Patrimonio n. 61

Page 60

LA MIRADA DEL FOTÓGRAFO

Piedad Isla

MAXIMILIANO BARRIOS FELIPE

E

l paisaje antrópico de nuestro mundo rural ha sobrevivido casi virgen gracias al trabajo de las gentes que lo habitaron. Sin ellos posiblemente estaríamos hablando de un mundo en extinción, oculto tras un manto feraz propicio al incendio y el abandono. El hombre domeñó la naturaleza y a la vez la conservó. Su ganado pastoreó los claros y limpió de maleza los troncos de los árboles desmochando como si de podador experto se tratará. El bosque de la montaña palentina, que le confiere su personalidad más agraciada, se nutrió del trabajo de sus paisanos, tierras comunales en su mayoría pertenecientes al común de estas pequeñas localidades y que heredadas desde tiempos inmemoriales servían de cobijo a la vez que de ayuda a su sustento. Esta fotografía de Piedad Isla recoge un pequeño descanso de una jornada de trabajo comunitario. «Al toque de campana a huebra» se solía decir, cada casa aportaba una mano para faenar en las tareas comunales que afectaban a la convivencia de todos los vecinos. Regidas por remotas leyes consuetudinarias regulaban el sistema de veceras, el arriendo de los puertos o la repartición de las distintas suertes, bien de leña o asignación de prados. Los caminos había que adecentarlos, desbrozar el monte, trabajar para la comunidad unos días al año en beneficio de todos. La solidaridad era patente y siem60

LA MIRADA DEL FOTÓGRAFO

pre había quien arrimaba el hombro en momentos de necesidad. Como me comentó Piedad en muchas ocasiones: en la huebra la gente está junta y habla de sus cosas, están más unidos y conocen de primera mano los problemas de los demás, se identifican con el otro y surge la ayuda en la dificultad. Su labor como fotógrafa profesional desde 1953 hasta 1992 le permitió registrar todas las facetas de la vida de los pueblos de la montaña palentina. Montada en su vespa, desde su Cervera de Pisuerga natal recorrió veredas y caminos, formando parte del paisaje cotidiano de su comarca. Próxima a su jubilación, Piedad decidió honrar a sus paisanos y qué mejor homenaje que recordar su epopeya, ennoblecida entre las paredes de su casa museo. Adalid de los valores medioambientales desde los años 70, anticipó la indisoluble sociedad del hombre y la naturaleza. El amor a su paisaje y a las gentes que lo poblaron se reveló como vocación para sus estudios etnográficos que la llevó a la creación en 1980 del museo que lleva su nombre. Poseedora de una memoria prodigiosa se rodeó de más de 2000 piezas a las que dotó de nuevo de vida insuflándoles una narración seductora que contaba sus pequeñas historias. Como esta fotografía que evoca una tarde en Polentinos, donde los vecinos en huebra hacen un alto en el camino para posar ante su paisana. Cuadro veraz de una época desaparecida que barruntaba el vacío de nuestros pueblos. Gracias Piedad por traérnoslos de vuelta.

«A Huebra limpiando el monte» Foto: Piedad Isla (1962)


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.