Revi psicoanálisis Vol XX N° 1

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PSICOANALISIS

REVISTA DE LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA COLOMBIANA SOCIEDAD COMPONENTE DE LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA INTERNACIONAL

ENERO - JUNIO 2008 VOLUMEN XX NÚMERO 1 EDITORA Hilda Botero Cadavid COMITÉ EDITORIAL Iván Jiménez Rojas Henry García Moncaleano Italo di Ruggiero C. COMITÉ CIENTÍFICO Geny Talberg - Membro Associado da Sociedade Brasileira de Psicanálise do Rio de Janeiro. SBPRJ. BRASIL Johanna Trip - Miembro Titular Asociación Venezolana de Psicoanálisis Asovep VENEZUELA Scarlett Garbán de Ayala - Miembro Titular de la Asociación Venezolana de Psicoanálisis Asovep VENEZUELA Sergio Nick - Membro Associado da Sociedade Brasileira de Psicanálise do Rio de Janeiro. SBPRJ. BRASIL Eduardo Laverde Rubio - Miembro Titular Didacta Sociedad Colombiana de Psicoanálisis SCP. y Miembro Titular Asociación Psicoanalítica Colombiana APC. COLOMBIA

Mario González Velásquez - Miembro Titular Didacta Asociación Psicoanalítica Colombiana APC. COLOMBIA Fabio Eslava Cerón - Miembro Titular Didacta Asociación Psicoanalítica Colombiana APC. COLOMBIA ASESOR EXPERTO DEL COMITÉ EDITORIAL Ernesto L. Ravelo C. CORRECTOR Alvaro J. Botero C. Dirección de la revista: revista@asociacionpsicoanaliticacolombiana.org

ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA COLOMBIANA (A.P.C.) SOCIEDAD COMPONENTE DE LA INTERNACIONAL PSYCHOANALYTIC ASSOCIATION (I.P.A.) Calle 134 # 17-71 Teléfonos: (57 1) 522 7627 - (57 1) 259 6000 Ext. 6112 E-mail: apscol@gmail.com - Página web: www.asociacionpsicoanaliticacolombiana.org.co Bogotá - Colombia


ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA COLOMBIANA SOCIEDAD COMPONENTE DE LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA INTERNACIONAL MIEMBROS TITULARES Alberto Álvarez Arboleda Horacio Arias Duque Sonia Bialikamien Goldband Aura Victoria Carrascal Márquez Julio Roberto Correa Miranda Roberto De Zubiría Consuegra Danilo Diazgranados Moncada Juan Manuel Escobar Guerrero Fabio Eslava Cerón Marcela Eslava de Angel Henry García Moncaleano Eduardo Gómez Escallón Mario González Velásquez Iván Jiménez Rojas Eduardo Laverde Rubio José A. Márquez Cuervo Álvaro Méndez Peñaranda Liborio Orejuela Devis Luz María Pinilla Perdomo Guillermo Sánchez Medina Pedro Vargas Navarro Edgard Yamhure Kattah

MIEMBROS ASOCIADOS Hilda Botero Cadavid Gabriel Augusto Castillo Castelblanco Gladys Patricia Chávez Sabogal María Victoria Niño Villamarín Luz Stella Núñez Sánchez Diana Isabel Robles María Clara Syro Morales Ismail Yildiz

MIEMBROS HONORARIOS Horacio Etchegoyen Jaime Heresi + Otto E. Kernberg Juan Francisco Jordán Romualdo Romanowsky

MIEMBROS ADHERENTES Italo di Ruggiero Cozzarelli Robert Silverman

COMISIÓN DIRECTIVA PARA EL PERÍODO 2008 – 2010 PRESIDENTE: Aura Victoria Carrascal Márquez TESORERO: Henry García Moncaleano SECRETARIA: María Victoria Niño Villamarín DIRECTOR DE RELACIONES SOCIETARIAS: Pedro Vargas Navarro DIRECTORA DE PUBLICACIONES Y DIFUSIÓN: Hilda Botero Cadavid VOCALES: José A. Márquez Cuervo-Mario González Velásquez DIRECTOR DEL INSTITUTO DE PSICOANÁLISIS: Edgard Yamhure DIRECTOR DE LA BIBLIOTECA: Italo di Ruggiero C.

Las opiniones expresadas en esta publicación corresponden a sus autores y no comprometen a los editores de la Revista.


PSICOANALISIS Volumen XX No. 1, Enero - Junio 2008

EDITORIAL Hilda Botero Cadavid .............................................................................................................................................

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ARTÍCULOS EL FANATISMO, UNA PERVERSIÓN DEL NARCISISMO Sobre el origen y la acción del superyó, reflexiones morales FANATICISM: A NARCISSISM’S PERVERTION On the origins and action of the superego, moral considerations Rogeli Armengol Millans ......................................................................................................................................

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TEORÍAS SOBRE AFECTOS Y SÍNTOMAS. Perspectivas de psicología evolutiva y multidisciplinaria THEORIES ON AFFECTS AND SYMPTOMS Perspectives of evolutionary psychology and multidisciplinary Ismail YILDIZ ..............................................................................................................................................................

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RUMBO A LA SUBJETIVACIÓN Lo Esencial en la Atención al Adolescente TOWARDS SUBJETIVATION Essential elements for adolescent services Sergio Eduardo Nick ...............................................................................................................................................

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CUANDO PAPÁ NO ESTÁ La ausencia del padre como un factor generador de violencia WHEN DAD IS NOT AROUND The absence of the father as a violence generator factor Hilda Botero C. .........................................................................................................................................................

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ESPERANZA TERMINABLE E INTERMINABLE EN LA SITUACIÓN ANALÍTICA TERMINABLE AND INTERMINABLE HOPE ON THE ANALYTIC SITUATION Luis Kancyper ............................................................................................................................................................

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ENSAYOS LA PERSONALIDAD TERRORISTA Eduardo Angarita Rojas ........................................................................................................................................

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MEMORIAS MESA REDONDA Actividades Científicas en Instituciones Psicoanalíticas y Creatividad Federación Colombiana de Psicoanálisis .......................................................................................................

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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS HOMENAJE AL DOCTOR ROBERTO DE ZUBIRÍA CONSUEGRA Presentación .............................................................................................................................................................

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SEMBLANZA DEL DR. ROBERTO DE ZUBIRÍA CONSUEGRA Mario González Velásquez ....................................................................................................................................

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ORÍGENES DEL COMPLEJO DE EDIPO. De la mitología griega a la Mitología Chibcha Ítalo di Ruggiero ......................................................................................................................................................

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MUERTE Y PSICOANÁLISIS Teoría de los Objetos Muertos Álvaro Méndez ..........................................................................................................................................................

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NOTAS UNA FEDERACIÓN Fabio Eslava Cerón ..................................................................................................................................................

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CONGRESO INTERNACIONAL BION 2008 Hilda Botero Cadavid ..............................................................................................................................................

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NORMAS DE PUBLICACIÓN ............................................................................................................................

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FE DE ERRATAS El volumen editado en el semestre pasado como Junio-Diciembre, se enumeró como Volumen XX No. 1 - Enero - 2008, corresponde realmente al Volumen XIX No. 2 - Junio - Diciembre 2008.


PSICOANÁLISIS XX (1); 5-7, 2008

EDITORIAL

REVISTA PSICOANÁLISIS HILDA BOTERO CADAVID*

Psicoanálisis, la revista de la Asociación Psicoanalítica colombiana tiene más de 30 años de historia. Por sus páginas han transitado muchos autores con generosas e interesantes contribuciones. Precisamente, esta historia llena de sucesos de nuestra disciplina reclama un mayor reconocimiento y visibilidad. Con este primer número de 2008 iniciamos un proceso de ‘formación’ para su cualificación como revista científica. Esto significa el reconocimiento de un nivel de calidad exigido en los Índices de Calidad Científica Internacional, y como meta específica, ser considerados dentro del Índice Bibliográfico Nacional - Publindex, IBN de COLCIENCIAS. Las publicaciones del año 2008 serán sometidas a los procesos de arbitraje requeridos y se dará cumplimiento a los criterios de Calidad Científica, características editoriales y visibilidad de las mismas. El desarrollo de esta propuesta implica una apertura de mente y una reorganización estricta en la estructura general de la revista y el acogimiento a normas de publicación, nacionales e internacionales. Dentro de este objetivo y como ejercicio de divulgación y visibilidad hemos invitado a publicar en nuestra revista a varios autores internacionales de diferentes agremiaciones Psicoanalíticas. Tenemos respuesta interesada de países como Brasil, Italia, Venezuela. Nos acompañan en este número los doctores Rogeli Armengol de España quien nos ofrece un artículo interesante: El fanatismo, una perversión del Narcisismo, y lo citaré

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Editora de la revista.

desde aquí para ubicarlos en su hermoso texto. Para finalizar su artículo, recurre a Séneca refiriéndose a una reflexión de Epicuro: ‘Flor recogida en jardín ajeno’ ¡Una flor recogida en el jardín del otro! –dice Armengol- Me parece una bella metáfora porque significa que se reconoce la existencia de jardines al margen de los propios, que en ellos crecen flores y que éstas se pueden recoger explicando de donde provienen. Una ascesis, un ejercicio ejemplar contra el narcisismo y el fanatismo”. Sergio Nick, de Brasil comparte su experiencia en el mundo del adolescente y nos muestra Rumbo a la Subjetivación. Lo Esencial en la Atención al Adolescente. Procesos de subjetivación en el adolescente y los desafíos que esto representa para el terapeuta. Y comenta este autor: “el analista de adolescentes tiene que habérselas con lo inusitado, con el desafío y con la irreverencia”. El Doctor Luis Kancyper de Argentina sigue acompañando nuestro trasegar editorial y nos ofrece su artículo: Esperanza terminable e interminable en la situación analítica. Con la propuesta de, más o menos en sus palabras, el psicoanálisis como espacio posible y esperanzado para ampliar los límites de la humanización. Con autores nacionales, y como presencia indispensable en nuestra revista de la Asociación, en este número volvemos a contar con el extraordinario aporte del Doctor Ismail Yildiz con Teorías sobre Afectos y Síntomas. Este autor, sin subestimar el pensamiento racional -dice- considera al ser humano como un ser de afectos, y enfrenta el Cogito ergo sum de


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HILDA BOTERO CADAVID

Descartes al Sintiere ergo sum como propuesta de Freud y el desarrollo posterior del psicoanálisis. La Doctora Hilda Botero presenta su artículo: cuando papá no está. La ausencia del padre como un factor generador de violencia. Propone pensar la ausencia física y emocional del padre, o su presencia agresiva, para enmarcarla dentro del lenguaje de la violencia: “violencia engendra violencia”. En la segunda sección de la revista, el Dr. Eduardo Angarita nos comparte un interesante ensayo acerca de La Personalidad Terrorista. Nos introduce en un mundo poco estudiado desde nuestro vértice psicoanalítico y nos invita a investigar acerca del estado mental del terrorista. Define metapsicológicamente esta personalidad, hace especial énfasis en la estructura psíquica del mártir en la cual -nos dice- “existe una peculiar disociación entre la valoración que asignan a las acciones de los otros por un lado, y por otro a los actos terroristas que ejecutan, bajo un modelo paterno/filial”. Contamos con las memorias de la Mesa Redonda que se efectuó el 08 de Febrero del presente año con motivo de reunir a la recién creada Federación Colombiana de Psicoanálisis. El tema, Actividades científicas en las Instituciones Psicoanalíticas fue seriamente abordado por cada uno de sus ponentes. El Dr. Eduardo Laverde con su habitual rigurosidad científica hace una seria invitación a pensar, escribir y sobretodo, investigar desde el psicoanálisis. El tema al que hace referencia, dice, “busca identificar los factores que estimulan la actividad científica y también cuáles la entorpecen”. Esta invitación a pensar e investigar no puede hacerse sino en el marco de la creatividad y así sentó claridad la Dra. Martha Lapacó con un hermoso texto que da todo el sentido a la investigación como acto creativo. Su texto: Algunas Reflexiones sobre la Creatividad, nos deja, creativamente, un sinnúmero de preguntas para

estimularnos precisamente hacia acciones creativas, y termina su exposición con una inquietud básica, ahora en el pensar psicoanalítico; nos dice: “Me detengo en nuestra realidad social. Necesito encontrar en el psicoanálisis el instrumento para entender esa realidad”. El Dr. Fabio Eslava hace hincapié en la Investigación en Psicoanálisis, sus dificultades y la relevancia de abordar “los problemas epistemológicos de nuestra práctica”. Resalta la disciplina de la Asociación en lo concerniente a la reflexión juiciosa acerca del pensamiento científico como espíritu investigativo. Y su disertación podría ofrecer como núcleo temático la pregunta: “¿se puede o no investigar en psicoanálisis? Creo que sí, pero no lo puede hacer el analista durante la situación analítica sin exponerse a un sinnúmero de dificultades”. El Dr. Santacruz llama la atención acerca de cómo en nuestra disciplina, divisiones tajantes y rupturas intensas podrían plantear desencuentros e imposibilidad de interacción. Su propuesta enriquecedora y de asiento en la realidad, sería: un encuentro, un espacio común, actividades de formación, proyectos conjuntos de investigación, presencia explícita en la realidad de la que formamos parte, y recalca también: “La creación sirve como espacio para vitalizar la interacción social, para necesitar del Otro”. En esta fértil reunión de la Federación quedan semillas que seguirán su curso normal y creativo. Los Doctores Alberto Fergusson y Mario González hicieron importantes aportes para la reflexión y el crecimiento de la y las instituciones. Publicamos también las memorias del encuentro que realizó la Asociación Psicoanalítica como homenaje al Dr. Roberto De Zubiría en el cual el Dr. González hace una sentida semblanza de su compañero de vida y profesión, y los Drs. Álvaro Méndez e Italo di Ruggiero presentaron interesantes reseñas de dos de los libros del Dr. De zubiría: Muerte


EDITORIAL

y Psicoanálisis. Teoría de los Objetos Muertos y Orígenes del Complejo de Edipo. De la Mitología Griega a la Mitología Chibcha. Una invitación más para leerlos o releerlos. La presente edición de Psicoanálisis se convierte en una oportunidad para revisar temas tan interesantes como importantes en nuestra disciplina, así como en el serio compromiso de crecer juntos en pensamiento y conocimiento. Incluye una nueva estructura con cinco secciones, a saber: Editorial, Artículos, Ensayos, Reseñas Bibliográficas, Notas. Es enorme el agradecimiento a la Asociación Psicoanalítica Colombiana, sus di-

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rectivas y sus miembros, por sus votos de confianza y su gran entusiasmo en esta tarea que emprendemos: crecer y ejercer como ciudadanos del mundo real y científico. Agradezco al Dr. di Ruggiero su tarea de traducción, al Dr. Yildiz su acompañamiento en la lectura de los artículos. Un reconocimiento al Profesor Ernesto L. Ravelo C, quien acompaña este proceso como Asesor Experto del Comité Editorial; al corrector de estilo el Profesor Alvaro Botero; y a la importante labor de la secretaria Luz Nelly Martínez. Todos ellos dan un impulso gratificante en esta tarea editorial.



ARTÍCULOS



PSICOANÁLISIS XX (1); 11-36, 2008

EL FANATISMO, UNA PERVERSIÓN DEL NARCISISMO1 Sobre el origen y la acción del superyó, reflexiones morales ROGELI ARMENGOL MILLANS Recibido, marzo 19 de 2008 Aprobado, abril 25 de 2008

Resumen Es una preocupación muy corriente en la actualidad el avance de las tendencias y comportamientos fanáticos, tanto así, que ocupan frecuentemente las primeras páginas de los diarios en todo el mundo, lo mismo que son el tema de muchas de nuestras conversaciones cotidianas. ¿Es esta una característica de nuestros tiempos, o simplemente un rasgo de la condición humana que permanece latente en los individuos y en nuestras sociedades esperando el momento propicio para hacer su aparición? Y, ¿cuál sería entonces su génesis? Estudiaremos aquí los factores presentes en el sujeto desde una perspectiva psicoanalítica e histórica, rastreando los conceptos hasta las fuentes de nuestra civilización y hasta la formación de los valores contemporáneos en los pensadores que fundaron la modernidad, y que se atrevieron a pensar y a actuar, incluso en contra de la tradición o de las instituciones de poder que la sostenían. Palabras clave: Fanatismo, narcisismo, criticismo, perversión.

FANATICISM: A NARCISSISM’S PERVERTION On the origins and action of the superego, moral considerations Abstract The current spread of fanatic tendencies and fanatic behavior is a common cause of concern in as much as it appears to be on newspapers´ front page and in our daily conversations on a regular basis. Is this a characteristic of our times or simply a feature of human condition that remains latent in individuals and our societies only waiting for the right moment to be triggered? And if so, what is their genesis like? We will here on study the factors in the subject from a psychoanalytical and historical perspective, tracking the concepts back to the source of our civilization and up to the formation of contemporary values in those thinkers that founded modernity and who dared to think and act even against the tradition or the institutions that sustained it. Key words: fanaticism, narcissism, criticism, perversion.

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Publicado en TEMAS DE PSICOANÁLISIS, 1999; 4: 131-166. E-mail: 4611ram@comb.es El presente artículo tiene algunas variaciones con respecto a su anterior publicación.


ROGELI ARMENGOL MILLANS

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Caridad universal, recomienda Cicerón: Charitas humani generis. Esa caridad de cuyo nombre se ha apropiado la teología como si sólo a ella perteneciera, pero realidad de la cual ha proscrito con frecuencia. Caridad, amor al género humano; virtud desconocida de quienes mienten, de los pedantes que argumentan y de los fanáticos que persiguen. Voltaire, Tratado de la tolerancia Los fanáticos más sanguinarios cambian de lenguaje según la fortuna, y predican paciencia y dulzura sólo cuando no son los más fuertes. Rousseau, Carta a Voltaire

INTRODUCCIÓN En este estudio, Voltaire, Rousseau y algún otro serán los guías de un viaje al infierno del fanatismo. Ellos fueron hombres que lo conocieron, lo padecieron y lo combatieron, en algunas ocasiones, con mucho riesgo personal y graves perjuicios. Ambos descubrieron, del mismo modo que Hume, un conocido suyo, que si se analiza el subsuelo del fanatismo, se observa que en el trasfondo de este fenómeno social e individual, existe un funcionamiento y un carácter hostiles a la Ilustración, hostiles a la consideración de la multiplicidad y la complejidad humanas. Siempre ha habido un combate entre Ilustración y Fanatismo. Al mismo tiempo, en todas las épocas en que han florecido la Ilustración y el Humanismo, los partidarios de la tolerancia han considerado que el remedio frente al fanatismo consiste en la extensión de aquella y el cambio personal. O, también, en cambios en el gobierno de los ciudadanos. Es posible que todo ello sea verdad, pero, por desgracia, el fanático es incapaz de aprender y menosprecia la instrucción y el cambio, tanto en sus actitudes como en sus convicciones. ***

Existe un trastorno del carácter, una manera de ser ciertamente anómala por el dolor y el daño que ocasiona, que está bastante extendido. Me refiero al carácter soberbio, a la personalidad desmesuradamente egoísta y ególatra, esto es, al Narcisismo. Cuando el narcisismo de las personas o de los grupos es excesivo, entonces creen, piensan y sienten que cualquier modificación o evolución propia es peligrosa. Por consiguiente, esperan siempre que el cambio sea el ajeno, de manera que para el narcisista el que debe cambiar tiene que ser el otro en el sentido de mejorar, ser compasivo o indulgente y demás cosas favorables para él. Acerca de este particular, el fanático puede ser peor, huye del cambio personal. Por esta poderosa e interesada razón, en lo relativo al cambio propio, propongo considerar que en el fanático el motivo de su actitud y de su obrar es la presencia de un poderoso componente narcisista. Al igual que en el individuo singular, también en el seno de la comunidad, si el fanatismo se extiende, se observa, entonces, un potente narcisismo del grupo influyente. No es raro, por ejemplo, que en cualquier comunidad o en los grupos institucionales convivan sectores que se tengan por escogidos y se sientan exquisitos. De ordinario, éste suele ser el grupúsculo que ejerce el poder, o tiene la pretensión de hacerlo, en el marco del grupo general. A veces, el subgrupo que se cree investido de una facultad misional no llega a ser groseramente fanático -aunque puede llegar a serlo-, pero siempre es narcisista; en tales casos, el fanatismo está latente, disimulado u oculto, quizá, tras una máscara de buena educación, un trato cortés y hasta afectado e, incluso por momentos, adulador e hipócrita. ¿No es frecuente, acaso, que suceda así en la mayoría de los grupos políticos o en los grupos de todo tipo cuando suelen hacer política? El narcisista o el grupo narcisista, a veces en el camino del fanatismo, se delata


EL FANATISMO, UNA PERVERSIÓN DEL NARCISISMO

por su falsedad e hipocresía, y, además, lo descubre la ostentación con la que hace público sus principios, que suele exhibir de forma impúdica pero que nunca examina o discute de manera crítica. Si alguien se atreve a hacerlo, es combatido por impuro y perseguido, a veces de manera encubierta y cobarde, con la pretensión de discriminarlo o anularlo, o, por lo menos mantenerlo olvidado y muerto para la comunidad. Así hizo el divino Platón con el ateo Demócrito. El filósofo atomista fue citado a menudo, y siempre con respeto por Aristóteles pero nunca mereció la atención de Platón. Este fue el proceder de un amante de la sabiduría con su adversario ideológico. En esas organizaciones patológicas, narcisistas o fanáticas, individuales o de grupo, que en su origen me parecen siempre defensivas, se encuentran constantemente dos vicios más o menos desarrollados, a saber: la mentira y el robo. Mientras el narcisista suele mentir y robar con frecuencia sin acabar de percatarse de ello porque se engaña a sí mismo acerca de ese particular, el fanático lo hace de modo deliberado y consciente: en general engaña y roba sin escrúpulo. En relación con la mentira, nos encontramos con una primera dificultad que, según mi parecer, corresponde y refleja el funcionamiento bipolar del humano entre consciencia e inconsciencia, entre los infinitos grados que van desde la perversión a la neurosis. Existen dos grandes grupos de fanáticos situados en polos opuestos: los que mienten de ordinario y los que hacen ostentación de una estricta veracidad. Convendrá, pues, analizar con cierto detalle este último comportamiento que sólo en apariencia contradice el enunciado general. Como luego veremos al estudiar un personaje muy real creado por Platón, el fanático puede exhibirse como si siempre estuviera diciendo la verdad, como si no fuera capaz de mentir o callar; pero esa apariencia de veracidad es dudosa porque, en la medida

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en que reposa en una supuesta omnisciencia, es parcial. No tiene en cuenta, además, la subjetividad propia ni la ajena, la posible verdad del otro o la propia verdad oculta. No observa pues, la limitación humana y no respeta la voluntad de no hacer daño, o la de querer hacer el bien, la beneficencia. Se podría pensar que el límite de la recomendable veracidad se sitúa en el respeto por la persona, para intentar no hacer demasiado daño. Se verá enseguida, además, que en lo relativo a la veracidad y a otras cuestiones también graves, quiero postular muy claramente una diferenciación entre persona e institución, aunque para hablar con propiedad sería conveniente decir: personas e instituciones diversas, de cualquier orden. Resulta extraña la actitud fanática de ser veraz incluso cuando se puede ocasionar un daño considerable; es muy interesado el apasionamiento en no poder ser nunca falaz. Ser veraz sin ningún miramiento es demasiado absoluto. Pienso que este absolutismo en parte proviene de que no se discrimina entre Institución y Persona. En efecto, se confunde la veracidad que debe imperar en el seno de las instituciones con el ser discreto en lo que atañe a las personas individuales, pues obrar sin cuidado supone negar cualquier consideración por la existencia del otro, ignorar su independencia. Tener que exhibir la verdad, no poder callar cuando se puede herir al individuo singular en cuestiones personales -situación bien distinta a la de la persona comprometida en funciones institucionales, que siempre corre el riesgo de ser juzgada por su actuación pública-, implica un tipo de fanatismo oculto bajo una máscara: se quiere aparecer como bueno y benéfico, pero se mantiene una relación utilitaria, nada respetuosa con el otro porque se busca única y permanentemente la propia satisfacción. Al final de su vida, Rousseau, que siempre había repudiado la mentira, escribió en


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Las ensoñaciones del paseante solitario: “La verdad particular e individual no siempre es un bien, a veces es un mal, con mucha frecuencia algo indiferente” (p.67). M. A. Broggi (1995, p.32), excelente cirujano y brillante pensador, siempre crítico, ha llevado a cabo una reflexión en profundidad sobre los fundamentos éticos de la relación humana y, en particular, de la relación médico-paciente, es decir, una relación institucional. En un bello trabajo donde defiende que la veracidad debe impregnar la relación clínica escribió, no obstante, de manera prudente: La necesidad de verdad no puede ser generalizable ni a los individuos, ni a cualquier tema para un mismo individuo, ni a cualquier momento. Hay barreras contra la verdad, y no creemos que el médico tenga derecho a destruirlas de forma brusca. Hacerlo, significaría decidir en nombre del enfermo qué autonomía ha de desear o aceptar, con un nuevo paternalismo que podría ser más perverso que el anterior. La relación médico-enfermo es una relación institucional y, por consiguiente, debe proscribir la mentira como debe suceder en cualquier institución. La cura psicoanalítica también es una relación institucional y, por consiguiente, debe fundamentarse en la veracidad de los intervinientes en la relación clínica. En cuanto al robo debe especificarse en qué consiste. ¿Qué es lo que roban esas personas? El fanático puede robar cualquier cosa, puede quitar bienes de todo tipo, e incluso puede quitar la vida. El narcisista actúa con más cautela y no es tan burdo; cuenta con un aparato superyóico menos anómalo que el del fanático y eso le impone un cierto límite. Puede llegar a robar bienes materiales, pero acostumbra a hacerlo al amparo de la ambigüedad de la Ley o infringiéndola mediante acciones no demasiado graves. En la relación clínica o en una relación comercial puede

confundirse de forma interesada en pequeñas cantidades. En la relación familiar y en la relación de amistad es interesado y es posible que saque provecho del dinero de los demás, por ejemplo, esquivando el pago de lo que le corresponde o manipulando para beneficiarse del reparto de una herencia en perjuicio de los otros. En la relación institucional obtiene bienes y ganancias en detrimento de sus congéneres o colegas. Los bienes que el narcisista cultivado roba de manera ordinaria son de orden espiritual; suele robar la propiedad intelectual, se apropia de las ideas de los otros y, además, se confunde porque de manera muy automática las cree suyas, no discierne la independencia de los otros ni su propia dependencia; es muy dependiente y no lo reconoce. Además, como no puede ser generoso no hace público de dónde proviene aquello que no era suyo y de lo cual se apropió. Rosenfeld (1965) estudió a su modo este fenómeno, pero lo refirió únicamente a aquellos que estaban tendidos en el diván. El egotismo y la vanidad ofuscan la mente del narcisista, y de tal manera que deja en mal lugar a aquél a quien, de forma falaz, llama amigo suyo; se engaña o miente y expresa que dice verdad. Tampoco tiene acceso a la magnanimidad que requiere la amistad, y se dice amigo de alguien, o aparenta serlo, sólo cuando a éste le van bien las cosas o tiene poder institucional. Narcisismo, según mi manera de entender estas cosas, quiere decir: ser muy egoísta y sentir una gran necesidad de considerarse especial, poco común, incluso importante para la Gran Naturaleza; esperar favores y cumplidos, molestarse y deprimirse si tal cosa no se da. Pero, no obstante, lo anterior no es suficiente para definir el funcionamiento narcisista, porque estimo que existe otro componente al que se presta poca atención y que suele ser desatendido. Esos individuos o grupos mantienen con los demás un tipo de


EL FANATISMO, UNA PERVERSIÓN DEL NARCISISMO

relación caracterizada por ser muy utilitaria y poco escrupulosa, sólo se ven a sí mismos en el espejo de la vida, siempre se aprovechan de los demás y no dan nada a cambio; como mucho, ofrecen órdenes, consignas y una doctrina que suele ser caduca y falaz; al mismo tiempo, reclaman o actúan, sin poderlo evitar, una relación parasitaria favorable para ellos que extrañamente creen que es beneficiosa para los demás. Son muy interesados porque sufren una severa indisposición para desplegar amor. La caridad -amor al género humano, como lo entendía Schopenhauer y también Voltaire, siguiendo a Cicerón-, está muy estropeada. Caridad, filantropía, magnanimidad, amistad, son palabras vacías para el narcisista. Para él, la palabra que posee mayor significado y sentido se llama interés propio. Una característica muy importante -por extendida-, que deriva de lo anterior, es que las organizaciones narcisistas individuales o grupales propenden -de forma más pasiva las narcisistas y más activa las fanáticas- a evitar el crecimiento de lo que les rodea; carecen de amor o no lo sienten, ni lo hacen sentir; no se hacen querer. Tal vez el amor -caridad o filantropía- pudiera estar dormido. Este tipo de personas, a veces muy inteligentes pero nada sabias, no soportan que los otros crezcan, les hiere que los demás prosperen y se muestren alegres; sólo toleran el crecimiento de las plantas y la alegría de los animales. Numerosas personas narcisistas, quizá todas, han tenido padres iguales. Estos últimos no solamente han sido indiferentes o poco cuidadosos con el hijo, sino que han sido activos en utilizar a la criatura en beneficio propio. No han permanecido atentos a las necesidades del niño, no han podido concederle un espacio, no le han permitido acceder al derecho a la propiedad, a lo que le es propio; en ocasiones, ni siquiera físicamente le han concedido la propiedad de su intimidad: hay madres y padres que se pasean por

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la habitación, real o mental, del hijo como si fuera de su propiedad. La Esfinge recreada por los griegos, según mi interpretación, sería una representación mítica excelente del narcisismo parental. Fue conocida como “La Cantora” y como la musa de los malos augurios de los muertos porque estaba situada en la puerta de los cementerios; pero los trágicos la colocan en la entrada de los pueblos planteando enigmas; se tenía por omnisciente, pero estaba muerta para las relaciones humanas. Era un monstruo como de cera, y yo creo que carecía de expresión y de sensibilidad y que por eso Esquilo decía de la diosa Esfinge de Tebas: “La Cer que hombres robaba”. También podemos imaginarla en la casa, en la habitación del niño, invadiendo y destruyendo su espacio natural, engullendo a la criatura. Algunos que se dicen padres y algunos que se dicen maestros actúan como esa diosa, porque no hablan con el fin de discernir los problemas de los otros y así poder ayudarles: hablan para imponer la propia personalidad y las propias convicciones; por consiguiente, estropean las facultades del semejante, lo devoran. Al narcisista, y todavía más al fanático, el egotismo y la vanidad les llevan a destruir por acción u omisión aquello de lo que no son protagonistas ni creadores. El narcisista y el fanático no pueden observar ni reconocer ningún valor a lo que no les es propio, o a lo que ignoran y, por esa misma razón, no aceptan la autoridad que merece aquél que sabe algo que ellos desconocen. Pueden permanecer callados haciendo como que escuchan, pero nunca oyen. Se les nota que no están atentos; quizá no hablan, pero no saben escuchar de manera empática. No se ponen nunca en la piel del otro, en el lugar del otro; se ponen, eso sí, en su espacio, expulsándolo o devorándolo. Así es la Esfinge de cera insensible. El narcisista y el fanático no han tenido acceso suficiente a la consideración y al res-


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peto por la alteridad. No pueden ser justos y, por consiguiente, mienten, o no dicen la verdad porque no la saben, aunque pueden estar convencidos de que la conocen porque son simples y se creen omniscientes; no pueden ser justos y roban bienes de toda índole. Como he propuesto en el trabajo “Sobre el morir y el vivir” (1997), la justicia sería, de entre todas las virtudes, la que merece ostentar la primacía, precisamente porque contiene en su núcleo, como ninguna otra, la comprensión de la alteridad. El narcisista y el fanático utilizan a los demás sin ningún escrúpulo porque virtudes y valores -inmanentes a las relaciones humanas más maduras- como la justicia, la piedad, la generosidad, la empatía o la conmiseración no son componentes lo bastante eficientes en la estructura superyóica de estos caracteres. El componente benévolo y el beneficioso del superyó de dichas personas no se ha desarrollado lo suficiente porque las necesidades propias, narcisistas, son desmesuradas. A mi entender, estas graves deficiencias superyóicas provienen, si dejamos de lado, de momento, el factor constitucional, del hecho de que la infancia ha sido insatisfactoria, difícil y durante ella no han quedado satisfechas las necesidades narcisistas que en este momento son propias y adecuadas a la edad. Quiero decir, que el narcisismo es normal en la infancia pero anómalo en la vida adulta, cuando es desmesurado. En relación con el narcisismo normal y necesario, y el que llega a ser perturbador, es de gran interés reconocer la finura psicológica y la profundidad de pensamiento de Rousseau cuando, en pleno combate intelectual con los filósofos de la Ilustración, describe y distingue, en el denominado segundo Discurso (1755), el connatural amour de soi como susceptible de degenerar en un inescrupuloso y desmesurado amour propre, según él, origen de todos los males (p.149 y 235). Sobre la base de esta clara distinción se le-

vanta la ética roussoniana, un punto cardinal de su teoría moral que Kant recogerá al considerar el conflicto entre el yo y la alteridad, contenido en el imperativo categórico, práctico o moral. El narcisista, unas veces más y otras menos, como ya he dicho, necesita robar y ser falaz, a menudo de forma encubierta, sin apercibirse claramente de lo que hace, ya que se engaña en beneficio propio; mientras que el fanático, si consigue poder, cambia las leyes para apropiarse descaradamente de los bienes y las vidas de los otros y puede mentir de modo impenitente. En ninguno de los dos casos son factibles la amistad y el diálogo fructífero. Al ser doctrinarios, solamente admiten la dependencia, no comprenden la independencia del semejante. Los otros son tratados como objetos al servicio del propio yo, y por ello la relación es parasitaria, interesada en exceso a una edad en que ya no corresponde serlo, y, como en cualquier otro trastorno del carácter, el afectado es el único en no darse cuenta de lo que, para los demás, les resulta evidente. Los fanáticos tienden a creer en mitos, que acaban convirtiéndose en ídolos, porque están convencidos de que su mito particular -que acostumbra a ser único- es el verdadero y, además, lo consideran real, es decir, sensorial, histórico, asimbólico. Se deleitan entonces con desmedida complacencia en todo cuanto consideran propio y repudian, en general de forma violenta, lo que les es ajeno. Aun así, en ocasiones, adoptan algo procedente de afuera, pero no alcanzan nunca a reconocerlo y, de hecho, un tal proceder acaba deviniendo una apropiación, un robo o una suplantación. Entre los fanáticos hay tanta pasión en la consideración de lo que es propio, y que puede ser falso, que este funcionamiento mental corresponde a un egoísmo exagerado, a un narcisismo violento, siempre defensivo en el origen al no poder reconocer


EL FANATISMO, UNA PERVERSIÓN DEL NARCISISMO

la propia necesidad. Más tarde, cuando el narcisismo individual o grupal cristaliza, la defensa, permanentemente negada, se transforma en ataque. Mientras que el fanático es activo de ordinario y obra con descaro, el narcisista puede ser más pasivo y comportarse de forma egoísta e interesada, como el fanático, pero, generalmente, con la cara cubierta, en secreto, y jamás llega tan lejos. El narcisista podrá manifestarse como un hipócrita, pero el fanático lo es sin ningún pudor, y a veces cambia la hipocresía por un cinismo sin compasión. El fanatismo sería la perversión del narcisismo, un narcisismo devenido activo y furioso. Como en toda perversión, el funcionamiento superyóico es anómalo porque es incapaz de integrar, de acoger como propia la Ley de los hombres, las grandes leyes sagradas. Me refiero al Decálogo de la Humanidad tal como fue presentado por Zaratustra, Moisés, Confucio y otros fundadores religiosos, y descrito de manera ejemplar por Voltaire en su extraordinario Poema sobre la Ley Natural. Acerca de este asunto, Rousseau sí que estuvo de acuerdo con Voltaire, porque el ginebrino también cree que la Ley surge del corazón del hombre. Según se mire o, si se mira bien, también en Kant debe interpretarse de este modo el origen de la ley moral. Los fanáticos, al igual que sucede en toda perversión, sienten el Decálogo como una imposición externa. Con una menor pasión actuadora, la sofística de todos los tiempos lo ve también así: muestran grandes dificultades e incluso chocan con la imposibilidad de ir descubriendo la Ley en su intimidad, a diferencia de las personas más normales que desde su infancia -a medida que va desplegándose el aparato superyóico-, descubren poco a poco la Ley que brota y surge desde dentro. Los perversos, fanático incluido, no saben encontrar la Ley en su corazón y aspiran sin cesar a cambiar el Decálogo en beneficio exclusivo y a hacerse con uno idiosincrásico. Actúan guiados por un código

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propio; por ejemplo, pueden cometer adulterio y sentirse justos y justificados, nunca se sienten en falta, no tienen culpa. Esos son los tipos de cambios codiciales que se efectúan en el ámbito de lo particular; pero si el perverso o el fanático consiguen poder político o institucional, modifican la ley positiva que también debe estar basada en el Decálogo, la Ley de las leyes. Recuérdese, si no, los grandes perversos que la humanidad ha debido sufrir cuando han alcanzado poder: Hitler, Stalin, la Inquisición, etc.. Como a los perversos les resulta muy difícil tener amor por el Hombre, tampoco consiguen amar a las cosas sagradas de los hombres, es decir, no logran amar el saber, ni pueden amar la Ley. No tienen ni filosofía, ni filonomía, como propongo que se diga. A menudo se dice que el narcisista se quiere demasiado a sí mismo. Eso es, evidentemente, una forma de hablar, inteligible, didáctica y, hasta cierto punto, correcta. Pero, si se examina de cerca esa cuestión, el asunto se torna bastante más complejo. Sostengo que el amor es indiviso; no puedo imaginarme un carácter diviso en el amor: amarse uno mismo y odiar a los demás. En realidad, el narcisista aparenta amarse, pero con frecuencia se odia e incluso termina infligiéndose daño de un modo u otro. Cuando el narcisista exhibe lo que podría interpretarse como amor a sí mismo, lo hace de un modo que suena a propaganda de algo de lo que no acaba de estar convencido. El narcisista y el fanático causan daño y se lo causan a sí mismos, pero atribuyen regularmente el daño sufrido a la acción de los otros. Es sumamente difícil que el narcisista y el fanático reconozcan sus culpas. Ahora bien, si en tales casos y estados pongo en duda el uso de la palabra amor, ¿de qué hay que hablar entonces y sobre qué hay que pensar? Quizá sería oportuno pensar en otras palabras; interés sería una de ellas, para mí la mejor, como en algún momento propuso


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Freud. Una consideración definitoria del narcisismo sería, como ya he dicho, que dichos estados presentan muchas dificultades para desplegar amor. El que se tenga o se pueda llegar a tener está dormido, apagado o neutralizado. Se es esclavo del interés y no se puede concebir otro remedio o manera distinta para proseguir sobreviviendo. Podría incluso decirse que el narcisista se defiende del amor porque tiene miedo de sucumbir si lo siente y exhibe. Tengo la impresión de que el narcisista nunca ha sido querido, se le ha causado daño cuando era niño y, progresivamente, durante la infancia y la adolescencia, llega a descreer del amor. Entonces, el interés toma la primacía, pasa a ocupar el primer lugar mientras que la justicia y otras virtudes y valores que derivan del amor se van borrando y se organiza y cristaliza un superyó con graves deficiencias. La importante consideración de Rousseau sobre el amor propio, que me parece sumamente válida y acertada, tendría, pues, que matizarse. Aun así, la descripción que él realiza sobre el amor propio puede contener lo que acabo de decir acerca del interés. En relación con lo que precede y quizá, sobre todo, con la dificultad para la asunción de la culpa -una función o facultad principalísima, muy vinculada con la disposición para desplegar amor-, el narcisista, y más aún el fanático, creen obrar santa y justamente, al mismo tiempo que se muestran crueles. Están dominados por absolutos, por un interés absoluto. No matizan, son esclavos de un funcionamiento mental esquizoide y paranoide, es decir, un funcionamiento muy parcializado. En ocasiones, se tienen a sí mismos por altruistas y benefactores, aunque ejerzan dominio y violencia. Inflingen, de hecho, grandes sufrimientos en nombre de una idea religiosa, política o patriótica y hasta supuestamente científica, e incluso, si las cosas se les ponen difíciles y pueden hacerlo sin demasiado riesgo, llegan a matar.

¿Qué hay en la mente humana, capaz de las mayores obras y sacrificios altruistas, pero capaz también, a la vez, de la crueldad más despiadada? ¿Cómo es esta mente capaz de morir por el bien o por la vida de un congénere y, en ocasiones al mismo tiempo, listo para matar, de forma legal o ilegal, como ha ocurrido recientemente en China con el ajusticiamiento en público de decenas de sus ciudadanos? Se mata de manera fanática y, curiosamente, en numerosas ocasiones, para conseguir, se dice, una comunidad mejor. Piénsese en algunas de las perversiones ya citadas y en otras. La lista es larga: el tribunal de la Inquisición, el estalinismo, el nazismo, el movimiento etarra u otros nacionalismos cuando son criminales, el fundamentalismo islámico cuando es asesino, las limpiezas étnicas, y un sinnúmero de barbaridades por el estilo. Tales abusos surgen de la necesidad negada, de la desesperación, del egoísmo excesivo y de un narcisismo de grupo. El fanático no tiene piedad o conmiseración y está predispuesto siempre al conflicto y a la discordia. La piedad o compasión puede haber sido desde siempre un sentimiento crucial y definidor. Así la consideraron Rousseau y Schopenhauer. De igual forma, Marco Aurelio, una de las mentes más preclaras en la reflexión de la ética, en sus inestimables Meditaciones, nos dijo de manera sencilla cómo enderezar el presente: “Sólo hacia la piedad y la justicia” (XII, 1). También el dios Apolo se fijó en este asunto cuando, muy enfadado con Aquiles y con algunos de sus inmortales congéneres, tuvo que recordar a los otros dioses que la piedad y la vergüenza [conciencia] eran una cosa necesaria para seguir siendo humanos (La Ilíada, XXIV, 33). Sólo hay dos salidas a los conflictos graves con los demás, a veces inevitables: la acción desmedida que conlleva el intento de dañar e incluso destruir al adversario; y, de manera más quieta, la comprensión y el per-


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dón, o, por lo menos, la evitación de aquello o de aquél que todavía no podemos perdonar. Cuando no hay perdón, hay venganza, y ésta exige la actuación, es decir, la acción sin comprensión, la acción gobernada por el impulso interesado. De la relación antinómica entre venganza y perdón, la tragedia griega, así como la tragedia de algunos pacientes, constituyen ejemplos palmarios, sublime la teatral, lastimosa la clínica, cuando la situación es desventurada. La experiencia clínica y la reflexión de lo escrito por algunos clásicos -Sófocles, Séneca, Marco Aurelio- me condujeron, no sin esfuerzo y dudas, a observar mejor la venganza y el perdón. Entonces me atreví a introducir a este último, como a uno más de los elementos importantes en el centro de la cura psicoanalítica, obviando, como es natural, el moralismo como es preceptivo en psicoanálisis (Armengol, 1994, p.238242). El psicoanálisis es un oficio o un arte difícil porque es inevitable que el paciente hable de la propia moralidad, y también es inevitable que el terapeuta tenga que hablar de moral para facilitar el habla del paciente, aunque no puede moralizar; ha de poder esperar, si acaso, a que el propio paciente sea quien se moralice, que se perdone y pueda perdonar, es decir, que el amor se despierte. El perdón requiere casi siempre del arrepentimiento del infractor, pero el fanático es tan cruel que no tolera ni la demanda de perdón; opera guiado por una pasión de venganza asesina tal, que lo ciega para atender a la situación del otro. En este sentido, el fanático es muy egoísta y rígido, partidario de los absolutos, enemigo de los matices, omnisciente y prepotente, un narcisista irredento y despiadado, siempre dispuesto a guerrear; implacable, además, porque suele ser paranoico. La falta de atención, la dificultad para atender, la indisposición para considerar la totalidad, tal como se desprende de las reflexiones del estoicismo -se podría decir

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también, siguiendo la semántica de Melanie Klein, la dificultad de acceder a la introyección del objeto total-, es propia de estos caracteres. Entiendo que hay dos formas básicas, dos grandes ejes en la organización de la personalidad individual que dependen de la constitución originaria y de la experiencia adquirida, muy fundamentalmente, desde el origen hasta la adolescencia. De estas dos formas troncales, una permite tener en cuenta la existencia de los otros, y contribuye a desarrollar salud y bienestar; la opuesta promueve ceguera e ignorancia en lo referente a la consideración de la existencia y las necesidades de los otros, y comporta malestar y trastorno. Freud hablaba de elección de objeto narcisista o elección anaclítica; Klein proponía posición esquizo-paranoide o posición depresiva. También se podría formular la polaridad enunciando: narcisismo o altruismo moderado (Bion, en algún momento, propone narcisismo y socialismo). En el origen y en el mantenimiento de toda psicopatología neurótica y caracterial habría un excesivo narcisismo defensivo en el inicio de su desarrollo (se verá en seguida que he modificado este punto de vista). En lo relativo a la defensa, habría que pensar, además, que intervendrían poderosos factores constitucionales. La esfera de la psicosis tendría otro origen, porque según el parecer de muchos -Freud el primero, y además de forma clara en muchos momentos de su obra-, ésta se fundamentaría en una alteración no tan psicogenética, o no tan exclusivamente psicogenética; habría en tales casos una diátesis orgánica o biológica muy determinante. Estaría de acuerdo con Otto Kernberg (1975) cuando afirma que todos los pacientes con reacciones neuróticas y desórdenes del carácter tienen problemas narcisistas. También estaría de acuerdo cuando entiende la psicopatología como un subgrupo de la personali-


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dad narcisista2. Pero, a diferencia de algunos autores psicoanalíticos, propondría que también los pacientes denominados borderlines son narcisistas. Además, un buen número de pacientes diagnosticados como psicóticos y borderlines son formas clínicas de histeria disociativa grave, a veces con propensión al onirismo y a menudo con depresión larvada pero que se hace evidente por momentos. Frecuentemente, los designados como pacientes borderlines son narcisistas sin grandiosidad ni ambición; pero siempre, y esta característica sería para mí lo específico del narcisismo, usan continuamente a los otros en beneficio propio aunque, a diferencia de los narcisistas más extremos, lo hacen de una

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manera más cuidadosa, con cautela, con menos hostilidad y altivez. Se trataría de formas clínicas de cristalización diferente del narcisismo. Habría personas que de manera prevalente exhibirían un funcionamiento narcisista y si, a la vez, no tienen o apenas sufren de síntomas diversos definitorios como fobias, obsesiones, depresiones severas, relaciones objetales histéricas, etc., entonces con propiedad se les diagnostica como de trastornos narcisistas con hostilidad más o menos insufribles, según los casos. Para proseguir con el estudio del fanatismo me sirvo ahora de un instructivo diálogo de Platón donde, a mi parecer, se tocan con sagacidad algunas de las descritas peculiari-

Ya no pienso de este modo. Intentaré argumentarlo provisionalmente en esta nota sumaria. El psicoanálisis ha simplificado mucho la cuestión de la etiopatogenia. Desde el origen la teoría pulsional o libidinal se edificó con la pretensión de explicar toda la psicopatología, incluida la psicótica, pero este intento fue siempre especulativo y reduccionista. Esta teoría a pesar de ser instintivista no tiene en cuenta los determinantes genéticos de la patología y de la fisiología. Y, lo que puede ser peor, se observa que introduce muchas expectativas acerca de explicaciones que son ilusorias. Ha generado confusión y grandes e infundadas convicciones con desprestigio para el propio psicoanálisis. Además, no puede dejar de ser muy moralista cuando no corresponde. Así pues, estimo que debería considerarse la rectificación de la teoría libidinal-pulsional. Si no se reforma la teoría, la homosexualidad, por ejemplo, nunca podrá entenderse como condición sino exclusivamente como anomalía o perversión y así se suele interpretar al paciente. Asimismo, psicopatología stricto sensu (síntomas mentales) y narcisismo deberían comprenderse como entidades claramente separadas porque su origen es distinto. La mítica pulsión de muerte, si existiera, no podría producir patología sino, tal vez, problemas de carácter (en su vertiente moral pero para nada en la neurótica). La pulsión de muerte sólo podría ocasionar problemas de moralidad, sólo podría originar inmoralidad, nunca síntomas. Se moraliza el psicoanálisis, quiérase o no, cuando se invoca la envidia o la acción de una presunta pulsión de muerte o de destrucción para explicar una patología, la mental o la corporal. Hay que desagregar la patología mental (neurosis y psicosis, es decir, procesos con síntomas) de la moralidad, una de las caras o componentes del carácter. Al decir moralidad -siguiendo las fértiles reflexiones de Aristóteles sobre ética-, me refiero al comportamiento, a la actuación y a cuestiones como: la envidia o la generosidad; el amor, la amistad y la filantropía [philía] o el odio; el narcisismo y el altruismo; lo constructivo y lo destructivo, etc., que nada tienen que ver con un síntoma mental, como, una fobia, una disociación histérica o una alucinación. Por otra parte, se observa que la persona con patología mental o corporal propende al narcisismo porque la enfermedad promueve egoísmo. Pero lo inverso no es cierto, el narcisismo no puede causar psicopatología, es decir, síntomas mentales, como tampoco origina psicopatología per se la personalidad psicopática o perversa; podrán organizar, eso sí, anomalías serias del carácter. Existirían dos (o más) ejes o carriles, determinantes del desarrollo humano, fisiológico y patológico, muy bien diferenciables entre sí, aunque se entremezclen: el de la psicopatología y el de la moral. El campo de la moral incluye cosas afines o correspondientes tales como: el amor, el interés y el odio, la envidia o la soberbia, el carácter narcisista o el carácter altruista, etc., pero, excluye el carácter neurótico, por ejemplo la personalidad histérica o la obsesiva. Al respecto, es muy importante considerar que el eje de la patología y el de la fisiología, es decir, el eje salud–enfermedad estaría muy determinado por la constitución y la herencia (en un sentido algo parecido al que propone Freud en Análisis terminable e interminable). También lo estaría el eje moral. No obstante, ambos, a su vez, resultarían muy sensibles o condicionados por el hábito o la cultura, y, decisivamente, por la crianza. La realidad muestra que hay enfermos psicóticos, histéricos u obsesivos bondadosos y tranquilos, y, los hay, imputables o no, malvados o malignos al igual que entre los sanos.


