derrota 0-1 ante

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Ribarroja. Entró faltando ocho minutos, pero sus diagonales no cambiaron el resultado. El día más glorioso en la historia del club, el 19 de junio de 2010, cuando Borriol subió a Tercera tras vencer 3-2 al Benlloch en la prórroga, Sergio García no pudo estar. Se enteró del ascenso en Pebble Beach, California, donde disputaba el US Open, mientras en las calles de su terruño se cantaba “¡¡¡Oh, oh, Borriol!!! ¡¡¡Som, som, som, de Tercera Divisió!!!”. Así divide su carrera el Niño, como le dicen, golfista diestro de profesión y futbolista zurdo aficionado. Desde que su equipo está en Tercera, tiene ficha de jugador, aunque sólo se suma cuando los torneos de golf se lo permiten. En su pueblo lo adoran, pero no todos comparten su proyecto. También tuvo detractores que le reprocharon que el equipo perdiera su identidad. “Para qué quiero un equipo en Preferente o en Tercera si no juega nadie de Borriol, si los juveniles no tienen ni la más mínima posibilidad de ascender, si no juegan en mi pueblo… ¿Para qué?”, se quejaba un hincha. Cuando llegó a una división de competencia nacional, el equipo se desplazó a Castellón para ser local. El campo del pueblo, el municipal El Palmar –con capacidad para mil espectadores–, no cumplía con la reglamentación necesaria para la categoría. A mitad de 2011 fue adaptado, y ahora tiene incluso césped sintético. Allí, sueñan ascender este año a Segunda B. Ya estuvieron cerca la temporada pasada, cuando terminaron quintos. Y esperan también, claro, recibir al Real Madrid, o al Barcelona, por la Copa del Rey. El golfista que quiere ser Di María los estará esperando dentro del campo, de cortos y con la cinta de capitán en el brazo.



Se dice que el brasileño Garrincha creía que todos sus marcadores se llamaban “Joao” porque así era el nombre del primero que enfrentó.

NOU COMEN

Puede pasar

El Coco Basile decidió no viajar con Racing a Salta para el partido que le ganó a Patronato 3 a 1 por la Copa Argentina. Así, con la información pura y dura, feo e irresponsable lo del entrenador. Pero mucho más se embarró la cancha con la explicación: “muy fácil es explicar por qué no fui. Jugamos sábado, miércoles, sábado. Y había pronóstico de lluvia en todo el país. Era factible que no se juegue, pensamos todo...”. Sin embargo, lo peor de lo peor es que esta actitud de Basile provocó lo imposible: que en su discusión radial con Pasman nos pusiéramos del lado del Toti, algo que creíamos que nunca iba a ocurrir.

Alberto Pérez es el jefe de gabinete de la provincia de Buenos Aires; el miércoles 14 de marzo se dio una vuelta por Sarandí para ver a Boca, equipo del cual es hincha, que jugaba contra Arsenal por la Copa Libertadores. Entrevistado por Fernando Niembro en la previa de Fox Sports, el que fuera Secretario de Medios en la presidencia de Carlos Menem le preguntó a Pérez si solía ser convocado por Daniel Scioli para los partidos de fútbol que organiza el gobernador. Y, siendo las 19,15 de un miércoles laborable, Pérez respondió: “Lo que pasa es que los partidos de Daniel se juegan los fines de semana, y como yo trabajo de lunes a viernes de 8 a 24, los fines de semana los uso para descansar”.

Cada vez mejor Menos plata para el Ciclón ¿Alguien conoce los méritos de Marcelo Trobbiani para que haya sido nombrado como técnico de la Selección Sub20? ¿Ser amigo de Sabella es suficiente? ¿Y de quién es amigo Sabella? A ver, para aclarar un tema más bien oscuro, es el mismo Trobbiani el que lo explica: “Sabella era ayudante de Passarella; cuando agarró Estudiantes, el 99% de la gente hubiese dicho que no estaba preparado porque era ayudante. Yo lo mismo. No me había llegado la chance en Argentina, pero he visto fútbol de todos lados. Trabajé mucho en Perú y en Chile. Esta es una gran oportunidad. No la voy a desaprovechar. Doy las gracias”. Como para no darlas, ¿no?

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Ya está recontrasabido el affaire Caruso Lombardi-Tinelli-San Lorenzo. Por si hay alguno que se quedó afuera, resumimos. Tinelli llamó a Caruso para ofrecerle la dirección técnica de San Lorenzo. Caruso le dijo que hablara con Aníbal Fernández. Aníbal se lo cedió en bandeja a cambio de una deuda. Tinelli aceptó y le exigió al presidente de San Lorenzo que echara a Madelón porque ya tenía asegurado a Caruso. Abdo no supo para dónde disparar y no se animó a despedir al DT. Hasta que Carol perdió dos partidos más y otra vez a buscar a Caruso. La diferencia es que ahora la platita la tuvo que poner San Lorenzo.


¿Sabías que los arqueros de fútbol empezaron a usar camisetas de diferente color a las de sus compañeros en 1913?

Damas y ¿caballeros?

Ya que estamos en el rubro Fútbol Para Todos, una de las jugadas más insólitas de los últimos tiempos (¿cuál otra que el gol de Colón a San Lorenzo?) fue narrada por Viviana Vila de la siguiente manera: “tras un borbollón en el área...”. ¿Un qué? ¿Un borbollón? Curiosa explicación para la jugada más limpia de la historia, en la que no querían participar los que atacaban ni los que defendían. Pero claro, la culpa no es de ella... Justo unos días antes, a la periodista le habían hecho una entrevista en tuequipo-com.blogspot. com y había dicho: “me tiraron a la cancha a aprender en vivo a comentar en TV”. Muchachos, sean caballeros y cuiden a las mujeres.

Peter y sus lamentos

Cada vez que se lo escucha en alguna entrevista, Pedro Troglio parece un personaje encantador. Sin embargo, ese tipo divertido se transforma cuando su equipo pierde (y dirigiendo a Gimnasia...). Es cierto que son pocos los técnicos buenos perdedores, pero no hay partido que el Lobo no pierda y que Troglio no le vaya a protestar algo al árbitro. Eso sí, cuando le regalaron un penal contra Central se fue calladito.

Grite si quiere, total es gratis

Casi siempre que habla, Sabella la embarra con sus declaraciones, algo que no sería algo grave si mientras tanto presentara en cancha un equipo con convicciones. Pero no hay ni de lo uno ni de lo otro en la Selección. La última, o por lo menos la última que captó nuestro radar, es la siguiente: “pegarle para arriba no es estéticamente agradable, pero hay veces que hay que hacerlo y punto. Si sos previsible y siempre salís por abajo, el rival te presiona y te la roba. No hay que acostumbrar al otro equipo a una sola manera de juego, y el jugador argentino se adapta muy bien a cualquier esquema”. ¿Y qué debería haber dicho un entrenador con grandeza que cuenta con varios de los mejores futbolistas del mundo? Por ejemplo: “vamos a salir siempre jugando por abajo. Y como sabemos que el rival nos va a presionar, trabajaremos en que no nos pueda quitar la pelota. El jugador nuestro que la tenga siempre deberá contar con una opción más de pase que las marcas del rival”. El problema es que… hay que trabajar.

Sucedió hace ya unas cuantas semanas, pero vale la pena recordar lo que hicieron el ex relator del pueblo un día y su amigo Juan Manuel “saque si quiere ganar” Pons al siguiente. Araujo gritó gol tras un tiro libre de Riquelme (contra Independiente) que salió a medio metro del palo. Su compadre no quiso ser menos en un Rosario Central-Gimnasia de Jujuy y gritó gol canalla en una jugada en que la pelota no estuvo ni cerca de cruzar la línea. Amigos son los amigos...

Siguiendo con los manejos prolijitos de la Selecciones juveniles, otra pregunta: ¿si Walter Perazzo no está capacitado para dirigir a la Sub-20 (era el técnico hasta que llegó Rinus... perdón, Trobbiani) por qué sí está capacitado para dirigir a la Sub-17?


ARDE EL NACIONAL

Arriba los de abajo

La B Nacional le está mostrando el camino a la Primera División. La revolución de los pobres parece asomar. Y los ricos, los de Primera (algo así como las clases alta y media de la sociedad), miran perplejos a equipos casi desconocidos que hoy están en boca de todos por su buen fútbol. Es cierto, la llegada de River le dio visibilidad a la B Nacional. Pero, ¿qué tal si aprovechamos el envión? Anhelamos una revolución en el fútbol. Y que en breve podamos disfrutar de un torneo como la gente. Por MARIANO HAMILTON Fotos PHOTOGAMMA.COM

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ntes que nada, hay que aclarar para que no oscurezca. Todo lo que se leerá a continuación es una opinión más. Tan calificada como cualquier otra. Eso sí: está bastante lejos de ser una sentencia o de acercarse siquiera a una verdad revelada. Muy pocas cosas, especialmente en el fútbol, son definitivas. Las evaluaciones que se puedan hacer de los diferentes equipos van variando fecha a fecha y pueden cambiar de una semana para otra como consecuencia de una buena o de una mala actuación. Por eso es injusto cuando se toma aisladamente el concepto que un periodista vierte sobre un equipo o un jugador y se lo quiere acomodar a los eventuales resultados. Pasa cuando de habla de Boca, de Lionel Messi o de cualquier otro tema vinculado con el fútbol. Hasta hace pocos días, para algunos, Boca era el mejor equipo de la historia del fútbol argentino porque llevaba una racha invicta de una treintena de partidos. No les interesaba, a los abonados al resultado, que el equipo de Falcioni fuera un embole, que no generara nada atractivo y que los partidos que lo tenían como protagonista fueran aburridísimos. O más drástico aún: por estos tiempos hay unanimidad para gritarle al mundo que Messi es el mejor jugador de la historia del fútbol. Y frente a la avalancha de goles que consigue Messi, no interesan otros argumentos, otras evaluaciones, otros diagnósticos. Se puede decir que Messi es un extraordinario jugador, pero también, al mismo tiempo, es inevitable hablar del poderío del equipo en donde juega y del nivel de la Liga española. Pero parece que no, que no está permitido levantar una 12 UN CAÑO | ABRIL 2012

opinión diferente. Hoy hay que subirse a la ola y decir que es el jugador más grande de la historia sin que haya posibilidad de levantar una voz que busque matizar ese concepto. Bien. Hasta aquí la introducción y la aclaración. Ahora vamos a la opinión: en la B Nacional se juegan partidos bastante más atractivos que en Primera División, los equipos son más audaces y muchísimas individualidades están por encima de lo que vemos en el torneo superior. No hay más que sentarse frente al televisor, cada fin de semana, y disfrutar a River contra cualquier rival, o a un Quilmes-Ferro, un Gimnasia-Central, un Instituto-Defensa y Justicia e incluso un Atlético Tucumán-Boca Unidos. Si a estos partidos los contraponemos con Banfield-Olimpo, Lanús-Unión, San Lorenzo-Estudiantes o All Boys-Racing, no quedan dudas sobre qué competencia entrega más placer al espectador. Por otra parte, más allá de partidos aislados, el nivel general del torneo de la B Nacional es superior al de Primera. Y aquí hay que detenerse en el formato: el hecho de jugar un torneo largo de 38 fechas hace que los equipos se dispongan de otra manera, que se planten de forma diferente frente a cada compromiso. Es cierto que a medida que se vaya acercando el final del torneo de ascenso las cosas se van a poner parecidas en ambas categorías, pero también es verdad que nadie nos va a quitar lo bailado en los primeros dos tercios del campeonato. En Primera, con este asunto de que se juegan sólo 19 fechas, dos derrotas seguidas se transforman en un karma de complicada solución. No decimos que esto sea real, porque también es verdad

que con un torneo corto se puede enhebrar una racha favorable, y que con eso alcanza y sobra para pelear el título, pero queda la sensación de que los futbolistas juegan todo el tiempo con la espada de Damocles sobre la cabeza. Y que perder es mucho más doloroso y costoso. Y si hablamos de los jugadores, ni qué decir de los entrenadores, que suponen que su trabajo está en duda desde la primera o segunda fecha. Insistimos y no tenemos dudas: un torneo largo, anual, de 38 fechas, le daría una inyección de fútbol a la categoría superior. Pero parece que los dirigentes siguen empeñados en mirarse el ombligo (especialmente los de equipos chicos, que son los que más se niegan a volver al formato original porque suponen que los torneos cortos les dan más chance de festejar un título) y tratando de inventar la pólvora con torneos extrañísimos en lugar de volver a las fuentes y retornar a algo que jamás se debería haber dejado: un torneo de 38 fechas, de marzo a noviembre. Si quieren dos campeones al año, como tantas veces se les escucha, ahí tienen la Copa Argentina para despuntar el vicio. Una Copa Argentina, por otra parte, que se debía jugar manteniendo las localías y no en sedes extrañísimas, como ahora, y con partidos de ida y vuelta en cada serie. En la tapa de Un Caño nos decidimos a jugar, a imaginar cómo sería una Selección Nacional integrada por jugadores de la B Nacional. Con esto no queremos decir que esta situación sea posible, pero sí queremos sentar posición, como tantas veces lo hemos hecho: queremos un fútbol con la emoción, la audacia y el nivel del que se está jugando en la segunda categoría del fútbol argentino, y no el que


Defensa y Justicia festeja un gol frente a River bajo la imagen de Angelito Labruna. ABRIL 2012 | UN CAテ前 13


se genera en Primera, en donde el miedo a perder, la especulación y la falta de ideas para proponer algo diferente están por encima de cualquier otra cosa. Hace poco, después del estupendo partido entre Gimnasia y Central disputado en el bosque platense, un periodista de televisión le preguntó a Pedro Troglio si en Primera se podría haber jugado de la misma manera que lo habían hecho ambos equipos. Y la respuesta del entrenador fue auténtica pero desconcertante: “no, ninguna posibilidad; en Primera hay que jugar mas ordenado”. Increíble pero real. Esta declaración deja en claro qué se quiso decir con la respuesta: “no, En Primera hay que jugar feo, cuidarse, defender y tratar de no perder”. Y es más que evidente que no sólo Pedro piensa de esa manera. También hay cuestiones que tienen que ver con lo específicamente competitivo. Porque es cierto que en Primera hay mayor paridad entre los equipos de la que hay en la B Nacional. En Primera, al menos en el momento de escribir estas líneas, hay cuatro equipos en condiciones y con nivel para pelear por el título: Tigre, Boca, Vélez y Racing. En La B Nacional, hay seis: Instituto, River, Rosario Central, Quilmes, Gimnasia La Plata y Defensa y Justicia. En la categoría mayor hay doce equipos que están agazapados, tratando de subirse al grupo de los cuatro mejores y de no caer al de los cinco peores. Se trata de Estudiantes, Newell’s, Arsenal, All Boys, Argentinos, San Lorenzo, Unión, San Martín de San Juan, Belgrano, Lanús, Godoy Cruz e Independiente. En la B Nacional, en este escalón hay apenas seis equipos: Aldosivi, Boca Unidos, Ferro, Almirante Brown, Atlético Tucumán y Huracán. Con esta evaluación que, insistimos, puede cambiar de acá al final de la temporada, dejamos claro que hay en Primera dieciséis equipos de nivel más o menos parejo, y que en la B Nacional hay doce, aunque la distancia entre los del primer lote y los del segundo es mucho más marcada que en el torneo superior. Para cerrar, digamos que en Primera hay apenas cuatro clubes que están jugando mal: Banfield, Colón, Olimpo y Atlético Rafaela, mientras que en la B Nacional son ocho: Patronato, Deportivo Merlo, Desamparados, Independiente Rivadavia, Guillermo Brown, Atlanta, Gimnasia de Jujuy y Chacarita. Esta situación marca que, si bien las diferencias entre los de arriba y los de abajo son mayores 14 UN CAÑO | ABRIL 2012

en una y otra categoría, también hay distinciones en las propuestas. En la B Nacional, incluso los de peor nivel tratan de jugar, cuidan la pelota, salen jugando y prueban con hacer algún aporte para el espectáculo. En Primera, la consigna es de punta y para arriba. Hagan un ejercicio: miren un partido de la B Nacional y otro de Primera y computen cuántas veces los arqueros sacan largo, a dividir, y cuántas veces salen jugando por abajo. Se van a sorprender, ya que en teoría la mayor riqueza técnica de Primera está totalmente desaprovechada y sólo vemos un concierto de pelotazos más apropiados para un partido de tenis que para uno de fútbol. La presencia de River en la B Nacional sirvió para que todos le prestáramos mayor atención a esa categoría. Incluso hemos descubierto a jugadores que tienen una larga trayectoria en la categoría pero que recién ahora asoman a las luces del Centro gracias a la atención que se les está prestando a un torneo que ha ganado en peso específico y en consideración. Y esta situación también pone en discusión otra cuestión: ¿por qué los clubes de Primera

van a buscar jugadores al exterior cuando en la B Nacional hay una variedad de figuras que podrían reforzar sus planteles? Porque también es cierto que pocos jugadores del Ascenso tienen la chance de jugar en Primera, vaya uno a saber por qué… La B Nacional sirve como cabecera de playa para todos los que defendemos el regreso a los torneos largos y a una competencia más atractiva. Equipos con menos nombre están dejando en claro que hay un horizonte mejor para el fútbol. La revolución que esperábamos en Primera con la llegada del Fútbol Para Todos parece estar sucediendo en la Segunda División. Tal vez fuimos estúpidos y no nos dimos cuenta de algo muy evidente: los movimientos para cambiar las cosas inevitablemente provienen de las clases menos pudientes, de aquellos que se sienten oprimidos y que quieren sacar la cabeza para tener un futuro mejor. La clase alta y la clase media, por defecto, son reaccionarias. Pero los de abajo nos están enseñando el camino. Será cuestión de darles pelota y soñar con un porvenir más venturoso. O al menos con mejor nivel futbolístico.

Choy González y Lequi. Gimnasia y Central jugaron un partidazo en La Plata.


Sólo una idea simpática

Bajo el razonamiento de que no vemos más que uno o a lo sumo dos partidos por semana de la B Nacional, nuestro compañero reflexiona sobre lo apresurado de la afirmación que pretende señalar como el mejor fútbol del país al del Ascenso. El debate, además, reconoce cierta antigüedad y un escenario bello en Ginebra. Por VÍCTOR HUGO MORALES

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ace poco, al cronista le tocó en suerte andar por Ginebra, la ciudad en la que vivió Einstein y donde pensó la famosa teoría de la relatividad. Imposible no impregnarse de esa idea. Alguien tiró sobre la mesa del clásico hotel donde se espera el momento de ir a la cancha (jugaba Argentina con Suiza) la misma idea que atraviesa esta edición de nuestra revista: “che, la verdad es que está mejor la B Nacional que el campeonato de Primera”. En principio, uno compra la idea. Es simpática, además. Siempre los de abajo imponen una mayor adhesión. En la primera mirada sobre este juicio, como un letrado que vuela en su primera lectura de una causa, con los antecedentes inmediatos de esos días, hubo acuerdo generalizado. Alguien se inclinó hacia los maníes, juntó demasiados y, a punto de lanzar el montoncito hacia el interior de su boca, dijo: “por supuesto que hablamos de los pocos partidos que vemos, ¿no? Porque, ¿cuántos de nosotros han visto aunque sea dos partidos por semana?”. La conversación se instala en otro lugar. Un tema es pensar en las fiestas de las tribunas de River y Central, gratas a la impresión de todos los amantes del fútbol porque se trata de hinchadas que deberían estar molestas, ausentes, ofendidas por el presente que les toca vivir. En vez de retraerse, los aficionados ofrecen su corazón desde tribunas atestadas, multiplican las banderas y los cantos siguen contenido pasión y desafíos. Aunque sea un tema explicable en lo sociológico, la bravura con la que defienden sus colores, en lo que a los hinchas compete, convierte cada día de fútbol del Nacional B en una celebración del amor. Hubo recelos. Por la cantidad de maníes que atrapó el colega, y por la frase que ponía en duda lo que había nacido, tipo Doce hombres en

pugna, como una idea incontestable que encontraba la primera discrepancia. El juicio se puso en marcha y fueron quedando en claro detalles no observados cuando se lanzó la primera idea, aquella de que se juega mejor en el Ascenso que en la Primera. Algunas de las nuevas “pruebas” aportadas quizás echan un poco más de luz sobre el origen inocente de un error. Nadie ve más de un partido por semana de la B Nacional. Por lo tanto, el desgaste es mínimo frente al que se experimenta con la división superior. La exigencia con la que se ve esos partidos es otra. Como la que se tiene ante un cantor hecho y derecho y un pibe que promete. Fantástico el muchacho, qué maravilla. Uno sabe de qué está hablando en esos casos. La relatividad del elogio, ni se piensa, pero está latente. La mayoría de los encuentros vistos eran los de River. Esos partidos salen naturalmente mejores. Porque River es de Primera y porque los rivales suelen ofrecer su mejor papel. El achatamiento de la estética de los espectáculos acerca a los cronistas a mayor decepción frente a aquello de lo que más se espera. La distancia que hay entre diez equipos o más de la Primera y los diez de más arriba en la B Nacional es mínima. River podría estar entre los tres de arriba en el circulo superior y unos cuantos de Primera andarían a las trompadas con la vida en la B Nacional. Esta nota se firma al cabo del relato de tres partidos seguidos de River. Emociones ante Defensa y Justicia, lindos goles pero nada más ante Deportivo Merlo y una devastadora mediocridad en el cero a cero con Gimnasia La Plata. “Más de lo mismo, en todo caso”, como dijo el que se llevaba los maníes de a montoncitos (mientras limpiaba con disimulo unas migajas y un poquito de sal restantes).

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ARDE EL NACIONAL

El sábado pide un beso ¿Hubiese sido posible este destape en la B Nacional sin la presencia de River? Sin sacarnos los ojos, y apenas sumando aportes a esta bella discusión futbolera, nuestro compañero desarma cada una de las razones que, a su entender, potencian a un torneo que parecía olvidado y ahora es la estrella mediática. Por ROMÁN IUCHT Fotos PHOTOGAMMA.COM

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el Mudo Cassé, Massoto y Piris, a Manuel García, Talamonti y Lequi. De Alfredo Torres y Espala, a Domínguez y Cavenaghi. De un pasaje imaginario por los tiempos pasados de Loyarte y Franceschini a los actuales de Lagos y Dybala. De Paruzzo, Donaires y Porté a Castillejos, Piriz Alves y Caneo. Quién no ha consumido los mejores años de la vieja Primera B, así a secas, sin ningún agregado que intentara hacer más pomposa a una categoría que se defendía por su propia historia, se perdió en el camino una parte folklórica, romántica y al mismo tiempo muy sabrosa de las páginas del fútbol argentino. Quizás no ocupen el primer capítulo, pero jamás podrían faltar a la hora de un revisionismo serio que se precie de tal. Estadios repletos que se transformaban en bastiones en algunos casos semi-inexpugnables, tremendas tenidas de barrio, con jugadores de leyenda y el relato incomparable del recordado Jorge Bullrich, le daban al fútbol del Ascenso un status que se defendía con armas nobles y partidos ardorosos. Los tiempos cambiaron, y si en los últimos años la Primera B Nacional había quedado algo devaluada, algunas situaciones que en otro tiempo parecían imposibles de suceder le devolvieron al fútbol sabatino una luz tan potente como hace mucho tiempo no tenía. La pregunta que plantea la mesa chica de Un Caño para este número, como el “ser o no ser” shakespeareano, es si se observa mejor fútbol en la tierra del Ascenso, en comparación con lo que la Primera División nos devuelve como imagen en cada fin de semana. Lo primero que debería decirse es que emoción no es sinónimo de técnica. Pasión y suspenso no necesariamente se condicen con excelencia y paridad. Pero sí puede decirse sin temor a la afirmación absolutista que en la temporada 2011-2012

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estamos en presencia del mejor campeonato de toda la historia del fútbol del Ascenso; y eso sí le pone al campeonato de la segunda categoría una jerarquía que difícilmente pueda volver a repetirse. Los motivos como para llegar a preguntarse si el fenómeno existe realmente tienen varios puntos de análisis y algunas posibles explicaciones. JUGADORES Y EQUIPOS DE PRIMERA DIVISIÓN COMPITIENDO EN EL ASCENSO: La grandeza de River, Rosario Central, Instituto, Quilmes y Gimnasia La Plata los obliga a jugar el campeonato con la premisa casi obligatoria de recuperar la categoría. No habrá lugar para todos en el fútbol de los domingos, pero se prepararon como para ocupar algunas de las cuatro plazas disponibles. Jugadores de gran jerarquía que ya han probado sus condiciones en la máxima exigencia, incluso a nivel internacional, forman parte de planteles del fútbol de la B Nacional y elevan el nivel del campeonato. Asimismo, instituciones que probablemente no logren ascender también cuentan en sus filas con algún apellido ilustre que se siente arropado por el entorno que lo cobija para, en el final de sus carreras, lograr algunas satisfacciones personales que les demuestren su vigencia (Sessa en Boca Unidos, Walter García en Brown de Madryn, Ferrari en Rosario Central). MOVILIDAD SOCIAL ASCENDENTE: Partiendo del caso paradigmático de Lavezzi, cuya metamorfosis le permitió dejar de ser el interesante proyecto que apareció en Estudiantes de Caseros para explotar en San Lorenzo y en la actualidad destrozar defensas vistiendo la camiseta celeste del Napoli, los ejemplos abundan y fueron fundiendo las dos máximas categorías del fútbol argentino. Franco Vázquez jugó un semestre con Belgrano los domingos y ya es patrimonio del Palermo de Italia. Jara convierte a menudo con la camise-


ta de Unión los mismos goles que pocos meses atrás marcaba con los colores de Patronato de Paraná. El intercambio de valores de las dos categorías ya resulta tan común que a esta altura la Primera B Nacional tiene en los equipos con pretensiones no menos de medio equipo titular que ya ha vivido la experiencia de jugar con continuidad en Primera. PARIDAD DE FUERZAS: El ejemplo de los ascensos del cierre de la temporada pasada vino a confirmar la presunción de la paridad existente entre los equipos de ambas categorías. Belgrano le dio una lección táctica a Ríver, y San Martín de San Juan hizo lo propio frente a Gimnasia La Plata. Con planteos inteligentes, buenas armas y algunas individualidades de alto nivel, volvieron a escribir en la estadística el siempre refrescante cambio de cuatro equipos en Primera. Además, salvo la irregularidad lógica en algunos pasajes del campeonato, especialmente en Atlético de Rafaela, todos están desarrollando campañas como para permitirse soñar con permanecer en la categoría y en casos como el del Pirata incluso ingresar a alguna Copa. EL PRECONCEPTO UNITARIO DEL FÚTBOL: Los descensos de varios grandes privaron a la Primera de varios clásicos puros. Boca extraña a River. Newell´s echa de menos a Rosario Central. A Estudiantes le falta Gimnasia. Y para San Lorenzo, aún desde el sufrimiento, no es lo mismo la vida sin Huracán. Desde la idea prejuiciosa del fútbol argentino y el porteño como estándar del futbolero medio, la ausencia de los equipos con historia deprime el nivel del campeonato. La federalización como idea superadora es aceptada de buen modo en la Primera B Nacional y se entiende como un dato competitivo, mientras que a la hora de evaluar al fútbol grande la abundancia de conjuntos del interior parece molestar y devaluar al campeonato. LA PERTENENCIA EN LA ADVERSIDAD: El sentimiento de fidelidad se expresa con mayor pasión en los malos momentos. Si nos tomamos de la Primera División, la pasión militante del hincha de Racing solo se entiende desde un sentimiento que roza el masoquismo. La debilidad institucional y futbolística de San Lorenzo se ampara en la fidelidad de su gente, que igualmente siempre acompaña. En la B Nacional el fenómeno es el mismo pero multiplicado. Millonarios, canallas, triperos, cordobeses, cerveceros y fanáticos de cada una de las hinchadas de los equipos que representan a distintas provincias se comprometen con la causa mucho más en la adversidad que en los tiempos de bonanza. La excitación de doblar la apuesta, el compromiso de acompañar al “enfermo en la convalecencia hasta tanto se recupere” le dan al hincha un protagonismo del cual se siente orgulloso. LA EXPLOSIÓN Y EL MORBO RIVER: Nunca nadie lo imaginó, pero finalmente ocurrió. River atraviesa lo que espera sea un viaje de un año, pero en el tránsito hasta llegar al final todo es venta asegurada. Su convocatoria es el hecho periodístico de cada fin de semana. La noticia permanente, cualquiera sea el resultado, con todo el posterior análisis, las especulaciones y las conjeturas a futuro son páginas de diarios y horas de radio

y televisión. La mirada morbosa del resto, consagrando ese mal tan argentino de “gozar más con la desgracia ajena que con el bienestar propio”, surge en cada fecha y con cada frustración. El doping mediático que se activa en los rivales cada vez que enfrentan al equipo de Almeyda, concientes de que una victoria, un gol o una actuación consagratoria son pasaportes a las tapas de todos los diarios del país, se hace visible en la intensidad con la que le ofrecen resistencia los oponentes. La llegada de River al fútbol del Ascenso, independientemente de cuál sea el final, transformó al campeonato en un fenómeno histórico e irrepetible. Tener a Cavenaghi, Domínguez o Trezeguet es “culpa” de River y, al mismo tiempo, la única posibilidad de ascenso como expectativa en el horizonte; y termina presionando hasta al más curtido. Como se puede apreciar, se trata sólo de algunas ideas. Pero sirven para reflejar un panorama. El fútbol de Primera es inestable, irregular, parejo y apenas discreto. La B Nacional vive un tiempo de esplendor, explotó en toda su dimensión y se llevó mucho más que la simple previa de todo lo que puede representar un excitante sábado por la noche.

