Revista Un Caño - Número 30 - Octubre 2010

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staff SEGUNDA ÉPOCA (AÑO 5) NÚMERO 30

Aquel anuncio, este panorama Hace poco más de un año, el Sumo Pontífice del fútbol argentino rompía lanzas con su gran socio, el Grupo Clarín, centro de poder donde, en un exceso de confianza que hoy no se perdonan, ya le prestaban poco y nada de atención. Don Julio, así como había entregado el fútbol para facilitar el negocio exclusivo de las transmisiones, en perjuicio de los clubes que decía representar, plantó bandera y rompió el contrato firmado hasta 2014 con los hasta entonces verdaderos dueños de la pelota. En un abrir y cerrar de ojos arregló con el Gobierno, que ofreció un considerable ajuste en el canon, y así nació Fútbol para Todos. El propósito de democratizar el fútbol, arrancarlo del coto codificado para ofrecerlo en forma gratuita fue saludado como un gesto reparador. Claro que la renovación es una idea que a Grondona le suena terrorista, y a la naciente era del fútbol por televisión le ató el yunque del pasado. Frente a la indiferencia del Gobierno, instaló a Marcelo Araujo, relator a todas luces fuera de forma, como eje del proyecto. De modo que un exponente del reinado de Torneos y Competencias se hacía cargo (y digitaba los periodistas a integrar el staff) del “nuevo” fútbol que, a juzgar por las últimas estrellas invitadas (Tití Fernández, Marcelo Benedetto), se parece demasiado al apogeo de la pelota privatizada. La indescifrable diatriba de Araujo en contra de Messi días atrás, más la exclusiva de Fernando Niembro (al parecer, inminente incorporación de Canal 7) con Maradona son los últimos movimientos de la camarilla, entre cuyos planes estaría reponer al Diez al frente de la Selección. Graves señales de un ruido general que Un Caño se propone analizar en este número, para calibrar la distancia –creemos que importante– entre aquella promesa de agosto de 2009 y el presente panorama, en el que los televidentes del interior aún deben pagar su abono al cable para sintonizar los partidos. Entre el aire fresco insinuado, y el desembarco de los viejos dueños del micrófono. Alejandro Caravario

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ILUSTRACIÓN DE TAPA Sebastián Domenech

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El calcio esté con vosotros

Como hay tan poco para hacer en el mundo, la Iglesia italiana no tenía otra cosa de que preocuparse y reclamó por los horarios del fútbol local. Parece que es pecado jugar a las 12,30 de un domingo. Los tanos defienden un mediodía futbolero por unos pesos más. Oremos. Por AGUSTÍN COLOMBO

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n el periódico La Protesta estarían riéndose de la situación. Aquella frase anarquista escrita en 1917 –”misa y pelota: la peor droga para nuestros pueblos”– encontró más argumentos en la Italia de 2010. El nuevo horario que dispusieron los dueños del calcio para ampliar su negocio en países asiáticos enfureció a El Vaticano, que teme que las personas que le dedican los domingos al mediodía a la religión de ahora en más se lo dediquen a sus equipos. Suena raro, pero es así: la Federación Italiana adelantó el primer encuentro del domingo para las 12,30, hora consagrada, según la Iglesia, a la familia y la oración. “Perjudica el tiempo dedicado al almuerzo familiar, a las actividades sociales y al rezo”, explicó el obispo Claudio Giuliodori. Le preguntamos a Giuliodori desde aquí: ¿no es el fútbol, además de un negocio para algunos, una extraordinaria actividad social? Si los hombres de sotana se basaron en la ley de Dios para rechazar la iniciativa, los dirigentes y empresarios de la TV repasaron las leyes del mercado para concretarla: para que el fútbol azzurro vuelva a competir económica y publicitariamente con el inglés y el español, los goles de Totti, Del Piero y Pirlo debían llegar en directo a Oriente, que a cambio de eso ofrecía la jugosa suma de 100 millones de euros por temporada. Sucedió nomás: en esta especie de duelo colosal entre el dinero y El Vaticano, ganó el dinero. Metáfora de este fútbol y de este mundo globalizado, ahora el partido de la Serie A que comienza los domingos a las 12,30 es televisado para romanos, milaneses o napolitanos que almuerzan, y para chinos o malayos que cenan. Con la intención de maquillar su mercantilismo, la Federación Italiana aseguró que este nuevo horario puede, además, bajar los niveles de violencia que existen en las tribunas, ya que habrá menos borrachos y más padres con hijos. Es decir, un público supuestamente más dócil. La Iglesia católica reúne una larga historia de intromisiones en el calcio. Hace tres lustros, por ejemplo, el papa Juan Pablo II pidió modificar el horario de Atalanta-Udinese (¡un intrascendente partido por la 30ª fecha!) para que no se jugara en el mismo momento en que se celebraba el Vía Crucis. Y desde 2001,

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por expreso pedido eclesiástico, cualquier insulto a Dios, la Virgen María o cualquier símbolo cristiano es penado con sanciones económicas y hasta con tarjetas rojas. Pocos lo saben, pero en los estadios de Italia una puteada a un santo puede ser motivo suficiente para que un jugador salga expulsado del campo. Los episodios antisemitas del calcio son, lamentablemente, más conocidos. Los hinchas de la Lazio se han hecho famosos por exponer pancartas con esvásticas en sus gradas, y hasta tuvieron un ídolo –Paolo Di Canio– que les hacía el saludo romano, a lo Adolf Hitler, cuando salía de la cancha. La muerte de un policía luego de una batalla campal entre tifosi de Catania y Palermo, en febrero de 2007, hizo que L’Osservatore Romano, el diario oficial de El Vaticano, pidiera que se “suspendieran todos los torneos de Italia por un año.” El brasileño Kaká, pastor de la Iglesia Evangélica Renacer, decía que “si la violencia continúa, los extranjeros nos iremos del calcio, uno a uno”. Kaká, que jugaba en el Milán, pasó al Real Madrid dos años después. Aseguran que por su vocación religiosa rechazó una propuesta del Manchester City, financiado por jeques árabes de Abu Dhabi, y aceptó irse a la capital española. ¿Qué habrán pensado en El Vaticano?



Todos chicos (con poca imaginación)

“El nombre de All Boys surgió como una interpretación de la circunstancia: éramos todos muchachos, sólo que no lo dijimos en nuestro idioma”, explicó un ex vicepresidente. ¿Hacía falta? Por GUILLERMO HERRERO

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n el afán de recurrir a palabras extranjeras, tal vez hubiera sido más simpático que, en lugar de All Boys, el club de Floresta se llamara Todos botijas o, mejor todavía, Todos os garotos. Pero ya se sabe, las tradiciones son las tradiciones. “El nombre de All Boys surgió como una interpretación de la circunstancia: éramos todos muchachos, sólo que no lo dijimos en nuestro idioma, siguiendo la tendencia de denominar a las instituciones en inglés”, explicó en su momento el ex presidente Vicente Cincotta, alguien que no provenía justamente de una familia con origen en Cambridge. All Boys, sí. Todos chicos. Todos muchachos. Todos varones. El nombre más apropiado, por qué no, para un club de rugby como CUBA, que entre otras cuestiones de elite se ha caracterizado por restringirles a las mujeres el ingreso a la sede. En este caso, claro, sería All Boys fornidos. O chetos. Podría decirse que aquellos gloriosos fundadores de All Boys no fueron en 1913 los más arriesgados a la hora de elegir un nombre. Se inclinaron, digamos, por un genérico, una característica común a la mayoría de los clubes que nacían en aquella época. Sin ir más lejos, cualquier club podría haberse llama-

do All Boys. Pero no cualquiera podría haberse llamado Banfield. ¡Qué despepite se armaría si, por ejemplo, Lanús se llamara Banfield! All Boys, sí. Y de Floresta. Es, de alguna manera, como esos padres de apellido Gómez o Pérez que a sus hijos les ponen de nombre Jonathan o Kevin. Una extravagancia sonora, una pomposa combinación de lo autóctono y lo foráneo. ¿Y qué pensarán las chicas que con el tiempo se fueron sumando a la tribuna del Albo? No sería nada raro que en plan reivindicatorio pretendieran que su club se llamara All Boys and Girls. Sería justo. ¿Y los vitalicios? ¿Qué dirán los que en su momento fueron chicos e irremediablemente se han convertido en tiernos abuelitos? En fin, en todo caso deberían ser preguntas para el Pollo Vignolo, no lo cante, no lo grite, cómase un pancho, algo así como el referente en los medios de un club modesto pero heroico, que ascendió a Primera en 1972 y que en ocho temporadas llevó a cabo algunas gestas. La más relevante, sin dudas, fue cuando el 19 de agosto de 1973 le ganó 3-1 a River en el Monumental. Corazón y pases cortos, en el ‘74 lideró la tabla de posiciones durante buena parte del Metro. Y en el ‘76 hubo otra situación de la que todavía se jactan los hinchas que semana a semana enfilan hacia la cancha ubicada en la manzana de Chivilcoy, Mercedes, Alvarez Jonte y Miranda: la

goleada 4-1 en el clásico con Argentinos Juniors (otros que se sulfuraron la cabeza buscando un nombre). En el ‘77, y con esa fascinación por ponerles un rótulo a los equipos que llevan adelante campañas de alto impacto, a All Boys se lo llamaba “El cuco de los grandes”, porque se impuso en los partidos con Boca, River, San Lorenzo y Huracán. En aquellos tiempos, también, se destacaba un hincha apodado El Gitano, el rey del cotillón, cuyo mérito consistía en recolectar restos de papel en las imprentas durante la semana, llevarlos a la cancha en una bolsa de arpillera y repartirlos entre la gente para que los arrojara cuando salía el equipo. La redistribución de la riqueza papelera. All Boys descendió en 1980. ¿Jugadores para el póster histórico? El Pocho Betinotti, Juan Barbas, el Ruso Brailovsky (actual comentarista de ESPN), el Gringo Scotta, el Facha Bartelt, el Monito Roberto Zárate, el Turco García y el Checho Batista. Sí, el entrenador de la Selección Argentina hizo sus primeras armas en Floresta: en 1997 fue jugador y DT. Este año, All Boys volvió a Primera. Fue otra fiesta inolvidable, intensa, el pogo más grande del mundo. “Y dale Alboi y dale Alboi”.



Dejar la piel

Se puede presentar de mil maneras, pero en el fondo se trata, sencillamente, de una historia de amor. La fábula cuenta que un arquero brasileño amaba a su club y decidió amputarse el meñique izquierdo para jugar el tramo final de un torneo. Se trata de Carlos José Castilho, héroe de nueve dedos con fama de suertudo que brilló en Fluminense. Por MARIANO LÓPEZ BLASCO

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l hombre tenía un dolor vuelto dilema. En aquellos días de 1951, en Río de Janeiro la fortuna que le solía ser atribuida se había tomado una inoportuna licencia. Carlos José Castilho –otrora Leiteria (Lechería), como lo apodaban sus rivales por causa de un azar que, decían, siempre jugaba para él– visitó al médico Newton Paes Barreto tras sufrir una quinta lesión en el dedo meñique de su mano izquierda. El detalle no era menor, tratándose de un arquero. La angustia, tampoco. –Me duele, doctor. No puedo atajar así. Doy muchas ventajas. –Tendremos que pasar por el quirófano. Dos meses de reposo y el problema se resuelve. –Pero, doctor, no voy a operarme ahora. Con el Fluminense nos jugamos el campeonato en las próximas cinco jornadas. ¿No hay alguna forma más rápida de solucionarlo? –Sólo una: la amputación parcial del dedo. –Bien. Procedamos, entonces. Y así, con la impropia naturalidad de un drama semejante, y asumiendo toda la responsabilidad, Castilho se despidió del dedo más frágil de su mano más débil. El intento de persuasión por parte de su médico devino en anécdota. Leiteria sufrió dolor durante 24 horas y, a las dos semanas, retornó al arco de un Flu posicionado en la carrera por el campeonato carioca. Poco después ganó el título, claro. Y lo celebró en el Maracaná, aún desangrado por el Mundial perdido un año antes frente a Uruguay, cuando Barbosa –su colega y a quien secundaba en la Selección– ya había iniciado la eterna condena por su error en el gol de Alcides Ghiggia, la postal más triste en la historia del fútbol más alegre. Ya en 1952, Castilho reforzó su leyenda: el goleiro de nueve

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dedos detuvo seis penales y fue consagrado a la divinidad por la masa tricolor. Leiteria, para los de afuera, se transformó en Sao Castilho, para los de adentro. Mucho más cuando ese mismo año vengó el Maracanazo con la conquista de los Juegos Panamericanos de Santiago, donde Brasil derrotó en la final a los campeones mundiales charrúas. Carlos Castilho, máximo ídolo en la historia del Fluminense, no sólo tenía un dedo menos por causa de una inédita demostración de amor hacia su club: era daltónico y confundía el verde y el rojo de la camiseta. De 1,81 m de estatura, ágil y dueño de envidiables reflejos, le sacaba provecho a su deficiencia genética al percibir de color rojo una pelota amarilla en los días de sol, soportando con inquebrantable estoicismo sus problemas en los partidos nocturnos. Defendió el arco del populoso club carioca entre 1947 y 1964, lapso en el que cosechó seis títulos. Logró una espectacular marca de invulnerabilidad al mantener el cero en 255 de los 696 encuentros que disputó. Con Brasil participó de cuatro Mundiales (‘50, ‘54, ‘58 y ‘62) y, tras el retiro, fue entrenador: dirigió al Operario, Vitoria y Santos, con el que obtuvo el Paulista de 1984. El 2 de febrero de 1987, a los 59 años y atormentado por problemas económicos y matrimoniales, Leiteria se quitó la vida arrojándose desde el séptimo piso del departamento de su ex mujer en el barrio de Bonsucesso. Ese atardecer, mientras Rio de Janeiro celebraba a Iemanjá –diosa del mar–, los torcedores colmaron el estadio de Laranjeiras y no hubo silencio: Sao Castilho, en un clamoroso grito, fue grabado en el viento durante un minuto. Homenaje al hombre que confundía los colores de su corazón, esos mismos colores que amó como nadie.



s a b r e y s a r t O

Robert Plant: disciplina Siempre existe la posibilidad de mantener la dignidad artística. Una prueba muy concreta es el caso de Robert Plant. Más difícil es envejecer sin sufrir odiosas comparaciones con el pasado. Y Plant también lo está logrando. A los 62 años, el ex cantante de Led Zeppelin se sigue negando con convicción a un reunión de la banda que lo lanzó al estrellato –una posibilidad que Jean Paul Jones y Jimmy Page observan claramente con más interés después del concierto que los unió en 2007– y prefiere mantener la atención en una carrera solista que siempre mantuvo un nivel como mínimo decoroso, y que, a partir del boom de Raising Sand, el disco que grabó con Alison Krauss, ganador de cinco Grammy y que lleva vendidas más de tres millones de copias, parece haber reavivado la combustión. Band of Joy echa más leña al fuego que viene encendiendo Plant en torno a la tradición de la música norteamericana. Su trabajo sobre el bluegrass, el blues y el folk tiene mucho de investigación y no se limita al canon. También llega al planeta alternativo, como prueban las dos excelentes versiones incluidas en Band of Joy de temas de Low, los renegados del slowcore de Minnesota que vienen tejiendo una carrera impecable desde 1994. Plant no reniega de su pasado, pero lo recupera con criterio selectivo, remarcando que la revisión tiene un impulso más artístico que comercial: el nombre del disco es el mismo de una banda psicodélica que integró entre el 66 y el 68 junto con John Bonham (cuando ambos tenían apenas

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20 años) y de buscar uno de la carrera de Zeppelin con el que comparta espíritu hay que pensar en el glorioso Led Zeppelin III, el álbum más folkie de la carrera de la banda. Uno de los personajes claves de esta nueva etapa de Plant es Buddy Miller, guitarrista, productor y pequeña leyenda de Nashville, compinche por años de Emmylou Harris, una de las grandes voces del country, musa del inolvidable Gram Parsons. Con él trabajó un repertorio que abre generosamente el abanico del folk (Townes Van Zandt, el británico Richard Thompson, Los Lobos) y que contiene, según el propio Plant asegura, “muchos reflejos del rockabilly de mediados de los 50 y todo ese fantástico material country, amén del soul y el R&B de Memphis, que es tan negro como blanco en Nashville”. También es clave al aporte de Patty Griffin –segura sugerencia de Miller, quien le produjo su último disco, el muy espiritual Downtown Church–. Su voz es un contrapunto ideal, sobre todo en Monkey, una de las canciones de Low. Párrafo aparte merece la deliciosa interpretación de Plant en Satan Your Kingdom Must Come Down, un tradicional country que tiene decenas e versiones, entre ellas una completamente desquiciada de Medeski, Martin & Wood en Radiolarians III. Allí, a pesar de lo ominoso del título, la voz de Plant suena delicada, lejos de aquellos electrizantes alaridos que lo hicieron famoso en sus tiempos de cachorro, un pasado que se mantiene intacto justamente por su disciplina para evitar manosearlo.


Ulises Conti: la intimidad al palo Trabajo y paciencia de hormiga. Con esas armas, no por conocidas tan utilizadas en el mundo de la música, Ulises Conti ha logrado construir una carrera sólida y objetiva. Cinco discos en ocho años –Iluminaciones (2003), Pacífico (2005), Los paseantes (2007), El amor es un francotirador (2008), con la dramaturga Lola Arias, y el flamante Pósters privados (2010)– que le han permitido girar por el mundo e ir configurando un repertorio que reúne variedad, belleza y amplitud: Conti también ha llevado a cabo instalaciones sonoras, bandas de sonido de películas y música para teatro. Con Pósters privados, además, ha ideado un curioso esquema de presentaciones. Veamos: “la idea de hacer pequeños conciertos para un solo espectador nace de tener la inquietud de resignificar ese vínculo, de tener el deseo de encontrar una experiencia más radical, que modifique tanto al que viene a escuchar como a mí. Esta idea está fundamentada y sostenida por el carácter

del disco; si no fuera un disco solo piano, no tendría sentido. Entiendo que también funciona como una reflexión práctica y crítica de la idea del espectáculo como evento social. Cuando vas a escuchar música en vivo, estás haciendo otra cosa”. Conti pertenece a la generación que se crió escuchando rock, pero no deja de ser un rara avis en ese contexto: “a los 15, escuchaba a los Ramones y The Clash todo el día, no estaba estudiando en el conservatorio. Después me formé estudiando música académicamente, pero ya tenía el enemigo adentro. Así vinieron Lou Reed, David Bowie, Syd Barret... Si vos escuchás mis discos, más allá de que todos sean muy diferentes entre sí, podrías descifrar y encontrar restos de muchos compositores que, de manera fronteriza o periférica, fueron parte del rock: Brian Eno o John Cale, por ejemplo. El problema es que hoy en día es difícil encontrar reflexión y búsqueda en el rock”. Información y reservas: postersprivados@metamusica.tv

La muerte, un paisaje ominoso Cuesta acomodar en alguna categoría al primer largometraje de Leandro Listorti, desde hace años crítico de cine y actual programador del BAFICI. Y ésa es una buena señal. Los jóvenes muertos narra el extraño caso de la cadena de suicidios ocurridos a fines de los 90 en Las Heras, un pueblo petrolero de 10.000 habitantes, en el nordeste de Santa Cruz. Y lo hace de una manera novedosa, apoyándose en una sucesión de planos fijos de lugares vacíos que sugieren más de lo que explicitan. Es un film más inclinado a la reflexión que a lo estrictamente investigativo, que exije un espectador concentrado y activo. Listorti: “se podría pensar en algunas corrientes experimentales, como la estructuralista o la del documental de observación. Es un tipo de película difícil de catalogar, incluso varios espectadores me comentaron que no creen que se trate de un documental. Me gusta esa variedad de opiniones”. La idea de Los jóvenes muertos nació cuando Listorti leyó en un diario una nota sobre los casos, allá por el 2001. “No sabía muy bien qué era lo que quería hacer al respecto, pero me atrajo el misterio –cuenta el director–. Un par de años más tarde, decidí volver a la carga con esa idea que nunca se me había ido de la cabeza, y me puse a trabajar en la película. Mientras trabajaba en el guión y en la pre-producción, salió publicado el libro de

Leila Guerrero Los suicidas del fin del mundo, sobre el mismo caso pero desde un punto de vista más personal, entre el ensayo y la crónica. Mi película va más bien para el otro lado”. La película ya tuvo una exitosa premiere mundial en el IDFA, festival de documentales de Amsterdam, Holanda, y desde el 10 de septiembre se exhibe en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415), los viernes y domingos a las 22.

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LO QUE VIENE...

Rodeados de viejos vinagres

Un relator gritón que representa ideológicamente un pasado nefasto, un comentarista añejo, los conocidos de siempre en campo de juego y entretiempos que nos quieren convencer de lo maravillosos que son los clubes: a poco más de un año de su creación, el Fútbol para Todos está en deuda desde su contenido. Y pensar que buscan sumar a Niembro… Por PABLO CHEB TERRAB

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mediados del año pasado, las transmisiones de fútbol entregaban un contenido en el que se dejaba leer cierta sensación de apuro: parecían hechas en la emergencia del caso, con lo que había a mano, como para salir de una situación incómoda. En algún punto era comprensible. Los encargados de la televisación de los partidos tenían que hacerse cargo de un escenario más o menos inesperado, que se resolvió en poco tiempo. Al menos, en un tiempo que resultaba insuficiente para generar una estructura acorde a la responsabilidad que les tocaba. Piensen: diez partidos por fin de semana, varios equipos de relator y comentarista, camarógrafos, productores y directores de transmisión, decisiones sobre el contenido en los entretiempos y los colores a usarse en el videograph, esas placas que nos muestran las tablas, los goleadores y el resultado del partido mientras está en el aire. Todo esto se debía poner en marcha bajo el ojo atento de un público ávido que estaba acostumbrado a un estándar monopólico ofrecido por años, y que tenía sed de un cambio notorio. Por decirlo de alguna manera: gente que se ilusionaba con algo nuevo, con una modernización posible, con una evolución, con un triunfo del bien.

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Está claro que se tomaron muchas determinaciones. Y –uno podía pensar que era el apuro– también está claro que se tomaron mal: se eligió como símbolo al peor relator posible (por capacidad profesional y pasado ideológico), se puso a su lado a un comentarista antiguo, sin concepto, y se apeló a contenidos sonsos para llenar los entretiempos. Se usó poco y mal la tecnología disponible, se filmaron partidos desde distancias insólitas, se desnaturalizó el uso de la repetición (que siempre mostraba las faltas y nunca una jugada de riesgo) y se optó por colores ridículamente chillones para generar una identificación: violeta y amarillo. Pero uno podía culpar a la escasez de tiempo, a la falta de preparación. Como los técnicos que tardan en armar un equipo competitivo, el Fútbol para Todos no había tenido pretemporada. Por eso, cuando comenzó este Apertura, con preparación física y futbolística de por medio en el verano, con tiempo para que se conozcan los mejores exponentes, con meses de trabajo encima, uno esperaba encontrarse con un conjunto más armónico, con más creación, con nuevas figuras. Nada. Los refuerzos llegaron con el torneo empezado, y resultaron ser dos veteranos ciertamente ajados que jamás tuvieron

demasiado talento. Tití Fernández y Marcelo Benedetto arribaron para cubrir esa función inútil que, con alguna sapiencia, había desaparecido de las transmisiones: el periodista de campo de juego. Para colmo, en sus primeras apariciones eran tomados por la cámara cada vez que intervenían, un auténtico despropósito que interrumpía los partidos para ponchar su estampa al borde de la cancha. Ahora estos dos personajes –que increíblemente trabajan en pareja, en lugar de estar uno en cada partido de domingo– se dedican a arrancar declaraciones de ocasión a los jugadores y a los entrenadores en momentos inoportunos. También hablan en primera persona (“Sí, justo me contaba un dirigente…”), logran mantener silencio cuando alguien hace una pregunta que precise una respuesta en datos y se dejan maltratar por el autoproclamado “relator del pueblo”. Es decir: contra la expectativa popular del cambio de pantalla, hacen lo que hicieron siempre. El único aporte técnico del receso, además del despropósito de la unión de esa triste dupla al plantel, fue la brillante idea de generar un logo, como una marca de agua, para el FPT. Lo pueden ver abajo, a la derecha de su pantalla, en cada juego. Es absolutamente inútil, sobre todo


para un contenido que se presume libre y gratuito. También, hay que decirlo, se mejoró bastante el tema de las cámaras: ahora ya no hay filmaciones que precisen binoculares para identificar a un marcador de punta opuesto. Y en las repeticiones ahora sí se puede distinguir si un delantero está en posición adelantada.

Ensayo sobre la ceguera Pero es injusto arrancar por el final. Todos sabemos que Tití y Benedetto tienen gusto a Torneos por presente y por pasado. Están en Fox, trabajan con Canal 13 y acompañaron durante años a Araujo junto a Enrique “en consecuencia” Macaya Márquez en aquel programa/buque insignia de la expropiación del fútbol que se guardaba la exclusividad de los goles: Fútbol de Primera (perdón, repito para que reflexionen, porque no fue hace mucho: SE GUARDABA LA EXCLUSIVIDAD DE LOS GOLES). La decepción enorme por verlos en la pantalla pública llega de la mano de una decepción anterior. Y esto es: haber tenido que aceptar el regreso de Araujo a nuestra cotidianidad. De nuevo, tiene que ver con una continuidad. ¿Por qué él y no otro? ¿Porque le hizo un juicio a Torneos? ¿Porque, en

este momento particular, es enemigo de los enemigos del Gobierno? ¿Para clavarle una espina al rival? Bueno, quiero aclarar que todos sufrimos, cada fin de semana, la escasez de aptitud de esa revancha. No conozco a nadie, pero a nadie –y miren que me muevo en terrenos futboleros– que esté contento con los relatos de Araujo. Y tiene lógica. Es imposible tomarle simpatía al único relator del mundo que, en lugar de facilitar el seguimiento de un partido, lo dificulta. Sus gritos, sus insultos, sus frases por lo bajo, sus conversaciones apócrifas por teléfono celular (¿quién lo convenció de que hacer sonar un ring tone en medio del juego para simular una conversación con un DT es gracioso?), sus diatribas reglamentarias de un reglamento que desconoce… Todo eso lo hace básicamente insoportable. Lo peor, claramente, es su ineptitud para nombrar al jugador correcto en el momento en que éste toca la pelota. Lo lamento, Araujo, pero alguien tenía que decirlo. Si Araujo nombra a Sosa, usted quédese tranquilo: la pelota la tiene cualquiera, menos Sosa. Si, en cambio, Araujo arranca con una de sus digresiones para ganar tiempo (“allí la pelota queda en los pies del defensor central de Banfield que utiliza el número seis en la espalda y se

llama…”), entonces sepa que el hombre tuvo tiempo suficiente como para reconocer al jugador en cuestión. Pero incluso cuando los reconoce se manda alguna macana. Citemos, brevemente, el caso del duelo entre Argentina y España. Además de decirle “Javi” a Xabi Alonso durante todo el partido, las primeras tres o cuatro veces que Arbeloa intervino en el juego, el relator nombró a Arbolea. No sería grave si no evidenciara un desconocimiento absoluto de las Ligas europeas (y de un jugador que estuvo en el Mundial) por parte de un señor que vive y come gracias al fútbol. Hace poco, Araujo inventó otro recurso para llegar a tiempo con la descripción de las acciones sin faltar a la realidad. Se trata, sencillamente, de un grito de este modelo: “¡¡El once, el onceeeeee!!”. El once vendría a ser el jugador que usa la casaca número once de un equipo, y el grito tiene que ver con el apuro: el relator tiene que nombrarlo y ve el número en su camiseta, pero no sabe quién es. Araujo suele utilizarlo en las acciones de riesgo, porque si una jugada llega a terminar en gol, su falta de puntería con los apellidos queda más en evidencia (sucede a menudo que un futbolista que no es el que él nombró sale a festejar su tanto).

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A eso le podríamos sumar el basureo constante de sus laderos (parecería que insistió en sumar a Tití y Benedetto para ningunearlos al aire). O su deseo, puesto en marcha en el reciente Boca-San Lorenzo, de ejercer como comentarista. Asegura que es “para cumplir un viejo anhelo”. Creo que ese día no fui yo el único que cumplió el viejo anhelo de quitarle el volumen al televisor. Ni hablar de cuando, envalentonado, decide bajar línea desde un discurso que presume de editorial. Fue, sin más, lo que intentó hacer antes del partido entre River y Quilmes, cuando lanzó una prerorata francamente incomprensible en la que estaban involucrados de alguna manera Mascherano, Maradona, Grondona y los dirigentes que viajaron a Sudáfrica. Entre las crípticas expresiones de aquel día, el relator incluyó la palabra “latrocinio” y una sentencia que dictaminaba que el nuevo patrón de la Selección tiene como apellido Messi. Lo que logró, más allá del mensaje que buscara transmitir, fue sumir a varios televidentes en un hondo estado de confusión. ¿Qué se pide de un relator? Que diga los apellidos de los jugadores. Nada más. Sin personalismos, sin opiniones desmedidas. Quizá, se podría agregar, que le guste el fútbol. Rodolfo De Paoli, Gustavo Kuffner o Jorge Barril cumplen con su tarea sin estridencias. No son relatores memorables, pero tampoco están tan mal. Y además cumplen con una condición funda-

mental: son algo nuevo. Oxigenan la tan estancada estructura piramidal futbolística que vive alimentada por los mismos nombres de siempre.

Crítica de la razón televisiva Más allá de los cargos asignados, hay decisiones editoriales del FPT que resultan incomprensibles. El ejemplo máximo son los entretiempos. ¿Qué son, exactamente, esos esperpentos editados como cuento de hadas, con música autóctona e imágenes de felicidad, que nos muestran lo lindos, mágicos, buenos y divertidos que son los clubes en Argentina? ¿Tengo que tragarme el jarabe de la AFA? Que Lanús armó una cancha de bochas, que River arregló la pileta y el gimnasio, que Racing pintó el quincho en la sede social… ¿Qué está pasando, muchachos? ¿Quién decidió que había que lamerles las botas a los dirigentes? Si no entendí mal, los derechos de fútbol cuestan 600 millones de pesos al año. Es decir: son los clubes los que dependen económicamente de la TV, no al revés. ¿No valdría la pena decir lo que uno quiere de los clubes? ¿No sería maravilloso contar algunas verdades? Imaginen investigaciones de dos, cuatro o seis minutos acerca del estado real de los clubes hoy, acerca de desfalcos dirigenciales, pases fantasmas o el rol de los representantes. ¿No sería más atractivo que esta ficción?

PLURALIDAD DE VOCES El escenario actual plantea una contradicción implícita en la transmisión del Fútbol para Todos. En principio, es un contenido que se puede ver en cuatro pantallas distintas: Crónica TV, Canal 26 y Canal 9 se suman a la Televisión Pública para la difusión de los partidos. Sin embargo, los cuatro canales utilizan al mismo equipo periodístico. Esta modalidad es bastante extraña y resulta difícil de explicar. ¿No sería más coherente que cada uno contratara a los profesionales de su gusto? De esa manera, el televidente podría elegir su relator y comentarista favorito cuando jugara su equipo, contaría con una alternativa. Alcanza con pensar en lo que sucede en los Mundiales o en los Juegos Olímpicos para darse cuenta de que se puede respetar una señal de origen y utilizar diferentes comentaristas para narrar esa imagen. El problema para instrumentar este cambio no puede ser la pauta oficial: se puede seguir exhibiendo, como sucede hasta ahora, en los diferentes canales. Hoy en día, el discurso en cada partido es un discurso único. Quizá valga preguntarse ante un gobierno que lucha contra los monopolios, dónde quedó, en este punto, la tan mentada pluralidad de voces.