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dades caracteriales del narcisismo. Eutifrón creía actuar bien cuando Sócrates lo encuentra decidido a acusar delante de la justicia, a hacer público, un homicidio cometido por su padre. Sus familiares opinan que ésa no es una acción piadosa, pero él está convencido de obrar guiado por la piedad. Cuando su padre y otros familiares le dicen: “Es impío que un hijo lleve a cabo una acción judicial de homicidio contra su padre”, él explica y responde: “Desconocen, Sócrates, cómo son las cosas divinas acerca de lo piadoso o lo impío”. Eutifrón creía saber y no podía callar la verdad; parecería, incluso, que nunca fuera capaz de mentir. Sin embargo, ¿es veraz la persona que asegura que no miente? Tengo la impresión de que el narcisista y el fanático actúan de forma muy parcial: es posible, efectivamente, que no mientan mientras no vean en peligro los principios doctrinarios que les son necesarios para organizar su existencia. Ahora bien, cuando creen que su propia organización doctrinaria, mental o social, puede arruinarse, y puesto que han instituido como sagrados sus principios existenciales, pasando éstos por encima de cualquier consideración, se creen autorizados a todo en nombre de lo sagrado, de modo que pueden mentir muy deliberadamente si les conviene. El hombre, entonces, deviene un medio para ellos, el fin lo constituyen las ideas, la doctrina, la ideología, la ciencia, la religión; el grupo propio, el partido, la misión, la patria y cosas semejantes. También Kant, el rigorista Kant -luego lo discutiremos-, creía obrar bien cuando aseguraba que nunca, en ninguna circunstancia, debía mentirse. Mucho se ha escrito sobre esa célebre proposición kantiana, pero, de momento, hemos de considerar que él, a diferencia de los fanáticos, instituyó como fundamento de su criticismo que el hombre es siempre un fin en sí mismo, jamás un medio. Nada puede haber, ni doctrina, ideología o religión que pueda desbancar al hombre singular, podríamos añadir.

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Si seguimos con Eutifrón, por su manera de actuar parece oportuno preguntarse: ¿será narcisista? Es rígido, omnisciente, ¿no será un pequeño fanático? Hay algo en el carácter y en el comportamiento de este personaje que repugna a la mayoría. Esa repugnancia, ¿no será promovida por su manera fría de actuar, escasamente humanizada y sumamente rigurosa cuando no corresponde? ¿No es inoportuno actuar una función, representar un personaje cuando no corresponde? En efecto, no es oportuno, es inadecuado ser hijo y juez del propio padre. Quizá Eutifrón confunda o no sea capaz de discriminar lo que es la familia de lo que no lo es, error muy importante y frecuente y producto, a su vez, de un acto de puerilidad, a saber: ver familia donde hay institución, querer pensar que la institución debiera ser una familia. Con la agudeza en él habitual, en un trabajo muy apreciable donde, entre otras importantes cuestiones, advierte sobre lo inconveniente de la necesidad de ver una familia en todas partes, De La Lama describe con precisión y profundidad: La familiaridad impropia es un intento de hacer que funcione como «gran familia» lo que en realidad no es una familia, sino: bien sea alguna institución diferente de la institución familiar, bien un hecho natural y nada familiar tampoco (1994 p. 145). Al hombre singular le corresponde ser persona; no es posible ser persona e institución en el mismo momento relacional. La sala de justicia debe acusar, juzgar y evitar la mentira; los hombres particulares, pobres, debemos abstenernos cuanto podamos de acusar y juzgar, y perdonarnos las mentiras dichas por piedad. Los tribunales tienen que ser justos y clementes; los hombres piadosos y justos. Podría venirnos bien escuchar a Rousseau cuando considera y propone, en su Discurso de 1755: “la piedad es un sentimiento natural que, moderando en cada individuo la actividad del amor a sí mismo, colabora a la


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conservación mutua de toda la especie” (p. 152). Cuando los hombres creen demasiado en ellos mismos, cuando tienen un excesivo amor propio, como preferiría decir Rousseau, devienen instituciones, dejan de ser hombres simples y empiezan a ser fanáticos, a fundar y a establecer, de un modo absoluto y sin piedad, qué es el bien y el mal; comen en exceso, hasta indigestarse, de la fruta del Árbol prohibido de la ciencia y terminan haciendo daño. ¿Podríamos imaginarnos La piedad de Miguel Ángel causando mal a alguien? Soy incapaz de imaginarme esa figura procediendo como Eutifrón. No sé si esa escultura, de haber estado todavía más viva habría mentido para no hacer daño; lo que sí creo saber es que los fanáticos pueden mentir sin escrúpulo, aunque también puede haber fanatismo en sostener que no es posible mentir o que no se miente jamás, como quizá hacía Eutifrón. No es bueno mentir, sobre todo en lo relativo a cuestiones importantes; con el tiempo acaba haciéndose daño. Debemos abstenernos de hacerlo, pero hay que poder comprender que, en ocasiones, suele ser inevitable mentir en el seno de las relaciones de familiaridad y amistad. En efecto, es conveniente constatar que en la cotidianidad familiar, en la de la amistad y más frecuentemente todavía en la relación social decimos constantemente pequeñas mentiras, magnánimas mentiras para evitar daños innecesarios. La convivencia urbanizada y tranquila reclama la verdad y la mentira. Ahora bien, resulta evidente que aquí como en todo hay unos límites que no deben sobrepasarse para evitar males mayores. A la vez, en lo relativo a este vicio y virtud lo que decide sobre el juicio que nos merece el carácter de cada persona es la proporción relativa de veracidad y mendacidad. Las personas que mienten a menudo no nos son agradables aunque las tengamos por amigas, pero, tampoco nos son cómodos aquellos amigos o familiares que siempre han

de decir la verdad aun tratándose de tonterías sin importancia. Ser esclavo de la veracidad suele ser un tormento para aquellos que nos rodean, ser demasiado inclinado a la mendacidad suele manifestar poca estima y respeto para con los otros. En las relaciones de amistad y de familiaridad, a veces, la verdad puede hacer mucho daño y no conducir a nada bueno; puede ser muy destructiva. Aquí, la verdad tendrá que ser descubierta si se quiere pero, y eso es lo esencial, no puede propagarse e imponerse en nombre de una veracidad devenida en sagrada. En el seno de la familia, en circunstancias excepcionales, habrá que entender y perdonar la mentira, mientras no exista contumacia; pero cuando estemos actuando en el seno de una institución justa, cuando ésta respeta los Derechos humanos, no se puede mentir. Kant es muy absoluto al establecer que la mentira siempre es condenable; su rigorismo principialista no admite la variabilidad circunstancial. Para él, el deber se impone siempre a la consideración de cualquier circunstancia. No hay excepción posible. A mí me parece que Kant se equivocó sobre este particular, porque no llegó a diferenciar debidamente, como acabo de proponer, la persona individual en su cotidianidad, familia y amigos, de la persona cuando forma parte de una institución o se relaciona con una institución. Cuando una persona profesa una determinada función u oficio que la comunidad dictamina que es de su interés, el profesional se inviste con el hábito correspondiente a su función, aunque no lo haga de manera tangible y visible como en las edades Antigua y Media. El médico, al ejercer su profesión, se pone o se ponía la bata; el magistrado, la toga; el sacerdote, la sotana; la policía y el ejército, el uniforme; el rey, la corona, etc.. En esas circunstancias, en esos modos relacionales de tipo institucional, no podemos mentir si somos interrogados; la veracidad aquí sí que es inexcusable, como Kant preten-


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día para todo. Pero en casa no llevamos o no deberíamos llevar hábito y, por consiguiente, no debemos hacer como Eutifrón que no puede discriminar debidamente. Parecería que de manera omnisciente no pudiera prescindir del hábito, cree saber y presume de saber. El rigorismo de Kant es imprescindible para evitar perversiones institucionales; curiosamente, el mismo Platón deja de ser socrático en La República, cuando admite la mentira para el gobernante magistrado en nombre de la razón de Estado. ¿Este Platón no nos recuerda actuales hechos horribles y punibles relativos a crímenes de Estado? ¿Kant o Platón? En la res publica, en la institución, siempre el Eutifrón platónico, el rigor y la veracidad de Kant, nunca el Platón de La República. En casa nunca como Eutifrón. No puede denunciarse a un familiar homicida; otra cosa será qué hacer con él si es un asesino contumaz, o qué hacer con un familiar o un amigo, para no cometer perjurio, cuando éste es descubierto y llevado ante un tribunal. Contradiciendo a Kant en estos supuestos, me inclinaría por la casuística y que el propio obrar se determine por la presencia de la subjetividad, por la acción de la conciencia que quiere ser beneficiente, pero, no por la acción de la ciencia que puede devenir omnisciencia maleficente. Es cierto, siempre podemos equivocarnos, pero en casa podemos tener que elegir la conciencia antes que a la ciencia, y tal cosa la institución debe perdonarlo. Por el contrario, es imperdonable que la mendacidad prevalezca en las instituciones ya que entonces todo se pervierte y se corrompen la justicia, la ciencia y la humanidad. Aquí sí que uno debe inclinarse ante Kant. Da qué pensar lo que dice Voltaire en El filósofo ignorante: La palabra injusticia no se pronuncia jamás en un Consejo de Estado en el cual se propone el asesinato más injusto; los conspiradores, incluso los más sanguinarios, no han dicho nunca: Cometemos un

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crimen. Todos han dicho: vengamos la patria de los crímenes del tirano; castigamos aquello que nos parece una injusticia. En una palabra, halagadores cobardes, ministros bárbaros, conspiradores odiosos, ladrones hundidos en la iniquidad, todos rinden homenaje, a su pesar, a la misma virtud que ellos pisotean (p. 894). Es inevitable pensar que también en nuestros días, cuando en un país sucede lo que Voltaire describe y denuncia, hay que mentir si se quiere evitar la pena. Los que han actuado mal es difícil que puedan tener filosofía y filonomía, porque hacerse responsable de las culpas es muy duro en tales casos; si se dice la verdad se pierde el honor y se puede perder la libertad. Pero, en tales casos si se es mendaz se puede perder para siempre la filosofía y la filonomía, decisiones muy graves las que hay que tomar después de la culpa. Edipo, a pesar de lo que dice, tampoco tuvo filosofía ni filonomía, porque siempre negó que había matado a un humano usando el argumento pueril de que no sabía que mataba a su padre. Puede haber falsas razones para cualquier cosa cuando se es narcisista como una criatura y, por consiguiente, se actúa la transferencia infantil. Si ahora tomamos en consideración el análisis rigorista y de principios tal como vimos que proponía Kant, y examinamos los comportamientos que hemos descrito en el seno de la familia y en el del Estado, podríamos establecer que la ética deontológica o de principios, more Kant, y la ética de consecuencias o circunstancial no han de ser excluyentes. De ellas se puede desprender no una oposición, que puede ser parcial y, por tanto, falaz, sino una síntesis. La ética de principios debe tener la primacía en la institución y, esta ética, debe modelar y tutelar a la ética consecuencialista. Quizá, en la relación de amistad y en la relación familiar debe ser a la inversa.


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Kant reconoció que debía a Rousseau el origen y principio de su reflexión ética, pero no es justo con Voltaire, porque algún punto decisivo de su criticismo relativo a la virtud había sido dicho por el filósofo francés, a quien Kant conocía bien. En la Crítica de la razón práctica cita a Voltaire una vez para explicar que se había hecho perder el respeto, pero necesariamente tenía que haberlo citado por otras cuestiones. El alemán no fue lo bastante magnánimo y justo y creo que cometió el mismo pecado de Platón al no citar nunca a Demócrito. ¿Platón y Kant demasiado narcisistas, demasiado políticos, interesados en el triunfo de un grupo con una ideología determinada? Rousseau fue para Kant el “Newton del mundo moral” al situar la autonomía de la ley en el corazón de los humanos, deshaciendo la pretensión de la moral heterónoma. Voltaire decía lo mismo y algo más. El carácter incondicionado de la virtud, contradiciendo, por ejemplo, a los epicúreos antiguos y a los de siempre, es claramente visible en Voltaire cuando dice: “La virtud no es un bien, es un deber; es de un género distinto, de un orden superior, y nada tiene en común con las sensaciones placenteras o dolorosas” (Diccionario filosófico, p.343). Y ésta es una de las proposiciones fuertes que Kant no pudo reconocer que Voltaire ya había pensado. El hombre, ser moral, es para Kant, siguiendo a Rousseau, el fin último de la naturaleza, con independencia de los propios gustos e inclinaciones. No hay posibilidad de intervención por parte de agentes ni de mediaciones al margen del hombre mismo, dado que éste no es un medio jamás. El respeto que se debe a un humano ha de ser absoluto, según el autor alemán. Ahora, amigo lector, te hago depositario de una carta que he escrito a Kant y que dice así: Querido Immanuel Kant: Todo cuanto has pensado y escrito es extremadamente valioso pero no puedo evitarte una reflexión y un reproche. Eres grande, porque tu pensamiento

no puede dejar de estar presente en cualquier reflexión acerca de los principios de la ética desde que nos los descubriste, y fundamentaste que lo bueno sin restricción es la buena voluntad, la voluntad buena, la benevolencia, sobre todo, cuando en la Metafísica de las costumbres, la ligas al hacer el bien, es decir, a la beneficencia. Al mismo tiempo, nos has hecho evidente, mejor quizá que ninguno de los antiguos, si exceptuamos a Aristóteles, el principio de la alteridad, la presencia de los otros, cuando explicas en la insuperable Fundamentación de la metafísica de las costumbres, tu imperativo moral en relación con la humanidad como un fin en sí misma. No es mi pretensión hacerte mejor -porque eso sólo puede ser cosa tuya-, sino explicar las consecuencias que para el conocimiento pueden tener algunas omisiones en tu obrar. Te confieso, no obstante, una de mis debilidades: me alegraría y me complacería que pudieras ser más magnánimo. Nos ocultas algunas cosas, y has pecado como todos hacemos; cometes el mismo pecado que Platón, tu amigo, ignorando con desdén a uno de los adversarios de los dos. Además, guardas silencio sobre otros pensadores principales cuando debería hablarse de ellos. Más adelante, porque deseo ser franco contigo, te reprocharé que no cites como es obligado a Espinosa, el constructor de una de las más bellas catedrales del pensamiento, aquel colosal libro conocido con el nombre de Ética. En efecto, hablas de una concepción suya muy importante, te la apropias, lo cual dice mucho en tu favor, pero no hablas de él. ¿Cómo puede ser posible que Kant cometa estas omisiones?, ¿Te recuerdo lo que otro hombre joven, tan fino y esmerado como el anterior en cuestiones de moral, pensaba de la omisión? Has de haber olvidado que Marco Aurelio explicó de manera inequívoca que muchas veces comete injusticia aquel que no hace nada, no solamente quien algo hace (IX, 5).


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Para continuar mi crítica reflexión sobre los posibles y poderosos motivos ideológicos de los que solemos ser esclavos te digo, querido, lo siguiente: tú y Platón no podéis reconocer la posibilidad de que Demócrito haya podido ser la fuente de inspiración de aquél que, por su inestimable pensamiento moral, siempre tienes presente. Como bien sabes, estoy hablando de Sócrates, uno de los pilares de tu ética autónoma, aunque no siempre lo citas como tal. Tengo la impresión de que Platón y tú sentís cierta aversión hacia quienes no son teístas, curiosamente, como ocurre a veces con Voltaire. ¿También tú dices que Demócrito es un presocrático?, ¿haces como el noble Cicerón?, ¿por qué no nos decís la verdad?, ¿por qué nos engañáis? Los filósofos sabéis que Sócrates era contemporáneo de Demócrito, sabéis, incluso, que éste seguramente fue algo más joven que el de Atenas, y sabéis que murió bastantes años después. Tú que pretendes tener un carácter noble, ¿no crees que ésa puede no ser una cuestión menor?, ¿no podría haber en eso una mistificación interesada? Sí, ya sé lo que suele escribirse imitando a Cicerón: Se denomina presocráticos a los que a diferencia de Sócrates se ocuparon más de la Naturaleza que del hombre; Sócrates a la filosofía la descendió del cielo a la tierra, del examen de la naturaleza al del hombre. Muy bien, pero además, ahora todos sabemos que ha habido mucho silencio acerca de Demócrito y otros, y mucha propaganda sobre Sócrates y algunos más. Y, no obstante, hay mucha y muy profunda reflexión ética atribuida a Demócrito: la formidable e imponente concepción acerca de la interiorización de la conciencia moral, como sabes bien -o hubieras podido saber si tu amigo Platón te lo hubiera contado-, fue formulada por primera vez por el materialista. Ya no es posible ocultar estas cosas, alguna gente -que asimismo puede

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disgustarse con Platón- lo hace público. Recordarás, cómo no, que citas a Demócrito en la última página de tu Crítica de la razón pura, aunque de forma oscura, me parece que nada elogiosa, y en la Crítica de la razón práctica te refieres a él para decir que no merece la pena detenerse en su sistema de la casualidad dado que es manifiestamente absurdo. ¿No es parcial e injusto criticar a quienes no aceptan la finalidad, tu necesario teleologismo, y ofrecer una idea reduccionista de la casualidad al no hablar de determinismo? Te consta que Aristóteles lo cita a menudo y con respeto; sabes bien que para Demócrito azar y necesidad es una manera de decir lo mismo y que por no aceptar ninguna finalidad fue criticado seguramente con escasa razón por el discípulo de Platón. Demócrito no necesitaba ser teleologista; tú y Aristóteles necesitáis un plan y una finalidad. Quizá no conozcas los fragmentos de la ética democritiana y ello te eximiría de culpa. Tú que hablas de la majestad del deber y has escrito: “¡Deber, nombre sublime y grande!”, mira lo que dice Demócrito. Te lo digo en forma de resumen y me consta que formularás objeciones a ello: No por temor, sino por deber, es preciso abstenerse de acciones viciosas. Quien evita la injusticia sólo por causa de la ley, tiende a actuar mal y a escondidas, mientras que quien fue persuadido al reconocimiento del deber, no tiende, ni abiertamente ni a escondidas, a llevar a cabo actuaciones incorrectas. Has de saber, hemos de saber, para ulteriores reflexiones, que algunos fragmentos democritianos son idénticos a los pilares que sustentan la ética socrática. ¿Demócrito conocía a Sócrates o Sócrates conocía a Demócrito? Immanuel querido, ¿sabes lo que pienso de este asunto? Si Demócrito hubiera recibido los principios de su ética de Sócrates, lo hubiera declarado así; aparecería, tal vez, el nombre del maestro en alguno de sus


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fragmentos. Desconfío, por el contrario, de Platón; intuyo que era lo bastante interesado y apasionado en el combate ideológico y pudo habernos ocultado que Sócrates había bebido en las fuentes de la ética de Demócrito. Tanto la gente que piensa -y tú piensas mucho, todo el mundo lo reconoce- como la que nunca lo hace, somos con frecuencia demasiado apasionados en lo que se refiere a la ideología, y en eso, tú, admirado pensador, descuidas el aviso de tu colega Hume acerca del poderoso efecto que la pasión puede ejercer sobre la razón. Por consiguiente, en más o en menos, hacemos, y parecería que fuera inevitable, un uso político de la ideología, lo que, desde luego, acaba desmereciendo a la filosofía misma. Como bien sabes, filosofía e ideología se excluyen casi siempre. Hemos de estar muy atentos si queremos mantenernos intelectualmente honrados. Tú recuerdas, quizá mejor que nadie, que Aristóteles deseaba que sus conciudadanos no pecasen de nuevo contra la filosofía. ¿Te das cuenta, admirado filósofo, que no eres lo bastante beneficiente con tus lectores y con la memoria de los vivos y los muertos? Cuando no se es beneficiente se puede ser maleficente, y aun cuando jamás lo hayas formulado de ese modo, creo que te corresponde un pensamiento así. Alguien podría pensar que te exijo demasiado al pedirte algo que no das. Te prescribo, no obstante, la misma medicina que tú le hiciste tomar a Hume cuando en la Razón pura escribes: “Nuestro escéptico [Hume] no distinguió estas dos clases de juicio, y, sin embargo, debiera haberlo hecho”. Pues bien, la medicina es la siguiente: tienes que hacer algo que no haces. Tengo la impresión, porque sé que le lees, que has recogido alguna flor del jardín de Voltaire -ya ves que ahora hago uso de una excelente metáfora del querido Séneca-, pero apenas hablas del francés, y cuando lo haces, lo dejas en mal lugar. Sí, ya recuerdo que en una ocasión citas algunos versos suyos, pero eso me parece

insuficiente. No haces bien porque quieres ser honrado, y no deseas ser narcisista. ¡Tú, precisamente, que eres uno de los que nos haces caer en la cuenta de la importancia de la alteridad! Nunca te agradeceremos bastante que hayas fundamentado tu ética siguiendo los pasos vacilantes de Demócrito y de Sócrates, y, sobretodo, los de Aristóteles, tomando en consideración la existencia del otro. ¿Recuerdas que en la Crítica del juicio vinculas el mal a un “intratable egoísmo”? Y, ¿qué de la Metafísica de las costumbres?: “Hacer el bien es un deber”, dices, y concluyes, yendo más lejos incluso que algunos de los antiguos: “La felicidad ajena es un fin que a la vez es un deber”. ¡Qué hermosa frase la que escribes en tu Religión! Es como un verso que condensa buena parte del universo humano: “Egoísmo, el dios de este mundo”. En función, pues, de tu oportuna insistencia en la consideración de los demás creo que, inexcusablemente, debes citar a Voltaire para hacerle un bien, a él y al resto de cuantos te leemos. ¿Y qué haces con tu admirado Rousseau? Eres muy sobrio, lo sé; hemos visto que en tu casa sólo tienes colgado un cuadro. ¡Y este cuadro es la efigie de Rousseau! Eres un hombre contenido, templado y, no obstante, te exaltaste al conocer cómo enfocaba Rousseau el problema de la teodicea. Todavía oigo tu grito vehemente: Rousseau ha sido el primero en descubrir, bajo la multiplicidad de las supuestas formas humanas, la naturaleza recóndita del hombre y la ley oculta según la cual la providencia queda justificada por su observancia.... Después de Newton y Rousseau, Dios está justificado y la sentencia de Pope es verdadera. Ya sé que Voltaire se ríe de Pope y de Leibnitz y que eso te duele. Está bien, reconoces un gran mérito a Rousseau y, además, a diferencia de Voltaire, que no sabe qué hacer con la Providencia, Rousseau se le enfrenta enérgicamente; pero este elogio de Rousseau


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lo has escrito sin ánimo de hacerlo público: se encuentra manuscrito sobre el margen de uno de tus trabajos. ¿Por qué no has podido “colgar” el cuadro de Rousseau en tus grandes Críticas si ha sido de tanta importancia para ti? Sabes bien que nunca lo citas en tus grandes obras, aunque sí lo haces en alguno de tus opúsculos. Quizá soy demasiado riguroso y exigente, pero como a veces, de forma muy seria, te refieres a la virilidad necesaria para pensar con rectitud… -No sé, por otra parte, por qué no hablas de las mujeres, ¿no son ellas, en ocasiones, más valientes?-. Así pues, ya que ésa es tu posición, serás lo bastante viril para encajar mi insolencia sin ningún lamento. Hay una concepción que puede ser central, como tantas otras, en tu reflexión y que aprecias especialmente: me refiero a la consideración acerca del contento de sí mismo o de uno mismo, tu célebre e importante selbstzufriedenheit, ampliado más tarde, supongo que con considerable esfuerzo de tu parte, cuando hablas de un placer moral. En la obra en que hablas de este placer dudas acerca de la oportunidad de añadir la benevolencia, el amor, al cumplimiento del deber para sentirse contento. Esta es una reflexión de suma importancia sobre el superyó o, para decirlo con más propiedad, sobre diferentes tipos de cristalización del superyó. Hay pacientes que hablan de esas cosas sin haberte leído: unos dicen que no se sienten contentos; algunos llegan a decirlo como tú lo formulas y manifiestan que no están contentos consigo mismos; la mayoría expresa lo mismo de un modo distinto, dicen estar deprimidos. Ahora bien, ¿cómo puede ser que no digas que uno antes que tú introdujo en la reflexión ética la concepción quizá capital sobre el contento del alma o el sentirse contento? Fue el gran pensador que establece de manera bien suave y natural identidades fundamentales, aquel que identifica el contento con el conocimiento, la

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virtud y la felicidad. ¡Menudo atrevimiento! El contento de sí mismo o del alma es una flor muy bella que creció en el jardín de Espinosa, como otra muy parecida, casi igual, la euthymía [buen ánimo] apareció en el de Demócrito. Tu has leído la Ética de Spinoza tan impresionante; pero ese jardín no te agrada, y tienes, desde luego, tus buenas razones, porque el judío expulsado de la sinagoga, fichado y puesto bajo vigilancia por la Inquisición, perseguido por impuro, pone en cuestión tu amada libertad y tu amada deidad, el homo noumenon escindido del homo phoenomenon... Es cierto que tu actitud hacia Spinoza cambia al final, pero, curiosamente, según parece, cuando tu fe cristiana, sufre una variación. ¿Por qué te resulta tan difícil recordar a tu adversario Voltaire?, ¿por qué no citas a Rousseau, tu admirado filósofo, en tus obras principales?, ¿por qué no mencionas como es debido al joven y gran Espinosa? No tengas miedo, inflexible filósofo, porque el mundo seguirá girando lentamente como desde el primer día aunque pueda haber progreso, como tú, entre otros, te esfuerzas en razonar. ¿Hubiera cambiado el mundo de haber citado Platón el mérito de Demócrito? Seguramente no. O, tal vez sí. ¿Hubiera habido mayor progreso moral? De cualquier modo, citar, cuando es obligado, a los adversarios y a los amigos honra a quien lo hace y es un deber de justicia. A ti, que tienes una poderosa cabeza, te pido que pienses y, si te place y puedes, me respondas algún día, la siguiente cuestión que a todos habría de ayudarnos: ¿Inclinarse ante la pasión y dejar enterrados el pensamiento de algunos autores por consideraciones ideológicas o políticas, podría ser una consecuencia del narcisismo? Me atrevo a decirte que tu poderoso racionalismo no ha podido tomar en consideración la afirmación de tu colega Hume al decir, contundente y valientemente, que: “La razón es, y sólo debe ser, una esclava de las pasiones, y no puede


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pretender otro oficio que el de servirlas y obedecerlas”. Para muchos no es fácil admitir lo que, entre otros, propone Hume: la moral se subordina a la pasión o al sentir. Comprendo tus reservas, pero si escuchamos el ruido enorme que los hombres alcanzamos a hacer y a sufrir desde siempre en el seno de esta sorda e impasible Naturaleza, la propuesta de Hume no constituye ninguna sandez. Tu Razón no puede admitir el contacto con la pasión. Pero, ¿tú, que en todo momento sitúas a la razón como eje de la ética y la moral, no serás esclavo también de la pasión cuando de narcisismo e ideología se trata? ¡Te debo, te debemos tantas cosas! Entre otras, me he beneficiado de una más amplia concepción del superyó, del superyó de algunos, quizá del de la mayoría, a pesar de que no sabes qué hacer con el del perverso. No estoy de acuerdo contigo y con Platón en que deba aplicárseles la pena capital. Tus páginas dedicadas a este tema, quiero decírtelo claramente, me parecen abominables. Dejas de lado a Hume y ello te impide advertir que la pasión puede haber enturbiado tu poderosa razón. Te es posible admitir que se dé muerte a un humano perverso, tal vez porque crees en la inmortalidad. Demasiado anhelo de inmortalidad podría corresponder a un excesivo narcisismo al no poder aceptar la propia muerte, y a no tener en cuenta que no debemos decidir la vida de los demás. ¡Que haya que recordar tales cosas al príncipe de la alteridad, del deber y del respeto! ¡Demasiada ansia de inmortalidad! ¡Demasiada fría pasión! En relación con ésta, cálida o fría, apacible o no, calm passion o violent passion como dice Hume, no hay más salida, estimado amigo: para entender el superyó hay que poder incluir a Hume, se te debe emparejar a él, mal que te pese. Kant-Hume, no es posible ser excluyente o partidario. No es posible hacer ideología partidaria sin dañar al conocimiento. Quizá no se pueda modificar el superyó de determinados malvados, pero dis-

ponemos de otros remedios que nos permiten evitar la muerte si estamos tranquilos y podemos sortear la venganza. El problema es que, al igual que Platón, no sabes cómo resolver el problema del mal, del daño, de la culpa, pues, del mismo modo que él, entiendes al superyó de manera parcial e incompleta. Sospecho que en lo relativo al mal es sumamente importante y frecuente el grave problema que plantea o surge en el Eclesiastés: ¿habrá justicia al final del tiempo o no tiene por qué haberla? Creo, te lo digo como lo pienso, sin disimulo que, como sucede a la mayoría, te ha impresionado mucho este problema y no puedes, a pesar de que antepones siempre la moral a la teología, prescindir de la teología de la inmortalidad o de la resurrección a la manera de Pablo para fundamentar la moral al final de tu obra. Voltaire, que puede ser muy desmesurado, como sabes bien no es justo con los judíos; pero, tú, ¿seguro que hablas con equidad de la religión judía?; ¿qué pensar de la ortodoxia que no admite la inmortalidad? En lo relativo a la ética en tu Religión eres injusto con los judíos y, por extensión, me parece que también lo eres con los ateos; ¿recuerdas lo que dices?: Ya que no puede pensarse en ninguna religión sin fe en una vida futura, el judaísmo como tal, tomado en su pureza, no contiene ninguna fe religiosa...; el que no haya querido tomar en la menor consideración la vida venidera demuestra que ha querido fundar solamente una comunidad política, no una comunidad ética. Excesivo para ti. Parece que acabas diciendo que no hay comunidad ética sin inmortalidad. ¿Eso, dice Kant? ¡Ay!, el Eclesiastés, amigo mío. Tu médico de cabecera me parece que es Pablo, el mío es Demócrito como debes haber descubierto, a pesar de que las cartas de aquél son admirables y es bueno y recomendable leerlas con toda la atención que uno pueda. No acostumbras, amigo Kant, a hablar de los niños, del desarrollo y del cambio en tus


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grandes obras. ¿Has observado que los mayores solemos causar daño a los niños guiados por nuestro narcisismo? ¿Te has percatado de algo muy extraño en lo relativo a la infancia?, ¿has observado que, en ocasiones, los mayores se complacen cuando el niño tiene miedo y sufre? Estos mayores son crueles y no lo saben, se tienen a sí mismos por valientes y se creen mayores, pero son sólo adultos en su apariencia corporal. ¿Sabes lo que pienso de este tipo de cuestiones? Mantengo que del narcisismo de los padres, de la falta de amor, pueden surgir homicidas y suicidas; entre los primeros Edipo es un caso notorio. Me gustaría que hicieses una lectura crítica del concepto de superyó de Freud, del cual hay mucho que aprender y, a la vez, mucho que criticar, pues me temo, te repito, que no sepas qué hacer con el mal. Ojalá efectuaras esa lectura; cabría esperar mucho de ella y al final todos ganaríamos algo. Según vemos en tu Religión, donde quedas muy enredado en sabias y profundas consideraciones, tienes que acabar por imputar un mal radical en la naturaleza del humano, como, desgraciadamente, siguen creyendo muchos psicoanalistas. Estos colegas a tu mal radical lo llaman pulsión de muerte. ¡Qué libro el tuyo sobre la Religión dentro de los límites de la mera razón, que según mi parecer es una mezcla de profunda sabiduría y de propaganda clerical! Hablando de religión, Rousseau, tu preceptor, me gusta mucho más que tú; es más poético y parece más independiente, es admirable su sincera honestidad. Aún sin ser religioso, me pregunto, y pregunto al amigo religioso, ¿es genuina la religión sin poesía?, ¿si se la despoja de mito y de poesía, no se convierte en ideología política? En tu Religión quieres prescindir de la casuística y quedas atrapado en ella, porque acabas prisionero de lo absoluto. Sólo puedes salir del laberinto cogiéndote de lo absoluto. Pero el problema clave y su solución, amigo mío, según lo entiendo y oso exponértelo, es la

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variabilidad de la especie humana, que se resiste a lo absoluto. La humana es una especie que tiene mucho en común, pero es la más variable que existe. Es tan variable en el pensar, el sentir y el obrar (moral) como en lo corporal. Las demás especies son más constantes en el obrar, hay menos variabilidad. Percibimos la moralidad en la medida que hay variabilidad o diversidad, porque si todos los hombres fuéramos idénticos como pueden serlo los gusanos no advertiríamos que somos morales o inmorales, y no reflexionaríamos como venimos haciendo desde siempre acerca de lo que es la moralidad; seríamos morales o inmorales y basta. Todos los humanos tenemos cara, voz y huellas digitales; somos semejantes pero no somos idénticos, somos singulares. Con la mente y la moral ocurre algo parecido. La Razón y la Ley se ven con claridad en el corazón de la mayoría de los hombres, pero no en todos ellos. Protágoras no acertó al afirmar que Zeus repartió por igual Justicia [dike] y Conciencia moral [aidós]. En consecuencia, quisiera exponerte mi conclusión acerca de la pregunta: En lo relativo a la moral, ¿qué criterio prevalece? Respondo para ti, para uso de tu crítica: A constancia del criterio moral de la mayoría, la physis humana, la fisiología moral, que en el cómputo general de la historia suele ser más frecuente que la patología moral. La fisiología moral, más constante que la patología y que, como tú me has ayudado a apuntalar en mi reflexión, no es consensuada ni es nómica o circunstancial. De esa constancia, de esa physis extraes, no te engañes, el a priori, el imperativo moral y todas tus bellas cosas, sagradas y eternas, palabras estas últimas dichas a la manera de Spinoza. Sobre los astros, las abejas o las hormigas sería más fácil postular absolutos o leyes de carácter universal; en los humanos, esto es posible sólo relativamente. Únicamente de un modo relativo se puede ser absoluto. Pero, ¿es eso un pecado filosófico? Si fuera así, perdóname, porque no soy más que


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un modesto lector, apasionado lector a veces de alguna buena filosofía, como la tuya, pero sin hacer de ello profesión ninguna porque mi oficio es otro. Creo que ahora estamos hablando del viejo problema del ser, del cambio y del movimiento. No son absolutos, ya que coexisten los dos, y cuando uno piensa en lo absoluto disocia el movimiento, la dinámica. Quizá por eso no aceptas la cantidad, como sí hace el viejo Aristóteles en la formulación de la virtud: sólo te fijas en la cualidad, en el es o no es, una propuesta absolutista que puede llegar a oponerse al cambio. Y, sin embargo, sabes bien que un hombre virtuoso puede dejar de serlo, y viceversa. La virtud es o no es en relación con la cantidad y no sólo con la calidad. Otra consideración todavía: el amor y el odio crecen y decrecen, son móviles en relación con la experiencia, cambian o pueden cambiar en el curso de la historia individual; pero sospecho que eso es algo que no ves o no quieres considerar. Lo que sí dices, en cambio, es que es preferible dejar los sentimientos al margen. Cuando tienes que fundamentar la conciencia sólo admites el deber, pero éste es una parte del superyó, no lo es todo. Hume tiene también razón. Respecto a la conciencia y a la “pasión” o sentimiento de Hume, Freud te supera, quizá, en el primer tramo del camino, porque examina e investiga la variabilidad de la conciencia moral, que él denomina superyó; investiga su singularidad, que en parte es condicionada, relativa. Más tarde postuló, también, un absoluto. Y, lo malo de los absolutos es su inexistencia, o su parcialidad, por ejemplo, tu célebre propuesta sobre el deber. Todo lo que es no puede ser un mal absoluto, aunque puede ser un gran mal, pero, a su vez, lo que no es y se postula acaba ocasionando dolor y daño al conocimiento y, después, a las personas. Así, en el caso de Freud, el complejo de Edipo y una mítica pulsión de muerte, una especie de mal radical como a ti te gusta denominar, que él aplicaba de modo absoluto, es

decir, como si tales postulados fueran imprescindibles. No podía dejar de aplicarlos porque devinieron muy poderosos y tiránicos para él. Además, como suele suceder con los mitos o sus esbozos, seguramente estuvieron presentes en su cabeza, durmiendo quizás desde la infancia o la juventud. Dichos mitos fueron considerados y queridos como propios y esenciales. Por otra parte, considero que el mito, y estimo que podrías compartir mi opinión, puede llegar a ser sumamente peligroso cuando se le cree real, histórico. El mito es agradable e instructivo mientras sea arte, pero, mucho cuidado, porque cuando traspasa su límite e invade el territorio de la ideología o de la ciencia puede ser funesto y nocivo. Hume pensaba que la pasión gobierna la razón. No parece una sandez si se observa la fuerza y la potencia que pueden adquirir los mitos. En efecto, el carácter que es sumamente potente y eficiente, y el sentimiento de necesidades diversas van construyendo principios, mitos y filosofías que condicionan la razón. Aunque te disguste debe entenderse la Razón como un mito más mientras se la considere pura, es decir, incondicionada. No existe una tal cosa absoluta. En lo referente a los principios es evidente que no puedes aceptar un dualismo teológico, maniqueo, porque, como es lógico, tu teología sólo puede admitir, para no alterar la razón, más que un único principio supremo originario, para decirlo con tu léxico. Pienso, sin embargo, que en lo relativo a este grave asunto Rousseau no te salva a la Providencia -a la que antes ya hemos aludido- porque él al igual que tú, como admites en algún pasaje de tu Religión, entendéis que el mal también es el dolor físico, y tal cosa necesariamente significa que no todo el mal depende de la libertad. Sé que conoces a Broggi, buen cirujano y cirujano bueno. Hemos hablado mucho de estas cuestiones y, como otros antes, hemos concluido que el mal es el dolor y el daño, sea físico o moral. Aunque lo contrario no puede


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ser cierto porque el bien no se reduce al placer. Tales conclusiones que seguramente se originan en nuestra práctica médica siguen una tradición más aristotélica que epicúrea. Por mi parte también sostengo que el progreso de la humanidad es la disminución del dolor y del daño -Broggi afirma que debería añadirse la comprensión a la disminución del sufrimiento. Pero, como se observa a menudo que no siempre se alcanza un aumento notable de la comprensión, me conformo con la idea de que la disminución del dolor debe ser suficiente. Acerca del progreso, acabo de escribir unas pequeñas reflexiones en un trabajo corto sobre el conocimiento y el consentimiento de la muerte, pero ahora debo dejar este tema; con gran esperanza y alegría pienso escribirte una próxima carta acerca de este asunto. Para volver a lo que ahora tenemos entre manos, ¿es que no puede prescindirse de los principios absolutos y radicales, como el bien y el mal, para hablar de lo humano? Espinosa lo hace sin inmutarse, pero tú no puedes seguirlo puesto que si “Deus sive natura”, solamente existe una substancia y entonces desaparece de nuevo la Providencia. El principio radical no es el bien ni el mal: el principio sería la acción, si seguimos a Goethe; después, sobre este fundamento se edificarían de manera natural las categorías del bien y del mal, cuando el animal come la fruta prohibida, cuando el animal se humaniza. Quizá no sea posible dejar de observar tales principios radicales y absolutos sin prescindir o sin poner freno a la operatividad de la mitología o de la teología en la mente de los hombres, incluida la de Kant. Al final, tienes que hacer como Freud que, no siendo teólogo, filosofa con el mito del bien y el mal y, como tú, introduce un maniqueísmo antropológico, en su caso bajo los nombres de Eros y pulsión de muerte, una mitología que llega a tomar por real. Freud tampoco tuvo en cuenta a Voltaire cuando contradiciendo a Locke, su admirado maestro, vislumbra una

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programación natural relativa en la especie humana. Freud escoge la filosofía de Lamarck, ignora la de Voltaire. Como bien sabes, todos los científicos eligen o “son elegidos” por una filosofía y una mitología que habita en el fondo de sus mentes, sólo que algunos desconocen que es así y otros niegan que sea así. Los hay tan arrogantes que desprecian la filosofía en nombre de la ciencia que creen poseer. No saben y no quieren saber que en sus molleras, y desde la niñez, antes que ciencia hay filosofía y mitología, las cuales siguen gobernando secretamente su razón que de manera omnisciente imaginan incondicionada porque no meditan en lo relativo a sus inclinaciones míticas. Tú quieres conseguir que la razón deje de ser condicionada pero..., pudiera ser que en tu cabeza tengas enclavado un mito, quizá el mito de la inmortalidad. Lo mismo le sucedió a Freud con otro mito. Y yo, como cualquiera, ¿cuál debo tener?, porque no debe ser posible que no tenga ninguno. Quizá me descubras portador del mito de la mortalidad, al contrario que tú, y el de la pequeñez e insignificancia del universo humano. En este momento te imagino sonriendo apaciblemente; sé que ya has adivinado quién me despertó, y quién me estructuró muy fuertemente tales mitos. En fin, sabes bien que se trata de un emperador y de un pulidor de lentes, ya muy citados, a los cuales veo con un espíritu semejante y poderoso. El eximio Marco Aurelio, un elemental y claro generador de moralidad, y el insuperable Spinoza, que fue capaz de ver claro lo que se presenta borroso, el que miró el mundo y contempló cosas de este estilo: la felicidad no es el premio de la virtud, sino la virtud misma; el amor o felicidad, la gloria, el contento del alma son la misma cosa; el humano no es un imperio dentro de otro imperio… ¿Existirán humanos sin mitos operativos en su mente? Si tú, Freud y otros grandes pensadores poseéis mitos operativos, ¿no voy a poseerlo yo? ¿Me lo descubres por si no hu-


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biera acertado en lo relativo a Marco Aurelio y Espinosa? Me harías un gran favor. Si retomo la filosofía de Voltaire y de Rousseau, y la de Demócrito y Sócrates, la de Esquilo, la de Marco Aurelio y la de Espinosa, la de Freud y la de Darwin, la tuya, Immanuel, desde luego, como también hace Freud, la de Hume y la de Aristóteles, la de Moisés y la de Jesús, junto con la de tantos otros, si las tomo como guías posibles, si ahora las mezclo con la filosofía y la ideología de los pacientes, es decir, con lo que dicen o creen acerca de sí mismos y de los demás, me encuentro con esta mezcla o combinación tal como intenté argumentar en un libro que escribí: el superyó, la conciencia moral, la Ley moral se va desplegando de acuerdo con un programa connatural, ingénito que se modifica y cristaliza según sea la experiencia individual. Más tarde, puesto que no somos un cristal sino carne viva, en más o en menos, se puede remodelar. El gran Rousseau tampoco acertó aunque se acercó bastante a la solución. Al principio, la mayoría de los humanos no somos aún ni buenos ni malos, ni sanos ni insanos; lo que sí existe es la posibilidad de serlo, y con el tiempo la historia individual acabará la obra. Voltaire, apreciado Kant, huele el buen camino. Sé que no te gusta nada lo que digo y sé que corro el riesgo de que me trates como un descarado descendiente de Demócrito, de Marco Aurelio y de Spinoza y que menosprecies mis razones, que pueden aparecer como sinrazones para tu academicismo, tu formalismo y el rigor de tu oficio. A pesar de todo, he de decirte que cuando se te lee, es muy difícil no adquirir la convicción de que eres uno de los mayores talentos de la humanidad. No dejaré de citarte aunque seamos adversarios en algunas cuestiones cardinales. Hasta pronto, estimado amigo, y para el bien de todos, recordemos siempre, si te place, a Marco Aurelio... Escribir a Kant o sobre Kant, puede comportar pensar en su ilustre antecesor, tan apreciado por él y tan entrañable. Rousseau es

un hombre extraño, complejo, escritor excelente y elegante como pocos; religioso ejemplar y contradictorio, a diferencia de Kant, que estaba hecho de una pieza. Neurótico y sabio, gentil y paranoico, histérico por momentos, como en aquella ocasión en que le monta un “número” a Hume abrazado a sus rodillas, llorando, pidiéndole perdón. Culpable de acciones graves, exhibía a veces un carácter suave y dulce; y en relación con la mentira, fue más clemente que el alemán. Aunque Rousseau no distingue ex profeso al individuo de la institución -tal como lo he propuesto en este trabajo-, se ocupó de la mendacidad de manera más humanizada que el riguroso y célibe autor de Königsberg, que quizás fue demasiado obsesivo para permitirse culpa alguna. Quién sabe si esa diferencia entre los dos se debía a que Rousseau se sabía culpable, como veremos después, por mucho que siempre se decía inocente. En su última obra, Las ensoñaciones del paseante solitario, dedica un capítulo, el cuarto paseo, a hablar sobre la mentira y escribe que “es difícil y raro que una mentira sea perfectamente inocente” (p.70). Pero al mismo tiempo, tras contar cómo mintió para no tener que acusar a un joven muy consternado por haberle herido accidentalmente en dos de sus dedos, manifiesta, igual que Taso en la Jerusalén liberada: “Magnanima menzogna” [mentira magnánima], y continúa con buen criterio: Jamás mentira premeditada se acercó a mi pensamiento, jamás mentí en interés propio; pero con frecuencia he mentido por vergüenza, para librarme del embarazo en cosas indiferentes o que sólo interesaban todo lo más a mí mismo… (p.74). Actitud metodológica y carácter que difieren del rigor de Kant cuando éste expresa: “La veracidad en las declaraciones que no pueden eludirse es un deber formal del hombre hacia sus semejantes, por grave que sea el perjuicio que para él mismo o para otros se siga de ello” (p.62) y “Ser veraz en todas las declaraciones


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es pues un mandamiento sagrado de la razón, incondicionalmente exigido y no limitado por conveniencia alguna” (p.64). Eutifrón, empero, llegaba más lejos que el de la Razón práctica, pues, aun habiendo querido ser consecuente con la dura máxima kantiana, podía eludir la declaración y ser igualmente inocente. El fanatismo no se articula bien con el sentimiento común -con la fecunda idea de Rousseau que tanto impresionó a Kant, la volonté général-, en los momentos de paz y de tranquilidad, individual y de grupo; de aquí que, a menudo, el fanatismo sea censurado y mal visto por el escaso respeto que contiene y la violencia que despliega. El fanático aspira siempre a imponer, actuar y conquistar; no respeta nada. No acepta con resignación ser un caso singular o particular, no acepta la sencillez, el ser común y tranquilo. Su modo de acceder a la totalidad, que no acepta, es la conquista y la destrucción. No es capaz de contener y respetar la totalidad, la pluralidad; toma por total su verdad, que es parcial y, por tanto, es propenso a destruir la totalidad. En “Sobre el morir y el vivir” (1997) he propuesto que la esperanza debía entenderse especialmente vinculada al pasado y al presente, y no solamente al futuro como generalmente se hace. La esperanza, que está relacionada con la espera, reclama la clara percepción y el respeto por la existencia al margen de nosotros mismos, por la existencia de la naturaleza y de las personas. Esperanza quiere decir esperar, pero significa también aprender a no esperar demasiado. Significa admitir que la naturaleza es gobernada por leyes que no dependen de nosotros. Cada humano es parte de una totalidad de humanos, lo cual debe hacer evidente que nuestro obrar quizá es justo pero que el fruto de nuestras acciones puede dejar de producirse o se producirá más adelante y no lo veremos. Efectivamente, los resultados no siempre dependen de nosotros dado que la naturaleza y la existencia de los

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demás son independientes, y ha de serlo, de nuestro deseo, gusto y arbitrio. Pues bien, el fanático, como el narcisista, están sumidos en una desesperación continua porque no les es posible aceptar la independencia de los otros. Siempre quieren que la totalidad dependa de la singularidad, han girado el mundo y lo hacen dependiente del propio interés. Piedad, perdón, esperanza, justicia, sentimiento de culpa, son valores constituyentes de la virtud que el fanático y el narcisista no conocen o desconocen porque no acaban de comprender que los demás son independientes, es decir, tienen vida propia y tienen necesidades. La reflexión anterior nos remite asimismo a la cuestión de la asunción de la culpa, de la falta o el daño tan repetidamente proyectados o atribuidos a los demás, al exterior de uno mismo. La atribución de la culpa al exterior, a menudo de manera violenta, es característica del fanático. Como ya he dicho antes, creo que la justicia representa uno de los componentes más importantes de la virtud: ser justo significa tener una idea muy clara acerca de lo que nos corresponde y de lo que no nos corresponde; asumir, admitir las propias culpas y los méritos y, a la vez, percibir con claridad las culpas y los méritos ajenos. Es éste siempre un ejercicio difícil que reclama mucha madurez, madurez de carácter que no posee el narcisista ni, mucho menos aún, el fanático. Desde este punto de vista, el justo es el sabio; el fanático, que es injusto, cree que posee la sabiduría porque está inmerso en la omnisciencia. La sabiduría tan sólo es obrar justamente, decía Marco Aurelio de manera concisa (IV, 37). Hay formas menores de fanatismo más difíciles de reconocer que, con frecuencia, sólo se ponen de manifiesto cuando se produce una discusión o una controversia, cuando la gente se siente llevada a defender una determinada concepción de la vida o de las costumbres que parecen imprescindibles para mantener la propia identidad o el propio interés; pero también


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desplegamos un cierto fanatismo cuando nos sentimos urgidos a propagar, a hacer propaganda de aquello que consideramos propio y valioso. La disposición al fanatismo es muy frecuente; podría decirse que se trata de una disposición que, con mayor o menor intensidad, habita en todos nosotros. En condiciones de cierta rigidez del carácter y escasa ilustración es fácil caer en el fanatismo. Sucede sin embargo, que la escasa ilustración, o el menosprecio de ésta -que en ella misma suele constituir un buen antídoto frente al fanatismo- serían ya obra y consecuencia a su vez de un carácter sometido a limitaciones y rigideces. Sin embargo, tales caracteres no sólo se detectan entre personas vulgares y poco inteligentes, sino también entre universitarios y profesionales de cualquier clase, y quién sabe si en una mayor proporción entre estos últimos, a veces fatuos, que con la gente sencilla. En 1778, en pleno siglo de la Ilustración europea, mueren dos hombres insignes a los que ya conocemos, dos de los grandes pensadores de la humanidad, que lucharon siempre a favor de la Tolerancia. Ambos fueron víctimas, en distintos momentos, del fanatismo que habían combatido. Ambos habían perdido a su madre: Rousseau poco después de nacer, Voltaire a lo seis años de edad. Carecieron, seguramente, de una infancia fácil, porque perder a la madre, o tenerla sólo jurídica o biológicamente, como una Esfinge ensimismada, distraída u ocupada, constituye un traumatismo susceptible de no resolverse bien y de contribuir al desarrollo de una organización narcisista del carácter. Estos personajes ilustres llegaron a odiarse profundamente, no pudieron tolerarse. Primero por cuestiones ideológicas y, enseguida, por razones de índole personal, vinieron a ser enemigos en lugar de simples adversarios. ¿Por qué estos dos hombres se odiaron tanto?, ¿por qué ellos, apóstoles de la tolerancia, no fueron capaces de soportarse, de tolerarse?, ¿por qué que-

rían herirse? Voltaire, en ocasiones, miente; Rousseau, a veces, miente, el primero para atacar, el segundo para defenderse. Tengo la impresión de que, aun no siendo fanáticos en absoluto, había demasiado narcisismo en el corazón de estos hombres, un narcisismo alimentado quizá por una infancia difícil. Quizá las propias culpas no fueron asumidas suficientemente, como suele ocurrir en la organización narcisista del carácter, aunque no sea grave; el odio, entonces, crece, y cuando eso sucede, aparecen dificultades serias para que el individuo se haga cargo de sus faltas, y entonces, de manera apasionada, se procede a dañar, o a dañarse como pudo sucederle a Rousseau. La pasión excesiva es una mala compañera que acompaña siempre a los fanatismos porque la razón, y la serenidad y tranquilidad que necesita la razón, quedan maltrechas. En Las confesiones, Rousseau, el insigne pedagogo, parece afirmar de forma abusiva que ningún hombre habrá sido mejor que él. Pero lo cierto es que Rousseau abandonó a cinco hijos en un hospicio. Voltaire, a su vez, fue capaz, empujado por el odio, de escribir y difundir un libelo anónimo donde daba a conocer el pecado de Rousseau, mientras éste, más cándido quizá, no llegó a creer nunca que su admirado adversario pudiera ser el autor de una tal infamia. La enemistad entre ellos empezó y explotó a propósito de las respectivas concepciones de la Providencia; una palabra, un concepto, una idea. Una palabra, devenida sagrada, les convirtió en enemigos. Cuando una idea se hace sagrada se pierde el concepto de totalidad y nos volvemos esclavos de la parcialidad. La única idea sagrada que observa y respeta la totalidad es el Decálogo de la humanidad, la ley de todos los hombres cuando no somos demasiado perversos, la ley de los fundadores de cualquier religión, o la de los pensadores laicos, el Aidós de Demócrito y Protágoras, la Ley eterna de Cicerón, la Ley divina de Marco


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Aurelio o la Ley divina y natural de Spinoza, el Sentimiento moral de Hume, la Ley natural de Voltaire, la Conciencia moral de Rousseau, la Ley moral de Kant, el Superyó de Freud, o el Hegemonikón [guía interior] de Marco Aurelio, es decir, todo lo que nos permite evitar hacer demasiado daño, lo que nos permite evitar no tener demasiada culpa. Es muy difícil sentir la culpa en la medida conveniente porque el narcisismo, inevitable, nos obstaculiza el acceso a la conciencia ponderada de aquélla. El funcionamiento superyóico, muy condicionado por el narcisismo, nos impide muy a menudo identificar correctamente la culpa, que es desviada entonces hacia un acto o un pensamiento irrelevante o inexacto, como le sucedió a Edipo, tal como Sófocles lo pintó. El narcisismo de Edipo siempre le impidió sentirse culpable de su peor crimen: el haber matado a un humano. Acostumbra a suceder, asimismo, que para no sentir la culpa nos defendemos de ella atribuyéndola o proyectándola sobre los demás. También esto le sucedió a Edipo según él mismo explica en Colonos. De vez en cuando, como ocurre con el perverso, no es ni reconocida; en tales casos, se vive o se aspira a hacerlo pretendiendo que de nada sirve tener culpa y sentirla, y es negada con reiteración. ¡Cuántos filósofos, sofísticos, según mi parecer, han combatido la culpa! Incluso el gran y bondadoso Epicuro no comprendió con claridad este asunto; quiso escabullirse, pero Cicerón de manera sagaz lo cazó al exigir que se debiera ser justo aunque nadie viese nunca la injusticia, como Demócrito ya había explicado. La dificultad para conocer, identificar y enfrentar la culpa reside en algo tan difícil como lo siguiente: el reconocimiento de la culpa impone un cambio pero el interés narcisista lo frena. En todos los casos, pues, de lo que se trata es de impedir el cambio, de continuar repitiendo, como si del hecho de cambiar pudieran derivarse graves peligros. Se puede sentir culpa, se la puede

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identificar, pero este acto es muy difícil, se requiere mucha madurez para poder hacerlo puesto que casi siempre esta operación mental implica y conlleva tener que cambiar y renunciar a satisfacciones narcisistas. Por consiguiente, las culpas solamente se pueden lavar en la realidad, es decir, mediante el obrar justo. Las culpas no pueden limpiarse con el mero ejercicio de la fantasía, porque el auténtico perdón sólo se alcanza si hay cambios en la conducta. Si la víctima de la culpa muere, la enmienda entonces debe dirigirse a los que siguen vivos. Creo que para entender este grave asunto, así como para poder identificar correctamente las culpas, se requiere no ser demasiado narcisista.

