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Extinción, por Suarlin Cordova - Poesía

Progreso, que en melifluos aromas enfrascas la selva perdida de los ancestros Civilización, que extraes la última gota de savia del corazón de un mundo subterráneo Futuro, que prescindes de mí, déjame guardar mi única memoria para así inventar mañana, que mi ayer era eterno.

Yo que he vivido aquí, no existo Ni en el despertar apresurado de las balas Ni bajo los escombros de un terremoto eterno que adolece mi vulnerable existencia.

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En el acantilado de mi alma aún se escucha la caída de un río que ha quedado cautivo en el inmenso muro de concreto, Y en su fondo yace el cementerio del pueblo de hombres-mujeres-peces donde además duerme mi esperanza

Como eco reproduzco el grito del saraguate El gorjeo de aves y árboles de aguacate Que escapan del aceite que les quema la piel destruye sus raíces, les corroe el hábitat, les devora los tejidos.

En aquel día que removieron la última piedra del antiguo recinto perdí mi última memoria La hora que perforaron el primer yacimiento enmudeció la esperanza El segundo cuando el agua dejó de ser vital dejé de tener sed

En el estrepitoso silencio del presente, sigo esperando las noches que se apagan solas, como veladoras que aguardan silenciosas, con un baile sensual que conoce su finitud y con rectitud se entrega resignada a extinguirse.