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ARDE EL NACIONAL

“Los que estamos arriba en la B Nacional podríamos destacarnos en la A” Juan Antonio Pizzi no duda a la hora de referirse a las diferencias entre los dos torneos. Aunque aclara que a la Primera hay que valorarla, también dice que le gustan más los partidos de la categoría en donde juega Rosario Central, el equipo que dirige. Por PEDRO NESTA Y TOPO LÓPEZ

–¿Mirás mucho fútbol? –Sí, todo el día. No paro... Encima, con la cantidad de partidos que pasan por televisión, no tengo respiro: hay mucha variedad y veo de todo, partidos de Primera, de la B Nacional, los de afuera… La verdad, miro demasiado, je. –¿Qué te gusta de lo que ves? –Indudablemente, la referencia de cualquier persona que sepa que la pelota es redonda tiene que ser el Barcelona. Y después, lo más atractivo para el espectador creo que es el fútbol inglés. –¿Y de acá? –Acá es distinto, hay cosas que no encontrás en ningún otro lugar: la emoción del juego se vive tanto como la pasión que hay fuera del campo. Por una cuestión lógica, prefiero ver los partidos de la B Nacional antes que los de Primera; me gustan más, pero, claro, también tengo intereses de por medio. –¿Qué te sorprendió de la B Nacional? –Primero, las canchas: a pesar de que todavía nos topamos con algunas en malas condiciones y a veces se hace difícil

jugar bien allí, hay muchas otras que mejoraron notablemente. Y como los partidos se televisan, generalmente los equipos se motivan más, creo que el nivel de los jugadores se potenció por ese incentivo y porque ahora enfrentan a rivales del calibre de River, Central, Quilmes, Gimnasia e incluso Huracán, que no está en el lote de arriba pero tiene su historia. Lo más llamativo, igual, es la paridad que hay entre todos los equipos. Existen diferencias, por supuesto, no miente la tabla, pero dentro de la cancha casi nunca parece ser tanta. –¿Los que hoy están peleando por ascender serían protagonistas en Primera? –Sí, sin dudas. Los que estamos ahí arriba en la B Nacional también podríamos destacarnos en la A. –Pensar que cuando a River le tocó descender, muchos decían que debía reforzarse con jugadores del Ascenso porque las estrellas no iban a soportar los menesteres de la categoría... –Bueno, yo no era de los que pensaban así, todo lo contrario, y por suerte

este torneo se está encargando de desmitificar esa idea. No hay un prototipo de jugador de la A diferente al de la B; en todo caso, están los jugadores buenos, los malos y los regulares. Y para intentar jugar bien, el arma más importante es tener jugadores que lo hagan bien. Después, puede haber algunos factores en el mundo del Ascenso que lucen diferentes, como el tema de los viajes, la logística, estar mucho tiempo arriba de los colectivos... Pero dentro de la cancha, lo importante es tener buenos jugadores. –Igual, ésta es una B atípica... –Por un lado, River le dio una repercusión inédita, eso es innegable. Pero después no sé si es tan atípica; hay rendimientos muy parejos entre los cuatro equipos que estamos arriba y pudimos sacar una diferencia considerable. El campeonato pasado, Rafaela se había descolgado con bastante diferencia del segundo, Belgrano vino recortando desde atrás... –¿Vos sos de los que pensaban que River iba a estar cortado a esta altura del torneo?

Por ahí nosotros nos empezamos a confundir, creyendo que la prioridad era el esfuerzo, dejando de lado la búsqueda del talento y la iniciativa. Ahí empezamos a perder un poco nuestra identidad como fútbol argentino.

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–¿River? No. Para todos será difícil. Ninguno de los equipos que estamos arriba tiene ganados los partidos antes de jugarlos. Eso lo tengo claro por lo que viví desde que empezó el campeonato hasta ahora. Hubo resultados sorpresa que avalan lo que digo. –¿Eso hace más atractiva la B Nacional que la Primera A? –Puede ser, sí... Además, se da que hay equipos con más historia en la A que en la B Nacional, y esto ha coincidido con la llegada de jugadores que potenciaron la categoría. De cualquier forma, siempre hay que respetar más a la Primera División. Valorarla más. Aunque insisto: el nivel de la B levantó, por lo menos en esta temporada, con la presencia de equipos que históricamente jugaron más en Primera que en Segunda. –¿Cuál es tu búsqueda como entrenador? –La que tenemos todos, calculo. La de tratar de ser protagonistas y la de jugar con una intensidad alta, porque nosotros nos consideramos bien preparados para ejercer esa intensidad, para ser agresivos.

Y en base a eso vamos buscando los rendimientos individuales de cada jugador, que es lo que en definitiva nos permite superar al rival. Siempre con la intención de tener mayor control del juego y, fundamentalmente, de la pelota. –¿Le aportaste algún rasgo europeo a Central? –Los entrenadores tenemos que adaptarnos al medio en el que estamos. Si bien uno puede inculcarles algunas cosas, la esencia del fútbol tiene que ser la del país en donde estás. Incluso, a los entrenadores sudamericanos que van a Europa se les hace muy difícil tratar de exigir algunas cosas que acá son particulares; ellos tienen otra filosofía. Pero hay un factor común: la posesión y la intensidad con la que se debe entrenar para después poder ejercerlas dentro del partido. Eso es lo que más busco. –¿Qué no le sacarías nunca al futbolista argentino? –El sacrificio y la humildad que tiene para progresar. –¿Y la picardía, la gambeta?

–Eso se perdió bastante. O, en realidad, en Europa se emparejó ese tipo de habilidad que antes sólo les pertenecía a los jugadores sudamericanos. Y en estos últimos quince años nosotros hemos mejorado mucho en la parte física, en el esfuerzo. –Es decir, ¿ellos se sudamericanizaron y nosotros nos europeizamos? –Sí, totalmente. La cuestión es no dejar de tener una cosa para buscar la otra. Eso sí lo hicieron bien en Europa. Por ahí nosotros nos empezamos a confundir, creyendo que la prioridad era el esfuerzo, dejando de lado la búsqueda del talento y la iniciativa. Ahí empezamos a perder un poco nuestra identidad como fútbol argentino. –¿Se puede recuperar? –Pienso que sí. Los jugadores con los que me toca estar lo entienden. Pero la presión que hay en el fútbol argentino no se ve en ningún otro lugar del mundo, es incomparable. Eso te cierra la iniciativa que uno puede llegar a tener. Entonces, el entrenador pierde cuatro o cinco partidos y ya corre peligro su trabajo; el jugador

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tiene dos partidos malos y la gente lo insulta... Así se pierde la frescura para tener esa desfachatez a la hora de jugar. –Sonás a Van Gaal cuando hablás de iniciativa e intensidad. –Me gustaba mucho cómo trabajaba Van Gaal. La relación que él tenía con el club, con los jugadores, el profesionalismo que le ponía a todas las actividades que hacía, para el descanso, para el entrenamiento físico, para el trabajo táctico. Aprendí mucho a pesar de que tuve poca participación en su equipo. –¿Hace cuánto que no hablás con Guardiola? –Hace mucho. –¿Se agrandó? –No, no creo, je... Pero perdí cierto contacto cuando me fui de España. –Hicieron juntos el curso de técnico. ¿Ya le veías pasta? –Sabía que iba a ser entrenador, porque ya como jugador tenía un panorama por encima de la media, pero lo que jamás imaginé es que Pep llegaría a conseguir que un equipo juegue como lo hace

el Barcelona. En realidad, hace cinco años nadie se imaginaba que podía existir un equipo que juegue así. –¿Y te lo imaginás trabajando acá? –Tiene una capacidad enorme, eso es obvio, pero la verdad es que no me puedo imaginar a ningún técnico europeo en nuestro fútbol. No sé cómo podría soportar este tipo de presiones. Falcioni fue campeón con Boca y mirá los líos que tiene; Ramón Díaz no duró ni un cuarto de torneo; Madelón vive en la cuerda floja; y a Basile lo insultaron al segundo partido... –Vos naciste acá, pero te formaste allá. ¿Te costó adaptarte a esta neurosis futbolera? –Sí, un montón. De hecho, tuve un traspié apenas arranqué como técnico en Colón y me fui a otro país para tener más tranquilidad al trabajar y para regresar elegí un club que ya conocía; en cierta forma eso me da más paño para manejarme. –¿Y cómo se pelea desde adentro contra la locura de la “silla eléctrica”? –Es muy difícil porque no es algo del fútbol, es más bien un problema de la

sociedad, de los dirigentes. Además, así como digo que es muy difícil dirigir acá, a nosotros nos genera una ilusión y una adrenalina muy grande estar dentro de este ambiente. Ya es como una necesidad que tenemos. –¿Por todas estas cosas dudaste en agarrar a Central? –No, no. Para nada. Cuando me ofrecieron ser el técnico, la única duda pasaba porque estaba con mi familia en Chile. Después, estaba convencido de que armaríamos un buen equipo y de que vamos a ascender. Era un desafío muy lindo para mí y no me arrepiento para nada. –¿Cuánto envejeciste en estos ocho meses? –(Se ríe) Todavía no empecé, ahora se viene la parte más difícil. Es desgastante en serio, pero las cosas van bien y esperemos seguir así. Mi única preocupación es ascender y después se verá cómo sigue esta historia: al fin y al cabo, el fútbol es tan imprevisible que te lleva más para donde él quiere que para donde vos querés.

Pizzi junto a Pep Guardiola y Luis Enrique, compañeros en el curso de entrenador. 20 UN CAÑO | ABRIL 2012


Faltan los árboles

Desde Córdoba, y con el orgullo de ver hoy jugar muy bien a Instituto, nuestro compañero pinta las cosas del color que le dan años de relatos y de experiencias con y sin Ascenso. ¿Los de la A son prolijitos y los de la B unos atorrantes? Por OSVALDO ALFREDO WEHBE

A

los partidos de la B Nacional les faltan dos árboles. Para que los equipos se cambien ahí, estén tomando agua en el entretiempo bajo sus sombras y culminen luego del cotejo, con ese tercer tiempo en donde se habla del gol errado, de la atajada del 1, de lo que pega el 5 y, de paso, de cómo encarar a la morocha de la otra cuadra esa noche en el baile del club o el boliche. Un campeonato asombroso. Un delirio para los puristas, para los que hacen de la geometría y la aritmética dos cuestiones indispensables para ganar un campeonato. Y quien escribe esto es un amarrete formidable a la hora de jugar y querer que su equipo juegue. No perder, digamos, como premisa. Sin embargo, pareciera que si en un extenso patio se formaran los equipos de Primera A y de la B Nacional antes de entrar a clases, uno vería a los primeros encabezados por Boca, bien peinados, prolijos, sin charlar en la fila y hasta con el uniforme del cole bien limpito. Los de la B Nacional serían ciertamente indisciplinados. Central hablaría en la fila con Instituto y todos cargarían a River y harían sufrir a Gimnasia y Huracán. Quilmes les diría que le hagan caso a la preceptora, pero no tanto. Esa es la mirada sobre el fútbol de la Argentina en sus dos principales categorías que puedo ofrecer a partir de estar en las canchas de ambas divisiones cada fin de semana. Boca juega bien, lo sabemos todos,

sino cómo llegar a treinta y cinco partidos invicto. Pero para el relator es un embole manifiesto cada uno de sus partidos. Cuando se tomó un fernet y salió de “farra”, perdió con el Flu y con el Rojo. Debió haber ganado, es cierto. Pero perdió. Así que uno supone que el médico le recomendó volver a la dieta sana y sin riesgos. Boca es el parámetro de la Primera División. Los demás son parecidos, con algún “matiz Vélez” en algunos casos, o un “tono dramático descenso”, en otros. Si la bandera de la B Nacional es River, el despelote es manifiesto. Y más lindo juega La Gloria, y con el corazón en

la mano va Central. Pero para narrar los encuentros de la B quien les habla se abstiene de comer un pedacito de los sándwiches que traen los de prensa. No dan tiempo los partidos. Así, con exageraciones evidentes de mi parte en este comentario, pasan las categorías ante los ojos de un relator de viejos y nuevos Nacionales. Y levanto la mano fuera del recinto de AFA para que a la B Nacional le pongan los árboles de vestuario. Es su escenografía. Y lo hago fuera del ámbito de la calle Viamonte para no darles la idea y que los pongan. Porque seguro serían de plástico.

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Los once

Armar un equipo no fue fácil. Bajo la consigna de generar un seleccionado argentino, descartamos al uruguayo Píriz Alves y al francés Trezeguet, dos baluartes. Tampoco hubo lugar para Castillejos y Antonio Medina, de Central. Y se rompió Tellechea, de Quilmes. Perafán, figura de Defensa, podría haber sido el 1. Otros nombres para el fondo: Schunke (Ferro), Carli (Quilmes), Ferrari (Central) y Corvalán (Quilmes). Nos dolió no poner a Videla (Instituto). O a Cirigliano y Ponzio. Ni hablar de Caneo, de Quilmes. O de Encina y Lagos (Instituto). Valga una mención para los técnicos. Tanto Darío Franco como Ricardo Rodríguez, Matías Almeyda y Juan Pizzi sostienen una propuesta saludable, de juego leal y ofensivo que hacen más atractivo el espectáculo.

FERNANDO MONETTI CLUB: Gimnasia y Esgrima La Plata. EDAD: 23 años. LUGAR DE NACIMIENTO: La Plata, Buenos Aires. TRAYECTORIA: Debutó en Gimnasia, donde juega desde 2007. Se trata, a nuestro entender, del mejor arquero de la categoría con bastante margen. Ágil, de buenos reflejos y rápido para ganar el área, transmite seguridad en un equipo que sigue creciendo. Se consolidó como titular en reemplazo de Gastón Sessa cuando el equipo peleaba por la permanencia en Primera con Ángel Cappa como DT. Se ganó el puesto a fuerza de buenas actuaciones.

LUCIANO ABECASIS

ALEXIS FERRERO

CLUB: River Plate. EDAD: 21 años. LUGAR DE NACIMIENTO: Rosario, Santa Fe. TRAYECTORIA: Debutó en River, donde juega desde 2011.

CLUB: Huracán. EDAD: 33 años. LUGAR DE NACIMIENTO: Cañada de Gómez, Santa Fe. TRAYECTORIA: Debutó en Ferro, en 2000. Pasó por Racing de Olavarría, Atlanta, Tigre, Botafogo de Brasil, Colón y River. Llegó a Huracán en la actual temporada.

Sin dudas, el más destacado en un puesto que no tiene demasiados exponentes argentinos, ni siquiera jugando en Europa. Sólido en defensa, lo mejor de su repertorio aparece con sus proyecciones en ataque. Sabe cómo y cuándo pasar, tira buenos centros, no se complica con la pelota. No se entiende por qué Mostaza Merlo lo dejó libre antes de hacerlo jugar en Rosario Central, donde hizo las inferiores.

Voz de mando en la defensa de Huracán, Alexis está jugando como cuando era el jugador más destacado de River en Primera. Se lo ve firme y cómodo en la cancha, siempre bien ubicado y con oficio para anticipar y para quitar. Con su experiencia, ordena a sus compañeros.

OSVALDO BARSOTTINI

WALTER ZUNINO

CLUB: Instituto de Córdoba. EDAD: 32 años. LUGAR DE NACIMIENTO: C.A.B.A TRAYECTORIA: Debutó en Racing, en 2000. Pasó por Godoy Cruz, Defensores de Belgrano, El Porvenir, San Martín de Mendoza, Platense, Unión Española de Chile e Independiente Rivadavia de Mendoza. Juega en Instituto desde 2009.

CLUB: Aldosivi de Mar del Plata. EDAD: 30 años. LUGAR DE NACIMIENTO: C.A.B.A TRAYECTORIA: Debutó en Platense, en 1999. Tuvo un breve paso por Uruguay y por Italia. Jugó en Nueva Chicago, Instituto, El Porvenir, Olimpo, Atlético Rafaela y Gimnasia de Jujuy. Llegó a Aldosivi en 2011.

Es una roca. En el mano a mano no falla, cuenta con buen juego aéreo y capacidad para resolver situaciones complicadas en un equipo que -por buscar el ataque- muchas veces queda expuesto en el fondo. Ex Racing, el mayor recuerdo que había dejado en Avellaneda era una foto, sentado en la tribuna, en la que se lo veía justo enfrente de Néstor Kirchner. Desde entonces creció mucho como jugador. Se nota que está maduro.

Costó elegir un lateral por izquierda para esta Selección, pero Zunino se quedó con el puesto por jugar como lo hacían los 3 de antaño. Criterioso y cumplidor, lo mejor que tiene es su capacidad para sumarse al circuito de juego, ensanchando la cancha y multiplicando posibilidades en ofensiva. Además, nuestro ilustrador asegura que es un deleite dibujarlo.

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JULIO BUFFARINI

JESÚS MÉNDEZ

CLUB: Ferro / San Lorenzo. EDAD: 23 años. LUGAR DE NACIMIENTO: General Cabrera, Córdoba. TRAYECTORIA: Debutó en Talleres en 2006. Pasó por Atlético Tucumán y llegó a Ferro en 2011. San Lorenzo ya se lo llevó a Primera.

CLUB: Rosario Central. EDAD: 27 años. LUGAR DE NACIMIENTO: San Rafael, Mendoza. TRAYECTORIA: Debutó en River en 2004. Pasó por Olimpo, Boca y el St. Galen de Suiza. Estuvo en Central entre 2007 y 2009, volvió para jugar en esta temporada.

No está en la B Nacional, pero formó parte del torneo durante el tiempo suficiente como para integrar este equipo ideal. Es una máquina de correr: hace toda la banda y no descansa en todo el partido. A su dinámica, le agrega llegada y pase gol.

Central es su lugar: con el Canalla encontró rendimientos que no pudo repetir en ningún otro club. Es la clave para el equilibrio y el manejo en el mediocampo del equipo rosarino. Hace buena dupla en el doble cinco con Mozzo y raspa lo necesario –a veces, un poco más de lo necesario– a la hora de quitar.

CARLOS REARTE

ALEJANDRO DOMÍNGUEZ

CLUB: Defensa y Justicia. EDAD: 27 años. LUGAR DE NACIMIENTO: Ciudad de Córdoba. TRAYECTORIA: Debutó en Belgrano, en 2004. Pasó por Unión de Sunchales y Racing de Córdoba en el Argentino A. También estuvo en General Paz Juniors de Córdoba, en el Argentino B. Juega en Defensa en 2010.

CLUB: River. EDAD: 30 años. LUGAR DE NACIMIENTO: Quilmes, Buenos Aires. TRAYECTORIA: Debutó en Quilmes en 1999. Jugó en el Rubin Kazan y en el Zenit, ambos equipos rusos. Después de pasar por Valencia, regresó a River, donde había estado dos años entre 2001 y 2003.

Pieza fundamental en este Defensa y Justicia de ataque, es opción permanente para la creación de juego. Tiene buen pie, no le huye a la pelota. Cuenta con buena pegada, panorama y desequilibrio individual.

Difícil descubrir algo nuevo. Debe ser el hombre con mayor calidad en toda la categoría. Siempre para la pelota, levanta la cabeza, cuida la posesión. Tiene manejo, pase gol, categoría individual… También gol, aunque no le haya tocado anotar demasiado en el torneo. Su déficit, hasta ahora, es la facilidad para caer en las provocaciones de los rivales.

FERNANDO CAVENAGHI CLUB: River. EDAD: 28 años. LUGAR DE NACIMIENTO: General O’Brien, Buenos Aires. TRAYECTORIA: Debutó en River en 2001. Pasó por Spartak de Moscú, Bordeaux de Francia, Mallorca de España e Inter de Brasil. Regresó a River para jugar esta temporada.

PAULO DYBALA

Definidor exquisito de recursos múltiples, no necesita mirar dónde está parado para acertarle al arco, que tiene memorizado. Su ritmo goleador es impresionante. Sabe moverse sin la pelota y es siempre una amenaza en el área. Pero además sabe retroceder cuando no recibe la pelota limpia. Por algo hace una década fue goleador de un torneo de Primera.

La mejor aparición del fútbol argentino en los últimos tiempos. Es completísimo. Veloz, claro a la hora de definir, con manejo de las dos piernas, buena pegada –ha convertido goles de tiro libre-, capacidad para estar siempre bien ubicado… No durará en el ámbito local: se irá a Europa pronto. Hay que aprovechar para disfrutarlo.

CLUB: Instituto de Córdoba. EDAD: 18 años. LUGAR DE NACIMIENTO: Laguna Larga, Córdoba. TRAYECTORIA: Debutó en Instituto en 2011.

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ARDE EL NACIONAL

Sanata de Primera... B

Gran discutidor y hombre de largas reflexiones, nuestro compañero cantó “de ninguna manera” en la mesa de debate de la revista. Cuando la mayoría aseguraba que valía la pena clavarse seis partidos de la B y despreciar la mayoría del fixture de Primera, llegó la voz opositora. Aquí, los decididos argumentos. Por PABLO DE BIASE Fotos PHOTOGAMMA.COM

“Es una discusión de periodistas, sólo eso”, me repetía una y otra vez, intentando minimizar lo que, a mi modesto juicio, no es más que un eslogan antiguo, mientras no podía dejar de sentir que las cosas no encajaban, que los patitos no estaban correctamente alineados en la fila. Presuponiendo, claro está, que los patitos han de estar alineados en filas y no a sus anchas, tomando sol en pelotas donde más les plazca, en medio de la anarquía, la pérdida de sentido social y todos los temores que, día a día, el siglo XXI nos insufla cuando el realismo pesimista puede más que el voluntarismo optimista. Había una peligrosa inversión de sentido común que venía obrando por contagio en buena parte del periodismo deportivo, y de esa manga de optimistas entusiastas que le dan carnadura a la redacción de Un Caño (hasta donde sé, todos menos yo están de acuerdo con la postura forzadamente “lírica”). A mi modesto entender, no era una cuestión de perspectivas, del medio vaso vacío o lleno ni ninguna de esas pamplinas, ya que el vaso tiene tantos exactos centímetros cúbicos, lo consideres como lo consideres. Es que, en un punto, la realidad realmente existente se impone como sentido común sencillo o por prepotencia de la realidad abrumadora (en este caso, la cantidad de personas que grita los goles de Boca por entre los edificios), haciendo cimbrear una ciudad en

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la que el ex presidente del club nos escamotea hasta el azul de su pasión xeneize. Decir, entonces, que la B es más atractiva que la A es tan pueril y subjetivo como asegurar que mi vecina escribe mejor que Siri Hustvedt. Y pasa desde que, en algún momento, en las primeras fechas de la actual temporada 2011/12 de la Primera B Nacional, a alguien se le ocurrió decir que “por los nombres de las instituciones” (River, claro, pero también Central, Gimnasia, Huracán, Quilmes e Instituto), y por los delanteros de La Banda” que, como banda, vinieron a abultar con goles sus menguantes currículums de jugadores internacionales, la jerarquía de la B Nacional ponía en entredicho la de la propia Primera División. Y mezclando tomates con peras, en esa suerte de intolerable desprecio metodológico avant-garde del que se jacta el cuerpo principal de comunicadores criollos, la supuesta mayor

jerarquía del torneo inferior se veía expuesta en su atractivo y pintorescamente clásico juego, intenso, además, y mucho más picante en las áreas que el aburrido y “devaluado” fútbol de Primera División. Ante tamaños dislates, decidí ser la voz solitaria, la que representa a la mayoría de los hinchas argentinos, compuesta nodalmente por el increíble Boca Juniors, que rompe sus propios récords de popularidad, hasta sumando en parte réditos por las lágrimas de sus primos, que rompieron en desconsuelo antes de que el descenso estuviera formalmente decretado. He aquí los errores más comunes en que caen los defensores de lo imposible.

ERROR 1 Una nueva Libertadores lo perfilaría a Boca, según más de un analista de marketing deportivo, de cara a rozar el 40% de los hinchas totales para el 2015 (actualmente,

Los torneos de verano fueron una muestra: River se mató por ganar alguno de los dos partidos que Boca sobró con delanteros suplentes.


los distintos sondeos hechos para estudios de mercados ubica a los simpatizantes xeneizes en el primer lugar, con un 35% de los hinchas contra un 25% de River). Decir entonces que un torneo en el que no participa el equipo más popular –por lejos, por dónde y cómo se lo mida– es el más atractivo del país suena, cuanto menos, raro. Repito, sobre todo para los formalistas que nos aferramos a ciertas convenciones, la importancia de las mayorías, por ejemplo.

ERROR 4

clarecer los que esgrimen la “hipótesis de la belleza oculta del juego de las minorías ilustradas”. River -su autoflagelación colectiva que llevó a jugadores, cuerpo técnico, dirigentes, socios e hinchas a peregrinar hacia el abismo con fe de chiitas duros, esperando ver en instantes el paraíso con 70 vírgenes- es quien debe hacer su autocrítica, el que se fumó alegremente la historia del equipo más ganador en la Primera División. Jugar una Copa y

El tamaño de la pasión y el tamaño de las multitudes –reales y virtuales– juegan ecuaciones muy especiales que inhiben cualquier discusión seria más allá de que se cite a gente muy talentosa y ocurrente. Por caso, hay varias historias geniales de Fontanarrosa, como gran ejemplo, pero también de Juan Sasturain y, en menor medida, de Eduardo Galeano que nos ha-

el torneo a la vez, en el caso de los equipos más competitivos de Primera, implica la necesidad de mejor estado físico y futbolístico. Claro, no se pueden hacer lujos como los de Marcelo Gallardo en el picado de un country, ya que a veces ésa es la diferencia competitiva entre los nombres fuertes y algunos participantes de la B Nacional. Encima, lo que en la B Nacional se vive como un premio consuelo interesantísimo, en Primera y en la Copa Argentina sigue viéndose, sólo por hoy, como un lastre deportivo, un compromiso político.

cen dudar de cierto folclore de lo rústico (falso sucedáneo berreta de lo alguna vez “amateur”), que nos invitan, me parece, a lo que sabemos que en definitiva es un engaño. Alejandro Dolina, hombre de Caseros, cierra el debate con argumentos del alma del hincha del deporte del pueblo que son inapelables. “No –dijo Dolina hace unos años–, nunca sentí la tentación de los clubes de barrio o de pueblo. Yo soy hincha de Boca y, con todo respeto, la pasión por Boca es demasiado importante para andar compartiéndola con pasiones de segundo orden”.

