Revista rct 67

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En un mundo en el cual proliferan de manera exponencial la producción y el intercambio de contenidos digitales, acceder a Internet ya no es lo mismo que acceder a “la Verdadera Internet”. En el primer caso, se ilustra la realidad de aquellos usuarios que tienen la posibilidad de conectarse a la red, pero no logran una experiencia de navegación óptima que les permita incorporarla como una herramienta que modifique radicalmente su calidad de vida. Así, se configuran situaciones de las que todos hemos sido alguna vez testigos: un video en Youtube que requiere horas para reproducirse por completo; los contenidos gráficos de los website que se pixelan al bajar; un tiempo de espera insoportable para acceder a una web y ni hablar de utilizar aplicaciones móviles con algo de dignidad. En su conjunto, la agregación de estas frustraciones individuales configuran una sociedad pálida, que puede disfrutar, de manera esporádica e interrumpida, algunas de las promesas básicas de conectividad universal de Internet, pero sin una transformación disruptiva del presente: Internet está relegada a ámbitos específicos, funciona dentro de compartimentos estancos. En el segundo caso se agrupan los privilegiados que se conectan a “La Verdadera Internet”.

¿Quiénes son? Aquellos que pueden visualizar contenidos digitales en tiempo real -porque las latencias de llegada de información son ostensiblemente menores-; los que pueden disfrutar de una alta calidad del contenido multimedia –dado que la eficiencia en la entrega de información aumenta-; los que pueden realizar una videoconferencia entre los puntos cardinales más lejanos sin deterioro de la imagen y la voz; los que pueden estrechar verdaderos abrazos virtuales, aunque se encuentren a miles de kilómetros los unos de los otros, porque sus aplicaciones móviles funcionan con velocidad y eficiencia.

Conforman, en definitiva, una sociedad que avanza hacia formas innovadoras de interacción, mejorando la calidad de vida de sus integrantes: Internet traspasa las fronteras del computador e invade, como un flujo, todos los ámbitos: la economía, el ocio, la educación en línea, los sistemas de monitoreo en tiempo real, la telemedicina, el transporte, la industria… ¡Ahora hasta el fútbol mundial se basa en procesamiento de Big Data para mejorar el rendimiento de los jugadores! Esta es la sociedad de “La verdadera Internet” y hoy, esta Verdadera Internet ya está materializándose como una realidad en Latinoamérica.

¿Cómo se configura el ecosistema de “la Verdadera Internet”? Hasta hace no muchos años, los latinoamericanos éramos rehenes involuntarios del primer grupo.

¿Por qué? Dado que no había redes de interconexión óptica entre los países de la región, todo intercambio de contenido entre ellos debía conmutarse mediante Estados Unidos, donde confluyen la mayoría de los cables submarinos. Esto tenía varios correlatos: 1) Distancias: la información debía recorrer muchos kilómetros desde donde era solicitada hacia donde estaba almacenada, generando tiempos de espera muy altos. 2) Calidad: la información debía atravesar múltiples jerarquías (proveedores y sistemas de transmisión), lo que se traducía en pérdida de paquetes y saltos (interrupciones y demoras). 3) Costos: a mayor distancia, mayor es el ancho de banda requerido para transportar datos. Así, se encarecía el servicio desde la perspectiva del usuario y el hosting desde la perspectiva del desarrollador. Ergo: pocos contenidos disponibles en la región, pocos contenidos desarrollados en la región, pésima calidad de la experiencia de navegación y como si esto fuera poco, ¡facturas mensuales elevadas!

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