CONCLUSIONES Nadie, tal vez, como Voltaire, ha escrito tanto contra el fanatismo y la intolerancia. En el Diccionario filosófico (p. 587), manifiesta: ¿Qué es la Tolerancia? Es la panacea de la humanidad. Todos los hombres estamos llenos de debilidades y errores y, por ello, debemos perdonarnos recíprocamente, pues es ésta la primera ley de la naturaleza. Sin embargo, el admirable filósofo no pudo perdonar y tolerar al gran Rousseau: lo atacó con ferocidad siempre que pudo, mientras que éste, que llegó a odiar intensamente a Voltaire, acabó siendo más piadoso que él. Ahora, los dos están enterrados en el Panteón; uno frente al otro, y ya no pelean, descansan. Para comprender mejor el fanatismo sería de interés investigar los gérmenes que anidan en todo espíritu humano, incluso en el de aquellos que han hecho de la tolerancia su evangelio; quizá entonces reconozcamos que el narcisismo, más o menos presente siempre en los humanos, es el fundamento donde se edifica o crece la intolerancia o fanatismo. En


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todas las comunidades, políticas, científicas, religiosas, hay sectores inclinados al fanatismo. Lo mismo ocurre con el hombre individual, en el que hay partes de la mente o momentos que promueven esa actitud. A mi parecer, el narcisismo y el fanatismo nacen cuando no se es capaz de escuchar o de leer libros diferentes ni de admitir que el otro posee o puede poseer valores que tal vez sería bueno adoptar; se originan cuando no es posible aceptar la autoridad ajena, es decir, cuando no es fácil reconocer que podemos adoptar algún producto que no hemos construido nosotros, cuando no podemos recordar y tener presente que hay cosas que han sido producidas por otros. De una manera general, podría decirse que el estoicismo, con su pretensión de cosmopolitismo, estaba bien vacunado para hacer frente a la intolerancia. De Séneca, por ejemplo, cabe criticar muchos de sus comportamientos, pero creo que el fanatismo no era uno de sus vicios; solía reproducir pensamientos del epicureísmo, la escuela rival. En una carta a Lucilio, para introducir una reflexión de Epicuro [la ley de la naturaleza: no tener hambre, no tener sed, no sentir frío], escribe: “Mas, para poner término a esta epístola, acoge la máxima que me plugo en el día de hoy; también ésta ha sido tomada de vergeles ajenos” [flor recogida en jardín ajeno, en otras versiones] (Epístolas Morales, p.106). ¡Una flor recogida en el jardín del otro! Me parece una bella metáfora porque significa que se reconoce la existencia de jardines al margen de los propios, que en ellos crecen flores y que éstas se pueden recoger explicando de dónde provienen. Una ascesis, un ejercicio ejemplar contra el narcisismo y el fanatismo.

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PSICOANÁLISIS XX (1); 37-50, 2008

TEORÍAS SOBRE AFECTOS Y SÍNTOMAS Perspectivas de psicología evolutiva y multidisciplinaria ISMAIL YILDIZ, MD, MSC.1 Recibido, febrero 15 de 2008 Aprobado, abril 10 de 2008 Resumen Se revisa las teorías sobre el desarrollo emocional deducidas e inferidas a partir de las observaciones de los infantes y sus aplicaciones posibles en las vivencias emocionales de los adultos. Se incluye los conceptos de vínculo, separación y pérdida afectivos descritos por Bowlby; los diferentes sentidos del self y afectos relacionados descritos por Stern; la regulación afectiva según la perspectiva multidisciplinaria propuesta por Emde y algunas consideraciones propias del autor. Tomando en cuenta las investigaciones más recientes en la evolución biológica, las neurociencias y la psicología evolutiva, el autor acepta la existencia de la herencia filogenética, la complejidad de la organización creciente (teoría de complejidad), la individualidad y la singularidad con cierto grado de autodeterminación (libertad), y por ende, la indeterminación de la conducta del ser humano. Palabras clave: vínculo afectivo, diferentes sentidos del self, regulación afectiva, patrones fijos de acción.

THEORIES ON AFFECTS AND SYMPTOMS Perspectives of evolutionary psychology and multidisciplinary Abstract The theories on the emotional development deduced and inferred from the observations of the infants and their possible applications in the emotional experiences of the adults are reviewed. The concepts included are those of affective attachment, separation and loss described by Bowlby; the different senses of self and related affects described by Stern; the affective regulation according to multidisciplinary perspective proposed by Emde and the author’s own considerations. Taking into account the most recent investigations in biological evolution, neurosciences and evolutionary psychology, the author accepts the existence of the phylogenetic inheritance, the complexity of the increasing organization (complexity theory), the individuality and the singularity with certain degree of autodetermination (freedom), and therefore, the indetermination of the conduct of the human being. Key words: affective attachment, different senses of the self, affective regulation, fixed patterns of action.

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Miembro Asociado de APC. E-mail: iyildiz@etb.net.co


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INTRODUCCIÓN Revisé anteriormente las teorías freudianas, las teorías de tres escuelas psicoanalíticas postfreudianas, de psicología psicoanalítica del self y de Otto Kernberg sobre afectos y síntomas (Yildiz, 2006; 2007, 2008). En este artículo considero las teorizaciones sobre el desarrollo emocional deducidas e inferidas a partir de las observaciones de los infantes y sus aplicaciones posibles en las vivencias emocionales de los adultos. Psicoanalistas como Spitz, Mahler, etc., ya habían aportado sus teorías basadas sobre las observaciones de los niños, pero los grupos de investigadores de J. Bowlby y de D. Stern utilizaron métodos de observaciones más sistemáticos y más precisos. Además toman en cuenta los aportes más recientes de evolución biológica, etología comparada, neurociencias, teoría de la información, teoría cognitiva, teoría sistémica, etc. En el enfoque multidisciplinario sobre los afectos y síntomas resumo las consideraciones de R. N. Emde y tomo en cuenta algunos aportes de neurociencias descritos por R. Llinás. Finalizo con algunas consideraciones personales.

1. PERSPECTIVAS DE LA PSICOLOGÍA EVOLUTIVA 1.1 Teorías de J. Bowlby sobre el vínculo afectivo, la separación afectiva y la pérdida afectiva

John Bowlby (1969, 1973, 1980) propuso un modelo de desarrollo y funcionamiento de la personalidad centrado en los afectos e inspirado por la etología comparada y la teoría de evolución biológica. Para Bowlby no hay un instinto, hay diferentes conductas instintivas. Considera que el apego es una conducta instintiva primaria

distinta de la sexual y la alimentación. El comportamiento instintivo de apego (pautas, potenciales, o esquemas de comportamiento que se desarrollan en la interacción con el ambiente temprano) acopla principalmente para los cuidados de la descendencia y la vinculación de los pequeños a sus padres. El apego se define como un lazo afectivo que une a la persona con una figura específica (figura de apego); un lazo que induce conductas de apego que tienden a mantenerlos juntos en el espacio y perdura en el tiempo. Este comportamiento de vinculación, resultado tanto de una necesidad innata como de adquisición, tiene doble función: 1. Una de protección física y seguridad emocional proporcionada por un adulto capaz de defender al niño vulnerable de todo peligro; y 2. Una función de socialización. El comportamiento de vinculación con la madre se diversifica, se amplía a figuras auxiliares, se desplaza, a lo largo de la vida, a las personas próximas, luego a los extraños y, finalmente, a grupos cada vez más amplios, que estructuran la personalidad. Dentro de este modelo, los afectos sirven para: 1. Evaluar las condiciones internas y externas del individuo; 2. Decidir, actuar y evaluar continuamente sus consecuencias; y 3. Comunicarse con otras personas (Bowlby, 1969). Para que la socialización ocurra y sea positiva es necesario que se establezca una auténtica concordancia entre las demandas reales del niño (naturaleza, ritmo) y la capacidad de la madre para responder a estas demandas de manera apropiada. El apego sereno (o seguro) es el resultado del desarrollo y mantenimiento de la confianza ilimitada en la accesibilidad y el apoyo que pueden brindar las figuras de apego afectivo, y es necesario tanto para el desarrollo de la confianza en sí mismo y en otros, como para el desarrollo armonioso de la personalidad (Bowlby, 1969). Según el autor, la figura de apego debe ser


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accesible totalmente al niño, por lo menos en los primeros cinco años de vida. Cuando se perturba el apego sereno, el vínculo afectivo se transforma en un apego ansioso o inseguro (se denomina también apego intenso, dependencia excesiva, celos posesivos, etc.). El apego ansioso resulta de la preocupación constante del sujeto de que sus figuras de apego sean inaccesibles o no respondan adecuadamente. Esta preocupación ansiosa puede resultar de separaciones reales de la madre o, con más frecuencia, de la acumulación de experiencias que alteran la confianza en la disponibilidad de las figuras de apego. Por consiguiente, el sujeto adopta la estrategia de mantenerse muy cerca de ellas con el fin de asegurarse su disponibilidad en la medida de lo posible. En esos casos se observa generalmente una madre insensible a las necesidades del infante, una madre “irritable”, “imprevisible”, “sobreprotectora” (“intrusiva” por sus propias angustias; padres que no permiten que sus hijos salgan de la simbiosis), “vengativa”, un apego ansioso de los padres al hijo (inversión del apego), amenazas explícitas y/o implícitas de abandono que incluyen a veces amenazas de separación de los padres y aun de suicidio de uno de ellos, etc. Así, el temor y/o la ansiedad de separación exagerada resultan de un apego ansioso o inseguro. Según Bowlby, la ansiedad que se despierta frente a la separación o pérdida de la figura de apego es una respuesta fisiológica, una señal de alarma frente a los peligros, ya que la figura de apego tiene una función biológica protectora. Es un mecanismo heredado filogenéticamente y cumple un papel de supervivencia. Desde esta perspectiva, lo patológico sería la falta de ansiedad o que ésta se manifestara demasiado rápidamente o con una intensidad exagerada. En casos de apego ansioso, en el niño crece la angustia y la cólera. La cólera es un reproche por lo que ha sucedido, y un intento

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de disuasión para que no se produzca otra vez una situación parecida. Cuando este comportamiento de vinculación angustiosa es muy acentuado puede hipotecar el establecimiento de sus capacidades de adaptación social. El apego ansioso puede manifestarse en forma de fobias en los niños (escolares y otras) para justificar la cercanía o el aferramiento a la madre (o más tarde a un sustituto real o simbólico) e inducir posteriormente más alteraciones de la personalidad. Cuando la ira y los reproches no dan resultado ante separaciones o desatenciones repetitivas o prolongadas, el sujeto puede entrar en un desapego con su figura de apego y puede predominar el resentimiento y el odio. De otra parte, cuando se reprime la furia contra los padres por terror al abandono, o los impulsos hostiles contra una figura de apego, puede aumentar aún más la angustia y transformarse en fobias. Así, la ansiedad difusa o las fobias son consideradas como estados de ansiedad acerca de la disponibilidad de la o las figuras de apego. Los síntomas psicosomáticos pueden enmascarar o reemplazar las ansiedades difusas o las fobias. Bowlby (1980) considera que la pérdida afectiva provoca desapego con gran resentimiento, o la tristeza y la depresión. Describe 4 fases en un duelo “normal” ante una pérdida afectiva repentina (persona, cosa, expectativa, estatus, etc.): 1. Fase de embotamiento de la sensibilidad (aturdimiento), que por lo general dura desde algunas horas hasta una semana y puede estar interrumpida por episodios de aflicción y/o cólera sumamente intensas. Puede ocurrir ataques de pánico y de despersonalización que pueden llevar, a su turno, a una agorafobia. Puede también manifestarse la negación o la renegación de la pérdida. 2. Fase de anhelo y de búsqueda de la figura perdida, que dura algunos meses y a veces años (duelos patológicos). Puede surgir


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cólera e ira por aquellos considerados responsables de la pérdida y también por las frustraciones que surgen durante esa búsqueda inútil. Puede surgir también autoreproches. Lo que predomina es una tristeza profunda por la imposibilidad de reencontrar la figura perdida. 3. Fase de desorganización y desesperanza que implica una nueva definición penosa de sí mismo y de la situación. Es una fase de remodelación de los modelos representacionales internos a fin de adaptarlos a los cambios que se han producido en la vida de la persona. 4. Fase de mayor o menor grado de reorganización. En resumen, para Bowlby, no es el complejo de Edipo lo que provoca la estructuración de la personalidad, las angustias y los síntomas, sino la posibilidad o no de tener, construir y mantener vínculos afectivos seguros durante todo el ciclo de la vida. La conducta sexual puede presentarse combinada o no con la conducta instintiva de apego emocional. Además, existen variedades de vínculos afectivos: hijo-padres; padres-hijos; pareja conyugal; entre hermanos y otros miembros de familia; entre amigos; entre miembros de un grupo o una institución; entre el sujeto y sus cosas o ideales, etc. Bowlby considera que el apego íntimo a otros seres humanos es el eje alrededor del cual gira la vida de una persona, no sólo cuando ésta es un infante o un niño..., sino también durante toda la adolescencia, los años de madurez y la senectud. De esos apegos íntimos una persona extrae su fuerza y experimenta el goce de la vida y en la medida en que contribuye a ello depara fuerza y goce de la vida a los demás (Bowlby, 1980, p.445). Bowlby da como norma básica la indicación de que el terapeuta debe constituirse en figura de apego sereno para su paciente, ser

una “base segura” desde la cual se desarrollará el difícil y largo proceso psicoanalítico. El autor muestra en sus obras que el comportamiento instintivo de apego se observa también en muchas especies animales (con resultados de experimentos que apoyan su teoría). La aplicación y la integración de su teoría en la psicología (normal y patológica) del devenir humano parecen también convincentes. Sin embargo, no debemos reducir la complejidad del homo sapiens a las otras especies animales y desestimar la importancia de la triangulación de la vivencia edípica en la constitución y devenir simbólico singular de cada ser humano (proceso de separación-individuación, aceptación de la ley del padre y del orden simbólico, creación de cultura y su transmisión). 1.2. Teorías de D. Stern sobre los diferentes sentidos del self y los afectos relacionados

Daniel Stern (1985) describe el desarrollo de un mundo interpersonal en el infante como resultado de relaciones íntimas del self con los otros. El mundo interpersonal del infante es en gran medida un mundo afectivo, en el cual el desarrollo es estimulado mediante la “entonación afectiva” (sintonía afectiva) de la madre, es decir, por la capacidad de respuesta intersubjetiva de la madre, tanto a los “afectos categóricos” (las emociones claramente distinguibles) como a los “afectos de vitalidad” (cambios de intensidad, excitación y ritmos de las emociones) de su infante. Las representaciones de las interacciones con los cuidadores primarios del infante se generalizan y orientan las expectativas y conductas posteriores. Stern extrae inferencias sobre la vida subjetiva del infante a partir de los datos observados e intenta crear un diálogo entre el infante revelado por la observación y el construido por la clínica psicoanalítica del adulto.


TEORÍAS SOBRE AFECTOS Y SÍNTOMAS

El autor adjudica un rol central al sentido de sí mismo (self), y su contraparte, al sentido del otro. Algunos sentidos del sí-mismo existirían mucho antes que la autopercatación y el lenguaje. Stern diferencia cuatro sentidos principales del self en el desarrollo: 1. Self emergente; 2. Self nuclear; 3. Self intersubjetivo y 4. Self verbal. Considera que los procesos del desarrollo del self se producen a saltos por cambios cualitativos. Según este enfoque, los infantes empiezan a experimentar desde el nacimiento el sentido de un sí-mismo emergente. Están preconstituidos para darse cuenta de los procesos de autoorganización y para responder selectivamente a los acontecimientos sociales externos. Normalmente no experimentarían una fase de tipo autista ni pasarían por un período de total indiferenciación self/otro o una confusión entre uno mismo y el otro. Entre los dos y los seis meses, el bebé consolida el sentido de un sí-mismo nuclear como unidad separada, físicamente ligada y cohesiva con límites y un lugar de acción integrado, con sentido de su propia agencia, con afectividad del self y continuidad en el tiempo. Las experiencias anteriores del self operan fuera de la percatación y es una integración experiencial y no una construcción cognitiva. Las diferentes invariantes de la experiencia del self (cohesividad, agencia, coherencia, continuidad, afectividad) son integradas para formar el sentido de un self nuclear. El sentido del self nuclear será el cimiento de todos los otros sentidos más elaborados que se agregarán más tarde. La formación de un sí-mismo nuclear y de otros nucleares crea un mundo interpersonal en el infante. Normalmente no hay ninguna fase de tipo simbiótico. Las angustias de fragmentación del self nuclear se heredan de la infancia y parecen ubicuas en los niños más grandes (miedos, pesadillas) y también en los adultos. Sólo en

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las psicosis más graves se ve una ausencia significativa de alguna de las experiencias del self nuclear. La ausencia de agencia puede manifestarse como catatonia, parálisis histérica, desrealización, y algunos estados paranoides en los que aparece reemplazado el autor de la acción. La ausencia de la coherencia puede manifestarse en despersonalización, fragmentación y experiencias psicóticas de coalescencia o fusión. La ausencia de afectividad puede verse en la anhedonia y algunas esquizofrenias, y la ausencia de la continuidad (mismidad) aparece en los sentimientos de aniquilamiento, en las fugas y otros estados de disociación. Es probable que en el dominio del relacionamiento nuclear los infantes no experimenten “angustias impensables” por quiebras potenciales del sentido de un self nuclear, pero sí pueden experimentar “agonías primitivas” por fracturas actuales. Es razonable suponer que los infantes no experimenten angustia hasta más tarde, porque el miedo no aparece como emoción completa hasta la segunda mitad del primer año de vida. El miedo en forma de angustia, resulta de la evolución cognitiva que permite anticipar un peligro real en el futuro. Entonces, las agonías primitivas serían alguna forma de malestar no localizable, basada en evaluaciones afectivas de una situación, y no de las evaluaciones cognitivas. El sentido del self con el otro o estar con el otro puede experimentarse de muchos modos, como coalescencia, fusión, puerto seguro, base segura, ambiente sustentador, estados simbióticos, objetos del self, fenómenos transicionales y objetos catectizados. El estar con el otro es una creación mutua, un “nosotros”, o un fenómeno self/otro. El otro para el infante es un regulador del self que puede ser fuente de una espiral de retroalimentación positiva y/o negativa. La seguridad o apego seguro (o ansioso) son también experiencias


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creadas en reciprocidad. El self puede también ser regulado por cosas inanimadas que han sido personificadas como los objetos transicionales en los infantes o los fenómenos transicionales en los adultos. Aproximadamente entre los siete y los quince meses se busca y se crea la unión intersubjetiva con el otro (el sentido de un sí-mismo subjetivo). Este proceso envuelve el aprendizaje de que la propia vida subjetiva (los contenidos de la propia mente y las cualidades de los propios sentimientos) puede compartirse con el otro. Se crea un proceso empático como puente entre dos mentes, y una capacidad para la intimidad psíquica (la revelación recíproca, la permeabilidad o interpenetrabilidad que se produce entre dos personas). Además, la intersubjetividad es reforzada por la necesidad de seguridad (supervivencia) y el logro de vínculos afectivos. No es un período evolutivo de ganar independencia, autonomía o separación-individuación. En esos estados preverbales se comparten la atención, las intenciones y los estados afectivos. Se acepta que desde temprano los afectos son el medio y el contenido primarios de la comunicación y la comunión. La comunicación tiene un propósito de informar y cambiar al otro, mientras que la comunión simplemente comparte. El proceso de compartir estados afectivos es el rasgo más general y clínicamente más pertinente del relacionamiento intersubjetivo. El autor llama entonamiento afectivo (o sintonía afectiva, resonancia afectiva, responsividad empática, apareamiento afectivo) a la capacidad de la madre de comprender y reflejar especularmente las emociones de su infante. El entonamiento afectivo de la madre ayuda al infante a reconocer que los estados emocionales internos son formas de la experiencia humana, compartibles con otros seres humanos. Los estados emocionales que nunca son objeto de entonamiento se expe-

rimentan a solas, aislados del contexto interpersonal de la experiencia compartible. De otra parte, el entonamiento y el desentonamiento selectivos particulares y singulares de una madre determinan cuáles conductas abiertas caerán dentro o fuera del ámbito intersubjetivo, y explican ese infante, que se convierte en el hijo singular de esa madre. Además, el estado afectivo de la madre determina o modifica también el estado afectivo del infante. Los deseos, los miedos, las prohibiciones y las fantasías de los padres bosquejan las experiencias psíquicas del niño y crean la idiosincrasia familiar (intergeneracional) y cultural (transgeneracional) de maneras de sentir, pensar y expresar las emociones. La creación del “falso self” se explicaría también por entonamientos selectivos de los padres. Cuando la intersubjetividad afectiva (entonamiento) es imposible (en casos de madres deprimidas o psicóticas) sobreviene una soledad que se vive en grados leves en los trastornos de carácter y en las neurosis, y en forma más grave (soledad cósmica) en estados de psicosis. Puede coexistir una falta de sintonía afectiva de la madre al lado de los cuidados extremos de necesidades físicas y fisiológicas del infante. Así, de las dificultades de relacionarse intersubjetivamente surgirían las neurosis (aun antes de la capacidad de simbolización), las malformaciones caracterológicas y las patologías del self. El sentido de un self verbal empieza a formarse después de la constitución del sentido del self intersubjetivo, gracias también a las relaciones interpersonales. El lenguaje verbal crea significados (simbolización) compartibles sobre el sí-mismo y el mundo. El significado resulta inicialmente de negociaciones interpersonales entre el cuidador y el niño. Tales significados crecen, se desarrollan y cambian en las interrelaciones con otros mediadores socializantes.


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Todas las experiencias y memorias de coherencia, mismidad, continuidad e intersubjetividad existen inicialmente sin palabras. Las experiencias y los conceptos aparecen primero y las palabras se vinculan después a ellos. Con la adquisición del lenguaje verbal aumentan los modos posibles de estar con otro. El lenguaje permite también al niño empezar a construir un relato de su propia vida. El lenguaje verbal es también una espada de doble filo: sirve no solamente como una nueva forma de relacionamiento sino también como un problema para la integración de la experiencia del self y la experiencia del selfcon-otro. Puede también convertir partes de la experiencia en menos compartibles consigo mismo y con otros, porque muy pocas veces el lenguaje verbal aprehende perfectamente la experiencia total. En el dominio del relacionamiento verbal sólo muy parcialmente se puede abarcar la experiencia de los dominios del relacionamiento emergente, nuclear e intersubjetivo, que permanecen independientes del lenguaje verbal. De modo que el lenguaje verbal provoca una escisión en la experiencia del sí-mismo. Además, es muy difícil poner en palabras y comunicar los afectos, como formas de conocimiento personal. Es más fácil rotular las categorías de los estados afectivos (triste, alegre) que los rasgos dimensionales o de graduaciones (cuán triste, cuán alegre). De otra parte, lo que se dice y lo que se significa tienen una relación complicada en el dominio interpersonal. Las señales diferentes se producen simultáneamente en diversos canales significativos: el lingüístico (pragmática y semántica), el para-lingüístico (tono, volumen, énfasis), el facial (categoría de afecto y plenitud del despliegue) y el gestual. Los cuatro sentidos del sí-mismo descritos no se ven como fases sucesivas que se reemplazan una a otra. Una vez constituido, cada sentido del sí-mismo sigue activo y en pleno

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funcionamiento durante toda la vida. Todos continúan creciendo y coexistiendo. La experiencia social subjetiva resulta de la suma e integración de la experiencia en todos los sentidos del sí-mismo. La génesis de los problemas psicológicos puede tener una historia evolutiva que llega a la infancia, pero no necesariamente. El desarrollo de los sentidos del self continúa sin cesar, constantemente puesto al día. El sistema está también abierto al daño patógeno, crónico o agudo. Esta manera de ver no predice que las influencias ambientales dañinas en los períodos formativos de los diferentes sentidos del self darán por resultado una patología relativamente mayor, o una patología menos fácilmente reversible, que las injurias ulteriores. La naturaleza del enfoque terapéutico determina qué dominio de la experiencia aparecerá como el primariamente puesto en aprietos. El terapeuta, en virtud del enfoque que elige, encuentra la patología predicha por su teoría etiológica. Si las teorías guías (modelos) son más abarcativas, el terapeuta puede tratar a los pacientes con más eficacia. En un escrito posterior, Stern y col. (1998), consideran que gran parte de los efectos terapéuticos duraderos tiene lugar dentro del conocimiento relacional implícito compartido entre el paciente y el analista, como resultado de “momentos de encuentro” que inducen cambios en este campo relacional intersubjetivo, o sea no verbal, no interpretativo. Son cambios diferentes de los cambios producidos por la interpretación que hace consciente lo inconsciente. Además, los momentos de encuentro se producirían fuera de la relación transferencial-contratransferencial ante situaciones nuevas (momentos de ahora) en la situación psicoanalítica, con una respuesta espontánea del analista en sintonía emocional con el paciente, compromete la personalidad total del analista (como una


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risa compartida con el paciente ante algo gracioso, u otra actitud no interpretativa del analista), y fuera de su “técnica habitual”. Los momentos de encuentro introducen nuevos modos o cambios en los modos de relacionamiento intersubjetivo implícito entre el paciente y el analista. Sin embargo, los momentos de ahora pueden fracasar y tener, entre otras posibilidades, un efecto destructivo sobre el tratamiento debido a la reacción no empática y/o a veces defensiva del analista, produciendo un efecto iatrogénico.

2. PERSPECTIVA MULTIDISCIPLINARIA Robert N. Emde (1987) considera la regulación afectiva (según lo placentero y lo displacentero) como una motivación innata. El hecho de que determinadas pautas emocionales bien deslindadas sean transculturales (pautas faciales de alegría, ira, miedo, tristeza, asco, sorpresa e interés), implica la universalidad de la experiencia para un conjunto de emociones básicas y su preprogramación biológica. Mientras que otras emociones son modeladas más por los recuerdos y las evaluaciones cognitivas (el orgullo, el sentirse ofendido, la vergüenza, la culpa, la envidia, los celos, etc.). Los procesos afectivos son un aspecto del funcionamiento mental que, prestando un sentido de continuidad en el tiempo, determinan la importancia y el valor de los acontecimientos vividos por un sujeto. El autor postula la existencia, de origen biológico, de un núcleo afectivo de la experiencia del self. Este núcleo afectivo procura continuidad a la experiencia, a pesar de la diversidad de cambios, procura también la capacidad de comprenderse a sí mismo y al otro. El mismo núcleo proporciona la base para la comunicación de necesidades, inten-

ciones, frustraciones y satisfacciones del bebé con el cuidador. El núcleo emocional del self brinda influencias automáticas continuas sobre la experiencia; se liga a las múltiples experiencias con otros cercanos mediante las experiencias emocionales reiteradas que se internalizan en el curso del desarrollo temprano. Los cambios del self afectivo son considerados como factores integradores que promueven la consolidación del funcionamiento adaptativo en un nivel de organización más elevado. Destaca la importancia de una psicología del “nosotros” (una dialéctica yo-tú) y considera que el referenciamiento social del infante tiene función adaptativa en cuanto facilita el desarrollo del self, sosteniendo y extendiendo modelos operantes de los tres aspectos dinámicos del sistema del self: 1. La experiencia del self; 2. La experiencia del otro; y 3. La experiencia del self con el otro o “nosotros”. Los afectos son considerados cada vez más como estados compuestos que incluyen sentimientos de placer y displacer. Arraigan en la biología, son evaluativos, incluyen cogniciones, operan inconscientemente tanto como conscientemente, y en general organizan el funcionamiento mental y la conducta. La formulación del afecto como señal expone su papel regulador con un funcionamiento automático (angustia señal, depresión señal, afectos positivos de señal). Con esto los afectos son considerados adaptativos. En la vida cotidiana, al lado de las emociones extremas, los afectos regulan el interés, el compromiso, el aburrimiento, la frustración y las otras coloraciones de estados de participación en el mundo, siguiendo un continuo de placerdisplacer. Según Emde (1999), en la perspectiva multidisciplinaria existe una convergencia en términos de un modelo organizativo de las emociones. Los procesos emocionales son


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parte de sistemas complejos dentro de los cuales se da una interacción con otros procesos que se integran dinámicamente. Existen múltiples circuitos de retroalimentación dentro y entre los sistemas mentales, como la percepción, la motivación, las emociones, la cognición y la acción, siendo característica su regulación mutua. Existe consenso general en las investigaciones multidisciplinarias de las emociones sobre tres puntos de vista: 1. Organizativo/adaptativo, considera que las emociones son procesos activos y tienen normalmente una función adaptativa reguladora, no obstante ocurren “desregulaciones” en ciertas circunstancias por “insuficiente” emoción o por “demasiada” emoción. Se introducen también “nuevas” emociones en el curso del desarrollo y durante el proceso psicoanalítico. 2. Complejidad, considera que los componentes y configuraciones de las emociones tienen sentido y son generalmente complejos, no lineales (teoría de complejidad) (Capra, 1996; Wagensberg, 1998; Sánchez Medina, 2002b, Núñez Sánchez, 2003). Los componentes de las emociones pueden darse con diferentes configuraciones, según el individuo y el contexto. 3. Procesal o relacional, sostiene que todos los procesos de las emociones implican relaciones entre la persona (sus metas) y su medio adaptativo. Emde (1999) trata las influencias integradoras de los procesos afectivos para el desarrollo y para el psicoanálisis. Revisa el modo en que los procesos afectivos brindan influencias integradoras para el cambio, así como para la continuidad dentro del desarrollo temprano. Los procesos afectivos serían como “incentivos” para la integración o “psicosíntesis”. Señala seis períodos de transición durante los primeros cuatro años del niño. Estas transiciones son momentos del desarrollo en

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que predominan los cambios, que son duraderos y que implican una importante reorientación en las relaciones entre el sujeto y su medio. Aparecen nuevos modelos de procesos emocionales y nuevas señales emocionales, los que brindan un encuadre para otros cambios que han de producirse en el niño y en el rol de éste dentro de la familia. Los nuevos patrones de emoción en virtud de sus funciones de señalamiento (internas y externas) sirven para promover nuevas conexiones. Los seis períodos de transición son: 1. Después del nacimiento predomina el llanto, que comunica necesidades fisiológicas (hambre, sed, dolor, frío, calor, etc.). 2. La sonrisa social mutua y mayor capacidad de contacto visual marcan otra transición a los dos o tres meses (Spitz, 1958). 3. La angustia ante los extraños y la angustia de separación se dan hacia el final de la transición de los seis a los ocho meses (op. cit.). 4. El inicio del caminar y sus consecuencias emocionales marcan la transición que se extiende entre los diez y los trece meses (Mahler, 1979). 5. La transición de 18 a 22 meses contiene los comienzos de la conciencia autoreflexiva y el lenguaje con múltiples palabras, incluyendo el “no semántico”. Aparecen también las emociones morales tempranas, como la angustia ante las violaciones de los parámetros, las acciones prosociales (empatía con otros) y la vergüenza. 6. En la transición de los 3 a los 4 años se adquiere capacidad narrativa para la experiencia cargada de emociones, creando también sentido afectivo a las situaciones conflictivas o inesperadas. Nuevos modelos emocionales llevan a nuevas conexiones durante los momentos de transición en el desarrollo, y las señales emocionales cotidianas guían las conexiones con nuevas experiencias. Además, los proce-


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sos afectivos están ligados al desarrollo cognitivo y promueven los cambios propios del desarrollo en un sentido cotidiano, no sólo en los momentos de transición. Emde considera que las emociones positivas son autoenriquecedoras, indican un placer en la organización creciente, con señales tanto internas como externas que brindan retroalimentación positiva entre el self y los otros. Las emociones de angustia, impotencia, miedo, enojo, tristeza, depresión, asco, vergüenza, culpa y otras señales emocionales negativas, son generalmente defensivas y de automantenimiento. Es decir, que normalmente sirven como funciones de alerta defensiva y de protección, funcionando para mantener un sentido de estabilidad y coherencia. Para cada emoción existiría una amplia gama de prototipos que varían según la experiencia individual, el contexto de las situaciones y el contexto cambiante en el cual se da el desarrollo. Al lado de pautas emocionales compartidas entre los seres humanos, hay evidencias de una variación individual significativa en el estilo de las respuestas emocionales de cada sujeto, lo que le brinda un sentido de originalidad de la propia experiencia. Los procesos emocionales continuos están permanentemente activos en relación con los sistemas de la memoria, aunque se construyan y reconstruyan de manera relevante en cada circunstancia en particular al ser evocados. Dado que las emociones están ligadas a las experiencias de relaciones en el pasado, tienden a activarse en circunstancias presentes que resulten similares. Eso lleva a la idea de esquemas emocionales del self en relación con otros. El núcleo afectivo del self puede pensarse como un conglomerado de dichos esquemas, que incluyen los inconscientes reprimidos y no reprimidos que pueden activarse automáticamente. Los esquemas emocionales son representaciones prototípicas del self en relación con

otros, construidas mediante repeticiones de episodios en estados afectivos compartidos. La complejidad del desarrollo va aumentando y los diferentes esquemas se ligan con diversas categorías de emociones y situaciones de relación. Se modifican continuamente en un funcionamiento adaptativo, presentan cambios y también continuidad en medio de nuevas experiencias a nivel interpersonal. Dichos esquemas vienen a ser la base para la organización del self y para la transferencia. El funcionamiento reflexivo se refiere a la capacidad de apreciar estados mentales (es decir, sentimientos, creencias e intenciones) tanto en otros como en el propio self. Esta habilidad se usa en la interpretación de las acciones de los otros y proporciona una coherencia continua a la autoorganización. Sus orígenes en el desarrollo tendrían relación con los intercambios de afecto en una ida y vuelta entre los padres y el niño. Por lo tanto, cuando una madre devuelve “en espejo” la expresión afectiva de su hijo, la representación en la madre del afecto del niño es representada por el niño y es registrada en la representación del estado de su self. La conceptualización de Bowlby de un sentido de seguridad se refiere a un trasfondo emocional continuo. En el sistema de apego se monitorea la accesibilidad de la figura de apego, incluso sin tener conciencia de ello, según lo que se conceptualiza como “modelos de apego en continua modificación”. Dichos modelos son conjuntos de expectativas que incluyen las representaciones del self en relación con los otros y están ligadas por afectos que pueden ser autoenriquecedores (como en el apego seguro) o de automantenimiento/defensivos (como en el apego ansioso). La teorización de Kernberg de que surgen en la infancia unidades básicas de motivos integrados en las cuales participan el self, el objeto, el afecto y la cognición pueden equipararse a esquemas de emociones del self en


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relación con los otros. El mundo interpersonal del infante, descrito por Stern, es también un desarrollo íntimo del self en relación con los otros. Las consecuencias clínicas del modelo de esquemas emocionales del self en relación con los otros, surgen de la consideración de la situación psicoanalítica como un proceso en desarrollo, como una experiencia intensa que depende del establecimiento de un tipo de intimidad afectiva entre el paciente y el terapeuta. Efectivamente, las comunicaciones emocionales sirven para la formación de la situación psicoanalítica, su mantenimiento, sus interrupciones, sus reparaciones y sus desenlaces. Los sentimientos de seguridad y de confianza permiten asociaciones libres con la experiencia del presente y del pasado. Progresivamente se van activando los esquemas emocionales del self en relación con los otros que son importantes. Las experiencias afectivas en el aquí y el ahora adquieren una nueva relevancia y se hacen posibles “nuevos comienzos” (Balint, 1967) o reorganizaciones de estos esquemas. Nuevos componentes y configuraciones emocionales suelen emerger en nuevos contextos de relaciones y, sobre todo, en el proceso psicoanalítico. Los nuevos comienzos necesitan de sintonía afectiva del analista con el paciente. Las influencias integradoras de los procesos afectivos en psicoanálisis operan principalmente en forma no consciente. El autor enfatiza la importancia motivacional del vínculo afectivo de los cuidados, que proporciona un núcleo afectivo del self en relación con los otros. Un déficit de disponibilidad emocional en el vínculo temprano de cuidados se asocia a una restricción de la experiencia y al riesgo de trastornos del self en el ulterior desarrollo. La disponibilidad emocional del terapeuta dentro del proceso psicoanalítico puede permitir al paciente “experiencias emocionales correctoras” con sentimientos de “nuevos comienzos”.

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Según Emde (1999), una nueva teoría sobre el desarrollo humano, inspirada en la teoría de la evolución biológica y de la inteligencia artificial, considera que existen varios caminos para resultados adaptativos posibles que pueden darse ante una variedad de condiciones biológicas y ambientales adversas. Esta línea de pensamiento se relaciona con el papel esencial de la imaginación, la creatividad y la autodeterminación. Aunque los psicoanalistas suelen concentrarse en las rigideces y repeticiones propias de la mala adaptación, se ha llegado a apreciar que el ser humano se caracteriza por una habilidad para construir alternativas imaginadas, así como mundos internos que pueden tener resultados creativos con los otros. En el proceso del psicoanálisis, las “experiencias como si” de la transferencia brindan oportunidades de mejorar las alternativas. Lo anterior no es posible sino mediante el trabajo interpretativo y afectivamente orientado del analista. En esta revisión de la perspectiva multidisciplinaria sobre los afectos y síntomas no incluyo los conocimientos sobre los circuitos cerebrales, el sistema neuroendocrino, los neurotransmisores involucrados y los psicofármacos utilizados en esta área. Señalaré únicamente que, cada vez se conocen más las estructuras y los caminos neurológicos para el procesamiento emocional de la información. Aunque las ubicaciones cerebrales del funcionamiento emocional y vegetativo puedan centrarse en las áreas filogenéticamente más antiguas de la amígdala y la circunvolución anterior del cerebro, hay inputs cruciales desde la corteza frontal (para anticipar, categorizar y planear acciones), el hipocampo (para conectar recuerdos) y el hipotálamo, y existen interacciones con el sistema hipotálamo-pituitario-endocrino, el sistema nervioso autónomo y los núcleos neurotransmisores ampliamente distribuidos en


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el resto del cuerpo. También son importantes las conexiones de retroalimentación desde el resto del cuerpo y particularmente desde los músculos de la cara y las extremidades (Guyton, 1986; Shepherd, 1988; Malenka y col., 1989; Chiozza, 1998; Emde, 1999; Pally, 2000, Pinzón Junca, 2008). El sistema nervioso, mediante sus conexiones, genera tramas que relacionan resultados pasados y futuros, que incluyen toda una riqueza de conocimiento afectivo sobre el self en relación con los otros. La base neural del self implica un proceso continuo de creación de referentes internos que incluye las representaciones de una identidad hecha de recuerdos del propio pasado autobiográfico y futuros posibles, de estados del cuerpo y de estados emocionales propios del trasfondo. Por lo tanto, el funcionamiento de un sentido del self implica una actividad coordinada de múltiples regiones del cerebro y del cuerpo, y resulta de la reconstrucción continua, que rara vez es consciente. Rodolfo R. Llinás, en su obra “El cerebro y el mito del yo. El papel de las neuronas en el pensamiento y el comportamiento humanos” (2003), considera que las emociones constituyen ejemplos de eventos intrínsecos del cerebro y, como tales, son patrones premotores primitivos. El sistema tálamo-cortical relaciona sincrónicamente las propiedades del mundo externo referidas por los sentidos con las motivaciones y memorias generadas interiormente, crea una estructura única que se llama la subjetividad o el “sí-mismo” o “el yo”. Considera que la creación del sí-mismo y la emulación de las relaciones posibles del sí-mismo con la realidad externa imaginada sirven para emitir juicios, prever y anticipar el futuro. Piensa que la función más importante del sistema nervioso es la predicción del futuro que favorece la supervivencia individual y de la especie.

Considera las emociones como miembros de “patrones de acción fijos” cuya ejecución es premotora, es decir que impulsan o frenan la mayoría de nuestras acciones. Así, las emociones son la razón de nuestras motivaciones. Piensa que el dolor físico es también un estado emocional. Pero el dolor (experiencia sensorial) y la emoción que lo acompaña (malestar asociado) son disociables para el cerebro, es decir que son generados separadamente. El malestar del dolor, como en casos de dolores psicológicos, es un estado emocional generado por el cerebro, es decir que es un evento intrínseco del cerebro que logra filtrarse a la conciencia. Considera que el ser humano no nace como “tabula rasa” sino que ya viene “precableado” (preorganización del sistema nervioso) para muchas capacidades de percepción (del mundo externo e interno), sensación y expresión emocional primitivas y de motricidad que han favorecido la supervivencia individual y de la especie. Estas herencias filogenéticas, o sea “patrones de acción fijos”, se modulan posteriormente con maduración del sistema nervioso en su capacidad de pensamiento, de predicción y de anticipación y según la experiencia individual y cultural. Como sucede con los demás patrones de acción fija, a menudo es posible suprimir la expresión emocional. Llinás concluye que no hay dudas sobre la esencia de las emociones; es el conjunto de patrones de actividad eléctrica de las neuronas y de sus contrapartes moleculares. Considera que falta todavía mucho por conocer sobre la intrincada función del sistema nervioso, antes de comenzar a comprender la entraña de los afectos. Aunque opine que Freud es superado, reconoce la existencia de percepciones, emociones y actitudes no conscientes.


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3. ALGUNAS CONSIDERACIONES PERSONALES Como vemos en esta serie de revisión de las teorías de afectos y síntomas, muchos ya criticaron las teorías freudianas, las suplementaron, las modificaron, y a veces propusieron nuevas teorías, hasta opuestas. Una teoría comprensiva (modelo, metáfora, metapsicología) es útil, pero no debe volverse un dogma. Si un modelo ya no sirve, hay que modificarlo o reemplazarlo por uno mejor según los conocimientos actuales (Laverde, 1993, 1998; Sánchez Medina, 2001, 2002a). Considero que el desarrollo biopsicosocial y el funcionamiento mental de cada sujeto son procesos complejos y no lineales (Capra, 1996; Wagensberg, 1985; Sánchez Medina, 2002b; Núñez Sánchez, 2003). La teoría de complejidad implica, al lado del determinismo, el indeterminismo y las nuevas propiedades emergentes en los sistemas vivos. Pienso que ningún modelo mental existente explica por sí solo la complejidad del devenir humano. Cada uno de esos modelos facilita la comprensión de algunas áreas de la mente humana casi infinita en su complejidad y en sus capacidades creativas. Las investigaciones más recientes en la evolución biológica, las neurociencias y la psicología evolutiva apoyan la herencia filogenética, la complejidad de la organización creciente (teoría de complejidad), la individualidad y la singularidad con cierto grado de autodeterminación (libertad), y por ende, la indeterminación de la conducta del ser humano. Ya incluí varias consideraciones personales sobre las teorías de algunos autores y escuelas de psicoanálisis. Aquí quiero enfatizar de nuevo que, las investigaciones psicoanalíticas demostraron cada vez más la importancia de relaciones interpersonales (relaciones objetales, relaciones intersubjetivas, relaciones vinculares) no solamente en la primera infancia

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sino también durante toda la vida. Lo anterior implica que los conceptos de autonomía, independencia, no-apego, relación objetal sin narcisismo y de libertad absoluta para la salud mental deben remplazarse por interdependencia o dependencia adulta (Fairbairn, 1952), narcisismo maduro (Kohut, 1984), apego sereno (Bowlby, 1980) y una libertad limitada. Comparto las consideraciones de Kohut, acerca de que la salud mental depende durante toda la vida de la capacidad de obtener respuestas empáticas de objetos del self más maduros (es decir, narcisistas: especulares, idealizados y gemelares) en momentos de necesidad, y de Bowlby, que el apego íntimo sereno a otros seres humanos durante toda la vida es el eje alrededor del cual gira la vida de una persona. Las observaciones más sistemáticas del desarrollo temprano realizadas con orientación psicoanalítica (Spitz, Mahler, Erikson, Bowlby, Stern, Emde) indican la presencia de fases sucesivas de sistemas reguladores, cada vez más complejas, en que el self en desarrollo participa de un activo intercambio de afectos con un cuidador. Diversos autores también han indicado la centralidad de las comunicaciones y las comuniones afectivas en la situación psicoanalítica. Aunque la modernidad quiso hacer del ser humano un ser racional (desde Cogito ergo sum de Descartes) (Reale y col., 1988), Freud, el desarrollo posterior del psicoanálisis y la postmodernidad demostraron, y demuestran, cada vez más que el ser humano fue y sigue siendo principalmente un ser irracional, o sea motivado y muchas veces dominado por sus sentimientos, emociones, pasiones y síntomas. Sin subestimar la importancia de los procesos secundarios y del pensamiento racional, podemos considerar al ser humano (sería mejor decir, devenir humano) principalmente, no como había dicho Descartes (pienso por lo tanto soy), sino como un ser de afectos, diciendo en consecuencia “Sintiere ergo sum” (siento por lo tanto soy).


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PSICOANÁLISIS XX (1); 51-60, 2008

RUMBO A LA SUBJETIVACIÓN* Lo Esencial en la Atención al Adolescente SERGIO EDUARDO NICK1 Recibido , mayo 1 de 2008 Aprobado, mayo 31 de 2008 Resumen Existen algunas particularidades de los adolescentes que necesitan ser delineadas, a partir de la descripción de los procesos de subjetivación propios de esa franja de edad, de sus crisis y de sus formas de resolverlas (o no), para volver consciente al terapeuta de los desafíos que tales pacientes le presentan. El autor intentará exponer algunas de las cuestiones que surgen durante la atención de dicha población. Palabras clave: Adolescencia, subjetivación, tratamiento.

TOWARDS SUBJETIVATION Essential elements for adolescent services Abstract There’s a need to be aware of some adolescent particularities in order to make the therapist conscious this kind of patients present. Following a subjectivation processes description wich occurs in this age period, its crises and resolutions (or not), the autor presents some questions arisen in the treatment with adolescents. Key words: Adolescence, subjectivation, treatment.

RUMO À SUBJETIVAÇÃO, Essências do atendimento do adolescente Resumo Existem algumas particularidades dos adolescentes que precisam ser delineadas de forma a tornar o terapeuta consciente dos desafios particulares que tais pacientes nos apresentam. A partir da descrição dos processos de subjetivação próprios dessa faixa etária, suas crises e formas de resolução (ou não), o autor buscará apresentar algumas das questões que surgem no atendimento aos adolescentes. Palavras-chave: adolescência; subjetivação; tratamento.

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Traducción del Portugués: Italo Di Ruggiero. Av. Vizconde de Pirajá, 330 sala 809 – Ipanema – Río de Janeiro – RJ – 22410000; teléfono (21) 25219826. E- mail: <senick@alternex.com.br> Miembro Asociado de la Sociedad Brasilera de Psicoanálisis de Río de Janeiro.


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INTRODUCCIÓN Si existe un tipo de paciente que nos confronta con todas las peculiaridades propias del Psicoanálisis, creo que ése es el Adolescente; todos aquellos que ya han lidiado con ellos conocen las dificultades inherentes a su atención. Con base en algunos autores que orientaron mi camino junto a ellos, así como en mi práctica clínica, creo posible proponer que se puede ir un poco más lejos en su entendimiento, para ayudarlos a atravesar ese período pleno de turbulencias y oportunidades.