ERROR 2 La confusión de peras con tomates hace que olvidemos que, salvo River, el combo famoso supo pasar unas cuantas temporadas en la máxima categoría de ascenso sin que nadie hablara, en otros tiempos, de que lo que de a ratos es pintoresco está ocasionado mayormente por falencias de la propia B. Por la falta de simetrías competitivas elementales entre muchísimos equipos, por caso. ¿O por qué será que a la hora de armar el seleccionado de la Primera B Nacional nos costó encontrar los nombres de cuatro defensores? ¿Por qué será que tantos delanteros de jerarquía (con cartel descendente) se afanaron por estar en La Banda? ¿Será por las facilidades que ofrecen defensas con desparejo (y en algunos casos, hasta piadosamente risible) estado físico? ¿Se imaginan a Trezeguet haciendo sus jueguitos frente a las defensas de Boca, de Estudiantes o de Independiente? ¿Sí? También se imaginan, probablemente, que la inmensa mayoría de las jugadas terminará en saque de arco o lateral para el que defiende. Los torneos de verano fueron una muestra: River se mató por ganar alguno de los dos partidos que Boca sobró, con delanteros suplentes y con la defensa hecha un muro para muchachos acostumbrados a defensores más “flexibles”. ERROR 3 “Si Belgrano le gano a River, dónde está la diferencia competitiva”, sostienen con más afán polemista que deseos de es-

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Que treinta años no es nada La nota se llamaba “El sábado es de los pibes” y fue escrita en 1982. Por entonces, los carasucias que lograban un gozo inesperado para el áspero torneo de la B eran cuatro. Con ellos, se daba cierto deleite similar al de estos tiempos: que en el Ascenso se viera buen fútbol. Por PABLO LLONTO

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ra un prejuicio casi inapelable: la Primera B era horrible, jugaban muy mal. Cronistas jóvenes, de hace tres décadas, no había euforia cuando nos acercábamos a las planillas en búsqueda de nuestro nombre y el partido que nos tocaba cubrir ese fin de semana. Aceptábamos con indeferencia la resolución y marchábamos con la carterita a cuesta, la Bic y la libreta rumbo al destino que nos habían deparado las famosas designaciones de partidos: el sábado, a ver ArsenalItaliano, o Español-Armenio, o Los AndesTalleres de Remedios de Escalada. Desde que el periodismo deportivo es periodismo deportivo, el sueño de todo cronista es regresar a la redacción con la libreta llena de anotaciones. Emociones, goles, tiros en el poste, jugadores de otro mundo. No había otra manera más sencilla y bendita de vencer al pánico de la hoja en blanco. Si teníamos un partido 3 a 2, o 5 a 4, nada sería más fácil que

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escribir cuatro carillas. Pero la Primera B era muy infeliz y fría. O al menos así nos habían dicho, y entonces potenciábamos aquella exageración. Todo era evidencia. Entonces teníamos las evidencias de los partidos de los setenta y los ochenta en la B: canchas malas, jugadores rudos, mucha polenta, mucha garra, mucho cero a cero, poco toque… De pronto, 1982. Mayo de 1982. La extravagancia y la falta de conciencia de hablar de fútbol mientras una guerra y una dictadura espantaban. Cuatro clubes de la B tenían figuras jóvenes que jugaban como estrellas de la A. Enrique Ezequiel Borreli, de Chacarita, Jorge Rinaldi, de San Lorenzo, Héctor Enrique, de Lanús, y Roberto Zárate, de All Boys. A este último le decían el Monito porque era el hijo del Mono Zárate, aquel puntero izquierdo que brillara en River y Banfield. Este cronista llegó a escribir –sobre el Monito– que era lo más parecido a Maradona que había dado

el fútbol argentino. Un despropósito del que no podemos arrepentirnos, porque nuestra memoria sería dura contra la sinceridad. Lo escrito, escrito está. Eran puro talento, los jovencitos. Todos menores de 20 años y conductores de sus equipos. Para la B de entonces eran poesía pura. Y envidia de los clubes de la A. Por eso, la nota que nos aceptaron los jefes de Deportes de Clarín cuando, junto con Julio Marini, propusimos destacar aquello que ocurría en la otra vida, la vida sin lujos del Ascenso. Estábamos tratando de decir lo mismo que Un Caño dice ahora sobre el campeonato de la B Nacional. Frente al desamor por la pelota de los domingos, los desfachatados jovenzuelos cometían el pecado de jugar con gambetas y maravillas en la división de los hachazos, los pisos destruidos y los pelotazos fracasados y a cualquier parte. Por un momento, el prejuicio quedaba sepultado. En 1982, en alguna parte del oscuro 1982, deseábamos ir a la B para verlos. El efecto de aquel cuarteto fue consolador. Ya no sufriríamos como quien es enviado a un campo de espinas cuando se nos “designaba” para la B. Estaba cualquiera de ellos para que el azar determinara si nos tocaba verlos. Los partidos, de pronto, cicatrizaron su mala fama. La codicia se apoderó de algunos de nosotros y, en el corral de los periodistas, pensábamos que ojalá nos tocase un partido de la B antes que ir a sufrir los domingos en un fútbol de Primera División que, post Maradona, sólo entregaba modestas pinceladas. Fue hace treinta años, cuando el extraño milagro de la insurrección de los talentosos logró que el prejuicio pagara las consecuencias. Y empezamos a sentir compasión por aquellos cronistas que marchaban a los domingos a escribir de la Primera A.


Lo atamos con alambre Ricardo Caruso Lombardi ha hecho de la austeridad un dogma, actitud muy seductora para economías de guerra. Picardía e histrionismo completan el legajo de un personaje que pasó en tiempo récord del anonimato al peldaño de gran líder especialista en emergencias. Por ALEJANDRO CARAVARIO

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odos recuerdan con ironía aquella famosa reflexión de Ricardo Caruso Lombardi: “A Messi lo pondría en el segundo tiempo”. Suena descabellado, es cierto. Pero no es que el entrenador desconoce o minimiza los quilates del gran héroe del Barcelona, sino que precisamente por eso lo preservaría. Lo utilizaría poco, digamos que lo indispensable para resolver los partidos. Comprendo a Caruso porque mi madre hacía lo mismo con la lujosa vajilla que le habían regalado para su boda. La exhumaba del envoltorio múltiple a prueba de sismos sólo en ocasiones especialísimas con invitados especialísimos. Y mientras desplazaba los platos humeantes o llenaba las copas prístinas como los ojos de la Virgen, el pánico empalidecía su rostro. En lugar de un agasajo, aquello era una tortura. Mi madre recuperaba el aliento cuando las frágiles reliquias regresaban al merecido reposo. Entonces la familia volvía a la vajilla cachada y percudida, que era, según aquella visión del mundo, lo que nos merecíamos. Aunque el fútbol le ha obsequiado una rápida movilidad social (cuando la gente empezaba a identificar su cara ya estaba dirigiendo a Racing) y los resultados favorables lo invistieron de un relativo prestigio, Caruso sigue razonando a lo pobre. Se resiste al dispendio, al riesgo innecesario. Al goce. Como si su educación hubiera sido la carestía de una guerra, el DT de Quilmes hace un dogma de la austeridad. Hace virtud de necesidad y por eso precisamente lo convocan. Porque con tres papas cocina un guiso para diez. ¿Qué meritos reúne Carusito? Buen ojo para potenciar futbolistas del segundo o tercer pelotón y habilidad para el parche, para atar con alambre y dejar presentable una casa en ruinas. Es un pícaro,

un pescador de oportunidades, que además aprendió a venderse y a desmentir la máxima del General, pues él recorre sin pudores el camino de regreso del ridículo. ¿Qué otro hombre devolvería una risa canchera, una mofa de clown, a los muchos que le dicen coimero? Sin otro credo futbolístico que el pragmatismo, que la verdad de los hechos y la renta de puntos, el Quilmes de Caruso puede meter siete goles o congelar un partido, someterlo a la vacuidad más exasperante como contra River. En cualquier caso, jugar bien significa ser vivo, tener la respuesta para cada circunstancia y alcanzar el equilibrio entre inversión y ganancia. En los tiempos que corren, el halo que rodea la figura de Caruso cotiza en alza. La oferta de racionalidad en la emergencia y de eficacia con recursos limitados suena a milagro. Por algo San Lorenzo, al borde de la superstición, tanteó el terreno para llevárselo y encargarle que co-

mandara el operativo salvación. Caruso es de la B, cierto. Por historia, por perfil. Pero seduce a los grandes que empiezan a embarrarse. Cuando se han perdido los remilgos, cuando caen las pretensiones aristocráticas debido a la sistemática refutación del presente (San Lorenzo, podría ser Independiente), Caruso se recorta, precisamente, como el plan B. El complemento actoral que a tantos irrita, que tantos leen como vanidad o cotillón tribunero, libera a los jugadores. El enemigo a putear, el que concentra todas las miradas de odio es ese petiso de comedia italiana que camina y gesticula, que actúa una vehemencia sin matices. Que adora las cámaras. Un personaje charlatán que sueña con el protagonismo creciente, con el centro de la escena. Y sin embargo, pese a semejante exposición, sabe fomentar el misterio sobre sus dones como líder y cerebro táctico. El aura que le da de comer.

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Toque, sudor y lágrimas

Es el entrenador del que se habla en la B Nacional. Ricardo Rodríguez, técnico de Defensa y Justicia, uno de los equipos que mejor juega, no es precisamente un abanderado del fútbol del tiqui-tiqui. Mezcla de pragmatismo e idealismo, busca un lugar en los domingos. ¿Es el Ascenso un momentáneo oasis? Por ARIEL SENOSIAIN Fotos PHOTOGAMMA.COM

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amián Rodríguez; Molina, Vales, Mayor y Olarán; Fernando Sánchez, Martín Romagnoli, Pizarro; Walter Paz; Bartelt y Bordi. Así formaba All Boys a fines de los ‘90, el All Boys de Ricardo Rodríguez. Cómo funcionaba, ya era otra historia: “Salíamos a jugar bien. Fue uno de los mejores equipos que dirigí. El Porvenir y el Talleres de Escalada que agarré muy abajo fueron otros. Y este Defensa y Justicia, claro”. El que lo recuerda es el técnico. Uno de los personajes particulares del Ascenso. El que juega los partidos al costado de donde se juega. El que los termina con la camisa lista para ser escurrida. “Por el sobrepeso, me sobran varios kilos, en verano o en invierno es lo mismo”. Cuando River descendió, el debate pasó a ser qué fútbol encontraría el gigante en su ocaso. Si podría adaptarse a algunos escenarios pintados cual circos romanos. O si iba a poder capear el mal aliento de rivales dispuestos a su minuto de fama. La realidad, otra vez, hizo exageradas las presunciones. Las ambiciones y el estilo de algunos equipos armaron partidos abiertos. Volvemos a

Ricardo el Negro Rodríguez: “por suerte para aquellos que somos del Ascenso, la B Nacional está jerarquizada por equipos de historia. River, Quilmes, Huracán, Gimnasia, Central le dieron otro color a esta categoría. Y hubo otros que nos animamos y nos prendimos. Pero Primera es Primera. Sigue siendo donde están los mejores jugadores. Si en la B Nacional no jugasen equipos de tanta historia, con Defensa tendríamos chances importantes de ascenso directo. En este contexto las dos plazas directas quedan reducidas a los de más historia, y nosotros debemos pelear para las dos de Promoción”. –¿Qué necesita un equipo para jugar bien? –Primero, que el técnico sepa a qué quiere jugar. Después, que elija jugadores para ese estilo. Y obviamente que los futbolistas estén a la altura. La elección de los técnicos es clave. Están los que prefieren un enganche, los de dos volantes de marca, los que ponen centrales como laterales. Yo prefiero jugármela. Desde hace una rueda entera pongo a Marcelo Benítez, enganche o volante ofensivo, de 3. Sé que voy a sufrir, pero también sé que

cuando tenga la pelota sabrá qué hacer. –¿Y qué es jugar bien? –Jugar bien es por lo menos pasarle la pelota a un compañero. Hay que agregarle concepto para una pared, una pelota en profundidad, una gambeta… Y la inteligencia para saber dónde hacer cada cosa. Yo creo en el jugador. Hago hincapié en la convivencia. Trato de generarle confianza, le doy libertad para jugar. Quiero que lo haga con alegría. Yo juego para ganar, y esto es por plata y prestigio. Pero no deja de ser un deporte en el que generalmente gana el que mejor juega. –¿Qué respondés cuando te recuerdan que todavía no pudiste coronar las formas de tus equipos con un título? –Que estoy tranquilo, que ya llegará. Que como jugador supe lo que es dar una vuelta olímpica. Y que si nunca se me da, me quedará el recuerdo de haberlo intentado y que alguna vez nos divertimos. –¿Preferís ganar 4-3 o 1-0? –Prefiero 4-3. Entiendo que otros técnicos pueden estar más cómodos con sus equipos cerrados. Yo prefiero salir a jugar. Y si me hacen goles, tendré la semana para corregir los errores. No se puede

“Primera es Primera. Sigue siendo donde están los mejores jugadores. Si en la B Nacional no jugasen equipos de tanta historia, con Defensa tendríamos chances importantes de ascenso directo”.

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quitarle al fútbol el espacio del error. Ganar está bárbaro; habiendo convertido varias veces, mucho más. Después del agónico 1-0 de Defensa a Gimnasia en el Bosque platense, Pedro Troglio disparó que “varios se hacen los enamorados del buen juego y se la pasaron haciendo tiempo”. La prédica, supuestamente, quedó de lado. Rodríguez responde: “No fue tan así. Lo que pasa es que perder sobre la hora te deja vacío. Yo no los mando a demorar”. –¿Hay algo que no le permitas a un jugador? –La mala fe: un codazo, un planchazo, una trompada. Para muchos no es tan importante En esa temporada 97/98 ganamos el Fair Play con All Boys; no se enteró nadie. –¿Cuáles fueron los mejores jugadores que dirigiste? –Hice debutar a Lavezzi con 17 años. Martín Romagnoli y el Pescado Walter Paz no pueden faltar. Así como algunos de este Defensa: Rearte, Piriz Alvez, Bustamante. –¿Cómo creés que terminaría Defensa y Justicia en el torneo de Primera? –Entre el 8º y el 12º puesto. Si jugara más de un año, quizás mejor; en la primera temporada, en ese lote. –¿Hay espacio para las corrientes futbolísticas entre los técnicos del Ascenso? –Se perdió eso, no sólo en el ascenso. Los técnicos ya no respondemos a escuelas como menottismo o bilardismo. De mí pueden decir que quiero hacer jugar a mis equipos como quiere Menotti, pero yo tengo presente lo que vi del Estudiantes de Bilardo del ‘82. Ernesto Duchini me dirigió de pibe, Juan Carlos Lorenzo me subió a Primera, tuve a Osvaldo Zubeldía en el San Lorenzo campeón y en España conocí a Luis Aragonés, clave para haber partido la historia del fútbol de ese país: antes era sangre, hoy es fútbol. –¿Qué ves en los jugadores cuando pedís que salgan jugando y que arriesguen? –Al jugador le gusta que le pidan que salga de lo común, que intente. Claro,

necesita tenerse confianza y creerle al entrenador. Después, tampoco es tan distinto hacerlo en una categoría o en otra. Hay campos de juego en excelente estado, ayudan. Sí hay que perfeccionarles los movimientos. Con el jugador del Ascenso hoy ocurre lo mismo que con los jugadores de Primera: los técnicos tenemos que hacer docencia. La formación es distinta. De chico yo me la pasaba jugando a la pelota, hasta que se apagara la luz;

cambiaba las zapatillas. Y digamos que así como los juego dentro de la cancha, también tuve que jugar algunos partidos afuera. –¿Resultado? –Perdí la mayoría, algunos por goleada. Siempre tuve potencial como técnico pero necesité muchos años para ser reconocido. Quizás pude haber llegado antes. Pero me faltó estabilidad. Hoy puedo decir que estoy enfocado.

ellos tienen otras distracciones. No está mal, que se diviertan. Pero antes aprendíamos cómo pararla, tocar o pegar más temprano. Eso hace que haya cambiado la generalidad del futbolista argentino. Salvo Messi y Agüero, no veo los cracks de otras épocas; sí muy buenos jugadores, obvio. –¿Sufriste cuando no dirigiste? –Mucho. Tuve un flash de más de un año sin trabajar y la pasé muy mal. Por un lado, en lo económico: siempre tuve para comer, pero nunca me sobró, y en ese momento estaba complicado. Lo defino vulgarmente: me cuesta mucho oler a pata. Me hace acordar a cuando no me

–¿Soñás con la Primera o te gusta el costado romántico del Ascenso? –Me encanta la B Nacional y me encantaron las otras categorías. Pero sueño. ¡Cómo no! La remé, llegué a estar mal. Me hicieron dos by pass. La comida, el estrés, el cigarrillo... Lamentablemente, no puedo dejar de fumar. Pero mi viejo no tomaba ni fumaba y falleció a los 73 años. El que decide es el de arriba. Yo me siento bárbaro. En la vida diaria tengo que aflojar un poco, hacer más actividad física. Y en lo laboral, seguir metido. Espero que me lleguen rápido los domingos. Creo que el destino me lo tiene prometido.

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Nostalgias de sábados de súper futbol A remover los pliegues de la memoria. Veamos, pregunta para todo el mundo: ¿grandes equipos de la B de todos los tiempos? Si le cuesta, aquí tiene una página de ayuda armada por nuestro querido apasionado por la historia. Por ALEJANDRO FABBRI

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arece ser un lugar común decir hoy que el juego de la Primera B Nacional es mejor que el torneo Clausura 2012, o que en toda la temporada se han visto partidos más emocionantes en la Segunda División que en la máxima categoría. Las opiniones de los últimos días están teñidas por una situación anómala: la presencia de River Plate en el Nacional B. El traumático e histórico retroceso del club más ganador de nuestro fútbol transformó la categoría al punto de fomentar el regreso del público visitante a los estadios y lograr que la abrumadora mayoría de los partidos sean televisados en directo por la televisión. River asegura multitudes en cualquier cancha y un ingreso de dinero extraordinario para los equipos que lo reciben en la extensa geografía del campeonato. ¿Eso significa que se juega mejor? La participación de clubes populares como Rosario Central, Gimnasia La Plata, Quilmes, Huracán, Instituto y Ferro Carril Oeste le ha dado un marco de gran atractivo al torneo que es el único que es el único que otorga dos ascensos y dos

promociones. Por esa razón, el incentivo es grande y la lucha parece ser sin cuartel entre cuatro equipos, por lo menos por ahora. Instituto ha desplegado un juego ambicioso, con un técnico como Darío Franco que quiere atacar en todos lados y ha liderado el torneo por muchísimas fechas, aguantando el asedio de River, reforzado con jugadores de experiencia y éxito como Ponzio y Trezeguet. Los dos juegan bien, se lucen casi tanto como Defensa y Justicia, el simpático cuadro de Florencio Varela que ha tenido a mal traer a muchos pero, por distracciones defensivas, no tiene los puntos que merecen sus intenciones ofensivas. Quilmes es un típico equipo esculpido por Ricardo Caruso Lombardi, duro atrás, batallador en el medio y travieso adelante, que da pelea en cualquier cancha. Los hombres de Rosario Central tienen gol y buen juego, pero a veces los nervios y la presión de la multitud los excede. Parece estar entre cuatro las chances mayores de ascenso, aunque todavía falten jugarse más de 36 puntos.

La historia del torneo de Primera B Nacional arrancó en 1986, y en ese primer campeonato –jugado por 22 equipos a dos ruedas–, el humilde Deportivo Armenio arrasó con todos los pronósticos. Demolió a sus rivales con un esquema tradicional y una gran efectividad. Fue prolijo, intenso, muy concentrado y ganó por escándalo: estuvo 34 fechas invicto, goleó a varios candidatos y obtuvo un reconocimiento que hasta hoy se mantiene. Armenio cosechó 62 puntos (84 con la nueva puntuación), algo impresionante. Quedó en la historia con José Ubeda, los hermanos Luis y José Villarreal, el goleador Maximiliano Cincunegui (24 tantos), el esfuerzo del resto y una yapa: jugó la liguilla contra Boca Juniors en 1987 y consiguió empatarle 2-2 el partido en La Bombonera. Entre aquellos equipos de la nueva categoría también brilló el Huracán de 1989/90, que sacó ventaja con Sergio Saturno, Victor Delgado, el Turco Mohamed y Ángel Herrero, un cuadrado talentoso y goleador. Para 1994/95 hubo tiempo para fijarse en un gran equipo, que excedió

Silva y Acosta tiraron tantas paredes que fueron “los albañiles” para siempre. Empezaron en la B y la siguieron en la A (Lanús 1964).

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largamente la categoría: dirigido por dos hombres de la casa como Miguel Ángel Russo y Eduardo Luján Manera, Estudiantes hizo 65 puntos –que hubiesen sido 92 con el nuevo conteo–, dando clases de fútbol refinado y ofensivo con los jóvenes Juan Sebastián Verón y Martín Palermo, más Rubén Capria, Luis Ernesto Sosa, Juan Manuel Llop y José Luis Calderón, entre varios grandes jugadores más. La cosa se fue emparejando y los torneos se fueron modificando. No era común que un cuadro del Ascenso tuviese semejante plantel de estrellas, algo que quizás haya repetido River en este campeonato, y pocos más... En cambio, la historia de la vieja Primera B supo tener equipos que convocaron multitudes e hicieron del buen fútbol un culto. Tal vez la época más goleadora en la categoría haya traído varios cuadros para el recuerdo en estas líneas. Los años cuarenta mostraron campañas excepcionales de Gimnasia en 1944, Tigre en 1945 y Banfield en 1946. Para dar un ejemplo de la potencia ofensiva que había en la época: los cinco primeros de la tabla en 1945 superaron los 100 goles en esa temporada (Témperley hizo 129, uno más que el campeón, Tigre). Hay que buscar los recuerdos de buen fútbol en la aparición de varios cracks del fútbol sabatino que rápidamente subieron al fútbol grande. Entre 1940 y 1965 se destacaron los representantes de la escuela santafesina, Unión y Colón, permanentes animadores de los sábados hasta que subieron en dos años de diferencia a la A. En Rosario se lució Central Córdoba, dueño de los aplausos y las aprobaciones de todo el periodismo nacional, no solamente cuando eclipsó a Platense, Chacarita y Quilmes en 1957 y salió campeón, sino cuando llenaba fecha a fecha su estadio Gabino Sosa entre 1972 y 1976, con un equipo en donde se lucía al famoso Tomás Carlovich, un mediocampista central que era un compendio de lujos, talento y capacidad. Bien rodeado por Mainonis, Cas-

sinerio, el Bocha Forgués y dos punteros como Sullivan y Ampoli, el equipo charrúa provocó un terremoto de buen fútbol en el jerarquizado fútbol de la ciudad. Aquel Central Córdoba campeón de 1957 tuvo un buen émulo en el Nueva Chicago de 1958, con una delantera que aún hoy se menciona en Mataderos y aledaños: Dacquarti, Calandria, Julio San Lorenzo, D’Ascenso y Casanova. Chicago fue subcampeón de Ferro (donde se destacaba el joven arquero Antonio Roma) y metió 85 goles en 34 partidos, algo hoy inalcanzable. Como los 86 tantos que

Eran años de bonanza y de grandes futbolistas: nacieron en la B sesentista jugadores como Mario Zanabria, Victorio Cocco, Orlando Medina, Néstor Borgogno, Néstor Togneri, Néstor Scotta, Juan José De Mario, Delio Onnis, Carlos Veglio, Christian Rudzky, Héctor Arregui, Gerónimo Cacho Saccardi, Marcelo Moreno y, más acá en el tiempo, infinidad de buenos futbolistas surgidos del Ascenso. Los campeonatos eran apasionantes, durísimos y generalmente la condición de local se hacía sentir casi siempre. El juego exquisito fue quedando lejano en

hizo el espectacular Banfield de 1962, repleto de grandes futbolistas como Roberto Zárate, el Nene Maidana, Luis Suárez, Oscar Calics y el Toro Norberto Raffo. En aquellos años comenzaron a destacarse dos jugadores de Lanús, que bajó en 1961 y regresó en 1965 a Primera: el paraguayo Bernardo Acosta y el fino Manolo Silva, que convocaban a su gente a fuerza de tirar paredes en cualquier lado. Tiraron tantas que fueron “Los albañiles” para siempre. Empezaron en la B y la siguieron en la A.

el tiempo, porque las figuras y los futbolistas de mayor futuro se iban yendo a destinos más prósperos. Y el aburrimiento nos ganó a muchos, más allá de la omnipresente ilusión del ascenso. Ahora, con River en la B –algo que no sucedió con San Lorenzo ni con Racing–, hay un retorno del mejor juego que encabezan los Millonarios con Instituto, Central y Defensa y Justicia. También lo había practicado Deportivo Español en 1984 y el propio Central en 1985. Fueron los últimos destellos de la vieja B.

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Sobreviviendo

Uno es el director periodístico del sitio web Sentimiento Bohemio, creado en 1999, y además es licenciado en Psicología. El otro es nuestro cronista enviado a Chacarita-Atlanta, el día en que la barbarie de un sector de la hinchada funebrera confirmó que los restos del nazismo perduran en la sociedad. Por GASTÓN GELBLUNG Y EDGARDO IMAS Foto ALEJANDRA SOLÍS

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a acostado en el diván, en pocos segundos las palabras comenzaron a salir solas. El estrés postraumático muchas veces es peor que la situación vivida, donde la adrenalina y el instinto de supervivencia hacen que todo lo racional que uno tiene quede relegado en algún sector con poco uso del cerebro. Lo bueno de poner todo en palabras es que ayuda a que afloren esas preguntas que se resisten a salir a luz en lo cotidiano, que cuestionan hasta tu propia identidad e historia, y el lugar actual que le toca a uno, como un pequeño engranaje más, cómplice de una maquinaria perversa, aceitada e indestructible. En este caso hablo del fútbol, de nuestro fútbol. Es ir a hacer una crónica periodística y terminar en un caos sin ley, con momentos donde hasta una probable muerte se presenta en la cara, y que continúa con dos horas de sitio en un pequeño vestuario. Luego, enfrentar con la cabeza gacha las recriminaciones de la familia y contar con vergüenza ante amigos lo sucedido para quedarse sin respuesta ante la pregunta: “¿para qué carajo vas a esos partidos?”. En épocas donde todo se cuestiona y se rompen paradigmas, el fútbol sigue intacto como hace treinta años y va por más. El hit de esa tarde negra en San Martín: “el que no salta es un jabón”, entonado a viva voz por niños de diez años de la mano de sus padres; otro hit cantado una semana antes por otros padres e hijos en Villa Crespo: “qué feo es ser de Chaca y boliviano”. Los intercambios y opiniones en el nuevo circo romano, las redes sociales; los sólidos vínculos políticos de los barras agresores y su consecuente impunidad y las risas de burla de los pasivos policías lo explican: nada va a poder cambiar. Hay sólidos argumentos para sostenerlo. Cuestionar cosas del fútbol es ser para muchos un tira-bombas, es romper códigos, es decir lo que no se debe. Insólitamente, nadie puede negar, fuera 32 UN CAÑO | ABRIL 2012

del ámbito del fútbol, qué significa Julio Grondona. La mayoría tampoco anda por la vida con palos y piedras intentando pegarle a todo aquel que piense diferente o tenga otra camiseta. Pero parece que en el fútbol todo se habilita y se justifica. Y ahí entran los roles. Los que juegan a ser barras, a ser dirigentes y a ser periodistas. Todos compran un personaje. Todos juegan y se divierten, hasta que tiene que ejercerse el rol y, entonces, sin el verdadero oficio de esos títulos, se vacila. Y ahí es cuando buscar la excusa es lo mejor para depositar en terceros todo aquello que pueda transformarse en pregunta propia. Esto se ve más claro en un hincha promedio. “Grondona es un corrupto”, pero si nos recibe y podemos sacar ventaja, está muy bien, porque eso es “tener presencia en AFA”. José María Aguilar y Mario Israel hundieron a uno de los clubes más grandes del mundo, tienen causas penales abiertas, pero, claro, si ahora merodean por Villa Crespo, alguna tajada podremos sacar. Todo se justifica por ver a Atlanta en Primera, ¿no? La misma lógica, la misma mierda. A propósito, ¿y si el partido hubiera sido en Villa Crespo y los agredidos hubieran sido de Chacarita? Por suerte, nunca lo podremos comprobar. Mientras tanto, todo es descartable, y todo se justifica. Lo que pasó en San Martín es el epílogo de un capítulo, que es parte de un libro, el de la hipocresía del fútbol, el de la mierda del fútbol, del que todos somos parte. De ese ámbito donde dejamos de ser todo lo que somos para transformarnos en hinchas con ley, códigos y lógica aparte, diferentes de la vida real, cuando estamos de civil viviendo nuestras vidas. Es un libro que no tiene final y que se sigue escribiendo. Cuando se mata la pasión del hincha, es muy difícil que el fútbol pueda vivir, al menos el fútbol que muchos soñamos; y el domingo, en San Martín, murieron muchas pasiones, esas pasiones que ya venían tambaleando por la cornisa.



Hacia Londres 2012

Una leona lanzando el martillo

Pasaron muchos años para ver a una argentina en una final de un Mundial de Atletismo. Jennifer Dahlgren marcó 72,70 metros en Taegu, Corea del Sur, y se proyecta como una atleta con chances serias de protagonismo en Londres 2012. Sus experiencias mientras vivió en los Estados Unidos. Su comparación con los entrenamientos en casa. En definitiva, la vida de los deportistas sacrificados y menos conocidos. Por TOMÁS RODRÍGUEZ COUTO

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espués de años de vivir fuera de casa y sufrir el desarraigo, hoy el martillo y el CeNARD la acompañan todos los días. Con 28 años –que cumple el 21 de abril–, Jennifer Dahlgren es parte del presente y futuro del atletismo argentino. De técnica pulida, se destaca por su prolija aceleración a la hora de lanzar. Como muestra, empezó el año con un lanzamiento que la ubicó entre las diez mejores del mundo por tercer año consecutivo, siempre con la mira en el torneo más importante. –¿Cómo te trata el año olímpico? –Es un circo. La atención a los medios es sorprendente y también es lindo entrar en programas de apoyo y patrocinios que no se existen en otros años. Ayuda mucho en la preparación olímpica. En otros años algún que otro fanático me reconoce en la calle una vez por mes, y hoy me pasa una vez por día. Es muy raro, no estoy acostumbrada. Es una locura… No lo había vivido, pero es lindo porque esa gente que tiene mil cosas en su vida se toma el tiempo de parar para desearte suerte. Te hace sentir el apoyo. Y la presión hay que manejarla. Mis expectativas son más altas que las que cualquiera tiene de mí, y mi mayor

crítica soy yo. La otra opinión que cuenta es la de Marcelo (N de la R: Marcelo Pugliese, olímpico en 1996, 2000 y 2004). La gente quiere que a uno le vaya bien, y hay que usar eso para sentirse mejor. En 2004 y 2008 yo estaba en Estados Unidos y me llamaba uno cada tanto, nunca viví un año olímpico acá. Pero hay que saber manejarlo y no cambiar la rutina. A 8.000 kilómetros de Buenos Aires, Dahlgren se recibió de profesora de inglés, pero también compitió para la Universidad de Georgia, con su pros y sus contras, que muy bien se encarga de recalcar: “a nivel institucional, tienen gimnasios de millones de dólares, muchos martillos nuevos, pero se quedan en su circuito universitario o nacional y en sus propios conocimientos. No abren su mente a otras técnicas. Marcelo, en cambio, charla con otros entrenadores, y después se ve si los ejercicios se pueden incorporar o si cierran en la metodología. Así uno va creciendo y no se queda estancado en lo que sabe o cree que sabe. Allá todos los implementos son espectaculares, pero eso no significa que, teniendo menos, acá no se pueda entrenar bien. Un ejemplo: como necesitamos martillos de cuatro kilos y medio que no se pudieron con-

seguir, agarramos pesitas de plomo y las unimos al martillo. Quedan buenísimas. Los resultados serán iguales o mejores”. –¿Tanta diferencia hay? –Marcelo está conmigo en todos los entrenamientos. Eso te marca muchísimo para corregir. La planificación es otra. Antes yo pensaba que entrenaba mucho pero cuando hice la primera pretemporada con él no me podía ni mover. En el primer torneo de 2009 ya lanzaba 73 metros. En Estados Unidos entrenaba con un grupo grande de chicos y no había tanta atención. Daba el 100%, pero me doy cuenta de que hacía otra cosa. Dahlgren valora como pocos el tener un guía con tanta dedicación hacia ella. Pero fuera de lo deportivo, su vida hoy también resulta ser positiva. Muy “familiera”, nunca terminó de adaptarse a la idiosincrasia que implica vivir en el país del Norte: “me recibí el 11 de mayo de 2008 y el 12 me estaba subiendo al avión. En 2001 me tuve que ir de Buenos Aires cuando estaba muy instalada. Cuatro meses antes del viaje me nombraban a los Estados Unidos y me ponía a llorar. Extrañé muchísimo, mi vida entera fue un desarraigo muy grande porque nunca viví cinco años en el mismo lugar. Extrañé todo ese tiempo lejos

“Como necesitamos martillos de cuatro kilos y medio que no se pudieron conseguir acá, agarramos pesitas de plomo y las unimos al martillo. Quedan buenísimas. Los resultados serán iguales o mejores”.