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Los quince minutos entre cada período también son ocupados por una extrañísima sección narrada por Alejandro Apo bajo el título Si el fútbol no existiera, que se ocupa de aclararnos que Lu-chetti sería una pasta si no fuera el arquero de Boca y que lograría ser simpática si se transmitiera por la radio en los años ‘50. El otro punto difícil de comprender son las efemérides. Con todo respeto, ¿qué tiene que ver con el fútbol –con el deporte, incluso– que cumpla 73 años el Negro Lavié? ¿O que se celebren dieciocho meses del día en que se estrenó una película sobre la Guerra Gaucha? Ni siquiera son fechas redondas: veinte años, cincuenta, quince… En un momento de la transmisión con tanto público cautivo y expectante, ¿no se podría hacer algo mejor? Soluciones posibles: una entrevista con un jugador o con un técnico hablando de fútbol, de la vida, de arte, de libros, de películas; grandes jugadas del pasado narradas por sus protagonistas; grandes equipos del mundo (de ayer y de hoy), en jugadas. Cualquier cosa muchachos. Algo que tenga que ver con el fútbol. ¿Y las placas? ¿Por qué tienen que ser tan difíciles de leer? En general, tienen colores fuertes y tipografía pequeña, van en contra de todos los principios del diseño gráfico. En base a esto, me gustaría indagar sobre otra costumbre reciente: ¿por qué poner la tabla del torneo MIENTRAS se juega el partido? ¿No se podía esperar hasta el final? Bueno, probablemente esto tenga que ver con la escasez de tiempo porque los partidos, es evidente, se atrasan y los juegos de último turno difícilmente empiezan en horario. Si Torneos digitaba a su gusto el arranque y el final de los partidos, el FPT debe rezar para que los equipos cumplan los plazos pautados para el entretiempo y para que no haya incidentes que demoren el final de un encuentro. Porque hay que mostrar todo, todo, todo, todo. Y si algo se atrasa, todo se atrasa.

¿¡Niembro!? La cuestión del comentarista es, en sí misma, un tópico que ha quedado claramente en el debe desde que el fútbol es dominio público. A esta altura parece obvio que Julio Ricardo es un cerebro


de otra época, que probablemente haya sido un gran observador de fútbol en otro tiempo. Hoy, sus muletillas, su tono de voz y sus intervenciones faltas de contenido hacen pensar en un señor añejo, más cerca de la puerta de salida que del portón de entrada. También esto se veía venir. Hace unos diez años, yo escuchaba la radio en un partido de Eliminatorias de la Selección y Julio Ricardo decía algo como esto: “alguna vez habrá que hablar de la importancia que tiene Juan Ramón Verón en este equipo”. Durante todo ese partido, el comentarista habló de Juan Ramón, cuando quería referirse a Juan Sebastián. Para mí, es un símbolo de lo que le sucede: vive en una época anterior, que seguramente es bellísima, pero no es ésta. Es eso, sin más, lo que se pone en evidencia cuando afirma que el ídolo de Campestrini es “el Mono Bustos” (en lugar de Burgos). También es casi célebre su negación de una mano muy evidente de Marino para Boca (“no hubo mano de Marino”). Y su confusión permanente con el offside genera ganas de darle una palmada en la espalda y una jubilación anticipada. Ahora bien, ¿cuál es la alternativa? Apo no puede evitar ser demasiado radial. Roberto Perfumo entiende el juego, pero no conoce a muchos futbolistas (especialmente de clubes chicos) y suele referirse a ellos como “el pibe este”. Además, se le nota mucho su veta de hincha cuando le toca un partido de River o Racing (que, por otra parte, es casi siempre). Ante este panorama, uno no puede evitar un escalofrío profundo cuando escucha un rumor cada vez más firme: parece que Araujo buscaría sumar a su viejo conocido, Fernando Niembro. ¡¿Niembro?! ¿En serio? ¿El símbolo del mal? ¿El zar de Fox? ¿La cara de Torneos? ¿El hombre que, cuando Holanda hizo un gol de cabeza a la salida de un córner en el Mundial gritó “¡grande, Osvaldo Zubeldía!”? Sí, Niembro. Compañero de Araujo en Sport 80 y su socio en la “Escuela de Ciencias Deportivas”. No hace falta, prefiero el aplomo senil de JR. El problema con Niembro es que uno nunca sabe por qué dice lo que dice. Siempre parece haber un interés en juego. Después de todo, en diferentes épocas lo

hemos escuchado decir que Real Madrid quería llevarse al Cholo Guiñazú, que Bielsa era el mejor o el peor DT del mundo (según el caso) o que las calles en la ciudad de Buenos Aires eran un desastre justo en medio de la veda previa a una elección que tenía a Macri como candidato. Y, de nuevo, el mayor problema parece ser ese tufo a permanencia que exudan las designaciones del periodismo futbolístico. Son casi endogámicas. Logran que se saltee cualquier meritocracia. Los que están no están porque son buenos, sino porque conocen a los que toman decisiones. Y, peor aún, porque son “famosos”. ¿Qué pasó con la época en la que se generaban famosos desde un semillero? Diego Latorre cumplió una labor excelente durante el Mundial en sus comentarios para la TV Pública. ¿Sería tan difícil sumarlo a un equipo de FPT? Hace rato que no escucho hablar de Fernando Pacini como una opción televisiva. ¿No es llamativo que nadie se acuerde de uno de los mejores comentaristas que tiene el país? Es cierto que estuvo en Fútbol de Primera, pero eso no lo hace menos valioso. Lo mismo podría decir de Juan Pablo Varsky. ¿Y qué me dicen de alguien un poco más joven? Ariel Senosiain, por ejemplo, un muchacho que hace sus armas comentando en La Red y que tiene todas las herramientas para crecer si le dan una oportunidad. ¿Les parece demasiado arriesgado? Bueno, pensemos en Miguel Simón, el hombre de ESPN que entrega dato tras dato cuando relata cualquier deporte. O en el Ruso Verea. Son profesionales que aportan conceptos. Que muestran algo allí donde podría ignorarlo el ojo poco entrenado. Que se alejan de las obviedades de siempre para mostrar algo más. Que hacen docencia. Hay muchos candidatos, pero la tónica para descubrirlos debe ser distinta a la que se viene utilizando. La fantasía marca

que si uno busca lo conocido, lo tradicional, lo comprobado, entonces obtendrá un producto amable al que el público está “acostumbrado”. Bueno, la realidad marca que el público no se acostumbra a Araujo, ni a Niembro, ni a Torneos, ni a Clarín. Y aún cuando existen méritos reales en estos campos (se podría decir, por ejemplo, que Pablo Giralt es un muy buen relator), lo ideal sería que el nuevo fútbol post monopolio fuera realmente nuevo. Que exista una renovación real, una pluralidad de voces. Que renazca el amor por el deporte, algo que parece muerto desde las quejas constantes de los periodistas a los que les toca ir a la cancha. Que se venga lo nuevo, en serio. Hace un poco más de un año que lo estamos esperando. Ya no tengan miedo: siempre se puede acostumbrar al público a un producto mejor.

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LO QUE VIENE...

Fulbito para la tribuna

Poner sobre la mesa lo bueno y lo malo de Fútbol para Todos implica escuchar distintas tesis e historias sobre el mundo del periodismo. Aquí expone la suya uno de los veteranos columnistas de la revista. Por DIEGO BONADEO

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uien entienda que el periodismo debe ser objetivo ha sido conceptualmente cooptado por las paparruchadas varias que se desparraman desde la hegemonía del pensamiento único. Así como han sido cooptados quienes le creen al canal Todo Noticias lo de “periodismo independiente”, o a Horacio Verbitsky cuando desde su proverbial prepotencia dialéctica afirma sin rubor: “lo que hace 6,7,8… no es periodismo, pero es legítimo”, como si fuese legítimo ejercer casi militantemente la memoria sesgada. Por todo esto, quienes crean en algunas falacias instaladas como verdades reveladas –en especial la de la objetividad del periodismo– podrán abstenerse de leer lo que sigue, así como los que supongan que lo que equívocamente Orlando Barone se atribuye en 6,7,8… en cuanto a una supuesta paternidad de lo que se da en llamar “periodismo de periodistas”, lo que no es ni más ni menos que una zoncera hermana –perdón por el plagio don Arturo Jauretche– de la anterior, lo de la objetividad del periodismo. La zoncera de marras determina que no hay que hacer periodismo de periodistas. Si fuesen inmuebles, lo que lamentablemente no es así, porque los inmuebles

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son, con más y con menos, a lo sumo no cruentos, el catastro de la hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires y antes Capital Federal señalaría que Marcelo Araujo, nacido Lázaro Jaime Zilberman, vio la luz en el barrio de Villa Crespo el 12 de junio de 1947. Y que Fernando Niembro, nacido Fernando Niembro, llegó a este mundo poco menos de seis meses después, el 6 de diciembre del mismo año, en el barrio de Caballito, y no en Mataderos, donde seguramente le hubiera gustado nacer –en lo posible, en la hoy calle Justo Suárez, bien cerca de la cancha de Nueva Chicago, club del que su padre, Paulino, emblemático sindicalista de las décadas del 60 y del 70, fue presidente–. Los primeros pininos en periodismo, se cree, los hizo Niembro en la sección deportes del diario La Nación, cubriendo partidos de rugby. Araujo, en cambio, empezó con José María Muñoz en Radio Rivadavia. Una de las primeras mentiras conocidas de Araujo fue aquella de “Muñoz me echó por peronista”, lo que para nada se compadece con el hecho de que el mismo Muñoz lo haya llevado a la sección Deportes de Canal 7 junto con Mauro Viale, Pérez Loizeau y Julio Ricardo, este último pretendido reformador del siste-

ma de gobierno del reino de los Países Bajos, cuando en la transmisión de un partido entre Independiente y Ajax, en Avellaneda y por la Copa Intercontinental, anunció con el empaque que siempre lo caracterizó –y uno supone que creyéndose Erasmo de Rotterdam o algo por el estilo–: “a continuación se escucharán los acordes del himno nacional de la República de Holanda”. Por otra parte, muy peronista no ha sido Araujo, aunque sí un oportunista de gobiernos sedicentemente justicialistas: al ser reporteado hace un par de años por el diario Crítica, recordó que durante la dictadura tuvo que quemar varios libros, entre ellos El descamisado. Que se sepa, dicho título corresponde a una revista militante de los 70, y no a un libro. Lo que sí se recuerdan son sus gritos estentóreos por los pasillos del canal poco antes de las elecciones de marzo de 1973: “Braden o Perón”. Araujo se vanagloriaba por aquellos tiempos de haber votado al Frente de Izquierda Popular de Jorge Abelardo El Colorado Ramos, el mismo que en la elección de septiembre de ese mismo año mandó imprimir las boletas del FIP idénticas a las del Frente Justicialista de Liberación Nacional(FREJULI), por supuesto con los mismos candidatos


(Perón-Perón), como flagrante ejemplo de bilardismo electoral, lo que le reportó más de novecientos mil votos. Pero Niembro también anduvo por Canal 7 por aquellos años, en la sección Deportes, y fue seguramente, en yunta con Araujo, quien instó a Macaya Márquez, a la sazón jefe del Departamento tras ser cesanteado Gañete Blasco con la llegada de la dictadura, en marzo de 1976, a acreditar por el canal para el Mundial ’78 al tercero de la runfla, Adrián Paenza, quien no trabajaba en el canal y era uno más de los difundidores de lo que no es. Quien esto escribe, mientras tanto, obtuvo su credencial en representación de la revista Mercado, de la que era columnista, pese a pertenecer a la planta permanente de la emisora estatal. Tiempo antes del comienzo de la Copa del Mundo, y aprovechando mis conocimientos precarios pero entendibles del idioma alemán, realicé una entrevista con el técnico del Campeón del Mundo de 1974, Helmut Schön, material que fue prolijamente archivado por quien Macaya –de licencia anual– había dejado a cargo de la sección: Marcelo Araujo, quien arrogándose profundidades superlativas y científicas respecto del fútbol le realizó a Schön un reportaje absoluta-

mente banal y superfluo, con la ayuda de una intérprete. Promediando 1979, con Roberto Eguía y Pancho Ibáñez comenzamos Sport 80 por Radio Mitre. Al tiempo se sumaron Néstor Ibarra y Juan José Lujambio. Con el aviso de Corfam –siglas de la Corporación de Fabricantes de Muebles– bajo el brazo, empresa de la que formaba parte decisiva Carlos Salvador Bilardo, entraron por la ventana a Sport 80 Araujo y Niembro. De todos modos, sería una necedad no aceptar que aportaron por lo menos debate, y que allí nació la antinomia menottismo-bilardismo, que subsiste hasta hoy, aunque haya demasiados que pretenden obviarlo. Ellos dos, más la eterna tercera pata, Adrián Paenza, convencieron a Víctor Hugo Morales, relator futbolístico en Radio Oriental de Montevideo, mensajero de lo que no se debe desde sus micrófonos y cuya xenofobia provocó agresiones a visitantes y automóviles argentinos en un torneo Sudamericano Juvenil realizado en Montevideo, para que probara suerte en la Argentina. Así las cosas, Araujo y Niembro, más otros periodistas, formaron parte del Sport 80 que realizaba transmisiones y conexiones de partidos de fútbol, lo que

continuó por varios años, hasta que poco después recalaron en Canal 9 y luego en Radio del Plata para constituir Equipo 10, del que además de ellos dos formaban parte el eterno merodeador Adrián Paenza, Alejandro Fabbri, Marcelo Manuele, David Carlín, Roberto Eguía, Oscar Calzada, quien esto escribe y el por entonces empedernido alfonsinista, al muy poco tiempo operador político de Palito Ortega y luego nada menos que vocero de Menem, Raúl Delgado, entre otros. Atendían los teléfonos de la producción de Equipo 10 uno de los actuales monaguillos radiales de Bilardo, Miguel Dalassio, y otro reconocido saltimbanqui del poder, por estos tiempos vinculado a Fútbol para Todos, Ignacio Candia. Tiempo más tarde, Dalassio reconoció que, por sugerencia “de arriba”, los mensajes telefónicos de oyentes que respaldaban lo que quien esto escribe decía iban a parar al canasto, lo que quedó semicomprobado con la visita de un grupo de oyentes de Bahía Blanca que comentó su asombro ante la ausencia de la lectura al aire de los mensajes que coincidían con los dichos de este periodista. En 1990, Niembro me convocó para Juego de cuatro, con Alejandro Apo y Roberto Eguía. Al poco tiempo, el misOCTUBRE 2010 | UN CAÑO 17


mo Niembro, ya como vocero presidencial de Menem, anunció los indultos a los genocidas y cumplió una efímera tarea como interventor del todavía estatal Canal 11. Durante todo ese tiempo, la buena sintonía tanto de uno como de otro con Julio Grondona era notoria. Con el contrato de la Asociación del Fútbol Argentino con la empresa Torneos y Competencias, Araujo se posicionó rápidamente como relator, y como tal eslabonó un sinnúmero de tropelías. Quizá una de las más abominables hayan sido reivindicar el bidón de vomitivo que el cuerpo técnico de la Selección argentina le dio como si fuera agua al brasileño Branco en el partido que el combinado nacional le ganó a Brasil en el mundial del ’90, cuando en un partido posterior enfatizó: “che Branco, ahí Galíndez (el masajistas de la Selección) trajo algo para vos”. En un partido entre Argentina y Colombia, sobre un primer plano del Pibe Valderrama, el relator del régimen

le preguntó a la cámara, en un acto de puro racismo y en tono despectivo: “¿qué te pasa, monito?”. Cuando en los Juegos Olímpicos de 1996 Brasil jugaba una de las semifinales con Nigeria, a Araujo no se le ocurrió nada mejor que, en el medio del relato, decir un par de veces “ojalá se lesione Ronaldinho”, que por entonces era el actual Ronaldo y no el que hoy juega en Milan. Además, es recordable que, en plena veda electoral de 1997, y aprovechando la audiencia masiva de la televisación un sábado de River-Boca, vociferó optimista: “mañana me voy a tomar un champucito con Chiche”. Como se recuerda, la señora de Duhalde perdió casi por goleada con Graciela Fernández Meijide en las elecciones parlamentarias de la provincia de Buenos Aires del día siguiente. Niembro, mientras tanto, ganaba posiciones en la radio La Red y en el canal Fox Sports, y los dos lanzaban la “Escuela Superior de Ciencias Deportivas” de la cual egresaron especímenes como Martín

Lieberman y Gustavo López, quien acuñó, entre otras barbaridades, aquello de que “en el fútbol los directores técnicos son más importantes que los jugadores”. Araujo, ya alejado de Torneos –¿será verdad?–, cubrió el Mundial 2006 para Canal 9, luego compartió un esperpento en Canal 7 con Julio Ricardo y el ahora portavoz, y hasta no hace demasiado denunciador permanente de las tropelías de Julio Grondona, Ernesto Cherquis Bialo. Pese a las encendidas críticas –fulbito para la tribuna, viste– al mandamás de la AFA desde un programejo en el canal América, Grondona lo propuso como cabeza de las transmisiones del llamado Fútbol para Todos. En los mentideros cercanos a los diversos poderes se visualiza la posibilidad de que en 2011–¿año electoral, no?– su comentarista sea Niembro. Lo que no se sabe es cómo conciliará el actual hombre de Fox Sports y Radio del Plata, su reconocida adhesión al macrismo con el respaldo K a las transmisiones de Canal 7. Claro que en campaña electoral vale todo.

Víctor Hugo recoge el guante En los últimos meses, Diego Bonadeo dijo, además: 1) “ El periodismo está lleno de conversos, de tacticistas, por ejemplo, Alejandro Fabbri, Víctor Hugo Morales y toda esa recua de imbéciles”. 2) “Víctor Hugo vive disfrazando la realidad. ¿Por qué se peina así? Él omite que su padre era negro, por eso su cabello es mota. Le gusta enfatizar leas erres, disfruta decir el recurrente recorrido de Arruabarrena. Es un imbécil”. 3) “Vos no podes decir que vas a votar en Uruguay a Rafael Michelini, hijo del senador asesinado en la Argentina Zelmar Michelini, representante del ala progresista más radicalizada del Frente Amplio, mientras estás sacando al aire a Constancio Vigil, operador de la dictadura de Videla desde la revista Gente. Víctor Hugo es un farsante. Yo lo bautice el oráculo de Cardona. Es un bautismo que me gratifica mucho.” 4) “Víctor Hugo nunca jugó a la pelota. Tampoco entiende un pito de música: para él todos los flautistas son eximios y las arpistas, deliciosas. Va al Teatro Colón y, como se aburre, cuenta las lamparitas de la araña central. Una, dos, tres… dos mil. ¡No sabe nada!” No se cuánta razón puede tener, pero sobre el punto nu18 UN CAÑO | OCTUBRE 2010

mero dos quiero señalar que mi padre era rubio y de ojos celestes, como yo. Puede aliviar el propósito de Bonadeo que, en cambio, éramos pobres. Si lo que lo anima es un propósito discriminatorio (en tanto negro, mi padre no valía nada) puedo aliviarlo de aquella manera. Negro o pobre, para este personaje debe ser parecido. Solo sé de Bonadeo que era la décima figura de Sport 80, donde se lo descalificaba, quizás demasiado, porque todos lo trataban como un imbécil, y yo no estaba tan de acuerdo. También que en 50 años de profesión tuvo dos momentos cumbres: 1) Cuando tuvo una exitosa participación en la película oficial del Mundial ‘78 fogoneada por la dictadura. 2) Cuando era uno de los locos en un programa que consiguió en el Canal 7 de la Alianza, en la época en la que era un inútil concejal de no me acuerdo dónde. Quizás sume ahora un tercer hito en su vida, haciendo de enemigo en cada portal del sistema de las derechas que use idiotas para desvalorizarme. O quizás le sirva todo esto para recordarle a la gente que aún vive. Si me lo quiere agradecer, digo: “de nada, ¡qué te puedo cobrar por este favor!”.


¿Hacia dónde vamos?

Un repaso por las últimas tres décadas de un negocio que fue mutando hacia lugares insospechados. Es necesario que el Estado invierta y respalde el Fútbol para Todos, pero no para sacar rédito político, sino para conseguir una sociedad más igualitaria. Por ANTONIO RAMOS

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asta que en la segunda mitad de la década del 80 surgió Fútbol de Primera, los amantes de este deporte nos veíamos obligados –para tener contacto con los partidos– a ir a la cancha o a escucharlos por radio. A veces, y sólo a veces, podíamos ver por televisión abierta los goles más importantes que se producían. El fútbol era entonces más imaginación y menos realidad. Nos imaginábamos las jugadas e idealizábamos los partidos y a sus protagonistas, ilusionándonos con verlos algún día. Los diarios, y en especial El Gráfico, eran los que más cerca nos colocaban de esa distante realidad. Es cierto: a las canchas iba más público que hoy en día. Y también es cierto que no había la inseguridad (sensación, para algunos) que desde hace más de una década padecemos con mayor o menor intensidad, según la época. Todo esto cambió radicalmente con el programa hecho sobre “una idea de Carlos Ávila”. Empezamos a ver resúmenes de partidos, los goles, a los protagonistas que decían “muevo yo, Mauro”, dirigiéndose a Viale. Con el tiempo, la red de televisión por cable se fue ampliando a distintas regiones de nuestro país. Luego, con el menemismo, llegaron la televisión satelital, la fibra óptica y todos esos adelantos del progreso, algunos de los cuales –sin dudas– nos hicieron más pobres y no sólo en el aspecto económico. Pero este último punto es tema de otra nota. Lo cierto es que a partir de allí tuvimos la oportunidad de ver “todos los partidos”. Digo: la oportunidad, porque para ver los partidos había que pagar. Encima, los cables más “grandes” presionaban a los más “chicos” para comprarlos, y así, poco a poco, todo se fue concentrando en unas pocas manos. La AFA y TyC firmaron y extendieron los contratos por la exclusividad de los derechos del fútbol que los hicieron “ricos”. Pero los clubes se empobrecieron. En algunos casos, por malos manejos de los dirigentes, pero en muchos otros porque el reparto de los ingresos fue insuficiente, injusto e inequitativo. Y así aparecieron en escena los clubes en quiebra, intervenidos o con

muchos millones de deudas. Grandes o chicos, daba lo mismo. Y la gente, cada vez, tenía que pagar más y más para poder ver los partidos. Empresas (AFA incluida) ricas, clubes pobres. Y el fútbol, para menos gente. En ese triste momento llegó una solución salvadora, el Fútbol para Todos. El Estado intervino en forma directa y se “hizo cargo” del fútbol. No importa si jurídicamente fueron los términos adecuados, en realidad eso fue lo que ocurrió. El Estado puso la plata (600 millones de pesos por campeonato, como mínimo) e hizo que las trasmisiones del fútbol de Primera División fueran para todos. Y gratis. O casi, ya que para ver “todos” los partidos hay que tener y pagar el cable. Para transmitirlas eligió a los periodistas que integraban Fútbol de Primera, o a algunos de ellos. Los exteriores los hacen los mismos y la producción, casi los mismos. Y “todos” podemos ver los partidos. Pero solamente el Fútbol para Todos es para anuncios del Estado, por lo que, si fuera por la publicidad, bien podría llamarse Fútbol del Estado. Los privados, afuera. “Hay superávit, y nosotros sabemos administrar la plata”, son las palabras de algunos de los funcionarios oficialistas. De la misma manera que fue necesario el Fútbol de Primera hace más de veinte años, hoy fue necesario el Fútbol para Todos. Esto está fuera de toda discusión. Pero ese Fútbol para Todos debe evolucionar para convertirse en lo que su nombre indica. Debe ser federal, llegar a todas las provincias, debe ser manejado en forma plural y no solamente por la AFA, que negocia para intereses de pocos. Debe ayudar a que el fútbol argentino crezca, que los buenos jugadores no se vayan con menos de 20 años y casi sin jugar en Primera. El Estado debe invertir y apoyar, no para sacar rédito político, sino para fortalecer al fútbol y a “todos” los que están vinculados a la actividad de alguna manera. Considero que ése debería ser el rumbo, y es la idea de los que integramos Un Caño seguir peleando desde nuestro humilde lugar de libertad para que esto se produzca. OCTUBRE 2010 | UN CAÑO 19


LO QUE VIENE...

Pan, paz, trabajo y fútbol

No, qué va... No han muerto las ideologías. La Guerra Fría de este siglo se disputa entre aquellos que levantan las banderas de un Estado que sirve a los que menos tienen y quienes levantan las alhajas para hacerlas sonar en reclamo de negocios millonarios para ricos. La oposición quiere el regreso de los monopolios. ¿Y usted? Por PABLO LLONTO

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ue un diputado se muera por aparecer en Clarín o en TN es una conclusión política evidente. Que Clarín o TN se mueran por conseguir más diputados que se mueran por salir en Clarín o en TN es una conclusión periodística evidente. Entre una y la otra, los fantasmas de Fútbol de Primera sobrevuelan los fantasmas de Fútbol para Todos, gestando la única de las comparaciones que no es odiosa. Porque a esta altura bien nos viene preguntarnos: ¿qué sistema preferimos los argentinos: el capitalismo de unos pocos o el capitalismo de Estado que defiende la imaginaria consigna ubaldinista “pan, paz, trabajo y fútbol”? Sin otra habilidad aparente que la de arrastrarse por los canales y las radios, el batallón 601 de las privatizadas y el campo cumple al pie de la letra una estrategia diseñada entre las calles Piedras y Tacuarí. La demanda judicial que pretenden iniciar los clarinistas (2.280 millones de pesos) es la herramienta que se utilizará como elemento de chantaje contra la Asociación del Fútbol. Admitida la demanda, con la demora insoportable de los tribunales nacionales, un juicio como espada de Damocles sobre la cabeza de la AFA no será un tema menor. Si en unos meses la AFA ve peligrar

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su situación en manos de un juez comercial (el fuero judicial más derechoso del país), se irá despegando del Gobierno y acercará su trasero a las huestes de la viuda de Noble. Aquí es donde aparecen los políticos anti K, sometidos a una hiperactividad denunciadora que los lleva por las salas de prensa advirtiendo que se pasarán la vida acusando al Gobierno por los supuestos 973 millones que el estado gastó en el Fútbol para Todos. Sobre esas cifras, armadas al viento por legisladores que nunca denunciaron las apropiaciones de bebés en San Isidro en 1976, los cuerpos transpirados de Lilita, Duhalde, Alfonsín, De Narváez, Macri, Cobos y la diputada Silvana Giúdici saltan en la cama elástica que les han prestado para que se diviertan y salgan en la tele. Clarín los quiere bien entrenados y en forma. Se viene un 2011 a todo trapo con las elecciones, y de un lado y del otro se aprecian los guiños, las caídas de ojo, los obsequios bien empaquetados en bolsitas nada transparentes. Así tenemos que ni uno solo de los “referentes” que se retuercen en la política actual anti K ha dicho una palabra sobre el ingreso de dinero nuevo y fres-

co a los clubes. ¿Llamativo, no? Más allá del desembolso estatal (comparable a los subsidios que se otorgan a instituciones diversas), sería bueno saber qué piensan del rol que deben cumplir los clubes cuando una lluvia de dinero aparece en sus cuentas bancarias. Quizás por ignorantes, o por el tiempo que se pasan en las cámaras solares, gimnasios o salas de tatuajes, los del plantel de la derecha tampoco nada tienen para aportar sobre los derechos que un pueblo posee en materia “información deportiva”. Dicho en pocas palabras: duhaldismo, macrismo, radicalismo quieren que a Clarín se le devuelva el manejo del fútbol. Del otro lado, no abundan las lenguas oficialistas de lujo para defender un proyecto de buenas intenciones. Hace rato que un control popular debe ejercerse sobre las instituciones de la AFA para ver adónde fue a parar el primer año de pagos. Entonces tenemos a las lilitas y las ernestinas, los magnettos y los alfonsines estrechando sus filas en los preparativos de una expropiación a lo Hood Robin. Robar a los pobres para entregar a los ricos. Como en las películas de mafiosos, los favores se pagan. Se nos ocurre que bautizarán esta campaña como “Proceso


La oposición, casi en pleno, en la Sociedad Rural. En caso de que el oficialismo pierda las elecciones del 2011, ¿habrá una foto similar el día que anuncien el final de Fútbol para Todos?

de Recuperación”, y en las cajas fuertes deben guardar carpetas color TyC, anchas y abundantes con los siguientes puntos de un plan: 30 de octubre de 2010. Maradona cumple 50 años. Clarín denuncia que la fiesta ha sido solventada con dineros de Fútbol para Todos y con cara de imberbe adinerado, Ernesto TNembaum se queja: “¡censura, Passman no recibió tarjeta de invitación!”. 12 de diciembre de 2010. Última fecha del campeonato. San Lorenzo le gana 3 a 0 a Banfield y se consagra campeón. En una entrevista exclusiva, después de almorzar con Mirtha Legrand y sonreír con Fantino, Chiche Duhalde le dice a Joaquín Felipe Solá que el gobierno amenazó a los árbitros para que no permitan un triunfo del equipo del Sur. 15 de enero de 2011. Dos cronistas de Olé no consiguen lugar para alojarse en un hotel de Santa Teresita donde hace su pretemporada All Boys. El diario deportivo denuncia discriminación y lleva el caso a la Sociedad Interamericana de Prensa bajo el cargo de “amenazas contra la libertad de prensa”. Silvana Giúdici anuncia que viajará a Washington a respaldar la denuncia del diario. 25 de mayo de 2011. Ricardo Roa,

editorialista de Clarín y director de Olé, denuncia que por sexta vez desde que asumió Kirchner, y por tercera vez desde que se implantó Fútbol para todos, fue asaltado en un country. Escribe que el aumento de la inseguridad es del 6.000% respecto de mayo de 1810 y lamenta que entre los objetos sustraídos se encuentra un ejemplar del diario montonero Noticias en el que había trabajado en 1974. 2 de junio de 2011. Clarín.com denuncia que los narcos mexicanos han comprado el 50,5% del paquete accionario de Un Caño. 20 de junio de 2011. Lilita Carrió mira a los costados, concurre al programa A dos sobres de TN, mira a los costados, denuncia a la revista Un Caño, por sus vinculaciones con los narcos, mira a los costados, y asegura también que Fútbol para Todos integra la cadena de lavado de dinero de un banquero nigeriano que vivió en 1963 en Santa Cruz y que cursó sexto grado con un primo hermano de Kirchner. 28 de julio de 2011. Los legisladores de Pino Solanas presentan un informe al Congreso en el que afirman que si el fútbol hubiese seguido en manos de Clarín, Cablevisión/Multicanal y Canal 13, el país hubiese podido construir 6.337 kilómetros de líneas férreas, adquirido 234 vagones,

112 locomotoras, 23 coches comedor y 1.200 molinetes para las estaciones. 3 de septiembre de 2011. El jefe de Gobierno de la Ciudad anuncia que se le impidió emitir una publicidad en los entretiempos de Fútbol para Todos. Se trataba de un aviso de Macri que proclamaba el inicio de las obras en los colegios para el ciclo escolar de 2017. “Los Kirchner sólo quieren pasar publicidad de sus obras”, asegura Macri. Clarín le dedica cuatro páginas de la sección Política, un suplemento especial el domingo, una mención en Clarín Porteño por Cora Cané y dos respuestas de la Claringrilla. 30 de octubre de 2011. La clase media argentina se ha convencido de las denuncias, La Coalición ProCínica-FederalRadical se impone en las elecciones y en un balcón colmado de dirigentes muy bien perfumados, la asunción presidencial es transmitida por TyC II Era. 10 de diciembre de 2011. En la primera medida de Gobierno, la Alianza triunfante anuncia el regreso del fútbol al cable, los codificados, vuelven abrazados Araujo, Ávila, Niembro, Tití, Benedetto, Macaya… Y en el programa inaugural entrevistan a Julio Grondona, quien dice la primera frase de ferretería sin respirar: “por segunda vez, nos sacamos un clavo de encima”.

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LO QUE VIENE...

Las llaves del reino

(entre la moral de un ofidio y la inmunidad de la FIFA) De cómo y por qué Julio Grondona ha batido los récords de permanencia en un sillón deportivo, tan parecido a un ministerio, ya se dijo todo. Ocurre que la última tapa de nuestra revista anticipó el retiro de un hombre que al parecer seguirá manejando todo desde la tumba. Esta nota ve grondonismo y grondonitas por todas partes. Por PABLO DE BIASE

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o hace falta abundar en los principios y posturas en los que coincidimos quienes formamos parte de Un Caño, porque aunque la enumeración puede comenzar por el pluralismo, la libertad de pensar y expresarse, y el ejercicio sistemático y creativo del pensamiento crítico, hay límites éticos (profesionales y políticos, en el sentido más amplio que quiera dársele a esta palabra) que no se trasponen. La militancia contra el continuismo grondonista, como escribió hace poco Mariano Hamilton, es uno de ellos. Lo anterior no significa, sin embargo, que el análisis de las movidas del ferretero millonario deban circunscribirse al poco fecundo plano del deber ser. Aquí entran en juego los matices y la libertad de pensar. Hecha la aclaración, por las dudas dejo asentado que suscribo que JHG tiene la sensibilidad moral de una cobra, y la respetabilidad de quienes forjaron sus imperios y sus emporios sobre sangre y aprietes. Y la respetabilidad, a secas, de quienes forjan imperios y emporios. Sin dogmas ni ataduras ya, creo que es un personaje interesantísimo para analizar, como todos los refinados cultores del mal (aunque carezca de otros refinamientos). Con deleite de pornógrafo, y muñido de algunas verdades sociológicas elementales (1-La organización del deporte y sus grados de violencia material y simbólica nos cuentan mucho sobre el nivel de civilización de una sociedad; 2) Los efectos no deseados y “benéficos” que pueden acarrear determinadas acciones de personajes siniestros en su propia esfera de acción y en otras ni siquiera pensadas), meteré las manos en el barro de de la historieta argentina.

