Revista Un Caño - Número 24 - Abril 2010

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El relator del pueblo Por ALEJANDRO LINGENTI

¿Hasta cuándo habrá que tolerar a Marcelo Araujo? Que el kirchnerismo es un mar de contradicciones, se sabe de sobra. Pero el regreso de este personaje detestable, ícono del menemismo, defensor del antifútbol y cultor de la estupidez enunciada con tono sobrador parece demasiado. Además de ventilar cuestiones del micromundo del periodismo deportivo que sólo le interesan a él y oficiar de alcahuete de sus actuales patrones, Araujo es un insulto permanente a la paciencia del televidente. Hace diez fechas que le dice Silvani a Silvera (a su favor hay que decir que en el micromundo todos los Ayala de aquí a la eternidad serán ratones y todos los futbolistas cuyo apellido empiece con “Silv” probablemente cuquis, lo que en una mente cansada puede provocar confusiones), y en el último Racing-Boca, después de escuchar una vez los apellidos del banco de Boca, Hauche pasó a ser Mouche, primero, y ¡Houche!, después. El Keko Villalva, por supuesto, fue varias veces Villagra, y hubo varios jugadores que en el mundo paralelo del Fútbol Para Todos siguieron en cancha a pesar de haber sido reemplazados media hora antes. Ninguno de los chupamedias que lo ensalzan repitiendo el ridículo mote de “relator del pueblo” se anima ni siquiera a insinuarle que corrija alguno de los cientos de errores que comete por jornada, no vaya a ser que el jefe se enoje y lo

deje sin trabajo. Secundado por un secuaz que habla de exotismos como la “ambientación del contraataques” (¿?), Araujo se nos ríe en la cara todos los fines de semana y confirma al menos dos cosas: que en la Argentina la impunidad es regla y que la marginación de TyC y el Grupo Clarín no implica necesariamente que el negocio del fútbol haya dejado de ser una cloaca.

Charlotte Gainsbourg: buena cepa Por A.L.

C

harlotte ya viene con una marca de fábrica de peso. El apellido que lleva simboliza muchísimo para la cultura francesa contemporánea: Gainsbourg, el inefable Serge, fue probablemente el bon vivant más talentoso y seductor que uno recuerde. Y un cantante que grabó unos discos gloriosos, también. Pero ella ha sabido potenciar ese impulso espiritual, rodeándose siempre de grandes artistas: Michel Gondry y Lars Von Trier, en cine; Nigel Godrich y Air, para su primer álbum, 5:55, y Beck, para IRM, el segundo, de reciente edición en Argentina. En IRM, Charlotte se entregó por completo a las exploraciones sonoras de su productor norteamericano –que además escribió todos los temas-, y por eso el disco suena en más de un pasaje

muy parecido a lo que Beck viene trabajando en sus propias canciones en los últimos años. Pero hubiera sido un desperdicio no aprovechar esa capacidad para sugerir con el susurro que Charlotte heredó de su mamá, Jane Birkin, y ahí están Time of the Assasins y La Collectionneuse para ratificar esa tradición que han honrado decenas de cantantes francesas. Lo que Beck le aseguró a Charlotte es un sonido que esté al día con las últimas tendencias (Me and Jane Doe, por citar un ejemplo, es algo así como Panda Bear un toque pasteurizado) y una canción realmente estupenda, de las mejores que vamos a escuchar este año, Heaven Can Wait, una de ésas que ponemos en loop en el iPOD durante días y días. Es muy linda, canta bien, es buena actriz... La cepa Gainsbourg no podía fallar. ABRIL 2010 | UN CAÑO 11


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