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de mis primos y tíos. Cuando volví fue un golpe anímico positivo. Si bien mis papás siguen allá, yo estoy mucho más contenta acá. Y eso se nota en mis entrenamientos. Además, la relación con mi entrenador ya no era la misma. Tenía su forma de ver las cosas y a mí no me cerraba. Acá, en el gimnasio, cuando no hay barras o discos se comparten, aunque se trate de deportes individuales. Allá puede haber veinte tarimas libres, pero te echan porque le corresponden a otro”. –¿Tu décimo puesto en el Mundial del año pasado fue un antes y un después? –Como experiencia me sumó mucho. Era mi cuarto Mundial y me pesaba no haber llegado antes a una final pero, sabía que lo podía lograr. Hacerlo me alivianó bastante. Más tarde, en Berlín, también estuve con estadio lleno enfrentando a cuatro que habían hecho el record mundial; por suerte, ahí hice mi mejor marca del año. Uno tiene que sentir a favor la adrenalina que brinda la gente en el estadio. En el Mundial disfruté la competencia, ya estaba ahí. Ahora quiero entrar en la final y después buscar un poco más. Quiero estar entre las ocho mejores, pero para eso tengo que estar entre las doce que clasifiquen el 8 de agosto. Es un espectáculo vivir un Juego Olímpico. Pero estando tan cerca del objetivo, la concentración es otra. Atenas y Beijing me sirvieron como aprendizaje porque uno crece mucho en cuatro años. Un mes antes voy a estar entrenando en Barcelona para no tener distracciones. El primer paso importante fue hacer una buena pretemporada; la segunda parte será hacer un buen año competitivo y llegar a Londres para sumar en positivo en las planillas y también en la mente. No importa lo que lanzaste la semana anterior. Importa lo que tirás ese día. –El sexto puesto de Germán Lauro en el Mundial de pista cubierta muestra que el abanico se abre. ¿Qué se está haciendo para que el atletismo coseche resultados? –Lo mejor para todos es que el nivel en conjunto vaya creciendo. Toledo es un caso excepcional, con un talento terrible. En general es una camada bastante joven que incluye a Braian, a Germán Chiaravigio y a Rocío Comba, entre otros. Todo

esto se debe a la pasión por el deporte, somos casos de mucho esfuerzo. Acá nadie te regala nada: si no te esforzás, no te salen las marcas. En general, salimos de los colegios, pero ahora la Secretaría de Deporte tiene su escuela de atletismo y es bueno que puedan venir de todo el país a estudiar y entrenar. Es un gran paso. El crecimiento de un deporte también se da a través de importantes logros. Ojalá que,

después de vernos a nosotros, los chicos se puedan involucrar en el atletismo. En mi especialidad, las que vienen atrás son bien jóvenes, de las categorías Menor o Juvenil. Ojalá sigan en la disciplina y me corran hasta que termine mi carrera. Sirve mucho que me persigan desde atrás. Como yo, que a nivel mundial no tengo nada que perder: voy persiguiendo a las de arriba y cazando una por una sin miedo.

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Su lugar en el mundo

Cuando Marcelo Bielsa eligió dirigir al Athletic Bilbao, muchos pensaron que se trataba de otro signo más de su excentricidad extemporánea. Sin embargo, la celebración de público, prensa y jugadores ante cada victoria de su equipo y, sobre todo, la desdramatización ante cada derrota parecen fabricadas para satisfacer a un entrenador de alta exigencia moral. Por PABLO CHEB TERRAB

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l problema cuando uno se refiere a Marcelo Bielsa es que la simpatía –o antipatía– que genera el personaje termina opacando cualquier posibilidad de un análisis más o menos serio acerca de su trabajo en la cancha. Sus detractores se aferran a la eliminación argentina del Mundial 2002 como si fuera la muestra última del anti-fútbol, el estigma fundamental de la soberbia, el fin de la civilización y la imposibilidad permanente de discutir cualquier cuestión relacionada con la capacidad del técnico. Dicho en criollo: no lo perdonan. Sus admiradores, en cambio, son un poco más edulcorados y un poco más inexplicables, porque en general no encuentran los cimientos de su admiración en una estructura futbolística propuesta, sino en la ética inobjetable de un señor que consideran educado, inteligente y trabajador. Habla bien, no da exclusivas, atiende a todos en sus conferencias de prensa. Entonces hay que bancarlo. Ahora, la pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué hay que bancarlo? ¿Por qué, en todo caso, hay que oponerse a él? ¿Qué ganamos con esa dicotomía? ¿Qué tiene que ver su indiscutible entereza moral con su forma de parar a estos muchachos en la cancha? ¿No se puede poner la lupa sobre el juego de un equipo que –a veces, por favor, digámoslo también, a veces– presiona en defensa, toca en ataque, se asocia en el medio, explota lo mejor de sus jugadores, genera situaciones y da espectáculo? Lo que pasa es que a un tal Guardiola, parte de los admiradores edulcorados, se le salió la cadena y afirmó: “estamos en presencia del mejor entrenador del planeta”. Salvo que estuviera mirándose al espejo, estaba exagerando. Pero claro, venía envalentonado después de una demostración brillante del Athletic Bilbao frente al poderoso Manchester United. El establishment del periodismo deportivo argentino –siempre alerta para improvisar opiniones sobre temas acerca de los cuales ignora casi todo–

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aprovechó la hazaña de la Europa League y se lanzó a halagar desmedidamente al rosarino. Para hacerlo, desarrolló una serie de medias verdades y mentiras completas para exagerar un poco el mérito del DT. Bielsa, como siempre, fue el que eligió mejor las palabras: “una cosa es jugar bien y la otra es jugar bien seguido. Una cosa es ganar y la otra es ganar seguido. Nosotros precisamos lo segundo”. La primera estupidez que se esgrimió después de la gesta bilbaína en Manchester, fue que Bielsa se hizo cargo de un “equipo chico” de España. Por historia, por hinchada y por presupuesto, esa afirmación no puede ser más falsa. Alcanza con echarle una miradita al historial de títulos y finales que ha disputado el club para desmentirlo rotundamente: se trata de una camiseta de tradición ganadora. A lo sumo, se lo podrá considerar un grande caído en desgracia. Nunca un equipo chico. Digamos: no es el Napoli de Maradona, que no sabía lo que era ganar un campeonato. No es el Nottingham Forest de Brian Clough, que estaba en Segunda y terminó levantando la Copa de Europa. Es el Athletic, karajo, tiene más Copas del Rey que el Real Madrid. Segunda mentira institucionalizada: el técnico tomó a un mal equipo, sin jugadores conocidos (algunos se dignaron a decir: excepto Llorente), de flojos antecedentes, y lo transformó en un conjunto brillante que sabe a lo que juega y está lleno de figuras. Cabría aclarar en este punto que el Athletic finalizó en el sexto lugar de la liga de España la temporada pasada –lo que le permite estar jugando una competencia europea, por otra parte– y fue finalista de la Copa del Rey en 2010. Todo eso lo logró con un técnico bastante avaro en sus planteos futbolísticos, como Joaquín Caparrós. Y el tema de los futbolistas ignotos… Bueno, quizás alcance con decir que Llorente, Iraola y Javi Martínez ya


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eran parte de la selección de su país cuando el Loco se calzó el buzo del equipo. También Amorebieta, convocado a seleccionados juveniles españoles, estaba por convertirse en internacional del seleccionado de Venezuela. Pero Bielsa sí tiene su mérito. El Athletic, restringido en sus formaciones porque sólo juega con vascos y con hombres criados en el club, comenzó a sentirse menos que los gigantes de Europa desde que se terminaron de abrir las fronteras con la ley Bosman. Su filosofía, terca y orgullosamente limitada, se convirtió en una herida narcisista. Todo equipo era una Selección, menos ellos: la diferencia de nivel era demasiada. De pronto llegó un argentino que los hizo volver a confiar. Y la supuesta inferioridad se convirtió en orgullo: “miren, logramos esto a pesar de…”; “llegamos a esto y lo hicimos aunque…”. Además, el entrenador supo leer la situación del plantel con el que contaba. De Marcos e Iturraspe, por ejemplo, que prácticamente no tenían minutos en el primer equipo, pasaron a ser titulares y a transformarse en piezas importantes para el funcionamiento colectivo. Ellos, junto a San José y Ander Herrera (refuerzos para el equipo en esta temporada), terminaron convocados para la Selección sub-23, armada de cara a los Juegos Olímpicos. Otro juvenil, Iker Muniain, contó con su primera oportunidad en la Mayor. Bielsa decidió que De Marcos se repartiera con Susaeta la banda derecha, para hacer su aporte en ataque y ayudar en la recuperación al áspero Iturraspe. También logró que Muniain –quien ya era uno de los tres mejores jugadores del plantel– brillara un poco más retrasado y un poco más tirado a la izquierda de lo que jugaba con Caparrós. El equipo, en general, cambió su forma de entender los partidos: busca el arco rival sin especular nunca. Nunca. El Loco también hizo “la gran Mascherano” con Javi Martínez, habitualmente mediocampista, ahora reconvertido a defensor central. Su oficio y su quite dieron buenos resultados en una defensa que –por la voluntad ofensiva del conjunto– muchas veces queda parada con pocos hombres, a veces mano a mano con los atacantes. En rigor, también es mérito del técnico la permanente proyección de los dos laterales. Iraola tiene criterio, manejo y sorpresa por derecha. Aurtenetxe (tampoco jugaba con Caparrós) ensancha la cancha en ofensiva y cumple con cierta regularidad en su puesto. Es innegable que el Athletic tiene momentos de buen juego, aunque para ser sinceros ese brillo casi siempre se da en ataque. Contra el Manchester, por ejemplo, salió todo y salió bien. Se

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juntaron los buenos, tuvieron tranquilidad y abandonaron ese vértigo que a veces los traiciona. Rotación, oferta de pase, triangulación, paciencia, asfixia al rival... Igual, perdieron los partidos siguientes en la liga. ¿Y saben qué pasó? Nada. El mundo mediático no hizo escándalo ni atacó al rosarino ni habló del fracaso de su gestión. La tribuna no lo insultó, se fue de copas. Durante la Copa América del año pasado, Gerardo Martino remarcó una similitud entre Bielsa y el chileno Manuel Pellegrini, a su entender los dos mejores entrenadores de Latinoamérica. En aquel momento el Tata estaba dirigiendo la selección de Paraguay, y en su discurso solamente se dedicó a destacar lo obvio: los dos técnicos que él admira conducen equipos de segundo orden mundial. Pellegrini está en el Málaga. Bielsa, en Athletic Bilbao. “Evidentemente, entendieron algo que nosotros todavía no descubrimos. Saben algo que no sabemos”, reflexionó Martino en aquel momento. Efectivamente, Bielsa eligió su destino con mucho cuidado. Descartó una oferta del Inter y se instaló en el País Vasco para que, unos meses después, el mundo hablara de él, de su equipo y del fútbol que mostraron sus jugadores durante dos partidos. El silencio posterior a sus derrotas legitima de alguna manera su elección de club y explica al menos un poco la duda de Martino: el Loco logró hacerse cargo de un plantel en un entorno que valora las victorias y no dramatiza la derrota. Piensen un segundo en el Real Madrid: dos partidos sin ganar y se arma un escándalo de novela. El Athletic pierde y la vida sigue. El Loco, probablemente sin darse cuenta, aterrizó en ese maravilloso sitio donde se valora su trabajo, donde se aman sus declaraciones, donde su ecléctico discurso es sinónimo de cultura y donde un resultado no derriba un proyecto. Perder es una posibilidad, a veces la más grande. En ese contexto, el modo es lo más importante (si vamos a perder, hagámoslo con clase) y ganar es una consecuencia honrosa, es una fiesta. En ese sentido se parece más a la Selección de Chile que a la de Argentina, cuya permanente sobreexigencia había hastiado a un autoexigente de la primera hora. Ganarle al Manchester United o entrar en una final de Copa del Rey significa reconstruir confianza y refundar una filosofía que muchas veces generó dudas, justamente por falta de identidad. Bilbao no se decepciona con derrotas, sino con la traición a las convicciones. Cuesta encontrar algún punto del planeta más adecuado para esa enfermedad particular que profesa Bielsa desde su amor al fútbol.



Ser (o no ser) bielsista

¿Qué tienen en común el Athletic Club de Bilbao y la Selección argentina que arrasó en las Eliminatorias para el 2002 y en el Mundial explotó como el Challenger? El entrenador. O, mejor dicho, el apellido del entrenador. Por CHRISTIAN COLONNA

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ue levante la mano el que no tenga un amigo bielsista y después de los duelos con el Manchester United no lo haya chicaneado: “viste lo que es Bielsa, ahí tenés, ¿cómo puede ser que no te gusten sus equipos?”. ¿Por qué un entrenador de fútbol, ¡un entrenador de fútbol!, es capaz de generar semejante antinomia? Como es fútbol, todo puede ser. A unos les puede gustar un equipo y a otros, no. Aunque ahora hay una nueva corriente a partir del campeonato que Boca ganó por robo: algunos opinadores creen que un equipo es bueno o malo de acuerdo a los puntos que consigue y a los que les saca a los demás. ¿Análisis? ¿Y eso qué es? Para el que escribe estas páginas, un equipo bueno es un equipo que te emociona, que te brinda algo (una victoria no buscada no cuenta), que te deja partidos en la memoria. Por ejemplo, mientras se redactan estas líneas, Estudiantes le acaba de ganar 2 a 1 a Argentinos y, a la espera de otros

resultados, es el puntero del Clausura. Sin embargo, detrás de ese triunfo no hay absolutamente nada para destacar. No estamos del lado de los tibios que no eligen una manera de buscar los triunfos. A la mayoría, mientras se gane, la forma le parece irrelevante. Si algún mérito tiene Bielsa, que los cuenta de a montones, es precisamente el de elegir una manera de jugar. Sin embargo, llega el momento de entrar en un debate más profundo (siempre teniendo en cuenta que estamos hablando sólo de fútbol): ¿La Selección argentina de Bielsa elegía los mismos métodos que ahora elige el Athletic de Bilbao de Bielsa? Rotundamente, no. ¿Y eso hace a Bielsa mejor o peor? Para nada. Lo hace diferente. Por eso, los bielsistas de aquella época ahora no pueden (como poder, pueden, claro, pero...) sacar chapa porque al Athletic le vaya bien. Simplemente, porque Bielsa, manejándose como se manejó siempre, nunca fracasó ni fracasará, aunque en la

literalidad de la definición del verbo, la Selección haya fracasado en el 2002. Bielsa, en Bilbao, se hizo amigo del fútbol elaborado. En el Athletic, para ir en busca del arco rival, vale jugar para atrás. El Athletic sabe que mientras más toques tenga una jugada, más destartalado quedará el equipo rival. El Athletic es un equipo horizontal que sabe cuándo acelerar, cuándo cambiar la marcha para sorprender. La Selección, en cambio, era un equipo vertical y por momentos chocador. Lógico: a mayor velocidad, más complicado es manejar la pelota y, sobre todo, las decisiones que se toman. Por supuesto, los intérpretes tienen mucho que ver. Pero eso no es algo que Bielsa pueda usar como coartada para defenderse por la forma de jugar de la Selección, por la sencilla razón de que el técnico podía elegir al futbolista argentino que quisiera (tampoco creemos que tenga que defenderse de nada). Fue él el que eligió a Simeone, el Piojo López, el Kily González

En el Athletic, para ir en busca del arco rival, vale jugar para atrás. El Athletic sabe que mientras más toques tenga una jugada, más destartalado quedará el equipo rival. El Athletic elabora el fútbol.

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y Zanetti por encima de Aimar, Saviola, Gallardo y Riquelme. Probablemente, en esta nueva aventura, a Bielsa lo ayude tener un plantel reducido, un razonamiento que aportó el amigo Federico Ladrón de Guevara. Ya en Chile, ante la abundancia de buenos jugadores, el argentino no siempre eligió al mejor. El Athletic, en cambio, tiene un muy buen equipo pero no un muy buen plantel. Cuando hay recambio, se notan las costuras. Bielsa lo sabe, y por eso mueve el equipo poco y nada. ¿Cómo no lo va a saber Bielsa, si antes de aceptar el desafío miró dos veces todos los partidos del Athletic de la temporada pasada? Ya por eso, y por muchas cosas más, Bielsa merece un reconocimiento. ¿Alguien cree que Eduardo Acevedo o Leonardo Astrada, por nombrar a los dos últimos técnicos que asumieron en equipos de Primera, sabían de los jugadores de Banfield o Argentinos como Bielsa de los del Athletic? Ni hace falta responder, ¿no? Y Bielsa, por suerte para él, tampoco tiene mucho margen de maniobra con el mercado de pases. Ya se sabe que en el Athletic sólo pueden jugar vascos o descendientes de vascos. Curiosamente, esto hace más meritorio el presente del entrenador argentino. Por ejemplo, por nombrar a un técnico indiscutible, Guardiola arma una sinfonía, sí, pero con los mejores jugadores del mundo. ¿Y qué pasa si Bielsa no gana la Europa League o la Copa del Rey y, además, no se clasifica para un torneo continental para la temporada que viene? Pues nada. Qué va a pasar. Gana uno solo. Y los que pregonan, y no se cansan de hacerlo, que del segundo nadie de acuerda o que el segundo es el primero de los perdedores, son los que destruyeron el fútbol y hacen de Bielsa una rara avis. Hoy en día, habrá diez técnicos en el mundo (veinte como muchísimo) que son capaces de imprimirle un sello a un equipo. Así como se la reconocía a aquella Selección

argentina (¿quién es capaz de reconocer a qué juega la de ahora?), se lo reconoce al Athletic. Como al Barcelona, la U de Chile, el Bayern Munich, Vélez, o Nacional de Medellín, por citar equipos que se pueden ver por las pantallas argentinas. Entonces, si en Bilbao no se festeja ningún título ni una clasificación europea, siempre quedará el recuerdo de un inolvidable 2 a 2 contra el Barcelona bajo la lluvia, o esos dos bailes, de ida y de vuelta, al Manchester United. Justamente, otro detalle más que diferencia a este equipo de aquella Selección. Cuando ganaba Argentina era porque pasaba por encima de sus rivales. Cuando gana el Athletic es porque baila a sus adversarios (cuánto más lindo es lo segundo que lo

primero). Y, a veces, ante tanto poderío ni siquiera eso le alcanza. Como fue el caso del partido en el Bernabéu: el Athletic hizo lo que quiso durante el primer tiempo, pero sólo metió un gol y lo pagó. El Real Madrid goleó 4 a 1. En al menos tres partidos, los hinchas vascos lograron emocionarse con su equipo. Parece poco, es muchísimo. Porque lo que queda de un equipo de fútbol es el recuerdo de alguna tarde o alguna noche. Mientras más sean, mejor habrá sido ese equipo. Y hasta el 2002, de la Selección de Bielsa se recuerda que le ganó a varias potencias europeas como visitante, pero cuesta quedarse con un par de partidos históricos. El Athletic, en cambio, ya los tiene. Y le quedarán para siempre.

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“Me da miedo que pueda desaparecer”

Decir Pedro Catalano es lo mismo que decir Deportivo Español. Sin embargo, el club que llegó a tener 30 mil socios quebró y ahora lucha por sobrevivir como Social Español con apenas 400 socios. El arquero récord le cuenta a Un Caño sus sensaciones y el paso a paso de la decadencia. Por DIEGO PAULICH Fotos MAXI FAILLA

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edro Catalano fue símbolo de los mejores momentos de Deportivo Español, club que estuvo a punto de desaparecer y hoy se transformó en Social Español. Pasó casi toda su extensa carrera en el Gallego (llegó en 1976 y se fue en 1994), para luego dejar la actividad profesional a los 44 años en Arsenal. Aunque para encontrar sus inicios en el fútbol grande de la Argentina hay que remontarse a cuando tenía 21 años y despuntaba el vicio de la pelota en sus ratos libres en la zona sur del conurbano bonaerense disputando torneos amateurs, mientras se ganaba el mango como supervisor en una fábrica metalúrgica. Allí fue que lo descubrió gente de Atlético Campana (hoy Villa Dálmine), en las cercanías de su Avellaneda natal, y le ofreció sumarlo a su plantel, que por aquel entonces competía en Primera C: “para mí fue toda una aventura. Nunca había hecho Inferiores y tuve la posibilidad de ir a jugar a un equipo profesional. Encima, al quinto partido ya era titular”, recuerda aquella época de mediados de los ´70. Pero claro, nadie podía asegurarle cuánto duraría esa vida de futbolista, entonces el empleo en la industria seguía en pie: “fue un sacrificio enorme,

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se me complicaba para ir a entrenar. Iba una semana sí y una semana no porque tenía turnos rotativos de trabajo, y para llegar me tomaba colectivo, subte y tren; hasta dedo llegué a hacer. Por suerte, el esfuerzo rindió sus frutos y formé parte de uno de los equipos más recordados de Campana, que es el del ´75, que logró el ascenso a la Primera B. –Y también sirvió para que lo contratara Deportivo Español... –Sí. La verdad es que en ese momento Español era un grande en su categoría, pero más que nada me seducía la posibilidad de estar cerca de Buenos Aires; de poder jugar acá y no tener que viajar tanto. En ese momento recién nacía mi hijo y quería estar con él y con mi señora. –¿En algún momento imaginó lo que Español iba a significar en su vida?

–De entrada, no. Después, con el tiempo, me fui quedando y terminé pasando los mejores años de mi vida. Español para mí significa todo. Prácticamente viví toda mi carrera deportiva acá, me dio la posibilidad de que me conozcan en el fútbol, mi hijo tenía seis meses cuando llegué a este club y se crió acá.... El club representa mucho y lo llevo muy adentro del corazón. –Su carrera avanzó conjuntamente con el crecimiento del club. ¿Cómo llegó a estar como está hoy? –Cuando llegué, Español estaba en la C y en el club no había prácticamente nada. No había árboles, sólo tenía una piletita en el fondo y nada más. El estadio tenía una sola platea de treinta metros y ni siquiera había campo de juego. Yo viví todo el crecimiento, estuve cinco años en la C, cinco en la B y después pude ser parte de los años más

“Yo viví todo el crecimiento, estuve cinco años en la C, cinco en la B y después pude ser parte de los años más gloriosos cuando estuvimos en Primera”.


gloriosos, cuando estuvimos en Primera. Salimos segundos en un par de oportunidades, jugamos copas internacionales, fuimos protagonistas muchas veces y hasta hubiéramos jugado Copa Libertadores si no fuera por el sistema de clasificación que había. Ahora, ¿cómo se llegó hasta acá? Creo que se equivocaron en sacar a tantos jugadores históricos de golpe, empezaron a traer a muchachos con mucho nombre pero que quizá no estaban para el momento del club, gente a la que se le prometió mucho dinero y después fue imposible pagarle. Con algunos técnicos pasó lo mismo, y así el club terminó en la quiebra. –¿Cómo fue ese momento de la quiebra? –Fue terrible. Ver el club cerrado era

una desolación total. El día que entré a la cancha me puse a llorar, no podía creer lo que veía, todo el club estaba destrozado. La institución estaba herida, pero herida mal. Ahora por lo menos tenemos este pedazo, yo digo que estamos como en Alemania, divididos por un muro, pero por lo menos podemos seguir disfrutando del estadio y de un lugarcito donde los chicos de Inferiores pueden entrenarse y crecer en el club. –¿Cómo vivió ese momento? –Me acuerdo principalmente el día del partido con Vélez en el ´98, cuando descendió. Fue un dolor muy grande. –Pero perdió dinero en la quiebra de Español, ¿no? –Sí, perdí muchísimo dinero porque quedé abrochado con unos documen-

tos post convocatoria que obviamente nunca se levantaron. Todo lo que había juntado para mi retiro. Era lo correspondiente a dos años de contrato que no me los habían abonado, más otras cosas… Era un montón de plata en dólares. –¿En algún momento estuvo enojado con el club? –No, nunca tuve resentimiento porque supe que fue una cuestión de los dirigentes y no de la institución, entonces traté de separar las cosas y por eso sigo viniendo acá y disfrutando de la gente, que me trata de maravillas. Además, gracias al fútbol pude comprar algunas cosas y vivo; no estoy salvado ni mucho menos, pero vivo. –Prácticamente todos los años que estuvo en Español convivió con Fran-

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cisco Ríos Seoane, un personaje polémico. ¿Qué opinión tiene de él? –Fue polémico porque era un tipo muy frontal, una persona que no andaba con vueltas, decía las cosas que decían todos pero él lo hacía en lugares inadecuados. Acá en el fútbol a veces la gente es muy careta, cuando les preguntás a los jugadores dicen que nunca escucharon hablar de incentivación y sin embargo todos sabemos que esas cosas pasan. En cambio, Ríos iba sin anestesia, no te lo mandaba a decir por nadie, venía él y te lo decía en la cara. Pero de lo que no tengo dudas es de que este club fue lo que fue gracias a él. Desde que llegó, el crecimiento fue vertiginoso: hizo la cancha, la pileta olímpica, el gimnasio… Logró que en este club se practicaran todas las disciplinas y que compitieran en primer nivel. Eso, guste o no, nadie lo puede discutir, y si no hubiera sido por Francisco, quizás este club hubiese estado como hoy desde hace rato. –Pero también fue acusado de administración fraudulenta. –La verdad es que del crecimiento del club puedo hablar porque lo viví, lo vi con mis propios ojos. En cambio, cuando empezó la decadencia yo ya es-

taba afuera y, por más que siempre me informaba, no es lo mismo. Yo lo que digo es que sé muy bien quién hizo todo esto, pero no sé quién lo destruyó. Acá pasaron muchísimas cosas y una persona sola no pudo haber sido culpable de tamaño despropósito, no alcanzaba con uno para destruir semejante monstruo que era aquel Español que llegó a tener casi 30.000 socios y hoy apenas tiene 400. –De Español pasó a Arsenal de Sarandí, el club de la familia Grondona. ¿Cree que Julio debe seguir al frente de la AFA? –Me parece que estar tanto tiempo en el poder no es bueno. Desde hace rato tendría que haber dejado el lugar, pero no porque tenga algo contra él, sino porque me parece que después de tantos años hay que darle paso a otros dirigentes, más jóvenes, con otro ímpetu, otras ideas. En su momento, Julio hizo muchas cosas buenas, pero en el plano futbolístico hoy Argentina no pesa para nada, entonces quisiera a otra persona para llevar las cosas adelante. –¿Con quién era más fácil negociar, con Ríos Seoane o con Grondona? –Ríos no era una persona fácil pero

ARQUERO RECORD

Desde el empate 0 a 0 con Gimnasia y Esgrima La Plata en el Bajo Flores el 27 de junio de 1986 hasta el 29 de noviembre de 1994, cuando Deportivo Español cayó 3 a 1 ante Ferro en el Monumental, Pedro Catalano no faltó nunca. Esos 333 partidos lo convierten en el futbolista que hasta el día de hoy jugó la mayor cantidad de encuentros consecutivos en Primera División en un mismo club.