1. PRIMEROS PARÁMETROS La Adolescencia ya ha sido descrita como un período crítico donde innumerables operaciones psíquicas en curso, pueden llevar tanto a la evolución hacia una nueva y más rica configuración como a un desmoronamiento o una interrupción del desarrollo. Algunos autores prefieren dirigir sus trabajos hacia su aspecto paradójico, descrito como Síndrome de la Adolescencia Normal (Knobel & Aberastury, 1981), donde Síndrome indicaría un conjunto de señales y síntomas, y Normal apuntaría a la idea de que lo normal sería justamente eso: ser adolescente es hacer síntomas, tener crisis y convivir con la turbulencia. Paradójicamente pensamos, que justamente la ausencia de crisis y de síntomas configuraría una señal de alarma para aquellos que atraviesan por esta franja de edad, ya que, desafortunadamente, en los jóvenes más calmados que acostumbran dar poco trabajo o llamar poco la atención, sus síntomas suelen percibirse mucho más tarde, o sólo cuando aparece una crisis muy grave, y demandan la atención necesaria frecuentemente cuando la psicopatología ya

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Del latín: “adolescere”: crecer (N. del E.).

está bastante florida. Nunca está demás recordar que es muy común que el inicio de la esquizofrenia se dé en la adolescencia, dando a todos la impresión de un proceso de desarrollo interrumpido. El análisis clínico depurado se encuentra con un psiquismo próximo al caos, con muy poca organización que dé cuenta de los procesos mentales propios de un Yo mínimamente capaz. Pero lo particularmente propio de esta fase, son los Duelos de la Adolescencia, duelos éstos que tratan de dar cuenta de la pérdida del cuerpo infantil, masacrado por la pubertad y sus cambios radicales en la imagen corporal; duelo también por la pérdida de los padres infantiles que nunca más serán capaces de cubrir el desamparo que los aflige, y por la pérdida de la omnipotencia infantil (o de la bisexualidad), lo que me parece ser uno de los desafíos más difíciles de ser transpuesto (superado) por cada uno de nosotros a lo largo de la vida. Adolescer2 es, por lo tanto, un desafío, el de enfrentar una crisis donde el dolor está siempre presente, del que la fuerte negación nos da testimonio cuando oculta la depresión, casi siempre temida por encontrarse el joven desamparado, esto es, poco estructurado para lidiar con ella. Nunca se recuerda suficientemente que el adolescente se encuentra en el proceso tanto de progresiva separación de los padres, fruto del re-emerger de las pulsiones edípicas ahora vividas como terriblemente fuera de control, una vez que la libido se encuentra pulsante como nunca, como de la esperada des-idealización que ocurre debido a la creciente primacía del Principio de Realidad. A esta separación corresponde un nuevo ligamen, ya sea más narcisista (retraimiento) o más objetal (formación de grupos). Testimonio


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de ello son las innumerables formas de idealización típicas de esta fase, esto es, efímeras, radicales y poco preocupadas con la realidad racional que los circunda. Lo que importa es tener algo a que ligarse: un amigo, una idea, el ídolo del momento, cualquier cosa sirve: no se hable, por lo menos no en el inicio de la adolescencia, de contrariar esa pasión. Déjela allá quietecita -al máximo un comentario cualquiera que indique la irracionalidad presente-, ¡si no, el adolescente se vuelve una fiera! A ese desligamiento de los padres infantilesreligamiento con cualquier cosa que le pase por delante, sea cual sea, corresponde una de las características propias del adolescer: la de tener innumerables posibilidades. Adolescer es crear, arriesgarse a lo nuevo; ¿cuál nuevo? Nunca se sabe; algo, cualquiera, desde que sea nuevo y diferente, desde que no se repita a los padres.

2. EL PROCESO DE SUBJETIVACIÓN EN LA ADOLESCENCIA Me parece que eso nuevo -esos nuevos ligámenes-, es lo que constituye la esencia del proceso de subjetivación en el adolescente. Pienso aquí en el joven que, necesitando desligarse de los objetos primarios en virtud de la amenaza del incesto y de los duelos propios de esta fase, va en busca de nuevos vínculos. Cuando hablo de vínculos, podemos pensar tanto en los objetales como en los narcisistas, entendiendo que el proceso de desligamiento-religamiento se da tanto a nivel de construcción de nuevas relaciones como a nivel de construcción de nuevas subjetividades. A eso llamamos proceso de subjetivación donde el Yo tendrá que construir una nueva forma de ser y de relacionarse con el mundo que lo rodea. Pienso aquí en una situación ideal en la cual el sujeto va fragmentándose y reordenándose hasta un límite que va de

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acuerdo con el psiquismo y las circunstancias particulares pudiendo llegar a la psicosis o a distintas formas de disturbios psíquicos; pudiendo o no, entonces, completar un proceso de construcción de un nuevo Yo, una nueva forma de estar en el mundo, una nueva forma de ser (aunque cambiante a lo largo de la vida). Es como si el Yo tuviera una caldera de pulsiones listas para ser apropiadas por él y que de esa escogencia dependiese el resultado final: un sujeto más o menos integrado, con mayores o menores recursos, con una Autoestima más o menos establecida, etc., etc. El término del proceso, en la medida en que alude a la idea de Tiempo, el tiempo en que ese proceso se daría, nos indica la importancia del término Paciencia, la necesaria para soportar la intemperie de ese momento de la vida. El Tiempo para el adolescente es ante todo el presente, pasado y futuro prácticamente no existen. Debido a la urgencia pulsional, el joven tiende a concentrarse en aquello que está aconteciendo en ese momento, quedando el tiempo extremadamente limitado. Las urgencias son descritas en forma absurda, como la niña extremadamente preocupada por la ropa que va a usar en la fiesta que sólo ocurrirá varios meses más tarde. Las postergaciones también son muy comunes, como posponer el pensar en un problema hasta el instante exacto en que éste aparece delante de sí. Como terapeutas, muchas veces, tenemos como meta principal de trabajo la tarea de sostener este proceso; y el terapeuta es aquél que contiene la noción del tiempo. Esta misión es muchas veces espinosa en la medida en que nos coloca delante de la tarea de soportar la angustia que el paso de éste engendra. A la vez, tenemos que encontrarnos con el hecho de que aquello que es pasajero no deja de tener una relevancia crucial que se vive en aquel momento. Este matiz técnico es de los más difíciles, pues nos vemos instados a intervenir en todo momento, sea


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porque el joven quiere nuestra intervención, porque la quieren los padres, o por nuestro propio Superyó, al enfrentarnos con el riesgo que corremos por no intervenir. El riesgo es, por lo tanto, para todos los momentos de la terapia, algo con lo que tenemos que lidiar: Si intervenimos, queda la idea de que hemos interrumpido un proceso o al menos interferido en él. Si permanecemos para asistir ‘a ver qué sucede’, tenemos que enfrentar la angustia de ver a nuestro paciente caer en un abismo psíquico del cual tampoco tenemos la certeza de que sabrá salir. Subjetivación es también diferenciación. Siempre presionado por las instancias internas y del medio, el sujeto va buscando nuevos arreglos y nuevas articulaciones entre las diversas partes de ese todo aún por definir. Raymond Cahn (1999, p. 55), habla de una “función sujeto” que deberá “inscribirse en la Metapsicología, en cuanto concierne a los diversos factores que entran en juego en la apropiación subjetiva de la realidad psíquica”. Y, por más que eso dé la impresión de ser apenas función del Yo, Cahn nos alerta sobre el carácter “trans-instancial” (Ibíd., p. 56) del proceso de subjetivación, pues en éste todas las instancias psíquicas entran en acción, articulándose y desarticulándose las unas a las otras. Por cierto, tanto las funciones del Yo en desarrollo, como el aspecto organizador o desorganizador de la pulsión, así como la instauración de nuevas identificaciones del Superyó se van a imbricar en la construcción de un sujeto diferente al final de este proceso. Ese sujeto, todavía según Cahn, debe apropiarse “de sus pensamientos y deseos propios, de su identidad propia” (Ibíd., p.57), para evitar un exceso de desvinculación que lo lleve a la alienación de sí mismo. El recurso “a la regresión narcisista, a la externalización constante, al Clivaje, a las identificaciones prestadas, a la búsqueda disparatada de una autenticidad no encontrable” (Ibíd., p. 57), es el Corolario in-

evitable de este estado de cosas, propio de la adolescencia, como el peligro constante que representa lo de “asumirse como sujeto”. Lo que parece fundamental aquí es la noción de que el proceso de subjetivación pasa por vicisitudes tales que escapan totalmente a nuestra capacidad de juzgamiento y control. La creación de algo nuevo es siempre así: lo nuevo es algo que se escapa, que trasciende nuestra razón; es algo que, en fin, no tenemos cómo conocer ‘a priori’. La máxima de Bion “sin memoria y sin deseo”, debe ser tomada muy en serio aquí. Pero hay algo más en esa ecuación que complica aún más ese cuadro: la tendencia al riesgo, propia de los jóvenes. ¿Cómo lidiar con eso? ¿Hasta dónde va nuestra capacidad de soportar la presión? ¿Cómo quedarse a asistir al ‘pasaje al acto’ que puede llevar hasta la muerte? Quedamos ante el purismo técnico y la experiencia que nos dice ‘¡esto va a acabar mal!’. De ahí la importancia de podernos apoyar en la transferencia durante todo el proceso terapéutico, con sus matices, dificultades y riesgos. Pero, ¿cómo hablar de eso? ¿Cómo explicar que en aquél paciente usted “sabía” que todo acabaría bien, pero que en otro usted “temió” lo peor e intervino? No tengo la respuesta para eso. Se podría argumentar que la experiencia ayuda, que algunos pacientes son particularmente hábiles en transmitir confianza, mientras que otros, quedan a la demanda de nuestra intervención como una forma propia de actuación en la transferencia. Yo diría que el simple hecho de que entendamos el proceso en un joven, ya nos ayuda a entender que no es necesario “estirar más la cuerda”. Cuanto más vivencio la clínica con adolescentes más me parece fundamental eso: Acoger, contener, acompañar. Además de eso, creo que existe una herramienta importante: es necesario entender cuál es la esencia de su proceso de subjetivación, cuáles las


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defensas que están en acción y contra cuáles angustias ellas se baten, para así, finalmente tener una firme comprensión de su narcisismo, acogiéndolo, consolándolo –y confrontándolo- en todo momento. La comprensión metapsicológica, aunque no explicitada a través de interpretaciones transferenciales, es nuestra guía para un verdadero “holding”. Todavía dentro de la cuestión de la intervención, creo que es fundamental que hagamos una buena lectura interna: ¿Qué estamos sintiendo? ¿Dónde tal cuestión del paciente nos toca? ¿Será que él nos está invitando a entrar en un sitio en el que nunca estuvimos? ¿Será que tenemos el coraje de mirar algo que no conocemos? En fin, la contra-transferencia alcanza aquí grados insoportables y un buen análisis es fundamental para que podamos atravesar las fronteras presentadas por nuestros jóvenes pacientes.

3. LA METAPSICOLOGÍA DEL ADOLESCENTE Para tratar de ir un poco más lejos en la comprensión de estos procesos que se dan en la clínica, pienso que tenemos que hablar un poco de la metapsicología en la medida en que ella nos ayuda a entender lo que el joven está pasando. En primer lugar, la recolección de una historia clínica depurada nos ayuda a entender cómo se estructuró aquel psiquismo. En segundo término, el contrato debe ser hecho tanto con los padres como con el adolescente. En la medida en que él está apartándose de ellos, es necesario que no quedemos muy identificados con éstos, bajo el riesgo de ser calificados como distantes y poco confiables. Además, algunas consideraciones clínicas se hacen necesarias para ampliar la comprensión de lo aquí expuesto.

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Como sugiere André Green (1986), el funcionamiento mental en esta edad evocaría más una mezcla de líquidos de naturaleza y densidad diferentes, mezclándose temporalmente antes de que cada uno de ellos tome su lugar definitivo. Al hacer contacto con un adolescente es necesario estar listo a su labilidad, la variabilidad extrema de su estado mental y su necesidad de encontrar referencias. Por más lábil que se muestre y por más difícil que sea hacer una evaluación diagnóstica, la búsqueda de un diagnóstico es parte fundamental del proyecto terapéutico que iremos a proponer al paciente y su familia. Es esencial hacer una evaluación de la organización psicopatológica del adolescente, buscando siempre tener cuidado de no caer en la tentación fenomenológica de la Nosografía psiquiátrica, utilizándola solamente para situarnos dentro de este espectro. La Nosografía psicoanalítica busca mucho más una evaluación metapsicológica del paciente, con la búsqueda de tipos de conflicto presentes, las defensas psíquicas más comúnmente utilizadas y los entrecruzamientos de las líneas de fuerza presentes. En la evaluación metapsicológica debemos concentrarnos en percibir lo que todavía se encuentra móvil, abierto y fluctuante, y distinguirlo de aquello que ya se encuentra fijado y aniquilado. Jeamet (1980) propone el término espacio psíquico ampliado para dar cuenta de la importancia que tiene para el adolescente el papel del objeto externo, donde él puede proyectar sus conflictos, exteriorizar sus afectos y poner en escena sus demandas. André Green (1990) propone incluso que se divida el espacio psíquico del adolescente en dos fronteras:1) Dentro y fuera (este “fuera” representado interiormente, claro); 2) Consciente e inconsciente. El espacio propiamente dicho estaría limitado por dos elementos: I) Soma, para el interior; y II) el acto,


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para el exterior. Entre ellos se situaría el espacio representativo, relacionando la representación consciente con la representación inconsciente. La evaluación de estos límites se muestra esencial para una comprensión metapsicológica del adolescente, con vistas a una propuesta terapéutica y una primera tentativa de prognosis. Sabemos hoy la importancia de las primeras experiencias en el desarrollo psíquico, así como de la forma como el sujeto atravesó el complejo de Edipo en su infancia. No me voy a extender sobre ello en este trabajo. Recuerdo todavía que Urribarri, en diversos artículos, enfatizó la importancia de la fase de latencia para una entrada más favorable en la adolescencia. En reciente trabajo (2004a, p. 141), realza la importancia del “trabajo de latencia”, en donde: “Se crea un modo diferente de funcionamiento del aparato, que modifica el transcurso y el destino pulsional; una particular relación entre los procesos conscientes e inconscientes; un refinamiento del sistema defensivo, un distanciamiento del Yo con relación al objeto; una afirmación cualitativa y cuantitativa de lo pre-consciente; una creciente capacidad del Yo de controlar las tendencias regresivas; una diferenciación y una complejidad dinámica y tópica; un incremento de los objetos internalizados; una ampliación de sus capacidades, de sus actividades y del mundo relacional; una creciente capacidad simbólica del pensamiento y la expresividad (verbal, gráfica o corporal); la aparición de la autocrítica; una regulación de la autoestima más centrada en los éxitos y en el consenso; el guiño hecho al mundo real y la tentativa de dominar el medio ambiente mediante el aprendizaje; una creciente autonomía y un funcionamiento psíquico cada vez más de acuerdo al principio de realidad”.

Tales son los desafíos de la latencia, de cuyo éxito depende el buen desarrollo de la adolescencia. Un Yo frágil, poco hábil para lidiar con la emergencia pulsional que acarrea la pubertad, va a tener que lanzar modos de defensa muy primitivos, hasta rígidos, de manera que pueda contener y lidiar con sus pulsiones. Y eso es lo opuesto a lo que óptimamente se espera en esa fase, pues del lidiar con las pulsiones es que se forja el proceso de subjetivación. Al sentirse frágil delante de las pulsiones, el joven acaba por desligarse de ellas sucediéndose de ahí un empobrecimiento del Yo. No es que el desligamiento no ocurra, no es esa nuestra comprensión. Pensamos que él se da en la medida directa de la capacidad de procesamiento psíquico de las pulsiones; lo que es siempre cambiante, sea debido a la naturaleza de la pulsión, en el momento en que ella es experimentada, o a la conformación Superyóica. Pero temo que nos confrontemos con el riesgo del exceso de desligamiento, pues el psiquismo del joven tiende a desligarse de las pulsiones ego-distónicas, y si ellas son excesivas existe el riesgo de que emerja una subjetividad pobre, o peor aun, un sujeto demasiado alienado de sí mismo y del mundo. La dificultad aquí ocurre cuando el adolescente presionado por circunstancias avasalladoras comienza a desligarse como defensa contra la temida llegada de la confusión mental, o de lo que Laufer (1989) llamó colapso del desarrollo (o “breakdown”). Ese es un momento en que el psiquismo, bien sea presionado por la urgencia propia de este período, envuelto en los terribles conflictos pulsionales, o bien por los llamados del medio en que vive, sólo encuentra el recurso del desligamiento como forma de aplazar la catástrofe. Sabemos que la paz encontrada por esta vía puede ser mantenida “ad aeternum” (eternamente) con la concomitante pérdida del contacto psíquico con las pulsiones expulsadas del dominio


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egóico. Tal exceso puede redundar en el propio colapso descrito por Laufer. Sin embargo, el proceso del desarrollo psíquico puede continuar, siempre y cuando no haya una dificultad insalvable. Una de las instancias que sufre más alteraciones es el Superyó, en la medida en que el adolescente hará un largo recorrido desde el Superyó rígido de la latencia hasta uno más permeable. En la etapa de latencia tenemos una fuerte defensa contra la emergencia de la pulsión edípica, que se manifiesta en la masturbación y en sus corolarios, así como en la primacía de la sublimación, si todo transcurre bien. La tarea impuesta por la pubertad es justamente encontrar un acceso a la pulsión edípica. Al mismo tiempo que el joven se aparta de los padres edípicos para evitar el riesgo del incesto, va a tener que buscar nuevas parejas que le permitan escapar de esa pulsión que lo asola. Así, al refuerzo de la prohibición del incesto corresponde un incremento pulsional que clama por nuevas vías de conducir a la satisfacción. Tal resolución puede darse de diferentes maneras y de ello depende la salida exitosa de ese proceso de subjetivación. Solamente a manera de ejemplo podemos pensar en un incremento de defensas, que daría como resultado un carácter traumático de la pulsión, generando esto graves dificultades en la esfera sexual. Otro destino posible sería exactamente el opuesto, donde un cierto apagamiento del Superyó daría lugar a un comportamiento sexual explícitamente promiscuo, con los riesgos inherentes para la salud física y la formación del carácter. Como nos informa Uribarri (2004b, p. 68), “el Superyó de la latencia es encarnado” es muy personalizado. Durante la adolescencia, la otra modificación esperada es que el Superyó se vuelva más abstracto, encarnado no en personas, sino en regulaciones sociales organizadas por la ley, silencioso en su cumplimiento y encarga-

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do de castigar la trasgresión por los agentes que la sociedad designa. Lo mismo ocurre con el ideal del Yo “que se desprende de los padres para volverse más abstracto e ideológico” (Ibíd.).

4. EL PSICOANALISTA EN LA CLÍNICA Pero si entendemos que el proceso de subjetivación se da a lo largo de toda una vida, con la infancia desempeñando un papel crucial, así sea como las primeras relaciones con los objetos primarios, podemos entonces comprender la tarea que se da en la adolescencia, que sería la de establecer un sujeto más o menos definido con una organización de identidad, que puede tanto salir más fortalecida y definida, como redundar en un fracaso, dando como resultado uno cualquiera de los trastornos psicopatológicos conocidos. Es al final del proceso que ocurre en la adolescencia que vamos a encontrar un sujeto capaz de articular nuevas palabras, un nuevo discurso, bien como otra forma de articularse con sus fantasmas, donde las defensas típicas de la latencia dan lugar a una construcción mucho más compleja y articulada, o bien con defensas que se integran en un Yo mucho más coherente y rico a partir de las identificaciones con figuras de su cotidianidad actual y extra familiar. Aquí nuevamente se requiere pensar en un balance entre las defensas y las reorganizaciones positivas o realistas, y aquellas que han de volver más rígido al sujeto: Los desligamientos, los splittings más acentuados y las distorsiones de la realidad. La cuestión para el analista es siempre la de evaluar ese péndulo para saber lo que predomina: Si podemos hablar de progreso o de estancamiento, de relaciones nuevas o siempre más de lo mismo, de una indeterminación saludable o de un cerramiento frente a lo no conocido. Nuestra angustia es siempre la de


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lidiar con la dimensión de lo Imprevisible y de lo Aleatorio que abarca ese período de la vida. ¿Cómo saber si aquel joven que se arriesga va a sobrevivir? ¿Cómo adivinar si aquella forma de identidad es pasajera o no? Tales son las cuestiones de lo cotidiano en la clínica, donde nos queda muy poco margen para actuar; toda la transitoriedad se pone en escena allí, donde el sujeto todavía no es; al analista le resta muy poco por hacer. De esa reflexión resulta una importante diferenciación clínica, pues atender a un joven a la entrada de la adolescencia es muy diferente a atenderlo en la adolescencia tardía. En el inicio, presionado por el advenimiento de la pubertad, con urgencias enormes y gran perplejidad ante tantos cambios, el joven tiende más a la descarga, al no pensar. Aquí somos más bien soportes, acompañantes, que analistas, en el sentido clásico del término. El joven de 12 / 14 años no quiere saber nada de algo que está allí, a flor de piel. No quiere saber de pensar mucho. Muchas veces nos corresponde pensar por él. Decir algo que le dé esperanzas y fe en que otro día vendrá. Es complicado decir eso, pero la consolación narcisista muchas veces otorga un pequeño aliento más fuerte, lo suficiente para permitirle seguir. La comprensión metapsicológica nos ayuda a dar ese soporte, en la medida en que funcionamos como un Yo auxiliar, cuando él se ve constreñido por el Superyó a restringir dura y fijamente la emergencia de los deseos; o a actuar, en un obrar incesante que dispensa de toda medición psíquica. O cuando funcionamos como un objeto continente para todas sus angustias, continente este que la mayoría de las veces no devuelve; tal es el cúmulo de trabajo psíquico con que el joven se ve involucrado. Ya en una fase más adelante, podemos ser más osados. Muchas veces la defensa ya se restableció y se diferenció, con una menor continencia pulsional. De ahí que sea hora de

trabajar con las defensas, de perfeccionarlas, de reajustar un funcionamiento desarmónico, etc. Es interesante esa posibilidad de pensar (se) al adolescente a través de la cuestión de la desarmonía donde él sería un todo cuyas partes todavía no se encajarán o no se articularán para dar al sujeto un contorno que pueda ser considerado cohesivo y armónico. Tolerar eso es difícil para el joven quien tiende a todo tipo de racionalizaciones para dar cuenta de los aspectos que no están en consonancia con el resto de la personalidad. A nosotros corresponde, cuando es posible, articular esas piezas desarmónicas trayéndolas a la sesión en los momentos oportunos, para con eso ensayar un no-desligamiento y, quizás, una confrontación entre las partes, para permitir una nueva síntesis, más completa y abarcativa. La comprensión de las categorías diagnósticas de Laufer (1989), puede orientar el tipo de intervención que deba ser emprendida en la clínica. Él propone la diferenciación en tres categorías, teniendo como eje una perspectiva de desarrollo. En el primer lugar, no hay un compromiso esencial del proceso de desarrollo, pero se observa un funcionamiento defensivo que afecta en todo o en parte los dominios psíquicos. En seguida, tenemos un obstáculo en el desarrollo que nos conduce a un callejón sin salida o a una ruptura con el consecuente fracaso del proceso de la adolescencia. Sin una intervención terapéutica no se debe esperar ningún re-direccionamiento estructural. Por fin, verificamos que hay una parada en el desarrollo, con la fijación de una organización patológica que hace desaparecer las dudas y angustias. Hay una semejanza con las patologías del adulto. Tal clasificación abriga una relativa confusión, pero tiene el mérito de ser una visión estructural centrada en el grado de mantenimiento o no de las posibilidades evolutivas, en la labilidad o no rigidez de los mecanismos


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de defensa y en la dimensión tópica, dinámica y económica de los conflictos narcisistas u objetales y en sus inter-relaciones. Esa evaluación del modo de funcionamiento mental debe ser permanentemente revisada, aún en los casos clasificados en el grupo tres, una vez que podamos encontrar, por ejemplo, un funcionamiento psicótico que se presenta como una manera de respuesta a una grave crisis que puede ser reversible. Para Cahn (1999), esa formulación de Laufer no abarca toda la complejidad de las vicisitudes del proceso de subjetivación. Propone, más bien, extender el modelo propuesto por Lebovici (1980, 733-858) para “permitir la co-articulación de la clínica y de la cura psicoanalítica a partir de una perspectiva sincrónica estructural y diacrónica del desarrollo” (Cahn, 1999, pp. 65-66). Este modelo abarca seis variables que se entretejen y articulan de una forma compleja para dar al clínico una comprensión que articula desarrollo, psicopatología y modalidad de cura, y más particularmente, en lo que concierne a la adolescencia, tres salidas: 1) El proceso de subjetivación está esencialmente terminado; 2) Él puede derrumbarse –y será la ruptura psicótica que no debe confundirse con el breakdown lauferiano; 3) Su inacabamiento dará lugar a todas las figuras de la psicopatología de la adolescencia (Ibíd. p. 68). Para Cahn, la comprensión de las formas de actuación y de defensa con que el adolescente busca salir de los impasses, es una importante guía para la aprehensión de cada momento del proceso que estamos acompañando.

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atención al adulto? Pienso que, en rigor de términos, estamos trazando algunos parámetros de raciocinio que se aplican a todos los que nos buscan. Tal vez la gran diferencia se aplique a la cuestión de grados en que esos procesos ocurren en el adolescente. Esa franja de edad, nos colocaría frente al constante enfrentamiento con la subjetivación dentro de la perspectiva de que esos procesos son cruciales e intensos para el joven. Tal vez por eso ellos sean tan vívidos y movilizantes para el analista de adolescentes que tiene que habérselas con lo inusitado, con el desafío y con la irreverencia.

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5. CONCLUSIÓN

BIBLIOGRAFÍA DE RESPALDO

¿Podemos concluir que el trabajo con el adolescente no se diferencia en mucho de una

Anderson, R. & Dartington, A. (1998). Facing it out – Clinical Perspectives on Adolescent Distur-


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bant. Tavistock Clinic Series. Ed. Routledge. London. Bradley, J. & Dubinsky, H. (1995). Compreendendo seu Filho de 15-17 anos. Ed. Imago. Río de Janeiro. Dolto, Francoise. (1996). La causa de los adolescentes. Ed. Seix Barral. Bs. As. Freud, S. (1976). Tres Ensaios sobre Sexualidade. Standard Edition, Vol. VII. Ed. Imago. Río de Janeiro. Green, A. (1994). O Desligamento. Ed. Imago. Río de Janeiro. Lewisky, D.L. (1995). Adolescência e violencia. Ed. Artes Médicas. Porto Alegre.

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PSICOANÁLISIS XX (1); 61-80, 2008

CUANDO PAPÁ NO ESTÁ1 La ausencia del padre como un factor generador de violencia2 HILDA BOTERO C.3 Recibido, mayo 1 de 2008 Aprobado, junio 8 de 2008 Resumen Tres fragmentos de historias clínicas de padres ausentes ilustran la dramática condición de madres y bebés abandonados. La violencia deja su marca en madres y bebés. La ausencia física y emocional del padre, o su presencia agresiva, demarcan claramente una cualidad de relación tendiente a la muerte y a la destrucción. El lenguaje de la violencia es: “violencia engendra violencia”. Palabras clave: Paternaje, Maternaje, Violencia, Relaciones Primarias.

WHEN DAD IS NOT AROUND The absence of the father as a violence generator factor Abstract Three pieces of clinical histories of not present fathers show the impressive condition of forsaken mothers and children. So violence marks mothers and children. The physical and emotional father lacking or his aggressive presence fix the quality of a relationship which tends to death and destruction. The violence language is: ”violence generates violence”. Key words: fathering, mothering, violence, primary relationships.

CUANDO PAPAI NÃO ESTA A ausência do pai como um fator gerador de violência Resumo Três fragmentos de histórias clínicas de pais ausentes ilustram a dramática condição de mães e bebês abandonados. A violência deixa a sua marca nas mães e nos bebês. A ausência física e emocional do pai,ou sua presença agressiva, definem claramente uma qualidade de relaçao que tende para a morte e para a destruição. A linguagem da violência é: ”violência gera violência”. Palavras chaves: Paternagem, Maternagem, Violência, Relações Primárias.

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Publicado por: Silvana Alba Scortegagna, Ciomara RibeiroBenincá, Organizadoras. En: Interfaces da Psicología com a Saúde; Universidade de Passo Fundo, Ed. 2004. Presentado en el V Coloquio Internacional de Observación de Bebés, Esther Bick. Río de Janeiro, 2000. Psicóloga, Psicoanalista. Bogotá, Colombia, Miembro Asociado Asociación Psicoanalítica Colombiana e-mail: hildabotero@hotmail.com


HILDA BOTERO C.

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INTRODUCCIÓN Cada día la vinculación del padre a la crianza de los hijos se integra más a la vida en el núcleo familiar. En los países Europeos o en Norteamérica ésta es una observación más evidente, de tal forma que se han realizado varios estudios (Baruch, G. D. y R. C. Barnet; Belsky J. y J. Rovine; Crouter, A. C. Et al; Greenberg, M. y N. Morris; Kestenberg, J. et al; Naouri, A.; Pedersen, F. A.; Pruett, K;)4 de familias en las que el padre participa activamente en la crianza: participación del padre y actitudes sexuales, efectos del paternaje, incidencia del rol del padre en la identidad sexual, desarrollo de actitudes paternales, el padre nutriente, etc.. En los países de América Latina no es tan evidente esta participación, y aún hay muchos aspectos por estudiar. He orientado mis observaciones desde la falla, la ausencia, la deprivación en las relaciones familiares y, específicamente, la ausencia como una forma de violencia, la cual suscita y perpetúa. Colombia, señalado como el país ‘más violento del mundo’, nos cuestiona y mueve hacia la comprensión de este fenómeno que nos acompaña desde la cuna, desde el útero; por eso nuestro tema: la violencia en el ambiente del recién nacido es una invitación impostergable para comprometernos con su análisis. He optado, para esta oportunidad específica, mostrar veladas formas de violencia y su puesta en escena. En esta primera aproximación, más que el bebé, es la madre la protagonista en el drama, protagonismo que implementará en el hijo. La tesis general del estudio plantea la incidencia que tiene la ausencia física y emocional del padre, o su presencia agresiva, en la perpetuación de la violencia, la delincuencia, el sicariato, y demás figuras de terror en

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Estudios comentados por S. Lebovici, 1995.

nuestro país, y en la descomposición del sistema social. ¿Las fuentes? ... caminan por las calles, duermen “el sueño de los justos” en el cementerio; se matan en las cárceles; están en alguna montaña del país comiendo pan con secuestro; están en las páginas de los periódicos narrando corrupción; deambulan por las calles cobrando su miseria; pero, también están en el diván. Varios estudios realizados en el país sobre este tópico arrojan datos espeluznantes sobre nuestros niños, nuestras madres, nuestros hombres, nuestra sociedad. Y en el consultorio se hace indispensable, en nuestro medio, el análisis de la historia personal de violencia que prepara para una capacidad de violencia, una tendencia a la violencia en los individuos. Hemos crecido rodeados, amedrentados y víctimas de la violencia, entonces, ¿cómo está inscrita la violencia en nuestro sentir, en nuestro pensar, en nuestro actuar? I ¿Y PAPÁ, DÓNDE ESTÁ? Sugiero iniciar mirando a la mujer que gesta un hijo del abandono, del rechazo; propongo observar la mujer que gesta, y cómo gesta, cómo es su vivencia con el hijo de la agresión, de la violencia, esa madre sola, llena, ya no de temor, sino de terror, odio, venganza y locura. Para empezar, y para esta ocasión, voy a mostrar retazos de vida en los cuales se evidencia la ausencia del padre como una forma de violencia. Violencia hacia el bebé y violencia hacia la madre. El estado emocional de la madre viviendo esta experiencia incide de manera contundente en la relación madrebebé, padre-bebé, mundo-bebé.


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Voy a tomar, a modo de premisa, la consideración de la familia conyugal que, aunque no sea la que existe en todas partes, sí se forma como todas, alrededor de una base natural ineliminable, una especie de “invariante biológica”, o sea, el encuentro de dos sexos para la procreación; la unión necesaria de un hombre y una mujer para engendrar un bebé (Jaqueline Rabain-Jamin). Y quiero referirme también a la descripción mítica de Meltzer (1990) de la familia conyugal, con la cual estamos ya familiarizados. Esta descripción me ofrece algunos puntos importantes que quiero resaltar, sin caer en idealizaciones, más como, según el mismo autor anota, una alusión a una tendencia general, y la descripción de estados momentáneos. No son generalizaciones de ningún tipo, son más construcciones nacidas de la observación y la comprensión de las relaciones madre-bebé en primer término, y la cada vez más apremiante necesidad de observar y comprender las relaciones padre-bebé y padre-madre-bebé. Pienso que la composición de esta pieza de realidad está ubicada en el terreno de la hilera C de la tabla de Bion. Allí se construyen, de los datos o elementos derivados de lo sensorial, transformaciones en pensamiento, señaladas como pensamientos oníricos, sueños y mitos (1963). Pueden estas construcciones decaer en A, desbaratarse el mito y acudir a los elementos beta sin transformar, o más aún, pueden precipitarse a –C6 por ejemplo, y actuar con un mito destructivo. Ya ubicados en la familia y un poco cerca de los sucederes de la misma, sigamos con las funciones de la pareja parental enunciadas también por Meltzer, y que serán lente importante en la discusión de este trabajo. Estas funciones se despliegan también en forma positiva (+) o negativa (-): Generar amor Vs. Promulgar Odio; Promover Esperanza Vs. Sembrar Desesperanza; Contener el Dolor Depresivo Vs. Emanar Angustia Persecutoria; Pensar Vs. Crear Confusión.

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Estas funciones no se dividen en aspectos femeninos o masculinos, más bien se desenvuelven de forma tal, que la madre recibe todas las proyecciones del bebé, y el padre, como punto final de esta cadena, recibe los desechos mentales. Si el padre es un padre presente, ayudará a que el aparato de pensar y digerir de la madre pueda realizar su labor de maternaje o su función rêverie con el hijo. Todos estos productos, resultado de las identificaciones proyectivas del bebé adentro de la madre, y en su natural pasaje por el padre y su mente, necesitarán de un trabajo de ‘reciclaje’ que solamente puede llevarse a efecto en la intimidad amorosa de la pareja, la privacidad sexual y la integración del fruto de su relación. Así, el bebé irá identificando a mamá y papá unidos, luchando por su bienestar, pensando su estado mental. La debilidad de la madre se atribuye a las insuficiencias posibles del padre (Meltzer, 1990). Pienso que el abandono y la agresividad de la madre en determinados momentos, pueden también buscar entenderse o calmarse en la agresión sospechada en el padre. Un bebé sostenido y contenido en una atmósfera en la cual las funciones parentales se realicen positivamente, crecerá y se desarrollará con el sentido de seguridad y confianza necesarias para el desenvolvimiento de sus aptitudes individuales, para su crecimiento físico, sus logros intelectuales; lo que redundará en un núcleo familiar autónomo, optimista y benévolo. Su inserción en la comunidad será también libre de sospechas y en aras del crecimiento. Obviamente, para que así se promulgue, la comunidad tendrá una función de paternaje en relación con los miembros de su comunidad. Tiene que ser un continente ‘suficientemente bueno’ para sus miembros. La función del padre desde el momento de la gestación es tan importante como puede serlo la de la madre. Sin embargo, ha sido una función, no sé si olvidada; prefiero reflexionar sobre el hecho de, ¿qué conocemos de la


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mente, emoción o sentimiento Paternal?; ¿qué conocemos del mundo que se mueve en el padre, y que, considerado siempre en segundo plano, tímidamente hace sus acercamientos, aún sin el conocimiento de su revolución interna? ¿Cuál es la función de ese compañero en el big-bang de la vida?, ¿cómo es su preñez, cómo su función nutriente, cómo su acunamiento?, en fin... si ambos encendieron la llama, ambos son responsables de ella, y ambos, papá y mamá, se necesitan para re-conocer (M. Kyrle, 1968) sus funciones con base en sus propios objetos parentales introyectados. He aquí una Y en el camino, una oportunidad de optar por la reparación de los propios objetos internos, o por la reproducción agresiva de sus aspectos violentos, estados emocionales sin elaborar que todos, en mayor o menor grado, y con mayor o menor intensidad poseemos en nuestro mundo interno. El padre es objeto de situaciones emocionales que lo llevan a un estado llamado ‘regresivo’, o, más bien, prefiero verlo como un momento crítico; el inicio de la gestación desencadena en él sus vivencias infantiles, su historia con sus propias persecuciones, sus satisfacciones y logradas elaboraciones. También él es un bebé necesitado de continente y abrigo. Podríamos señalar, también en la tabla, un estado A1, o sea, los elementos beta desencadenados por la experiencia y, ante la ‘incógnita’ que deberá ser despejada según el desarrollo de la historia, puede plantearse como acudiendo al acting, A6, sin poder transformar el estado emocional, sólo actuándolo. El trabajo hacia el crecimiento podría llegar a B6 que implicaría la transformación en elementos alfa y una acción al respecto, es decir, iniciar el ascenso en la complejidad, e ir transformándose, enmarcarse en un mito, la familia, C4 por ejemplo. Es menester la transformación (Bion 1965). El padre ha sido cómodamente ‘olvidado’, aislado; situaciones injustas para el bebé y

para el padre se han fraguado en aras de la comodidad, la ignorancia, el sometimiento, el autoritarismo, en nombre de, ‘la madre es la que sabe’. Sí, la madre sabe, pero el padre también sabe y, sus funciones de ‘maternaje’ en sustituciones ocasionales, o sus permanentes funciones de ‘paternaje’ (J. Herzog, S Lebovici, 1989), son esenciales desde la concepción. Su presencia física y psíquica, con todas las eventualidades, angustias y regresiones, son vitales para el desarrollo “suficientemente bueno”, parafraseando a Winnicott (madre suficientemente buena, 1957), del niño y sus relaciones. Es necesario entonces, en este orden de ideas, un padre ‘suficientemente bueno’, ‘suficientemente presente’, suficiente sostén de la madre y amparo del hijo. Es un hecho que el padre necesita del apoyo y la guía afectiva de su compañera para convertirse en padre interesado. Hay que recordar que, en la preñez, el padre revive momentos de revolución interna, y una vez nacido su hijo, momentos de confusión y depresión. La paternidad cobija el paternaje, es una función que necesita del sostén de la madre, así como ella, para su labor materna necesita del sostén y de la presencia íntegra del padre, y evidentemente de las buenas relaciones de pareja. El paternaje adhiere en el hombre la procreación, su papel junto a la madre, y sus capacidades de (con base en una relación clara y segura con ambos, madre y bebé) hacer su entrada en la disolución de la díada madre-hijo. El padre presente asegura la buena configuración de las vivencias edípicas y ayuda a disponer los elementos del mito para su formulación. En términos de Lacan, para que la ley del padre impere y se establezca la relación con el mundo. La pareja madre-padre, que ha optado por la procreación, es la primera díada, y ha decidido ‘realizarse’ en un espacio continente para la gestación del producto de su intercambio amoroso y extensivo de sus relaciones. El hi-


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jo, producto de una función introyectiva del amor, demandará, para su desarrollo y evolución, que ese continente se mantenga y ofrezca oportunidades de crecer y de ser. Por esta razón la gestación se da en un continente mental compartido entre padre y madre y, a su vez, una sociedad como sostén, apoyo y recurso de este estado de preñez. Ésta sería más una tendencia general en las relaciones, con momentos de plena realización, con momentos de evolución y crecimiento en mayor cantidad que aquellos momentos inevitables de conflictos, contrariedades, pérdidas, desesperanza, y todo lo que son experiencias del diario vivir y compartir. En la medida en la que éste sea el cuadro que prevalezca, el bebé desempeñará la función de objeto introyectivo que enriquece el mundo interno de cada uno de los padres y de la pareja en crecimiento y madurez; de otra forma se tornará en un objeto proyectivo e investido de persecución, atacando los objetos internos de los padres y la pareja. El bebé es la reconstrucción de bebés inconscientemente engendrados de acuerdo a la historia de la madre, serán los bebés del padre o los bebés robados a la madre (Klein). En la medida en la cual esta experiencia sea la oportunidad de elaborar una historia diferente, con un hombre diferente a ‘papá reeditado’, que la mujer pueda elaborar estos fantasmas con el niño de la realidad, le planteará su oportunidad de ser madre, y al bebé le permitirá ser su bebé. Madre y bebé ahora poseerán un padre que los acoge y apoya. A esto se suman las vivencias del padre con respecto a esos bebés de la madre, y sus bebés con la madre, o robados a la madre, o los bebés nacidos del amor de una elección de pareja ‘que no es mamá’. No sólo la mujer revive o reedita su historia emocional. El hombre también espera un bebé, también está en una experiencia de preñez. Ahora es padre. Los intercambios afectivos de la madre, el que ella pueda gestar un bebé en su mente,

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con un padre compañero, viviendo la preñez, dará una cualidad especial y afortunada a esa madre que el bebé se va representando, segura y apoyada. Podríamos pensar que en el bebé, subyacente, habrá una preconcepción (Bion) de un objeto que apoya, sostiene y asegura lo que la madre tiene y ofrece; y en la medida en la cual esta relación sea armónica, la madre podrá rescatar a su bebé real de todos los bebés fantasmas o imaginarios, y podrá sellar la alianza con la vida y la relación. El apego seguro (Bowlby, 1969) se irá instaurando bajo la égida del apoyo seguro y amoroso de un padre que encuentra su paternidad. Es una labor de equipo, el equipo primario que cada uno, padre y madre, haya interiorizado de sus primeras relaciones, y la capacidad que tengan papá y mamá para reparar cualquier falla que haya sido inscrita. Ahora, en la reedición, han de hacerse ajustes y elaboraciones hacia la armonía y el bienestar, hacia una mejor adaptación y evolución. Con el diálogo hormonal, que se traduce en estados afectivos en el vientre, se plantean diferentes formas, cada vez más complejas, de diálogo emocional. Los estados afectivos se implementan en los movimientos corporales, la mímica, la mirada, el llanto, la sonrisa, los gestos, la palabra. El sentido que adquiere la madre se lo otorga el bebé, y éste, a su vez, recibe el sentido que le otorga la madre. En otras palabras, la razón de ser del bebé es la madre, y la razón de ser de la madre es el bebé: no hay madre sin bebé, ni bebé sin madre. La cuestión parece fácil, sin embargo, es difícil de concertar y, más aún, de mantener su vigencia durante el tiempo que se necesita hasta que el bebé encuentre vértices diferentes para ver el mundo, los cuales precisa para continuar su espiral de complejidad. La relación de la pareja durante el embarazo, le proporciona a la mujer una estructura fuerte, de apoyo y seguridad, ella necesita de un compañero cariñoso, sensible y preñado; él es el


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continente que le da fortaleza, y esto redunda, esencialmente, en el pequeño. Es el padre quien nutre a su mujer, a la madre del hijo mutuo, de leche amorosa y de cuidado, leche y nutrición que podrán asegurar el desarrollo del bebé. El niño en el útero es sensible a matices emocionales; siente y, a la vez, reacciona a emociones indiferenciadas, pero también a estados afectivos complejos como la ambivalencia, por ejemplo. Una situación de miedo o ansiedad de la madre, mantenida durante el embarazo, tiene consecuencias en el bebé. Las emociones maternas se graban profundamente en la psique del niño y son poderosas a lo largo de su vida. Los maltratos físicos o emocionales del padre afectan profundamente, y son violencia hacia ese nuevo ser. Pocas cosas son más peligrosas, o violentas, en lo referente a las relaciones primarias, que un padre maltrate o que deje sola a la mujer embarazada. La actitud del padre hacia su pareja es de vital importancia. Muchos factores intervienen aquí, desde las relaciones con su propio padre y madre, y luego con su pareja. Y puede agravarse con la situación laboral o económica, que tanto afecta al hombre en determinados sistemas sociales como el nuestro, por ejemplo. La inseguridad social, amenazas como el secuestro, provocan estados de angustia desbordante en madre y bebé y, en lugar de promover esperanza, se perpetúa la desesperanza. El padre se comunica con su bebé desde antes de nacer; su voz, su afecto y la compañía a la madre; o por el contrario, el maltrato, los golpes y el desprecio, son asimilados por el bebé no nacido. El alejamiento, el refugio en los amigos, la infidelidad, suelen ser reacciones de defensa del hombre, defensa a una maternidad y paternidad que asustan, revive situaciones tempranas de él mismo, que no ha podido superar. La desdicha de los niños rechazados se manifiesta en la cantidad de problemas físicos y emocionales; la felicidad de los bebés queridos se nota en su relativa tranquilidad; y la ambigüedad de madres y

padres indiferentes y ambivalentes se nota en las respuestas también ambivalentes de los niños, a quienes no se ve enfermos, pero tampoco sanos (Verny, T., 1981). La mujer debe saber que si se ocupa de ella misma, o se abandona a sí misma, se ocupa o abandona a su bebé en la mente. El padre también como protagonista de esta dinámica, no puede desentenderse de ella. El padre que abandona a la madre activa en ella la situación de abandono. Las necesidades emocionales de los bebés no nacidos son mucho más primitivas que las nuestras, por eso una actividad de la madre dirigida a pensar o mantener en la mente a su bebé le ayudará a calmarse y armonizarse. Los efectos del abandono emocional en el útero son desastrosos para el pequeño, el silencio de sus madres es devastador y, al nacer, se hará más difícil ponerse en contacto con mamá y con el mundo. Esta comunicación de madre y bebé en el útero es parte fundamental del vínculo madre-bebé; no hay que esperar a que nazca para establecerlo. Como no hay que esperar a que nazca para presentar e introducir al padre en la mente y en la vida afectiva del bebé. Ésta es una tarea desde los inicios de la gestación (y aún anterior). El útero es el primer mundo del niño y como lo experimente, hostil o amistoso, crea disposiciones. Es decir, en el útero, y de acuerdo a su vivencia, se establecen las expectativas del bebé (preconcepciones). Podríamos pensar mucho acera de la cualidad de las preconcepciones que trae al mundo, y de las reacciones, una vez que nace y se encuentra con la madre real, con el padre real y con el mundo real. El bebé no sólo establece una relación con el pecho y la forma como la madre lo alimenta. El niño percibe de manera precisa a su madre como persona, y su capacidad o incapacidad para sentirse ligada al bebé. Se han puesto en evidencia perturbaciones en niños y adultos causadas por procesos proyectivos


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provenientes de la madre antes y después del nacimiento. Felton (1985), citado por Rosenfeld (1987), denomina presión osmótica a un proceso predominantemente mental en el cual durante el embarazo se activan en la madre procesos ocultos que nunca fueron conocidos y que son traspasados al bebé. Éste es totalmente indefenso ante esta “presión”, que permanece luego del nacimiento y obstaculiza una relación normal con la madre. Puede vivirse in útero un ambiente lejano a ese paraíso idílico, armónico y confortable. La experiencia vital de bebés quienes son resultado de actos de violencia, pienso que se enmarca en este contexto; y la experiencia de dichos bebés, es que algo les ha sido introducido por la fuerza, o sea violentamente, dentro de ellos. Es una fuerza violenta, que actúa permanentemente pero con la condición especial de que es algo oculto y secreto que les parece, aun a ellos mismos, extraño, una fuerza extraña. Creo que viven aterrorizados, escapando de la violencia pero, paradójicamente, se defienden con la violencia. Bion (1978, citado por Rosenfeld, 1987) en su profundización sobre la identificación proyectiva describe de forma, por demás poética, la vida intrauterina; comenta cómo el feto, “incluso un embrión de tres o cuatro ‘somitas’ vive algo que un día llegará a ser lo que llamamos ‘sensaciones’” (p. 234). El feto, opina Rosenfeld (1987), puede cambiar en forma dramática la dirección de su desarrollo y llegar a ser incapaz de tener sentimientos o ideas, lo que termina en una carencia, al nacer, de los elementos importantes de sus dotes. Podríamos hacer más consideraciones acerca de lo importante que es una experiencia positiva de la preñez, esto es, papá y mamá unidos en la construcción integrativa del bebé. La presencia afectiva de madre y padre en la labor de crianza, desde el útero, jamás podrá ser suficientemente comunicada para lograr la intensidad y concentración en la gestación y crianza conjunta del hijo.

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Mi objetivo es llamar la atención hacia la necesidad de observar y estudiar más la emocionalidad del hombre en la vivencia de la paternidad. Para, de esta manera, comprender su mundo interno, saber sus respuestas emocionales, y ayudar con esta comprensión, tanto a entender a los hijos, como a lograr que el padre se entienda a sí mismo y organice sus experiencias hacia una mejor relación consigo mismo y con sus padres internos. De esta forma puede iniciar la experiencia de ser padre. La observación de la desestructuración y, a veces, de estados de locura que se plantean en la relación madre-bebé ante la ausencia del padre, no sólo durante el embarazo, sino al nacimiento del bebé, ha puesto más en evidencia el olvido en el que se encuentra la consideración del padre al lado de la madre y el bebé. El estado emocional de estas madres nos remite a pensamientos dolorosos de poca esperanza para el bebé. Los casos narrados en esta oportunidad nos hacen reflexionar sobre la necesidad de ‘contener’ y atender estos momentos de la pareja. II MATERIAL CLÍNICO Presentaré tres fragmentos de historia, en los cuales la violencia del rechazo paterno marca especialmente la relación de la madre con el bebé. El estado emocional de estas madres abandonadas y de sus bebés abandonados nos señala más bien la ruta hacia la destrucción y la muerte, que una esperanza de vida. Para esta ilustración tomé tres casos de madres del programa Madre Canguro que se lleva a efecto en la Casita Canguro, programa subvencionado por los Seguros Sociales en Bogotá, Colombia. Mariela o la venganza

Mariela, deprimida, aburrida, decepcionada, mira al vacío, navegando en él, persiguiendo


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imágenes perdidas. Su bebé, aún en posición canguro, reposa sin ánimo en su pecho, no se mueve, no abre sus ojos. Ha perdido peso y está a punto de ser hospitalizado. Mariela ha sido observada por mí en la recepción del programa, su actitud no cambia y al bebé lo observo cada vez más perdiéndose en la nada. Pasan ahora a atención psicológica. El bebé permanece quieto en su pecho, la madre tiene sus manos a los lados de su cuerpo, afianzando sus brazos en el asiento en el que se encuentra, como eludiendo abrazar al bebé que se sostiene a su pecho con la faja especial para este efecto; un objeto externo extraño lo sostiene al pecho; está desgonzado... ¿dormido? La madre responde aletargadamente a las preguntas y narra su actividad. Dice que saca al bebé para bañarse y para “hacer unas compras” (¡!). No cae en cuenta del significado de lo que narra. Los niños en canguro no pueden ser puestos fuera del pecho más de 10 minutos, pero ella ha perdido, además, la capacidad de calcular el tiempo. El niño no sube de peso, al contrario está bajando peligrosamente, no se sabe bien cómo lo alimenta, el estado emocional de la madre no le permite pensar en él y hacerse cargo de él. Todo parece indicar que la madre lo está sacando permanentemente del pecho. Ella sola atiende al bebé pues se ha aislado de su familia, siente que la persigue. Está muy deprimida; el bebé actúa esta depresión, no se mueve, no reacciona, pierde cada vez más peso, y observo un ser que está cayendo en el vacío de la inactividad, en la quietud de la muerte. Un poco de historia

El padre del niño es la segunda pareja de Mariela. De otra pareja tiene dos hijos de 12 y 14 años. Una vez que fue abandonada por el padre de estos niños no pudo seguir haciéndose cargo de ellos. No han vivido con ella, sino con la abuela paterna. La historia se repite con el nuevo bebé. La pareja reciente, padre de este pequeño, es un hombre casado que no deshace

su anterior pareja para estar con Meriela, ella ha buscado el embarazo (embarazo deseado, dice), preparando así la separación del hombre y su mujer con base en este nuevo bebé. De esta manera piensa que podría asegurar la compañía del padre. Pero desde el embarazo Mariela pierde la relación con el padre del niño, éste no responde por la criatura y abandona a la madre. Sumida en la desesperación Mariela da a luz prematuramente, 32 semanas de gestación. El bebé y su madre entran al Programa Madre Canguro. El niño no se recupera satisfactoriamente, en lugar de ello, comienza a perder su salud, permanece más tiempo sin moverse, la madre olvida darle seno, lo saca permanentemente del pecho. Es inminente la hospitalización del niño. Se saca a la madre del Programa pues su estado emocional no ofrece garantías para terminar el tiempo de gestación en el programa. El niño tendrá que permanecer en el hospital hasta que se recupere totalmente. Mariela cambió de domicilio, y no fue posible ubicarla, se temió por la salud y la vida del bebé y, desafortunadamente, se perdió todo contacto con esta madre. Es probable que este bebé haya fallecido.