Casi como un burócrata chino “Todo pasa”, dice el anillo de sello de quien prefiere ser llamado “Vicepresidente del mundo”, pero a quien ya no le disgusta que lo comparen con el Padrino. Este principio distintivo, tan poco doctrinario, le emparienta con el estilo no de los mafiosos clásicos (demasiado afectos a que sus pasiones y sus egos desmedidos los

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terminen delatando), sino con el de ciertos dirigentes sindicales de las décadas del 60 y del 70, para quienes la permanencia de sus organizaciones (y, por supuesto, de ellos al frente de las mismas) lo era todo, aunque terminaran manejando los negocios de un sindicato sobre la superficie de Marte, sin más vida alrededor. Si se prefiere, esta virtud (estratégica y no moral, como la buena puntería en un francotirador) es intrínseca a los dirigentes del Partido Comunista Chino, quienes saben como nadie que permanecer y transcurrir, aunque no les dé derecho a confundir vivir con honrar la vida, les ha permitido desde hace mucho la duración por sobre lo que alguna vez fueron sueños, luego pesadillas y hoy es el cadáver exquisito de eso que en el sótano del siglo XX se conoció como socialismo real. JHG, cuyos sueños son más pedestres (la acumulación personal, que Arsenal salga campeón…), sabe también que hacerse amigo del tiempo es la principal condición de un manipulador de aliento largo, el primer requisito de un estratega inescrupuloso. Porque, desde una visión restringida y poco generosa con los matices y potencialidades de la vida, quien sólo desea asegurar su supervivencia y la de su casta, tiene razón al asegurar y creer que todo pasa. Como decía el ex filósofo Enrique Pinti: pasan los gobiernos, los militares, la pizza de anchoas… Pero quienes quedan, a diferencia de lo que creía Pinti, no son los artistas, son los Grondona. Los que tienen la unicidad de propósitos siempre aceitada y renovada, y pueden pasarse el pañuelo por la frente al ver derrumbarse amigos, compañeros de ruta, parientes, instituciones, pasiones colectivas… Y respirar aliviados porque la ola no los arrastró, pensando en la próxima etapa. Como un antiguo héroe campesino que disfruta de la hípermodernidad de Shangai, construida sobre el sudor y la sangre de cientos de millones de compatriotas, JHG sabe ver la hendija de luz tras la que se adivina un bote inflable sin inflar sobre la cubierta de un barco que se hunde. Así, mientras todos corren a buscar y arrojar baldes, o se arrojan a las aguas embravecidas a salvar a los niños que se ahogan, él espera el momento justo


para manotear el bote, prometerle al gil de turno el oro y el moro si se lo infla y darle un pequeño empujoncito sobre la borda cuando ya tiene los remos en la mano. Sin sentimentalismos, sin más honor que el que requieren los negocios de un padrino, venderá a continuación a precio vil un lugarcito en su bote.

Las llaves de la historia Generalmente, estos personajes, que esperan y esperan mientras sus pares desesperan, son los que suelen tener la llave indicada cuando las puertas del laberinto se cierran, una tras otra. Así, presionado por las deudas de los clubes, acosado por el sindicato de jugadores, con el fútbol a punto de desvanecerse en sus manos, decidió entregar sin que se le moviera una pestaña la televisación del fútbol a partir de dos “detalles técnicos” vinculados con la lealtad de competencia –en lo que era el calor de un serpentario híper-hot– al único “enemigo” del Grupo Clarín que podía y estaba dispuesto a triplicar el precio: el Estado conducido por la segunda versión de un movimiento político que se propuso cambiar de raíz algunas cuestiones, especialmente en su segunda etapa. El que el mismo Néstor Kirchner sea quien más vocifera contra Magnetto y sus socios no le impidió, tres días antes de que asumiera Cristina, alentar el dictamen 637 de la CNDC (Comisión Nacional de Defensa de la Competencia) que aprobaba la monopólica fusión de Cablevisión y Multicanal, y contradecía los dos dictámenes previos de ese organismo de los que se agarraron Grondona y sus asesores para romper el contrato con TSC (la empresa de Clarín que tenía los derechos de televisación a perpetuidad). Con sinceridad brutal, escondido en el anonimato de creer que no estaba al aire, Grondona resumió la situación en la espera telefónica de hablar con Mauro Viale por los micrófonos de Rivadavia: “suerte que apareció esta mujer y nos salvó, porque el marido era un cagón…” (ver Un Caño 24, pág. 15). Con la misma “sinceridad”, tiempo ha, cuando daba una nota a un medio del Grupo Clarín, para atajarse de cualquier pregunta incómoda, introducía la charla: “ustedes trabajan para Clarín, yo trabajo con Clarín en la TV, lo que nos hace socios entre nosotros, amigos”. La honestidad brutal y la máxima aprendida de Corleone y Frank Nitti (“los negocios son negocios”) no impiden que JHG haya sido el que abrió las puertas de la contraofensiva del gobierno de Cristina contra el monopolio informativo. Sin la traición de JHG, seguramente hoy no habría nueva ley de servicios audiovisuales ni las prácticas mafiosas en tiempos de la dictadura serían ventiladas con tanta soltura como lo son hoy. Paradojas de la historia, que les dicen. Paradojas que llevan a que, a pesar de todos los pesares, las llaves sigan en manos del mismo “prócer”, que cuando la tierra

parecía ceder a sus pies y las aguas amenazaban con tragárselo, saltó al bote inflable para caer más firme que nunca. Pensemos las diferentes hipótesis, si no. 1) El regreso de los pequeños muertos vivos. Fútbol para Todos es un excelente career de publicidad oficial, pero es también una excelente vitrina para que la AFA y sus satélites (Colegio de Arbitros, Tribunal de Disciplina), los propios clubes y su máximo padrino “difundan” su obra sin el más mínimo pudor. Por eso, a Araujo y compañía podrían seguir sumándoseles los peores de los tiempos del fútbol silenciado, sea reelegida Cristina, regrese el príncipe consorte o algún Dios saque de una galera mágica una opción progresista superadora, tan celosamente guardada que ningún argentino la conoce. 2) El regreso de los grandes muertos vivos. Si aquí ocurriera lo impredecible, y el exorbitado Magnetto lograra imponer la alianza del mal, y la ultraderecha de Duhalde y Carrió encontrara una fórmula mágica para introducir votos en las urnas que se multipliquen como los bíblicos panes y peces, JHG sabe que el precio de la mercancía fútbol triplicó su base. En ese hipotético caso, si el monopolio pudiera rearmarse, debería pagar mucho más de lo que pagaba antes, perdonando la traición. Después de todo, Magnetto, Duhalde, Berlusconi o Sarkozy saben que los negocios son negocios y que aunque se puede hacer puré de obreros, inmigrantes y estudiantes, la inmunidad que da la FIFA vuelve intocables a sus portadores. 3) Pino Solanas, Little Alfonsín y Hermes Binner son tan independientes como aseguran ser y respetan las legalidades. A los diez días de asumir, algún asesor perspicaz les deslizará “¿qué hacemos con el fútbol?”. Ahí caerán en la cuenta y, como con todos los poderes fácticos que se les abalanzarán como buitres, se sentarán a negociar para pagar las cuentas de las promesas imposibles, y dirán: “Don Julio, ¿qué hacemos?”. Y JHG les cobrará tanto o más que a las opciones de poder en pugna. Algo está claro. Así como en la planta baja y en el primer piso de la AFA se ve el rostro pobre del fútbol, con jugadores que van al consultorio médico y ordenanzas octogenarios que sobreviven de la caridad bajo un guardapolvo azul, en el tercero hay instalada una suerte de nueva Las Vegas, en la que asesores jurídicos, expertos en comunicaciones, veedores de AFA a cargo de los negocios pequeños y medianos (de ésos que van al baño diez veces por hora), voceros de prensa mucho más orgánicos y conectados que el difunto Washington Rivera y un variopinto conjunto de personajes en la antesala del infierno van y vienen ajetreados y hacen que pase de todo para que todo pueda pasar. Todo, incluso lo que aseguran los escuálidos y nostálgicos colegas de la sala de periodistas: que en el lúgubre segundo piso, el cuadro al óleo de Alejandro Watson Hutton le habla a las tinieblas, lamentándose por haber traído la semilla del mal al nuevo mundo.

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LO QUE VIENE...

La platita

De aquella AFA arrodillada y cómplice del Grupo Clarín a ésta que conserva los mismos silencios y gestiones a escondidas, el asunto de los derechos del fútbol y las televisaciones sigue siendo materia oculta entre los dirigentes. Ahora no quieren hablar porque esperan la cesión del predio de Ezeiza. Por GUSTAVO VEIGA

A

l Fútbol para Todos lo están haciendo pelota. No es la versión televisiva del célebre libro de Diego Lucero, el periodista uruguayo que cubrió todos los Mundiales, desde el ‘30 al ‘94. Siento ruido de pelota nunca llegó a la pantalla chica. Marcelo Araujo, Tití Fernández y Marcelo Benedetto, sí. Integran la formación que en la década del 90 patentó la cháchara televisiva en las transmisiones de los partidos. Ahora parlotean desde cualquier cancha como en aquellos años de pizza con champán, pero lo hacen en la TV Pública. La que pagamos todos y cuya programación domina la AFA con su bendito campeonato los fines de semana. Durante la fiesta menemista, al producto lo conocimos como Fútbol de Primera. Como entonces, ellos juegan en Primera, resistiendo el paso del tiempo y superando el mito del ave fénix. Mientras en ese balcón de la fama todo se recicla por mucho más que dos pesos, aparecen los primeros síntomas de incomodidad en la relación AFA-Gobierno. “Determinadas decisiones del programa en materia artística y de producción no fueron consultadas con nosotros”,

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dice Horacio Gennari, el hombre en quien Julio Grondona delegó la relación contractual con el Estado. Lo que no dice este especialista en medios, es que a los dirigentes les hacen ruido otras cuestiones en el viejo pero señorial edificio de la calle Viamonte. Quieren las cuentas claras. Justo ellos, que poco y nada se quejaron del monopolio Clarín entre 1991 y 2009. “Estamos esperando el primer balance del programa”, comentan. En agosto último se cumplió un año del arranque de ese programa. “Prefieren la fórmula del pasado, nosotros no podemos decidir si Araujo sí o Araujo no”, describe un periodista muy cercano al presidente de la AFA en diálogo informal con Un Caño. Una definición que puede interpretarse así: a un fútbol nuevo, que podemos ver todos sin restricciones, lo relatan caras viejas con libertad para propalar tilinguerías. Tilingo viene

de tilín, que en latín significa pequeño. O sea, el tilingo sería una persona que está pendiente de las cosas insignificantes, chiquitas. En el fútbol abunda la especie. Para ellos es más importante el sabañón del delantero de moda, o la botinera que lo acurruca en sus senos, que el juego o el gran negocio que deviene del juego. En la AFA cuentan con cierto sigilo –por temor a herir susceptibilidades en el Gobierno– que mejoraron la relación con Torneos y Competencias, la productora que controla Alejandro Burzaco, el hermano de Eugenio, jefe de la Policía Metropolitana concebida a imagen y semejanza de Mauricio Macri y el detenido comisario Jorge el Fino Palacios. Cuando en septiembre circuló el rumor de que Fernando Niembro se sumaría a las transmisiones de Fútbol para Todos, desde la AFA consultaron a Burzaco si tenía fundamento. La respuesta fue no, pero la

Pretenden ser puntillosos cuando no lo habían sido durante los dieciocho años de vínculo comercial con el multimedio que dirige Héctor Magnetto (1991-2009).


versión que cerraba el elenco estable de los 90 quedó instalada en el ambiente periodístico. “A Tití y Benedetto los pidió Araujo, para él es cómo volver a esos años”, señala el periodista que le escribe los discursos a Grondona. Hay un pase de pelota en estos dimes y diretes. Es difícil de creer que el presidente de la AFA no hubiera tenido influencia en casi ninguna de las contrataciones de Canal 7, desde “el relator del pueblo” para abajo. Aún niegan en su círculo áulico que él haya impuesto al principal protagonista de las transmisiones, que hace dupla con Julio Ricardo. “No lo designó a Araujo, pero tampoco lo impugnó”, cuentan. Los hombres más cercanos al veterano dirigente sólo le atribuyen injerencia en la incorporación de un comentarista, vecino del partido de Avellaneda, y cuya familia mantiene una buena relación con Don Julio. Son los mismos que describen la conformidad de Grondona con las emisiones de Fútbol para Todos. Y que afirman, con una mezcla de temor y cautela, que la AFA

quiere algo más: hacer cumplir la letra del contrato donde el Estado se obliga a una rendición de cuentas. La cláusula novena, referida a la auditoría y el control de facturación, dice que “la AFA queda facultada a revisar las registraciones –y su documentación de respaldo– correspondientes a la comercialización de los productos AFA, objeto del presente contrato. Dicha facultad será ejercida mediante la firma auditora que AFA designe a tal efecto. Sin perjuicio de tal derecho de contralor reconocido a favor de AFA, JGM (Jefatura de Gabinete de Ministros) se compromete a presentar informes mensuales dando cuenta del desarrollo de la comercialización de los productos AFA llevada a cabo, los cuales deberán contener un listado de clientes y los montos facturados a cada cliente”. Como el Estado dejó de comercializar el fútbol con empresas privadas y el sponsor del campeonato de Primera (Fiat Iveco) se alejará a fin de año, no habría pauta de la que rendir cuentas, ya que Canal 7 no vende segundos de publicidad. Es

toda oficial: difunde obras, políticas sociales, la nueva Ley de Medios y balances de gestión. Además, la AFA tiene un ingreso mínimo anual garantizado de 600 millones de pesos. La envergadura de la suma inhibe a los dirigentes de comentar en público que el Gobierno no cumple con los informes mensuales ni con los listados de clientes. “Les mandamos cuatro cartas certificadas y no nos respondieron ninguna. Y todavía estamos esperando el primer balance de gestión”, se quejan con sordina en las inmediaciones de Grondona. Pretenden ser puntillosos cuando no lo habían sido durante los dieciocho años de vínculo comercial con el multimedio que dirige Héctor Magnetto (1991-2009). Tarde, demasiado tarde. Murmuran protestas contra su socio mayor, pero tampoco controlan de manera confiable a los primeros beneficiarios del Fútbol para Todos: los clubes. Los dirigentes no se vigilan a sí mismos. Un párrafo del mismo contrato obliga a la AFA a que requiera “un fuerte compromiso para instalar un

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sistema de administración que otorgue transparencia y facilite los controles institucionales. En tal sentido, AFA se compromete a hacer cumplir las reglamentaciones vigentes, especialmente lo previsto en el artículo 6º del Estatuto…”. ¿Qué dice la norma? En uno de sus puntos habla de las obligaciones de los clubes: “Las Instituciones que desarrollen la actividad deportiva fútbol en forma profesional deberán: 1º) Llevar en su contabilidad cuentas patrimoniales y de ingresos y egresos específicas para la actividad de fútbol profesional. 2º) Someter su presupuesto anual a un control permanente a realizarse por la AFA, conforme a la reglamentación respectiva que dicte el Comité Ejecutivo. 3º) El presupuesto anual deberá contar con la aprobación del órgano asam-

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bleario de la institución y del control que corresponda de la Asociación del Fútbol Argentino. 4º) Cumplir el presupuesto anual bajo apercibimiento de pérdida de categoría, en cuyo caso, no deberá producirse rebaja alguna en las remuneraciones de los futbolistas afectados. 5º) Invertir en obras de utilidad deportiva o cultural el remanente líquido que obtengan del fútbol, pudiendo la AFA ejecutar los controles respectivos. Son requisitos sobre los cuales, al menos en sus ítems 4 y 5, los dirigentes que controlan la AFA no brindan indicios de su aplicación. ¿Algún club descendió por una sanción de este tipo, como los que por decenas sufrieron la quiebra o terminaron concursados? ¿Colocaron sus excedentes del fútbol en obras para la comunidad que hayan sido controladas por la AFA? Las respuestas son obvias. Fútbol para Todos les permitió aumentar considerablemente sus ingresos, pero, ¿cuánto de ese dinero se invirtió en progresos materiales durante el primer año de vigencia del acuerdo entre la AFA y el Gobierno? ¿Cuántos jardines de infantes, colegios o gimnasios multipropósito se inauguraron? Ciertas preguntas pueden resultar tan molestas como inquietantes. En la casa del fútbol no están tan preocupados en cumplir el estatuto como sí en salir ilesos de ciertas denuncias políticas. A Grondona, un viejo correligionario de Sarandí, no le cayó bien que la cúpula de su propio partido, la UCR, lo acusara de hacer negocios con el fútbol. Los senadores Gerardo Morales, Ernesto Sanz, Alfredo Martínez

y Mario Cimadevilla presentaron un informe sobre el Fútbol para Todos cuando cumplió su primer año de vigencia. Morales, representante por Jujuy, fue el más duro con el presidente de la AFA: “a la Liga Jujeña le corresponden 162.000 pesos al año, pero Julio Grondona se queda con el dinero a cuenta de gastos de seguro y traslado de jugadores y árbitros. Además, la AFA se cobra adelantado la cuota de afiliación de club. Claramente se demuestra el negocio de Grondona”. Cimadevilla abogó por una comisión investigadora de la asociación para marcarle la cancha y los cuatro cuestionaron por igual al Gobierno nacional por usar “la plata del pueblo” en el fútbol. Cuando en la AFA vieron subida a la página oficial de la UCR esta denuncia, el primer reflejo que tuvieron fue el de salir a responderla. Pero se dieron cuenta de que no tenían la información necesaria para hacerlo. Todavía esperan que se las entregue la Jefatura de Gabinete. Por ahora mantienen silenzio stampa. No quieren confrontar con el Gobierno. Esperan que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner firme el acuerdo de cesión del predio de Ezeiza hasta 2048. Con ese comodato tendrán tierras para rato, y ahí piensan instalar AFA TV, el canal propio con el que algún día transmitirán su fútbol fatto in casa. Así influirán en los contenidos sin necesidad de intermediarios, podrán contratar periodistas dóciles y recuperar la influencia que tenían cuando Carlos Ávila era un socio sensible a sus inquietudes. El Fútbol para Todos todavía tiene un largo camino que recorrer para ser lo que sugiere su enunciado. Con Araujo y sus compañeros de los 90, parece una postal de otra época.



LO QUE VIENE...

La hora de las definiciones

El análisis de aquello que se conoce como información sesgada es parte de esta nota. A propósito de la ofensiva contra Fútbol para Todos, Víctor Hugo reflexiona sobre los puntos salientes de aquellos argumentos que se leen y escuchan por diversos medios. No sólo se trata de responder a cada una de las “quejas”. Se impone, también, exigir definiciones. Por VÍCTOR HUGO MORALES

H

ace unos meses asisto consternado a la demostración de obsecuencia de muchos políticos hacia el diario Clarín. El Grupo los puede, manejando sus ambiciones y su legítimo deseo de acceder al poder. Pero nadie como Clarín para obtener una contraprestación. Entre otras, que le devuelvan el fútbol que robó durante años a los clubes y a la gente, vía la complicidad de Julio Grondona. Por eso lancé, por un solo día y a través de la radio, el pedido de que los oyentes enviaran sus comentarios sobre el Fútbol para Todos. La respuesta fue un tsunami de correos que me pasó por encima; me dio pena que el uso radial de esos contactos minimizara el espectro tan variado que tenía delante de mis ojos en cada mail. Decidí entonces hacérselos llegar a Gabriel Mariotto y a Un Caño. Al primero, para que conozca lo que mucha gente dijo espontáneamente y aplique su pasión y capacidad de trabajo a corregir lo que evidentemente tiene defectos de origen. A Un Caño para que hiciese un análisis periodístico bien amplio. Me han enviado algunos de los puntos salientes del trabajo de mis amigos de la redacción. Surge en los oyentes el daño, a veces irreparable, que el consumo de información sesgada puede generar en una parte de la sociedad. Lo de “el nuevo monopolio”, “el gasto” que el fútbol significa para el Estado, lo que “pagan”, las otras “prioridades” (hospitales, escuelas, etc.), la contratación de la productora, la apertura de la pauta publicitaria a los privados, etc. es parte de la manija feroz de los medios ladrones que se habían apropiado del fútbol. La gente habla por boca de ganso. Sólo sabe lo que el Grupo y sus acólitos le dicen, pero en realidad desconoce el tema y lo vive con ese egoísmo capitalista que provoca sencillamente asco. Eso de “lo que hacen con mi plata, por qué tengo que pagar por otros, que lo liciten”, da escalofríos porque son taras espirituales de las que cuesta salir. Si lo licitaran (¡ahora lo piensan!), se lo quitarían otra vez a la gente. No estaría mal para el fútbol, para los clubes, pero ya no lo tendrían los que no pueden pagarlo. Porque siendo privado, el fútbol es para los menos. Afuera quedarán los pobres, los ancianos, la gente que vive lejos. Chau integración familiar, proyecto de los más débiles para el ocio del fin de semana. Chau, que se mueran. Lo de la pauta para la publicidad privada es una falsa expectativa. Jamás se pagará el futbol con publicidad. O lo pagan 28 UN CAÑO | OCTUBRE 2010

los abonados, o lo paga el Estado con la plata con la que antes hacia la publicidad convencional. Punto. No hay alternativas intermedias. Si es verdad, en cambio, que el Gobierno debe evitar, hasta por inteligencia, inundar la pantalla con su publicidad. Se nota demasiado. No le sirve el acopio de aire. Debe ir a verdaderas campañas de bien público. La droga, el cigarrillo, el alcohol, la seguridad vial, el sida, el Chagas, el dengue, las gripes... Pero una aclaración a los que se quejan de la publicidad estatal: es la misma que se colocaba en Clarín, La Nación y Radio Continental. También era agua para el molino del Gobierno. Pero nadie decía nada porque los que hacían plin caja eran los medios. Es extraordinario observar como pueden hacerle la cabeza a la gente, devorarle el cerebro y hacerle ver lo que ellos quieren, como ellos quieren. Lo del “populismo” es una concepción política. Tiene que ver con el odio de algunos al Gobierno. Es otro tema, pero no hace al fondo de la cuestión. Hace diez años que lucho exactamente por lo que se ha hecho. Y no es por votos, más bien. Más de diez años soñando con que se use la plata de “esa” publicidad, o al menos una parte, para que el fútbol fuese lo que poco a poco empieza a ser. Porque sí es verdad que el Fútbol para Todos aún no existe. Que Canal 7 no llega a todo el país. ¿Saben los que escriben desde los pueblos que, en la mayoría de esos pueblos, Canal 7 no entra directo porque los operadores de cable lo impiden para poder hacer su negocio? ¿Se puede ser más ignorante de la realidad? Es tarea de este Gobierno, o el que venga, lograr que la TV Pública llegue a cada rincón del país. Pero mientras tanto, ya llega a muchos más millones que antes. Y es cierto que hay que pagar el cable, pero también es verdad que ya no hay que pagar los plus, los famosos “paquetes”. Los que no tenían ni para pagarse una cerveza en un bar y miraban el fútbol desde la vereda de las calles de los pueblos han sido dignificados. Hay que pelear por el Fútbol para Todos. Hay que pedirles a los políticos que definan antes de las elecciones qué van a hacer. Que digan ahora si otra vez se lo van a quitar a la gente para dárselo a sus mentores. Que lo anuncien con todos los clarines y se lo banquen. Si es lo justo, que sea ahora y no después. Sólo el que avisa no traiciona.


Sólo se ve por cable en:

s

Según la gente que escribió a futbolparatodos2009@yahoo.com, marcamos en rojos las localidades en donde el fútbol sólo se ve por cable o es cortado sistemáticamene por los operadores locales. En algunos casos hay contradicciones, ya que algunas personas denuncian que la señal no llega y otras dicen que sí. En teoría, se supone que Canal 7 llega por aire sin problemas al resto del país.

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El botón de muestra Nota: Seleccionamos, de los casi 500 mails, los que pensamos que eran más representativos del pensamiento de la gente. Que cada uno saque sus propias conclusiones. En todas las cartas elegidas, sacamos las alusiones personales a Víctor Hugo para hacerlas más claras conceptualmente y menos personales. Algunas, además, fueron editadas por ser muy largas. Edición: MARIANO HAMILTON

Hace muchos años en Gualeguaychú, con un caño largo (de 5 o 6 metros) y una antena de varios elementos, uno podía ver todos los canales de aire de Buenos Aires. Cuando llegó la nueva tecnología, el querido cable que permitiría ver veinte canales en alta calidad, cuando ya no había que subirse al techo a mover el caño para orientar la antena, se bloquearon todas las señales. Es decir, si antes podías ver el 7, 9, 11, 13, el local y alguna vez se lograba ver un canal uruguayo, con el cable sólo podías ver el canal local. Y, a duras penas, en altas horas de la noche, el uruguayo, si no estabas abonado al bendito cable. Mis suegros, que viven allá, viven confundidos, porque sólo escuchan las voces del monopolio y no creen nada de lo que les decimos sobre política o seguridad. Viven aterrados porque en Buenos Aires los colectivos matan hasta veinte veces a una señora en la esquina de Juncal y Cerrito, hay salideras bancarias cada cinco minutos, la presidenta no hace nada –sólo llenarse de plata y fustigar al pobre Clarín–, Macri es un angelito al que le éstán haciendo un juego sucio, los del campo están mal porque tuvieron que vender todo (y eso que ven en vivo y en directo la mejoría de ellos), etc., etc., etc. Fútbol Para todos: desde luego que en Gualeguaychú, para ver los partidos, había que pagar aparte. En mi caso, acá, en la Capital, yo tengo Telecentro, y por un problema que había entre este cable y el del monopolio, no podían tener fútbol. Lo único que podía ver era una tribuna en todos los partidos. Cuando ya había decidido a pasarme de cable por no poder ver el fútbol, en 2009 lo incluyeron, al ver que todos sus clientes se iban pasando a Cablevisión, más caro pero mejor. Gustavo R. Ricardo Qué mejor noticia para los futboleros que poder ver fútbol todos los días. En San Andrés de Giles (provincia de Buenos Aires), sólo los abonados a Cablevisión veían los partidos. Ahora, todos. Por convicción, me opongo a cualquier clase de posición hegemónica: por ejemplo, la del Grupo Clarín. •También me opongo a la hegemonía que privilegia al sindicalismo fascista en la Argentina. •A la hegemonía que “maneja” 1.400 millones de pesos en pauta oficial. •A la hegemonía que, desde los recursos del Estado nacional, compra las conciencias de gobernadores, intendentes y legisladores de muchas provincias.

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•A la hegemonía de los “señores feudales” del conurbano. •A la hegemonía que privilegia a quienes manejan el juego en la Argentina. •Al robo con que los “financistas” exprimen el trabajo de los argentinos, sin pagar impuestos. •A la minería que reedita “los tiempos de la conquista y colonización de América”. •Y propongo luchar todos los días por estas nobles causas, de la misma manera que luchás contra el Grupo Clarín. José María Ferrari Escribo desde Mendoza. Acá hay un solo canal de cable (Supercanal), propiedad de Daniel Vila. Los que tenían ese servicio, no podían ver fútbol. Y si querían algún partido importante (caso Boca-River) tenían que pagar un adicional. Yo no tenía cable, así que me conformaba con los dos canales de aire, Canal 9 y Canal 7 (tambien propiedad de Vila). Solamente podía ver los goles en alguno de estos canales a las 2 de la mañana del lunes. Ahora “deberíamos” tener la señal de la TV Pública por aire, pero ocurre que Vila lo interfiere bastante seguido. Una semana antes del inico del campeonato, estaba interferido y, gracias a una protesta llevada a cabo por unos cuantos en Internet, pudimos tener señal. Esto no quita que alguna travesura siga existiendo de vez en cuando, como el caso de las inerferencias a 6,7,8… Rubén Bravo Vivo en Viedma, provincia de Río Negro. Acá existían dos empresas de cable, construidas y administradas por gente de la ciudad. Luego fueron llegando los problemas económicos y sólo quedó una, la que al poco tiempo fue comprada por la empresa mendocina Supercanal, que se quedó con los usuarios de la ciudad e incrementó los precios. Es una vergüenza que todavía padecemos. Y con respecto al fútbol, pasó lo que en todos lados: primero codificaban algún que otro partido; luego, los de River y Boca, cuando jugaban de local; y después ya no podías verlos ni de local ni de visitante sin pagar el codificado. Pablo Giottonini Vivo en la ciudad de 25 de Mayo, a sólo 220 kilómetros de la Capital Federal. Existe una repetidora de Canal 2 de La Plata desde el año 1969. Un emprendimiento local (uno de los pocos que no pudo robarse el grupo mafioso) es el operador de cable desde 1985. Para poder ver la programación de TV abierta, hay que estar abonado sí o sí al cable, y para ver el fútbol antes había que pagar el codificado. Esto fue así hasta hace unos meses. Luego llegó el Fútbol Para Todos y ahora se pueden ver (por cable) todos los eventos sin codificar. Desde el último Mundial, un emprendimiento local está emitiendo al aire, gratis, toda la programación de la TV Pública. Esperamos que se siga ampliando la cantidad de canales. Rubén O. En La Pampa existián dos operadores de cable, y finalmente el monopolío de Clarín se robó la otra empresa de cable. El fútbol lo veíamos acorralados en bares, o pagando entre varios un decodificador. Cuando la Cooperativa Eléctrica de Santa Rosa


(que brinda teléfono e Internet a un precio razonable) intentó dar cable y emitir algunas señales por aire, proyectando dar cable en un futuro, se lo negaron. Buena parte de la ciudad se puso a favor de la Cooperativa, que intentó continuar con algunas señales por aire, pero finalmente un juez le quitó los equipos. Una locura… Hoy, con la reglamentación de la Ley de Medios, la Cooperativa posee la tecnología para llegar con cable a los hogares y tiene un proyecto para emitir contenidos sociales y cooperativos. Nahuel Fernández En la ciudad de Esquina (Corrientes), para ver fútbol había que pagar a cualquiera de los dos cables locales: Esquina Imagen o Cablevision Esquina. Cuando llegó Fútbol Para Todos, esas empresas siguieron cobrando igual el mismo monto que pagábamos por el fútbol pago. No bajaron el precio del abono. Y decidieron unificar el precio del cable hacia arriba. Espero que la nueva Ley de Medios también regule los precios que cobran los cables, y que también les exijan una determinada cantidad de horas de producción local, porque lo que hacen es apenas un noticiero de una hora, al mediodía o a la noche. Y esperamos también por la televisión digital, que nos traerá mayor cantidad de canales digitales gratis de Argentina, así vamos a terminar con el negocio de señales (muchas de ellas, del exterior). Hay una repetidora de Canal 7 en la ciudad de Esquina, y desde hace algunos años funciona muy bien. Carlos El comentario que me surge, desde la ciudad de General Güemes en Salta, es que por fin un gobierno se acordó de la parte de nuestro pueblo menos pudiente. Acá había, hace unos años, un solo canal de cable, que se daba el lujo de codificar las trasmisiones de fútbol y de cortarnos el servicio si nos atrasábamos unos días en pagar. Y más aún se daba esa situación en las vísperas de jugarse un clásico. Después de un tiempo, llegó otro canal de cable, el que no lo codificaba, pero igual sólo podíamos –después de pagar en tiempo y forma nuestras cuotas– ver los goles de los partidos recién el domingo por la noche. Todo cambio desde que el Gobierno tomó las riendas del asunto. Ahora podemos ver todos los partidos y todos los goles. El fútbol dejó de ser un gran negocio para quien tenía el monopolio de la trasmisión en nuestro pueblo. Gracias al Gobierno por cortarle uno a uno los tentáculos a ese gran pulpo. Raúl Nieva En San Francisco, provincia de Córdoba, existían dos señales de cable y una repetidora de canales de Córdoba (8, 10 y 12). Cablevisión compró primero una de las proveedoras de cable y, al poco tiempo, adquirió la otra, presiones mediante. Luego, la repetidora de canales de Córdoba, tras un par de sabotajes, dejó de funcionar, ya que ni la Municipalidad ni los canales de Córdoba decían poder hacerse cargo del costo de mantenerla funcionando. Actualmente, para ver televisión, los únicos medios son Cablevisión y Direct TV. Mario

Estas son las opiniones que fueron surgiendo de las cartas enviadas por la gente que disfruta el Fútbol para Todos. •La Ley de Medios y el Fútbol para Todos eran necesarios, dice en proporción parecida la gente que está a favor del Gobierno y la que está en contra. •Hay muchas quejas en diferentes partes del país, porque no se ve Canal 7 por aire, o por los cortes sistemáticos en muchas señales de cable (vinculadas al Grupo Clarín o al Grupo Vila) de los partidos que emite la TV Pública. •Gente de diversos pueblos chicos contó cómo el Grupo Clarín o el Grupo Vila se fueron apropiando a precio vil de los canales de cable locales. •Hay un consenso generalizado por no tener más el fútbol confiscado dentro de un codificador y por poder ver los goles de la fecha antes de las 22 horas del domingo. Recordemos que durante mucho tiempo los goles estaban embargados por Canal 13 y su Fútbol de Primera. •Muchos plantean que quieren saber qué harán los diferentes partidos políticos luego de las elecciones de 2011 con el Fútbol para Todos. La gente expresa la necesidad de que lo que vayan a hacer esté planteado en la plataforma. Temen que este derecho adquirido les sea quitado por los próximos gobernantes. •Se considera un acierto el reparto más equitativo para los clubes que se hace del dinero que aporta el Estado. •Hay quejas por las cosas que se dicen en contra del Fútbol para Todos, Una de las más escuchadas es que nadie levantaba la voz cuando una empresa privada monopolizaba el fútbol y ahora, que fue recuperado, se alzan voces para cuestionar esta medida. •Desde las zonas rurales hay un respaldo explícito al Fútbol para Todos. •Contrariamente a lo esperado, las mujeres también están a favor del Fútbol para Todos, más allá del incordio que les significa ver a sus hombres todo el fin de semana frente al televisor.

