Revista Un Caño - Número 37 - Junio 2011

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BASTA DE TODOS

Para desembarcar en la AFA hay que voltear a Grondona. Y para voltear a Grondona hace falta un buen ejército. Desde la TV, camuflado como espectáculo bizarro en torno a las minucias del balompié, Daniel Vila muestra los dientes con su propio comando mercenario dispuesto a todo. Por ALEJANDRO LINGENTI

L

a primera pregunta que uno se hace luego de ver El show del fútbol es ésta: si Daniel Vila es millonario, ¿no podría pagar un panel de representantes de sus intereses –básicamente, reemplazar a Julio Grondona de la AFA, una tarea improbable pero no absolutamente imposible tratándose de la Argentina– un poco más presentable? La respuesta es no. El campo de batalla del fútbol nacional no necesita de intelectuales conspicuos y atildados. Conviene un ejército de buenos soldados acostumbrados a meter las patas en el barro. Gente que entienda la lógica de la mafia, ese universo donde los favores siempre se pagan. Si algo se le debe reconocer a Vila es la capacidad para identificar lo que necesita. Difícil ima-

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ginar, por ejemplo, a Diego Latorre o a Víctor Hugo Morales en ese gallinero donde todos cacarean al mismo tiempo, incentivados por un moderador que lo único que no hace es moderar. Alejandro Fantino es uno de los exponentes más reconocibles de la exaltación televisiva, un estilo que no es propiedad de este ciclo. En la TV, gritar como un marrano, aunque sea para decir superficialidades, es un mandato inviolable: entre los debates en torno a los realities, símbolos de la televisión basura, y CQC, la variante cool de la misma lógica, hay un abanico de programas que pueden diferenciarse en look y contenido, pero nunca salirse del libreto de “estar up”. La reflexión y el equilibrio son aburridos. El show del fútbol se asume, ya

desde su nombre, más como espectáculo que como ciclo periodístico (sería difícil bautizar a un programa El show de la política, por ejemplo, aunque los muñecos de torta de TN vienen haciendo esfuerzos denodados para arrimarse hace tiempo, un perfil que se acentúa cuando reciben las habituales visitas de la pitonisa de la Coalición Cívica). Como tal, hay que reconocer que muchas veces es efectivo, sobre todo porque apunta al morbo del televidente ávido de revelaciones “de pasillo” y códigos internos (Ruggeri, Dalla Libera y los dos chinos, Tapia y Benítez son un team perfecto para esa bella tarea, que exige como señal de identidad hablar con la boca torcida y descartando las eses) o fascinado por la vertiente bizarra, ésa que Fantino explota con solidez en Animales sueltos y que aquí tiene como exponentes disciplinados a Passman y Leto, dos personajes de historieta. Las dramatizaciones pueden ser discursivas (“River nunca vivió una situación como ésta”, “Ameal es el peor presidente de la historia de Boca”) o incluso actorales (Fantino le pide a Distasio que haga de técnico que tiene que sacar a Tapia de un equipo imaginario, Tapia se resiste). El asunto es generar un clima de mesa de café nocturna, que todo transcurra en ese ambiente que se arma después del famoso quinto whisky, cuando libre de represiones mucha gente puede decir lo que se le ocurre y asumirse sin culpas como lo que es, porque está de vuelta de todo. Vila precisaba un comando de mercenarios para liquidar al capomafia y lo compró. Es un anticipo nada velado de cómo gestionaría la AFA.


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