Revista Patrimonio 56

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La mirada del fotógrafo

Justino Diez

N

o me interesa la fotografía, lo que me fascina de ella son los caminos a los que me conduce, las llaves que me ofrece para abrir puertas a campos diversos y para mí desconocidos. En los recorridos fotográficos trazados en mis años como fotógrafo, han sido protagonistas esenciales los paisajes, su flora y su fauna, la arquitectura civil o religiosa, tradicional o contemporánea, la gastronomía, los vinos o los quesos, el ser humano y sus circustancias... y siempre he intentado aproximarme a ellos con el deseo de aprender, de conocer lo que significan y representan para el hombre y la sociedad. Siempre digo que no se fotografía de igual manera un capitel romanico si conoces el significado de su iconografía, la historia del recinto y el territorio donde se sitúa, de los pobladores que en ellos vivieron y viven, que si no lo conoces. El poso y enriquecimiento cultural siempre supone un plus a la hora de abordar la fotografía, te ayudan a ver y sentir las cosas de manera distinta, más completa y profunda. Es habitual concebir y fotografiar el patrimonio arquitectónico como si se tratase de una creación escultórica, eclipsando su funcionalidad y razón de ser, mostrando sólamente su parte estética, a veces incluso de manera descontextualizada. Esta fotografía, en la que aparece la pequeña iglesia románica de San Juan Bautista, situada en la localidad palentina de Nogales de Pisuerga, cede el protagonismo de primer plano a un

elemento cercano para nosotros, terrenal como pocos y ligado al quehacer de los pobladores rurales desde el mismo momento de su asentamiento. No se observa la figura humana, pero la presencia rotunda del apero bajo un cielo arrebatado nos lleva a reconocer que sin el hombre y el empuje de su fe, la presencia románica no aparecería tampoco en el encuadre. Al fotografíar exteriores es habitual depurar los escenarios esquivando elementos que distraigan la atención del motivo protagonista, pero a mi me

gusta presentar pistas, intentar aportar respuestas a los interrogantes que se presentan siempre al llegar a un lugar desconocido, cargado de historias y rodeado de aparente soledad. Son sólo eso, pistas, porque lo importante es invisible a los ojos y el reto al contemplar la fotografía consistirá en trasladarse a ese escenario, hacernos presentes y palpar el óxido, acariciar la piedra y mojar nuestra memoria con un aguacero de verano ya vencido. Lo dicho: No me interesa la fotografía. LA MIRADA DEL FOTÓGRAFO

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