Soy de Neuquén. El cáncer del fútbol se llama Grondona. Este tipo es el que le dio la principal herramienta de extorsión a Clarín para crear lo que tiene hoy, y cuando no le convenía más, se la dio al Gobierno y encima le duplicó el precio. Además, ¿por qué el fútbol por TV no es como en la radio? Donde uno puede elegir a quien quiere escuchar. En el Mundial me pasó algo bárbaro: pude elegir escuchar a Latorre y Francescoli comentando de fútbol y no tuve que escuchar si Dalma y Giannina alentaban o lloraban. Siguiendo con la plata, la publicidad oficial debe ser de prevención, educación vial o información útil, porque el beneficio de esa publicidad lo tiene que tener la sociedad, que es la que aporta, y no el Gobierno. Ariel Ducardt

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Vivo en Pinamar, y aquí también ocurren cosas muy interesantes. La TV Pública se ve por canal de aire. Sólo por aire están también Telefe y Canal 10 de Mar del Plata, sucursal de Canal 13 de Buenos Aires (leáse Clarín). El cable es propiedad de La Capital Cable, socio de Clarín en Mar del Plata. Antes del Fútbol Para Todos era necesario el decodificador, o en su defecto, ir a un bar a mirar el futbol. Es sintomático que el día del anuncio del tema de Papel Prensa, el canal Crónica, que transmitia el acto completo, se quedó sin voz hasta la cadena nacional. Otro día, traté ver a la Selección de básquet en el Mundial a través de la TV Pública, pero la señal se cortó justo cuando empezaba la transmisión, por lo que sólo pude verlo por la sucursal deportiva del monopolio, TyC Sports. El domingo me cansé y llamé por teléfono a mi cuñado en Buenos Aires para saber si él veía la transmisión de básquet por la TV Pública. Y me dijo que sí. Llamé a la línea directa y me informaron que el problema estaba en la TV Pública. Respondí que en Buenos Aires se veía y que aquí, no. El reclamo tiene el numero 92875260. Le dije a la joven que me atendió que esto era censura. En definitiva, ¿cómo puedo iniciar acciones legales contra La Capital Cable? Víctor Hugo García

dos de aquella época, pero más generosa. Me alegra mucho este Futbol Para Todos, pero no me alegra nada ver esas caras directamente relacionadas con esos cambios que comenzaron a destruir el fútbol y su folklore. Lo bueno es que ya está para todos, y que ellos pueden ser cambiados por otros mejores. Mariano J. Melidone

El canal de Vicente López que ahora pertenece a Cablevisión era de una propietaria a la que Cablevisión le cobraba un derecho para subir la señal al cable durante unas horas por día. Tenía producción propia de programas que se vinculaban con la zona norte del conubarno (San Martin, Vicente López, San Isidro, etc.). ¿Saben cada cuánto debían renovar el contrato sin el cual el Canal 5 de Vicente López no podía funcionar, ya que sin ese soporte sólo podía ser captado por aire en un radio mínimo? Cada año. ¿Seguridad jurídica? ¿Plazo exiguo para desinvertir? ¿Qué importa, mientras tenga la manija e imponga condiciones? Por supuesto, el año pasado, por el elevado derecho que exigía Cablevisión para al canal para subir la señal (lo que tornaba la actividad deficitaria) y ante la alternativa que le quedaba –cerrar y despedir gente–, la dueña negoció la venta de las instalaciones a Cablevisión. Es verdad: casi se robaron los canales zonales Claudio Cholakian

Soy una persona mayor y pago mis impuestos con religiosidad. Me gratifica que parte de ellos se usen para los que les gusta el fútbol. No miro ni sé de fútbol. Pero apoyo, porque respaldo las medidas de beneficios colectivos. María Elena de Luján

Hoy puedo ver los partidos de fútbol. A veces, los futbolistas no proponen un buen programa; otras veces, sí (pero eso es el fútbol de nuestros días). Ahora puedo ver a los jugadores, o a los proyectos de jugadores, y a los equipos de los que antes tenía que enterarme, tarde, por otros medios. Es decir, que te cuente otro quién es o tiene que ser bueno. Soy porteño, de Flores, y vivo hace un tiempo largo en Ushuaia. Cuando Ramón Díaz llegó al Ciclón, ya estaba por acá y mi idea era poder seguir la campaña. Fue un trabajo duro que, por suerte, tuvo final felíz. Correr, abrir puertas de bares y afines para poder ver un partido y encontrarte con que no lo pasaban “porque los turistas…”, “porque está cerrado el bar…”, “porque el bar que está abierto y lo pasa es muy caro y hay que consumir obligatoriamente…”). Tuve que pagar un precio alto para poder ver al Ciclón en Ushuaia. Ahora puedo ver los partidos en mi casa, una cabaña en la periferia de la ciudad, en la montaña (diciéndolo en criollo, “en el medio del monte”). Pero unas caras y malas costumbres vuelven a mi memoria de esa pelicula de terror noventista: Marcelo Araujo, Tití Fernández, Marcelo Benedetto hablando de “Boquita” y de River… Digamos que es una parte

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Comento un poco la historia de mi pueblo, sobre el tan amable y querido fútbol. Se llama Villa Rural, El Palmar, Departamneto Quitilipi, Chaco. Cuenta con 2.000 habitantes, aproximadamente. Antes: desde hace 15 años teníamos que ir a la ciudad de Tres Isletas, a 40 km, para ver el superclásico. Muy pocos tenían auto para traslalarse, con lo que queda explicado lo complicado que era ver un partido. Hoy: la realidad cambió porque, a través del cable color o de las antenas satelitales que han llegado al pueblo, se puede acceder a un precio accesible a ver todos los partidos, sin problemas ni costos adicionales. Y cómodos, en casa, con la familia y los amigos. Nelson Lugo

Sería interesante que se investigara el papel que oportunamente cumpliera la empresa norteamericana Mandeville S.A., la que se ocupó de adquirir los canales de las distintas localidades del interior del país y que tuvo entre sus apoderados precisamente al Dr. Gutierrez, ex dueño de Canal 4 de Necochea. Todos esos canales terminaron en manos de Clarín a precio reducido per cápita, entre otros muchos el de Adolfo Gonzáles Chaves. La vigencia de la Ley de Medios Audiovisuales permitiría, en Necochea, la instalacion del servicio denominado triple play por parte de la Cooperativa Eléctrica, a un costo 40% inferior al que pagamos en la actualidad por el servicio de televisión a Cablevisión o Multicanal, que en la fecha se dividen el mercado cautivo de la ciudad. Raúl Ratti Escribo desde Mar del Plata. Estoy de acuerdo con el beneficio que hemos obtenido gracias a la medida. Me pongo en el lugar de la gente que veía las tribunas porque para ver un partido tenía que pagar aparte. Era el caso de mi hijo. Lo que puedo agregar es que gracias a la gestión de Rosario Lufrano, que tomó Canal 7 y colocó antenas en muchísimas partes del país, entre las cuales nos vimos beneficiados los marplatenses, que no veíamos nuestro canal estatal. Ahora podemos disfrutar de su programación con excelentes productos como 6,7,8.., Peter Capusotto y sus videos, Visión 7, El cine que nos mira, Versión Original, el programa de la Sole y otros. Liliana Leguizamón Quisiera entender cuál es la importancia del fútbol para considerarlo casi como un servicio público. Quizás el día de mañana


se decida que todos puedan ver teatro de forma gratuita (seguramente, sería mucho mas provechoso que ver fútbol) o cine. Claro que estos rubros no son considerados dentro de una política demagógica de “pan y circo”. Por otro lado, si estuviéramos de acuerdo en que se perpetró por años un robo a la gente, hay que aclarar que se hizo de forma legal, con un contrato, mafioso por cierto, en el que sólo se cambió a uno de los socios por otro que ofrecía mejores condiciones. Pero la mafia hoy sigue intacta. Pablo Garibaldi Escucho muchas quejas de gente del interior, lamentándose porque Canal 7 no llega por aire y por eso tiene que pagar el cable. Mi pregunta es: si Canal 7 llegara con buena recepción por aire, ¿suspenderían el servicio de cable? Es decir, ¿pagan cable para ver nada más que Canal 7? Digo esto porque escucho como argumento de la queja que el fútbol no es gratis porque se tiene que pagar el cable, lo que me hace suponer que pagan el cable nada más que para ver Canal 7, ya que los otros 99 canales no cuentan. Creo que el argumento de que el fútbol no es gratis porque hay que pagar el cable es buscarle una quinta pata al gato, una excusa sólo esgrimida por los que están en contra del Gobierno, haga lo que haga. Claudio Vidoni Este Gobierno tuvo y sigue teniendo muchos aciertos, pero el Fútbol Para Todos no es uno de ellos. No comprendo a aquellos militantes que, ciegos por una ideología, hacen vista gorda cuando ven un chico en la calle laburando para poder comer en vez de estar educándose. Creo que los militantes de la política deberían hacer un poco de autocrítica constructiva y aceptar el error del Gobierno nacional. Ese Gobierno que por una pelea de poder e intereses contra los grupos monopólicos se ha olvidado de cosas más importantes. Creo que la Ley de Medios es un gran acierto, y la recuperación de Papel Prensa por medio del Poder Judicial, un gran avance. Pero, ¿600 millones de pesos para la transmisión del fútbol? Realmente, aquí el Gobierno se volvió loco y no pensó en el respeto que merecen los argentinos que no comen o no se educan en una escuela. Es una lucha de intereses donde el Estado y el pueblo argentino, al menos aquí, no cuentan entre los intereses del Gobierno. Sólo una etapa más contra los medios monopólicos. Eva Perón hablaba de “fanáticos”. Un verdadero fanático por su pueblo, por más kirchnerista que sea, hace una autocrítica con respecto a esto. Un verdadero fanático estará siempre del lado del pueblo olvidado, más que tomar partido en una lucha contra un monopolio. Es una falta total de respeto para aquellos que mueren día a día por no tener un plato de comida. O aquellos que se ven explotados para poder alimentar a su familia. Sólo por transmitir a veintidós tipos corriendo detrás de una pelota… Federico Grand Futbol Para Todos: aplausos, inobjetable. Lamentable, en cambio, la avalancha de propaganda oficialista K. Insoportable, tendenciosa, falsa y muchas veces usada para replicar a opositores, nunca para comunicar neutralmente. Aumentó 900 % desde 2003. Juan Ignacio Saenz

en negativo Estas son las opiniones que fueron surgiendo de las cartas enviadas por la gente que detesta el Fútbol para Todos. •La propaganda del Gobierno es insoportable. •No se ve por aire y sí por cable, lo que quiere decir que el fútbol no es gratis. •Se quejan de que el Gobierno está armando su propio monopolio al apoderarse del fútbol y bancar a determinados personajes. Aparece mencionado en varias ocasiones el Grupo Spolsky. •Se habla de obsecuencia con el Gobierno cuando se menciona a los periodistas o medios que respaldan el Fútbol para Todos. Un Caño también cae en la volteada. •Se dice que ahora todos pagan algo que sólo le interesa a algunos pocos. Un clásico es: “nunca pagué para ver fútbol y ahora me lo sacan del bolsillo con los impuestos”. •Se dice también que el Estado debería ocuparse de cosas más importante en lugar de poner 600 millones de pesos para entregar fútbol gratis. Se habla de que hay otras urgencias. •Un mail, que preferimos no identificar, flaco favor le hace al grupo de opositores al Fútbol para Todos. Dice textualmente: “¿para qué les dan decodificadores a los pobres si no tienen LCD?” •Una señora pregunta: “¿por qué en vez de pagar el Fútbol para Todos no se financia a los clubes de barrio para que los chicos practiquen deportes y no se estupidicen con la TV?” •Otras cuestiones que surgen: “está bien que el fútbol sea para todos, pero está mal que los hospitales no tengan insumos, que los jubilados no cobren el 82% móvil, que la inseguridad siga avanzando, que los chicos del impenetrable no accedan a los requisitos básicos de supervivencia, que la corrupción no pare, que los sindicalistas no representen los intereses del trabajador, que el Indec mienta”. •Se descalifica al Fútbol para Todos por populista. •Aparecen quejas por la forma en que el Gobierno maneja la contratación de las productoras que se hacen cargo de las transmisiones. La Corte (la productora que transmite el fútbol) está en ojo de la tormenta. •Hay quejas porque el Fútbol para Todos no generó más trabajo para los periodistas y porque la mayoría de los que están ahora se llenaron de plata con TyC. Hay enojo porque se clonan los relatores en Canal 7, Canal 9, Canal 26 y Crónica, algo que resulta ofensivo para la pluralidad. •Se pide que se abra la pauta publicitaria a los privados para que no haya un monopolio comunicacional del Estado. •Hay quejas por las transmisiones de los partidos por Canal 9, ya que no llega por aire ni a la mitad de los lugares en donde se recibe Canal 7. •Hay quejas permanentes por Marcelo Araujo. En esto coinciden los que respaldan al Fútbol para Todos y los detractores. •Muchos piden que se abra una licitación pública para negociar con un privado los derechos del fútbol.

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“Los dirigentes somos dependientes de Grondona”

Carlos Babington nació en Parque Patricios, jugó más de 300 partidos en Huracán, fue parte del mítico campeón del 73, ascendió dos veces como técnico y una como presidente, y lo reeligieron hace catorce meses con el 62% de los votos. Aún así, los hinchas aseguran acumular razones como para que sea común escuchar en las tribunas quemeras el cantito “el que no salta es un inglés”. Ni un pasado glorioso como protagonista del fútbol lo ha salvado del desprestigio general de los dirigentes de los clubes. Por ARIEL SENOSIAIN Foto FABIÁN MAURI

“Los aciertos les ganan a los errores, claramente”, comienza su defensa. “El principal surge de la comparación de lo que era el club y lo que es hoy. Nadie tiene dimensión del rumbo que estaba tomando Huracán. Estaba por caer en cesación de pagos y tenía por delante 180 juicios, de los que ya pagamos el 70%. Habilitamos el estadio y subimos enseguida a Primera. Tenemos diez mil socios más. Por lo que voy conociendo, clubes que estaban igual que Huracán necesitaron el tiempo que nosotros todavía estamos necesitando. Lanús pasó de estar en la C a ser un modelo en la A en doce años. Tuvimos errores, como algunas incorporaciones y gastos que no estábamos en condiciones de hacer. Sin embargo, el balance es positivo. No es difícil dirigir un club como Huracán. Pero nos azotaron las deudas anteriores. Así como nos mantuvieron vivos las ventas de jugadores. Hoy estamos de pie por Larrivey, Sánchez Prette, Defederico y Goltz”. –Todos ellos, salvo Sánchez Prette, más Chiche Sosa, Mohamed, Ardiles, Cellay, Barrientos y Cappa, casi todos los referentes del club en los últimos años, hablan mal de usted. ¿Por qué tanta coincidencia? –Será por mi personalidad. Yo digo todo en la cara. Vos me nombrás nueve

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y yo te puedo contestar con el triple de personas que me elogian. Problema de ellos… El único que tiene razón es Chiche Sosa, un amigo, al que eché a los pocos partidos. Y de Larrivey me sorprende, porque habíamos terminado bien. Me duele... Del resto, ni me va ni me viene. –Después de cuatro años y tres meses en el cargo, ¿no puede hacer nada para pensar por lo menos en el mediano plazo? –Lamentablemente, no hacemos más que tapar agujeros. Nos consume el día a día, no nos deja proyectar. Supongo que podremos sacar la cabeza recién cuando se acaben las deudas. En estos años tuvimos más de veinte pedidos de quiebra. No le deseo a nadie tener que buscar alguien que pague 200, 300 mil dólares para evitar la quiebra. Y todos quieren dividendos, nadie nos presta por amor. Generalmente, tenemos que devolverles con porcentajes de jugadores. Por eso, cuando hay ventas, terminamos repartiendo el dinero. –En una relación entre un necesitado y un poderoso, no hay muchas chances de que gane el necesitado. ¿Cuánto cree que ganó el empresario Marcelo Simonián en los últimos años con operaciones en Huracán? –Mucho. –¿Y Huracán?

–Algo… Menos que Simonián, indudablemente. Obviamente, él fue el principal beneficiado, porque era el dueño de los pases de Pastore, Bolatti y Toranzo. Pero tenemos la necesidad de formar el plantel con los empresarios. A los hinchas de Huracán no les interesa si cobramos bien o mal. Lo que quieren, afortunadamente, es salir campeón. – ¿Afortunadamente? –Sí, porque es la base del fútbol, el deporte más pasional. Ojo: Simonián a veces no nos cobra préstamos y, por ejemplo, cuando se fue Pastore, pese a que no teníamos ningún porcentaje, cobramos 400 mil dólares. –Simonián ganó nueve veces más y le quedó la mitad del pase. –Sí, de la misma manera que otras veces invirtió y perdió, como con Federico Nieto. Igualmente, sé que está mal esa práctica. Que no podemos prestarles la camiseta a jugadores que vienen sólo por un año. Que actualmente tenemos varios futbolistas cuyas opciones no las podremos pagar. Soy el primero en entender que así Huracán siempre sale perdiendo. Pero de esa manera también estuvimos muy cerca de sumar la segunda estrella de la historia. Babington abre la puerta, con el recuerdo del título perdido en Vélez en julio del 2009, para hablar del presidente de la


AFA. Los hinchas de Huracán marcharon por la calle Viamonte, y Julio Grondona le pidió que actuara: “fue la única vez que discutimos”, reconoce. “Se quejó de las manifestaciones. Me dijo ‘lo único que falta es que digan que la culpa la tengo yo’. Y yo estaba de acuerdo, para mí son todas mentiras esas del peso en la AFA y que Julio arregla los pitos. Si querían quejarse tenían que ir a la casa de Brazenas”. –¿Por qué necesitan la aprobación de Grondona en todos los pasos que dan? –¿Sabés lo que pasa? En Huracán también depende todo de mí. Hace poco, estaba largo el pasto en la cancha de entrenamiento y vinieron a quejarse conmigo. Seguro que los dirigentes de los clubes somos dependientes de Grondona. Pero tiene una trayectoria espectacular. A mí me enseña. Hace poco él llamó a la Federación Chilena personalmente para destrabar un problema que teníamos por Gino Clara. ¿Con quién voy a hablar? Con Grondona. A Huracán lo ayudó mucho. En todos los torneos de mi gestión como presidente, la AFA nos prestó el dinero para levantar las inhibiciones y que pudieran jugar las incorporaciones. –¿Con las ayudas económicas no genera una relación de dependencia que después se traduce en respaldo? –Es su obligación prestarnos en caso de necesidad. Aunque, para mí, lo que demuestra es buena predisposición. –¿Cuál es su visión, como ex futbolista de renombre y actual presidente de club importante, sobre un fútbol con juego de escaso nivel, instalaciones derruidas e hinchas maltratados en su llegada a las canchas, entre otras particularidades? –En cuanto al juego, no estoy seguro de que haya empeorado. Sobre las instalaciones, hay estadios nuevos y otros remodelados, aunque sí, muchos necesitan arreglos. Lo que me gustaría cambiar es la seguridad: pagamos fortunas y el servicio es malo. –¿Por qué invariablemente levantan la mano a favor de lo que propone Grondona? –Otro mito. Si hay algo que no le gusta a Grondona es la votación. En años de Comité Ejecutivo nunca voté. Todo se hace por consenso. La nueva es que supuestamente los dirigentes no nos negamos a que Grondona haya querido echar

a Maradona. Fue al revés. El 80% de los dirigentes del Comité, entre ellos todos los de Primera, salvo Passarella y yo, viajó al Mundial. Y en Sudáfrica no los dejaron entrar nunca a la concentración ni a los entrenamientos. Germán Lerche (el presidente de Colón) quiso saludar a Pozo y Garcé, y tampoco pudo. Volvieron tan indignados que decidimos por unanimidad firmar un petitorio pidiendo que no se renovara el contrato de Maradona. Indignados por los desplantes y agravios de Maradona y sus secuaces. Allí fue cuando

Grondona dijo que le consultaría a Diego si podría cambiar sus ayudantes. –¿No haber podido entrar a la concentración era motivo suficiente para tomar una decisión? ¿Por qué no decidieron en función de su trabajo como técnico, para bien o para mal? –¿Qué iban a hacer los dirigentes en una simple práctica? No iban a restar, simplemente querían saludar. Igualmente, te entiendo, es más importante el trabajo. Pero qué querés… Estaban muy indignados.


Los auténticos penales más largos del mundo

La pena máxima en el fútbol tiene una larga historia, y presenta varias facetas y anécdotas, inspiradoras de obras literarias y cinematográficas. Un conocido cuento de Osvaldo Soriano dispara el interrogante: ¿cuándo se demoró más la ejecución de un penal? Por EDGARDO IMAS

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esde que en 1891 la International Board introdujo el penal, mucho se ha discutido respecto de esa instancia del juego. Su incorporación al reglamento fue concebida para disminuir la violencia en el fútbol: se lo pensaba como un freno inhibitorio del deseo de barrer a todo rival que merodeara en esa zona. Más tarde, en 1902, se delimitaron las áreas tal como las conocemos hoy y se resolvió la ejecución desde un punto fijo, con el arquero parado en la línea. Así se terminó de conformar el marco para la ceremonia de la que luego se conocería como “la pena máxima”. Para el periodismo, el penal permite diversos abordajes históricos y estadísticos, además de un rico anecdotario. Ese particular momento ha inspirado a escritores y directores de cine. Por ejemplo, en 1971, el alemán Wim Wenders filmó El temor del arquero ante el tiro penal. Más conocido aún para nosotros es el cuento El penal más largo del mundo, donde Osvaldo Soriano narra un partido disputado en 1958 en Río Negro y suspendido por una gresca generalizada cuando debía patearse un penal. Pocos encuentros en el fútbol argentino tornaron en realidad la ficción del relato del entrañable Gordo. Pero, ¿cuál fue efectivamente el penal más largo? En 1980 se esperó casi medio año para que se tiraran cuatro penales que definieron el campeón cordobés y la clasificación de la primera plaza provincial para el Torneo Nacional de 1981. Los hechos se desarrollaron con el telón de fondo de la injerencia de la dictadura militar en el fútbol de los pagos donde el genocida Luciano Menéndez era amo y señor. La por entonces incipiente era Grondona parió en 1979 la resolución 1.309, que permitió que Talleres, Instituto y Racing, en dos años, entraran por la ventana a Primera. La Liga Cordobesa fue intervenida.

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Precisamente Racing e Instituto empataron 1-1 el partido decisivo, el 31 de agosto de 1980, en la cancha de Talleres. Hubo alargue y persistió la igualdad. Pasaron entonces a la primera serie de cinco penales, y cada equipo convirtió todos. Correspondía, según el reglamento liguista, una nueva serie de tres penales. Pero, insólitamente, el referí Raúl Salibi, luego de que tiraran uno cada equipo (Luis Oropel, de Instituto, desvió el suyo), cometió un grueso error y dio por terminado el encuentro con el triunfo de Racing, ante el festejo de jugadores y público académicos. Ya en el vestuario, el árbitro cordobés reconoció su equivocación, pero era demasiado tarde para lágrimas. La Liga resolvió invalidar la definición y que se ejecutaran los cuatro penales restantes de la serie. Sin embargo, había un obstáculo: el torneo Nacional, con la participación de Racing e Instituto, ya había empezado. Ambos clasificaron para los cuartos de final, y Racing, con Alfio Basile como DT, terminaría subcampeón luego de una recordada final ante Rosario Central. Por eso, recién cinco meses y medio después se ejecutaron esos penales: el 12 de febrero de 1981, en la misma cancha del Barrio Jardín, ¡con el mismo juez! y a puertas cerradas. Asimismo se había decidido que debían patear jugadores fichados en los registros de la Liga Cordobesa cuando se había disputado el partido, ya que ambos equipos habían realizado varias incorporaciones para afrontar el torneo Nacional. Racing convirtió sus respectivos penales ante el arquero albirrojo, Carlos Munutti; Instituto, en cambio, desvió uno, y el otro se lo atajó Raúl Malavolta a Miguel Rodríguez. Seis meses después, un puñado de colados y los que pudieron apostarse en los techos de casas colindantes al estadio festejaban casi en soledad. Así, el club de Nueva Italia ganó esta segunda serie de penales 3 a 0, se consagró campeón cordobés de 1980 y clasificó para el Nacional de 1981.



Como la cigarra

Mendoza, 11 de septiembre del 2005. En un partido entre San Martín y Godoy Cruz por la Primera B Nacional, el futbolista Carlos Azcurra fue baleado en el pecho por el cabo de la policía local Marcial Maldonado, mientras se desataban incidentes entre la hinchada del Chacarero y los uniformados. ¿Qué fue de la vida de aquel muchacho? Por GONZALO RUIZ Foto GENTILEZA DIARIO EL SOL DE MENDOZA

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as imágenes aparecían una y otra vez en los noticieros. Impactaban. El defensor Azcurra, baleado. Minutos después, la otra noticia: operado, el jugador pierde un tercio del pulmón derecho y empieza una larguísima rehabilitación, alejado de las canchas. –¿Cómo fue esa primera etapa después del incidente? –Después de que me dieron el alta, iba todos los días al hospital a hacer la rehabilitación. Sergio Marchi, de Futbolistas Agremiados, me mandó a Buenos Aires para que vea las instalaciones. Una cosa impresionante, por la tecnología, la atención, los profesionales... Me dijeron: “acá tenés todo, si querés te venís hasta que estés rehabilitado”. No lo dudé. “Hasta que vos no estés bien, no te vamos a dejar’, me dijeron. Y fue así. –Habrás tenido momentos jodidos en estos cinco años. –En un momento no tenía ni ganas de jugar al fútbol. Fue a fines del 2007 y casi todo el 2008. Jugaba con unos amigos un torneo de fútbol amateur. Pero dejé de ir. No tenía ganas de jugar. Fui al psicólogo para tratar de sacar el fútbol de mi vida. El psicólogo me dijo que no podía hacer eso. Me aclaró: “lo que sentís por el fútbol es muy fuerte, y es imposible que te lo saques de la cabeza”. Me hicieron muy bien esas sesiones. Al final, fui para que me sacara el fútbol de la cabeza y me hizo quererlo más todavía, ja. –¿Nunca tuviste rencor contra Maldonado? –Nunca. Los quince días que estuve en terapia intensiva fueron muy fuertes para mí. Estaba consciente, tenía respirador artificial. No podía moverme. En esos días no sé cuánta gente se murió, gente que estaba ahí, al lado mío. Los veía cuando los

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tapaban. En ningún momento pensé en el policía. Lo único que me preocupaba era en rehabilitarme. –¿Viste a Maldonado después de los hechos? –Me lo crucé en el juicio. Cuando terminó el juicio, lo condenaron a tres años de prisión en suspenso. No fue preso. En verdad, yo no quería que fuera preso, no ganaba nada con eso. Ese día, yo estaba parado en la puerta, y cuando se iba me pidió disculpas: “perdoname, Azcurra”, me dijo. El Cayo nunca dejó la rehabilitación. Un día surgieron las ganas de jugar de nuevo y retomó los entrenamientos. En enero pasado recibió el alta médica. El 22 de agosto de este año se dio el gusto de regresar como futbolista profesional en el Torneo Argentino A, con la camiseta de Deportivo Maipú de Mendoza. –¿Extrañabas el vestuario, las concentraciones, los viajes? –Sí, sobre todo jugar por los puntos. Llegar y saber que tenés una hinchada atrás, un club, dirigentes que apuestan por el plantel. Todo eso se extrañaba mucho. Hasta la pretemporada disfruté. –¿Qué significa volver al futbol? –Lo tomo como un objetivo cumplido. Haberlo logrado me da una alegría enorme. El apoyo de mi familia y mis amigos fue fundamental. Eso lo tuve siempre. Solo hubiera sido imposible. Mucha gente que no conozco también me brinda apoyo, y eso es importantísimo. –¿Qué te dicen tus compañeros? –Me cargan, me ponen sobrenombres: el Gladiador, el Elegido, me dicen. Al margen de que yo siga jugando acá mucho tiempo o no, no me voy a olvidar más de esta gente que me abrió las puertas.



Póker de grandes

Almeyda, Braña, Ervitti y Silva. Cuatro experimentados jugadores que se mantienen a un paso del verbo deslumbrar, pese a los años. El torneo actual los tiene como protagonistas, y generaron algunas reflexiones de uno de nuestros analistas. ¿Será que los clubes necesitan la famosa mezcla de juventud y madurez? Por ROMÁN IUCHT

S

iempre hay tiempo, siempre se puede un poco más. La vieja discusión que versa sobre si los jugadores deben llegar a la Primera División “hechos” o existe la posibilidad de pulirlos, para limarles los defectos, parece tener ejemplos para ambas categorías. No es agradable descubrir, como con el paso del tiempo, la confianza de algunos jugadores decae hasta que quedan transformados en la sombra de lo que alguna vez pudieron ser. Un debut precoz, un cambio de posición inadecuado, las presiones de adentro o cierta inestabilidad de afuera. Todo suma, y grande es la desilusión de la grey futbolera cuando ése que pintaba bien definitivamente no levanta. Por el contrario, nada da más placer que ser testigos del crecimiento sostenido de algunos valores. Apreciar su transformación, su inagotable incorporación de

nuevos hábitos. En el fútbol actual, la mente maneja la confianza, y ambas forman un combo capaz de ganar campeonatos. En el plano individual, el proceso es exactamente el mismo. La historia no es de ahora. Quién no escuchó alguna vez que Daniel Onega comenzó siendo un sencillo delantero que crecía a la sombra de su recordado hermano Ermindo y terminó transformado en un jugador completo, con panorama y buenas destrezas. O el caso de Ramón Díaz, que jugaba media hora en el River de Labruna de fines de los 70, para destrozar con su velocidad a las cansadas defensas rivales y, cuando volvió de su periplo europeo, seguía siendo el mismo asesino serial, pero además tenía toda la cancha en la cabeza. Hoy esos ejemplos ya no parecen abundar.

Ahora, cada uno de los arranques de Santiago Silva es capaz de levantar a la difícil platea Norte del Amalfitani.

