Los vínculos que elegimos
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SUMARIO 03 EDITORIAL. Los vínculos que elegimos 04 EN PANTALLA. Hablemos de Piratería 08 ENTREVISTA. Georgina Barbarrosa 10 EN PANTALLA: Esas curiosidades que alimentan la pasión 48 ANIVERSARIOS 50 CONEXIÓN EDUCATIVA. Grilla de programación 52 GANADORES DE CONCURSOS Y SOLUCIONES
54 JUEGOS EN RED
Año 19 - Nº 221
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isis”. Así se titula uno de los documentos más antiguos de la literatura donde se habla de la amistad con esta palabra, que en griego se dice “philia”. Fue Platón quien, en uno de sus famosos diálogos, reunió a un grupo de jóvenes llamados Lisis, Menéxeno, Hipótales y Ctésipo junto a Sócrates, y registró conceptos sobre lo que ellos pensaban que era la amistad, en un intento por definirla, arribando a una conclusión acertada pero que no llegó a conformarlos: un vínculo de amor entre seres humanos, en sentido amplio. Sin embargo, al final del diálogo, los participantes hallan una única verdad, la de que son incapaces de decir qué es la amistad. Años más tarde, Aristóteles, discípulo de Platón, se atrevió a decir que la amistad era necesaria para vivir y que nadie querría hacerlo sin poder compartir con otros, aunque tuviera todos los bienes del universo. Propuso además que, como las cosas se aman por uno de tres motivos –por ser útiles, por ser agradables, o por ser buenas-, entonces tres eran también las clases de amistad aunque con sus consideraciones. Claro está que la que ligaba el amor con la utilidad no terminaba en nada bueno. Tampoco la de la condición agradable, que apelaba a lo estético. Sin duda y a pesar de los siglos que pasaron, todos concordaremos hoy que aunque la amistad sea difícil de definir, está basada en un sentimiento virtuoso de igualdad, bondad y amor desinteresado. Este 20 de julio llega un nuevo Día del amigo, aunque muchos puedan considerarlo como una fecha con lazo comercial como otros días festivos que invitan a reunirse, salir, regalar. Esta fecha quedó instalada en el calendario argentino, a partir de que el hombre puso el pie en la superficie lunar, en 1969. Ese día, un odontólogo llamado Enrique Ernesto Febbraro tuvo la idea de conectarse con el resto del mundo a través del envío de cartas. Mil, para ser precisos. A diferentes personas, de diferentes países, al modo de esas cadenas de correo postal (que nada tienen que ver con el reenvío de mensajes por Whatsapp) a las que muchos de nosotros jugamos cuando éramos chicos en el interior del país. El 70 por ciento de los receptores de esas cartas le respondió a Enrique. “Viví el alunizaje del módulo como un gesto de amistad de la humanidad hacia el universo y al mismo tiempo me dije que un pueblo de amigos sería una nación imbatible. ¡Ya está, el 20 de julio es el día elegido!”, les explicó. De ese círculo virtuoso en el que participaron los 700 primeros elegidos, quedó la costumbre extendida de juntarse con amigos y celebrar. Sin embargo, está claro que esa “familia elegida” que los humanos encontramos en distintas etapas de la vida, resulta fundamental en cualquier día del calendario. Los primeros llegan cuando somos chicos: nos hacemos inseparables en el jardín de infantes, encontrando esa alma gemela en quien nos vemos reflejados, con quién compartimos o peleamos por un juguete hasta llegar al consenso, o quién nos hace olvidar que nuestra madre no está cerca. Luego, se vuelven nuestros compañeros predilectos de aventuras, son confidentes de nuestros secretos, son quienes comparten esas horas de no hacer nada, pero que tan valiosas nos resultan en la cuenta final del día. Son los que te cuidan cuando estás enfermo, los que se convierten en testigos de alegrías y tristezas, los que se vuelven hermanos y tíos de nuestros hijos aunque no tengan papeles. La amistad encuentra múltiples definiciones y puntos de coincidencia entre las personas y aunque cueste conceptualizarla, es un vínculo elegido que vale la pena atesorar.
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