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tampoco era difícil, mantenía la palabra y era muy hábil con los números; era muy difícil pasarlo. Pero Julio te intimidaba mucho más porque era el presidente de la AFA. Cuando me senté a negociar con él para llegar a Arsenal, más que una negociación fue una imposición. A partir de los primeros días de este año Catalano volvió al club de sus amores como entrenador de arqueros del cuerpo técnico de Manuel Maddoni, acercado por un gerenciamiento que finalmente no acordó condiciones antes de llegar a la Asamblea. Golpeados, los hinchas transitan por una desidia institucional que llevó a que en los últimos seis meses hayan pasado tres presidentes, y ahora la apuesta es un nuevo grupo empresario que realizó una propuesta para hacerse cargo del fútbol, una de las pocas salidas que quedan; el llamado a elecciones anticipadas es la otra alternativa, aunque no sobran los líderes. –Hablemos de la actualidad, ¿cómo regresa a Español? –Desde hace rato venía teniendo conversaciones con la gente del club, querían que viniera, pero el club no contaba con ningún tipo de presupuesto. Después apareció esta gente del gerenciamiento y Maddoni me convocó. Más allá de que estuve trabajando como técnico, esta tarea de entrenador de arqueros me gusta y lo hago con mucho placer. Ahora que se fue el gerenciamiento, no sé qué va a pasar. Yo firmé contrato con el club, conozco bien la problemática que tiene, y aparte es un lugar en el que me gusta trabajar, es mi casa. –¿Cree que sin el respaldo de estos empresarios el club podrá hacerse cargo de su contrato? –No lo sé, pero estoy dispuesto a sentarme a charlar. Pasa que no aparece nadie. Durante la semana, el club está vacío. Y hoy por hoy acá no hay ningún tipo de recurso, no hay una moneda. Desde hace quince días que no tene-


mos agua caliente, el cuerpo técnico de fútbol juvenil se fue y los chicos tenían que volverse a sus casas porque no tenían con quién entrenar. Ahora les estamos dando una mano nosotros, pero la verdad es que pareciera que es el gerenciamiento o el caos porque en el club ni siquiera hay unidad. –¿Pero hay sectores que rechazan esta idea? –Si alguien se niega me parece bárbaro porque está en todo su derecho, pero que acerque alguna solución, porque acá no se trata de decir que no y nada más. Cuando entramos al club, abrimos una oficina y había un perro muerto, imaginate lo que era esto... Las canchas no se podían usar por lo alto que estaba el pasto, y la gente que vino

se hizo cargo de todo eso sin saber si iban a recuperar el dinero. –¿Lo asusta el futuro del club? –Por supuesto, me da miedo que pueda desaparecer, es un momento muy complicado y nadie sabe qué va a pasar. Es necesario que se defina rápido porque encima los jugadores no están bien y tenemos que sacar la mitad de los puntos. –¿Hay posibilidad de recuperar la parte del club que hoy pertenece a la Policía Metropolitana? –No creo, ya hicieron todo lo que se podía y del otro lado ya construyeron. Esta parte que hoy tiene el club está en comodato por veinte años y el tiempo pasa muy rápido. Una vez que se acomode un poco el club habrá que ver

si se puede retomar las charlas con la gente del Gobierno de la Ciudad, pero está a la vista que Español fue castigado muy duramente. –En Comunicaciones está pasando algo parecido. ¿Sigue el tema? –Sí, es similar y también me preocupa bastante. Los clubes siempre son de los socios y creo que la AFA, el Gobierno o alguien debería protegerlos. También es cierto que se le dan muchas manos pero los dirigentes siguen gastando más de lo que tienen y no sé hasta que punto es lógico que otras entidades tengan que salir a salvarlos. Pero pienso que, por la función social que tienen los clubes, no deberían pasar por lo que pasó Español, o por lo que está pasando Comunicaciones.

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UN CAÑO INVESTIGA

Por GUSTAVO VEIGA Fotos PHOTOGAMMA.COM

La vidriera del cambalache

Un informe de la Defensora Adjunta de la Ciudad de Buenos Aires nos muestra que la prevención sobre la violencia en las canchas es una payasada, y que a nadie le importa lo que ocurre en los estadios. Incapacidad, desidia y señales de corrupción en los controles confirman que, a la hora de hablar, hablan todos, pero a la hora de hacer hay una tremenda ausencia.

E

l fútbol argentino cuenta sus muertos como la barra brava que los mata cuenta sus entradas de favor. Según las estadísticas de la ONG Salvemos al fútbol, son 261 las víctimas. La última es Aldo Barralda, del grupo Las Antenas, de Nueva Chicago, fallecido el 31 de enero pasado. Esas cifras en perpetuo crecimiento son el habitual pasamanos al que se aferran los periodistas que siguen el fenómeno cuando intentan buscar un por qué. Los sociólogos o antropólogos interesados en el tema encontraron un paradigma en eso que definieron como la cultura del aguante. Capas geológicas de rituales violentos, de combates celebrados por hinchadas que construyen de esa manera su capital simbólico. En ese enorme campo fértil se naturalizan hechos y conductas que hoy todos (o muchos) aceptamos como parte del folclore futbolero. Desde concurrir a una cancha donde miles de personas se apretujan para entrar por una puerta, tolerar que los baños sean chiqueros, que las grietas de una tribuna nos sugieran la posibilidad de un derrumbe o que la Policía cobre por una cantidad de efectivos que no se presentan.

Estas situaciones no se cuestionan porque a menudo no derivan en muertes. Sólo invitan a citar aquello que sostenía Dante Panzeri: “el fútbol argentino es el más obsceno en su círculo multitudinario”. Una mujer, Graciela Muñiz, defensora adjunta de la ciudad de Buenos Aires, recorrió entre 2010 y 2011 distintos estadios de los diferentes equipos que juegan los torneos de la AFA con el propósito de relevar irregularidades. Encontró de todo porque se hizo pasar como una espectadora más. El valor de su trabajo de campo radica en que no asistió a las canchas como funcionaria, sino que lo hizo acompañada por sus colaboradores “como hinchas comunes, para así palpar lo que tienen que sufrir todos los fines de semana las personas que deciden ir a ver cualquier partido de fútbol”. Sus investigaciones y pedidos de informes posteriores forman parte de un expediente: la actuación 5556/10. En detalle, Muñiz va describiendo errores, vicios y miserias de una burocracia futbolística que tuvieron como punto de partida una muerte, la de Walter Paz, hincha de River fallecido el 5 de septiembre

de 2010 en el estadio de Vélez. En ese episodio comprobó que la víctima se descompensó en la tribuna visitante, que no hubo un sistema de postas de emergencia que lo socorriera y que permaneció en el lugar hasta que se vació. Cuando lo intentaron reanimar en la enfermería de la platea Sur, el joven había fallecido. La defensora le mandó un pedido de informes al club local y otro a la AFA. Del primero, recibió como respuesta un escrito de la empresa Duke Emergencias Médicas; y de la AFA, la planilla del partido firmada por los jugadores y el árbitro. Una burla. Muñiz dice que la muerte de Paz la llevó a empezar la pesquisa para realizar su extenso informe que ahora Un Caño da a conocer. El partido en que más anomalías observó su equipo de trabajo se jugó el 12 de junio del 2011: Nueva Chicago 2-Brown de Adrogué 1. Constató una sola boletería habilitada, que la mayoría de los hinchas ingresaba sin entrada delante del control policial, que un menor cayó de un paraavalanchas, fue cargado y llevado hacia fuera del estadio sin personal médico o de enfermería que lo asistiera y que el Fernet con Cola era la bebida más común entre

Se tomaba como algo normal que los clubes hayan recibido menos efectivos policiales de los pagados (en River-Atlético Tucumán hubo 350 efectivos ausentes, en Boca-Racing faltaron 376 y en San Lorenzo-Unión, 150.

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los habitantes de la tribuna local. De los pedidos de informes posteriores que redactó la Defensoría apenas se obtuvo un dato consistente. Lo dio la Agencia Gubernamental de Control de la ciudad: los nombres de los dos médicos a cargo del operativo sanitario y la explicación de que, al no hacerse presentes en el lugar donde fue herido el chico, los hinchas se hicieron cargo de su traslado. De milagro no se repitió lo mismo que con Walter Paz. All Boys 3-Tigre 3, el primer encuentro que relevó el equipo de la Defensoría el 2 de octubre de 2010, arrojó que la salida de la popular local no tenía buena visibilidad y la gente bajaba al tanteo cuando se retiraba. ¿Puerta 12? El mismo día, los colaboradores de Muñiz se presentaron en Atlanta 4-Nueva Chicago 0 y comprobaron un problema semejante. La mala señalización de los accesos. Además, se arrojó pirotecnia en exceso que la Policía no detectó en el cacheo. Una semana después, la cita fue en Huracán 1-All Boys 1. Las grietas a la vista de la tribuna

visitante y la ausencia en el sector de una ambulancia o posta médica resultaron las comprobaciones más preocupantes. La defensora elevó otro informe a la Agencia Gubernamental de Control, y la respuesta que le dieron fue que la popular contaba con una habilitación provisoria. En dos partidos jugados en la cancha de Defensores de Belgrano (contra Los Andes y contra Acasusso), Muñiz cuestionó cómo cacheaba la Policía Federal: “A uno de mis asesores lo revisaron, al otro no; uno ingresó con un mp3 en el bolsillo de la campera”). En otro estadio del Ascenso, el de General Lamadrid, se verificó que “las puertas de ingreso se abrieron cinco minutos antes de que comenzara el encuentro, no se observó personal del club que contara los tickets en la puerta del ingreso local, no hubo bomberos ni ambulancias en los alrededores y desde la tribuna local arrojaron una zapatilla que el juez de línea corrió rápidamente hacia un costado como si nada hubiera pasado”. Más folclore, menos seguridad.

Con la muerte del hincha de San Lorenzo Ramón Aramayo, producida el 20 de marzo de 2011, la defensora se dio cuenta de que debía poner otros recursos en juego. Con Liliana García, la mamá de Daniel, el joven asesinado por barrabravas de Morón y Tigre en la Copa América de Uruguay 1995, se puso a disposición de Mabel, la viuda de Aramayo. Hizo pedidos de informes a la AFA, la Agencia Gubernamental de Control porteña y la por entonces flamante Unidad de Prevención de Violencia en los Espectáculos Futbolísticos (Ucpevef), a cargo del abogado y especialista en seguridad deportiva, Juan Carlos Blanco. “Las respuestas fueron de lo más variadas”, comenta el informe. La AFA volvió a mandarle la planilla del partido y una fotocopia de la reunión extraordinaria del Comité de Seguridad en el Fútbol. O sea, nada que ofreciera indicios concretos de una muerte. La Ucpevef, que depende del Ministerio de Seguridad de Nilda Garré, y la Agencia

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Gubernamental de Control porteña enviaron datos contradictorios, según revela Muñiz: la Comisaría 44 dijo que había dispuesto de 750 efectivos, la Unidad a cargo de Blanco, 842; la planilla de novedades médicas nada informaba sobre la muerte de Aramayo y sí sobre las heridas recibidas por un agente de la Federal, y tampoco había mención alguna a los proyectiles arrojados al campo de juego que impactaron en el arquero de San Lorenzo, Pablo Migliore. Otra vez la naturalización de la barbarie. No por risueño, lo que pasó en Huracán-tigre, que se jugó a puertas cerradas el 7 de junio del año pasado, escapó al informe de la Defensoría porteña. La Ucpevef le respondió a Muñiz que entre prensa acreditada y Comisión Directiva no debían superar las 40 personas, pero después admitió que “el número se acercaba a 330 personas aproximadamente, 75 de las cuales estuvieron en las 25 cabinas del club, quedando el resto inevitablemente en la platea”. Muchos insultaron a los jugadores de Tigre: ¿Directivos? ¿Periodistas partidarios? Llamada por la curiosidad, la defensora del Pueblo participó por única vez de la

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reunión semanal del Comité de Seguridad porteño el 23 de noviembre pasado. Dice que se sorprendió cuando vio planillas con los partidos del fin de semana siguiente: allí se mencionaba a la comisaría que tendría a su cargo la seguridad, pero no había ninguna alusión a la cantidad de efectivos o a la logística para cubrir el evento. Del informe se lee: “Luego se tomaba como algo normal que los clubes hayan recibido menos efectivos policiales de los pagados (en River-Atlético Tucumán 350 efectivos ausentes, en Boca-Racing faltaron 376 y en San Lorenzo-Unión, 150), finalizando con la expresión de Jorge Páez, de la Dirección de Asuntos Legislativos del Gobierno Porteño: ‘siempre envían un 30% de los policías acordados’”. Otro párrafo curioso sobre aquella reunión dice que “el representante del Ministerio Público Fiscal hizo referencia a un personaje de comprobada relación con la violencia en el fútbol: ‘cuando a Di Zeo le decís basta, él para…’, y agregó: ‘una vez le dije a Di Zeo que paren de cantar porque teníamos que desalojar y él me contestó: “sí, doctor”; se dio media vuelta, le dijo algo al resto de la gente y se fueron enseguida’”. Muñiz no podía

creer lo que escuchaba. Su conclusión sobre ese tipo de reuniones donde se discuten temas de seguridad en el fútbol es que “se concentran más en leer los informes de los partidos ya disputados, que en proponer medidas preventivas para evitar problemas en los partidos venideros. Parece que las medidas de prevención no son importantes para estos organismos, concentrados más en el post que en el pre”. El detallado informe de Muñiz no tiene la pretensión de establecer una minuciosa estadística ni de insinuar una teoría sobre la praxis que se planteó. Las misceláneas futboleras que nos cuenta construyen un relato donde ciertas conductas se naturalizan y sirven de contexto a muertes que después resultan difíciles de explicar. En Ausencias, un documental de 20 minutos que también realizó la defensoría a su cargo, la funcionaria afirma: “el fútbol está vacío de contenido deportivo, pero lleno de violencia”. Es cierto, como también es cierto que nadie ha sido capaz de resolver un problema que ya suma 261 víctimas fatales, varias décadas de retórica hueca y que nos invita a esperar, resignados, la próxima muerte.


TODO PASA

EL LIBRO DE


Asunto: Messi vs. Los Refutadores de leyendas De Agustín Luchtenberg Cuando uno piensa que nada más es posible, que ninguna acción puede superar a lo que ya vio, aparece un rosarino de 24 años con una pelota en el pie y da por tierra con todos esos pensamientos. Balón de Oro en un Mundial Juvenil, premio al mejor jugador joven del mundo, jugador del año de la UEFA, goleador de la Liga, goleador de múltiples competencias, miembro del “Once ideal” de la FIFA y más de un medio deportivo, deportista del año, ciudadano ilustre de Rosario, Olimpia de Oro, tres veces Balón de Oro de la FIFA y miles de distinciones más… Cinco ligas españolas, cinco Supercopas de España, una Copa del Rey, tres Champions League, dos Supercopas de Europa, dos Mundiales de Clubes, una Copa Mundial Juvenil y un Oro en los Juegos Olímpicos. Distinciones, goles y títulos, sobran. Negadores y eternos “contras”, también abundan. Y a montones. Lionel Andrés Messi, para dar una estadística final y cerrar, al menos en el marco de estas líneas, la cantidad de números que pueden ser abrumadores, marcó 274 goles en 429 partidos oficiales y cuenta con un promedio de gol de 0,64 goles/partidos jugados. Goles de zurda, de derecha, de cabeza, por arriba del arquero, gambeteándolo, dejando a medio equipo rival en el camino, de tiro libre, al medio del arco, a los costados, al ángulo, a la “ratonera”, de taco, de caño, de volea y hasta con la mano. El Negro Alejandro Dolina, en su maravillosas Crónicas del Ángel Gris, creó a Los Refutadores de Leyendas: incrédulos, negadores, necios personajes abocados pura y exclusivamente a refutar las historias que ocurrían en el Barrio de Flores. Messi logró lo impensado, una vez más. Extendió la jurisdicción de Los Refutadores de Leyendas no sólo al antes mencionado barrio porteño sino a todo el mundo. Desde La Quiaca a Ushuaia, de Rosario a Cataluña y desde la Isla Attu, en Alaska, hasta la Isla Caroline, en Kiribati, los lugares más al este y al oeste, respectivamente, del planeta. Toda buena nueva de la Pulga es contraatacada intempestivamente con un planteo ilógico, casi rozando lo vulgar. Si gambeteó al arquero después de haberle quebrado la cintura a más de un rival, los jugadores rivales no le ofrecen la resistencia necesaria. Si mete un gol, no contribuye a nada más que aumentar la goleada. Desde hace ya varios años, y su promedio de gol a lo largo de sus casi ocho años de carrera lo demuestra, dejó de ser asistente para convertirse en goleador. Djó de meter el último gol de un marcador abultado, para hacer el primero de un partido cerrado. Dejó de ser el argentino Messi, para ser el mejor del mundo. Mal que le pese al carilindo delantero del Real Madrid, que también es muy buen jugador, o a O’Rei desde su merecido tercer lugar del podio, Lionel, después de Maradona, es de lo mejor que dio el fútbol. Hubo grandísimos jugadores, por supuesto, pero que no vale la pena mencionar para no caer en el error de olvidarse alguno, o simplemente porque no alcan52 UN CAÑO | ABRIL 2012

zan a tener la magnitud de jugadores que son ovacionados en cualquier rincón del planeta, independientemente de cuál sea su nacionalidad o la camiseta que visten. Un solo karma tiene Messi. Una sola deuda pendiente y casi su tendón de Aquiles: triunfar con la Selección argentina. Participó de dos Mundiales, muy diferentes entre sí, por cierto. A Alemania 2006 llegó como la futura nueva maravilla del mundo y vio, descalzo y sentado en el piso del banco de suplentes, como los locales eliminaban al equipo de Pekerman por penales. A Sudáfrica 2010, con el ingrediente extra de Diego Maradona al frente del equipo, arribó como titular indiscutido. No rindió como se esperaba: Argentina se fue eliminada nuevamente por Alemania con un 4-0 de por medio y, por esa maldita manía nacional de buscar un culpable en todas las situaciones adversas, se pidió la cabeza de Messi. Sumado a todo esto el fracaso en la Copa América, las frases, tan fáciles, y tan del diario del lunes, como “no siente la camiseta”, o “es español, que se quede en Barcelona”, inundan foros, conversaciones de café y muchos otros lugares. Tal vez sea Brasil 2014 la ocasión más que oportuna para que, de una vez por todas y a gusto del autor, en algo que no puede condicionar el pasado, presente y más que probable futuro de un fuera de serie, se redima y levante la Copa del Mundo, desterrando el mito y bajando la persiana de cualquier reproche posible. Mientras tanto, que los de afuera sigan siendo de palo y que con la pelota en los pies, como mejor sabe hacerlo, Lionel Messi se encargue de demostrar lo que sabe hacer. Y que los Judas del fútbol sigan negando. Ellos se lo pierden.

Asunto: Mediocridad y cinismo para todos De Jorge D. Heuck Soy un lector de Un Caño desde el numero 1 y entiendo que, más allá de naturales discrepancias con algunas de sus opiniones, la publicación busca mantener el casi inexistente espíritu deportivo que nos ha hecho grandes. Y al respecto quiero señalarles que, más allá del relato oficial y de la propaganda de Fútbol Para Todos, nadie duda que el campeonato actual, salvo algunas excepciones, califica como uno de los mas mediocres de los que se tenga memoria. Esto es así, ya que hasta se cuestiona la notable eficiencia de Boca porque “aburre con su juego” y sólo se destacan algunos equipos -como Vélez, Tigre o Lanúsque sólo expresan por momentos su calidad. Está claro que nadie contribuye a mejorar. Ni lo dirigentes ni los técnicos con sus absurdas frases repetidas hasta el hartazgo, tales como “creo que puedo revertir esto”, o “tengo fuerzas para seguir”, “lo mejor es dar un paso al costado”, que se repiten constantemente. O seguimos aplaudiendo la viveza del eterno operador Caruso Lombardi que, más allá de sus conocimientos futbolísticos, debiera ser juzgado por un tribunal de ética de la Asociacion de Técnicos, entidad que no se conmueve en absoluto cuando no se respetan los plazos contractuales. Es así que hoy ocupan un primer plano los directores técnicos (Martino no puede resolver el déficit ofensivo de su equipo) con carisma o que venden humo, o bien los malos dirigentes (Crespi: “Esto es para vivos”). Tampoco ayudan las desopilantes decisiones de la AFA, adoptadas a la necesidad de cada consumidor. Del mismo modo que jugadores como Hugo Barrientos y algunos otros debieran ser apartados por sus propios compañeros y dirigentes a fin de evitar males mayores. En fin... De este modo, queda muy poco para los jugadores, los que pasan a ser víctimas pasivas del sistema que los tiene como protagonistas secundarios. ¿Cambiará esto algún día? Porque si no, deberemos rezar para que Messi se ilumine, o acostumbrarnos a ser eliminados en los octavos de final de los Mundiales. Y añorar los tiempos en que ganábamos torneos internacionales en épocas en que las políticas eran sostenidas.


Y al vigésimo tercer año cayó… El Grondona brasileño no pudo igualar a su par argentino. El final de Ricardo Teixeira en la CBF demuestra que el lodo finalmente tapa a los dinosaurios y que el poder político puede hacer mucho en los planes de “limpieza” del deporte. Ojalá que el efecto contagio asome por estas tierras. Por EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES

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o fue una sola causa, fueron varias las que motivaron que Ricardo Teixeira, quien meses atrás aspiraba a ser presidente de la FIFA en 2015, terminara refugiado en Miami y obligado a renunciar hasta de la jefatura que ejerció durante veintitrés años como presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF). Durante su gestión, Brasil puso fin a veinticuatro años de ayuno en Mundiales (de México ‘70 a Estados Unidos ‘94) y logró ser pentacampeao en Corea-Japón 2002, además de otros numerosos títulos, como la primera Copa América fuera del país (Bolivia ‘97), coronación que repitió luego en tres ediciones (Paraguay ‘99, Perú 2004 y Venezuela 2007). ¿Qué provocó tamaña caída con tantos éxitos en la vitrina? Vamos por partes: 1) La pérdida de apoyo político. El ex presidente Lula eligió llevarse bien con Teixeira. La Selección de Brasil, a la que Teixeira llevó a jugar en Haití, le sirvió a Lula para posicionar al país en organismos internacionales. Todo cambió con Dilma Rousseff. La presidenta echó a una decena de ministros ante las primeras sospechas de corrupción y no soportaba a Teixeira, quien cargaba con una pesada mochila repleta de denuncias. Ni siquiera lo recibía. Lo ignoraba. 2) La FIFA. La nula relación de Teixeira con Rousseff se convirtió en un dato de peso dentro de la FIFA a menos de tres años del Mundial 2014. La FIFA precisaba un interlocutor con llegada directa al despacho presidencial. Además, en pleno Mundial de Sudáfrica, la Conmebol dio fuertes señales de la postulación de Teixeira para suceder a Joseph Blatter en 2015. “Si el Mundial de Brasil en 2014 es un éxito, Teixeira será el candidato natural”, me decían dirigentes sudamericanos. Los enemigos internos en la FIFA surgieron naturalmente. 3) Rechazo popular. Todas las encuestas indicaban que más del 80% de los hinchas querían que Teixeira se fuera. Jamás soportaron su arrogancia y las sospechas de corrupción. 4) Corrupción. Teixeira había sobrevivido en los ‘90 a dos Comisiones Parlamentarias Investigadoras (CPI), una en Diputados y otra en Senadores. Las conclusiones de las investigaciones demostraban enriquecimiento, negocios incompatibles con su cargo, cuentas en el exterior no declaradas, etc. Pero siempre pudo más el favor político. El poder de turno no se animó a enfrentarlo en serio, conciente de la

enorme influencia del fútbol en la sociedad brasileña. La investigación del británico Andrew Jennings sobre la quiebra de ISL comprobó que Teixeira era uno de los dirigentes que habían recibido sobornos de esa empresa. La justicia suiza no autorizó aún la publicación, pero tarde o temprano, el documento oficial terminará apareciendo. Fue su fin. No sólo el suyo, sino también el de Joao Havelange, su ex suegro y su padrino en la FIFA. El cuadro del poder en el fútbol de Brasil (CBF y la organización del Mundial) tiene ahora a ex jugadores en la escena. Por un lado, como cara de la Copa aparece Pelé. Pero todos saben que los años han aumentado su ego. Ronaldo es la opción. Inclusive dijo que se imagina como futuro presidente de la CBF. Tiene demasiados negocios personales en el fútbol, algunos de ellos vinculados inclusive con el propio Mundial. Como contrapoder, denunciante de eventuales negociados, aparece Romario, diputado federal. Su rol es interesante, pero desde Brasil me cuentan que su ego también podría traicionarlo. Mal que le pese a la FIFA, el verdadero poder para decidir la organización del Mundial 2014 no será futbolístico sino político. Y tiene cara de mujer: la presidenta Rousseff.

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PERFUME DE VARÓN Por CECILIA DI GENARO

Fotos ALEJANDRO KIRCHUK

“El fútbol necesita estética, pero también eficacia” Se confiesa hincha de Dock Sud. De sus otras confesiones se desprende un aire anti-menottista. Y al reflexionar sobre fútbol admite que cada tanto comete algunos arrebatos. A los 50 años, el Chavo Diego Fucks es un defensor de los trabajos en conjunto y del periodismo bien informado y formador.

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on cara de atorrante y porte bonachón el Chavo Fucks se sienta apurado en una de las mesas que tiene el bar de La Trastienda sobre la vereda. Pide disculpas por llegar apenas diez minutos tarde. Esta a full, dice, ultimando detalles de su nuevo programa radial En otras palabras en Radio Provincia (AM 1270), contento con su programa de tele 90 minutos de fútbol (lunes a viernes a las 12, por Fox Sports) y celebrando sus treinta años comentando partidos. En esta nota, la pasión argenta y futbolera, según un experto en la materia. –¿Podés decir el cuadro o te inhabilita la profesión? –Soy de Dock Sud, que es un cuadro familiar para mí. Cuando la pelota pasaba el travesaño, cruzaba la tribuna y pasaba al gallinero de mi abuela, que vivía atrás de la cancha. Yo vivía con ella, acá nomás, cruzando el puente viejo de la Boca. Me crié ahí hasta los seis años y mis viejos se conocieron en ese barrio y se casaron en ese lugar entrañable. La elección del club tiene que ver con esas sensaciones de pertenencia que están cruzadas por el cariño. –¿Se puede tener pasión por un solo cuadro siendo periodista deportivo? –El trabajo en este rubro transforma a la pasión, pero el Doque es otra cosa. Lo voy a ver con amigos de la infancia. Es un cuadro que estaba en la Primera D y ahora esta en la C: subió una categoría, y eso me emociona como pocas cosas. –¿Qué diferencia hay entre ser hin-

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cha de un club de la C y uno de la A? –Sin dudas, la mayor diferencia son las ambiciones. Yo con el Doque sufro más que con cualquier otro club, es una relación con el fútbol mucho más amorosa, romántica… –Hablando de romanticismo, y teniendo la fama de galán que tenés, quería preguntarte ¿qué diferencia hay entre la pasión hacia las mujeres y la pasión que sienten los hombres por la pelota? –Son dos cosas distintas y yo puedo hablar solo de mí. Podría decirte que he tenido grandes amores, que fui muy apasionado con las mujeres y que no tengo nada que reprocharme. Pero el fútbol es otra cosa, es una gran pasión también y además en mi caso tiene que ver con una de mis mayores pasiones que es mi profesión. –Y el Doque te seduce más que nada. –Sí, me gusta Quilmes, también, pero tiene que ver con que mi adolescencia la pasé en Bernal, tengo muchos amigos de ese club. Me gusta que les vaya bien, pero mi emoción es el Doque. –¿Te sirve además como coartada que sea un club de la C, teniendo en cuenta que sos relator de fútbol? –No, muchos relatores lo hacen, pero

yo no. El Doque tiene que ver con el placer de ver fútbol. El lunes fui con mis dos hijos a verlo y nos metimos en el vestuario, hablé con el referí, le pregunté qué había pasado, soy un fanático… –¿Te volvés loco cuando pierden? –Soy insoportable; ahora puteo menos, pero siempre fui un plomo. –Alguna anécdota que te pinte –La otra vez fuimos a ver con mis hijos un Independiente-Banfield, y en la cancha se dio que a la salida a los locales no los dejaban irse hasta que no salieran los visitantes. Empezó a armarse lío y un cana empujó a una mujer. Ahí me volví loco, discutí muy fuerte. Mis hijos todavía se acuerdan. –El hecho de ser famoso, ¿no te frena un poco en tus arrebatos? –Sí, yo no puedo hablar mucho. El otro día puteé a un referí en un partido de Dock Sud y un amigo me frenó. Habían echado a un jugador a los 15 minutos del primer tiempo y después me encontré con él y me comentó la injusticia que había hecho el referí. Así que fui y lo encaré. Pero en un momento me di cuenta que estaba haciendo un papelón. –¿Y cómo jugador qué clase de profesional eras?

“El otro día puteé a un referí en un partido de Dock Sud y un amigo me frenó. Habían echado a un jugador a los 15 minutos del primer tiempo”.