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El resultadismo invadió de prepo las divisiones inferiores, y los pibes crecen en la cultura de que “ganar no es lo más importante; es lo único”. Sus limitaciones quedan en un segundo plano y sus falencias se maquillan detrás de una victoria. El resultado es el de siempre, cuando una pirámide no está firme desde su base, la estructura se vuelve endeble. Por suerte, en Un Caño podemos tomarnos el tiempo para tratar de hacer estos análisis, pero también para marcar algunas de las excepciones de la regla, en tiempo presente. Da gusto verlo jugar a Matías Almeyda. Es evidente que disfruta por el presente y por el pasado, que ya se le fue y no va a volver. Pero es emocionante descubrir su novedosa evolución a la par de de su despliegue de siempre. Corre mucho pero sin excesos, no necesita apelar al juego brusco y, junto con Ortega, es uno de los platillos de la balanza que intenta darle equilibrio a su equipo. Su condición de líder no se discute, pero lo interesante es que el ejemplo con el que Matías predica es exactamente inverso al suyo. Sin llegar al lamento, siempre


expresa su arrepentimiento por el tiempo de inactividad y su consejo a los pibes incluye términos como profesionalismo o responsabilidad, pero también disfrute intenso. Otro caso es el del Chapu Rodrigo Braña. De aquel mediocampista derecho intenso y chocador que jugaba en el fútbol del Ascenso en Quilmes a este descomunal mediocentro de Estudiantes, pasó mucho tiempo y hubo mucho aprendizaje. También es cierto que pasó Verón, y jugar al lado de la Bruja elevó la categoría de Braña, pero no menos real es que para que Juan Sebastián luzca como lo hace, la presencia de Braña a su lado es definitoria. Chapu es el socio del silencio en cuanto a relevos y coberturas, pero además mete con todo, tiene un pase firme y prolijo. Lejos de “ordinarizarse” se trans-

formó en un jugador más completo. Lo mismo ocurre con Walter Ervitti. Un lujo que se da Banfield y que aprecia todo el fútbol argentino. Cuando partió al fútbol mexicano, era un carrilero que con su fútbol pendular entregaba su juego en grageas. El retorno nos devolvió un crack que desde la posición del doble pivote central es el enganche de su equipo. Ahora, Ervitti maneja los tiempos, cambió lo efectista por lo efectivo sin dejar de lado sus caños y pisadas, marca registrada, pero siempre elige la mejor opción en cada jugada. Su evolución es notoria y notable. Por último vale incluir en el grupo a Santiago Silva. Su derrotero en Newell´s y Gimnasia nos devolvió la imagen de un guerrero áspero, recio y chocador, más voluntarioso que goleador. Como siempre la confianza fue la que detonó el click, y desde Banfield para aquí no para de crecer. En el Sur hizo goles de todos los colores, para transformarse en el brazo

armado de Ervitti. Ahora, en Vélez, cada uno de sus arranques es capaz de levantar a la difícil platea Norte del Amalfitani. Fabrica espacios, tira diagonales, maneja los dos perfiles, cabecea con propiedad y, aunque su temperamento a veces le juega en contra, siempre se le observa un crecimiento. Entendió el juego y se le nota. Podrá decirse que los cuatro mencionados tienen como denominador común la experiencia, y si bien es cierto, no es menos real que han sido sus propias motivaciones las que los fueron llevando por el camino de la superación. Almeyda, Braña, Ervitti y Silva. Seguro que cada uno que lea esta nota podrá incluir al suyo, pero con este póker de grandes, dan ganas de sentarse a jugar en esas mesas de entendidos que muestra la TV por cable un viernes a la noche.

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La clase arquera va al paraíso

Perdone el lector si en este reportaje se habla poco de fútbol. Fue nuestra intención. Porque a Daniel Vega, el arquero de River, le preocupan las necesidades de su pueblo, las luchas, el compromiso. El hombre de Cutral Có pelea junto a los ceramistas de Zanón y Stefani para que la prensa y los gobiernos no se olviden de ellos. ¿O usted pensaba que no hay futbolistas así? Por ALEJANDRO WALL Foto MAXI FAILLA

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l arquero obrero nació en Cutral Có. Ataja en River y nunca soñó con vivir en el centro. Lo llaman Daniel Vega, aunque su primer nombre es Mario, igual que su padre. De chico, además de atrapar pelotas en el barrio, el arquero obrero visitaba los cortes de ruta. Su tierra, una tierra rebelde: dos puebladas en un año, un asesinato impune, el nacimiento del movimiento piquetero. Eso era Cutral Có-Plaza Huincul cuando Vega todavía no había cumplido 13 años. Teresa Rodríguez era bastante más grande. Trabajaba como empleada doméstica. Tenía 24 cuando una bala policial se le incrustó en el cuello. Neuquén resistía el ajuste menemista: veinte mil personas a la vera de la ruta 22. Ya les habían robado YPF. Ya los habían tirado a las vías de la desocupación. Ya los habían hambreado. También los mataban. Vega recuerda que en esos días de piquete iba con sus padres y sus hermanos a llevar comida para la lucha. También que en esos tiempos jugaba por plata en el barrio Aeroparque, en una canchita encerrada entre los patios de las casas, justo en el medio de una manzana. Después arrancó en Alianza de Cutral Có, pero él sólo

pensaba en esa canchita. En poco tiempo llegó a San Lorenzo. Pero el sólo pensaba en Cutral Có. Hasta que desembarcó en Nueva Chicago, y no dejó de pensar, pero ya estaba adentro. Como en River. “De la nada –cuenta–, se empezó a mover toda la gente. Y se hizo un movimiento muy grande de resistencia. Pero Cutral Có no lo aprovechó. Porque a la hora de las negociaciones con el Gobierno hubo gente que transó por atrás. Fueron movimientos muy lindos. En el segundo tuvimos la desgracia de Teresa Rodríguez”. Hay un silencio. Ese nombre... Estamos en una vieja sala de conferencias del Monumental, con la platea

Vega (en el medio) brinda su apoyo a los obreros ceramistas de Cutral Có en la fábrica de ladrillos Stefani. Reclaman la expropiación.

San Martín haciéndonos de techo. Afuera hay un solazo de mediodía que chorrea sobre las tribunas vacías. Acá nomás está el banco de suplentes que Vega –que es Dani o el Chino o el Indio– suele habitar los días de partido desde que Juan Pablo Carrizo volvió al club. “A veces –desdramatiza–, esto de jugar o no jugar son cosas menores que tiene la vida”. Pero el fútbol, ahora, no es tema. El tema es su lugar. “Cutral Có siempre fue un pueblo luchador, muy laburador, y la verdad es que por eso de chico uno tomó todas esas cosas”, cuenta Vega. Hace un tiempo, Mario, su papá, lo llamó para contarle acerca de Stefani, la mayor fábrica de ladrillos huecos de Neuquén. En mayo, siguiendo el ejemplo de Zanón, los obreros la tomaron y pusieron su producción en marcha después de seis meses de lucha por los puestos de trabajo. Pero los trabajadores de Stefani viven en la precariedad legal: necesitan la expropiación. Por eso, en julio se convocó a un referéndum para apoyar el proyecto del Sindicato Obrero de Empleados y Ceramistas de Neuquén. Tenían que difundirlo. Eso fue lo que Mario le contó a su hijo, que al poco tiempo

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viajó a su pueblo para las vacaciones. “Yo quise sacar una bandera –explica–, pero no daban los tiempos. Y cuando llegué allá me puse a charlar con ellos, me invitaron a la fábrica, vinieron a casa y les propuse estar a disposición de ellos. Es gente que quiere laburar y producir”. Vega, entonces, en vez de dar una mano, dio dos. En junio, mientras las cámaras enfocaban las canchas mundialistas, nuestro arquero obrero participó de un partido en el gimnasio municipal de Cutral Có, para difundir el plebiscito y juntar alimentos para un comedor y plata para el viaje de Enzo Nahuel, que debía seguir un tratamiento médico en Buenos Aires. “Dani estuvo fenomenal. Regaló una camiseta de River firmada por sus compañeros, y todo lo recaudado fue a beneficio del nene”, cuenta Damián Videla, delegado de Stefani. El plebiscito, finalmente, no juntó las voluntades necesarias para la expropiación. Pero los trabajadores lo tomaron como un triunfo. “Se nos avisó con 45 días de anticipación –explica Damián–, era muy poco tiempo para hacer campaña. Igual, fueron más de cinco mil personas. A conciencia, sin

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aparato, se acercaron caminando, en un día horrible, con frío, viento, y eso nos dio una legitimidad increíble”. Pero no olvidemos a Vega, el compañero arquero, el jugador distinto, que ayudó en todo esto. “A mí me interesan las cosas que le pasan a la gente, y me gusta que ellos tengan esos ideales. La política a mí no me gusta, me parece… No sé, es todo como un… No sé… Es algo medio raro, nunca me metí en temas políticos.” –Bueno, pero la política puede servir para que sesenta familias no se queden en la calle. –Eso es lo que más me interesó. Y charlar con mis viejos. Había amigos de ellos luchando ahí. Querían laburar, no querían subsidios. Un tipo se fue y los dejó en banda. Ellos querían hacer lo mismo que Zanón, y a mí me parecía correcto. –¿Viviste de cerca lo de Zanón? –Sí, estuve atento. A mí me gustan esas cosas. No soy comunista ni nada, eh. Me parece bien la gente que pelea por el trabajo. Mi viejo es conocido allá porque ha laburado mucho en el barrio. Logró que el Gobierno armara un comedor para darles de comer a doscientas y pico de personas. Él es muy comprome-

tido y nunca transó con nadie. Porque lo venían a buscar en época de campaña y él pedía pero no se sumaba, no sacaba rédito personal. –¿No tiene una militancia partidaria? –No, le gusta hacer cosas por la gente. Ahora se retira, pero va a tratar de conseguir cosas, va a seguir peleando para que les den de comer a los chicos. Los valores que tengo son de mis viejos y mis hermanos. De luchar, de no bajar los brazos. –En general, el futbolista vive en una nube… –Yo lo sé, lo sé, lo sé… Lo sé y lo hablo con mis amigos. Porque ellos me preguntan o me cuentan de sus cosas. Y yo siempre les digo que los jugadores vivimos en una burbuja que no es real. Soy consciente de eso. Vos a mí no me vas a ver vestido con ropa Armani, porque no me cabe. Podés ver a pibes de quince años con una remera Armani. Son cosas de cada uno. En un vestuario de fútbol hablar de 2.000 o 3.000 pesos es poca plata. Y yo tengo un amigo que trabajaba en una carnicería y compraba la carne para hacer milanesas, las hacía, se las vendía al carnicero y sacaba 60 pesos por semana. Y estaba contento porque tenía 2.000 pesos y podía irse de vacaciones. Vivimos en una burbuja. Yo me pongo a pensar a veces en eso. Yo juego a la pelota para el día de mañana poder estar bien, poder vivir y disfrutar. Pero

“Los jugadores vivimos en una burbuja que no es real. Soy consciente de eso. Vos a mí no me vas a ver vestido con ropa Armani, porque no me cabe”.


el derroche no me gusta. Porque esto se termina también. –Mientras tanto, desde tu lugar, podés ayudar en la lucha de otros. –Sí, yo lo hablé mucho con algunos compañeros. Con Matías (Almeyda), con el que tenemos el mismo pensamiento en muchas cosas. Ahora propuse seguir haciendo cosas allá cuando vaya. De Cutral Có, fui el único que llegué a jugar en River, y eso ayuda, la gente te escucha. –Ángel Cappa, tu técnico, es un hombre de compromisos. ¿No charlaste nunca esto con él? No hemos podido. Porque casi todas las cosas que he hecho no quise darlas a conocer. Yo no quiero figurar en ningún lado. Con los muchachos, fue muy lindo lo que me toco vivir. Y seguimos en contacto. Cuando me enteré de que no les fue bien me puse muy triste. Vos vas a la fábrica y está todo bien organizado. Se venden los cerámicos y se reparten las ganancias. Así sean cien pesos para cada uno. Eso es socialismo, le decimos a nuestro jugador patagónico. Él cuenta que escucha Almafuerte. Le gusta, explica, el pensamiento de Ricardo Iorio. Entre sus tatuajes, tiene el calendario maya y la imagen de un indio. “Es gente muy sufrida, a la que le han quitado tierras”, dice. Maxi, el compañero que hace las fotos, lo invita a leer. Para algún próximo encuentro, le promete un libro de Eduardo Galeano. “No hay que estar aislado de la realidad”, dice el arquero, con su mirada de dignidad obrera. Nosotros, en el vacío del Monumental, pensamos que qué distinto sería el fútbol si tuviéramos dos, tres, muchos Vega. Seguro están. Habrá que buscarlos.

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Cuando el Vasco conoció al Charro

La foto es de 1937. Para nuestro editor, es algo así como un caudal de emociones. Como en toda imagen antigua, uno quisiera contar sin prisas la historia, decir qué ocurrió. Poco sabemos, pero mucho admiramos. El autor se llamaba Legarreta. Una institución. Por FABIÁN MAURI

A

l autor de esta foto, Antonio Legarreta, lo conocí en el departamento de fotografía de El Gráfico en 1980. Yo intentaba ser fotógrafo de deportes y andaba por ahí tratando de caer simpático a los que ya lo eran. Cebaba mates durante las disputadas ruedas de chinchón que apuraban los fotógrafos, mientras se hacía la hora de salir para la cancha. Una de esas tardes cayó Legarreta. Ya estaba jubilado, pero seguía despuntando el vicio de ir al fútbol a sacar fotos. Era una leyenda viviente entre los reporteros gráficos. Había fotografiado a Fidel, a Salvador Allende, a Cortázar. Había viajado por el mundo entero. Lo primero que me llamó la atención del Vasco fue su juventud. Tenía casi 70 años. Flaco y ágil. Eléctrico. Vestía lo que más tarde comprendí que era su uniforme: borcegos 45, jeans, camisa de jean abrochada hasta el último botón y una corbata gastada cumpliendo funciones de cinturón. Su manera de caminar recordaba a Groucho Marx. Traía un sobre de papel Ilford debajo del brazo y el bolso del equipo como un péndulo en su hombro. Tiró el sobre encima de la mesa, dando por finalizada la partida, y empezó a mostrar las fotos que traía. Eran copias 30 x 40 de desnudos femeninos. Nada sutiles, en exteriores. El no me

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conocía, pero me preguntó qué me parecían. Yo traté de hilvanar un juicio más o menos erudito y rescaté la composición y la calidad de las copias. Lo decepcioné. “Yo lo que te pregunto es si la mina está fuerte”, me gritó mientras me agarraba del cuello con sus manos enormes, dándome una lección. En 1937 Legarreta era un muchacho que había llegado a Buenos Aires desde Coronel Suárez para buscar trabajo como ayudante de cocina. De alguna manera se hizo de una cámara de fotos y empezó a colaborar con la revista de la tienda Gath & Chaves. Pero tenía ganas de hacer fotos de fútbol. No tenía experiencia en fotografía deportiva, su plan era practicar y eligió un buen partido. Un domingo de noviembre se acercó a la vieja cancha de River, en Alvear y Tagle, donde el local enfrentaba a Racing. Se chamuyó al portero y se instaló en el campo de juego a la altura del área grande, detrás del arco donde atacaba River, pegadito a línea de cal. En ese tiempo las cámaras eran de

placas, no de película, y lo usual era gastar unas diez o doce placas por partido para que se publicaran casi todas. Con la tecnología actual un fotógrafo puede sacar tranquilamente doscientas fotos, para publicar finalmente no más de dos o tres. Volvamos al partido. En uno de sus contundentes ataques, el Charro Moreno marcó un gol para River. Legarreta, inexperto, durmió un poco y no pudo capturar el momento de la definición, pero no se dio por vencido y disparó su cámara una fracción de segundo después. Obtuvo una fotografía inusual para la época. En ese tiempo de muchos goles, los jugadores no festejaban tanto las conquistas, por lo tanto los fotógrafos no estaban atentos a esa circunstancia. Además, contrastando con la alegría de Moreno, el back de la Academia se toma la cabeza en un gesto de impotencia que le da un toque trágico a la imagen. Y más atrás, otro jugador de Racing reclama explicaciones a su arquero, fuera de cuadro. Uno de River

Una poética tierrita se levanta, como en un western, al paso de Moreno.


aparece tapado detrás del Charro, pronto a sumarse al festejo. Una poética tierrita se levanta, como en un western, al paso de Moreno. Las tribunas colmadas dan un marco mitológico a la imagen. Es una foto perfecta, el cuerpo del Charro inclinado hacía adelante y con los brazos en alto, dibuja una diagonal que le da gran dinamismo a la composición. Viéndola, lo primero que viene a la cabeza es la palabra gol. El punto de vista bajo, contrapicado, agranda la figura del joven goleador que esa tarde marcó dos veces. El partido terminó 4-4. con gran reacción de Racing, que jugaba con suplentes y en un momento del match iba tres goles abajo. Esa nochecita, en el laboratorio improvisado del baño de su casa, Legarreta reveló las placas y se alegró al darse cuenta de que tenía una buena. Para ser la primera vez que pisaba una cancha, estaba más que bien. Puso la placa en la ampliadora y decidió reencuadrar la imagen. Le metió mano. La foto original era apaisada. El vasco la hizo vertical, cortando lo que no aportaba nada y concentrando la fuerza de la imagen en el pecho de Moreno. Hizo una copia buena, la secó, la fechó y la archivó. Unas semanas mas tarde, River se consagraba campeón y José Manuel Moreno era el máximo scorer del torneo. Mientras, la foto seguía durmiendo el sueño de los justos en el ropero de Lega. Muchos años después, a mediados de los 40, ya afianzado en su oficio, mientras trabajaba en El Gráfico, desempolvó la foto y se la mostró a Félix Frascara, capo de la revista. Mas que nada para contarle la anécdota: “yo el gol me lo comí, pero apreté igual y me ligué un gran festejo”. Tanto le gustó la foto a Frascara, que casi caprichosamente la mandó al taller y recomendó que fuera como ilustración de apertura en una

nota de estadísticas para la edición que se estaba cerrando. Recién ahí la foto de Legarreta cumplió su ciclo y se encontró con los lectores. Se publicaría después, infinitas veces. Es una de las grandes fotos de la historia

del deporte argentino. Da, como mínimo, a falta de videos, una clarísima idea de la clase de jugador que era Moreno. Mucho para una foto. Se salvó del ostracismo gracias a la energía del Vasco, a su compulsiva necesidad de mostrar lo que veía.

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Ni Checho ni limonada

Batista, Bilardo y Maradona. Maradona, Bilardo y Batista. Los meses pasan y la confirmación no aparece. ¿Qué sucede entre las bambalinas de la Selección Nacional que nadie sale a poner el gancho por el Checho? De estas idas y vueltas, Pacini saca algunas conclusiones, con la sana intención de responder al acertijo del momento. Por FERNANDO PACINI

A

pesar de exponer públicamente sus deseos de volver a entrenar a la Selección, de momento Maradona no parece sumar adherentes en la Asociación del Fútbol Argentino. El contexto en el que aparecieron sus declaraciones es igual al de antes; y el máximo aspirante al cargo sigue siendo, también, el mismo de antes: Sergio Batista, quien espera la ratificación, mientras sostiene su pretensión en tres pilares: diplomacia, Messi y resultados.

Diplomacia Su discurso templado y sereno, le permite hacer equilibrio entre cada pronunciamiento de Maradona, Bilardo o Grondona. Los incomprensibles cruces de declaraciones entre sus dos Jefes, en principio lo dejan en un lugar incómodo. Sin embargo Batista, como si hubiera hecho un curso acelerado de retórica, surfea bien las olas que agitan sus superiores. “Tengo buena relación con Bilardo”, tranquiliza al Manager. “Trabajo para quedarme”, deja su mensaje a Grondona. Ni siquiera se ha molestado por no tener la certeza de estar entre los tres candidatos del Director de Selecciones: “Como está la relación, hoy en día, creo que estoy en su lista”, dijo en La Nación, el 14

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de septiembre. Y cada vez que expone su proyecto para el equipo, lo hace lejos de cualquier referencia a Bilardo. Separa bien las cosas cuando habla de una cosa y de la otra, como para que no se detecte la contradicción. ¿Cuál es la contradicción? Que no hay coherencia entre lo que opina Batista sobre cómo debe jugar un equipo de fútbol y lo que toda la vida pensó Bilardo al respecto. Todos nos resistimos a cambiar algunas ideas, sobre todo si alguna vez fueron exitosas. La tendencia es aferrarse a recetas que nos dieron resultados, sin interpelarlas demasiado. Pero resulta que a veces quedan viejas, que el virus mutó y el remedio ya no funciona. Los métodos del 86 ya no parecen practicables. No es posible recrear una realidad semejante a la de aquellos días para aplicar hoy en día las mismas fórmulas. Los jugadores no son iguales, no viven igual, no juegan en los mismos lugares. Nada de eso pasa. Les gusta el fútbol, pero también les gusta la Play, no juegan a las cartas en las concentraciones, y casi son multinacionales de la

pelota. Y eso no va a cambiar. No es ni mejor, ni peor; es diferente. Seguir pensando en el 86, es una lectura nostálgica que sólo conduce a la autodestrucción. Batista parece comprenderlo, secretamente.

Messi Entre los tres personajes con más poder, dos prefieren a Batista. Uno es Grondona, el otro es Messi. Porque Messi tiene poder. No es el poder convencional, pero es poder. Y respalda claramente al entrenador interino. Lo hizo varias veces y con sorprendente locuacidad. Usó palabras y ejemplos fuertes para sostener “la candidatura” de Batista. Hasta comparó su estilo con el del FC Barcelona, con todo lo que significa.

Resultados El otro punto es el rendimiento y los resultados en los partidos amistosos. El triunfo ante España, más allá de la coyuntura y el presunto desinterés del campeón del mun-

Grondona está ganando tiempo para ver si logra una aceptable armonía entre lo que él pretende y lo que aspira Bilardo.


do, no merece ser desvalorizado. Como fuere, no es una victoria menor. El próximo juego es contra Japón. Salvo un exceso estadístico, una goleada o alguna catástrofe, no será gravitante para ninguna decisión. Luego llegará Brasil, en Doha, el 17 de noviembre. Otro examen con un buen grado de dificultad. Hasta ahí, los partidos en los que Batista entrará como interino. Luego, Inglaterra, en febrero, una gira en Estados unidos en marzo (con 2 ó 3 tres partidos, uno, al menos, ante México) y antes de la Copa América, con Italia, en Buenos Aires. Si la Selección sale bien parada del partido con Brasil las aspiraciones de Batista de seguir en el cargo, se sobredimensionarán. Son partidos serios, con adversarios de jerarquía. De todos modos, insuficientes para evaluar nada. No será Batista mejor por ganarle a España y a Brasil. Pero si los resultados están dentro de los rangos normales, es decir, ganar bien, perder justo o empatar, la situación será parecida a la de hoy. No confirmar a Batista ahora mismo es, a todas luces, un acto político del Presidente de la AFA. Está ganando tiempo para ver si logra una aceptable armonía entre lo que él pretende y lo que aspira Bilardo. Además, quiere aprovechar el interinato para confirmar lo que supone: que Batista puede conducir un grupo de estrellas. Si la cosa funciona, el resto será burocrático. Bastará notificar al Comité Ejecutivo del nombramiento, que por supuesto, en línea con su histórica funcionalidad a la dictocracia grondonista, simplemente aceptará. En todo caso, si Bilardo no suscribe las intenciones del Presidente, se despedirá de su cargo quitando el velo a sus confusas declaraciones del mes pasado cuando dijo: “Si no nombran a un técnico que me guste a mí, me voy”; “Me equivoqué cuando me llamó Julio y le dije que sí”. Y Grondona dirá con tono apesadumbrado, que no lo echó de “esta casa”, que se fue sólo y que no pudo hace más… ¿Maradona? Por ahora, bien, gracias. Pero lejos de volver.

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“Ser de Boca es un regalo de Dios”

Nuestra cronista inexperta sigue buscando a quien pueda convencerla de las bondades del fútbol. Como esta insolente no cesa en su afán por obtener una respuesta que la lleve a la verdad, visitó en su casa de San Isidro al histórico militante peronista Antonio Cafiero, un hombre convencido de que ser de Boca está inscripto en el ADN y que es un hecho del orden de lo divino. Por MARÍA FERNANDA MAINELLI

“Mirá –se adelanta Cafiero para alzar una máxima antes de que se le formule cualquier pregunta–, uno no se hace hincha de Boca, hincha de Boca se nace. No cualquiera puede ser hincha de Boca, tiene que reunir condiciones: amor y fidelidad a sus colores, fervor, ánimo ganador, sentirse parte de una mayoría popular y de un proyecto colectivo. Es una concepción de vida. –Pero Cafiero, eso también lo diría un hincha de River. –Que digan lo que quieran –dice, con el tono de “esto no se discute más”–, pero un hincha de Boca nace hincha de Boca. Quizás, admitiría, que el único que se le parece al boquense es el de Racing, porque compartimos una magia especial que no tienen otras instituciones. Pero, los de Boca tenemos, cómo decirlo… una gracia, un don, como un regalo que nos hizo Dios. Y si no tenés esa gracia, estás jodido: no podés ser hincha de Boca. Yo soy creyente; si no lo fuera, tampoco sería de Boca. Ser de Boca y ser creyente es lo mismo. Acaba de cumplir 88 años y por estos días lo desvela la escritura de un libro con sus memorias, que se publicará en diciembre bajo el título Militancia sin tiempo, y que incluye el capítulo La pasión boquense. Abre su laptop, busca el archivo y dice que ahí está todo lo que siente por Boca. Y resulta que Cafiero, parece, tiene razón: nació de Boca, según

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relata en el texto, aún cuando su padre, un hincha fanático de River, hizo todo lo posible para evitarlo. El padre del ex ministro de Perón lo asoció a River, de chiquito lo llevó a la vieja cancha de tablones de madera de Libertador y Tagle y nunca dejó de pagarle la cuota societaria, por lo que hoy Cafiero ostenta la extraña condición de ser socio vitalicio de las dos instituciones archirrivales. “A mí no me la cuentan, yo podría haber sido de River, si hasta vi el partido inaugural de la nueva cancha en el que Vicente de la Mata, un formidable delantero de Independiente, eludió a cinco adversarios en el área y marcó el gol de la victoria, del que los riverplatenses no se quieren ni acordar”. –¿Cómo se dio cuenta de que quería ser de Boca y no de River como su padre? –Porque, como te dije, nací con esa gracia. Yo iba con él a la cancha de River y estaba más pendiente del Alumni, donde informaban como iba Boca. Cuando tenía siete años, me agarró el metejón futbolero y Boca era el equipo más popular. Quería tener en mi cuarto la lámina del Boca campeón de El Gráfico y me enteré de que el repartidor de leche lo había comprado. Se lo pedí y quedamos que me lo traería a la mañana siguiente. Me levanté a la cinco de la madrugada y me senté en el umbral de casa a esperar a que pasara el carro. Papá me vio, me preguntó

por qué no estaba durmiendo, le inventé cualquier excusa y, en secreto, me hice de mi primer póster del Boca campeón. –¿Cómo se lo terminó confesando? –Se lo oculté durante mucho tiempo, pero un día le dije “mirá viejo, no quiero ir más a la cancha con vos, me hice socio de Boca y desde ahora los domingos voy a ver a Boca”. A los 18 años, en 1940, me asocié al club. A mi papá le propuse un pacto: cuando River jugara de local, yo lo acompañaba; y cuando era al revés, él me acompañaba a mí. Ese pacto lo mantuvimos vigente durante cuarenta años. Pero, en atención a mi padre, no renuncié a seguir siendo socio de River. Fue una de esas decisiones no pensadas que duran toda la vida. En aquella época, mi ídolo era Francisco Varallo, que se había iniciado en Gimnasia y Esgrima La Plata y, por pasarse a Boca, dejaron de saludarlo y perdió amistades. Varallo formó parte de un terceto típico de Boca: jugaba de 9 con Delfín Benítez Cáceres (un paraguayo al que apodaban El machetero) y de 10, Roberto Eugenio Cherro, el máximo goleador de la etapa amateur. Pero Varallo era famoso por su estilo efectivo. Me gusta compararlo con Palermo, no por su juego aéreo, sino por la tenacidad con la que buscaba el gol o porque desconcertaba a las defensas adversarias en espacios reducidos. Tenía una estrategia fenomenal: en determinado momento, Varallo se



hacía el rengo, como si lo hubiesen lastimado, entonces lo ponían de puntero, en la línea de salida. En ese momento clave, la defensa adversaria se descuidaba porque lo creía debilitado, pero al tipo le pasaban la pelota y salía corriendo a toda velocidad. En 1931, en un partido contra River, el arquero le atajó un penal, pero Varallo lo atropelló y metió el gol igual. ¡Se armó un escándalo! Hasta creo que suspendieron el partido. Era un guerrero. –Dejemos los recuerdos futbolísticos y volvamos a su padre ¿cómo reaccionó cuando le contó que se hizo de Boca? –No le quedó otra que aceptarlo. Y cuando me sacaba una buena nota en el colegio me llevaba a ver a mi equipo. Eso sucedía una vez al año. Pero a él no le gustó nada, como no me gustó a mí cuando un hijo mío me dijo que se había hecho hincha de River. –Todo vuelve, dice mi abuela. –A mí me volvió. Yo tengo diez hijos; con todos intenté que se hicieran de Boca y fracasé. Tengo hijos de Boca, River, Vélez, San Lorenzo… Un menú variado. Una día los llevé a la cancha con la esperanza de que se hicieran fanáticos como yo y les dije “¿ven esa plaza? Ahí estaba antes la cancha de River que ha sido reemplazada por un monumento a Artigas”. Mi hijo Mario, que tenía cuatro años, me contestó “debe haber sido un gran jugador de Boca, ¿verdad?”. No lo quise desengañar. Pero yo dejé que la pasión de cada uno madurara de la forma que fuera. El problema que tuve con mi padre se reprodujo con uno de mis hijos, Juampi, que se hizo hincha furioso de River. Él quería que yo lo llevara a la cancha de Boca en los clásicos, pero yo me negaba, entre otras cosas porque es un enfermo de River y porque yo iba al palco en el que estaba el presidente de Boca, Alberto J. Armando. Juampi me pedía “llevame, llevame”. Y yo le decía “pero Juampi, cómo te voy a llevar; si se dan cuenta de que sos hincha de River, querido, voy a pasar un mal rato”. Un día, de tanto insistir, logró que consintiera llevarlo a un clásico que se jugaba en nuestra cancha. Antes le hice jurar algo: “no vas a demostrar en ningún momento que no sos

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de Boca”. Aceptó las condiciones, pero en el medio del partido River hizo un gol y mi hijo, violando todos los pactos, se quitó el saco y abajo tenía la camiseta de River. ¡Lo hizo en mí palco! ¡En la cara del mismísimo presidente de Boca apareció un hijo mío vestido con la camiseta de River! –¿Alguna vez su pasión por Boca le hizo cometer algún acto irracional? –La peor fue cuando nació Cecilia, una de mis hijas. Mi mujer esperaba familia, pasaban los días, no se producía el parto y yo, que aguardaba el nacimiento con cierta indiferencia, me empecé a preocupar: “no vaya a ser que esta hija nazca justo el día de la final”. Es que justo había una final, y Boca podía salir campeón. Pasó lo que intuí y tuve que optar entre quedarme con mi mujer en el sanatorio o ir a la cancha a ver la final. –Y usted hizo lo segundo. –Eso hice. No sé si me explico: yo dejé a la señora sola en el sanatorio, le dije que me llamaba el Presidente, que iba y volvía. Pero a mí no me llamaba el Presidente, me llamaba Boca. Esa tarde salimos campeones, después vinieron los festejos y a eso de las nueve de la noche dije “la pucha, seguro debe haber nacido la bebé y yo acá en la cancha, mi mujer me mata”. Salí disparado para el sanatorio y cuando llegué, mi hija ya hablaba. Mi mujer nunca me lo perdonó, no me lo recriminó porque era muy suave, pero siempre le quedó la espina. Al otro día, Borocotó publicó en El Gráfico un sueltito que decía que en el momento que Boca salía campeón nacía una hija del ministro Cafiero y que yo, en homenaje al campeonato, le iba a poner Justa Victoria. ¡Mirá si le iba a poner Justa Victoria! Fue un poco irracional de mi parte, pero así es la pasión. La pasión brota de un sentimiento en el que juegan factores psicológicos que no son explicables. –¿Esa misma pasión por Boca se entrometió en sus actividades como funcionario? –En 2000 tenía una reunión importante en México como presidente de la Coppal, justo cuando Boca jugaba la final de la Libertadores contra el Palmeiras. Estaba

arriba del avión y en la escala en Brasil me bajé. No tenía hotel ni entrada para la cancha, pero me mandé igual. Esa tarde llegué a la cancha y me encontré con alguien que me dio una. Entré, me tocó la popular y de pronto me vi en medio de La 12, y los muchachos fumando cosas… Entre que los muchachos estaban parados y el humo que largaban, no veía nada, así que me subía a los costados de la butaca con la ayuda de alguien y cuando me cansaba me bajaban. Así vi todo el partido, mientras me preguntaba qué se estaba fumando ahí. Al otro día viajé a México. –Hablando de pasión, la Real Academia Española, dice que ésta es la acción de padecer. ¿Sufrió a Boca? –Espere un minutito que voy a anotar ese concepto para mi libro –lo hace y sigue–. La pasión por Boca, diría, es como el peronismo: se los sufre. Por ellos sufrí. Pero más allá de eso, el amor por ambos sigue intacto y yo he sido un hombre coherente: tuve una sola mujer, una sola religión, un solo partido político y una sola pasión futbolera. –Pero lo más común es que las personas cambien de pareja, revisen sus creencias religiosas y hasta se alejen de su patria. Sin embargo, no cambian de camiseta. ¿Cómo explica este fenómeno? –Para eso no hay explicaciones racionales, es una pasión y punto. La pasión no tiene sentido, y en mi caso fue producto de la gracia de Dios. Ysi Dios quiso que yo fuera fanático de Boca, para mí está todo resuelto. –¿Compartía la pasión por el fútbol con sus jefes políticos, Perón y Menem? –Primero habría que aclarar que Menem no fue mi jefe político. Yo lo repudié por su política económica y lo repudié por ser hincha de River. Lo vivía desafiando, y tenía con qué: si yo había visto jugar a los grandes de River, a Pedernera, a Moreno... Que yo sea de Boca y él de River formaba parte de los innumerables desafíos que tenía contra él. Así que, te imaginarás, no perdía oportunidad para chicanearlo. –¿Hablaba de fútbol con Perón? –No. Sobre el General se discutía si era o no de Boca. En principio, hay que de-


cir que nunca iba a definirse por un club porque le podía generar la antipatía de los hinchas de otros clubes. Por eso evitaba, prolijamente, que se lo embanderara con alguno. Lo que sucedió es que, durante su gobierno, el ministro de Hacienda Ramón Cereijo, un racinguista fanático, construyó el nuevo estadio de Racing y lo denominó “Presidente Perón”. Ahí la gente empezó a decir que él era de Racing. Eso lo discutíamos entre los propios ministros. El punto era que nadie se animaba a preguntarle de quién era simpatizante. Perón murió sin confesar de qué club había sido. Un día, a la salida de una reunión de Gabinete, después de una discusión al respecto entre varios ministros, dije “me voy a sacar de duda”, y le pregunté a Isabel “dígame, señora, usted que lo conoció bien a Perón, ¿de quién era hincha?”. Isabel me dijo: “No lo dude, Antonio, Perón era de Boca”. Entonces les pedí a todos que no me volvieran a hablar más del tema en mi vida. –¿A Perón le gustaba el fútbol?