COMENTARIO Se podría decir, de acuerdo a la ecuación pene-bebé, sugerida por Freud, que esta ecuación permanece, pero el paso de desear el pene, a desear un hijo no se llevó a cabo. Si el pene no está, el bebé no está, o mejor, no podrá tomar forma en la mente de la madre. Necesita el pene, y en forma más estricta, el pene del padre que la proteja y la adhiera a él. No hay paso a lo simbólico, hay paso a lo psicótico. Pero más allá de esto, el padre de este bebé está ausente desde la concepción; el padre no quiso tener nunca este bebé. Abandonó a la madre, y al bebé, incluso antes de nacer. Nadie se hizo cargo de él, pues el


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abandono del padre a la madre desencadenó el abandono del hijo por parte de la madre. Mariela estuvo preñada de expectativas de retener al hombre a su lado. Más que esperar un bebé, esperaba al hombre, al pene. La comprensión de esta situación tan dramática sería en los siguientes términos: cada vez que la pelea con el padre se plantea en el mundo interno de esta madre, el bebé sale de allí, lo saca de su pecho y va: “a comprar urgente el pene del padre”. El bebé no existe, pierde contacto con él. En la medida en que el padre no existe en su mente, bajo la ilusión de la relación de los dos, y me atrevería a decir, en la medida en la cual ella esté fantaseando el coito y, así, asegurando al pene-hombre en su interior, en esa medida existe, o deja de existir, tanto el hombre, el pene, como el bebé. Solamente puede mantenerlo en su pecho y sentirlo, en los momentos en los que alimenta la esperanza -o el delirio- de que el padre va a conocer a su hijo; entonces lo guarda en su pecho y lo alimenta; o en los momentos en los que ese objeto interno permanece con ella y no la abandona. Cuando pasa algún tiempo y pierde la esperanza, o el delirio empieza a borrarse, comienza a comprobar que no vendrá, que ya no vuelve, que no está en su interior, en ese instante acude al desaliento y al olvido del bebé, lo saca de canguro y sale a comprar algo que ‘necesita urgente’, el pene del padre. Es un ataque violento al bebé, identificado por la madre, con el padre-pene que la ha abandonado y, a su vez, ella identificada con el padre-pene que abandona. La necesidad de tener al padre del niño, su pareja, está crudamente simbolizada en la añoranza del coito; tener al niño entre sus senos es la representación del coito, el bebé entre sus pechos simula el pene de su pareja en su vagina. Actúa con insistencia la necesidad de poseer el pene-presencia de su pareja. La búsqueda del pene-padre, es un aferramiento rabioso y violento. El escenario real exter-

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no de todo su drama interno es el pecho, y la víctima el bebé. Se hace evidente que ahora, con este hijo, tampoco tiene medios, no sólo económicos, sino emocionales, para hacerse cargo de él. El bebé no tiene cómo, ni dónde recibir las proyecciones de los padres que se convierten en fragmentos de realidad imposibles de digerir. Está bombardeado por fuerzas extrañas, ‘ataques extraterrestres’ que lo eliminan poco a poco. El continente, la piel mental que tendría que ir construyendo con base en la recepción continente de la madre, no puede formarse. Mi observación captaba en él un estado de debilidad de vida, en el cual estaba, parece, dispuesto a dejarse chupar por el remolino de la destructividad. Era una especie de viaje en cono, o en un tornado, hacia la muerte. Este bebé es un niño que no puede utilizar la Identificación Proyectiva. La temperatura, el peso etc., son apenas las manifestaciones primitivas de estar vivo. Está muriendo. No sabe cómo utilizar la débil vida que tiene, lo podría hacer, en el intercambio relacional con el pecho. La cualidad de mensaje de la madre no puede ser decodificada, y no puede construir un repertorio de códigos significativos para comprender la experiencia de entrar en el mundo. No tiene elementos suficientes con los cuales emitir sonidos emocionales con el objetivo de impactar al mundo-madre, quien no está lo suficientemente cercano emocionalmente para que él pueda conservar el calor y el peso de esa compañía objetal, que sería su salvación en su llegada al mundo. Es un niño abandonado. Un hijo abandonado por una madre abandonada. Es un niño con un padre ausente. Es un hijo de la violencia. Esta realidad llevó al bebé a una situación delicada, perdió peso con aceleración y su estado general se deterioró. Podríamos leer, entre muchos, un pensamiento suyo: “... cuando papá no está, mamá


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se aleja, o se enloquece, o me odia, o me olvida; y yo... muero de dolor, de hambre, de soledad...”. El pecho-mamá estaba ocupado, o más bien, destrozado por decepciones, rencores y rechazos, desvalimiento y desesperanza. Y la respuesta era alejar a su bebé violentamente de su mente, de su pecho, es decir, de la vida. Un rechazo a la vida-bebé que había gestado. Laura o la confusión

Laura se encuentra sentada en una banca de espera en la Casita Canguro esperando ser atendida. Absorta en un punto fijo en el piso, tiene a su bebita con el brazo izquierdo apretada sobre su pecho; con el otro brazo se afianza agarrándose a la banca como si se tratara de una ‘tabla de salvación’, fuertemente aferrada a ella. La nena está con sus ojos cerrados, pero se mueve un poco, sus piernas se estiran, voltea la cabeza de un lado al otro mientras emite sonidos de esfuerzo, y levanta sus manos en el aire. Laura permanece así por mucho tiempo. Parece en otro mundo. Está mal arreglada y tiene aspecto descuidado. La niña comienza un llanto leve y entrecortado, la madre no se percata de ello. La nena llora más fuerte y mueve su cabecita para ambos lados, estira sus labios en actitud de mamar, chupa su lengua y llora más fuerte. La enfermera se acerca a Laura, le toca el hombro y la saca de su letargo. Laura mira e intenta reconocer quién es y dónde está, luego mira a la niña, se suelta de la banca y la lleva más cerca de ella. La enfermera le dice que le dé seno pues tiene hambre; la madre dice “¡ah, sí, sí!”, y comienza a acomodar a la nena a su pecho, y a buscar nuevamente el mundo lejano en el que estaba. La niña está de vuelta con su madre, pero la madre aún no llega, no está. El padre no existe. Un poco de historia:

Laura se entera de su embarazo un día que comienza a menstruar coágulos de sangre,

dice ella. Fue al hospital y le dijeron que estaba embarazada y que el bebé iba a nacer ya. Era prematura, 32 semanas de gestación. “… yo no sabía que estaba embarazada, no me había dado cuenta, a mí nunca se me fue la menstruación”. Y continúa inmediatamente con: “es que después de la traición a mi marido él me amenazó y me dijo que si yo quedaba embarazada, ese hijo no era de él, y yo tenía que irme de la casa... imagínese, me quitaba a mis otros hijos y me echaba de la casa... por eso fue que yo regalé a la niña“. En una sola bocanada de angustia me contó la historia, ésta es así, corta y simple. Pero la tragedia emocional no es tan corta, ni tan simple, es todo un drama de dolor y miedo. Laura ingresa al hospital, la relación con el marido permanecía aún bajo la ‘condena del silencio’. El marido no va a la clínica. Al cuarto día de hospitalización, cuando el marido la visita, al salir del hospital, ella le dice que la operaron de la matriz y le sacaron unos ‘cálculos’, él no dice nada. La bebita está en la incubadora y allí permanece del 26 de diciembre al 17 de enero. La nena queda en el hospital y Laura se va a casa y se ‘vuela’, dice, apenas el marido sale a trabajar, y procurando cumplir los horarios que él exige, y los controles que hace de su permanencia en la casa. Nadie sabe su historia. Visita a la bebita hasta el día en que se la entregan para ingresar al Programa Canguro Ambulatorio; recibe instrucciones y lleva a su bebita a la Casita Canguro a revisión y entrenamiento, y ese mismo día, la regala. En la clínica había hecho el contacto con una de las aseadoras para regalar la niña a una señora que la recibiría. Se fue a su casa sabiendo que ya no volvería a ver a la nena. La condición que impuso a la señora intermediaria, como ella la llamaba (porque la mujer que recibía la nena como regalo no se dio a conocer, ni nunca se presentó), fue la de seguir asistiendo al control en el Programa. Esta niña necesitaba permanecer en canguro. Laura dice que se sentía destrozada y muy triste cuando se fue a


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casa sabiendo que ya había perdido a la niña. Pero si no hacía esto, aclara, “me quitaban a mis otros 3 hijitos, me tocaba irme de la casa, mi marido me echaba fuera”. Al día siguiente aparece la “intermediaria”, con la niña, en el control del Programa Canguro, y dice que Laura se fue de viaje con el marido y le dejó la niña. Esto alarma al personal, que llama inmediatamente a la madre de Laura. Sólo entonces ella se entera que ésta había dado a luz. Llaman luego al sitio de trabajo del marido y allí se entera él también de que su esposa había dado a luz. Son requeridos inmediatamente en el Programa Canguro. Laura se altera y se defiende de las acusaciones del marido. Le dice que no se había enterado de que estaba embarazada hasta el día que estuvo en el hospital. Dice que esa hija es de él, que no dijo nada pues le quitaba sus otros hijos porque él le había advertido que no era hija de él. Laura no tiene cómo ponerse en contacto con las personas que tienen a su hijita, tiene que esperar a que llamen. La “intermediaria” se comunica con Laura dos días después y le pide los papeles del seguro médico. Laura cita a esta mujer, en un lugar cercano al Canguro. La intermediaria, asustada porque allá se habían enterado ‘de la verdad’, se negaba a llevar más a la niña al control médico indispensable en el Programa. Allí está el marido con los profesionales del Canguro. Después de aclaraciones y advertencias la niña es devuelta a su madre. Pero la niña está mal, muy grave, está baja de peso y es necesario hospitalizarla inmediatamente. Permanece 8 días en cuidados intensivos. La niña no pudo digerir esta experiencia y comenzó su retirada hacia la muerte. Luego, ya recuperada, se la entregan a la madre, quien la lleva en su pecho, en canguro, y la somete a quedarse dos semanas más de lo necesario, pues ella quería que se recuperara allí, y aún no la veía recuperada. El padre exige prueba de paternidad para reconocer a la bebita.

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COMENTARIO Laura en todas las observaciones posteriores, lleva a su hija ahora en brazos, tomándola angustiosamente, acercándola y alejándola al mismo tiempo, en una posición en que a la niña se le dificulta mirarla, mantenerla en su campo visual y corporal. La nena hace esfuerzos buscando a la madre con su mirada y llamándola con los chasquidos de su boca y su lengua, mueve sus manos y emite sonidos fuertes para llamar la atención de la madre que, en una actitud de no presencia, y sin mente para la bebita, la coloca de tal forma que ni ella la mira, ni la bebita puede verla. La mece con su pierna y su brazo, pero como una autómata, sin el sentimiento puesto y modulado en el movimiento. La actitud de Laura, de terror a su marido y completo sometimiento, sólo le permite poner a disposición de la niña sus brazos, la mente está invadida por el rechazo amenazante del padre de la niña. No puede hacerle espacio dentro de ella a su hija. Su mente está violentamente secuestrada por la presencia del padre ausente. Desde la posibilidad de embarazo la niña fue rechazada por el miedo, el terror de la madre. Laura no sintió la preñez, no se enteró de su existencia. El padre, antes de engendrarla, ya la había condenado al rechazo y a la no existencia. La única forma de entender esta situación mental de la madre es pensándola en términos de verse precipitada, del miedo, al terror. Esto es, su parte psicótica realizó el ataque al vínculo, no había bebé. La madre pasó del miedo al “terror sin nombre” (Bion, 1962b), la presencia del pensamiento desapareció y el llamado a la muerte se hizo claro y contundente. Su hija tenía que desaparecer, y también su maternidad. Una lucha que la enloqueció. La amenaza de su compañero, que precipitó su locura, no le permitió iniciar el vínculo con la bebita, le buscó quién se la llevara, quién la recibiera, no quién la


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sustituyera a ella, allí no había qué sustituir. La maternidad estaba presa en sus otros hijos que no la precipitaban en la locura. Pienso que la maternidad de Laura estaba escondida, agazapada en su interior, y permitió, según como organizó las cosas, que los de la Casita Canguro salvaran la situación. Ellos se enteraron y la confrontaron con la situación total y no parcial, reunieron a madre-padre-bebé, para rescatar a su hija perdida. Ésta fue su manera de solucionar, de contar, de pedir por su hija y por su maternidad. Es la manera que tuvo para presentar su hija al padre y el padre a su hija. No recupera al marido de todas formas, pero recupera a su hija, y ahora la utiliza a ella como instrumento para atraer al padre. Le dice a éste que su hija se parece a él, que se ríe con él, que lo busca. Aunque él no responda jamás a estas súplicas de Laura, ella dice que eso la va a ‘salvar’, la nena se va a ganar al padre y la va a salvar a ella. Le va a devolver un marido. Cuando ya la niña está con ella después de los cuidados intensivos, Laura acude a mecanismos de reparación maníaca, la mete en canguro y la mantiene dos semanas más de lo conveniente. La mete otra vez a su útero para ahora sí gestarla, y parirla, y tenerla; algo así como ‘la nena salvada del abandono’. Éstos son los intentos maníacos de la madre por reparar el daño causado a la bebita. Supone su pecho ahora como reparador y acogedor. Pero su estado mental continúa en la zozobra y la desconfianza, Laura está sumergida en la confusión. La violencia del marido continúa, y cuando Laura era observada, estaba entrando en el período de desesperanza ante la pérdida del compañero y padre de la niña. Silenciosa, absorta y sin actitud maternal, permanecía horas sentada, mirando al vacío, sin bebé y sin compañero. La nena parecía adherirse al estado mental de la madre y permanecía inmóvil, escurriéndose de entre sus brazos, perpleja ante la posible disolución de su precaria existencia.

Si pudiéramos leer un pensamiento en la nena, podríamos entender algo cercano a: “… si papá no está, si papá no me da existencia, mamá no existe... yo no existo”. Camila o la desesperanza

Camila es observada por algunos días en la Casita Canguro durante los cuales se revela una historia impresionante. ¿Por qué es observada? Llama la atención la tristeza de su expresión. A su niña la mantiene apretada contra su pecho, en canguro, abrazada con ambas manos, aferrada más bien ella a la bebita, como si ésta fuera quien sostiene y protege a la madre. Un poco de historia

Camila es hospitalizada por hipertensión 15 días antes de inducirle el parto. Parto natural. 34 semanas de gestación. No sabía si era niño o niña. No quiso enterarse antes por la ecografía, pues era víctima del pánico de llegar a estar gestando una niña. El marido le había sentenciado que no quería una niña, por lo tanto, tendría que deshacerse de ella, o criarla sola sin que él la aceptara. Esta zozobra durante la gestación causaba permanente tensión, y la fantasía era de abortar, o al contrario, que nunca naciera ese bebé. El miedo al ‘castigo’ del esposo por gestar una niña la fue tornando temerosa y aislada. Ya no quería cuidar de sí misma ni de su embarazo. Camila tiene 5 hijos, con la nueva bebita. Tres hombres y dos mujeres; la otra mujer, también rechazada por el padre, en estos momentos de 14 años, se ausenta de casa con frecuencia y permanece en las calles; consume droga y rechaza el colegio. Camila tiene pésima relación con esta hija también, temerosa siempre de demostrarle su aceptación pues esto implicaría la censura y el desprecio del padre. El padre no asistió al parto; una vez que se enteró de que era una niña no quiso acer-


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carse más a la madre ni a la bebita. Repetía su sentencia y su rechazo hacia la niña. Camila y su bebita entran al Programa Canguro. La madre, profundamente deprimida y temerosa, comienza su cuidado. El marido no la acepta y ella se siente culpable por haber tenido una niña y no un niño. Nadie ayuda a esta madre en la dura tarea del canguro, 24 horas al pecho y la lucha por la alimentación. El hijo mayor, 18 años, se acerca poco a poco, temeroso, desafiando la ira del padre, y la ayuda en su maternaje. Es el tercer día de la bebita en canguro ambulatorio, es decir, ya está en casa, y aún así el padre no la conoce; duerme en otro cuarto para no estar en contacto. Tiene mucha rabia, se siente atacado por el nacimiento de una niña. Estos días en los controles diarios del Programa se ha examinado a la niña y se observa lentitud en el desarrollo, la nena está muy deprimida, quieta, no despierta. No gana el peso necesario. La madre por momentos disocia su malestar, su temor y tristeza, y logra sacar adelante a la bebita concentrando su atención en ella. Al cuarto día de nacida la nena, su padre sufre un accidente de trabajo; no le informan a la madre en qué hospital se encuentra, y la angustia en Camila comienza a tornarse amenazante. Se va con la nena en su pecho a recorrer hospitales; al fin logra saber dónde está, consigue ir acompañada de su hijo y del hermano del marido. Del primer hospital al que fue remitido su esposo, ya lo habían trasladado, estaba grave y requería atención especial, el golpe fue en el cráneo. Se van para el otro hospital, pero a Camila no la dejan entrar por su bebita en canguro. Pasa la noche adentro del auto del hermano del marido, su hijo es quien trae noticias del padre, noticias que no son muy claras aún. Cuando Camila recuerda a su bebita, es porque de manera muy dramática ha dejado de moverse, entonces alarmada la mira y, “estaba como muerta” dice, “no me volví a

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acordar de ella”. Ha olvidado alimentarla todo el día. La prende al pecho y, con mucha dificultad, luego de un buen rato de esfuerzo, la nena comienza a beber su alimento. ...me tocaba estar viendo si estaba respirando, pues me parecía que se había muerto”, decía la madre. “Y sobre todo se me estaba enfriando, no sé por qué”. La madre no había comido desde el día anterior. Después de ir un rato a la casa llega nuevamente al hospital, convence al portero para que la deje ingresar, va a buscar al marido, obviamente no lo encuentra, está en cuidados intensivos y no lo dejan ver. Allí se queda y ve pasar la camilla con el marido para un examen, pero ella mira y no lo reconoce, dice que ése no es él. Le explican que una viga cayó en su cráneo y está irreconocible; ella lo niega por un buen rato, se resiste a creer que es el marido. Luego la invade la angustia y, sin ingerir alimento alguno durante la últimas 24 horas, y en estado de ansiedad, siente que se desvanece, y que la niña murió. En verdad la niña no se mueve en el pecho de ella; la madre interpreta que “estaba deprimida... como muerta”, dice, “no se movía, yo le ponía el pecho y no reaccionaba”. La bebita en estos momentos está muerta, tal como había percibido al marido, la nena está muerta para Camila. El marido muere ese día. Su lamento, su “pena”, como dice Camila, es que se murió y ni siquiera quiso conocer a la niña. La madre estuvo todo el tiempo cerca al ataúd, velando a este hombre que no quiso ser padre, con su niña al pecho, una niña también muerta para ella, como ese supuesto padre. En las observaciones la madre está ahora con su hija quien no ha salido del canguro. Al hablar de su esposo y de toda aquella situación que llevó a la muerte de su marido, llora. La nena se inquieta, mueve brazos y piernas con movimientos fuertes y rápidos, mira a la madre, frunce el ceño y rezonga hasta que inicia el llanto, la única música de esta niña a


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la tragedia que narra la madre, la muerte de un padre que no quiso ser padre de esa niña. Después de sepultar al padre, la niña había perdido mucho peso, y estaba en peligro de muerte. Ausente, parecía muerta, no se movía; como el padre. Quizá para la madre murió, aunque fuera por unos momentos. Estaba deprimida, muy triste, dice la madre. “Y sin conocer al papá, imagínese”. El hijo mayor comenzó a hacerse cargo de la nena y a reemplazar a la madre en su maternaje, la llevaba en canguro y la acercaba a la vida. Muchos días fueron necesarios para que la bebita se repusiera, y para que la madre la aceptara viva y sobreviviente. El estado mental de esta madre era de reproche, culpando a su hijita, y culpándose ella misma de la muerte del esposo.

COMENTARIO La angustia contenida en el vientre de Camila durante los meses de embarazo amenazó con explotar, explotó. Un nacimiento prematuro, una incapacidad de retener más tiempo la angustia, se rompió su capacidad continente-contenido. Quince días con la tensión tan alta, y con tanto miedo de parir porque: “... qué tal que fuera niña”. Pero al mismo tiempo gritaba: “¡sal de una vez ya, no tolero más la angustia, ya no tolero no saber quién eres!”. Este enfrentamiento con la realidad, reconocer el bebé real, significaba ser rechazada y desaprobada por su compañero, representaba hacerse cargo del abandono del padre a la bebita. Al fin se sumó la culpa de Camila por la muerte de quien no quiso hacerse cargo de su paternidad, y dejó a su hija sin existencia, sin registro... sin padre. Camila cargó dos días a su hija muerta, identificada con el padre que moría. La beba moría: “como muerta, no se movía, yo la veía muerta...” decía la madre; olvidó su existencia

propia y la existencia de su niña. Fueron momentos duros para la bebita, y podría adivinarse una decisión de no vida, y un refugio en no ser, obedecer al rechazo declarado del padre. La madre quedó muerta también para la nena, no la sentía, no encontraba el alimento, estaba ausente, lejana. La muerte, creo, habitó por un tiempo importante a estos tres personajes, decidiendo a quien llevaría en su travesía. “Papá murió sin dar fe de mi existencia”. “No existo para papá, mamá no puede reconocer mi existencia, mamá puede morir y yo puedo morir. Si papá muere y yo aún no existo, mamá muere con papá y yo muero con mamá”. La presencia y la función de la que se hizo cargo el hijo mayor rescataron a la niña de su letargo moribundo. Él, intuitivamente puso a disposición de la niña sus capacidades de maternaje y funciones de paternidad, que fue ofreciendo como rescate y reparación de la madre, y como respuesta a un llamado de vida de la bebita. La madre parece que reparaba (maníacamente) un poco al padre recibiendo la actitud solícita y dedicada del hijo. Camila retornó a su hijita para terminar el período de gestación en su pecho. Sin embargo, una nota amarga queda en Camila cuando mira a su bebita, y observa la muerte de su marido. No puede aún desatar el nudo de dolor, amargura y culpa que ata su maternidad. El golpe que mató a su marido fue el golpe de tener una niña. Ese podría ser el significado que la madre da al suceso. Una experiencia emocional que el padre no pudo pensar, se rompió la cabeza, y el alma, tratando de solucionar su rechazo y su abandono a la hija. Un hombre perseguido por objetos internos femeninos destructivos, por los bebés de la madre, las bebitas de la madre que él en su fantasía decapitó, mató. Él era un bebé buscando a su madre para su parte femenina, escindida en el abismo de su inconsciente. Una niña abandonada dentro de sí, sin esperanza de ser re-conocida (Money-


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Kyrle, 1968). Se adivinaría un objeto interno de este padre, como una niña muerta, sin esperanza de ser contenida y de ser parida, una parte femenina-niña condenada a la muerte.

III DISCUSIÓN Tres casos en los que el padre no estuvo, ni durante la gestación, ni en el parto, ni en los inicios de la relación del niño con la madre y el mundo. Estas madres no contaron con el apoyo y la compañía necesarios en ningún momento. Hablamos de padres ausentes. Padres que rechazan a sus bebés. Esta es la genuina perspectiva donde se gesta la violencia de nuestros países. Madres e hijos abandonados, víctimas de la violencia, y en Colombia, en medio de una guerra fratricida. El significado mismo de la palabra nos lleva a su comprensión: - Violento: tomado del latín violentus, derivado de vis, ‘fuerza’, ‘poder’, ‘violencia’’5. - Acción injusta con que se ofende o perjudica a alguien; - Obligar a alguien por medio de la fuerza física o moral a hacer algo contra su voluntad. - Para que exista violencia debe haberse empleado una fuerza irresistible, intimidación o coacción moral, que se produce al inspirar en uno de los contratantes el temor racional y fundado de sufrir un mal inminente y grave en su persona o bienes, o en la de su cónyuge, ascendientes o descendientes. La violencia invalida el consentimiento6. - Dícese de lo que hace uno contra su gusto7.

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- Violento, ta: Dícese de lo que se hace o sucede con brusquedad, ímpetu, fuerza o intensidad excesiva; dícese de la manera, del medio o del procedimiento, etc., para ejecutar algo que se sirve de la fuerza contra la razón y la justicia (mantener por o con el miedo)8. La historia emocional de cada uno de estos hombres los convirtió en protagonistas de una nueva historia que comenzó con dolor, abandono, y yo diría, estados de psicosis que se proyectaron en las madres y compañeras. Cada madre, a su vez con su propia historia de violencia y con un mundo interno también violento. Los bebés de estas historias, desde sus inicios, son víctimas de la violencia. Es difícil indagar por las experiencias tempranas de estos padres y madres, pero con el conocimiento del ser humano que nos asiste, incluso de forma natural, podría pensarse que ellos, a su vez, fueron víctimas de situaciones de violencia, sutil o drástica, en su infancia. Y esta historia de violencia explica las especulaciones genéticas acerca de la violencia, que muchos autores esgrimen, por su imposibilidad de comprender el mundo psicológico. Pero más allá de esto, y de manera más psicoanalítica, podemos entrever algo del mundo interno de estos padres y estas madres al enfrentarse a la preñez. Es evidente que se activan las ansiedades más primarias que con tanto genio describió Melanie Klein. El hombre, al entrar en la experiencia de la gestación, revive su propia experiencia en el vientre y en la mente de su propia madre, y en la mente del padre, o fuera de ella. Revive sus primeras experiencias con el pecho-mundo, y amenaza con sacrificar la experiencia actual por la repetición de la historia anterior, sólo

Breve diccionario etimológico de la lengua castellana Joan Corominas Ed. Gredos tercera edición 1973 sexta reimpresión 1994, Madrid. Nueva Enciclopedia Larousse Editorial Planeta 1982, Barcelona. Diccionario enciclopédico Espasa 1 Espasa Calpe 1985, Madrid. Nueva Enciclopedia Larousse Editorial Planeta 1982, Barcelona.


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que con protagonistas actuales, esto es, ya no es mamá, es la esposa, ya no es papá, es el hijo9. Los cambios en las identificaciones sólo surgen de acuerdo a la fantasía inconsciente cuyo motor es el miedo, la angustia, y cuyo material es, o son, experiencias de difícil digestión, y que han quedado como concepciones erróneas, y el sujeto ha quedado orientado hacia una base falsa o una base confusional (M. Kyrle, 1968), en el modelo de relación. El padre ‘ausente’ está huyendo hacia el intento de resolver un conflicto interno, pero utilizando instrumentos errados, uno de éstos es la violencia. La violencia de no reconocer la existencia del hijo, la violencia del abandono, la violencia física, del maltrato a la madre, del abandono a la madre. Podría pensarse que se revela una fantasía en la cual, cuando llega a su realidad la necesidad de ejercer la paternidad, dentro del individuo se plantea la ruptura, o el matar al padre, y si no entra al nivel de lo simbólico, se establece un estado mental dentro de lo psicótico. Renuncia a ser el hijo que deja al padre y que, buscando su mismidad, puede llegar ahora a ser él mismo un padre, pero dentro de su deseo y su identidad (Muniz de Rezende, 1996). Si no ha habido desarrollo en esta realidad interna, se plantea la imposibilidad de ser padre, se rechaza la paternidad en primera instancia y, como consecuencia, se rechaza al hijo. Cuando el hombre no puede acceder a dejar de ser hijo, no puede dar entrada a ser padre. Si se mantiene como hijo abandonado o maltratado, más fácil se convierte en la versión de un padre abandónico o violento. Reescribe la historia con el mismo argumento. Si no hay capacidad para reparar esos objetos primarios, esas experiencias primeras, el mismo argumento se repetirá, una y otra vez. De la experiencia infantil revivida en el embarazo, no deviene el hombre en un padre de ese

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niño que se está gestando; permanece siendo niño, ahora perseguido por experiencias que lo abruman, que no puede decodificar y reactivan el abandono. La huida, y no la transformación de la experiencia, es lo que se impone. Se realiza la identificación proyectiva en un objeto interno a la vez abandónico y violento. El hijo debe encontrar que es responsable por la respuesta que dé a su propia experiencia, ser el sujeto de su propio deseo es la forma en la cual el hijo empieza a ejercer la función paterna con relación a sí mismo, sin pasar siempre por la mediación del padre. Tiene que ser iconoclasta y derribar ciertos valores que mantienen la alienación y la infancia, y establecer nuevos valores, una jerarquía nueva, esto es, permanecer en la búsqueda de la verdad, en el sentido psicoanalítico, a la que se refiere Bion (1970). La verdad siempre va enfrente nuestro y nunca se revela definitivamente; la cuestión está en buscar la verdad, no en encontrarla, a lo que en su sabiduría Bion describe como el estar siendo (Being). Es un estado, un espíritu. El bebé se convierte en el objeto de las proyecciones de los padres, lo vimos con claridad en cada uno de los casos expuestos. Mariela lanza con fuerza contra su bebé la ausencia y el abandono del padre. Saca a su bebé del pecho y lo somete al peligro de morir. Laura utiliza la negación como un ataque, más que como defensa, y ataca su embarazo, no se percata de él, no existe; su nena, el producto de su preñez no existe, la expulsa fuera de su vida, la regala. Se conjugan las proyecciones de ambos padres sobre el bebé. Camila vive una bebé muerta como su esposo, como lo fue para él mismo, no la conoció o la reconoció, para que la madre pudiera concederle existencia propia. Pareciera que estas madres sufrieron el impacto de la psicosis proyectada

O, de las diversas formas en las que se planteen las identificaciones.


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de sus compañeros. Volverse psicóticas ellas mismas, fue la única forma que encontraron para contener la psicosis de ellos. La madre preñada y, por ende, ya hipersensibilizada, en la situación de pérdida del amor y el apoyo del compañero, padre del bebé que espera, entra a un estado crítico de sensibilidad afectiva, y de delirio. La pérdida, el rechazo, o el daño causado por el compañero, son experimentados con la dificultad de concertar un duelo. Los sucesos psíquicos son crudos y crueles; el objeto que se está perdiendo es introyectado y odiado dentro de su mundo interno (o/y dentro del útero) y, según el estado de la madre, sus afectos van de un lado a otro, odia y ama al compañero, lo añora y lo desaloja; puede vivir momentos de esperanza y confianza, pero la desesperación, el dolor y el odio reaparecerán. En el caso de Mariela y su bebé, ésta es la puesta en escena. El hecho de que el padre que abandona, traiciona o se pierde, en principio es un objeto que está fallando en estos momentos a la madre en su maternidad y en su procreación, desencadena duelos y situaciones anteriores no elaboradas, son madres en las cuales la incapacidad para el duelo es clara, y es resultado de su propia historia. En cada una de las observaciones narradas vemos bebés, que desde que están en el vientre, son atacados por las proyecciones de sus padres, esto configura esta relación madrebebé con una cualidad especial. Los pensamientos de la madre van modelando o perfilando la vida emocional de su bebé. Desde el vientre el bebé es capaz de discriminar los sentimientos de su madre, y lo que es más, es capaz de responder a ellos. Las intensas ansiedades maternas pueden alterar los reguladores emocionales del bebé. Se crean disposiciones emocionales hacia la ansiedad en el bebé. ¿La prematurez, no será una salida a esa angustia desbordada de la madre, un estado protomental en el que falla la función continente-contenido? (Botero, 1998). No cabe duda de que

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sentimientos fundamentales como amor o rechazo afectan al niño intrauterino desde muy temprano. A medida que madura su cerebro, las sensaciones y sentimientos primitivos van transformándose en más complejos cada vez, en pensamientos e ideas, y estructurando las preconcepciones que trae al mundo. O, contando con las partes constitucionales del individuo o partes instintivas, ello, y las capacidades del yo, podríamos aludir a la zona libre de conflicto que propone Hartman (1964), como débil, restringida, o, capturada, por una reacción arcaica desde el vientre a las experiencias de rechazo del padre. Situación ésta que, por medio de un diálogo hormonal, al unísono del diálogo emocional incipiente, mente a mente, se constituyó en un mensaje permanente de dolor y sufrimiento, desamparo y soledad. El mecanismo de la Identificación Proyectiva es usado para deshacerse de fragmentos del yo producidos por la propia destructividad (Bion, 1962a). El niño abandonado es objeto de la identificación proyectiva omnipotente, cruel y no realista, por parte de los padres. Los fragmentos de la personalidad de los padres, o fragmentos de odio, rechazo, miedo, sumisión etc., que recibe el bebé, son de imposible digestión, de inútil comprensión, por lo tanto lo invaden y no le permiten la utilización pertinente de sus instrumentos constitucionales. El área libre de conflicto en estos pequeños es ínfima en el sentido de que es ‘apagada’ por los ataques violentos de las identificaciones de los padres. Desde este momento, tan primitivo, se van planteando las cualidades de los vínculos que comienzan a estructurarse. En otras palabras, el padre en la mente de la madre, es el primer contacto que tiene el bebé con su padre, si es un objeto que produce dolor y frustración, será ésta la lectura que haga el bebé. Según la cualidad de ausencia, falla, rechazo y violencia, la escisión se hará más drástica y abarcativa, los objetos gratificantes y de amor ocuparán un lugar mínimo


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en el espacio mental o en su inscripción en el self. Los objetos dañados y violentos comandarán la personalidad del bebé y, así, las partes idealizadas malas o destructivas serán las que reaccionen con violencia ante la frustración. Las funciones parentales: generar amor vs. promulgar odio; promover esperanza vs sembrar desesperanza; contener el dolor depresivo vs. emanar angustia persecutoria; pensar vs. crear confusión, las ejerce la pareja, padre-madre. Las cuatro positivas, con los padres unidos para luchar por el desarrollo de los hijos, dirigen hacia el crecimiento y la modulación del dolor mental. En la medida en la cual falle uno de los dos, o la presencia sea catastrófica, las funciones se cargarán a uno de los padres, el que queda. Cuando es la madre la que, en las circunstancias de abandono, e incapaz de hacer duelo, o invadida por el odio y la venganza, queda a cargo de las funciones parentales, ella se configura como un miembro débil e incapaz, o enfermo en la familia, y no puede llevar a cabo las funciones introyectivas o positivas. Más bien, hay una tendencia a ponerlas afuera, a exigir del entorno su manifestación, dando por segura la benevolencia y la generosidad, o evacuando todo el dolor mental en la comunidad mediante acciones predadoras. Si el medio en el que se desenvuelve es un medio hostil, agresivo y dominado por la proyección, se agrava la situación. Las funciones se cambiarán hacia funciones proyectivas o negativas de odio, desesperanza, angustia persecutoria y confusión, generando organizaciones -o desorganizaciones- familiares de tipo familia pandilla, familia invertida, con la consiguiente enfermedad mental en los integrantes, o la franca delincuencia (Meltzer, 1990). Esta es una configuración (Bion, 1966) del escenario perfecto para la perpetuación de la violencia. Un bebé sin padre es un niño, o un bebé deprivado, enmarcado en el llamado por Winnicott (1990) “complejo de deprivación”. Una criatura

se convierte en un niño “deprivado” cuando se le priva de ciertas características esenciales de la vida de hogar. La presencia, el apoyo, el amor, el cuidado y, sobretodo, la ubicación segura del padre en la mente de la madre, el sostén de la madre, son indispensables para configurar el medio ambiente familiar necesario para su desarrollo. La falta del padre, por cualquier causa será un factor que, cada vez, en la medida en la que observamos y comprendemos la mente humana, es más decisoria en la deprivación. Porque el bebé no está solamente privado de la presencia, amor, aceptación del padre; el niño está privado de una madre en la plenitud de su función para amar, atender y comprender las necesidades emocionales del hijo. La función del padre cuando éste falla, por ausencia física o emocional, puede quedar en suspenso y nadie tomarla a cargo. Así se crea una atmósfera de confusión y angustia catastrófica. Lo vemos en cada una de las madres de las observaciones y su reacción ante la violencia del abandono, y se refleja en las reacciones de sus bebés. Éstos eran bebés que habían perdido la esperanza, todos volvieron a ser hospitalizados para frenar su depresión, su llamado a la muerte. Sólo Camila, con el acercamiento de su hijo mayor hacia la niña, una vez muerto ese padre, pudo ella misma reconocer y aceptar la función que buscaba reparar el abandono, y luego la pérdida del padre de la bebita. La angustia catastrófica (Ibíd.) de los miembros de la familia se deposita en la madre, prescindiendo de la intensidad de amor que pueda sentirse por el padre. Y la debilidad de éste es evidencia de que el sistema está sobrecargado con odio, persecución proyectada, deseos de venganza. La función ejercida es promulgar odio. En Mariela y en Laura esta angustia se tornó en locura, sus bebés desaparecieron violentamente. El sentimiento de seguridad es una necesidad específica y urgente de la familia, la impregna de autonomía con respecto al sistema, y crea, a su vez, respeto y


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confianza en el mismo. Si falla en la madre y el padre, fallará en la familia, y aquí ya hay un desarrollo caótico que lleva a la confusión. El padre que abandona realiza precisamente un ataque al vínculo (Bion, 1962a) y es posible que dañe definitivamente las capacidades del bebé para vincularse. Lo que podrán reproducir estos niños abandonados, basados en un modelo primario de relación, será el ‘ataque al vínculo’, cualquiera que sea. En un medio donde éste sea el lenguaje, se extenderá sin ningún extrañamiento, y con rapidez: violencia engendra o genera violencia. El ataque que se lleva a efecto, es al vínculo madre-bebé y madre-padre y, por lo tanto, padre-bebé. Este vínculo no puede repararse en estas primeras etapas, a menos que se restablezca en el interior de la madre la relación con su pareja bien estructurada. Al atacar este vínculo el bebé se queda sin el modelo vincular positivo o de crecimiento, y lo que se plantea es el vínculo en –L que implica inmediatamente –H y –K. El funcionamiento general se revertirá hacia el funcionamiento negativo. En términos de la tabla se daría una tabla negativa, delincuencial. El niño no tiene un modelo de crecimiento con el cual operar en la vida y en las relaciones, sólo tiene el modelo de la violencia. La violencia genera violencia y su lenguaje es la destrucción. Una compulsión a la destrucción, como consecuencia de la destrucción in status nascendi de la capacidad creativa y amorosa. Inclinaciones y talentos quedan bajo el dominio de la parte destructiva de la personalidad, y no disponible para el desarrollo o la relación en la esfera de los objetos buenos y los sentimientos de amor y gratitud. Winnicott plantea en forma contundente y, sin lugar a dudas, las consecuencias de la deprivación afectiva: la tendencia antisocial, en cuyas raíces se encuentran dos orientaciones, la búsqueda del objeto y la destrucción. “Cuando existe una tendencia antisocial ha habido una verdadera

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deprivación, y no una simple privación” (1990, p. 148) (cursiva del autor). El paradigma cara a cara (Trad. Paul V. 1986) se ha empleado como modelo para obtener datos sobre fenómenos depresivos en neonatos y lactantes. Se han podido explorar depresiones importantes desde las primeras semanas de vida. Los lactantes con madres deprimidas por ejemplo, muestran conductas restringidas y pasivas. Field (1984) citado por Trad, parece evidenciar marcadas desviaciones de conducta entre los hijos de madres con depresión clínica. La interacción inadecuada entre madre y lactante desde sus primeros días puede determinar el desarrollo de patologías psicóticas. Las díadas madre-bebé observadas, y que ilustran este trabajo, son madres que miran muy poco a sus bebés, especialmente durante esas primeras semanas cuando el abandono se hace sentir de forma tan profunda y dolorosa. Las expresiones faciales de los bebés, como fruncir el ceño cuando la madre hablaba del padre, buscar el pecho y succionar en el aire con sus ojos cerrados son llamados hacia la madre, reclamos por su atención y su mirada. Pienso que son intentos de recuperar períodos de contención. En los tres casos expuestos se ve claro cómo el padre ataca su aptitud para vincularse. Es el ataque a la propia capacidad de pensar, la cual, el padre sustituye por la violencia. Ataca la capacidad de amar de la madre, su capacidad de vincularse, y pone en peligro la capacidad de amar y pensar del bebé. La madre abandonada, sin poder elaborar un duelo, entra en un estado grave de depresión. En lugar de pensar, la función que ejercen el padre y la pareja es la de generar confusión, en sí mismos, y en el bebé. El funcionamiento es en términos de -K, y en términos de la tabla podría ser -A6. Si consideramos las fallas en la construcción de conceptos, el padre representa dramas basados en malentendidos (missconception) (M. Kyrle.1968). Este padre jamás


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podría llegar a E6 por ejemplo. Y, a mi entender, con todo el cuadro que hemos observado, se configura más bien una tabla negativa. El ataque hacia madre-bebé, es un ataque similar al que podríamos observar en el consultorio cuando el paciente ataca el vínculo creativo que se realiza en el analista, entre él mismo y la comprensión analítica de su paciente. El bebé-comprensión-interpretación que el analista está gestando y que va a comunicar en términos de realidad verbal, es atacado por el paciente y, lo que resulta, puede ser un aborto de pensamiento, de creación, o un pensamiento que puede, en un momento determinado, ser fragmentos arrancados al analista en sus intentos por construir una interpretación. Restos de comprensiones atacadas, con frustración y venganza del analista ya involucrado contratransferencialmente, pueden atacar violentamente su propia mente y la del paciente configurando una situación iatrogénica y violenta que da cuenta de la violencia que se anida en el paciente y en el mismo analista. Esta sería su única forma de vincularse, por medio de la violencia o el ataque. Violencia engendra violencia. Si nos acercamos con lupa a cada caso de los narrados, creo que sería difícil discriminar cuál de las funciones se está ejerciendo en la familia, más bien, diría yo, que están las cuatro funciones negativas buscando intercambiar protagonismo. Ésta es la realidad en la que se desenvuelve la familia objeto de la violencia, en este caso particular, la violencia del abandono… cuando papá no está. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Bion, W.R. (1962a). Volviendo a Pensar. Buenos Aires: Paidós, 1985. ________ (1962b). Aprendiendo de la Experiencia. Barcelona: Paidós, 1980. ________ (1963). Elementos de Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 1966.

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PSICOANÁLISIS XX (1); 81-91, 2008

ESPERANZA TERMINABLE E INTERMINABLE EN LA SITUACIÓN ANALÍTICA1 LUIS KANCYPER2 Recibido, febrero 10 de 2008 Aprobado, marzo 28 de 2008

Resumen En este panel intitulado: “La esperanza en los tiempos de cólera” se aborda el estudio específico de la esperanza en el resentimiento, como un afecto clave que posibilita, a través de sus complejos psico-dinamismos, poner en evidencia la articulación de la esperanza terminable e interminable con la desmentida e idealización en la cura analítica. Para ello se desarrollan los siguientes temas: a)”Pedir peras al olmo”3, o la esperanza vana del resentimiento. b) Esperanza y báscula de la desmentida y de la idealización. c) El baluarte kafkiano y la necrópolis de analistas. d) Esperanza y desesperanza en las memorias del rencor, del pavor y del dolor. Palabras clave: Esperanza, desesperanza; resentimiento; pavor, dolor.

TERMINABLE AND INTERMINABLE HOPE ON THE ANALYTIC SITUATION Abstract In this panel entitled: “Hope in the times of rage”, I undertake the specific study of hope in resentment, as a key affect that makes possible, through its complex psycho-dynamisms, to put in evidence the articulation of terminable and interminable hope with that of the disavowal and idealization in the analytical cure. Therefore I develop the following subjects: a) “To request pears to the elm tree”, or the vain hope of the resentment. b) Hope and balance of disavowal and idealization. c) The kafkian bastion and necropolis of analysts. d) Hope and desperation in the memories of rancour, terror and pain. Key words: hope, hopelessness, resentment, dread, pain.

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Publicado en Revista de Psicoanálisis, Tomo LXIV, Número 2, año 2007. Dirección: Guemes 2963 Piso 10. Buenos Aires. C.P (1425). Argentina. E-mail kancyper@uolsinectis.com.ar. Miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Cervantes Saavedra, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, cap. XXII, 1ª parte, Alfaguara, Sn. Pablo, 2004, P. 209.


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A) PEDIR PERAS AL OLMO O LA ESPERANZA VANA DEL RESENTIMIENTO ¡OH, alma mía! No aspires a la vida ideal. Agota en cambio, el campo de lo posible. Píndaro.

El sujeto resentido espera algo imposible y pretende del otro que dé lo que, dada su estructura, no puede ofrecer; y a partir de la inevitable frustración a su pretenciosa demanda, se torna sádico y cruel, posicionándose entonces en el lugar de una injusta víctima, lo cual considera que le otorga derechos para mortificar a ese otro deudor sin culpabilidad aparente. Permanece esperando que el olmo le dé peras, aunque dada su propia naturaleza nunca las ofrecerá, y al mismo tiempo no puede dejar de disfrutar de la sombra y de la dura y apreciada madera que por ser un árbol frondoso y corpulento, sí posee y le puede ofrecer. Es decir, reclama a un ofertante imposible, se ubica como un acreedor soberbio y vengativo, espera obtener lo inalcanzable, y al mismo tiempo no puede disfrutar de lo posible (You can’t get blood out of a stone) Martiriza al otro, se auto-mortifica con remordimientos y permanece atascado en la asintótica esperanza del rencor, a través de la puesta en marcha, en su realidad psíquica, de la báscula de la desmentida e idealización en la encrucijada narcisista-objetal. En efecto, el sujeto resentido desmiente el principio de realidad acerca de la estructura del otro y, desde su principio de placer, lo inviste con atributos de que ese otro carece; al mismo tiempo, se auto-inviste con imaginarias realidades omnipotentes que nutren su megalomanía hacedora con certezas y creencias, alimentando a su Yo ideal con la ceguera del fanatismo. De este modo, se produce una doble escisión y desmentida tanto en el sujeto como así también en el objeto,

entre los que se entretejen los principios de placer y de realidad con incompatibilidades que no llegan a ser armonizadas entre sí, originándose, como consecuencia, acérrimos resentimientos, cuyos influjos tanáticos suelen ser altamente expansivos, llegando al extremo de generar efectos indetenibles de destructividad en el individuo y en la psicología de los pueblos. Recordemos lo señalado por Heráclito de Éfeso (540 -470 A.C.): Hay que mostrar mayor rapidez en calmar un resentimiento que en apagar un incendio, porque las consecuencias del primero son infinitamente más peligrosas que los resultados del último; el incendio finaliza abrasando algunas casas a lo más, mientras que el resentimiento puede causar guerras crueles con la ruina y destrucción total de los pueblos.

B) ESPERANZA Y BÁSCULA DE LA DESMENTIDA Y DE LA IDEALIZACIÓN El motor de la dinámica del movimiento en báscula de la desmentida y de la idealización en la esperanza vindicativa del resentimiento, estaría dado por la circularidad virtual del ideal en el campo de la intersubjetividad. La localización del objeto idealizado en el sujeto, o en el otro tomado como objeto, oscila pudiendo alternar las posiciones. Este ideal de perfección, maravilloso u ominoso, se sostiene sobre el mecanismo de la desmentida al servicio de la regulación de los sistemas narcisistas que participan en esta complicidad inconsciente. El sujeto rencoroso desmiente las imperfecciones que el otro posee en la realidad material, adjudicándole, desde su principio de placer, condiciones y propiedades de las que carece, al mismo tiempo que le resta aquellas imperfecciones que perturbarían el ideal que este otro debiera cumplir,


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pero que si aún no lo cumple en un futuro lo hará, poniendo así en marcha la asintótica esperanza modeladora del mito de Pigmalión (Kancyper, 1991). Semejante operación de sustracción de lo indeseado y adición de lo idealizado –desmentida y sobreestimación mediante– recae no sólo sobre el otro sino también sobre el sujeto. Ambos atraviesan un proceso de modelado pigmaliónico dual, fundándose un vínculo sadomasoquista, en donde la afirmación de uno cabalga sobre la negación del otro, vínculo que oscila entre lo maravilloso y lo ominoso. El acceso a la resignación y superación de este complejo modelado pigmaliónico requiere de un lento proceso de elaboración psíquica en el que se libra una multitud de batallas de ambivalencia, urdidas fundamentalmente en el ámbito del narcisismo, caracterizado por una tendencia expansionista hacia la apropiación del espacio y de las cosas del mundo circundante. En efecto, cuando el analizando resentido asume el abandono de su autoidealización omnipotente ante la revelación de que en la realidad material el otro, tomado como sujeto, es exterior e independiente a su modelado pigmaliónico, asiste entonces a la derrota de sus propias instancias ideales: yo ideal e ideal del yo. Porque el otro, además de no alcanzar la perfección y la modificación por él esperadas, resulta ser un sujeto autónomo y poseedor de cualidades propias y valiosas que él había atribuido a sus propios poderes creadores. La recomposición progresiva de los lugares en la dinámica de la intersubjetividad origina la disminución de los remordimientos, de los resentimientos y de las fantasías y mociones de venganza, y aparece la propia envidia en forma consciente, ya que se discrimina que el otro es una persona externa y de valor. Al mismo tiempo, asumir la envidia en forma consciente implica una renuncia a la pérdida de una ilusión y la tolerancia de una cierta

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afrenta narcisista, pues profana al inmaculado narcisismo heroico y benefactor, supuesto caldo de cultivo puro de pulsión de vida. La elaboración y superación de la autoidealización pigmaliónica se hallan sujetas a la puesta en evidencia, durante el proceso analítico, de las construcciones microdelirantes, de sus falsos enlaces y de sus vinculaciones con el proceso de historización, condicionados por la instrumentación de la agresividad al servicio de elaborar los duelos narcisistas por el símismo propio autosuficiente y por los objetos originarios sobrevalorados. Estos duelos conllevan el dolor lacerante de ser despojado de su narcisismo infantil y omnipotente, fuente de una esperanza mesiánica sostenedora de identificaciones redentoras y reivindicatorias, a través de las cuales salvaría y transformaría en un futuro a su sí-mismo propio, al otro y, por extensión y hasta el extremo, a todo el Orbe, para conducirlos a un mundo perfecto e ideal. El proceso del reordenamiento de estas identificaciones narcisistas requiere una fuerte dosis de agresividad al servicio de Eros, de la desalienación, para posibilitar el pasaje hacia diferentes objetos más discriminados. Este pasaje implica dolor y combate por el abandono imaginario del poder ilimitado en la capacidad de cambio y de perfectibilidad atribuido, desde la lógica narcisista, tanto al sujeto como al objeto. Estas batallas parciales de ambivalencia, libradas en el terreno de las relaciones de tipo narcisista, aflojan la indiscriminación objetal y conducen a la reestructuración vincular. Dan acceso, así, a una diferente dimensión de tiempo y espacio, quiebran la cristalización del fluir temporal del resentimiento y del remordimiento y rompen a su vez la circularidad de la compulsión repetitiva de la asintótica y vana esperanza para acceder, -des-idealización mediante- a la esperanza de lo posible. Finalmente, la técnica para salir del resentimiento y del remordimiento descansa en la


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posibilidad del analista de ayudar al analizando a poner en juego, una y otra vez, la báscula de la desmentida y de la idealización, mediante la cual se generan pequeñas y sucesivas rectificaciones valorativas del objeto, del yo y del vínculo entre ambos, sostenidas en una concepción psicoanalítica de la temporalidad en retroacción, del “a-posteriori”, donde el futuro y el pasado se condicionan y significan recíprocamente en la estructuración del presente para que el sujeto acceda a reescribir su nunca acabada novela familiar.