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–Yo jugué en Dock Sud, en Racing y Talleres de Remedios de Escalada; jugué en Argentinos de Quilmes, pero poquito, porque al toqué entré en el servicio militar. –Eras arquero. –Sí. –¿Me explicás por qué el arquero tiene tanta fama de goma? –Es una fama infundada porque es un puesto donde hay que tener mucho coraje, generalmente el arquero es un loco, un ególatra, un narcisista, usa la ropa de otro color... Pero si alguno vio jugar a Fillol, Saja o a Chilavert, se da cuenta de que son una pieza fundamental. –¿Y entonces? –Creo que es porque los grandes equipos del fútbol mundial no tuvieron grandes arqueros. Por ejemplo Holanda del ‘74 no tenía un buen arquero: usaba lentes y tenía 38 años, se llamaba Jonbloed. Brasil ‘70 tenía un pésimo arquero que se llamaba Félix; Brasil ‘82 tenía a Valdir Peres, que era malísimo y les hizo perder el Mundial. El Barcelona de hoy tiene un arquero muy regular. –¿Pero no hay una cuestión, si querés barrial, de que el gordo va al arco? Eso es muy jodido… –Sí, el gordo, el boludo iban al arco seguro. En mi barrio éramos dos arqueros, y la disputa por el puesto era muy dura. –O sea que ese estigma no lo sufriste. –No, porque no era gordo –¡en esa época!– y trataba de ser lo menos boludo posible. Los hombres somos todos boludos en algún momento, pero yo hacía un esfuerzo por no serlo, y además a mí me gustaba atajar. –Recién hablabas del Barcelona y de su arquero, que es medio fiero. ¿Es verdad que sos “mourinhista”? –Me gusta Mourinho, sí. Guardiola y él son los dos mejores técnicos del mundo. Lo que pasa es que yo tengo un respeto por Mourinho que no tienen los menottistas. No se entiende por qué no lo respetan si el tipo fue campeón en Italia, en Inglaterra, en Portugal y ahora está a punto de ser campeón en España. Los menottistas se adjudican cierta identidad barcelonista que no tienen, en realidad. El tipo de juego que hace el Barcelona tiene un origen holandés, no tiene nada

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que ver con Argentina. Los equipos de Menotti no marcan como el Barcelona, los equipos de Menotti no defienden como el Barcelona. –¿Sos bilardista? –No, a mí me gustan Bielsa, Mourinho y también Guardiola. El Barcelona es el mejor equipo del mundo, no el Real Madrid. –¿Los partidos de las ligas europeas pueden apasionar tanto como los locales, teniendo en cuenta que la pasión futbolera nace en la niñez, momento en el que los tipos de tu generación no tenían acceso a ver estos equipos? –No, a mí no me emociona verlos. Sí me causa admiración todo lo que el fútbol es como juego de conjunto. Me emociona lo de acá, el gol de Diego a los ingleses. Pero no por Bilardo, sino por Diego y la camiseta. Yo respeto a Bilardo y a Menotti. Gracias a Menotti, la Selección Argentina se ubicó en el mapa. Y Bilardo fue campeón, no respetarlo es ridículo. Pero si hablamos de entrenadores de acá, mi favorito es el Loco Bielsa. Y el Cholo Simeone me gusta, creo que potencialmente puede ser un gran entrenador. Después discutimos sobre gustos: me gustan las morochas, las rubias, las pelirrojas…; pero eso ya es subjetivo, porque cada uno tiene su idea de la belleza, también en el fútbol. –¿Por dónde pasa la estética en el fútbol? –Por muchos lugares. Uno es el que nos gusta a todos: el cañito, el taco… Lo que pasa es que el fútbol necesita de estética pero también de eficacia. Si vos tenés belleza pero no sos eficaz, el fútbol no sirve. –Pero sí sirve la eficacia sin belleza.

–Sí. –Cuando Messi juega para la Selección, ¿estaríamos hablando de belleza sin eficacia? –No, Messi es todo. Lo que no tiene es carisma, no es tribunero, lo cual está bien. Y lo que tampoco tiene Messi es historia en el país. Tevez tiene historia en Boca, Agüero en Independiente, Higuaín y Mascherano en River. –Pero algo más hay… –El problema es que la gente entiende el fútbol como un juego individual y no lo es. Y la culpa de eso es nuestra. –¿De los periodistas? –Sí, nosotros tenemos la responsabilidad de haber instalado esa idea, la de pedir jugadores. Yo creo en los sistemas, en los trabajos de conjunto. Lo que hay que hacer es armar un equipo para Messi; es algo que él todavía no tiene. De todas maneras ha hecho cosas. Con Colombia y con Brasil, por ejemplo. –Pero siempre que surgen las comparaciones con Diego sale perdiendo. –Sí y el problema es que lo que hizo Diego por la Selección, por ahora, es inalcanzable. –¿Por qué es tan importante ganar? –Esa es una herida cultural. Pero no fue siempre así: Boca dio la vuelta olímpica en el Monumental en el año ‘69 y los hinchas de River aplaudieron. En el ‘67 Independiente jugó con Racing, y Racing ganó la Copa en la cancha de Independiente y, otra vez, todos aplaudieron. –¿Qué pasó? –El neoliberalismo sólo admite la victoria o genera triunfadores de acuerdo a la guita que tengas, por ejemplo. Cuando uno habla de “cultura menemista” no está hablando de Menem. Yo creo que los ‘90 generaron una estrechez mental que atravesó al fútbol y de la cual nos está costando mucho salir. Hay muchas cosas en el fútbol que no están bien, el hincha es una. Cuando yo era chico, no existía este brazo armado con gente asalariada. Eso es culpa de los dirigentes de fútbol, y después la utilización política que se hace sobre eso es otro tema. Está muy bien que el fútbol lo veamos todos, pero el Estado debería controlar qué hacen los dirigentes con la guita, porque yo creo


El Chavo la ve pasar hacia la red jugando para el equipo de Bochini en la despedida de la vieja cancha de Independiente.

que el Estado tiene la enorme posibilidad de transformarlo todo. –¿Entonces es o no es importante ganar? –Tiene que haber un equilibrio. Uno, desde su trabajo, tiene que hacer algo lindo pero también eficaz. Barcelona gana. Es un equipo famoso no sólo porque juega bien. Y los mismos tipos que defienden la estética son los que te enumeran las copas que ganaron. –¿Existen equipos que jueguen bien y no ganen? –El Arsenal. –Ése es de acá. –No, ¡ése es Arsenal de Sarandí! Yo te digo el de Inglaterra. Juega divino, pero pierde los partidos clave. Yo valoro la escuela, pero es cierto que parte del juego también es ganar. –¿Y por qué si juegan bien no ganan? ¿Qué es lo que falla? –Creo que es un problema de espíritu. Pesa sobre ellos esta idea de que no ganan si el partido es decisivo, si se trata de

partidos importantes. –¿Sería como una especie de equipo eyaculador precoz, de profecía autocumplida? –Podría ser… Es un equipo que intenta copiar la idea del Barcelona, en términos estéticos y éticos, pero les falta ganar.

HABLANDO DEL OFICIO –Después de jugador de fútbol, ¿ser periodista deportivo es el sueño de cualquier pibe? –Puede ser. Yo fui jugador de fútbol, pero en un momento tuve que salir a trabajar. Empecé Derecho en La Plata, y un día, volviendo de la universidad, me lo replanteé. Yo siempre escribí. Cuando era chiquito, jugaba con unos muñequitos y después escribía historias sobre lo que había pasado en ese partido imaginario. Así que cambié de carrera y a los dos meses de empezar a estudiar fui a pedir trabajo a un semanario de Berazategui. Y quedé. –Dentro del periodismo, el género de-

portivo es un género menor. ¿Eso te jode? –Es cierto, pero te voy a decir algo: conozco muchos periodistas deportivos que se hicieron periodistas políticos y hacen su trabajo con mucho talento. No conozco el camino inverso. Todos los periodistas de cine, por ejemplo, que intentaron escribir sobre fútbol fueron un fracaso. Leo las cosas que escriben en diarios, incluso en redes sociales y me asombro de lo poco que saben. Cualquiera dice cualquier cosa, con un desconocimiento absoluto de lo que es la táctica. –¿Qué tiene un periodista deportivo que los demás no tienen? –Un conocimiento del juego, de diferentes situaciones, y el origen de cómo se producen, el hecho de haber visto 800 mil partidos en su vida. No es lo mismo ver un partido sentado en una platea o por televisión que sentarse en una cancha a tomar apuntes. No cualquiera puede sentarse a escribir sobre fútbol con propiedad. –¿Quién sería un mal ejemplo?

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–Quintín, por ejemplo, el columnista de Perfil: no contento con decir atrocidades desde el punto de vista táctico y estratégico, ataca a los que comentamos fútbol. Hay que ser más humilde. –¿Por qué el fútbol genera tanta cantidad de programas televisivos y espacios mediáticos? –Nosotros en 90 minutos de fútbol hacemos debates con altura, por más que esté Arcucci, que mide un metro sesenta. –¿Qué opinás de programas como el de Fantino? –Eso es otra cosa. El tema es que el hincha de fútbol tipo es el que está en el programa de Fantino, se siente identificado por lo que pasa ahí. –¿Cómo es el hincha de fútbol tipo? –Es tendencioso, incapaz de ver una virtud en el otro, deforma la realidad a su favor, no quiere justicia, lo que quiere es que las injusticias sean a su favor. Habla del reglamento cuando lo joden a él. Todo eso lo muestra el programa de Fantino, y les va bien. Ahora está Nimo, como si fuera poco. –¿Qué te parece que tiene que ofrecer un programa de fútbol? –Tiene que tener debates con altura. En nuestro programa jamás vas a agarrarlo a Arcucci desinformado, ni a Sottile... Son tipos con mucha formación. Sebastián Vignolo, el conductor, es un tipo muy humilde. Muchas veces estamos debatiendo y él se corre. Parece fácil, pero en esta profesión, cuando se llega a ciertos lugares, es muy difícil domar el ego. Cuesta años, y él lo hace porque tiene mucha generosidad. Ángel Sánchez no trabaja de periodista, es un árbitro sentado ahí. Cuando hay una duda sobre arbitraje, todos nos callamos y habla él. Eso no pasa en muchos programas donde todos hablan de todo. Para mí este es el programa ideal. –Otro tema: ¿qué pasa que está lleno de minas el periodismo deportivo? ¿No es un poco antinatural eso? –Yo tengo la enorme fortuna de que mi mujer cree que la pelota pica porque tiene un conejo adentro. No sabe nada, y eso es perfecto para mi vida: llegar a mi casa y que me diga “Scorsese acaba de estrenar una película”. O que me hable de las historias del libro que escribió. –¿A qué le asignás la llegada de la mujer al universo futbolístico?

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–Creo que es un fenómeno muy particular que está vinculado a lo que pasó acá en los ’90: la televisión bombardeó el fútbol y ahí captó a muchas mujeres. Yo comento los partidos de River por tele y hay un importantísimo porcentaje de puteadas de pendejas que van entre los 14 y 19 años. Pero ojo: hay cronistas que sí saben. –Pero son la excepción, no la regla. Si cuando ustedes estaban jugando a la pelota en la esquina, las chicas estábamos jugando a las muñecas, vamos… –Sí, puede ser. Igual hay muchas mujeres que saben. Ángela Lerena y Débora D`Amato saben de fútbol; después hay otras que no saben un carajo.

–Y cuando ves una mina que no sabe nada y está al aire, ¿qué es lo primero que se te viene a la cabeza? –El primer pensamiento es machista: “¿quién se la estará comiendo?”. Cuando resuelvo eso, pienso en las chicas que sí son profesionales y veo que no todo es lo mismo. El origen, creo, es que debe haber muchos padres que soñaban con tener hijos varones y tuvieron mujeres; y las llevaban a las chicas a la cancha... Y bueno, esas chicas se hicieron hinchas. –En definitiva, ¿le aportó algo el género femenino al fútbol? –Nada. La mirada, si sabés, es la misma. Después, el tema son los gustos.



Inteligencias múltiples

¿Por qué un jugador con habilidad puede no ser un buen jugador? ¿Cuántas veces hemos hablado del “talentoso que no entiende el juego”? Uno de nuestros columnistas desmenuza científicamente este asunto. Y en el camino nos enteramos de que no hay una sola inteligencia: ¡hay siete! Por GUSTAVO LOMBARDI

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l gran entrenador italiano, como la mayoría de los entrenadores, hace una interpretación distinta de la utilización de la habilidad individual en relación al conjunto. Distinta a la que cualquier espectador puede hacer al observar un partido de fútbol. Distinta, incluso, a la interpretación que el mismo jugador le puede dar a su propio talento. “El jugador debe tener una idea de cómo funciona el conjunto, y esa idea se la debe transmitir el entrenador. Un buen entrenador transmitirá la idea general para que el jugador sepa dónde encaja. Cuál es su contribución y qué relación tiene con los que debe interactuar”. Este perfecto resumen de cómo un director técnico debe ensamblar las piezas que conforman un equipo no lo hizo ningún “hombre de fútbol”, sino que lleva la firma de Antonio Damasio, un profesor de neurociencia de la Universidad de California al que le bastó con analizar algunos partidos para identificar, tal vez, el gran secreto de este deporte. Ahora bien, el entrenador debe ser el que trasmite la idea original, pero ésta sólo podrá ser llevada a cabo si del otro lado encuentra un receptor que la interprete correctamente. Para que esto ocurra es fundamental que el jugador posea y ejercite una habilidad muy poco entrenada en el fútbol: la inteligencia. El núcleo de esta nota trata sobre cómo jugadores de una gran riqueza técnica, poseedores de un talento individual superior a la media, reducen su capacidad real por una deficitaria interpretación del juego (errónea toma de decisiones, un mal posicionamiento, etc.) y otros que, con menores cualidades desde lo técnico, emparejan o superan sus propias limitaciones a partir de un desarrollo en su inteligencia aplicada al juego. El doctor Howard Gardner, director del Proyecto Zero y profesor de psicología y ciencias de la educación en la Universidad de Harvard, ha propuesto desde 1993 su teoría de las Inteligencias Múltiples. A través de esta teoría, Gardner llegó a la conclusión de que la inteligencia no es algo innato y fijo. A partir de la investigación acerca del desarrollo del progreso de aprendizaje, Gardner

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señala que no existe una sola inteligencia, sino que existen siete: la lingüística-verbal, la lógica-matemática, la física-cinestésica, la espacial, la musical, la interpersonal y la intrapersonal. Llevando esta teoría al fútbol, observaremos que la diferencia real entre unos y otros futbolistas radica en la forma en cómo cada cual desarrolla cada una de esas inteligencias, en la intensidad y en la forma en que recurren a éstas y en la manera en que las combinan para analizar, ejecutar y solucionar las distintas dificultades que propone un partido de fútbol.

La lingüística-verbal La capacidad para usar palabras de manera efectiva. Esta inteligencia incluye la habilidad del uso del lenguaje para convencer a otros a tomar un determinado curso de acción. Aquellos jugadores que dentro de un campo de juego influyen en propios y extraños mediante el uso de la palabra.

La lógico-matemática La inteligencia lógico-matemática es la capacidad para usar los números de manera efectiva y razonar adecuadamente. Esta inteligencia incluye la sensibilidad a los esquemas y relaciones lógicas, las afirmaciones y las proposiciones de tipo si hago… (causa), entonces… (efecto). Los jugadores que poseen esta inteligencia desarrollada son aquellos que interpretan fácilmente esquemas tácticos propios y rivales y las posibles variantes que estos tengan durante el partido. Y, desde lo individual, saber interpretar rápidamente antes de cada jugada la causa y el efecto a provocar.

La musical Es la capacidad de percibir, discriminar, transformar y expresar las formas musicales. Esta inteligencia incluye la sensibilidad al ritmo, el tono y la melodía de una pieza musical. Muchos podrían


pensar que esta inteligencia poco tiene que ver con el fútbol. Todo lo contrario, negar que el fútbol tiene diferentes tempos sería obtuso de nuestra parte. Mientras que Bochini fue siempre un adagio, hoy Messi vive inmerso en un lallegro prestísimo.

La física-cinestésica Es, tal vez, la inteligencia “futbolística” por excelencia. Se la aprecia ya en los niños que se destacan en actividades deportivas. Es la habilidad para usar el propio cuerpo para expresar ideas y sentimientos, y sus particularidades de coordinación, equilibrio, destreza, fuerza, flexibilidad y velocidad.

La inteligencia espacial Es la habilidad para percibir de manera exacta el mundo visualespacial y de ejecutar transformaciones sobre esas percepciones. Esta inteligencia incluye la sensibilidad al color, la línea, la forma, el espacio y las relaciones que existen entre estos elementos. Incluye la capacidad de visualizar, de representar de manera gráfica ideas visuales o espaciales. Para muchos especialistas, el fútbol está entre las cinco tareas deportivas con mayores exigencias visuales, entre las que se destacan la visión periférica, la fijación, la capacidad de persecución o de seguimiento de movimientos, la habilidad binocular de juzgar distancias relativas entre objetos y el tiempo de reacción visual. Percibir entraña cierto saber acerca de las cosas observadas y sentidas.

La inteligencia interpersonal Es la capacidad de percibir y establecer distinciones en los estados de ánimo, las intenciones, las motivaciones y los sentimientos de otras personas. Esto puede incluir la sensibilidad a las expresiones faciales, la voz y los gestos, la capacidad para discriminar entre diferentes clases de señales interpersonales y la habilidad para responder de manera efectiva a estas señales en la práctica (por ejemplo, influenciar a un grupo de personas a seguir una cierta línea de acción). Esos jugadores que tienen la capacidad de “leer” en el rival qué le está ocurriendo individualmente o como equipo tienen una ventaja considerable al resto y les permite actuar en consecuencia en cada momento de un partido.

La inteligencia intrapersonal Es el conocimiento de uno mismo y la habilidad para adaptar las propias maneras de actuar a partir de ese conocimiento. Esta

inteligencia incluye tener una imagen precisa de uno mismo (los propios poderes y limitaciones), tener conciencia de los estados de ánimo interiores, las intenciones, las motivaciones, los temperamentos y los deseos, y la capacidad para la autodisciplina, la auto-comprensión y la autoestima. Es fundamental para todo jugador reconocer cuáles son sus virtudes y limitaciones, desde lo técnico hasta lo emocional, y poder trabajar sobre ello tratando de reducir el uso de lo negativo y potenciar lo positivo. De nada sirven las virtudes, por más excelsas que sean, si no sabemos “comprenderlas”. En este fútbol súper profesionalizado de hoy existe una gran obsesión por identificar qué factor de rendimiento tiene mayor injerencia en el juego, ya sea en lo individual como en lo colectivo, y entre los especialistas hay gran consenso en creer que el factor táctico-estratégico es el más determinante. Muchos señalan que las capacidades de anticipación e interpretación son características diferenciadoras de un jugador que resuelve de la mejor forma y en el menor tiempo posible una situación dentro del campo de juego. Por eso la inteligencia debe ser una habilidad ejercitada a la par del entrenamiento tradicional, ya que permite seleccionar los estímulos más relevantes, interpretarlos correctamente, procesar la información y tomar la decisión más apropiada para cada momento. El jugador inteligente es aquel que posee una ventaja frente a los demás porque suele estar mejor situado y anticipa lo que va a suceder, de manera que asume una posición favorable y se mueve antes que los rivales. Por todo esto, sabemos entonces que no existe una inteligencia general, sino un elenco múltiple de aspectos de la inteligencia, algunos mucho más sensibles que otros a la modificación de estímulos adecuados. Tal vez, en el futuro, dejaremos de escuchar frases como: “no es muy inteligente, pero tiene una gran habilidad para jugar al fútbol…”, una afirmación que desconoce que la inteligencia es mucho más de lo que podemos ver u escuchar en una entrevista. Muchas veces, por estas tierras, somos propensos a creer que sólo con el talento podemos llegar a lo más alto. Pero sin inteligencia, convencimiento y trabajo que complementen nuestra habilidad innata, será difícil hacer la diferencia. Como bien lo señala el escritor francés Michel Houellebecq en su libro Las particulas elementales, “cierto cinismo tradicional en el estudio de la historia humana tiende a presentar la ‘habilidad’ como un factor fundamental para el éxito, mientras que en sí misma, sin la ayuda de una fuerte convicción, es incapaz de provocar un cambio realmente decisivo”.

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Caminar sobre escombros

¿Darán resultado las fórmulas aplicadas por Cristian Díaz para salvar al Rojo de su pésimo momento? Reducir la cantidad de profesionales, subir algunos jovencitos de la Reserva, dar contenido al mensaje. Todo ello en la tormenta de resultados que van y vienen. Y con la aspiración de terminar el torneo al menos con 28 puntos. Por FERNANDO PACINI

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l panorama futbolístico de Independiente hace equilibrio entre la esperanza y la fragilidad. La llegada de Cristian Díaz, acompañada de algunas actuaciones satisfactorias del “nuevo” equipo, provocó una mesurada expectativa. El entrenador decidió intervenir en la vida cotidiana del plantel, especialmente en las formas de trabajo. Si el impacto de las decisiones provoca un rendimiento aceptable del equipo, crecerán las posibilidades de conseguir algo de firmeza. No es un objetivo pequeño para un plantel que en los tiempos de Ramón Díaz se había habituado a la decepción. El punto de partida fue el triunfo contra Boca. Ese partido tuvo mucho valor emocional y estadístico, pero futbolísticamente fue caótico. Independiente pudo perderlo claramente. La cosa es que lo ganó, en la Bombonera y 5 a 4. Más importante fue el triunfo frente a Belgrano, porque por primera vez, Independiente fue simple y paciente, dos virtudes desconocidas por el equipo hasta entonces. Los tres goles en Santa Fe desanimaron otra vez las ansias de regularidad. De una crisis, se sale con soluciones sencillas, verosímiles y al alcance de cualquiera. Para revertir un escenario desfavorable, lo urgente es dejar de ser malo. Aspirar a la excelencia es un objetivo demasiado ambicioso cuando se camina sobre escombros. Cristian Díaz hizo una correcta lectura del paisaje. Su capacidad de conducción solamente podrá contrastarse con el tiempo, pero inmediatamente le dio contenido al mensaje y a los ejercicios semanales. Además, redujo la cantidad de profesionales y subió algunos jovencitos de la Reserva. Muchas medidas, en apenas quince días. Gana y pierde, como todos, pero volvió a poner al juego como centro del asunto. Patricio Rodríguez hizo público su reconocimiento a la mejoría del funcionamiento colectivo y destacó que estaban procurando ser más pacientes. En el mismo sentido, Fredes diferenció a los Díaz (Ramón y Cristian): “hay entrenadores más motivadores y otros más tácticos”. Si la motivación que les

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daba el motivador se había agotado, el cambio de mando impactó positivamente en un plantel lleno de magullones. Ahora, Independiente presenta un equipo más simétrico, aunque todavía demasiado permeable a la atmósfera del partido y proclive a perder el foco. El equipo intenta elaborar un poco más el juego y por eso, además del 5, dos mediocampistas comparten tareas como “interiores”. Algo así como el viejo 8-5-10. El diseño ofensivo se completa con dos extremos (más, o menos falsos, pero extremos) y dos atacantes, uno más adelantado que el otro, pero compartiendo el centro. Farías, con oficio y predisposición, se adaptó rápidamente a la función. Una distribución más “española”, un 4-2-3-1 con la flexibilidad necesaria para adaptarlo a distintas circunstancias. Posiblemente, conseguir una ofensiva armónica y profunda lleve tiempo. Por ahora apenas es una transición. Ni siquiera se completa la etapa de diagnóstico, pero al menos hay un trazo que sirve de guía. Coordinar las acciones defensivas es bastante menos sofisticado. Ese punto es un objetivo posible para Independiente. Tiene experiencia, juventud y calidad. Por muchas sospechas que se tengan de su nivel, Milito es una figura central: su liderazgo indiscutible y su comprensión del juego lo hacen imprescindible. Luego podrá tener mejores o peores actuaciones, pero en cualquier caso su aporte es indispensable. Julián Velásquez, el jugador más “vendible” del club, el único que puede asegurar próximamente una transferencia que oxigene las finanzas, se va a valer como ningún otro de la compañía del ex futbolista del Barcelona. Independiente está lejos de ser “sustentable”, pero por algo hay que empezar. Los grandes objetivos no están a mano ya mismo; por ahora conviene pensar en conquistas más modestas. Pero si el final del torneo lo encuentra con 28 puntos, o algo cercano a esa cifra, y sobre todo con las primeras señales de un equipo que confíe en una manera de jugar, bastará con que los refuerzos de invierno encajen para recuperar algo de ilusión.


Vi gente marchar

Si fueron cien mil o cuarenta mil, ya no importa. La movilización sanlorencista reclamando volver a su viejo terreno representó un momento de conciencia política y militante bastante ausente entre los hinchas de fútbol. Sin saber cuál será el final del cuento, nos animamos a decir que ya con lo hecho se ganaron el aplauso general. Por PABLO DE BIASE

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ufórico, a diez centímetros del suelo, como Jim Morrison en la locura más plena que pueda haber vivido en San Francisco, Adolfo Res, historiador y principal impulsor (desde la Subcomisión del hincha) de la movilización para lograr la sanción de la ley de la Ciudad que permita el retorno del estadio de San Lorenzo al predio histórico de avenida La Plata, arengaba a una multitud que no necesitaba arengas. En tiempos deportivamente difíciles, en momentos en los que el nombre del club se siente devaluado, poco respetado por voces ignotas que repican en los parlantes, es bueno saber que más de 40 mil personas de todo tamaño y condición se reunieron en Plaza de Mayo, convocados por la Subcomisión del hincha y movilizados por grupos que se fueron sumando lentamente a la idea (N. de la R.: hubo dos marchas anteriores a la Legislatura porteña que convocaron a varios miles de seguidores) para recuperar la noción de patrimonio histórico y cultural que comparten varias generaciones a la vez. Algo histórico, único, memorable, más allá de la suerte concreta que pueda sufrir el proyecto (incluida su viabilidad técnica). Estuvieron los notables y los notorios, hubo algunas ausencias –entre ellas, la del rey de los ricos y famosos sanlorencistas–, y los legisladores que fogonearán el proyecto en la Cámara se prendieron, sin atenerse demasiado al protocolo, a recibir calor popular prestado sin ponerse rojos ni azules. Los hinchas decían que eran 100 mil, la Policía hablaba de alrededor de 30 mil. Una estimación de las vistas aéreas, ponderando un coeficiente de quienes rondaban entonces la plaza, nos acercaría a los 40 mil. Es lo de menos. Lo que im-

porta es que 30 o 40 mil personas se reúnan pacíficamente por el club de sus amores, por el deseo de reparar una injusticia histórica. Sin dudas fue una burla al sentir de muchísimos centenares de miles de porteños, una afrenta a la pasión y a la vida de los barrios de la ciudad. Amparándose en una vieja ordenanza que ordenaba abrir los tramos de las calles Muñiz y Salcedo -que se prolongaban imaginariamente dentro del predio deportivo-, el intendente de la dictadura Andrés Cacciatore logró expulsar al Ciclón de su cancha y su club. Y quienes se hicieron con el predio en el remate, se lo vendieron a Carrefour en un valor ocho veces superior pocos años después. A San Lorenzo sí que lo jodieron con la pasión. “A ver si me escuchan / a ver si me entienden / la vuelta a Boedo la banca la gente / le pido al Gobierno que me restituya / lo que nos robaron en la dictadura”. Cristina manifestó el año pasado su simpatía con la causa sanlorencista, mientras que Macri evalúa muy bien las encuestas de hinchas de fútbol, un terreno en el que se mueve más cómodo que hasta el mismísimo Durán Barba. La Ley de Restitución Histórica es un justo reclamo de los hinchas de San Lorenzo. Y es justo más allá de que el club haya construido un estadio nuevo hace apenas dieciséis años. La justicia del pedido radica en que, con la dictadura, algunos clubes se enriquecieron indirectamente con la remodelación de sus estadios y otros, como San Lorenzo, fueron expropiados por una burocracia absurda. O por las miserias de los mezquinos más miserables que alguna vez se hayan atrevido a alzarse en armas contra la Constitución Nacional.

