Nueva grecia nº7 otoño 2014

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NUEVA GRECIA

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Los surcos del azar Miguel Florián ¿Para qué llamar caminos a los surcos del azar? Antonio Machado

Algo que caracteriza la vida de Antonio Machado, y que necesariamente habrá de reflejarse en su obra literaria, es la lacerada conciencia de la falta de sentido de la realidad y, al tiempo, el afán por encontrarlo o construirlo. En el Cancionero apócrifo (XIV)”, leemos: “Confiamos / en que no será verdad / nada de lo que pensamos”. Confianza, abandono al azar, a la contingencia, al hado tal vez… Resignada aceptación del límite y su misterio, la sospecha (kantiana seguramente) de que la razón es un instrumento limitado del que no debemos aguardar demasiado. Para Kant la sed de la razón nos lleva a entrever umbrales que presagian algo que se resiste a mostrársenos intuitivamente y que no podemos lograr, como le ocurriera a Moisés cuando desde el monte Nebo atisbara en lontananza la tierra de promisión que no podría pisar. El recelo nos acerca al cauto escepticismo: “Aprende a dudar, hijo, y acabarás dudando de tu propia duda. De este modo premia Dios al escéptico y confunde al creyente” (Juan de Mairena, II, I, 60). Para ilustrar lo acabado de decir reproduzco un poema, un poema muy conocido de Antonio Machado; me refiero a aquella ‘parábola’ de Campos de Castilla que dice: Era un niño que soñaba un caballo de cartón. Abrió los ojos el niño y el caballito no vio. Con un caballito blanco el niño volvió a soñar; y por la crin lo cogía... ¡Ahora no te escaparás! Apenas lo hubo cogido, el niño se despertó. tenía el puño cerrado.

p e n s A M I e n T o


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