–Es curioso esto, porque Perón era muy deportista, era un excelente esgrimista y fue boxeador y jinete, pero no jugaba al fútbol. –¿Qué tienen en común ser de Boca y ser peronista? –La condición de boquense es una gracia divina de Dios, como ya te dije, y también la de ser peronista. Peronista no es el que quiere, sino aquel que está tocado por una suerte de gracia. Ser de Boca y ser peronista es mágico. La gran mayoría de los boquenses somos peronistas. En la época de la proscripción de peronismo, desafiando los decretos represivos de las dictaduras, la hinchada cantaba “Boca y Perón, un sólo corazón”. O le cambiaban la letra a la marcha y en vez de decir “Perón, Perón, que grande sos”, coreaban “y dale Boca, dale Booooo…”. –¿Tiene algo negativo ser hincha de Boca? –No, como todas las gracias divinas, es todo positivo.

–Vamos, un amor nunca es tan perfecto. El lucro, quizás, sea algo que me molesta cuando pienso en Boca. Pero fue inevitable que el espíritu del capitalismo se haya instalado en el fútbol. Esto, desnaturalizó inclusive a la condición del hincha, que comienza a dudar si no está siendo un instrumento de ambiciones lucrativas. –River podría irse a la B este año. ¿Cómo…? –(Interrumpe) A mí, debo decirlo, me pondría muy contento. –Hace poco festejó su cumpleaños y dijo que su sueño era que el peronismo estuviera unido. Sueñe un rato, Cafiero. ¿Cuál sería su equipo boquense ideal? –Desde 1931 hasta la fecha: Roma; Menéndez y Marzolini; Sosa, Rattin y Pescia; Boyé, Ángel Rojas, Varallo, Cherro y Cucchiaroni. Y de suplentes: Gatti, Marante y De Zorzi; Pernía, Serna y Rogel; Caniggia, Corcuera, Sarlanga, Riquelme y Perotti. ¡Queda abierta la polémica!


El tren de la vida

Desde su colosal infraestructura, algo derruida por el tiempo, Ferro aún pelea por asomar nuevamente en Caballito. ¿Qué fue del club modelo argentino? ¿Quiénes lo hundieron? Hoy muchos socios se movilizan, se juntan para arreglar el gimnasio o buscan dinero para comprar deudas y, de esa manera, acelerar el levantamiento de la quiebra. Por LEANDRO VILA

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on dos fotografías distintas en un mismo lugar. Por un lado, el Ferro de los años 80, premiado por la UNESCO como una de las instituciones que más trabajaba por el deporte en América, con 47 mil socios y más de cien títulos en sus vitrinas. Por el otro, el Ferro de la década del 2000, que transita sus días en un expediente y suma incógnitas sobre su futuro más inmediato. En esta última historia es habitual ver juntarse a algunos de sus socios arremangarse para arreglar el gimnasio o el predio de Pontevedra y hacer colectas para comprarles la deuda a los acreedores. Por ubicación geográfica y perfil económico de sus socios, Ferro estuvo históricamente vinculado con el derrotero de la clase media urbana. Caballito es, quizás, el barrio porteño más representativo de aquel sector social. Sus vecinos protagonizaron el crecimiento y también la caída del club. La sede y el anexo contiguo al estadio fueron, durante años, el ámbito de socialización elegido por todo un barrio. Pero los cambios de hábitos que la década del 90 produjo en el cuerpo social significaron un duro golpe para Ferro. La proliferación de gimnasios privados y el boom digital modificaron

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las conductas de niños y adolescentes, que ya no concurrían a los clubes. “Entre 1987 y 1993, se perdieron un promedio de 3.500 socios por año. Ninguno pudo interpretar que se aproximaba un cambio de época”, reflexiona en la confitería del club el socio Pablo Bastide. El período coincide con el final del mandato de Santiago Leyden, quien gobernó entre 1963 y 1993. En esos treinta años, Ferro ganó los nacionales de 1982 y 1984 de la mano de Carlos Timoteo Griguol. Brindó la estructura necesaria para que su entrenador, León Najnudel, creara la Liga Nacional de básquet, que Ferro obtuvo cuatro veces. El vóley y el handball sumaron cincuenta lauros entre ambos. El sucesor de Leyden fue Felipe Evangelista, quien heredó una deuda de 5 millones de pesos, que pasó a ser de 13 sobre el final de su mandato. En 1996,

Marcelo Corso, encargado del básquet, llegó al poder con el aval de Leyden. Hoy sufre un procesamiento por administración fraudulenta y puede convertirse en el primer dirigente deportivo en ser condenado. En 1999, Leyden volvió a la presidencia, tal vez con la intención de remendar su error. Pero al poco tiempo renunció. Ferro ya atravesaba una convocatoria de acreedores, la deuda arañaba los 24 millones de pesos, y el equipo descendía en nueve meses desde la Primera División hasta la B Metropolitana. El 20 de diciembre de 2002, el país entero marchaba en conmemoración del primer aniversario de las movilizaciones que expulsaron al gobierno de De la Rúa. Una de las consignas pedía por la renovación del Poder Judicial. A pocos metros de allí, en su oficina de Tribunales, el ahora ex juez Rodolfo Herrera, ligado

Los números rojos trepan a 15 millones de pesos, que pueden incrementarse si se confirma una supuesta deuda de más de un millón con el empresario Marcelo Simonián.


a Ramón Saadi, daba el primer paso en su probada estrategia para adueñarse del club: declarar la quiebra.

De la Unesco a tribunales En el verano de 2002, las asambleas populares aún mantenían cierta vitalidad. El fenómeno se repetía en casi todos los barrios porteños. Caballito no fue la excepción. Pese a que la quiebra ya era una realidad, en Ferro el auge participativo recién prendió a mediados de 2008, cuando los socios se auto-organizaron y conformaron la Comisión Coordinadora. A la primera asamblea fueron 400 personas. Decidieron constituir una mesa representativa con dos miembros de la mayoría de las agrupaciones y subcomisiones. ¿Por qué los socios eligieron participar recién en el sexto año de quiebra y no apenas se declaró la misma? “La falta de garantías para que se produzca el levantamiento del proceso falencial, a solo tres años del final del plazo estipulado para ello fue la causa central”, cuenta Daniel Lasky, uno de los referentes de la Coordinadora. Por esa razón, la primera decisión consistió en juntar fondos para la compra de deuda quirografaria. Con ese fin abrie-

ron en el Banco Credicoop la caja de ahorro número 001-99192/3, vendieron rifas y organizaron festivales y cenas. El futuro cercano se plantea contradictorio. Viendo los números se observa que, desde la declaración de quiebra, no se ha saldado deuda con ningún acreedor. Al contrario, se perdieron juicios laborales por casi 2 millones de pesos, que conforman el pasivo post-falencial. Los números rojos trepan a 15 millones de pesos, que pueden incrementarse si se confirma una supuesta deuda de más de un millón con el empresario Marcelo Simonián. Pero el cuadro de situación varía cuando la cifra es desglosada. La información que aportan desde el Órgano Fiduciario, que integran la contadora Liliana Cichero y la abogada Vanesa Reguccini, dice que de los 15 millones, 7 de ellos no están firmes, ya que carecen de sentencia. Alrededor de 4 pertenecen a la AFIP, con quien no habría inconvenientes en una negociación. “Existen planes de financiamiento en caso de que exista un fallo desfavorable”, sostiene Cichero. El eje del pasivo verificado es el prontopago, es decir los créditos laborales, y el quirografario, en el que están incluidos ex profesores, empleados y pro-

veedores. Recién después de siete años comienza a abonarse parte del prontopago, ya que fueron destinados 1.200.000, ingresados de la venta del defensor Fazzio, a un Proyecto de Distribución de Fondos. De esta manera, se necesitarían 8 millones para que Ferro deje de ser administrado por funcionarios judiciales y vuelva a tener una Comisión Directiva. Pero, según Cichero, “hoy el Club no cuenta con ese dinero”. Sin embargo, el panorama tiene algunos tramos esperanzadores. La AFA, por ejemplo, como ocurre en casi todas las instituciones, también es acreedora de Ferro por 2 millones de pesos. Julio Grondona ya les ha asegurado a las fiduciarias que no pondrá reparos en la negociación. La Comisión Coordinadora también aportaría lo suyo, luego de haber comprado acreencias quirografarias por 308 mil pesos en valor nominal. De ese modo, el grueso de la deuda sería de cinco millones. Los tiempos judiciales establecen que la quiebra debe concluir a fines de 2011. Ni los socios, ni las fiduciarias se atreven a aventurar si eso ocurrirá. Es que dinero es lo que falta en Ferro. En el receso, las ventas han brillado por su ausencia. El

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fútbol tiene uno de los presupuestos más bajos de la B Nacional. Esta estimado en 315 mil pesos mensuales, de los cuales la TV aporta 230 mil. Los socios que pagan no son más de 7 mil. El alquiler del estadio para recitales y actos políticos da algo de oxígeno. El kirchnerismo desembolsó 50 mil pesos para un acto que tuvo al ex Presidente de orador. Las huestes de Ricardo Alfonsín, 17 mil por el gimnasio Héctor Etchart. Adivinar si Ferro volverá a manos de sus socios es imposible. Ellos lo saben. Por ese motivo presentaron en el Congreso un proyecto de ley para estirar de nueve a doce años la duración de los períodos de las quiebras en entidades deportivas. Lo hicieron junto a sus pares de Racing, Comunicaciones y Talleres. La propuesta espera en el Senado, luego de haber recibido media sanción en Diputados. Lo curioso fue que en la Cámara Baja hubo una sola objeción, y fue hecha por el “republicano” Fernando Iglesias, de la Coalición Cívica. “El fue profe de vóley de Ferro, y hoy es uno de los acreedores. Tal vez debería haberse excusado, pero no lo hizo”, sostiene Eduardo Sreider, el abogado que representa a la Comisión Coordinadora. Cuando esta edición de Un Caño esté en la calle, la Cámara Comercial junto al Órgano Fiduciario y el flamante Comité Asesor, compuesto por cinco socios, habrán avanzado al fin en un plan conjunto para el levantamiento de la quiebra. Su destino es impredecible. Por las dudas los socios aguardan la decisión del Senado de la Nación.

el beneficiado. El negocio rondaba los 15 millones de dólares. Herrera, con la complicidad de Alejandro Etcheverri (el estadio lleva el nombre de su hermano), se beneficiaría con un adelanto del 1% del monto total. La maniobra fue denunciada en la pantalla chica. Luego Herrera sería destituido, y más tarde, procesado. El modus operandi se repitió en el intento de gerenciamiento de las actividades deportivas a manos de Swiss Medical Sports. Nuevamente fue montada una suerte de licitación ya acordada previamente. Esta vez con un condimento. Herrera alentaría al

Gustavo Mascardi, hincha de Ferro. Su empresa Gerenciar Sociedad de Fútbol suscribió un contrato de gerenciamiento dañino para los intereses del Club. Pese a ello, los hinchas lo recibieron como a un mesías. El equipo subió a la B Nacional, pero a la tesorería casi no ingresó un centavo. Los jugadores dejaron de pertenecer a Ferro. Mascardi se había llevado todo. Él también está procesado. Una prueba de cómo debería irles a quienes corren detrás de las billeteras gordas. El debate sobre el modelo de club post-quiebra todavía no ha sido dado.

Manual de destrucción de un club

dueño del club en el que practicaba tenis a competir con la empresa de medicina prepaga. El desenlace era cantado. Swiss Medical Sports, pese a que el canon mensual que abonaría sería menor, fue la elegida. Habían contado con dos meses de trabajo previo al llamado a concurso. El escándalo fue tal que la empresa se retiró del club. Ahora, su director, Claudio Belocopitt, se encuentra procesado. El fútbol profesional también sufrió una maniobra un tanto similar. El protagonista fue un conocido de la casa:

Sin embargo, muchos socios piensan en ello. Todos coinciden en la necesidad de volver a Primera y fortalecer las actividades deportivas. Saben que el futuro no se parecerá al pasado. Pero no quieren dejar de ser el factor integrador de una comunidad. Forma parte del sentido de pertenencia de los hinchas. También el de muchos chicos que practican deportes en el club de sus amores, y que sólo conocen las deterioradas canchas del Ascenso. Ferro quiere volver a ser. Su futuro se decidirá en Tribunales.

Las siguientes líneas no forman parte de uno de los capítulos de El Príncipe de Maquiavelo. Se trata del plan que, según señaló la justicia en recientes fallos, tuvo el ex juez Herrera para quedarse con el club. Su principal objetivo era convocar a una licitación, hecha a medida, para la construcción de un centro comercial debajo del estadio. Un supuesto inversionista, que no era otro que un productor periodístico con una cámara oculta, sería

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La extinción de las epopeyas

Diez derrotas boquenses en la Bombonera en el último año y medio, y algunas otras circunstancias, movieron la pluma de nuestro hombre en Río Cuarto. De aquellas historias de canchas invencibles a estas realidades más posmodernas, donde la magia del club visitante modesto ya casi no existe. El muy justo reclamo federal. Por OSVALDO ALFREDO WEHBE

D

ecidido a contar la sensación de canchas inexpugnables para la imaginación de los futboleros de tierra adentro, el pensamiento vuela hacia la Bombonera, el Monumental… A los estadios en donde, con las zapatillas en el barro, cada tarde de la vida soñamos con jugar. Si es con la camiseta de las ilusiones, mejor. Y si no, con alguna de las queridas del lugar en el viejo campeonato Nacional. Y ahí me paré. Fue el momento en el cual advertí que llegar a aquellos templos del fútbol es hoy una quimera para los conjuntos chacareros. Mucho más que treinta y pico años atrás. La cuestión es así. Esto ha sido para nosotros (los mal llamados “del interior”) un ida y vuelta con una estación perdida en el tiempo, pero que, a luz de lo que hoy tenemos, se recuerda como maravillosa. Hasta mediados de los 60, jugar contra los equipos de la AFA era cosa de fechas patrias con sillas en la cancha. Leyendas de punteros que gambetearon alguna vez a Marzolini y arqueros que le sacaron un remate de gol a Luis Artime. Algún empate aún rememorado y triunfos de los nuestros sobre los “monstruos sagrados” que quedaron en la placa del alma y en alguna más real, en un vestuario regional. Cuando al tal Valentín Suárez se le ocurrió lo del Nacional, más para beneficio de las arcas de los clubes directamente afiliados que generosidad para con nosotros, se abrió un telón que dejó ver una historia de epopeyas fantásticas y por los puntos. Era imposible que Club Sportivo y Biblioteca de Provincia jugara en cancha de Independiente o San Lorenzo por los porotos. Y hubo goleadas vergonzantes en muchas ocasiones. Pero en esa historia que terminó a fines de los 80, hay Central Córdoba de Santiago del Estero en la Boca, hay una goleada de Legrotaglie y los cracks del Gimnasia mendocino en el viejo Gasómetro; se recuerda la manera en la cual el San Martín mendocino le quitó el invicto al Boca de Alfredo Di Stéfano en el 69, y siguen las firmas… La de los marplatenses de Kimberley con Independiente, en el 70; la de Alvarado con San Lorenzo, en el 78; la de Cesarini con Racing, en el 82.Y para el orgullo de misioneros y tucumanos, las extraordinarias goleadas de Guaraní Antonio Franco y San Martín a Boca Juniors. Algunos hitos que están acompañados por decenas de victorias más en las canchas lugareñas o en aquellos estadios de los sueños a los que nos parecía imposible arribar. Ésa fue la estación bendita. Nos damos cuenta ahora, aunque sepamos era una limosna. Porque, ¿cómo hago para medir ahora esa sensación de invencibles para los provincianos que tenían esas canchas? No

puedo. Es que no jugamos más contra ellos. El sistema de promedios, en el sube y baja, y los dineros mal repartidos hacen que en el peor momento deportivo de los grandes, los clubes de Ligas no lleguen a jugar por los puntos contra ellos, salvo excepciones de equipos que llegan desgarrados a permanecer en la categoría como pueden. Podríamos nombrar a varios habitantes esporádicos de la Primera División que en un imaginario ascensor van y vienen, y cuando llegan a los estadios soñados, ni pueden saborear su visita: están angustiados o directamente desahuciados. Por eso la historia dice que, en un tiempo, invitábamos a los de la AFA para el 25 de mayo o el 9 de julio. Luego pasamos por el incomparable tiempo del Nacional. Y ahora estamos más lejos que nunca, por la organización del fútbol, que aparenta ser federal y está muy lejos de eso. Me acuerdo entonces de mojadas de oreja en amistosos inolvidables y de resultados por los puntos que emocionaron nuestras tierras. Dos formas de vivir epopeyas. Hoy no sé dónde estamos parados. Seguro peor que en esos tiempos. Por la falta de interés del poder del fútbol para cambiar algo y, mucho peor, por la indiferencia de los representantes de los clubes chacareros, que eran mucho más dignos cuando ponían sillas en la cancha para ver a los jugadores que sólo aparecían en los diarios. OCTUBRE 2010 | UN CAÑO 57


Asunto: COMO EL CLUB ITALIANO De Ana María

Asunto: EL PERIODISMO De Lucas Taskar Tengo 19 años y comencé mi “vida electoral” hace dos años, con la elección para diputados. A los 18, normalmente, uno está en una etapa bien adolescente, terminando el secundario, festejando. Y de repente, ¡tenés que votar a las personas que van a representarte! Nacido en los 90, la frase que más me instalaron en la cabeza es “los políticos son todos mentirosos”. Una afirmación por demás pesimista, sí, pero me cuesta mucho creer totalmente en los discursos de esas personas que se juegan lugares (y sueldos) demasiado importantes. Y ahí aparece un inesperado “salvador”: el periodismo. Por aquellos que lo practican, conocemos mucho más. No suelen esconder sus perspectivas, están mucho más expuestos que las personas que aparecen cada unos pares de años prometiendo, entre otras cosas, “seguridad y prosperidad”. Y cuando los periodistas exponen su línea política, mis dudas comienzan a disiparse: vaya casualidad, mis referentes en el periodismo coinciden en sus pensamientos. Mi credibilidad en determinado discurso político –que me generaba muchas dudas– aumenta, y comienzo a encontrar el camino de mis propias convicciones políticas. Celebremos el periodismo libre, que se escuchen todas las voces. Que todos hablen, informen, halaguen, opinen, insulten, se enojen y se muestren. En definitiva, que el periodismo pueda cumplir una función que hoy en día está delegada en personajes (políticos) a los que es realmente difícil prestarles nuestra confianza.

Asunto: LECTOR INQUIETO De Pablo

La constante lectura de su revista y de otras publicaciones de sus integrantes, me ha llevado a querer conseguir bibliografía relacionada al deporte. Por lo poco que he podido averiguar, en general es difícil conseguir ciertos libros, a saber: -Hagan juego y La intimidad del fútbol, de Ángel Cappa. -Fútbol, dinámica de lo impensado, de Dante Panzeri. -Los colores del fútbol, de Facundo Sava (excelente la nota con el Colo en el último número al respecto). -Futboloscopía, de Juan Herbella. Lo que quería saber es si alguien en su staff sabe de algún reducto donde poder conseguirlos, o averiguar o algo o si debo resignarme a no poder recorrer sus páginas nunca en la vida. Un caño: Parque Centenario o Parque Rivadavia…

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Estimado Víctor Hugo. Aprovecho enviarle este mail, porque ud. ya está adoptado como hijo muy querido en esta patria. Yo soy la señora que le interrumpió su lectura en el aeropuerto de Barajas para transmitirle lo mucho que lo apreciamos y lo admiramos en mi familia, igual que muchísimos argentinos. Charlamos un poquito sobre el problema de Bélgica, de dónde venía... Supe que intervino en una película desarrollada en San Marcos Sierra, y nosotros pertenecemos a este querido suelo cordobés. Por eso me atrevo a contarle una pequeña y linda historia que puede interesarle por su entusiasmo por el fútbol y su exquisita sensibilidad. Hace dieciocho años, un joven cordobés de también 18 años soñaba con ser futbolista. Ese verano entrenó fuerte en el club Talleres de Córdoba y, como hacía diez años que jugaba en torneos infantiles, fue seleccionado. Pero las circunstancias de la vida hicieron que finalmente tuviera que trabajar, y entró a Ciencias Económicas. Enseguida formó junto a otros compañeros de la facultad un equipo, al que llamaron Ascoli (como el equipo italiano). Jugaban con tanto fervor que llegaron a dar la vuelta en el Chateau Carreras como campeones del Interfacultades. Pero este equipo trascendió sus fines futbolísticos, se apoyaron mutuamente en los estudios y en sus vidas, se recibieron, y hoy casados y con hijos, el Ascoli ha cumplido dieciocho años de trayectoria. Hoy sigue compitiendo en el torneo de Ciencias Económicas, con el mismo entusiasmo y la ilusión intacta de los primeros tiempos. Pero la pelota hizo mucho más que divertirlos: los hizo trascender como profesionales, colaborando unos con otros. También lograron hacer una gran familia, y unidos pudieron volcar en la comunidad todo su calor humano. Tal vez no lograron ser famosos futbolistas, pero –le aseguro, Víctor Hugo– que ellos, como usted, son triunfadores con mayúsculas, porque nunca renunciaron a sus sueños, porque creen y luchan por sus convicciones, porque respetan a los que piensan y son diferentes, y porque sus sueños no están en venta. A veces, por ser famosos, algunos dejan jirones de sus vidas en el camino, y si logran ser conocidos públicamente, creen haberlo logrado.Pero eso nada tiene que ver con el éxito y el verdadero triunfo, que se esconde en la grandeza del alma y se proyecta día a día en los seres que amamos y que trasciende cuando trabajamos por un lugar mejor donde vivir. Los integrantes del Ascoli son un ejemplo de vida y éxito. Gracias a la revista por tener excelentes periodistas y comentaristas deportivos como Pablo Cheb Terrab. En su artículo Más Cappista que Cappa, me gustó su comentario: “La gloria no es ganar un título, dar la vuelta olímpica o conseguir un resultado. No es una consagración personal, es mucho más”.

Asunto: MARCELINGUI De Carlos Schneider Hola amigos de Un Caño, espero ser breve en mi mensaje. Primero, obvio, felicitarlos por esta revista, que me parece excelente. Es la única que leo de punta a punta, ya que todas sus notas me interesan. En segundo lugar, quiero saber hasta cuando tendremos que aguantar los relatos de MA en Fútbol Para Todos. ¿Hasta cuando Clemente será Maxi Rodríguez, Silvera-Silvani, Gracián- Graciani? ¿Hasta cuando habrá que aguantar que un jugador que fue remplazado hace 15 minutos siga en el campo de juego? ¿Que el Burrito Ortega haga un cambio de frente de 40 metros y que lo reciba el mismo Ortega? ¿Funes Mori es Fujimori? Ahora se suman


Titi y Marcelo, que están mas para bailando por un sueño que para el periodismo deportivo. Destaco algunos que me gustan: en relato a Marcelo Schinca y Alejandro Depaoli; y en comentarios, a Mario Cordo y Fernando Salceda (creo, de lo mejorcito). PD: ¿Para cuándo un concurso para los fieles? Un caño: Nosotros nos preguntamos lo mismo. Sobre el concurso, pronto será.

Asunto: CORDOBÉS POR ADOPCIÓN De Marcos Saban Quiero decirles, o decirle a Osvaldo Wehbe, que terminé de leer su nota y a pesar de tener 26 años me llegó mucho la forma de vivir el fútbol en Córdoba. Creo que es una lástima que no haya ningún equipo cordobés en Primera. Mas allá de las vicisitudes de las distintas instituciones, Córdoba fue un bastión tanto político como futbolístico en toda la Argentina. Desde una revolución estudiantil hasta un Talleres de Córdoba campeón. A pesar de ser porteño, creo en la importancia de sostener la identidad propia de cada provincia y de cada pueblo. Eso hace que dentro de nuestras diferencias nos enriquezcamos. Por último, extiendo mis felicitaciones a Osvaldo porque cada vez que escribe, tengo la posibilidad de viajar con él aunque sea un ratito.

Asunto: INTERNA EN SAN LORENZO De Mario Raúl Bordón Los saludo desde Concordia (Entre Ríos), les comento que soy abogado y deseo manifestarles mi coincidencia con vuestra temática respecto de que en la década del 90 se reprodujo en el ámbito del fútbol (y del deporte, en general) la misma impronta privatizadora que inundó el planeta y que los clubes dejaron –de hecho– de ser asociaciones civiles sin fines de lucro, que eran patrimonio exclusivo de sus socios, porque ese es el rol social que deben cumplir, para convertirse en negocios privados de unos pocos (aunque poderosos) dueños. Esos dueños los utilizaron con fines de lucro a partir de la aparición de diversas modalidades de privatización encubierta (gerenciamiento, tercerización, comodatos, etc.). Este fenómeno se observa claramente en la gran mayoría de los clubes del interior del país, especialmente en pequeñas ciudades, donde la figura del “dueño” de un club suele estar encarnada por el operador o “puntero” barrial del gobierno de turno. En lo personal, considero que, al compás de los inexorables cambios que se verifican en el planeta, se está retornando (afortunadamente) a la idea de que lo colectivo debe ser la noción central que oriente toda gestión en el marco de los clubes y, dado que soy hincha y que, además revisto en la categoría societaria de “Socio Patrimonial del Interior” de San Lorenzo de Almagro, les ruego que no dejen de tener en cuenta al candidato a presidente de San Lorenzo (en las elecciones que se llevarán a cabo en diciembre próximo) por la Agrupación “Boedo en Acción”, Marcelo Moretti, que es un hombre muy joven y con un proyecto que combina la necesaria transformación institucional con la recuperación de la vieja impronta de un club para sus socios y que –a mi juicio– constituye la mejor opción electoral para enfrentar al actual oficialismo de la lista que tiene el apoyo de Rafael Savino y al anterior oficialismo de la lista de

Fernando Miele, ya que estas dos últimas ofertas electorales son más de lo mismo. Por eso, pienso que Marcelo Moretti puede ser la bocanada de aire fresco que mucha falta le hace a San Lorenzo. Un saludo cordial y felicitaciones por vuestro emprendimiento editorial, que posibilita la existencia de una revista como Un Caño, concebida con una óptica distinta dentro del periodismo deportivo.

Asunto: ANTIBIÓTICO CONTRA LA MALARIA De Lisandro López Es una verdad incontrastable, muy difícil de refutar, que el periodismo (en las últimas décadas) está siendo azotado por dos enfermedades peligrosísimas: la mediocridad y la decadencia. Hoy en día, la mayoría de las publicaciones deportivas presentan redacciones apáticas, insípidas y vacías, con argumentaciones infantiles y carencia absoluta de espíritu crítico. Sin embargo, siempre hay una excepción a la regla. Un Caño (sin dudas, un antibiótico que combate tanta malaria) tiene un tono provocador, cáustico y ácido que genera incomodidad en quienes quieren ocultar la verdad. Además, la prosa es siempre atractiva, las crónicas de temas no muy conocidos son apasionantes, y las opiniones, claras y contundentes, más allá de que uno esté de acuerdo o no con ellas. Hay que celebrar y continuar con el trabajo independiente que realizan los comunicadores de la revista.

Asunto: MANO INQUIETA De Eduardo Federico Díaz Amigos de Un Caño, les escribo para tomarme el atrevimiento de sugerirles una sección. Vale aclarar, igual, que no tengo nada que reprocharle a la revista, que es excelente. Hoy en día, miles de personas están interconectadas vía Internet. Las opiniones, las informaciones y sus interpretaciones van y vienen, y es bueno pensar cuánto mienten los grandes medios de difusión a la humanidad desde hace años. Qué fácil le resultaba a la prensa adueñarse de “la verdad” y transformar su mirada en la mirada de las mayorías. Así como su revista vino a ocupar uno de esos espacios de opinión deportiva que estaba vacío, y que muchos de nosotros esperábamos leer y escuchar; los blogs muestran voces que antes no teníamos, opiniones independientes acerca de infinitos temas. Por lo que me gustaría que analicen la posibilidad de incorporar a la revista una sección dedicada a los blogs de futbol (hay muchos), a aquellos que escribimos sobre futbol y construimos día a día espacios de reflexión y opinión de este “juego” que apasiona a todo el pueblo argentino. Los saludo desde Mano Inquieta Blog.

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La vida de Braian ¿Qué sabemos del adolescente de 17 años que la presidenta de la Nación colocó en lo más alto cuando cerró el discurso sobre Papel Prensa? Un Caño visitó, en Marcos Paz, la humilde casa de Braian Toledo, el mayor proyecto del atletismo argentino. Algún día, la TV se ocupará de muchachos como él. Por DAMIÁN CÁCERES Fotos FABIÁN MAURI

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unio de 2008. El reloj marca poco más de las cinco. Afuera, la mañana está helada. Adentro, también. El viento sopla como nunca. La precaria vivienda con techo de chapas en el barrio Martín Fierro, de Marcos Paz, se mueve y chilla como suplicando no desmoronarse. Braian se levanta del colchón con el que duerme sobre el piso y lo ubica a un costado. El espacio en la habitación es muy reducido. A su lado, en la cama matrimonial, Rosa, su mamá, y Débora, su hermanita de diez años, continúan durmiendo. El desayuno no ha variado: un mate cocido y un pedazo de pan del día anterior. Anoche, el menú fue el mismo. Se cambia rápido y se abriga con poco, muy poco. No tiene una campera. Apenas un par de buzos que, puestos uno encima del otro, le sirven como escudo para enfrentar el frío polar. Sale de su casa, esquiva unos cuantos charcos de barro y escarcha, y camina once cuadras hasta un puesto de diarios donde su entrenador, Gustavo Osorio, lo pasa a buscar con su moto Zanella 125. Jabalina en mano, se acomodan como pueden. Hacen más de 60 km y, tiesos, llegan al Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard), en el coqueto barrio porteño de Núñez. Allí, la geografía es otra. El cambio es drástico. Braian aguarda a Osorio en las gradas de la pista de atletismo (de las pocas que hay en el país con piso de tartán). El Profe ingresa a cursar sus clases para la licenciatura en alto rendimiento deportivo. Pasan cuatro horas y Braian permanece allí. Inmóvil, tiritando por el frío, mientras don Santos, uno de los utileros

del Cenard, le habla y lo distrae un poco. La espera se hace larga. Casi eterna. A las 12 compran el almuerzo: un paquete de galletitas Din Don de chocolate y vainilla. Vuelven a subirse a la moto y emprenden viaje hacia La Plata. Llegan después de dos horas y media. Con semejante travesía, el frío, imperturbable, sigue metido en su cuerpo. Como puede, hace la entrada en calor tratando de concentrarse y dominar cada músculo que tiembla involuntariamente. Y lo logra, como casi todo lo que se propone. Resta poco tiempo para competir. Llega su turno y gana con récord nacional para Menores incluido. Lanza la jabalina como nadie y registra 57,64 m con un implemento de 600 gramos (en Mayores es de 800). La felicidad que siente es inmensa. Osorio, tal como le dice Braian, oculta las lágrimas. Cierra los ojos, recapitula y se da cuenta de que no se equivocó. Hace casi cinco años supo que su discípulo era un tocado por la varita mágica. Vuelve a ocultar el llanto y lo abraza. Sabe también que aún queda mucho camino por recorrer. Ese año, 2006, el pibe de Marcos Paz logra seis plusmarcas nacionales y termina con registros de 64,40 m. La jabalina ya forma parte de su vida, y se convierte en una extensión de su cuerpo. EL BARRIO, LA CASA... La postal del barrio Martín Fierro, de Marcos Paz, es tranquila y apacible, con chicos yendo y viniendo al potrero, que queda ahí nomás, a unos pasos de la casa donde Braian creció.