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“Hace quince años que no trabajo porque no transo”

A los 75 años, José Yudica mantiene su lucha por salirse de los esquemas y por no ser complaciente con el poder y con las barras bravas. Una voz empecinada en poner a cada cual en su lugar. A este hombre, algún día, se le hará un reconocimiento. Por JULIÁN LICHENE Fotos ALEJANDRO KIRCHUK

“Mucha gente piensa que por lo años que tengo ya no carburo más. Yo tengo experiencia y pasé por muchas de estas situaciones difíciles para los clubes. No es que me postulo, pero es un error llevar a entrenadores sin experiencia a equipos que están comprometidos con el promedio, sistema que me parece justo porque hasta cuando yo jugaba se decía que en las últimas fechas se daban los puntos”. José Yudica se define como hincha de Eva y de Perón. Sus actuaciones de pibe en el Morning Star rosarino, con título en los campeonatos Evita, le valieron la posibilidad de presenciar los Juegos Olímpicos de Helsinki ‘52: “un mes de ida y otro de vuelta en barco. Nos dieron de premio 5.000 pesos, ropa y bicicleta. Imaginate eso para un pibe del interior…”. Luego llegó el debut en su amado Newell´s, en 1954. Más tarde, la Selección, Boca, Vélez, Estudiantes, Platense, Quilmes, Deportivo Cali (fue campeón). Su vuelta lo encontró en Talleres de Remedios de Escalada, en 1970; el club obtuvo el título de Primera C después de más de 40 años de sequía. Luego, el Piojo se retiró en San Telmo. Pero su trabajo de entrenador es más rico y digno de reconocimiento. Mucho más en épocas en las que, por ganar un campeonato corto, te pueden levantar una estatua. Sus equipos, en general, jugaron un fútbol vistoso. Yudica fue campeón de Primera con tres equipos

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diferentes de los llamados “chicos”, y lo fue en torneos largos: Quilmes en el Metro ‘78, Argentinos en el Nacional ‘85 y Newell´s en la temporada ‘87-‘88. Además, ganó la Copa Libertadores y la Interamericana con los Bichitos. Y cómo olvidar esa final con la Juventus en Tokio por la Intercontinental, aún después de la derrota. Con Newell´s llegó a la final de la Copa Libertadores en el ´88, pero perdió la final ante Nacional de Montevideo. Se suman los títulos en el Ascenso con Quilmes (´81) y San Lorenzo (´82). –¿De los equipos que dirigió, con cuál disfrutó más? –Tanto Newell´s como Argentinos me hicieron disfrutar. Cuando hacían un gol, ya sabía que el partido era nuestro. Y lo de Quilmes fue muy trabajoso. Fuimos campeones en el ’78, pero el año anterior nos habíamos salvado del descenso. El equipo había arrancado con López y Cavallero. Y a los cinco partidos me llamaron. –Borghi dijo que prefería perder la final con Juventus de la manera que perdió

antes que haberla ganado colgado del travesaño. –A mí me hubiese gustado ganar, pero jugando bien. Cuando llegó la charla técnica, no todos estaban de acuerdo conmigo. –¿Querían jugar de contragolpe? –Yo siempre dije que si habíamos llegado hasta ahí de esa forma, no tenía sentido cambiar. –Otra final perdida fue la de la Libertadores del ’88, ante Nacional de Uruguay. Recuerdo que cuando Newell´s eliminó a San Lorenzo en semifinales, usted dijo que el talento había vencido a la fuerza. Pero Nacional, que era un equipo inferior a ustedes, les ganó claramente 3 a 0 en Montevideo. Me llamó la atención cómo corrían esos jugadores… No podría afirmar nada al respecto. Sí reconozco que hubo muchos problemas. En Rosario le pegaron a la gente. Y a la vuelta, los uruguayos nos volvieron locos. No podíamos agarrar la pelota que ponían música en la cancha. En fútbol, los uruguayos son jodidos. Pero con res-

“Lo que no me gusta son los gestos de algunos técnicos que parecen decir que el jugador es un boludo o no hizo lo que le pidió. Al jugador hay que respetarlo”.


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Sus tres equipos chicos campeones en torneos largos: Quilmes 1978, Argentinos Juniors 1985, Newell´s 1987/88.

pecto a aquel partido que decís, qué sé yo… Nos pasaron por arriba y nos ganaron bien. –Quilmes del ‘78 fue un campeón impensado. –Lo que pasa es que yo les decía a los jugadores que se tiraran al río y lo hacían. –¿Y después qué pasó? –Al final de la temporada, Newell´s me había hecho una oferta que mejoraba un poco lo que ganaba en Quilmes, y los dirigentes no hicieron nada para retenerme. Es increíble, de cada equipo me tuve que ir más o menos así. –¿Por qué se fue de San Lorenzo luego de ser campeón de la B? –Yo no me fui. Me fueron. –¿Fue por ese partido con Banfield en el que San Lorenzo ya se había consagrado campeón con usted como técnico y la barra de su equipo llevó en andas al Bambino Veira, entrenador del rival de ese día? –En un punto, sí. Me sentí muy mal. Es un tema que no lo quiero tocar porque ese colega para mí no existe. Lo más curioso es que nunca más volví a San Lorenzo. Pareciera que no fui yo el que salió campeón con San Lorenzo en la B. –Ya había influencia de los barras. –Claro. Yo pienso que hace quince años que no trabajo por eso. Yo no le doy un mango a nadie, y entonces a los tipos no les conviene. Tendré muchos defectos, pero no transo. –Es indudable que hay entrenadores que arreglan con barras y representantes. –Cuando veo las caras de alguno de ellos en las banderas, pienso: “algo está pasando”. Los barras no te quieren porque sí. –¿Desde cuándo pasa? –Desde que dirijo, allá por el ’73. Y cuando yo jugaba, algunos se acercaban también. Lo que pasa es que antes no era

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tan visible y agresivo como ahora. –Cuando usted tuvo ese problema en Argentinos con la barra, ¿alguien salió a apoyarlo? ¿La dirigencia, la Asociación de Técnicos, por ejemplo? (N. de la R.: En 1992, la barra de Argentinos fue a pedirle explicaciones a un entrenamiento y luego le pegaron al hijo de Yudica, que era el PF; el entrenador sacó un revólver y disparó al aire para echarlos. Luego renunció). –La Asociación de Técnicos tendría que haber sido la primera en salir a defenderme. Y se los dije. Ellos y la AFA tendrían que estar al frente para terminar con este problema de los barrabravas, pero creo que no hay solución. –Usted nota una sumisión por parte de los técnicos con respecto a los resultados y a los condicionamientos. –Esas cosas existen. Creo que el técnico no siempre está seguro de todo lo que hay que hacer. El que no impone su forma de pensar, va al fracaso seguro. –¿La figura del técnico es más importante que la del jugador? –Lo que no me gusta son los gestos de algunos técnicos que parecen decir que el jugador es un boludo o no hizo lo que le pidió. Al jugador hay que respetarlo. El que no lo hace está cocinado. –¿Pero no siente que el jugador hoy está muy pendiente del técnico? ¿No falta rebeldía? –Puede ser. El jugador, por momentos, tiene que hacer cosas y no esperar que el entrenador se las diga.

–¿Qué opina de la dirigencia del fútbol? –Desde mi experiencia, fueron más las veces en que las cosas se hicieron mal que las que se hicieron bien. A mí me contratan para dirigir, y no me gusta que se metan en mi trabajo. Los equipos que andan mal son los que hicieron mal las cosas desde la dirigencia. Vélez, Lanús y Estudiantes por algo andan bien. Los que no invierten en divisiones inferiores están cocinados. –¿Cómo ve el fútbol de hoy? –Es muy agresivo y veloz. A los jugadores no los hacen pensar. Y es un juego brusco porque la mayoría de los árbitros hace la vista gorda. Ellos tienen que ponerse los pantalones, sea Boca, River o cualquier equipo. Y me hago mala sangre cada vez que veo un partido por televisión. El equipo que va ganando saca al 10… ¡Yo me quiero morir! –En su libro, Griffa dice que se juega más rápido porque mejoraron los campos. –No, no es por eso. Además, el buen jugador juega bien en cualquier cancha. –¿Uno de los inconvenientes de esta época no está en la mentalidad de los jugadores que hoy quieren irse al exterior rápido? –Pero hay que convencerlos. Y siempre me tengo fe. –¿Y la Selección? –Me preocupa. El fútbol argentino depende de ella. En cuanto al equipo, falta equilibrio. Hay muy buenos juga-

“Cuando veo caras de entrenadores en las banderas pienso: “algo está pasando”. Los barras no te quieren porque sí”.


dores adelante, pero no estamos bien en el medio y atrás. No entiendo cómo no se puede jugar bien teniendo a Messi. Lo estamos desaprovechando. Igual es fácil hablar. Hay que estar adentro. –Parece que falta una idea, mientras que las demás Selecciones sí evolucionan. –¿Por qué juegan bien en Europa nuestros jugadores? Creo que el problema está en los que manejan la Selección. Me parece que no se elige bien. Hay que hacer un buen recorrido para llegar. Siempre digo que jugador se nace, pero que el técnico puede ayudar en detalles. No le veo futuro a la Selección porque hay muchas dudas. –Basile fue el último técnico con experiencia en la Selección. –Sí, pero al técnico hay que respetarlo. Insisto en que no se eligió bien. –Lo dice por Maradona, por Batista… –Maradona fue un gran jugador, es indudable. Pero, ¿qué tiene que ver eso con ser técnico? Yo conozco técnicos que no jugaban bien pero dirigiendo demostra-

ron unas condiciones bárbaras. –Bielsa, por ejemplo, que jugó muy poco. –Sí, jugó poco y mal (se ríe). Yo lo tuve en el ’76, pero delante de él estaba Simón. –¿Qué aprendió de los técnicos que tuvo? –Yo siempre saqué cosas de Osvaldo Zubeldía. No estaba de acuerdo con su forma de hacer jugar, pero sí lo estaba en la disciplina, en lo trabajador que era. Lo tuve en Vélez y tuvo un gran gesto conmigo. Yo había quedado libre y él pidió que me llevaran de vuelta. Y eso que todavía Zubeldía no era palabra mayor. Era un caballero. Él y Menotti –aunque el Flaco de otra manera– se preocuparon de que la Selección fuera un lujo. –Da la sensación de que en la actualidad se volvió a la época previa a Menotti en la Selección: reina la confusión y la desorganización. –Yo lo veo de esa manera. No sé quién elige al entrenador. –Grondona y un grupo cerrado que lo avala en casi todo se encargan de eso.

–Sí, en realidad sé quién lo elige, pero lo hacen mal. En cuanto no te va bien en dos partidos, chau. No se puede dejar en mitad de camino a los entrenadores. –¿Qué piensa del Barcelona? –Yo nunca vi un equipo así. Ahí hay un trabajo a largo plazo. Messi y los que lo acompañan estaban en la cantera esperando el momento. Y creo que van a seguir sacando jóvenes porque ya tienen copiada la forma de jugar. Y cuando las cosas se complican, aparece Messi. Nunca vi un jugador como él. Y mirá que jugué contra Pelé con Coutinho, he visto a Labruna y a otros que eran espectaculares, pero este chico tiene mucha velocidad llevando la pelota. También creo que lo marcan mal. –¿Qué jugador le gusta? –Villar, el de Godoy Cruz. Me encanta, me parece un tipo valiente, que la quiere siempre. No sé cómo no fue a un equipo grande. Teófilo Gutiérrez también es de Selección. –¿Le gustaría volver a dirigir? –Sí, pero para la gente estoy viejo.

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¿Lo sabías? En 1997, un jugador de la selección de Ghana murió después de parar la pelota con el pecho: el golpe le provocó un infarto.

Garrafa technicolor

“¿Vamos a jugar al fulbo?”. La frase le pertenece al genial José Luis Garrafa Sánchez, a quien esta revista ya le ha dedicado unas cuantas páginas. Dispuestos a no aflojar en los asuntos de piel popular, les anticipamos la película sobre Garrafa. Allí, la frase del comienzo lo pinta por completo. Por GERMÁN FERRARI

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l titiritero Sergio Mercurio regresó a la Argentina después de recorrer Latinoamérica, tres días después del ascenso de Banfield a Primera en 2001. Había seguido la campaña por televisión y radio, vía Internet, de aquel equipo liderado por José Luis Garrafa Sánchez. Cuando su hermano fue a buscarlo al aeropuerto, le anticipó que había organizado para el fin de semana un asado de bienvenida en una quinta. Estarían sus amigos y un invitado especial: el diez albiverde. Mercurio no le creyó en absoluto. “Me pidió que llevara a Bobi, uno de mis muñecos, fanático de Banfield, para que Garrafa lo conociera. El domingo vino a buscarme, llegamos a la quinta y seguía sin creerle, pero había una decena de pibes que estaban expectantes. En un momento, entró una camioneta y bajó Garrafa. Comimos el asado, charlamos. Para mí era una situación rarísima, en especial cuando se levantó de la mesa, volvió con los cortos puestos y nos largó: ‘¿Vamos a jugar al fulbo?’”. Durante mucho tiempo Mercurio intentó responder un interrogante: “¿Qué pasaba por la cabeza de ese tipo que una semana después de conseguir su máximo logro deportivo iba a comer un asado con un grupo de desconocidos?”. Más de una década después de aquel encuentro, pudo aclarar su duda con El Garrafa, una película de fulbo, que se estrenará el 14 de abril en el estadio de Banfield y a la semana siguiente en la cancha de Laferrere, club donde el homenajeado comenzó su carrera. Por último, el 28 del mismo mes se exhibirá en El Porvenir, otra de las entidades en las que militó. Y a fines de mayo será emitida por una señal deportiva de cable. “Desde el principio pensé que no podía pasarse en cine. Mi sueño es que se apaguen las luces del estadio y empiece la película. ¿Qué más querés que verlo a Garrafa en las canchas donde jugó?”, desafía el director, que se inició en el rubro con el documental O filme da Rainha, en 2006, el

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mismo año de la muerte del crack. Mercurio y su equipo recogieron decenas de testimonios, pero fue drástico con una medida: “no voy a poner en la película a nadie que no lo haya querido”. Y tanto familiares, amigos, compañeros y entrenadores como uno de sus devotos, Alejandro Dolina, destacan el cariño que despertaba en la gente. A ellos se suman los pibes de barrio que lo llevan tatuado con orgullo y adultos que compartieron la disputa de torneos de penales por plata. La cinta muestra “a un tipo que hacía lo que quería porque le nacía; era un rebelde simpático, un provocador constante, con un nivel de fidelidad poco visto”, explica Mercurio, y manifiesta su admiración por “la lucidez en las decisiones que va tomando en su carrera, aunque no fuera un estratega de su vida. Cuando se va de Banfield, en 2005, se recuesta en su origen y sin reproches retorna a Laferrere. No creo que se haya sentido bien. Los golpes que tenía en la cancha o en la vida los procesaba, y siempre salía jugando”. Un cuento fantástico del colombiano Jairo Aníbal Niño sobre la desaparición de los dinosaurios tras perder un partido de fútbol inspiró a El titiritero de Banfield a incorporar secuencias animadas en el film. Garrafa y un grupo de jugadores de fulbo –Maradona, Higuita, Obdulio Varela, Garrincha, Zidane– vencen a los gigantes antediluvianos en un potrero prehistórico. “Garrafa no es un triunfador del fútbol, no va a estar en ninguna estadística, pero tiene algo que excede su trato con la pelota: su personalidad”, enfatiza el director. Apartado de cualquier ambición de fama, el ídolo “hablaba de ‘tocar’ la pelota, no decía ‘patear’ o ‘pegar’. Y eso es el fulbo. Cuando escuchás ‘¿vamos a jugar al fulbo?’, sabés quién lo está diciendo. Son las reglas que él manejaba, son las jodas que hacía dentro de la cancha. Siempre estaba jodiendo, siempre estaba jugando”.



Se dice que el mediocampista galés Gary Speed se fue del club Everton porque los dirigentes no le entregaron un ticket extra para un partido.

Segundos afuera, hora de escribir ¿Quién ha sido Pedro Cuggia? Para los seguidores del boxeo, se trata de aquel Kid Giménez de los años veinte que partió rumbo a Bolivia en busca de suerte. Sin embargo, como al Che, el viaje le abrió los ojos sobre la realidad latinoamericana y escribió un libro que merece ser buscado y encontrado. En Venezuela, Cuggia logró buena fama. Por RODRIGO DASKAL

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echado en la provincia de Salta en 1941, el libro La curiosa historia de un deportista, con el subtítulo Emociones y enseñanzas de una gira de 7 años a través de BoliviaPerú-Ecuador-Colombia-Panamá y Venezuela, efectuada por un boxeador-periodista argentino. Aspectos y antecedentes ignorados de la guerra del Chaco Boreal, recorre una doble frontera: la del deporte y la de la nacionalidad en las primeras décadas del siglo XX. Su autor, el boxeador Pedro Honorio Cuggia, navega como un transeúnte de la historia, actor y testigo de ella. Nacido en 1906, a los 18 años Cuggia decide partir del país hacia Bolivia buscando un destino como pugilista bajo el seudónimo de Kid Giménez, que la familia le censuraba. Cuggia rememora los desfiles patrióticos escolares, introduciéndonos en la idea de un patriotismo de tinte liberal que aleccione al individuo a la superación personal, aunque en el marco de los intereses colectivos y sociales y el “buen uso” de la libertad; y es en esa senda que se enmarca la idea del deporte y del sportman que acuna jugando al fútbol en el Club Atlético Nacional de Adrogué, Buenos Aires, dónde había nacido, y milita desde fines de 1918 en el Everton Football Club de Rosario, ciudad a la cual debió mudarse. Hacia 1922, y sumado a los grupos barriales que jugaban al fútbol, en torno de los cuales abundan las anécdotas de la barra frente a las fuerzas policiales que reprimían el juego con sus “rondas”, Cuggia llega a un momento crucial de su vida: la visita a Rosario de Harold Evelyn Holding -atleta inglés nacido en 1883, que compitió en una de las semifinales de los 800 metros de los Juegos Olímpicos de 1908 en Londres y que le impartió cursos de actividades físicas e inculcó la concepción del deporte como parte de la cultura física racional, asociada a la vida sana y el higienismo. Sorpresivamente, decide un día partir de viaje a Bolivia, primero de los siete países que visitará como boxeador y lugar donde también se iniciará como periodista deportivo, labor que desarrollará luego fuertemente en Venezuela. Allí, sus crónicas se harán famosas en la recién fundada revista Sportman, primero, y en Caracas Deportiva, después. También escribe en esa época libros sobre la práctica del boxeo y la historia del boxeo salteño. Su libro es convierte en un verdadero testimonio del sen-

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timiento anti-argentino desencadenado por la bemba que difundía el apoyo argentino a Paraguay en su disputa con Bolivia durante la guerra del Chaco. Cuggia, quien trabajaba en una mina, observa cómo, al compás de los conflictos sindicales y la explotación del indígena, crecía en los bolivianos un sentimiento nacionalista que no les permitía ver cuál era la verdadera situación de su país, ciegos por el discurso oficial que apela al patriotismo exasperado y la mentira. Para Cuggia, la verdadera patria es “la práctica sana y amplia de la solidaridad social. Patria es espíritu, no materia”. Su visión integradora no está exenta de una fuerte idea civilizatoria, en la cual los explotados deben ganar su libertad y abandonar el “atraso” mediante el esfuerzo y la abnegación personal. En sus palabras cohabita un patriotismo cosmopolita. En ese esquema, el deporte debe ocupar un rol formador de las personas: tanto el boxeo como el béisbol y el fútbol son pensados tal cual las corrientes de época caracterizaban al sport: como una manera de cultivar el cuerpo simultáneamente que la moral y el carácter. Así lo muestran los relatos de sus peleas, como cuando volviendo a Bolivia luego de pelear por toda América, vence al boliviano Rufino Zambrana. Pero ante las declaraciones del rival acusando de antojadizo el fallo, Cuggia envía un telegrama intimándolo a un nuevo combate un mes después. Acostumbrado a ser bien tratado por el público en los diversos países, escucha, mientras le sangra el oído, el grito de “¡mátalo a ese espía paraguayo!”, que llega desde el público, lo que por efecto contrario, y pese a la herida, posibilita su recuperación para lograr un digno empate. Todo concluye con Cuggia en el hospital en peligro de muerte por los golpes recibidos. Venezuela es adoptada por Cuggia (ya entrenador de boxeo) como su segunda patria. Hoy, el gimnasio de boxeo del Instituto Nacional de Deportes de Caracas lleva su nombre. Más allá de su retórica de época, llama la atención su verba prolija y su inclinación a la aventura viajera, alrededor de un espíritu de deportista y de boxeador, de tinte ilustrado y cuyo nacionalismo requiere poner al deporte y sus organizaciones al servicio de una conciencia nacional y una moral social arraigada en los hombres que componen una patria.



LOS CUENTOS DEL TÍO PETER Por PEDRO SABORIDO

Ilustración LAURA SAVIO

Pepines

Pedro Saborido hace su debut en Un Caño con un relato fantástico. Una historia de insatisfacción, angustia, deseo, crimen, culpa y redención. Con todos los ingredientes necesarios para hacernos pensar que el ser humano, tal como lo conocemos en este planeta Tierra, es una mierda.

“Intenso el trabajo de Defensa y Justicia en el medio campo. Aprovechando los laterales, genera peligro, siempre a través de un sólido enganche como Mascherotti. El 0 a 0 no es reflejo de lo que el equipo de Varela merece por su actitud en el campo de juego, decía Jorge Ariel Pepines en su comentario, con esa voz clásica de comentarista de fútbol con la cuál había ganado fama y fortuna. Pero Pepines soñaba con ser relator. Y ese lugar lo tenía Sergio Martínez Ganga, cuyo relato era aclamado por los oyentes, aunque fuera incapaz de pronunciar la letra erre. “Dodíguez pada Pédez, Odtega llega al ádea… Dacing busca dad vuelta el desultado -relataba Martínez Ganga, quien a pesar de su catástrofe fono-audiológica, encantaba y emocionaba a la audiencia. Pepines sufría por su rol como comentarista, como un simple guitarrista detrás del cantante líder de una banda. Años y años de comentar envidiando aquel anhelado lugar, haciendo los comentarios de ese relator disfuncional amado por la audiencia. ¿Cuándo podría dejar de acotar estupideces mientras el otro vivía y hacía vivir la emoción del futbol en millones de radios del país? “Dodíguez, centdo ataz pada Gadmendia… ¡¡Gooolll!!”. Cada grito de gol de Martínez Ganga era una puñalada para Pepines, quien obsesionado esperaba el momento de reemplazarlo, de mostrar en un solo partido que su relato podía ser mejor que el de ese defectuoso ídolo del periodismo. “Quiero relatar. Quiero relatar para siempre”, se juramentó Pepines. Y harto de tanta espera, tomó una drástica determinación. Fue en la propia cabina de transmisión de la cancha de El Porvenir. “Martínez Ganga”, dijo entrando a la cabina dónde estaba solo su compañero. “Si, ¿qué pasa?”, contestó Martínez Ganga. “Tomá”, dijo Pepines antes de meterle tres balazos. “Eh, Pepinez… Me has dado muedte…”. “Sí. Y ahora voy a relatar yo”. Después de asesinar a Martínez Ganga, Pepines engañó a la Policía, que acudió a la cabina. Pepines les mostró la nota de un supuesto asesino, que decía: “Asesiné a Martínez Ganga y me fui Disneyworld. Me llamo Enrique”. Y así fue como los policías corrieron hacia Ezeiza para conseguir un vuelo que los llevase a Orlando para perseguir al tal Enrique, un ser humano ficticio que había inventado Pepines. Igual, misteriosamente, un tal Enrique había dejado una impaga 72 UN CAÑO | ABRIL 2012

cuenta de 54 dólares por comer y tomar cosas del minibar de un hotel en Disney. Cuestión que, mientras la engañada Policía investigaba, las autoridades de la radio le propusieron a Pepines que relate. “Carioti pica por derecha y busca el desborde. Cruza en diagonal para Zanuzzi; Risolini roba y toca hacia atrás; esquiva uno, dos, tres hombres de Cambaceres…”. Escrito así no pasa nada, pero quien lo haya escuchado sintió el deleite y gozo de Pepines al acariciar el anhelado sueño de relatar un partido. La noche correspondiente a esa jornada fue la más feliz de su vida. Pero al otro día, más allá de sentir el placer por logro, la culpa empezó adueñarse de Pepines. Miles de imágenes se dispararon en su mente, y un extraño desvarío comenzó a ganar su vida cotidiana. “Voy a la heladera. Abro la puerta. Me fijo en la sandía. Saco la sandía. Esta fresca. Es roja y palpitante. Tiene uno, dos, tres carozos. La pongo sobre la mesada. Empiezo a cortar un pedazo. Lo muerdo. ¡¡Gozo, gozo, gozoooo de la sandía!!”: por un extraño fenómeno (provocado por la culpa, porque se sentía un hijo de puta), Pepines no podía dejar de relatar todo aquello que se le presentaba ante sus ojos. “Salgo a la calle. Voy hacia la esquina. El semáforo esta en rojo. Pasan uno, dos, tres autos. Estoy por cruzar. El tipito de rojo se está por apagar. Se enciende el tipito blanco. Estoy habilitado. Puedo cruzar”. El remordimiento ante el asesinato que había perpetrado lo llevó a la locura. No podía parar de relatar. Ahora relatar era una tortura: “me tomo un ansiolítico. No me calmo. Sigo ansioso. Siento la culpa. No puedo más. Este el castigo por cumplir mi sueño. No aguanto más. Voy a llamar a la comisaría. Agarro el teléfono…”. Y entonces se entregó… “Me coloqué delante de Martínez Ganga. Saqué una 38. Apreté el gatillo, salieron uno, dos, tres disparos... Fui yo, comisario”, terminó diciendo en el vibrante relato con el cuál confesó su delito. Después de quince años, Pepines recuperó su libertad. Hoy vive en una solitaria isla del Tigre. Pasa sus horas frente al río: “algo picado, el río. Viene la lancha colectiva buscando los laterales, mientras desde el fondo dos motos de agua hacen un buen trabajo dibujando las diagonales. En tanto ese grupo de jubilados insiste con su con su picnic”. Otra vez, en el deseo cumplido estaba el castigo.


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Historias deportivas (y mientras tanto, la guerra) A treinta años de la locura, fuimos al archivo y encontramos tres acontecimientos curiosos mientras centenares de chicos morían por las islas Malvinas. Porque, claro, con las balas volando de acá para allá (más de allá para acá, en realidad), las pelotitas seguían girando... Por JOAQUÍN FINAT

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arece lejana aquella tarde del 2 de abril, cuando desde el balcón de la Casa Rosada, el represor Leopoldo Fortunato Galtieri incitó a la absurda guerra de Malvinas, que dejó el triste saldo de 649 vidas perdidas. “Si quieren venir, que vengan. Les presentaremos batalla”, provocó el presidente de facto. Mientras centenares de pibes que tenían sueños e ilusiones daban la vida por el país, la actividad deportiva siguió su curso. La Selección Argentina se preparaba para defender el título conseguido en 1978, y el Campeonato Nacional estaba llegando a las instancias finales. En medio de esta locura, el 25 de abril, Estudiantes y Quilmes fueron protagonistas de un hecho increíble durante el partido que se jugó en La Plata. El Pincha ganaba 1-0 por un penal de Brown, pero Quilmes jugaba mejor y merecía el empate. Y entonces llegó lo insólito. A los 36 minutos del segundo tiempo, por los altoparlantes del estadio se escuchó una voz que paralizó a todos: “Señor árbitro, rogamos a usted detener el juego”. Juan Carlos Loustau, sorprendido, obedeció. Los jugadores, entonces, se agruparon a su alrededor. “Lo recuerdo y se me pone la piel de gallina. Leyeron el comunicado de la Junta Militar que decía que se habían iniciado las acciones bélicas en las islas”, relata Héctor Clide Díaz, defensor de Quilmes. “Estaba en la barrera, escuché y enseguida lo busqué a mi compañero Pizzarulli, que era clase ‘61. “Cagamos, nos llaman’”, cuenta que dijo entonces Néstor Frediani, volante

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derecho cervecero. El tiempo se detuvo y ese puñado de minutos pareció eterno. El público entonó el por entonces inédito “y ya lo ve, y ya lo ve, el que no salta es un inglés”. “Fue emocionante, imposible de olvidar”, rememora Jorge Gáspari, el capitán de Quilmes, que escuchó la noticia en la tribuna por haber sido reemplazado –en esa época no podían permanecer en el banco de suplentes–. Entre tanta euforia, Loustau reanudó el juego y el partido ya no fue el mismo. Estudiantes selló la victoria con un gol de Hugo Gottardi, cuando restaba un minuto para el final. Pese al paso del tiempo, los ex jugadores de Quilmes tienen bien presente este encuentro. “Es el día de hoy que nos juntamos con los muchachos y lo recordamos. Siempre decimos que fue algo adrede de parte de Estudiantes. Que el técnico Bilardo había parado el partido para enfriar. Aunque nunca vamos a saber si realmente fue así, pero en el fútbol nos conocemos todos…”, insinúa Frediani, actualmente entrenador en las Inferiores de Quilmes. Para Clide Díaz, hoy gerente de Banfield, el comunicado le hizo un clic en la cabeza. “Escuchar que mi país entraba en guerra me desconcentró emocionalmente. Fue tremendo. Si bien no

me consta, siempre se sospechó de Bilardo. Es que fue en el único estadio donde se paró el partido. Y tuvo efecto. Muchos quedamos shockeados”. Sin embargo, para Quilmes, la historia futbolera tuvo un final feliz. “Nos vengamos –agrega Díaz–. Nos volvimos a enfrentar por las semifinales de ese mismo Nacional y les ganamos en La Plata y en Quilmes. Fue una pequeña revancha. Hay cosas que me han quedado marcadas en mi carrera, y aquel partido fue uno de ellos”. ...

