Revista Un Caño - Número 45 - Marzo 2012

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s a b r e y s a r t O

I GENT O LIN R D N A EJ Por AL

MÚSICA

Las ideas de siempre Viejas ideas. Desde que abandonó su oficio de poeta full time para ingresar al más rentable negocio de la música, Leonard Cohen viene trabajando sobre una pequeña pero ambiciosa serie de tópicos. Y vean que han pasado años: el viejo lobo canadiense dio ese salto a los 33, y hoy tiene 77. Sexo, amor, locura, angustias existenciales, Dios... El menú es más o menos parecido desde el ineludible Songs of Leonard Cohen (1968) para acá. Con un apoyo musical básico -sutiles teclados y guitarras, baterías leves, casi etéreas-, más dulces coros femeninos que funcionan como contrapunto ideal para su voz grave y cascada por los años, Cohen retoma ahora sus viejas obsesiones y aún así no aburre. No es que se repita por gusto, más bien toda su carrera parece fatalmente signada por reiteraciones que son parte evidente de su destino. A fines de los ‘60, cuando recién había publicado su novela Hermosos perdedores, que se reeditó hace poco y se consigue en Argentina, Cohen no se conformó con las buenas críticas, más bien se preocupó por las modestas ventas: “ya que no puedo ganarme la vida como escritor, me dedicaré a cantar”, declaró, anunciando que pensaba en convertirse en “el Bob Dylan canadiense”. Cuarenta años más tarde, cuando estaba más concentrado en el budismo que en la música, tuvo que volver obligadamente para recuperarse de la quiebra eco-

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nómica provocada por Kelley Lynch, una ex amiga y ocasional amante que aprovechó la reclusión de Leonard en un monasterio para birlarle nada menos que 8 millones y medio de dólares. El dinero, otra vez, como motor de su relación con la música. En poco tiempo, Cohen se recuperó: le concedieron el premio Príncipe de Asturias, salió de gira, se desmayó en un show en España y nos asustó a todos, se puso de pie otra vez, retomó el tour y editó un inolvidable disco doble en vivo –Songs from the Road (2010)–. Y ahora nos regala un nuevo álbum de estudio que él mismo ha definido como “un manual para vivir con la derrota”, un disco crepuscular regado de blues, country y jazz refinado y sensible en el que susurra cosas como “vos querés cambiar la forma en que hacemos el amor, yo prefiero dejarlo como está” (Joaquín Sabina tradujo todas las letras del disco para que sean incluidas en el booklet de la edición española; se encuentran fácil en Internet). Old Ideas es un disco cuyo pulso relajado imita al de un hombre con los zapatos gastados de tanto caminar y cargado de paciencia y sabiduría: “sé muy bien que la edad tiene mucho que ver con mi actual libertad –dice él–. Y también sé que a medida que envejecés se van muriendo las neuronas de la ansiedad”. No hay apuro, nos asegura Leonard. Y tiene razón: todos vamos a terminar en el mismo lugar.


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