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Aunque hoy esa serenidad está alterada. El ruido de las sierras eléctricas luchando contra plátanos duros y añosos impide que el mediodía transcurra como siempre. Pero no es sólo por eso. Hace apenas unos días, Braian Toledo llegó de Singapur con una medalla de oro en el pecho, obtenida en los primeros Juegos Olímpicos de la Juventud. La medalla la ganó Braian. La medalla la ganaron también su familia y su entrenador. La medalla la ganó todo Marcos Paz. Por eso, en el Martín Fierro, están conmovidos. Consiguió lo que iba a buscar y le dio al atletismo argentino una presea dorada tras 62 años y 58 de sequías sin podios olímpicos en este deporte. Nada menos. Esa mañana, Braian les ganó a todos. A sus rivales, a la fiebre que lo tuvo en cama a maltraer durante varios días y a las presiones por ser el número uno. Él le resta importancia: “hice lo mismo de siempre. Sólo pensé en mi familia y lancé al infinito”, dice. Igualmente, mantiene la calma y apunta: “todavía no conseguí nada. Es como me dice Yelena (Isinbayeva, la mejora saltadora con garrocha del mundo y su amiga): ‘cada meta es un nuevo

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punto de partida’”. Pero Braian aclara: “soy muy competitivo. No me gusta perder a nada. Cuando jugaba a la bolita con mi primo Iván y perdía, quería volver a jugar hasta que le ganaba. Por eso busco constantemente progresar”. Mientras, al lado de la pequeña casilla donde vive, dos albañiles aceleran el paso para levantar la nueva casa. Por cierto, trabajo que estuvo interrumpido por casi cinco meses. Ladrillos y tirantes de madera de pino van dando forma al “sueño familiar”: dejar el reducido espacio donde viven para mudarse a una casa “con más comodidades”, dice Rosa Hidalgo. Rosa es su mamá. Tiene 36 años, pero parece de muchos más. La tez curtida y reseca da cuenta de ello. Su vida, siempre destinada a criar a sus tres hijos. “Soy madre y padre a la vez”, resume, porque cuando Braian tenía apenas once meses de vida, su papá los abandonó. Rosa llegó a los 14 de Formosa y desde entonces trabajó como empleada doméstica. Ahora, posee un Plan Trabajar por el que cobra escasos $1.200 con los que hace malabares. “No alcanza, pero antes no teníamos nada”, explica, con una


extraña mezcla de resignación y agradecimiento, mientras le da a Ignacio una mamadera. En realidad, debe perseguirlo. El pequeño, de tres años, va y viene. Habla con todos y pregunta qué hacemos en su casa. Claro, él aún no entiende que en su casa vive un atleta olímpico. Dentro de la casilla todo se resume a una mesa llena de cacharros, platos y un termo con el infaltable mate, que tantas veces sirvió de placebo para engañar al estómago vacío. Una cocina a garrafa y una heladera. Al costado, un aparato para centrifugar ropa se incorpora, desentonando, a la melodía de las actividades de la rutina diaria. Hace mucho ruido. Rosa lo apaga y muestra a Un Caño el baño y la habitación donde duermen los cuatro. Todos juntos. Amontonados. Decir pequeña es poco. Detrás de una cortina de tela, que hace las veces de puerta, se accede a un ambiente, el más chico de todos, que sirve como lugar para mirar la tele. Al lado, una computadora que no funciona, algo de ropa doblada y cajas desperdigadas. Sin embargo, ellos se las ingenian para moverse con habilidad por ese lugar pequeño atiborrado de cosas. Hace años comparten el mismo espacio, casi sin molestarse. Saben que siempre se las arreglaron con lo justo, gracias a los pesos que traía Rosa. A Braian se le iluminan los ojos cuando habla de su familia: “sufrimos mucho. Nos costó un montón nuestra crianza. Todo eso me da garra para seguir adelante”. Hubo noches donde la única comida se hacía con harina, grasa y agua fría, más una taza de mate cocido, cuando había. Hubo otras en las que directamente no se comía. Y algunas veces, Osorio aparecía con bolsas del supermercado. Su ayuda siempre fue bienvenida. Osorio, a esa altura, ya era un miembro más de la familia. Al mediodía, Braian y Débora comían en el comedor de la escuela 815, a unas pocas cuadras, donde las calles son de asfalto. En cambio, en el Martín Fierro todo está asentado sobre tierra. Todo. Y cuando llueve se complica el ingreso. “Dicen que falta poco para que empiecen a asfaltar en el barrio”, cuenta Rosa. “Ojalá. Nos vendría bien a todos”, agrega con una sonrisa. Hoy es otra escuela que tiene y contiene (como lo hacen muchas de los colegios de la zona) a Braian entre sus alumnos. Cursa el polimodal en el Nacional Nº2 de Marcos Paz, que le otorgó un permiso especial para asistir sólo tres veces por semana con la condición de preparar trabajos prácticos para recuperar los otros dos días que no va. Todo para que pueda seguir entrenando, con un detalle: Braian es el abanderado de su curso. Las privaciones para los Toledo no son nuevas. Las quintitas de la zona les sirvieron durante años para conseguir frutas y verduras. Y para Braian siguen conformando su comida preferida. “Hace unos años, en un estudio que me hicieron en el Cenard, dio que tenía muchos minerales y vitaminas, pero pocas proteínas, porque casi no comía carne. Los médicos no entendían nada, porque los chicos suelen comer pocas frutas y verduras”, recuerda Braian.

Tres momentos en la vida de Braian: junto a Gustavo Osorio a bordo de la Zanella que hubo que vender, posando en Singapur con Yelena Isinbayeva y con Cristina Fernández al regreso de los Juegos Olimpicos Juveniles.

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EL ATLETA Braian todavía es considerado un diamante en bruto. “Está en pleno crecimiento y desarrollo. No hay que apresurarlo. Todavía es muy prematuro para que compita en mayores”, dice su mentor, Gustavo Osorio. Es cierto. Todavía es muy chico. Y él lo sabe. Sin embargo, piensa más allá de la jabalina. “Más adelante pienso estudiar medicina. Hacer un estudio a largo plazo, porque por ahora no me veo como entrenador”, lanza con timidez, pero seguro de lo que dice. Hasta los 12 años practicaba fútbol en el campito del barrio y atletismo en la Escuela Municipal de Atletismo de Marcos Paz. Su sueño no era ni uno ni el otro. En su cabeza sólo había lugar para el tenis. Pero el deporte blanco estaba lejos de su alcance. Lo jugaba sólo en su mente, ahí practicaba innumerables saques y voleas. Se conformaba con disfrutarlo por la tele. Sobre todo a Roger Federer, su propio número uno. Si bien todo empezó como un juego, al poco tiempo Braian le tomó el gustito a la jabalina. Veía a chicos más grandes lanzar y quería probar. Le insistía al Profe, pero su entrenamiento en el Centro de Educación Física (CEF) Nº 31 de su ciudad combinaba un poco de todo: velocidad, salto en largo, lanzamiento de disco y salto en alto. Todo menos jabalina porque aún era muy chico. Pero Braian insistía. Quería lanzar la jabalina. Tanto suplicó que Osorio aceptó. Nada fue como el pequeño creía. “Pensaba que era fácil, pero la primera vez me doblé la espalda”, narra Toledo. Esa tarde volvió a su casa llorando, masticando bronca y diciendo un rosario de frases venenosas sobre esa disciplina. “Cuando empezó me daba miedo que le pasara algo. La pista está cerca de casa, pero igual me daba cosa. No me gustaba que estuviera tan tiempo afuera de casa”, señala Rosa. Algo pasó por la cabeza de su profesor, porque desde ese momento el que insistía era él, y ahora era Braian el que no quería saber nada. Al tiempo, se le fue la rabia, volvió a probar y nunca más dejó. En 2006, con 12 años, lanzó 38 m con una jabalina de 400 gramos y ganó su primer torneo en el Cenard. “Todavía estaba jugando”, explica Osorio. A fines de 2007 terminó primero en los Torneos Juveniles Bonaerenses, quedó tercero en los Juegos Nacionales Evita y finalizó cuarto en el Sudamericano escolar en Coquimbo, Chile. Llegó diciembre y Braian entrenaba más y más. El estímulo era evidente. “El 17 de diciembre 2007 vino con un planteo que me sorprendió –dice Osorio–: ‘quiero empezar a entrenar de verdad porque no quiero que nadie me

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gane’, me remarcó”. A partir de ahí no paró más. “Cada vez me pedía más. Llegaba temprano a la pista y era el último en irse. Disfruta cada entrenamiento porque su objetivo es lanzar la jabalina cada vez más lejos”, agrega. El compromiso que asumió Braian acaparó por completo la atención de Osorio. Pero la ayuda económica aún era insuficiente. Por eso, el Profe, a fines de 2008, no lo dudó. Vendió su querida moto roja para poder viajar con Braian y los demás chicos de la CEFEMA, la Federación Deportiva de Marcos Paz. “Destinamos 3.000 pesos a los viajes. Por suerte, en 2009 la Municipalidad compró una combi para que la utilice el equipo de atletismo”, explica Osorio. Los logros que fue encadenando Braian lo condujeron a que su municipio lo becara. Al poco tiempo fue el turno de la Secretaría de Deportes de la Nación; así apareció la posibilidad de entrenarse en el predio del Cenard. Aunque Braian, fiel a sus sentimientos, siempre prefirió hacerlo en sus pagos. En la pista que lo vio nacer, bien cerca de sus afectos. Los resultados acompañaban. En julio 2009 en Bressanone, en el norte italiano, con 73,44 m, terminó tercero en el Mundial de Menores. Ese logro significó la segunda medalla para un atleta argentino en la historia en esta categoría, después del oro en salto con garrocha de Germán Chiaravilgio en el Mundial de Canadá, en 2003. Y en febrero de este año, el proyecto comenzó a transformarse en realidad. En tan sólo veintiún días rompió su propio récord. Pasó de 84,85 m logrados en el Cenard a 89,34 m en Mar del Plata, ocasión que le sirvió para llevar a toda su familia a conocer el mar. “Fueron tres días increíbles. Todos juntos en la costa”, dice. El reconocimiento llegó, a pesar de que le hizo sentir cierta vergüenza. Es que no le gusta la fama. Prefiere pasar inadvertido, ser uno más. “No me veo como un ejemplo. Tengo sueños. Soy ambicioso con mis objetivos. Soy egoísta, pero no por evitar compartir. Es egoísmo por conseguir mis metas”, explica. A pesar de su corta edad, Braian se comporta con una madurez que, como mínimo, asombra. Aplacado y con los pies sobre la tierra, sostiene que “es clave no marearse en el camino y ser siempre uno mismo. La suerte es importante, pero siempre hay que trabajar y ser constante”. El tiempo de la entrevista vuela. Pasa muy rápido, quizás contagiado por el vértigo con el que transcurrió la vida de Braian, un pibe de 17 años recién cumplidos, que no se conforma y va por más.



Rápido para los mandados

Ex cronista de La Nación, ex Secretario de Medios de Menem, el hombre que alguna vez compartió coberturas con algunos redactores de Un Caño hoy anda de guantes blancos por Chile confirmando que vivimos en un mundo de vivillos y que Discépolo hizo bien en escracharlos. La historia de Raúl Delgado. Por ARIEL SENOSIAIN

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ifícilmente el periodismo les brinde a quienes lo ejercen el caudal económico para convertirse en empresarios millonarios. Existen casos, pero son minoría. Más común es encontrar esas metamorfosis en aquellos que pasan por la función pública. Ramón Raúl Delgado –más conocido por su segundo nombre– trabajó como periodista deportivo durante más de quince años en La Nación, El Heraldo y La Red, entre otros medios. Se alejó cuando, a principios de los 90, un llamado de Fernando Niembro lo vinculó a Ramón Palito Ortega, y luego ganó un lugar en la política como Secretario de Prensa y Difusión de la gestión menemista. Con la caída del riojano, abandonó el cargo y pasó a dirigir empresas relacionadas con la comunicación y la publicidad. Hasta que se desembocó en el fútbol argentino y sudamericano, encabezando millonarias operaciones. Evidentemente, Delgado guarda relaciones que supo tejer en su momento: su abogado es Elías Jassán, ministro de Justicia de Menem que debió renunciar cuando se conoció su vinculación con el empresario telepostal mafioso Alfredo Yabrán. Si bien había dado un primer paso –típico entre los nuevos ricos que el fútbol aglutina– al invertir dólares en pases de jugadores, Delgado se instaló definitivamente cuando gerenció el club Brown de Arrecifes. En enero de 2003, Walter Cha-

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zarreta, el único futbolista que había permanecido en el club desde la Liga local hasta la B Nacional, disparó en el diario Imagen de Arrecifes: “Se aprovecharon de que Brown estaba necesitado de dinero y ahora lo están vaciando. Adquirieron los derechos federativos de los jugadores y los están negociando para sacar un peso para ellos. En junio, la institución no va a tener nada, si es que todavía existe. Como se van, no les interesa que Brown se mantenga en la categoría. Total, ellos venden todo y chau”. La salida de la gerenciadora coincidió con el descenso sufrido ese año, cuatro meses después de aquella declaración, tras seis temporadas en el Nacional B. Hoy Brown participa en la Liga de Arrecifes. La ley de Sociedades Anónimas Deportivas Profesionales que reglamentó el cambio de gestión en el fútbol chileno en mayo de 2005 le abrió un nuevo frente. Delgado compró la plaza de Unión San Felipe, club modesto del Valle de Aconcagua. Todas las voces coinciden en que su objetivo no era otro que la famosa triangulación. Se sabe: las personas físicas no pueden ser propietarias de pases

de futbolistas. Delgado no fue el primero en utilizar esta fórmula. Apenas vale recordar la unión de Daniel Lalín con Racing de Montevideo, y repasar los 450 mil euros que el Locarno de Suiza recibe del empresario Fernando Hidalgo, que le ha permitido a éste colocar en un club los derechos federativos de Gonzalo Higuaín, Fernando Belluschi y Augusto Fernández, entre muchos otros. La FIFA permite que esta práctica transcurra con normalidad, algo así como una “trampa legal” para eludir dicha prohibición. Y seguirá permitiéndolo hasta que no establezca, por ejemplo, un tope de jugadores profesionales registrados en cada club. La Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados de Chile citó, a principios de septiembre, al presidente del fútbol local, Harold Mayne Nicholls, para que aclare la situación de varios clubes. Uno de sus integrantes, Gabriel Ascencio, adelantó: “Queremos saber si lo que hacen es eludir la imposibilidad de que los empresarios sean dueños de jugadores de fútbol. El espíritu de transformar los clubes en sociedades anónimas era invertir en los equipos, no en la compra y venta de jugadores”

Delgado compró la plaza de Unión San Felipe, club modesto. Todas las voces coinciden en que su objetivo no era otro que la famosa triangulación.


Disponer de Unión San Felipe le permitió a Delgado registrar los derechos de, entre otros, Cristian Leiva, Gonzalo Bergessio, Ignacio Piatti, el chileno Luis Figueroa, Víctor Meza (delantero adquirido al Sportivo Italiano) y, recientemente, Gino Clara. En la mayoría de los casos, además, se trata de jugadores que se fueron en conflicto de sus clubes, lo que deja a Delgado y los representantes con los que trabaja en el foco dirigencial. “Se aprovechan de contratos que no fueron confeccionados con el más alto profesionalismo y fuerzan la salida de los clubes. Hace rato pensamos de qué manera proscribirlos”, cuenta un directivo que todos los martes acude al Comité Ejecutivo de la AFA. A mediados de 2008, Delgado acudió al argentino Roberto Mariani para que asumiera como director técnico. “Me había hecho la primera entrevista de mi carrera”, recuerda Mariani. Y agrega: “Es un club modesto, no van más de ocho mil personas a la cancha. Cuando me llamó, necesitaba que lo salvara del descenso a la tercera categoría. No podía caminar por la calle, lo criticaban fuertemente, le decían que sólo quería hacer negocios mientras el equipo empeoraba cada año. Pude reducir el plantel, el equipo consiguió funcionamiento rápidamente y, más allá de tener un presupuesto acotado, en la primera temporada nos salvamos y en la segunda ascendimos. Hasta dimos la sorpresa ganando la Copa Chile, derrotando en el camino a los principales equipos del país”. Delgado se encontró con un panorama distinto al que había imaginado: un equipo en la primera categoría que se clasificó para la Copa Sudamericana, segunda participación en un certamen continental de la historia para San Felipe. Ya dejaba de ser simplemente una fuente de ingresos paralela. Por eso sorprendió que, en noviembre pasado, dos semanas después del ascenso, no le haya renovado el contrato al entrenador que lideró el cambio: “Supongo que no lo hizo porque yo no iba con el negocio. Siempre los dirigentes quieren ser parte de las decisiones futbolísticas, y en su caso ocurre también que determinados futbolistas deben jugar para valorizarse. Ellos dicen que son una empresa con fútbol, no al revés”, entiende Mariani. Diego Zúñiga es reportero gráfico.

Raúl Delgado, a mediados de los 80, cuando era periodista de La Nación.

Asegura que fue censurado por su posición contraria al manejo de Delgado (“esta temporada los clubes tienen que patrocinar nuestro pedido de acreditación, y obviamente no me la dieron”), reconoce que la gestión generó “orden institucional, desde los micros para los jugadores hasta salarios pagos en fecha” y recuerda, también, la razón de su posición: “Nunca se acercaron a la comunidad siendo que somos un club chico, bien de la zona. Llegaron a cambiar el escudo y hasta el color de la camiseta: pasamos del rojo y blanco tradicionales al verde, el de nuestro histórico rival Trasandino de Los Andes, supuestamente por un tema de marketing. Tampoco informan los balances. En la Superintendencia de Valores supimos que el club todos los años da pérdida, por lo que no tenemos

claro cómo les cierran los números”. Hincha desde siempre de San Lorenzo, Delgado tiene participación en el grupo inversor capitaneado por Marcelo Tinelli y Gustavo Ranucci que nutrió de figuras al Ciclón. Figuras cuyos salarios, en su mayoría, cubría San Lorenzo. Si el club tuvo que conformarse en el último libro de pases con las llegadas del colombiano Leonardo López y el uruguayo Sebastián Balsas, se debió, opinan quienes se relacionan con su vida institucional, a haber gastado lo que no tenía con Andrés D´Alessandro y compañía. Desde la AFIP piden, hace años, un registro con los dueños de los derechos económicos de los jugadores. En la AFA esquivan el tema. Lejos de ponerle reglas al negocio, lo estimulan. Para que el circo siga andando.

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Mentiras verdaderas, verdades mentirosas

No sólo Clarín miente. También los medios surcoreanos se han especializado en la difusión de cuentos de la vida real. Al escuchar sobre “graves hechos” de castigo ocurridos contra los jugadores norcoreanos después de finalizado el Mundial, Un Caño preparó un trabajo internacional que bordeó el espionaje. La conclusión, en la nota de nuestro compañero 007. Por FERNANDO VERGARA

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orea del Norte es el país más hermético y aislado del planeta. Poco se sabe de él, y mucho menos de su fútbol. Los asiáticos viven un comunismo de hierro bajo el ala de Kim Jong-Il, el “Querido Líder”. Su federación no cuenta con página web, su fútbol es una incógnita. Y hacia allí apuntamos, con el afán de aclarar noticias diversas. Lo cierto es que ni siquiera los servicios de inteligencia extranjeros saben qué sucede en ese terreno inexpugnable. Allí están entonces, ellos y sus deportistas, envueltos entre mitos y verdades. En el Mundial de Sudáfrica, Corea del Norte perdió los tres partidos y algunos medios sostuvieron que al regreso –con el último puesto debajo del brazo–, el plantel fue víctima de un castigo y escarnio público perpetrados por 400 personas -oficiales, estudiantes, funcionarios- en Pyongyang, más precisamente en el Palacio de Cultura. Se decía que durante seis horas la gente les profirió insultos y reproches. Y que el entrenador Kim JongHun fue “condenado” a trabajar en una obra en construcción –no renegamos de ello, hablamos de lo curioso–. ¿La razón? Haber traicionado al país y al hijo del ya fallecido “Gran Líder”, Kim Il-Sung. Sonaba a demencia.

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Ahora, ¿cuánto de verdad hay en todo esto? Incomprobable. El autor de esta nota no respalda a este régimen, ni mucho menos. El eje de esta columna es cómo los medios informan, o desinforman, en este caso. Recorrimos algunos que frecuentemente abordan las noticias en Asia, fundamentalmente las que provienen de Corea del Norte. Uno de ellos es Radio Free Asia, emisora ubicada en Estados Unidos, creada por la CIA en 1950 para difundir anuncios anticomunistas en la zona asiática. “Dentro de la lógica enferma del régimen, no es extraño que ocurran estas cosas que se dicen, aunque también es cierto que la propaganda surcoreana y estadounidense sabe mejor que nadie cómo filtrar mentiras creíbles, para aumentar la leyenda de estado maldito norcoreano”, le cuenta a Un Caño el periodista español Angel Villarino, residente en China. Anuncios del estilo, abundan. Podemos remontarnos a la frase que el mes pasado la revista estadounidense The Atlantic le atribuyó a Fidel Castro: “el modelo cuba-

no ya no funciona ni para nosotros”. A partir de esa expresión, los medios interpretaron según su línea editorial. Desde el punto de vista de Castro, había hablado de lo contrario: el modelo que no servía para nada en Cuba era el capitalista. La frase, según conveniencias, voló por el mundo en cuestión de minutos. Asimismo, Corea del Norte tal vez tenga el gobierno con peor reputación en el mundo. Es un régimen que a lo largo de los años acumuló acusaciones y denuncias de gran cantidad de ONG, partidos políticos y gobiernos. Son pocos los turistas que pueden ingresar anualmente al llamado “Reino ermitaño”, donde está prácticamente prohibido el contacto con extranjeros, sin excepciones para los deportistas de elite. “¿Usted quiere hablar con un periodista norcoreano? No lo puedo ayudar. Deberá comprender lo que implica ser un país diferente”, respondió tajante en julio pasado Mats Foyer –embajador sueco en este país–, ante la consulta de este cronista. Obtener respuestas

“Las falsas noticias sobre castigos fueron vertidas por elementos propagandísticos de Estados Unidos y Corea del Sur” (Alejandro Cao de Benós).


por teléfono o vía e-mail fue imposible. Sus habitantes necesitan pedir un permiso especial para marcar un teléfono extranjero, Internet sólo existe en algunos despachos, y salir del país es un lujo reservado a un puñado de altos funcionarios. Pero, tras insistir durante tres meses, llegó un correo oficial. El país más hermético tiene a un español como su embajador internacional. Alejandro Cao de Benós es el único extranjero que trabaja para el gobierno norcoreano, y se ganó la confianza de este régimen no sólo por su compromiso hacia el mismo, sino por diseñar la primera página web oficial del país y fundar la Asociación de Amigos de Corea del Norte. Hoy es el Delegado especial del Comité de Relaciones con el Extranjero, tal como firma en sus correos. Y dice: “las falsas noticias sobre ‘castigos’ fueron vertidas por elementos propagandísticos de Estados Unidos y Corea del Sur. Y muchos medios se hacen eco de la noticia, sin verificar su autenticidad”. Durante el Mundial, Jong Tae-Se –la estrella norcoreana, hoy en el Bochum alemán– manifestó su parecer: “no habrá escarmiento, eso pertenece a una fábula”. El periódico surcoreano Chosun Ilbo pasó de mandar al entrenador a trabajar 14 horas en una obra a referirse a él de esta manera: “Kim Jong-Hun tendrá

Kim Jong Hum, entrenador de Corea del Norte, da indicaciones a Kim Yong Jun durante el mundial de Sudáfrica.

otra oportunidad en la Selección”. Y todo en cuestión de días. Todo vale… En medio del revoleo mediático, el 11 de agosto pasado, la FIFA envió una carta formal a la Federación Norcoreana para pedir explicaciones sobre los rumores. La respuesta tardó, pero llegó el día 25: “los responsables norcoreanos aseguran que no hubo sanción contra el seleccionador y que los trascendidos que han circulado no tienen ningún fundamento”, afirmó la máxima entidad en un comunicado. El presidente de la Confederación de Fútbol de Asia, Mohamed Bin Hamman, señaló que conversó con cuatro integrantes del equipo y que ninguno de ellos denunció malos tratos. Radio Free Asia jamás volvió a mencionar el tema. Su informe tuvo punto final el día que le comunicó al mundo el supuesto castigo. En su primera participación mundialista, Corea del Norte vivió algo similar. Son pocos los que hablan del documental The Game of Their Lives, del británico Dan Gordon, para la BBC. En 2002, Gordon logró reunir a varios jugadores norcoreanos que habían participado en el Mundial de 1966, en Inglaterra. Allí –en plena Guerra Fría– lograron un inesperado acceso a cuartos de final, tras derrotar a Italia 1 a 0. En esa instancia, desperdiciaron una ventaja de tres goles y cayeron 5 a 3 ante

Portugal. Luego, como castigo, algunos de esos jugadores habrían estado en Yoduk, un campo de concentración. En YouTube se puede encontrar el documental. Chequeado en infinidad de ocasiones por el gobierno norcoreano, digitado o no, es muy recomendable. En el material puede verse a quienes hoy ocupan altos cargos militares desmitificando estas acusaciones. Según el entrenador actual, “pocos jugadores del Mundial de Inglaterra siguen vivos, pero nos encontramos con ellos antes de Sudáfrica. En esa época yo tenía 10 años, estaba orgulloso de ellos y los envidiaba”. De hecho, hace algunos días, el equipo femenino del Middlesbrough de Inglaterra visitó Corea del Norte –un acontecimiento inédito– para jugar una serie de partidos. El equipo fue recibido, entre otros, por Pak Do Ik, el ex volante que con su gol mandó a Italia a casa. El gesto no es casual: esa ciudad cobijó a los asiáticos durante su estancia en el ‘66. En la reciente Copa Thang Long –jugada en septiembre en Vietnam–, Corea del Norte estuvo presente, inclusive con seis jugadores del plantel que participó en Sudáfrica. Jo Tong-Sop confirmó en rueda de prensa: “éste es un Sub-23 reforzado, y soy quien dirige al equipo. Pero el entrenador de la Selección Nacional es Kim Jong-Hun.



Pin uno, pin dos, pin tres...

Desde el porteño barrio de Villa Urquiza, la leyenda urbana comenzó a circular. Un equipo de Futsal era invencible. Ante él sucumbían los encumbrados River y Boca. El llamativo nombre de la institución le agregaba épica a toda la historia. Fue entonces que llegamos a Pinocho, para dar testimonio de un cariñoso e insolente club de barrio. Al fin y al cabo, otro ejemplo del esfuerzo y la abnegación de los que menos tienen y mucho logran. Por MARIANO POTEL Fotos MAXI FAILLA

“Qué, ¿son todos de madera?”. Hagan la prueba, estimados cañeros. Pregunten entre sus conocidos si alguno escuchó alguna vez acerca de un club que se llama Pinocho. El que no le apunte algún chiste por demás obvio, le dirá que es un delirio sacado de alguna mente surrealista. Pero para cualquier persona del ambiente del cada vez más popular Futsal argentino, Pinocho es palabra mayor. A veces, decir Pinocho es iniciar una perorata de celos, envidias y, en el mejor de los casos, resignación ante lo que se sabe un final anunciado. Otras tantas, decir Pinocho es hablar de decacampeonatos, invictos imposibles y jugadores del club que son vendidos al exterior. Decir Pinocho es, sobre todo, hablar de la historia de un club que nació con berretines de grandeza que nunca fueron pensados como la realidad que vive hoy. Un edificio bajo, acorde con las casas bajas que inundan la geografía de Villa Urquiza. Una fachada de ladrillos a la vista, dos ventanas con rejas verdes. Un escueto letrero con el nombre oficial –Club Social y Deportivo Pinocho–. No mucho más. Si uno transita acelerado en medio de la vorágine diaria, hasta puede pasar sin notar su presencia. Pero Pinocho está ahí y es parte de la identidad de los vecinos. A pesar de los tiempos modernos mantiene la misma esencia de club de barrio que hace 85 años, cuando fue fundado por Félix Zugasti y un grupo de chicos seguidores de una publicación española que llevaba el nombre del po-

pular personaje que sólo quería ser un niño de verdad. Pinocho mantiene ese componente social (generado en las primeras décadas del siglo pasado) tan determinante en la idiosincrasia argentina, el que liga a las entidades barriales con una función comunitaria. “Desde que nació, el club estuvo al lado del barrio, y los vecinos ayudaron para que esto creciera”, cuenta Eduardo Olmedo, director del Departamento de Basquetbol y guía de Un Caño en la primera recorrida por las instalaciones. “Casi no hay jugadores reclutados en ninguna categoría de ningún área deportiva. El 95% de los que están pertenecen al club” se enorgullece Olmedo, mientras destaca que el equipo de su deporte también es reconocido “en todo el continente” y que otras disciplinas, como la gimnasia, están en primer nivel nacional. “La diferencia es que el área de fútbol está muy bien organizada y montada. Hace muchos años que están trabajando juntos, y son muy conscientes

“Llegó un momento en que al invicto lo llevábamos como una presión. Nos ha pasado de ir primeros, ya ser campeones, y tener que seguir jugando a muerte para no perderlo” (Sebastián Corazza, el capitán).

a la hora de trabajar”, agrega para intentar explicar el fenómeno del Futsal. Lo primero que llama la atención al entrar a las instalaciones que ocupan 7.700 m² sobre la calle Manuela Pedraza (a pocas cuadras del Parque Sarmiento) es la cantidad de gente que da vueltas; sea martes a la tarde, jueves a la noche o sábado a la mañana, siempre es posible encontrar el buffet casi lleno, las canchas de básquetbol y fútbol atestadas de chicos, chicas estirando hasta niveles impensados su cuerpo en los gimnasios, madres charlando en los pasillos… “El único secreto es la capacidad, tanto de los jugadores y del cuerpo técnico como de los dirigentes. Acá no hay una varita mágica que nos hace ganar; si bien es un deporte amateur, nosotros tenemos kinesiólogo, médico, utilero… Tratamos de ser lo más profesionales posible”. Ezequiel Gazzo es la envidia de muchos de sus colegas, y podría ser un paradigma para aquellos apasionados en medir todo en base a los resultados: desde 2008 ganó todo lo que jugó. “Empecé en el 2004, como preparador físico de Facundo (Ruscica, el técnico que comandó el comienzo de esta estirpe ganadora). Después estuve tres torneos como ayudante, y cuando él decidió irse a Italia a dirigir, agarré yo”, le detalla Gazzo a Un Caño, mientras un grupo de chicos le patea a un arquerito bajo la atenta mirada del arquero de la Primera, Santiago Elías. –¿Creés que existe una suerte de