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El 1° de mayo de 1982, el día del primer bombardeo Inglés sobre las tropas argentinas, se pone en marcha el Mundial de hockey sobre patines. Y casi como una paradoja del destino, Argentina debe enfrentar a los ingleses en el partido inaugural del Grupo B. En medio de una ola de rumores y versiones, Carlos Gómez Centurión, el embajador de Argentina en Portugal, “confirma la presentación del equipo nacional”. Los organizadores, por su parte, descartan la posibilidad de cambiar de zona a uno de los dos participantes. Pero el ambiente previo al partido es una atmósfera de tensión, y los ingre-

El 1° de mayo de 1982, el día del primer bombardeo Inglés sobre tropas argentinas, se pone en marcha el Mundial de hockey sobre patines. Y casi como una paradoja del destino, Argentina enfrentó a los ingleses en el partido inaugural del Grupo B.


dientes proporcionan un cóctel explosivo. Abundan las situaciones incómodas. Los dos planteles se concentran en el Hotel Penta, en el centro de Lisboa. Y, como si fuera poco, los dos equipos viajan en el mismo micro hacia el estadio. Hay más datos que alimentan el morbo: en el equipo inglés hay un jugador cuya novia nació en las Malvinas, y otro es hijo de habitante de las islas. Increíble, pero real. En la antesala del esperado partido, José Martinazzo explica su sentimiento: “cuando me puse la camiseta argentina sentí un escalofrío en todo el cuerpo”. En las tribunas hay apenas dos banderas que hacen referencia al conflicto. “Las Malvinas son argentinas”, dice la que cuelgan los argentinos. “The Falklands are portugueisas”, expresa otra, mezcla de humor e ironía, que colocaron los locales. Los equipos salen a la cancha y los jugadores argentinos no realizan el tradicional intercambio de banderines, por expreso pedido de sus dirigentes. Pero los nervios comienzan a esfumarse cuando, a los 4 minutos, Mario Agüero abre la cuenta. Daniel Martinazzo marca el segundo tres minutos después, y el partido,

en definitiva, es un trámite para Argentina, que gana 8 a 0. Con el partido como recuerdo imborrable, el sanjuanino Daniel Martinazzo apela a la memoria de un duelo que quedará en la historia por ser el único enfrentamiento deportivo entre Argentina e Inglaterra durante la guerra: “por suerte, pudimos abstraernos de los comentarios y no hubo ni siquiera un roce. Eso sí, abundaron los sentimientos, los recuerdos y un montón de sensaciones difíciles de explicar”. ...

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Iban apenas seis minutos del primer tiempo y Vélez y San Martín de Tucumán se estaban estudiando. De pronto, una ola de murmullos se apoderó del José Amalfitani. El público comenzó a señalar el cartel electrónico, un lujo tecnológico de ese entonces. “Inglaterra retira las naves de las Islas Malvinas”, decía el comunicado oficial. El árbitro Claudio Busca paró el juego y los jugadores se sumaron al festejo general. El delantero tucumano Juan Carlos Torales, eufórico, levantó los brazos, cerró el puño, mientras deseaba

ser uno más de los que estaban en la tribuna. El también quería gritar “Argentina, Argentina”. “El público estaba de pie y cantaba más por las Malvinas que por Vélez. Cuando se detuvo el partido, yo me encontraba en posición de ataque junto a mi marcador, Carlos Macat. Nos felicitábamos”, rememora con emoción Eduardo Pino Hernández, puntero del Fortín. Rodolfo Bernárdez cubrió este encuentro para la revista Goles Match y todavía tiene los recuerdos bien frescos: “en el palco la gente se abrazaba y también lloraba. Sin embargo, a los pocos minutos, la leyenda no volvió a aparecer”. El partido continuó, San Martín metió un gol de penal y la frase en el cartel quedó como una triste anécdota más. Los que tenían radio nunca confirmaron la retirada de los ingleses de las islas. Lamentablemente, ese público que se ilusionó con una noticia ficticia jamás imaginó que mientras los comunicados oficiales de la Junta Militar jugaban con sus sentimientos, esa misma tarde se produciría el hundimiento del crucero Belgrano.

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Trampas de luz y Sombra

Nuestro editor de fotografía, a falta de imaginación, recurre nuevamente a sus recuerdos juveniles y nos encadena a un relato autobiográfico de dudoso interés en el que vagamente se reflexiona sobre la ética del periodismo sin llegar a ninguna conclusión. Por FABIÁN MAURI

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l primer día hábil del mes de marzo de 1981 crucé por primera vez la “trampa de luz” que separaba la sala de fotógrafos de la Editorial Atlántida del laboratorio de fotografía. “Trampa de luz” era como llamaban los entendidos al sistema de puertas en zig-zag , pintadas de negro, que impedían cualquier vestigio de luminosidad en el interior del lugar donde se revelaban los negativos y se hacían las copias en papel del material blanco y negro que producían los fotógrafos. Los domingos, al caer la tarde, el laboratorio ardía con el cierre de El Gráfico. En esa época, los partidos de la fecha se jugaban todos a la misma hora. Así que a eso de las seis empezaban a llegar los fotógrafos que habían ido a Boca, un rato después los de Avellaneda o River, y así hasta que volvían, ya entrada la noche, los que habían ido a La Plata, resignados a que no quedaran sánguches y a las puteadas por lo lento que manejaba el remisero. Los fotógrafos entregaban el material a los laboratoristas y para matizar la espera (hoy, en la era digital, parece absurdo pero se tardaba más de media hora para poder visualizar las fotos) se tomaba un refrigerio y se intercambiaban anécdotas y vicisitudes de los partidos que les había tocado cubrir. Una vez revelados los negativos, se los numeraba y se los entregaba a su respectivo fotógrafo. Y ahí se armaba. Los fotógrafos se abalanzaban sobre las ampliadoras para copiar en papel sus mejores tomas. Era una competencia feroz, todos querían que la apertura a doble página de la crónica del partido fuera su foto. Y ni hablar si metían la tapa de El Gráfico. Aquellos fotógrafos tenían, como Martin Palermo, la

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obsesión por el gol. En este caso, por la foto del gol. Muchas veces se escuchaba la puteada de alguno fastidiado: “¡No tengo la pelota! ¿Podes creer? ¡No tengo la puta pelota!”. Se refería a que tenía una muy buena foto del momento del gol: estaba el delantero en el momento culminante de la definición, estaba el esfuerzo postrero del arquero, estaba el gesto de desesperación del defensor que no llega, estaba el poste marcando referencia… Pero no estaba la pelota… Y la foto de un gol, sin la pelota, era lo mismo que nada. Yo estaba ahí, deslumbrado en la penumbra de la pálida luz amarilla de seguridad, observando el espectáculo, porque mi sueño era ser fotógrafo de fútbol. No tenía experiencia alguna, pero un flagrante caso de nepotismo, ante la insistencia con la que sometí a mi primo político Eduardo Forte, director de Fotografía de Atlántida, concluyó con mi nombramiento como Cadete del Laboratorio. El plan era que fuera aprendiendo el oficio desde bien abajo. De hecho, durante los primeros seis meses aprendí qué marca de cigarrillos fumaba cada fotógrafo o laboratorista, ya que, para ellos, que yo fuera hasta el quiosco a comprarles fasos era parte del convenio colectivo. Otra cosa que aprendí, esta sí muy valiosa, era que Gayoso podía “pegar la pelota”. Jorge Gayoso, apodado Sombra

de ñoqui, un señor veterano y bajito, muy parecido a Lou Costello, de Abbot y Costello, era un laboratorista de lujo que fumaba sin parar. Gayoso no era un tipo acostumbrado a trabajar en una empresa periodística. Venía más del palo de la “fotografía artística” del Foto Club Buenos Aires, donde daba clases de Procesos Especiales de Laboratorio. Era demasiado parsimonioso para la urgencia de un cierre, pero los fotógrafos y los demás laboratoristas lo reverenciaban por considerarlo un mago del cuarto oscuro. Si un fotógrafo se había equivocado al exponer un rollo, hablaba con Gayoso, le contaba las dificultades de la toma y el laboratorista, tras una larga explicación técnica de cómo iba a revelarlo, le garantizaba que el resultado sería óptimo. Y era así. Si algún fotógrafo consideraba que tenía una buena foto como para aspirar a un premio en un concurso, se la mostraba a Gayoso, que miraba con atención la copia y le recomendaba que la dejara en sus manos, que él iba a subirle las altas luces acá y bajarle el contraste allá. Y que a ese arbolito del fondo que molestaba un poco, lo haría desaparecer para que la imagen compusiera mejor. Y era así. Era un placer ver desplegar su alquimia en la ampliadora a esa especie de Photoshop humano, veinte años antes de que se inventara el Photoshop. Por lo tanto, “pegar

El tema es que el material fotográfico que llegaba de las islas, era poco y encima pasaba por la censura militar.


la pelota” en la foto del gol donde faltaba la pelota, era para Gayoso un juego de niños. El truco consistía en buscar en otro negativo una pelota (aquella inolvidable Pintier blanca) e imprimirla adecuadamente, cuidando las proporciones y la dirección de la luz en la foto donde faltaba la pelota. Nadie se daba cuenta de la trampa y la foto quedaba un kilo y dos pancitos. Pero se presentaba un pequeño inconveniente: en El Gráfico estaba terminantemente prohibido “pegar la pelota”. De modo que Gayoso sólo ejecutaba su destreza a pedido de la concurrencia y para cancherear. El Gráfico jamás publicó una foto manipulada, recurso que, sin embargo, era muy común en los diarios de aquella época. A mí, que ciertamente era un “pichi”, esa ética me llenaba de orgullo. En abril del ‘82, yo ya estaba bastante canchero con mi trabajo de amanuense dispuesto a todo con tal de ser fotógrafo, pero era consciente de que faltaba bastante para que me nombraran en el staff. Atlántida tenía una numerosa plantilla de grandes fotógrafos y yo era un pibe en proceso de formación. De todos modos, de vez en cuando me asignaban alguna foto sin mucho riesgo para La Chacra o el Billiken. Un acontecimiento trágico iba a ser decisivo para que el tiempo que yo calculaba debía pasar para ser ascendido a fotógrafo se acortara: la Guerra de Malvinas. La cobertura del conflicto para las revistas Gente, Somos y Para Ti demandó la movilización de un montón de fotógrafos al sur. Partían hacia Comodoro, Río Gallegos, Bahía Blanca, Chile, etc. No se sabía cuándo volverían. Teóricamente, mientras durara la guerra tendrían que permanecer allí. Además, se aproximaba el Mundial de España, y El Gráfico había previsto que viajaran ocho fotógrafos y dos laboratoristas, que partieron hacia Europa casi dos meses antes del comienzo del campeonato. Mientras tanto, en Buenos Aires no se suspendió el torneo local, y se seguía cubriendo todo tipo de notas como si el hecho de estar en guerra fuera un detalle. En esa coyuntura, uno de mis jefes me notificó que, ante la emergencia, yo pasaba a ser fotógrafo y que me preparara para cubrir la inminente visita del Papa a la Argentina. Fue una gran noticia en un muy mal momento. Una tarde, volviendo de cubrir un entrenamiento en la cancha de Ferro (había escuchado con preocupación noticias de

la guerra en la radio del remís), al traspasar la trampa de luz del laboratorio para mandar mi rollo a revelado, noté demasiado movimiento para ser un día de semana. Había incluso cuadros jerárquicos de la redacción, que nunca bajaban al laboratorio. Estaban reunidos alrededor de una ampliadora, atentos a los pases de magia de Jorge Gayoso, que trabajaba sobre una foto. “¿Qué pasa?”, le pregunté a mi colega Guillermo Rondini, mientras mis ojos se acostumbraban a la oscuridad del cuarto oscuro. “Parece que Sombra se está cargando a la flota inglesa”, me contestó con ironía. El tema es que el material fotográfico que llegaba de las islas era poco, y encima pasaba por la censura militar. A Gente le había ido muy bien en su edición de la semana anterior con una tapa de soldaditos argentinos posando en una trinchera y con

el título “Estamos ganando”. Así que para el número siguiente la idea era rizar el rizo. Pero estaba muy complicado encontrar una foto para tapa. Se nota que alguien recordó la habilidad de Sombra de ñoqui y le encargó que desarrollara su alquimia con el pobre material con el que contaban. Le encargó que “pegara la pelota”. Tenían una foto real aunque no muy espectacular del destructor inglés Coventry (finalmente hundido) impactado por bombas de la Fuerza Aérea Argentina. A partir de esa foto, que no mostraba demasiado, Gayoso logró una imagen ciertamente bélica. Agregó un poco de humo sobre la cubierta del barco. A alguien no le pareció que aquel humo fuera suficiente y le pidió a Sombra que agregara más, bastante más. La “foto” quedó fenómena. Salió en la tapa con el título “Seguimos ganando”.

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FULBOTECA

Por EZEQUIEL ACUÑA

Esperando al Mesías

Y seguimos con los documentales. Para quienes aman el terreno de las biografías, la recomendación de nuestro compañero es esta vez el film que narra la vida del piloto brasileño Ayrton Senna, fallecido en las pistas de Imola, San Marino. Mucho para ver sobre el mundo de la Fórmula 1.

“Suspiró y su cuerpo se relajó; no soy religioso, pero pensé que su espíritu salía de su cuerpo” En el deporte mundial podemos encontrar dioses (Maradona lo fue mientras caminó sobre pasto y no sobre tierra), reyes, magos, príncipes y otros que se transforman en “deportistas reflejos”. Roger Federer es un caso de buena estirpe: tiene seguidores fanáticos de toda índole y no sólo porque es un excepcional tenista. De hecho, un amigo de la revista que ya escribió sobre él, el músico Antonio Birabent, fue capaz de venir a mi casa a las 5 de la mañana para ver una final del Abierto de Australia; o mi propia madrina –poco ligada al deporte– lo defiende como si fuera lo más de la raza humana. Hay un plus, algo distinto y especial que diferencia a estos deportistas. Brasil tuvo un rey, Pelé, que duró como tal mucho en las canchas pero poco fuera de ellas. Podría haber sido eterno porque, como nuestro dios Maradona, brillaba en los jardines del mundo. O Rei y Pelusa –de orígenes similares– que alguna vez y no hace tanto jugaron al cabeza en el programa televisivo del 10, eligieron caminos distintos para transitar la vida diaria post- deportiva. Uno fue diplomático, con inclinación capitalista y conservado-

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ra. El otro, un anarquista contradictorio, visceral y acelerado, original y patético, inmortal y sorpresivo, un dios extraño made in Argentina. En mi casa siempre se habló de Brasil como un paraíso que simplificaba la forma de vida con la música: samba para andar descalzo y tocar la naturaleza, bossa para mirar nostálgico el mar de noche, con las luces de Río de fondo. Senna, la película del inglés Asif Kapadia, es una historia que muestra a Ayrton como un mesías que no es de color ni de los barrios bajos, sino un tipo con poco ritmo (verlo con Xuxa o en el carnaval lo demuestra), con una extrañísima mirada melancólica –observaba el vacío casi de una manera espiritual, como quien ve en un punto de fuga la paz, la calma que llega después de la tormenta

o la tranquilidad después de la paliza–. También lo exhibe como una especie de Nostradamus que no tira frases únicas, sino verdades que maduran insólitamente en poco tiempo. Ayrton vive en el mundo de Senna casi como en un limbo, como en una hamaca que se balancea en cámara lenta en medio de un jardín. Su ritmo no es brasileño, su tiempo es propio. Con él empiezan y terminan las inevitables y frecuentes lluvias de verano. De su rostro caen lágrimas cuando un compañero sufre algún accidente, y él mira al cielo como advirtiendo la futura tormenta. Y hasta trata de demostrar que Dios existe sin justificar la nacionalidad. La película comienza con Ayrton subido a un karting allá por los ‘80, y lo sigue en esa especie de moebius que es su pis-

Las imágenes mezcladas de audios en off y de un archivo casi perfecto nos pegan en el estómago, nos aceleran el corazón, nos llevan al ayer.


El 4 de abril de 1998, la referí Florencia Romano se convirtió en la primera mujer en dirigir un partido oficial en Argentina: ese día echó a tres jugadores.

ta, un loop circular con distintos nombres de ciudades. Repasa sus comienzos en la F1, desde sus primeros equipos hasta el año ‘94, cuando se despide de todos. En el medio, suceden muchas cosas. Un viaje al pasado donde la piel de gallina llega por descarte. Rever lo visto de chico, como un recuento que vuelve con valor adicional, extra y nuevo. Como si la historia conocida fuera exactamente otra. Las imágenes mezcladas de audios en off y un archivo casi perfecto nos pegan en el estómago, nos aceleran el corazón, nos llevan al ayer. Los pasos de Ayrton por las distintas escuderías (Toleman, Lotus, McLaren y Williams), sus logros y el tricampeonato (1988, 1990, 1991) van perfilando al documental como una obra shakespeariana: “a Senna hay que voltearlo”, parece decir la trama de la historia. Aparecen los franceses y su poderío, el dueño del circo Balestre (presidente de FIA) con Alain Prost, apodado El Profesor, un muñeco maquiavélico y aliado ideal. También se asoman los ingleses

con sus mañas extradeportivas: Mansell, de la mano del Williams, robando el único campeonato disponible. E incluso un simpático brasileño como chivo expiatorio para la historia, Nelson Piquet. Senna hace de Ayrton un personaje épico y valiente que protege a los conductores sin que nadie lo proteja a él, salvo sus padres (que no es poco, o es mucho). Exigente, ambicioso, melancólico como pocos (como cualquier “melanco” funciona mejor los días de lluvia, como su auto), Ayrton moviliza a Brasil. Un Brasil hambriento, necesitado, que no quiere playas ni carnavales, sólo que alguien les hable, un Mesías enviado para hacer justicia, para ayudar a los niños sin demagogia, para decir y aclarar lo que sucedía debajo de la alfombra de la F1. También aparece un claro conflicto que le sirve al documental, a la historia, a los medios: la competencia con Prost, que posiciona a este deporte en un lugar único de popularidad e indirectamente lo convierte a Senna en nuestro héroe. Todo

va creciendo en tensión, en rivalidad, pero en realidad el que va creciendo es Senna, como deportista y como ser humano. Gana con un libreto transparente, no especula. Mientras tanto, el “melanco” Ayrton, con la cámara testigo dentro del auto, amigo del viento, muestra una conducta suicida que marca destino de velocidad. Senna es una película fantástica, con un personaje sobrenatural, un rockero sin rock, un deportista cuyo deceso produjo la muerte de muchas cosas. Se despide a la edad de los rockeros y los dioses (tenía 34 años), y Brasil lo saluda como si estuviera en presencia de una recreación bíblica, lo llora con un dolor muy verdadero. Senna se vuelve único y necesario. Su destino estaba en la pista. Como Cristo, lo hizo por todos: por un país que andaba errado, por el deporte, por los niños, por los compañeros y por colmar de honor al deporte-vida. Así era Senna, un astronauta olvidado que flota en su propio espacio.

ABRIL 2012 | UN CAÑO 79


s a b r e y s a r t O

I GENT O LIN R D N A EJ Por AL

MÚSICA

Pablo Ramos, la pluma y la guitarra No es la primera vez que el escritor Pablo Ramos (El origen de la tristeza, La ley de la ferocidad) pone un pie en la música. En más de una charla pública se ha animado con un tango, se ha asociado con Gabo Ferro para editar el disco El hambre y las ganas de comer y últimamente hasta dio algunos conciertos en compañía del talentoso Ernesto Snajer, su amigo de toda la vida. Ahora Ramos armó su propia banda. Se llama Analfabetos y va a debutar este 6 de abril en el Pacuá Bar de Rauch, provincia de Buenos Aires. El 14 de abril el grupo tocará en en la fábrica tomada IMPA, en Querandíes y Pringles, Capital Federal. Además de Ramos, quien compone los temas, canta y toca la guitarra, forman parte de la banda dos ex integrantes de La Mancha de Rolando y Sebastián –Leonardo Ronchetti, en bajo y batería, respectivamente– y el cineasta y escritor Hernán Roselli, también en guitarra. “Decidí arrancar con esto porque no quería demoler mi sueño de la infancia, que era ser estrella de rock –dice Ramos con un dejo de sarcasmo–, y también porque sé que manejo el género canción, que compongo bien y que las letras que se me ocurren no pueden ser poemas, tienen que tener música. Mi experiencia con Gabo Ferro y su aliento para que me anime fueron decisivos. Tambien el trabajo junto al genio musical Ernesto Snajer”. A la hora de citar influencias, Ramos enumera: 80 UN CAÑO | ABRIL 2012

“Luis Alberto Spinetta, Led Zepellin, Peter Hammill y mi abuelo, Pocho Ramos”. Además de la viola, el escritor domina otros instrumentos –trompeta, cuatro venezolano, bajo, piano–, y cuenta que cuando estudió con Ariel Goldemberg rearmonizó íntegramente todos los corales de Bach. “Soy un enfermo melómano, sobre todo de la música clásica y del jazz, pero tambien amo el tango y las canciones sencillas. Admiro profundamente a Sandro y a Roberto Carlos. Mi abuelo fue un gran cantor, su hermano era violinista y la música siempre estuvo presente en mi vida, mucho más que la lectura incluso. En mi familia siempre se escuchó música. Mi vieja tiene tood el tiempo la radio encendida en la 2x4 o en la FM Clásica. Me crié en ese universo”, explica. Una de las canciones que formarán parte del primer disco de Analfabetos, que saldrá antes de fin de año, se llama Sanación del alma y está dedicada a Spinetta: “creo que así se va a llamar también el disco –adelanta Ramos–. Después de la muerte de Luis, que me pegó muy mal, entendí algo que él dijo en privado y luego dio a conocer públicamente su hijo Dante, eso de que sentía que iba hacia la sanación definitiva. Entendí que nos decía que se iba a morir pero que la muerte no es el fin, que es sólo un paso a otro plano donde no hay más dolor. Yo también creo eso”.


El delantero de Reading de Inglaterra Leroy Lita se desgarró un músculo de una pierna al desperezarse en la cama luego de despertarse.

MÚSICA

Argentina año verde Sigue la ola de visitas internacionales que tiene de parabienes a los amantes de la música: el próximo 29 de mayo tocará en La Trastienda The Horrors, banda inglesa de post-punk y garage rock que ha recibido calurosos elogios dela prensa por su último disco, Skying, tercero en su sólida carrera. Aunque todos lo comparan con el inolvidable Joey Ramone, cantante de The Ramones, el excéntrico vocalista de la banda, Faris Badwan, es más bien una cruza entre Peter Murphy (Bauhaus) y Jarvis Cocker (Pulp). Vale la pena verlos. Se sabe –las entradas están agotadas para casi todas las funciones– que Bob Dylan pisará otra vez tierra argentina para presentarse en cuatro oportunidades en el Teatro Gran Rex (26, 27, 28 y 30 de abril), y hace unos días se confirmó la llegada de la banda escocesa de post rock Mogwai, que también se presentará en La Trastienda el 19 de mayo. La cereza del postre será un show que quizás tenga menos prensa que todos los anteriores, pero que recomendamos no dejar pasar: el japonés Ryuichi Sakamoto –uno de los fundadores de la magnífica Yellow Magic Orchestra a fines de los ‘70 y autor de la banda sonora de El último emperador, de Bernardo Bertolucci– se presentará junto con el alemán Alva Noto

en el Gran Rex, el próximo 14 de mayo, en una jornada soñada para los seguidores de la electrónica y el ambient.

LIBROS

Brindis olímpico A diferencia de los Mundiales de fútbol y otras competencias deportivas, los Juegos Olímpicos cierran las puertas de los estadios a las bebidas alcohólicas. La veda alcanza, inclusive, a los auspiciantes: no se acepta el patrocinio de cerveza, vino o cualquier licor. Pero como los atletas son personas, en varias oportunidades las copas se impusieron a las medallas. Aquí presentamos algunas de las situaciones etílicas más curiosas, incluidas en el libro Historias insólitas de los Juegos Olímpicos, del periodista Luciano Wernicke. * El ganador del primer maratón olímpico, el griego Spiridon Louis, detuvo su marcha durante la carrera para beber dos vasos de vino ofrecidos por los espectadores para apagar las llamas de la sed. Fortalecido por el néctar de uvas, Louis retomó su marcha y corrió sin parar hasta el estadio, donde fue recibido con algarabía por unas cincuenta mil personas. * Luego de clasificarse para la final de los 1.500 metros en los Juegos de Londres, 1908, el francés Alexandre François Étienne Jean Bouin salió del estadio White City y, sediento de una

cerveza espumosa que gratificara su esfuerzo y relajara su espíritu, se fue derechito hacia un pub del Soho, en el centro de la capital inglesa. La riquísima pinta pareció poco y pronto fue seguida por otra, y por otra. Cargado de abundante cebada fermentada y con la lengua pastosa, el marsellés se enredó en una discusión con dos marineros locales, que comenzó con cuestiones deportivas y terminó a las trompadas. La gresca, que incluyó el revoleo de vasos y sillas, sólo pudo ser contenida tras la aparición de varios agentes de la rígida policía londinense. Apresado por dos uniformados grandotes, Bouin intentó desligarse del entuerto, primero denunciando a sus rivales, luego con disculpas y finalmente invocando su condición de atleta olímpico, mas no hubo forma de torcer su destino de huésped en una incómoda celda. Al otro día fue rescatado del calabozo por los dirigentes franceses, pero demasiado tarde para participar de la carrera: ya la había ganado el estadounidense Mel Sheppard. ABRIL 2012 | UN CAÑO 81


Chacarita en el cielo con diamantes

Nuestro compañero Alejandro Wall, en su extraordinario libro ¡Academia, carajo!, echó a correr la versión de que John Lennon habría sido hincha de Racing. Indignado, otro compañero llegó a la reunión de redacción con la que constituye para él una prueba irrefutable de que el beatle, en realidad, tenía debilidad por los colores del funebrero. Por EZEQUIEL ACUÑA

Algunos dicen que Lennon era de Racing: La fantasía de los hinchas de Racing puede llegar a límites irrisorios, aunque en este caso no están tan alejados de la verdad. Dicen que le preguntaron sobre quién quería que ganara en 1966 (época de oro de los ingleses, musical y futbolística) el partido de la final del Mundial de Clubes entre Racing y el Celtic escocés, y que Lennon contestó “Racing”. Es obvio que la rivalidad entre ingleses y escoceses lo hizo inclinarse por el equipo de Avellaneda. Esto es “historia”, se puede ver rápidamente en la división territorial y se pueden consultar los libros de geografía o ver Corazón valiente, que a grito pelado y en un rally de sangre nos muestra el sufrimiento de los escoceses. Esta teoría se cae porque no hay Lennon con remera racinguista, sino con un simple sentimiento anti-escocés. Algunos dicen que es la remera del San Pablo: Más allá de que el estado de San Pablo es enorme y el fútbol que repartió por el mundo resulte igual de grande, las diferencias entre las “casacas” se pueden encontrar en las franjas, más gruesas las de Chacarita, más finas las de San Pablo. Con los años, Chacarita cambiaría el modelo, pero en la foto John viste el modelo exacto que el club de San Martín usó por las décadas del ‘60 y el ‘70. Viendo la foto del equipo campeón del Metropolitano ’69 ganándole en la cancha de Racing 4 a1 a River, surge señalar que éste último es el cuadro de otro beatle, Paul. ¿Cabía alguna duda de que McCartney era de River? Con el tiempo, el estadio Monumental sería su segunda casa. Otros dicen que la foto está trucada (fotoshopeada): ¿Justo esta imagen? No tiene sentido, la foto es bastante intrascendente y parece casual. Aparece Lennon junto a un hombre que sujeta una cámara vintage y a otro que viste bañadores de la época. ¿Es la foto indicada para manipular? Obvio que no. Entonces, ¿cómo pudo haber llegado la remera de Chacarita Juniors al cuerpo de John? Después del Metro ‘69, Chacarita hace una gira por Europa, invitado a jugar la copa Joan Gamper con el Barcelona y compañía. Obviamente, Chaca era el equipo de relleno. Algo así como la banda soporte. Pero Chacarita se agrandó y dio un batacazo contra el Bayern Munich, base de la selección alemana, ganándole 2 a 0. En la final perdió 1 a 0 con el Bar82 UN CAÑO | ABRIL 2012

celona, en un partido que los catalanes consiguieron de alguna manera extraña (gol de penal dudoso) para evitar el ridículo ante el modesto equipo argentino. Esto no lo soñé, pasó. Hace cuarenta años la diferencia entre el mejor equipo de la actualidad (el Barcelona) y uno de los peores del fútbol argentino (Chaca) era de sólo un gol. Incluso los catalanes, ante tanto jogo bonito del equipo argentino, crearon un club, Chacarita de Barcelona, que aún juega la Liga barcelonesa de balompié. Si bien en ese torneo no jugó ningún equipo de Inglaterra, Lennon seguramente habrá visto esos colores en algún diario de la época (se puede visitar la hemeroteca catalana donde hay fotos del Club Chacarita Juniors con un uniforme de saco y corbata digno de un colegio inglés). Después de que Chacarita le mostrara al mundo una filosofía de juego a puro talento, muchos se fijaron en jugadores del cuadro de San Martín: Bargas y Marcos, de hecho, emigraron al fútbol francés. Con el tiempo cambió todo; Lennon luchó por la paz y siempre se opuso a la participación británica en la guerra de Vietnam. Nunca imaginó que años más tarde su país tendría una guerra con el nuestro. En esa guerra hubo, como tal vez en todas, robo de banderas; y en el Mundial ‘86, una remake ridícula entre hooligans y barras de Chacarita terminó con el hurto de otra bandera inglesa que, durante varios años, quedó del lado de la tribuna de la calle Gutiérrez. Chacarita, fuera de forma, se fue quedando futbolística e institucionalmente, y empezó su sube y baja de categorías. Lennon moriría asesinado a nombre de un falso “cazador oculto” que le cargó la historia a Holden Caulfield, el personaje de J.D. Salinger, sobre su cuerpo. Quizás Lennon se puso esa camiseta sin darse cuenta de que en esa época, separados por miles de kilómetros, por un lado un club y su fútbol y por otro un músico y sus canciones, embellecían un deporte y un arte. Y ahí el mito deja de ser casualidad. Son simplemente las mismas sensaciones que se corporizaron a distancias muy lejanas. Después de todo, como dijo una vez el Negro Fontanarrosa refiriéndose a las camisetas, la de Chacarita, sin marcas ni cosas raras, es una de las más bellas que existen.




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