C) EL BALUARTE KAFKIANO Y LA NECRÓPOLIS DE ANALISTAS El término “kafkiano” se emplea en nuestra época como un adjetivo ligado a situaciones de condena y tenebrosidad, de injusticia y ominosidad. Si bien se lo utiliza en la realidad material de un modo descriptivo, para referirse a los procesos circulares de encierro y sin posibilidad de salida, puede también ser empleado -desde el psicoanálisis- para describir a un atormentado mundo interno del sujeto que vive una existencia clausurada al cambio psíquico y signada bajo el peso de la desesperanza. Y en la situación analítica, este término puede también ser utilizado para describir la presencia de un severo obstáculo en el proceso, que perturba y hasta llega a paralizar la dinámica del campo: el baluarte kafkiano inter-subjetivo. Este baluarte es, según M. y W. Baranger (Revista de Psicoanálisis, XXXV, 5, 1978): una formación artificial, un subproducto de la técnica analítica. Se manifiesta como obstáculo al proceso analítico. Es una estructura cristalizada o una modalidad de relación inamovible entre ambos participantes. Proviene de la colusión entre aspectos inconscientes del analizando y aspectos correspondientes del analista.

Crea una zona de desconocimiento que ambos participantes comparten, como si se hubieran puesto de acuerdo entre sí para no ver lo que pasa en ella. En “El canon occidental”, H. Bloom destaca la importancia que tienen en la narrativa kafkiana los recurrentes temas referidos a la indestructibilidad de la culpa, de la desesperanza y del castigo. Nos dice: Freud, siguiendo furtivamente a Shakespeare, nos ofreció el mapa de nuestra mente; Kafka nos insinuó que no esperáramos utilizarlo para salvarnos ni siquiera de nosotros mismos (p. 475). En nuestra práctica psicoanalítica, nos encontramos con ciertos analizados que padecen de la negatividad, retraimiento y desesperanza kafkianas, creándose con el analista un campo ominoso repetitivo que representa un preocupante reto para nuestra disciplina, ya que pone en cuestión los alcances y límites de la analizabilidad y reabre a la vez la búsqueda de nuevos aportes metapsicológicos y técnicos. Empleo el término “kafkiano” en la situación analítica para designar a un repetitivo desafío y provocación que ataca al objeto del análisis, generando con el analista un particular campo que oscila entre desesperanza y esperanza, entre la culpa y la condena, interceptando el despliegue normal del proceso analítico. Este campo ominoso se estructura a partir de una fantasía inconsciente básica, producto de un enganche inconsciente entre ambos integrantes de la pareja analítica: fantasía que apunta a destruir la acción mutativa del psicoanálisis. El analizado permanece aferrado regresivamente a una persistente y repetitiva actitud de desaliento, a una neurosis de destino de fracaso, e intenta derrotar y hasta sepultar el rol potencial terapéutico del analista para reconducirlo a su privada necrópolis, en la que yacen ya otros analistas que han sido víctimas del accionar


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de una omnipotente fantasía mortífera en la que se refugia un renovado triunfo en la satisfacción por el cumplimiento de secretos, que provienen de la megalomanía negativa de su narcisismo tanático: “Conmigo no van a poder”, poniendo en jaque al analista y promoviendo en él, mediante sofisticadas y variadas sorpresas y tácticas, comparaciones repetitivas con otros analistas que han fracasado antes, en sus anteriores terapias. El campo ominoso kafkiano se caracteriza por la presencia de los temas relacionados con la culpabilidad ubicua, reparación y desesperanza, temas que tienen un nexo íntimo con la historia del analizando pero que también se enganchan inconscientemente y en forma conjunta, con ciertas páginas “mal encuadernadas” de la historia del analista, estructurándose entre ambos una mortífera fantasía inconsciente básica del campo analítico de dos gladiadores, en donde uno debe morir. A diferencia del campo perverso sadomasoquista o voyeurista-exhibicionista, resulta difícil desentrañar en el campo kafkiano, el placer relacionado con el ataque al análisis y al analista. Así como en el campo sadomasoquista el analizando suele ser martirizado, el analista flagelado, o viceversa, en el campo kafkiano, analista y analizando permanecen inmovilizados ambos en una regresiva y oscura desesperanza. Una de las últimas frases de Kafka a un amigo fue: “Hay muchas esperanzas, pero no para nosotros” (Citado por Borges en Franz Kafka, p. 13). Lo kafkiano estaría constituido probablemente por identificaciones primarias insuficientemente estructurantes que han resentido en el sujeto su Selbstgefühl (sentimiento de sí), provenientes del desenlace de traumas narcisistas tempranos que han marcado toda

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Poemas, Barcelona, Planeta, p. 10.

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imposibilidad para acceder al conocimiento de la palabra. No son asibles, porque al no pertenecer al inconsciente reprimido, no pueden reaparecer por el levantamiento de la represión. El desafío técnico consiste en cómo poder lograr poner en representación de palabra a estas identificaciones patógenas, e historizar los traumas repetitivos para que alcancen a ser resignadas por otras, porque constituyen -siguiendo la metáfora espacial de Wisdomidentificaciones nucleares y no orbitales en el sujeto resentido. El otro desafío consiste en cómo lograr que el analizando tome distancia de las mismas, para efectuar el reordenamiento identificatorio de estas identificaciones alienantes, generadoras de un repliegue regresivo de difícil acceso y de un muro de resentimientos y remordimientos manifiestos y latentes, por la pervivencia de arcaicas heridas narcisistas refractarias a la cicatrización e infectadas por las memorias del rencor y del pavor de un perpetuo pasado que, al no poder ser mantenido a distancia del presente, resulta incapaz de transformarse en historia. D) ESPERANZA Y DESESPERANZA EN LAS MEMORIAS DEL RENCOR, DEL PAVOR Y DEL DOLOR Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas, sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanzas, de recelo. Fray Luis de León4

En el campo kafkiano hallamos una discapacidad para el establecimiento de un vínculo estable que posibilite el despliegue de un sentimiento de pertenencia y de esperanza compartido, precondición básica para que el


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proceso analítico se constituya. En un momento inesperado, analizando o analista saca la pala, comienza a cavar debajo de sus propios pies y de los del otro, transformando el campo analítico en un repetitivo, regresivo y ominoso campo singular poblado de incertidumbre y de una irreductible desesperanza y fuga. Con frecuencia, el analista es investido con la irreal tarea de preservar la ilusión de que las necesidades insatisfechas pueden ser satisfechas y que los objetos perdidos pueden ser restituidos. Esta ilusión coexiste con un resentimiento constante por su incumplimiento. La esperanza se alterna con la desesperanza y la paradoja radica en la necesidad de lograr que estos opuestos coexistan. No hay un espacio intermedio alternativo entre “como era” y “como debería ser”. La esperanza patológica reemplaza a la esperanza realista y da lugar a la desesperanza (Amati Mehler, J y Argentieri, S. 1990, p. 175). Con frecuencia la esperanza asintótica en el resentimiento y el remordimiento puede llegar a ser interminable, cuando opera como una defensa ante la imposibilidad de admitir la pérdida de lo irrecuperable. En esos casos, la esperanza interminable y patológica del rencor suele representar el único y último vínculo posible con los objetos primarios y su renuncia, significaría el derrumbe definitivo de la ilusión y la aceptación de que, real y efectivamente, se han perdido dichos objetos para siempre (Ibídem.). En efecto, cuando se instala el resentimiento en la situación analítica, se legitima en el analizado una regresiva voluntad de dominio que aspira a imponer un poder retaliativo sobre el analista y sobre el mundo. Aparece entonces la desmesura de sus pretensiones, que no lo hacen retroceder frente a ninguna atrocidad, porque el analizando

resentido se considera inocente y sediento de una justicia reivindicatoria. En estos casos el analista suele representar entonces en la transferencia a un pretérito ofensor y el analizado puede llegar a preferir desquitarse con él mediante un triunfo sadomasoquista, aun a costa de su propia salud. Prefiere vengarse que curarse. La afrenta narcisista origina un movimiento regresivo y repetitivo de reivindicación que funda un estado soberano y consumado de excepcionalidad. Según Agambén (1995, p. 20), el soberano es quien está en condiciones de proclamar el estado de excepción, suspender el orden jurídico, colocándose él mismo fuera de ese orden y, sin embargo, conservándose de algún modo dentro de él. Su Majestad, El Resentido, afirma con decisión soberana no tener necesidad de derecho para crear Derecho, y cimenta a partir de sí mismo una nueva legalidad. El estado afectivo del resentimiento es irracional, impulsivo e implacable. Sus tenebrosos poderes repetitivos reaniman lo que hay de violencia en el hombre. Avanza rápida e inexorablemente hacia sus fines destructivos. Citando a Wiessel (2002): El resentimiento no conoce fronteras ni muros de contención y pasa sobre etnias, religiones, sistemas políticos y clases sociales; no obstante ser obra de los humanos, ni Dios mismo lo puede detener. Ciego y enceguecedor a la vez, el resentimiento es el sol negro que, bajo un cielo de plomo, golpea y mata a quienes olvidan la grandeza de lo humano y la promesa que él mismo encierra. Es preciso por lo tanto combatirlo oportunamente, despojándolo de la falsa gloria que le confiere su escandalosa legitimidad. El difícil problema técnico que se nos presenta en nuestra praxis es cómo combatir el resentimiento en la situación analítica, porque éste y su implacable necesidad de venganza, son manifestaciones regresivas y re-


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petitivas del narcisismo tanático comandado por la arrogancia ciega del Yo ideal combativo y “analicida” que ataca al encuadre. Forma un foco alrededor del cual se organiza un refugio psíquico. Steiner (p.174) sostiene que: los refugios psíquicos son organizaciones patológicas de la personalidad que proporcionan una estabilidad que es resistente al cambio psíquico. Los resentimientos focalizados en experiencias traumáticas en los que el analizando se ha sentido lastimado y agraviado, parecen ser experimentados espacialmente como lugares regresivos de seguridad en los que el sujeto puede buscar refugio de la realidad y, por lo tanto, de la angustia y de la culpa. Considero que lo kafkiano en la situación analítica representa un severo obstáculo en la cura, opera como una fuente de reacción terapéutica negativa, de baluarte, de impasse y de interrupciones, expone al analista a una relación agonal, teniendo que sobrevivir a combates mortíferos emprendidos por el analizado que intenta reducir la labor analítica a la impotencia, con repetitivas provocaciones sadomasoquistas, que suelen promover en el analista una respuesta de ataques sádicos acompañados de un sobreelevado sentimiento omnipotente de esperanza, y que suele ser refutado nuevamente por el analizado con una tenaz desesperanza. En los casos más arriba descritos, el estado afectivo del resentimiento se presenta de un modo extremo y muy manifiesto, pero en nuestra práctica psicoanalítica suele estar enmascarado y disfrazado de un modo latente y, en grados menores, detrás de otras expresiones de resistencia al cambio psíquico. Incluso suele presentificarse como obstáculo en la cura, en aquellos interminables análisis en que ambos, analista y analizando, mantienen la vana esperanza de reencontrar y superar lo imposible, girando entonces en

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la repetición de la frustración del trabajo clínico interminable relacionado con los duelos inelaborables. La repetición en la situación kafkiana es la forma básica de la imposibilidad del porvenir. Pero la repetición en el sujeto resentido alberga un singular por-venir como primer paso para reabrir luego una temporalidad diferente, basada en la esperanza vindicativa de castigar en la figura del analista, a través de la repetición en la vía regresiva del tiempo, a los objetos arcaicos humillantes y supuestamente responsables de sus enigmáticos y a la vez conocidos agravios. Momento esencial en el que una vez más, el sujeto resentido intenta saciar su sed de venganza, para restituir infructuosamente el resentido sentimiento de su propia dignidad. Repetición -restitución compulsiva mediante- que no prepara el ingreso a la elaboración normal de un duelo, y además, la insistencia de una asintótica esperanza reivindicatoria, retiene finalmente al analizando en la incandescente memoria repetitiva y regresiva del rencor, a diferencia de la esperanza que comanda a las memorias del pavor y del dolor. La dinámica entre ellas es bastante fluida, y todos vivimos en los vaivenes de estas memorias. a) ¿Cómo se detectan la secuencia y las oscilaciones entre estas tres memorias en la situación analítica? b) ¿Cómo se manifiesta y recambia la interacción entre las diferentes memorias? c) ¿Cómo se desvanecen las fronteras difusas entre ellas? El sujeto que padece de la memoria del pavor es un mnemonista implacable. Se halla abrumado por reminiscencias traumáticas comandadas por el sentimiento de un temor con espanto o sobresalto, y no puede, a su pesar, olvidar. Permanece atrapado por la memoria de un pasado traumático que no puede separar y mantener a distancia del consciente.


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En la represión (esfuerzo de suplantación), el sujeto desaloja acontecimientos no tan traumáticos; en cambio en el mnemonista del pavor, lo traumático es más intolerable para el yo en términos de Selbstgefühl. Son como cuerpos extraños, aislados del curso asociativo con el resto del yo. Al no poder entrar en la cadena de la significación simbólica, no acceden a ser reprimidos sino que persisten escindidos. Lo escindido es mantenido fuera de la circulación psíquica y, por consiguiente, no puede evolucionar mientras permanece tal. La memoria del pavor es, precisamente, la memoria de heteróclitas situaciones traumáticas, en la que se repiten los sentimientos y las representaciones como automatismo de repetición, sin configurar un recordar acompañado de un revivenciar afectivo integrado en una estructura diferente con una nueva perspectiva temporal. En lo manifiesto se presenta como una ausencia de porvenir; en lo latente, este aparente sin-sentido del porvenir está obturado por la presencia ominosa de un contra-sentido. Conjurar el daño de un pasado y alejar el pavoroso peligro de un futuro que acecha con la repetición de un intolerable ayer. Porque “El trauma no miente. El trauma protesta, exige la repetición, manda hasta que se lo explicite. El trauma tiene su memoria” (Baranger y Mom, 1978). Y la memoria del pavor es un testimonio elocuente de la memoria de diversas situaciones traumáticas que requieren ser tramitadas en el proceso analítico a través de la interpretación, construcción e historización. En efecto, en la memoria del pavor, el sujeto deviene en un sobresaltado “sobremuriente” que permanece varado como un centinela en un puesto para evitar la sorpresiva aparición de un derrumbe inminente. Digo “sobremuriente” y no “sobreviviente”. El “sobremuriente” huye de la castración–muerte. Vive para obtener un posible triunfo sobre la

persecución alada de Tánatos, y al intentar sobrevolar a la muerte como principal tarea de la vida, deviene finalmente en un “sobremuriente” en las realidades psíquica y externa. Normalmente se denominan sobrevivientes a aquellos individuos cuyo destino, espontáneamente, tenían marcado el final anticipado de sus días y que, a la mayor parte de los que estaban en su misma situación, los alcanzó inexorablemente. Así, uno sobrevive a un cataclismo, a una cierta edad, a alguna enfermedad raramente curable (Schmucler, 2007, p. 12, 25). En cambio el sobremuriente, a semejanza del mítico Caín, se halla condenado a permanecer en un estado de nomadismo indetenible, para estar por encima y huir de una persecución espectral. Vive, en definitiva, para salvarse mediante la búsqueda incesante de un reaseguramiento, pero paga su derecho a la existencia con una cuota constante de sufrimiento: Doleo ergo sum. Prefiere la evitación del displacer a la búsqueda del placer, pero no cesa de sufrir. Y es precisamente, esta tensión de la incertidumbre, la que lo preserva de la ausencia total de tensión que rige el Principio de Nirvana. Parafraseando a los poetas, morirse la vida, vivirse la muerte (Sarlo, 2003, p. 269). El sobremuriente se halla condenado a vigilar, errar y protegerse, exiliándose en un estado de precariedad porque adolece de una falta de sentimientos sostenidos de pertenencia y de arraigo, por la pervivencia en él de ciertas marcas traumáticas de un pasado que lo anegan, en su memoria del pavor, con compulsivos sentimientos persecutorios de terror, culpabilidad y vergüenza sustraídos a su propio dominio (Bewältigungstrieb). En efecto, el sujeto capturado por la memoria del pavor, presenta severas perturbaciones para configurar y comprometerse en un vínculo confiable en el presente y soste-


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nido a lo largo del tiempo; porque huye del ominoso peligro acechante de la “inundación” (Overwhelming) de anteriores situaciones traumáticas. Por ende, no puede llegar a involucrarse y comprometerse en vínculos estables en sus relaciones afectivas, profesionales e institucionales y vive, en consecuencia, como un pasajero en tránsito y en estado de fuga incesante. Vive en el “horror de vivir en lo sucesivo” (Borges, 1981). Aunque en ciertos momentos el mnemonista del pavor suele sentir también la borgeana “Nostalgia del presente”: En aquel preciso momento el hombre se dijo: Qué no daría yo por la dicha De estar a tu lado en Islandia Bajo el gran día inmóvil Y de compartir el ahora Como se comparte la música O el sabor de una fruta. En aquel preciso momento El hombre estaba junto a ella en Islandia5. El mnemonista del pavor es un trashumante enigmático,“desleal e infiel”, escindido y receloso, y al no poder permanecer entregado con confianza a un solo objeto, crea una privada ciudad laberíntica mantenida en la penumbra del secreto, para abrigar en ella una cierta esperanza de frágil arraigo. Porque la memoria del pavor es la memoria en acto comandada principalmente por la angustia del desvalimiento (Hilflosigkeit). En cambio, la memoria desencadenada por el resentimiento y remordimiento instala la memoria adictiva del rencor, que a la vez se diferencia de la memoria del dolor y de la memoria del pavor. La memoria del rencor se atrinchera y se nutre, como hemos señalado más arriba, en la esperanza del poder en un tiempo de revancha por venir; mientras que la memoria del dolor se origina y sostiene a partir de la

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Borges, J.L., Nostalgia del presente, Bs. A., 1981, p. 6.

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admisión y resignación de lo acontecido. No se basa ciertamente en la subestimación del pasado, ni en la amnesia de lo sucedido, ni en la imposición de una absolución superficial, sino en su aceptación con pena, con odio y con dolor como inmodificable y resignable, para efectuar el pasaje hacia otros objetos, lo cual posibilita procesar un trabajo de elaboración de un duelo normal. La memoria del dolor admite al pasado como experiencia y no como lastre; no exige la renuncia al dolor de lo ocurrido y lo sabido. Opera como un no olvidar estructurante y organizador -pulsión de vida mediante- como una señal de alarma que protege y previene la repetición de lo malo y da paso a una transformación y a una renovada construcción. En efecto, en la memoria del dolor no se escinde el pasado, al contrario, se lo recuerda como experiencia aleccionadora, para poder ser integrado en la configuración de las dimensiones temporales del presente y del futuro. En cambio la repetición en la memoria del rencor reinstala -pulsión de muerte mediante- la compulsión repetitiva y hasta insaciable del poder vengativo y paraliza el proceso de elaboración de un duelo normal. La vivencia del tiempo sostenida por el poder del rencor, es la permanencia de un rumiar indigesto de una afrenta que no cesa, expresión de un duelo que no se logra procesar, no sólo en el propio sujeto y en la dinámica Inter-subjetiva, sino que esta sed de venganza taliónica puede llegar a perpetuarse a través de la transmisión de las generaciones sellando un inexorable destino en la memoria colectiva. El rencor abriga además de una esperanza vindicativa, una otra esperanza: la esperanza cifrada en la reparación, que puede llegar a operar como un puerto en la tormenta en una situación de desvalimiento. Como un último recurso de lucha, tendiente a


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restaurar y redimir el quebrado sentimiento de la propia dignidad, tanto en el campo individual como social. El poder del rencor suele promover no sólo fantasías e ideales destructivos. No se reduce únicamente al ejercicio de un poder hostil y retaliativo. También puede llegar a propiciar fantasías e ideales tróficos y restauradores, favoreciendo el surgimiento de una necesaria rebeldía y de un poder creativo, tendientes ambos a restañar las heridas provenientes de los injustos poderes abusivos originados por ciertas situaciones traumáticas. “La esperanza es el sueño del hombre despierto”, sostiene Aristóteles, y el sentido constructivo de este poder esperanzado del rencor opera para contrarrestar y no sojuzgarse a los clamores de un inexorable destino de opresión, marginación e inferioridad. Estas dos dimensiones antagónicas y coexistentes de la esperanza y la desesperanza del rencor se despliegan en diferentes grados en cada sujeto y requieren ser reconocidas y aprehendidas en la totalidad de su compleja y aleatoria dinámica. Pero si el sujeto sólo permanece fijado a las ligaduras tanáticas de la esperanza vindicativa de las represalias, sin poder hacer el pasaje a la esperanza en el por-venir de una cierta restauración posible subyacente en las memorias del dolor y del pavor, permanecerá entonces detenido en la trampa de la inmovilización de la memoria del rencor de un pasado que no logra reprimir, ni olvidar. Pasado que anega las dimensiones temporales del presente y del futuro, a través de la presencia interminable de reproches, quejas y pasajes al acto de venganza y de litigios, que suelen retornar de un modo compulsivo engrosando el espesor de los actuales tiempos de cólera, desencanto, precariedad y aceleración del postmodernismo, para acantonarse finalmente, en las hendeduras tenebrosas de los muros de los resentimientos y remordimientos erigidos a lo largo de los inmemorables siglos.

E) CONCLUSIONES Antes de concluir, deseo subrayar que el psicoanálisis es irreductible a la cólera y desesperanza de la post-modernidad, y no puede reducirse al eco mudo de la impotencia, sino que requiere convertirse en uno de los refugios más sólidos para la conservación de un espacio posible y esperanzado donde ampliar los límites de una humanización siempre en riesgos de zozobra. Considero que el psicoanálisis, al intentar descifrar las celadas del inconsciente que intervienen en los diversos procesos del sufrimiento humano reabre, desde y para el sujeto, las posibilidades de una permanente y esperanzada reestructuración. Para alcanzar estas posibilidades, el propio analista, inmerso en esta cultura posmoderna o sobremoderna del exceso, debe más que nunca, negarse a verse reducido a la contemplación estuporosa del desencanto y del sentimiento líquido de la precariedad que anega estos tiempos, comandados por las memorias del pavor, del dolor y del rencor y por el contrario necesita ahondar en el estudio y revisión permanentes de la teoría y técnica psicoanalíticas, volviendo conscientes los modos de operación de los escándalos del inconsciente en la clínica, en la cultura y en lo social, y a la vez intentando develar y no escamotear cuáles son los efectos de la esperanza y desesperanza ejercidos por la cultura posmoderna sobre su propia praxis.

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ESPERANZA TERMINABLE E INTERMINABLE EN LA SITUACIÓN ANALÍTICA

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BIBLIOGRAFÍA DE RESPALDO Borges J.L.: (1974) El amenazado. Obras completas, Buenos Aires, Emecé. Freud. S. (1914) “Introducción al narcisismo” A.E.T. XIV.

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ENSAYOS



PSICOANÁLISIS XX (1); 95-100, 2008

LA PERSONALIDAD TERRORISTA1 EDUARDO ANGARITA ROJAS2

Resumen El autor, a partir de unas pocas teorías psicoanalíticas, pretende dar una explicación acerca del comportamiento de mártir que se presenta en cierto tipo de individuos, y que está enmarcado en lo que él denomina la personalidad terrorista. La definición de este tipo de personalidad va a estar enfocada desde una perspectiva meta-psicológica, especialmente en lo que tiene que ver con los mecanismos mentales que el terrorista emplea para enfrentar la realidad externa e interna; es tratar de analizar cuál es su cualidad psíquica.

Abstract The author, from a few psychoanalytic theories, tries to give an explanation brings over of the martyr’s behavior that one presents in certain type of individuals, and that is framed in what it names the terrorist personality. The definition of this type of personality is going to be focused from a perspective metapsicology, specially in what it has to see with the mental mechanisms that the terrorist uses to face the external and internal reality; it is to try to analyze which is his psychic quality.

Pocos meses después de ocurridos los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, la estación árabe de noticias Al Jazira revela un video de la organización Al Qaeda, que contiene una porción filmada de los secuestradores de los aviones y en la cual uno de ellos reconoce que próximamente será mártir, haciendo alusión a los inminentes ataques a los Estados Unidos. Pero, ¿cuáles pueden haber sido las posibles causas de ese atentado? Se ha especulado con el origen político y religioso, fundamentalista, de este tipo de ideología y conducta practicada por estos individuos. Incluso, para entender esa actitud de mártir basta con leer el opúsculo denominado “Manual de Jihad”, donde se explica de manera detallada la se-

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guridad operativa de Al Qaeda, el por qué de las misiones sin retorno y la función de mártir que debe tener cada uno de sus miembros. Lo anterior me llevó a pensar en cuál será la situación emocional que experimentan estas personas. Es por eso que con este ensayo propongo plantear, a partir de unas pocas teorías psicoanalíticas, una posible explicación de este comportamiento de mártir, y que quiero enmarcar dentro de lo que yo denominaría la personalidad terrorista. La definición de este tipo de personalidad va a estar enfocada desde una perspectiva meta-psicológica, especialmente en lo que tiene que ver con los mecanismos mentales que el terrorista emplea para enfrentar la realidad externa e interna; se trata de analizar cuál es su cualidad psíquica.

Trabajo seleccionado para el Congreso Internacional Bion 2008, Roma (Italia). Médico Psiquiatra y Psicoanalista. E-mail: eduardoangarita@hotmail.com


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El fenómeno del martirio en el Islam es bien interesante. La Historia relata cómo una secta derivada del movimiento Shia Ismaili, la secta de los Asesinos, que emprendió una lucha hace más de 700 años contra los Cruzados europeos cuando éstos intentaron la conquista de la Tierra Santa, abrazó un éthos de auto sacrificio, dentro del cual el martirio era concebido como un acto sacramental: una aspiración altamente deseable y un deber divino ordenado por textos religiosos y comunicado por las autoridades religiosas. La palabra mártir es definida por el diccionario Larousse como “una persona que muere por mantenerse fiel a una religión, por defender una idea; o es la persona que padece grandes sufrimientos; que sufre mucho”. Sin embargo, es necesario agregar que en este comportamiento de mártir de estos terroristas fundamentalistas, hay también una mezcla de suicidio-homicidio. De ahí que surja esa gran incógnita: ¿Cómo estos individuos manejan la realidad externa que, obviamente, tiene su contraparte interna, para ejecutar sus acciones terroristas?; es decir, ¿qué les permite, desde el punto de vista mental, emocional, planear y luego ejecutar estos actos violentos con la mayor sevicia y la más aterradora frialdad? Aquí es inevitable pensar en el aspecto perverso de la personalidad. Con este tipo de personalidad ocurre que lo destructivo, lo malo, lo sádico, se transforma en una sobrecogedora realidad; es algo absolutamente manifiesto. Son personas en las que la violencia de sus ideas y de sus emociones sólo tienen un camino: su expresión externa total, lo cual, a su vez, les permite alcanzar un mundo interno idealizado. Llegados a este punto, la pregunta concreta es: ¿cómo el terrorista enfrenta tanto su 3

realidad psíquica interna como la realidad objetiva externa? y, ¿cómo busca verse libre de las consecuencias emocionales de su perversidad, mas no de la perversidad misma? Bueno, esto nos lleva a tener que revisar el trabajo de Freud acerca del fetichismo en 1927, escrito en el que buscó explicar cómo la realidad está mal representada en las perversiones. Pero si nos adentramos aún más en el mismo, resulta importante resaltar que el argumento que se abarca en este artículo con respecto al fenómeno del fetichismo es mucho más profundo, y se refiere a la relación del individuo con la realidad en su totalidad. En uno de sus apartes, cuando habla de la dificultad que tienen dos de sus pacientes para enfrentar la muerte de su padre, Freud dice lo siguiente: Resultó, en efecto, que esos dos jóvenes no habían escotomizado la muerte de su padre más que los fetichistas la castración de la mujer. Dentro de la vida anímica de aquellos, sólo una corriente no había reconocido la muerte del padre; pero existía otra que había dado cabal razón de ese hecho: coexistían, una junto a la otra, la actitud acorde al deseo y la acorde a la realidad (op.cit., p. 151). La finalidad que persigue la perversión es, entonces, la de proteger al individuo de tener que enfrentarse con lo que Money-Kyrle (1968) llamó la realidad de los hechos, en vez de ayudarle a hacerlo3. Sin embargo, la perversión no sólo se basa en la coexistencia de las contradicciones, sino que presenta una situación aún más compleja. Así lo explica Steiner (1995, p.163): La perversión se da cuando comienza la integración, y constituye un intento de encontrar cómo hacer una falsa reconci-

Aquí quiero aclarar que cuando hablo de perversión, no me estoy refiriendo a las perversiones sexuales como tales, sino a un contenido más amplio del concepto: a lo que se aleja de la verdad o de lo que está bien, a lo que persiste en contra de lo que es verdadero o bueno.


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liación entre visiones contradictorias que no pueden fácilmente mantenerse separadas una vez que está en marcha dicho proceso integrativo. Lo anterior quiere decir que mientras se mantiene la disociación, las dos visiones están totalmente separadas y, por lo mismo, son incapaces de influir la una sobre la otra. La dificultad para el individuo se presenta cuando la disociación tiende a disminuir y se empieza a intentar hacer una integración de las mismas4. Por lo tanto, el perverso busca mantener de manera simultánea la creencia basada en lo supuesto y la creencia basada en la observación5. Este tipo de argumento usa el “insight” para dar una falsa interpretación de la realidad. De ahí que al no poder el individuo mantener la disociación, por un lado, ni tolerar la integración, por el otro, busca organizaciones patológicas de la personalidad que le permitan la reconciliación perversa de esta asimetría. La relación perversa con la realidad, siguiendo a Steiner, no lleva tanto a evadir la verdad como a hacer de ella una falsa interpretación y una distorsión. Esto es lo que explica que no se configure un estado psicótico como tal. Esta falsa interpretación y distorsión de la realidad es lo que se ha llegado a llamar como la perversión narcisista (Ibídem, p. 168). No hay, por tanto, un reconocimiento de la dependencia y necesidad del otro, se evade cualquier vivencia de separación y de diferenciación. Hay, igualmente, un apropiamiento de todo lo bueno del otro, prevalece la disociación y el control omnipotente: el perverso

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asume el delirio de que él es el bueno, o de que posee lo bueno. Entonces, mientras se mantenga esta posición esquizoparanoide, no es necesario recurrir a ninguna reconciliación perversa. Si se da una reconciliación perversa, esta sería una tercera forma de conectarse con la realidad, en la que la integración no es ni aceptada ni negada en su totalidad6. Por eso se puede decir que en la personalidad terrorista la perversión ha penetrado en su carácter de modo que sus relaciones con el mundo son fundamentalmente sadomasoquistas: entre ser la persona que se halla involucrada, identificada, con la violencia de un determinado hecho o de una determinada situación, y ser el niño que contempla la escena de catástrofe. Esta sería la esencia de la escena primaria terrorista: una identificación activa violenta y una apreciación pasiva de su obra destructiva. Lo dicho anteriormente nos lleva a pensar que el terrorista se encuentra en una situación muy contradictoria: por un lado, en la más extraordinaria forma de degradación y de conducta humillante hacia lo que él cree que es su enemigo, y por el otro lado, pero al mismo tiempo, con una vinculación muy estrecha con el enemigo, llevada a cabo con gran desesperación; es que si no hubiese un enemigo externo ni interno, él no puede existir ni hacer nada. Este raciocinio nos lleva a examinar, por tanto, cuál es la naturaleza inconsciente de los vínculos que el terrorista establece no sólo con sus compañeros de lucha, sino también con sus adversarios. Para

Es por eso que para el perverso el problema no se le plantea en la posición esquizoparanoide, sino en la integración asociada a la posición depresiva. La creencia basada en lo supuesto tiene que ver con lo que se quiere creer, lo que da paso a la realidad, lo que produce dolor mental y ansiedad. En la creencia basada en la observación, lo real se anula, o se ataca el aparato perceptivo, lo cual hace que lo que se asumía antes vuelva a sobrevivir, con la destrucción de los hechos que están en su contra (Steiner, 1995). Bion (1957) ha planteado que el contacto con la realidad no se pierde completamente, sino que está encubierto por una fantasía omnipotente encaminada a destruir, no tanto a la realidad como a la conciencia de la misma, lo que llevaría a conseguir un estado que no es ni la vida, ni la muerte. Y a esa omnipotencia, se agregaría la omnisciencia que sustituiría la discriminación entre lo verdadero y lo falso, “por la afirmación dictatorial de que una cosa es moralmente correcta y otra equivocada” (Bion, 1962a; p. 157).


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este propósito me voy a remitir al trabajo de Liberman y Labos (1982). Liberman y Labos estudiaron la relación existente entre fantasía inconsciente, vínculo y estados psicóticos, y su conexión con el fenómeno del fetichismo. Inicialmente estos autores hablaron de la existencia de una fantasía inconsciente vincular referida a los fenómenos psíquicos inconscientes que se dan en el campo inter-subjetivo. Luego ese concepto se incluyó como elemento estructurante del sujeto y se denominó organización de la fantasía vincular inconsciente. Este término estructural tiene como base la acción recíproca simultánea entre mundo interno y mundo externo, con la conjunción de un mínimo de fantasías comunes a los sujetos participantes del vínculo. Esto es lo que se podría observar en algunas sectas. En esta organización, la construcción fetichista se establece por una dificultad en la integración de dos estadios tempranos que tienen que ver con la unidad funcional estructural y estructurante del yo. Estos estadios son: a) El yo como un conjunto de funciones, en especial las vinculadas al órgano de la conciencia, a la función perceptual y al concepto del yo-realidad; b) el yo como asiento de identificaciones, cuya consecuencia es la formación de organizaciones intra-sistémicas como son el superyó y el ideal del yo. Otros aspectos a tener en cuenta en esta construcción fetichista son, la trayectoria que siguen los afectos y las vicisitudes que se padecen en el proceso vincular, que van a determinar una modalidad de identidad específica y la organización de una función perceptual determinada.

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La función perceptual, la cualidad afectiva desarrollada y el movimiento identificatorio, son los elementos que contribuyen a constituir la organización de la fantasía vincular inconsciente. Asimismo, dentro de esta organización es importante tener en cuenta la forma en que actúa en el niño el deseo inconsciente de los padres y cómo se transmite en el campo comunicativo, induciéndolo a seguir un ritmo y una cualidad identificatoria determinada. Todo lo anterior puede traer como consecuencia un modelo de programación fetichista, que tiene un origen parento-filial, y que influirá en la relación del sujeto con la realidad y con el valor que ésta adquiere; es decir, de este proceso y de la metabolización de estos vínculos dependerá la estructuración de las diferentes formas de fetichismo, larvado o manifiesto. La tesis fundamental de Liberman y Labos es que en el fetichismo existe una distorsión de la estructuración yóica infantil, dada por la falta de desarrollo del ideal del yo, generada a su vez por una escisión yóica temprana, e impulsada por un funcionamiento parental anómalo7; es decir, que durante el desarrollo del ideal del yo se ha producido una falla: se forma un ideal del yo aberrante que puede equipararse al “objeto bizarro” de Bion. Aquí podemos considerar que el desarrollo temprano del superyó de esta clase de personalidad terrorista fue defectuoso por un fracaso en la capacidad para introyectar las identificaciones proyectivas realistas. El resultado es la permanente vivencia de odio y envidia, con la consecuente introyección de un objeto que ejerce la función de un superyó severo y destructor del yo. Por tanto, la relación del terrorista con su fetiche es la que ocupa el lugar del ideal del yo8. Igualmente,

Se considera un factor primordial que esta concepción temprana de la disociación sensorial yóica como producto de la transmisión de pautas de interacción inconscientes que suceden, se implantan de una generación a otra (Ibídem, p.113). El fetiche satisface el Edipo negativo como producto de la ecuación pene/heces... es en la etapa sádicoanal donde el objeto fetiche sufre una estructuración patológica (Liberman y Labos, 1982; p. 136).


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se puede decir que en este tipo de fetichismo, además de una re-negación, hay una transformación psicótica, y el fetiche puede ser equiparado a una restitución psicótica. Resumiendo, en esta personalidad existe una cualidad psíquica anómala asociada a una deficiente transformación de la representación, es decir, el acontecimiento inter-subjetivo y el proceso perceptual, lo cual no impide que pueda percibir que existen diferencias entre una cosa buena y una cosa mala, sino que más bien debe aceptar que no puede distinguir entre una y otra, tanto en ellos mismos como en los demás. Este es, para Meltzer (1965), el problema estructural del sujeto perverso que lo lleva a pasar por un período en el que será muy paranoico: hay un desbordamiento de la desconfianza. Se puede argumentar, también, que si la perversidad es descubierta, se genera una relación paranoica con los demás, lo cual parece ser necesario para recuperar una posición en la que se pueda dar realmente la escisión y la idealización, y así evitar lo que es más difícil: enfrentar el problema depresivo de reparar y restaurar al enemigo. Lastimosamente, la realidad nos muestra que este es el splitting forzado (Bion, 1962) que la personalidad del terrorista no puede resolver y que lo mantiene en un estado mortífero. Hablo de splitting forzado en el sentido en el cual no hay una separación del amor y de la envidia y porque no se distingue la violencia de la destructividad, y las subsiguientes culpa y depresión; es un splitting contra la posición depresiva. Al respecto Bion dice lo siguiente: Se teme tanto al miedo, al odio y a la envidia que se toman las medidas necesarias a fin de destruir la captación de todos los

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sentimientos, aunque esto no se diferencia de destruir la vida misma (Ibídem, p. 29). Es así como podemos asumir que su ideología se basa en exponer opiniones minuciosamente detalladas y aisladas, para evitar sentir la gravedad de la situación. Por eso cae en un estupor depresivo, que es una aglomeración de depresiones persecutorias, y en un acting out antisocial (Bion, 1959), como un intento por destruir el sentido común del que trata de liberarse. Tal vez una aparente forma de liberarse de esta situación es pensar en la recompensa divina que obtendrá por su sacrificio. Este sacrificio sería la transformación fetichista, y su dios el fetiche. Por lo tanto, él busca reunir estos fragmentos de depresión de manera “creativa”: persigue la unidad con su dios, lo que para él representaría su integración, pero como esta unidad tiene de base esta fragmentación no puede integrarse; es más bien una aglomeración. Son sólo trozos, y dado que no es posible que exista de esa manera, entonces debe estar muerto para poder vivir. Así, impera un principio de placer por lo divino, que está contaminado de destrucción, sobre el principio de realidad, y que está asociado a una identificación proyectiva patológica9. Lo anterior nos puede llevar a concluir que para esta personalidad se hace necesario destruir para lograr “crear”. Es como si, por ejemplo, la destrucción de las torres gemelas fuera parte de un juego infantil muy cruel, sádico, que ataca una creación del hombre, que el terrorista sabe que es muy apreciada y valorada, para que prevalezca su propia creación, es decir, la destrucción. Es un ataque envidioso para fomentar un estado delirante, alucinatorio. Es posible pensar que el splitting del que hablamos le permita también al terrorista li-

En esta identificación proyectiva patológica, propia de las personalidades psicóticas en las que predomina la voracidad y la envidia, existe un retiro cada vez mayor de la realidad con un ataque al aparato perceptual y al juicio (Bion, 1957).


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brarse de las complicaciones emocionales de la perversidad, como son las de captar la vida y tener una relación con los objetos vivos. Es un splitting cuyo propósito es el de efectuar una separación entre el bienestar material, el bienestar psíquico y el bienestar espiritual. Parece ser incapaz de experimentar gratitud e interés por las personas o cosas que sean diferentes a su ideología fundamentalista; es un estado que implica la destrucción de su interés por la verdad. No obstante, como estos mecanismos a la larga fracasan o no son suficientes para liberarlo de sus dolores y él siente la carencia de algo, su búsqueda de una salvación toma la forma de un objeto perdido encubierto bajo un acto sacramental. Lo interesante de ver aquí es que este objeto perdido es no sólo un objeto idealizado, sino un objeto cargado de una gran esperanza y proveedor de una gran satisfacción. Es un objeto fetiche que no puede hacer el tránsito al objeto transicional de Winnicott. Este objeto idealizado es un objeto que se vuelve falsamente vivo y animado, bajo la condición de tener que desvalorizar y degradar a los demás objetos animados, hasta el punto de volverlos inanimados. Así no hay culpa, y el temor al suicidio y al homicidio, pasados, presentes e inminentes, desaparecen10. Es por eso que una gran paradoja para la personalidad terrorista es que lo que tiene vida para él es su propia muerte: la muerte le proporciona la vida eterna. Esa es la que le promete ese éthos de auto sacrificio: una vez realizado el acto sagrado por el mártir, éste inmediatamente ascenderá a un paraíso glorioso descrito como un lugar repleto de “ríos de leche y vino... lagos de miel, y el servicio de 72 vírgenes, en el cual el mártir verá el rostro

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de Alá y más tarde recibirá la compañía de 70 parientes elegidos”. Hoy en día eso sigue siendo igual, más si tenemos en cuenta que el testamento dejado por Mohammed Atta es un documento de inducción para mártires, con las mismas creencias del éthos, titulado El cielo sonríe, joven hijo mío. Esta sería la Ley de sincronía comunicacional (Liberman y Labos, 1982) patológica del terrorista, donde existe una peculiar disociación entre la valoración que asignan a las acciones de los otros por un lado, y por otro, a los actos que ejecuta, bajo un modelo paterno/filial. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS BION, W. (1957). Diferenciación de las personalidades psicóticas y no psicóticas. En Volviendo a pensar. Buenos Aires: Hormé, 1990. ____ (1959). Cogitaciones. Valencia: Promolibro, 1992. ____ (1962). Aprendiendo de la experiencia. México: Paidós, 1991. ____ (1962a). Una teoría del pensamiento. En Volviendo a pensar. Buenos Aires: Hormé, 1990. FREUD, S. (1927). Fetichismo. En Obras completas, vol. XXI, A.E. LIBERMAN, D.; LABOS, E. (1982). Imbricación funcional entre el desarrollo del fetiche y los estadios evolutivos del yo. En Fantasía inconsciente, vínculo y estados psicóticos. Buenos Aires: Ediciones Kargieman. MELTZER, D. (1995). Herbert: vocación de perversidad. En Clínica Psicoanalítica con niños y adultos. Buenos Aires: Spatia, editorial. MONEY-KYRLE, R. (1968). Desarrollo cognitivo. En Revista de Psicoanálisis, vol. 27, 1970. STEINER, J. (1995). La relación con la realidad en los refugios psíquicos. En Refugios psíquicos. Madrid: Biblioteca Nueva, 1997.

Bion (1962) ha planteado al respecto que la manera de evitar el contacto con objetos vivos es destruyendo la función alfa, lo que incapacita a la personalidad para establecer una relación con cualquier aspecto de sí misma que no se parezca a un autómata. Los elementos beta toman no sólo el lugar del pensar sino que son los apropiados para la evacuación, con la ayuda de la identificación proyectiva. Así se explica que la actividad que tiene lugar bajo el predominio del principio de placer es reemplazada, en la fase de predominio del principio de realidad, por la expulsión de elementos beta indeseados.


PSICOANÁLISIS XX (1); 101-115, 2008

ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA COLOMBIANA

MEMORIAS MESA REDONDA Actividades Científicas en Instituciones Psicoanalíticas y Creatividad INTRODUCCIÓN El presente documento recoge las Memorias de la Mesa Redonda sobre la Creatividad en las Actividades Científicas en las Instituciones Psicoanalíticas, convocada por la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis, como parte de las labores de la Federación Psicoanalítica Colombiana, agrupación que desde 2007 aglutina el quehacer de las tres entidades que en Colombia se dedican a trabajar en torno a esta ciencia. Ellas son: la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis, representada por la doctora Marta Lapacó y el doctor Eduardo Laverde-Rubio, ponentes ambos; la Asociación Psicoanalítica Colombiana, representada por los doctores Fabio Eslava C. y Mario González V, ponente y comentarista respectivamente, y la Sociedad Psicoanalítica Freudiana de Colombia, con el doctor Hernán Santacruz O. y el doctor Alberto Fergusson, ponente y comentarista respectivamente. Dicho evento se llevó a cabo el día ocho de febrero del presente año (2008), en el Instituto Colombiano del Sistema Nervioso, Clínica Montserrat, en la ciudad de Bogotá D.C. La recopilación de este material para la revista Psicoanálisis corrió a cargo de la doctora Hilda Botero C.

1. PONENCIA DRA. MARTA LAPACÓ1 Algunas reflexiones sobre la creatividad

¿Cómo surge la creatividad? ¿Cómo surgió este tema que nos convoca? A la pregun1

ta de un colega le llegó una propuesta y así se generó la cadena de pensamientos. Con esa pregunta surgió un interés y hubo una respuesta. La pregunta no quedó flotando en el aire, hubo alguien que la sostuvo, le dio forma y, finalmente, apareció en el escenario este encuentro. Lo anterior me llevó a pensar en la importancia del Otro en el proceso creativo, así el espacio del Uno con el Otro se expande a lo grupal. Creatividad, tema que apasiona e intriga; por esta razón, cuando menos lo hemos pensado, estamos explorando su fuente en lo más profundo de nosotros. Camino por senderos que me llevan a admirar la naturaleza colombiana. Siento que hay lugares más propicios que otros para crear, sitios más estimulantes. En un principio pensaba que sólo los cafés de Buenos Aires podían despertar mi pensamiento creativo, sólo en esos espacios podían surgir mis ideas. Pero descubro en Colombia la naturaleza y el paisaje, a veces pacífico, otras agreste, y por allá salvaje. En esas circunstancias encuentro que mi pensamiento vaga de una idea a otra y, a veces, encuentro un vínculo entre ellas. ¿Existen instituciones que ayudan más que otras a promover la creatividad? ¿Cómo tendrían que ser? Recuerdo una propuesta paradójica de Kaës: para pensar es preciso apoyarse sobre una forma incierta, ir al encuentro con lo desconocido, y encontrar a la vez un continente de pensamiento. Dice este autor que para crear es necesario apartarse del grupo y al mismo tiempo mantener

Miembro Titular Sociedad Colombiana de Psicoanálisis. lapacomarta@yahoo.com.ar


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FEDERACIÓN COLOMBIANA DE PSICOANÁLISIS

la ligazón con él. Sigo mi camino, estoy tan sumergida en mis pensamientos, que algunas personas pasan, saludan y yo casi no las escucho; algunos más cercanos me lo hacen notar. Coincido con Kaës: pensar es apartarse de los otros, para después, compartir con ellos. Camino y aparece con fuerza en mi mente el recuerdo de una pintura de Miguel Ángel, no sé cómo se llama, de pronto surge el nombre: La Creación. Sonrío y pienso en la existencia de diversos niveles de creatividad. Este es el éxtasis creativo, me digo a mí misma. ¿Qué es crear? En realidad es un misterio. ¿Es proponer cosas nuevas? No necesariamente. ¿Es disentir, es mostrar el pensamiento auténtico aunque sea el blanco de la crítica? Quizá nos cuesta aceptarla porque nuestro narcisismo está en juego. Creatividad y narcisismo, otro tema para reflexionar. Aparecen obstáculos para crear. ¿Las exigencias serán un obstáculo? Exigencia y crítica no pueden ser equivalentes. La exigencia puede llegar a ser un estímulo o una orientación. Quizá debamos aceptar que no sabemos y que siempre existirá el que sabe más. Este será el primer paso del aprendizaje. Pensar con el Otro, qué gran estímulo es. Anzieu (1996) dice que la obra sirve de envoltura psíquica y de soporte de las ilusiones narcisistas. Crear, dice este autor, permite escapar al principio de realidad, el principio de placer está limitado, concentrado sobre el placer de pensar, de controlar el material, de la producción de la obra. Considero que es importante hacer propuestas como una forma de incentivar la creatividad. Me pregunto acerca del tipo de propuesta que haría: investigaciones interdisciplinarias. Sigo en mi caminata, aparece un gato con piel de tigrillo, me asusto, me río. ¿Qué me asustó? ¿Lo inexplorado? ¿La posibilidad de que rechacen mi propuesta? Mi mente, como si fuera una cámara, enfoca a muchos de mis pares mas, ninguno,

en particular, me produce ansiedades persecutorias. Pienso en el conjunto de mis colegas, en el grupo, hago un enfoque global, lo tomo como una entidad ¿Será que el grupo se convierte en una sombra amenazante? Me pregunto: ¿Cómo funciona nuestra identidad frente a él? Recuerdo algo que leí, Kaës dice que el grupo no es el lugar de la desubjetivación, pero observa que podría serlo; el grupo, afirma, es el lugar donde el sujeto puede reconocer su singularidad en el juego de sus diferencias. Pienso que el grupo puede llegar a brindar un sentimiento de pertenencia, llegar a ser la base de un sentimiento de confianza, siempre y cuando acepte, valide, se oponga, discrepe y otorgue el placer de pensar en conjunto. Kaës investiga el no pensamiento que puede producir el grupo y que conduce a un vínculo regresivo con una imagen ideal protectora. Habla de la ideología como una formación psíquica que conjuga la omnipotencia narcisista del ídolo, con el ideal y con la idea. Estas formas no toleran ninguna elaboración del duelo, dice este autor. El duelo supone una introyección del objeto y una desidealización. Envidia y gratitud, sentimientos que hacen presencia una y otra vez en la institución. Experimento gratitud por las enseñanzas de mis colegas, por permitirme compartir sus conocimientos y sus ideas que impulsan mi ser creativo. Como dice Kaës, “encontrando en el otro lo que no se pensó”. Al mismo tiempo agradezco que mis pensamientos encuentren espacio en mis pares. Retorna a mi mente el trabajo interdisciplinario, pienso en lo que más me atrae, en el interés que tengo por el arte en general, asocio ideas relacionadas con investigaciones que congreguen historiadores del arte, pintores y psicoanalistas, surge la idea de conjugar Psicoanálisis y Arte. Investigar su juego interdisciplinario.


