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Ensayo

ron atrayendo más y más de manera paulatina, hasta que lo leí completo sin parar. Hoy en día lo recuerdo con nostalgia. Y lo he buscado varias veces, cuando he estado en casa de mis padres. Pero el libro ha desaparecido. Mi madre no había advertido su ausencia. No recuerda si lo prestó. No obstante que el texto de Juan Amparán es bello e inspirador, no fue el que me llevó a tomar la decisión de leer para toda la vida, ni me apasionó ni provocó en mí esa sed insaciable de la lectura. Habrían de pasar algunos años, hasta que cumplí los quince, para encontrarme con las películas de Harry Poter. Me encantó toda la serie. Y cuando terminó, en noviembre del 2011, me quedó la sensación de que algo había quedado trunco; que había tantas interrogantes que por sí mismas las películas no respondían. Y fue entonces que me dispuse a llenar ese vacío acudiendo a la lectura. Empecé a juntar dinero para comprarme los siete libros que conforman la saga. Pero me urgía tenerla. “Con el poquísimo dinero con que cuento nunca alcanzaré a ahorrar lo necesario”, pensé. Era tanta mi desesperación que uno de mis compañeros de la preparatoria me comentó que él tenía el primero de la serie y que me lo prestaría. Y acepté gustosísimo, por supuesto. Le rogué que me lo llevara al día siguiente, y que en cuanto lo acabara de leer se lo regresaría. Lo devoré en dos noches, aunque tardé en devolverlo; me resistía a deshacerme de él. Una parte de mí sentía que era el libro el que me había escogido para ser suyo; la otra —más juiciosa— me insistía “¡déjate de tonterías, el libro no te pertenece, debes restituirlo!”. Y así lo hice… una semana después. “Gracias, aquí tienes el libro”, le dije con una sonrisa. Mi amigo jamás se enteró de la bronca interna que había librado para

La inigualable aventura de leer

que ese volumen de Harry Poter retornara a su propietario real. Eventualmente reuní lo necesario para comprarme la colección. La leí de cabo a rabo. Con la saga de Harry Potter tuve la experiencia sin par del placer de la lectura; la vivencia de recrear con la imaginación mundos alternos que nos hagan más entendible la realidad en que vivimos inmersos. Comprendí así que en la literatura me esperaba un tesoro espiritual inagotable. Desde ese momento decidí convertir la lectura en una práctica de vida y comenzar a crear mi biblioteca personal. J. K. Rowling, autora de Harry Poter, afirma: “Si no te gusta leer es porque aún no has encontrado el libro indicado”. Yo estoy de acuerdo con ella: para entusiasmarse con la lectura uno debe descubrir una razón poderosa que nos haga echar a un lado las excusas, tomar el libro y comenzarlo a leer. Como estudiante de ingeniería del Tec Laguna uno puede argumentar cualquier pretexto para no leer: tengo mucha tarea, necesito estudiar para un examen, voy a hacer un trabajo…, en fin, un sinnúmero de disculpas; pero, ¿quiénes se esconden detrás de ellas? Pues los que ven en la lectura una actividad inútil, sin sentido ni beneficio, que realizan en todo caso por obligación. Pero no tiene que ser así. Cuando alguno de mis amigos me pregunta cómo acercarse a la lectura yo le respondo con base a mi propia vivencia. “Lo primero que debe quedarte claro” —le digo— “es que no se trata de leer cualquier cosa (un libro de texto, un manual de instrucciones sí se leen como una tarea impuesta), sino de acercarse a la literatura. Hay millones y millones de libros en el mundo de los cuales puedes escoger. Lee lo que más te atraiga: un cuento infantil, una novela clásica, poesía, tea-

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