De la diversidad de historias: De cómo conocí a mis vecinos antes de escribir esta columna (I)
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Catarina Von Bora Periodista, caminante, penquista Twitter: @cerocreditopami
SER SOLA trae ciertas ventajas. Aunque tampoco sé si se trata de ciertas, pero estoy segura que trae el CIEN POR CIENTO de caóticos, pero ventajosos momentos. Paso a argumentar: De las cosas malas que te pueden ocurrir viviendo contigo misma o mismo (aparte de aumentar tus autoentrevistas mentales, hablar sola básicamente) es que las palomas consideren que necesitas compañía y vengan a tu balcón a diario a demostrarte que tienen sistema digestivo: Y QUE LES FUNCIONA. No suficiente con ello, las ratas voladoras sienten que tu balcón es lo suficientemente cómodo como para formar familia. Con este panorama ya puedes llamarte con propiedad “la loca de las palomas”, hasta te inventas un sonido particular para espantarlas. En mi experiencia probé varios tonos, impostaciones de la voz, proyección, todo lo que he aprendido recorriendo varios talleres de teatro para llegar al sonido perfecto que básicamente es algo como: - ¡Owegywegiewwbpvnpsdmdsvpn! A esto tienes que agregar un aleteo desenfrenado y por supuesto que no debe faltar la ropa andrajosa, en serio, sino no funciona. También están tus compañeros de trabajo que se espantan con tu nuevo zoológico vertical y te meten diversos miedos. Lo mínimo son los ácaros, como si no pensara suficientemente en ellos todo el día ahora se constituyen como mi familia. Vamos al grano: lo que le da más sabor a todo es que llovió y las plumas de estos hermoso especímenes que el Dios del pastor Soto trajo al mundo TAPARON- MI-BALCÓN y por tanto hicieron una GRAN-PILETA para toda la puta palomillá. En serio, fue una prueba del destino. Yo lo que pensaba era: como chucha el papa JPSECOND nos hizo creer que una paloma blanca era la paz, si son el infierno en persona. Otro desacierto de la iglesia católica. Pensé en abandonarlo todo, pero no podía. El siguiente sábado debía recibir al maestro sanitario que vendría a confirmar si la filtración del desagüe (otra historia) que llegaba al subterráneo del edificio era mía o no. Con este escenario tan glamoroso, de esos que siempre soñé cuando chica y me proyectaba viviendo sola, mi única opción era no seguir haciéndome la loca. Sólo bastaba con imaginar cuando llegara el calor y esa piscina comenzara a bajar de nivel hasta quedar con un quesillo de excremento de paloma putrefacto cocinándose. A todo esto, el huevo de la familia paloma se había caído, por ende había un feto disuelto en mi balcón (juro que no hice que esa paloma abortara). Llegó el sábado. La suerte estaba echada. Agradezco enormemente no sólo los servicios del instalador sanitario que descartó que mi lavadora fuera la culpable de la cascada del estacionamiento, sino que también que me haya motivado indirectamente a querer limpiar lo que pensé que jamás tendría solución y además me hiciera conocer a mis jóvenes vecinos sin polera. Este diverso relato continuará…