ACTIVIDADES CIENTÍFICAS EN INSTITUCIONES PSICOANALÍTICAS Y CREATIVIDAD

Me detengo en nuestra realidad social. Necesito encontrar en el psicoanálisis el instrumento para entender esa realidad. ¿Por qué nos mantenemos en nuestro cuarto de análisis? ¿Será nuestro refugio? ¿Estamos allí más seguros y tranquilos? O, ¿es lo que sabemos hacer mejor? Si dejamos nuestro rincón de amparo y nos adentramos en lo incierto, pienso, llegaremos a ser más creativos. Cuando escribimos aparece el no saber con qué y cómo seguir, y el temor de perderse hace presencia, pero también la ilusión por encontrarse. El miedo al blanco aparece en innumerables ocasiones, y, casi sin darnos cuenta, de manera milagrosa llenamos ese blanco. Escribir es soltar amarras, arriesgarse: crear es aventurarse. A mi juicio, la tensión y el sufrimiento están presentes para que se dé el proceso creativo como fuerza que impulsa esa creación. Propongo pensar en un sufrimiento dentro de ciertos límites, como un equilibrio entre tensión, distensión y resolución. Finalizo mis reflexiones, pienso en Creatividad y Duelo. La obra acabada, comenta Anzieu (1996), lleva consigo una depresión postpartum: angustia, vacío, el peligro de suicidio, la precipitación en empezar otra obra. Me pregunto si la ausencia de creatividad no estaría asociada con eludir el vacío que sentimos cuando terminamos cada obra. Pienso en la paradoja que esta circunstancia suscita, porque es con la creatividad que el vacío empieza a moderarse.

2. PONENCIA DEL DR. EDUARDO LAVERDE-RUBIO2 Esta mesa redonda, con la participación de colegas de las tres Sociedades Psicoanalíticas afiliadas a la IPA, con sede en Bogotá,

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busca identificar los factores que estimulan la actividad científica y también cuáles la entorpecen. Por otra parte, es de nuestro interés buscar una labor coordinada e integrada en los aspectos científicos y formativos, dejando de lado, por el momento, los políticos administrativos. En este ámbito buscamos un intercambio de ideas, un enriquecimiento mutuo y la adopción de políticas comunes para un óptimo desarrollo de nuestro potencial creativo y comunicativo. Mi presentación, breve, busca: • Definir un lenguaje común, una precisión de términos y unos conceptos básicos de investigación científica. • Precisar los factores intrínsecos del psicoanálisis que dificultan la investigación. • Configurar un listado de factores que inhiben la creatividad. • Establecer un número de factores que la estimulan, sin pretender por ahora ocuparme del difícil tema de su origen. • Escoger un grupo de acciones posibles de aplicar, para estimular la creatividad e investigación en nuestra formación de psicoanalistas. 2.1 Actividad Científica

Esta es una actividad en busca de conocimiento (nuevo conocimiento, por tanto, esto nos autoriza a hablar de creatividad) caracterizada por su método. El método es la relación entre el sujeto investigador y el objeto de estudio; en el caso del psicoanálisis, este método es la observación participante; esta participación se da a través de la relación transferencia-contratransferencia; es, por lo tanto, una relación cognitiva-vivencial. El objeto de estudio es la persona total, en la dimensión de sus motivaciones, de su inconsciente dinámico.

Miembro Titular Didacta de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis. elaverde@telecom.com.co


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La actividad científica se inicia a partir del hallazgo, definición y contextualización de problemas, los cuales deben ser formulados de manera específica y precisa en busca de generar conocimiento. Estas formulaciones se hacen a partir de los hechos clínicos. El conocimiento encontrado se enuncia en términos personales (vivenciales) de tipo cualitativo, generando teorías comprensivas o modelos y, a veces, alcanzando el nivel explicativo. Estas teorías deben ser puestas a prueba por medio de procedimientos ajustados al objeto y al método de estudio. Algunos de éstos, usados en psicoanálisis, son: • Acumulación de hallazgos clínicos que configuran un sistema probatorio positivo. • Verificación, a cargo de terceras personas, por medios diferentes de los clínicos, por ejemplo, el estudio de los episodios de relación elaborados por Luborsky & Luborsky (1993), o la observación psicoanalítica de bebés adelantada por Stern (1985). • Trabajos experimentales, o casi experimentales, de tipo multidisciplinario (Rally, 1997, 1998 / Olds & Cooper, 1997). • El propio paciente como árbitro epistémico final (Ahumada, 1997). • La constatación por ostención, es decir, algo tan manifiesto que no necesita demostración. • Compatibilización teórica intrínseca. • Convergencia con resultados de otras disciplinas. • Sistemas de triangulación de la investigación cualitativa. Cuando este conocimiento se verifica, debe entenderse como parcial y provisional, pero posible de generalizar; de lo contrario, sería meramente anecdótico o irrelevante. Si no estuviese sujeto a verificación, sería creencia infundada o dogma. El sistema teórico así construido debe ser sistemático, coherente y, quienes se ocupan de él, deben ser autocríti-

cos, buscando su refinamiento y perfeccionamiento, en una tarea sin fin. Teoría. La teoría es un lenguaje científico que contiene ideas, conformado por proposiciones que deben ser percibidas, entendidas y verificadas. Este lenguaje tiene signos e ideas peculiares al psicoanálisis, en términos personales, no objetivos ni subjetivos, sino interpersonales; y no sólo comunica, es, además, un instrumento para pensar. Técnica. Está conformada por reglas, recomendaciones y consejos, provenientes originalmente de Freud, la cual fue normatizada posteriormente. Esta técnica permite la aplicación del método y la generación de un proceso: Asociación libre, interpretación, elaboración. Esta técnica debe ser, ante todo, eficaz en el logro de los objetivos propuestos, aunque éstos y el cómo obtenerlos, varían de acuerdo a las diferentes teorías psicoanalíticas. Modelo. Es una construcción teórica, que provee comprensión (no explicativa) a un problema; es una ayuda para la imaginación, útil pero no verdadera o falsa en sí misma. 2.2. Dificultades intrínsecas al psicoanálisis

a) El conjunto teórico psicoanalítico no es único, homogéneo, ni compatible en su totalidad, ni tampoco entre sí. Aparte de algunos conceptos básicos como: inconsciente, objeto, transferencia, etc., no existe una base común. En este punto me referiré a temas mencionados anteriormente: b) No hay acuerdo sobre los sistemas de prueba; algunos autores continúan defendiendo la tesis original freudiana de la unión inextricable entre práctica e investigación; otros colegas opinan que la verificación de la teoría debe ser hecha por personas y métodos fuera de la clínica. c) Tampoco lo hay sobre algunos de los conceptos mencionados anteriormente, por


ACTIVIDADES CIENTÍFICAS EN INSTITUCIONES PSICOANALÍTICAS Y CREATIVIDAD

ejemplo, “proceso analítico”. En cuanto a éste, mencioné el enfoque técnico, sobre el que pudiera existir un acuerdo, pero no sobre los elementos que lo conforman, pues la manera de formular la asociación libre a los pacientes es disímil; por otro lado, la interpretación y la elaboración como conceptos tienen diferentes enunciados y comprensiones entre los diferentes autores. En cuanto al proceso analítico, desde el punto de vista teórico, unos lo entienden de una manera, otros de otra y algunos más, dudan incluso de la existencia de un proceso analítico natural que tienda a darse en casi todos los pacientes. A propósito de conceptos, existe otro problema: la desnaturalización de los mismos, cuando el sentido original se amplía tanto, que termina por perderse o diluirse, tornándose inespecífico. d) La teoría analítica tiene diferentes niveles y cualidades; unos niveles alcanzan mayor abstracción y, por tanto, no son aplicables a la práctica clínica, son modelos para pensar, pero no para aplicar. Alguna otra teoría es modélica, “como si”, comprensiva, cuya verificación no es necesaria; otra teoría es explicativa y por tanto requiere verificación. De todas maneras la magnitud de la teoría excede con mucho a la técnica y por tanto la tan anhelada articulación teoría-técnica, no se da en la medida de nuestras aspiraciones. e) La teoría freudiana está claramente expuesta, pero no se puede decir lo mismo de otros aportes teóricos, los cuales son crípticos, poco comprensibles y llenos de alusiones a otros campos de la actividad humana (matemática combinatoria, astrofísica, lógica matemática, lingüística, poesía etc.), sin que se logre establecer leyes de correspondencia, o articulaciones entre unos y otros elementos.

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2.3. Elementos que obstaculizan la actividad científica

Desde la fundación en 1923 del primer Instituto de formación psicoanalítica en Berlín, se han producido críticas en el sentido de que la organización misma de estas instituciones, por su estructura vertical, jerarquizada y autoritaria, que buscaba con su dogmatismo evitar cualquier desnaturalización del legado freudiano, sofocaba la crítica y la creatividad. Estas criticas han continuado; Kernberg (1996) enumera 30 métodos para destruir la creatividad de los candidatos a psicoanalistas, que se pueden agrupar en los siguientes subconjuntos: Limitación de la crítica, lentificación artificiosa e innecesaria del proceso de formación, marginalidad de la actividad científica, dogmatismo teórico, estructura jerárquica y autoritaria, estímulos para configurar idealizaciones de los líderes carismáticos mayores, implementación de supervisiones directivas, uso de interpretaciones “silvestres” y manejo de cualquier discrepancia con los candidatos con la consigna “de vuelta al diván”, e infiltraciones de aspectos políticos en los ámbitos académico y científico. A pesar de que este estado de cosas ha cambiado un tanto en los últimos años, se continúa publicando artículos en este mismo sentido, procedentes de institutos de los diversos continentes. Rocha Barros (1995) psicoanalista brasileño, formado en la Sociedad Británica, en su artículo sobre originalidad e imitación del pensamiento psicoanalítico latinoamericano, afirma que la esterilidad e imitación predominan en éste, debido a la sumisión y espíritu colonial presentes en los círculos psicoanalíticos de los países del Tercer Mundo, respecto de los pensadores del Primer Mundo, a lo que se suma la simplificación y banalización de las ideas, y su manejo como objetos de consumo de parte de los analistas latinoamericanos.


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Ogden (2005) señala que escribir sobre vivencias y no sobre hechos observables, agrega un grado de dificultad para la escritura en psicoanálisis. A esta observación antepongo la siguiente consideración: De eso se trata en psicoanálisis y se debe estar preparado para ello; la interpretación también trata de lo mismo, pasar a las palabras una vivencia común, lograda mediante una identificación concordante. La queja de este autor equivaldría a que un físico se lamentara de tener que formular sus teorías en términos matemáticos. Por mi parte destaco dos elementos que me parecen fundamentales: El papel de la crítica, la recepción de la misma por parte de los criticados y la confusión que a veces ocurre entre el autor y su obra. La actividad crítica o arte de juzgar la verdad de las cosas (en nuestro caso), es un elemento indispensable de la actividad científica, la cual debe estar presente a todo lo largo del proceso. Para que ésta sea verdaderamente científica debe tener al menos dos condiciones: que se base en la evidencia (hechos clínicos) y que se ocupe también de la argumentación que sostiene una afirmación. Esta actividad, por lo tanto, debe estar basada en la evidencia y la razón: es la llamada crítica razonada. En este sentido es tanto destructiva como constructiva: reúne los dos elementos aún cuando hay quienes la separan artificiosamente, pues sólo toleran las llamadas “críticas constructivas”. Cosa muy distinta es el critiquizar (abusar de la crítica, traspasando sus justos límites); esto está plagado de opiniones, creencias, especulaciones, opiniones de autoridad, dogmatismos, ataques a la persona y hasta supercherías. En cuanto a la recepción de la crítica razonada, todo científico debe aceptarla y agradecerla, pues lo rescata de la ignorancia y el error y le permite desarrollar su pensamiento. Quienes no la toleran, es porque no la toman

como tal, sino de manera primitiva y emocional, como si fuese una descalificación, un ataque, un insulto, un rechazo, que lo humilla, avergüenza o le inflige una herida a su auto-estima. En cuanto a la confusión entre el autor y su obra, ésta puede darse de parte del crítico, cuando critica al autor y no a su obra, produciendo una crítica “ad hominem”. También se puede dar esta situación cuando quien recibe críticas a su obra, las toma como si fueran contra sí mismo, por encontrase totalmente identificado con ella, perdiendo los límites entre él y su producción. 2.4. Factores que favorecen la actividad científica

Como ya hemos visto, la actividad científica es cuestión de método; se trata entonces de familiarizar a los estudiantes con él, de modo que los lleve a pensar científicamente. El conocimiento científico es un paso más allá del conocimiento común, pero su aparición en el desarrollo de la humanidad, por lo menos en la cultura occidental, tiene sólo unos trescientos años de evolución, desde Galileo y Newton, antes de lo cual el hombre sobrevivió, desde sus orígenes, mediante sus instintos, sentido común, conocimiento común y gracias a un pensamiento mágico y religioso. Cosa similar sucede en el desarrollo ontogénico: el pensamiento hipotético-deductivo, base del pensamiento científico, sólo se inicia en su desarrollo alrededor de los 14 años. En cuanto al pensamiento analítico, cuyo desarrollo debe ir de la mano de la formación, se inicia con el análisis personal y las supervisiones. Principalmente, está caracterizado por la capacidad de comprender el fenómeno humano trascendiendo las apariencias, la fachada, lo consciente, desentrañando lo oculto, el inconsciente; es un pensar no dogmático, atento a las manifestaciones del inconsciente, probabilístico, que tolera


ACTIVIDADES CIENTÍFICAS EN INSTITUCIONES PSICOANALÍTICAS Y CREATIVIDAD

la espera, la incertidumbre, y que implica un estrecho contacto con nuestras emociones y las de nuestros pacientes, con la capacidad de recibir y asimilar lo diferente y útil, sin socavar nuestro propio narcisismo. Como se puede apreciar, el pensamiento científico y el pensamiento analítico son formas recién llegadas dentro de nuestro desarrollo como pertenecientes al género humano, como personas y como analistas; por lo tanto, debemos estimular su presencia y su uso a lo largo de la formación como analistas, y no solamente programando talleresseminarios al final de la carrera. Es un trabajo que en conjunto deben emprender maestros y alumnos. Para ello se han sugerido los siguientes procesos de aprendizaje: • Invitar a reflexionar sobre un hecho, o la explicación de uno, cotejando todas las posibles explicaciones, intentando conciliarlas o eliminando las no pertinentes. • Llevar registros meticulosos del suceder analítico en las diferentes esferas de pensamiento-vivencia-lenguaje corporal, acción. • Tener presente que todo conocimiento obtenido es parcial y provisional. • Tolerar la incertidumbre y las dudas. • Considerar las diferentes variables con cuidado, sin desechar “a priori”, ninguna de ellas. • Plantear los problemas de manera rigurosa y sistemática. • Utilizar los diferentes métodos de verificación anteriormente enumerados. 2.5. Algunas palabras sobre la creatividad: analogía, de-construcción y síntesis

Se ha definido la creatividad como la capacidad de construir algo nuevo, en nuestro caso, construir nuevo pensamiento analítico. Algunos autores consideran que para ser creativos, es necesario pensar analógicamente,

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es decir, utilizar analogías, modelos similares. Hay muchos ejemplos en la ciencia de este tipo de pensamiento: J.F. Champollion descifró los jeroglíficos del Egipto antiguo, grabados en la piedra Rosetta, no sólo por su curiosidad, capacidad de observación, habilidad y facilidad para dominar idiomas, sino principalmente porque fue capaz de establecer analogías entre el copto, idioma egipcio y los jeroglíficos antiguos. Además, procedió utilizando la herramienta de la triangulación, esto es, comparando inscripciones jeroglíficas de diversa procedencia. En épocas recientes Niels Bohr formuló la estructura del átomo basado en el modelo astronómico. Pero, también la creatividad puede resultar como un descubrimiento de lo nuevo a consecuencia de deshacerse de viejas estructuras, que ya no se necesitan, o sea, una de-construcción. Se trata de romper con creencias tradicionales falsas, como cuando se llegó a concebir a la tierra como un cuerpo esférico y no plano, o cuando Copérnico y Galileo se atrevieron a romper con la teoría Ptoloméica de que la tierra era el centro del universo, Einstein planteó la dimensión espacio-tiempo de manera relativa y Freud fue más allá de la esfera consciente y postuló la existencia de un inconsciente dinámico. La otra vía hacia la creatividad es la síntesis, bien ejemplificada en la creación de la teoría de las supercuerdas (ver Murray GellMann, 1994). Esta teoría busca describir todas las partículas elementales, o Teoría Quántica de Campos Unificada; es decir, incorpora la relatividad general y los demás campos (electro-magnético y gravitacional) dentro de sólo una teoría quántica. Según los investigadores físico-matemáticos, es “una teoría simple y hermosa”. Me faltaba por mencionar la paciencia, convicción y dedicación indispensables para la actividad investigativa. Recuérdese el trabajo que emprendieron Calmette y Guerin,


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en el Instituto Pasteur de París, trabajo que se prolongó durante 13 años, logrando que el bacilo de la tuberculosis perdiera virulencia mediante 231 siembras secuenciales, lo cual les llevó finalmente a la creación de la vacuna contra la tuberculosis o B.C.G., aplicada por primera vez a un ser humano en París en 1921. 2.6. Aspectos operativos Recomendaciones

1. Incluir los factores enunciados para el estímulo de la actividad científica, a todo lo ancho y lo largo de la formación psicoanalítica. 2. Participación de las tres Sociedades Psicoanalíticas con sede en Bogotá, de manera conjunta, al menos en los mayores eventos científicos: Jornadas, Congresos, Simposios, Encuentros, Coloquios, etc. 3. Programar, también de manera conjunta, las visitas de los psicoanalistas extranjeros. 4. Intercambiar comunicaciones científicas utilizando la vía de Internet y, de ser viable, llegar a editar una revista en común.

3. PONENCIA DEL DR. FABIO ESLAVA CERÓN3 Quiero ante todo, agradecer la oportunidad que nos da la Sociedad, y especialmente el Dr. Eduardo Laverde, de compartir algunas ideas alrededor del tema de la investigación en Psicoanálisis. Al revisar hoy las ideas acerca del tema de Investigación en Psicoanálisis encuentro que la Asociación Psicoanalítica Colombiana ha mostrado su inquietud desde hace varios años por abordar los problemas epistemológicos de nuestra práctica. Una amplia discu3 4

sión a partir de las ponencias de dos eminentes epistemólogos está publicada en nuestra revista en 19884. Se trataba de un momento de gran auge de las ciencias capaces de producir datos cuantitativamente mensurables, mientras el psicoanálisis buscaba legitimidad y un lugar entre ellas. Las discusiones se centraban sobre si el psicoanálisis se consideraba una disciplina con estructura teórica, metodología propia y una praxis y si, por ende, en su seno era posible la aparición de la investigación. Luego estaba el problema del objeto. Se trataba de conocer el inconsciente de las personas a través de un proceso eminentemente hermenéutico del lenguaje del paciente. En eso coincidimos con las premisas básicas de las que parten los investigadores de Ulm, THOMÄ Y KÄCHELE. “Una línea teórica conduce de la hermenéutica filológica, teológica e histórica a la psicología comprensiva. Las exigencias de empatizar, de “ponerse en el lugar de” -se trate de un texto o de la situación de un semejante-, conforman el común denominador que vincula a la psicología comprensiva con las ciencias humanas. El asumir las vivencias del otro, es también una de las precondiciones que posibilitan el proceso terapéutico psicoanalítico. Introspección y empatía son características esenciales de las reglas técnicas complementarias de la “asociación libre” y la “atención libremente flotante”. La frase de Hegel (cit. en Apel 1955, p. 170): “El comprender es siempre una identificación del yo y del objeto, una reconciliación entre aquello que, de no mediar la comprensión, estaría separado -lo que no comprendo me es ajeno y otro-”, traducida en términos contemporáneos, podría provenir de un psicoanalista que se ocupa de la esencia de la empatía (ver por ej. Greenson 1960, Kohut 1959).

Miembro Titular Didacta de la Asociación Psicoanalítica Colombiana. Revista Psicoanálisis, Vol. IV N° 1 Agosto 1988 pp. 3-34.


ACTIVIDADES CIENTÍFICAS EN INSTITUCIONES PSICOANALÍTICAS Y CREATIVIDAD

Kohut (1959, p. 464) enfatiza que “Freud tornó utilizables la introspección y la empatía como instrumentos científicos para la observación sistemática y el descubrimiento”. Nuestras preguntas al respecto, sin embargo, permanecen vigentes y crecientes en complejidad. Coincido con Azzareto5 quien se pregunta: Al momento de ubicar la cuestión acerca de lo que entendemos por Investigación en Psicoanálisis se nos presentan varias dificultades: ¿Nos referimos al campo de investigación? ¿Aludimos a los procedimientos? ¿Señalamos una lógica de investigación específica? ¿Pensamos en Investigación en Psicoanálisis, en Investigaciones en Psicoanálisis? ¿La especificidad depende de si se trata de Investigación en Psicoanálisis o de Investigaciones con el Psicoanálisis? Más recientemente se publicó un trabajo en el que un grupo de analistas de la Asociación aportó materiales clínicos que fueron procesados en el seno del grupo con el ánimo de responder la pregunta de si existe un consenso clínico entre los participantes. Este trabajo, dirigido por el Dr. Mario González es, a mi manera de ver, un esfuerzo generador de hipótesis que convendría someter a un grupo mayor de psicoanalistas. El pensamiento científico es una de las expresiones superiores de la evolución. Sin embargo, en nuestro tiempo es difícil mantener la polaridad entre pensamiento científico y pensamiento mágico, tan fácil de sostener en el siglo XIX. La investigación es el alimento del pensamiento científico y éste, gracias a la investigación, es el alimento de las aplicaciones tecnológicas. El caso sui generis del Psicoanálisis es que es una teoría científica y al tiempo, en cuanto terapia, es una tecnología. En palabras 5

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de Freud, el psicoanálisis es una ciencia, parte de la Psicología, que desde el comienzo se ha definido como una teoría de la mente, una forma de terapia y un método de investigación. Además, la práctica psicoanalítica se da en medio de una pareja de analista y analizado, uno de los cuales se somete a un proceso de regresión frente a otro que, para captarlo y comprenderlo, tiene que acompañarlo empáticamente y traducir en interpretaciones lo que recibe, gracias a una apertura que no es la intelectual de quien busca un quid de la cuestión, y que se expresa en la llamada “atención flotante”. Siempre me he hecho la pregunta de si este estado del analista supone un funcionamiento neurológico especial. Estoy seguro de que se trata de una actitud de apertura de un aparato de percepción global que, dado un bagaje teórico y unas condiciones personales -actuando ambas como trasfondo-, funciona de una manera integradora, susceptible de ser traducida en una interpretación. Al mismo tiempo, siempre se ha preconizado la actitud investigadora en el sentido de observación curiosa de ambos individuos como condición para que el inconsciente se revele y permita el trabajo interpretativo. Sin embargo, se trata de una investigación con base en los resultados del “no buscar” que surge del intercambio entre la asociación libre de un analizado y la atención flotante de un analista. Asimismo, la propia interpretación, según nuestro aprendizaje, no es otra cosa que una hipótesis explicativa que puede confirmarse o no a través de ese proceso que en dialecto argentino se ha llamado espantosamente el “testeo”, pero que quizá al llamarlo de otra manera desdibuje la intención de la palabra. Creo que, en términos amplios, quien investiga es un buscador de respuestas, mien-

I Jornada “Peirce en la Argentina”10 de septiembre de 2004. Clara Ma. Azaretto. APORTES DE LOS DESARROLLOS LÓGICOS DE PEIRCE A LA LÓGICA DE INVESTIGACIÓN EN PSICOANÁLISIS (claraazar@fibertel.com.ar).


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tras que la práctica psicoanalítica exige despojarse de la intención de buscar con una linterna direccional en la penumbra de la mente. El típico investigador se apoya en la utopía de la objetividad, vedada para todo psicoanalista en funciones terapéuticas o de simple interacción con su paciente. En nuestra práctica, más que en ninguna otra, encuentra su apoteosis el principio de incertidumbre de Heisenberg. Ambos, sin embargo, deberían ser capaces de formularse preguntas. El uno para enunciar hipótesis y métodos para someterlas a prueba, y el otro para interpretar de manera que su paciente se beneficie, ya sea del método freudiano ‘donde había ello habrá Yo’, o del Kohutiano ‘donde había déficit habrá estructura’. Entonces, ¿se puede investigar o no en psicoanálisis? Creo que sí, pero no lo puede hacer el analista durante la situación analítica sin exponerse a un sinnúmero de dificultades. Sí creo que puede investigar, a posteriori, en el material del psicoanálisis del que ha formado parte. Puede investigar a partir de la introspección consciente de sus colegas y de sí mismo, cuando logran una cierta distancia del proceso. La observación del psicoanálisis ya no admite la visión focalizada en el individuo que se analiza. Debe por fuerza incluir tanto al analista como al vínculo entre ambos. Creo que es necesario que el psicoanálisis como teoría pueda hacer un trabajo de comparación con otras ramas de la psicología y una traducción de conceptos a un lenguaje común que haga comparables los hallazgos desde diferentes puntos de vista. El psicoanálisis constituye una ciencia básica del estudio de la mente junto con otras y, en cuanto técnica terapéutica, debería poder comparar sus procedimientos con las aplicaciones de otras teorías y corrientes del pensamiento. Se me ocurre aportar a la discusión lo que me parece pueden ser algunas de las dificultades.

1. La disparidad del lenguaje con el de otras ciencias.

Es evidente la necesidad de alimentar al Psicoanálisis con los conocimientos que surgen de la investigación desde su interior, y no lo es menos el hecho de que se impone su enriquecimiento con los hallazgos de otras disciplinas psicológicas y de la neurociencia. Sin embargo, la traducción de conceptos que no se superponen con exactitud exige un trabajo interdisciplinario con perspectivas amplias que no se dan muy frecuentemente. 2. Las diferencias teóricas entre psicoanalistas.

Gracias a su historia como movimiento, desde sus orígenes ha representado una inquietud la línea no siempre definida entre lo que es y lo que no es Psicoanálisis. Quizá también debido a la enorme cantidad y variedad de aportes teóricos, nos encontramos en un punto de la evolución del conocimiento que exige la discusión científica que permitirá compararlos entre sí y con lo que se vaya evidenciando como “ciencia básica” del Psicoanálisis. 3. La necesidad emocional del analista de protegerse contra la incertidumbre.

A pesar de que este punto ha sido ampliamente documentado y enfrentado desde el punto de vista de la técnica, en la práctica la función tranquilizadora de los paradigmas y los dogmas incontrovertibles se imponen a veces como punto de partida en el momento de transmitir conocimientos psicoanalíticos. 4. La dificultad para establecer el objeto de la investigación psicoanalítica.

El carácter hermenéutico del Psicoanálisis presenta las condiciones arriba citadas. 5. La resistencia de los colegas a exponer su práctica al examen investigador.


ACTIVIDADES CIENTÍFICAS EN INSTITUCIONES PSICOANALÍTICAS Y CREATIVIDAD

4. PONENCIA DEL DR. HERNÁN SANTACRUZ O.6 Leyendo y escuchando a los expositores veo cómo nuestra disciplina y nuestro quehacer, aun cuando se afirme que transcurren encerrados en sí mismos, aislados de la realidad, o sumergidos en la atemporalidad del inconsciente, no escapan al impacto de lo que sucede en el mundo exterior, afirmación que por sí misma lleva a dudar de esa tajante división de adentro-afuera, que, junto con otras similares, ha generado dilemas y debates contemporáneos, aunque también intentos de solución, algunos aquí planteados: Estas discusiones apuntan, en primer lugar, a la ruptura entre ciencia y creación, pues en la tradición moderna la creación ha estado del lado del Arte, antítesis de la Ciencia, es decir, del conocimiento metódico, analítico, racional, objetivo, opuesto a la expresión subjetiva, emocional, intuitiva, sin razones (ni pedidas, ni dadas). La Ciencia, imagen del mundo organizado, legalmente establecido, común y universal; el Arte, caótico, único, particular, irrepetible. Ciertos pensadores actuales zanjarían esta discusión borrando las oposiciones o revirtiéndolas, convirtiendo, por ejemplo, el interior en exterior; pero es también posible intentar otras opciones, como hacen Lapacó y Laverde. La creación sirve como anillo al dedo para trastocar constructivamente esos límites, pues puede unirse tanto a la noción de mundo interno a través de la inspiración, la intuición, fuerza personal, subjetiva, como situarla en un terreno mediano representado por la Musa que posee, irrumpe de fuera pero se hace propia, hasta, lo señala la doctora Lapacó, ser el resultado de la interacción social, necesitar del Otro.

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Esta comprensión la hace ubicua, y le permite, en el psicoanálisis: I. Estar presente en el tratamiento, en donde se actualiza y particulariza cada conocimiento, pues éste surge y se transforma en los nexos de la pareja psicoanalítica y allí se llena de sentido en compañía. II. Expresarse en la generación de nuevo saber, dándole vida al corpus teórico, aunque esas contribuciones, lo señala el Dr. Laverde, no estén siempre suficientemente elaboradas o aceptadas, dando lugar, por tal motivo, a tener sobre qué pensar, preguntarse, continuar indagando, en la tarea de perfeccionar, refinar. III. Ser parte del peculiar proceso formativo, que trasciende la razón, pues se aprende en la vivencia; el saber está ligado al que enseña y a aquél acerca de quien se enseña, y trata no sólo de conceptos sino de maneras de hacer y de ser, de vivir. Recoger y transmitir lo anterior, organizarlo en procesos investigativos, presiona con claridad por la búsqueda y aceptación de diseños flexibles, que obvien las habituales inquietudes acerca de las relaciones de sujeto-objeto, la función de la prueba, el papel del investigador, entre otras, que infundieron a ciertas maneras de entender el psicoanálisis inmensos temores persecutorios, al cuestionar su carácter científico, siendo éste el único legítimo, el único válido, asumiendo algunos acostarse en el lecho de Procusto, aun cuando para ello hubiese de recortar o inhibir la esencia, o intentar reemplazar la lógica narrativa por la numérica. En este sentido, la investigación conocida por “cualitativa” abre posibilidades valiosas en sus distintas vertientes: fenomenológica, hermenéutica, crítica, etc., en tanto que, al igual que el psicoanálisis, se interesa por: los

Miembro Titular Didacta Sociedad Psicoanalítica Freudiana de Colombia – IPA.


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datos tomados de la experiencia, el punto de vista de los implicados, ideas que surgen de la indagación, procesos de esclarecimiento progresivo, validación por consenso, etc.. Pero, en otros terrenos, verbigracia el de la crítica, al cual se ha hecho alusión más arriba, también cabe preguntarse si la lucha por la objetividad y la distancia, por la neutralidad, por mantener límites impenetrables, lleva a escindir, a mantener a raya de manera permanente nuestras emociones y sentimientos, para luego, tal vez por el escaso uso, dejarlos surgir abrupta y torpemente en las relaciones e interacciones con nuestros colegas. Entonces, el hacer entre todos, requiere centrarnos en la tarea, dejando en remojo (para que se despercuda), el sujeto moderno, autónomo, competitivo, autoritario, el del saber y el poder patriarcal (que todos, seamos mujeres u hombres llevamos dentro), a quien no se le puede discutir o interpelar so pena de despertar su ira o, paradójicamente, despertarlo de la sumisión colonialista, para hacer posible la creación colectiva, la que crece en el intercambio, la que conjuga lo diverso. Supone aceptar con modestia y placer esa dependencia que llamamos “sana” para ganar, ya lo dijeron, en confianza, seguridad y pertenencia. Buscando lograrlo, teniendo en cuenta lo propuesto por el Dr. Laverde, podemos trabajar en: • Establecer un espacio común (presencial y virtual) para discutir, presentar ideas, experiencias, en donde tengan cabida la razón traducida en análisis, elaboraciones y discusiones conceptuales además de las emociones; para pensar y crear con pasión, disentir con respeto, criticar con afecto; para compartir el saber con generosidad.

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• Actividades de formación y actualización para las tres Sociedades, algunas de coeducación, en donde cada uno ponga en público sus haberes. Asimismo, seminarios a los cuales puedan asistir todos los candidatos, aprovechando las fortalezas de cada una y reduciendo los esfuerzos. • Proyectos de investigación conjuntos, precedidos por capacitación para los miembros neófitos en el campo, e inclusión de aquellos en la formación de candidatos. En la misma línea, publicaciones y presentaciones en congresos comunes. • Hacer presencia explícita en las distintas realidades de las que somos parte, mediante labores de difusión, asesoría, docencia pero, particularmente, con interacciones maduras en los ámbitos de nuestra vida corriente, reiterando que el psicoanálisis es también una comprensión del mundo y de la forma de relacionarnos con éste.

5. COMENTARIO DR. ALBERTO FERGUSSON7 La presencia en esta mesa redonda, de dos viejos amigos, Fabio Eslava y Hernán Santacruz, me animó a escribir unas breves reflexiones acerca del tema propuesto para hoy. Me refiero de manera especial a ese par de amigos, dado que en esta ocasión ellos juegan de visitantes y Eduardo Laverde juega de local. De hecho, pensaba que no debe ser fácil para un analista joven entender de qué manera las peculiares vicisitudes del movimiento psicoanalítico colombiano han producido, entre otras cosas, que personas como Hernán, Fabio y yo, amigos y colegas, pertenezcamos cada uno a un minifundio psicoanalítico diferente, en lugar de hacer parte integral de lo que podría ser el gran

Miembro Didacta de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis.


ACTIVIDADES CIENTÍFICAS EN INSTITUCIONES PSICOANALÍTICAS Y CREATIVIDAD

movimiento psicoanalítico colombiano. Afortunadamente a mi otro viejo amigo y compañero de luchas, también aquí presente, Víctor Salamanca, no le ha dado por crear otro minifundio psicoanalítico en Cali. De hecho el tema de esta Mesa Redonda está relacionado con toda esa dinámica del movimiento psicoanalítico colombiano. Permítanme un ejemplo personal: Hace días tengo listo un trabajo, el cual por diferentes motivos, desearía presentarlo simultáneamente a colegas que pertenecen a minifundios psicoanalíticos diferentes. Para utilizar palabras de actualidad, pienso que el mínimo intercambio humanitario que debemos permitirnos los analistas colombianos, es el intercambio científico. Felicitaciones entonces, a los organizadores de esta Mesa por dar un paso en ese sentido y hagamos votos porque la naciente Federación Colombiana de Psicoanálisis pierda un poco su timidez y su excesiva prudencia y dé pasos concretos, inicialmente en la búsqueda de un saludable intercambio científico. Son dos las consideraciones que deseo aportar muy brevemente a esta ocasión: En primer lugar, tal como lo saben los expertos en organizaciones, es típico que cualquier grupo humano genere una dialéctica inversa entre la creatividad y la normatividad. Las épocas poco creativas de las organizaciones siempre se tornan muy normativas y a la inversa ocurre cuando existe creatividad. Es una dialéctica en la cual no es fácil determinar cuál es la causa primera. ¿Será que al existir poca creatividad ello se compensa con normatividad? ¿Será que el exceso de normatividad bloquea la creatividad? Seguramente ambos fenómenos ocurren simultáneamente. A nivel personal esta dialéctica inversa también es evidente. Nuestros momentos más creativos cursan con una mínima normatividad y la normatividad excesiva es generalmente el refugio de la ausencia de creatividad.

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Surge entonces el Segundo aspecto que deseo mencionar. Me refiero a los dos fantasmas que han perseguido al psicoanálisis desde su origen. El primero de ellos, tiene que ver con la precisión de sus límites: qué es y qué no es psicoanálisis; y el segundo, se relaciona con las dudas acerca de su carácter científico. Siempre han existido colegas que han asumido el incómodo rol de representar dichos fantasmas. Paradójicamente, en aras de defender la técnica del psicoanálisis y al psicoanálisis como ciencia, se puede coartar sin quererlo el desarrollo de aquella creatividad que precisamente llevaría, poco a poco, a enriquecer la técnica psicoanalítica y a éste como ciencia. La escasez de trabajos científicos en las sociedades psicoanalíticas, contrasta con la riqueza, originalidad y creatividad de las ideas y observaciones psicoanalíticas que uno escucha de los colegas en escenarios más informales, en supervisiones, o cuando se tiene la oportunidad de tener a colegas en análisis. No me parece entonces que falten creatividad e ideas originales entre los analistas. Lo que ocurre es que la gran mayoría de ellas no se transforman en trabajos científicos, a mi juicio, debido principalmente a la acción de los dos fantasmas que he mencionado. Van a decir que no es psicoanálisis o van a decir que no es ciencia. Considero que solamente la creación de una atmósfera en las asociaciones pertinentes donde los dos fantasmas mencionados sean razonablemente neutralizados, llevará a que volvamos a conocer todas aquellas ideas y ocurrencias fascinantes que tienen los y las colegas y que quedan sin conocerse públicamente. Hay que entender que las ideas se tornan psicoanalíticas y científicas gradualmente, que al nacer las ideas que se tornarán científicas y psicoanalíticas son frágiles, y que no pueden sobrevivir si se les somete prematuramente a la acción de los fantasmas que he descrito. Por otro lado, creando


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la atmósfera propicia que pretendo describir, se evita el peligro de crear un psicoanálisis acartonado y aburrido por las exigencias prematuras de ser demasiado psicoanalíticas y demasiado científicas. Lo anterior, pienso que también ayuda a que el psicoanálisis recupere plenamente su función liberadora. Esto es especialmente importante en un momento en el que el péndulo se está moviendo y estamos saliendo del organicismo vulgar que imperó durante los últimos veinte años. Los analistas podremos así volver a sacar de la clandestinidad muchas de nuestras ocurrencias, que han permanecido en silencio por el paradójico temor de que quizás no sean suficientemente psicoanalíticas o científicas.

6. COMENTARIO DOCTOR MARIO GONZÁLEZ VELÁSQUEZ8 En el año 2005, cinco psicoanalistas de Asociación Psicoanalítica Colombiana presentamos la investigación titulada “Consenso Clínico sobre la Cura Psicoanalítica del Síntoma”. Utilizamos un método comparativo, no experimental ni estadístico, sino comparativo particular, con un número reducido de casos, cinco casos avanzados de análisis. Cada investigador presentó uno, describiendo la historia del síntoma y su desenvolvimiento en la transferencia hasta su curación. Luego, mediante un cuestionario de diez ítems que agrupaba los conceptos fundamentales del tratamiento, los investigadores evaluaron independientemente cada uno de ellos. La coincidencia fue muy alta, corroborándose la hipótesis de Wallerstein y Kernberg sobre la mayor convergencia clínica entre los psicoanalistas en relación a la teórica. Pero, lo más importante de este estudio longitudinal, que duró un año, fue la crea-

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ción de un instrumento que permite a otros grupos replicar la experiencia y aumentar la percepción de convergencia. En este tipo de estudio se exploran aspectos del proceso psicoanalítico en microsegmentos secuenciales, lo cual permite correlacionar variables de diagnóstico, proceso y resultados. Se trata de una de las metodologías contemporáneas que puede estimular mejor la creatividad dentro de nuestros Institutos. La creatividad incluye concebir y producir (embarazo y parto). Y como proceso interno es el colofón de todo proceso educativo y formativo. Muy pocas veces se logra un descubrimiento supremo o se llega a una investigación extraordinaria. Las más de las veces es un estímulo interno a la actividad cotidiana de pensar, registrar y escribir observaciones o inferencias sobre un fenómeno clínico determinado. No busca siempre cambiar un paradigma, sino contribuir a esclarecer la naturaleza de los interrogantes que genera la clínica, sin utilizar respuestas inmediatas basadas en teorías previas. Podríamos estimular la creatividad en nuestros Institutos procurando que en los trabajos de los candidatos se siga el modelo de los estudios que relacionan diagnóstico, proceso y resultados, en los cuales se presenta la evaluación del caso, el progreso del proceso analítico y el resumen final que articula teoría y clínica. En realidad, la mayoría de los trabajos de los candidatos exhibe una gran pobreza en cuanto a la descripción de la habilidad para fundamentar el trabajo psicoanalítico y en cuanto a la demostración de la capacidad para aplicar el modelo básico, en el contexto de una adecuada correlación entre referentes vivenciales clínicos y premisas conceptuales. Si ayudamos para que estos trabajos incluyan elementos de la metodología mencionada,

Miembro Titular Didacta Asociación Psicoanalítica Colombiana.


ACTIVIDADES CIENTÍFICAS EN INSTITUCIONES PSICOANALÍTICAS Y CREATIVIDAD

con miras a evitar la teorización exagerada y la especulación, podremos esperar que en un futuro, a partir de esta semilla, cada vez más colegas contribuyan a la creatividad científica del psicoanálisis. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS EDUARDO LAVERDE-RUBIO Ahumada J. L. (1997) Disclosures and refutations: clinical: psychoanalysis as a logic of inquiry. Int. J. Psycho-Anal. 78: 1105-18. Gell-Mann M. (1995) El Quark y el jaguar. Barcelona: Tusquets Ed., 1994. Kernberg, O (1996) Thirty methods to destroy the creativity of psychoanalytic candidates. 77: 1031-1040. Luborsky L. & Luborsky E. (1993) The era of measures of transference: The CCRT and other measures. J. Amer. Psychoanal. Ass. 41: 329-51.

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Ogden T. (2005) On Psychoanalytic writing. Int. J. Psychoanal. 86:15-29. Olds D &. Cooper A (1997) A Dialogue with other sciences. Int. J Psycho-Anal. 78: 219-25. Pally R. (1997) Memory. Int. J Psycho-Anal. 78: 1223-33. Pally R. (1998) Consciousness: a neuroscience perspective. Int. J Psycho-Anal. 79: 971-89. Rocha Barros E. (1995) The problem of originality and imitation in psychoanalytic thought. Int. J Psycho-Anal. 76: 835-843. Stern D. (1985) The interpersonal world of the infant. New York: Basic Books.

MARTA LAPACÓ Anzieu D. (1996) Crear Destruir. Madrid: Biblioteca Nueva. Kaës R. (1994) La Palabra y el Vínculo: Procesos Asociativos en los grupos. Buenos Aires: Amorrortu Editores.



RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS



PSICOANÁLISIS XX (1); 119, 2008

HOMENAJE AL DOCTOR ROBERTO DE ZUBIRÍA CONSUEGRA Los miembros de la Asociación Psicoanalítica Colombiana rendimos un homenaje al Profesor y analista Didacta Roberto De Zubiría Consuegra el pasado 14 de junio con la presentación de los trabajos sobre dos de sus libros: Los orígenes del Complejo de Edipo a cargo del Dr. Italo di Ruggiero y Muerte y Psicoanálisis a cargo del Dr. Álvaro Méndez. El Dr. Mario González escribió una semblanza titulada “Roberto De Zubiría Consuegra, hermano mayor de un Clan Fraterno”. La presentación contó con su participación, la de su esposa y su hermano Eduardo. El Dr. Eduardo De Zubiría se dirigió a los miembros de la Asociación agradeciendo el homenaje. Fue un acto muy emotivo donde se expresó el afecto que le profesamos al maestro. El profesor Roberto a pesar de sus quebrantos de salud se observó contento. Fue

muy grato ofrecerle este homenaje y contar con su presencia. Al final se le entregó una placa y se ofreció una copa de vino. A continuación, presentamos los textos que fueron leídos con motivo del Homenaje, como reconocimiento a su gran contribución en el campo del Psicoanálisis en Colombia y a toda una vida dedicada a su desarrollo, comprensión y difusión. El acto se llevó a cabo en la sede del Instituto Colombiano del Sistema Nervioso, ‘Clínica Montserrat’, donde funciona la sede de la Asociación Psicoanalítica Colombiana, en la ciudad de Bogotá D.C., y contó con la asistencia de representativas personalidades del quehacer psicoanalítico nacional, reunidas en torno a uno de los pioneros en la práctica de esta disciplina científica en el país.

Homenaje al Dr. Roberto De Zubiría Consuegra (sentado, 4º de izquierda a derecha).



PSICOANÁLISIS XX (1); 121-123, 2008

ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA COLOMBIANA Roberto De Zubiría Consuegra, Hermano Mayor de un Clan Fraterno MARIO GONZÁLEZ VELÁSQUEZ1 Bogotá, Junio 14 de 2008

En todas las sociedades se utilizan los términos de parentesco para designar por analogía las relaciones y los vínculos que establecen los individuos dentro de las diferentes organizaciones. Se habla de linaje cuando los lazos son demostrados y genealógicamente trazados; y de clan cuando los lazos no son demostrables y la descendencia es “putativa” (Goody, 1975)*. Sobre su linaje el doctor Roberto De Zubiría escribió el libro “La familia De Zubiría en la Historia de Cartagena de Indias”, editado por Utopos en Bogotá, año 2006; sobre el clan, al cual tuve la suerte de pertenecer, escribiré en este relato, en forma inconsulta, pero sobretodo, necesariamente, en forma incompleta. El parentesco ritual propio de los clanes tiene que ver más con el ideal fraterno que con el comportamiento real de los hermanos. Es, por tal razón, menos ambivalente, pero, igualmente, se verá sometido a las exigencias discordantes de las nuevas generaciones. Cuando los sentimientos personales propician una base de confianza entre los individuos, el clan puede constituirse en una fuerza integradora para la cohesión de una empresa o institución. El clan de hermanos muchas veces sustituye con éxito el poder y la autoridad de los padres, sobretodo cuando ellos han entrado en una crisis irreversible. Cuando la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis se dividió a causa del distanciamiento entre los dos líderes que fungían de

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“padres” del llamado en ese tiempo “movimiento analítico”, los doctores Arturo Lizarazo y José Francisco Socarrás, ocurrieron varios hechos propios de una situación crítica. Surgió la Asociación Psicoanalítica Colombiana, sin la vinculación a la organización internacional del psicoanálisis, es decir, a la Asociación Psicoanalítica Internacional (I.P.A.). Al permanecer por más de 30 años en esta circunstancia anómala, se fue extinguiendo la primera generación de analistas sin que hubiera tenido la oportunidad de liderar el proceso integracionista, con miras a la reincorporación de la institución a su entidad rectora, la I.P.A. En efecto, el grupo que fundó la Asociación Psicoanalítica Colombiana, en Junio de 1962, quedó reducido a cuatro miembros en 1994, año en el que se inició el proceso de ingreso a la I.P.A. bajo el patrocinio de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis. Estos cuatro miembros fueron los doctores Alfonso Martínez Rueda, Roberto De Zubiría Consuegra, José A. Márquez Cuervo y Mario González Velásquez. Los otros fundadores, o bien se habían retirado de la Asociación, o lamentablemente habían fallecido. Ellos eran los doctores Gustavo Ángel Villegas, Julián Córdoba Carvajal, Henry García Escobar, Humberto Rosselli Quijano y Álvaro Villar Gaviria: En Junio de 1991 murió el doctor Arturo Lizarazo y en noviembre del mismo año el doctor Alfonso Martínez. También murió el doctor José Francisco Socarrás, en 1995, después de

Goody, J (1975) Parentesco: seudoparentesco, Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales. Aguilar, Madrid, p.p 591-601. Miembro Titular Didacta A.P.C.


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ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA COLOMBIANA

dar todo su apoyo a la Asociación para conseguir el anhelado propósito. En tales circunstancias correspondió al “clan de hermanos”, conformado por los doctores De Zubiría, Márquez y González, ingresar de nuevo a la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis para completar su formación y, a renglón seguido, impulsar las gestiones para la aceptación de la Asociación como sociedad componente de la I.P.A.. Este grupo gestor tuvo que funcionar en adelante sin la tutela de las figuras parentales fundadoras de la institución. He denominado “clan de “hermanos” a este trío por varias razones: nuestros análisis didácticos fueron con el mismo psicoanalista, Arturo Lizarazo (Roberto y José empezaron en 1957 y yo lo hice en 1958); pertenecimos a la misma promoción dentro de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis; compartimos intensamente los avatares de la formación; tuvimos el consultorio en el mismo edificio en los comienzos del ejercicio profesional como psicoanalistas (calle 60A # 5-54), lo cual facilitaba los encuentros extraanalíticos propicios al inexcusable “acting out”; nuestras vidas familiares se entrelazaron para disfrutar de gratos momentos de expansión en medio de la chispa irónica y mordaz, pero siempre inteligente y profunda, de Roberto, y de los apuntes de buen humor y alegre simpatía de José. Hasta intentamos crear una institución para implementar las posibles aplicaciones colectivas del psicoanálisis, como lo recordara hace un año el doctor Ítalo di Ruggiero Cozzarrelli. La sigla de esta organización era ORTEC y no OPEC como apareció en el Boletín de la Clínica Montserrat, marzo de 2007; estaba conformada por Roberto De Zubiría, su inspirador, además de José A. Márquez, Juan e Ítalo di Ruggiero, Hernando Gómez Valderrama y el suscrito. Roberto, como muchos hombres de fuertes inquietudes intelectuales, no ha sido el mejor organizador

ni el mejor administrador y, al poco tiempo, ORTEC fracasó con la complicidad de todos los demás. Lo que sí ha sido Roberto es el gran inspirador del psicoanálisis como acto terapéutico. También fue el gran inspirador del clan que reorganizó la Asociación Psicoanalítica Colombiana y la llevó a su reingreso a la comunidad psicoanalítica Internacional. Internista de primer orden en el campo académico y profesional de la medicina, psicoanalista creativo, investigador clínico en nuevas áreas de aplicación de la terapia analítica e intelectual de profundas y sólidas bases filosóficas y humanísticas, su obra es tan extensa que sería imposible estudiarla en esta breve reseña. Autor de libros sobre diferentes temas médicos y psicoanalíticos: “Orígenes del complejo de Edipo”, publicado por Tercer Mundo en 1968; la “Biografía del doctor Antonio Vargas Reyes”, publicado por la Academia Nacional de Medicina de Colombia en 1973; “ La Medicina en la cultura Muisca”, publicado por la Universidad Nacional en 1985; “La Medicina en el Descubrimiento de América”, publicado por el Instituto Colombiano de Cultura Hispánica en 1992; y “Muerte y Psicoanálisis”, editado por Grijalbo Ltda. en 1996. A estas obras magistrales se agrega más de un centenar de trabajos médicos y psicoanalíticos y un apreciable número de brillantes intervenciones en Congresos y Simposios, aparte de su destacada participación en la Academia Nacional de Medicina. Recuento elemental, pero que da fe de la labor fructífera de un verdadero científico de la medicina y del psicoanálisis. Vida fértil para la ciencia, como fértil y rica ha sido su existencia en clientela, en amistades y en progenie (doce hijos y un número importante de discípulos, amigos y pacientes). Sin embargo, lo que más quiero destacar es su rol como “hermano mayor” del clan fraterno que perduró y, por ende, sostuvo a


ROBERTO DE ZUBIRÍA CONSUEGRA, HERMANO MAYOR DE UN CLAN FRATERNO

la Asociación Psicoanalítica Colombiana durante la crisis que sobrevino a la ruptura de 1962 y que, posteriormente, se hizo cargo de su promoción como Sociedad componente. Ante la enfermedad que hoy padece nuestro querido amigo y compañero, he querido recordar el papel que desempeñó durante el crecimiento y desarrollo de la Asociación. Sin pretender ser un líder entre nosotros, su voz autorizada, su brillante inteligencia, su sentido histórico, su fino humor para destacar lo superfluo y su enfoque práctico de la terapia analítica, produjo siempre en sus amigos, maestros, discípulos y condiscípulos, la más profunda admiración. En consecuencia, muchas veces lo seguimos y otras tantas buscamos su aprobación y su consejo. Roberto nos ha estimulado siempre y en todo momento y, en buena parte, lo que José A. Márquez y yo logramos para la Asociación y para su Instituto de Enseñanza, se lo debemos a ese amigo entrañable que, a la vez, fue profesor, maestro e inspirador de nuestro trabajo. Inspirador en el mejor de los sentidos, capaz de infundir y hacer nacer en la mente y en el ánimo de los demás los más loables propósitos, dispuesto a sugerir ideas y temas para el desarrollo del psicoanálisis, capaz de iluminar el entendimiento de sus compañeros y mover su voluntad, crear designios, estimular afectos, avivar el genio de los autores y entusiasmarse con las obras ajenas. Un inspirador no sólo para el clan, sino para todos los miembros de la Asociación y las demás instituciones médicas y psicoanalíticas que lo extrañan profundamente en esta ausencia provocada por su enfermedad. Con mis deseos más profundos por la recuperación del Dr. De Zubiría, pido a todos los miembros de la Asociación que se exalte su obra en cada oportunidad que se presen-

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te. Aún cuando los lazos de amistad que nos han unido permanecen igual de fuertes, en realidad, el clan de hermanos ha dejado de existir. Tanto el doctor Márquez como el que escribe seguimos apuntalando la institución desde nuestras posiciones como miembros de la comisión directiva de la Asociación y del comité docente del Instituto de Enseñanza Arturo Lizarazo (IDEAL). Pero, desde antes de que se presentara la reciente enfermedad del doctor De Zubiría y debido, quizás, a la percepción de que la Asociación ya no necesitaba del clan para su sustentación, se produjo lentamente la extinción de nuestro funcionamiento en grupo. En el pasado fueron muchas las decisiones que se tomaron a ese nivel, casi todas afortunadas para la Asociación, pero, es claro que esta ya no las requiere y que, hoy por hoy, debe continuar su desarrollo apoyada en la claridad de sus metas y en la experiencia acumulada de la I.P.A.. Ha sido doloroso no poder visitar al amigo que se consume por la enfermedad. Pero consuela constatar que desde la lejanía de su ausencia, brilla en el firmamento psicoanalítico como la Estrella de Oriente que nos guía en las noches oscuras y que él, como astrónomo avezado, pasa las horas observando con su telescopio, entre absorto y juguetón, en su finca de los Llanos Orientales de Colombia. Solicito al Dr. Pedro Vargas, Director de Relaciones Societarias, quien preside este homenaje al Dr. De Zubiría, agregue a mi trabajo el siguiente comentario: No imaginé que, a raíz de esta reunión, se iba a producir el reencuentro con Roberto, a quien hemos extrañado con profundo afecto. Agradecemos a su admirable esposa y a él mismo que nos haya dado esta satisfacción, el mejor premio al esfuerzo que hemos realizado por revisitar y sintetizar su extraordinaria obra.