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“mística” alrededor del equipo? –No, es más que nada el fruto de un trabajo. Nosotros nos preparamos para ser los mejores. Y después sí, vale mucho la experiencia de los chicos en situaciones límite, ellos saben resolver finales. Hay muchos jugadores que ganan partidos, pero pocos que ganan campeonatos. Pinocho, gracias a Dios, tiene esa clase de jugadores. Es algo que obtuvieron con el tiempo. –¿Qué cambiaste cuando asumiste como DT del equipo? –Nada. La forma de trabajar es la misma con la que se nos fueron dando los resultados. ¿Para qué cambiarla si te va bien? Lo que sí hay que hacer es capacitarte todo el tiempo, actualizarte, aprender todo lo que se pueda de los brasileños o los españoles, que son los mejores en esto. No es fácil que un grupo de chicos que ya ganó todo te acepte como técnico, más allá de que ellos me conocían de antes. Si vos no te capacitás, ellos se dan cuenta enseguida, saben cuando un DT tiene conocimientos o no. Cada vez que empieza el año, nosotros planificamos el trabajo y se lo comentamos a los jugadores. –¿Y cómo mantenés la motivación en el grupo? –Es fácil, por la mentalidad nuestra. El cuerpo técnico, los jugadores, todos sabemos que Pinocho tiene que ganar todo lo que juegue. Tenemos como una enfermedad de querer ganar, ganar y ganar, y eso es lo que nos mantiene en lo más alto. En cuatro o cinco años perdimos dos partidos e interiormente teníamos una sensación desagradable. El objetivo es siempre lleva a este deporte a lo más alto posible. Los logros del Futsal sorprenden, primero por cantidad y luego por el tiempo en el que fueron obtenidos. Ante la problemática de chicos que llegaban a los 12 o 13 años y abandonaban el club, apare-

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ció la posibilidad de jugar como invitados en el torneo organizado por la AFA. Los directivos no dudaron. Y a partir de allí se conformó una base que ascendió en 2001 a la Primera División. Después, lo conocido: el primer título en el Apertura 2005 y la hegemonía hasta el reciente Apertura, sólo cortada por San Lorenzo, que fue campeón en el Clausura 2006. Cinco años y diez títulos para convertirse en el más ganador de la historia. Como si fuera poco, a eso hay que sumarle los dos títulos del Torneo Nacional (2008 y 2010) y los meritorios podios conseguidos en el Sudamericano de Clubes (tercer puesto en las ediciones 2006, 2007 y 2008), símil de la Copa Libertadores. Igualmente, sin lugar a dudas, el mayor hito del Futsal de Pinocho es el largo invicto que mantuvo durante poco más de tres años, que configuró un récord que será muy difícil de batir: desde la derrota ante San Lorenzo en abril de 2006 hasta junio de 2009 -perdió como local frente a Ferro 5-3-, enhebró 111 partidos sin caídas. “Llegó un momento en que al invicto lo llevábamos como una presión. Nos ha pasado de ir primeros, ya ser campeones con tres fechas de anticipación y tener que seguir jugando a muerte para no perderlo. A eso hay que sumarle que todos

los equipos te quieren ganar: antes de los partidos nos hablaban de eso, para ellos era una motivación”, confiesa el capitán Sebastián Corazza, uno de los históricos. A lo largo de los años, Pinocho se transformó en uno de los más poderosos, económica y deportivamente hablando, de los clubes que participan del torneo de Futsal. Incluso por encima de equipos “grandes” como Boca, River o Independiente. A Pinocho lo viste la marca inglesa Umbro y lo auspicia la empresa de medicina prepaga OSDE. Con el dinero que entra por los auspiciantes y por la televisación de algunos encuentros, los jugadores reciben viáticos que los hacen entrar en una categoría semi-amateur. Igualmente, la gran mayoría de ellos tiene otro trabajo y más de uno se ha perdido algún partido por un compromiso laboral. “Acá hay que laburar y después venir a jugar. Tenemos la suerte de tener una dirigencia que se preocupa para que tengamos todo y sólo pensemos en el Futsal”, explica Corazza. Y agrega: “en ese sentido, estamos a años luz de las potencias. Vos hablás de Brasil y Falcao (estrella del Malwee y considerado el mejor jugador del mundo) cobra 100.000 dólares por mes. El es una excepción, pero allá todos cobran, en promedio, 40.000 pesos por mes”. Un Caño entra en la intimidad del vestuario. Palabras como “esfuerzo”, “fracaso”, “éxito” o “confianza” se entremezclan en diferentes carteles. Hasta que aparece el ritual: tras la charla técnica y la entrada en calor, los jugadores se encierran con el cuerpo técnico y algunos dirigentes para liberar adrenalina. Cantan canciones de la hinchada que hablan de la obsesión por salir campeones, y golpean puertas y ventanas como para que todos escuchen que allí, en el vestuario local, algo se está gestando. Sobre uno de los arcos del gimnasio Don Ernesto Magliarella –en donde Pinocho disputa sus partidos de local–, Cora-


zza y Pablo Fernández (cierre y pivote del equipo, respectivamente) se acoplan a las palabras de su DT. “Siempre se trabaja con mucha humildad, esforzándose al máximo en todo momento. No hay misterios. Y cuando te acostumbrás a ganar, ya no te gusta nada perder. Sabemos que si nos relajamos, nos pasan por arriba”, sostiene Corazza. Fernández se suma: “nuestra mentalidad es siempre superarnos. Es casi una obligación de cada año renovar los objetivos. Al principio teníamos menos recursos y se hacía todo a pulmón. Crecimos, pero seguimos trabajando de la misma forma que hace casi diez años”. A pesar de que ambos estuvieron presentes en los tiempos en los que Pinocho militaba en Segunda y de que vivieron desde adentro todo el proceso, lejos están de subirse a un pedestal. –¿Tienen noción de que están haciendo historia en el Futsal?

–Corazza: No, todavía no somos muy conscientes. Fernámdez: Es medio difícil. A lo mejor, cuando hacés los típicos balances de fin de año o mirás las estadísticas de temporadas anteriores te sorprendés. Creo que nadie toma real dimensión de la historia que se está escribiendo. Lo que ahora es el día a día, mañana será historia. –¿Qué importancia tiene que se mantenga la misma base de jugadores a lo largo de los años? –Es clave el tema grupal. Para nosotros el grupo está conformado por nosotros, por el cuerpo técnico y los dirigentes. Ese tridente es un poco el secreto (Fernández). “A pesar de que estamos en el mejor club de la Argentina y del alto grado de competitividad que hay, en el fondo somos un grupo de amigos. Los que se suman se adaptan rápido, y eso hace fácil las cosas (Corazza). Nueve de la noche. El entrenamiento está por comenzar. “¿Los esperás, que van a entrar en calor?”, pregunta el DT

Gazzo. Los jugadores de Pinocho salen a correr alrededor del Parque Sarmiento con el preparador físico. Adentro, los jugadores de la Tercera terminan su práctica, y en la entrada del gimnasio un grupo de gurrumines espera para ver a sus espejos. Todos ellos son el futuro de Pinocho. “Queremos ir fogueando a los juveniles para que esto no se termine con nuestra generación. Quizás trasladarles nuestra experiencia, pasarles el hambre de gloria. Nosotros no vamos a jugar para siempre; ojalá que ellos puedan mantener el nombre de Pinocho siempre arriba, donde se merece estar”, dirá después Pablo Fernández, cuando se le pregunte sobre el futuro del equipo. Ese futuro en el que se va a tener que sudar mucho para, por lo menos, igualar a este presente. A este campeón. A este Pinocho, un campeón que no es ningún cuento.

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De poco un todo

Septiembre fue un mes raro para el deporte argentino. Euforias de hóckey y básquetbol. Desilusiones de tenis. Esperanzas de fútbol. Todos revoloteados en ese cambalache de país que no sabe si rumbear para los acuerdos solidarios o las salvaciones individuales. Por EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES

“Se juega como se vive”. El ex DT de Colombia, Pacho Maturana, lo dijo alguna vez refiriéndose al fútbol, pero la sentencia fue extendida por otros al deporte en general. Muchos siempre se vieron tentados de comparar al deporte con el país, a modo de espejo o de contramodelo, según conviniera a sus intereses. Si el fútbol cayó en Sudáfrica fue porque así está el país, sin chance de trabajar en equipo, sólo exhibiendo individualidades, llámese Diego Maradona o Lionel Messi. La supuesta creencia de que los argentinos no sabemos trabajar en equipo se estrelló sin embargo con los Mundiales siguientes de las Leonas y del básquetbol. Campeones o no, ambos equipos demostraron un fuerte funcionamiento colectivo y, que se sepa, ellos también son argentinos. Los dos también precisaron del talento individual –Lucha Aymar, Luis Scola– porque la competencia deportiva, se sabe, es algo más que una fábrica de bulones. El año deportivo ofreció como último ejemplo la semifinal de Copa Davis. Antes de la competencia, todos los análisis coincidían en que jamás se había trabajado con tanta antelación para una semifinal y que nunca como ahora el equipo contaba por fin con una gran formación para el dobles. Los análisis eran tan optimistas que se le ofrecía gran espacio a una supuesta puja para definir dónde se jugaría la fina, si Argentina ganaba. Pero la Argentina perdió sin atenuantes. Perder, se sabe, forma parte inevitable de la competencia deportiva. David Nalbandian, 74 UN CAÑO | OCTUBRE 2010

que dio muestras de querer ganar acaso como nadie la Davis, no supo asimilar la derrota, se fue de boca con el capitán Tito Vázquez, éste reaccionó sin la altura del cargo y buena parte de la prensa, lejos de interpretar, alimentó la polémica. Sucede todos los días en otros temas que no forman parte del deporte. Se alimenta la polémica estéril o se recorta la realidad. Los ex presidentes chilenos se toman una foto conjunta por su Bicentenario y el comentario mediático señala que esa imagen, fruto de la madurez democrática, resultaría imposible en Argentina. Lo que se omite es que Augusto Pinochet fue senador y que la mayor parte de sus crímenes siguen impunes. “Nos hace falta un Mandela”, proclaman otros sectores, sin decir que el líder impuso la

política de forget and forgive (olvido y perdón) como solución en Sudáfrica. ¿Sería posible un lema similar en Argentina, donde ni siquiera treinta años después los victimarios se dicen arrepentidos y siguen silenciando sus crímenes? No siempre se juega como se vive. ¿Vivimos los argentinos con el intento de caos ofensivo de la Selección en Sudáfrica? ¿Vivimos con la disciplina de las Leonas, campeonas en un deporte de menos competencia, es cierto, pero esforzadas como pocos otros deportistas argentinos? ¿Somos una emotiva fuerza colectiva como el básquet? ¿Un talento que no acepta la derrota como Nalbandian? Seguramente, somos algo de todo eso. Aunque los lunes, con el resultado puesto, nos sigan recortando la realidad.



Divinas y populares

Con la genial –y sensual– Lucha Aymar de abanderada, las Leonas dieron la vuelta olímpica en sus pagos, para un público que colmó la cancha en Rosario y se apostó ante la pantalla en todo el país, seducido por el talento de las chicas y por la bella historia del espíritu amateur como clave de la proeza. Por ALEJANDRO CARAVARIO

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on la candidez de un niño deslumbrado (que no un adulto encendido por el encanto femenino, el olor de la hembra), el ex entrenador de las Leonas, Sergio Cachito Vigil, describía a Luciana Aymar. La comparaba con artistas canónicos como Leonardo y Picasso por el vuelo de su juego, y se reservó el cierre del discurso para un elogio de su rostro, para él exótico. Se me escapa la fuente porque lo vi en uno de los programas o fragmentos de programas dedicados a las flamantes campeonas del mundo. Al azar del control remoto. Pero era inevitable detenerse en la emoción, reflejada en la mirada luminosa y húmeda, de un hombre atravesado por el amor. O mejor: por la idea del amor. Se sabe que el deporte nos lleva a extremos. De todos modos, esta forma de veneración sonaba novedosa. Porque, incluso entre quienes no conocen de cerca como Vigil a la heroica número ocho, también obró, aunque con efectos más tenues, la seducción del talento inefable unido a la sensualidad. Unido no por debilidad del ojo masculino que escudriña el movimiento estimulante, la curva que debió estar cubierta y se asoma. No. Madura y convencida de un inminente suplemento del estrellato en el mundo del espectácu-

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lo y en las fotos de las revistas, Aymar ha hecho de su destreza sin equivalencias ni oponentes una práctica sexy. Lo mismo que esperan los sponsors de Cristiano Ronaldo, sólo que el portugués, esbelto ejemplar, sin dudas, todavía rema –sin demasiado entusiasmo, hay que decirlo– para ser un jugador destacado. Claro que, a diferencia de Cristiano, capaz de evitar un cabezazo de gol por no desarmar su jopo, Luciana juega como ninguna, pero con el hambre de una aspirante. Quiero decir, con la convicción y el espíritu de cuerpo de la que aún tiene una causa. Dirán que no dispongo de la autoridad en la materia para expedirme. Y es crudamente cierto: salvo en este Mundial, nunca he visto más que breves secuencias de las Leonas, inducido por los ecos de sus éxitos. Y, con la ayuda de los especialistas, me convencí de sus méritos, aunque jamás pude distinguir en el deporte más que una vaga réplica del fútbol, sólo que disputado con un bastón

amenazante y con la maligna disposición reglamentaria de usar una bocha diminuta para mi avanzada miopía.

La otra En este caso, mi lejanía, como la de tantos otros (los más entre la audiencia que transformó a las chicas del hockey en un fenómeno de rating), es prueba irrefutable de la trascendencia (siempre terrenal, ojo) de Lucha Aymar. La bella Luciana, como unos pocos elegidos (pienso en Michael Jordan), es capaz de inyectarle interés aun a la persona más ajena a su deporte. Uno se da cuenta de que juega a otra cosa, de que aventaja por un campo a las colegas (todas notables, también) y de que su muñeca y sus piernas sinuosas son el puente sin escollos hacia el podio. Como si llegara un futbolista de Primera a jugar el picadito de barrigones en la quinta. La idea de hacer coincidir su asombroso gol ante China con el relato del barri-

Recordamos, gracias a las Leonas, que la pasión –además de la destreza, la enjundia y los ovarios a disposición del colectivo y la camiseta– requiere de cierta inocencia.


lete cósmico, monólogo clásico de Víctor Hugo Morales, es un homenaje merecido. Ya que Diego es la medida de todas las cosas, la igualación con nuestro demiurgo expresa la altura de Aymar. Es mucho más que el ingenio de un joven creativo. Después –y a la par– se despliega la aprendiz de perla farandulera. La niña que sueña con el hada y esparce el aura erótica como proyección de ese deseo. La deportista genial y solidaria y la chica que pide a gritos que la miren íntegra, que no reduzcan su cuerpo a las fricciones de la cancha y los quehaceres del vestuario. Esa mezcla, digo, es una pócima poderosa. Difícil que Pancho Dotto, el hombre que controla su carrera y su imagen, repita la eficacia de este modelo espontáneo. No se trata sólo de las hermosas tetas industriales que Lucha colocó de soporte a la camiseta argentina. Además, hay que hacer convivir la mística aguerrida, esa conducta un poco sosa, un poco fanática, de los equipos deportivos y la celebración orgiástica, la montonera que incluye su grito boca arriba (el de Aymar), los muslos levemente separados, el éxtasis.

Apasionadas Desgastado por el uso intensivo en la publicidad por lo general vinculada al deporte, la pasión pasó a ser una idea mustia, una descripción perezosa. Qué pena. Las Leonas, con su bullicio de estudiantes secundarias, con su lágrima fácil y genuina, recuperaron el sentido evaporado. Recordamos entonces, gracias a ellas, que la pasión –además de la destreza, la enjundia y los ovarios a disposición del colectivo y la camiseta– requiere cierta inocencia. Sólo de ese modo alguien se entrega en forma absoluta, vislumbra un destino sin interferencias, mantiene el entusiasmo limpio y renovable. Y, por sobre todo, confía a ciegas en que la justicia, también en las superficies de pasto sintético, siempre será honrada. Así, las mejores –las Leonas– supieron que bastaba con abonar esa posición ventajosa con dedicación y pases cortos, con un dulce sacrificio, y darían la vuelta olímpica. Las chicas fueron campeonas cantadas, una profecía reiterada incluso por ellas mismas, sin que nadie tomara tal presunción

por soberbia. Era la lectura sin dobleces del panorama. La lectura de quien, con inocencia, decía la verdad. En los últimos años, deportes como el rugby y el básquet escalaron notablemente en la tabla internacional y se pusieron a tiro de las potencias hasta entonces distantes. Las claves de la evolución suelen sintetizarse en el roce profesional de los jugadores, en el salto desde la aldea al rigor de las ligas mayores, donde el dinero auspicia la excelencia. Las chicas, en cambio, se consolidaron en lo alto de la

pirámide agitando el desapego amateur como gran fuente de energía. Su conducta relajada y festiva, de adolescentes, hace pensar en un equipo de club. En la recreación apenas sazonada por los puntos en disputa. Pero en la cancha, las chicas te comen los talones y son ultraprofesionales por preparación, calidad y compromiso. No por la guita. Milagro y revolución, el espíritu amateur triunfa en el tinglado mercantil del deporte de alto rango. Una bella historia que cada tanto nos gusta escuchar y aplaudir.

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Porque es un buen compañero…

La eliminación de la Davis confirmó a Nalbandian, pese a que tenía razón en el reclamo, como escrachador y ombliguista bocón. El sorteo del año que viene invita a la ilusión. Eso sí: hay que convencer a Del Potro y amordazar a David. Por JUAN IGNACIO BELTRÁN

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na vez más, miserias en la Davis. Incluso ante un resultado lógico –perdimos contra un equipo fuerte presentando una oposición casi unipersonal–, igual había que armar un poco de quilombo porque, según parece, en la Argentina no hay derrota que se precie que no deba venir con un incendio detrás, y mucho más si, como en este caso, el que acerca el Zippo a la pira es el mismísimo protagonista, tachando de timorato, o mínimamente de mal rumbeado, al propio capitán. Ahora bien, sobre este caso particular de David Nalbandian: ustedes saben que en Un Caño no se acostumbra esquivar el bulto y querrán tener nuestra opinión sobre el diferendo. Veredicto: Nalbi, que sin duda se recibió de escrachador y también de ombliguista bocón, tenía no poca razón en la cuestión de fondo. Tito Vázquez debió, por cruenta que fuera la decisión, dejar en el banco al inocuo Pico Mónaco y poner al cordobés como juga-

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dor número uno del equipo para de ese modo enfrentarlo el primer día con Llodra –un enorme sacador y voleador, pero potable contra la perforadora y magistral devolución de saque del unquillense– y asegurar que jugara el cuarto punto contra Monfils, el domingo, para alargar el suspenso y abrirles paso a los nervios y la presión como factores colaterales de cara al batacazo. Del modo en que se planteó, la derrota de David contra el francés más fuerte el primer día simplificó todo para los locales. Conste que con esto no quiero decir que la historia final hubiese sido otra, sino simplemente que la lógica la marcaba como mejor opción estratégica. La esperable baraja que se nos cae

de la manga es la de señalar la falta de espíritu de equipo y compañerismo del pope de Unquillo. Ya en la triste final de Mar del Plata había sido protagonista, psicopateando a Del Potro y poblando una semana que debía ser histórica de intrigas pasillescas, un estado de tensión lacerante y autodestructivo con demandas económico-políticas disfrazadas de reclamos gremiales, con un franco pulso revanchista contra Del Potro y la Asociación Argentina de Tenis, que le impidieron arriar la sede de ese gran partido a su Córdoba Capital (y quien haga la alusión al libraco de Charlie Marx coronará con éxito este mal chiste). Sabemos que los tenistas, movidos

Este país no resalta por sus ejemplos de compañerismo o juego agrupado y sí, en cambio, por la sobreoferta personalista, el caudillaje excluyente y el divismo.


por intereses, como en este caso, por mezquindades, en tantos otros, o por ese atávico y olímpico individualismo que los llevó, precisamente, a elegir las canchas de tenis por sobre los voluntariados de la Cruz Roja, son de cortarse solos, de hacer la personal. El propio Roger Federer es un abanderado del ausentismo en el equipo suizo. Sucede que aquí ese egotrip encuentra una versión criolla con aditivos de maldad. La consigna del astro argentino promedio podríamos esbozarla así: “me interesa ganar la Davis siempre y cuando mi protagonismo sea unánime, decisivo, ligeramente descomunal y, al mismo tiempo, mi archirrival no tenga motivo alguno para merecer el bronce”. A propósito, los invito a viajar a alguna hemeroteca cercana a vuestros hogares y ver un clásico alusivo de los 80, un manual de autoayuda para la huerta escrito por un tal Vilas, Guillermo: Cómo combatir la germinación de la Batata, aunque ta-

maña empresa nos pueda costar el triunfo en la Davis. Es cierto. Esa tacañería deportiva, los celos mezquinos y demás los convierten en un tentador punching ball para la crítica. Pero aquí me gustaría señalar que los tenistas, sospechosos por naturaleza, no son un caso aislado en esta pampa. Salvo Leonas y Pumas, equipos condenados al compañerismo por el deber ser de sus respectivos deportes, y alguna vez los largos del básquet, tendríamos que comenzar a admitir que este país no resalta por sus ejemplos de compañerismo o juego agrupado y sí, en cambio, por la sobreoferta personalista, el caudillaje excluyente y el divismo. Llueven los ejemplos. Van sólo algunos: Sudáfrica 2010, dentro y fuera del verde césped; Palermo vs. Riquelme; Maradona vs. Bilardo; Passarella vs. Ramón Díaz; Tevez vs. Los amigos de Messi. Y si me apuran, seguimos con la política: recordar el equipazo que ar-

maron De la Rúa y Chacho; o el que traman Cobos con Alfonsín Jr.; o Lilita Carrió versus cualquier aliado potable; los “equipos” de Mauricio; las inefables mutaciones de Felipe y, por qué no, las amplias variantes de sucesión que baraja el espacio oficialista, agotadas en un dormitorio. Pero a no desesperar, muchachos lectores, que para ganar la Davis, en realidad, no es indispensable contratar extranjeros, ni un gran capitán, o tener algo parecido a un equipo. A veces alcanza con tener dos tanques y lograr que simplemente no se apunten entre sí. Y sumarle un buen sorteo, que ya tenemos para 2011: Rumania acá, de arranque, y después, en cuartos, el ganador de República Checa y Kazajistán, también de local, para visitar recién en semis, probablemente, a Serbia. Bastará con convencer a Delpo y amordazar a David para volver a encender los eternos motores de la ilusión.

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Hombres de honor

El 5º puesto de Argentina en el Mundial de básquet fue ponderado por la prensa digno y con momentos heroicos. ¿Por qué los altos del aro salen ganando en la comparación respecto al mismo puesto obtenido por el fútbol en Sudáfrica? Un enviado a Turquía ensaya una explicación. Por GERMÁN BEDER

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n taxista curioso me pregunta cuando regreso de Turquía: “¿por qué se elogia a la Selección argentina de básquet por su quinto puesto en el Mundial y se critica a la de fútbol, que consiguió la misma posición? ¿Por qué, si la de básquet terminó tan humillada como su par? ¿Qué es lo que pasa con los pibes esos que nunca nadie les dice nada cuando pierden?”. Bueno, pasan muchas cosas. Tantas como para que, tras terminar el viaje, el tipo termine reconociendo, por convencimiento, pérdida de interés o desgaste del pasajero, que no podía ser que sólo fueran cerca de cincuenta personas al aeropuerto a buscar al equipo de Sergio Hernández. La Selección de básquet perdió en la misma instancia que la de fútbol (cuartos de final), también por paliza (10485 ante Lituania), y se llevó la misma sensación de fracaso. Sin embargo, tuvo distinta repercusión periodística. Por múltiples argumentos: Argentina fue al Mundial de Turquía sin su Messi (Ginóbili), y en el camino preparatorio perdió a su Mascherano (Nocioni). Fue con el plantel más viejo de los veinticuatro participantes, y con uno de los cinco más petisos. Y se la bancó sin excusas. Perdió por escándalo en el juego clave, sí, pero antes y después regaló un profesionalismo extremo. Me hubiera gustado ver la cara de Verón en caso de tener que jugar en Sudáfrica por un quinto puesto. Tal vez si el fútbol hubiera conseguido mantenerse en la elite de su disciplina durante diez años, podría existir cierta comprensión ante el resbalón como en este caso (que tampoco es tal). La Selección de básquet fue campeona del Premundial 2001, subcampeona del Mundial 2002, subcampeona del Preolímpico 2003, campeona de los Juegos Olímpicos 2004, subcampeona

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del Premundial 2005, cuarta del Mundial 2006, subcampeona del Preolímpico 2007, bronce en los Juegos 2008, tercera en el Premundial 2009 y quinta en Turquía. La Selección de fútbol mayor, en cambio, no gana una Copa América desde 1993. ¿Se puede escribir o hablar de la misma manera de una y otra? Es una tentación (estúpida) manifestar que existe cierta tendencia al elogio fácil con “la Generación Dorada” de parte de la prensa especializada. Y es posible que sea cierto. Pero, ¿qué es lo que se podría criticar? Cuando dentro de cinco o seis años, el básquet argentino vuelva a la segunda línea mundial (de la que escaló sólo por la milagrosa aparición de la base actual y algunos otros ya retirados), se comprenderá un poco mejor el escenario compasivo actual. Hay gente que ahora también compara a las Leonas con la Selección de básquet y saca pecho. Para mí los paralelismos entre disciplinas son absurdos, pero –puestos a bailar– el día en que el hockey femenino sobre césped tenga más de diez selecciones competitivas podremos discutir. El resto de las comparaciones carece de sentido: ni los fracasos repetidos del fútbol, ni los Pumas (el rugby, más allá de lo que piense el COI, no es deporte), ni el tenis (un conjunto de individualistas con menos ganas de juntarse que los Redondos) podrían soportar un mano a mano con este equipo. Desde 2001 que Argentina no cae del quinto puesto en torneos decisivos. Es posible que nunca más se repita una camada como la actual. Acá no hay internas, no hay histerias (todos los días se atiende a la prensa), no hay nada. Posiblemente se trate del grupo con más concepto altruista de la historia del deporte nacional. El exitismo por un resultado puntual queda ridiculizado. No es de chupamedias, es consideración.


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La canasta corporativa

Se nos enojó el cronista. Harto de seguir los partidos del Mundial de básquetbol y no recibir explicaciones profundas de nuestros colegas, resolvió teclear una comparación entre el periodismo del fútbol y el del sano deporte de los lungos. Por PABLO DE BIASE

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l básquetbol, como cualquier pasatiempo popular, tiene amantes y detractores. Y cuando hay alguna competencia importante, curiosos que se arriman a sus arrabales. Pero de lo que carece el básquet, el mundo del básquet, es de una prensa crítica que desmenuce su pulpa con ojos escrutadores. A cambio de una visión integral, los expertos en básquet acumulan cantidades increíbles de estadísticas intrascendentes. No se trata de herir susceptibilidades, sino de evitar la negación de realidades. Así como no hay dudas de que se trata de un deporte popular en la mayoría de los países, Argentina incluida, se trata también de un deporte formativo y participativo: después del fútbol es el juego más practicado en todo el planeta. Es que, más allá de tecnicismos y cuestiones reglamentarias que mutan mes a mes, los rudimentos del juego son comprensibles para cualquiera: hay que embocar la pesada pelota naranja en el aro, y el que la emboca más veces gana. Con un solo aro, un pedacito de un patio y una pelota, dos o tres personas pueden divertirse y moverse un rato largo. Ahora, cuando se trata del gran circo profesional, a diferencia del fútbol, del tenis o del boxeo, no existen miradas que nos expliquen y nos muestren lo que no es evidente a los ojos ingenuos o ignorantes. No hay críticos de básquet en la Argentina, sólo voceros y pregoneros, con una lógica corporativa que abruma. Como si se tratara verdaderamente de una “familia”, algo que se puede justificar en deportes en los que seguidores, practicantes y comentaristas no pueden ser discriminados con facilidad (y que en total son unos pocos cientos), los periodistas de básquet llaman a los jugadores de la Selección (muchachos millonarios, sometidos a la misma lógica despiadada de todos los circos del espectáculo) como si fueran sus primos o sus mejores amigos de la escuela: no tienen apellidos, sólo nombres y apodos. Así, un lego vulgar que ve que Lituania nos pegó una paliza tiene que tragarse, como justificativos por la derrota en los comentarios del partido, lo que en los análisis previos eran fortalezas que permitían alentar esperanzas. Así, la experiencia heroica de

la Generación Dorada se convierte en un desventajoso promedio de edad de 30,5 contra 24,2 de los rivales, y Delfino (por poner el ejemplo de lo que desde la ignorancia nos parece un pechito frío) pasa de ser un dotado a una víctima del esfuerzo. Y las imposiciones mafiosas de la NBA, en boca de quienes son campeones del antidoping, son sólo lecciones para mejorar el deporte. En definitiva, los cronistas y analistas tendrían que deberse, formalmente al menos, a sus lectores, oyentes, televidentes… En una traspolación que haría enrojecer de vergüenza al propio Julio Grondona, los periodistas de básquet, muy campantes, afirman que esto o aquello le hace bien o mal al básquet, como si fueran delegados del deporte en los medios y no periodistas cubriendo acontecimientos deportivos. No embromemos, si el quinto puesto en el Mundial de fútbol, tras ser goleados por Alemania, fue un fracaso, ¿por qué el quinto puesto en el Mundial de básquet, tras ser goleados por Lituania, no es un fracaso? ¿Porque decirlo le hace mal al básquet? ¿O porque nos preocupa que Luisito, Huguito o Cachito se depriman? ¡Por favor!

OCTUBRE 2010 | UN CAÑO 81


Segundos afuera...

La chicha de jora, bebida milenaria de los incas, basada en la fermentación del maíz y poseedora de la esclarecedora virtud de otorgarnos la felicidad de la embriaguez, ha hecho estragos con uno de nuestros cronistas. No se recomienda su ingestión mientras se observa un partido de básquetbol. Por PABLO LLONTO

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l irrepetible segundo que usted inició con la lectura de este párrafo ya ha pasado. Es decir, usted más o menos sabe cuánto dura un segundo de su vida. De chiquitos, por ejemplo, nos contaban que si decíamos la palabra “elefante”, eso equivalía exactamente a un segundo. Y así contábamos en las escondidas, o cuando el solemne juego invitaba a encontrar la respuesta mágica de un acertijo en menos de diez segundos. Solamente el señor Piña, omnipotente profesor de Física en la escuela, secundaria y católica, negaba nuestro saber barrial: “un segundo es la duración de 9.192.631,770 períodos de una radiación que se emite entre los dos niveles híper-finos del átomo de cesio 133, colocado a nivel del mar”. Nunca lo entendimos a Piña. Mucho menos aquel mediodía subjuntivo del domingo 10 de septiembre de 1972. La TV de dos colores traía la animada final del básquetbol olímpico durante el furor de la Guerra Fría. Juegos de Munich. Estados Unidos vs. Unión Soviética. Faltaban tres segundos para el final y los yanquis ganaban por 50-49. De pronto, suena la chicharra. Todos saben hoy que durante siglos se hablará de uno de los finales más emocionantes de la historia deportiva. Repeticiones, relojes descompuestos, invasión de zona, tiempo muerto… Todo sucedía en esos teóricos “tres segundos”, mientras el infante en su casa contaba “un elefante, dos elefantes, tres elefantes...”. Y así otra vez: “un elefante, dos elefantes, tres elefantes”. Nunca llegaba el final. Hasta que la bola llevada por la mano de Belov consagró a los rojos: 51-50. Fue entonces que el niño que habitaba en mi elaboró la teoría de los tiempos del básquet. Y la puso a prueba en cada Juego Olímpico, en cada torneo Mundial, en cada Sudamericano, o en las precarias canchas del más argentino de los campeonatos. Se llamaba “el teorema de la canasta”. Y decía más o menos así: “un segundo en el básquetbol es igual a tiempo total de juego reglamentario, más tiempo neto del último partido al cuadrado, dividido por tiempo real de duración del partido, menos cantidad de tiempo muerto utilizado en el último partido”. 82 UN CAÑO | OCTUBRE 2010

La fórmula se escribió en una hoja cuadriculada que el profesor Piña jamás vio. Un segundo en el básquetbol = a + b2 /c – d. El resultado solía darme 13 segundos. Pero el ensayo fue eterno. Pasaron Montreal 76, Moscú 80, Los Ángeles 84, Seúl 88, Barcelona... Y los Mundiales, los Preolímpicos… Treinta y ocho años después, durante el Mundial de Turquía, el partido entre la Argentina y España sirvió de nueva comprobación. Calculadora y cronómetro en mano, empecé a ver el partido. El mismo niño de aquel mediodía de USA-URSS sacaba las cuentas que lo martirizaron durante más de tres décadas sin poder comprobar que un segundo en el básquetbol equivalía a trece segundos de tiempo real. Pero esta vez el teorema se ajustó a tamaña creación. La cuenta brindó el resultado esperado. No hubo emoción ni celebración. Tan sólo unos pelos blancos, cincuentones, vagando por el pullover negro. Y en el sillón de un living añejo, la hoja cuadriculada ahora aguarda ansiosa convertirse en una página anexa del célebre libro El prodigio de los números, de C.A. Pickover.




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