PSICOANÁLISIS XX (1); 125-131, 2008

ORÍGENES DEL COMPLEJO DE EDIPO De la Mitología Griega a la Mitología Chibcha “ORÍGENES DEL COMPPLEJO DE EDIPO” “De la Mitología Griega a la Mitología Chibcha” Roberto De Zubiría Tercer Mundo Editores Marzo de 1968 186 páginas Ítalo di Ruggiero1

INTRODUCCIÓN: ¡LA COMPLEJIDAD DEL EDIPO! Para encontrar los ‘Orígenes’ como promete en el título, el Autor indaga en las profundidades de la cultura griega, en las agrupaciones matriarcales y en el propio Inconsciente de Freud. Pero, ¿Qué es el Mito? Yo creo que el Mito es la encarnación de las fantasías de determinada cultura; encarnación significa algo puesto en personas, encarnado en… Nos sentimos vulnerables y creamos fantasías de seres invulnerables. Le tememos a la Muerte y creamos fantasías de seres inmortales. Los antiguos griegos eran Animistas, lo que se define como la creencia en seres espirituales a los que se considera capaces de influir en los acontecimientos humanos; esta creencia está basada en que las plantas, e incluso los objetos inanimados como el Mar, los Ríos y Arroyos, así como el Sol y el Viento, tienen alma y voluntad, tal como la tienen los humanos. El antropólogo del siglo XIX Edward Taylor lo consideró como la forma de religión más primitiva, cosa que no aceptan los modernos. Cada dios tendría una especialidad determi-

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Miembro Asociación Psicoanalítica Colombiana.

nada, según sus características. Después de crear dioses correspondientes a su cultura, los griegos pasaron a desear y necesitar seres humanos como ellos pero dotados de poderes mágicos, todopoderosos, pero mortales: la fantasía de los Héroes, como Heracles (o Hércules). Pero, como el pueblo griego era en extremo lógico, sus mitos eran altamente intrincados, pues como se regían por el principio de causa y efecto, requerían de una trama, una historia que diera razón de cada uno de sus actos y de los atribuidos a los dioses y héroes. De acuerdo a esto es que se habla del “determinismo” que impregnaba todos los aspectos de su cultura; según éste todos los acontecimientos, incluyendo las elecciones morales humanas, están determinadas por sus causas previas, configurándose con ello cierto carácter de “predestinación” de lo real. “Estaba Escrito” decían los antiguos, y aún hoy en día lo hace El Islam, para significar el carácter inmodificable que tiene, para el Hombre, la Voluntad Divina. No se puede evitar que suceda lo que ya ha sido decretado por Dios. Sin embargo, hay una esperanza: los actos individuales eventualmente sí pueden hacerlo. Este resquicio es el que sale a flote con el Mito de Edipo


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ITALO DI RUGGIERO

como una profunda síntesis del ser humano, de sus leyes y de sus andanzas. El “Hado” griego (“Fata” Latino), equivale aproximadamente a la “Gracia”del Catolicismo, es decir, la asistencia libre e inmerecida que Dios otorga, por los méritos de Jesucristo, a un individuo particular, y que le proporciona la Salvación, pero es él, el hombre mismo quien decide sus actos singulares. El incesto representa uno de los aspectos más importantes en la historia de las sociedades y del individuo mismo. La importancia de éste en la historia de Edipo hizo que no se tuviera en cuenta numerosos elementos del personaje mítico que, por su universalidad nos alcanza a todos. El más significativo es el del abandono: de la misma manera en que Edipo fue arrojado a las inclemencias del mundo externo (Monte Citerón) cada uno de nosotros es abandonado en el instante del nacimiento y en muchos otros a lo largo de nuestra vida. El dr. De Zubiría considera que es muy posible que las quejas contra la existencia representen, lejanamente, una protesta contra esta separación. La predestinación constituye para los que creen estar inexorablemente destinados a ciertas acciones, la situación de dependencia más importante del Hombre y al mismo tiempo la más limitante. ¿Cómo funciona el Complejo de Edipo en las culturas matriarcales? En ellas no funciona la Ley del Padre, no existe el concepto de la Fidelidad o de la Infidelidad. La mujer se acuesta con la persona a quien ella acepta. No se está seguro de quién sea el Padre de quién, así que es el hermano de la Reina o de la Princesa el que desempeña el papel de representarla para cualquier negociación, pues dicen que el Padre no se sabe quién es, pero sí se sabe quién es el hermano de la Reina. El Complejo de Edipo ha sido uno de los puntos más debatidos de las teorías de Freud y, en los períodos iniciales del Psicoanálisis,

este aspecto produjo el mayor rechazo tanto por parte de científicos como de la opinión en general. Algunos psicoanalistas posteriores modificaron tal concepción del Complejo.

PRINCIPALES MITOS DEL EDIPO 1. Mito del incesto

Indudablemente el incesto constituye el eje de la tragedia ‘Edipo Rey” y las demás situaciones son derivaciones y complementos de ésta. Sin embargo, el dr. De Zubiría señala que Freud considera además el parricidio y, en alguna de sus obras posteriores, se refiere al “Enigma de la Esfinge”; lo interpretó en su relación con la curiosidad infantil acerca de la diferencia de los sexos y el origen de los niños; y en el trabajo “Personajes Psicopáticos en el Teatro”, como consecuencia de la lucha con la divinidad y la comunidad social. Edipo representa el ‘Principio de realidad’ que quiere a toda costa resolver el Enigma y salvar a su pueblo de la gran epidemia que lo asolaba como castigo. Yocasta, como personificación del ‘Principio de placer’, se opone en todas las formas posibles, de ahí que Sófocles la haga aclarar: ¡Oh, desventurado, ojalá que nunca supieses quién eres! El que Edipo se ciegue con un alfiler de su madre es una acción punitiva sobre el órgano culpable, como desplazamiento de la ‘castración’, como castigo por el incesto. El castigo por ello, la Epidemia que asolaba a la ciudad de Tebas era la esterilidad, no solamente de las mujeres, sino también, de los animales: ¡Perecen los rebaños que pacen en los pastizales!, ¡Despuéblase la ciudad con la esterilidad de las Mujeres! En el ‘EDIPO’ de Séneca la enfermedad es semejante:


ORÍGENES DEL COMPLEJO DE EDIPO

Ceres (la diosa de la fertilidad de las mieses) cierra sus panes aunque tiemblen en las espigas altas y árido el tallo, muere la mies estéril y nada se libra de esa plaga sino que a toda edad y todo sexo se desmoronan… La enfermedad se lleva a los que la asisten. Séneca da una descripción clínica más precisa de la enfermedad pues relata la mortandad de las ovejas y vacas y aún de los animales salvajes después da una exacta descripción en los hombres: Una Perezosa languidez anuda los inertes miembros, carmín en el enfermo rostro, pústulas ligeras salpican el cutis; una fiebre abraza el cerebro y distingue las Mejillas con una súbita afluencia de sangre; pásmanse los ojos y devora los miembros un sagrado fuego; los oídos zumban, de la nariz, que se encorvó, gotas de sangre negruzcas que sale de venas rotas; un jadeo frecuente y estridente sacude las vísceras en lo más profundo. Lo que parece ser la peste bubónica, trasmitida a los hombres por los roedores, pero aquí la causa de la epidemia es el ‘incesto’. Todo está siendo destruido por culpa de Edipo. El mito incestuoso entre hermanos, considerado psicoanalíticamente, es una variación del incesto Hijo-Madre, una defensa para no vivir una situación incestuosa con la madre o con el padre, sino con un derivado menor.

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2. MITO DEL PARRICIDIO El parricidio parece ser uno de los Mitos primigenios; según el Profesor Walter Otto, experto en Historia de las Religiones, se encuentra en casi todas las religiones de la antigüedad. La castración, como ‘eliminación del poder’ y sinónimo de derrocamiento aparece muy clara en la mitología y es uno de los principales elementos de las Neurosis. En la mitología griega, en la época del patriarcado, después de la invasión de los Indoeuropeos Nórdicos, el Dios Inicial fue el Caos que tenía elementos masculinos y femeninos, de donde surgieron Uranos y Gea. Como Uranos, el Cielo, estaba todo el tiempo sobre Gea, la Tierra, en un continuo coito sin término, ésta, cansada y desesperada, se alió a su hijo Cronos para castrarlo. Una vez en el poder, éste se unió a su hermana Rea y con ella tuvo una serie de hijos que él devoró para que no le quitaran su poder. Cuando le llegó el turno a Zeus, Rea lo sustituyó con una piedra, así que Zeus pudo tomarse el poder con ayuda de los Titanes, abrirle la barriga a Cronos y sacar a sus hermanos quienes, por ser inmortales, aún estaban vivos. La rebeldía contra la autoridad paterna tiene varios aspectos, como la eliminación de la virilidad, de la capacidad intelectual, el Don de mando y finalmente la vida. Esto mismo le ocurrió a Sófocles pues en los últimos años de su vida su hijo Iofón reclamó de los jueces la Interdicción judicial de su anciano padre. Éste se defendió ante el tribunal leyendo una escena de Edipo en Colona, lo cual demostró que se encontraba en buenas condiciones intelectuales. La rebelión de Edipo contra la figura paterna o su autoridad, también la vemos en Ayax, Don Quijote contra los molinos de viento, Ulises contra el Cíclope, Prometeo contra Zeus.


ITALO DI RUGGIERO

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3. PREDESTINACIÓN vs. LIBRE ALBEDRÍO Para Sófocles ‘FATA VOLENTI DUCUNT, NOLENTI TRADUNT’*. Por eso dice Clitemnestra en Las Coéforas, de Esquilo: “Crimen mío no fue, fue del Destino”. Con excepción de Eurípides, todos los trágicos griegos escriben que los seres humanos actúan, no por fuerzas propias sino en virtud de designios divinos. Edipo trata de huir del Destino que le había sido vaticinado y después de una bien urdida trama, vuelve a caer en él. El Héroe, naturalmente, lo culpa de todas sus actuaciones. En Edipo en Colona dice: Soy víctima de una desgracia enorme, extranjero. SÍ, víctima fui sin yo quererlo. Nada de todo aquello lo quise yo. Freud consideró Edipo Rey una obra inmoral pues suprime la responsabilidad del hombre, atribuye a las potencias divinas la iniciativa del ‘crimen`y demuestra que las tendencias morales del individuo carecen de poder para resistir a las tendencias criminales.

4. MITO DEL NIÑO ABANDONADO Edipo fue, ante todo, un niño abandonado. A los tres días de nacido le fueron perforados los pies y fue arrojado a las inclemencias del Monte Citerón. Otto Rank relata la situación de Abandono de casi todos los Héroes de los mitos de la antigüedad. Por regla general, el niño es abandonado, salvado y amamantado por animales o por gente humilde. Edipo podría tener una Neurosis de Abandono. Para poder realizar su Complejo, Edipo tiene que destruir el Superyó y la censura. La Esfinge no está fuera, está dentro de él y

*

“Lo que el Destino dicta, no se puede evitar” (N. del E.).

representa sus propios problemas incestuosos temidos, pues ella proviene de una unión incestuosa e híbrida. La mezcla Animal-Humano de la Esfinge nos acerca más a la idea del incesto. Séneca, señala al respecto: Que el hijo penetre de nuevo en las entrañas que lo alumbraron y siembre en su madre progenie impía, es cosa que apenas en los Brutos acontece. Freud, lo mismo que el Héroe, tuvo que derrotar a la Esfinge (que es la que no le deja entender), para poder entender los problemas del inconsciente (Deseos Irracionales Reprimidos): La encrucijada de los tres caminos. Toda encrucijada es un lugar peligroso. Uno conducía a Delfos (el que predice lo que el Hado ha dispuesto). El otro, que procede del Sur, de donde viene Edipo. Y el último, procedente del Norte, de donde viene Layo. Edipo está en una Encrucijada psicológica. En un camino venía el padre, Layo, que atacaba a Edipo; por el otro huía Edipo de sus tendencias incestuosas (con Polibio y Merote, a los cuales consideraba eran sus Padres). Por el primero se desembocaba en Delfos, símbolo del Destino y Suprema Autoridad. Edipo estaba en un callejón sin salida. Entre sus propios impulsos (El Ello), las prohibiciones (El Oráculo, Superyó) y su Yo que optó por defenderse y llegar al homicidio. Estos callejones sin salida se presentan frecuentemente en los síntomas neuróticos, entre fuerzas en conflicto, irreconciliables e incontrolables. Tiresias, el Principio de Realidad, y Yocasta, el Principio del Placer ofrecen una Encrucijada. Edipo debe escoger y descubre la Realidad y se somete a ella.

5. EL MITO DEL MATRICIDIO Mientras los Mitos y Leyendas de Parricidio son comunes en los mitos, el Ma-


ORÍGENES DEL COMPLEJO DE EDIPO

tricidio es más raro. Para Henry Bunker el Matricidio representa una unión incestuosa con la madre. El incesto, por la labor de represión, se transforma en su contrario: el Asesinato. Mientras el parricidio parece la gran adquisición Freudiana, el matricidio representa las etapas de formación del Yo en la teoría Kleiniana. Orestes, por consejo de Apolo, dios posterior al matriarcado como símbolo del Sol Patriarcal, va a Atenas para que un tribunal lo juzgue, tribunal que lo Absuelve. Pero otra cosa es Calmar a las Furias intrapsíquicas que lo siguen Persiguiendo. Hay pues: 1. Fantasías Orales Succionadoras: que le succionen a su vez su sangre, y devoradoras, el castigo de haber derramado la sangre (LECHE) de la Madre. El matricidio en un plano oral, no es otra cosa que la incorporación de la madre, del seno materno en forma agresiva y destructiva. La madre va a ser devorada y muerta. 2. Situaciones persecutorias: La situación perseguido-perseguidor se juega alternativamente en la pareja Clitemnestra–Orestes. Al principio Orestes es el perseguidor y su madre la perseguida; después del matricidio los papeles se invierten. La agresión y la destrucción del objeto amado y odiado, al ser proyectado, se vuelve contra el sujeto y lo persigue. Orestes se aferra a las partes buenas de la madre, simbolizadas por Atenea: Al perder el objeto materno no puede elaborar la situación depresiva y se mantiene dentro de las ansiedades esquizo-paranoides. Eurípides describe la situación de persecución tan intensa como un ataque epiléptico: Cayó al suelo con el mentón chorreando Espuma El matricidio equivale a la destrucción e incorporación del seno materno. Comerse a la madre en un sentido defensivo para no cometer incesto con ella.

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6. MITO FRATRICIDA En la Biblia: Caín y Abel; en la Mitología griega Atreo y Tiestes; entre los dos hijos varones de Edipo: Etéocles y Polinices quienes después de un largo asedio, decidieron la suerte en un combate singular en que ambos perecieron. Los trabajos de Melanie Klein sobre la Envidia y los Celos nos permiten entenderlos; le otorgó enorme importancia a la primera relación de objeto con el pecho. Por el impulso de los instintos orales, el pecho es percibido como fuente de alimento y de la vida misma. La misma unión física y mental con el pecho gratificador restaura la unidad niño-madre, rota en la situación post-natal, luego del nacimiento. La comparación entre experiencia gratificadora y experiencia frustradota, crea la idea de dos senos, uno bueno (gratificador) y otro malo (frustrador). El pecho ‘bueno’ en la vida emocional del niño es perdido y nuevamente recuperado; lo mismo acontece con el pecho ‘malo’. Es importante, ya que la incorporación de un pecho ‘bueno’ayuda al desarrollo del Yo. La Envidia es el sentimiento enojoso contra otra persona que posee o goza de algo deseable, siendo el impulso envidioso el de quitárselo o dañarlo, pero es producto de la relación con una sola persona, y se remonta a la relación más temprana y exclusiva con la madre. Esta envidia se presenta también entre hermanos que tienen que compartir el mismo seno y no se conforman, ya que significa el abandono del seno gratificador, inagotable y siempre presente. La muerte del hermano se acompaña de un enorme sentimiento de culpa. Este ‘deseo’, según Freud, se debe al enorme egoísmo del niño que no ve sino competidores en sus hermanos. El egoísmo, en la terminología freudiana es, sin duda, el enfoque inicial de las situaciones de envidia, celos y voracidad. Los celos, según la escuela Kleiniana están basados sobre la envidia y comprenden una


ITALO DI RUGGIERO

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relación de por lo menos tres personas. Tiene que haber amor, que el Sujeto siente que le han quitado o que amenaza perderse. En el Otelo de Shakespeare, los celos destruyen al objeto pero también al sujeto que amenaza al objeto amado. La voracidad es un deseo vehemente, insaciable, impetuoso que excede las necesidades del sujeto y la capacidad del objeto donante, el propósito de la introyección es destructiva, vaciando y chupando el pecho por completo, destruyéndolo.

7. FENÓMENOS ORALES2 De acuerdo con la Psicoanalista Susan Isaac, las fantasías orales que desarrollan los lactantes son de naturaleza muy destructivas, una vez experimentan el deseo de mamar en forma específica. Pero otras fantasías se manifiestan en un lenguaje difícil de entender para los adultos. En relación a la Madre puede sentir: Quiero comérmela. Quiero guardarla dentro de mí para evitar la pérdida. Si los impulsos no hallan una fácil satisfacción adquieren un carácter agresivo: Quiero morder el pecho, desgarrarlo a mordiscos. Si estos deseos producen culpa y angustia, el niño puede fantasear el castigo: Seré comido y cortado por mi madre. Los deseos son de naturaleza muy primaria, sin mayores elaboraciones intelectuales, con un carácter omnipotente. Otras veces aparecen deseos reparativos; el lactante que fantasea con la destrucción de la madre puede imaginar: Quiero juntar los pedazos nuevamente. O, también: Quiero hacerla mejor. 2 3

p. 82. p. 137.

Los fenómenos orales son de una enorme peligrosidad: Persecutorios y destructivos, y así predominan en el inconsciente; privan al paciente de la facultad de reparar adecuadamente sus objetos internos. Para defenderse los colocan en el exterior. El mundo externo se llena de seres peligrosos que lo persiguen. Las cosas no se adquieren tranquilamente, con placidez, son arrancadas en una acción violenta. Según la experiencia del Dr. De Zubiría, los impulsos agresivos, destructivos y codiciosos son más rechazados que la libido, por lo que producen mayor potencial de angustia. En gran porcentaje de pacientes en estados depresivos se observa la presencia de relaciones con cadáveres familiares que amenazan al enfermo con la muerte o lo llevan a ella por medio del suicidio, que representaría la satisfacción de la tendencia incestuosa. Tenemos la impresión de que en la base de toda situación de este tipo existe previamente un abandono. El incesto no sería sino una manera de unirse adultamente con la madre, con el fin de satisfacer necesidades amorosas que no pudieron ser satisfechas en la infancia. El niño que ha sido abandonado por la madre física o psicológicamente, continúa buscándola impacientemente toda su vida en un intento por consolidar su Yo. Pero no puede conseguirlo porque lo que desea es su incorporación oral y ésta no puede alcanzarse en la edad adulta3. En el Mito de Edipo es fundamental la situación de abandono. Su vinculación amorosa y sexual con la madre sería, desde este punto de vista, una manera de librarse de la situación de abandono a que está sometido. En la incapacidad de unirse infantilmente a la madre, lo hace adultamente o sea genitalmente.


ORÍGENES DEL COMPLEJO DE EDIPO

8. LA MITOLOGÍA CHIBCHA Los pueblos del territorio desde el Ecuador hasta Honduras, situados por el norte hasta el territorio de los Mayas y por el sur hasta el de los Incas, se consideran lingüísticamente de la familia de los Chibchas. Se denominan Macro-Chibchas. Y los habitantes del Altiplano de la Sabana de Bogotá, regiones circunvecinas y de la Sierra Nevada de Santa Marta, se denominan Micro-Chibchas. De acuerdo con su evolución, encontramos las siguientes etapas: 1º. Período Metafísico: Dios masculino ‘Chiminigagua. El dios es supuesto como algo ininteligible e inmaterial y es el origen probable de la Luz y del Universo.

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2º. Período Totémico: dios Masculino Sue (Xué), Femenino Chía. En esta Concepción la divinidad adopta caracteres animales, vegetales o de relación con fenómenos naturales. La deidad Solar ‘Sue’ y Lunar ‘Chía’ poseían la máxima importancia; igualmente las lagunas, ríos etc., eran dioses, algunos con características de animales. 3º. Período Antropomórfico: Las deidades pierden sus características sobrenaturales y se convierten en personajes de carne y hueso, como había pasado con Hércules en la Mitología greco/latina. Bochica, antes representante del Sol, pasa como hombre a dar normas y enseñar a tejer y a sembrar. Goranchacha: El Sol dios totémico, fecunda a una Doncella Humana y de la unión nace un Héroe.



PSICOANÁLISIS XX (1); 133-137, 2008

MUERTE Y PSICOANÁLISIS Teoría de los Objetos Muertos MUERTE Y PSICOANÁLISIS Teoría de los Objetos Muertos Roberto De Zubiría C. Editorial Grijalbo Bogotá, 1996 388 páginas ÁLVARO MÉNDEZ1

Con la claridad, sencillez y profundidad que lo caracteriza, el Dr. De Zubiría nos conduce en forma amena a través de un tema que los seres humanos evitamos a todo trance: La Muerte y los objetos muertos incorporados (a ella), que nos provocan rechazo y temor, razón por la que hay en Psicoanálisis muy pocos trabajos al respecto, pues preferimos tratar el aspecto libidinal.

“LOS OBJETOS DE MUERTE EN LA OBRA DE FREUD” El autor, en una minuciosa investigación, nos muestra con absoluta claridad cómo Freud, valiéndose del análisis de sus pacientes, especialmente de sus historiales clínicos como el caso Schreber; el hombre de las ratas; el análisis de los sueños, tanto propios como de los pacientes referentes a la muerte; del análisis de obras literarias como el delirio y los sueños en la Gradiva de Wilhelm Jensen; Dostoievsky y el Parricidio; y del análisis del tabú de los muertos en las culturas primitivas, tuvo un concepto muy evidente de los objetos muertos incorporados en el sujeto. Estableció la existencia del Tabú hacia los cadáveres, recordándonos que son rechazados por todas

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las culturas. Además, Freud estudió la psicología de lo siniestro en la obra de Jentsch, explicando la dificultad de estudiar los aspectos de muerte incorporados, tan amenazantes y siniestros para el paciente y el terapeuta. Los objetos muertos son una forma de alienación, que se produce cuando se niega la realidad vital de la muerte y se reemplaza por figuras fantasmales. La negación lleva al sujeto a mantener sus objetos muertos como vivos; de esta distorsión surgen los espantos, fantasmas, dráculas y demás seres imaginarios que son mucho más amenazantes que la muerte misma. Estos objetos de muerte no están realmente muertos, sino que poseen una cierta “vitalidad”. Están entre vivos y muertos en una situación de agonía, tornándose amenazantes y peligrosos. El trabajo con ellos desarrolla, tanto en el paciente como en el analista, ansiedades muy severas. El autor tiene la idea de que estos objetos pueden ocultarse en la situación analítica si la interpretación es exclusivamente libidinal. El análisis de la muerte tiene la finalidad de permitir la emergencia de objetos de vida. Al ‘matar la muerte’ negada por el hombre, se permitirá el surgimiento de la libido y de todas las fuerzas cohesivas del individuo.

Miembro Titular Didacta Asociación Psicoanalítica Colombiana.


ÁLVARO MÉNDEZ

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BASES FILOSÓFICAS DE LA TEORÍA OBJETAL En el capítulo II, el autor nos dice que la teoría de los objetos internos que utilizamos en el psicoanálisis, se inició en la filosofía, y que todas las teorías sobre la persistencia de los objetos internos están basadas en la existencia de la memoria y el recuerdo. En ausencia de percepciones no podría aprehenderse el mundo externo, y sin memoria no habría representaciones verdaderas. Kant se refirió a la aprehensión de la realidad y las relaciones del sujeto con el mundo externo, cuando afirma lo siguiente: Tenemos en nosotros representaciones de las que podemos tener también conciencia, pero no son más que representaciones, es decir, determinaciones interiores de nuestro espíritu, en esta o la otra relación de tiempo. Para Kant, la relación que el sujeto establece con los objetos del mundo externo puede realizarse mediante la intuición, que es el conocimiento inmediato (directo con el objeto), o mediante el conocimiento mediato. Habla también de los pensamientos vacíos, o sea, carentes de objetos, y de los pensamientos a priori como el conocimiento que el niño tiene del pecho materno al nacer, que le permite aprehenderlo y succionarlo. El conocimiento de sí mismo es denominado apercepción, en oposición al conocimiento del mundo externo que sería la percepción. Denominó ‘Cosas’ a los objetos externos, y a las representaciones de las cosas mismas, ‘Fenómenos’. En el ámbito psicoanalítico, nos dice el Dr. De Zubiría, se encuentran tres conceptos muy relacionados con los postulados Kantianos: a) Las incorporaciones (introyecciones, percepciones y apercepciones). El psicoanálisis sería una apercepción (del paciente) ayudado por una percepción de otro (el analista).

b) Las identificaciones, o sea, volver como cosas propias las incorporaciones, parciales o totales, de otras personas. c) La identidad, o sea, la idea de ser la misma persona en el transcurso del tiempo. Otro filósofo con el que simpatizó mucho Freud fue Schopenhauer, con quien coincidió en reconocer la primacía de la afectividad, y la extraordinaria significación de la sexualidad y el mecanismo de la represión.

TEORÍA OBJETAL. LA INICIACIÓN. SIGMUND FREUD En el capítulo III, nos da un concepto muy claro de lo que se entiende por objeto interno en psicoanálisis, y las diferencias entre un objeto interno y una representación epistemológica (una cosa). Freud, en uno de sus trabajos neurológicos, “La afasia” (1981), plantea la Teoría Objetal; en 1905 en el libro “Tres ensayos para una Teoría Sexual”, estructura la idea de objeto interno y externo, y en 1915 en el libro “Los Impulsos y sus Destinos” se amplía la idea de objeto. En la relación objetal la emoción adquiere gran importancia; en esta concepción, Freud diferencia lo que es una persona de lo que es una cosa. En la persona se encuentran catexias de diferente naturaleza, no así en las cosas. Los objetos internos son representaciones del mundo externo, internalizados mediante mecanismos de introyección e incorporación. Los objetos internos y externos se encuentran en continua comunicación para establecer las relaciones objetales adecuadas entre el sujeto y el mundo externo. Su estudio pertenece a la teoría vincular. Para poder percibir un objeto en el mundo externo es necesario que se produzca una representación interior del objeto externo; posteriormente, se hace una proyección que nos permite apreciar el objeto en el mundo externo. Los objetos se divi-


MUERTE Y PSICOANÁLISIS

den en epistemológicos, que corresponden a la representación de las cosas (en el sentido de Kant), y los psicoanalíticos, que estudian los objetos cargados de catexis; en general, los objetos vivos pueden ser transitorios (primitivos de Bion, Pre-objetos de Balint, transicionales de Winnicott) o permanentes. La catexis, o carga afectiva, es una de las características básicas de los objetos internos. El objeto interno es algo vital, no una simple representación estática, que puede estar cargado de energía libidinal, mortal o agresiva. Pasa luego el autor a hacer algunas consideraciones sobre la teoría del Sí-mismo (Self) y sus objetos de Heinz Kohut. Para éste, el Sí-mismo es una estructura interna de la mente que está catectizada con energía instintiva y tiene continuidad en el tiempo. Se encuentran representaciones diversas de él en el Ello, Yo y Superyó. Tiene tres áreas diferenciadas: La del grandioso, exhibicionista (la propia estima y autoconfianza); el área intermedia donde están las aptitudes y talentos del individuo; y la imagen parental idealizada, constituida por incorporaciones con padres y hermanos. Enseguida, nos habla sobre la relación de los objetos cadavéricos con la teoría del Self (Sí-mismo) y dice que pueden localizarse aquí, produciendo una pérdida de su cohesión. Así mismo, sobre el papel estructurante de la palabra, dice que la voz de la madre y su palabra producen en el niño una importante relación vincular, como ocurre con la visión. Hace luego un breve comentario sobre los mitos, que han ayudado mucho al psicoanálisis en la comprensión de los fenómenos mentales, ya que los sentimientos y los problemas se expresan en ellos, que son realidades vivas de la cultura. Por ejemplo, el Mito de Edipo mostró las vinculaciones tempranas del niño con sus padres, el de Narciso ayudó al entendimiento de las etapas primitivas de amor hacia sí mismo y el de Eco nos permite

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entender la relación de eco que se establece entre la madre y el niño, y luego entre el analista y el paciente, cuando éste, a través de las interpretaciones, siente una reacción de este tipo al llegar una intervención a un núcleo muy importante, y el paciente dice: “Ah, oh, sí”.

LOS OBJETOS CADAVÉRICOS EN LAS TEORÍAS PSICOANALÍTICAS En el capítulo IV, hace referencia a los trabajos de Karl Abraham en relación con la incorporación de objetos muertos y la génesis de la Melancolía y el Duelo. En estos estudios aparecen incorporaciones de objetos muertos parciales, como materia fecal, y totales, como un cadáver. La concepción objetal de Melanie Klein y su trabajo clínico mostró en el inconsciente de algunos pacientes objetos moribundos o muertos que pueden tornarse persecutorios; lo mismo concluye Ana Segal en sus investigaciones clínicas. Se refiere luego a los trabajos de Fidias Cesio sobre los objetos aletargados, que inicialmente relacionó con la Reacción Terapéutica Negativa. Para Cesio estos objetos aletargados provienen del instinto de muerte más arcaico y corresponden a un núcleo psicótico. El objeto aletargado de Cesio, aparece representado por contenidos correspondientes a la procreación y lo considera como resultado de contenidos prenatales que no alcanzaron a nacer, es decir, que quedaron detenidos en su desarrollo. El objeto aletargado del autor es postnatal y de agonía y muerte. En ambos se configura un cadáver persecutorio. La interpretación en Cesio es completa y la del Dr. De Zubiría es para que lleve a la muerte del objeto. Menciona luego el paciente fronterizo que analizó el Dr. Arturo Lizarazo, quien se identificaba con los pedazos de cadáveres, lo


ÁLVARO MÉNDEZ

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que lo llevó a una fragmentación del yo, o en términos de Kohut, a la descohesión del Self. Finalmente, están los trabajos de Grinberg, en relación a los objetos muertos incorporados, causantes de la culpa persecutoria y el temor a los muertos por este componente persecutorio.

LOS OBJETOS MUERTOS EN LA HISTORIA Y LA LITERATURA En el capítulo V, hace mención a la Literatura Universal que presenta a la muerte como uno de sus temas favoritos, analizando varias obras literarias, tales como la leyenda de Carlomagno, “La Ciudad Antigua” de Fustes de Coulanges, “El burlador de Sevilla” y “El Convidado de Piedra” de Tirso de Molina, “Drácula” de Bran Stoker, “El Dr. Frankestein” de Mary Shelley, “Las Narraciones Extraordinarias” de Edgar Alan Poe, “Hamlet” de Shakespeare, “La Hojarasca” de Gabriel García Márquez, y las obras de José Asunción Silva, “el poeta de la muerte”. En la Literatura se encuentran mitos de elementos de muerte que muestran claramente la dificultad de las culturas para aceptarla. Aquí destaca la parte folklórica de mitos y creencias que han influido en la formación de la personalidad en las diferentes culturas.

CONTRIBUCIÓN PERSONALPRESENTACIÓN DE CASOS CLÍNICOS La Mitología de la Muerte. Primeras Aproximaciones

En el capítulo VI, se refiere a su obra publicada en 1968 “Orígenes del Complejo de Edipo” planteándose que, además del parricidio y del incesto, había numerosos aspectos no estudiados, y cita el Mito de Biblis, en el

que el incesto se realiza con la hermana, figura supletoria de la madre, mito que se presentó en las culturas Egipcia y Griega antiguas y se cumplía en la familia real: el Faraón egipcio se casaba con su hermana y a veces incluso con su hija. Estudió la posibilidad de que el Complejo de Edipo pudiera realizarse con objetos muertos y cita a Odiseo, quien descendió a los infiernos (Hades) y allí, al ver el cadáver de su madre, quiso abrazarlo tres veces y tres veces se esfumó de sus manos como una sombra. Cita a continuación otros mitos como el de Orfeo, el de Dionisos (Baco), en los que se plantean la muerte y la resurrección. En estos mitos estudiados aparecen objetos cadavéricos; sin embargo, el contacto con el cadáver es rechazado. Menciona luego, que el Mito de la Resurrección lo encontramos en los pacientes que poseen objetos moribundos: El paciente no puede aceptar la muerte del objeto amoroso y lo revive omnipotentemente en su yo, lo alucina como un ser vivo. La transacción entre la vida y la muerte es la agonía. Estos aspectos de la mitología llevaron al autor a buscar representaciones semejantes en el inconsciente de los pacientes. Los aspectos de muerte son rechazados, negados, reprimidos y colocados a gran distancia del yo. A continuación, nos dice que el psicoanalista puede rechazar los aspectos mortales del paciente, especialmente si éste los proyecta sobre él y entonces prefiere trabajar con la parte libidinal, porque le es más agradable, y cuando aparecen ideas de muerte sobre el terapeuta, éste las desplaza hacia ideas libidinales positivas. El analista puede llevar al paciente a una situación libidinal interpretando la muerte como una pérdida de la relación amorosa de carácter edípico. Este tipo de interpretaciones permite que los objetos amenazantes de muerte que el paciente está colocando en el terapeuta, se repriman más y sigan asocián-


MUERTE Y PSICOANÁLISIS

dose con elementos libidinales que desarrollan una libido “vacía”. Considero que esta es la parte más valiosa del libro, donde, a través de su experiencia en las sesiones analíticas y sueños de sus pacientes, muestra la presencia de objetos muertos, cadavéricos, aletargados y agonizantes productores de angustia, depresión, tendencias suicidas, manifestaciones psicosomáticas, finalizando con la técnica de manejo psicoterapéutico de los objetos de muerte, haciendo hincapié en la transferencia y contratransferencia con los objetos muertos, que tanto en el analista como en el analizado producen rechazo y angustia. Por último, en el Epílogo señala que la creencia de elementos vivos en los cadáveres constituye un mito primigenio de la humanidad. En resumen, se trata de una obra de gran profundidad que estudia la mayor parte de las teorías psicoanalíticas, agregando sus propios conceptos respaldados con la expe-

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riencia de los casos que nos presenta y el análisis de numerosas obras literarias, mitos y leyendas, conduciéndonos a un campo novedoso de extraordinario valor en nuestra tarea analítica, que nos permite reconocer la presencia de objetos muertos, aletargados y agonizantes, productores de grandes ansiedades y diferentes patologías que debemos analizar e interpretar. Pienso que nos muestra en forma clara y convincente que el psicoanálisis es investigación y terapia a la vez, pues a través de sus investigaciones del material de pacientes y reconociendo en ellos tales objetos, pudo interpretarles todo lo relacionado con la muerte, comprobando que si sólo interpretaba lo libidinal, no había ningún cambio ni progreso. Esta parte experimental enriquece nuestro arsenal terapéutico y nos abre camino para tratar un tema tan arduo como es la muerte.



NOTAS



PSICOANÁLISIS XX (1); 141, 2008

UNA FEDERACIÓN FABIO ESLAVA CERÓN

Recientemente se concretó la creación de la Federación Colombiana de Psicoanálisis de la cual forman parte las tres agrupaciones nacionales reconocidas por la API. La iniciativa se origina en las obvias ventajas que supone aunar esfuerzos de los psicoanalistas nacionales interesados en debatir temas de educación y difusión, en participar en investigaciones propias de nuestro campo con un mayor número de personas, en aumentar las visitas de analistas extranjeros y en resumidas cuentas, interesados en fortalecer por la vía intelectual y académica el progreso del Psicoanálisis en nuestro país. El hecho de que relativamente pocos analistas formen tres organizaciones con sede en una ciudad no es sorprendente para nadie que conozca la historia del movimiento psicoanalítico. Desde sus orígenes, las agrupaciones psicoanalíticas en muchos países han dado lugar al nacimiento de otras por una suerte de mitosis. Las escisiones de los grupos no solamente siguen la tradición, sino que dan cuenta de las dinámicas grupales propias de las sociedades científicas jerarquizadas, como grupos humanos que son. Generalmente se alegan diferencias ideológicas, incompatibilidades teóricas y otras motivaciones de cierta respetabilidad como razones para las escisiones. Sin embargo, las personas que actuaron más directamente en los conflictos que dieron lugar a las rupturas, suelen posteriormente referirse a esos hechos como a eventos indeseables. No pocas veces ellos mismos han hecho infructuosos esfuerzos para reversar las separaciones1. Los nuevos grupos resultantes cuentan con líderes caris1

Doctor Arturo Lizarazo, Doctor José Francisco Socarrás

máticos, pero tienen que enfrentar múltiples dificultades de todo orden antes de lograr su estabilidad. Al tomar su propia dinámica y encontrar identidad propia es natural que el proceso visto globalmente se beneficie de la diversidad de aportes. En nuestro país la historia no ha sido diferente. Los principales actores de la primera escisión, los doctores Arturo Lizarazo y José Francisco Socarrás, entrañables amigos, pasados los incidentes iniciales, procuraron deshacer la ruptura sin resultado. Por eso la aparición de un espacio académico y científico de reunión de todos los psicoanalistas es bienvenida además como hecho necesario de reparación histórica. Cada una de las tres organizaciones actuales posee un talante y una serie de énfasis teóricos que es deseable conservar y enriquecer con el intercambio que esperamos se dé en la naciente federación.

Lizarazo, Arturo, “Algunas apreciaciones y sugerencias relativas a nuestra asociación”, Revista “Psicoanálisis”. Vol. 1 No.1 pp. 9-16.



PSICOANÁLISIS XX (1); 143-144, 2008

CONGRESO INTERNACIONAL BION 2008 Volviendo a pensar: función alfa y cambio catastrófico HILDA BOTERO C.

ROMA se ‘siente’ con mayúscula. Esta ciudad, con testimonios de historia en cada esquina, con una atmósfera llena de sucesos y con la luz más maravillosa del mundo, destellos dorados, rincones ocres y fachadas deslumbrantes, fue el escenario para el Congreso Internacional BION 2008. Desde el jueves 31 de enero, al domingo 3 de febrero, el Angelicum Congress Center en Largo Angelicum, 1, recibió una nutrida participación de psicoanalistas de todo el mundo, para unas jornadas intensas de trabajo, discusión y reflexión. El tema del Congreso: Volviendo a pensar: Función Alfa y Cambio Catastrófico. El responsable de este evento fue el Dr. Giorgio Corrente, la secretaria organizadora Mónica Bellanova. Y el Comité Promotor: M Bianchedi, Buenos aires; F. Borgogno, Torino; T. Cancrini, Roma; G. Corrente Roma; A Ferro, Pavia; A. Ferruta, Milano; F. Riolo, Palermo; E. Tabak de Bianchedi, Buenos Aires. El desarrollo de las jornadas científicas estuvo organizado de manera tal que la participación fue de permanente intercambio de pensamiento. Se realizaron 3 Mesas Redondas durante las mañanas de trabajo, en las cuales se combinaron representantes de todos los países, personalidades sobresalientes del psicoanálisis. La Primera Mesa Redonda versó sobre Funzione Alfa en la cual fueron ponentes: E. Gaburri (Italia), con Pulsione y Funzione; E. Tabak de Bianchedi (Argentina), no pudo asistir pero se leyó una reseña de su trabajo, Volviendo a pensar sobre la misteriosa función Alfa; A. Sapienza (Brasil), Funzione alfa: agnoscia catastrofica – panico- Contenitore con Rêverie; J. Van Buren (USA), Wild

Thoughts: Thoughts without a thinker and the stuff that dreams are made of; A. Ferro (Italia), Funzione alfa e trasformazione in sogno: grasping e casting. La segunda Mesa Redonda presentó el tema Cambiamento Catastrofico, promovieron el pensamiento los Drs. P. C. Sandler (Brasil), Cambiamento Catastrofico… oppure paura del cambiamento sentido come una catastrofe? con la lectura de una pequeña reseña pues su ausencia fue lamentada en el congreso. D. Moggi (Italia), Sonata a Kreutzer – Cambiamento Catastrofico (Tutto a rovescio, tutto a rovescio); H. B. Levine (USA), Catastrophic Change; G. Corrente (Italia), Cambiamento catastrofico e trasformazioni gamma; D. Sor (Argentina), Cambio Catastrófico. La tercera Mesa Redonda propuso el tema Con Bion verso il futuro. Presentaron los Drs. C. de Toffoli (Italia), Ove per poco il cor non si spaura; R. Vermote (Bélgica), Experiencing the shadow of the future; G. Hautmann (Italia), La problematicità della nascita psichica nella mistica e nell’autismo; P. Camassa (Italia), Il posto dell’azione in una teoria creativa della personalità. Varios de estos temas están en trámite de licencia para ser publicados por nuestra revista Psicoanálisis. En las tardes se realizaron grupos de trabajo con jornadas de 4 horas de presentación y discusión enriquecedora. Se presentaron cerca de 60 trabajos diferentes, concentrados en pequeños grupos: volviendo a pensar. Voy a nombrar algunos de ellos, talvez los que me llamaron más la atención, no sólo por sus temas, sino por la discusión que suscita-


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HILDA BOTERO C.

ron: M. Rossetti (Italia), Studio sull’inversione della funzione alfa attraverso un sogno; P. Nino (Italia), Funzione alfa y cambiamento catastrofico. Significato ed aspectti dinamici; F. Amione, A. Cusin (Italia), Bion e il mito. Dalla vendetta come agito (-a) al processo come trasformazione (+a); T. Baldini (Italia), Esperienze nei gruppi di adolescenti “al limite” Attivazione della funzione alfa attraverso il gruppo; A. Stringi (Italia), l’invidia e il gruppo analitico: tra teoria, fenomenologia e clinica; G. Pessoa (Brasil), L’esperienza totalitaria nei gruppi umani e la facoltà del pensiero politico: dialogo tra Hanna Arendt y W. Bion; F. Araoz Ûzqueda, M. Dique (Chile), La “des-institucionalización” de la institución: de los datos a la ampliación de los significados; S. Sapienza (Italia), La funzione del rito nella catastrofe somato-psichica; L. Pistiner de Cortiñas (Argentina), Aproximaciones a la verdad y Cambio Catastrófico; M. Hojvat, J. Granel (Argentina), Cambio Catastrófico, Idea Mesiánica, mito y accidentes; L. Valera (Italia), Dal cambiamento catastrofico alla funzione Alfa: il setting come

suppoto e/o ostacolo per la comprensione dell’incomprensibile; E. Gaburri, A. Granieri (Italia), Il paziente psicosomatico e la “publicazione”; G. Smiriglio (Italia), Cambiamento catastrofico in un gruppo psicoanalitico al termine della sua esperienza. De Colombia asistí presentando un trabajo sobre la experiencia de observación de una bebita canguro y su relación con el pecho de la madre. Una experiencia de alimentación que demandaba urgentemente la función alfa y la acción alfa de la observadora. El trabajo preasentado fue Un Continente para un Continente-Contenido. Acción Alfa del Continente. Fue muy bien recibido y generosamente comentado, con referencias acerca de la comprensión de la relación madre-bebé que plantea Bion como modelo del pensamiento. Mi experiencia emocional asisitiendo al congreso estuvo realmente marcada por la función alfa, y como tal, fue materia prima para soñar y pensar. Una agradable vivencia encuadrada, como dije, en una ciudad bella, acogedora y sorprendente.


NORMAS DE PUBLICACIÓN Psicoanálisis, Revista de la Asociación Psicoanalítica Colombiana es la publicación oficial de la Asociación. Tiene como finalidad difundir el pensamiento psicoanalítico en sus aspectos teórico-prácticos y de reflexión acerca de su ejercicio en la comprensión de la salud mental y emocional. Están invitados a contribuir con sus producciones escritas psicoanalistas, candidatos en formación, y todos aquellos, tanto nacionales como internacionales, interesados en el pensamiento psicoanalítico, que contribuyan a mantener un espacio de diálogo, investigación y conocimiento. Actualmente nos encontramos en el proceso de cualificación de nuestra publicación para postularla al Índice Bibliográfico Nacional PUBLINDEX, que cuenta con un comité de expertos que verifican y califican la originalidad y calidad científica de los documentos publicados, por lo que deben cumplirse ciertos requisitos mínimos en cuanto al material incluido en la revista.

Descripción del material de publicación Los artículos postulados deben ajustarse a una de las siguientes modalidades: 1. Artículo de Investigación científica y tecnológica. Documento que presenta, de manera detallada, los resultados originales de proyectos de investigación. La estructura generalmente utilizada contiene cuatro apartes importantes: introducción, metodología, resultados y conclusiones (esquema IMRYC). 2. Artículo de reflexión. Documento que presenta resultados de investigación desde una perspectiva analítica, interpretativa o crítica del autor, sobre un tema específico, recurriendo a fuentes originales. 3. Artículo de revisión. Documento resultado de una investigación donde se analizan, sistematizan e integran los resultados de investigaciones publicadas o no publicadas, sobre un campo en ciencia o tecnología, con el fin de dar cuenta de los avances y las tendencias de desarrollo. Se caracteriza por presentar una cuidadosa revisión bibliográfica de por los menos 50 referencias. Existen otros tipos de documentos dentro de la tipología que no son considerados para efectos de indexación de una publicación científica, pero que igualmente pueden ser enviados para su evaluación y difusión.


1. Ensayo. Documento que constituye una forma flexible y abierta para exponer ideas o defender una tesis conceptual sobre cualquier tema desde varias ópticas. Por definición, es un texto en el que se apunta alguna idea y se reflexiona sobre ella, sin que se llegue a agotar el tema principal. Más que un texto de valor demostrativo, se trata de una invitación al pensar y a la reflexión sobre algún tópico, desde un nuevo enfoque más creativo. 2. Reseña Bibliográfica. Informe usualmente crítico sobre el contenido y cualidades de un libro; se puede también realizar una Reseña hemerográfica cuando ésta se refiere al contenido de una artículo de interés, aparecido en alguna publicación afín. 3. Reseña Periodística o de Difusión. Información sobre eventos culturales, académicos y/o artísticos que puedan considerarse de interés para la comunidad psicoanalítica o en general para lectores de la revista. Se pueden comentar aspectos de obras de arte (Exposiciones, obras de Teatro o Cinematográficas, o incluso Documentales de TV) y eventos Culturales, que guarden relación explícita o tácita con los temas de interés dentro de la comunidad científica. 4. Además, la revista publica en español reporte de casos, traducción de artículos de revistas psicoanalíticas -previa autorización del autor- resúmenes de libros, tesis de grado en psicoanálisis, artículos de psicoanálisis aplicado, una vez sean aceptados por el comité editorial por su calidad e interés. Los trabajos deben presentarse a 1.5 espacio; tipo de letra Arial 12 o Times New Roman 12; hasta 20 páginas; título; no menos de tres (3) palabras clave; un resumen de hasta 300 palabras. Todo esto en inglés y en español. Las citas y referencias bibliográficas deben ceñirse al sistema Harvard-APA: http://apastyle.apa.org/. Los autores deben enviar sus escritos a la Asociación Psicoanalítica Colombiana, dirección de la revista, por correo electrónico a apscol@gmail.com o revista@ asociacionpsicoanaliticacolombiana.org.co, o hacerlos llegar en medio magnético, con original y copia impresa a la Calle 134 No 17-71. Todas las contribuciones serán evaluadas por árbitros expertos asignados por el comité editorial, quienes dictaminarán acerca de la calidad, pertinencia, originalidad e importancia del trabajo sometido a consideración. El comité editorial comunicará su aceptación o no aceptación, así como las sugerencias para su modificación en un plazo máximo de dos meses a partir de su recepción. Los artículos serán sometidos a una revisión de estilo con derecho a alterar el texto sin modificar su contenido. El autor deberá llenar la ficha de información que se anexará a la revisión de su escrito, y en la cual comunicará su dirección, teléfono y correo postal y electrónico para cualquier no-


tificación y para la remisión del material físico de publicación. Cada autor recibirá dos ejemplares de la Revista en la cual se encuentra su contribución. Una vez la aceptación del artículo sea conocida por el, o los autores, éstos deberán enviar su artículo con carta de aprobación y revisión propia del material. Deberán comunicar si el trabajo ha sido publicado anteriormente. En caso de haberse publicado total o parcialmente en otro medio impreso, deberá anexarse la aprobación por parte de los editores para su publicación en Psicoanálisis, Revista de la Asociación Psicoanalítica Colombiana. A su vez, enviarán carta al editor de la revista transfiriendo los derechos de autor a la Revista Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Colombiana. La dirección de la revista y el comité editorial hacen una invitación formal a sus colegas a publicar sus producciones, como un compromiso intelectual para el desarrollo, difusión e intercambio científico del psicoanálisis a nivel nacional e internacional. Las opiniones expresadas en la publicación corresponden a sus autores y no comprometen a los editores de la Revista.


DIAGRAMACIÓN E IMPRESIÓN: Editorial Kimpres Ltda. PBX: 413 6884 Junio de 2008


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